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Número 215-216

Serie XXII

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La evolución ideológica en torno al centralismo

LA EVOLUCION ll)EOLOG-ICA EN TORNO
AL CENTRALISMO
l. Presentación.
POR
MIGUEL AYUSO
Para proceder con claridad en tema tan complejo y escurri­
dizo como
t¡QS ocupa, al modo_ escolástico, presentaré, ya desde
estas primeras líneas, y
en. breves pilibras, el objeto de_ fa dis­
cusión y su punto
de partida. A .saber: desde la caída del An­
tiguo Régimen la reivindicación y defensa de los derechos y
li­
bertades regionales ha venido unida a una e~cuela política y
filosófica -por así
decirlo-«reaccionaria_» (1 ). Es el _tradicio­
nalismo quien lanza a los vientos
la cuestión foral. A su vez,
lo

ilustrado, lo moderno y lo
liberal han coincidido en ir de la
mano, para la nueva construcción racional de la ciudad, con la
centralización
y el consiguiente aplastamiento 'de los hechos di­
ferenciales: en el
panopthicon benthamiano podríamos cifrar su
paradigma y encontrar su símbolo.
.
Llega,

sin embargo, un riempo en que aparece un'a
mutación
que altera sustancialmente el p~norma brevemente descrito. Cuán­
do hayamos de localizar
este. punto _de, inflexión, es tema que
puede ser discutido,
Empieza a mrutlfestar~e- en los

albores de
nuestro siglo,
avar¡za en

su escalada- durante los
años de
la Se-
( 1) En cuanto a _ este tema es extraordinariamente sµgerente el tra­
bajo de Juan Vallet de Goytlsolo, «Diversas perSpectivas de las. opciones
a favor de los cuerpos intermedios», en Verbo, núm. 193-194 (1981), y
también recogido en el volumen Tres ensayos, Speiro~ Madrid, 1981, Pá­
ginas 5-60.
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gunda República, para aparecer nítido y fuera de toda duda en
nuestros días.
La citada mutación -sorprendente-- va a desplegar sus efec­
tos en una doble vertiente. Por un lado, con gruesa incongruen­
cia, ciertas· fuerzas· políticas e ideológicas
filiadas· inequívocamente
de

principios opuestos al
mismo, se
«bautizan» en la iglesia del
regionalismo. Por el otro, las facciones conservadoras -y tómese
esta terminología con las salvedades precisas- empiezan a mos­
trar despego y eun alergia por todo lo que recuerde la antigua
libertad regional. ¿Qué ha ocurrido -podemos y debemos preguntarnos- para
provocar un cambio tan radical? Esta breve exposición tiene por
objeto apuntar alguna razón tendente a despejar la interroga­ ción planteada.
Siempre a

título de meras hipótesis, y custodia­
das tmr s~·veraS precánciónes, pueS:-;rio escapa nuCstl'O tema a
la universal regla de Bossu,et · que Ortéga cita en su Origen y
fundamento de la filoso/la: _ «Cuando considero este mar turbu­
lento, si así me es
lfcito llamar a

la opinión y a
los_ razonamien­
tos

humanos, imposible me es, en espacio dilatado, hallar asilo
tan seguro ni
· retiro

tan sosegado que no
se haya
hecho memo­
rable por
el naufragio de algim h¡vegante. famoso». Si así es
para
experimentados marinos,
¿qué prudencia no habrá de guar-
dar
un simple grumete? ·
II. ¿Deserción de la derecha?
La descripción ofrecida, tomo esquemática que es, adolece
de las ventajas e inconvenientes
inherentes a
la generalización
'y· simplificación. ~ó es, ¡,pr 1:ap.to, exhaustivamente ex~cta, sino
sujeta
a
pi-eéisio'nes· Y rriáti'zaciones. Pues 'todos los esquemas
sacrifican partes accidentales y secundarias de la cuestión para
facilitar su

comprensión.
Sacrifi_cio que
es función de la comple­
jidad del
asunt~- l\.~í, no sé puede sostener, tal cual, que el pen­
samiento tradicional fuese
descentralizador " regionalista en el
sentido ideológico o de adscripción que hoy damos a tales tér-
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LA EVOLUCION IDEOLOGICA EN TORNO Al CENTRALISMO
minos. Nuestros mayores, al defender lo que· encuadramos bajo
esas etiquetas, no postulaban un designio político, sino que se
aferraban a una realidad que precisamente la ideología -léase
el racionalismo político subyacente al pensanúento liberal- tra­
taba de desarbolar. No eran, no podían ser descentralizadores,
pues no existía la centralización.
Es preciso, en este punto, abrir un paréntesis explicativo de
las diferencias entre Francia y España. En aquella nación la cen­
tralización no tiene su origen histórico -aunque sí su íntensi~
ficación: esa es la lección de Tocqueville (2), que también ex­
plicó Maurras
(3) con su caracterizada expresividad- en la Re­
volución, sino que es cosa vieja. Hasta tal punto que, y aquí
es Taine ( 4) quien se une a Tocquevílle, ese mismo proceso
centralizador iniciado por la Monarquía absoluta sea considerado
como una de las causas de
la propia Revolución. De ésta, sin
embargo, no derivará su paralizaci6n sino su
agigantanúento.
Quizás

no errara
Correa de

Oliveria ( 5) al acuñar la regla de
que la Revolución siempre exacerba sus propias causas.
Para nuestra patria, en cambio, a diferencia del caso francés,
(2) Alexis de Tocqueville: «La centralimción no es una conquista de
la Revolución. Por el contrario, es un producto del antiguo régimen, y
añadiré también que es lo único de 1a constitución política del antiguo
régimen que ha sobrevivido a la Revolución» (Vancien régime et la Ré.
volution, libro II, cap. II, vers. cistellana de R. V. de R., Daniel Jorro
editor, Madrid, 1910, pág. 51). Para este tema es especialmente. intere­
sante el estudio de Eduardo García de Enterria, Revoluci6n francesa y
administración contemporánea, Taurus, Madrid, 1972, págs. 39w93.
(3)

Charles Maurras:
«En tiempos de la Monarquía la centralización
se realizaba, diremos, en un diez por ciento; a partir de la Revolución se
realiza en

un noventa por ciento,
y tiende a aumentar indefinidamente a
pesar de las voluntades
y de las ideas, debido a la fuerza centralizadora_
de la institución democrática»
(L'Ordre et le Désordre, vers. castellana
de J. L. Muñoz Azpiri, Huemul, Buenos Aires, 1964, pág. 78).
(4) Hypolite Taine: Les origines de la France contemporaine, Hachette,·
París,

s. d.
(5) Plinio Corti:a de Oliveira: Revolución y contrarrevolución, Ferw
nando el Santo, Bilbao, 1978, pág. 52.
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es verdadera la descripción de Gambra ( 6) de que, si bien a
fines del siglo
XVIII podían señalarse influencias regalistas en
la corte y una decadencia del sistema representativo, no existi6
aquí el proceso de centralización absolutista. Lo que realmente falló en aquella época no fue la autonomía y el vigor de las ins­
tituciones, sino, cabalmente, la autoridad real. Explicación que
capta en su sentido más profundo la sugestiva frase de Menén­
dez Pelayo: «Dos siglos
de incesante y sistemática labor para
producir
artificialmente la revolución, aquí donde nunca podía
ser orgánica» (7). De
ahí que no sea aventurado hablar de inexistencia de cen­
tralización y,
de resultas, de pensamiento descentralizador,
en.
la

España del siglo
XVIII.
En las siguientes generaciones al triunfo de la oligarquía
liberal en España, perdida la influencia vivificadora del ambien­
te, y lejano el gusto por la libertad,
la vivencia regionalista se
irá disolviendo. Será entonces cuando cuaje la
teorización tra­
dicionalista -piénsese en Mella o en tantos otros-, y cuando,
consecuentemente, se forme un sentimiento propiamente descen­
tralizador, llamada a salvar tal postulado. No podía ser de otro modo, pues como
ha recordado Alvaro
D'Ors (8), toda obra de teorización política, en cuanto que en­
traña una proyección hacia el futuro, una reforma que es fruto
del fracaso, una decepción por la propia experiencia, viene unida
inseparablemente a una crisis. (Al contrario, que
la labor juris­
prudencial, cuya plenitud acompaña siempre al esplendor de las
·(6) Rafael Gambra: La Monarquía social y representativa en el pen­
samiento tradicional, 2.• ed., editorial Sala, Madrid, 1973, págs. 11 y si­
guientes. Descripción sustancialmente exacta. Quizás sólo pueda referirse
como excepci6n la importante reforma administrativa del reinado de Car­
los III, cuya importancia en el proceso centralli:ador no ha sido, posible­
mente, valorada de
modo adecuado

por los historiadores españoles.
(7) Marcelino Menéndez Pelayo: Historia de los heterodoxos espa­
ñoles, epilogo, B. A. C., Madrld, 1967, t. II, pág. 1.038.
(8) Alvaro D'Ors: -«Sobre el no-estatismo de Roma», en Ensayos de
teoria politica, EUNSA, Pamplona, 1979, pág. 56.
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LA EVOLUCION IDEOLOGICA EN TORNO Al CENTRALISMO
culturas y las civilizaciones). Del mismo modo que la fisiología
es posterior a la patología, pues nadie se interesa en saber cómo
es su corazón mientras no le duele.
Ahora bien, esta teorización, salvadora del viejo principio
de libertad regional, trae de la mano, como
el bulto su sombra,
un efecto secundario inevitable y derivado del giro ideológico
experimentado: efectivamente permanece la conciencia del regio­
nalismo, pero se exilia de las grandes masas, circunscribiéndose
a los cenáculos intelectuales y a una pequeña parte del pueblo
en que, bien por su especial enraizamiento o bien por su lealtad
a las banderas del tradicionalismo, aún conservará operatividad.
La llamada
derecha sociológica, en cambio, quedará en buena
parte privada de ese hálito. He
ahí, pues, una escisión entre la derecha intelectual y po­
lítica del
tradicionalismo y el pueblo -derecha sociológica-,
que en otro tiempo le fuera fiel. Escisión explicable por una mixtura compleja de factores
psicológicos, sociológicos, políticos e ideológicos que, aun con
contradicciones, trabajó en una dirección coincidente:
a) En primer término encontramos muy desarrollada la ideo­
logía igualitaria (9), cuyo desenvolvimiento se ve fácilmente fa­
vorecido por la predicación demagógica y declamatoria de la
filosofía idealista. «Todos los hombres son libres e iguales en derechos» es la fórmula -ambigua- que recoge el fundamento
del democratismo ya desde la Revolución francesa. Y que,
amén
de

su ambigüedad, se nos muestra tocada por
la contradicción (10).
(9) Cfr., sobre esta cuestión, Eugenio Vegas Latapie: «El mito del
igualitarismo», en el volumen, Los mitos actuales, Speiro, Madrid, 1969,
págs. 129-154. Asimismo, Paul de Lubac: «La igualdad en la ideología de­
mocrática», en L'Ordre Franraise, nov. 1975.
(10) Juan Donoso Cortés: «Libertad, igualdad, fraternidad: fórmula
contradictoria. Dejad al hombre el libre desenvolvimiento de su actividad
individual y veréis c6mo al punto muere la igualdad a manos de
las je­
rarquías, y la fraternidad a manos--de 1a concurrencia. Proclamad la igualM
dad y veréis a la. libertad huyendo en ese mismo instante y a la fraterM
nidad

exhalando su último aliento»
(Obras Completas, B. A. C., Madrid,
1970, t. II, piig. 983 ).
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MIGUEL AYUSO
En efecto, entre las dos paternidades ( 11) del hfürido revolucio­
nario -libertad e igualdad, artículo 2
y artículo 6 de la Decla­
ración de derechos de 1789, Montesquieu
y Rousseau, división
de poderes
y volonté generale- es la religión de la iguaklad la
que
triunfa de la dinámica contradictoria. No en vano tiene su
causa psicológica en la envidia. Alexis de Tocqueville, tras su conocida
y visionaria descrip­
ción de las gentes «semblables et égaux» sometidas al poder
central «inmenso
y tutelar» que se eleva sobre ellas, escribe:
«La igualdad ha preparado a los hombres para todas estas cosas,
para sufrirlas
y con frecuencia hasta para mirarlas como un be­
neficio» ( 12).
b) En segundo lugar, se nos muestra especialmente lumi-
noso un diagnóstico del liberal Joho Stuart
Mili, en su celebrado
On Liberty: «Los hombres se vuelven rápidamente incapaces de
concebir la diversidad cuando por algún tiempo se
han acostum­
brado a no verla» ( 13 ). El sentido
y el gusto por la libertad se
pierden
--<:amo todos

los bienes superiores-- rápida e insensi­
blemente,
y las más de la veces sin posibilidad de nlterior re­
cuperación. Se
ha dicho con razón que la esclavitud degrada a
los hombres hasta hacer que la amen.
e) En tercer lugar, se produce la desaparición de la virtud
natural del patriotismo -la «pietas» que según Santo Tomás (14)
también «se extendit
ad patriam~ en beneficio de un nuevo
sentimiento, acogido al nombre de nacionalismo.
(11) Cfr. Francisco Elías de Tejada: «Construcción de la paz y aso­
ciaciones

intermedias», en el volumen
Derecho y paz, C. S. l. C., Madrid,
1965, págs. 71 y sigs.
(12) Alexis de Tocqueville: De la démocratie en Amérique, parte 11,
lib. IV,
cap. VII,

vers.
castellana de

Dolores Sánchez
de Aleu, Alianza
Editorial,
Madrid,

1980, pág. 269.
(13) Cit. por Erik R. V. Kuehnelt-Leddihn, eo Freiheit oder Gleich
heit?, vers. castellana de J. M. Vélez Cantare!!, Rialp, Madrid, 1962; pá­
gina 36.
(14) Santo Tomás de Aquino: Suma Teológica, Il"-II", q. 101, art. 3,
ad. 3.
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LA EVOLUCION IDEOLOGICA EN TORNO Al CENTRALISMO
Benjamín Constant ya se apercibió del cambio efectuado,
señalando que «mientras que el pattiotismo
no, es
más que un
vivo apego a los intereses, los hábitos y las costumbres locales,
nuestros pretendidos patriotas han declarado la guetra a todo esto. Han secado la fuente natural del .patriotismo
y han querido.
reemplazarla por una pasión artificial hacia un ser abstracto, una
idea general desprovista de todo lo
que hiere la imaginación y
de todo lo que habla a la memoria» (15).
En nuestros
días, Rafael
Gambra ( 16) ha diseccionado esta
alteración introducida en el amor a
la patria, presentándo el
tránsito del patriotismo al nacionalismo. Tránsito que, podemos
añadir, discurre paralelo al que lleva de la libertad regional al
uniformismo, y al que de la
libettad de

los antiguos desemboca
en la libertad de los modernos, por acndir una vez más a la ter­
minología del fundador del liberalismo doctrinario.
El nacionalismo aparece ante nuéstros ojos -seguimos á
Gambra- como íntimamente vinculado ál ideal progresista de
la filosofía de la historia del racionalismo. Para éste el universo
posee una interna estructura lógica que el hombre, con el ins­
trumento adecuado de su razón, puede conocer plenamente, sin
residuo. En consecnencia, debe advenir una sociedad racional
(15} Benjemin Constant: De l'esprit Je conquéte et l'usurpation dans
leurs
rapports avec- la civilisation
européenne, Garnier, ·París, 1924, pá­
gina 212.
(16)
Rafael Gambra: op. cit .. , págs. 99 y sigs.; también del mismo
autor: «Patriotismo y nacionalismo», en· Eso que·-llaman. Estado; Monte­
jurra, Madrid, 1958, págs. 177-182. Esta pólémica terminológica y tiu con­
veniencia pueden ser ampliamente -debatidas. Aunque· haya optado -por la
matizada solución del profesor
Gambra, no
desconozco
las ,razones que
llevaron
a Charles -Maurras
y su escuela a la reivindiéaci6n de la voz na­
cionalismo, y que pueden ser válidas en países como Argentina, donde
el vocablo nacionalismo ti.ene noble tradicióri. En esté ·sentidó, véase Oiar­
les Maurras: «L'Avenir du nationalisme-Íran~aise», en Oeuvres Capitales
(Essáis politiques), Flamtnarion, París, 1954, págs. 525 y sigs.; Henri
Massis:
Maurras et notre temps, vers. castellana_ de· Juan Segura, Rialp,
Madrid, 1956, passim; M. de Roux: Chti'rleS -·Mau"as et le nationalisme
de L'Aciion Frtmfaise, Grasset, Pads, 1927.
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MIGUEL AYUSO
que sustituya las v1eias estructuras políticas y nacionales de la
sociedad histórica. Para ser
lógica. esta

reorganización social de nueva planta
y
fundada sobre basamentos racionales, debiera haberse aplicado
sobre
la sociedad universal, pues, ¿qué más irracional y anó­
malo,

qué más inadmisible para una mentalidad racionalis­
ta que la nación, fruto de azares
y tradiciones del pasado? Siu
embargo, contra la lógica del sistema, e introduciendo un dato de facticidad, el constitucionalismo decimonónico se aplicó sobre
el
mosaico de

nacionalidades existentes, originando ese senti­
miento radicalmente nuevo del nacionalismo
..
Las

características que diferencian esta nueva fuerza espiri­
tual del viejo sentimiento patriótico son
-1 decir del mismo
Gambra- dos. Frente
. a

la
naturaleza afectivo-existencial de la
pietas patriae presenta el nuevo sentimiento un marcado carácter
teórico, con simbología y dogmática propias; por un lado, mien­
tras
qµe el clásico amor á las patrias es un sentimiento condi­
cionado
y jerarquizado, susceptible de gradación ( 17) y compa-
(17) ar., en este punto, los magníficos párrafos del doctor Torras i
Bages, O~ispo· de Vic: . «Si se quiere estrechar _este fortísimo vínculo de
unión social, principio de moralidad y
bíenestal:' públicos
( que es
el sen­
timiento de
patria), es necesario acudir a la región. Quienes van en contra
de ésta, quienes desearían destruir ese verdadero sentimiento de patria
nacido de_ la región, nos _ hacen el efecto de un hombre que, viendo des­
truida una magnífica arboleda, trabajara todavía para arrancar los tocones
que, vivos bajo tierra,
son capaces de retoñar y repoblar el antiguo bos.
que». : «Si las actuales naciones quieren ver florecer de nuevo el senti­
miento de_
patria:, deben buscarlo por ministerio del regionalismo; de lo
contrario, disipado
-aquel nobilísimo sentimient<;>, moriría sin remedio. No
es
la región·-enemiga de la patria común, al contrario, de ella recibe ésta
su
-sustancia vital» (fragmentos de «La Tradici6 Catalana», publicados en
el · volumen cuidado por. Luis Durán i V en.tosa sobre La actitud tradicional
en Cataluña, Rialp, Madrid, 1961, págs. 66-72).
Pensamientos en todo coincidentes con el de Mella: «El
coraz6n hu­
mano,
al entrar en la corriente de la vida, va formando en torno a sí clrcu­
los concéntricos semejantes ·a los que produce .la _piedra que cae sobre la
superficie de uti estanque;. el más· cercano .es el más fuerte, y· el más le­
jano el más débil. Este es el fundamento _psicológico del patriotismo»
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LA EVOLUCION JDEOLOGICA EN TORNO Al CENTRALISMO
tibie con otros patriotismos de base más estrecha o más amplia,
en el nacionalismo la
razón de Estado se abre camino como cau­
sa inapelable, coloreándolo de
exclusivismo y abso/u,ividad.
La infección nacionalista, verdadera septicemia, en su ex­
tensión, va a alcanzar también a las fuerzas consideradas de
de­
recha. No se minusvalore, pues, este cambio, ya que su reper­
cusión es más honda de lo que a primera vista pueda parecer.
Así, la invocación de
la unidad nacional que no se dé cuenta
de

la contaminación ilustrada
y estatista que vicia el plantea­
miento, es ajena al sentir
y al pensar de la tradición española:
la idea de un
«Reino de

España» surge, por vez primera, en el
siglo
XVIII, y es asumida y divulgada por el liberalismo de las
Cortes de Cádiz. Nunca será solución oponer
al pluralismo ideológico y so­
cial -contrario por otra parte a la pluralidad de los diversos
órdenes de cuerpos intermedios- el monismo inmanente del Es­
tado
divinizado, ni

será respetuoso con la realidad social en­
frentar un nacionalismo
¡acobino español a los nacionalismos
separatistas de los diversos pueblos hispánicos, como ha explica­
do

contundentemente el profesor Canals ( 18 ).
(La Iglesia independiente en el Estado ateo, discurso en el Teatro de San­
tiago, de 29 de julio de 1902, en Obras Completas, t. V, pág. 330).
(18) Francisco Canals Vid.al: «La derecha como rectitud política», en
El Pensamiento Navarro, de 18 de mayo de 1975, o también en el vo­
lumen Política española: pasado y futuro, Acervo, Barcelona, 1977, pági­
na 67. Por otro lado, Gambra ha apuntado que, «aunque los separatismos
espru.loles constituyan

una
aber~ación recusable,
puede
se! _comprendido
psi­
cológicamente si nos ponemos en
la posición de quienes comienzan el pa­
triotismo por
el amor a la casa paterna y comprenden la significación pro­
fundamente
antipatriótica
del estatismo moderno» (La Monarqufa ... , pá­
gina 101).
Posteriormente, estas corrientes no aciertan a discernir de la
patria común -Espafia-el Estado que se adueña de su nombre. El ori­
gen de cierto vasquismo, y ciertas actitudes del por otra parte irrepocha­
ble Torras
i Bages, parecen haberse alimentado de una trasposición 16gica
parecida.
Para comprender la posición del citado Obispo de Vic, véase el estu­
dio

de Juan Vallet
de Goytisolo: «Torras i Bages y La Tradició catalana»,
publicado en Cristiandad, núms. 565 y 566, marzo y abril-mayo de 1978.
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Sin embargo, lo . que Rafael Gambra ha llamado concepoon
de la nación como «protorrealidad histórica» ( 19) está a
la or­
den
del día y operante en muchos ambientes. No hay más que
observar el éxito de
la definición voluntarista de España como
«unidad de destino» -traducción del «proyecto sugestivo de
vida común» orteguiano-- frente a la clásica que la considera
como «unidad de convivencia histórica». Como tampoco es pre­
ciso profundizar en demasía para percibir sus rastros en la vi­
sión que desprecia la «gaita» telúrica en beneficio de la abstrac­
ta «lira» de la geometría.
Para esta derecha infectada de nacionalismo,
la pluralidad
rtgional hubo de ser tolerada en cuanto realidad socialmente con­
sagrada
y difícilmente absorbible. Mas al considerar valor supe­
rior la unidad -entendida. de modo maximalista como «unici­
dad»-
y al haberse consagrado ésta en el devenir histórico, no
consideran preciso desandar un camino agreste, escarpado
y lleno
de riesgos
y peligros. Dejando a un lado ·la confusión en que
incurren, y que ya hemos anotado, entre
unidad y unicidad, quie­
nes así argumentan desconocen que «el régimen foral no fue,
como muchos creen, un tránsito obligado
y siempre declinante
hacia una más efectiva unidad; si así fuese se habría prescindido
de él en la
organización política

de los pueblos americanos, como
un mal con el que hay que transigir sólo allá donde existe;
pero, antes al contrario, a América se llevó
el régimen de Ca­
bildos
{municipio español) y Congresos (Cortes) como una pro­
longación del peninsulat» (20).
Quienes así argumentan -insisto-- no entienden la profun­
da razón de Chesterton cuando
--aplicándolo a

cuestión bien
diferente como es la referida a
la concentración de la propie­
dad, pero que es perfectamente extrapolable-- dijo que, «el
único paso adelante es el paso atrás» (21). Si no se quiere afron-
.. (19) Rafael Gambra: Tradición o mimetismo, I. E. P., Madrid, 1976,
págs. 203-208.
(20) Rafael Gambra:
La Monarqula ... , p,lg. 95.
(21) Gilbert Keith Chesterton dio estampa a esta frase en su What's
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LA EVOLUCION IDEOLOGICA EN TORNO AI CENTRALISMO
tar la regionalización tampoco esperemos que el proceso unifor­
mante y congestivo se detenga_ en un determinado estadio. Seguirá
avanzando sobre las ruinas de la sociedad histórica hasta que no
quede reducto de facticidad y diferenciación. ¿O es que por
ventura pueden detener el proceso del mismo modo que los
mar,
xistas

frenan su «motor de la Historia» -la lucha de clases-,
que deja de producir sus efectos cuando -por la consecución de
la sociedad sin clases-- así interesa a sus beneficiarios? Y es
que la historia es dinámica incluso eu la evolución de las ideas,
que no se paran donde nosotros queremos. Al contrario, una
vez que las hemos dado la vida se desvinculan de nosotros adqui­ riendo existeucia propia e indepeudiente. Por eso, también, el
envite sobre el porvenir de las ideas en la historia es el más
ciego de los envites.
d) En cuarto lugar, y estrechamente vinculado con el pa­
rágrafo anterior, la irrupción del Estado moderno
-<¡ue reci­
bió
el ser de Bodiuo y Hobbes y el nombre, de Maquiavelo-,
lenta en nuestra patria, coadyuva decisivamente en la. evolución
que estamos deseutrañando. Púes el antiguo regionalismo -«los
fueros» por hablar eu castellano-- es un fenómeno preesta­
tal (22), encuadrable en el pluralismo medieval e incompatible
con la omnipotencia del Estado que deriva de la aceptación de la soberanía como «puissance absolue
et perperuelle» ( 23) sin
la cual «la République n'est plus République».
· Como

ha puesto de relieve el profesor D'Ors, hay una falta
de correspondencia eutre la idea de Fuero y la de Estado, que
explica los desajustes que
el foralismo produce eu el sistema es­
tatal perfecto (24).
wrong with the world, vers. castellana de Mario Amadeo, Obras Comple­
tas, Plau y Janés, Barcelona, 1%7, t. 1, p,!g. 869.
(22) Alvaro D'Ors: -c nal)\)., en Papeles del Oficio Universitario, Rialp, Madrid, 1961, páginas
310-343.
(23)
Jean Bodin: Los seis libros de la República, libro 1, cap. VIII.
(24) Alvaro D'Ors: «Autonomía de las personas y señorío del terri­
torio»,
en Ensayos de Teoria Politica, EUNSA, Prunplona, 1979, páginas
252-259.
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Esta incongruencia de origen, precisamente, es la que ha
abierto paso a
la solución de compromiso del «régimen paccio­
nado», régimen sólo comprensible de estos presupuestos deter­
minantes. A título de ejemplo podemos señalar la Ley, llamada
paccionada, de 16 de agosto de 1841, que nunca ha satisfecho a
los administrativistas, quienes no pueden concebir una ley esta­
tal que exija para su modificación la concurrencia de una volun­
tad ajena a la del Estado
~la Diputación

Foral de Navarra en
este caso-. Por
el otro lado, tal solución de compromiso tam­
poco ha allegado el consensus unánime y entusiasta de los fara­
listas

puros que, si han transigido con
ella, ha sido como avan­
ce frente al centralismo uniformista «de sus temores» (25).
e) En último término es preciso tener en cuenta que la
destrucción de la
unidad de la Cristiandad hace aparecer inso­
lidarios los elementos que antes aparecían firmemente integrados. Así, la constitución natural de
la sociedad, caracterizada por
su
estructura federal

y descentralizada, puede resultar incom­
prendida
por. muchos

que, sin embargo, sostienen una Monar­
quía fuerte, vibran de amor por
la Patria o son vivificados por
el principio religioso. Elementos que otrora recibían coherencia
y sentido unitario en el sistema tradicional y que hoy aparecen
desolados. Se ha citado a menudo una frase, lúcida como todas las su­
yas, de Chesterton
y que ha llegado ª' alcanzar verdadera for­
tuna: «El mundo está lleno de ideas cristianas que se han vuelto
locas» (26). Pero
lo que 'no ha merecido demasiada atención,
en contraste con la feliz frase, es la explicación con
la que el
paradojista inglés la desarrollaba. Y es precisamente este exordio
el que cae dentro del círculo de nuestro interés en este punto.
Son ideas locas, es verdad, pero la causa de su enajenación ra­
dica en el desconocimiento de los perfiles de las circundantes.
Es la ausencia de un sistema integrador la que en último extremo
(25) Cfr., para la comprensi6n de esta temática, Jaime Ignacio del
Burgo:
El Fuero: pasado, presente, futuro, EUNSA, Pamplona, 1975.
(26) G. K. Chesterton: Orthodoxy, vers. castellana de Alfonso Reyes
en Obras Completas, Plaza y
Janés, Barcelona,
1967, tomo I, págs. 521-22.
628
Fundaci\363n Speiro

LA EVOLUCION IDEOLOGICA EN TORNO AI CENTRALISMO
hace enloquecer a las ideas más sensatas que, hi¡:iostasiadas, con­
vertidas en únicas, sin límites que las sostengan o contrapesos
que las guarden, concluyen por adquirir contornos delirantes.
* * *
Creo que en lo anterior dejo apuntado, siquiera en esquema,
una aproximación explicativa
de la escisión operada en la de­
recha. Por usar de la terminología acuñada por René Rémond(27),
ha aparecido junto a la vieja derecha contrarrevolucionaria (tradi­
cionalista) una nueva
derecha bonapartista, receptora de un tras­
vase de caudales procedentes
de aquélla.
Esta es, pues, la respuesta a la primera parte de nuestro in­
terrogante:
el pensamiento tradicional sigue siendo regionalista.
Ninguna evolución se
ha producido en él en este terreno. Si ha
podido parecer lo contrario se debe a que ha perdido repercu­
sión social en beneficio de otra nueva derecha, nacionalista, y
fundada sobre bases bien distintas de las que daban sostén a
aquél. El crecimiento de esta nueva derecha
y el repliegue del
pensamiento tradicional son fenómenos estrechamente
rela­
cionados, y claramente dependientes de la intoxicación ideológi­
ca apuntada en las páginas de
atrás.
III. ¿ Conversión de la izquierda?
La segunda cuestión, perfectamente deslindable de la prime­
ra, aunque con evid_entes conexiones -por mor del fermento
dialéctico (28) introducido en el pensamiento moderno: ciertos
(27) René Rémond: «Nouvelle droite ou droite de toujours», en Le
Monde, del 20 de julio de 1979.
(28) Plinio Correa de Oliveira, en un magistral ensayo ( «Trasvase ideo-
16gko inadvertido y diálogo», en V erho, núm. 42-43, págs. 77-165), mostró
con precisión cómo a

través de
la dialéctica empiezan a pensar en mar­
xista aun quienes· se creen radicalmente
ajenos y
contrarios a las inspira­
ciones de esa :filosofía. Una de las obras más completas para -el desarrollo
629
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL AYUSO
sectores de la derecha empie28D a mirar con malos ojos las liber­
tades regionales desde el momento en que las fuerzas liberales
y socialistas dejan de ser insensibles, ya de modo real o ficticio, que ese es otro asunto, a esta realidad-, es por qué las ideolo­
gías antes centralistas,
y ferozmente, toman en nuestros días en­
tre sus manos la bandera del regionalismo.
Anotemos, en primer lugar, que esa moderna toma de pos­
tura, sincera o interesada, contradice los· postulados sobre los
que operan tales ideologías:
a) La democracia, por un lado, tiene por efecto producir
la centralización. Existiendo entre ambas
--es la
expresión fuer­
te, como siempre, de Charles Maurras-- un «vinculo diamanti­
no» (29). Convicción en absoluto novedosa, pues ya Tocquevi­
·IIe, en su
De la d;émocratie en Amérique, había señalado un fe­
nómeno similar: «Estoy convencido de que no
hay naciones
más expuestas a caer bajo el yugo de la centralización que ague-
de la dialéctica del marxismo es Jules Monnerot: Socfologie du Cammu­
nisme,
Fayard, París, 1969,
2.ª
parte.
Respecto

a
la influencia nociva d~ la dialéctica en la cuestión regional,
véase, Miguel Ayuso: «Regionalismo y dialéctica», en El Pensamiento Na­
va"o, de 11 de octubre de 1979.
(29) Para Maurras es una ley física· que
«la démocratie électorale a
pour effet

de
centtaliser». En efecto, aunque --con independencia de la
crítica que desde el campo católico ha hecho Marcel Clément a la «ffsica
social» maurrasiana en un libro importante:
Enqu~te sur le nationalisme,
NEL, París, 1957-la causa profunda radica no tanto en el carácter elec­
toral de la democracia cuanto en su individualismo.
La relación es fácil de
entablar: el partir de un orden social individualista presupone que cada in­
dividuo se da a sí mismo su
ley, rehusando por .tanto la ley moral natural.
A parer;e entonces como inevitable que los individuos se opongan unos a
otros, acentuándose
el movimiento de disgregación social. El gobierno que
sostenga un
postulado tal, contrariando tan profundamente la naturaleza
moral del hombre, sólo tiene por recurso -para mantener al menos la
apariencia de orden neutralizando las fuerzas -centrlfugas actuantes-ce!l­
tralizar. · Necesidad rigul'OSa ·que expl.icita U!la vez más una relación muy
conocida
y mixy diversamente formulada, que alcaiiza su paradigma en la
expresión de los «dos termómetros» · del Discurso de la Dictadura, de Do­
noso Cortés, o en la contraposición entl'e el «yogui» y el «comisario» que
estableció Arthur··-Koestler.
630
Fundaci\363n Speiro

LA EVOWCION IDEOLOGICA EN TORNO Al CENTRALISMO
llas cuyo estado social es democrático. Varias causas concurren
a este resultado, pero, entre otras, ésta: la tendencia permanen­
te de las naciones es la de concentrar todo el poder guberna­
mental en manos del único poder que representa directamente
al pueblo, porque, más
allá del

pueblo, s6lo se perciben indi­
viduos iguales confundidos en nna masa común» (30). Aunque quizás la aportación
más destacada de Tocqueville
sea haber puesto de relieve la naturaleza
lúbrida de
la
democra­
cia

-«Ha habido en la Revolución francesa dos movimientos
de sentimiento contrario que no
hay que confundir: uno favo­
rable a la libertad; otro favorable al despotismo»- y haber lla­
mado la atención contra
ese· «poder

central inmenso», cuando,
en el cénit mismo de la idea liberal, la generalidad de la opinión
y de los doctos pensaban rigurosamente lo contrario, a saber:
su naturaleza anárquica.
¿ Dónde buscaremos la clave de tantas contradicciones? A
nuestro entender, en la construcción de la sociedad y el derecho
a partir del
individuo aislado.
En esta dirección es de destacar la aportación -difundida
en nuestra patria por Juan Vallet de
Goytisolo--del
profesor
de la Universidad de París, Michel Villey: «Es un juego de azar.
escribe, fundador del derecho, sistema de relaciones entre los
hombres,
eil el

individuo aislado; es decir, fundarlo en la ne­
gación del derecho; cuadratura
del círculo:

a partir
del indivi­
duo,

a partir del su derecho subjetivo, no se hallará más que el
anarquismo y la ausenc~i:t de orden jurídico,· o bien, contradi~
ciéndose a sí mismo, a partir del individuo ·se fabricará a su
imagen el individuo artificial, el
monstruoso Leviatán
que
aplas­
ta

a los verdaderos individuos» ( 31 ). E insiste: «Quien quiera construir sobre
estos principios
está

abocado aI fracaso:
es ilusorio
pensar que se haga viable
el
(30) Alexis de Tocqueville: De la démoCTatie ... , parte 1, cap. I, pá­
gina 87" de la versión citada.
(31) Michel Villey:La fOrmation de la pensie juriditjue moderne (Cours
tl'histoire di: ·za philosophie du droit), nouvelle édition corrigée, Montchre­
tien, París, 1975, p~. 676.
631
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MIGUEL AYUSO
positivismo haciendo retoques de detalle. Rousseau, por ejem­
plo, reemplazará al monarca absoluto de Hobbes por
la sobera­
nía popular; pero ésta no será menos tiránica. Los liberales,
Locke a su cabeza, se
esforzarán en

restaurar las libertades in­
dividuales del ciudadano. frente al Estado, pero no podrá con­ seguirlo sin poner en peligro. el orden público o
sin aumentar
el ámbito de la injusticia social. Flotamos entre Scylla y Carib­
dis, del estatismo al anarquismo, pues no es fácil corregir
a
Hobbes»

(32).
b) En lo que hace al socialismo son de recibo las conside­
raciones dedicadas a
la democracia, agravadas por el carácter
planificador connatural a
él. Es difícil conjugar la libertad de
las regiones con una
planificaci6n central total, y se hace oscuro
comprender cómo van a revitalizar los cuerpos sociales quienes aspiran a absorber una buena parte de
la sociedad por un Es­
tado vampirizado. Y es que el socialismo no puede reconstruir
la sociedad sobre sus cimientos naturales, aspira tan sólo a
sus­
tituirla

por un sucedáneo
(3 3 ).
* * *
No creemos preciso ins1sttt más en la cordial incompatibi­
lidad existente entre los postulados democráticos y socialistas y
el espíritu del regionalismo. Es un tema zanjado por la doctrina
científica y confirmado por la praxis hasta la saciedad.
Sin embargo,
hic et nunc, la supuesta regionalización deno­
minada
Estado de las Autonomias, parece abonar que se ha
producido un cambio no despreciable
y sobre el que no debemos
pasar sin detenernos. Apliquémonos
a diseccionarlo:
a) Es sabido que la Revolución francesa fue presidida por
e! designio político de destruir
el orden histórico y su entra-
(32) Idem., op. cit., pág. 706.
(33) Cfr. Francisco Puy Muñoz: «Federalismo hist6rico tradicional,
federalismo revolucionario y -cuerpos intermedios»-, en el volumen Contri­
bución al estudio de los cuerpos intermedios, Speiro, Madrid, 1968, pá­
ginas 133-151.
632
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LA EVOLUCION IDEOLOGICA EN TORNO Al CENTRALISMO
mado social. De su cumplimiento más o menos total no sutgió
-es siempre la misma historia-,
sin embargo, el hombre nue­
vo
ni adivinó la sociedad racional que esperaban. Apareció el
vacío: lo que Mautras y Marcel de Corte han llamado la
diso­
ciedad (34.).
Vacío,
disociedad, que es preciso colmar de
algón modo.
Para

lo cual se valen de diversos medios: la funcionarización,
las divisiones geométricas, etc. Hasta qq.e llega un momento en
que se considera oportuno articular la región. Pero no la re­
gión

tal y como brotó de la naturaleza, sino
la creación resul­
tado de las cavilaciones de los utopistas (35). Y es que cuando
todo es masa informe, inerte
y atomizada, es preciso introdu­
cir de nuevo
un elemento, si no ordenador -no hay orden en
el plexiglás---, sí al menos clasificador. Es un nuevo régionalis­
mo, de origen revolucionario, pues en primer lugar no obedece
al principio federativo como
fundamento estructural interno (36)
y, en segundo término, participa de la antropogía, psicología y
sociología contrarias al antiguo regionalismo. El profesor Elías
(34) Marce! de Corte: «De la sociedad a la termitera pasando por
la disociedad», en
Verbo, núm. 131-132 (1975), págs. 93-138.
(35)
Torras i

Bages
--op. cit., pág. 102- escribió: «El regionalismo
liberal, es decir, el que procediera de arriba, impuesto por el 'poder cen­
tral, no sería tal regionalismo: la revolución no puede crear directamente
la región.
La revolución o la disolución social destruirán la unidad vio­
lenta y excesiva; mas las regiones reaparecen, no en virtud de la revolu­
cí6n, sino de la ley: naturar dé la sociedad».
(36) Para distinguir entre verdaderos y falsos regionalismos basta con
observar
la actitud que adoptan respecto de los cuerpos intermedios. De­
bemos valorar negativamente todos los que no se construyen sobre los cuerpos intermedios
inferiores y que, por

tanto, desconocen
el principio
federativo como
fundainento estructural.

El verdadero regionalismo se
__ sus­
tenta

sobre un previo municipalismo y familiarismo, si
se· nos permite la
expresión. Escuchemos una vez más la palabra del obispo Torras: «Cada
región
-es una federación de familias unidas entre sí con estrechísimos la­
zos· naturales, todas
ellas· procedentes acaso de un mismo origen, y _-¿c6mo
una forma tal

no
iba a ser aborrecida por la Revolución, cuyo ideal estri­
ba en
la abolición de. la familia natural y cristiana y la constitución ck!l
faiansterio, de

una manera más o menos descocada?» (
op. cit., pág; 92). ··
633
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL AYUSO
de Tejada dedicó gran atención a contraponer la psicología del
hombre concreto --estrechamente ligado con el verdadero regio­
nalismo de libertades también concretas- y la revolucionaria del hombre abstracto, que articula la libertad con mayúscula
y
que se muestra patente en los regionalismos de progenie demo­
crática o socialista (37).
De ahí

que se pueda
afirmar que
el fracaso de los modernos
regionalismos no está motivado porque el principio de libertad
regional sea destructivo, sino más bien por su convivencia con
postulados políticos que le son heterogéneos y que dan muerte a los gérmenes de verdadera libertad: por ejemplo, la democra­
cia. De tal modo que la llamada
demo,ratización de las institu­
ciones forales
predicada para Navarra se traduce en dar muerte
al fuero por la asfixia de los supuestos sobre los que se apoya
y sin los que no es concebible su existencia. O igual que el
nuevo Parlamento catalán legiferante no hace sino destruir el
tradicional y autóctono derecho catalán, de naturaleza popular
y técnica: derecho consuetudinario
y de juristas.
Contémplense los resultados de una operación que, no con­
tenta con ofreoer un regionalismo tarado y privado de sus
· apo­
yaturas

--entramado orgánico, vitalidad de los cuerpos inter­
medios, vigor de la
fe y la piedad nacional-, lo hace convivir
con una decadencia de la fe y con la explosión de los gérmenes
de desunión que favorece la democracia.
Resumiendo. La desunión es obra de la democracia, no es
perjuicio atribuible al regionalismo. Pero es suicida relanzar un
regionalismo privado de lo mejor de su espíritu y anegado por
un ambiente que le es hostil.
b) Se debe también considerar que en el crecimiento del
poder -y de su concentración, tan
magníficamente descrita
por
(37) Francisco Elías de Tejada: La Monarquia Tradicional, Rialp,
Madrid,
1954; también

del mismo autor, «Libertad abstracta
y libertades
concretas», en el volumen Contribucí6n al estudio de los cuerpos interme­
dios, Speiro, Madrid, 1968, págs. 115-132.
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LA EVOLUCION IDEOLOGICA EN TORNO Al CENTRALISMO
Bertrand de Jouvenel en una obra ya clásica (37)-se llega a
un estadio en que la congestión alcanza límites intolerables. A
partir de aquí el proceso se invierte, originando una cascada de
lo que podríamos denominar «nuevas feudalidades», si se nos
permite usar esta expresión acuñada por
'l'homas. Mcilnar (39)
para explicar, en
o.tro campo,

una tendencia para
él dominante
en

la actual política. Nuevas feudalidades que, ocioso es decirlo, serán distribuidas
con toral arbitrariedad, resultando a la postre más irritantes e
injustas que las divisiones generadas por la naturaleza
y la his­
toria.
e) En una explicación pretendidamente global como la que
tratamos de aportar no puede
faltar el
análisis de las razones de
oportuuidad política -habida cuenta de la operatividad de ta­
les motivaciones en amplios sectores de
· la

población de deter­
minadas regiones--,
y tampoco debe ser olvidada su posible
instrumentalízación para fines subversivos o revolucionarios.
Sobre este punto acudimos a la explicación, notablemente
precisa, del
tantas veces
citado profesor Gambra, de cómo las
fuerzas sociales que obran actualmente en los pueblos actúan
como disolventes. En un pueblo gobernado con justicia
y animado por una fe
común, nos viene a decir, las virtudes de sus ciudadanos se ven
exaltadas y se potencia su fecundidad por el eco ambiental que
encuentran
y por el respaldo de la autoridad. Hasta los vicios y
defectos son aprovechados para el bien. En cambio, los países
dominados por la corrupción o el descreimiento no sólo agostan
la virtud de los suyos sino que, puesta al servicio del mal, exalta
los vicios
y los multiplica.
Es claro que el caso que nos ha tocado vivir corresponde a
estos últimos: «Entre un estallido de pasiones y deslealtades a
todos los niveles, surge alguna tendencia que, en sí misma con.
(38} Bertrand de Jouvenel: Du Pouvoir, vets. castellana de J. Elza­
buru, Editora Nacional, Madrid, 1956.
(39) Thomas Molnar: Socialisme sans visage, vers. castellana, EPESA,
Madrid, 1979, cap. II, págs. 61-101.
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. MIGUEL AYUSO
siderada; sería buena y constructiva. Por··ejemplo, esto que -con
término impreciso---se llama «regionalismo» o reviviscencia de
los países históricos, en su lengua, sus instituciones, sus viejas
leyes y costumbres. En un clima sano y gobernado se trataría de
movimientos esperanzadores por cuanto entrañan de amor a lo propio, de «pietas» o piedad patria, de auténtica renovación
participadora». «Sucede justamente lo contrario en un ambiente de
decan­
dencia

y anarquía moral, como es bien patente. La virtud apro­
vecha al mal o se convierte en vicio. El amor propio se torna
en odio a cuanto exceda de unos límites estrechos, aunque se
trate de realidades también propias y venerables, tal vez la recta
culminación de ese mismo amor. La renovación en pluralidad
de impulsos vitales de la patria común se transforma en disgre­
gación de ésta; el sano orgullo de lo propio, en abjuración trai­
dora de lo que nos une y exalta para ponerlo finalmente al
servicio de cuanto disuelve toda noción de patria, la pequeña
y la grande» ( 40 ).
Como «a río revuelto ganancia de pescador», no es preciso
añadir que son legión los interesados en enturbiar las aguas.
Quizás de este oportunismo y deseo de subversión haya que ex­
plicar muchas «conversiones al regionalismo», Oportunismo1 pues
lo usan como señuelo con el que atraen a sus filas nuevos adep­
tos escasamente
:motivados por
el resto de sus planteanúentos:
el regionalisimo se convierte así en una pueha de entrada y en
un banderín de reclutamiento. Deseos de subversi6n, pues saben
que por
la explotación y desquiciamiento de contraclíciones -ya
sean reales o provocadas- avanza la revolución. Es
la lección
-no siempre bien sabida por los incautos- de la metodología
marxista, sin distinción de acepciones leninistás o gramscistas.
d) No debemos olvidar, por otra parte, que la «naturaleza
de las cosas» siempre conserva oculta una ricá y poderosa veta
~apaz qe sobreponerse en cualquier momento. a la ideologización
(40) Rafael_ Gambra: «Regiones, nacionalidades, fueros», en El Pen·
samiento Navarro, de 25 de marzo de 1977._
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LA EVOLUCION IDEOLOGICA EN TORNO Al CENTRALISMO
postiza. La realidad no conoce de partidarios u oponentes. Es
lo que es. Y tiene tal poder, derivado de la autenticidad, que a
veces, incluso sin que tengamos conciencia de ello, aflora des­
puntando por entre los trazos de la entelequia. Siempre hay un
trocito de encina que asoma debajo de la hiedra más asfixiante.
El pensamiento moderno -es uno de sus rasgos má~ acusados­
pretende reducir el ámbito de los bienes del hombre a cuestión de partidismo. Lo que está en la recta disposición de las cosas,
pongamos por caso el regionalismo, sin embargo,, puede lograr
imponerse en ocasiones sobre los prejuicios ( democráticos o so­
cialistas, pero siempre centralistas en el supuesto considerado).
e) Este cambio de actitud que estamos poniendo a las cla­
ras también puede hallarse influido por un verdadero análisis
de las ventajas que la descentralización proporciona. (Esta con­ sideración «técnica» ya influyó para que
desde el rígido modelo
napoleónico

en el que la «acción» es el obrar de uno
y la «de­
liberación» el obrar de muchos se diese paso a la versión
des­
concentrada del sistema centralista). Ventajas que Tocquevi­
lle ( 41) consideraba no tanto de orden administrativo como político. Lo que no es poco, pues no todas las cosas han
de me­
dirse por el rasero de la eficacia. Chesterton, en alguna parte
de su obra, ya distinguía entre dos categorías de cosas por hacer: aquellas en que es preferible, en la medida de lo posible, que las haga quien puede hacerlas mejor, antes que hacerlas uno
mismo, por ejemplo, extraer un diente O arreglar unos zapato~;
y por otra parte aquellas que, aún no haciéndolas con toda per­
fección uno mismo, es preferible que sean obras personales, como sonarse la nariz o escoger esposa ( 42).
Me parece que esta es otra banda de razones que sumar a las
antedichas y que, al igual que las anteriores, dejamos apuntadas
en apretada síntesis en espera de que pluma más autorizada de­
dique su ocios en su desarrollo.
(41) Alexís de Tocqueville: De la démocratie ... , parte I, libro I,
pág. 87 de la versi6n citada.
(42) Cit. por Jean Madiran en Criticas a la Ciudad Cat6lica, Speiro,
Madrid, 1963, pág. 35.
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MIGUEL AYUSO
Lamentablemente, en este análisis de oportunidad, al no
tenerse en cuenta el valor social-dogmático del principio religioso
y su valor centrípeto, la tendencia centrífuga de la descentraliza­
ción, se ve privada del poderoso freno del comuntarismo religio­
so. Es otra consecuencia de la destrucción del sistema tradicio­
nal al que líneas atrás he hecho alusión.
1 V. Conclusión.
Hasta aquí estas breves reflexiones. El lector de estas pá­
ginas
quizás piense que he simplificado en exceso. Tiene razón.
Y que es muy cómodo concluir que la derecha no es regionalista
porque no es verdadera derecha, y que la izquierda es tan sólo
regionalista de un falso regionalismo. Para este viaje, efectiva­
mente, no
hacían falta

alforjas. Y vuelve a tener razón.
Quizás también se pueda pensar que el tema escamoteado,
y del que debiera haberme ocupado, en lugar de obsequíarles
con este pesado circunlocj_uio, es qué podemos hacer quienes co­
mulgamos con el verdadero regionalismo para que la derecha lo
acepte de verdad y para que la izquierda · quede desenmascarada
en su farsa. Tal tema, lo siento, me sobrepasa ampliamente.
E incluso estoy inclinado a pensar que
ni siquiera corresponde
a la política. Más bien me parece de verdadera ingeniería social,
cuando no de pura alquimia.
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