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Número 207-208

Serie XXI

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La riqueza y la pobreza

LA. RIQUEZA Y LA POBREZA
La verdadera riqueza.
«... es necesario contraponer a la lógica de la competición
"para adueñarse

de una
riqueza cada vez más
grande, el esfuer­
"zo por

llevar a un
;usto bienestar
al mayor número posible de
nhombres; a una mentalidad, que considera los bienes materia­
nzes
como
objeto de presa, es
necesario sustituirla por una men­
"talidad que ve en ellos los medios de amistad y de comunión. »Por desgracia, la riqueza es normalmente ocasión de divi­
"sión e

incentivo para la tucba; en cambio, debe convertirse en
"instrumento de
participación común en la alegría de una vida
"digna de seres humanos: riqueza, pues, como frente de eleva­
"ción para todos, con la posibilidad de acceder a los valores de
"la cultura,

del conocimiento reciproco, de
la misma experien­
"cia religiosa, favorecida

por una disponibilidad mayor de tiem­
,, po

y por la libertad interior de tas ansias de un mañana in­
" cierto.
»Se trata de valores que sólo puede captar el "hombre nue­
"vo' el
cual, al renacer en Cristo, descubre el significado ver­
,, dadero

de las cosas. Es necesaria la conversión del
corazón para
"poder mirar

a las realidades mundanas con los
o;os de
Cristo,
"que, con

la palabra y con el
eiemplo, nos
ha revelado que la
"verdadera riqueza está en el a!,e¡amiento, la verdadera fuerza
"en lo que la gente considera debilidad, ta verdadera libertad
"en ponerse

voluntariamente al servicio de los hermanos».
JUAN PABLO II: Homilía en la misa celebrada
para el pueblo de Subiaco. L'Osservatore Ro­
mano, edición semanal en lengua espafiola, afio
XII, núm. 40 (614), domingo 5 de octubre de
1980.
El "tener" y el "dar" y la riqueza.
«Rico no es el que tiene, sino el que da. Y da, no tanto lo
"que posee, cuanto a si mismo. Entonces, él puede dar aun
"cuando no posea. Aun

cuando no posea, es por
lo tanto rico.
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»El hombre, en cambio, es pobre, no porque no posea, sino
"porque está apegado
--y especialmente cuando está apegado es­
"pasmódica
y totalmente- a lo que posee. Esto es, está ape­
" gado de

tal manera que no se halla en disposición de dar nada
"de sí. Cuando no está en disposición de abrirse a los demás
y
"darse a sí mismo. En el corazón del rico todos los bienes de
"este mundo están muertos. En el corazón del pobre, en el sen­
"tido en que hablo, aun los bienes más pequeños reviven
y se
"hacen grandes.
"
»Ciertamente en el mundo mucho ha cambiado desde que
"Cristo pronunció la bienaventuranza de los pobres de espíritu
"en el sermón de la montaña. Los tiempos en que vivimos son "bien diversos de los de Cristo. Vivimos en otra época de la
"historia, de la civilización, de la técnica, de la economía. Sin "embargo,
las palabras

de Cristo
nada han
perdido de su exac­
"titud, de su profundidad, de su verdad. Más aún, han adquirido
"un nuevo alcance.
»Hoy no sólo es necesario iuzgar con la verdad de estas pa­
"labras de

Cristo el comportamiento de una viuda pobre
y de
"sus contemporáneos, sino que es necesario juzgar con esta ver­
n dad todos los sistemas y regímenes económico-sociales, las con­
" quistas técnicas, la civilización del consumo y al mismo tiem­
" po

toda la geografía de la miseria y del hambre, inscrita en la
"estructura de nuestro mundo.
»Y así, como en los tiempos del sermón de la montaña, tam­
"bién hoy cada uno de nosotros debe
;uzgar con
la verdad de
"las palabras

de Cristo sus obras y su
corazón».
JuAN PABLO II: Homilía en la misa celebra­
da durante la visita pastoral a la parroquia
de San Rafael Arcángel, barrio del Trullo (Ro­
ma),
el domingo 11 de noviembre de 1979.
L'Osservatore Romano, edición semanal en len­
gue espafiola, afio XI, núm. 47 (569), domingo
25 de noviembre de 1979.
El rico y la pobreza de espíritu.
«La primera bienaventuranza dice al rico, a aquel que dis­
"fruta de bienestar material o que acumula un número despro­
"porcionado de bienes materiales, que el hombre
es grande

no
"por lo que posee, sino por lo que es, no por lo que tiene, sino
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"por lo que comparte con los demás. Pobre de esp!ritu es el
nrico que no cierra su corazón, sino que se enfrenta con las si­
"tuaciones intolerables que mantienen la pobreza y la miseria
"de tantos que constantemente pasan hambre
y se ven privados
"de
sus derechos

a hacer crecer
y a desarrollar sus capacidades
n humanas, que carecen de casas adecuadas o no tienen suficien­
"tes vestidos, que sufren enfermedad por falta de toda clase de "cuidados médicos básicos, que crecen desesperados por falta
"de un empleo que les
capacitar/a para

proveer a las necesidades
"de
sus familias

por medio de un trabajo honesto. Pobre de es­
"piritu es el rico que no descansa mientras un· hermano o her­
"mana se hallan acosados por la injusticia y la impotencia. Pobre
"de esplritu es aquel que tiene poder pol!tico
y recuerda que
"éste le ha sido dado sólo
para el

bien común
y que no cesa
"nunca de arbitrar medios para organizar todos los sectores de "la sociedad de acuerdo con las
exigencias de

la dignidad
y la
"igualdad que son un derecho de nacimiento de todo hombre,
"mujer y niño que Dios ha llamado a la existencia».
JUAN PABLO II: Alocuci6n en el barrio de Tondo (Manila), miércoles 18 de febrero de 1981. L'Oservatore Romano~ edición semanal en lengua española, año XIII, núm. 8 (634 ), do­
mingo 22 de febrero de 1981.
Cristo no condena al rico porque es rico, ni porque viste lu­
josamente, sino porque no tiene consideración de la pe­
nuria.
«Dentro de la misma comunidad politica bien ordenada, jus­"ticia y humanidad no casan ni se concilian con "un cierto abuso
"de la libertad, por parte de algunos, que va unido precisamente
"a un comportamiento consumístico, no controlado por la mo­
"ral, lo cual limita contemporáneamente la libertad de los de­
"más, es decir, de aquellos que sufren deficiencias relevantes
y
"son empu¡ados hacia condiciones de ulterior miseria e indigen­
"cia" (Redemptor homirüs, 16; L'Osservatore Romano, edición
"en lengua española, 18 de marzo de 1979, pág. 10), es una "versi6n

gigantesca de la parábola del rico
y del pobre Lázaro
"(cf. Le. 16, 19-31).
»En esa parábola, Cristo no condena al rico porque es rico,
"o porque viste lu¡osamente. Condena
dura,r,ente al

rico que no
"tiene en consideraci6n la situaci6n de penuria del pobre
Láza-
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Fundaci\363n Speiro

"ro, que solamente desea alimentarse de las mzga¡as que caen
"de la

mesa del festin. Cristo no condena la simple posesi6n de
"bimes materiales, sino que sus palabras más duras se dirigen
11contra quienes usan su riqueza de manera egoísta, sin preocu­
"parse del pr6¡imo a quien le falta lo necesario».
JUAN PABLO II: Homilía durante lll misa ce­
lebrada en Recife para los agricultores, lunes 7
de julio de 1980. L'Osservatore Romano, edi­
ción semanal en lengua española, año XII, nú­
meto 30 (604), domingo 27 de julio de 1980.
La parábola de Lázaro. El rico no fue condenado por serlo,
sino porque no ayudó a otro hombre.
«En varias .ocasiones he aludido a la parábola del Evangelio
"del rico
y Lázaro. "Habla un hombre rico que vestía de púrpura
"y lino y celebraba

cada día espléndidos banquetes. Un pobre,
"de nombre Lázaro, estaba

echado en su portal, cubierto de úl­
"ceras,
y deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico"
"(Le. 16, 19 y sigs.). Murieron los dos, el rico y el mendigo, y
"fueron llevados ante Abrahán y se hizo el iuicio de su conducta.
"Y la

Escritura nos dice que
Lázaro recibi6
consuelo
y, en
cam­
"bio,
al rico

se le dieron tormentos. ¿Es que el rico fue conde­
"nado porque tenía
riquezas, porque

abundaba en bienes de la
"tierra, porque
"vestla de

púrpura
y lino y celebraba cada d!a
"espléndidos banquetes"? No; quiero decir que no fue por esta
"raz6n. El

rico fue condenado porque no ayud6
al otro
hombre.
"Porque ni siquiera cay6 en la cuenta de
Lázaro, de

la persona
"que se sentaba en su portal
y ansiaba las migajas de su mesa.
"En ningún

sitio condena Cristo la mera posesi6n de bienes
"terrenos en cuanto tal. En cambio pronuncia palabras muy du­
"ras contra los que utilizan los bienes egoistamente, sin fijarse
"en las necesidades de los demás. El Serm6n de la Montaña co­
"mienza con estas palabras: "Bienaventurados los pobres de es­
"plritu". Y al final de la narraci6n del juicio final tal como lo
"hallamos en el Evangelio de San Mateo, Jesús dice estas pala­
"bras que todos conocemos muy bien:
"Porque tuve
hambre,
y
"no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
"fui peregrino, y no me alojasteis; estuve desnudo, y no me ves­
"tisteis; enfermo, y en la cárcel, y no _me visitasteis" (Mt. 25,
"42-43). .
,,
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»La parábola del rico y Lázaro debe estar siempre presente
"en nuestra memoria; debe

formarnos la conciencia. Cristo pide
uapertura hacia los hermanos y hermanas necesitados; apertura
"de parte del rico, del opulento, del que está sobrado econ6mi­
,, camente;

apertura hacia el pobre, el
subdesa"ollado, el
desva­
"lido. Cristo

pide una apertura que es
más que
atenci6n benig­
"na, o

muestras de atención o medio-esfuerzos, que
deian al
po­
"bre tan

desvalido como antes o incluso más.
" . . . . . . . . . . . . .
»No podemos permanecer ociosos disfrutando de nuestras ri­
,, quezas y libertad si en algún lugar el Lázaro del siglo XX está
"a nuestra

puerta. A la
luz de la parábola
de Cristo, las riquezas
"y la libertad

entrañan responsabilidades especiales.
Las riquezas
"y
la

libertad crean una obligación especial. Y, por ello, en nom­
" bre

de la solidaridad que nos vincula
. a

todos en una única hu­
"manidad, proclamo

de
nuevo la

dignidad de toda persona hu­
"mana; el rico y Lázaro, los dos, son seres humanos, creados los
"dos a imagen y semeianza de Dios, redimidos los dos por Cris­
"to a gran precio, al precio de la "preciosa sangre de Cristo"
"(1 Pe., 1, 19)».
JUAN PABLO II: Homilla durante la misa ce­
lebrada en el « Y ankee Stadium», de Nueva
York. L'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua española, año XI, núm. 42 (564), do­
mingo 21 de octubre de 1979.
Los ricos deben adquirir espíritu de pobre.
«Los que tienen posesiones deben adquirir el espiritu de po­
"bre, deben

abrir el propio corazón a los pobres, pues
si no
lo
"hicieren, las situaciones injustas no cambiarán; podrá cambiar­
nse
la
estructura política o el sistema
social,, pero
sin cambio en
"el corazón y en la conciencia no se logrará el orden social justo
ny estable.

Los que nada poseen, los que se encuentran en nece­
"sidad, deben también adquirir el "espiritu de pobre", no per­
"mitiendo que la pobreza material les quite
la propia
dignidad
"humana, porque

esta dignidad es más importante que todos los
"bienes».
JUAN PABLO II: Alocución a los obreros en
el
estadio de Morumbi, jueves 3 de julio de
1980.
L'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua eapañola, año XII, núm. 28 (602),
domingo
13 de

julio de 1980.
Fundaci\363n Speiro

Bienaventurados los que no se dejan poseer por sus bienes
ni que sea sofocado su sentido de la justicia social.
«Bienaventurados los pobres de espiritu (Mt., 5, 3). Bien­
" aventurados

los que en la carencia saben salvaguardar
su dig­
"nidad
humana: pero

bienaventurados también aquellos que no
"se de¡an poseer

por sus bienes, que no permiten que su sentido
"de ¡usticia

social sea sofocado por el apego a sus posesiones.
"¡Realmente, bienaventurados los pobres de esplritu!».
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JUAN PABLO II: Alocución con motivo del
encuentro con los constructores de la sociedad
pluralista en el «Campo Grande», de Salvador
da Bahfa,. domingo 6 de julio de 1980. L'Osser­
vatore Romano, edición semanal en lengua es­
paííols, año XII, núm. 29 (603), domingo 20
de julio de 1980.
Fundaci\363n Speiro