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Número 225-226

Serie XXIII

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Forjadores de México (Conclusión)

FORJADORES DE MEXICO
(Conclusi6n)
POR
NEMESIO RonRÍQUEZ LoIS
IX. La Bula Sublimis Deus.
En los años que siguieron a la exploración y conquista del
Nuevo Mundo existieron, ciertamente, muchos abusos en contra
de los habitantes de estas tierras; hubo quienes esclavizaron e
incluso llegaron a marcar con un hierro candente
---como si
de
bestias se tratase-- a
lo.s indígenas.
Pues

bien,
la primera instituciól) .en alzar la voz de protes­
ta en contra de tales crueldades fne la Iglesia católica por me­
dio de egregios frailes, como un Zumárraga, de quien ya ante­
riormente hablamos.
' '
Ante las protestas generalizadas de los frailes, los encomen:
deros · y demás explotadores

del indio
dieron en difundir un
ar­
gumento en el cual basaban su actitud hacia el indio. El argumento era el siguiente: el habitante de estas tierras
dél Nuevo Mundo era· rin ser · irracional -punto intermedio en­
tre hombre

y bestia- al cual
no' s~ le 'debía de wmar en cuenti,,
para
nada

que no fnesen las pesadas labores propias
de' un ani­
mal de carga:
'' · Quien ,;nalice este

argumento con los
ojos de
nuestra época
'• se escandalizará, y con justa razón, pero en aquellos· añDs · en que
se desconocía por completo el Continente, sus habitantes, cli­
mas
y costumbres, no pareció tan inverosímil.
Además,
el hecho de que, pueblos como el. azteca, se encon­
trasen en el lamentable estado
. de
degradación física y moral
propio de quienes viven dentro de
Ja .. antropofagia, dio, pie a
que quienes ese argumento defendían se sintiesen justificados.
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NEMESIO RODRJGUEZ WIS
Sin embargo, la difusión de dicho sofisma era de una gra­
vedad que podría acarrear consecuencias incalculables: si los
ha­
bitantes del Nuevo Mundo eran seres irracionales era, pues, inú­
til predicarles el Evangelio, ya que ni eran hijos de Dios ni po­
seían un alma i.nnlortal.
Terribles

consecuencias: Imaginemos por un momento lo que
habría ocurrido si los reyes
de· España

y la Iglesia católica hu­
biesen sido seducidos por el sofisma: no habría habido evange­ lización, millones
de seres hubieran permanecido en la barba­
rie, habrían sido esclavizados injustamente y no se
h~brian be­
neficiado

con la sangre redentora de Nuestro Señor Jesucristo.
Pues bien, para quienes de modo tendencioso afirman que la
Iglesia estuvo siempre al lado
de los poderosos, que nunca se
ocupó de los humildes y que apenas, hasta que llegaron curas
guerrilleros como Camilo Torres u obispos marxistas como
Mén­
dez

Arceo, Samuel Ruiz y «ejusdem furfuris», se fijó en los
pobres «marginados»,
ahí les va este argumento.
La Iglesia católica, institución de origen ,divino, cuya mi­
sión es la de extender el reinado social de Cristo sobre la rierra
es, al mismo tiempo, madre y maestra.
La Iglesia es madre porque a todos los seres humanos noc
ama

con amor de madre y, por ello, es que desea que todos al­
cancemos la salvación de nuestras almas y que
-en lo que sea
posible--
aquí, en · la úerra, · vivamos una vida digna, apoyada
en la

Justicia y en los Mandamientos.
La Iglesia es maestra porque interpreta fielmente la doc­
trina de Cristo, saca de ella preciosas enseñanzas y las difunde
para · que nosotros sepamos encaminar ·nuestros pasos por el sen­
dero del bien.
En el caso del

argumento que encomenderos sin escrúpulos
difundieron a los
pocos años de la conquista, la Iglesia católica
escribió una de las páginas más gloriosas de la historia univer­
sal y se presentó ante los ojos del mundo como lo que siempre
ha
sido: madre y maestra.
Con amor de · madre velaba· por la salvación espiritual y pto'
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FORJADORES DE MEXICó
greso material de estos hijos suyos nacidos en las tropicales ti~­
rras
del Nuevo Mundo.
Con

sapiencia de maestra subía al estrado y defendia con
solera y valentía una tesis que hahría de alterar
d curso de la
historia.
Fray Julián Garcés
-el fraile

dominico, primer obispo que
hubo en tierras de la Nueva
España-es

quien, ante tan lamen­
tables sucesos, escribe al Papa Paulo III una carta notabilísima.
El obispo decía:
«¿Quién es el de tan atrevido corazón y respeto tan ajenos
de vergüenza que ose afirmar que son incapaces
de la fe de los
i:¡ue vemos

capacísimos de las artes mecánicas, y
los que,

redu­
cidos a nuestro ministerio, experimentainos se_r de buen natti•
ral, fieles y diligentes? ... Son con justo título racionales; tieneri
enteros

sentidos y cabeza. Sus niños hacen ventaja a los nues­
tros en el vigor de espíritu, y en más dichosa viveza de enten­
dimiento y de sentidos ...
».
La carta impresiona de tal modo al Santo Padre que, poco
tiempo después, se hace pública
la. Bula Sublimis Deus.
«La bula denominada Sublimis Deus que Paulo III expidió
el 2 de junio de 1537 es la Carta Magna
de los derechos de los
indios de América.
« Varios

siglos antes
de que los revolucionarios modernos
inventaran los catálogos de derechos individuales, el jefe supre­
mo de la Iglesia católica, con autoridad universalmente acatada,
declaró la dignidad humana de las razas del Nuevo Mundo, y
aseguró para siempre su libertad.
»Fueron los obispos y los frailes -particularmente los
clc:i­
minicos, representados por Domingo de· Betanzos - va España quienes

atajaron las opiniones erróneas acerca de
la
capacidad
de los indígenas, y los · que promovieron ante la · Santa
Sede
la declaración que pusiera fin a las disputas 'y sepultara en
el abismo', como dice la crónica, los errores propagados. Y fue
. la Iglesia

la que, al declarar por voz de Paulo III la
capacidad
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NEMESIO RODRIGUEZ LOIS
de conversión de los indios,_ los salvó. de la destrucción y los ele­
vó al plano más alto de a dignidad humana»· ( 86 }.
Para mejor aquilatar la grandeza
_de este
documento,
cita­
mos

algunos
de sus párrafos medulares:
«El excelso Dios de tal manera amó al género humano que
hizo al hombre de tal condición, que no sólo fuese participante
del bien como las demás criaturas, sino que pudiese alcanzar y
ver cara a cara el Bien Supremo
inaccesible; y

como quiera que,
según el testilDonio de

la Sagrada Escritura, el hombre ha sido
criado para
alcanzar la

vida y la felicidad eternas, las cuales
ninguno puede alcanzar sino mediante
la fe de Nuestro Señor
Jesucristo, es necesario confesar que el hombre es de tal natu­
raleza y condición que puede recibir la misma_
fe de Cristo, y
qu« todo el que tenga naturaleza humana es hábil para recibir
la misma
fe, pues nadie se supone tan necio que crea poder ob­
tener
el fin sin que de ninguna manera alcance el medio ne,
cesario.
»La Verdad misma, que ni puede engañar ni ser engañada,
cuando enviaba a los predicadores de su
fe a ejercitar este ofi­
cio, sábese que dijo: id y enseñad a todas las naciones. A
to.
das,

dijo, indiferentemente, porque todas son capaces de recibir
las enseñanzas
de nuestra fe. Viendo esto, y envidiándolo el co­
mún enemigo del
linaje humano,

que siempre se opone a las
buenas obras para que perezcan, inventó un modo nunca an­
tes oído para estorbar que
la palabra de · Dios se predicase a las
gentes y

se salvasen. Para esto movió algunos ministros suyos,
que deseosos. de

saciar su codicia, se atreven a decir. que los
fac
dios occidentales y meridionales, y las demás gentes que en estos
nuestros
tiempos han
llegado a nuestra noticia, han de ser tra­
tados y reducidos a . nuestro servicio· como · animales brutos1 a
título de que son inhábiles para la fe católica; y bajo el pretexto
de que

son incapaces de recibirla, los ponen en dura servidumbre,
y los afligen y apremian tanto, que aun la servidumbre en que
(86) Alfonso Trueba, Dos libertadores, Editorial Campeador, l." edic.;
M&ico, 1~55, págs. 46 y 47. ·
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FORJADORES DE MEXICO
tienen a sus bestias es tan gránde como la que han impuesto a
esta gente. »Por lo tanto, Nosotros, que aunque indignos tenemos las
veces de Jesucristo en la tierra,
y procuramos con todas fuer­
zas hallar sus ovejas que andan perdidas fuera de su rebaño para reducirlas a él, pues este es nuestro oficio, conociendo que
aquellos mismos indios, como verdaderos hombres que son, no
solamente son capaces de la
fe· de

Cristo, sino que acuden a ella
con grandísima prontitud, según nos consta:
y quetiendo pro­
veet
en

estas cosas de remedio conveniente, con autoridad apos­
t6lica, por
el tenor de las presentes letras determinamos y de­
claramos que los dichos indios,
y todas las demás gentes que
de aquí adelante vinieren a noticia de los cristianos, aunque es­
tén fuera de la
fe, no están privados ni deben setlo de su li­
bertad, ni del dominio de sus bienes, y que no deben ser redu­
cidos a servidumbre; declarando
que los
dichos indios
y las de­
más gentes han de set atraídos
y convidados . a la dicha Fe de
Cristo, por medio de la predicaci6n de la palabra divina
y con
el ejemplo de la buena vida.
» Todo lo que en contrario de esta determinación se hicie­
re, sea en sí nulo, de ninguna .fuerza ni valor, no obstante cua­
lesquiera cosas en contrario,
ni las dichas, ni otras, en cualquier
manera. Dada en Roma, año . de mil quinientos treinta y siete,
a los 2 de junio, en
el tercero de nuestro Pontificado».
«Roma locuta, causa finita». Habl6
el Vicario de Cristo, ins­
pirado por el Espíritu Santo, y callaron los que negaban la ca­
pacidad de los indios. Y lo que es digno de meditar y también de Jegítimo orgullo
para nosotros, los mexicanos, es
el hecho de que el Papa habl6
a moci6n de la Iglesia de México
y de un modo concreto de dos
glorias de
la Orden de Santo Domingo: Fray Julián Garcés y
Fray
Domingo de Betanzos.
Con una sola palabra, dada por el representante de Cristo
aquí en la
. tierra,

cambi6
la suerte de los vencidos.
Aunque s61o fuera por esta .Bula y aunque nada más hu­
bieta hecho la Iglesia por aliviar la suerte de los naturales de
ni
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NEMESIO. RODRIGUEZ LOIS
estas tierras, sería más que su:6.ciente para que los indios que
aquí -vivían, así como sus actuales descendientes, le · guardasen
a la Iglesia eterna gratitud y respeto.
· Es

una época difícil
en que la avaricia, las bajas pasiones, la
ignorancia
y demás estaban a punto de poner en marcha un ge­
nocidio en gran escala, la Iglesia actuó con ·e1 amor, valentía y
sapiencia dignas de madre y de maestra.
La Iglesia, por medio de la Bula
Sublimis Deus, proclama
a los cuatro vientos el libre albedrío de los indios del Nuevo
Mundo, los iguala en derechos civiles a los demás hombres
y
gracias a esto reconquista para ellos la dignidad. humana.
La decisi6n del Papa es acatada
y pocos años después, en
1542, la Corona de España expide las llamadas «Nuevas Leyes»,
con las que· prohíbe terminantemente la esclavitud
y se dan nor­
mas favorables a los indios. El caso es que, a partir de entonces, la situaci6n del indio
cambi6 y !leg6 el

tiempo en que no s6lo se les admiti6 en el
seno de la íglesia, sino que
se les lleg6 a

conceder
el orden sa­
cerdotal. Como dato interesante diremos que fue don Nicolás del
Puerto -décirnosegundo obispo de Oaxaca ( 1679-1681 )- el pri­
mer sacedote indígena promovido al Episcopado.
Asimismo, el notabilísimo pintor don Miguel Cabrera
--cu­
yos

cuadros fueron llamados «maravillas americanas» y son todo
un mensaje de evangelizací6n- era un indio de raza pura zapo­
teca, originario de Oaxaca. Otro dato que muchos ignoran y que es conveniente difun­
dir para que se conozca el aprecio en que España tenía a la raza
indígena, es el hecho de que una descendiente del emperador
Moctezuma lleg6 a ser virreina de México; nos referimos a doña
María Andrea Moctezuma, quien· vino a ocupar tan eximio pues­
to en los que fueran vastos dominios de un antepasado suyo.
Esta dama estaba casada con
el virrey don José Sarmiento y Va­
lladares, quien gobern6 a la Nueva España a fines del siglo xvn.
¿ Acaso se ha visto algo igual en el mundo anglosaj6n y pro­
testante? Ni

duda cabe que habrán de pasar aún muchos años
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FORJADORES DE MEXICQ
para que un descendiente de . saugre pura del cacique «Sitting
Bull» (Toro Sentado), llegue a ser Presidente de los Estados Unidos. Es más, incluso es difícil que lleguemos a ver a un ne­
gro convertido en el inquilino de la Casa Blanca. Pues bien, en los dominios de la . calumuiada España y bajo
la amorosa tutela de la Iglesia católica eso fue posible hace más
de un cuarto de milenio. ¿Sería posible que nos deleitásemos con las obras de
Miguel
Cabrera

si el Papa Paulo 111 no hubiese promulgado' la Bula
Sublimis Deusl
¿ Qué tau factible sería que un indígena pudiese escalar los
puestos más altos
de la jerarquía. eclesiástica o una descendiente
de la
raza vencida

llegase a gobernar a la
raza vencedora
si Fray
Julián Garcés no hubiese escrito aquella carta?
.La Bula Sublimis Deus constituye un timbre de gloria para
la Iglesia católica, debiera ser grabada con letras de oro en todos
los recintos legislativos del mundo hispánico y debieran apren­
dérsela de memoria quienes -por ignoraucia o mala
fe--se
jactau de autihispanistas y anriclericales. Con hechos
y no con calumnias se estaba ayudando al indio.
Como contrasta la actitud de un Julián Garcés o de un Domingo
de Betanzos con la de un Bartolomé de Las Casas. Y ya que hablamos del indio, prudente será
aualizar y re­
batir, de modo breve, otro sofisma que aucla haciendo estragos
por esos caminos de Dios. Es muy común que en este México nuestro broten como hon­
gos en la humedad
uná serie

de líderes que enarbolan briosa­
mente la baudera de la redención del indio. Pero ocurre que el buen indio mexicano no
ha visto reme­
diados sus problemas. Se le ha mareado con torrentes de vaua
palabrería; se le ha utilizado como carne de
. cañón al llevarlo

en
levas forzosas durante nuestras. pasadas contiendas
y -hoy en
día-asiste a las llamadas «manifestaciones de adhesión» so­
.j>Ortando el frío, la lluvia o el calor por el bajo precio de unos
refrescos, una .torta y unos cua?tos pesos.
Pobre indio mexicauo, dicen amarlo quienes más le explotan'.
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NEMESIO RODRJGUEZ LOIS
Porque amar al. indio no es pronunciar un encendido dis­
curso, ni comer tacos en un jacal, ni mucho menos bailar la
«zand.unga».
Amar al indio es interesarse por sus problemas y tratar de
resolverlos. Amar al indio significa comprenderlo. Ocurre que en los últimos años todas las ciencias han tocado
de un modo u otro el problema del indio: la sociología,
la po­
lítica,

la economía,
la historia, la jurisprudencia, la demogra­
fía, la etnología, la lingüística, etc. Todas lo han tocado pero -hasta
la fecha- ninguna ha lo­
grado resolverlo. Hasta el momento el indio ha sido un mero objeto de ex­
perimentación social. Un simple conejillo de Indias. Si observamos detenidamente a un indio habrá algo que nos
impresionará
sobremanera: su

constante actitud de humildad, de
sencillez. de estoica resigriación.
Esto hace que sus falsos redentores expliquen diciendo que
tal mansedumbre es el resultado de tres siglos de esclavitud
y
de arcaicas estructuras instaurad.as por el clero reaccionario y
explotador.
Tal argumento lo rebate don Isaac Guzmán V aldivia de la
siguiente manera:
«¿Y por qué no habría de ser la revelación de una intacta
fe cristiana en el
almo de

estos hombres? ¿Por qué esa senci­
lla y estoica resignación no había de ser la conciencia católica
hecha vida, en su más pura realización? ¿Por
qué no
creer que
esa conducta significa la supervivencia espiritual del dolor hecho virtud, que con el ejemplo enseñaron los viejos misioneros?» (87).
Hemos llegado al meollo de la cuestión. Muchos son los que hablan en favor del indio
y más. aún
quienes
dicen
ser sus

redentores,
pero en toda la historia de
México solamente

una institución se ha preocupado por la suer-
(87) Nuestra reconqf:4ista, "Editorial Jus, l.ª edic., México, 19:41, pá~
gina 55.
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FORJADORES DE ME-"ilCO
te de tan importante grupo racial; esa institución --como ·veni­
mos repitiendo- ha sido la Iglesia católica.
Como ya hemos señalado, la Iglesia fundó escuelas, hospita­
les, construyó caminos, les enseñó el castellano y les ·procuró un
medio honesto de· ganarse la vida a los habitantes de estas
tierras.
A los esforzados misioneros de la Iglesia católica se debe
que nuestro pueblo no sufra un atraso vergonzoso, ya que ellos
transformaron en mexicanos a seres que eran nómadas y que vi­
vían a salto de mata ocultándose en abruptas serranías.
Noble

y santa labor que requirió tiempo, sacrificios y
--en
muchos casos- del martirio de sacerdotes que intentaron acer­
carse al indígena.
Más tarde, en el siglo pasado, vino una embestida anticlerical
que vio en la Iglesia católica al enemigo
nútnero uno.
Tan

nefasta política ocasionó que los sacerdotes fueron
per­
seguidos y que tuviesen que abandonar sus misiones, conventos
y parroquias. El resultado no se
hizo esperar:
los indígenas quedaron en
el peor de los abandonos
y a merced de los. insolentes demago­
gos que habían tomado el poder.
A partir de entonces el indio se convirtió en un ser despre­
ciado, perseguido,
y que sirvió como carne de cañón para engro­
sar las tropas de los caudillos que se pronunciaban en contra de
tal o cual gobierno.
Esto ha hecho del indio un ser desconfiado
y receloso. Y
siempre que puede se mantiene
aislado.
Los

santos misioneros le habían inculcado
un · modo

hones­
to de vivir; pero un maldito día llegaron turbas revolucionarias
y quebrantaron sus más nobles tradiciones. Al indio le enseñaron a ver el mundo de otra
maneta; pero
ahora

ocurre que quienes supuestamente lo redimen invierten
totalmente Ja
escala de

valores
y le cambian ese mÍllldO,
La «civilización» atea de nuestra época --que no es más
que barbarie refinada- ataca los más valiosos principios
. de
un
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NEMESIO RODRJGUEZ LOIS
núcleo racial que es profundamente religioso y que, con fervor,
venera a la Virgen de Guadalupe.
·
Por

todo esto, nos sigue .diciendo
el autor citado: «El in­
,:lio

se_
amoldaba

a la nacionalidad que la colonia creó. El indio
se acercaba paulatinamente a la sociedad. Pero ahora, y este
ahora abarca los últimos ciento treinta años, el indio siente que
la sociedad se alejó de él. Y como esa sociedad es México, el
México

independiente, que es
el México liberal, demócrata, uti­
litario y marxista, no queda sino concluir: México está muy
le­
jos

de la vida del indio, como está bien lejos de la Hispan/­
dad» (88).
En efecto, gracias a la obra
civilizadora de

la Iglesia, el in­
dió estaba a un paso de incorporarse al mundo occidental y cris­
tiano; pero fue entonces cuando su rápido desarrollo fue muti­
lado de un inesperado machetazo.
Esta
mutilización aisló

a todo un conglomerado humano, de­
jándolo reducido a sus pobladores y antiguas tradiciones. El buen indio se siente aislado en un mundo que no es
el
suyo y no pudiendo combatir a sus enemigos busca refugio en
1a soledad.
Y
allí, en

la soledad, al mismo tiempo que protesta de una
manera silenciosa, aprovecha para conservar sus tradiciones, qu~
son lo único que tiene y que orientan su sano espíritu.
Y ya, para concluir: a todos aquellos que repitan sin pen­
sar esa calumnia difundida por las mafias en
el sentido de que,
en
el pasado, la Iglesia se encogió de hombros ante la triste si­
tuación de los
«marginado,,., en
la
·Bula Sublimis Deus tiene
la respuesta. Coincidencias providenciales que tiene la vida. A un Papa de nombre Paulo, Paulo III, se debe que a millo­
nes de seres se les haya reconocido la calidad humana, se le,s haya incorporado a la
civilización y a la fe, y que se les haya
salvado de un terrible genocidio.
A otro Papa; también de nombre Paulo, Paulo VI, se debe
(88) Ibid., pág. 57.
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FOR]ADOJ,IBS DE MEXICO
que se hayan puesto las cosas en claro, que se haya hablado con
firmeza del

«gravísimo deber de transmitir la vida humana» y,
con ello, se hayan abierto las puertas de la existencia a millones
de seres que, por eso mismo, podrán tener posibilidad de gozar
algún día de la gloria eterna. Paulo III, con la
Sublimis Deus y, Paulo VI, con la Hu­
manae vitae.
Dos pontífices que, para reinar, escogieron el nombre de
Pablo; dos
pontífices que
decidieron llamarse
igual que el «Após­
tol de las Gentes» y que, quizás por hacerse dignos de tan ejem­
plar modelo, hicieron mucho por
las gentes.
Bendita sea su memoria.
X. Un rayo de esperanza.
Llegamos ya al final de este trabajo y, una vez alcanzada
la meta, creemos haber conquistado nuestro objetivo. Nos propusimos -antes que nada- desbaratar el argumento
que esgrimen curas y obispos progresistas en el sentido de con­ siderarse de un modo soberbio como los primeros en preocupar­
se por la suerte de quienes ellos llaman los
marginados.
Vimos

cómo hace más
de cuatro siglos, aquí, en México,
la Iglesia católica escribió una de las páginas más luminosas de
la historia universal
~l enviar

a estas tierras a héroes que tam-·
bién fueron santos.
Héroes poseídos de un sublime ideal que consumieron sus
vidas en aras de una vocación excelsa que suponía extender la
Fe de Cristo y, entregados a tan noble causa, no sólo evangeli­
zaron sino que también elevaron el nivel de vida de estos pueblos. Santos varones que si alguna predilección
tuvieron fue,

preci­
samente, por los humildes, ya que a ellos dedicaron los mejores
años de su vida. Una labor
tenaz y

constante que llevó siglos pero que no
fue en, vano. ya que -gracias a héroes que también fueron san..,
tos-- lograron forjar la nación mexicana.
m
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NEMESIO RODRJGUEZ LOIS
Porque el México católico donde la Virgen se apareciera un
frío día de diciembre, nació en las laderas del Tepeyac y, en sus
primeros años fue arrullado por el canto dulce
y amoroso de los
santos misioneros.
Santos varones de Dios que no sólo trajeron la Feliz Noti­
cia de la Redención sino que, apoyándose en los preceptos evan­
gélicos, incorporaron a todo un nuevo mundo dentro de
la ci­
vilización occidental y cristiana.
Y ese amor por el humilde, el pobre y el desvalido lo de­
mostró con creces la Iglesia mucho antes de que los profetas
del· odio que se disfrazan
con ropajes

eclesiásticos hicieran su
aparición en el escenario.
T amb1én fue objeto de nuestro estudio no solamente el dar
una semblanza breve de los principales misioneros sino demos­ trar cómo ellos, para difundir la civilización
y elevar el nivel de
vida de estos pueblos no lo hicieron exacerbando rencores, sino
sembrando amor. Y en esa siembra de amor muchos de ellos regaron
tan dul­
ce planta con su sangre
y la mayoría consumieron su vida en
tierras tan lejau"as de su patria
y de sus familiares.
Lograron su objetivo.
Partiendo de un variado mosaico que
contenía pueblos,

dia­
lectos y costumbres tan distintas, consiguieron integrar una sola nación unida por la fe, el idioma
y la tradición que

es el
Mé­
xico

católico que con tanto fervor venera a Santa María de Gua­
dalupe y que con tanto delirio aclamara a Juan Pablo II. Este fervor mariano
y esa fidelidad inquebrantable al Vica­
rio de Cristo difícilmente
podrían explicarse
si antes no se
co­
noce -,mnque sea de un modo somero- la obra de varones
esforzados, de héroes que fueron santos, las hazañas de quienes,
con toda justicia,
merecieron el

honroso título de ser los autén­
ticos forjadores de México. Pero aún
hay más.
La mortal amenaza que se cierne sobre este México nuestro
es de índole metafísica, ya que -aunque
los racionalistas ateas
digan

lo contrario--- son las oscuras fuerzas del Averno las que
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FORJADORES DE MEXICO
se han propuesto. que esta nación se hunda para siempre en un
abismo de tinieblas.
Y ante un enemigo cuya fuerza es superior a la nuestra, por
ser sohrenarural, no nos queda otro remedio que invocar en
nuestro auxilio
'la ayuda

de aliados celestiales que nos ayudarán
a salir adelante. Por todo esto, consideramos que si esta noble nación mexi­
cana fue forjada por héroes que fueron santos, a ellos
h.abrá
que

considerar nuestros aliados celestiales
y a ellos habrá que in­
vocar en nuestras necesidades-:
Estamos seguros que esos santos varones que consumieron
su vida por forjar uri México católico, desde el Cielo habrán
de interceder

ante
el Altísimo para que esa noble nación gua­
dalupana no sea arrasada por los hijos de las tinieblas, Nuestro México está destinado a salvarse y a cumplir una
gloriosa vocación misionera que tiene pendiente desde hace siglos, Y, en tan noble empeño, habrán de ayudarnos Santa María
de Guadalupe y la pléyade de santos misioneros que, por haber
contribuido a enraizar los cimientos de la patria, estamos segu­
ros que no permitirán que los hijos de Huichilobos vuelvan a
imponer el tétrico reinado de los sacrificios humanos que hoy
disfrazan bajo
el término de legalización del aborto.
A ellos invocamos en esta hora dramática
y estamos seguros
que ellos habrán de ejercer su benigna influencia
para que
el
México guadalupano que cautivó a Juan Pablo II supere esta
etapa y marche por esos caminos de Dios proclamando con va­
lentía la Buena Nueva. Héroes que fueron santos y que para ayudamos en tan dura
empresa, solamente una condición nos piden: que los imitemos,
esto es, que nos transformemos en héroes capaces de alcanzar
la santidad.
Esta es empresa
de santos y nosotros somos pecadores. Por
eso es que debemos tratar de vencer nuestras miserias e inten­
tar ser como santos.
Entendemos la santidad no como una práctica mediocre y
timorata de ciertas costumbres piadosas'; esto nos convertiría ,en
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NBMESIO RODRIGUEZ LOIS
simples ratas de sacrisúa o en vie¡as ttotaconventos que disfra.
zan su cobardía ocultándose detrás de la imagen venerada por
una cierta cofradía.
Nosotros sabemos que los santos son personas comunes y
corrientes, con las mismas pasiones que nosotros pero con un
carácter mucho más fuerte que les hace capaces de acometer las
mayores empresas.
Los santos son todos aquellos fieles cuya vida la Iglesia nos
recomienda como ejemplo a seguir, ya que la santidad radica
en el vencimiento de las propias pasiones.
Por eso es que se puede ser santo dentro
de cualquier es­
tado. Se puede, como decía Santa Teresa, «encontrar a Dios en~
tre los pucheros». Y así es que deberá de
haber santos en el campo intelectual,
de la política, de la juventud, de los obreros, de los campesinos
y de las clases miserables u opulentas.
Habrá que procurar ser los mejores dentro de nuestro pro­
pio medio. Habrá que
realizar todas

nuestras acciones en gra­
cia de Dios y con el deseo ferviente de que el Reinado Social
de Cristo se instaure en toda la humanidad.
Si eso hacemos, habremos ganado la partida, ya que nos ha­
bremos
hecho dignos

de aquella luminosa constelación de héroes
que, durante siglos pletóricos de sacrificios, forjaron al México
guadal u pano a base de sangre, sudor, lágrimas e innumerables
penalidades. Nuestro México está destinado a salvarse. Tiene que sal­
varse ya que el plan providencial de Dios Todopoderoso habrá
de cumplirse con nosotros, sin nosotros o a pesar de nosotros.
Pero ---11 fin de cuentas- habrá de salvarse.
Por eso, si es que deseamos convertirnos en héroes dignos
de aquellos modelos cuyas semblall2as hemos presentado, es que
deberemos de analizarnos interiormente, operar un cambio ra-r
dical en nuestras vidas y dar el paso decisivo que nos haga com­
portarnos
.a la
altura de aquellos personajes sublimes que fue­
ron los auténticos forjadores de México.
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