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Número 207-208

Serie XXI

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Thomas Molnar: Le dieu inmanent

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Un nuevo libro de Tomás Molnar: EL DIOS INMANENTE(*)
Bajo el título
El Dios Inmanente, nos ofrece Tomás Mol­
nar

una
visión coherente

y original del pensamiento filosófico
y religioso alemán a través de varios ensayos sobre sus figuras
más representativas.
Así como se dice del espíritu francés que es cartesiano y del
inglés que es empirista, suele caracterizarse al alemán como me­
tafísico. La metafísica llamada alemana se sitúa en la Edad Mo­
derna

desde Fichte hasta Heidegger y sus epígnos, por
más que
puedan

encontránsele antecedentes desde la mística de la Baja
Edad Media. Sin embargo, el término
metafísica encierra aquí,
según Molnar, algo más de
lo que el puro término significa.
Metafísica fue también la filosofía griega antigua y la escolástica
medieval y resultaría forzado aplicarles una connotaci6n común con la metafísica alemana o buscar una continuidad de espíritu entre las unas y la otra.
El genio metafísico alemán ha respondido, según nuestro
autor, a un designio muy concreto. Sólo a través de él se puede
hallar esa connotaci6n «alemana y moderna» al término meta­
física, y también el hilo conductor de esta dilatada corriente de
pensamiento.
La metafísica antigua y medieval partían de la noci6n de ser
y trataban de captarlo en sí mismo, y en sus últimas causas: la
teología, como estudio de la causa suprema, era así la culmina­
ción de

aquella metafísica. Esta nueva, la alemana, trata de salir
del marco de la religi6n cristiana
-en cuyo suelo cultural nace­
así como de los planteamientos clásicos, y no por su conversión
a otra religión ni estrictamente al ateísmo, sino por la trasmu­
taci6n

del propio cristianismo en un sistema especulativo cuyo
centro consciente y motor sea el hombre mismo. Según esta visi6n
subyacente, el anclaje de la mente humana, de la religi6n
y de
la historia en la trascendencia de Dios originará su naufragio
(*) Molnar, Thomas·: -Le Dieu Inttiláfient. Editions du Cedre, Pa~
rls 1982.
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bajo el peso de las contradicciones cristianas ( encarnación, resu­rrección, milagros),
y, no menos, por la acumulación de conoci­
mientos «positivos» por parte de la ciencia moderna. Se tratará así de buscar otro anclaje o cimentación en algo
más cercano a
la reflexión humana; es decir, en una fuerza in­
manente. Bajo esta
luz nos

aparece
la filosofía alemana como
un inmenso
esfuerzo por

explicar
y «reconducir» la religión y
la historia sin el recurso a· un Ser trascendente, pero conservan­
do, sin embargo, los «valores» cristianos. Como sirviendo a este
designio desfilan por las páginas de este libro las más significa­
tivas figuras de la filosofía
y la teología alemanas: el maestro
Eckhart
y Lutero a título de antecedentes; Nietzsche, Hegel,
Marx, Heidegger como figuras centrales; Hans Küng, Bultmann, Gogarten
y otros como epígonos dentro de la teología progresis­
ta o
de la teología atea de nuestro tiempo.
Clave para esta transformación inmanentista y antropocén­
trica será el término
encarnación, núcleo de la fe cristiana, cuyo
sentido se verá diversamente invertido o trucado para que sig­
nifique que el hombre se hace Dios o que Dios pierde su divi­
nidad. Desde Eckhart hasta Bultmann
---
se re­
petirá que la encarnación se realiza en nuestra alma cada vez
que cumplimos la voluntad del Padre. Lo que supone que so­
mos
hijos de

Dios con el mismo título que Cristo, y que nues­
tro estado es (o puede hacerse) divino. Dedica Molnar su primer capítulo al maestro Eckhart, aquel
místico que vivió en el siglo
XIV, de ardiente inspiración y len­
guaje ambiguo. Tanto Hegel como Heidegger
lo consideraron
como uno de sus grandes precursores. Molnar cree descubrir en
sus famosos Sermones el germen de lo que sería el gran proyecto
de la futura metafísica alemana.
Tres ideas, sugeridas dentro de una oscura inspiración nús:­
tica, sitúan a Eckhart en el pórtico de este proceso. Ideas mil
veces reiteradas en su obra y altamente sospechosas para la or­
todoxia religiosa. Es la primera una acentuación de lo que se
ha llamado teolog!a negativa hasta alcanzar conclusiones muy
cercanas a las de Plotino
y los gnósticos. Nada se puede decir
de Dios, porque está por encima de todos nuestros conceptos
y
distinciones. Dios no es ni inteligente ni justo, ni siquiera ser.
De Él sólo puede saberse lo
que no es por relación a las cosas
que son y que conocemos. Dios, que nos otorga el ser, está por
encima del ser al propio tiempo que lo abarca en sí. Eckhart
mismo se salva de la -herejía panteísta y de adorar a un Dios abs­ tracto ( al modo de Plotino) por su fe fervorosa
y mediante una
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notable dialéctica, por lo demás, profundamente ambigua. En ella «se confronta el
ser de Dios con el ser del hombre de un
modo que nos recuerda los dos
términos heideggerianos
de
ser
y siendo, objeto el uno de la ontología y el otro de lo óntico. El
hombre es para Eckhart un
ser encerrado en el de Dios y que
sólo despojándose de
sí le es permitido reunirse con el ser di­
vino».
Esto enlaza con la segunda idea que preludia en Eckhart el
gtan designio de la metafísica alemana: es la individualidad, la
voluntad personal, lo que nos separa de Dios: «Desligarnos de ella es el medio de retornar
a lo que éramos antes de que Dios
nos prestase el ser: antes del comienzo del mundo el hombre es­ taba en Dios como idea. Con la creación salió de Él y sólo retor­
nará por la unión mística». Humillándose en tanto que ser con­ creto o criatura el hombre se hace Dios, porque en Él es
y en
Él vive: aquel que entrega su voluntad a Dios hace a éste su
prisionero, se apodera de Él de modo que Dios nada puede sino lo que aquél quiere».
De lo que fluye la tercera idea eckhartiana: la superación de
la moral
y de sus normas por la absorción del hombre en la di­
vinidad. Los actos externos se hacen inútiles, tanto como los
preceptos, cuando en el hombre obra el mismo Dios. Inurilidad,
asimismo, de una autoridad espiritual humana, eclesiástica. «Dios
-nos dirá- no condena ningún acto exterior; estos actos no son
buenos ni malos». «La verdadera penitencia estriba en la renun­cia a cuanto no es plenamente divino, a lo propio de las cria­
turas».
. Según Gilson los textos del Maestro Eckhart contienen múl­tiples contradicciones verbales, frutos de su místico entusiasmo.
Pero -objeta Molnar-, ¿meramente verbales? Tales modos de
expresarse sistemáticamente contienen ya lo que será más inquie­tante en Hegel o en Heidegger». El otro gran precedente de la metafísica moderna en Alemania
es, sin duda, Martín Lutero. Objetivando afirmaciones más o
menos vaporosas de la mística alemana, Lutero no sólo rompe
la unidad religiosa de la Cristiandad, sino que explicitará
las ba­
ses

para aquel gtan designio del pensamiento alemán: la inma­
nencia divina en el proceso humano
y la autonomía del espíritu.
Lutero, de carácter concentrado
y orgulloso, se esfuerza duran­
te su

juventud en la lucha contra sus pasiones
y en el logto
de una

vida virtuosa
y c:imtemplativa. Desalentado de estos es­
fuerzos, el fraile agustioo toma su decisión: fuera de los diez
níanclámientos -únicós preceptos emanados

de
DioS---'-no existe
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obra alguna que pueda agradar a Dios. Las obras espirituales y
místicas de los santos no son más que su propia invención. La
bondad o la malicia de nuestra vida depende sólo de la disposi­
ción favorable que determina la fe, soplo que suscita Dios en el
alma de los que elige. La buena acción no hace más que
tran­
sitar
por el hombre. «Consecuencia última será apartar a Dios
del alma en la imposibilidad de comunicar con el hombre,
y en­
cerrar al hombre en la soledad», es decir, en
«la autonomía
de
su
humildad arrogante». Toda mediación exterior entre Dios y
el alma (penitencias, sacramentos) carecen de valor intrínseco.
Son, en definitiva, invenciones eclesiásticas que más nos apartan
de Dios que nos acercan. Se unirá en su
espíritu a·estas

conclusiones una aversión
exal~
tada a la corrupción que descubre en la Iglesia de Roma, en sus
abusos simoníacos. La rebelión luterana contra Roma recibirá un
fuerte apoyo político en la Alemania de su tiempo. Será en rigor
la culminación de las guerras de las Investiduras, luchas civiles
dentro de la Cristiandad entre el Pontificado y el Imperio, que crearían a
lo largo del Medievo un odio permanente entre los
príncipes alemanes y la Europa ultramontana,
la de Roma.
Rotos los lazos sacramentales y aun dogmáticos entre el alma
y Dios, destruida para
él la Iglesia jerárqnica, el hombre lute­
rano se limita a escuchar en sí los signos -de -su predestinación,
y acabará dedicando su vida al solo éxito profano en un mundo
progresivamente secularizado. «En su orgullo se
gloría de
la so­
lidez de sus empresas terrenales, se titula libre y creador,
y se
burla de sus prójimos menos
emancipados que él». Pero es aquí
donde -según Molnar- otro viaje comienza. El alma no puede
vivir en la soledad ni alimentar su sed de sí misma, de su pro­
pia independencia. La
metafísica posterior

será la búsqueda, por
vías más o menos panteísticas, de la inmanencia de Dios en el
mundo humano o en su evolución o en su historia.
Tras estos dos antecedentes todavía religiosos, irrumpen en
el libro de Molnar las grandes figuras de la metafísica alemana que culminarán esa ascensión hacia
el inmanentismo divino. Qui­
zá hubiera convenido a la claridad del razonamiento incluir aquí
-aun saliendo de la especulación estrictamente alemana- la
obra de Spinoza y, más tarde, el Catecismo holandés. En estas
figuras principales no se tratará ya de mentes
religiosas en

el
sentido de un Dios trascendente, ni menos aún cristianas. Ateos
unos, paganizantes otros, sopla en todos, sin embargo, un hálito
panteísta que, al modo spínosíano, tratará de insuflar cierto
cá­
rácter divino a la evolución mental histórica o tecnológica del
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hombre. Hasta este momento la reflexión filosófica ha consistido
en estudiar la estructura de la realidad -del cosmos, de la con­
dición humana; de
la ley moral-; desde hace dos siglos busca
trazar las condiciones para la renovación del mundo. Divide así
su trabajo en dos partes; en una primera describe la condición
actual como decaída, mala, provisional, oscura ... En la segunda,
el filósofo describe y anticipa lo que
será, una vez cumplidas
ciertas condiciones de renovación o de re-creación por la mente
humana. En la época moderna, el filósofo asume el papel de
demiurgo que fabrica lo real o de un ingeniero que extrae for­
mas utilitarias de la materia amorfa.
Dentro de estos autores -desde Fichte o Heidegger- otor­
ga Molnar una especial significación a Nietzsche porque sólo él
llegó hasta el término de su designio sin concesiones dialécticas
ni sociales; la obra de aniquilación de lo real, de su estructura
y de sus valores, llega en
él hasta la apoteosis del nihilismo como
tránsito necesario para una futura trasmutación radical de los
valores.
Nietzsche, como todos los grandes pontífices del dios inma­
nentista, afirma su propio y profundo mesianismo. El tiempo se
dividirá para él en dos grandes vertientes; una actual {y preté­
rita) conformada por el helenismo socrático y platónico -mun­ do de orden y de conceptos nacidos de nuestra voluntad de co­
herencia- y por el cristianismo -moral de esclavos, trasferencia temerosa de este mundo al más allá. Otra, luminosa y libre, que
nacerá del triunfo del nihilismo sobre el universo artificial gre­
co-cristiano en la que se operará una identificación del individuo
con los elementos de la naturaleza, liberada al fin de las
cade­
nas

de lo arbitrario y mediocre, del irracional histórico.
«Mi mi­
sión
--dijo---es

la de preparar para la humanidad un instante
de reflexión suprema sobre ella misma, un cénit glorioso en el
que sea capaz de mirar hacia atrás y hacia adelante». Adveni­
miento final del Superhombre y trasmutación de los valores en
torno a
la afirmación de la vida, de la voluntad de poder.
Desfilan después por estas páginas los otros grandes de la
filosofía alemana moderna; Kant, Hegel, Marx . : . El mundo se
descompone en un juego de formas y categorías hasta reducirse
a la condición de fenómeno humano; el ser se torna momento dialéctico, idea, evolución de la técnica y de
la economía de los
hombres ... No se tratará
ya -de

conocer
la realidad, sino de mo­
dificarla, de re-crearla.
Quizá la parte más reveladora de este libro sea la consagra­
da a Heidegger, a quien juzga Molnar como la culminación de
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este largo proceso y el inciador de su influencia sobre la teolo­
gía cristiana de hoy. Para ello reincide sobre temas ya vistos en
la mística alemana medieval. Dios no es para éf otra cosa que
la idea platónica personalizada por judíos y
cristianos. «Pero,
así
como el platonismo es un
impase filosófico, una reducción del ser
(inaccesible) a un concepto humano pretendidamente evidente,
Dios es un medio de capturar el ser y de bloquear la infinita es­
peculación
sobre él. Por ello mismo,
el platonismo y la religión
judea-cristiana han concluido su vida; Nietzsche y Heidgger pro­
claman la desconceptualización,
el desbloqueo de las ideas, y re­
lanzan la humanidad en el flujo, en el eterno devenir, que es también la eterna espera de otros
desvelamientos del ser».
A través de esta noción de un meta-ser no conceptualizable
que. se manifiesta o des-vela al espíritu manifestándose desde
su interior, retoma Heidegger a la teología negativa de los an­ tiguos místicos, principalmente de Eckhart, cuya paternidad es­
piritual reconoce. A juicio de Molnar, «el impacto de esta enseñanza sobre el
espíritu protestante y sobre los impacientes en la Iglesia es ab­ solutamente claro. Con el descrédito lanzado sobre
el Ser de la
metafísica griega (Platón o Aristóteles), sobre la sustancia aris­ totélica, sobre el Dios
que es, sobre la razón y sobre la historia,
la revelación puede aparecer como una humillación de ese su­
per-Dios que es
el Ser heideggeriano. Cristo que encama (hace
de
carne) ese Ser ya impuro del Antiguo Testamento, que pre­
tende suspender de su cruz
el flujo histórico escogiendo un si­
tio, un tiempo, un lenguaje, no hace sino redoblar el escánda­
lo. ( ... ). Pongámonos en el lugar de los impacientes que la filo­
sofía alemana viene de improviso a satisfacer: la estructura on­
tológica y verbal del cristianismo es desarticulada; en lugar de
las grandes «sustancias» (Dios, encamación, resurrección, pecado,
Iglesia, mandamientos, sacramentos, alma, ley moral, providen­
cia, etc.), ¡qué gran simplificación la de situar las grandes «fluen­
cias» (apertura, disponibilidad, proyecto, devenir)! Dios se realiza
entre los hombres,
"la liberación

de los hombres por ellos mis­
mos" (Chenu),
"la actividad

humana es la acción de Dios" (Con-
gar ), etcétera».
·
El

cristianismo --escribe Rahner, discípulo de Heidegger­
no se clarifica más que por referencia a un futuro absoluto pre­
parado por un desvelamiento progresivo. Comprendemos las co­
sas sólo por relación a lo que todavía no es, porque cada etapa
concreta es relativa al futuro.
·
Héidegger,

Bultmann, Gogarten, Rahner,
Ricoeur, Teilhard
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no son sino los pensadores más visibles de dos generaciones de teólogos ocupados en liquidar filosóficamente
las bases de la re­
ligión cristiana. Factor común a todos es la empresa de «inma­
nentizar» lo

divino.
Este libro de Molnar, aunque compuesto de ensayos varios
sobre distintos autores, posee una perfecta unidad
y continuidad
bajo la perspectiva que sugiere su título. El Dios inmanente:
una
colosal

empresa intelectual que, desde orígenes equívocamente
místicos, llega, a través del inmanentismo
y de la subjetividad
universal, basta conclusiones nihilistas. Ejemplo claro de cómo,
a despecho de
la tesis antimetafísica de Kant, se opera una cla­
ra continuidad en la especulación filosófica, no tanto por designio
de los pensadores como por
la fuerza misma de las ideas, que
son, en definitiva, los motores de la historia.
Pocos ensayos más útiles que este para captar, en un len­
guaje a la vez profundo y transparente, la clave de este tiempo,
el genio de nuestra edad: «Nietzsche y Heidegger anuncian el
vértigo del fin de
la historia: el hombre, sometido antes a Dios,
se ve ahora en soledad porque
ha matado a Dios, ese falso original
del que es él copia auténtica. El discurso de
y sobre Dios se extin­
gue: Heidegger recomienda la espera de los dioses en
el silencio.
Pero este --o esos- dioses son nuestros propios proyectos. Des­
de Hegel hasta Heidgger el espíritu se realiza por la humanidad,
es ella quien lo des-vela a sí misma.
"El hombre

es el pastor
del ser" escribiría finalmente Heidegger».
RAFAEL GAMBRA
Roberto de Mattei: IDEALITA E DOTTRINE DELLE
AMICIZIE
(*) (LA APOLOGÉTICA CATÓLICA y LA FORMACIÓN
DEL PENSAMIENTO CONTRARREVOLUCIONARIO)
Es difícil que, en la sociedad occidental actual, los católicos
comprendamos y mucho más que nos identifiquemos con un
grupo de hombres, hermanos nuestros en
la misma -fe católica,
que hace doscientos años combatían por una sociedad totalmente
diferente de la actual, pues esta es la misma que ellos rechaza­
ban por su antagonismo contra Dios y su Iglesia. Hoy, la sociedad pluralista está lejos de escandalizar a casi
nadie, se ha convertido en objetivo para muchos y tan sólo unos
(*) Arti Grafiche Pedanesi, Roma, 1981, 179 págs.
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