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Número 207-208

Serie XXI

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El liberalismo o el reto de la razón contra Dios

EL LIBERALISMO O EL RETO DE LA RAZON CONTRA DIOS
POR
]ULIÁN GIL DE SAGREDO
Preámbulo.
Esta conferencia tenía como epígrafe El Liberalismo es pe­
cado.
Como esa afumaci6n, aun siendo cierta, es algo genérica,
he preferido concretar en el título el pecado propio del Libera­ lismo, que es el reto o la rebeli6n de la
raz6n contra

Dios. Este
pecado, por ser puramente intelectual, es
luciferino y, por serlo,
el Liberalismo es la obra maestra de Satanás, tanto por su
mali­
cia intrínseca como por la estrategia de largos alcances que em­
piea para culminar sus prop6sitos. Se trata de un sistema de propaganda muy sagaz, que astutamente maneja
la semántica al
revés. La maniobra
de vaciar a las palabras de su sentido propio
y rellenarlas de sentido contrario, produce resultados inesperados.
Por ejemplo:
Al término «Cristianismo» se le despoja de la Fe sobrenatu­
ral y se le rellena de «libre examen».
Enton~es los
cristianos
son los protestantes. Para contradistinguirlos de ellos, tenemos
.
que

emplear el término de «cat61icos».
Al término
«Ecumenismo» se le substrae su significado como
proyecci6n universal de la Fe de Cristo, se le inyecta
la teoría
de
la igualdad de religiones y así se crea una Iglesia Ecuméni­
ca, integrada por toda clase de credos. Lo que antes era sello
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JUUAN GIL DE SAGREDO
distintivo de la Iglesia Católica, distingue y caracteriza ahora al Consejo General de las Iglesias con sede en Ginebra. Al mismo tiempo se asesta un golpe mortal contra las misiones. Esa técnica tan sutil mediante la cual se trasplanta insensi­
blemente el
significado de

los vocablos, se aplica también al
campo político y social. El término
«Socialismo», por su sentido etimológico, podría
significar una concepción derivada del Derecho Natural, que
pre­
senta

a la sociedad como cuerpo orgánico y en cierto sentido
autónomo. Pues bien: se suplanta la soberanía social por la po­
lítica y pasa a significar absorción por el Estado de las activida­
des sociales, es decir,
Estatismo y Totalitarismo, todo lo contra­
rio de lo que denota su propia etimología. El mismo término
«Liberalismo» tiene su cuna en el país de
la hidalgnía, que es España, y, por ello, liberal era el que en sus
relaciones sociales se caracterizaba por su generosidad, compren­
sión y magnanimidad. ¿ Quién podía imaginar hace dos siglos
que ese término noble y generoso
iba a
traspasar las fronteras
de todos los países como
banderín de

enganche de lo que hoy
se llama
«doctrina liberal?
La rapiña encubierta de palabras continúa y ya preparan el
asalto al mismo término «Catolicismo»: primero, utilizan el ad­
jetivo «católico» combinándolo astutamente con substantivos de
sentido doctrinal contrario; así aparece el
Liberalismo cat6lico.
Después
emplean el substantivo agregándole algún adjetivo que
desvirtúa su concepto; así aparece
el Catolicismo liberal. Y, por
último,
cuando la atmósfera religiosa se halla saturada de «libe­
ralismo católico» y de «catolicismo liberal», dejan a secas el
tér­
mino Catolicismo, pero impregnado y contaminado por los erro­
res modernistas. Si nos descuidamos un poco, Catolicismo va a
terminar significando algo confuso, híbrido, aleatorio, insuficien­
te para caracterizar a la auténtica Iglesia de Jesucristo.
No nos extrañemos, porque su osadía ha alcanzado al
mis­
mo nombre de Cristo, presentándole como Jefe de banderías mar­
xistas, agitado,. activista y redentor del proletariado. Esas
man;¡mlaciones de

términos y conceptos alcanzan su
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EL UBERALISMO, RETO DE LA RAZON CONTRA DIOS
punto culminante en la confusión de ideas que geneta el voca­
blo Liberalismo. Como este concepto arranca del concepto liber­
tad, y el concepto libertad es múltiple, vario y difuso, tan di­
fuso que cada uno tiene su propio concepto de libertad, de
ahí
que el concepto Libetalismo sea también múltiple, vario, difuso
y multiforme. Para unos
significa democracia;
para otros, parti­
dos políticos o sufragio universal; para otros, igualdad y tole­
rancia ... , y para
la mayoría algo vago, incietto, fluido y vapo­
roso, que se puede amoldar
al gusto de todos los paladares.
División.
En ese maremagnum de corrientes ideológicas tan turbulen­
tas, se impone
la necesidad de determinar con claridad y preci­
sión el substratum de la doctrina liberal. Para conseguirlo podemos
enfocar el

Liberalismo desde tres
puntos de vista:
politico, filos6fico y teol6gico. Esos tres enfo­
ques se hallan entre sí concatenados como los efectos respecto a
sus causas: la
Política} en su doble v~rtiente, social y económi­
ca, depende de la concepción de la petsona, la sociedad y el Es­
tado en sus cimientos ontológicos, que es Filosofía; y la Fi­
losofía, a su vez, depende de la Teología como fundamento úl­
timo que enlaza al hombre con Dios y es la causa determinante
del orden filosófico y polftico. Dado que esta conferencia tiene por objeto desarrollar el
tema del Liberalismo como reto o rebelión del bombre contra
Dios, tema esencia/,mente teológico, vamos a dar preferencia en
este estudio a esa perspectiva, desde la cual, por otra parte, po­
demos proyectar con seguridad
la mirada sobre los otros dos
campos, el filosófico y el
polftico.
Exposición.
Aunque el Libetalismo brota a la luz pública en 1789, con
la Revolución Francesa, quien lo engendró fue
la revolución reli­
giosa, que dos siglos antes conmovió a la Cristiandad.
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JULIAN GIL DE SAGREDO
La raíz del Liberalismo es teológica y se halla en el «libre
examen» de Lutero. Este es
el verdadero padre del Liberalismo.
El
«libre examen» genera desde su mismo nacimiento dos
corrientes de pensamiento contradictorias entre si:
por una par­
te,
promueve la exaltación de la libertad humana y, por otra
parte,
su depresión o aniquilamiento: aquélla a través de la li­
bre interpretación de
la Sagrada Escritura en reto abierto contra
la Autoridad Religiosa, que desembocó en la libre interpretación
de las normas jurídicas y sociales en reto abierto contra la Auto­ ridad Política; y
ésta, es decir, el aniquilamiento de la libertad,
al excluirla totalmente en el proceso de la justificación por la
gracia. Contemplad ahí la contradioción más palmaria: el hom­
bre es libre para obrar
el bien o el mal, pero no es libre para
salvarse o condenarse: se halla fatalmente predestinado a la sal­
vación o condenación, sin intervención de su voluntad. Analicemos ambas corrientes en su punto de partida, que es
el libre examen en su doble fase, intelectual, que determina la
negación de la Fe, y
volitiva, que determina el pecado contra
la Fe.
a)
Fase intelectual. El entendimiento y la Fe.
El entendimiento humano, como obra de Dios, está necesa­
riamente sujeto a su ley, y
la ley que Dios puso al entendimien­
to es
la ley de la verdad. El entendimiento por su propia natu­
raleza propende hacia
la verdad, rechaza la contradicción, no pue­
de descansar en
el error, hasta tal punto que cuando reposa en
él, cree reposar en la verdad. Hay, sin embargo,
dos clases de verdades: unas de orden
natural que pueden alcanzarse por
la razón, y otras de orden so­
b1enatural que sólo pueden alcanzarse por la Fe. Dios ofrece al hombre estas últimas verdades en la
T radi­
ción y en la Sagrada Escritura, las dos fuentes de la Revelación,
y para asegurarle en su verdadero conocimiento sin peligro de error, le coloca como
guia el magisterio infalible de su Iglesia.
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EL LIBERALISMO, RETO DE LA RAZON CONTRA DIOS
La Fe, por tanto, considerada en el sujeto que cree, es un
acto del entendimiento, que ayudado por
la gracia, presta su asen­
tamiento

a la verdad revelada por ser Dios quien la revela. En
la prestación de ese asentamiento intelectual no hay peligro de error, porque
lo garantiza la Autoridad sobrenatural de la Igle­
sia Católica. No podía ser de otra manera. Tened presente que toda inter­
pretación exige el conocimiento adecuado de su objeto. Si éste
es natural, el conocimiento y la interpretación se efectúan por
me­
dios

naturales; pero si es sobrenatural, tendrá que efectuarse por
medios sobrenaturales.
Lo sobrenatural requiere, por ello, lo so­
brenatural

en el agente de su interpretación. En otros términos:
la revelación se implica a sí misma en el acto de su interpreta­
ción. «Operari sequitur esse»: la acción sigue al ser y
la natu­
raleza

de la acción corresponde a
la naturaleza del ser. Siendo
sobrenatural la revelación, su acción, es decir, su conocimiento
e interpretación tiene que ser también sobrenatural. Es necesa­
rio, por tanto, un agente que al interpretar lo sobrenatural, actúe
bajo influencia sobrenatural. Es necesaria una Autoridad,
la Auto­
ridad

del Papa, que al interpretar la Revelación, actúe bajo
la
inspiración sobrenatural del Espíritu Santo. Y aquí, de paso, te­
néis

un argumento a favor de
la infalibilidad del Romano Pon­
tílice.
La

inteligencia humana, como
veis, en
cuanto agente
pura­
mente

natural, carece de capacidad para conocer e interpretar por
sí misma la verdad revelada. Si la razón, como dice Lutero, pue­
de

libremente interpretar
la verdad revelada, con la misma li­
. bertad podrá interpretar la doctrina contenida en la Revelación,
de
lo cual se sigue que cada uno podrá creer libremente lo que
su razón dictamine.
Desaparece, entonces, la Fe en su objeto material, que es la
verdad revelada, porque, al ser ésta igual para todos, no admite
parcelaciones o discrepancias respecto a su contenido. Y desapa­
rece igualmente la Fe
en su obieto formal, ya que, según Lutero, ·
no

se admite la verdad revelada por
la Autoridad de Dios que
revela, sino por el dictamen del
propio juicio.
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Lutero, a través del libre examen, desliga a la razón de toda
norma superior a ella,
la hace libre y autónoma, la constituye en
dueña de sí misma. Despoja a
la Fe de su carácter sobrenatural
y la transforma en una convicción humana. Eso es, en su raiz
teol6gico-dogmática,

el Liberalismo:
la rebeldía de la inteligen­
cia humana contra la Autoridad Vicaria de Dios, que interpreta
su revelación, y, por tanto, contra la Autoridad de Dios que
re­
vela, rebeldia intelectual, que al comportar en sí misma la re­
beldia volitiva,
la rebeldía de la voluntad, determina el pecado
contra la Fe} que examinamos a continuación.
b)
Fase volitiva. La voluntad y la Fe.
La Fe es operativa y, por tanto, al pasar del entendimiento a
la voluntad, desarrolla la virtud. Y como el objeto inmediato de
b Fe es Dios, las virtudes que primero desarrolla son las que
tienen a Dios por objeto inmediato, la caridad y la esperanza.
De las tres virtudes teologales, Fe, Esparanza y Caridad, la
principal es la caridad, según San Pablo, que implica a la segun­
da,
que es la esperanza; y, por ello,
el pecado contra la caridad,
odio a Dios, y el pecado contra la esperanza, menosprecio de
Dios, son pecados tan horrendos, que parecen propios sólo de los
réprobos. Pero, tanto uno como otro, tienen por fundamento el
pecado contra la Fe. La malicia de ese pecado radica no en la carencia culpable
de Fe, como fruto de una conducta permanente contraria a
la
misma, sino en la negaci6n de la Fe, en una actitud füme y
consciente por la cual se antepone
el juicio propio a la Autori­
dad de Dios que revela. Por ello dice San Agustln «Hoc est
péccatum, qua tenentur cuneta peccata», en este pecado se con­
tienen todos los pecados, incluso los pecados contra. la caridad
y la esperanza. Y por ello Santo Tomás afirma que
el pecado
contra la Fe es
el mayor que se conoce, porque es el que más
aparta ·de Dios, al atacar su misrho cohddmiento, eliminando
toda posibilidad de aéercamiento a El.
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EL LIBERALISMO, RETO DE LA RAZON CONTRA DIOS
Esa malicia inmensa que hace a la razón juez de Dios, es
pura
y simplemente el «libre examen de Lutero», el cual origina,
como hemos visto,
primero la rebeldía de la inteligencia huma­
na contra Dios en el plano intelectual, y
segundo la rebeldía de
la voluntad humana contra Dios en el plano volitivo o moral.
Si
la inteligencia se desvía de la Fe como norma de doctri­
na, la voluntad se desviará de la Moral como norma de conduc­
ta; y así como por el libre examen se producen tantas creencias,
tantos pareceres como- cabezas, «tot capita, quot sententiae», por
la aplicación práctica de ese libre examen al campo de las accio­
nes humanas se producirán tantas normas de conducta como
conciencias subjetivas. Como la inteligencia es libre para dicta­
minar, la voluntad es libre para actuar.
Lo l6gico ahora seria que Lutero, al aplicar esa autonomía
absoluta de la inteligencia y de
la voluntad humana al orden
de
la justificación, siguiera la ruta de Pe/agio y afirmarse con
el mismo que de la voluntad libre del hombre depende
exclusi­
vamente su justificación. Lutero, sin embargo, contradiciéndose
en su propio error, niega a la voluntad humana toda interven­ ción en el proceso de la justificación
y atribuye a la operación
exclusiva de la gracia la sal#ación o condenación.
He ahí dos doctrinas contrarias, que brotan del pecado con­
tra
la Fe: para Pe/agio la justificación se opera s6lo por la vo­
luntad humana: para
Lutero la justificación se opera s6lo por
la gracia. Para la Fe Católica, negada por ambos,
la justificación
se opera a través de esos dos factores,
la gracia y la voluntad,
la gracia previniendo
y la voluntad cooperando libremente con
la gracia que le previene. Recordad el símil que a este propósito
reproduce Donoso Cortés: Como
la madre extiende la mano a
su hijo pequeño para enseñarle a andar
y el niño se agarra a la
madre
y empieza andar, así Dios extiende su mano al hombre,
le ofrece su gracia, el hombre se agarra a la mano de Dios,
coopera con su gracia,
y empieza a andar, es decir, empieza a
justificarse en orden a su salvación. Si Dios no extiende su
mano, el hombre no puede andar. Si Dios extiende su mano,
pero el hombre no se agarra a
la mano de Dios, tampoco puede
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andar. Es necesaria por tanto la cooperación de la voluntad con
la gracia: son necesarias tanto la gracia como la voluntad. «Dios
que te creó
sin tu voluntad, no te salvará sin ella», decía
San Agustín.
Prescindiendo de otros problemas teológicos, podemos
afir­
mar como resumen de lo dicho, que el pecado contra la Fe, que
en Pelagio niega la intervención de la gracia,
y en Lutero niega
la intervención de la voluntad, determina la esencia misma del Liberalismo, en su raíz teológico-dogmática por la negación de
Dios como Verdad,
y en su raíz teológico-moral por la negación
de Dios como Bondad. La raíz del Liberalismo, como veis, es teológica: al suplan­
tar la Fe por la razón ataca al Dogma: al suplantar la ley divina
por la voluntad humana ataca a la Moral. Y la causa determi­ nante de esa doble suplantación es el libre examen de Lutero,
que origina aquellas dos corrientes de pensamiento contradictorias entre sí, la que exalta tanto la libertad humana que llega a la
negación
de Dios, y la que deprime y aniquila tanto la libertad
humana que llega a la negación del hombre.
• • •
Veamos ahora las consecuencias del Liberalismo teológico
que acabamos de examinar. Cuando la Fe reina sobre la razón,
la razón reina sobre el Derecho, el Derecho sobre la Política
y
la Política sobre la Economía. La razón, entonces, subordinada a la Fe, no incurre en error; el Derecho subordinado a la razón,
es racional
y por tanto moral; la Política subordinada al Dere­
cho, es jurídica
y por tanto justa; y la Economía, subordinada a
la Política, se ordena hacia su propio fin, que es el Bien Común,
objeto de la Política. De esta
jerarquía de

valores que exige el
orden natural, se deriva el equilibrio
y la armonía de la sociedad.
Pues bien: el Liberalismo teológico, al promover la rebelión de
la razón contra la Fe, rompe esa
jerarquía de
valores,
y desen­
cadena la subversión, del Derecho contra la razón, de la Política
contra el Derecho,
y de la Econonúa contra la Política.
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EL LIBERALISMO, RETO DE LA RAZON CONTRA DIOS
La subversi6n de signo teol6gico, que constituye al libre
examen en árbitro de la verdad revelada, engendra como con­
secuencia una
segunda subversi6n de signo filosófico, que cons­
tituye al entendimiento desligado de la realidad en árbitro de la
verdad natural. Y esa segunda subversión filosófica producirá
una
tercera subversión de signo político y social que constituirá
a la voluntad libre del hombre en árbitro de las leyes que deben
regir a la sociedad, aunque las mismas se enfrenten con la ar­
mazón y entramado espontáneo de las mismas fuerzas sociales. Veis, pues, la rigurosa lógica que enlaza a las diversas rami­
ficaciones del Liberalismo.
En el Liberalismo teol6gico de Lu­
tero, la razón se desvincula de la Fe y crea el libre examen. En
el Liberalismo filos6fico de Descartes
y sus epígonos, Kant,
Fischte, Schelling y Hegel, la razón se desvincula de la realidad
y fabrica el Idealismo.·
En el Liberalismo Político de Hobbes,
la razón se desvincula del Derecho natural y promueve el posi­ tivismo jurídico.
En el Liberalismo social de Rousseau la razón
se desvincula de la naturaleza sociable del hombre e inventa el
«pacto social».
Y en el Liberalismo económico de Stuart Mill
y sus discípulos, la razón se desvincula de la jerarquía de valo­
res y transforma a la Economía, que es medio, en fin de sí misma. El Liberalismo, como veis, desde su mismo nacimiento teo­
lógico comporta una ideología disolvente y disgregadora, que por
generaciones sucesivas de pensamiento va destruyendo una por
una todas las síntesis que había construido la Cristiandad durante
dieciseis siglos:
la síntesis entre voluntad y gracia, que resuelve
el problema de la predestinación;
la síntesis entre entendimiento
y realidad a través de la idea, que resuelve el problema de la
verdad;
la síntesis entre Derecho Humano y Derecho Natural,
que determina el valor de la Ley Positiva;
la síntesis entre Auto­
ridad
y libertad, que determina la subsistencia del Estado; y la
s!ntesis
entre la Comunidad y sus miembros, que determina el
ser mismo de la sociedad.
De la autonomía de la razón por el libre examen, se siguen
las demás autonomías, la filosófica, la jurídica, la política, la so­
cial
y la económica. Desde el momento que la libertad por el
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libre examen carece de ley, carecen también de ley Ja persona,
la sociedad y el Estado. La libertad alcanza así la hegemonía
ideológica,
como valor absoluto} como categoría suprema, que
no presta vasallaje a ninguna otra.
Y as/ llegamos al desenlace final: por una parte, al Antropo­
centrismo,
que hace al hombre centro y eje del universo, dios
de sí mismo; y por otra a la
contradicción, en el orden doctri­
nal
porque la verdad sujeta a la libertad, sería tan variable como
ésta, y por tanto, no sería verdad, y en
el orden moral, porque
las acciones serían simultáneamente buenas y malas, al gusto de
sus consumidores.
Liberalismo católico.
El Liberalismo, como veis, no sólo es el reto de la razón
contra Dios, sino también el reto de la razón contra
la misma
razón. Y ese reto contra Dios y contra la razón
culmina en
el
más sutil de los Liberalismos, el
Liberalismo católico.
El error, al negar la verdad, no puede negarla del todo,
porque, como lo «verum», lo verdadero, se identifica con el ser,
si niega toda la verdad, niega todo el ser, y
si niega todo el ser,
se niega
a sí mismo, se suicida. De ahí que puede haber verdad
sin error, pero no puede haber error sin verdad, porque, al ser
el error privación de la verdad, sólo puede subsistir por refe­
rencia a ella. Por ello el error se adhiere a la verdad como una lapa, y
cuanto más
fuerte es

esa adhesión, más difícil resulta descubrirlo.
¿Cuál es el error del Liberalismo católico? Pretender la conciliación entre dos sistemas antagónicos de
pensamiento, el sistema liberal que proclama
la autonomía de
la razón individual y social, y el sistema católico que proclama
la heteronomía o sujeción a Dios de ambas razones; y para con­
seguir
esa conciliación, el Liberalismo católico otorga generosa­
mente a Dios el derecho sobre la razón individual y al Estado
el derecho sobre la razón social.
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EL UBERALISMO, RETO DE LA RAZON CONTRA DIOS
El montaje ideológico o doctrinal que utilizan, tiene por base
lo que llaman
-tesis e hipótesis, en el que la hipótesis, -lo cir­
cunstancial, lo condicional-, se
transforma como
una mariposa,
adquiere carácter absoluto y asume el papel de
la tesis.
Lo veremos con claridad en el caso concreto de la confesio­
nalidad del Estado:
Tesis.-El Estado debe ser confesional. Es doctrina católica,
que el Liberalismo católico acepta como punto de partida.
Hipótesis.-Si el Estado en determinadas circunstancias no
puede ser confesional, no está obligado a serlo. Esta afirmación
puede ser verdadera o falsa, según se entienda. Si se entiende
en el sentido de que
la imposibilidad material exime de respon­
sabilidad moral, es
verdadera. Si se entiende en el sentido de
que
la imposibilidad material niega la existencia de la obligación
moral objetiva, es falsa.
El Liberalismo católico supera esas distinciones, y del hecho
de que el Estado en determinadas circunstancias no puede ser
confesional, deduce que no tiene obligación de serlo. De esta
manera, la hipótesis, lo circunstancial, lo condicionado, lo con­
creto, adquiere la categoría de tesis. La afirmación condicionada
se convierte en afirmación absoluta.
Confunde, como veis,
en la obligación, el aspecto material
con el formal y el deber subjetivo con el objetivo. De la esfera
de lo imposible material y de
la falta de obligación subjetiva
ante lo imposible material, se salta a la esfera de los principios
y deduce como doctrina la inexistencia de la obligación moral objetiva.
Como el Liberalismo católico constituye en el fondo un bur­
do
sofisma de lógica, Maritain trata de justificarlo con su teoría
del humanismo integral, que es un
sofisma ontológico no menos
burdo que el primero. Convierte, al efecto,
la distinción con­
ceptual
entre persona e individuo en distinción real, y por este
procedimiento establece en el hombre dos realidades diversas e
independientes entre sí:
la persona, que queda vinculada a Dios
en el fuero interno de su conciencia, y el
individuo, que queda
vinculado a la sociedad y al Estado en el fuero externo. Dios y
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el Estado se repatten sus respectivos campos de accron: para
Dios el hombre-persona, para el Estado el hombre-individuo.
Pero como el hombre es indivisible resulta que por católicos en
el fuero privado se ha fabricado en España una sociedad y un
Estado anticristiano. Esa es la Democracia Cristiana, la Demo­
cracia del Liberalismo católico, la Democracia de los hipócritas que por la mañana en Misa adoran a Dios y por la tarde en el
Congreso sancionan leyes oontra Dios. Sepulcros blanqueados,
les llam6 Jesucristo. Si queréis conocer las condenas del Liberalismo católico re­
pasad las endclicas de
Gregario XVI, «Mirari

vos», de Le6n XIII,
«Inmortale Dei» y «Libertas», de San
Pio X,

«Vehementer Nos»,
de
Pio XI, «Ubi

arcano» y «Quas primas», y de Pío XII a tra­
vés de .todo su Magisterio
y especialmente de su discurso de 6
de diciembre de 1953; pero fijaros sobre todo en
Pio IX, quien
en

la endclica «Quanta cura»
y en el Syllabus anejo, y a través
de todos sus breves, discursos y alocuciones, desenmascaró a los
liberales cat6/ícos en todos sus grados, fases y matices, e incluso
en ocasión solennísima les llamó peores que demonios, frase que
dio la vuelta
al mundo y quedó grabada en la frente de esos
herejes como estigma
de_. eterna
execración. Con razón fue lla­
mado martillo del Liberalismo cat6lico.
Epílogo.
Deda al principio de esta conferencia que el Liberalismo es
un pecado de inspiración luciferina tanto por fundarse en raíz
puramente intelectual como
por la

misma sutileza
de su conte­
nido ideológico. Lo habéis podido oomprobar en su
malicia intrinseca al su­
plantar la Fe por la razón mediante el libre examen, atacando
en su mismo fundamento
el carácter sobrenatural de la Religión
Católica. Y lo habéis podido oomprobar también en su estrategia
programada a base de rapiña de palabras, vaciado de conceptos
y
permuta de disfraces al gusto y conveniencia de las diversas eta-
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EL LIBERALISMO, RETO DE LA RAZON CONTRA DIOS
pas históricas. Primero se llamó Filosofismo, Ilustración y Enci­
clopedia,
después Racionalismo, más tarde Modernismo, y ahora
Democracia, Progresismo, Ecumenismo y Conciliarismo.
Como demócrata, conciliar, ecumenista, irenista y progresista
el Liberalismo ha penetrado en ciertas estructuras de la Iglesia
Católica, pretendiendo formar dentro de ella una Iglesia para­
lela de cardenales, obispos, sacerdotes
y fieles. Esa sería su gran
obra maestra: una Iglesia católico-liberal, que desde las alturas del gobierno eclesiástico pudieran regir los destinos de la autén­
tica Iglesia de Cristo. -Vanas pretensiones, vanos espejismos, va­
nas utopías, porque la palabra de Dios, eterna e inmutable, afir­
ma en el Evangelio de San Mateo 16.18:
« ... et portae inferí
non

praevalebunt adversus eam».
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