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Número 207-208

Serie XXI

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Tecnocracia, totalitarismo y masificación

TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION (*)
POR
JuAN VALLET DE GoYTISOLo
l. Nuestro análisis de la tecnocracia, efectuado en la comu­
nicación anterior, nos permite resumir que la tecnocracia, ceñida
a su propia función, se caracteriza porque parte de una concepción
ideol6gica del mundo que admite la mecanizaci6n dirigida ·cen­
tralmente

por unos cerebros capaces de impulsarla de
un modo
eficaz, que

propugnan
y tratan de operar la racionalizaci6n cuan­
titativa de todas las actividades,
si bien
dando
primac!a a
las
econ6micas
y, en general, a las utilitarias.
Presupone la más tajante efectividad de la escisión cartesiana
entre la
res cogitans, o sea el mundo del pensamiento, y la res
extensa, es decir, el mundo inerte de las cosas materiales, entre
las que es situado el mismo hombre y las sociedades humanas
en cuanto se las hace objeto de experimentación y racionalización. Una tal concepción tiende a centralizar toda la
res cogitans
en unas pocas mentes de expertos, los tecnócratas, que han de
asumir las palancas de mando del mecanismo construido para
racionalizar la
res extensa, incluyendo en ésta la iomensa masa
de los hombres, para cuyo bienestar han de proveer. La idea y el concepto de
sistema expresan esa perspectiva
tecnocrática que sustituye al concepto medieval de
ordo y al bur­
gués de
equilibrio (económico, de poderes, internacional, etc.),
tal como explica García Pelayo ( 1 ). Este autor observa el pen-
(*) Comunicaci6n expuesta y desarrollada en los simposios celebrados
en San Antonio de Texas (U. S. A.) los dfas 12 • 14 y 15 a 17 de maizo
de

1981,
organizados por el grupo VISA, de Monterrey (México).
(1) Manuel García Pelayo, Burocracia y Tecnocracia, 2.2,--2,5, Madrid,
Alianza Editorial, 1974, págs. 43 y sigs.
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samiento tecnocrático en correlación histórica con el factum de
los grandes sistemas tecnocráticos organizativos, y deduce que el
sistema -dentro del cual caben subsistemas- abarca, en el
plano del pensamiento, todo lo existente, sea natural, artificial, material o intelectual; pero, y esto es lo que le caracteriza, «no
significa tanto algo dado por la realidad, cuanto un instrumento
mental (sistema abstracto)
"definido por

la inteligencia", para
captar
y, supuesta la captación, controlar la realidad». Es decir,
que resulta un instrumento operativo de dominación. El mismo autor reconoce, explícitamente, que el
General
System Theory
(G. S. T.) y, «en general, el modo de pensar sis­
temático son expresión, en el campo
del pensamiento: de la con­
figuración de

la realidad histórico-social en un conjunto de
sis­
temas,

de la posibilidad de construir y manipular sistemas y de
la presencia

de la legalidad de las cosas,. que, al articularse ella
misma en sistema, se transforma en Systemawang, en la coerción
del sistema». El predominio de esa concepción tecnológica ha tenido
inevi­
tables

consecuencias sobre
el orden político. García Pelayo (2)
advierte que la profecía de Saint Simon de que, con el desarrollo
de la industria, el poder sobre las personas sería
sustituido por
la
administración de las cosas, ha sido rectificado «en el sentido
de que la disposición sobre las cosas amplía e
intensifica la do­
minación

sobre las personas». Tanto más, por cuanto los mismos
que impulsan el cambio tecnológico, incluso políticamente, a la
vez insisten, ·como el mismo autor observa, en «la necesidad,
en que se encuentra el marco político institucional, de adaptar su estructura a las estructuras de la sociedad de la época tecno­
lógica, y dado que estas estructuras son constantemente cambian­ tes, el proceso de adaptación ha de ser permanente, con
inde­
pendencia

de que éste se lleve a cabo fonnal o infonnalmente,
lo único que se exige es que tales adaptaciones sean funcionales,
importando muy
p~co su
modalidad».
Digamos que esta alegada necesidad de permanente adapta-
(2) Ibíd., 2, 3, p,lgs. 46 y sigs.
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TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
ción a las cambiantes esttucturas de la sociedad tecnológica está
en íntima relación con el fenómeno denominado de la
acelera­
ción de la historia
(3 ), originada por el carácter artificial, for­
zado, rígido y monolítico de las esttucturas de la sociedad tec­
nológica que quiere construir modelos pensados e imaginados.
Estas esttucturas son difíciles de mantener, provocan desequili­
brios que

requieren nuevas medidas también artificiales, ya sea
para sostenerlas o bien para contrarrestar o colmar los desequi­
librios producidos por ellas en el entorno. Un cambio fuerza
nuevos cambios. No
es. posible

detenerse. Quienes creen cabalgar
en la máquina del
ca¡µbio, no

pueden detener su carrera, pues,
en
ella, huyen hacia adelante, en la única dirección en la cual
aún esquivan y difieren la caída catasttófica, ya que
el equilibrio
resulta
cada vez más difícil, con amenaza progresivamente cre­
ciente,

tanto en proximidad como en extensión e intensidad ( 4 ).
El hombre, que ignora las leyes del universo y de su creador,
ha desencadenado las fuerzas
de aquél, al que no domina, y al
no tener una clara consciencia de su designio, resulta que,
aque­
llas

fuerzas le arrastran, cabalgandó en su «megamáquina». Así,
montados en ésta, algunos tenemos, como Yves Lenoir (5), la
impresión de que, sometiéndonos a sus reglas, «evitamos una ca­
tásttofe actu"1 preparando otra mucho más terrible para mañana».
2. Estamos en
el triángulo tecnocracia-totalitarismo-masifica­
ción, ante
el que tantas vueltas hemos dado. Existe una recíproca
interacción e interdependencia entte los ttes fenómenos.
Puede, en un futuro, llegarse a un super-Estado mundial to­
talitario; pero, hoy, estamos todavía en la fase del totalitarismo
estatal. Por ello nos referimos a éste específicamente cuando
hrblamos de totalitarismo.
(3) Cfr. Marcel de Corte, L'homme contre lui mime, París, No~velles,
Ed. Latines, 1962, caps. VII y VIII, págs. 201 y sigs.
(4) CTr. nuestro ensayo «Divagaciones 8llte el Derecho del futuro }'
el futuro del Derecho», 9, en Misceláneas en honor de Juan Becerril Y
Ant6n Mira/les, Madrid, 1974, pág. 634.
(5) Yves Lenoir, Technocratie franraise, Poitiers, Pauvett, 1977, 111
parte, cap. II, págs. 185 y sigs. ·
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Partiendo de ella, recordamos la inquietante afirmación de
Bernanos ( 6 ): «El Estado totalitario es menos una causa que un
síntoma. No es
él quien destruye la libertad, se organiza sobre
sus
ruinas». Pero esas ruinas tampoco las produce, por sí sola,
la inhibición de la sociedad sino que
recibe la activa colaboración
del Estado intervencionista, que suplanta y desalienta las inicia­ tivas individuales y sociales. Se forma un
círculo vicioso,

y la
tecnocracia se encarga de hacerlo
girar.
Para que llegue el Estado totalitario --que no es una forma
de gobierno sino la
omniestatalidad (7}-, y para que se impon­
ga, es necesario que coneuttan determinadas circunstancias.
-Ante

todo, una concepción
inmanentista, en la que el
Estado ocupa el lugar de Dios, al no hacer derivar la sociedad
política de la naturaleza social del hombre sino estimarla crea­
ción artificial humana
-he ahí la diferencia fundamental entre el
contrato social moderno y
el pactismo medieval ( 8 }-. Ya nada
trasciende al Estado ni
Je limita. desde

lo alto: su poder se con­
vierte en
absoluto.
-Seguidamente, dada la pretensión de liberar al hombre
de sus
vieias ataduras, para conseguirlo y a medida que lo pro­
duce, el Estado
absorbe todas las instituciones, arrebatando el
poder a las formas de vida preestatales, imponiendo una concep-
(6) Bernanos, La libertad, ¿para qué?, vers. en castellano, Buenos
Aires, 1974, pág. 136.
(7) Cfr. nuestra ponencia en el -11 Convegno Romano de la «Funda~
ción Gioa.cehino Volpe»: «El hombre ante el totalitarismo estatal ~ Líneas
de defensa político-jurídicas, en Verbo, 124-125, abril-junio de 1974, pá­
ginas 387 y sigs.
(8) Cfr. nuestros trabajos «Los pactistas del siglo XVII, Hobbes y
Locke, 2, c, en Verbo, 119-120, noviembre-diciembre de 1973, págs. 905
y siguientes; «El pactismo de ayer y el de hoy», en Anales de la Real
Arademia ·de Jurisprudencia, 6, 1978, págs. 173 y sigs.; «Pactos políticos»,
en Mds sobre temas de hoy, Madrid, Speiro, 1979, págs. 143 y sigs.; «El
pactismo de ayer y los consensos -de hoy», en Verbo, 175-176, mayo-junio
de 1979, págs. 685 y. sigs., y Presentaci6n, I, B, del libro El pactismo en
la
historia de España, Madrid, Instituto de España, 1980, págs ll y sigs.
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TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
ción social estimativa de «que todos los miembros de la ordena­
ción de
la estructura fluyen desde arriba hacia abajo partiendo
del centro estatal». Es decir, surge allí «donde desaparezca la
construcción desde abajo hacia arriba», como ha expresado
Emil
Brunner ( 9); con lo cual desaparecen para el Estado las limi­ taciones que, desde abajo, conforme al orden de
la naturaleza,
le suponían la autonomía de estos cuerpos sociales con sus li­
bertades y franquicias jurídico-políticas.
- La
alienation totale del individuo -que se siente libe­
rado de las «viejas ataduras»- en el Estado -que, apoyado en la volonté générale- puede modificarlo y configurarle todos
los derechos.
- Y, finalmente, los nuevos medios técnicos permiten me­
canizar el

trabajo
del mando inferior (10), lo que facilita la ma­
nipulación de las masas ( 11 ), así como el dominio central de la
economía, la efectividad de la presión fiscal, etc. Con estas premisas, se comprende que la promoción y la re­
gulación tecnológicas se estimen funciones estatales, dada la re­
ciproca consideración,

expuesta por Garda Pelayo (12), de que
la tecnología es hoy condición del poder político y de que el Es­
tado es, a su vez, condición del desarrollo tecnológico, para el
que proporciona «el costosísimo aparato que requieren sus in­
vestigaciones, en las que el Estado está real y existencialmente
interesado».
En estas circunstancias, el fenómeno de la masificación se
acentúa aceleradamente, al · producirse:
(9) Emil Brunner, La Justicia, vers. en castellano de Luis Recasens
Siches, México, Universidad Autónoma, 1961, cap. XVI, págs. 167 y sigs.
(10) Cfr. Albert Speer, Memorias: Hitler y el Tercer Reich vistos des­
de dentro, Barcelona~ Plaza

y Janés, 1973,
págs. 704 y sigs.
(11) Cfr. nuestro libro Sociedad de masas y Derecho, Madrid, Taurus,
1969, I parte, cap. II, 17 y 19, págs, 69 y sigs.
(12) García Pelayo, op. cit., 2, 3, 1, 1 y 2, págs. 47 y sigs.
(13) Cfr. nuestro libro Sociedad de masas, Parte I, cap. 11, págs 37
y siguientes.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOW
a) El desarraigo { 13 ): religioso, que aísla al hombre de su
origen
y su fin trascendentes (14); intelectual, producido por
la pérdida del sentido de lo real ( 15),
y existencial, con las co­
sas (16), con el propio medio geográfico (17)
y con los semejan­
tes, a contar
de la familia y del propio medio social en que se
convive ( 18 ), así como de las raíces con las generaciones anterio­
res, de las que se reciben las tradiciones (19)
y las costum­
bres (20).
b) La segmentación (21), consiguiente a la liberación de
las vie¡as ataduras, y la homogeneización (22) que traen las con­
secuencias de formar mentalidades flotantes, adocenadas, estan­
darizadas, amorfas y fácihnente manipulables (23 ).
e) La pérdida por los hombres-masa de su interioridad, de
su
unidad psíquica (24) y de su inmediatez con la vida (25), y
(14) Cfr. E. Brunner, op. cit., cap. XIX, pág. 230.
(15) Cfr. Marce! de Corte, «Sens commun, metaphisique et teologie»,
enltineraires, 86, septiembre-octubre de 1964, pág. 4; Marshall Me. Lu­
han, La galaxie Gutenber& ed. en francés, Montreal, Mame, 1967, pá­
ginas 131 y 139 y sigs.
(16) Cfr.
Rafael Gambra, El silencio de Dios, Madrid, Prensa Espa­
ñola, 1968, cap. III, págs. 50 y sigs., y cap. IV, pág. 69.
(17) Cfr. Alfredo Di Pietro, «Iustissima tellus», en Iustitia, l, 3,
Buenos Aires, 1965, págs. 63 y sigs.
(18) Cfr. Simone Weil, «Le déracinement», en L'enracinement, París,
Gallimard, 1949, pág. 45.
(19) Cfr. Paul Bourger, «Reflexiones sur l'heritage, en Au service de
l'ordre, París, 1929, cap. IX, págs. 123 y sigs., y Francisco Elías de Te­
iada, «Libertad abstracta y libertades concretas» en Verbo, 63, págs. 61
y siguientes, o en Contribución al estudio de los cuerpos intermedios, Ma­
drid, Speiro, 1967, págs. 126 y sigs.
(20) Cfr. nuestra Sociedad de masas y ... , I, cap. III, pág. 116.
(21) Ibid., I parte, cap. IV, págs. 125 y sigs.
(22) Ibid., cap. V págs. 171 y sigs.
(23)

Cfr.
Berttand de Jouvenel, El poder, Madrid, Ed. Nacional, 1965,
cap.
IX, pág. 202.
(24) Philipp Lersch,
El hombre en la actualidad, Madrid, Gredas,
1958,
cap. IV, D, págs.
59 y sigs., y G, pág. 92.
(25)
Cfr. Sociedad de masas y ... , I, cap. IV, págs. 129 y sigs.
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TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
las concurrentes: pérdida del sentido de lo real y mediatiza­
ción-racionalista
de todo (26), así como la barbarie del especia­
lista (
27) --que afecta a los técnicos que forman los eslavones
de la tecnocracia-. Nota Yves Lenoir (28), que a diferencia de las sociedades animales, que se desarrollan insertándose en
el medio ambiental, las nuestras tratan hoy de desembarazarse
de ellas con sus construcciones. Pero, entonces, se origina «la
desaparición organizada de los valores extramecánicos y la per­
versión del lenguaje, que la acompaña, que impiden todo diagnós­
tico social del fracaso». De modo tal que «los mayores triunfos
de la tecnología pueden acarrear las más desconcertantes
limi­
taciones humanas».
d) Y, fiinalmente, el condicionamiento (29) del hombre­
masa que es fácilmente
manipulado, puesto que:
-Al

ser insolidatio con los principios
y costumbres here­
dados, no se percata de que éstos incrementaron la civilización
que ha permitido alcanzar el bienestar, al que no quiere renun­ ciar
y al que ctee tener derecho innato, por lo cual todo se pide
al Estado, que nada puede dar si no lo ha detraído previamente,
y ante el cual, al pedírselo todo, queda más inerme cuanto más
depende de
él (30).
-La

adhesión a
ideologías desencarnadas,
que preteden
alcanzar un paraíso aquí en este mundo, con lo que se abren las
puertas a toda clase de utopías y se da paso a los demagogos ( 31 )
que prometen el logro de bienes sin mezcla del mal alguno, de
ventajas sin inconvenientes de
confort y segnridad sin respon-
(26) Cfr. Marce! de Corte, «La educación política», en Verbo, 54,
página 646.
(27) Cfr. José Ortega y Gasset, La rebeli6n de las masas, ed. Madrid,
Rev. de Occidente, 1954, cap. XII, págs. 87 y sigs.
(28)

Yves Lenoir, op. cit., III
párte, cap.

IV, pág. 236.
(29) Cfr. Sociedad de masas y ... , I parte, cap. VI, págs. 191 y sigs.
(30) !bid., cap. VI, págs. 62 y sigs., y cap. XIII, págs. 105 y sigs.
(31) Ortega
y Gasset, op. cit., Prólogo para franceses, pág. 20.
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sabilidad, de bienestar sin propias iniciativas, esfuerzos ni ries­
gos (32).
Así queda
la masa en manos del Estado providencia y de
sus tecnócratas (33 ).
3. Como
ha dicho Gonzalo Fetnández de la Mota (34), el
Estado se convierte en «un artefacto instrumental»; «es un vas­
to complejo mecanismo utilitario, un medio laboriosamente fa­
bricado y mantenido pata realizar un orden equitativo y pr6pero.
En sí mismo es moralmente neutro ...
».
Los tecnócratas constituyen la nueva clase, capaz de hacer
funcionar este
artefacto instrumental, comple¡o mecanismo utili­
tario,
utilizando los mejores adelantos técnicos para planificar
todas las actividades humanas, desde arriba y en todas direccio­
nes, dispensando
el mayor bienestar posible, ya sea impulsando
el desarrollo y el consumo, o hien frenándolo y planificando los
nacimientos, distribuyendo riquezas y rentas, bienestar o escase­
ces, cultura e informaciones de masas (35).
Con ese
fin: unos condicionan las cosas, para lo cual, des­
montan la realidad,
pieza por pieza, para reconstruirla conforme
a/ modelo prefigurado;
y otros condicionan las mentes, con el
objeto de prepararlas para el cambio de las cosas,
configurando
la conciencia colectiva,
como cosa manipulable con criterios téc­
nicos, rigurosos y precisos (36), por medio de:
la estatificación
de
la enseñanza, alentada con el señuelo de la igualdad de oportu-
(32) Cfr. nuestra síntesis «El hombre en la sociedad de masas», en
Verbo, 159-160, noviembre- (33) Cfr. Sociedad de masas y ... , I, cap. VI, págs. 217 y sigs.
(34)
Gonzalo Fernández

de
la Mora, Del Estado ideal al Estado de
razón, Msdrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas ( discurso
de ingreso), 1972, págs, 95 y sigs.
(35) Cfr. nuestra ponencia de 1977, «Técnica y desattollo político»,
111, ns. 16 y sigs., en Humanismo y tecnologúz, Madrid, C. S. l. C., 1979,
páginas 125 y sigs.
(36) Cfr. Marce! de Corte, L'intelligence en peril de mort, París,
Qub de la Culture Fran,aise, 1969, cap. I, págs. 74 y sigs.
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TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
nidades; del dominio de los medios de comunicación de masas,
y de la dirección
del ocio (37).
Lenoir (

38) subraya
la clarividencia de Aldous Huxley, al
mostrar hacia dónde conducía
la ciencia aplicada a la «fabrica­
ción de una sociedad enteramente programada en cada uno de sus miembros»: «una sociedad en
la cual la evolución quedaría
bloqueada»; que padecería esclerosis. Pío XII (39) ya
dio la voz de alerta contra lo que era ya
«un hecho» y estimaba «una u:iste realidad»: «el dominio de
la organización invade y
tiraniza el espíritu humano»,

«el Esta­
do moderno se va convirtiendo en una gigantesca máquina ad­
minisu:ativa, que extiende su mano sobre casi toda la vida: la escala completa de los sectores político, económico, social, in­telectual hasta el nacimiento y la muerte, quiere que sea materia
de administración». Por lo cual,
«en este

clima de lo impersonal,
que tiende a peneu:ar y envolver toda
la. vida,

el sentimiento
del bien común se embota en las conciencias de los individuos,
y el Estado pierde cada
vez más

el carácter primordial de esa
comunidad moral de ciudadanos».
Lo que es origen «de la co­
rriente que arrastra el hombre moderno a un estado de angustia: su despersonalización. Se le ha quitado, en gran parte, el
rosu:o
y

el nombre; en muchas de las más importantes actividades de
la vida ha quedado reducido a mero objeto de la sociedad, por­
que ésta, a su vez, se ha transformado en un sistema imperso­
nal, en una fría organización de fuerzas». Más recientemente, el Presidente Pompidou ( 40) expresó su
alarma, avalada por su experiencia política: «El sabio, el inge­
niero, el tecnócrata, disponen de medios colosales. Esos medios,
(37) Cfr. nuestro libro Ideologia, praxis y mito de la tecnocracia, Ma­
drid, Montecorvo, 1975, III parte, caps. I, II y III, págs. 189 y sigs.
(38) Y. Lenoir, op. cit., y cap. cits., pág. 239.
(39)
Pío XII,

«Radiomensaje de Navidad de 1952»,
Levate capita,
ns. 18 y 19.
(40) Georges Pompidou, El nudo gordiano, cap. final; cfr. vers. es-­
pañola, Madrid, Sdad. Hispano-Americana de Ed. y Distrib., 1977, pági­
nas 158 y sigs.
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en lo esencial, se concentran en las manos de un Estado y de
una administración que encuadran a los individuos, los colocan
en fichas perforadas, los designarán mañana por un número
[lo
tenemos ya en nuestro documento de identidad y en las compu­
tadoras con
fas que

el fisco nos controla], determinando la pro­
gresión del nivel
de vida, las actividades deseables y su reparto
geográfico, tomando a su cargo la educación, la instrucción, la
formación profesional, muy pronto el deber y el derecho a pro­
crear,
y la duración del trabajo y del ocio, la edad del retiro,
las condiciones de la vejez, el tratamiento de las enfermedades». Y advirtió: «Que nadie acaricie la ilusión del control. Una
vez al volante del
coche, nadie

puede impedir al conductor el
que apriete el acelerador y que dirija el vehículo hacia donde
quiera».
4. Con lo expuesto, hasta aquí, se comprende que totali­
tarismo, masificación
y tecnocracia se cierran formando un círcu­
lo vicioso, que gira sin cesar, extendiéndose e incrementando
la dimensión del arco correspondiente a cada uno de sus com­
ponentes. De modo tal que ese círculo, que completan, abarca
y encierra cada vez mayor extensión. La descripición que Frayer ( 41) hace de las masas actuales
es demostrativa de ese fenómeno.
A las masas dice: «Les atraviesan líneas de organización
como cuerdas delgadas y firmes, en parte enteramente formales,
como las que regulan las masas en el tránsito urbano, en parte
una trama firme de sostén como las organizaciones de masas de
los regímenes totalitarios» . . . «Movidas simultáneamente por
cintas transportadoras, reguladas con señales, empujadas hacia
adelante unas contra otras»; pero «cuyos impulsos individuales,
diversificados por
miles, no

son suprimidos,
pero sí
conducidos
con completa seguridad por canales conocidos de antemano».
Cuanto más masificada esté la sociedad, mayor será el tota-
(41) Hans Frayer, Teorla de la lpoca actual, México, 1958, cap. IV,
páginas 234 y sigs.
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TECNOCRACIA, TOTAUTARISMO Y MASIFICACION
litarismo que alcanzará la providencia estatal y más profunda
la tecnocratización, con la cual la masificación continuará incre­
mentándose
y así sucesivamente.
Una de las propiedades de la masa es su necesidad de direc­
ción ( 42);
y esto trae consigo una sociedad mecanizada, que «se
ha transformado en un "aparato"»,
y en la que cada, hombre
se
convierte en «un diente más en la máquina
tecnológica».
Es

así, porque son características de la masa: su
carencia de
estructura
propia jerarquizada
y la correlativa manipulación des­
de fuera (
43 ), ambas interdependientes; su pasión por igualarse,
su apetencia superlativa de disfrute, unida a la falta de sentido de
responsabilidad (
44 ). Tienen estos caracteres su respuesta en la
acción tecnocrática, que opera la racionalización social para un­
pulsar el progreso de la homogeneización, de la liberación de
las viejas ataduras
y del paso del estado de necesidad a la supera­
ción de

todas las necesidades (
45).
Sin embargo, la pretensión de homogeneizar -que no dis­
tingue nuestra igualdad de naturaleza con nuestra desigualdad
de · circunstancias y que confunde igualdad y justicia ( 46 }--ol­
vida que la diferenciación es signo de vida
y la unifonnizaci6n
lo

es de enfermedad o de muerte: tanto en las células de nues­
tro cuerpo, que se hacen indiferenciadas con el cáncer o con
1a
descomposición que sigue a la muerte, como también en el cos,
mos,

que con la diversificación salió del caos
y que volvería a
él con la igualación de todas las especies, tal como gráficamente
(42) Cfr. Elías Canetti, Masse et puissance, ed. París,·· Galli..mard,
1966, pág. 27 y sigs.
(43) Cfr. Daniel Bell, El fin de las ideologias, ed. Madrid, Tecnos,
1964, cap. I, págs. 27 y sigs.
(44) Cfr. Luis Recasens Siches, Lecciones de sociología, México, 1948,
cap. XXVIII, n. 5, pág. 443.
(45) Cfr. Sociedad de masas y Derecho, I parte, cap. V, págs. 171
y siguientes.
(4_6) Cfr. nuestro estudio T&nica y desarrollo poUtico, 9, loe, cit.,
pdgina 119.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
explicó Papini, tentando al diablo ( 4 7): «verás entonces que el
mundo, poco a poco, palidece, se atenúa, se desvanece entre las
manos, y tú mismo y el propio Dios seréis una sola cosa, y esta
cosa formará parte del todo y desaparecerá con él ( ... ). Así
habrás contestado, finalmente al Génesis ... ». La vida social no es otra cosa que una interacción organiza­
da entre seres desiguales que se complementan, desde la pareja
nupcial, padres e hijos, jóvenes
y viejos, maestros y discípulos,
hasta empresarios y trabajadores, emprendedores y capitalistas,
prudentes y osados, teóricos y realizadores, labradores y artesa­
nos, productores, comerciantes y consumidores, etc., formando
un entramado vivo, que
la homogeneización convierte en una
masa internamente inerte, que es movida desde fuera por un enorme mecanismo burocratizado, manipulado desde lo alto, que
-no puede

tardar en envejecer, al desvitalizarse sus bases
y des­
naturalizarse
el entramado.
Con la
liberaci6n de las vie¡as ataduras -expresión que sig­
nifica la ruptura de todos los vínculos sociales del individuo,
incluso el
aggiornamento antropocéntrico de las creencias religio­
sas
y el olvido de las experiencias transmitidas por la tradición­
el individuo queda sólo ante un Estado omnipotente, que se
hace_ ·totalitario', aunque políticamente sea una democracia. Surge
así un «nuevo totalitarismo», que nos ha mostrado Roland Hunt­
ford ( 48) en el calificado de «paraíso sueco», realización del
«mundo feliz» que vislumbrara Adus Huxley, en el cual resulta
que nadie lo es, y que esos seres < más, recibir tratamiento psiquiátrico.
Además, como la desalienación de las tradiciones -depósito
vivo y siempre renovado de las experiencias resultantes de su
constante lucha por la existencia y por su
progreso--deja

al
(47) Giovanni Papini, Palabras y sangre. El tráfico cotidiano, cfr. ver­
sión en castellano de Mario Verdaguer 2.• ed. Barcelona, 1938 págs. 219
y siguientes.
(48) Roland Huntford, Le nouveau totalitarisme. Le paradis suedois,·
cfr. ed. francesa, Parls, Fayard, 1975, cap. XV, pág. 241.
Fundaci\363n Speiro

TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
hombre inerme ante toda clase de utopías, le hace dócil a una
opinión pública prefabricada por la propaganda, emitida en imá­
genes
y concretada en slo gans, que, movilizando sus deseos e ilu­
siones, sus temores y resentimientos, le provocan reflejos condi­
cionados y le privan de sentido crítico ante las novedades ... ( 49).
En fin, al asumir el Estado tecnocrático
la realización del
mito de
superar todas las necesidades, transmuta la finalidad
clásica del bien común, de «vivir en la virtud» mediante el logro «de
la paz, la concordia y la tranquila convivencia en el orden»,
por
la actual consideración como función primordial del Estado
.de
la -antes instrumental y subsidiaria-- de conseguir bienes
materiales suficientes para dispensarlos colectivamente a todos.
Este cambio radical de fines conlleva la centralización de un
poder inmenso -pues, en
él, se

confuden con el poder político,
el económico
y el cultural-, que de hecho queda en manos de
quienes detentan sus palancas de mando. Pero, además, produce
el olvido de que
la salud de la sociedad depende primordialmen­
te del logro de
la plenitud personal de sus miembros, no sólo
física sino también moral, intelectual
y política, que requiere
el esrímulo de su ingenio
y de sus iniciativas y el incremento
de su sentido de
la responsabilidad, de modo semejante a como
la solidez de un edificio depende de la fortaleza de los materia­
les de

que está hecho,
y, en especial, de los que constituyen sus
pilares básicos.
5. Los tecnócratas han de entrar en acción en la misma
línea de fusión de
la política y la economía, para superar esa
falta de sentido de lo real impuesta a una y a otra. En
la po­
lítica para articular la disociedad, y en la economía para hacer
funcionar la
econom!a al revés (50). En ambos casos fundamen-
(49) Cfr. nuestro libro Sociedad de masas y ••• , parte I, cap. VI, pá­
ginas 191 y sigs.
(50) Ambas son expresiones de Marce! de Corte, «De la sociedad a
la termitera pasando por la disociedad», en Verbo, 131-132, enero-febrero
de 1975, págs. 93 y sigs., y «La economía al revés», en Verbo, 91-92, pá­
ginas 125 y sigs.
753
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
tan su acción, por un lado, en la expresada centralización de la
res cogitans en la élite tecnocrática, mientras la masa queda in­
tegrada

en la
res extensa, objeto de racionalización, y, por el
otro lado, en una concepción mecanicista de la sociedad, inerte
al quedar disociada y perder, con ello, su natural orgaoicidad.
Por lo cual, estiman que deben articularla desde arriba, impera­
tivamente.
Se producen, así, los fenómenos que hemos
calificado (51)

de
macro;usticia, de panreglamentación y de monopolio estatal del
derecho.
Denominamos
macro;usticia la pretendida justicia estructu·
ral de grandes líneas abstractas, en aras de las cuales, desde los
puestos del gobierno del Estado, se trata de imponer, a cualquier
precio, unas nuevas estructuras pretendidamente más justas, más
racionales, más progresivas y más eficaces. Pero, para su logro,
son sacrificados amplios sectores del país; son perturbadas las
relaciones privadas; se provoca la desvalorización de la palabra
d•da; se

desalientao muchas inciativas con trabas administrati­
vas; se mata
la responsabilidad; se mecaoizao las actividades, y,
con medidas generales indiscriminadas y remedios arbitrarios, se
hiere el sentido de lo justo, cuaodo no se le destruye o corrompe. Como ha subrayado Bertraod de Jouvenel (52), se produce
una mentalidad mezquina y perezosa, al representarse
la justicia
distributiva como la acción de un supremo dispensador, y se
desemboca ilusamente en el absurdo de una sociedad «donde
todo será justo sin que nadie tenga que serlo». La
panreglamentaci6n significa la normación desde los órga­
nos

centrales de todas las actividades de la vida hasta sus más
(51) Cfr. nuestros estudios «Divagaciones ante el derecho del futuro
y el futuro del derecho». 15, en Misceltzneas en honor de Juan Bece"il
y A»t6n Mira/les, Madrid, 1974, págs. 644 y sigs., y «Revolución histo­
ricismo y tradición en el hallazgo conservación y progreso del Derecho»,
5> en Verbo, y en Revolución, historicismo :V tradición, Madrid, Speiro,
1974, págs. 193 y sigs.
(52) Bertrand de Jouvenel,
La soberanla, Madrid, Rialp, 1975, -u par­
te, cap. IV, pág. 296.
754
Fundaci\363n Speiro

EN TORNO A UN CRISTIANISMO LLAMADO «PLEROMATICO»
mínimos detalles: cómo los
maestros deben
enseñar, qué deben
estudiar los alumnos; qué debe sembrar
el labrador; qué, cuándo
y cuánto
han de exportar los comerciantes, etc. Con ello se mata
toda espontaneidad y toda autorregulación social, anquilosando
los organismos naturales y asociativos. Para conseguir que la so­
ciedad funcione mecánicamente, se
la llena de aparatos ortopédi­
cos manejados por funcionarios administrativos. Con esos reme­
dios,
la sociedad va sufriendo una más rápida aceleración en la
esclerosis progresiva a
la que así se ve condenada.
El
mono polio estatal del derecho resulta indisolublemente
ligado a los dos anteriores fenómenos. El desarrollo de ambos
precisa necesariamente el de éste que, a su vez, da lugar a la
búsqueda insaciable, hasta la utopía, de una justicia en abstrac­
to, mientras es

sacrificada la justicia concreta en pro de la pre­
tendida consecución de un mayor bienestar total, mediante
más
pujante

desarrollo económico. El sentido cuantitativo de
la jus­
ticia ahoga
la sensibilidad cualitativa, que es la base del senti­
miento cotidiano que alimenta
la virtud de la justicia.
Al propugnarse ese monopolio, se olvida, por
otra parte
que,
como observó Ihering (53 ): «No basta, para que el derecho y
la justicia
florezcan en

un país, que
el juez esté siempre dispuesto
a ceñir la toga y que
la política esté dispuesta a desplegar sus
agentes, es preciso, aún, que cada uno contribuya por su parte
a esta gran obra ... ».
6. Los análisis que hemos venido efectuando nos ponen ante
los ojos los antídotos de los males que, hemos visto, amenazan a
la humanidad.
El
inmanentismo, perdida la brújula, hemos de superarlo vol­
viendo los ojos al cielo, a las estrellas que Dios ha puesto en el
firmamento para guiarnos.
Como concluye -al terminar su libro,
El hombre tolomai-
(53) Rudolf von Ihering, La lucha por el Derecho, vers. castellana,
Madrid, Libr, Gral. Victoriano Suárez, 1921, cap. IV, págs. 69. y sigs.,
y cap. V, págs. 97 y sigs.
755
Fundaci\363n Speiro

]TJAN VALLET DE GOYTISOLO
co---Sergio Cotta (54): «Si redescubrimos nuestra propia natu­
raleza universal en su vital solidaridad con el cosmos·
-que,
como

ha dicho Einstein, no es infinito ni eterno--, entonces los
hombres podremos adueñarnos de nuevo de nosotros mismos, del saber, de
la tecnología, orientándolos a los fines de la vida»,
y «ser indagadores respetuosos y a la vez audaces de los mis­
terios inagotables del Ser que todo lo trasciende
y todo lo llena,
porque no es medido por nosotros, sino que es nuestra medida
y la del mundo». El
cientifismo operativo debe someterse a la verdadera cien­
cia que procura conocer antes de operar. El mismo Cotta (55) advierte que «no es posible continuar
provocando a
la naturaleza, sino que es necesario explorarla re­
conociendo su realidad, en verdad inagotable en el plano del co­ nocimiento,
y quizás también en el plano de una utilización sabia­
mente respetuosa,
pero agotable (¡y rápidamente!) en el plano
de una manipulación febril que obedezca a los deseos egocéntri­
cos del hombre». La
racionalizaci6n cuantitativa, debe someterse a la razón
objetiva que parte del conocimiento de la verdad. Y la
tecno­
cratizaci6n
ha de subordinarse a la prudencia política.
Los tres -cientifismo operativo, racionalismo utilitario cuan­
tificador y tecnocracia- han de desvanecerse para que, de ellos,
quede únicamente la ciencia experimental, la razón
y la mate­
mática
y la técnica, situadas en sus respectivas esferas, en el
lugar que les asignan las nociones clásícas de
theoria, praxis
y poiesis, guiadas por el ethos, en sus significados genuinos.
El
primer paso para desmitificar los falsos ídolos de la civi­
lización tecnológica ha de consistir, según explica Del Noce (56,)
en establecer una visión verdaderamente histórica del pasado
(54) Sergio Cotta, El hombre tolomaico, Madrid, Rialp, 1977, cap. 7,
página 177.
(55)
Ibld., pág. 174.
(56)· Augusto del Noce, «Civilización, tecnología y cristianismo», 13,
a Ethica, III, 1969, pág. 192; cfr. en Agonla de la sociedad opulenta,
Pamplona, EUNSA, 1979, pág. 154.
756
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TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
próximo, «de manera que se pueda hacer ver que sobre el mito de la novedad han surgido sus horrores».
Así se habrán sentado las primeras bases para que podamos
romper el círculo vicioso en que se ha convertido, en su expan­
sión, el
triángulo: totalitatismo,

masificación, tecnocracia.
Como concluye Herman
J. Meyer ( 57 ), «el hombre no es el
señor del ente» ... «La solución moderna que afirma que lo ar­
tificial es mejor que lo
natural, es

errónea y falsa. El hombre no
está llamado a ejercer sobre el mundo humano una soberanía
semejante a la que ejerce, por ejemplo, sobre el mundo objetivo
real, sobre el mundo material» . . . «El hombre como demiurgo
y el hombre convertido en mero objeto de la planificación cien­
tífica son, a este respecto, una misma cosa. Ambos representan
la negación radical de la verdadera esencia humana». «La crisis de la cultura moderna
-prosigue-consiste
en
último término en que la concepción ilustrada
[ilumirústa} de
una

cultura puramente profana o mundana, cuyo fin último ha­
bría de ser el hombre, instituida sobre el
principium rationis,
se evidencia en su realización histórica radical como una empre­
sa que amenaza al ser humano con la aniquilación espiritual.
Esta crisis es una crisis del hombre, la más aguda en que podía
caer éste» . . . «Porque el hombre como puro técnico, como una
criatura que ha eliminado de su relación con el mundo a la na­
turaleza natural y a todas las fottnas de encuentro abierto con
el ente, y que ha sacrificado su libertad y su autonomía propias
en la socialización total de la existencia humana, sería el fin del
hombre en el sentido que ha
terúdo hasta

ahora esta palabra,
esto es, el fin del hombre hijo de
la naturaleza y de la cultura».
7. Frente a
la concepción de la sociedad como un mecanis­
mo
-fabricado con la suma de individuos, abstractos, iguales
y aislados,
liberados de sus sociedades naturales, de sus tradi­
ciones y costumbres- que conduce al totalitarismo y a la ma-
(57) Herman J. Meyer, La tecnificación del mundo, cap. X; cfr. edi~
ci6n Madrid, Gredos, 1966, págs. 404 y sigs.
757
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JUAN VALLBT DE GOYTISOLO
nipulación tecnocrática, es preciso volver a la consideración plena
del hombre. Es decir: en su doble dimensión de espíritu, con su
destino eterno, y de cuerpo; como animal racional y social, en­
tramado en la historia por un encadenamiento de generaciones. Como genéricamente hombres,
y en esto todos somos iguales, te­
nemos una existencia, individual concreta, en la que somos dife­
rentes cada uno de nosotros; y esta existencia concreta nos en­
laza con nuestro medio geográfico, económico
y social, en gene­
ral, y con el momento histórico en que vivimos (58).
Esto nos devuelve a una concepción orgánica de
la sociedad,
entramado vivo que se entrelaza desde abajo
y se extiende hacia
arriba. No ideada, planeada
y fabricada desde arriba, artificial­
mente, en virtud de un mítico pacto, que faculta a los gobernan­
tes, elegidos de una u otra forma, para transformarla conforme
a la ideología dominante de hecho o a
la revolución triunfante.
No debemos olvidar que la macroeconomía,
la macropolítica
y la macrocultura resultan del conjunto de las microeconomías,
micropolíticas
y microculturas ( en sus respectivos ámbitos cuali­
tativos de extensión),
y que aquéllas no pueden absober a éstas
sin sufrir las consecuencias de la asfixia que de hacerlo las pro­
vocarían.
Si las incontables mentes que, de abajo arriba, forjan el or­
. den

vital, en su respectivo ámbito, fuesen sustituidas por unos
pocos cerebros directores que alimentaran a la masa con «cul­ tura de confección», a la que así moldearían
y manipularían, se
produciría la muerte de la libertad de pensar.
Bien es verdad que algunos tecnócratas
han pensado en la
unanimidad creciente de esas incontables mentes, en un pensar
(58) Cfr.: Michele Federico Sciacca, Perspectiva de la metaflsica en
Santo Tomás, Madrid, Speiro, 1976, cap. IV, págs. 75 y sigs.; Victorino
Rodrfguez O. P., «Antropología tomista y antropología actual en Sapientia,
XXX,

Buenos
Aires, 1975, págs. 51 y ¡¡jgs.; y Abelardo Lobato, O. P., «El
hombre como ser social. Análisis y comparación del pensamiento de Santo
Tomás de

Aquino
y Carlos Marx», en Verbo, 178, septiembre-octubre de
1979, págs. 1.007 y sigs., y «Pollrica y religi6n desde la perspectiva de la
religión humana», 5 y sigs., en Verbo, 159-160, págs. 1.007 y sigs.
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TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
colectivo. Pero éste, ¿setía puramente un eco colectivo, es decir,
un no pensar? O,
¿realmente, podría
ser fruto de una verdadera
interacción pensante?
Hace años (59) hicimos notar las apelaciones de algunos tec­
nócratas franceses a la mezcla de fantaciencia y de teología-fic­
ción de su compatriota Teilhard de
Chardin. Así, L. Armand y
M. Drancourt (60), después de considerar que hemos entrado en «la segunda fase de planetización», declararon que creían asistir
«a una comprobable convergencia de todos los factores de pro­ greso», que traducía «una aproximación de los elementos cons­
titutivos de la que Teilhard de Chardin denomina
la noosfera»;
y el equipo
tecnocrático del

neosocialista Club Jean Moulin ( 61)
aseguró que, en la verdadera etapa del socialismo hay, «para
ha­
blar como Teilhard de Chardin, una especie de punto omega». Para Teilhard ( 62) es previsible la aparición de una memoria
colectiva, que acumule experiencias y transmita una herencia
general de la humanidad. El desarrollo de un verdadero tejido
nervioso que envuelve la tierra entera -partiendo de ciertos
centros definidos---, mediante una transmisión cada
vez más

rá­
pida del pensamiento, y
la emergencia de una facultad de visión
común, más allá del mundo estético, de «un Universo fantástico
y no obstante dominable (maltrisable) de energía atomizada ... »,
nos muestra tangible y materialmente en tomo a nosotros
--dice-­
«la

envoltura pensante de la tierra
-la Noosfera- que multi­
plica sus fibras internas, cierra sus redes; y, simultáneamente,
su temperatura interior se eleva, su psiquismo aumenta». La re­
flexión humana que «hoy no es aún sino parcial, elemental»
(59) Sociedad de masas y derecho, II parte, cap. VII, n. 107 pági.
nas 430 y sigs.
(60) Louis Arrnand y Michel Drancourt, P/aidoyer pour /'avenir, París, Celmann Levy, 1961, introducción, p;igs. 17 y 23.
(61)
Oaude Brouclain (pseudonimo del equipo), Le socialisme et l'Europe, París, Ed. du Senil, 1961, cap. II, ¡mg. 90.
(62) Pierre Teilhard de Chardin, «Le gran événement qui se dessme,
la planétisation humaine», II; en L'avenir. del l'homme, París, Ed. du Sueil, 1959, p;igs. 167 y sigs.
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JUAN V ALLBT DE GOYTISOLO
pues «sólo por oposición a otros hombres uno llega a verse
por entero»- no alcanzará su acabamiento
y plenitud sino por
el advenimiento de la Planetización humana». Si
la primera hu­
manización se produjo al centrarse
la conciencia en el cerebro,
la segunda humanización consistirá en que la conciencia «suben­
tre en

el crisol de una Humanidad totalmente reflexiva sobre

misma». Así, estimando que el «espíritu de la Evolución» es una
masa humana con un flujo de fuerzas sympáthicas «nos perso­
nalizaríamos siempre más ( ... ), e incluso nos !!divinizaríamos"
por accesión a algún Ctisol Supremo de convergencia universal».
Paul Ramsey ( 63 ), subraya que Feinberg en The Prometheus
Pro¡ect, ha ampliado la conciencia colectiva a una «mancomu­
nidad de seres conscientes», «fuesen humanos, marcianos, del­
fines o I. B. M. 137.000», «amplificando
la conciencia median­
te
la fusión de todo ser consciente»; y, por su parte, pregunta
y responde: «¿De qué sería entonces consciente la conciencia?
Sería consciente de la conciencia ... » lo que nos recuerda la obje­
ción de Vico (64) al
cogito ergo

sum cartesiano, qué significa
conciencia
pero no ciencia que requiere conocer desde las causas.
Y ¿ qué conciencia es la que esperaba T eilhard de Chardin
cuando decía (65) que «el enorme exceso
de energía libre des­
plegado por repliegue de la Noosfera está naturalmente, evolu­ tivamente, destinado a emplearse en
la construcción de lo que
yo llamo su "cerebro"»? ... «La humanidad, progresivamente se
"cefaliza"» «en la Noosfera, una inmensa máquina de· pensar».
Me. Luhan ( 66) refiriéndose a la planetización a la que nos
llevan los medios audiovisuales y
electr6nicos, advierte:
«El ca-
(63) Paul Ramsey, El hombre fabricado, III; ed. en castellano, Ma­
drid, Guadarrama, 1973, págs. 178 y sigs.
(64) Gi,ambattista Vico, «Seconda risposta al "Giornale dei litteratti
d'ltalia"», cfr. en Oppere, Ed. cuidada por Fausto Nicolini, Milán-Nápo­
les,

Ricardo Ricardi, 1953,
págs. 361 in fine y sigs.
(65) Teilhard de Chardin, «La formation de la "Noosphere"», e; en
L'avenir del l'homme, pág. 220.
(66) Marshall Me. -Luhan; Contraexplosi6n, ed. en castellano, Buenos
Aires, Paidos, 1971, pág. 42.
760
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TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
parazón se fue adentro, los órganos afuera, Las tortugas de ca­
parazón

blando se vuelven defectuosas. Ese es nuestro estado
actual. Pero cuando un órgano sale ( oblación) se insensibiliza.
Para sobrevivir,
el. sistema

nervioso central se ha insensibilizado;
es decir, con
la electrónica entramos en la era de lo inconscien­
te,
y
la conciencia da un viraje hacia los órganos físicos, aun
en el cuerpo político. Cuando el sistema nervioso central va
hacia afuera,
hay un gran aumento de la conciencia física y una
gran caída de
la mental».
¿Cómo
particaparía el
hombre en
esa megamáquina
biológi­
co-espiritual o técnico-electrónica ( o en una combinación de
am­
bas)

sin detrimento de su inteligencia personal, al transferirse,
fuera de
él, el sistema decisional a una. instancia colectiva que
le sobrepase? La respuesta preocupa a Claudio Finzi (67). A su
juicio se degradaría,
comq insecto

social, a una vida semiani­
mal de una racionalidad funcional, con la consiguiente regresión
psíquica
y biológica que, . a su vez, repercutiría en la propia en-.
tidad

colectivizada. Pero, cree que, antes de llegar a ello, en
esa transformación se provocarían violentas convulsiones, que
imposibilitarían cualquier ulterior evolución en dirección alguna,
dada la resistencia humana a someter su inteligencia al pensa­
miento colectivo de la termitera o
a transpasárselo a una calcu­
ladora ... ¿No está insinuándose ya esa rebeldía?
8 . . Frente. al totalitarismo se contrapone el pr;ncipio de sub­
sidariedad que «hunde sus raíces en la naturaleza del hom­
bre»

(
68) y
se
engarza en el orden natural

de las cosas ( 69 ),
(67) Oaulio Finzi, JI potere tecnocrático, IV,. Romo, Bulzoni, 1977,
páginas 166 y sigs.
(68) CTr. Hugo Tagie, «El principio de subsidiariedad», eo Persona
y Derecho, III, 1976, pág. 148.
(69) Cfr.
nuestro estudio «Fundamento y soluciones de la organizo­
ci6n por cuerpos intermedios», I, e, Verbo, 80, diciembre de 1969, pác
ginas 979 y sigs., o en Datos y notas_ acerca del cambio de estructuras,
Madrid, Speiro, 1912 -o Cambio de .. estructuras, México, Offset Altamira,
1973, págs. 217 y sigs.
761
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JUAN VALLHT .DE GOYTISOLO
orden trascendente, obra . de la creacion divina, en un mundo
que, si bien Dios confió al hombre, como causa segunda, éste,
como tal, tan sólo
ha de conformar dentro del orden físico y
moral establecidos por aquél, como la causa-primera, y adecua­
damente a su propia naturaleza humana, también creada por
Dios (70). Ese orden natural no impone al hombre un
determinismo
que elimioarfo toda libertad, que sería arrastrada por el viento
de la historia, como pretendía el positivismo cientifista del si­
glo pasado (71), sino que le deja un
amplísimo margen,

de
modo tal que, según se emplee la libertad humana, puede pro­ ducir orden o desorden, con las consecuentes reacciones previstas
en el orden universal
y eterno, establecido por la Providencia
divina, según expresión de Giambattista Vico ( 72 ). En ese orden, cada hombre conjuga su libertad con su socia­
bilidad. Su propia naturaleza pide que, recíprocamente, ambas se
potencien, evitando que la segunda ahogue la primera
y, a, la
inversa, que ésta imposibilite el desenvolvimiento de aquélla. La
sociedad es algo más. que la simple .adición de. individuos, pero
no es una realidad sustantiva indepeodierite de los seres que la
componen. Y el hombre no es fruto
de las relaciones sociales,
pero tampoco

sin éstas se
realiza como

hombre (73 ).
(70) Cfr. Santo Tomás de Aquino, Summa Tbeologiae, 1, q. 103, 2, 3
y 6; y nuestro comentario en «Perfiles jurídicos del Derecho natural en
Santo·-Tomás de Aquino», § 3, en Estudios jurídicos en homena;e al pro­
feror Federico de Castro, Madrid, LN.E,J., ~976, vol. 11, págs. 707 y sigs.
(71) Cfr. nuestro estudio «Revolución, historicismo y tradici6n en ... »,
11, en Verbo, 128-129, págs. 1.037 y sigs., o en Revolución;· historicismo
y tradiczón, págs. 175 y sigs.
(72) Giambattista Vico, Scienza nuova, lib. 1, sec. 111, págs. 331, y
ºCo_nchiugione d'elt opere", ns. Lló2 a· 1.106; dr. en Opj,eré, págs· 479
y siguientes y 866 y sigs. Para su comentario, cfr. nueStto estudio· «La· Ju­
risprudencia y su reláci6o con la t6pics en ll>. concepción de Giambattista
Vico»-, riS. 10
a '19, eh Rev. de ·Est; YoUticos: 206-207, mmo-junio,.-.ae,
1976, págs. 1f4 y slgs. - --
(73)'. A. Lobato; '«1!f hombre éomo 'ser oociai», 1; f;' Verbo, 118, pá:·
ginas 1.009 y sigs.
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TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
Esto requiere una interacción, consistente en una complemen­
tariedad
y mutua ayuda, que presupone una desigualdad, que no
significa necesariamente superioridad de valor· esencial, ni con­
tradice que seamos esencialmente iguales. Observemos: hombres
y mujeres, padres e hijos; jóvenes, adultos y viejos; maestros y
discípulos; aportantes de iniciativas, de bienes, de organización
y de trabajo; sabios, guerreros, técnicos y obreros. «¿Qué inter­
cambio -pregunta De Corte ( 7 4 )-habría en una sociedad de
iguales fuera de un comercio
falaz y vano?».
Esa interacción realiza dinámicamente la sociedad: Y, en ésta,
con ella, cada uno de sus miembros participa
y, al hacerlo, con­
fiere a
la multiplicidad un cierto sentido de unidad funcional
superior.
La veradera participación (75), como armonía de lo múlti­
ple con lo uno, desde
la complementariedad de las participacio­
nes integrantes, requiere diversidad de competencias en
la unidad
superior
y de cada elemento de la pluralidad; y permite que, a
su vez, las diversas unidades se complementen de igual modo en
su pluralidad, coparticipando e integrándose en sucesivas unida­
des superiores, y así sucesivamente, en sus respectivas compe­
tencias.
La pluralidad de competencias, · diversificadas y escalonadas,
en dinámica interacción, determina el principio de subsidiarie­
dad, de un modo natural, a partir de los elementos más simples
hasta los más
complejos de

cada cuerpo integrado, por orden de
complejidad
y extensión, y en la medida de cuanto no puedan
realizar
los. más

simples
y elementales, por ese mismo orden,
formándose sociedades· de sociedades.
Tales integraciones tienen como base
la realización de un
fin común que determina
el. bien

común de cada comunidad
P6).
(74) Marce! de Corte, «La educación política», 2, en Verbo, 59, pá•
ginas 638 y sigs.
(75) Cfr. nuestro artículo «La participación como interacción entre lo
múltiple;:_-y lo uno», en Algo Sobre temas de hoy, Madrid, Speiro, 1972,
páginas .217 y sigs. '
(76) Cfr. Santo Tomás de Aquino, S. Th. II•-II.,; q. 90, a, 2, ad. 2,
763
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO.
Ese bien común es . d fundamento inmediato dd principio
de
subsidiariedad
que, como
explica
d profesor
González Alva­
rez ( 77
),. puede

expresarse en las tres siguientes fórmulas:
l.' El individuo y la comunidad menor deben hacer cuanto
puedan en favor
dd todo,
precisamente en razón
dd bien
co­
mún en
d que

están empeñados
y comprometidos como personas.
2.' La sociedad no puede privar al individuo de su misión
ni a las comunidades menores del ejercicio de sus tareas, preci­
samente también en
razón· dd bien

común.
3.' La sociedad debe prestar ayuda solidaria a los indivi­
duos, formas
sociales menores y órdenes comuntarios subordi­
nados, por exigencias indudibles
dd bien

común.
La solidaridad y la subsidiariedad se complementan en la
verdadera vida social. Se trata de un pluralismo fundado en la naturaleza social
dd hombre

que muestra
la propia realidad, reflejo dd orden
ontológico
de la creación trascendente al hombre. Pluralismo real
contrapuesto a los pluralismos ideológicos, fundamenralmente de
los partidos políticos de las democracias modernas, que se dispu­ tan
d monismo,

por inmanente absoluto e incondicionado, que
comporta la divinización
dd poder

político que monopoliza. la
pretendida
aliénation totale dd pueblo (78 ).
9. Ese orden ontológico tiene raíces ónticas, existenciales,
desde los órdenes más dementales de la naturaleza física y bio­ lógica. En la síntesis de
Louis de Broglie (79) en materia de mecá­
nica ondulatoria, Rueff ( 80) ha creído
hallar «una filosofía cuán-
. (77) Cft. Angel· González Alvarez, «El principio de subsidiariedad y
la naturaleza del hombre•, III, en Verbo, 191-192, enero.febrero de 1981,
ptlginas 29 y sigs.
(78) Francisco Canals Vida!, «Sentido del principio de subsidiariedad•,
en Verbo, 191-192, págs. 24 y sigs.
(79) Louis de Broglie, Matiere et lumiere, París, Albin Michel, 1937.
(80) Jacques Rueff, Les Dieux et les Rois, Par!s Hachette, 1968, ca­
pitulo
II, 6; pág. 65.
764
Fundaci\363n Speiro

TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
tica del universo, aplicable no solamente a las ciencias físicas,
sino también a las ciencias humanas», que esclarece problemas
que preocupan al economista y al sociólogo: «El individualismo
subsiste en tanto no es sometido
. a

vínculos de interacción
de­
masiado

intensos.
En la medida en que éstos se tornan más efica­
ces, la individualidad se atenúa y puede desaparecer casi por en­
tero en la sociedad fuertemente integrada
de los .regímenes tota­
litarios o de "órdenes" muy disciplinados» (81).
Desde sus experiencias en el mundo zoológico, también el No­
bel, Konrad Lorenz (82), muestra su profunda preocupación por
la que denomina «una doctrina pseudodemocrática de hoy»,
estimativa
de que «la condicionalidad ilimitada del hombre es
sumamente deseable», y de que las manifestaciones «que con­
tribuyen a la pérdida del carácter humano son extraordinaria­
mente deseables para una mejor manipulación de
las masas».
Las élites son necesarias, pero no articuladas tecnocrática o
tecnoestructuralmente para manipular masas, desde fuera
de ellas
y desde
arriba, mecánicamente,

sino integradas biológicamente,
en todos los niveles dentro del organismo social, ascedentemen­ te desarrollado, con vitalidad propia, con
élites verdaderamente
sociales.
Como

subraya Atthur Koestler ( 83 ), en la naturaleza existe
una tendencia
de «formación» de ámbito universal, hacia «el
desarrollo espontáneo de estados de mayor heterogeneidad
y com­
plejidad». «La evolución
-dice-pasa de la unidad a la diver­
sidad y de aquí a formas elevadas de diversidad, creando el
9rden
del

desorden, ideando pautas donde antes no existían». Esta ten­
dencia muestra un
principio «creador

omnipresente», «fundamen­
tal para la vida»,
en virtud cÍel cual el todo es tan .necesario a
(81) Ibld., 7, págs. 75 y sigs.
(82) Konrad Lorenz, Los ocho pecados mortales de la humanidad ci­
vilizada VIII; cfr. ect en castellano, Esplugas-de Uobreg'at, Plaza y Janés,
1973, p,!g. 101.
(83) Arthur Koestler, «El misterioso orden del desorden», ABC, do­
minical, 27 de octubre de 1974.
765
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOW
fa parte como. ésta lo es al todo; en una ;ecíproca interacción
que

requiere que aquélla no sea absorbida por éste.
Rueff ( 84) señala que esta interacción,
que. se

inicia entre
fas partículas

más elementales, continúa a niveles superiores, y
así se forman nuevos «órdenes» y «niveles de organización», que
no pueden constituirse sino a partir del orden inmediatamente
anterior y que, se extiende a los seres, las parejas, las familias
y las innumerables variedades de sociedades animales, y, a partir
del hombre, a la compleja jerarquía de sociedades humanas,
fa­
milias, tribus, empresas, ciudades, naciones y, desde fecha recien­
te, comunidades o sociedades de naciones. En vista de lo cual,
el propio Rueff estima innecesario preguntar si queda esclarecido
«el problema, tan frecuentemente discutido, en el plano político
de

las "colectividades intermedias"».
El etnólogo Claude Lévi-Straus
(85} advierte

«que la evolu­
ción de

nuestras grandes sociedades modernas tiende a pulveri­
zar los cuadros intermedios, a reducir los individuos a átomos
intercambiables y a desposeerlos en provecho
de. un

poder cen­
tralizado y
anónimo»; y

confronta esta .tendencia con las
socie­
dades

de tipo tradicional, en las que existen
los. que
denomina
«niveles de autenticidad», que «reposan sobre bases concretas»,
en las cuales «los individuos, porque pertenecen a una multitud
de pequeños cuerpos de orden familiar, .profesional, local, reli­ gioso,
corporativ~: etc.,

tienen (o
t~fan) el s~timiento de
que
cada uno ocupa
u11¡1 posición

muy precisa, lo que le permite
distinguirse de los otros, y tiene el sentimiento de que ejerce
una función irreemplazable,
de que posee una originalidad pro­
pia». Y concluye: «Pienso que, en todo ·caso, nada hay más trá­
gico que una sociedad que
no está constituida sino por una pol­
vareda de individuos. Para la misma protección de estos indivi­
duos, los cuerpos intermedios me
P.arecen indispensables».
(84) J. Rueff, op. cit., cap. I, 3, págs. 33 y sigs.
(85) Claude Lévi-Straus, «L'ideologie marxiste, comuniste et tota1itáii-e
n'ést
qu'une

ruse de
11iistoiré»<, "entretien" -con JEAN MAR.m BÉNorsT,, en
Le Monde, 21-22 de febrero de 1979.
766
Fundaci\363n Speiro

TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
10. La ciencia, pues,. viene a confirmar algo que en el cam­
po político y social ya habían advertido
Burke (86) y Tocque­
ville (87)
y que en España, desde Magín Ferrer (88) y Donoso
Cortés (89), han defendido regionalistas tradicionales (90), fo­
ralistas (91), tradicionalistas (92), habiendo tenido su
máximo
expositor

en Vázquez de Mella (93),
y que vienen manteniendo
muy prestigiosos autores como hemos mostrado en un reciente estudio ( 94 ).
(86) Edmund Burke, Reflexiones sobre la Revoluci6n francesa, II, cfr.
ed.
Buenos Aires, Dictio, 1980, págs. 281 y sigs., y 313 y sigs.
(87) Alexis de Tocqueville, L'ancien Régime et la Révolution, Lib. I,
caps. II y V; cfr. ed. París, Gallimard, 1952, págs. 85 y sigs., y 94 y sigs.,
y De la democratie en Amérique, vol. II, lib. III, cap. VII, ed. París,
Gallimard, 1961, págs. 328 y sigs.
(88) Fray Magín Ferrer, Las leyes fundamentales de la monarquia es­
pañola, según fueron antiguamente y según conviene que sean -en la dpoca
actual, Barcelona, Imp. Pablo Rivera, 1834; en especial II parte, cap. III,
ns. 57,
66, y 72, págs. 77 y sigs., 91 y 94.
(89) Juan Donoso. Cortés, «Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo
y el socialismo», cap, III, en
Obras completas, ed. Madrid, BAC, 1970,
vol. II, pág 521.
(90) -Cfr. en especial Josep Torras y Bages, La tradició catalana,
cfr. 2.• ed:, Vic, Vda. Ram6n Anglada, 1906, en especial págs. 58 y sigs,,
68 y sigs., .Y 144 y sigs.
(91) Especialmente cfr. Joaquín .Costa, La libertad civil y e] Congreso
de Juristas Aragoneses, Madrid, Libt .. Gral. de Jurisptundencia, 1883, ca­
pitulo VI, págs. 177 y sigs. . . .
(92) Cfr., como síntesis, Francisco Elías de Tejada y Spínola, Rafael
Gainbra Ciudad· y ·Francisco Puy Muñoz, ¿Qué es el carlismo?, Madrid,
Escelicer, 1971, en especial n. 7, págs. lÍl y sigs. y n. 9, p4gs. 143 y sigs .
. \93) JuaÍí Vázquez de

Mella,
Discursos: en el Parlamento de 30 de
mayo dé
1893, eti el Parque de la Salud de Batcelona, de 17 de mayo de
1903, én' el Parlámento· de 18 y 22 de jllllÍo de 1907, y eti la Semana
Regionalist'ÍI de Santiago de Compostela de 31 de julio de 1981; dr. en
la atitolog!a Regionalismo y Monarqula, Madrid, Rialp, 1957, págs. 57,
69: ldi y:sigt;,; 296_.y·:síg's-;··y 448. Patif"unlf sínteSis. de esta concepci6.n
de Mella; &: Raimundo de. Miguel, BZ-Soéledalismo de don Juan V6zquez
de Mella; Sévilla, Ed. · Cát6lica Espaliola, 1979 ..
~-"(94) ·ctt:·· nU:estto'··estudía;· «Dfoersas perspectivas "de ·las opciones a
favoi-·-de lcis cuetpoS .. ·llltettnediOs».(~n -V erho/ 193-194, 'ínarzo--abril 'de 1981 ~
767
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
Aquí sólo añadiremos dos referencias.
La primera del presidente Pompidou (95) quien, en su obra
póstuma, ante la
amenaza tecnocrática
que expone inquieto en
el texto que más arriba hemos leído, busca, como remedio, insti­
tuciones «que en todas las etapas
de la vida, en todos los esca­
lones de la sociedad, en todos los marcos en que se inserta
la vida individual -familia, profesión, provincia, patria- ase­
guren el
máximo de
agilidad y de libertad». Se trata, así, «de
limitar los poderes del Estado, de no dejarle más de
Jo que

es
de su propia responsabilidad, que en nuestros días ya es inmen­ sa; de dejar a los ciudadanos
la gestión de sus propios asuntos,
de su vida personal,
la organización de su felicidad tal y como
ellos la conciben, con el fin de escapar a esa funesta inclinación,
que bajo pretexto de solidaridad, conduce derechamente al
rebaño».
La otra referencia es de un prestigioso autor actual, de los
Estados Unidos, el profesor Robert Nisbet (96), quien denuncia que Rousseau acabó «cayendo en el mito del Estado totalitario
que supone el concepto de voluntad general, con su correspon­
diente eliminación de todas las formas de comunidad y asocia­
ción que no deriven directamente de ella». El, en cambio, parte
de «la creencia de que, en cada aspecto,
el. orden social ha de
disfrutar una libertad
máxima que

le pertnita
realizar sus

fines»
y estima importante «hacer todo lo posible para evitar la intromi­
sión de una institución como el Estado político en zonas de in-
páginas 299 y sigs., O en Tres· ensayos: Cuerpos intermedios, Representación
política, Principio de subsidiariedad, Madrid, Spciro, 1981, páginas ·5 }'
siguientes. En torno al tema general de los cuerpos intermedios; cfr. Mi·
che! Creuzet, Los cuerpos intermedios, 2.• ed. eh -castellano, Madrid,
Spdro, 1977; y la actas de la VI Reuni6n de amigos de la Ciudad Cat6-
lica, Contribución at -estudio de las cuerpos intermedios, Madrid, Spciro,
1968, y específicamente en materia-de economía y trabajo,· Jean Ousset
y Michel Creuzet, Estructuras econ6micas y sindicales. El trabaio, Madrid,
Speiro, 1%4, II parte, págs: 79 y ·sigs. ·y III parte; p,!gs. 133 y sigs.
(95) Georges Pompidoo, op. cit., cap. final, págs. 158· y sigs. ·
(96)' Robett N1Sbet, «La· restauración· de la autoridad•, I, én Revista
de Occidente· III, Epoa1, n. 20--21 junio-julio de 1977, págs. 40 Y sigs. ·
768
Fundaci\363n Speiro

TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
fluencia que corresponden a otras instituciones». Por ello, pro.
pugna que «florezcan el localismo, el regionalismo y el espíritu de asociaci6n voluntaria», para lo cual «el poder que esgrime
el gobierno habrá de distribuirse
entre el

mayor número de ma­
nos posible»; no en «manos políticas, abstractas y desocupadas de lo social», sino en las «que vemos realmente en el orden so­
cial, la de los
trabajadores, de

los empresarios, los profesionales,
las familias y los barrios»; pues la
centralizaci6n «provoca

la
apoplejía en el
centro y

la anemia en las extremidades».
Como requisitos, que
podríamos calificar

de intrínsecos, pata
el correcto funcionamiento de los
cuerpos sociales

básicos y las
asociaciones voluntarias que constituyen
~unas y

otras- los
cuerpos intermedios, propone Nisbet (97), los siguientes:
-Autonom/a funcional, de modo que, dentro de su ámbito
social, gocen de la
máxima libertad
para el logro de sus fines
específicos, apattándose de la mentalidad simplificadora y con­
formista de la concepci6n
racionalizadora, que

tan equivocada
ha resultado con sus consecuencias, alienantes y masificadoras,
por un lado, y totalitarias y
tecnocratizadas, de

otra.
-Descentralización, para que el gobierno de los cuerpos
intermedios quede en manos de sus propias élites.
-Jerarqu/a social, consecuente a la estratificaci6n de fun.
clones, que el poder arbitrario y" la obsesi6n igualitatia han ido
destruyendo.
-Tradición, basada «en los mecanismos incomprensibles
pero efectivos del orden social, en
la costumbre, en los usos tra­
dicionales de un pueblo y en los innumerables medios de adapta­
ción con que los seres humanos demuestran ser dueños de su
destino de forma que los
gobiem"as no" pueden ni siquiera com­
prender»; y que «constituyen
la verdadera esencia de la morali­
dad y, podo tanto,

la resistencia a
la opresi6n y a la corrupción».
En ello coincide con el
científico Karl

Lorenz (98), que ex-
(97) R. N"ISbét, op" cit", I, págs 42 y sigs.
(98) Karl Lorenz, op" cit", cap" VII, págs. 75 y sigs.
769
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JUAN V ALLBT DB GOYTISOW
plica el valor para la cultura que tiene . la tradición acumulativa
del saber orgánico adquirido mediante la tradición; y advierte
de
las consecuencias perniciosas que el incesante arrinconamien­
to de la tradición paterna produce a los jóvenes. ¡Hoy se redescubre lo
que siempre

sostuvieron los tradicio­
nalistas españoles! (99).
11. Para revitalizar
la sociedad, desmasificándola, liberán­
dola del totolitarismo tecnocratizado, es necesario comenzar des­
de sus bases. Sería contradictorio efectuarlo desde arriba, im­
perativamente, mecánicamente.
Lo biológico, lo vital tiene sus
leyes naturales, sus requisitos. La imagen de las plantas es ex­
presiva,
y se ha repetido muchas veces.
El cuerpo social primero, más básico es
la familia; y tras el,
inmediatamente siguen, en
el orden político, el municipio y, en
el económico, la empresa que comenzó siendo prolongación suya,
como aún lo son las pequeñas explotaciones agrarias y algunas
artesanales. En una ponencia en uno de los Congresos de Lausanne, Mar­
ce! de Corte ( 100) explicaba que una sociedad, «aunque por mi­
lagro saturase las necesidades materiales de todos los hombres indistintamente, no puede sobrevivir:
l.') si interiormente no
está entramada por esos nudos difusores
de la vida que son las
comunidades naturales;
y 2.0 ) si sus diversas actividades produc­
toras no se someten a una concepción del universo, .del ~mbre,
de su principio y del destino hum~o, conforme con la realidad
de las cosas». Para ello, se
· trata

«de salvar de las presas del aparato
po­
lític_o y económit?» a las «comunidades naturales o semfu_atura-
. (99) Rafael Gambra, «Diagn6sticos y terapéuticas», en Bso que llaman
Estado, Madrid, Escelicer, 1958, pág. 173.
(100) Marce! de Corte; Bl Estado y el dinamismo de la economla,
Comunicación en el Congteso del Offiée Internacional en 197ff en Lau­
sanne; cfr. en Verbo, 87-88, agosto-septiembre-octubre de 1970, · páginas-
699 y sigs., o en Patrias-Nddones'-Estailos, Madrid, Speiro, 1970, p,lginas
77 y siguientes.
'110
Fundaci\363n Speiro

TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
les que subsisten todavía en una comunidad industrial»: las em­
presas, donde se mantienen todavía las características de una sociedad natural: «la solidaridad,
la subordinación en la jerar­
quía de los sujetos que la componen», «englobados en un mis­
mo destino», «unidos entre sí por relaciones de interdependencia
recíproca y de orden vertical que las hace parecerse estrechamen­
te a las de una familia». En
la empresa «nacen y se. desarollan
los
valores propios de toda comunidad natural: la devoción, la
responsabilidad, el servicio,
la mutua ayuda y, además, el gusto
al trabajo bien hecho». En ella se encuentran los «últimos re­
cursos de
la vida social real». Se trata de defenderlos, ya que
están a

punto de agrietarse aquellas empresas «en que las re­
laciones sociales efectivas entre los miembros, no pueden anudar­ se normalmente», en particular «dado su gigantismo».
Pero, la salud de las empresas requiere que se las salve de
múltiples riesgos y,
entre ellos,

el de su tecnocratización. No ol­
videmos que en ellas, en USA, fue donde primero se detectó
la tecnocracia (101) y, en ellas, se ·ha descrito la tecnoestruc-
~N (1~~ .
Pero sería inútil destecnocratizar las empresas -cosa muy
distinta de un absurdo
destecnificar que, nadie sensatamente
puede

pretender-
si. no
son corregidos los presupuestos que
conducen a su tecnocratización. Es decir: la racianalizacióri
· me­
ramente

cuantitativa; la operatividad
meéáriicamente impuesta
desde

centros planificadores, la reducción de
fos mandos inter­
medios

a simples correas de transmisión de órdenes, la falta de
autonomía de las secciones y talleres. En suma: la evaporación
de la responsabilidad por diluirla, la carencia de cooperación y
comunión, la desaparción del estímulo moral que produce
la sa­
tisfacción

por el trabajo bien hecho.
Para sintetizar
podríamos decir

que es preciso liberar y
. es-
(101)" James Burnhanm, La revolución de los directores, dr: ed. Buenos
Aires, 1962.
(102) Cfr.
John Kenneth Galbraith, El nuevo estaJo industrial, ed. Es­
plugas de Llobregat, Ariél, · 1967. ·
771
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JUAN VALLET DE GOYTISOW
timular los sentimientos de entrega vivificadora de la realidad
por el propio sujeto
(éclatement), el compromiso (engagement)
de éste, y una relación de domesticación (apprivoisement) con
las cosas como obra propia, haciéndolas substancia humana, como
-recogiendo la terminología de Saint-Exupery- explica Rafael Gambra (103).
12. Trataremos, para concluir, de repasar de arriba-abajo
los puntos calientes en los que se halla la clave de
la problemá­
tica que nos preocupa en
el ámbito de la· empresa.
a) Ante todo hemos de proclamar la libertad de empren-
der, punto básico del principio de subsidiariedad, justificada también por los hechos de los que resulta que es
el medio más
eficaz

para producir riquezas, que proporciona al hombre un
medio inestimable de
traducir en

hechos sus gustos de inciativa
y de acceder por sus propios méritos personales a puestos de
responsabilidad
y decisión; y porque la libertad de empresa re­
clama
y protege, por su misma esencia, las otras libertades eco­
nómicas e incluso políticas ( 104 ).
b) La titularidad de la empresa, por lo menos en cuanto
a su núcleo dirigente, es preciso que conserve, lo más posible,
el sentido personal de la propiedad; que no se pierda la inme­
diatividad
de

la relación hombre-cosa,
ni se produzca una total
disociación de la titularidad con
la. gestión y la responsabilidad,
desolarizándose de lá empresa reducida a capital realizable en el
momento
juzgado oportuno.
Se
ttata de que, en este aspecto, la empresa se estime, por
su núcleo- dominante, mucho más como patrimonio, con que el
propietario se siente comprometido y vinculado, que como sim­
ple
capital del que sólo se piensa como dinero ( 105).
(103) Rafael Gambra, El silencio de Dios, cap. III y IV, Madrid,
Prensa Espaii.ola, 1968, · págs. 38 y sigs. y 69 y sigs.
(104) Cfr.-Tierry Schmitz, «Justicia, economfa y respeto del hombre»,
en Verbo, 188, septiembre-octubre de 1980, págs. 113 y sigs. ·
(105) Cfr. al respecto nuestrcs estudios «De la propiedad al capita
lism.o anónimo y a la propuesta de reforma de la empresa», en kev. De
772
Fundaci\363n Speiro

TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
c)
La acción del Estado debe respetar el principio de sub­
sidiariedad.
en materia económica.
Y, consecuentemente, debe percatarse de su auténtica dimen­
sión de árbitro de
la libertad del mercado que purifique la libre
competencia;
y, por lo tanto, no debe ser a la vez juez y parte,
árbitro
y jugador, supuesto en el que fallará en ambos conceptos,
por partida doble ( 106 ). Ha de velar fundamentalmente en esa función arbitral para impedir
la explotación de la mano de obra,
la, manipulaciones indebidas,
la competencia desleal extranjera
(política de exportación agresiva, dumping, etc.) o interior (trusts,
monopolios, ententes, holdings, etc.). Así, el Estado, quedaría
reducido a sus funciones esenciales
y liberado de las econó­
micas

que no le son propias, con lo que se expurgaría de sus
excrescencias parasitarias, podría reducir y simplificar su presión fiscal (107).
Para ello, es preciso que las empresas, a su vez, n9. inci4ªn ~­
ejercer la calificada por De Corte de economía al revés, sobre­
pasando
la demanda y reclamando que el Estado mantega artifi­
cialmente

los excesos de producción, amputando
.así sus intere­
ses

del bien común
y alentando, con el crecimiento artificial, el
intervencionismo estatal (108),
y, con éste, su tecnocratización.
d) Es imprescindible mantener en la empresa su jerarquía
natural. La denominada democracia industrial debe
· ser rechaza­
da

con sus fórmulas de cogestión
y autogestión impuestas ( sin
perjuicio de que voluntariamente pueden crearse las cooperativas
recho Privado LII, septiembre_ de 1968, ns, 1 y 2, págs. 46 y sigs., ·o en
Sociedad de masas :v Derecho, 11 parte, cap. V; ns. 84 y 85, págs. 347 y
siguientes, y «Capitalismo-Socielismo-Tecnocracia», en Verbo, 101-1"02, pá­
ginas 75 y sigs., o en Datos y notas sobre el cambio de .estructuras, pá­
ginas 5 y sigs.
(106) Cfr. Gustave Tribon y Henri de Lovinfosse, Soluci6n social,
I parte, cap. IX, ed. Madrid, Magisterio Espafiol, 1977, págs. 131 y
siguientes.
(107) Ih/d., I parte, caps. X, XI, XII, XIII y XIV, págs. 137 y
siguientes y Principios para una sana economia:, págs'. 207 y sigs.
(108) De Corte, loe. últ. · cit;, pág. 79.
773
Fundaci\363n Speiro

]UAlf V ALLET DE GOYTISOW
o sociedades con fórmulas de aquellos tipos, en base de la liber­
tad creadora, pero nunca impuestas, directa ni indirectamente).
La misma
naturaleza de toda empresa muestra sus dificulta­
des
y las experiencias, pasadas y presentes, no les son favora­
bles ( 109).
Indudablemente, la participación es necesaria en todos los
aspectos;
pero la de cada cual en su sitio, no la de todos en la
cumbre, sino en todos los niveles de la jerarquía, de cada uno
en su propio terreno y nivel ( 110).
e) Ello nos lleva al punto más importante de la estructu­
ra de la empresa, en lo más íntimo de ella
y a su articulación
orgánica, con un ambiente participativo
y conforme al principio
de subsidiariedad,
que implica,

como muy bien
ha dicho An­
drés Marcelo Sada ( 111 ): identificación e integración, solidaridad
(109) Cfr. al respecto: Adolf Sturmthal, La participación ouvriere a
l'Iist et a l'Ouest, París, Les Ed. Ouvril:res, 1967; Pierre de Calan, Re­
naicense des 'libertés economiqueS et sociales, París, Pion, l.963; Louis
Daujarques, «Le neo-dirigiSJlle technocratique», en Verbo, 65-66, páginas
479 y sigs.; Louis Salieron, Le_ fondement Ju-pouvoir dans l'entreprise,
París, Entteprise Modeme d'Editions, 1965; «La participation cians l'en­
tteprlse», en ltineraires, 99, enero de 1966, -págs. 59 y sigs.; «La demo­
aatie dans l'entreprise», Itineraires, 101, marzo de 1966, págs. 57 y sigs.;
«Poder y propiedad en la empresa. Sobre un hbro de Bloch Lainé•, en
Verbo, 28-29, págs. 421 y sigs.; «¿Es posible una fórmula de. autogestión
en la empresa?», en Verbo, 161-162, enero-febrero de 1978, págs. 209 y
siguientes. Véase también nuestro estudio últimamente citado en R. D. P.,
septiembre de 1968, ns. 3 y 6 sigs. págs. 721 y sigs. y 725 y sigs. · en So­
ciedades de masas y ... , cap. últ. · cit:, ns-; 86, 89 y sigs., págs. 35) Y sigs. Y
361 y sjguientes.
(110)

Cfr.
Dé Calan, op. cit., cap; V, págs. 137 y sigs., y Henri Char,
lier, «Error de confudir gobierno y administración y necesidad· social de
restaurar
las
c'o:tPoraciones · y -los · demás organisnios naturales», en Verbo,
55, .págs. 362 y .;sigs.; -así coino ·nueStto estudio últ. 'cit., R. D. P., septiem;
bre n. 8, págs. 728 y sigs., o en Sociedad de masas y ... , n. 91, págs. 367
y siguientes.
(111) Andrés Marcelo Sada, «La empresa humanista•, crf. en Verbo,
181-182, enero-febrero de 1980, págs. 202 y sigs.
774
Fundaci\363n Speiro

TECNOCRACIA, TOTALITARISMO Y MASIFICACION
social y respeto a la dignidad del trabajador; trabajo en grupos
autónomos que realicen un proceso completo,
y organicen su
trabajo, que
compartan tareas

agradables
y desagradables, de
terminen sus reglas
y sistemas y se responsabilicen de. la calidad
de su producción.
¿Cómo, para lograr esto, ha de articularse
· el

trabajo en
· la
empresa?
Nuestros amigos franceses del Centre d'Etudes des Entre­
prises
(C. E. E.) han efectuado notables experiencias a este res.
pecto. Una de las básicas
ha sido expuesta y la hemos publicado
traducida al castellano en
Verbo ( 112); y puede resumirse en el
siguiente índice: Rechazo del método Taylor
y relegación de la
ºOficina de Métodos"; formación, adecuada elección, autonomía
y responsabilización de los jefes de taller; reuniones de contra­
maestres, para cambios de impresiones; poli valencia de
los tra­
bajadores

(113).
f) El principio de subsidiariedad determina también, bas­
tante claramente, una adecuada estructura sindical, que reclama
la separación

de gremios por profesiones
y por oficios, --como
han señalado Ousset
y Creuzet ( 114 )--y la distinción de gre­
mios y sindicatos, de modo que sólo dentro de cada gremio se
mueva la sindicación, voluntaria (115)
y ajena a toda ideología
política. Los sindicatos de masa, no sólo teóricamente, sino
tam­
bién de hecho, conculcan constantemente el principio de sub­ sidiariedad: al transformarse en grupos de presión que violan
la libertad de las empresas, incluida la de sus trabajadores que son objeto de coacciones;
y no sólo frente a las empresas sino
(112) C. E. E., «Clima humano de las empresas y eficacia de la pro­
ducci6n», en V erho, 183-184, marzo-abril de 1980, págs. 461 y sigs.
113) Respecto de los requisitos del mando, cfr. CEE, «Mandar ¿en
nombre de qué?», en Verbo, 187, julio-agosto de 1980, págs. 923 y sigs.
(114) Jean Ousset y Michel Creuzet,
op. cit., II y III partes, pági­
nas 79 y sigs.
(115) Clr. C6digo social de Malinas, n. 121, que .recuerda la fórmula
«el sindicatcf m,re en -la profesi.6n orga.bizada~,_y_ a~~ que -~port~-.·«no
confudir la autoridad profesional ·y Jós· sindkatós». · · · ·
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JUAN V ALLET DE GOYTISOW
también incluso frente a las corporaciones económicas y al Es­
tado, con repercusión perjudicial para los consumidores. En
las relaciones del sindicato con la empresa, el principio
de subsidiariedad delimita las funciones de ésta que aquéllos no deben invadir. Especialmente debe evitarse
la formación de
jerarquías paralelas, que producen un cortacircuito en las relacio­
nes entre los trabajadores y la ditección, que sólo han de circu­
lar, como corresponde, a través de
la propia jerarquía laboral,
para lo cual
se precisa

la debida autoridad de los capataces, je­
fes de taller
y demás mandos intermedios (116).
(116) Patrie Jobbé-Duval, «La acción en la empresa frenre a la sub­
versión», 5, en Verbo, 165-166,"mayo-junio de 1978; págs. 643 y sigs.
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