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Número 187

Serie XIX

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El conocimiento poético y la filosofía

EL CONOCIMIENTO POETliCO Y LA FILOSOFIA
POR
MARCEL DE Co~TB
Nada más difícil, a mi juicio, tanto para el autor como para los
oyentes,

que
ese tipo

de
discurso que se llama

couferencia sobre un
tema filosófico
dado. En filosofía, todos los elementos que la compo­
nen, todos
los temas

de que trata, están unidos
y se refieren a un eje
central. Un fil6sfo digno
de este nombre, deda con justeza Bergson,
no

tiene nunca
más que una idea única y en ella piensa toda sn vida.
Trataremos de no
ser demasiado indignos de esta verdad. Pero el
riesgo es inmenso: ¿cómo
decir en una hora lo que nos ha obsesio­
nado todo a lo largo de nuestra vida filosófica?
El tema que la Sección de Filosofía me ha pedido entra de lleno
en este caso. Si se me permite
hablar un poco de mí mismo, diré que
no he
cesado, en

mis
clases y en mis publicaciones, de rondar en
torno a ese núcleo que es la inteligencia, el acto
de conocer, y sus
objetos principales, de los cuales los demás -que son innulnerables­
sólo
son variaciones. Recuerdo que, en mi adolescencia, nuestro pro­
fesor

de
griego nos babia hecho

comprar una antología
de fragmen­
tos

de obras de los
principales escritores,

colocados por
· orden de­
creciente

de dificultad. A mí me
gustaba mucho

el griego,
y no ha
cesado de gustarme. Al

hojear el nuevo libro, me encontré con un
texto de Aristóteles
sacado del

libro Lamda de la Metafísica y
de­
cidí

inmediatamente traducirlo.
¡ Qué presunción la mía! Al llegar
a la
famosa definición

que da Arist6teles del
pensamiento divino:
noesis n(l(!seos n1Jesis, «este pensamiento es el pensamiento del pen­
samiento>>,

mi propio
pensamiento, mi inteligencia,

vaciló
y ya no
comprendí
nada de lo que
penosamente había

entrevisto
en el con­
texto. Y

o estaba tan enamorado de las artes, especialmente de la poesía,
Fundaci\363n Speiro

MARCBL DE CORTE
como del griego. No es, pues, sorprendente, que, por el ca.mmo de
estas dos pasiones, llegase a
las primeras

grandes publicaciones de
un tiempo menos
inescrutable: La Doctrina de /,a Inteligencia en
Aristóteles y La esencia drJ la Poesía. Tampoco es sorprendente que
todo
.el resto

de mi carrera
filosófica haya
estado
coosagrado a
son­
dear
las tres formas de la actividad intelectual a las cuales reduce
Aristóteles la diversidad,
aparentemente infinita, del saber
humano.
La primera de estas formas es la actividad teórica, especulativa o
contemplativa, que conoce única.mente para conocer. Conocer ¿qué?
Conocer
lo que son las cosas, su esencíd, sus notas inteligibles, su
naturaleza tal como existe independientemente del pensamiento.
La segunda es la actividad práctica que conoce para actuar, para
alcanzar un fin que
es un

bien. Toda
acción humana

tiene su fin
en un bien: nadie
hace el mal por el mal, sino para go,,ar de ese
mal como de un bien. Ahora bien:
así como

el objeto
de la inteli­
gencia especulativa es la
esencia universal de las cosas que existen
individualmente
fuera de nosotros y

que es captada
por abstracción
de las notas materiales que la individualizan (por

ejemplo, la esen­
cia del hombre definido como
"1ltmal ra.itmal, por eliminación de
los
caracteres concretos

que
hacen que sea Pedro
o Pablo),
asl el
objeto

supremo de la
actividad práctica, al cual todos los otros se
refieren, es
el bien «Jmt1n de Ja unión que persigue todo ser humano
prácticamente definido como
dnimAl poll#co, animal que vive en
uoa ciudad, en una
sociedad. m hombre no puede renunciar a ese
bien

común de la
unión con

sus semejantes en el
espacio y
en el
tiempo, en la
sucesi6n de

las generaciones familiares que le trans­
miten la vida biol6gica, en la sucesi6n de las
generaciones hist6ricas
que

le
COllllll1kan los inapreciables beneficioo de la civilización. Un
hombre en aislamiento
seria una bestia o

un dios, decla enérgica­
mente
Aristóteles.
La tercera actividad · es la que Aristóteles llama actividtkl poética,
por la cual el hombre transforma el mundo exterior en objetos hechos
por él, en
obre,s que son indispensables, bien a su nivel. más bajo, ya
que el hombre es en parte materia, a su
existencia física

-y ésta
en la actividad económica-, o bien a su nivel más alto, ya que, en
parte,
es es¡:,iritn, a su existencia

espiritual -y
ésta es la actividad
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Fundaci\363n Speiro

EL CONOCIMIENTO POETICO.Y-LA PlWSOFIA
poética, o artística, o estética. La proximidad de las palabras. artista
y artesano mUfstra que los dos tipos de actividades poéticas estiln
emparentadas.
&tos son los tres tipos de actividadés que han solicitado mi
atención de filósofo. Y ya estamos a. pie de obra para pla.otearnos la
cuestión: ¿qué
es la
actividad poética,
qué es el acto poético en el
sentido estricto del término? Pero hay que
plantear la .cuestión allí
donde
la.
poesía se encuentra realizada: es decir, en la obra o en el
poema. Ahora bien : la. obra es inseparable de la. actividad del artista
que la creó y la. marcó con su sello. El díptico sujeto-objeto es aquí
indisociable.
Para conocer la

esencia, contenida en tal o cual
poema,
es necesario identificarse todo lo posible con su creador. Digamos
de paso que

desde este punto de vista se
entrevé la posibilidad de
resolver un problema debatido hace
largo tiempo en la estética: la
importaocia. de los medios
técnicos y

de su análisis, que es grande,
pero que
para ser

comprendida tiene que
estar subordinada a la. re­
cuperación del
acto que los utilizó y los dirigió hacia su fin propio:
es decir, hacia la obra.
¿Qué es, pues, el acto poético? La opinión común responde sin
vacilaciones : es hacer versos, poner líneas una junto a otra de acuer­
do con ciertas· técnicas. Definir así la. poesía es moverse en la es­
fera de
la. idea clara y distinta de Descartes. Como yo no soy ca.rte­
siaoo,

me atreveré a. interrogar al seotido común,
el simple sentido
común del hombre sensible a la
poesía. Con una sencillez desarmante,
dirá: «Es muy sentidd>>. En términos filos6ficos, diremos que la. poe­
sla, arquetipo de todas las artes, se define po, una experienda sr,i
generis. Ahora -bien: si el poeta siente, si experimenta, es que co­
noce de. cierta fl'MJnera. Nueva pregunta, pues: ¿qué es el conoci­
miento poético?
Por de pronto, nó tiene nada de común en el conocimiento sen­
sible como tal : el hecho de percibir tal árbol como verde o tal flor
como
roja no

tiene en sí mismo nada de poético.
Se diferencia tam­
bién del conocimiento intelectual, tanto filos6fico, como científico,
que
es siempre
un cooocimiento
abstractQ captador de uÍla cierta
esencia susceptible de ser conceptualizada.
La '1bstracci6n repugna a
la
poesla. De aquí el fracaso de toda poesía: didáctica.
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Fundaci\363n Speiro

MAR.CEL DE CORTE
Pero si el objeto del conocimiento poético no es un objeto sen·
sible como tal, es porque es experimentado como espiritual. Si no es
un

objeto puramente inteligible es porque es
al6gico, no por irra·
cional

en modo alguno, sino en el sentido de que la inteligencia no
la capta por abstracción
conceptualizante. La poesía se origina, pues,
en· W1 juicio de existencia y el conocimiento que utiliza es un cono-­
cimiento al6gico de la realidad, considerada como existente espiritnal
puro
y simple que
trasciende a
toda
existencia sensible
o material.
Pata poetas

tan diferentes como Novalis, Hugo, Rimbaud, etc., todo
poeta es

un
tndente. «Su ojo injertado en su corazón -dice torpe­
mente
Rodin-lee profundamente en el seno de la naturaleza». «La
luz de los sentidoo se desvanece, deslumbrada por un relámpago que
le revela
un mundo
invisible», canta
Wordsworth. Entonces
brilla
lo Invisible y lo
Desconocido revela

su verdad. «Mis sentidos ya no
perciben», repite Emily Bronte, y Francis Thompson:
¡ Oh Mundo invisible,
nosotroo te

vemos!
¡Oh Mundo intangible, nosotros te
tocamos!
¡Oh

Mundo incognoscible, nosotros te conocemos!
Y Proust: «No es
posible que

una escultura, una música,
que
causen una emoción que sentimos más elevada no correspondan a
una cierta realidad espiritual».
Si es verdad que la poesía, según testimonio de los poetas, nos
introduce en la trascendencia por medio de un cierto conocimiento
especifico, éste conocimiento tiene al menos que poseer el carácter
analógico propio del conocer, y que es el identificador del
cognos·
cente

y lo conocido. Aquí surge una dificultad: ¿cómo puede el
sujeto cognoscente convertirse en objeto conocido, cuando ningún
concepto abstracto hace pasar el objeto al interior del sujeto? Y, sin
embargo, dado que el conocimiento poético
es, tiene que ser posible.
Nos encontramos acorralados frente a una respuesta única y descon~
certante: si el objeto poético no es conocido por abstracción, y si la
abstracción es el único medio humano -fuera de la sensación, pero
ya hemos visto que ésta no es coextensiva a la poesía-de conocer
un objeto
en 11n momento dado, es decir, en el momento en que se
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Fundaci\363n Speiro

EL CONOCIMIENTO POBTICO Y LA FILOSOFIA
realiza la ahotracción, esto significa que es conocido desde siempre.
Goethe lo dice claramente: «Si yo no llevara en mi el mundo por
anticipado, con ojos que ven, seguiría siendo ciego». Si el sujeto,
el
poeta, deviene el objeto poético, es que lleva en sí el universo exis­
tencial de los objetos poéticos y que para conocerlos necesita cono­
cerse a . sí mismo, de una manera existencial, ¡x>r supuestos. La. con­
dición necesaria de la posibilidad de conocimiento de un objeto poé­
tico es el conocimiento de sí por sí, del sujeto por el sujeto. Al
co­
nocerse

a sí mismo, el sujeto conoce el objeto poético. «El primer
estudio del hombre que quiere ser
poeta es

su propio, íntegro, cono­
cimiento. Busca su alma, la inspecciona, la capta. Una
vez lo sabe,
debe cultivarla -hacerla, producirla, ,!iremos más adelante---, esto
parece
simple», nos asegura Rimbaud.
¡Terrible palabra, simplicidad! Porque aquí no se
trata de
un
sondeo psicológico de nuestras riquezas interiores, ni de una contem­ plación narcisista de un
yo reflejado en su propio espejo, se trata
de un conocimiento existencial de sí por sí, del conocimiento de un
sí espiritual, de un conocimiento existencia.! del espíritu por el espí­
ritu, de un repliegue
a las

bases de nuestra
existencia espiritual,
de
un reflujo
hacia nuestra más profunda eltistencia. ¿Cómo describir
este

acto indescriptible,
experimentado, vivido,
percibido a la
luz
de

una experiencia inaudJta?
«Me da
vergüenza
no. saber· describir
mi

estado de ánimo», escribe Tennyson, ¿no he dJcho que era inex­
presable? No se trata aquí, repito, del orden de las
esencias. Se trata de
una. relación de orden existencial revelada entre el

sujeto poético,
como existente espiritual,
y el objeto poético como existénte espiritual.
Se trata d~ una relación de orden exclusivamente existencial inscrita
en la estructura existencial del espíritu humano y que podríamos
llamar un coess"e espiritual: la experiencia poética nos enseña que
el espíritu considerado como existente, como esse, está en relación
metafísica con todos los esse, todos los eltistentes del universo. Dicho
de otro modo, nos enseña que existir, para el espfrihl human.o, es
coexistir. En la experiencia poética, mf existir participa en el existir
universal y en cada existir. Todo existente está en ese caso, porque
yo he sido sacado fuera de mis cansas por un Acto puro,
por Dios,
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Fundaci\363n Speiro

MAR.CEL DE. CORTE
que me hace existir coexistiendo. La existencia de un ser cualquiera
es solidaria de
la existencia. de todos los demás. · · ·
.

Todo conocimiento poético está fundado sobre
ese indsmo exÍs·
tencial que marca al espíritu humano desde su aparición en la exis•
tencia ... La existencia en cuanto tal es simnltáneamente subjetiva y
objetiva.
El sujeto, a
esa profundidad, está en relación con todos los
sujetos.
Estamos aquí en presencia de una pt1rticip«ión imerexís1,n,
cial. «Cada criatura, escribe Hugo, es toda la creación>>. «El poeta
es el
,:spectador; no,

es el compañero, el hermano
silencioso de
todas
las. cosas
•.. Toda

criatura es una llave d.,-
las otras». Citemos también
del mismo:
Esta armonía entre yo y· el mundo entero.
llxtasis enigmático sin palabras y sin límites. .
y de Hugo:
Sombrlos, lleven en sf por Musa;
La palpitación confusa
Dé todos los seres a la vez.
Tal· es

el
gran eje que

sostiené
el misterio poético: la. participa·
ción interexistencial, aptada en la auscultación de si por sí.
De ello
resulta una

especie de dislocación en el ser del
poeta
entre su si profundo, abisal, y su yo ordinario. Los antiguos habían
ya ·notado este

estado que
· calificaban de enltlsia!lrlb, de inspiración,
de intervención de una
musa, que no es otra cosa que la desapari·
ción ele! yo cotidiano en provecho del si subterráneo replegado·sobre
su
estructura existencial. ·«m hombre es

doble», dice
Gerardo de
Nerval.

«Yo
·soy otró», clama Rimbaud. Este es también el tema del
famoso
poema de Claudel sobre Ammtts y Anima. Notemos ense·
guida

que
no se

trata aqul de una
experiencia del espíritu· por
si
mismo que

se dilate en un concepto, en una idea.
Se trata de una
experiencia estrictamente y únicamente vivida, inconceptúalizable como
tal y esto puede comprenderlo toscamente la filosofía, puesto que el
espíritu humano
· está

atravesado
desde el priníer momento de su
818-
Fundaci\363n Speiro

BL CONOCIMIENTO POBTICO Y; ·L4 ·PIWS0PM
l'XLStencia por el .acto q~or q,ue le .d=bre el coesse, ligándolo .a
todos
los existentes. Esta.es la rllZÓn .. de c¡ueJa poesía evolucione en
un universo de relaciones cuyos términos no. wn·. es.encías '-,CStas
se encontrarán englutidas .en ún ser compacto y . único análogo al Ser
parmenídico--, pero que .. no tienen valor en sf ·en cuanto a ·su con­
tenido formal.
De las dos
lineas de fuer:za que a,:abamos de recorrer '--el inefr,
mo exislencidl y el repliegue existencial de sí sobre sí, cuya reafü:a­
ción ha<:e corresponder a un si distinto del yo, un. universo distinto
del
universo
sensible y del universo conceptual filosófico----se deduce
necesariamente que la experiencia poética engendra u'na diferencia­
ción,

un
dualismo en el hombre, cuya causa es evidente. El oonoci­
miento

poétiéo en que
"" cumple analógicamente la

identificación del
sujeto y del objeto pór intermedio de la·
identifiaÍción existencial de
sí -a-sí; no es' una acción inmanente, como lo es _el -~':11~
filosófico o cientifico, No se queda en el sujeto para perfeccionarlo.
Al contrario, s61o se realiza en una obra ·exlerf!"" al agente, en-~
poema. El conocimiento poétiéo es 11n conodmientu ¡,uetmiJicu. El
acto poético no es solamente la experiencia expresada, es simultánea­
mente impresión y

expresión, inspiración y
expiración.
Este

nuevo aspecto del conocimiento poético
es de una i1Dpor­
tancia máxima
para la comprensión de todos nu.estros actos de te­
presentación del universo.
Está claro, en efecto, que la expresión
poética, privada
de esta
contrapartida que
llamarnos experiencia

de
la participación,
no
· tiene
nada

de poético: el poema, privado de su alma, se disgrega en ver­
balismo.
Inversamente, una experiencia poética pura amputada del
poema en que se traduce,
es inexÍ$tente para nosotros: sólo consigue
manifestar la existencia de
su objeto emergiendo al plano de la
representación. Es preciso, pues, que la experiencia poética sea lo
más
i.déntico posible a
la experiencia que lo engendró. Santo Tomás,
que era.poeta,, escribe .en su Comentario sobre las-sentencias: «el
conócimiento f>Oético -poeti&fJ scienlitr-se refiere a objetos que,
desprovistos de todo contenido quiditativo, no. pueden ser captadoo
por el pensamiento -¡,ropter defect11m veritatis"c-"; por esto, el pen-
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MARCEI. DE CORTE
samiento. debe dejarse seducir por las imágenes -rmde "florlet q11od
q11a,e q111b11sddffl similitudinibus rdlio seducdlflr-.
Entendámoslo bien: no se trata aquí de investir a un dato con
elementos más o menos inteligibles. No se trata tampoco de la con,.
templación ¡de un objeto exterior a través de un verbo mental, de un
concepto elaborado
ab intrti por la inteligencia. Al nivel del acto
poético,
estamos frente a un tipo de conocimiento
espedficamente
distinto

de todos los demás, en que la
exhtenmi del objeto aprehen­
dido
se encnentra

identificado a la
existencia de la obra. Hay simul·
taneidad entre la
fase didlécfict< ascendente por la cnaJ el espíritu
del
poeta s~ htice todt Qla!lto a
la esencia,-.-!Y la ft el espíritu del poeta hace todt la impresión poética, la expiración es la inspiración, la idea crea­
dora
del poeta hace brotar del no -conocimiento de lo puramente
vivido, el mundo

de los ,
existentes espirituales. La idea creadora de
la, obra de arte
está saturada de participación. Lleva en sus flancos
la
existencia del

objeto poético. Pero
debe, ~ su vez, traducirse en
una
obra para que se cnmpla .Ja plenitud del conocimiento, del ob­
jeto: nihil congntt11m nisi in realmente

conocido, es
preciso que

la idea
crea,lora imp~egna participación
pase al acto de existir y se realice en una obra en acto.
La idea creadora del poeta debe existir no solamente en el interior
del esplritu, sino,
además, en una obra despojaja del espíritu, por­
q~ la existencia intramental es una existencia ínfima, disminuída;
~siste en existir en, y no en existir con, no es coexistencia.
Por esto, el conocimiento poético no está solamente descnartiz,do
en el sujeto, en el poeta, como ya hemos dicho, está también des­
g.,rrado 'ro su objeto en dos 'partes', ' no antagónicas, ¡,or supue,to,
que

son la obra significante
y el· objeto significado. Recordemos la
proposición capital que hemos
eortraído anteriormente: comp .nada
es conocido más que

en acto,
el objeto poético no está en acto de
ser conocid.o
más que en una obra. La experiencia de si por si, y ef
coesse sobre los cuales reposa el conocimiento poético, es una: expe­
riend~ sellll9a en nosotros: en términos aristotélicos, diretno$ que
está 'ei,• potencia. Para que su presencia pase al acto necesita el apoyo
820
Fundaci\363n Speiro

EL CONOCIMJ.ENTO POErlCO Y U PILOSOPU
de · ¡a representación de la obra, del poema, que lo coge, por así
decirlo, en

sus redes, en
las formas 1iempre ·materiales de los di­
versos

lenguajes artísticos. Sólo
entonces es

verdaderamente conocido
el lenguaje poético.
La idea realizada, con toda su guirnalda de imá­
genes y de símbolos, se propone entonces como término del cono,,
cimiento

poético. Dicho de otro modo, la representación poética que
participa de la existencia poética
toma el lugar de este objeto. En
términos

filosóficos,
digamos que

lo lógico o
lo constrttído por el
espir,111 sustituye a lo real, Sin duda, el término del acto poético es
siempre el

objeto
debidamente alcanzado en la relación de ro-pre­
senda
de

que
hemos hablado, pero este objeto se t!ncllentr", sin em,.
bargo, envuelto en su represemtKión. Más precisamente, la imagen
porta al objeto,
se identifica con el objeto; coincide con él en cuanto
a su valor exiNtlnci"1 en virtud de la participación, pero permanece
radiéalmente inadecuadá

a él
en· Por perfecta que

sea
la idea creadora; por bella que sea la imagen,
por sublime que seá el símbolo, hay siempre """ distancia enm,
ellos

y el objeto, por la simple
razón de
que la
representddÓn de
la

existencia del objeto
no es la pura existencia del objeto, por más
que participe de esta eoristencia.
Una

irremediable dualidad
atraviesa, pues,
toda
actividad poé­
tica: la dualidad del ser y del conocer. El De!rcon(lcido de que habla
Rimbaud

en la
C,,,,ta del Videme ilustra

admirablemente lo que po­
dríamos pretenciosamente llamar el divorcio
epistemológico de

la
poesía. Todo arte está
basado sobre

una duplicidad
congénita. m
lenguaje vulgar percibe esta antinomia entre el ser y el conocer cuan­
do dice de
cualquier obra artística qüe evoca. El objeto está presente,
pero
detcis de 'un velo. El conocimiento no

lo
alcanza. en su más
profundo s=etó, sólo alcanza una representación suya que participa
de la
existencia dei objeto,

pero
río el objeto mismo. Ahora com­
prendemos
por qué hay un misterio en el arte y por qué no hay
dencia estétka exhaustiva.

Baudelaire tiene
rázón cuando

escribe:
«Un
poema
no

merece. su
título más que eri ·la· medida en que arrebata
al alma y el valor positivo• de un poema está en · razón de esta · ercla­
mación,

de
este arrebato del

alma. Cuando un
poema exquisito, llena
de
lágrimas los
ojoo, estás lágrimas no

son
prueba de
un
exceso de
821
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE
goce, son más bien e) testimon.io de una sensibilidad irritada, de una
tl'(lsi_ón
de la, nerviÍ)s, de un" 11dluralez" exilda .,. lo imperfem,
J r¡ue r¡11erría dpuderarse ir,medidlammle sobre esta misma #erra de
11/1 paraíso revelado». Al mito antiguo de la musa, al mito nerva,
liano y rimbaliano del doble, corresporule en el plano del acto poé­
tico,
el dualismo de .la representación creada por el espíritu y del
objeto que hace parpadear, misteriosamente su
llama oscura en esta
representación. . . ·
Hay,

pues,.
tres ritmQs esenciales en el conl>CÍmiento poético: la
intuición
del existente
-espiritual que
repa,a sobre la relación de
cl)eXÍStencia;
el- repliegue existencial del sl sobre

sí que
descubre ªl
objeto

presente
en la presencia del alma ante _sí misma; simultanei,
dad

de la
representación y del-objeto poético
en cuanto al ser,
pero
desproporción del uno respecto al otro, en cuanto al conocer. Así,
lí!;
poesía es; a la vez e indivisiblemente, alegria y nostalgia, alegria
por el

descubrimiento de la existencia espiritual, nostalgia por no
poder
contemplar cara a cara en su pura luz el objeto de la intui­
tjón.
Si esto es así, y si la Poesía. es la revelación de la existencia es­
piritual obtenida por el repliegue existencial del sí_ sobre si propio
del espíritu, quiere decirse que
est,i dot,/Ja de un poder de infiltra­
!'ión universal
en el hombre: en efecto, el espíritu humano está con­
génito y constantemente presente a si mismo, en virtud de su estruc­
tura simple e inmaterial. No es, pues, exagerado pretender que
la
poesía es la primera actividd del espíritu h11m"'10, Representa en
nuestra vida
-'-incluso en la cotidiana,-un papel preponderante,
bajo las
formas mis diversas,

que van desde las construcciones men­
tales
más refinadas, a la, mitos más groseros. -Todo · hombre nace
poeta, todo

hombre posee
en si un potencial, grande _o mediocre, de
poesía, puesto

que la
poesía se sitúa en la raíz de nuestra existencia
,;spiritual.
Lo afirmación de Baud,elaire de que · el hombre puede
vivir sin pan, pero jamás sin· poésia, tiene una profundidad meta­
fisiéa
inaudita. El acto poético es universal, se encuentra siempre y
en todas partes entre todos, los hombres. Es, el acto humano por. ex­
celericia:
¿No es notable que todas las culturas primitivas sean, de forma
822
Fundaci\363n Speiro

EL CONOCIMIENTO POETICO Y LA. l!ILOSOPIA
espontánea, o¡lturas poéticas?, La poesía aparece mucho, antes que
la prosa. Pensemos-en Ll Ilidda y Ll Odfre~, _ en Las Edde,s, __ en Los
N,belungos,
-en u Canción de Roldán, en las epopeyas irlandesas, en
las

leyendas
galas, en el Ciclo de la TaWa Redonda, .en el Roman,
cero,

en
las Vedas, en el

Baghavadjta,
-etc. Hugo tiene raron cuando
escribe en el

prefacio
-
de

Cromwell
- que «en _ los

tiempos primitivos
el hombre se despierta
en un

mundo que
acaba de nacer y Ja_ poesía
na¡:e con, él; eLhombre canta como .respira», Pensemos en.eUncom­
parable
pintor animalista que
era el hombre de
las cavernas_, Aquel
hombre
entraba a pie lleno en la vasta red de relaciones que
enla­
zan existellcialmente -a todas las

criaturas
unas con .otras.
¿No

es notable que
la primera filosofía occidental, la filosofía
presocrática, haya estado, no
sólo influida

profundamente
por la_ poe­
sía, como nos lo muestran los poemas de Parménides y de Empédo­
cles, sino que
no puede -comprenderse

sin
recurrir-a

los presupuestos
metafísicos que constituyen la base misma del
acto poético? Es sig­
nificativo que el
mAs venerable fragmento que ha supervivido al
naufragio
de esta
especulaci6n primitiva, y que -es el primer texto
filosófico
occidental que poseemos, nos
sea transmitido
bajo
la eti­
queta de poética: os An<>ximandros legei poietikopterois onome1Si11.
Pues bien: este fragmento del genial Anaximandro nos habla pre­
cisamente
de

la interreciprocidad de
todos los seres del universo y
de su común origen. ¿No es notable,
en fin, que el mundo de la infancia esté sin cesar
atravesado por la
poesía? El
niño
no es aún «animal racional», ni
«animal
polltico»; pero es animal poético, Poner, nos dice Shelley,
un niundo etí un grano de: arena,
un

cielo en
una. fiOf silvestre,
cerrar el infinito en el hueco de la mano
y la eternidad

en una
hora,
éste

es el mundo de
la_ infancia.
Esta es la vida del
poeta. -
Nos falta determinar el 'puesto' que la poesía, fenómeno antropo­
lógico

universal, como
la raz6n -y

como
la polli:ica, orupa en

él con-
823
Fundaci\363n Speiro

MAR.CHL DE COR:rE
junto de las actividades intelectuales que hemos distinguido, siguien­
do
a Aristóteles,
al principio
de esta charla; o, si
queréis, nos falta
buscar

cuáles son
.las relaciones entre lo bello, lo verdadero y lo
bueno, . como se dice en la metafísica clásica: lo bello, objeto de la
actividad poética; lo verdadero, objeto de la actividad especulativa;
lo bueno, objeto de la actividad política, que son · tres aspectos del
Ser
metafísico.
Si nuestros análisis precedentes son exactos, resulta evidente que
la energía
transcendental orientada

hacia lo
bello apoya con sn pre­
sencia
el
despliegue de las otras actividades intelectuales. La aspira­
ción
poética fomenta, pnes, siempre, en grados diversos, que van de
la intuición sorda a la intuición efectiva, el desarrollo de la inteli­
gencia teórica,
facnltad del Ser, y de la inteligencia práctica que se
une a la voluntad
para alcanzar el Bien. ¿No es cierto que la pose­
sión

de la verdad
y del bien se expande siempre Iíricamente en ma­
yor o menor grado?
Siendo
así, ¿no debemos añadir con el mísmo grado dé· certi­
dnmbre,
que la actividad. teórica y· la actividad. práctica, aunque dis­
tintas de la actividad• poética en razón -de ms d;¡e,entes obilllr,J res­
pectivos, pueden ser · COf aminadas · por la poesía que las sostiene?
Pertenece

al ritmo normal
· del

espíritu
· humano el·. que. la inteligen­
cia
teórica se dirija a uri objeto para conocerle y la inteligencia unida
a la voluntad

se dirija
hacia un

objeto
para amarle, mientras que
el acto
poético se dirige hacia una existencia espiritual para Cá¡,tarla
y fijarla en una obra construida pof el poeta. Pero si el acto poético
"' distrae de

sus
condiciones· de existencia y se

despoja de su fin
natural que es la obra, un invisible resorte
altera su

equilibrio,
trans­
forma la salud del esp!ritn en desviación patológica que rompe la
relación esencial

que
tiene¡,..J,dntellgeucia y, la voluntad con sus ob­
jetos propios y distintos:
La poesla puede

as!
corromper la
inteligencia
y la voluntad con
un poder de destrucción ilimitado.
Consideremos el
CáSO de· la inteligencia especulativa: al aliarse
secretamente con ~¡ acto poético, la inteligencil!' no puede orientarse
hacia
la abstracción. de las esencias del mundo exterior, esencia que
824
Fundaci\363n Speiro

BL CONOCIMIENTO POETICO Y LA PILOSOPIA
ella no ha hecho y cuyo contenido objetivo no depende de ella. Ya
sólo
puede volverse sobre sí mismo, exactamente como el espíritu del
poeta coincide
existencialmente consigo

mismo.
Las consecuencias de
esta
contaminación de

lo
especulativo por lo poético son incalcula­
bles:
el 1111/verso pierde toda inteligibilidad propia, ya no es nn con­
junto de esencias encarnadas en la materia sensible, sino existencia
bruta sin profnndidad pensable. Ahora bien: dado que la inteligen­
cia
especulativa, po.ra conocer,

necesita un objeto que pueda ser
co­
nocido

mediante nn
concepto, por

y en nna idea despojada de esta
materia por
la abstracción, ya no tendrá para llenar esta función
más que la idea que ella misma produce, La idea producida y cons­
truida por

el espíritu ocupará el lugar de lo
real extramental,
exac­
tamente como la obra sustituye al objeto
poético del

que
está preñada.
Las producciones lógicas del espíritu, los entes de razón, las cate­
gorías devienen realmente existentes, y únicos seres realmente exis~
tentes : se ponen ante el espíritu en el lugar y puesto, de las esen­
cias

reales pretendidamente incognoscibles, exactamente como la obra
del poeta
se pone para él

en el
lugar y
puesto del existente espiritual
que él ha captado. Así, el pensamiento lo ha devorado todo: nada
subsiste salvo sus propias
p<"oducciones. La inversMn por la poesla
de la ime/Jgencia especulativa ha engendrado el idealismo.
En esta misma contaminación de la filosofía (y de la ciencia)
por la
poesía es donde hay que buscar la explicación del dualismo
constante que el idealismo establece entre el
a!Jna y
el cuerpo: este
.fualismo no es más que la transposición de la distinción entre el yo
cotidiano y el si espiritual que se opera en el acto poético. El pan·
teísmo, que el idealismo cultiva con tanta ,afición,, es igualmente de
origen
poético: no mnndo

en el que ya no hay esencias que dife­
rencien a los seres, es un mWldo, exclusivamente existencial y total,
perfectamente unificado, sin distinci6n de naturaleza entre las cosas,
el hombre y Dios. Su fin, la racionalización ohstinada, a la cual se
entrega el idealismo y que,
en su límite, sustituye al ser por la razón
humana, es el duplicado de la actividad poemática del
artista que
viste

de imágenes y de
simbolos al existente espiritual que capta.
De estas
infiltraciones de

la
poesía en la filosofía retendremos
aquí
tres
ejempW6.
825
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE
A tal señor,-tal honor: en primer lugar, Platón.-Como lo ha
mostrado el padre Festugiere, la cootemplación platónica es una ex­
periencia metafísica-de la existénrit:A de .las. ideas .. &tas· son ser en
el sentido existencial del término. Son objeto de una experiencia sui
generis trascendente a todo lo sensible. La contemplación· del mundo
de las
Ideas, fundamentalmente

distinto del mundo sensible, es una
opsis, una visión que se corooa Con aprehensión de la idea de la
belleaa, el bien, el uno, de la cual están suspendidas todas las ideas
existenciales subalternas;

René
&haerer abunda en este sentido: la
certeaa que

Platón tiene de la
existencia del
mundo de las ideas nace
de una experiencia única y brota de una visión: «¡Oh mundo invi­
sible, nosotros te vemos!», cantaba Francis Thomson.
La relación coogénita que une el espíritu al mundo de las ideas
es

visiblemente
la réplica del c1Jesse que sostiene el acto poético.
Platón, po,r lo
demás, la

llama por un nombre
que lo dice todo: syg­
genei~, identidad de raza. El eje de la epistomología platónica -el
semejante es
cooocido por
el
semejante---tiene urt origen parecido.
Y también deriva
de aquí el dogma de la reminiscencia: si la idea,
transcendente
a lo
sensible, es

un puro objeto de experiencia, es pre­
ciso que conocer sea recordar. El conócrNe a ti mismo, que Platón he­
redó de Sócrates, no es otra cosa que la experiencia existencial de
sí por sí propia del poeta. Ya hemos señalado más arriba que la
dialéctica poética es, a la
vea, ascendente y descendente, y, para de­
mostrarlo, hemos tenido
que usar

necesariamente términos platónicos.
La dialéctica descendente que coostruye el mundo de
las ideas está
sostenida por la dialéctica ascendente cuya característica es una ex­
periencia inefable de] Existente supremo. Su obra, · su poema, susti­
tuye a

la
experiencia que

lo engendró. ¿Es sorprendente, pnes, que
el mismo Platón confiese en el Filebo que «la dialéctica es el más
bello de todos los métodos, pero que,
algunas veces,

escapando el
filósofo,
la deja en la duda y en el vacío»? Poesía no es filosofía.
Por

otra parte, la
utilización abundante
del mito por
Platón es
un
misterio
mientras no

se
admita el
carácter existencial y poético del
sistema.
Los historiadores del platooismo no han subrayado sufiden­
temente el parentesco del mito
y la poesía, por una parte, y, por otra,
su función de suplir
las impotencias

de la dialéctica: es
«una especie
826
Fundaci\363n Speiro

EL CONOCIMIENTO POETICO Y.LAPILOSOFM
de ·deux ex machindl> ·,...,,os dice muy bien René Scbaerer-. El mito
sustituye al sentimiento inefable de la presencia de la idea; uoa in·
teligibilidad parcial, éxactameote como la obra del poeta, hecha de
imágenes
y de símbolos; suple y suplanta al carácter indecible de la
experiencia
poética. Asl como

el
ob}eto poético no

es captado más
que en un
poema, el mundo de las ideas no es aprehendido en úl-­
timo anllisis más que en el mito, ese sustituto del poema.
En resumen, el platonismo -y el plotin.ismo-,-se sitúan en la con­
fluencia de
la inteligencia filosófica y de la poesía. De ello resulta
una confusión
entre dos

actividades
transcendentales del
espíritu de
por sl distintas, eo razón de la distinción de sus objetos propios: una
se dirige hacia la verdad y la otra hacia la
belleza.
Y

vamos con nuestro segundo ejemplo.
Es de gran calibre, puesto
que se trata de Descartes, el padre de la
filosofía moderna. La tesis
que yo sostuve en el tercer centenario
del Difctlf'ío del Método, eo
193

7,
es que el racionalismo cartesiano es ininteligible si no se des·
cubre que tiene uoa infraestructura poética. Los primeros escritos de
Descartes, hoy perdidos, pero de los que Leibnitz nos ha conservado
preciosos fragmentos,
nÓ6 dan de ello un brillante testimonio. X No­
vembris 1617, cum¡,lenus fMem EnthousiaJm<> et miri1hilis ScientÍM
ftmdt#nent" reperirem,
tal es, según confesión del propio Descartes,
el origen del cartesianismo.
Su fuente no es un acto de la razón
teórica,

es un sueño que tuvo
Descartes durante aqU.ella noche fa­
mosa en

que,
encerrado en

un
«poele>> en · Alemania, tu.Vo la visi6n
de su sistema. ¿Qué es lo que Descartes vio en este sueño? Ante todo
un Diccionario, roya importancia: subrayan los historiadores, ya que,
según la interpretación de Desearles, «no qnerla decir otra cosa sino
todas las ciencias reunidas». Al mismo tiempo, vio un
Corpus ¡,oe­
tarum,
del que estos mismos historiadores no hablan y del que el
mismo
Descartes señala con particular insistencia que ocupa un lugar,
el Central, en su interpretaci6n del sueño, porque «marca -estas. son
sus propias
palabras-en particular, y de un" ,m,nera más dininta,
la Filosofía y la Sabiduría reunidas». No solamente la poesía se
presenta a
Descartes como

el modelo
de la Filosofía y de la Sabidu­
ría.
indivisiblemente unidas, sino

que
· 1a investigación fil~ófica no
puede

compararse, según
él, más que a la actividad poética del es-
1127
Fundaci\363n Speiro

MARCBL DB CORTE
píritu: «Mirum videri possit r¡ua,-e gráVes sententiae in scriptis poe­
li#'llm m"gts q11am philosophor11m. R,Jtio est qllOd poetae per enth11-
1iasm11m et 1/tm imtaginationis scripsere: srmt in no-bis semi na sden~
tiae, 111 in ti/ice, q11t1e ¡,er rationem a philosophis ed11C11nt11r, per
imagindlionem a poetis exc11ti11ntur magi.rque eJucetzf>>. El Discurso
del Método nos confirma la influencia que ejerce en el joven Des­
cartes

el prestigio de la poesía: «Y o
estimaba mucho la Elocuencia
y estaba enamorado de la Poesía: non f'""'" Poesos ámfJt"e incendehar».
El tipo del poeta sirve a Descartes para concebir su tipo de filó­
sofo y, como veremo,; enseguida, toda su filosofía no es más que
una trasposición de la
creación· poética.
Sin
háblar aquí del hecho de
que Descartes se dedicó a
veces a la poesía, ni de su vivo gusto por
lo novelesco,
ni de

los versos de Teófilo que aprendió de memoria,
ni de su
afectación de llamar Musas a las

matemáticas, en sus cartas
a Beekman, su obra escrita lleva
trooos visibles

de romper con la
actividad
especulativa del

espíritu
-pensemos en
la mediocre estima
en que tenía a la metafíska, en la actividad práctica -a la que· no
tenía ninguna afición, en su deseo vehemente del plane 11ov11m, del
penitus novum. Queda, pues, solo la actividad poética cuyo entu­
siasmo le había seducido en su juventud.
Como ha señalado Home­
lin,
«el famoso Cogito ergo sum, cuyo simple enunciado implica ya
el repliegue
existencial del

espíritu
sobre sí
mismo, eje de la poesía,
como hemo,; visto,

está ya
presente de
un modo
impl1dto en
los
Ri!gulae. ad directi poeta. «Nada puede ser conocido en un principio más que el inte­
lecto
puro, ya que el conocimiento de todas las cosas depende de éb>,
proclama la Regla VIIL F.sta esperiencia inicial de sí por sí contiene
«los primeros
rudimentos de
la razón
humana y ya no les falta más
que desarrollarse», dice la Regla VI, que añade, además, que «el
espíritu
humano, posee

un
quid divinum en el que han sido sembradas
las primeras semillas de pensamientos útiles, de forma que
produz­
can

espontáneamente sus frutos».
La célebre deducción cartesiana
aparece netamente aquí como una mayéutica, como una reminiscen­
cia de lo que se conoce desde siempre. El espíritu tiene como fun­
ción específica producir una obra. Y esta obra es el mundo. Mundus
est fabula nos dice expresamente el padre del racionalismo. El pri-
828
Fundaci\363n Speiro

BL CONOCI1'11ENTO POETICO Y LA PlL050PlA
mer lugar debe. dársele a la actividad constructiva del pensamiento,
a

la actividad poética.
Conocer, para Descartes, no es devenir · otro
en
cuanto otro; es
construir un

mundo de
ideas. No
es un
azar el
que

Descartes
eli¡a la palabra ide", «Me he servido de esta palabra
porque
estaba ya

comunmente aceptada
por los filósofos f>ára sigtii­
ficar

las formas de las concepciones del
entendiniiento divino»,
es
decir, las
ideas creadoras

de Dios, el Poeta por excelencia, escribe a
Hobbes.
Los escolásticos, en efecto, llamaban preferentemente idea
a la forma que el artista elabora mentalmente para producir una
obra. La idea cartesiana, como

la
idea creadora del

poeta,
es algo que
hay que hac&, que depende del tercer género de actividad intelec­
tual, la actividad poética, fabricante de una
obra que
participa de la
existencia. del ser que intenta encerrar -en sus flancos.
A
partir de aquí se podría efectuar la exégesis del famoso argu­
mento ontológico de la existencia de Dios,
al cual Descartes se ve
obligado
a

recurrir, puesto que parte, •no de la existencia del mundo
exterior, sino del
pensaniiento, y

necesita un
Ser que no pueda enga­
ñarla para exorcizar ¡¡.l Genio Maligno que amenaza a la certeza ini ·
cial de su principio, a la cogtMtio: del esse del espíritu al coesse y
al
Creador que

la existencia y la coexistencia de todas las cosas pre­
supone, no hay mucha distancia.
Se llega a él mediante un acto
poético. Pero es la invención de la física
matemática la

que mejor
revela
al poeta en Descartes. Hay un parentesco innegable entre la física
matemática y el conocimiento poético.
El ser de razón matemático
que

sólo existe como tal en el espíritu responde a la idea creadora
de la obra de arte: las dos son, como dice Leonardo de Vinci, de
la pintura,
una cosa menta/e; las dos, cuando se aplican a lo real
extramental existencialmente percibido intentan captarlo, aprehender­
lo en una
obra que
sea su
doble y
lo sustituya;
las dos
son produc­
ciones del espíritu
que dependen

de la tercera de nuestras actividades
intelectuales: el
hacer. La física-matemática, nos dice e,:actamente
Jacques Maritian en

los
Grádos del s,:;ber, es una ciencia mitopoética
de la realidad física. Nuestra conclusión resulta dura, pero responde a los
te,:tos: Des­
cartes,

como Platón, es un poeta
disfrazado de
filósofo. No contem-
829
Fundaci\363n Speiro

MRC_ljL DE CQRTE
_pla. el mundo:par_a_ sacar _de _él, ¡x>r abstracción, lo que es, ·su esencia,
. sino qu.e. JO fab~ica o,_ más exactamente, construye. un· mundo_ nuevo
que pone en lugar del . primero con tanta mayor facilidad cuanto
qu,e este. muo do es obra suya .
. Esta . supresión de. ·
]a actividad esperulativa e11 beneficio de la
actividad
prod11ctora, se exp!i,a f~lmente, Si el mU11do es uoa crea­
ción
.. del

espíritu
y si el uoivel"so no recibe su inteligibilidad más que
cd~l pensamiento, como 'pmende .el. idealismo,

las
leyes científicas
_que -el ~fueq;q_ humano descubre, tio, ._sei;án más que una toma de
. posesip¡, •:!el mundó por el pe11s"'1)Íento. ·del .hombre. Conocer las
coSas _quiv·;i,Ie::a. -haulir{as, es c;l.ecir, a: ser su crea.d,c;>r, a-dominarlas, a
sustituir la trascendencia de Dios ·por la tr!!Scendencia del hombre.
es reconstruir
por sí mismo y por. sí solo· el Paraíso perdido.
· Esta_ pqetiza,ción:·del-u..µi,v~$0 no-tendría más que ur1a importan­
cia limitada .si sólo. afedara a )a fil=fla .. Pero no es solamente el
contem¡,J"1'i lo qu,e se encuentra .elimin.ado por el facere; es el agere,
es la actividad del anú:nal .P9lítico q":e. vive en sociedad, es el hombre
conc;reto, el

hombre
de. todos los .días, ]os hombres

que somos, los
.que, a nuestra vez, nos encontramos sometidos a

la idea
produdora de
un hombre n11e110 y de una sociedrld nueva. La di<;tadura de la idea, o,
. para

llamarla
por su nomb~e, la

ideología,
se inst'!,la en

la humanidad
para rehacerla de pies a cabeza. El hombre deviene la
creación de-
0miúrgi,::a del hombre .. La sociedacl sé convierte ·en una inmensa fábrica
transformadora

del mundo
e,ct.eyior. La. naturaleza real, la natura
naturata, es sustituida· -por· una naturaleza de. ideólogos y . técnicos
que conocen perfectamente esta pseudo-náturaleza ·porque la

han
.!,.echo ellos: El problema del conocimi.ento y de la sociedad ha reci­
bido. una se>lnción · aparentemente exhausti.va,

pero el hombre
y la
sociedad han ,::aído en la trampa de la ideología prefabricada. Es
extremadamente notable que todos

los sistemas que han querido trans­
formar al hombre
y a la sociedad han estado impregnados de poesía
-Y

de actividad fabricante:
la República de· Platón, el dudad ano del
mundo del estoicismo, la
Ciut/tld ·.t/e Dios de 1lan Agustín, las uto­
pías del Renacimiento, el
amor ergo homines del" espinosismo, la
<;i\Idad concebida como

«reunión de
todos los

espíritus», de Leibnitz,
la humanidad como fin en sí, de Kant,
el Estado de los Enciclope-
830
Fundaci\363n Speiro

EL CONOCIMIENTO POETICO Y LA PILOSOPIA
distas, el Cont.rato 'Social de Roos.sea,;, los Derechos del Hombre y
de
Ciudadano, la nueva Sociedad · de los diversos marxismos y de
los tecnócratas, sin hablar de los
planismos contemporáneos.
Por
doquier el
hombre ci,nte,;,poráneo se ve obligado

a insertarse en el
armazón de

una
sociedad perfectamente construida por la razón --'Clll­
papada de pasión, por supuesto, y de la pasión más poderosa: la de
dominar-. Un potente impulso oculto elabora esta poetización del
hombre, esta construccióri de un hot;nbre n~evo, que _no debe ya nada
a la natw:aleza ni a Dios. Esta¡¡ ideologías sac¡¡n su fuerza de la
llamada fraternal a la coexistencia que constituye
el fundamento
mis­
mo de la existencia hu.mana y que sostiene monstruosamente la ten­
tativa de racionalización integral del homl,,re.
Tales

son los
daños producidos, por una magnífica energía tras­
cendental, una vez que ha
abandonado su
órbita propia para ocupar
el lugar de las actividades especnlativas y prácticas. Su amplitud in­
dica
el pode1e de la actividad poética en nosotros. Vivimos hace va­
rios siglos
baju el régimen : del acto poético invertido y privado de
su objeto
propi~. Las mismas iglesias

cristianas que seguian propug­
nando con
cvigor la primada de la contemplación, se han dejado se­
ducii: por sus· atractivos. ~ actividad poética ha. roto los amarres que
la unen a la belleza y ha pervertido todas las demás actividades hu­
manas. ¡Ojalá que la belleza no deserte, en cambio, completamente
de nuestra época!; tal es el deseq, no platónico sino aristotélico, como
toda esta chai'la, que rormulo para terminar.
u,;a, Universidad.
831
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