Índice de contenidos
Número 221-222
Serie XXIII
- Aniversarios
-
Estudios
-
¿Qué es el pluralismo?
-
La estrategia de la rosa
-
El pacifismo y la paz
-
José Pedro Galvão de Sousa en la cultura brasileña
-
El imperio marxista de la fuerza frente a la fuerza de la justicia
-
Forjadores de México (III)
-
Consideraciones sobre el proyecto de ley de despenalización del aborto
-
La medicina española en 1983: aspectos religiosos de algunas cuestiones
-
Louis Salleron nos habla del cáncer socialista
-
Carta abierta del Dr. Mario Saraiva a D. Estanislao Cantero
-
Lenguaje, democracia y soberanía. Respuesta de Estanislao Cantero a la carta del Dtor. Mario Saraiva
-
- Actas
- Información bibliográfica
- Crónicas
Autores
1984
Carta abierta del Dr. Mario Saraiva a D. Estanislao Cantero
CARTA ABIERTA DEL DTOR. MARIO SARAIVA A D. ESTANISLAO CANTERO
Por supuesto que no pretendo hacer una crítica a su crítica
a
mi libro Outra Democracia. Uma Alternativa Nacional ( 1),
sino tan sólo esclarecer un punto que considero esencial y que
en materia de filosofía política se encuentra oscuro en algunos
escritores. Me refiero
al concepto de Democracia.
También usted, al finalizar
la apreciación de mi ensayo dice
que no acepta
el título que le di, porque por Democracia no con
sidera más que una: la de base individualista y de partidos
políticos, inspirada en los enciclopedistas y en la Revolución
francesa. Permítame decirle que, igualmente, es esa la opinión ex
presada por los
democratistas de mi país cuando usan el slogan:
«Democracia sólo hay una, ésta y ninguna más».
Sin embargo, yo no pienso así y en
el primer capítulo pro
curé
definit el
verdadero concepto de Democracia como
el ré
gimen o sistema que corresponde exactamente a la voluntad ma
yoritaria del Pueblo, puesto que considero utópico encontrar al
guna vez una
unanimidad completa.
Partiendo
de este principio, no veo la posibilidad de deno
minar democrática
a una
específica forma
de gobierno que sea
contraria a la voluntad popular. Esto quiete decir que no puede
existir un único y exclusivo modelo de Democracia. Si fuera así, ¿dónde encontrar la legitimidad democrática exigida que se so
brepusiese a la voluntad popular y la contradijera? Por tanto, deduzco que existen, o pueden existir -¡para el
caso es lo mismo!- diversas formas de gobierno que pueden
ti
tularse auténticamente democráticas con la condición, evidente
mente indispensable, de conservar la manifiesta
y libre aproba
ción de los ciudadanos-.
De aquí
que puedan ser democráticos go
biernos en un lugar o en un tiempo que no
lo son en otros lu
gares o dejan de serlo en otros tiempos. Cosidero innecesario citar ejemplos que abundan en la his
toria antigua o en
la contemporánea.
(1) Verbo, núm_ 217-218, págs_ 992-998_
267
Fundaci\363n Speiro
EST ANISLAO CANTERO
¿Que yo apruebe la Democracia individualista? De ningún
modo. ¿Que esté de acuerdo con la Partitocracia? Tampoco. Lo
que se prueba, sin duda, con la lectura de mi libro. Pero que en
hipótesis existen otras formas de Democracia diferentes (posibles de instaurar) de esta que tengo el
cuidado de
llamar
Democratis
mo
(un término por otra parte ya corriente), eso si.
No deje de advertir que usted escribi6: «La obra de Sara
vía
(sic) pretende demostrar que existe otra democracia», «con
ello se verifica, cuando menos, una confusión». Sin embargo. en
la misma página (996), un poco más abajo, dice: «Pero lo cier
to es que ( ... ) no hay niás realidad democrática que la
democr,F
cia
moderna»,
expresión que vuelve a repetir en la página si
guiente, lo que hace adniitir, incuestionablemente, al menos une:
democracia antigua, ciertamente la democracia de los municipios
medievales. Pero el punto crucial al que quiero llegar es el siguiente:
¿ Dónde reside
la soberanía
dé la
comunidad nacional? O, con
otras palabras, ¿de dónde va directamente
el poder soberano a
los gobernantes? Si no admitimos el
origen democrático
de
la soberanía, ¿ dón
de
encontrarla
actualmente?
Aquí encuentro el vacío doctrinario a que antes me referí.
Ejemplifiquemos. No consideramos el caso sencillo de la elec
ción de un Presidente. Supongamos los casos más compleios de
un reíno donde la Dinastía se extingue por falta de descendencia,_ o de un
país republicano
que quiere pasar a ser monárquico.
¿ Quién
ha de decidir legítimamente
la elección de la nue
va Dinastía
en el
primer caso, o la elección del Rey dinástico en
él segundo supuesto? ¿Quién sino el Pueblo del país en cuestión? Sea por plebis
cito o
por simple
aclamación, ¿no
estaremos, de
hecho, en
el
uso de la Democracia directa, o de una determinación también democrática, aunque
_indirecta si
fuera
por vía parlamentaria?
¿Cómo
prescindir de este problema? ¿Cómo
resolverlo sin
re
conocer la
soberanía del Pueblo, que es, en definitiva, la pro-
pia Democracia? .
·
Este
es
el punto que pongo a la meditación de mi ilustre
crítk'o.
-Obviamente que de aquí .en adelante las cosas cambian de
sentido. -
AJ: delegarse
en
la
Dinastfa una
oarte de la soberanía. el Rey
queda, por derecho histórico, investido en la Magistratura,
Su'
prema,
lo que no tiene nada que ver con poderes
totalit¡¡rjos.
26~
Fundaci\363n Speiro
CARTA ABIERTA DEL DTOR SARAIV A
El Pueblo, detentador de otta parte de la soberanía, reclama
para sí la Administración Pública.
Rex Uber est. Nos_ liberi _ su
mus,
es una máxima tradicional. Y más aún: Rex eris si recta
facis, si autem non
facis non eris, lo que quiere decir que -per
manece
en la Nación el poder de Deposícion
y .de namorar Re
gencia. Así es del derecho tradicional portugués.
Pueblo y Nación, ¿en qué se diferencian?
Es nuestra doctrina,
y creo que no hay discordancias, se dis,
ringue
entre
individuos_ desorganizados, masa electoral fácil pre
sa de políticos demagogos, que dicen ser sus representantes,
y·
Pueblo- organizado en las asociaciones naturales de su vida de trabajo en sociedad y en su representación a través
de esos ór
ganos, cuya naturaleza y especie es diversa
y a los que pode-
mos llamar
Cuerpos Intermedios. ·
Con una forma positivista de ver, del mismo modo también
debemos distinguir entre
represeniaci6n social y representaci6n
nacional.
La primera; la representación de la sociedad varía, claro está,
de generación en generación, e incluso de un momento a. otró.
Su papel en la estructura del Estado -se destina, primordialmente,
a la función administrativa, legislativa
y liscalizadora de las auto
ridades ejecutivas, derecho inherente a
las libertades
populares.
Su órgano será
la Asamblea de la República (Res-pública).
La segunda, la
Representación Nacional propiamente dicha,
de Jefatura Real, de
mayor ni.lmefo di; elementos representati
vos y de superior responsabilidad, independencia, y por su na turaleza ligados a la continuidad de
la Patria -que en la orga
nización tradicional portuguesa
·era dénominada Cortes Genera
les de la
Naci6n-funcionaría ordinariamente mucho más espa
ciadamente y
destinada a
asúntos -de
mayor importancia.
Conc
vacándose
extraordinariamente ante
la exigencia de determina
das circunstancias.
El esquema que apunto tiene por objeto hacer más percepti
ble
mi pensamiento y mosttar cuafi distanciado está de la idea
que me
parece que
me ha atribuido sobré la Democracia.
·· Termino como comencé.
Tengo que admitir
la doctrina de
mocrática de que en principio
la soberanía reside en potenda
en la Naci6n, si bien en acto debe residir· eti parte en el Rey,
como Gobernante de la República y; · en otra parte, · en los 6r-
gafios
representativos
ya mencionados. ·
-A
este
proyecto lo llamo ·Otra Deinocracia, y considero que
fundadamente,
como alternativa nacional al Democratismo, que
presumo que
usted
desiguá coirio
Democracia mo'derna. -
Fundaci\363n Speiro
ESFANISLAO CANTERO,
Pero continúa., en pie la cuestión que me movió a dirigirle
esta carta.
¿Dónde reside.
originariamente la soberanía?
¿Tiene una esencia democrática?
Si no
la tiene, ¿de dónde, le. viene?
Está claro. que hablamos en términos comunes, en el sentido
de la política aplicada, sin entrar en el origen divino del poder,
que me parece que no viene aquí a cuento. Además, Santo To
más y. los te6logos que le siguieron, como Suárez, colocan la
base de la soberanía en
la colectividad. ¿No será esto, en cierto
modo, doctrina democrática?
. .
Ante la quiebra generalizada de la P artitocracia, que es lo
mismo
que' decirlo
del
Democratismo, hoy es una dominante de
los pensadores modernos descubrir otra forma de Democracia.
Esa fue la tarea que inspiró mi modesto estudio, porque me pa
recía una contribución, pequeña, es cierto, pero útil para la me
diocridad general -la pasividad del pensamiento que, menta
lizada por la propaganda, no ve alternativas en lo que se les pre
senta como un opresivo dilema. U optar por los partidos polí
ticos como vehículos de libertad, o someterse a perderla, cayen
do en una dictadura de perspectivas dramáticas.
Con mi mayor consideración
MÁRIO SARAVIA
Lx, 8-Xl-83.
(Traducción de LUIS MARÍA SANDOVAL).
LENGUAJE, DEMOCRACIA Y SOBERANIA
Respuesta de EsTANISLAO CANTERO a la carta del Dtor. Mario Saraiva.-
En mi recensión crítica al libro de Mario Saraiva, Outra
Democracia. Uma Alternativa Nacional,
que ha motivado la pre
cedente carta abierta de su autor, y tal como puede verse en el
número 217-218 de
Verbo, tras una crítica elogiosa, tan sólo
objetaba tres cuestiones.
La primera, emplear la palabra democracia para designar un
sistema político --el que el
autor propone--que
por carecer de
todos los elementos típicos de la democracia moderna y por ser
contrario a ella, no es democrático. La segunda, que el empleo de dicha palabra genera confusión -sobre todo en el lector y en
el hombre «de la
calle• no
habituado a distingos doctrinales---
270
Fundaci\363n Speiro
Por supuesto que no pretendo hacer una crítica a su crítica
a
mi libro Outra Democracia. Uma Alternativa Nacional ( 1),
sino tan sólo esclarecer un punto que considero esencial y que
en materia de filosofía política se encuentra oscuro en algunos
escritores. Me refiero
al concepto de Democracia.
También usted, al finalizar
la apreciación de mi ensayo dice
que no acepta
el título que le di, porque por Democracia no con
sidera más que una: la de base individualista y de partidos
políticos, inspirada en los enciclopedistas y en la Revolución
francesa. Permítame decirle que, igualmente, es esa la opinión ex
presada por los
democratistas de mi país cuando usan el slogan:
«Democracia sólo hay una, ésta y ninguna más».
Sin embargo, yo no pienso así y en
el primer capítulo pro
curé
definit el
verdadero concepto de Democracia como
el ré
gimen o sistema que corresponde exactamente a la voluntad ma
yoritaria del Pueblo, puesto que considero utópico encontrar al
guna vez una
unanimidad completa.
Partiendo
de este principio, no veo la posibilidad de deno
minar democrática
a una
específica forma
de gobierno que sea
contraria a la voluntad popular. Esto quiete decir que no puede
existir un único y exclusivo modelo de Democracia. Si fuera así, ¿dónde encontrar la legitimidad democrática exigida que se so
brepusiese a la voluntad popular y la contradijera? Por tanto, deduzco que existen, o pueden existir -¡para el
caso es lo mismo!- diversas formas de gobierno que pueden
ti
tularse auténticamente democráticas con la condición, evidente
mente indispensable, de conservar la manifiesta
y libre aproba
ción de los ciudadanos-.
De aquí
que puedan ser democráticos go
biernos en un lugar o en un tiempo que no
lo son en otros lu
gares o dejan de serlo en otros tiempos. Cosidero innecesario citar ejemplos que abundan en la his
toria antigua o en
la contemporánea.
(1) Verbo, núm_ 217-218, págs_ 992-998_
267
Fundaci\363n Speiro
EST ANISLAO CANTERO
¿Que yo apruebe la Democracia individualista? De ningún
modo. ¿Que esté de acuerdo con la Partitocracia? Tampoco. Lo
que se prueba, sin duda, con la lectura de mi libro. Pero que en
hipótesis existen otras formas de Democracia diferentes (posibles de instaurar) de esta que tengo el
cuidado de
llamar
Democratis
mo
(un término por otra parte ya corriente), eso si.
No deje de advertir que usted escribi6: «La obra de Sara
vía
(sic) pretende demostrar que existe otra democracia», «con
ello se verifica, cuando menos, una confusión». Sin embargo. en
la misma página (996), un poco más abajo, dice: «Pero lo cier
to es que ( ... ) no hay niás realidad democrática que la
democr,F
cia
moderna»,
expresión que vuelve a repetir en la página si
guiente, lo que hace adniitir, incuestionablemente, al menos une:
democracia antigua, ciertamente la democracia de los municipios
medievales. Pero el punto crucial al que quiero llegar es el siguiente:
¿ Dónde reside
la soberanía
dé la
comunidad nacional? O, con
otras palabras, ¿de dónde va directamente
el poder soberano a
los gobernantes? Si no admitimos el
origen democrático
de
la soberanía, ¿ dón
de
encontrarla
actualmente?
Aquí encuentro el vacío doctrinario a que antes me referí.
Ejemplifiquemos. No consideramos el caso sencillo de la elec
ción de un Presidente. Supongamos los casos más compleios de
un reíno donde la Dinastía se extingue por falta de descendencia,_ o de un
país republicano
que quiere pasar a ser monárquico.
¿ Quién
ha de decidir legítimamente
la elección de la nue
va Dinastía
en el
primer caso, o la elección del Rey dinástico en
él segundo supuesto? ¿Quién sino el Pueblo del país en cuestión? Sea por plebis
cito o
por simple
aclamación, ¿no
estaremos, de
hecho, en
el
uso de la Democracia directa, o de una determinación también democrática, aunque
_indirecta si
fuera
por vía parlamentaria?
¿Cómo
prescindir de este problema? ¿Cómo
resolverlo sin
re
conocer la
soberanía del Pueblo, que es, en definitiva, la pro-
pia Democracia? .
·
Este
es
el punto que pongo a la meditación de mi ilustre
crítk'o.
-Obviamente que de aquí .en adelante las cosas cambian de
sentido. -
AJ: delegarse
en
la
Dinastfa una
oarte de la soberanía. el Rey
queda, por derecho histórico, investido en la Magistratura,
Su'
prema,
lo que no tiene nada que ver con poderes
totalit¡¡rjos.
26~
Fundaci\363n Speiro
CARTA ABIERTA DEL DTOR SARAIV A
El Pueblo, detentador de otta parte de la soberanía, reclama
para sí la Administración Pública.
Rex Uber est. Nos_ liberi _ su
mus,
es una máxima tradicional. Y más aún: Rex eris si recta
facis, si autem non
facis non eris, lo que quiere decir que -per
manece
en la Nación el poder de Deposícion
y .de namorar Re
gencia. Así es del derecho tradicional portugués.
Pueblo y Nación, ¿en qué se diferencian?
Es nuestra doctrina,
y creo que no hay discordancias, se dis,
ringue
entre
individuos_ desorganizados, masa electoral fácil pre
sa de políticos demagogos, que dicen ser sus representantes,
y·
Pueblo- organizado en las asociaciones naturales de su vida de trabajo en sociedad y en su representación a través
de esos ór
ganos, cuya naturaleza y especie es diversa
y a los que pode-
mos llamar
Cuerpos Intermedios. ·
Con una forma positivista de ver, del mismo modo también
debemos distinguir entre
represeniaci6n social y representaci6n
nacional.
La primera; la representación de la sociedad varía, claro está,
de generación en generación, e incluso de un momento a. otró.
Su papel en la estructura del Estado -se destina, primordialmente,
a la función administrativa, legislativa
y liscalizadora de las auto
ridades ejecutivas, derecho inherente a
las libertades
populares.
Su órgano será
la Asamblea de la República (Res-pública).
La segunda, la
Representación Nacional propiamente dicha,
de Jefatura Real, de
mayor ni.lmefo di; elementos representati
vos y de superior responsabilidad, independencia, y por su na turaleza ligados a la continuidad de
la Patria -que en la orga
nización tradicional portuguesa
·era dénominada Cortes Genera
les de la
Naci6n-funcionaría ordinariamente mucho más espa
ciadamente y
destinada a
asúntos -de
mayor importancia.
Conc
vacándose
extraordinariamente ante
la exigencia de determina
das circunstancias.
El esquema que apunto tiene por objeto hacer más percepti
ble
mi pensamiento y mosttar cuafi distanciado está de la idea
que me
parece que
me ha atribuido sobré la Democracia.
·· Termino como comencé.
Tengo que admitir
la doctrina de
mocrática de que en principio
la soberanía reside en potenda
en la Naci6n, si bien en acto debe residir· eti parte en el Rey,
como Gobernante de la República y; · en otra parte, · en los 6r-
gafios
representativos
ya mencionados. ·
-A
este
proyecto lo llamo ·Otra Deinocracia, y considero que
fundadamente,
como alternativa nacional al Democratismo, que
presumo que
usted
desiguá coirio
Democracia mo'derna. -
Fundaci\363n Speiro
ESFANISLAO CANTERO,
Pero continúa., en pie la cuestión que me movió a dirigirle
esta carta.
¿Dónde reside.
originariamente la soberanía?
¿Tiene una esencia democrática?
Si no
la tiene, ¿de dónde, le. viene?
Está claro. que hablamos en términos comunes, en el sentido
de la política aplicada, sin entrar en el origen divino del poder,
que me parece que no viene aquí a cuento. Además, Santo To
más y. los te6logos que le siguieron, como Suárez, colocan la
base de la soberanía en
la colectividad. ¿No será esto, en cierto
modo, doctrina democrática?
. .
Ante la quiebra generalizada de la P artitocracia, que es lo
mismo
que' decirlo
del
Democratismo, hoy es una dominante de
los pensadores modernos descubrir otra forma de Democracia.
Esa fue la tarea que inspiró mi modesto estudio, porque me pa
recía una contribución, pequeña, es cierto, pero útil para la me
diocridad general -la pasividad del pensamiento que, menta
lizada por la propaganda, no ve alternativas en lo que se les pre
senta como un opresivo dilema. U optar por los partidos polí
ticos como vehículos de libertad, o someterse a perderla, cayen
do en una dictadura de perspectivas dramáticas.
Con mi mayor consideración
MÁRIO SARAVIA
Lx, 8-Xl-83.
(Traducción de LUIS MARÍA SANDOVAL).
LENGUAJE, DEMOCRACIA Y SOBERANIA
Respuesta de EsTANISLAO CANTERO a la carta del Dtor. Mario Saraiva.-
En mi recensión crítica al libro de Mario Saraiva, Outra
Democracia. Uma Alternativa Nacional,
que ha motivado la pre
cedente carta abierta de su autor, y tal como puede verse en el
número 217-218 de
Verbo, tras una crítica elogiosa, tan sólo
objetaba tres cuestiones.
La primera, emplear la palabra democracia para designar un
sistema político --el que el
autor propone--que
por carecer de
todos los elementos típicos de la democracia moderna y por ser
contrario a ella, no es democrático. La segunda, que el empleo de dicha palabra genera confusión -sobre todo en el lector y en
el hombre «de la
calle• no
habituado a distingos doctrinales---
270
Fundaci\363n Speiro