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Número 221-222

Serie XXIII

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El imperio marxista de la fuerza frente a la fuerza de la justicia

EL IMPERIO MARXISTA DE FUERZA FRENTE
A LA FUERZA DE LA JUSTICIA
POR
M.IGUEL POR4J)OWSKI
I
En la historia de los pueblos ha habido muchos «imperios
de fuerza», es decir, de violencia institucion.alizada. Sin embargo,
seguramente ninguno de ellos tuvo. carácter tan opresivo
y ex­
plotador como lo riene el «imperio marxista de fuerza» del
siglo XX.
Históricamente se dan dos casos de este «imperio marxista
de fuerza», a saber: el de la Unión .Soviética y el de China co­
munista; sin embargo, uno y otro son solamente dos variantes
del único «imperio marxista de fuerza», el que la revolución
marxista-comunista pretende imponer a todos los países del mun­
do y que, hasta ahora, ha logrado instalar primeramente en
Rusia, al final de la primera guerra mundial,
y en China, des­
pués de la segunda guerra mundial
y, desde estos países, exten­
derlo a otros
pa(ses, como

Armenia, Azerbaijan, Bielorusia, Cossa­
kia, Georgia, Idel-Ural, Caucasia del Norte, Ucrania, Turques­ tán, la República del Extremo Oriente, Mongolia, en los años 1920-1934
y, después, en el año 1939, los Estados Bálticos de
Letonia, Lituania
y Estonia, y, parcialmente, Finlandia y, al final
de la segunda guerra mundiaÍ, Polonia, Hungría, Rumania,
·Bnl­
garia, Checoeslovaquia, Albania y Yugoslavia y, recientemente,
Afganistán, si se trata de los países vecinos de Rusia;_ mientras
· que, si se trata de los países lejanos de Rusia, viene la extensión
a Cuba y de aquí a otros países de América Central y a varios
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MIGUEL PORADOWSKI
países de Africa y en el Lejano Oriente (Vietnam). De parte de la China comunista viene la ocupación del Tibet y de Corea del Norte. El origen de estos dos «imperios marxistas de fuerza» es
bastante curioso, pues no tiene casi nada que ver con la historia,
geografía, cultora, idiosincrasia y geopolítica de Rusia y de Chi­
na ( 1 ). Su idea, concepto y programa nacen, pues, en la mente
de
Karl Marx
(2), de ahí su nombre «marxista».
Hasta hoy día los historiadores de las doctrinas sociales y
políticas no llegan a descubrir completamente los enrretelones
. del
origen

de la «revolución
marxista», la
que fue planteada por
Karl Marx indiscutiblemente con dos finalidades, a saber: la des­
trucción violenta y completa de
la sociedad histórica y la im­
plantación, en su lugar, de una sociedad ·nueva, únic'a, mundial,
universal, completamente comunista.
Sin embargo, hasta hoy
día sigue la polémica respecto a la
pregunta: ¿por qué Marx quería destruir completamente la so­ ciedad histórica o, más exactamente, las muchísimas sociedades
históricas, muy distintas enrre
si, pues

cada una de ellas tiene
su propio, original y exclusivo
curricul.um vitae? Y la orra pre­
gunta: ¿por qué quería imponer a todos los pueblos de todo el mundo la única sociedad comunista? Hasta hace poco hubo muchas conjetoras al respecto;
casi
todas ellas no pasaban de ser suposiciones gratoitas y, en la ma­
yoría de los casos, se trataba de explicaciones
con carácter
de
propaganda política en favor o en contra del comunismo de Marx (3).
La mayoría de estas suposiciones quería ver en Marx a una
persona de grandes ideales humanitarios y humanísticos, a uno entre muchos soñadores «idealistas» de la primera mitad
del
(1) Si lo tuviera no habría podido 0ser extendido a otros países,
(2) Quien nunca estuvo en Rusia ni en China, quien nació y se edu­
có en el centro de Europa Occidental, en la Renania, en Tréveris, ex Es­
nido (Principado) Pontificio y quien pas6 casi toda su vida en Londres.
(3)

No
hay que olvidarse que existen varios· «marxismos» y a nosotros
aquí nos interesa sólo el marxiSmo de Marx.
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SOBRE EL IMPERIO M4RXISTA DE FOERZA
siglo XIX, es decir, a un hombre obsesionado por la visi6n de
una futura sociedad feliz, un paraíso terrestre, una ovidiana
aurea
aetas, en la cual el gran ideal de la jusúcia, especialmente de la
justicia social, encontraría
su plena
realización y, como sería
di­
fícil, si no imposible, construir esta sociedad ideal comunista
mundial del futuro, sin la previa demolición completa de las so­
ciedades históricas,
Marx habría planteado la necesidad de la re­
volución

destructora, radical y violenta.
Sin embargo, estas suposiciones han sido úlúmamente des­
mentidas por las serias investigaciones efectuadas con ocasión
del centenario de la muerte de Marx, acontecida el 14 de marzo
de 1883. Hay que tener presente que
la vida de Marx y su pensamien­
to fueron, en realidad, hasta hace poco, no suficientemente es­
tudiados; predominaban las leyendas y los mitos, creados tanto
por sus partidarios como por sus adversarios ( 4 ). Cosa curiosa es que durante casi un siglo lo más importante de los escritos de
Marx haya permanecido escondido por sus partidarios; se trata
de su correspondencia, la obra más auténtica y la más indispen­
sable para conocer su vida y su pensamiento. Sólo últimamente
las cartas de Marx se han hecho accesibles a los estudiosos. Es la obra más grande, es decir, la más voluminosa, pues ellas sobre­
pasan las ocho mil ( además hay que agregar a ellas las de Engels,
que probablemente llegan a dos
mil) y, en algunas ediciones,
abarcan más de 30 volúmenes. Sin embargo, todas las colecciones de cartas de Marx son incompletas, pues gran parte de ellas fueron destruidas por la hija de Marx, Eleonor,
la cual las con­
sideraba comprometedoras para su padre; otras fueron destrui­
das o intencionalmente traducidas por los testamentarios de
Marx.
De todas manetas, actualmente ya sabemos mucho más sobre la vida de Marx y sobre su pensamiento que hasta hace poco, y lo
que sabemos no nos permite aceptar la
afirmación de

que Marx
fue un «idealista», pues no hay bases para suponer que le preocu-
(4) Véase, M. Poradowski, «Karl Marx, un ide61ogo de la revolu~
ción», en Verbo, núm. 217-218.
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MIGUEL PORADOWSKI
paba d problema de la justicia, en general, o de la «justicia so­
cial», en particular, menos todavía la así llamada «cuestión so­
cial» o «cuesti6fl. obrera»· :de su tiemp'o. Marx nunca amó a na­
die, menos a los hebreos, a los proletarios o a los «pobres». Marx
solamente odiaba, vivía odiando: odiaba
y despreciaba a sus pa­
dres, a sus hermanos, a sus familiares, a sus compañeros de es­
tudios, odiaba a todos porque se odiaba a sí mismo y ese odio
a sí mismo lo proyectaba a toda
la sociedad, al hombre como tal,
a la humanidad entera y, especialmente, a Dios (5).
Marx fue satanista, pero su satanismo no se limitaba al culto
de Satanás, como parece insinuar Wurmbrand ( 6 ), sino que se
expresa ante todo en su concepto de la «revolución mundial»
( die W eltrevolution), concebida como una «revolución perma­
nente», una revolución = destrucción, una revoluci6n = sufri­
miento de todos y para siempre. La «cuestión social», la «cues­
tión obrera», la «cuestión proletaria» son para Marx solamente
los pretextos, las ocasiones para plantear la necesidad de la re­
volución destructora. La <~cuestión social» es importante para
Marx sólo como dinámica social real indispensable para su re­
volución destructora de
la sociedad. Marx odia a la sociedad
histórica no porque en ella de·scubra imperfecciones, taras, in­
justicias, sino -porque esta sociedad, por muy imperfecta que sea,
tiene algo de bueno, algo de justo, algo del Orden Natural y, por
ende, hace la vida humana llevadera, incluso feliz para muchos,
pues tiene valores morales, espirituales, que es precisamente y
ante todo lo que Marx odia en ella, porque él odia a Dios y a
su Ley Eterna. El satanismo de Marx exije de
él la
destrucción
del hombre como imagen de Dios y la destrucción de los planes
divinos sobre
el destino feliz del hombre redimido e invitado a
compartir la felicidad
eterru, de
Dios. Marx odia
el Reino de
Dios y pretende impedir su realización aquí en la tierra y, ·ante
todo, su realización en el Cielo, en la eternidad.
No podemos aquí, en esta ocasión, entrar en los detalles, ni
(5) Esta es la tesis principal de la obra de Fran,oise Lévy, Karl Marx,
histoire d'un bourgeois 'allemand, Gfasset, París, 1976.
(6) Ricahrd Wurbrand, Karl Marx et satan, París, 1978.
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SOBRE EL IMPERIO MARXISTA DE FUERZA
en la presentación documentada de estos aspectos del marxismo.
Sin embargo no podemos tampoco dejar de mencionarlos, pues,
de otra manera, no es· posible comprender en -qµé-consiste esta
después de destruir algún país, implanta en él un régimen de
opresión y de explotación totales y permanentes, es decir, el «im­
perio marxista de fuerza». En vez de la participación del hombre
en el Reino de Dios, Marx desea
la participación del hombre en
el reino de Satanás,
y para eso plantea la necesidad de la revo­
lución (es decir, de la destrucción)
y del comunismo (es decir, del
infierno en la tierra, como preludio del Infierno definitivo en la
eternidad).
El «imperio · marxista de
fuerza», implantado

en Rusia
y en
China, es «marxista» ( según la opinión unánime de los marxis­
tas y de los no marxistas) porque son la primera ( en el casó de
Rusia)
y la segunda ( en el caso de China) realización histórica de
la «revolución mundial» (es decir, de la
Weltrevolution) de Marx.
Sin embargo, la revolución marxista-comunista en Rusia (la re­
volución bolchevique) no es rusa; tampoco la revolución marxis­
ta-comunista en China es china, pues ni una ni otra vienen como
consecuencia de los procesos sociales intrínsecos de estos países,
sino como implantación desde el exterior, por potencias extran­
jeras del proceso destructivo revolucionario; en el caso de Rusia
por Alemania
y en el caso de China por Rusia. Más todavía,
Marx no preveía la posibilidad de realizar su revolución en Ru­ sia o en China antes de realizarla en Alemania o Inglaterra. La
revolución marxista es esencialmente mundial (
die W eltrevolu­
tion)
y universal, porque es satánica, es decir, tiene ,POf finali­
dad
desvincular la historia de Dios
y vincularla con Satanás.
La implantación del único «imperio marxista de fuerza» mun­
dial es lo que Marx quiere lograr con su «revolución permanen­
te (
die permanente W eltrevolution). Para Marx no se trata de
solucionar la <~cuestión social» o la «cuestión obrera», o la «cues­
tión de la justicia». Nada de eso. Tampoco se trata para .él de
solucionar solamente
la «cuestión

judía». No
har duda
de que
este problema le preocupaba en su juventud
y que, con ocasión
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de discutirlo con Bruno Bauer, Marx, por primera vez, formula su «marxismo» (es decir, el materialismo histórico
y la revolu­
ción permanente). Sin embargo, una atenta
y minuciosa lectura
de su obrita
Zur Judenfrage (sobre la cuestión judía) lleva a la
conclusión de que Marx, con su «revolución permanente», no
pretende sólo solucionar la «cuestión judía», sino la cuestión del
hombre como tal
y de la humanidad, pues quiere liberar no
solamente al judío, sino al hombre, y liberarlo radicalmente.
Pero, ¿de qué o de quién liberarlo?
De la moral objetiva y de
Dios; más exactamente, liberar de la creencia en la existencia
de Dios y de la creencia en el destino eterno del hombre; quie­
re liberar al hombre de su dependencia de Dios, de su destino
eterno, quiere arrancar al hombre de las manos de Dios
y en­
tregarlo en

las manos de Satanás. Esta «liberación» tiene por
finalidad la

total, completa
y definitiva esclavización del hombre
por Satanás. Marx quiere despojar al hombre no solamente de
los bienes económicos, de
la propiedad privada ( el comunismo),
sino también de los bienes espirituales, de
la fe en Dios ( el ma­
terialismo
y el ateísmo), quiere rebajar al hombre al nivel del
animal, quiere que el hombre sufra aquí en la tierra
y, ante todo,
que sufra en la eternidad, en el
Infuerno; quiere

despojar al
hombre de su relativa felicidad en
la tierra y de su perfecta fe­
licidad

en el Cielo. En esto consiste el satanismo de Marx.
Este «imperio marxista: de fuerza» empieza históricamente,
por casualidad, debido a la primera guerra mundial, en Rusia,
pero por su naturaleza no es «rusó» sino universal, pues es la
primera realización de la «revolución mundial» ( de la W eltrevo­
lution), es la primera etapa de la revolución mundial, como lo
dice Trotsky (7)
y, por ser mundial, desde Rusia tiene que ex­
tenderse a todo el mundo.
En vano se busca las explicaciones históricas para demostrar
que este «imperio marxista de fuerza» tiene también algunas
raí-
(7) «Die Oktoberrevolution ist rechtmiissig als die erst Etappe der
Weltrevolution», dice Trotsky, Die permanente Revolution, Fischer Taschen.
buch Verla¡¡, ed. 1973, pág. 17.
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SOBRE EL IMPERIO MARXISTA DE FUERZA
ces «rusas», pues eso no tiene importancia; su naturaleza mar­
xista ( el satanismo) le permite extenderse a todos los países, in­
cluso

a los que no tienen nada de estas «raíces rusas» ( como,
por ejemplo,
el absolutismo de los zares o el nihilismo de Nie­
chaiev, o la obsesión de
destrucción de

Bakunin).
El «imperio marxista de
fuerza» en

Rusia ya tiene 66 años
y el de China más o menos 40 años ( 8 ); sin embargo, en ambos
casos es un período de tiempo suficiente para que demuestre
ple­
namente

su carácter totalitario, inhumano, opresor y explota­
dor del hombre, y para que imponga un régimen de permanen­
te sufrimiento físico (la miseria) y psíquico (el terror, la escla­
vitud,
el «pensamiento cautivo» (9), el ateísmo obligatorio, etc.),
es decir, su carácter satánico- Este período de tiempo es también
suficiente para que todos los que lo desean sepan cuál es esta
realidad. Los estudios, las
informaciones, los

testimonios de las
víctimas, las acusaciones de los disidentes son
tan abundantes e
irrefutables que podemos tener por comprobado y seguro que
se trata, en ambos casos, de Rusia y de China, de un «imperio
marxista de fuerza» con más de 70 millones (10) de víctimas en
(8) Es difícil fijar la fecha exacta del nacimiento del «imperio marxis­
ta de fuerza» en China, pues se fue imponiendo poco a poco, ·durante· va­
rios años de guerra
civil, fomentada desde Moscú; mientras que en Rusia,
gracias al apoyo alemán, se impuso en octubre de 1917.
(9) Es el título del libro de Czaslaw Milosz.
(10)

No se
dispone de cifras exactas. El cómputo exacto de las vícti­
timas del terror en el «imperio marxista--de,fuerza», ruso y chino,.es impo­
sible, pues ni siquiera las mismas autoridades de estos países llevan registros
completos al respecto. Sin embargo, los c,ilculos de Solzhenitsyn ( 63-65 mi­
llones) y de otros (al menos 70), ·si se trata de Rúsia, y de Jean-Fran~is
Revel (125 millones) y de otros (l;llás de 150 millones), si se trata de China,
no son arbitrarios, sino
basados sobre· estudios minuciosos, serios y hohes­
tos.
En esta breve «nota» no es posible entrar en detalles, que las petsb­
nas interesadas pueden encontrar en las obras especializadas; la bibliogra­
fía al respecto se ~puede consultar en la ·monumental obra de Michel H\iller
y Aleksander Nekrich, L'utopie au pouvoir: Histoire de l'U. R. S. S, de
1917 a nos iours, París, 1982.
Sin embargo, los cómputos mencionados de 65-70 millones de víctimas
y

de 125-150 millones, en Rusia y en China, respectivamente, desde
d punto
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el .caso ruso y más de 150 millones en el caso chino; víctimas di­
rectas
.de terror, torturas~ ejecuciones y muertes en los campos
de concentración,
y víctimas .. de la miseria, hambre, enfermeda­
des
y de condiciones inhumanas de vida como consecuencias di­
rectas del régimen comunista.
Hay que buscar la explicación de este fenómeno; ¿por qué
el régimen del comunismo marxista es tan inhumano, totalitario,
opresor y destructor del hombre? En otras palabras: ¿ por qué
el «imperio marxista de fuerza» es esencialmente un imperio de
fuerza bruta y brutal, es decir, de violencia institucionalizada?
¿ Viene eso del mismo marxismo o de las condiciones históricas
en las cuales se
lo realiza?
de vista de la demografía, son insuficientes e inaceptables. Según los métodos
de la demografía moderna, Rusia debería tener actualmente ( 1983) al me­
nos 770 _millones
de habitantes y, sin embargo, tiene sólo 270. ¿D6nde están
los 500 millones que faltan?
Peto, ¿por

qué Rusia
debería tener
actualmente
770 millones de habitantes? Muy sencillo. Según
el censo de 1897 la pobla­
ción de Rusia fue de 122.666.500 habitantes
y el crecimiento anual de 4,2.
El censo de 1900 constata que hay en Rusia 135.600.000 habitantes, es
decir, que en sólo tres años la población aumentó en 12.933.500 habitantes.
Según
el censo de 1912 ya hay en Rusia 171 millones de habitantes, sin
embargo, el crecimiento anual baja -a 3,1 %. Faltan datos exactos respecto
al año 1914, pero se puede
calcular que la población en vísperas de la guerra
llega a 185 millones y que en enero de 1917, es decir, en vísperas de la
revolución marxista, es, al menos, de 185.000.000, p1.1es durante los tres años
de guerra el crecimiento vegetativo poco superó las pérdidas provocadas por
la guerra
y sus consecuencias. Pues bien, el primer censo en la Rusia bol-
-· chevique,

el de -1920,
constata sólo

130.500.000, es decir, que faltan 54 mi­
llones que son víctimas de la revolución (las víctimas de
la guerra fueron
descontadas anteriormente). Si Rusia tenía en vísperas de
la revolución pro­
bablem.ente unos 185 millones de habitantes y un crecimiento anual del 3 1
%,
incluso

si se supone
que esta tasa después disminuye, llegando a la actual
del
1,5 %, la pobtación de Rusia-- debería ser actualmente de, al menos,
770 millones, y es - de· 270, es decir, que faltan 500 millones, que son los
resultados de la revolución,
del-terror, de ejecuciones en masa. de los
campos de concentraci6n, de la espantosa
mortandad infantil, de la des­
trucción

de
la familia, etc. Este es el «costo social», el «costo demográfico»,
el «costo humano» de la revolución márxista eri Rusia, y en China es pro­
porcionafmente mayor.
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SOBRE EL IMPERIO MARXISTA DE FUERZA
A pesar de que, en ciertos casos, estas condiciones o circuns­
tancias hist6ricas tienen indiscutiblemente algún papel, la respon­
sabilidad ptincipal cae en el mismo marxismo de Marx.
En primer lugar, porque este régimen opresor es la canse­
. cuencia

inevitable de lo que, en la terminología de Marx, se
llama la «dictadura del proletariado» ( 11 ). Según la doctrina de
Marx,
la «dictadura del proletariado» es la forma de gobierno
«dictatorial», es decir, absoluto, no limitado en nada por ninguna
ley humana, ni, menos todavía, por las leyes divinas (la Ley natural y la ley positiva divina). Este poder dictatorial no está en las manos del «proletariado», como lo sugiere la misma
f6rmula, sino en las manos de los que pretenden representar al
proletariado, es decir, en las manos de los dirigentes del
par­
tido

comunista. Sin embargo, en realidad se trata de la dictadura
del dirigente
máximo del partido comunista,

es decir, de su se­
cretario general. En el caso de la
Unión Soviética,

este dictador
fue primero Lenin, después Stalin, seguido por. Malenkov,
Krus­
chev, Breznev y, actualmente, Andropov (12). En el «imperio
marxista de fuerza» el poder político es total y absoluto y se
encuentra en las manos del
partido comunista

único. Los otros
poderes, dependiendo del poder supremo del partido, son pu­
ramente administrativos y, además, están controlados por el par­
tido en todos los niveles.
En segundo lugar hay que tener presente el carácter del par­
tido comunista único. Lo destaca muy bien Mauricio Thorez ( 13 ),
( 11) Marx tomó esta doctrina de los blanquistas ( en la primera mi­
tad del siglo
XIX hay en Francia dos grupos «blanquistas»: uno compuesto
por los partidarios de
la doctrina revolucionaria elaborada por los her­
manos
Augusto y Adolfo Blanqui, y otro por los partidarios de Louis Blanc;
sin embargo, ambos estaban de acuerdo respecto a la doctrina sobre la
«dictadura del proletariado»).
(12) Claro está que aquí simplificamos esta sucesión, pues ni Stalin,
ni Kruschev, ni Breznev, ni Andropov llegaron de inmediato a ser los dic­
tadores absolutos,
y Stalin se demor6 más que los. otros en podet eliminar
a sus rivales.
{ 13)
Maurice Thorez fue durante muchos años el secretario general
del

partido comunista de Francia.
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diciendo: «Notre parti n'e'st pas comme les autres» (nuestro
partido no es como los demás). Se trata aquí de la doctrina de
Lenin sobre
el «partido único» (comunista). Según esta doctrina,
expuesta en lo que se llama la «tesis de Abril» (14 ), el partido
comunista es· el partido único (la monopartia), en muchísimos
sentidos de la palabra «único». El partido comunista (marxista)
es

único, pues en los países donde llega al poder, no se admite
la posibilidad de la
e"istencia de

otros partidos pol!ticos ( 15);
es---único, pues representa la única clase social autorizada a go­
bernar: el «proletariado» ( 16 ); es único, no so'.amente en Ru­
sia, donde primero llegú al poder, sino en todo el mundo,, lo que
quiere decir que los partidos comunistas de otros países son so­
lamente las secciones de este partido comunista único de la Unión
Soviética, pues súlo este partido es autorizado para llevar a cabo
la revolución marxista-comunista en todo el mundo; es único
goberoaote, es decir, que a su lado no se puede tolerar ningún
tipo de poder
y,. si tales poderes existen, siendo indispensables
para la administraci6n del país, tienen que ser completamente
controlados por el partido comunista; en consecuencia no se da y
no se puede dar en el «imperio marxista de fuerza» ningún tipo
de poder que no sea el del partido único: todas las instituciones
y todos los poderes están subordinados completamente al partido
único
y controlados por él. De ahí nada de extraño que la Igle­
sia (
y las comunidades religiosas de todos los credos) puede ser
( 14) Se trata da_ una serie de artículos publicados en Rusia, en los
primeros días de abril de 1917. La doctrina de Lenin sobre el partido úni­
co no es original, pues Lenin sólo profundiza y actualiza lo expuesto por
Marx en un «Memorandum de abril de 1850» sobre
el partido del pro­
letariado;
en otras palabras, la «tesis de abril», de Lenin, es la actuali­
zación de la «tesis de abril», de Marx.
( 15) En Polonia hay cuatro partidos políticos; sin embargo, en rea­
lidad se trata solamente de las cuatro secciones del úníco partido comu­
nista que,
a su vez, es solamente la sección polaca del partido único de
la Unión Soviética.
(16) En la
Unión Soviética,
tanto «de jure» como «de facto», todos
son
«prdl1etarios», pues

no
existe la
institución de
la propiedad privada y,
por ende, no existen los propietarios.
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SOBRE EL IMPERIO MARXISTA DE FUERZA
tolerada só'.o si acepta el control total de parte del partido; tam­
bién las Fuerzas Armadas están controladas en todos los niveles
por el partido; lo mismo ocurre con los tribunales, con los sin­
dicatos, etc.; también
el pseudo-Parlamento está controlado por
el partido, como lo es el mismo Gobierno de
la Unión Sovié­
tica, pues el poder supremo real está en las manos del partido;
quien es el soberano. Este control de todo por
el partido es ga­
rantizado por la Constitución de
la Unión Soviética (17).
En tercer lugar, como consecuencia de la aplicación de las
doctrinas de
la «dictadura del proletariado» y del «partido úni­
co», viene el totalitarismo_, pues la aplicación de las mencionadas
doctrinas elimina completamente cualquier tipo de democracia;
e1 régimen marxista-comunista es esencialmente antidemocráti­
co (18).
Más todavía, según la doctrina marxista la desaparición com­
pleta de la democracia es la condición previa e inevitable para
poder pasar a la plena realización del «socialismm> como cami­
no
al «comunismo».
Este totalitarismo marxista no es solamente una vuelta .al
totalitarismo de los imperios de la antigüedad precristiana, s1no
mucbo
más. En
la antigüedad, el hombre fue de hecbo y muy a
menudo de derecho completamente absorbido por el Estado, pues,
en estos casos, actuaba no solamente el afán de parte del Estado
Ú7) En la Constituci6n staliniilna es el famoso artículo 126, sobre la
presencia y función de las células (yacheyki) del partido en todos los or­
ganismos sociales.
(18) Algunos países sojuzgados por la Unión Soviética, como, por
ejemplo, Alemania Oriental o Polonia, oficialmente se llaman «democracias
populares»
y con raz6n, pues en ellas todavía quedan algunos r~stos de de.
mocracia,
debido
a que -según
la doctrina marxista sobre la revolución
comunista como

proceso que lleva
al comunismo- este proc~ pasa por
las cuatro
etapas, a

saber:
burgllesa, democrática,
socialista
y proletaria.
Los países «satélites» de la Unión· Soviética, según esta doctrina oficial,­
se
enCUenttan sólo

en
la etapa «democrático-socialista» - mientras que la
Unión Soviética ya alcanzó le etapa «socialista», dejando atrás las e,:apas
«burguesa»

y «democrática» (las cuales correspondían al período del
go:
bierno de Karensky, entre febrero y octubre de 1917).
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de subordinar a sus súbditos totalmente, sino que, en muchos ca­sos, este fue también el deseo de los mismos súbditos o, al menos,
este afán de absorción no encontraba una adecuada fuerza de re­
sistencia entre ellos, salvo tal vez en los casos de los creyentes,
especialmente los judíos, quienes, conociendo la Biblia, de ella
sacaban los argumentos en favor de la dignidad del hombre, es­
pecialmente en los textos del Génesis, los que describen la crea­
ción del hombre por Dios a su imagen y semejanza. En la ma­
yoría de los casos, los antiguos imperios paganos precristianos
tienen sus religiones estatales obligatorias para todos los ciuda­
danos y súbditos, por intermedio de las cuales vinculaban (
re­
ligare)
interiormente al hombre con el Estado, llegando incluso, a
veces, a deificar (divinizar) al Estado o, al menos, al gobernante
. y por ende, llegando a un poder realmente totalitario, pues no es solamente exterior (jurídico), sino también interior (religioso
y moral). Sin embargo, el caso del «imperialismo marxista de fuerza»
es distinto, pues
aquí el

totalitarismo es de otro
tÍpo, a
saber,
su «religión» estatal, obligatoria e impuesta a todos por la fuerza
es el
materialismo y

el ateísmo beligerante. La cosmovisión ma­
terialista justifica -según los marxistas-leninistas- una posi­
ción de ateísmo beligerante, es decir, perseguidor de toda religión
auténtica, precisamente por las exigencias totalitarias, es decir,
para que nada en los súbditos se oponga a la completa y total
subordinación al poder del partido y al proceso de completa ab­
sorción del hombre por la sociedad. Creer en algo otro que la
materia es
buscar la independencia frente al poder absoluto y
totalitario. La integración completa del hombre en· la sociedad
comunista no puede ser realizada hasta que no se elimine total­
mente la fe en algo que
nd sea la materia, pues la materia es la
base de la sociedad totalitaria comunista. A esta exigencia de adhesión completa (es decir, no solamente exterior, sino tam­
bién interior) al partido, a la sociedad comunista, al Estado, no
llegaban completamente los totalitarismos de la antigüedad pre­ cristiana, lo que no es nada de extraño, pues no pretendían pre­
sentarse como la antítesis del Reino de Dios, tal como lo hace
100
Fundaci\363n Speiro

SOBRE EL IMPERIO MARXISTA DE FUERZA
el totalitarismo marxista. Pero antes que ahondemos en este
tema de carácter teológico, conviene todavía recordar también
las otras bases sociológicas del totalitarismo marxista: a saber, su
carácter de «coniunista».
Por el «comunismo» se entiende durante toda la hístoria de
la humanidad cualquier régimen social-económico sin la institu­ ción de la propiedad privada. Pues bien, es sabido que la pro­
piedad privada es la base de la libertad; no hay libertad sin pro­
piedad privada, y no se trata sólo de la libertad económica, sino
de todas las libertades (19). Claro está que no se trata de la li­ bertad en el sentido de una de las facultades espirituales del
hombre; el hombre es un ser razonable y libre por su natura­leza. Sin embargo, la posibilidad de ejercer esta facultad depende,
al menos hasta algún punto, dentro de la vida social, de algunas
condiciones concretas y I entre ellas, una _de las más importantes
es precisamente la institución de la propiedad privada. Dentro
de la sociedad política ( en la «polis», en la «ciudad»), la libertad
del ciudadano está, hasta algún punto, condicionada por la pro­
piedad privada; los que no la tienen no se encuentran en las con­
diciones adecuadas para ejercer su libertad. No liberty without
property,
decía Chesterton. A mayor posesión de la propiedad
privada, mayor libertad económica
y política, pues la propiedad
privada es la base de la independencia frente al poder politice
del Estado.
La sociedad comunista, por ser comunista, es decir, sin pro­
piedad privada, donde toda la propiedad pertenece exclusivamente al Estado, prácticamente no admite ninguna libertad, pues sien­
do la propiedad la base del poder, si toda propiedad pertenece al Estado, también al Estado pertenece la totalidad del poder.
Los proletarios son los que no tienen ninguna propiedad
privada. El Estado comunista sólo puede ser compuesto por pro­
letarios. No es por casualidad que Marx, en su «Manifiesto co-
(19) Ozanam dice, «La propiedad privada es el fruto de la libertad
y su garantía». Citado por Gustavo Cor~ao, Oz.anam, PRESENCIA, Nr.
48, pág. 19.
10
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKl
munista», desee que todos sean proletarios (claro está que no en
el sentido de que vivan en ~a miseria,-sino en el sentido propio
del término «proletario»: quien no tiene ninguna propiedad);
tampoco por casualidad
hab:a de
la «dictadura del proletariado»,
pues la futura sociedad comunista, soñada por él, por ser comu­
nista, solamente puede ser formada por proletarios, es decir, por
los que no tienen lhnguna propiedad privada. Pero los «proleta­
rios» (es decir, los que no tienen ninguna propiedad privada), son,
por definición, esclavos; en este caso no se trata de los esclavos
del derecho privado, sino del derecho público, es decir, son escla­
vos no como propiedades de otras personas, sino como propiedad
del Estado comunista. Quitando la propiedad privada a todos, el
marxismo esclaviza a todos, pues reduce a todos al nivd de es­
clavos, haciendo, de todos, esclavos del Estado comunista. Huel­
ga decir que se trata de la peor forma de esclavitud, pues los es­
c:avos del

derecho privado tenían la posibilidad de recurrir al
Estado contra los abusos de sus amos, mientras que los escla­
vos del derecho público, siendo esclavos del Estado, ya no tienen
a quién recurrir contra los abusos de su amo, pues el amo es el
Estado. El poder politico del Estado comunista es el más totali­
tario que se pueda dar. El «imperio marxista de fuerza» es tota­
litario porque es comunista, es decir-, porque,- suprimiendo la ins­
titución de la propiedad privada, transforma a todos los ciuda­
danos en esclavos del Estado.
Es evidente que se trata de un
totalitarismo incomparable con
el totalitarismo de la antigüedad
precristiaria, pues, en los Estados antiguos,= en la mayoría de los
casos, existía la institución de la propiedad privada y, por ende,
de la libertad. Sin embargo, en algunos casos, cuando se supri­
mía la institución de la propiedad privada, es decir, cuando se
introducía
el régimen comunista de 1a propiedad exclusivamente
estatal, todos los ciudadanos se transformaban en esclavos. El caso
tal vez más elocuente y mejor conocido es el citado en
la Biblia
(Génesis. 47, 20-21), que se refiere a la actuación de José en
Egipto, quien, siendo autorizado por
el faraón, para hacer frente
a los años de las «vacas flacas»,
rompra todas
las cosechas de los
pequeños propietarios, transformando d antiguo régimen social-
102
Fundaci\363n Speiro

SOBRE EL IMPERIO MARXISTA DE FUERZA
econom1co del Egipto, basado sobre la .pequeña propiedad pri-·
vada
de los ciudadanos, en un régimen de la única propiedad
estatal, es decir, en un capitalismo del Estado comunista, en el
cual todos
lo, ciudadanos,

con excepción de los judíos, llegan a
ser esclavos del faraón. Marx analiza este caso muy minuciosa­
mente en
El Capital, demostrando gran admiración respecto a la
obra de su correligionario José, y parece que es este sistema de la
completa esclavitud (la proletarización de todos por la supresión
de
la propiedad privada) el que quiere imponer a todo el mundo
por su «revolución mundial»
(die Weltrevolution). ¿En prove­
cho de quién? En provecho del partido comunista. Más todavía, a esta esclavización de todos, el marxismo la llama «liberación».
El otro aspecto del comunismo de Marx es su carácter ateís­
ta. Parece que Marx no explica en ninguna parte de sus escritos
por qué para él el comunismo se identifica con el ateísmo; sin
embargo, lo subraya frecuentemente y por eso se puede suponer
que esta es la razón por la cual insista tanto en la necesidad del
régimen comunista, pues imponiendo este régimen por fuerza, al
mismo tiempo impone el ateísmo.
Se puede suponer que la identificación por Marx del comu­
nismo con el ateísmo viene del mismo análisis sociológico del
comunismo, pues una sociedad comunista es la sociedad en la
cual el hombre está integrado completamente al grupo, es com­
pletamente absorbido por la sociedad hasta el punto de que se
identifica con la sociedad y, en consecuenecia, pierde casi toda su
originalidad, su personalidad, su vida privada, propia, individual,
interior; se trata de la identificación de 1~ «parte» cOn el «todo»,
hasta el punto de que la «parte» ( el hombre-individuo) vive ex­
clusivamenite para el «todo» (la sociedad), como la hormiga o la
abeja, u otros insectos sociales, los cuales no pueden vivir solos,
desvinculados de la sociedad. Incluso, algunos utopistas comu­
nistas sostienen que esta identificación del hombre con la socie­
dad comunista debería llegar hasta la que hay entre la célula y
el organismo biológico al cual pertenece,
es decir,

a una situación
en la cual no existe y no puede existir ningún tipo de vida pri­
vada. personal. Huelga decir que, en
estos' casos, la vida espiri-
103
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MIGUEL PORADOWSKI
tual desaparece y, por ende, desaparece también la posibilidad de
creer en Dios, de amarlo, de pensar en El, es decir, desaparece
la religión. A lo sumo podría, tal vez, darse el caso de algún
culto grupal, común, pero nunca del culto personal, individual,
es decir, del culto verdadero de Dios verdadero (20). El «imperio marxista de fuerza» es de hecho una violencia
institucionalizada, pues está basado sobre el terror; incluso, en
sus realizaciones históricas, llega a ser el «imperio del terror»,
el «imperio del miedo». Los primeros realizadores de la revolu­
ción marxista en Rusia, Lenin y Trotsky, insisten en sus escritos
en la absoluta necesidad del terror, y más todavía, ambos insisten
en que el terror institucionalizado es el elemento esencial del
ré­
gimen comunista y, por ende, no es algo que se agrega a este ré­
gimen por razones de necesidad de represión, pero que podría
en el futuro desaparecer, sino que es un elemento constitutivo
del régimen comunista, un elemento permanente, pues la revo­
lución marxista es una revolución permanente
y la revolución es
violencia (21).
La revolución marxista, tanto en Rusia como en China, de
inmediato institucionaliza el terror.
En Rusia, primeramente, se usa los «órganos de represión»,
introducidos durante la «revolución de febrero» (la revolución de Kerensky). Se trata del «Buró (oficina) 75» (22), que rápida­
mente se transforma en una «máquina del terror». Sin embargo,
es la famosa Cheká (Cherezviniaia Komisia) la que -bajo la di-
(20) Completamente otro es el caso de la vida «comunista» en los
conventos y agrupaciones voluntarias, que funcionan al margen de
la so­
ciedad y que son formadas con fines espirituales y de culto.
(21) Tanto Lenin como Trotsky defienden
d terror
contra las opinio­
nes de los marxistas-democráticos
dd grupo de Kautzky; ambos tildan a
Kautzky de «renegado» por haber insistido en que el terror no es un
demento esencial de la revolución marxista. Los marxólogos de hoy dan
razón a

Lenin y a Trotsky contra Kautzky, pues descubren en los escri­
tos de Marx que éste considera la violencia y
el terror como elementos
esenciales de
la «revolución permanente».
(22) Véase, Michel Heller y Aleksander Nekrich, L'utopie au pouvoir,
París, 1982, págs. 35, 44.
104
Fundaci\363n Speiro

SOBRE EL IMPBKIO MARXISTA DE FUERZA
rección de Feliks Dzierzynski (llamado por sus camaradas el Fou­
quier-Tinville (23) de la revolución bolchevique), siendo encar­
gada de las ejecuciones en masa ( el paredón), llega a ser el
«\e­
rror institucionalizado», a

partir del 7 de diciembre de 1917,
Este terror, primeramente
está dirigido

contra los adversarios de
la revolución bolchevique; sin embargo, rápidamente se extiende
a todos, incluso a los miembros del pattido único comunista. El
primitivo mecanismo, montado por Dzierzynski, para matar pri­
mero a los adversarios reales y después a los adversarios posi­
bles, es decir, a los sospechosos, enseguida se transforma en una
complicada institución, extendida a todo el país, con sus espan­tosas cárceles y horribles campos de concentración, muchos de
los cuales, con el tiempo, toman carácter de «campos de trabajo forzado», colocados, en la mayoría de los casos, en las partes
más inhóspitas del país, como las regiones del Polo Norte, la
Kamchtka, Kolyma, etc., donde el mismo clima, con temperatu­
ras de 40 grados bajo cero, se presenta como un factor de la
peor tortura. Viene el exterminio de millones de personas. Después de cinco años, la Cheká se transforma en la peor GPU
(Polichesnoie Upravnienie Gosudatstwa), esta vez bajo la direc­ ción del cruel Yagoda. Con
la llegada al poder de Stalin viene
el perfeccionamiento del sistema represivo y su extensión a toda
la sociedad, alcanzando la plena realización del «imperio del mie­
do». La GPU es reemplazada por la NKVD (Nachelnii Komitet
Vnutrennii Die!), es decir, que lo que en los países democráticos
se llama el Ministerio del Interior,
• en 1a Unión

Soviética toma
carácter de Ministerio del Terror. Sin embatgo, no es exacto
pensar que se trata sólo del terror aplicado dentro de la Unión
Soviética, pues la NKVD extiende sus actividades terroristas, de
espionaje y de subversión a todo el mundo, poniendo de esta manera fin a las huidas de gente de
la Unión Soviética al extran­
jero, pues todos sabían que en cualquier parte del mundo
podían
ser alcanzados por los agentes de la NKVD, y, en realidad, du­
rante la época staliana la NKVD tortura, mata y secuestra a la
(23) Fouquíer-Tinville fue el dirigente de los organismos de terror
durante la Revolución francesa.
105
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI
gente a su gusto, no solamente en la Unión Soviética, sino en
todos los países del mundo. A la tortura física y brutal se agre­
gan las refinadas torturas psíquicas. con las
cuales se
consiguen
la autocrítica y la autoacusación de los presos políticos en los «juicios» -espectáculos-,
romo la

plena realización del «impe­
rio del miedo».
Después de la segunda guerra mundial, en la época de la
«coexistencia pacífica», es decir, en la época de la plena coope­
ración y colaboración de las potencias occidentales con el «impe­
rio marxista de fuerza», la NKVD se transforma en
el KGB

(Ko­
mitet Bezpiechenstva Gosudarstva), la cual, además de ser una ins­ titución del terror, al mismo
tempo está

encargada de la sub­
versión, espionaje y revolución en los países todavía libres. Sin
embargo, hay que reconocer que los métodos algo cambian, pues
hay menos ejecuciones masivas y menos torturas físicas, como
también hay un mejor aprovechamiento del trabajo gratuito en
los campos de trabajo forzado,
y muchas víctimas del terror, en
vez de podrirse en las cárceles, ahora. se alienan en los hospitales
siquiátricos. Creer en la existencia de Dios ya no se califica como
uil crimen, sino como una enfermedad mental. Sin embargo, el
atchipiélago GULAG sigue firme como antes, pues el «imperio
marxista de fuerza», siendo contrario a la naturaleza humana, sólo
puede mantenerse recurriendo al terror total.
En China, el «imperio marxista de fuerza»
Uega a

lo que po­
dríamos llamar la «democratización del terror». Si en la Unión
Soviética el terror es una inStitución en las manos de un grupo
(muy numeroso) de personas, y si el «pueblo» lo siente como
algo impuesto de afuera, algo que se identifica con
el gobierno,
con
el partido y con la administración, en China el terror toma
otro carácter, pues se lo encarga al mismo «pueblo», aplicando la
fórmula democrática amer/mna: tbe government of the people,
by the people and for
the people, es decir, el terror del pueblo,
para el pueb:o y

por
el pueblo, en otras palabras, el pueblo llega
a ser el protagonista de
terror ·,¡; por ende, el protagonista de la
revolución marxista. En la_ práctica eso toma forma de «tribuna­
les populares», con la diferencia de que el «pueblo» no solamente
'106
Fundaci\363n Speiro

SOBRE EL IMPERIO MARXISTA DE FUERZA
juzga a los presuntos culpables (a los contrarevolucionarios), sino
que, al mismo tiempo, también de inmediato los castiga1 tortu­
rando y matando. El logro sicológico es enorme, pues el «pue­
blo»

se compromete con el terror
y se envilece torturando hasta
la muerte, tratando las torturas como espectáculo y diversión. La
revolución marxista recibe una nueva dimensión, la dimensión popular; ya no es solamente la obra de los «revolucionarios pro·
fesionales», es decir, del partido, sino de todo
el «pueblo», de
toda
la población envilecida por el crimen, corrompida por '.a
envidia

y el odio; el «pueblo» asume la función del verdugo, de
un verdugo muy eficiente, pues en pocos años asesinó torturando
más de 150 millones de personas. Por otra parte, a
Mao-Tse-Tung también
se debe el refina­
miento del terror, especialmente de lo que se suele llamar
ofi­
cialmente

el «bombardeo
ment"1» y el «lavado mental», prac­
ticados

a enorme escala y en hase a todos los adelantos científicos,
tanto sicológicos como
bio-químicos, para

destruir al hombre no
sólo física, sin otambién síquicamente; no basta destruir el cuer­
po, se pretende destruir completamente el alma: la razón, la vo­
luntad y los sentimientos, corrompiendo por
completo lo inte­
rior

de la persona, hasta el punto de que el enemigo del
, rio

marxista de fuerza» se transforma en su fanático y fiel
ser­
vidor.
¿ De dónde viene esta crueldad, esta locura de torturar y ma­
tar?

Del ateísmo
y del satanismo. Donde se apaga la fe en Dios,
se oscurece
la mente, nos recuerda Solzhenitsyn (24 ); el hom­
bre se envilece; se transforma en un crimina[, en un caníbal «ci­
vilizado», en un antropófago; viene la autodestrucción. El «im­
perio marxista de fuerza» es la destrucción del hombre y de la
sociedad humana y en eso consiste su satanismo. Donde no Se
respeta

a Dios, tampoco se respeta
al hombre. Donde no se res­
petan los derechos divinos, tampoco se respetan los derechos hu­
manos,
como nos lo ,recuerda el Papa Juan Pablo II (25).
(24) Discurso, en Londres, en 1983.
(25) Véase,
«N'ayez pas peur». André Frossard dialogue avec ]ean
Paul

II,
Robert Laffont, París, 1982, pág. 147.
107
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MIGUEL PORADOWSKI
II
«Buscad primero el Reino de Dios y su jus­
ticia y todo lo demás recibiréis en añadidura».
(S. Mat., 6,25).
El concepto general de la justicia -como «dar a cada cual
lo suyo», o «dar a cada uno fo que le corresponde»- es común
a todos los pueblos de todos los tiempos; sin embargo, en la Bi­
blia y en las antiguas culturas griega y romana se expresa de una
manera más precisa y más evidente. Además, se la considera
como lo más característico de la vida social civilizada y como
reflejo
y respeto de la Ley natural.
Pata nosotros, los herederos y continuadores de a Civilización
Occidental Cristiana, la «justicia» se identifica más bien con el
«régimen de justicia»,
el que corresponde al sentido común de la
justicia,
típico para

los
pueJjJos bíblicos y de las culturas griega
y romana precristiana, en las cuales el conocimiento y el respeto
de la Ley natural es evidente. Sin mbargo,
el concepto ctistiano de la justicia -a pesar de
que tiene sus raíces en el Antiguo Testamento
y en las culturas
griega
y romana- nace del Evangelio y del entendimiento de
esta enseñanza nuevotestamental que nos otorga di Espíritu Santo.
Los valiosísimos conceptos de la justicia, expresados en la
antigua filosofía griega ( especialmi:nte en los escritos de Aris­
tóteles)
y en las antiguas obras teatrales griegas ( especialmente en
las de Sófocles), como también en
el Derecho romano, vienen a
ser aclarados
y sublimados por la luz de1 Evangelio y reformu­
lados por el pensamiento cristiano de los primeros
siglos, des­
pués
.profundizados por

la escolástica
y, ante todo, por Santo
Tomás de Aquino
y sus seguidores. Este concepto cristiano de
la justicia, completado por
el] de la caridad y de la verdad, llega
a ser la base de la Civilización Occidental Cristiana, es decir,
de la Cristiandad, tan odiada por Marx
y por sus seguidores.
Sin embargo, a lo que se opone conscientemente
di «imperio
108
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SOBRE EL IMPERIO MARXISTA DE FUERZA
marxista de fuerza», es decir, el «imperio de la injusticia institu­
cionalizada», no es solamente a este concepto de la justicia tra­
dicional, es decir, bíblico-griego-cristiano y su parcial realizaci6n
por
la Civilización Occidental Cristiana, sino ante todo a este
otro concepto, todavía superior y más perfecto, a saber: el de la
«justicia del Reino de Dios». Recordemos que Cristo, antes de subir
a!l Cielo, nos dej6 una
tarea concreta y obligatoria: «Buscad primero el Reino de Dios
y su justicia, y todo lo demás lo recibiréis en añadidura». Es
evidente que la justicia del Reino de Dios es algo más que la justicia de la
Ley natural. Podríamos llamarla el grado superior
de
la justicia de la Ley natural, pues si la justicia de la Ley na­
tural se expresa en la fórmula
ddl Derecho

Romano pagano
«suum­
cuique tribuere» (
dar a cada cual lo suyo) o como «constans et
perpetua voluntas suumcuique tribuendi»
y en la fórmula de
Santo Tomás «ordinare ea quae sunt privatorum personarum tn
bonum commune», la justicia del Reino de Dios es -tal como lo
dice Santo Tomás- la subordinaci6n de lo privado al bien co­
mún, con tal que, en este caso, el término «bien común» signi­
fique «Dios», y si es así, la fuerza de esta justicia es no sólo
de orden moral
·y espiritua[, sino también de orden divino.
No se
trata, pues,
s6lo de
la jnsticia reducida a los problemas
del salario, o a los de
[a remuneración
del
trabajo, o
a los so­
cial-económicos en general, ni siquiera a los problemas que sur­
gen como consecuencia de la permanente convivencia social, sino
de la justicia que se expresa en el tratar al hombre como crea­
rora de Dios, en
la cual está presente la imagen de Dios, la ima­
gen de Dios intrínseca a 4a misma naturaleza humana, pues el
hombre, siendo creado a «imagen y semejanza de Dios» es por
eso un ser razonable, libre y capaz de amar; entonces, lo «justo»
es tratar al hombre de tal manera que se respete en él la imagen
de Dios y que se permita a esta semejanza realizarse.
Bl régimen

justo del Reino de
Dios es
el que respeta· al hom­
bre como ser razonable
y libre, con destino eterno y capaz de
amar no solamente a sus semejantes, sino ante todo a Dios, su
Creador, y que permita al hombre capacitarse, durante su vida
109
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MIGUEL PORADOWSKI
terrenal, para participar en la felicidad eterna de Dios en el
Cielo.
Para

nosotros, los cristianos, es indiscutible que la finalidad
de la vida terrenal es
la preparación y capacitación para convi­
vir en el
Cieilo con

Dios. Es la única oportunidad al respecto, la
que no puede ser perdida por nadie. Tenemos el derecho
y el
deber de luchar por una sociedad justa, es decir, una sociedad
que peermita a cada hombre llevar una vida de preparación
y
Capacitación para la eterna convivencia con Dios.
El «imperio marxista de fuerza» se opone a eso. lo imposi­
bilita y por eso es esencialmente injusto. Dios es la Justicia
(como es la Verdad
y la Caridad). Una sociedad es justa sólo
en la medida en que esté orientada
y ordenada hacia el Bien
Común supremo y último, es decir, hacia DioS. El «imperio mar­
xista de fuerza», .siendo ateo
y materialista, está contra Dios,
contra d Bien Común supremo y, por eso, es de suyo injusto;
es ila injusticia institucionalizada.
«La justicia del Reino de Dios» se hace presente en la con­
vivencia humana sólo por la participación en el Justo
y en lo
Justo, es decir, en Dios. «Sin
Mí no podéis hacer nada» -dice
Cristo--. ¿Acaso

no quiere decir esto que sin la participación
de Dios en nuestra vida no puede darse ninguna virtud
natural
y, menos todavía, sobrenatural? La virtud, como perfección, se
da en nuestra vida súo en la medida de nuestra participación en
la perfección divina. La justicia natural y sobrenatural y, ante
todo,
la del Reino de Dios, se da en nuestra vida sólo por la
participación en la Justicia, que es Dios. Si es así, en
el «imperio
marxista

de fuerza» no puede darse ningún tipo de justicia, pues,
irguiéndose contra Dios, se hace espiritualmente estéril
y sólo
puede producir los frutos venenosos del Mal: el sufrimiento,
!'1
dolor, la injusticia, la opresión, la esclavitud y la muerte; en
lugar del Reino de Dios instala el reino
del Príncipe de

este
mundo, el reino
de Satanás, el reino de la envidia, del odio, de
la mentira, de la esclavitud. Estos son, según la Santísima Vir­
gen, los «errores de Rusia», que por su revolución ·marxista, diri-
110
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SOBRE EL IMPERIO MARXISTA DE FUERZA
gida desde Moscú, se propagan a todo el mundo, hundiéndonos
en
el ca<>s y la destrucción de las luchas fratricidas.
La única
sallida de
esta trágica situación está en
el radical
rechazo de estos «errores de Rusia», es decir, en el rechazo del
veneno marxista. Tarea difícil pero posibk con la ayuda de la
Santísima Virgen.
En su mensaje de Fátima, de julio de 1917, la Santísima Vir­
gen, previniéndonós contra ~os «errores de Rusia», por su propia
iniciativa, se ofrece a nosotros como Patrona de nuestra lucha
por el triunfo del Reino de Dios y su justicia y contra el «impe­
rio marxista de fuerza». Hay que recordar entonces las siempre
actuales palabras de Santa Juana de Arco: «Que los caballeros
luchen y Dios dará la victoria».
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