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Número 215-216

Serie XXII

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Discurso de Patricio Horacio Randle [San Fernando 1983]

DISCURSO DE PATRICIO HORACIO RANDLE
El miedo y la confusión como respuesta.
Caminaba, hace poco, por las calles de Madrid cuando de pronto
vi inundada
la acera de panfletos que, en grandes tipos, ponían la pa­
labra MIEDO, y agregaban: Supere usted el miedo aprendiendo "'jiu­
jitsu". Me quedé pensando que más importante que superar el miedo
físico seria enseñar a la gente a superar el miedo espiritual. ¿O es que
no existe este miedo? Yo creo que sí. Y que va en. aumento. Por eso
considero interesante analizarlo.
Más que· de miedo habría tal vez que hablar de miedos, en plural,
pues son tantos y tan variados. La sociedad actual ----qué duda cabe-­
vive atenazada por el tem'or, vive aterrorizada por lo que puede pasarle
a cada miembro de ella, vive
inquieta porque
no
con/fa en
que, con el
tiempo, las cosas por sí solas vayan a arregldrse. No es un pesimismo;
es una

realidad
objetiva. Ahí
están los datos de
esa miama realidad.
¿De

qué
hay miedo? Pues veamos.
Por de pronto, de
las noticias que nos invaden, desde el periódico
hasta
la televisi6n. Noticias t~rribles, dramáticas, consternantes, todos
los
días, a

cada hora. Desde accidentes espantosos a guerras crueles,
desde
crímenes horribles

hasta opresiones sutiles.
Tal. ve.i estas noti­
cias no

deberían
ocupar tanto espacio en

nuestra
imaginación, pero el­
caso

es que -para
beneficio de

la
industria informativa
todopoderosa
y mercantilista-ahí están.
Hay miedo d~l pasado, como decia Chesterton, pues -la gente no
quiere saber de
dande viene, no

quiere enterarse de
nada que
le pueda
empañar su
endeble escapismo

hacia el futuro. Pero tampoco cree en
el futuro
y, en efecto, le teme cada vez que de él se trata en c;oncreto. ·
Y

a todos han visto que no
hay un
progreso humano lineal
y necesario.
La
amenaza atómica,

la degradación social que estamos viviendo, el
retroceso moral, son indicios que impiden engañarse con promesas po­
lfticas, científicas

o tecnológicas.
Decía Fréderic Le Play que
los antiguos creían generalmente que
la edad de la felicidad era la de · las razas primitivas sometidas a la
tradición de los ancestros.
Los contemporáneos (se refiere al siglo XIX)
se inclinan, en la mayor parte, a entreverla en el porvenir de los pue­
blos
que se entregan a _ la búsqueda de la novedad (1 ). O sea, de un
error se .
pasa a

otro. Por eso, continúa Le Play:
no se sabe conciliar
las admirables novedades que han abierto la tercera edad, con la tra­
dición de la ley moral que aseguraba la felicidad a las
dos edades pre­
cedentes (2).
Nada __ nos puede· sorprender puesto . que, por encima· de todo, eriste
miedo a la Verdad. Se niega la yerdad si1n· haberla buscado. Se dice que
es más importante saber forml(lar una pregunta que contestarla. Se
trata, obviamente, de una huida
paTa no
confrontarse con la realidad
objetiva.. Se
niega, escondiendo

la
cabeza como
el avestruz, en la es­
pesa
neblina de la subjetividad. Como Pi/titos, que bajo la apariencia de
(1) Pierre-Frédéric Le Play: La constitution essentielle de l'huma­
té, Tours, 1881, pág. 78.
(2)
Ibfd., pág. 79.
Fundaci\363n Speiro

la indiferencia debió sentir un miedo inexpresable, se recurre a la
ironía de preguntar: ¿QUID
EST VERlTAS? No queriendo oír la con­
testación. Hoy hay
miedo hasta de creer. Porque se supone que creyendo se
pierde la libertad. «Si
hoy creo esto., me comprometo y mañana no
puedo
negarlo». Estrictamente es cierto pe,'o se

olvida que,
en un se­
gundo

plano
más profundo,

s6lo la
Verdad es capaz .de hacernos ver­
daderamente libres, porque nos lleva a ese plano de

lo
trascenden·te.
Sin

creer; declaradamente, en
nada, es

cierto que podemos cambiar a
nuestra antojo. Pero ese cambiar por cambiar,
precisamente, es

el que
nos cierra

el camin'o a toda auténtico cambio,
como es la

conversión;
palabra que implica genuino cambio por
creencias máa profundas.
El miedo se extiende hasta la tradición.
El prejuicio burgués contra el mundo clásico, donde impera la ;~~
rarquía, el ·orden, la armonía, la ab;etividad. y el respeto por los ante­
pasados se

ha finalmente
imz,uesto. Por eso es
falso que la
burguesía
sea

un -factor social regulador, ya que
ni es verdadero clase

media
(más
que

económicamente). Ha sido
Corrompida por
la Revoluci6n (que le
extendió su fe de · nacimiento); el
igualitariamo, · Ja quimera progresista,
el racionalismo y un materialismo hipócrita que es la antftesis de esa
cultura
greCó-latina tan
providencialmente
preparada para recibir

el
bautismo. El miedo, se
ha dicho, es el peor conse;ero. Debe ser porque el mie­
do

da consejos.
Esos ·consejos
deben
ser los que han traldo tanta
con­
fusión al tiempo
actual, donde en

nombre del pluralismo_,
la paz, la
democracia,
la
moderación, las minorías, la libre expresión y los dere­
chos
humanos (

para citar unos
pocos conceptos

en
b'oga), hemos caído
en

el caos en que
nos hallamos. Veamos algunas caracterlsticas de esta
distorsión programada. , Ahora

se habla de
pluralismo' para calmar los temores a que hacía­
mos referencia. «Puesto que
no r,;ps ponemos de acuerdo

sobre qué
cosa
sea

la Verdad, el Bien y la
Belleza; suprimdmoslas». «Que no haya
certeza,

ni SI ni NO, sino que todo
sea relativo, contingente, opinable,
subjetivo.

Que n'o haya ni bien ni·
inal, sino que todo sea fndlferente,
neutro, gris, moralmente. Que no haya nada ni bello ni feo. Que el arte
no sea ya un reflejo de la realidad
sino una glósa de
la colectivizaci6n,
del
psi.coanálisis, de

la
lilcha de
clases-
y de cualquier otra veleidad de
nuestro
tiempo».
Para
calmar el

miedo se invoca la
paz. Peto no es la Paz que está
llena de
exigencias morales

sino
como una Nirvana en
venta al
pdbli­
co,

un estado semis6lido que
se acomoda pacificamen,te -sin protesta~
al

recipiente en que se
lo mete. Esta paz, hecha para citarla en los
«sl0gans», está implícita en

aquel ·que- dice SONRIE: DIOS TE AMA,
a la medida de un catolicismo
Con unos maridamientos metafóricos,

sin
clara
definición de pecado mortal, sin confesión, slh infier.no, ni de­
monio. Un catolicismo
igntJfo ·que,
por
esa mi8ma ·raz6ri, puede
per­
mitirse saltearse el INITIUM SAPIENTU IN TIMORE DOMINE.
Pero esta distorsión va más allá de la religión y corroe la familia
recortando
la
autoridad paterna en nombre

de la
-paz, altera
la escuela,
donde desaparece la autoridad magistral como si fuese
lin estorbo para
773
Fundaci\363n Speiro

la armonía entre alumno y profesor. Esta paz es capaz de llevar a las
naciones a su mayor oprobio; todo en nombre del miedo disfrazado de
evangelio.
La democracia, otro remedio -socorrido por el temor que nos encie­
rra, es otra

falsa salida, toda
vez que
se trata
de una
democracia sin
bases, donde

está permitido someter a voto cualquier cosa, poniendo
todo en duda sucesivamente, desde la vida de la criatura
ya concebida
hasta

la responsabilidad
social e indelegable del matrimonio, la priori­
dad

de la vida de hogar sobre la comunitaria
y de ésta sobre la vida
estatal;
asi como preceptos

de la ley natural, tales
la propiedad, la
corporación por profesiones (sin distinción de clases) y cualquier otra
fórmula que pueda organizar la sociedad. Porque
el liberal _que esto
impide, como

dijo M aurras,
no es. más que un espíritu desorganizado.
Cualquier intento de estructurar la sociedad provoca su reacción, y si
esa estructuración es, en bqse al orden natural y cristiano, obtendrá de
inmediato la
alianza tácita

del marxismo para oponerse.
En la
democracia de lwy todo

está sujeto a sufragio
universal. El
bien

común ·
mismo se

pone en juego -como en una ruleta
ru~ en
elecciones

en
las que

compiten realmente los grandes medios de desin­
formación masiva, loa trucos psicológicos, las técnicas subliminares de
persuasión, la

quinta pluma, el poder crudo del dinero, el hedonismo
de las masas sin verdaderos guías (un redil adocenado por miedos pero
sin· pastor que lo
Conduzca). La

democracia está reducida,
además, a
una
«partitocracia», lo

que es como su propia
antítesis. Simone

W eii
lo Vio · claro cuando escribió: La -condición .para la. existencia de una
auténtica democracia
es. que

no haya partidos políticos.
Y Simone W eil
no podía ser

tachada de
nazi 'o. de. fascista sino; en todo caso, de- judía
hipersensible. Pero tampoco escribía
«boutades».
Otro

falso remedio
al miedo es la tan mentada moderación, en la
que
se
comienza, nada--menos, que

por confundir los bienes
con los
me­
dios. En los
grandes dilemas de la vida, sin

embargo,
tio hay-centrismo
que

valga: entre
la .vida y la muerte (ya el mismo embarazo no admite
medias tintas, igual

que la defunci6n), entre lo verdadero
y lo falso,
entre el crimen y la inocencia no hay t¿rmino medio. El justo medio
tiene-pertinencia· cuando. se trata de elementos cuantificables, como el
vino,
las hortl& de sueño, de

trabajo,
de moderación
nace la temperancia~ que es una virtud personal pero que
nada asegura de· las dotes-de

·buen· político, o
dirig.ente, de
quien· la
posee.
Hay ·gobernantes que se presentan como «moderados» embaucando
a muchos electores; Como
si ello fuese garantía -de prudencia auténti­
ca
y no, como lamentablemente lo es, de oportunismo, de pusilanimi-
dad, de debilidad constitucional. · ·
· Frente

a los dilemas· de hierro, ¿qué· valor tiene el centrismo? El
punto
medio como

norma es la·
negación de
los
-valores y, peor aún, de
los propios

Universales. De
allt pueden emanar,

con toda facilidad,
las
peores

decisiones.
Eg-que- del. miedo de encarar la realidad se sigue,
indefectiblemente~
un·

miedo
mayor: fl de sentirnos como

una brizna
llevada por ·el
·- viento. , ·

.
Una
supuesta defensa de las minorlas pretende devolver tranquilidad
a
llllestros aterrados contemparáneos.-· En algun08 casos

lo consigue:
mediante, el

fraude
y -la-inversi6n de 108 valores; ·med,'ante la manipu­
laci6n de

grupos minoritarios a efectos de oponerlos a cualquier
orden
consti-l]lido,
por· el . mero

designio- de subvertirlo. Trátese de
minarlas
774
Fundaci\363n Speiro

raciales. como los negros; de minorías religiosas, como los judios; de
minorías de
discapacitados físicos o

de enfermos
men,ales, criminal.es o
·guerrilleros;

de lo que
se trata·
es de deb(litar a las mayorías
naturales,
de

hacerlas sentirse
anormales, culpables;
de minar su .moral.
,
Atemorizadas
asf hay gentes que hoy_ tienen compl.ejo de culpa de
haber nacido blancos, cristianos, aptos físl'camente, sanos mentalmente,
honestos.

Es
una hábil táctica para
cuando llega el momento
di' pre­
sentar
como victimas a las pobrecitas

madres de crueles guerrilleros,
cuando la opinión pública previamente
insolidarizada, se

ha alvidado
de los muertos a mansalva,
por la espalda, loca y ciegamente, por la
subverti"6n marxista.
Hasta las
campañas por
los lobos marinos,
contra la vivisecció1i ·
animal,
la

contaminaci6n nuclear, son
aptas para
distraer la opini6n,
del aborto, de
la pornografía, de la disolución de la familia (comen­
zando por

el
divo,rio institucionalizado y fomentado), del cohonestado
aumento de la criminalidad, o de la droga.
Las democracía,s liberales, no incompatibles

con
cierto estatismo,
ofrecen a

la población el consuelo de
la seguridad institucionalizada~
Y

a sabemos que
la seguridad personal está gravemente amenazada en
las
grandes ciudades
y no hay quién lo evite. Por eso, en cambio, se
da abligatoriamentela seguridad
social, hija del estado benefactor. Nues­
tras
vidas están «aseguradas» por
una gran
maquinaria
burocrdtica que
ha

sido
capaz de desnaturalizar el rol humano del médico, convertirse
en una entelequia que con.$lme más que lo que recauda y que termina por
ponernos un número para poder ·desinteresarse de nuestra suerte per­
sonal
Este es el

estado benefactor· provocado por el miedo de la pobla­
ción, el remedo
frente a

la
irresponsabilidad social
de los gobiernos,
la respuesta burocrática masiva que lejos de ir a las
cuasas de los pro­
blemas

sociales
administra un

sistema de
organizacl6n de
las
conse­
secuencias.
O, si no, también se emborracha a ta gente co.n la palabra modernidad
como si lo que es hoy, por el mero hecho de ser contemporáneo en­
car~e
una panacea y una superación de todo lo malo que pudiera haber
habido en el pasado. Pero se
precisa ser mluy ignorante

para, a dos­
cientos años vista, volver a

caer
en el espejismo de lo

«moderno», ídolo
favorito de la llustraci6n
y de todo idealismo que fue aplastado por
el crudo
materialismo de la-Revolución burguesa
de 1789 y terminado
de
ahiquilar por

el rancio
ideologismo de
la revolución bolchevique,
que aún
hoy nos sigue . apestmu:lo.
Nf
siquiera

queda nada
«moderno» con
vida. Los últimos restos
fueron agotados en
las frivolas y decadentes 0décadas de los años veinte
y

treinta .
.Allf se

consumó· el funeral del arte
y la literatura «moderna»
que ya en mi juventud so
liamos, apostrofarla llamando modernoso a
toda

absurda pretensi6n de
contemporarteidad no alcanzada

por propio
mérito
y trascendencia.
La modernidad es el opio
de algunos hombres atemorizad0$ · por

el
estúpido prurito de sentirse «pasados. de
moda», «atra.rados». «anticua­
dos»
cuando de

lo que
se trata, precisamente en tiempos de decanden­
cia generalizada,
es de

nutrirse de la tradición olvidada.
Otro monstruo sagrado, a caballo de la
confusi6n reinante,

es
la
libertad de expresi6n elevada a categoría suprema de -virtud ciudadana.
Lo que
es apenas un aspecto, u.na

condición, se
ha convertido
en
· un
fin en sí mismo; pero tan s6lo gracias al caos que lo permite todo.
775
Fundaci\363n Speiro

En buena razón si yo digo· -en medio de un c(rc!ulo de artistas «mo­
dernos»-

que sería deseable
·que la policta no se limitara a rep11mir
el

mal sino
que también hiciera·-todo el bien que está a su alcance (y
que no es · poco) todo el mundo asentirla fervorosamente. Pero si, acto
seguido y, en consecuencia~ yo· añadiera: también seria deseable que
los artistas,

a más de cumplir
con las
reglas del arte, ponderaran el
poder de

que
implícitamente gozan sobre

el público y contribuyeran en
alguna medida

a su edificación,
a su formaci6n moral e intelectual,
al esclarecimiento de. sus ideas,
a la purificación de sus apetitos (como
la
cathársis griega); si yo dijera semejante cosa en un medio artistico
sería inmediatamente

execrado,
si antes no prorrumpieran en una .riso­
tada general.
El liberalismo · -constantemente en complicidad
con el marrlsmo­
no

acepta jamás
ir al fondo de las cosas. Resulta una impertinencia
tratar de dar algún contenido
-a las cabezas vacías hl]as del consumismo
masificante. Mejor es dejarlas
así., aun a costa de que sean fácil presa
del comunismo

simplificante, esquemático y seductor. Frente al miedo,
el
liberal insiste

en el suicidio colectivo
antes que
en el antúloto. Por
eso nuestra sociedad sigue remontando altos niveles de temor. Frente a la catástrofe de la
H.µmanidad, si-empre in crescendo, se la deja iner­
me. No se le enseña un -
«jiu;itsu» espiritual capar. de

hacerle emplear
todas · sus reservas naturales plenamente sino que se le
.aban.dona a

la
confusión. En

todo caso se le habla de derechos humanos, como toda protec­
ci6n, sin apercibirse que lo que fortalece a la persona es
la conciencia
de

tener una
misi6n· que c¡umplir, antes

que conocer las
ventajas que•
de
·ello derivan.

Otra
vez se

invierten los · valores. Parece que
hubié­
ramos

retornado sibilinamente al NON SERVIAM, pues ya a los niños
chicos se

le despiertan expectativas que con seguridad no se le podrán
(ni se le deberán) satisfacer
--sea materia económica, educativa

o pro­
fesional-. Pero
asf ya

se
ha engendrado una actitud

de
exigencia antes
Que de

donación, de
pretensi6n antes

que de ofrecimiento, de
reivin­
dicaciones

en nombre de
un·. justicia no

siempre compatible con la ca­
ridad. Por eso el hombre moderno entiende el concepto de privilegio como
un abuso de autoridad, ignorando el sentido
prístino que
supone tam­
bién
una contraprestación.

No
hay privilegio -stricto sensu-sin obliga­
ción; mtia aún,

esta obllgaci6n
estd ennoblecida

no por
venir impuesta sfno
haber sido libremente

elegida. De
allf · el

NOBLEZA OBLIGA.
Ahora,
en cambio,

se
asume el privilegió de -pOligamos por caso­
acceder

a la
enseñanza superior,

como un derecho gratuito,
sin que
entrañe

compromiso u
obligaci6n - recíproca, sin someterse

a un nivel
más alto de exigencia,
sino como-

un goce sobre el
cuaJ no

debe rendirse
ninguna
cuenta." ¡Al

contrario/
Puesto que

se ha llegado a ese nivel
educativo
hasta se

reclaman derechos
supl.ementaTios para ca-gobernar
las

casas de estudio.
Como muestreo de
las caracterfsticas del síntoma del miedo y de
sua pretendidos remedios basta. Lo que

no podríamos hacer es
de;ar
las cosas aquí, sin un hilo de luz. siquiera que nos abra las puertas a
la esperanza.
Asf como el

·hombre
m0derno está
atemorizado
y confuso por obra
y gracia de la manipulación inspirada en las doct,rínas más antihµma­
nas
que pueda haber

bajo el ropaje
del humanismo, así también

es
dable comprobar
-no sin cierto esfuerzo-que hay un sustrato en la
776
Fundaci\363n Speiro

criatura hija de Dios que _se resiste a $er desnaturalizada del todo, Claro
que estas cosas sólo se
adViúten en las situaciones-límite, a[ borde
del drama sino
ya en plena tragedia.
Pero aqui surge nuestra responsabilidad: la de
encauzar estDS po­
tencialidades,

la de impedir
qpe estos· resabios de la salud pública no
naufraguen definitivamente en el ojo del huracán. Basta comprender
lo esencial de
cuamo he aj"irmado _ para

estar
automáticia,nente com­
prometido

en
la salvaci6n de la sociedad y de sus miembros ·mediante
el

esclarecimiénto constante
y el testinJonio vivo. ·
S6/o los superdotados

podrán
semiír encerrados en sus islas de p~ra
especulación, proveyendo el, renovado alimento de la teoría a los _de-­
más. La gran mayoría estamos convocados a mezclarnos con este mun~
do,

no indiscriminadamente sino de algún modo
·orgánico, para
salvarlo
del miedo y de
la confusión, para devolverle --cuando menos- sus
propias
esencias y

con ellas ser
capaz de salvarse por sf mismo. '
Las potencias innatas de que· hablo son: una sumergida ansia d~
acercarse

a
la Verdad que puede_ ~er vitalizada (3); una defensa casi
instintiva de los bienes fundamentales de la persona
(hogar, propiedad,
solidaridad

vecinal, patriotismo); una cierta capacidad de santa indigna­
ción frente a la
cobardía, el

vicio, la
degenerací6n, y
otras secuelas
de nuestro tiempo,
que( 'debe ser

sabiamente guiada
y -si cabe-. san­
tamente estimulada.
Claro que estos
son nada más que medios que nos recuerdan, como
dijera el Cardenal Pío,
que cuando Cristo· no reina a través de los hechos
derivados de su presencia, entonces reina por medio de todas
las cala­
Iilidadés derivadas de su·· ausencia ( 4)., Pues no hay otro objetivo SU•
perior que restaurar el .orden político, social y económico cristiano; el
único capaz de ahorrar tantos males a
la humanidad.
Y a los que opinan como Napole6n 111, según le respondiera al
mismo
Cardenal
qile el momento no es oportuno, pues implicaria des­
encadenar

todas las
malas pasiones, habrá i¡ue responder como lo hizo
este

santo varón:
¿Que el momento de reinar Cristo no_ ha llegado.?,
pues
bueno, _¡ entonces -tampoco ha llegado el momento de que 108 gó­
biemos

duren! (5).
Consolémonos :Siquiera con esa realidad: el enemigo
en. el poder no podrá consolidarse; a eso. ayudaremos nosotros con
nuestra prédica a favor de un orden cristiano integral en cuya· base está
la restitución de todos los valores que
sean· auténticamente· bienes,

la
restitución del verdadero sentido de
las palabraa y del significado de
laa cosas. A ello es que hemos querido aludir a lo largo de esta breve
disertación-.
(3) Claro que en la Babel de mil lenguajes que vrvunos nó es fá­
cil. En la Edad Media, como dice Gustavo Co~ en su libro Fron•
teras ·de
la técn_ica. (B1;1en<;>s Aires, .Oikos, 1982) era, en cambio,, posible
cotivencer a

qU.ien
estaba-equivocado de sú error, Hoy es difícil, por~
que

nadie quiere
~y si quiere, a veces no puede-:-reconocerlo. -Se ha
perdido la unidad
. semántica

fundamental
para que-

haya
aútélltica cultura. ·
(4) Citado por ·1ean MariC· Vaissiere:·-· Fdndeménts de la c(té, Pa­
rís, Club du LiVl'e Civique, 1963, pág. 213 (hay traducción ·en españbh
Madrid, Speiro, 1966).
(S) Ibíd., pág. 214 ..
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