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Número 225-226

Serie XXIII

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El Estado, la Ley, el Derecho y la Justicia

EL ESTADO, LA LEY, EL DERECHO Y LA JUSTICIA
No se puede construir una sociedad sin Derecho y sin Estado,
ni
basada sólo en la no violencia, pero sí una sociedad
fundada en el amor.
«Asi como con el solo principio negativo de la no violencia
"no se puede construir una sociedad, tampoco se puede construir
"una nsociedad sin Derecho y 'sin Estado", como prometen cier­
"tas utopías

contemporáneas. Pero
_sí se puede construir una
"sociedad fundada en el amor; sí se puede y se debe tender a
"una civilización universal del amor. Aquí la violencia estará ex­
" cluida, por ser contraria al derecho que es caridad: plenitudo
"legis dilectio (Rom.,
13-10)».
JuAN PABLO 11: Alocución a la Unión de
Juristas Católicos Italianos, el 6 de diciembre
de
1980. L'Osservatone Romano, edición sema­
nal en ~• espafíola, afio XIII, núm. 5
(631),

domingo 1 de febrero de 198L
El Estado no es la fuente de la moralidad, síntesis totalita­
ria
y arbitraria de los elementos sociales, sino la institu~
ción

organizada que tutela los derechos de la persona
hu­
mana

en la armonía del bien común.
«Se ha dicho que · el Estado es esencialmente organismo iu­
"rídico en cuanto a la forma, y organismo ético en cuanto a la
"sustancia. Incluso en una sociedad llamada pluralista; traspasa­
"da

por un triple pluralismo que podrlamos definir:
"ideol6gi­
"co", "ético" y "pedagógicon -pensemos en la expresión que
"este último encuentra en los
m·edios de
comunicación social-,
"el Estado no puede presentarse como entidad que simplemente
"reflexiona y resume) en una ·«congerie» determinante, las varias
"tendencias del con¡unto civil, sino que deberá necesariamente
"poner de manifiesto, con examen crítico,
y defender los legíti-
·571
Fundaci\363n Speiro

"mos intereses en los cuales y con los cuales el hombre se per­
"fecciona y expresa, formulando leyes convenientes para esto.
»El hombre no es sólo ser físico-temporal, necesitado de ali­
"mento, casa y traba;o, sino, ante todo, es realidad espiritual que
"acusa ineludibles exigencias de nsignificados''J es-decir, exigen­
,, cías
de

verdad, amor,
alegría, seguridad,
serenidad,
;ustificacio­
"nes
de

vida. Estos
"significados" son
esenciales para el hom­
'bre: de ello se deduce que la sociedad, no sólo por obediencia
"a la
ley divina, natural
y positiva,
sino también por su misma
"superviviencia, en cuanto comunidad de personas, debe tutelar
"e incrementar

dichos valores.
»Un Estado
"neutraJ/1, frente a tales

valores, está destinado
"a la disgregación. El Estado no es ciertamente la fuente de la
"moralidad
y tampoco
la síntesis totalitaria
y arbitraria de los
"elementos sociales, sino más bien la institución organizada que
"garantiza y tutela los derechos de la persona humana, integran­
"do su e;ercicio en la armonía del bien común.»
JUAN PABLO II: Discurso a la Unión de Ju­
ristas Católicos, el 4 de diciembre de 1982.
L'Osservatore Romano, edición semanal en len­
gua española, año XV, núm. 2 (732), domin­
go 9. de enero de 1983.
El Estado pluralista moderno no puede renunciar a las nor­
mas éticas a la hora de legislar.
«Tampoco el Estado pluralista moderno puede renunciar a
"las normas éticas a la hora de legislar
y en la vida pública sin
"que

ello lleve consigo graves per¡uicios para el bien del indi­
"viduo
y de la comunidad. Y ello, sobre todo, cuando se trata
"de proteger valores tan altos como
la vida del hombre en todas
"sus fases. La Iglesia proclama su solidaridad
y su reconocimien­
"to a todas las personas investidas de alguna responsabilidad
"que, por convencimiento propio, se comprometen con ella a
"defender los valores morales fundamentales en la sociedad ac­
"tual
y a

presentar esta tarea como algo comprometedor, sobre
"todo a los ióvenes.»
572
JUAN PABLO II: Discurso al Presidente de
la República y demás autoridades civiles en el
Wiener Hofburg, en Austria, el domingo 11
de septiembre. L'Osservatore Romano, edición
semanal en len.gua española, año XV, núm. .39
(769), domingo 25 de septiembre de 1983.
Fundaci\363n Speiro

La ley humana, para ser derecho, debe poder identificarse
con
la ley natural.
«Vuestros congresos anuales están inspirados en conseguir
"esta finalidad; precisamente en ellos los probtemtJS ¡urídicos co­
,, rrientes, y los que con clarividencia son anticipados, se exami­
" nan y presentan a la luz del pensamiento cristiano, para encon­
"trar en él las lineas de solución.
»Con esto no se crea confusión entre moral y derecho, sino
"que se

intenta volver a llevar a éste a su fuente genuina,
vin­
" culándolo con los principios supremos, sin los cuales, o contra "los cuales, de¡aría de ser derecho. Si Santo Tomás nos recuerda
"que la

ley
humana, para
ser
;usta, debe
poder identificarse con
"la ley

natural
(e/. In III Sent., d. 37, q. 1, a. 3, sol.); el Concilio
"Vaticano II
vuelve a

confirmar el principio de que
"la norma
"suprema

de la
vida humana es la propia ley divina, eterna, ob­
"jetiva y

universal"
(Dignitatis humanae, 3 ), encontrando las le­
"yes humanas su propio valor

y tutela solamente en el orden
"moral.»
JuAN PABLO II: Discurso a la Unión de Ju­
ristas Católicos, el 4 de diciembre de 1982.
L'Osseroatore Romano, edición semanal en_ len~
gua española, año XYil, núm. 2 (732), domin­
go 9 de enero de 1983.
La ley no puede tener otra finalidad que el bien común.
«As!, pues, se debe recordar siempre que la ley no puede
"tener otra
finalidad que el

bien común, esto es, el de toda la
"sociedad (cf.
S. Th., 1-II, q. 90, a. 4), y que este bien debe
"aplicarse a la estructura global de
la persona humana que acusa,
"al
lado

de necesidades temporales,
aspiraciones y
proyecciones
''trascendentes.
»Sobre este campo de la persona humana, "principio, su¡eto
"y fin

de todas las instituciones sociales"
(Gaudium et spes, 25),
"es posible un encuentro con todo hombre de buena voluntad,
"para reconstruir la noción, que ·parecería tan ale;ada, de una mo­
"ral obietiva y de un clima general, en el que los valores basi­
"lares

del hombre
y de
la sociedad no se inficionen de
un rela­
"tivismo
paralizador y frecuentemente

destructivo.»
JuAN PABLO II: Discurso a la Unión de Ju­
ristas Católicos, el 4 de diciembre de 1982.
L'Osseroatore Romano, edición semanail en len­
gua española, año XV, núm. 2 (7.32), domin­
go 9 de enero de 1983.
573
Fundaci\363n Speiro

Los juristas son agentes del derecho y su función ha de ser
transformadora

de lo incongruente e inaceptable que a
veces produce la legislación vigente .
. «Aun cuando vuestra función institucional no es legislar, sois
"siempre agentes del derecho
y, como
tales, podéis eiercer un
"influ¡o benéfico
y eficaz en

la
formación, evolución y aplica­
,, ción práctica de las leyes vigentes, introduciendo, con valentia,
"en el impetuoso rlo del pensamiento iuridico, corrientes bené­
"ficas de doctrina que informen
y trasformen,
como la levadura
"evangélica, todo
lo que de incongruente o inaceptable pueda
"haber producido a veces la legislación positiva o su
aplicación
''práctica.» JUAN PABLO II: Discurso a la Unión de Ju­
ristas Cat6licos, el 4 de diciembre de 1982.
L'Osservatare Romano, edici6n semanal en len­
gua espafíola, año XV, núm. 2 (732), domin­
go 9 de enero de 1983.
El derecho, basado en el ·respeto del otro en cuanto "per~
sona".
«Sí, el hombre constituye la base de todo. Debe ser respe­
"tado
en su
dignidad personal
y soberana.
Se debe respetar su
"dimensión social, pues

la personalidad humana
y cristiana
sólo
"puede comprenderse en la medida en que se rechace este egocen­
"trismo exclusivista, .ya que
su llamamiento es a la
vez personal
"y social. El derecho canónico admite y favorece este perfeccio-
11 namiento caracteristico, pues lleva a vencer el agoísmo avasa­
"llador, es decir, la renuncia de si en cuanto individualidad ex­
" clusivista ,· conduce a la afirmaci6n de si mismo en una autén­
"tica perspectiva

social, mediante el reconocimiento
y respeto
"del otro en cuanto "persona" dotada de derechos universales,
"invialables e inalienables,
y revestida

de
dignidad trascedente
"( cf.

Discurso a la Sacra Rota Romana;
L'Osservatore Romano,
"edición en lengua española, 1 de abril de 1979. pág. 9).»
574
JuAN PABLO II: Alocución al Centro «Paz
en el mundo a través del derecho», el día 24
de septiembre de 1979. L'Osservatore Romano,
edición semanal en lengua española, afio XI,
núm. 46 (568), domingo 18 de noviembre de
1979.
Fundaci\363n Speiro

La ordenación del derecho ha de estar basada en la riqueza
de la tradición y en los valores humanos permanentes de
los que ella misma saca fuerza y _por los que ha sido
perfeccionada.
« El rápido desarrollo de las relaciones entre los hombres y
"las naciones, tanto en extensi6n como en profundidad, reclama "un esfuerzo sin precedentes para que aquél quede baio el se­
"ñorio del hombre, pues de lo contrario se verá ª"astrado en
"la ola tumultuosa de los egoísmos e instintos; a este fin se de­
"ben hallar

estructuras adecuadas que expresen y fometen la uni­
"dad de

la familia humana dentro del respeto a la dignidad so­
"berana de

cada individuo y de cada grupo humano. Este pro­
"pósito encuentra en la regla del derecho,
en el imperium legis,
"una ayuda indispensable que garantiza la continuidad, rectitud
"y fuerza creadora.

La ordenación del derecho no supone en
"modo alguno inmovilidad rlgida. Estando fundada en la riqueza
"de la

tradición y en los valores humanos permanentes de los
"que ella misma
saca fuerza

y por los que ha
sido perfeccionada,
"resulta

más
capaz que
nunca de afrontar con
deiterminaci6n las
"situaciones que cambian constantemente, y de imprimir en ellas
"la huella del hombre. La aplicaci6n tradicional y esencial de
"dicha ordenaci6n juridica a todas las circunstancias encuentra
"precisamente en la actual unificación de la humanidad, amplio
"terreno para vislumbrar caminos nuevos y re;uvenecer al mismo
"tiempo las expresiones v~rias ya aceptadas que han ido for¡an­
ndo en consonancia con las tradiciones de las distintas naciones.»
JuAN PABLO II: Alocución al C.entto «Paz
en
el mundo a través del derecho•, el día 24
de septiembxe de 1979. L'Osservatore Romano,
edición semanal en lengua espafiola, afio XI,
núm.
46 (568), domingo 18 de noviembre de
1979.
El derecho busca soluciones, no en un mayor recrudecimien­
to de las tensiones que brotan de la vida sino en la ape~
lación

a las facultades superiores del hombre para hallar
sistemas organizados.
«Las reglas del derecho no ignoran las tensiones que brotan
"de la

vida, ni los aspectos de verdad, contenidos en
las protestas
"y contestación de las personas, en las que un determinado sis-
575
Fundaci\363n Speiro

"tema legal rehúsa reconocer aspiraciones legitimas (ej. Pacem
"in terris, 39 y sigs.). Pero tiene suficiente confianza en si mis­
" ma,

en la ley del
corazón y
de la
razón de
la que emana, para
}}buscar soluciones no en un mayor recrudecimiento de tales ten­
"siones, sino más bien en la apelación a las facultades superiores
"del hombre, capaz de descubrir y crear
sistemas organizados más
"adecuados

al desarrollo
actual de
la humanidad.»
JuAN PABLO II: Alocución el Centro «Paz
en el mundo a través del derecho», el día 24
de septielD.bre de 1979. L'Osservatore Romano,
edición semanal en lengua española, afio XI,
nóm. 46 (568), domingo 18 de noviembre de
1979.
La justicia y sus deformaciones en la práctica de los progra­
mas que la pretenden implantar.
«No es dificil constatar que el sentido de la justicia se ha
}!despertado a gran escala en el mundo contemporáneo; sin duda,
"ello pone mayormente de relieve lo que está en contraste con
"la ¡usticia tanto en
las relaciones entre los hombres, los grupos
"sociales o
las "clases",
como entre cada uno de los pueblos y
"estados, y entre los
sistemas pol/ticos, más aun,

entre los di­
"versos mundos. Esta corriente profunda y multiforme, en cuya
"base la conciencia humana contemporánea ha situado la iusticía,
"atestigua el carácter ético de las tensiones y de las luchas que
"invaden el mundo
»La Iglesia comparte con los hombres de nuestro tiempo
"este profundo y ardiente deseo de una vida ifusta ba¡o todos los
"aspectos y no se abstiene ni siquiera de someter a reflexión los
"diversos aspectos de la iusticia, tal como lo exige la vida de los
"hombres y de las sociedades. Prueba de ello es el campo de la
"doctrina social católica ampliamente desarollada en el arco del
"último siglo. Siguiendo las huellas de tal enseñanza procede la
"educación
y la formación de las conciencias humanas en el es­
"piritu de la justicia, lo mismo que las iniciativas concretas, so­
"bre todo en el ámbito del apostolado de los seglares, que se van
"desarrollando en tal sentido.
»No obstante,

seria dificil no darse uno cuenta de que no
"raras veces
los programas que parten de la idea de justicia y
"que deben

servir a ponerla en práctica en la convivencia de
576
Fundaci\363n Speiro

"los hombres, de los grupos y de las sociedades humanas en la
"práctica sufren deformaciones.
Por más que sucesivamente re­
,, curran a la misma idea Je justicia, sin embargo, la experiencia
"demuestra que otras fuerzas negativas, como son el
rencor} el
"odio e incluso la crueldad han tomado la delantera a la justi­
" cia.

En tal
caso, el
ansia de
aniquilar al
enemigo, de limitar su
"libertad
y hasta de imponerle una dependencia total, se con­
"vierte en

el motivo fundamental de la
acción; esto
contrasta
"con la

esencia de
la justicia, la cual tiende por naturaleza a es­
"tablecer
la igualdad y la equipararon entre las partes en con­
"flicto. Esta especie de abuso de la idea de justicia y la altera­
,, ción práctica

de ella atestiguan hasta qué punto la
acción hu­
"mana

puede
alejarse de la misma justicia, por más que se haya
"emprendido en su nombre.

No en vano Cristo contestaba
"a sus oyentes,

fieles a la doctrina del Antiguo Testamento, la
"actitud que pon!an de manifiesto las palabras:
"Ojo por ojo
"y diente
por

diente". Tal era la forma de alteración de la
jus­
"ticia
en

aquellos tiempos; las
formas de

hoy dia siguen tenien­
"do en ella su modelo. En efecto, es obvio que, en nombre de
"una presunta

justicia (histórica o de clase, por ejemplo), a
ve­
"ces
se

aniquila al
prójimo, se

le mata, se le priva de la liber­
"tad, se

le despoja de los elementales derechos humanos.
La ex­
"periencia

del pasado y de nuestros tiempos demuestra que la
"justicia por sí sola no es suficiente y que, más aún, puede con­
,, ducir a la negación y al aniquilamiento de si misma, si no se le
"permite
a esa fuerza más profunda que es el amor plasmar la
"vida humana en sus diversas dimensiones. Ha sido, ni más ni
"menos, la experiencia histórica la
que, entre otras

cosas, ha
"llévada a formular esta aserción: summum ius, summa iniuria.
"Tal afirmación no disminuye el valor de la justicia ni atenúa
"el significado

del orden instaurado sobre ella; indica solamen­
"te, en

otro aspecto, la necesidad de recurrir a las fuerzas del
nespíritu, más profundas aún, que condicionan el orden mismo
"de la justicia».
JuAN PABLO II: Carta-Endclica «Dives in
misericordia•, del 30 de noviembre de 1980.
L'Osservatore Romano,
¡edici6n semanal en len­
gua española, año XII, núm. 49 (623), do­
mingo 7 de diciembre de 1980.
517
Fundaci\363n Speiro

Justicia·social y derechos.del.ind_ividuo en su.dimensión tras­
cendente, sin la cual el hombre
_es· instrumento

de
· domi­
nio del egoísmo y ambición de otros hombres o de la om­
nipotencia del Estado totalitario.
«La justicia social s6lo es verdadera si está basada en los de­
"rechos del individuo. Y esos derechos sólo serán
realmente re­
" conocidos

si se reconoce
la dimensión trascendente del hombre,
"creado a imagen
y semejanza de

Dios, llamado a ser su
hijo y
"hermano

de los otros hombres, destinado a una vida eterna.
"Negar esa trascendencia es reducir el hombre a instrumento de
"dominio,
cuya suerte

está sujeta
al egoismo y a
la ambici6n de
"otros hombres,

o a la omnipotencia del Estado
totalitario, eri­
"gido en valor supremo».
Ju.AN PABLO II: Homilía durante la Misa
para los jóvenes en Bel.o Horizonte, martes 1
de julio. L.Osservatore RDmano, odici6n sema­
nal
en leogua español, año XII, núm. 27 (601),
domingo 6

de julio de 1980.
La caridad exige y completa la justicia.
«Caridad y justicia no se oponen ni se anulan recíprocamen­
"te: la

caridad, deber primero de todo
cristiano, no
sólo no hace
"superflua, sino que
exige y completa

la justicia, que es virtud
"cardinal para todo hombre».
JuAN PABLO II: Alocución con ocasión de
su visita pastoral en la plaza central _de Nálo­
les. L'Osservatore Romano, edíci6n semanal en
lengua española, año XI, núm. 43 (565), do­
mingo 28 de octubre de 1979.
La misericordia, fuente la más profunda de la justicia.
' '" «La auténtica misericordia es, por detjrlo así, la fuente más
"profunda de la justicia.
Si esta última es de por sí apta para
'Jiervir de "4rbitro" ._entf'e l-os hombres en la recíproca reparti­
" ción de los bienes objetivos según una medida justa, el amor
"en cambio, y solamente el amor ( también ese amor benigno
"que llamamos
"misericordia"), es
capaz de restituir el hombre
11a sí mismo.
578
Fundaci\363n Speiro

»La misericordia auténticamente cristiana es. también> -en
"cierto sentido, la más perfecta encarnación de la "igualdad"
}}entre los hombres y, por consiguiente, también la encarnación
"más perfecta de la justicia, en cuanto también ésta, dentro de
"su ámbito, mira al mismo resultado.
La igualdad introducida
"mediante
la justicia se limita, sin embargo, al ámbito de los
nbienes objetivos y extrinsecos, mientras el amor y la .miseri­
"
cordia

logran que los hombres se encuentren entre sí en ese
"valor que es el mismo bombre, con la dignidad que le es pro­
"pia. Al mismo
tiempo, la "igualdad" de
los bombres, mediante
}}el amor npaci.ente y benigno", no borra las diferencias: el que
"da

se hace más generoso, cuando se siente contemporáneamen­
" te gratificado por el que recibe su don; viceversa, el que sabe
"recibir el

don con la conciencia de que también él, acogiéndolo,
"hace el bien, sirve por su parte a
la gran

causa de la dignidad
"de la persona y esto contribuye a unir a los hombres entre si
"de manera más profunda.
»Así, pues, la misericordia se hace elemento indispensable
"para plasmar l/JS relaciones · mutuas entre los hambres, en el
"espíritu del más profundo respeto de lo que es humano y de
"la reciproca fraternidad. Es imposible lograr
establecer este
vín­
,, culo entre los hombres si se quiere regular las mutuas relacio­
"nes únicamente con la medida de la ;usticia. Esta, en todas las
"esferas de

las
relaciones interhumanas,
debe experimentar,
por
"decirlo así, una notable "corrección" por parte del amor que
-como proclama .San -Pablo-es -,_,paciente" y "benigno", o
"dicho en otras palabras, lleva en sí los caracteres del amor
"misericordioso tan esenciales al Evangelio y al cristianismo. Re­
"cordemos, además, que el
amor misericordioso indica también
"esa cordial
ternura y sensibilidad de .que tan elocuentemente nos
"habla la parábola del hiio pr6digo o la de la oveia extraviada
"o la de la dracma perdida. Por tanto, el amor misericordioso
"es sumamente indispensable entre aquellos que están más cer­
"canos: entre los esposos, entre padres e hijos, entre amigos;
"es también indispensable en la educaci6n y en la pastoral».
JuAN PABLO II: Carta-Enclclica «Dives in
misericordia», del 30 de noviembre de 1980.
L'Osservatore Romano, redición semanal en len­
gua española, año XII, núm. 49 (623), do­
mingo 7 de diciembre de 1980.
579
Fundaci\363n Speiro

El deber de perdonar no anula las objetivas exigencias de la
justicia.
«Es obvio que una exigencia tan grande de perdonar no anu­
"la las obietivas exigencias de la justicia. La ;usticia rectamente
"entendida constituye,

por así decirlo, la finalidad del perd6n.
"En ningún paso del mensa;e evangélico el
perd6n, y ni

siquiera
"la misericordia como su fuente, significan indulgencia para con
"el mal, para con el escándalo, la injuria, el
ultra;, cometido.
"En

todo
caso, la

reparaci6n del mal
y del

escándalo, el resarci­
"miento por la
in¡uria, la

satisfacción del
ultraie son
condición
"del perd6n.
»As/, pues, la estructura fundamental de la ;usticia penetra
"siempre en el campo de la misericordia. Esta, sin embargo, tie­
"ne la

fuerza de conferir a la justicia un contenido nuevo que
"se expresa de la manera más sencilla
y plena

en el perdón.
"Este, en efecto, manifiesta que, además del proceso de "com­
"pensaci6n" y de ~'treguan que es específico de la justicia, es ne­
" cesario el amor para que el hombre se corrobore como tal. El
"cumplimiento de las condiciones de la ;usticia es indispensable, "sobre todo, a
fin de

que el amor pueda revelar el propio
"rostro».
580
JuAN PABLO II: Carta-Endclica «Dives in
misericordia», del 30 de noviembre de 1980.
L'Osseroatore Romano, edicl6n semanal en len­
gua española, año XII, núm. 49 ( 623 ), do­
mingo 7 de diciembre de 1980.
Fundaci\363n Speiro