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Número 221-222

Serie XXIII

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La cultura


LA CULTURA
POll
ANGEL GoNZÁLBZ ALVA.RF2.
l. Naturaleza y -eultura.
En

su acepción original la palabra «cultura» significa cul­
tivo del hombre.
Cultura es,

promoción de aptitudes dormidas
y desarrollo de capacidades innatas. Dígase, si se prefiere, trans­
formación de virtualidades en virtudes. La cultura pretende ha­
cer pasar a semejantes capacidades
y aptitudes desde el estado
de incoación
al de efectiva actualidad.
Los griegos dieron a este fenómeno el nombre de
paideia.
Los romanos le reservaron la palabra humanitas que en toda la
Edad Media convivió con el vocablo civilitas. Pone ello de re,
lleve que cultura dice una referencia esencial al hombre. Sólo
el espíritu humano puede
set sujeto
de ella. El cultivo de un
rosal en
el jardín no sostiene el nombre de cultura. El desarro­
llo del toro en la dehesa o_ el adiestramiento del caballo en
el
picadero son también fenómenos diferentes. La
cultura subjetiva
es cultivo de
la humanidad en los hom­
bres. Debe, en consecuencia, ser dirigida a la diana de
la razón,
es decir, a lo que configura al hombre en su propio reino
y lo
distingue de todos los demás seres. Pero me apresuro a decir
qne esta misma concepción de la cultura lleva inviscerada una
posibilidad de extensión a realidades fuera del hombre. En su
sentido original,
la cultura supone la naturaleza humana y se
añade a
ella. Pero aloja también a toda actividad del hombre
dirigida al perfeccionamiento de la naturaleza exterior.
De esta forma se llama cultura objetiva al repertorio entero
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Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALVAREZ
de los bienes culturales. Fue la concepción de los siglos XVII }
XVIII.
Desde entonces es necesario distribuir la cultura en dos
grandes sectores: el de la cultura subjetiva o personal
y el de
la cultura objetiva o real. Puede decirse, pues, que mientras la naturaleza es el mundo
dado, l,¡,,ootura es

el orden elaborado
por el hombre como actividad de su entendimiento, obra de su
voluntad o hechura de su manos. Naturaleza
y cultura aparecen vinculadas en su otigen y en
su meta. Diríase que la cultura tiene su principio en la natura­
leza humana y que en ella encuentra también su fin. Las exi­
gencias de la cultura están contenidas en las intenciones
. más
profundas

de la naturaleza inmatura que pide promoción
y des­
arrollo, acabamiento y plenitud. Con igual razón hay que poner
el más logrado fin de la cultura en el perfeccionamiento de la
naturaleza del hombre. Sucede así porque toda incoaci6n de per­ fección se endereza hacia la perfección consumada. Todo desarro­llo cultural contrario a la esencia del hombre es una real contra­
cultura. El problema que nos
ocupa tiene

rango sapiencial. Sobre la
ciencia de la cultura, profesada por Eugenio D'Ors, habrá que
ediflcar ~l piso

superior
que corresponde
a la filosofía de la
cultura.
Lo atisbó Aristóteles cuando señaló al filósofo profesar
la sabiduría, que es conocimiento de la verdad y suprema per­ fección de
la razón y le encomendó e la misión de ordenar y co­
nocer el orden. Y, por su parte, nos advierte Tomás de
Aquino
que

el orden se dice
respecto de

la razón de cuatro modos di­
ferentes. He aquí los cuatro órdenes en que puede distribuirse la en­
tidad, con una breve descripción de cada uno de ellos. El
primero está constituido por el inmenso repertorio de las
cosas físicas que se distribuyen en el ámbito de lo real.
Sen
entes reales o naturales aquellos a los que compete existir for­
malmente en la naturaleza de las cosas en absoluta independencia de la
razón humana.

Todo el universo· de las cosas naturales
pertenece al ámbito del ente real o natural. La tazón
humana
lo

encuentra delante de sí, lo contempla, pero no lo construye.
116
Fundaci\363n Speiro

.LA. CULTURA
Aunque nuestro entendimiento puede. conocerlo -c,cy en cuanto
conocido está también en el
entendimiento--, el .conocimiento
mismo,

lejos de producirlo, lo supone ya constituido como
tal.
Más que actuado, elaborado o creado por el entendimiento .hu­
mano,
como quieren diversas formas del idealismo gnoseológico,
el ente real actúa eficientemente al
entendimiento sacándolo

de
su pasividad. Y más que informado por el humano entendimien­
to, como pensara Kant,
él lo informa especificando la operación
cognoscitiva.
El segundo es ya un producto de la razón humana. Es. el
orden de los conceptos u orden racional o lógico. La
razón lo
efectúa

en su propio acto ordenando los conceptos y las pala­
bras o voces significativas. Le compete existir en la mente
y por
la mente, aunque con un fundamento en los contenidos concep­
tuales que nos vienen de las cosas. Todo el universo de nuestros
conceptos, juicios y razonamientos pertenece al orden racional. El entendimiento humano, sobre la base de los contenidos cog­
noscitivos que, mediante la abstracción, obtiene de las cosas,
produce la

maravilla del ente lógico.
El
tercer orden es el producido pc,r la razón en las operacio­
nes de la voluntad. Es el orden del deber ser u orden moral.
Compete al ente moral existir en las operaciones de
la voluntad
ordenadas a su fin por medio del entendimiento. Todo el orden
de nuestras actividades volitivas circunstanciadas y especificadas
por el fin de la obra y por el .fin del opetante pertenece al ám­
bito del ente moral. La razón humana lo produce también, pero
no en su propio acto, como el ente lógico, sino en los actos de
la voluntad. El
cuarto es el producido por la razón humana en las cosas
exteriores de las que ella misma es causa.
Es el orden artificial,
o
artístico, o

técnico, o estético. Por si tuviera pocos nombres.
alguoos -entre

los cuales me acuso de estar
incluido--le
lla­
man orden
cultural. Veremos pronto que esta denominación re­
sulta

precipitada. Compete a este orden existir en las operacio­
nes de
la razón humana que recaen sobre una materia exterior.
Todo
él universo de. los artefactos que resultan de la operación
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Fundaci\363n Speiro

ANGEL ·GONZALEZ ALV AREZ
del hombre sobre cualquier elet)lento de la naturaleza pertenece
al ámbito del ente artificial.
Es también producido por el en­
tendimiento, más no en su propio acto especulativo --como en
el caso del ente de razón-, ni en la acción de la voluntad
-como
el ente moral-, sino en las operaciones objetivadas en
la realidad exterior que
·toman el
nombre de efecciones, produc­
ciones o creaciones.
Repárese ahora que los tres últimos órdenes y sus entes res­
pectivos se constituyen bajo un cierto respecto del ente real u
orden natural. El orden lógico o ente racional, en cuanto lo supone; el ente moral
y el ente artificial, en cuanto de alguna
manera encarnan en
la realidad para cobrar positividad y con­
creción. Obsérvese también que, mientras los seres naturales no
son productos de la razón humana, los otros tres órdenes coinci­
den en ser obra
del hombre.

Quiere decir esto que los cuatro
órdenes registrados pueden reducirse a dos:
el mundo de la na­
turaleza, que incluye todos los seres naturales, sin faltar el hom­
bre, y
el mundo de la cultura, que resulta de las diversas acti­
vidades humanas. Una última observació_n puede hacernos reparar cuanto su­
pera en extensión
el mundo cultural al orden natural. Entre las
actividades humanas figura también la teoría o contemplación de
la naturaleza que nos entrega el puro conocimiento distribuido
en el inmenso
campo de

las ciencias naturales.
Y, sin abandonar
el ámbito de la razón, aún debemos registar con las artes lógi­
cas, ya aludidas, las llamadas artes liberales, que vienen a ampliar aún más el inmenso territorio de la cultura.
2. El orde11 de la .,;,¡tura.
Mientras la naturaleza es el mundo dado o . creado por Dios,
la cultura es
el orden elaborado por el hombre. En oposición al
orden natural, se ·llama cultura a cuanto procede del hombre
como actividad de su inteligencia,
obra de

su
voluntad o
hechu­
ra de sus manos. Una elemental consideración del ámbito de
la
razón nos

pone en presencia de tres territorios culturales. La
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. LA CULTURA
razón especulaúva se dirige por vía de cÓnternplación al. ll!)iver­
.so
de
la verdad para lograr la
cienc;ia y
la sabiduría. La razón
práctica apunta por los caminos de la acción al orbe del bien
para conquistar la perfección. Finalmente,
.la razón

«poiética»,
siguiendo la ruta de la creación, busca la meta
. de la belleza o
de la simple utilidad en los dominios de
las artes, las técnicas
y las profesiones.
· La cultura supone .la naturaleza, pero brota del espíritu del
hombre, ya que resulta de sus operaciones específicas sobre
d.e­
terminados

elementos naturales. La contraposición naturaleza­
cultura desemboca en la oposición naturaleza-espíritu y, en cier­
.to aspecto, se identifica con ella. La moderna teoría de la cul­
tura nació

del impulso dado por Hegel a la filosofía del espíritu.
Su terreno propio era el del espíritu objetivo. La cultura no
es obra

del espíritu subjetivo ni se detiene en los individuos.
Responde más bien a la fuerza creadora. de la comunidad, cuyo
momento más alto es el Estado, jamás medio al servicio de
Jps
hoffihres,-sino fin en sí, y como tal, Dios mismo sob.te la -tiett'.a,
segiín explícita afirmación de Hegel.
Hasta N. Hartmann no se
SOllletió el
ser del espíritu .ob­
jetivo a profunda revisión. El espíritu objetivo carece de
reali­
dad

personal. No es un ser en
sí¡ por
sí ni para si. Sólo tiene
existencia en los espíritus personales, Por
él precisamente se
conocen los

individuos enlazados a su
tradición· y actu~te
vinculados

a su comunidad.
La obra cultural
es como

una creación
del espíritu del hom­
bre
y en ella se refleja e incorpora algo del espíritu personal
que la produjo. Puede, _pues, decirse· que el espíritu se «objeti­
va»

en la creación cultural. A esto precisamente llama Hartmann
espiritu obietivado. En

el trecho histórico que va de Hegel a
Hartmann se ha desplegado la
teorfa contemporánea

de la cul­
tura. La distinción
,mtre ·

ente
haturál •y; ente culturál es coló­
cada

en primer plano respondiendo a la contraposición de na­
turaleza
y espíritu. El orden · de la naturalezá está constituido
por el universo dado al hombre
con anterioridad a

toda objeti­
vidad de nuestro espíritu. El orden
de. la

éultura está fórtnado
rt19
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
por el repertorio de las creaciones humanas que resultan de la
incorporación
de un determinado valor en objetos o procesos
inicialmente natutales. Con pretensión de validez para el común sentir de una mul­
titud
de autores de nuestro tiempo puede decirse que cultuta
es
la objetivación del espíritu en la materia. Como tal, habrá
de constituir sobre el mundo de la naturaleza el orbe del
espi,
ritu.

Y habida cuenta que donde aparece el espíritu ha surgido
la persona, puede también afirmarse que la cultura es un pro­
ducto personal. Mediadora entre el mundo axiológico y el or­
den real,
la persona engendra los entes culturales por sus actos
de objetivación y de realización de valores en
la materia sensible.
La cultura brota del espíritu del hombre y
t:ene también
al

hombre por único destinatario. De ahí se desprende
la posi­
bilidad de comprensión de los objetos culturales. El ente cul­
tural tiene una significación, encierra un valor, es portador de
humanidad y depositario del espíritu. En el espíritu del objeto
cultural se enciende el espíritu de la persona para
interpretar
la significación, estimar el valor que encierra y comprender la
humanidad que manifiesta. De Dilthey a Martmann, el proceso metódico de comprensión de los objetos culturales se
perfila
y

desarrolla en contraposición al método científico de intelec­
ción de los entes naturales. Esta diferencia en nuestro conoci­
miento viene impuesta por la diversa relación de sus objetos
respectivos. El ente natural se nos enfrenta como algo extraño
que nada tiene que ver con la persona. Podemos verlo, contem­
plarlo
y entenderlo. El ente cultural es algo propio del espíritu
entrañado en la persona. En ·consecuencia, lo interpreta, lo es­
tima y lo comprende.
3. Las dimensiones de la vida espiritual.
Hay que registrar en el hombre tres dimensiones capitales
que son

otras tantas divisiones de su vida espiritual: el cono­
cer, el obrar y el hacer. En líneas generales pueden atribuirse
120
Fundaci\363n Speiro

LA CULTURA
al vivir de la inteligencia, de la voluntad y de las II\llllOS. Los
griegos llamaron a estas tres manifestaciones de la vida humana
en el espíritu
«theoria,., «praxis» y «poiesis,.. Las tres están
relacionadas con la actividad cognoscitiva
y, por tanto, con la
razón. La misma razón puede ser «usada» de tres modos dife­
rentes: teorético, práctico
y poiético. A:ristdteles fundamenta
sobre
tales distinciones la clasificación de las ciencias en tres
géneros: teoréticas, prácticas
y poiéticas. Parece utilizar en la
clasificación un criterio de finalidad.
La finalidad cognoscitiva
orientada al puro
conocer o especular da lugar a las ciencias
teoréticas; dirigida al
obrar, a la ordenación de la conducta
propia, da origen a las ciencias prácticas; enderezada al
hacer_.
al crear o producir constituye las ciencias poiéticas. Puede de­
cirse también que las ciencias se distinguen por la actividad
humana en que se asientan. Cuando la actividad consiste en la
especulación la ciencia es teorética; si se funda en la acción se
llama práctica, y si radica · en la producci6n se convierte en
poiética. Las tres palabras griegas. «theoria», «praxis» y
«poiesis,. han
tenido

suertes diferentes. Los latinos tradujeron «theoria» por
«especulado» y «contemplado», doblaron
«praxls en

«operatio»
y «actio» y reservaron como. versión de
«poiesis,. el

vocablo
«factio». En castellano podemos usar indistintamentte «teoría»,
«especulación,. y

«contemplación». Igualmente son sinónimas
las palabras
«praxis,. (antiguamente

también «práctica»), «acción»
y «operación». No sucedió lo mismo con «poiesis», palabra de
uso poco frecuente en espafíol y cuya transcripción en voces como
«poesía», «poema», «poemático» y otras semejantes nos remi­
ten a la expresión artística de la belleza en el lenguaje versifi­
cado. También ha
caído en
desuso el vocablo «facción» con el
significado de
hechura y derivado de «factio». Por «poiesis» y
por «factio» usamos hoy muy corrientemente las palabras «pro­
ducción» y «creación». Poiesis, creación o producción son
las
tareas

de la inteligencia normalmente ejecutadas por la volun­
tad y por las manos. Es correspondencia con la tres dimensiones de
la vida

espi-
121
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
ritual es preciso. registrar otros tantos territorios cult.urales. En
orden a su respectiva configuración
con vi~ . advertir

que la
actividad espiritual es siempre comunicación del hombre con la
realidad. Pero

.esta comunicación circula en
\loqle _sentido. Con­
siste

el primero en
~prehensión o
recepción de la realidad en el
espíritu. Se manifiesta inicialmente en la intuición sensible y se
consuma en la concepción o intuición del intelecto. En este sen­
tido la realidad se devela, manifiesta y parentiza al entendi­
miento que, en acritud receptiva la contempla sin herirla ni
ofenderla. Estamos ante la teoría que es saber
para saber y
nada
más. Su

forma más elevada en el orden natural es la con­
templación pura de la verdad en la cumbre de la metafísica
como
scientia veritatis. Se trata de una actitud meramente es­
pecular que no modifica en absoluto el objeto de su actividad. Mientras en la teoría el sentido
de la comunicación va de
fuera a dentro, toda praxis humana va desde la intimidad del
yo hacia la realidad en que quedan incardinados los efectos.
Más que

la idea de conocimiento, que también connota, la pra­
xis·. suscita en nosotros una referencia directa a la actividad,
a la acción u operación. Por eso se opone a la teoría. No es
contemplación ni especulación. Consiste en una actitud del es­
píritu que pretende modificar el objeto de su actividad.
Lo
que comienza en el .espíritu tiene ya alguna relación con el co­
nocimiento.

La praxis se inicia con la representación de la obra
que
.va a

ser efectuada. Semejante tenerse en
la pura contemplación se convierte en proyecto acari­
ciado y querido. Y como no hay querer humano desprovisto
de motivo volvemos a encontramos con el conocimiento en
la
estructura del di11amismo del espíritu · que, exige la percepción
del bien o
la, estimación del valor. Tratase del conocimiento
práctico que se pone al servicio del obrar y del hacer. Entra­
mos así en el campo de la actividad. Es •claro que la actividad
espiritual es una
activida,1 estrictamente

inmanente.
También
lo es que

el hombre no es espíritu puro ni inteligencia alojada
en un organismo. El hombre no es
espíritu incorporado,

espí­
ritu en el mundo. Sólo puede set concebidó con
garantía de
·122
Fundaci\363n Speiro

LA CULTURA
exactitud en función de la estructura de materia y espíritu.
Negar esta estructura es abrir el
camino del

materialismo o re­
conocer la vía del espiriruali,¡mo. No. Materia
y espíritu son
distintos en la unidad de la sustancia humana. Esta unidad se
perfecciona merced a la tarea del espíritu que promueve al in­
dividuo a la dignidad de la persona por la posesión de sí
y el
desarrollo en la extensión del cuerpo al que desde el interior
vivifica
y sensibiliza.
Uno en el ser, el hombre mantiene también una unidad en
el
dinamismo aunque

con duplicidad
de manifestaciones. Hay
una actividad humana que se ejerce en el interior del hombre.
Es la actividad inmanente que los griegos llamaban
Ilpán,ev y
los latinos agere y que traducimos al español por obrar estric­
tamente dicho. A este primer territorio de la praxis pertenece el repertorio
de las obras interiores. Llamémola por su nombre:
acción. Se trata de la praxis moral, es decir, de todas las obras
de la conducta humana afectadas por el perfeccionamiento ético. La praxis activa sigue los caminos de la acción hacia la meta
del bien para conseguir
la perfección humana. Trátase, en defi­
nitiva de una ordenación de la actividad libre del hombre hacia
su propio fin. Es el desarrollo de la humanidad en el hombre
que busca el cuádruple objetivo de aquisición y perfecciona­
miento de las virtudes cardinales Existe también una actividad
humana que

se ejerce sobre
una materia exterior. Es natural: espíritu en el mundo, el mun­
do presta al hombre materia para su conocimiento y campo para
el ejercicio de su libre actividad. Trátase ahora de una actividad
transitiva- que los griegos designaban con
el vocablo Ilotelv, y
los latinos con el nombre
de /acere y los españoles . llamamos
hacer, crear o producir. Dígase, si se prefiere
praxis productivil.
Se trata de las operaciones de la razón poiética que, por vía de
creación,
se dirige
al universo de la belleza o de la simple utili­
dad
y cuya más bella conquista en .el dominio, de las artes, las
técnicas

y las profesiones seguirá llamándose poesía.
La praxis

productiva se distingue de la
praxis'· activa
como
el universo de lo factible se diferencia del orbe de lo
agible.
123
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
Leopoldo Eulogio Palacios los ha caracterizado con rigurosa pre­
cisión como dos hemisferios que llenan el contenido. de lo opera­
ble. «Es agible
el acto humano en sí mismo, la actividad humana
considerada
respecto del
uso de la libertad, siendo entonces
in­
diferente

que trascienda o no trascienda al mundo exterior, o
que deje o no deje efectos fuera del hombre; y, en cambio, es
factible todo lo que puede ser hecho por una operación huma­
na que deja fuera de sí efectos de valor apreciable en ellos
mis­
mos, independientemente de la buena o mala voluntad con que
fueron hechos. Así es factible un puente, un
poema, un edifi­
cio. Dicho con palabras parecidas: hay veces que consideramos
únicamente la moralidad del acto, reparando en el buen o
mal
uso de la libertad que hace el sujeto. Lo agible es lo elegible,
pues en la elección se manifiesta la voluntad:
ídem enim agible
et elegible, toAap to IIpaxirJs xat tb IIpmp.-crJ·, (Metaph., V, I,
1025b 24 ). Otras veces consideramos el acto humano por el
valor de los efectos que deja fuera de sí, prescindiendo en ab­
soluto de la intención moral, buena o mala, con que son reali­
zados»
(Filosofia del saber, 2." ed., Madrid, 1974, pág. 316).
Nuestra inteligencia no se contenta con desprender del mun­
do, por el conocimiento, la verdad que contempla, sino que
opera también
en seres

naturales para modelarlos y trabajarlos.
El hombre no es sólo
homo sapiens; es también bomo faber,
llamado a configurar la tierra. Al lado de la ciencia y la sabi­ duría por las que comprende lo que es, hay que colocar todos
los saber-hacer por los que
el hombre está habilitado para reali­
zar lo que concibe. Las artes son precisamente las aptitudes del
homo faber. «Esto engloba tanto las artes mecáoicas ·como las
bellas artes, las artes liberales o de
ornato y toda la diversidad
de oficios
y profesiones; en un palabra, toda la variedad de
caracteres
re<¡tterida para
la vida de las sociedades;
compren-·
diendo
en

ello, con las artes industriales, el de organizar
polí­
tica y económicamente un pueblo, un país. El arte es esencial­
mente
aqu( el
sentido de
un trabajo que se ha de hacer, recta
ratio factibilium,
la razón recta del hombre, aplicada a las obras
exteriores, y qtle sé· muestra allí tanto artista como artesana,
124
Fundaci\363n Speiro

LA CULTURA
maestra en artes, para realizar fuera de. sí como una expresión
de
lo que en sí lleva» (André Marc).
El
ámbito de lo factible se extiende inclusive a las obras
que resultan del ejercicio de
la función cognoscitiva y perma­
necen en
el entendimiento. Se trata de las artes puramente es­
peculativas. En dlas se expresa
el espítitu con

más profundidad
por
el ejercicio

de sus capacidades de razonamiento, de inven­
ción y creación.
4. Teoría y cultura intelectual.
Me ocupo en primer lugar de la cultura subjetiva. No se
puede decir que el hombre sea
el ser
más menesteroso y des­
valido. Para compensar sus deficiencias, como ya señaló Aristó­
teles, tiene manos y, sobre todo,
razón. Hay

en el hombre una
capacidad de manipulación y de conocimiento que hace de
él
un caso aparte en el reino animal. Trátase .de la capacidad de
aprendizaje, que,
si comienza por la habilidad manual y sigue
por
la destreza motora, se manifiesta principalmente en el or­
den
mental. La razón humana, incardinada en una sensabilidad
y abierta en abanico sobre la universalidad de las cosas,
es in­
definida

capacidad de
variación y
de perfeccionamiento. Esta
capacidad de la
razón hace

del hombre un animal de cultura.
Por ello se adiestra en el hacer, se toma consciente en el obrar
y se instruye en un conocimiento que es formativo,
construc~
tivo y liberador. La cultura subjetiva es desarrollo y formación
ción de
la personalidad.
El sector más iluminado de la cultura subjetiva lo constituye
seguramente el cultivo de la intdigencia. La cultura intelectual
se conquista por
el desarrollo

de
la mente y el perfeccionamiento
de
las facultades
cognoscirivas. No
puede desconocerse
la im­
portancia de la cultura que, por la vía de la razón teórica, se
di.,;ige al

mundo de lo especulable presidido por la verdad.
La
cultura intelectual es el cultivo del logos en la persona humana.
125
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
Y como logos es razón, mente, espíritu, verdad y palabra, la
cultura intelectual es cultivo de la raz6n, disciplina de la mente,
formaci6n del
espíritu, conocimiento

de la verdad
y dominio
del lenguaje. El verdadero espíritu es el espíritu del
logos: pe­
netra la verdad, esclarece el conocimiento, concuerda con la
realidad y se expresa en la palabra. La adquisici6n del saber
y el desarrollo de las virtudes intelectuales en el frondoso árbol
de las ciencias es una tarea cultural que no debe ser descuida­
da. Para ello es preciso actuar los hábitos naturales del inte­
llectus
y la synderesis, que nos entregan los primeros principios
teóricos y prácticos, respectivamente, y promover las virtudes
intelectuales de la sabiduría y de la ciencia, así como las de la
prudencia
y el arte. Por la sabiduría puede indagar la inteli­
gencia las causas primeras de
la realidad; gracias a la ciencia
puede extraer conclusiones de los principios; por
la prudencia
puede aplicar los principios generales de la
ética a la acci6n
concreta,
y merced a la inspiraci6n y al arte, ajustar las nor,.
mas

universales del quehacer cotidiano en los dominios de las
artes, las técnicas
y las profesiones.
La importancia de la cultura inte'.ectual es superior a toda
ponderaci6n. La ciencia
y el conocimiento, en general, amplían
el horizonte del hombre y sirven de base a todo posible desarro­
llo. La verdad contenida en el conocimiento libera nuestra exis­
tencia, ensancha la persona hasta los linderos del saber,
enrie
quece

el espíritu con la realidad asimilada, ilumina la
raz6n.
práctica

para que no fracase en la delicada empresa del propio
perfeccionamiento
y habilita a la raz6n técnica para el ejercido
profesional. Por añadidura, la ciencia abre la posibilidad del
crecimiento econ6mico,
el progreso técnico y el desarrollo so­
cial, sostiene los condicionamientos materiales de los pueblos
y
alimenta el nivel espiritual de sus culturas.
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LA CULTURA
5. Praxis activa y cultura ética.
La cultura subjetiva no se limita al cultivo del lagos. Quiete
set

también guía del
ethos. Digamos, pues, que la segunda di­
mensióu de la cultuta subjetiva está afincada en el territorio
ético.
La cultura moral aparece en los caminos de la acción
hacia
la meta del bien para conseguir la perfección humana.
Trátase, en definitiva, de una ordenación ·de
la actividad libre
de
la persona hacia su propio fin. Sabemos que toda incoación
de
perfecció.;: se

endereza a la perfección consumada. La cultura
moral pone al hombre en trance de llegar a acabamiento. ·
Observando sus intenciones más profundas se ha podido de­
cir que la naturaleza humana no pretende únicamente la gene­
ración de la prole sino también su promoción
y desarrollo hasta
el estado del hombre en cuanto
tal, que es el estado de virtud.
En esta línea de promoción de la realidad humana hasta que
todas las virtualidades se conviertan en virtudes, adecuadas al dominio del obrar
y al señorío de la acción, es donde debe
plantearse el problema de la cultura moral.
La cultura ética debe
ser buscada en el camino de la evolu­
ción
y del progreso. Es una carreta en busca de perfección. La
vida humana es vivida hacia delante y la cultura moral está
por su .misma naturaleza orientada al porvenir. No cabe aquí
un retorno sobre los propios pasos aunque nos llevase al tesoro
de la juventud o nos devolviese
la inocencia de la niñez. El
progreso moral no consiste en la conservaci6n de un tesoro.
La cultuta moral no es una forma de involución. Los talentos
que nos fueton dados
no pueden set campo yetmo y deben
fructificar.
Cada hombre está destinado a lograr su propia talla. Habrá
de esforzarse en
el crecimiento y el desarrollo hasta alcanzar lo
que tiene que ser por
la actualización de todas las posibilida­
des perfectivas inherentes

a su naturaleza individual. Mientras
al animal se le da
la vida hecha, el . hombre recibió, con la exis­
tencia, el encargo
y la misión de tenet que realizarla. Espíritu
127
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
incorporado, vive el hombre con los seres del universo mate­
rial
y convive en la comunidad de las personas de que también
él forma parte. Esa relaci6n del hombre con la naturaleza y la
vinculación del hombre con el hombre, más allá del conoci­
miento, nos

abre
el horizonte de la cultura moral. Y ello por­
que
el · hombre posee también facultades apetitivas de orden
sensible, afectadas por el perfeccionamiento ético.
Consiste la cultura moral en la posesión de las virtudes car­
dinales, llamadas así porque contienen a todas las demás. Ya
Plat6n las sistematizó como actitudes fundamentales que expre­
san
el orden y la armonía de la vida humana individual y co­
lectiva. La sabiduría consiste en la reflexión del alma racional
y de ella se alimentan los sabios y gobernantes; la fortaleza es
el adiestramiento del alma irascible y debe asistir a los guardia­
nes y guerreros;
la templaza es la virtud del alma concupisci­
ble, propia de los labradores y comerciantes. Plat6n no se ol­ vida de la justicia. Más que una virtud, era el alma de todas.
Derivada de la idea de bien, regula las tres partes del alma individual, las tres clases del cuerpo social,
y las tres virtudes
singulares y colectivas.
Le queda todavía eficacia para armo­
nizar los destinos históricos de las diversas ciudades.
El desarrollo de la humanidad en el hombre busca, en efecto,
el cuádruple objetivo de adquisici6n y perfeccionamiento de las
virtudes cardinales. La principal es la prudencia. Su posesión
satisface las aspiraciones más profundas de la persona, otorga
al hombre su definitiva emancipación haciéndole dueño de sus actos y señor de su vida y conquista aquella autonomía que
San Pablo ponía en la libertad· de
. ]os

hijos de Dios.
La libertad espiritual se expresa en la intimidad de la per­
sona
y se proyecta en la vida social y comunitaria. La cultura
moral se manifiesta entonces como cultura social y política. Así
adquiere el hombre la plenitud de su riqueza de expansi6n. En
la
subordinación al

bien común alcanza su bien más propio y
se abre a la perspectiva de
su definitiva trascendencia de

la que
la cultura
religiosa es

anuncio 'y participáción.
128
Fundaci\363n Speiro

LA CULTURA
6. Creatividad humana y cultura objetiva.
Se ha pretendido distinguir en el campo de la praxis pro­
ductiva dos sectores, uno de los cuales respondiese de las crea­
ciones artísticas y el otro se relacionase con las actividades
técnicas. También yo admito la distinción e inclusive
la necesi­
dad de ampliarla con nuevos sectores que no caben en ninguno
de los dos. Mas, por ahora, prefiero tratar unitariamente todas
las manifestaciones de la función creadora del espíritu. Fueron los latinos
quienes tradujeron

por
ars (arte) lo que Aristóteles
llamaba t1ózv,¡ (técnica) el hábito productivo de orden intelec­
tual. Me ocupo, pues, del arte y de
la técnica en una considera­
ción conjunta. Vaya por delante una breve reflexión sobre la
creatividad humana. La cuestión puede plantearse en estos tér­
minos: ¿qué es
el arte creador en el hombre?
Para responder a esta pregunta conviene ser precavidos· y
estar dispuestos a la humildad. La peculiaridad de nuestro ser
como espíritus incorparados nos permite participar en
el poder
creador de Dios. Pero esta participación no es unívoca y se sitúa más bien en
el campo de la equivocidad. Con alguna suerte
podremos vislumbrar lejanas analogías con la incomunicable
creación que sólo Dios puede ejercer. Es claro, pues, que las
posibilidades humanas de creación habráo de ser necesariamente limitadas. Finito y contingente en su ser, el hombre es también
limitado en su capacidad creadora. Sin embargo,
la contingencia
y
la finitud no le privan de los poderes creadores de configu­
ración,

plasmación y construcción en el triple ámbito del
cono­
cer,

el obrar y el hacer. La creación así entendida es el distintivo
del espíritu humano, el cual, aunque incorporado, no es algo
cerrado, concluido ni muerto. Contando con los datos de
la
percepción y en dependencia de la observación y la experiencia elabora
el conocimiento científico y la sabiduría filosófica. Con
la limitación que
la obligatoriedad de la ley moral a la que su
propia conciencia le vincula, se asigna
la finalidad de su acción
realizadora de

su propio ser en el mundo. Agregando o todo
129
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALVAREZ
esto el ejercicio de la potestad configuradora de su vida con
los otros en la comunidad de
los hombres
y sirviéndose de las
técnicas que desarrolla y perfecciona sin cesar~ pone al servicio
de •·todas las energlas de la naturaleza y construye el edificio
de la cultura.
Se dice que crear es hacer algo de la nada
-ex nihilo sui
et subiecti-,
"según la f6rmula clásica. Hemos visto que no sé
trata aquí de tanto. Más que la palabra «creaci6n» debiéramos
emplear el vocablo «creatividad», ya generalizado. Hay en la
creaci6n divina novedad absoluta de ser. En la creatividad hu­
mana s6lo hay novedad.
rdativa. Por

eso, cuando hablamos de
imaginaci6n creadora o de creaci6n artística empleamos un len­
guaje que, trascendiendo las analogías
está bordeando

la equi­
vocidad.
La humana creaci6n poiética difiere profundamente de la
acci6n divina creadora del mundo
.. Para

elaborar una esencia
inexistente, colocada en el orbe de lo impalpable, necesita el
hombre de lo
r<:al existente como causa rnatetial que condiciona
la
peculiar estructura del producto de . su imaginación. En cam­
bio, para crear las cosas y ponerlas en el orbe de
lo real exis­
tente, no necesita Dios
-de nada

que a las mismas precediera.
En todas las manifestaciones de
la creatividad

humana se
pre­
supone

una matetia preexistente -sonidos, palabras, colores,
figuras, realidades, en suma- que en modo alguno
ha sido
creada por el hombre. También necesita la creatividad de
uná
forma cuyos resplandores pretenden hacer brillar en su obra.
Mientras la
divina acci6n
creadora es libre y amorosa co­
municación de

la
· existencia,
la creatividad humana se limita
frecuentemente a ser simple información de una materia, or­
denación de lo caótico o estructuración de lo que carece de
figura. Con todo,
esa estructura

y ese orden que la forma in­
troduce en la materia es
obra del

arte esencialmente fabricador
y creativo del hombre. Y su producto es una creatura nueva,
utÍ · ser original cuya sola presencia nos agrada. Ésa originalidad
y novedad es aportación exclusiva del artista que la engendra
130
Fundaci\363n Speiro

LA CUUURA
por la actividad de su inteligencia llevada sobre . la pasividad
de su experiencia
del mundo y de la vida.
Se dice también que la potencia creadora es el mismo inte­
lecto divino con voluntad adjunta. En definitiva, conocimiento
y amor. También los poderes creativos exigen entendimiento
que concibe y voluntad libre que realiza o impera
la ejecución.
Hay, pues, en ellos conocimiento y amor. Pero interesa poner
en claro la diferencia. La actividad creadora de Dios llama a
las cosas desde los abismos
de la nada y éstos, como obedientes
a la voz divina que no pudieron
oír, se
ponen, en la existencia.
La creación auténtica es la divina causación de los seres sin
presupuesto alguno, tanto en lo que se refiere al modo de ser
cuanto a su existencia y realidad.
La creatividad humana no puede llegar a tanto. La praxis
productiva se limita normalmentte a educir nuevas formas ac­
cidentales de la realidad natural que las contiene en potencia.
Como esta potencialidad es inagotable, el espíritu humano
podrá
dar

rienda suelta a sus poderes creativos sin temor alguno. El
desarrollo cultura no tiene limite ni el progreso técnico
· reco­
noce metas que no pueden ser trS.spasadas.
Para el hombre que aprende a enseñorearse de la tierra, toda
la naturaleza le mostrará su inmensa capacidad de servicio
· y
obediencia

para someterse al influjo del arte
y de la técnica.
Todas las cosas son para el artista como arcilla en manos del
alfarero. En esta capacidad de las cosas para obedecer al artista
que extrae de ellas
efectos de

orden superior a los
produciclos
por

los agentes físicos, han visto los teólogos
la más encelsa
analogía de
la potencia obediencia! que hay en las creaturas
para que Dios haga en ellas lo que le
plazca a
su amor.
La creatividad no puede otorgar
d don absoluto de la exis­
tencia. El artista humano es
incapaz de hacer algo
partiendo
de nada. Pero tampoco se limita a comunicar una «forma» ya
constituida, de la que, por otra parte,
rio dispone.

Nadie se lo
ha regalado. Tampoco saca el artista la forma de su propio
fon­
do.

Tiene, pues. que confomarse con
inventarla. La creatividad
humana más que creaci6n, es invenci6n.
131
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
¿D6nde encontrar el fundamento de esta fuerza de inven­
ci6n en que
la creatividad parece consistir? Debe buscarse en
la condici6n humana del artista, es decir, en su puntual
defini­
ci6n del hombre: espíritu incotporado, abierto a los horizontes
divinos. Del choque de
la inagotable subjetividad humana con
la también inagotable disponibilidad del mundo surge la creati­ vidad sin término
y sin medida que corresponde a la estructura
abierta

del espíritu incorporado y hace del hombre un artista.
El edificio de la cultura artística es construido por el arte.
Como
tal es de orden espiritual. Hay que colocar el .arte en el
ámbito de la
razón, principio
primero de todas las obras huma­
nas. Reside en la inteligencia del artífice como una
pecuilar
cualidad de su saber hacer. En vano buscaremos el arte en las
manos como potencia ejecutiva material. No está el arte del
escultor en
la fuerza del brazo ni la del minituarista en la agili­
dad de los dedos. La habilidad manual favorece la operación
creadora cuando es d6cil al influjo del arte que, naciendo de la inteligencia, pretende introducir en la obra sus mejores intencio­
nes. Los antiguos afirmaban con unanimidad jamás desmentida que el arte es un hábito del entendimiento práctico. En las doctrina de los hábitos debemos ver la posibilidad
misma del desarrollo y perfección del hombre en los dominios
del conocer,
el obrar y el hacer. Los hábitos son perfecciones
de la
naturaleza humana,
una a modo de segunda naturaleza por
la que el hombre se supera a sí mismo y adquiere la autentici­
dad
más excelsa. ¿Cómo realizan los

hábitos este acabamiento
y perfección del hombre?· Los dones intelectuales, las caulida­
des técnicas, artesanas y profesionales
y las virtudes morales
perfeccionan y completan al hombre al depositar en el
espíritu
sus

mejores tesoros. El saber y
el arte acumulan en la inteli­
gencia
reservas de

luz y de fuerza; la virtud moral almacena
en
la voluntad tensión de amor. Las ciencias especulativas, y
en mayor grado la sabiduría, perfeccionan al entendimiento ca­
pacitándolo

para la conquista de la verdad. Las artes
y las téc­
nicas habilitan al entendimiento para, sirviéndose de los orga­
nos del cuerpo, adueñarse de la naturaleza exterior
y realizar
1'2
Fundaci\363n Speiro

LA CULTURA
en ella los sueños de la razón. Las virtudes perfeccionan a la
voluntad hasta convetirla en
.la .gran artesana de la conducta en
la conquista del bien. Según esto, los hábitos disponen al hom­
bre pata la fecundidad. Las ciencias le capacitan para el bien
pensar; las artes le habilitan pata
el bien

hacer, y las virtudes
le prepatan pata el bien obrar.
Las artes y las técnicas son tan numerosas y variadas como
las direcciones de la rosa de los vientos. Las profesiones mis'
mas

son especialidades en que se divide y subdivide el mundo
laboral. Poner el arte y la cultura técnica en las destrezas ma­
nuales con vista a la producción en cadena significa, además
de un grave error de política pedagógica, un delito de lesa hu­
manidad. Lejos de poner el sistema educativo al servicio del
perfeccionamiento del hombre, lo
otientatíamos hacia

una pro­
gresiva animalización de la vida del
espíritu. El

sujeto de los
hábitos técnicos es la inteligencia y no lo son los órganos del
cuerpo. Y la inteligencia técnica, como cualquiera otra energía
humana o se identifica con la inteligencia especulativa o
detiva
de

ella. La cultura técnica sólo florece en la atmósfera de
la
cultura intelectual. Por lo que se refiere al cultivo de las bellas
artes habría que
ir más lejos. Ordenadas a la producción de be­
lleza, aspiran a clavat sus raíces en la
sabiduría metafísica. La
cultura atrística se afinca eir'la· naturaleza y se abre a las pers­
pectivas infinitas del espíritu.
Pasemos ya de
la consideración del arte como creatividad
del artista a las creaciones realizadas en las artes. La misma
distinción puede ser establecida entre
la técnica de un produc­
tor
y los productos técnicos. La más antigua división de las
artes las clasifica en serviles y liberales. Las ptimeras exigían
el trabajo manual y el sudor de la frente. Las segundas, libera­
das de semejante servidumbre, eran puras construcciones del es­
píritu. Está

clasificación está fundada en el concepto de atte
como
recta ratio factibilium. Factible podía decirse, en efecto,
de dos maneras. La más propia
y rigurosa se daba en el caso
de que las obras fuesen efectos producidos en la materia ex­
terior. Pero se llamaban también factibles a las puras construc-
133
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALVAREZ
clones. del entendimiento que permanecían en el alma. De esta
forma la música,
la aritmética y la lógica figuraban entre las
artes liberales, mientras que la escultura y la pintura eran artes
claramente serviles. Las artes serviles son
hechura de
las ma­
nos; las artes liberales son hechura .de la mente. Si aquéllas per­
tenecen al ámbito de la
manufactura, éstas deben ser incluidas
en la esfera de la
mentefactura. Es lo que el profesor Palacios
expresa en este texto: la existencia de cosas factibles que están
en el entendimiento,
hechas dentro

de él,
y que no son ni actos
de voluntad ni obras manuales, sino la misma especulación con­ siderada como algo regulable
y mensurable por reglas artísticas,
obliga a pensar que lo factible no es sólo producible en el acto
de la manufactura, sino .que puede presentarse también en obras
que no son «operables» en el sentido propio del término,
y
se cultivan en un ámbito peculiar, al que podría denominarse
la esfera de
.la mentefactura. Esta clasificación de las artes en
serviles
y liberales dura varios siglos y tiene un desarrollo his­
tórico poco tranquilo, tanto en
lo que se refiere a las artes
mismas como en lo pertinente a los artífices.
Las artes liberales constituían el trivium --gramática, re­
tórica y dialéctica-y el quadrivium -aritmética, geometría,
astronomía y música-. A estas siete artes había que agregar la
teología y la filosofía cultivadas ambas en las mismas escuelas
monacales, catedralicias
y palatinas,, Una exagerada. afición a la
dialéctica
hizo que

perdieran interés las otras ramas del
tri­
vium.
Desde la dialéctica precisamente se pasó a la especula­
ción teológica. En
conexión con lá teología y como ampliación
de la· dialéctica surgió el cultivo de la filosofía. Todas las demás
artes constituían el amplio·
espectro de las artes· serviles tal como
se manifiesta en las labores
de la artesanía, los
oficios, las pro­
fesiones técnicas y todo
el complejo dé actividades utilitarias
que pretenden satisfacer necesidades vitales o se ordenan a la
creación del
bienestar.
Los
cultivadores

de
las artes
liberales en
las escuelas y pos­
teriormente
en las

universidades
erán llamados

maestros en ar­
tes o artistas. Quienes
ejercían ·cualqriiera ·

de las artes· serviles
134
Fundaci\363n Speiro

LA CULTURA
eran conocidos como artesanos. Los antiguos maestros en arte
son actualmente científicos o
filósofos. El . término «artista»
perdió

su significación original y adquirió sentido idéntico al
de «artesano». Pero artesano y artista
vuelven,a contraponerse
al

aparecer una nueva clasificación
de las .artes que las distri­
buye en dos géneros, según estén informadas por la belleza
t1
ordenadas a la utilidad. Estas últimas llegarán a perder la con­
sideración de artes para adquirir la denominación de actividades
técnicas. El término «artesano» comienza a ser abandonado.
Normalmente se lo sustituye por los nombres de los diferentes
oficios. Su significado general lo transfiere a otros vocablos que designan a los técnicos y a los obreros o productores. El nom­
bre
del artista parece definitivamente reservado al artífice que
se relaciona con las bellas artes,
las cuales, por su parte, vuelven
a emparentarse con las viejas artes liberales más cercanas a las
ciencias y a la sabiduría y, por lo mismo, vecinas a la actividad
espiritual de especulación o contemplación.
El arte se desentiende de la utilidad y se vincula estrecha­
mente a la belleza. Esta peripecia fue
iniciada por los renacen­
tistas pero la consuman los filósofos y los artistas del roman­
ticismo.
La plena madurez la alcanza con Hegel para quien el
arte es
una manifestación de Dios. Dígase, si se prefiere, del
espíritu absoluto, ser en
sí y para sí, que se manifesta en las
tres formas
del arte, la religión y la filosofía, en corresponden­
cia, respectivamente, con
la intuición, la representación y el pen­
samiento. El espíritu absoluto «se ofrece como intuición en el
arte, como representación en la religión y como concepto en la
historia de la filosofía. Vemos así el arte sentada junto a la
religión y la filosofía, concertadas las tres con un mismo espí­
ritu. Y este arte es: arquitectura, escultura, pintura, música y
poesía, esta última la más perfecta, porque resume todas las
demás: construye como
la arquitectura, esculpe como la escul­
tura, pinta como la pintura, canta como la música, pero además
hace algo que las otras no pueden: hablar y pensar»
(L. E. Pa­
lacios).
El arte es anté todo intuición, contemplación. El artista
135
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
sueña con acercarse al metafísico. Si éste busca la contempla­
ción de la verdad,
él pretende la contemplación de la bell.e,.a.
Y

ello para realizarla en la obra que al conjuro de su arte re­
sulta bella. Mientras las
demás artes se ordenan a la utilidad
del hombre, las bellas artes quieren ser expresivas de belleza
·y nada

más. Y por ser expresión de la belleza se introducen en
el reino de las creaciones del espíritu cuyos confines se identi­
fican con los ámbitos sin límite del ser. En esta dimensión
trascendental, la belleza, que es una especie de bien, se
abraza
con

la verdad. Por eso,
la sabiduría propietaria de la verdad
y el arte realizador de. la belleza son virtudes generales de la
vida intelectual.
Las bellas artes son el fecundo maridaje del arte y de la
belleza. No parece posible el divorcio en estas bodas. Sin em­
bargo,
Platón puso

en tela de juicio que
el arte tuviese algo en
común con
la belleza. Esta era, para él, una de las tres supre­
mas ideas. Con el bien y la justicia constituían las realidades
absolutas de las que todas las demás participan o derivan. La
idea de belleza baña en luz y claridad el mnndo de las realida­
des sensibles a las qne, al envolverlas, vuelve bellas. Con todo
eso, estas realidades son pálido reflejo de la luz de la belleza
y, por tanto, más bien sombra de la verdadera realidad del mun­
do inteligible. Y como la obra de arte es, a su vez, pura imita­
ción de una cosa natural, su belleza queda tan mermada y
re­
ducida

que bien puede decirse sombra de nna sombra.
Resulta incomprensible que un artista de
la talla de Platón
haya empobrecido hasta ese extremo la belleza de las obras de
arte.
¿Cómo no

advertir que
la obra humana tiene un belleza
y un valor estético que no se miden por la imitación de un mo­
delo natural? Más extraño aun es comprobar que filósofos como
Leibniz, teólogos como Pascal o literatos como Tolstoi hayan
deíendido la misma teoría. No. La obra de arte es la misma expresión de la belleza a escala humana. Esta condición de la
belleza artística fundamenta las dos teorías contrapuestas que pretenden explicarla. ¿Reside la belleza en
la obra de arte o en
las impresiones
de quien la contempla? Sin quitar importancia
136
Fundaci\363n Speiro

LA CULTURA
a la impresión que produce, los antiguos defendían el carácter
objetivo de
la belleza.

Los modernos, por el contrar:o, piensan
que pertenece más bien a la energía
espiritual del

sujeto con­
templador. Pocas veces la verdad es patrimonio de uno de los
contrarios. En nuestro caso habrá que reconocer la necesidad de integrar ambas posiciones. La belleza artística surge del encuen­
tro de ciertas cualidades
ob¡etívas de

la obra con determinadas
impresiones del
su¡eto.
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