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Número 221-222

Serie XXIII

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La confirmación de nuestra fe. (En el aniversario de la venida de Juan Pablo II a España)

LA CONFIRMACÍON DE NUESTRA FE
(EN EL ANIVERSARIO DE LA VENIDA DE J~AN p..;,LO u·
A ESPAÑA) (*)
POR
MIGUEL AYUSO y LUIS MARíA SANDOVAL
«Ma;estades, venerables hermanos en el Episcopado, autori­
dades, querido pueblo de España: ¡Alabado sea
Jesucristo!
Con

verdadera
emoción acabo
de pisar.
suelo.· español.
Ben­
dito sea Dios, que
me ha

permitido venir hasta
aquJ, en
este
mi
via;e
apostólico.
Para

que
esta visita
surta los efectos que todos
deseamos,
he aqu! tres

vertientes que marcan los
grandes ob;etivos
de
mi
viaie
a

España:
-Confirmar

en la fe, como Sucesor de· Pedro, a
m.is her­
manos.

Para que la
luz de
Cristo siga· alumbrando e inspirando
la existencia de cada uno. Para que se respete la dignidad de todo
hombre, que en Cristo halla
su fundamento

último.
-Corfortar

la esperanza, que es consecuencia de la fe
y
que ha de abrirnos al optimismo. ¡No tengais miedo! ¡Abrid las
puertas a Cristo!, di¡e
al principio
de mi pontificado.
Es el men­
saie de esperanza que traigo · también en esta visita.
-Alentar las energ!as de la Iglesia y las obras de los cris­
tianos. Para que
sÍgan siendo -'-f'Omo a. lo largo de l_a historia­
árbol

cua¡ado de frutos de
amor a

Cristo
y a los hombres.
(*) Texto oral del audiovisual de este título expuesto en la Residencia
San Vicente Ferrer (El Vedat de Torrente), el JO de octubre, a ~ 16 00
horas, · durante la XXII

Reoni6o de
amigos de _ la . Ciudad Católica,:
3
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL AYUSO Y LUIS MARIA SANDOV AL
Que Dios bendiga a España. Que Dios bendiga a todos lo,
españoles

con la concordia
y la
comprensión mutuas, con la pros­
. peridad y la paz.
Al

Apóstol Santiago, Patrón de España, me encomiendo. E
invoco la protección de la Virgen
SanfJsima del

Pilar».
Con estas invocaciones se abría y se cerraba d primer
mensaje en la historia que un Papa dirigía a los españoles
desde tierra española. Juan Pablo II ha estado entre nosotros. Y decimos
bien «ha estado», porque
d eco

de su voz resuena en nues­
tros
oídos y la palabra de que era portador vibra aún en
nuestros corazones. A pesar de los esfuerzos de quienes
querrían decir que Su Santidad «estuvo» en
nuestra pa­
tria, dando

por cerrada su influencia,
la verdad es que con
justicia podemos usar
d pretérito

perfecto. Y si no po­
demos decir que «está», si no podemos usar
d tiempo

pre­
sente de indicativo, se debe al escaso interés -fuera del
puramente retórico- puesto por quienes, debiendo ofre­ cernos
la síntesis de su espíritu y la profundización de su
mensaje, no han estado a
la altura de las circunstancias.
Sus dilaciones
y equívocos han hecho malograr la opor­
tunidad.
4
Pecaríamos de desatentos y de malos hijos, si después
de que Juan Pablo II vino a nosotros a confirmarnos en la
fe, olvidáramos sus palabras como las de cualquier fenó­
meno tdevisivo que pasa con fama
y sin hudla.
Es más, debemos recordar al menos un florilegio del
Mensaje Papal para utilizarlo cuando la ocasión lo requie­ ra en
la orientación de tantos católicos sumidos hoy en la
confusión.
Por eso, a continuación vamos a ofrecerles «una» sín­
tesis de su mensaje. No es, sin duda, la única, y es posi­
ble que no sea siquiera la
más importante. En cualquier
caso es la menos divulgada, pues recoge los
registros me­
nos

agradables a los oídos del siglo.
No es
d Papa

un beato devoto del «mundo moderno».
Y
si no habla con la contundencia de la proposición 80 del
Syllabus, no se le puede reprochar menos claridad en la
denuncia en algunas ocasiones.
Lo que no agrada a los
otrora sostenedores

de la «autocrítica»,
el «diálogo» o la
«denuncia profética»
y que, con todo el poder y la in-
Fundaci\363n Speiro

LA CONFIRMACION DE NUESTRA FE
fluencia hoy en sus manos, niegan esas posibilidades a
quienes legítimamente las reclaman. Juan Pablo II, en su saludo en el Aeropuerto de Ba­
rajas, dijo:
«Vengo a encontrarme con una comunidad cristiana que se
remonta a la época apostólica. En una tierra obieto de los des­
velos
evangelizadores de

San Pablo; que está ba¡o el patrocinio
de Santiago el Mayor, cuyo recuerdo perdura en el Pilar de
Zaragoza y en Santiago de Compostela; que fue conquistada para
la fe por el afán misionero de los siete varones apostólicos; que
. propició la

conversión a la fe de los pueblos visigodos en To­
ledo; que fue la gran meta
de peregrinaciones

europeas a San­
tiago; que vivió la empresa de la Reconquista; que descubrió
y
evangelizó

América;
que iluminó
la ciencia desde Alcalá
y Sa­
lamanca,
y la teologla en Trento».
No se le oculta, en cambio, la decadencia que vive en
nuestros
días España,
sombra de
lo que fuera y entregada
a caminos contrarios de los que le valieron la gloria es­
piritual
y humana. Con exquisita delicadeza, lo añade a
continuación del texto antes citado:
«No ignoroJ por otra parte, las conocidas tensiones, a veces
desembocadas en choques abiertos, que se han producido en el
seno de vuestra sociedad».
Ante. una tal realidad su misión espiritual es la de un
heraldo de unidad. Unidad entendida no como adhesión
al error o complacencia ante el mismo. sino sj~mpre for­
tificada en la verdad. En su discurso a la conferencia epis­
copal española lo dice en un párrafo especialménte expre­
sivo e importante, dada la cualificación de los
receptores:
«Nosotros, puestos por el Señor como garantes de la comu­
nidad eclesial, no podemos menos de preguntarnos diariamente
sobre el modo como vivimos y
eiercemos tal

misión, es decir:
Si
tenemos siempre

conciencia viva
áe nuestro deber áé cons­
tructores de unidad;
5
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL AYUSO Y WÍS MA.Rlk SANDOV AL
Si nos damos cuenta de que preservar la unidad, a veces en
medio de conflictos, no es.
arreglar con habilidad

las partes en
litigio, sino que es 'coniUcirl'as éOr ca11linos ~vangJ1icos 11 la
reconciliación, a la mutua comprensión y, finalmente, a ·1a re­
novada comunión como fruto

de
una búsqueda, quizá dificil, de
la

verdad en
la caridad;
Si

tratamos de estar por encima de las facciones con el
de­
bido

sentido de equilibrio, sin que ello signifique c6moda menta­
lidad, para poder atraer unos
y otros al único principio de uni­
dad

eclesial;
Si sabemos set'-pacientes y longánimes, perseverantes y sacri­
ficados en la búsqueda de la unidad».
Nada m~s lejos del equilibrismo y la componenda. La
unidad afanosamente buscada no
se confunde con un sim­
plista «café para
todos». Por

eso, Juan Pablo
II no se
queda en alocuciones etéreas sino que baja
a la arena de
cuestiones disputadas. Con el celo ardiente del apóstol
viene a recordar verdades olvidadas sin dejar de denun­ ciar los errores campantes. Viene a cerrar heridas pero no
a ocultarlas como si nunca hubieran existido. Veamos
al­
gunos de entre tantos recordatorios:
En lo disciplinario.
I) Juan Pablo II resalta la primacía de la contem­
plación.
Y, así, les decia a las religiosas de clausura en
el encuentro del Monasterio de la Encamación, de
A vila:
«La vida contemplativa ha ocupado y seguirá ocupando un
puesto de honor en la Iglesia. Dedicada a la plegaria
y al silencio.
vuestra vida está escondida con Cristo en Dios».
Y sigue:_
«Esta vida ha fructificado en vosotras en el seguimiento ra­
dical de Jesucristo a
través de
la virginidad, la obediencia
y la
pobreza, que es el fundamento de la vida contemplativa».
6
Fundaci\363n Speiro

· LA CONFIRMACION DE _NUESTRA FE
En consecuencia, continúa el Papa, las almas contem­
plativas.
«son muy necesarias en la Iglesia. Son profetas y maestras vi­
vientes para todos; son la avanzadilla de la Iglesia
hacia el

reino».
¡Buena
falta hada

decir palabras como las anteriores
cuando vivimos en plena idolatría
de la praxis! Cuando el
marxismo y el hedonismo extienden sus tentáculos agos­
tando la vida del espíritu. Y
cuandq la anarquía discipli­
naria quiere relajar la exigencia
y la observancia estticta
de

las reglas.
II) No memos importancia tienen sus elogios de la
vocaci6n religiosa. Con palabras de San Pablo dice a los
religiosos
y miembros de institutos seculares, en la Parro•
quia de Nuestra Señora de Guadalupe, en Madrid:
«Continuamente
estoy dando

gracias a Dios por vosotros;
por la gracia de Dios que se os ha dado en Jesucristo; porque
en El

habéis sido enriquecidos con
toda suerte
de bienes ... ,
habiéndose verificado
ail en vosotros el testimonio de Cristo».
Añadiendo seguidamente:
«De vosotros depende en buena parte
la suerte. de la Iglesia».
III) Dentro de una temática similar son de resaltar
la
·homilía durante

la
ceremonia de

ordenaci6n sacerdotal,
celebrada en el Paseo de
la Alameda, de Valencia, y el
«mensaje a los seminaristas de España», firmado también
en Valencia.
En ambos textos delinea los rasgos fundamentales del
sacerdocio tradicional. Del primero, en el que explaya el
papel del sacerdote como instrumento vivo de la acci6n
de Cristo en el mundo, recortamos:
«Ser uno más en la profesi6n,
en el estilo de vida, en el modo
de vestir, no os ayudarla a realizar plenamente vuestra misi6n; defraudaríais
a vuestros

propios fieles, que os quieren sacerdo·tes
de cuerpo entero: litúrgicos, maestros, pastores,
sin de¡ar por
ello

de ser, como Cristo, hermanos y amigos».
7
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL AYUSO Y LUIS MARIA SANDOV AL
En d segundo texto propone a los seminaristas,
«una opción libre e irrevocable de fidelidad total a Cristo, a
su

Iglesia
y a vuestra

propia vocación
y misión».
En lo eclesial y litúrgico,
1) No es de echar en saco roto, en primer lugar, la
petición que hace a los obispos:
«Que vuestro celo se sienta · siempre ungido para afrontar
con lucidez de fe
-)1 respetuosos de la ¡ustá autonomla del or­
den temporal.-las

cuestiones doctrinales
y morales
que en
cada
momento

histórico
hayan de encarar los creyentes».
El mero hecho de que estas palabras fueran pronuncia­
das -no nos engañemos- es ya significativo. Al igual
que lo es un párrafo de la alocución dirigida a los teólogos
españoles en Salamanca:
«La conexión esencial de la teologla con la fe, fundada y
centrada en Cristo, ilumina con toda claridad la vinculación de
la teologia con la Iglesia
y· can su

magisterio. No se puede creer
en Cristo sin creer en la Iglesia,
''Cuerpo de

Cristo"; no se
puede creer con fe católica en la Iglesia sin creer en su irrenun­
ciable magisterio. La fidelidad a Cristo
implica, pues, fidelidad
a

la Iglesia,
y la fidelidad a la Iglesia conlleva a su vez la fide­
lidad
al magisterio.
Es preciso, por consiguiente, darse cuenta
de que con la misma libertad radical de la fe con que el teólogo
católico se adhiere a Cristo, se adhiere también a la Iglesia
y a
su. magisterio».
Que el Papa tenga que recordar esto, o que
«hacer teologla es, pues, una tarea exclusivamente propia del
creyente en cuanto creyente»,
8
Fundaci\363n Speiro

LA CONl'IRMACION DE NUESTRA FE
¡que tenga .que recordat -y con reiteración- algo que es
elemental
y básico a los «teólogos de Salamanca» puede
servir como índice del desconcierto en que vive la cris­
tiandad! A los religiosos y miembros de institutos seculares, en
Madrid, en frase clarísima, les recordó
la misma idea:
«La fidelidad al Magisterio no es freno para una recta inves­
tigación, sino condición
necesária de
auténtico progreso de la
verdadera doctrina».
Con otro tono, pero siempre la misma idea, repitió a
los universitarios reunidos en el
campus de la Universidad
Complutense:
«La Iglesia es la transparencia de Cristo entre los hombres,
oscurecida, a veces, por la conducta de los cristianos, pecadores
como los demás hombres.
La Iglesia, cuando se

ve con mirada
de fe, no es una pantalla que intercepta
.la comunión

de los hom­
bres con Cristo, el Salvador».
Esta insistencia del Papa en la importancia de la Igle­
sia, «Cristo difundido y comunicado»
segón la bella expre­
sión

de Bossuet, no es caprichosa o reveladora de un gusto
legítimo pero irrelevante del
Pontffice. Viene

a cuento de
las campañas -verdaderamente en alza desde el Conci­ lio Vaticano II- que oponen el carisma de Cristo al ju-·
ridismo de la Iglesia: esa falsa oposición entre la Iglesia
de la caridad
y la Iglesia del derecho, ese grito «Cristo s!.
Iglesia

no», que ya se vio obligado a desautorizar
Pfo XII
en un texto _maravilloso. La causa, verdaderamente preocupante, viene a
radi~
car en un descrédito del magisterio, rechazado unas veces
por el subjetivismo asfixiante
. que

promueve el h1,eralis­
mo, y otras por la suspicacia ante los frecuentes abusos que
han conocido nuestros días. Por eso no consideró de más,
Juan Pablo II, recordar a los obispos:
«Tenéis una grave responsabilidad, para que se respete la
verdad de

la doctrina
y su transmisión, de acuerdo con el Ma­
gisterio».
9
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL AYUSO Y WIS MARlASANDOVAL
Y recordar a todos los católicos, al hablar a los edu­
cadores cristianos,
en, Granada,
el auténtico y firme sen­
tido de la fe:
«La fe cristiana, en efecto, comporta para el creyente una
búsqueda
y aceptación personal de la verdad, superrmdo la ten­
tación de

vivir en la
duda sistemática».
II) En el en,cuentro con los religiosos y miembros de
institutos seculares vuelve a
la carga, cuando les dice:
«Esta fidelidad ( a la Iglesia) no debe ser meramente exter­
na, sino principalmente interna,

profunda, alegre
y sacrificada,
Tenéis que evitar todo lo que pueda
hater creer

a los fieles
que
existe
en

la Iglesia un doble
magisterio, el

auténtico de la ¡e­
rarquia y el de los teólogos y pensadores, o que las normas de
la Iglesia han perdido

vigor».
Prologando esta reflexión al campo específico -y tan
importante--de la liturgia, el Santo Padre se expresa­
ba as!:
«Hay que salvar la fidelidad al pensamiento y a las normas
de la Iglesia;

más
concretamente, en el campo doctrinal y en
materia litúrgica, evitando ciertas posturas
criticas llenas

de amar­
gura, que oscurecen la
verdad, desconciertan

a 'los fieles
y a las
mismas personas consagradas».
III) Otro punto en el que es de agradecer el men­
saje que Su Santidad nos ha venido a ttaer es
el de la ac­
tividad misionera. Ciertamente era necesario, pues un falso
ecumenismo, campante desde el Concilio,
y que tiende a
velar
el carácter de la Iglesia como única arca de salva­
ción, se ha plasmado en frutos amargos para la actividad
misionera de
la, Iglesia. Cualesquiera que hayan sido otros
de los rasgos del
actual Pont!fice, sus

palabras a los mi­
sioneros en el castillo de Javier son expresivas de que,
para Juan Pablo II la conversión no es, en absoluto, un
triste fenómeno:
«Javier es prototipo de misioneros en la linea de la misión
universal de la

Iglesia. Su
motivación es
el amor evangélico a
10
Fundaci\363n Speiro

LA CONFIRMACION DE NUESTRA .FE
Dios y al hombre, con atención primor4ial a lo que en él tiene
valor prioritario: su alma, donde se ;uega el destino eterno del
hombre:
¿ Y qué aprotle(;ha al hombre ganar todo el mundo y
perder su alm,a? ». ' '
Y · a los religiosos, en la parroquia de Nuestra· Señora
de Guadalupe, de Madrid, les decía:
«Recordad siempre que el esp/ritu mision~ro de u.na deter,
minada porción de la Iglesia es la medida exacta de su vitali­
dad. y autenticidad».
IV) Un wque de atención digno de tenerse en cuen­
ta también es el dado en el tema de la confesión personal.
En el mensaje. a los religiosos y miembros
de· institutos
seculares

se incluye el siguiente párrafo:
«Pensando en el tema del próximo Slnodo, quisiera invita­
r9s, religiosos -sacerotes, a valórar como uno de vuestros prime­
ros ministerios el sacramento de la confesión. Óyendo las con­
fesiones y perdonando

los pecados,· estáis eficazmente edificando
la Iglesia, derramando sobre ella el bálsamo que
cura las

heri­
das del pecado».
V) Por fin, por lo que respecta a lo eclesial y litúr­
gico, queremos
dar a conocer otro texto del último men­
saje citado. Hoy que el mundo presenta como cuasi reli­
gión
el culto a los derechos del hombre, reinterptetando
el propio Evangelio en su clave, el Papa nos propone ra-
dicalmente lo inverso:
·
«El Evangelio es definitivo y no pasa. Sus criterios son para
siempre.

No podéis hacer relecturas del Evangelio según los
tiempos, conformándoos a todo lo
que el

mundo pide. Al con­
trario, es preciso leer los signos de los
#em pos

y los problemas
del mundo de hoy, a la
'luz indefectible

del Evangelio».
Y advierte:
«No se trata de amoldar el Evangelio a la sábidurla del
mundo».
11
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MIGUEL AYUSO Y LUIS MARIA SANDOV AL
Y qué importante ha sido recordar, ante los vieotos
pastorales que correo, que:
«No existe, no puede existir apostolado alguno (tanto para
los sacerdotes como para los seglares)
sin la vida interior,
sin la
oración1 sin una perseverante aspiración a la santidad».
En todos los campos de la vida humana.
Juan Pablo II no acepta como irreversibles los procesos
culturales que
han llevado a Occideote -y al mundo en
general-
· a

elaborar como estilo de vida
el parad!gma de
la secularización. Y a antes de su venida a nuestra patria, eo el mensaje
al pueblo de Espafia
el día de Santa Teresa de Jesús. lo
mostraba a las claras:
«Ante la conmoci6n cultural del Renacimiento, cuya última
rdiz
estaba
en la sustituci6n de la idea de Dios por la del
hom­
bre

como medida y
luz de
la creaci6n; cuando el nuevo ritmo
del pensamiento
amenazaba desacreditar

la existencia y postergar
los valores divinos, Teresa de Jesús acomete el camino de la in­ terioridad».
12
Espafia .-representada por la mística de las moradas-­
opuesta a la
modernidad secularizada,
claramente reproba­
da. Ese es el sentido profundo de las fechas más gloriosas
de nuestro caminar histórico. Y
el Papa no duda en pro­
clamarlo. Que aprendan la
lección quienes
siguen inten­
tando
hacerse perdonar

de la Europa secularista lo que
para
el Papa no es motivo de arrepentimiento sino timbre
de gloria.
Este enfrentamiento --que descubre la cohereocia hoy
perdida de nuestra historia- de Espafia con
el paradigma
de la secularización· se percibe tanto en
el nivel personal
como

en ámbitos sociales o culturales.
En
el acto-homejane a San Juan de la Cruz, en Sego­
via, subrayó
el Sumo Pontífice la primera de las dimen­
siones:
«El hombre moderno, no obstante sus conquistas, roza tam-
Fundaci\363n Speiro

LA CONFIRMACION DE NUESTRA FE
bién en su experiencia personal y colectiva el abismo del aban­
dono, la tentaci6n del nihilismo, lo absurdo de tantos sufrimien­ tos físicos, morales
y espirituales. La noche oscura, la prueba
que hace tocar el misterio del mal
y exige la apertura de la fe,
adquiere
a

veces, dimensiones
de #oca y proporciones colec­
tivas».
Esta es la razón por la que, recordaba a las religiosas
en el Monasterio de
la Encarnación, en Avi!a,
«el mundo necesita, más de lo que a· veces se cree, vuestra pre­
sencia y vuestro testimonio._,Es necesario, por ello, mostrar con
eficacia los valores auténticos y absolutos del Evangelio a un
mundo que exalta frecuentemente los valores relativos a la
vida.
Y

que corre el riesgo de perder el sentido de
la divino,
ahogado
por la excesiva valoraci6n de
lo material, de lo transitorio, de
lo que ignora el
gozo del esplritu».
La crítica de la secularización, rastreada con claridad en los
tres textos inmediatamente citados, alcanza su prolonga­
ción en otras facetas de
la vida de los pueblos. Y, en con­
creto, del nuestro.
I) Así, ante una ingente multitud que henchía
la Plaza
de

Lima, de Madrid,
y manzanas entQras de la Castellana
y Concha Espina, ante dos millones de fieles,
el Papa se
dirigió a las familias espafiolas, diciéndoles:
«Hoy, más que nunca, es necesaria esta presencia del Espí­
ritu: una presencia que siga corroborando entre vosotros el tra­
dicional sentido

de la familia
y que os,,haga experimentar dicho­
samente, en lo más profundo de vuestro ser, u_n impulso cons­
tante a orientar el matrimonio y la misma vida de familia según
palabras
y el don de Cristo».
El

Papa no dejó de hacer alusión en varias ocasiones a
«los ambientes donde las normas
de vida

cristiana no
sean teni­
das

en la
;usta consideración»
13
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL AYUSO Y LUIS MARIASANDOVAL
y a las
«normas
legales que
puedan ir en otra dirección»
para instar a los esposos -a persevecir~
«resistiendo y perdonando con el dinamismo de vuestra fe ctialé
quier

presión contraria que pueda presentarse».
Recordó la incompatibilidad del divorcio con el pro­
yecto original de Dios:
«Según este proyecto, el matrimonio es una comuhi6n de
amor

indisoluble. Por ello,
cualquier ataque

a la
indisolubilidad
conyugal,
a

la par que es contrario al proyecto original de
·Dios,
va

también
contra la dignidad y la verdad del amor conyugal.
Se comprende, pues, que
el Señor, proclamando una norma vá­
lida para

todos, enseñe que
no le es

licito
al hombre
separar lo
que Dios ba unido».
«A.demás, según

el plan de
Dios, el
matri­
monio es una
comunidad de

amor indisoluble
ordenado a la
vida como continuación y complemento de los mismos cón­
yuges».
Allí mismo,

· en la Castellana,
el Papa volvió a recor­
dar que el aborto es una gravísima violación del orden
moral:
«Pero bay otro aspecto, aún más grave y
fundamental, que
se

refiere al amor
conyugal como
fuente de la
vida: hablo
del
respeto absoluto a la vida humana, que ninguna institución, pri­ vada o pública, puede
ignr,rar. Por

ello, quien negare la defensa
a la persona
hu.maná mas inocente y débil, a la persona humana
ya concebida aunqué todavla no nacida,
·cometerla una
gravísima
violación del

orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte
de un inocente, Se
minaría el

mismo fundamento de la sociedad».
14
. A 1a foz d.e ~stas _palabras del Papa, los .católicos es­
pañoles
debemos actuar
sin titubeos
frente a
las . planif{­
caciones familiares que desembocan en
el aborto.
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LA CONFIRMl!CION DE NQESTRA. FE
Y .el Papa continuó con otro tema candente: la edu­
cación:
«Pero vuestro servicio a la vida no se limita a su transmi­
sión.

Vosotros
sois los
primeros educadores
-de vuestros
hijos.
Tratándose de un
deberfundado sobre la vocación

primordial de
los cónyuges a cooperar
con la

obra creadora de Dios, le com­
pete el correspondiente derecho
de educar a los propios hi;os.
Dado

su origen, es un deber-derecho primario
en comparación
con
la

incumbencia educativa de
otros; insustituible e

inaliena­
ble, esto es, que no se puede delegar totalmente
en otros, ni
otros
'pueden usurparlo».
Y

Juan Pablo II recuerda que,
«la autoridad
ptiblica tiene

en ese campo
un papel
subsidiario»,
por lo que
«el derecho de los padres a la
educación religiosa

de sus hi¡os
debe ser particularmente garantizado».
II) En la vida cultural,
el Papa lamenta que la sínte­
sis entre fe y
cultura que·

caracteriz6 a nuestra Universi­
dad,
aparezca disuelta

y escindida por lo que
podríamos
llamar

«averroísmo moderno». Aludiendo a la Universi­
dad de
Salamanca, en

el saludo al pueblo de Alba de Tor­
mes, no duda en afumar que,
«en
su momento

proporcionó una
feliz slntesis
entre la fe cris­
tiana y la vida y cultura

humanas: slntesis que
.tanto echam~s
hoy

de menos, y que requiere
un serio esfuerzo por

parte de los
responsables».
Hoy, en cambio, vuelve a lamentarse en Salamanca,
el
. positivismo aparece. ttiunfante y. extendido hasta el mo­
nopolio:
« La situación de la cultura actual, dominada por los méto­
dos y por la. formd de pensar· propios de las ciencias naturales,
15
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL AYUSO Y WIS MARIA SANDOV AL
y fuertemente influenciado por las cor,,ientes filos6ficas que pro­
claman la validez
exclusiva del
principio de verificaci6n empiri­
ca, #ende a de¡ar en

silencio la dimensi6n trascendente del hom­
h.re y, por eso, l6gicamente,

a
omitir o
negar
lr, cuesti6n
de Dios
y de lr, revelaci6n .cristiana. Ante. esta situaci6n, la teologia está
llamada a concentrar su reflexi6n en los que son
sus temas
ra­
dicales
y decisivos:. el misterio de Dios, del Dios Trinitario, que
en Jesucristo se ha revelado como el Dios-amor; el misterio de Cristo, el Hiio de Dios hecho hombre, que con su vida y men­
sa;e, con su muerte
y resu"ecci6n, ha iluminado definitivamen­
te los aspectos más profundos de la existencia humana; el mis­
terio del hombre, que en la
tensi6n insuperable

entre su finitud
y su aspiraci6n ilimitada lleva dentro · de si mismo la pregunta
irrenunciable del sentido último de su vida».
Por eso se hace imprescindible superar el alicorto po­
sitivismo
que nos aherroja para volver a trabar la sínte­
sis entre cultura
y fe que demanda el mundo hoy igual
que ayer.
Ese esfuerzo por
. recuperar la

síntesis perdida es uno
de los caminos que se ofrecen al «apostolado seglar». En Tbledo, durante la homilía de la Misa celebrada en el po­
lígono industrial,
. subrayó Su

Santidad:
«Los laicos católicos, en sus tareas de intelectuales y de cien­
tlficos, de educadores y de artistas, están llamados
a crear
de
nuevo, desde la inmensa
riqueza cultural

de los pueblos de Es­
paña,
una auténtica

cultura de la verdad y del bien, de la be­
lleza
y el progreso, que pueda contribuir al diálogo fecundo en­
tre ciencia
y fe, cultura cristiana y civilización universal».
Esta llamada viene unida al reconocimiento que se
desprende de sus palabras en la Universidad Complutense:
«Numerosos católicos realizan ya una función eminente en
los diferentes sectores del mundo universitario y de la investi­
gaci6n. Su fe y su cultura les propocionan fuertes motivaciones
para continuar su tarea
cientifica, humamstica o

literaria. Son
16
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LA CONFIRMACION DE NUESTRA FE
un testimonio elocuente de la validez de la fe cat6lica y del in­
terés de la Iglesia en todo lo que atañe a la cultura y la ciencia».
Para los hombres de · 1a Ciudad Católica, que viven su
específica vocación en los
mundos de la cultura y de la
política, esas palabras suponen una confirmación
y alien­
to que no por no ser buscadas dejan de quedar sin agra­
decimiento.
III) Estrechamente ligada a la vida cultural se halla
la educativa y catequista. Esta misión evangelizadora,
cons­
titutiva

de un deber eclesial -recordemos las palabras del
Apóstol: ay de
mí si no evangelizare-- no está en modo
alguno reservada a los miuistros sagrados o
del mundo
religioso, sino que, como recordaba Juan Pablo II a los
educadores cristianos en Granada,
«debe abarcar los ámbitos de los seglares, de la familia, de la es­
cuela. Todo cristiano ha de participar en
la tarea
de formación
cristiana. Ha de sentir la urgencia de evangelizar ...
».
Máxime hoy, como recuerda el Papa a continuación,
«porque una minarla de edad cristiana y eclesial no puede so­
portar

las embestidas de una sociedad crecientemente seculari­
zada».
De ahí los consejos impartidos en su discurso a las re-.
ligiosas

y miembros de institutos seculares femeninos en
el Palacio de los Deportes de Madrid. Consejos en abso­
luto ociosos habida cuenta del auge
de pedagogías preten­
didamente liberadoras
y. que no son sino burdas ideolo­
gizaciones:
«Y cuando se trate de comunicar a los otros vuestro mensa­
;e, procurad siempre transmitir las certidumbres de la fe y no
ideologías humanas que pasan». «Impartid la doctrina Integra,
sólida, segura; utilizad textos que presenten con fidelidad
el
magisterio de la Iglesia. Los ¡6venes tienen derecho a no ser in­
quietados por
hip6tesis o
tomas de posici6n
aventuradas, ya
que
aún no tienen la capacidad de
;uzgar».
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MIGUEL AYUSO Y WIS MARIA SANDOV AL
IV) En el ámbito laboral, empresarial y econom1co,
Juan Pablo II dijo también
cpsas importantes.
Por
des,
gracia,

resulta hoy un lugar común
la afirmación que, fal­
seando
la . historia y la esencia del catolicismo, sostiene
que la Iglesia tomó partido por los capitalistas, reclaman­
. do

que para subsanar, ese error, se
sitúe, ahora, junto al
proletariado
.en la

lucha de clases.
Juan Pablo II dedic6, en Montjuich, un
discurso en­
tero

al mundo del trabajo, en que comenzó diciendo, con
toda sencillez:
«Queridos
trabti;adores y empresarios»,
y
finalizó su mensaje con un llamamiento a la solidaridad
en el trabajo:
«Tal solidaridad, abierta, dinámica, universal por naturale­
za, nunca será negativa: una "solidaridad contra'', sino positiva 1
constructiva)
una nsolidaridad para", para el traba;o, para la
iusticia, para la paz, para el bienestar y para la verdad en la vida
social».
A los trabajadores les indicó que:
«El concepto cristiano del trabaio, amigos
y hermanos tra­
ba¡adores, ve en éste una
llamada a

colaborar con el poder
y
amor de Dios., para mantener la vida del hombre y hacerla más
correspondiente a su designio.
As/ entendido, el traba¡o no es
una necesidad biól6gica de subsistencia, sino un deber moral; es
un acto de amor
y se convierte en alegria: la alegria profunda de
darse, por medio del trabaio, a la propia
familia y a los demás,
la alegt'ia íntima

de entregarse a
Dios y . de servirlo en los her­
manos, aunque tal
donación conlleve

sacrificios. Por eso el tra­
ba¡o cristiano tiene un sentido pascual»,
y que,
«la naturaleza

rectamente entendida del traba¡o no s6/o respeta
las exigencias del
bien común,

sino que
dirige y transforma toda
actividad laboral en
cooperación eficaz al

bien de todos».
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LA CONFIRMACION DE NUESTRA FE
Y a los empresarios les recuerda que,
«de hecho, el trabajo es para el hombre y no el hombre para el
,trabajo; por

consiguiente, también la empresa
es para
el hom­
bre
y no el hombre para la empresa».
Y ante las múltiples dificultades actuales les animó di­
ciéndoles:
«Ante tales dificultades, no vaciléis; no dudéis de vosotros
mismos; no caigáis en la tentación de abandonar la empresa,
para dedicaros a actividades profesionales ego/sticamente más
tranquilas
y menos comprometedoras. Superad estas tentaciones
de evasión
y seguid valientemente en vuestro puesto; esforzán­
doos en dar cada vez un rostro más humano a la empresa, pen­
sando en la gran aportación que ofrecéis al bien común cuando
abrís nuevas posibilidades de
trabajo».
Quizá la densa lección pronunciada por el Papa, en
Montjuich, pueda resumirse en estas frases:
«Solamente el hombre -empresario u obrero-- es sujeto del
trabajo
y es persona. No olvidéis que el trabajo tiene como ca­
racterística primordial la de
unir a los hombres».
«La empresa es, por tanto, no solamente un organismo, una
estructura de producción, sino que debe transformarse en comu­
nidad de

vida, en
un lugar donde el hombre convive y se rela­
ciona con sus semejantes;
y donde el desarrollo personal no sólo
debe ser permitido, sino fortalecido».
IV) El Papa también se refirió al ámbito de la co­
municación social. La importancia de los medios de comu­
nicación de masas en las sociedades modernas es decisiva.
Y aunque algo de verdad haya en la opinión de Mac Luhan
de que «el mensaje es
el medio», no cabe duda de que la
influencia de los medios de comunicación será tanto más
nociva cuanto más se
alejen de

la ética en su función. Por
eso,
el Papa, en su encuentro con los representantes de los
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MIGUEL AYUSO Y WIS MARIA SANDOV AL
medios de comunicación social en la Nunciatura, señaló
inequívocamente que,
«un sector que tan de cerca toca la información y formación del
hombre
y de la opinión pública es lógico que tenga exigencias
muy

apremiantes de carácter ético. Entre ellas están las
de que·
quienes

se dedican
a la
comunicación conozcan
y lleven a la prác­
tica fielmente

en este campo las normas del orden moral y que
la información sea siempre verdadera, respetando escrupulosa­
mente
las leyes

morales y
los legítimos

derechos y dignidad del
hombre».
De ahí que la guía segura sea la búsqueda de la ver­
dad. Pues, continúa Su Santidad:
«El responsable de la comunicación no puede escudarse en
lo que suele llamarse la imposible
obietividad. Si
es dificil una
obietividad completa y total, no lo
es la

lucha para dar con la
verdad,
la decisión de proponer la verdad, la praxis de no ma­
nipular

la verdad, la actitud de ser
inco"uptibles ante
la ver­
dad».
V) Juan Pablo II también se refirió a la vida políti­
ca. Dentro de lo que el padre Victorino Rodríguez ha lla­
mado «vocación plural a la perfección cristiana», se dis­ tinguen diversos carismas. Y, consiguientemente, diversos
servicios que mutuamente se complementan. Por ello, el
Papa advierte a los religiosos en el encuentro de
la Pa­
rroquia

de Nuestra Señora de Guadalupe, que
«no sería ¡usto que los religiosos entrasen en el ámbito propio
de los seculares: la consagración del mundo desde dentro».
Pretende con ello curarles de la tentación del clerica­
lismo. Abierto al laico aparece, por tanto, el campo de la
política, en
el que, como recordó en Toledo,
«se toman las decisiones más delicadas que afectan a los proble­
mas de

la vida, de la educación, de la economfa y, por lo tanto,
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LA CONFIRMACION DE NUESTRA FE
de la dignidad y de los derechos del hombre, de la ;usticia y de
la
convivencia
pacífica en
la sociedad».
Por ello, los cristianos
--de acuerdp con la doctrina
de
la Iglesia y siguiendo los dictados de la propia voca­
ción- deben afanarse en
el mundo de los problemas co­
lectivos. Extraordinaria importancia es preciso otorgar a una frase que dirigió
el Papa a los obispos:
«Porque no pueden los cristianos de¡ar a un lado su fe a la
hora de colaborar en la construcción de la
ciudad temporal».
El

Papa, por tanto, se muestra contrario al liberalismo
que escinde
la conciencia cristiana de la vida pública y que
profesa el agnosticismo político. Que lo aprendan de una vez por todas los receptores del mensaje
y los políticos
que se dicen inspirados en un
humanismo cristiano
sin en­
contrar problemas de conciencia en transigir con consti­ tuciones laicas, con
la legalización del divorcio y todo lo
que después viniere. Con notable diplomacia lo volvió a recordar en su dis-
curso del Palacio Real:
·
«Que

vuestro sistema de libertad se base en todo momento
en la observancia de los valores morales de la misma persona».
Y reivindicó para la Iglesia el derecho de señalar unas
directrices morales a las que debe subordinarse toda
po­lítica:
«Porque la Iglesia, respetando gustosamente los ámbitos que
no le son propios, señala
un rumbo

moral, que no es divergente
o contrario,
sino que

coincide con las exigencias de
la dignidad
de la persona humana
y los

derechos
y libertades a

ella inhe­
rentes. Y
que constituyen

la plataforma de una sana sociedad».
Más aún, Juan Pablo II, al finalizar su homilía durante
la Misa del peregrino, en Santiago de Compostela, invita
a todos los pueblos a que como tales sean confesionales
y no tan sólo las personales que los componen individual­
mente:
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MIGUEL AYUSO Y LUIS MARIA SANDOV AL
«En este lugar de Compostela, meta a la que han peregrinado
durante siglos tantos hombres y pueblos, deseo, ;unto con voso­
tros, hi¡os de la España católica, invitar a todas las naciones de
Europa y del mundo -a los pueblos y a los hombres de la tie­
mJ--a la adoración y alabanza del Dios vivo, Padre, Hi¡o y
Espíritu Santo».
«¡Oh Dios!,
que te
alaben todos los pueblos, que todos los
pueblos te alaben». «Amén».
Y en la esfera de la participación social de los cató­
licos, el Papa, a su llegada a Barajas, nos recuerda el en­
foque correcto, el único permitido, no abandonista de la
convivencia
y del diálogo:
· «Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el
vigor pleno del
espiritu, la
valentía de una fe vivida, la lucidez
evangélica
iluminada por

el amor profundo al hombre hermano.
Para sacar de ah/ fuerza renovada que os haga siempre infatiga­ bles creadores de
diqlogo y

promotores de
¡usticia, alentadores
de

cultura,
y elevación humana y moral del pueblo. En un cli­
ma de respetuosa convivencia con las otras legítimas opciones,
mientras exigís el iusto respeto de las vuestras».
Así, el Papa, nada más llegar, manifiesta que el diá­
logo, en una respetuosa convivencia, ha de ser, no con
cualquier opción, sino con aquellas que sean legitimas, al
tiempo que se ha de
exigir el respeto de las opciones ca­
tólicas.
Dentro de este contexto, son de agradecer las frases
dedicadas a exaltar
el papel esencial del cristianismo en
la subsistencia de la. nación española, en la Misa del pere­
grino, celebrada
. en

Labacolla, aludió con rotundidad a,
«esa fe cristiana y católica que constituye la identidad del pue­
blo español».
Y en el acto europeísta de la Catedral de Santiago, en
un plano más amplio, afirmó:
·
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LA CONFIRMACION DE NUESTRA FE
«La historia de la formaci6n de las naciones euro peas va a
la par con su
evangelizaci6n; hasta
el punto de que las fronteras
europeas coinciden con
las de

la penetraci6n del Evangelio»,
por lo mismo, se debe afirmar que,
«La identidad europea es incomprensible sin el cristianismo,
y que precisamente en él se hallan aquellas raíces comunes, de
las que

ha
madurado la civilizaci6n del
continente, su cultura,
su dinamismo, su actividad, su
capacidad de

expansión construc­
tiva también en los demás continentes¡ en una palabra, todo lo
que constituye su gloria».
Y a continuación vienen unos hermosos párrafos en
los que
la riqueza doctrinal viene aunada en la expresión
poética:
«Por eso, yo, Juan Pablo II, hiio de la naci6n polaca, que
se ha considerado siempre europea,_ por sus orígenes, tradiciones,
cultura y relaciones vitales¡ eslava entre los latinos y latina entre
los esclavos. Yo, sucesor de Pedro en la sede de Roma, una sede
que Cristo quiso colocar
en Europa y que

ama por su esfuerzo
en la di/usi6n del cristianismo en todo
el mundo.

Y o, Obispo de
Roma
y Pastor

de la Iglesia universal, desde Santiago te lanzo,
vie¡a Europa,

un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé
tu misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aque­
llos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y bené­
fica tu

presencia en los demás continentes. Reconstruye tu uni­
dad espiritual en un clima de pleno respeto a
las otras

religio­
nes
y a

las genuinas libertades. Da al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios. No te enorgullezcas por tus conquis­
tas hasta olvidar sus posibles consecuencias
negativas., No
te de­
primas por la pérdida cuantitativa de
tu grandeza en el mundo
o por

las crisis sociales
y culturales

que te afectan ahora. Tú
puedes ser todavla faro de
civilizaci6n y estimulo

de progreso
para el mundo. Los demás continentes te miran
y esperan de ti
la misma respuesta que Santiago dio a Cristo: lo puedo».
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MIGUEL AYUSO Y LUIS MARIA SANDOV AL
Abramos nuestros oídos y nuestros corazones al deseo
dd Papa

expresado a su regreso a Roma:
«Que sobre los
espléndidos fundamentos

de dos
mil años
se
formen
las nuevas

generaciones del Pueblo de Dios en la Penin­
sula Ibérica
y en el continente europeo»,
y es que, como nos decía inmediatamente antes
de aban­
donar Espafia, desde
el aeropuerto de Santiago de Com­
postela,
«porque amando vuestro pasado
y purificándolo, seréis fieles a
vosotros

mismos
y capaces de abriros · con originalidad al por­
venir».
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Que la Santísima Virgen a cuya protección se acoge el
Santo Padre, vele por nuestra querida patria, para que siga siendo siempre la tierra de
María.
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