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Número 225-226

Serie XXIII

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Claudio Sánchez Albornoz: Orígenes y destino de Navarra. Trayectoria de Vasconia. Otros escritos

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Claudia
Sánche;r; Albornoz: ORIGENES Y DESTINO
DE NAVARRA. TRAYECTORIA DE VASCONIA. OTROS ESCRITOS
(*)
La Comisión de Navarros de Madrid desarrolla desde hace
varios años una
campaña de
ámbito nacional, activa
y fecunda,
orientada hacia dos objetivos principales: propiciar entre todos
los españoles un más amplio
y profundo conocimiento de Nava­
rra
y de su historia, e impedir la consumación, que en 1978 pa­
recía inminente, de una maniobra política de gran envergadura destinada a raptar al viejo reino e integrarlo en
la naciente «Euz­
cadi».

Maniobra que era
el fruto podrido, letal para Navarra y
para España toda si hubiera seguido adelante, de pactos de go­
bierno vergonzosos que encontraron, como es sabido, un hueco
en el propio texto constitucinal hoy vigente.
En
la actualidad ese peligro parece conjurado, y una parte no
pequeña de ese éxito corresponde, sin lugar a dudas, a la citada
Comisión, que supo alertar a muchos desorientados
y sacudir
conciencias amodorradas. Uno de los frentes al que han prestado atención prioritaria
los navarros afincados en Madrid ha sido el del rearme intelec­
tual de sus compatriotas, harto necesario en una hora como ésta
de intoxicación ideológica y desaliento moral. Una larga serie de
conferenéias, informes
y circulares cuidadosamente elaborados y
ampliamente difundidos, y un cierto número de libros, pocos pero
selectos, han sido el resultado de su actividad infatigable. Prueba de su buen hacer ha sido la atención que han pres­
tado a la difusión de los trabajos sobre Navarra de nuestro pri­
mer historiador, don Claudia Sánchez Albornoz, el autor de obras
tan importantes
y definitivas como Estampas de la vida de Le6n
hace
mil años (1926), La España musulmana (1946), España, un
enigma hist6rico (1956), La repoblaci6n del valle del Duero
( 1966) y varios tomos sobre el reino de Asturias que, con el tí­
tulo de Origenes de la Naci6n Española, han sido publicados
(*) Edit, Planeta. Colección Ensayo. Barcelona, 1984.
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no ha mucho por el Consejo Superior de Investigaciones Cientí­
ficas (1972-1975) (1). Un acierto digno del mayor elogio, puesto que los trabajos sobre Vasconia
y Navarra del gran historiador
constituyen, sobre un
dOCUI11ento historiográfico
de primerísima
importancia para el conocimiento de los orígenes de Navárra,
el más sugestivo y documentado alegato contra los mitos del na­
cionalismo vasco y sus afanes imperialistas. Los artículos sobre Navarta
y Vasconia de Sánchez Albor­
noz
han sido, hasta la fecha, objeto de dos recopilaciones im­
portantes y en cierto modo complementarias, cuyos títulos son:
Vascos y navarros en su primera historia (realizada por el padre
Gonzalo Martínez Díez, S. J., Madrid,
Ed. Centro, 1974) y Orí­
genes del Reino de Pamplona, Su vinculación con el Valle del
Ebro
(Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1981, con pró­
logo

de Francisco Javier de Lizarza). Se trata de libros muy
den­
sos, cuya lectura, por la índole misma de los trabajos de inves­
tigación que en ellos se contienen, eruditos y documentados de
forma exhaustiva, está reservada a los especialistas en alta Edad
Media.
La conveniencia de que el gran público tuviese acceso a las
líneas maestras de las investigaciones sobre Navarra, de Sánchez
Albornoz, movió a la Comisión de Navartos a publicar, hace sie­
te años, un resumen muy breve de su pensamiento con el título
de
La trayectoria histórica de Vasconia. El destino de Navarra
(Madrid, 1977, 38 págs.). Se echaba en falta, sin embargo, una síntesis más amplia en la que pudiese bucear el lector no espe­
cializado sin aburrirse y sin por ello renunciar del todo a tomar contacto con la complejidad de las investigaciones del
gran bis­
ttoriador, la hondura de sus argumentos y la riqueza de sus fuen­
tes. A esta necesidad, precisa y acuciante, responde el libro que
comentamos,
Orlgenes y destino de Navarra. Trayectoria hist6-
r~a
de

Vasconia,
cuya lectura detenida recomendamos a cuan­
tos navarros y españoles deseen disponer, frente a los ensueños
agresivos del nacionalismo vasco, de un bagaje argumental exac­
to y contundente. El libro consta de siete capítulos, que son extracto, o
trans­
cripción

literal según los casos, de Otros tantos artículos de Sán­
chez Albornoz, los más importantes o los que mayor luz
arro­
jan

sobre la actual problemática de Navarra. Va precedido de
(*) Un catálogo completo de &us obras ha sido publicado, con el ti­
tulo de Bibliografía de Claudio Sánchez Albornoz y Menduiña ·por el Ins­
tituto de Historia
de España de la Universidad de Buenos Aires {Buenos·
Aires, 1979).
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una breve introducción de Francisco Javier de Lizarza y se cie­rra con una útil recopilación de escritos menores de Sánchez Al­
bornoz, en

su mayoría
cartas suyas
a la Comisión de Navarros
de Madrid, con observaciones y declaraciones del más alto inte­
rés sobre la hora presente de Navarra y de Vasconia. Los trabajados recopilados han sido escritos en épocas dife­
rentes y su temática es variada. Pero
gozan de

una indudable uni­
dad interna que realza el orden de su publicación. Vetsan sobre
dos temas principales:
a) la historia y la antigua geografía hu­
mana de

las regiones del Norte de España, que se extienden en­
tre el confín oriental de Cantabria y
el norte de Aragón, desde
la prehistoria hasta el período de dinamismo vascón que siguió
al derrumbamiento del Imperio romano, y
b) los orígenes alto­
medievales
del reino de Navarra, el segundo gran núcleo hispá­
nico de resistencia frente al Islam, desde su aparición a co­
mienzos del siglo
IX hasta el advenimiento, cien años más tarde,
de

la dinastía Jimena. Los dos primeros capítulos del libro {pá­
ginas
9-33) tratan

del primero de los temas reseñados, y los cua­
tro siguientes {págs. 33-131), del segundo. Un séptimo capítulo
(Trayectoria histórica de la Nueva V asconia) constituye un ba­
lance luminoso de la historia pasada y presente de las Vascon­
gadas y de las razones que avalan su indubitable integración en
la superior unidad española.
· Dos

son también las conclusiones principales que se deri­
van
de la lectura de los trabajos de Sánchez Albornoz, conclu­
siones de relevante actualidad puesto que implican la aniquila­
ción, desde la historia, de los dogmas fundamentales del naciona­
lismo ·vasco:
a) Las tierras de Vasconia, en el sentido amplio de este
término, que incluye a Navarra y a las Vasgongadas, han parti­
cipado desde la prehistoria de un devenir histórico común
al
resto de España, del mismo destino e idénticos avatares, de 1a
misma empresa colectiva y multlsecular en la que ha surgido la
nación española, de la que
forman parte
por derecho propio y de
manera irrenunciable.
b) Ese destino común a toda Vasconia no es óbice para
que sea otra evidencia histórica la existencia de dos Vasconias
bien diferenciadas: la
primitiva Vasconia,

el solar de los vascones
prerromanos, es decir, las tierras de Navarra y noroeste de Hues­
ca, muy vinculadas desde siempre al mundo del Ebro y al Medi­
tetráneo, y

las Vascongadas;
la «Euzcadi»

actual, que sólo tardía­
mente fue vasconizada y cuya historia ha estado siempre estre­
chamente ligada a la de Cantabria. Una y otra región han tenido
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y tienen rasgos comunes .. pero, en la esencial, dentro siempre de
la unidad fundamental de los pueblos hispánicos, son más los ras­
gos diferenciadores que los unitarios, sin que hayan tenido nun­
ca unidad política salvo, precisamente, cuando con Roma
y en la
modernidad, han formado parte de
la común nación española.
Glosemos brevemente el hilo de
la historia que nos relata don
Claudio
Sánchez Albornoz. En el primer capítulo, basándose en
un concienzudo estudio de las fuentes escritas de la antigüedad
(Strabón, Plinio, Tolomeo, Hidacio; Juan de Biclaro;
etc.), de­
muestra

que hasta las postrimerías del Imperio
romano, entre
Cantabria

y Vasconia, sobre las tierras de lo que hoy son las Vas­
congadas, vivieron pueblos no vascones,_ .los caristios, autrigo­
nes y várdulos, étnica y culturalmente emparentados con los
cántabros del oeste. Arqueológicamente nada distinguió a las _tierras de·
-Vasco­
nia,

en el sentido amplio del término (Navarra y Vascongadas)
del resto de España. Hasta aquellas tierras llegaron sucesivamen­
te -y conocieron, a veces, un .florecimiento especial- la cul­
tura franco-cantábrica en el , Paleolítico Superior, el aziliense y
el asturiense durante el Epipaleolltico y, ya en el Neolítico, las
culturas mediterráneas de las cuevas,_ de los megalitos y del
vaso
campaniforme.

Una clara vinculación, pues, al resto de España,
que no
significa homogeneidad

puesto que en el «doble solar de
Vasconia» se manifiesta desde fecha remontísima _una diferencia­
ción clara entre los auténticos. vascpnes, ha'l?itantes de Navarra,
y las gentes de la costa. Así, «a la depresión vasca llegaron antes
y con más intensidad las culturas y los pueblos procedentes
de
Cantabria, y a Navarra los pueblos y las culturas del Centro y del Ebro; y algunas de las
primeras -la
civilización franco-can­
tábrica, el aziliense y
el asturiense--no pasaron a tierras nava­
rras,
y algunas de las segundas -la cultura de las cuevas-- no
penetraron en la depresión vasca». Dualidad que no excluye la
presencia de elementos mestizos, en el orden étnico y en
el cul­
tural, pero cuya pervivencia es clara desde la prehistoria y per­
durable basta la modernidad. Es ésta -ya lo hemos
apuntader­
una

de las conclusiones mejor documentadas y más firmes de
las
investigaciones

de Sánchez Albornoz:
« ... no sólo es licito sino
obligado establecer en
las sierras de Urbasa, Andía y Aralar la
frontera perdurable que
ha separado dos comunidades históricas
dispares, la "Euzcadi" de hoy y
la Navarra milenacia. Los nava­
rros o eran iberos puros o hermanos de puros iberos o estaban
profundamente iberizados; y los habitantes de la depresión vas­
ca si no eran cántabros estaban muy emparentados con ellos».
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INFORMACION BIBUOGRAFICA
La llegada de los romanos no supuso ningún cambio sus­
tanciai en la inicial dualidad.
La romanización fue intensa en la
primitiva Vasconia -«la Vasconia abierta del sur,
claro está»-­
hasta el punto
de que los vascones se convirtieron más adelante,
como luego se
explicará, en
agentes de romanización en la depre­
sión vasca. Permaneció ésta, en cambio, al margen de aquel
mag­
no proceso culturizador: «encerrados várdulos y caristios entre
el· mar
y los montes, en una depresión que no llevaba a parte
alguna, no pudieron atraer la atención de los colonizadores ro­
manos».
Al producirse, · en el siglo v de nuestra era, la crisis final del
Imperio romano, la región occidental de la Tarraconense cayó
en la anarquía y atravesó
lo que Sánchez Albornoz denomina
larga etapa de «intemperie histórica», que se prolongó hasta el siglo
VIII. Ni los suevos ni los visigodos del reino de Tolosa
pudieron domeñar, aunque lo intentaron repetidamente, a los habitantes de aquellos territorios remotos. En esos años de zozo­
bra, los vascones que
. habitaban

Navarra conocieron un momen­
to de dinamismo que les llevó a invadir
Gascima, en

el sur de
Francia, y a penetrar en la
vecina depresión

vasca, habitada des­
de tiempos remotos por los ya citados autrigones, caristios y vár­
dulos. Investigadores de la
talla de Schulten, Gómez Moreno y Me­
néndez Pidal, y ahora Sánchez Albonoz con renovado énfasis,
han admitido ese importante y poco conocido acontecimiento his­
tórico, clave para entender la historia posterior y para situar en
sus
justos términos
el «vasquismo» de los habitantes de las ac­
tuales Vacongadas .
. La caída. de Roma trajo consigo la paralización momentánea
del proceso romanizador de la primitiva Vasconia y el comienzo de una etapa de exaltación de sus tradiciones tribales. Fenómeno
éste que se detecta en otras regiones del disgregado Imperio ro­
mano. Entre esas tradiciones se incluye su propia lengua, el
euskera, que exportaron a sus vecinos del oeste. Proceso histó­rico todo
él oscuro, pero seguro en sus líneas más generales. La·
«vasconización» de las Vascongadas fue, por tanto, un aconteci­
miento relativamente

tardío, fruto de la expansión hacia el mar
de los vascones de Navarra quienes, paradójicamente, transfirie­
ron también a sus vecinos los primeros elementos de
romaniza­
ción, de esa civilización superior de la que ellos estaban ya rela­
tivamente impregnados. Por eso, después de su vasconización,
«la nueva Vasconia, aislada en su pequeño solar nacional, pudo
convertirse en nn sagrado reservorio de vasquismo y, por tanto,
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de hispanismo primigenio, mientras la auténtica Vasconia, menos
cerrada, más en perpetuo contacto con las gentes del valle del
Ebro y en uno de los eternos caminos de comunicación entre Hispania y la Galla, era arrastrada por el torbellino de la historia
islámica de España». De
abí que Sánchez Albornoz, ante la problemática de aque·
llas regiones, pueda exclamar que «Navarra tiene toda la razón
al resistirse a su incorporación a "Euzcadi". Es absolutamente
seguro que las provincias Vascongadas estaban habitadas por vár­
dulos y caristios de estirpe y de habla celta y que fueron con­
quistadas por los vascones que se extendían hasta las sierras de
Urbasa, Andía y Aralar. De sus conquistadores recibieron la len­
gua y las formas de vida. ¿Qué se diría hoy si venezolanos, co­
lombianos o mejicanos reclamasen la incorporación de España
porque, conquistados y colonizados por los españoles, hablan hoy
nuestra lengua y han aceptado nuestras formas de vida? ¿No se
calificaría de locura tal pretensión? Pues ése es el caso
de las
gentes de "Euzcadi" frente a Navarra». Un perfecto conocimiento de las fuentes musulmanas y del
trazado de las calzadas romanas ha permitido establecer con
se-­
guridad

a Sánchez Albornoz el recorrido septentrional del con­
quistador de España, Musa ibn Nusayr (
capitulo tercero). En su
campaña del 713, Musa, desde Zaragoza,
avanzó por

el
Alto
Ebro y, tras recibir la snmisión del oportunista conde ü!Sius,
gobernador

en nombre de Don Rodrigo de los distritos de
Bor­
ja

y Tarazona, que se convirtió al Islam y entró en la clientela o
mauladía del califa Al-W alid, logró, probablemente, someter a
los vascones de Navarra. Prosiguió luego su
marcha hacia

Astu·
rías y pudo completar la conquista, ya iniciada por su segundo,
Tarik, de la España noroccidental.
A la sumisión siguió pronto la rebeldía que tardó, al
me-­
nos en la primitiva Vasconia, casi un siglo en afianzarse. «Cuan.;.
do los conquistadores llegaron a la Península -escribe Sánchez
Albornoz- los vascones peleaban con los otros hermanos espa­ñoles. Pero una vez más se
afirma el

destino común de todos los
hispanos. Esta comunidad de destino llevó pronto a todos los
es­
pañoles

del Norte a alzarse contra sus dominadores musulmanes».
La rebelión de los vascones se inició probablemente tras la
derrota de los musulmanes en Poitiers (732), no mucho después
de que Pelayo se alzara en Asturias (718). Tuvo, sin embargo, un
éxito desigual al Este y al Oeste: los habitantes de la nueva
Vasconia se integraron sin dificultad en el naciente reino astu­
riano y a él permanecieron unidos en lo sucesivo; lo_s vascones
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
de Navarra, en cambio, fueron sujetados a Córdoba por las cam­
pañas victoriosas de.Abd al-Rahman I (h. 781). La dualidad tra­
dicional se
confirmaba una
vez más:
«la Vasconia clásica y la
"Euzcadi" actual, siempre distintas históricamente y rara y fu.
gazmente integrantes de una unidad política, a parte de los lar­ gos y lejanos siglos de común sumisión al señorío de Roma y
de los modernos de integración. común en la patria hispana, se
separan desde entonces por más
de dos siglos. El País Vasco de
hoy no fue conquistado por Abd al-Rahman y vivió unido a sus
hermanos de la costa cantábrica bajo el común gobierno de los
reyes de Oviedo; y las tierras vasconas fueron durante dos
dé,
cadas

gobernadas· por valíes dependientes de los emires
de Cór­
doba». No tardaron tampoco mucho los vascones de Navarra en
conseguir su libertad. Sánchez Albornoz, como es sabido, basán­
dose entre otras fuentes en el
Muqtabis de Ibn Hayyán, ha re­
novado

todos los conocimientos existentes sobre el
· nacimiento
del

reino de Navatra (resumen
de su importante polémica con
Levi-Pioven~ y

Fr. Justo
Pérez de Urbe!,

en págs. 67 y sigs.).
Brillantes páginas del gran historiador
se recogen en esta an­
tología (
capitulo cuarto) sobre el derrocamiento y muerte, en el
año 798, a manos de elementos vascones, del gobernador musul­
mán
de Pamplona, Mutarrif ibn Musa, miembro de la familia
conversa de los Banu Qasi, poderosa en el valle del Ebro desde
los tiempos de
su epónimo,

aquel
conde Casius
que se sometie­
ra
á Musa ibn Nusayr el Conquistador. Y sobre la reacción de
su exasperada familia que logró desquitarse entronizando en Pam­
plona a Iñigo Ximénez o Arista, descendiente de otro caudillo vascón y a
la sazón refugiado en Bigorra, a quien los Banu Qasi
casaron con la madre del asesinado Mutarrif.
« Y, así -concluye
Sánchez
Albornoz--, por la conjunción de la ambición de un cau­
dillo de la
Vasconia ultrapirenaica

con
el deseo de venganza de
una
familia de estirpe
visigoda convertida
al islamismo, nació
el.
reino de Navarra, es decir, el reino vascón por excelencia de la.­
Edad Media hispana».
La dinastía Iñiga rigió los destinos de Navarra durante un
siglo, unida por lazos
de sangre ·e interés a sus vecinos, los Banu
Qasi, y sujeta
cási siempre a

los avatares de las
relaciones agi­
tadas
_:__amistosas o

de franca
rebeldía según
las circunstancias-­
que la
dinastía muladí

mantuvo
con los
emires de Córdoba. Un
destino, pues, el de Navarra, bien diferente en el siglo
IX al de
los vascos de la depresión vascongada, que «resistian con heroís­
mo las acometidaS- sarracenas, como las resistieron cántabros, as·-
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tures y gallegos, a cuyos destinos estaban gustosamente vincu­
dos». «No hacía
-recalca Sánchez Alborn~ sino
prolongarse
el divorcio milenario de dos gentes a quienes separaba la
raza ,
y la historia y s6lo unía la lengua ... de dos gentes, una unida
desde hacía milenios a los otros pueblos hispánicos del Cantá-.
brico y otra desde hacía milenios
vinculada a los pueblos his-.
pánicos

de Levante».
No les fueron bien las cosas a los
Axista, a

esos reyes que
«habían preferido la alianza con la familia de renegados de es
0
tirpe visigoda, a la comunidad cristiana regida por los reyes ove­
tenses». A mediados del siglo
IX triunfa sobre el valle medio
del Ebro Musa ibn Qasi,
.el poderoso
biznieto del conde Casius.
Sánchez Albornoz ha consagrado páginas magistrales
( capitulo
sexto) a la historia de aquel recio caudillo muladí, a quien una
crónica contemporánea titula de «Tercer Rey de España». Con
el apoyo o la benevolencia de Córdoba logró hacerse, a media­ dos de siglo, con el gobierno de Tudela
y Zaragoza y con el de
toda la
Marca Superior del emirato, y comenzó a expandirse por
tierras de La Rioja, en avance inquietante
para los
reyes de Ovie­
do. El naciente reino de Navarra no pudo desarrollar,
tampoco
ahora,

una política propia, independiente de sus poderosos ve-
.
cinos

y vivió mediatizado por su influencia. Los Arista «paga­
ron ahora su deslealtad a la causa de la Reconquista y sus con­
tactos con los comunes enemigos».
Cuando, a finales del siglo IX y comienzos del siguiente, de­
clinó la estrella de los Banu Qasi, ante la contraofensiva de los
reyes de Asturias y la de los propios emires de Córdoba,
harto,
de

sus veleidades independentistas, se consumó también la ruina
de
la· dinastía

lñiga, que cae víctima de
una conjura
en
el año
905, y

es suplantada por otra, la Jimena, que llevaría al reino de
Pamplona, con Sancho
111 el Mayor, a su momento de apogeo
en el siglo
XI. Golpe de estado aquel decisivo, al que no fue
ajeno,
sin. duda,
el
rey de León, Alfonso 111, y que, «al poner
fin al señorío de los Arista, inauguró una nueva política en Na­
varra, una política de alianza con los reyes de León y de lucha
con los califas cordobeses».
E11 el

último capítulo resume Sánchez Albornoz la
posterior.
trayectoria

de las dos Vasconias. Las Vascongadas, que habían
forrnado parte del reino de Oviedo desde los orígenes de la Re­
conquista, contribuyeron, después,
de forma decisiva, con sus
hombres y su espíritu, al nacimiento de Castilla (siglos Ix-x),
de la que
formaron en

adelante parte privilegiada. Sólo de forrna
efímera
pas6 aquella

región, junto con un sector de la
. Castilla
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primitiva, a formar parte del reino de Navarra en 1029, por vo­
luntad de Sancho III el Mayor, tras la ctisis de la dinastía
con~
da! castellana·. Por primera y última vez en la historia, las Vas­
congadas y
Navarra, a re.sultas del
proyecto imperial de un rey
navarro, formaron· parte de

un único Estado vascón independien­
te.
La nneva siroación era contraria a la tradición milenaria de
ambas vasconias y no tardó mucho en
liquidarse; en
1075, a la
muerte de Sancho
el · de Peñalén, Vizcaya

volvió al
redil caste­
llano, y a finales del siglo
XII lo hacían también Alava y Gui­
púzcoa; « Y desde entonces el País Vasco, del cual sólo dos por­ ciones habían vivido menos de dos siglos unidas a Navarra,
vivió hasta hoy
la historia de Castilla. Y con Castilla la historia
de España».
Y a ello deben su grandeza, observa Sánchez Albornoz. Por­
que los vascos «han hecho maravillas... como españoles y con­
forme a la
c:ontexrora temperamental

hispana». Cuantos
han sido
grandes en la historia, desde Elcano y Francisco de Vitoria ( que
era de estirpe vascongada), hasta Unamuno, Zuloaga y Baraja,
pasando por San Ignacio y
Legazpi, «han

sido españoles ante
todo y ·por encima de todo, y como españoles han colaborado a
las grandes aventuras culturales de Europa». Sin España -lo· afirma eón rotundidad el gran historiador- Vasconía sería «una
sombra sin vida perdurable»: «gracias a no haber vivido una
pura vida aldeana y marinera entre el
mar y

los montes, a haber
· sido

preciadísimas y preciosísimas
porciones de

España y del pue­
blo
. españoL Vasconia

y los vascos han ocupado y ocupan aún
un puesto al sol de la historia».
ANDRÉS GAMBRA GUTIÉRREZ.
¿UNA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA?
Luigi Bagolini: GIUSTIZIA E SOCIETA (*)
Existe una crisis del Derecho -se encuentra en un estado
profundo de perrorbación- y esta crisis está en conexión con
la crisis del Estado y de la autoridad.
La política está en crisis.
Hay que
salvar la política. Para ello es preciso salvar el Dere­
cho, pues la política ha de fundamentarse en él. Para ello es ne­
cesario recurrir a la justicia, de forma. que el Derecho sea con­
siderado en términos de justicia. Para esto hay que acudir al
(*) Dino Editori, Roma, 1983, 280 págs.
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