Índice de contenidos
Número 225-226
Serie XXIII
- Textos Pontificios
- Estudios
- Actas
-
Información bibliográfica
-
Claudio Sánchez Albornoz: Orígenes y destino de Navarra. Trayectoria de Vasconia. Otros escritos
-
¿Una democracia participativa? Luigi Bagolini: Giustizia e società
-
Xaverius Ochoa: Index verborum ac locutionum Codicis Iuris Canonici
-
José J. Castellanos: México engañado. Por qué la prensa no informa
-
B. Radica: Lo vivido y lo anhelado; I. Rojnica: Encuentros y vivencias
-
AA.VV.: En defensa de la vida
-
- Crónicas
Autores
1984
Discurso de Begoña García-Conde del Castillo [San Fernando 1984]
como español. Si vtvunos este ambiente derrotista es debido a
una falsa interpretación de
la religión, pero todo a nuestro alre
dedor sigue siendo religión.
Terminó
sus palabras recordando
la idea principal de su dis
curso, que es Dios el que lleva la iniciativa por caminos aparen
temente extraños, pero para conseguir, de un modo
U otro,
los
fines que se
había propuesto.
Era
casi la una de la madrugada
y, lentamente, nos fuimos
despidiendo. En las mentes de todos los asistentes, por lo menos
así lo creo, quedó flotando una vaga comparación entre San Fer
nando
y nuestros actuales gobernantes. Y una oración ...
Agustín Losada Pescador.
DISCURSO DE BEGO~A GARCIA-CONDE DEL CASTILLO
Queridos amigos:
Un año ~ 'nos hemos reunido para honrar a fl,Uestro Santo Pa
trón, San Fernando. La Iglesia celebra hoy, 30 de mayo, la festividad
de lM Rey Santo que ded1'c6 su vida al servicio de una causa sagrada,
y
al que su triple faceta de conquistador, gobernante y santo, le llevó
en busca de una sociedad cristiana auténtica, de uln auténti"co Estado
Cristiano.
Momentos antes de venir a compartir esta cena de hermandad, he
mos
estado juntos en· Misa-, hemos comulgado juntos, y juntos todoS,
cada uno ~ su intimidad, hemos pedido a San Fernando, a Nuestro
Señor Jesucristo y a Nuestra Santísima Madre por España. Por esta
España nuestra que contempla sin el más ligero atisbo de escalofrto, el
desmoronamiento
de
los principios morales con que se había construido
la civilización cristiana. Yo estoy segura que _a nuestra petición se han
$ido aquéllos que ahora echamo9 de menos por haber compartido ayer
con
nosotros
otras cenas
y que hoy están celebrando el día con el mis
mísimo
San Fernando. A ellos, seguro, les "ha oido mejor que 'a nosotros.
Por eso
a ellos nos
con/i
Pero
la celebración de la Festividad
no debe quedarse <:in meros sig
rios exterµos. Es una ocasión --como algunas más que se . nos brindan a
lo largo del año--para volver a. considerar el norte de nuestra tarea, el
sentido de
· todo nuestro
quehacer diario: desde la labor
más ostentosa
hasta la actividad más i1nsignificante, desde el tiempo dedicado al es
tudio profUndo de Ul.14 . deterniinada cuestión, hasta el ocupado en la
simple_ có1'Vet8tlción tdn un ·amigo.
Estamos
empeñados en hacer realidad la presencia de Dios en la
sociedad
y en la subOrdinaci&,i de ésta a su divina doctrina. Estam0'8
empeñados en la
-conquista espiritual del mundo, y para ello contamos
con
(as armas m_ás eficaces:
la
oraci6n, el
estudio y la
acción eficaz.
Ld. lglesi'a nos· propone Ir,, imitación de un Rey Santo, pues la re·
conquista
de
Sdn Fernando
fue la auténtica reconquista del Reinado
Fundaci\363n Speiro
Social ,.de Cristo.. Reconquista que hoy. siete siglos más tarde. reempren
demos
nosotros, dedicando nuestra
vida, día a dta, los
sesenta
mbzutos
de coda ho~ a difundir la Y,erdad, que al fin y a la postre es la única
dock-/ina que libra al hombre de las ataduras que le impiden llegar a
Dios._
Y es -que, a medida que el hombre se va olvidan.do de Dios, se ·va
haciendo
más esclavo de las pasiones humanas, esclavo incluso del pro
pio hombre. Ello
explica que
cuanto
más se o_lvida -un pueblo de Dios-,
más esclavo se hace de la represión políti"ca, de la tirania del más po
deroso.
Y ¿por qué se olvida el hambre de Dios? La, respuesta no oculta
ningún misterio:
le resulta gratificante regodearse
en el satdnico «s,erdis
como dioses», y sustituye el «Dios ·_hizo al hombre» por el «hambre se
hace Dlos. Aparta. los ajos
de Dios
y los vuelve hacia sí, empieza a
quererse y acaba por adorarse. Se olvida del ord
del Sumo Hacedor,
y se crea él misma su propio orden. Y, así, coma
bien
señaúzba Aparisi y Guijarro: «La justicia de Dios se susdtuye por
la voluntad del hambre que es muchas veces
pasión a
capricho».
El hdmbre moderno está preñado de escepticismo y de materlalismo.
Es pasivo de
espíritu, renuncia a
la profundlzación y acepta sin paliati
vas la que lee a lo que oye, no importándole ni
cuando ni donde
lo
lee o la
oye. Está sumido t,n una anestesia que le permite conservar
en ilrada intfimo las funciones_ vitales, pero que le impide reaccioriar
contra
el
más mínima estímulo. Se comporta -como una aut~tica .com
putadora
que sólo da
lar respuestas que previamente se le han intra·
ducido,
acorde cdn un
programa
tambi~ previamente establecid6.
Ante
este desolador
panorama; los
amigos de
la Ciudad Católica
asumen la
gravfsima tarea de la formación de élites. Elites que sepan
cuál
es el
justo
setntido del
ser del hombre, de
su origen y de su /ilh
de su significación en el mundo. Elites que posean una formación dac·
trinal seria y prafuda. Elites, en fin, que desde los cimientos naturales, ·
ca"nstruyan la saciedad cristiana que hemos perdido y que ahora que
remos recuperar. Sabemos -porque
ast nas -lo enseñó Pio XII-que «de /.a forma
dada -a la sociedad, ·conforme o no a
las ley.es d~vtias, depende y se
insi'núa también el bien· o el n1.al en las almas, es decir. el que los hom.
bres, llamados todos a ser viviflcado-por la gracia de Jesucristo, e,n los
tranées del
_curso de la vida
terrena, respiren
el sana y vital aliento de
la verdad
y de la virtud moral o el bacilo morboso y muchas veces
mortal del error y de la depravación». Par
eso queremos una sociedad
donde se respete el Orden inscrita por
Días en
el mundo, porque cuan
do se aétúa coino si se descattociera, _ o cuando se desconoce realmente,
sabrevitJne el
caos
y el. hambre se pierde en el fárrago de sus propias
ideas. Por ello, para restaurar
el tejido
social y politicó, para revitalizar· la
sociedad,
y_ hacer posible . la recuperación espiritual del hambre, es de
vital·
importancia el estudia· y la difusión de los principias esenciales e
inmutables
de la Doctrina Social
y del Derecho Público Cristiano.
Speiro, a través de sus publicacidnes, especialmente a través de Verbo,
ha .ida· creando un cuerpo de ideas,· de direcciones -políticas, sociales y
culturales. U na . doctrina, en definitiva,. acorde can la arma/µta del Orden
Natural.
·
Pera
de
nada n~ valdl'á recrearnOS en las
simples
formulaciones
teóricas
o en románticas declaraciones
de principios.
De·
nada 'nos valdrd
81'9
Fundaci\363n Speiro
convertirnos en bibliotecas ambulates. Debemos hacer u,n acto de vo
luntad
para
pasar del
saber a la acción, pues es un
deber al que no po
demos ni debemos permanecer a;enos.. A
ella estamos todos obligados.
cada quién, cuá,í-do. d6nde y cómo le dicte su recta conciencia. Acción
que
no será
eficaz sin Un estudio previo, ya que la idea debe preceder
al acto --operatio .sequitur esse--, y el pensamiento al hecho. En _este
estudio
y difusión de la Verdad, de
la única eerdadera doctrina, hemos
encontrado nuestra vocación.
Porque somos católicos,
porque tenemos fe en un
Unico Dios, Crea
dor
y Señor del cielo y de la tierra, y porque
tenemos confianza en
Nuestra
Madre, la
Virgen Santísima a
la que cuidaba San Fernando
de
ll~var siempre en el arzón de su caballo
cada vez que emprendía
al
guna de sus conquistas----. sabemos que nuestra tarea culminará con la
victoria. ,
Y pórque
ttNU!mos esperanza rw nos dejaremos ganar_ por el desalien
to que nace del olvido, de
la única razón que debe presidir todo nues
tro obrar: la Gloria de Dios, la. Salvación de las almas
y nuestra pro
pia
satisfacción.
DISCURSO DE JUAN CARLOS GARCIA DE POLA VIEJA
Amigos de la Ciudad Católica:
El nombre
por el
que
ha querido defbiirse nuestro combate intelec
tual
lleva, ya, implícito
en
las dns palabras que
lo conforman, todo lo
más nuclear
del
problema que
ha originado la crítica
situación de las
sociedades contempordn·eas, e
indirectamente forzado nuestra presencia
en la batalla trascendente de las ideas. «La Ciudad
Católica» ...
Con
la
asunci6n de
tal
título . hemos
querido
-creo--, poner en el
frontispicio
de este afán cultural -no con
bitenci6n de desafío, sino
como
testimonio obligado de un dogma social de valor universal-,
el
enUnciado breve de esa convicción inalterable por la-que creemos que,
puesto que
Dios existe ·no
como una
posibilidad· lejana sino
con la cer
canta y potencia de quien es _EL SEROR, a él se deben todo poder y
toda gloria, tanto en el universo material como en el inaprensible.
El enunciado dC esa convicción por /.a que creemos que, habiéndo
nos enseñado el mismo Dios la forma correcta de orar,
r,esponde a
la
verdadera naturaleza de las
cosas creadas el
que lo que
pedimos al
di
_rijirnos a
nuestro Padre, lo apliquemos en nuestra vida
Nldividual y
colectiva. Y puesto que solicitamos por encargo del mismo· Dios que
SE HAGA SU VOLUNTAD ASI EN LA TIERRA COMO EN EL
CIELO, debemos poner en práctica su voluntad e,n todas las dimensiones
de
la
vlda, de l"9 cuales no puede de ninguM forma quedar excluida la
Ciudad,
·que no
es, -~n definitiva, otra cosa que la proyección del con
junto
de
nuestr09 vidas
individuales.
O Dios es el Señor, o no lo es •.
Y puesto que -lo
creemos y lo sabemos-lo es, no hay raz6n hú
mana ninguna
que
justifique-
__ -ef desprecio de su voluntad en las leyes
que arbitran el
funcionamieto de la Ciudad.
No
.hay raz6n humana ningulla que justifique ese desprecio hacia
la
,voluntad del Señor -que,
nos guste
o no, se
,ha convertido,
tras
lin
Fundaci\363n Speiro
una falsa interpretación de
la religión, pero todo a nuestro alre
dedor sigue siendo religión.
Terminó
sus palabras recordando
la idea principal de su dis
curso, que es Dios el que lleva la iniciativa por caminos aparen
temente extraños, pero para conseguir, de un modo
U otro,
los
fines que se
había propuesto.
Era
casi la una de la madrugada
y, lentamente, nos fuimos
despidiendo. En las mentes de todos los asistentes, por lo menos
así lo creo, quedó flotando una vaga comparación entre San Fer
nando
y nuestros actuales gobernantes. Y una oración ...
Agustín Losada Pescador.
DISCURSO DE BEGO~A GARCIA-CONDE DEL CASTILLO
Queridos amigos:
Un año ~ 'nos hemos reunido para honrar a fl,Uestro Santo Pa
trón, San Fernando. La Iglesia celebra hoy, 30 de mayo, la festividad
de lM Rey Santo que ded1'c6 su vida al servicio de una causa sagrada,
y
al que su triple faceta de conquistador, gobernante y santo, le llevó
en busca de una sociedad cristiana auténtica, de uln auténti"co Estado
Cristiano.
Momentos antes de venir a compartir esta cena de hermandad, he
mos
estado juntos en· Misa-, hemos comulgado juntos, y juntos todoS,
cada uno ~ su intimidad, hemos pedido a San Fernando, a Nuestro
Señor Jesucristo y a Nuestra Santísima Madre por España. Por esta
España nuestra que contempla sin el más ligero atisbo de escalofrto, el
desmoronamiento
de
los principios morales con que se había construido
la civilización cristiana. Yo estoy segura que _a nuestra petición se han
$ido aquéllos que ahora echamo9 de menos por haber compartido ayer
con
nosotros
otras cenas
y que hoy están celebrando el día con el mis
mísimo
San Fernando. A ellos, seguro, les "ha oido mejor que 'a nosotros.
Por eso
a ellos nos
con/i
la celebración de la Festividad
no debe quedarse <:in meros sig
rios exterµos. Es una ocasión --como algunas más que se . nos brindan a
lo largo del año--para volver a. considerar el norte de nuestra tarea, el
sentido de
· todo nuestro
quehacer diario: desde la labor
más ostentosa
hasta la actividad más i1nsignificante, desde el tiempo dedicado al es
tudio profUndo de Ul.14 . deterniinada cuestión, hasta el ocupado en la
simple_ có1'Vet8tlción tdn un ·amigo.
Estamos
empeñados en hacer realidad la presencia de Dios en la
sociedad
y en la subOrdinaci&,i de ésta a su divina doctrina. Estam0'8
empeñados en la
-conquista espiritual del mundo, y para ello contamos
con
(as armas m_ás eficaces:
la
oraci6n, el
estudio y la
acción eficaz.
Ld. lglesi'a nos· propone Ir,, imitación de un Rey Santo, pues la re·
conquista
de
Sdn Fernando
fue la auténtica reconquista del Reinado
Fundaci\363n Speiro
Social ,.de Cristo.. Reconquista que hoy. siete siglos más tarde. reempren
demos
nosotros, dedicando nuestra
vida, día a dta, los
sesenta
mbzutos
de coda ho~ a difundir la Y,erdad, que al fin y a la postre es la única
dock-/ina que libra al hombre de las ataduras que le impiden llegar a
Dios._
Y es -que, a medida que el hombre se va olvidan.do de Dios, se ·va
haciendo
más esclavo de las pasiones humanas, esclavo incluso del pro
pio hombre. Ello
explica que
cuanto
más se o_lvida -un pueblo de Dios-,
más esclavo se hace de la represión políti"ca, de la tirania del más po
deroso.
Y ¿por qué se olvida el hambre de Dios? La, respuesta no oculta
ningún misterio:
le resulta gratificante regodearse
en el satdnico «s,erdis
como dioses», y sustituye el «Dios ·_hizo al hombre» por el «hambre se
hace Dlos. Aparta. los ajos
de Dios
y los vuelve hacia sí, empieza a
quererse y acaba por adorarse. Se olvida del ord
y se crea él misma su propio orden. Y, así, coma
bien
señaúzba Aparisi y Guijarro: «La justicia de Dios se susdtuye por
la voluntad del hambre que es muchas veces
pasión a
capricho».
El hdmbre moderno está preñado de escepticismo y de materlalismo.
Es pasivo de
espíritu, renuncia a
la profundlzación y acepta sin paliati
vas la que lee a lo que oye, no importándole ni
cuando ni donde
lo
lee o la
oye. Está sumido t,n una anestesia que le permite conservar
en ilrada intfimo las funciones_ vitales, pero que le impide reaccioriar
contra
el
más mínima estímulo. Se comporta -como una aut~tica .com
putadora
que sólo da
lar respuestas que previamente se le han intra·
ducido,
acorde cdn un
programa
tambi~ previamente establecid6.
Ante
este desolador
panorama; los
amigos de
la Ciudad Católica
asumen la
gravfsima tarea de la formación de élites. Elites que sepan
cuál
es el
justo
setntido del
ser del hombre, de
su origen y de su /ilh
de su significación en el mundo. Elites que posean una formación dac·
trinal seria y prafuda. Elites, en fin, que desde los cimientos naturales, ·
ca"nstruyan la saciedad cristiana que hemos perdido y que ahora que
remos recuperar. Sabemos -porque
ast nas -lo enseñó Pio XII-que «de /.a forma
dada -a la sociedad, ·conforme o no a
las ley.es d~vtias, depende y se
insi'núa también el bien· o el n1.al en las almas, es decir. el que los hom.
bres, llamados todos a ser viviflcado-por la gracia de Jesucristo, e,n los
tranées del
_curso de la vida
terrena, respiren
el sana y vital aliento de
la verdad
y de la virtud moral o el bacilo morboso y muchas veces
mortal del error y de la depravación». Par
eso queremos una sociedad
donde se respete el Orden inscrita por
Días en
el mundo, porque cuan
do se aétúa coino si se descattociera, _ o cuando se desconoce realmente,
sabrevitJne el
caos
y el. hambre se pierde en el fárrago de sus propias
ideas. Por ello, para restaurar
el tejido
social y politicó, para revitalizar· la
sociedad,
y_ hacer posible . la recuperación espiritual del hambre, es de
vital·
importancia el estudia· y la difusión de los principias esenciales e
inmutables
de la Doctrina Social
y del Derecho Público Cristiano.
Speiro, a través de sus publicacidnes, especialmente a través de Verbo,
ha .ida· creando un cuerpo de ideas,· de direcciones -políticas, sociales y
culturales. U na . doctrina, en definitiva,. acorde can la arma/µta del Orden
Natural.
·
Pera
de
nada n~ valdl'á recrearnOS en las
simples
formulaciones
teóricas
o en románticas declaraciones
de principios.
De·
nada 'nos valdrd
81'9
Fundaci\363n Speiro
convertirnos en bibliotecas ambulates. Debemos hacer u,n acto de vo
luntad
para
pasar del
saber a la acción, pues es un
deber al que no po
demos ni debemos permanecer a;enos.. A
ella estamos todos obligados.
cada quién, cuá,í-do. d6nde y cómo le dicte su recta conciencia. Acción
que
no será
eficaz sin Un estudio previo, ya que la idea debe preceder
al acto --operatio .sequitur esse--, y el pensamiento al hecho. En _este
estudio
y difusión de la Verdad, de
la única eerdadera doctrina, hemos
encontrado nuestra vocación.
Porque somos católicos,
porque tenemos fe en un
Unico Dios, Crea
dor
y Señor del cielo y de la tierra, y porque
tenemos confianza en
Nuestra
Madre, la
Virgen Santísima a
la que cuidaba San Fernando
de
ll~var siempre en el arzón de su caballo
cada vez que emprendía
al
guna de sus conquistas----. sabemos que nuestra tarea culminará con la
victoria. ,
Y pórque
ttNU!mos esperanza rw nos dejaremos ganar_ por el desalien
to que nace del olvido, de
la única razón que debe presidir todo nues
tro obrar: la Gloria de Dios, la. Salvación de las almas
y nuestra pro
pia
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DISCURSO DE JUAN CARLOS GARCIA DE POLA VIEJA
Amigos de la Ciudad Católica:
El nombre
por el
que
ha querido defbiirse nuestro combate intelec
tual
lleva, ya, implícito
en
las dns palabras que
lo conforman, todo lo
más nuclear
del
problema que
ha originado la crítica
situación de las
sociedades contempordn·eas, e
indirectamente forzado nuestra presencia
en la batalla trascendente de las ideas. «La Ciudad
Católica» ...
Con
la
asunci6n de
tal
título . hemos
querido
-creo--, poner en el
frontispicio
de este afán cultural -no con
bitenci6n de desafío, sino
como
testimonio obligado de un dogma social de valor universal-,
el
enUnciado breve de esa convicción inalterable por la-que creemos que,
puesto que
Dios existe ·no
como una
posibilidad· lejana sino
con la cer
canta y potencia de quien es _EL SEROR, a él se deben todo poder y
toda gloria, tanto en el universo material como en el inaprensible.
El enunciado dC esa convicción por /.a que creemos que, habiéndo
nos enseñado el mismo Dios la forma correcta de orar,
r,esponde a
la
verdadera naturaleza de las
cosas creadas el
que lo que
pedimos al
di
_rijirnos a
nuestro Padre, lo apliquemos en nuestra vida
Nldividual y
colectiva. Y puesto que solicitamos por encargo del mismo· Dios que
SE HAGA SU VOLUNTAD ASI EN LA TIERRA COMO EN EL
CIELO, debemos poner en práctica su voluntad e,n todas las dimensiones
de
la
vlda, de l"9 cuales no puede de ninguM forma quedar excluida la
Ciudad,
·que no
es, -~n definitiva, otra cosa que la proyección del con
junto
de
nuestr09 vidas
individuales.
O Dios es el Señor, o no lo es •.
Y puesto que -lo
creemos y lo sabemos-lo es, no hay raz6n hú
mana ninguna
que
justifique-
__ -ef desprecio de su voluntad en las leyes
que arbitran el
funcionamieto de la Ciudad.
No
.hay raz6n humana ningulla que justifique ese desprecio hacia
la
,voluntad del Señor -que,
nos guste
o no, se
,ha convertido,
tras
lin
Fundaci\363n Speiro