Índice de contenidos

Número 227-228

Serie XXIII

Volver
  • Índice

Giuseppe Sermonti: El crepúsculo del cientifismo

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
bien ajeno, como en su defensa de la desigualdad y su rechazo
de la ideología igualitaria. El
autor sefiala que

una pasi6n tan cerebral ha sobrevivido
casi intacta

a las admoniciones morales, mientras que comenza­
ría a tambalearse con la crítica conceptual (pág. 105). Mucho
nos tememos que pasarán los siglos
y no habrá desaparecido una
lacra
ta11 universal.
EsTANISLAO CANTERO.
Giuseppe Sermonti: EL CREPUSCULO DEL
CIENTIFISMO
(*).
José Sermonti, bi6logo dedicado a la Genética, autor de nu­
merosas obras dentro de su especialidad, ofrece en este libro una
colecci6n
de artículos revisados para que tengan cierta unidad.
La obra, escrita
de forma amena y accesible, expone las críticas
que, para un cultivador
de ciencias experimentales, merece el
desarrollo que éstas han tenido durante los últimos siglos. Dado su carácter de recopilaci6n, no puede extrañarnos que este libro
ofrezca cierto aspecto de desorganizaci6n;
· lo cual exige al lec­
tor un esfuerzo de síntesis para ordenar un cúmulo de observa'
clones,
llamativas por la agudeza desde el primer momento de
su lectura. De
ahí que la primera tarea que me propongo, al
presentar esta obra, sea resumir las
doctrinas que
me parecen
más importantes. Estas, a
mi juicio, apuntan a dos asuntos prin­
cipales: la interpretaci6n del desenvolvimiento moderno de las
ciencias experimentales
y la exposici6n de los errores y males
que
tal desarrollo ha producido.
En su investigaci6n de la historia de
la ciencia no pretende
Sermonti hallar, a
la manera de Kuhn, las leyes que rigen el
desarrollo de cualquier ciencia. Su interpretaci6n se refiere a los
hechos
hist6ticos tal

como se han dado, no tal como necesaria­
mente se producen.
De esta manera queda abierta la posibilidad
de criticar un proceso que
podía haber
sido
de otra manera.
La ciencia experimental estuvo primero íntimamente ligada
a las necesidades más vitales del hombre
y tenía la humilde pre-­
tensi6n de subvenir a ellas de la mejor manera posible. Así na­
cieron, por ejemplo, las vacunas que acabaron con el terrible
azote de las epidemias.
(*) Crítica de la Ciencia PUt'a y de sus Impurezas, trad. de Graciela
;Francini, OIKOS, Bqenos Aires, 1983.
1098
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBUOGRAFICA
Pero las exigencias del método experimental dieron lugar,
con el tiempo, a una separación de las ciencias respecto de las
necesidades vitales.
De esta manera nació la pretendida diferen­
ciación entre ciencia pura
y ciencia aplicada. El método experi­
mental
exige que sólo se consideren aquellas realidades que «pue­
den definirse rigurosamente y repetirse fielmente». Por eso, la
ciencia se desentiende de las cosas que rodean al hombre para
dirigir su interés a parcelas de objetos, ajenos a la vida cotidia­
na, que cumplen las citadas condiciones. «El naturalista del
si­
glo XVIII es un estudioso de todas las plantas y animales que
pueden encontrarse sobre la
faz de la tierra. El advenimiento de
la biología experimental propone la primera selección de mate­
riales

de trabajo: el embrión de la rana, el aparato digestivo del
perro o del gato, el conejillo
de indias, las arvejas. El éxito de
la
biología está ligado a la elección del material adecuado». Por
este camino se llega a
la genética y a la biología molecular.
Este
desenvolvimiento, a juicio de Sermonti, no es enten­
dido por los científicos como los primeros pasos de un
saber
que podría extenderse

a toda la realidad, en cada caso conforme
al método adecuado. Al contrario, el científico recorta la realidad,
dejando decididamente
de lado cuanto no se somete al método
experimental.

A este menguamiento ha contribuido grandemente
la ideología nacida de los éxitos del método experimental: el
cientificismo. El desprecio que siente el
cientl.fico por
cuanto
cae fuera de lo experimentable,
azuzado por

el deseo de poder
que anida en
el fondo de la ciencia moderna, se convierte con
el cientificismo en definitiva amputación de las realidades
pró­
ximas

al hombre común. «Si la
biología moderna
no se adapta
al mundo tradicional del hombre, a sus eternas preguntas, ¡que
sea el hombre el que se adapte a la
biología, simplificando

su
mundo
y esquematizándose él mismo!». La ciencia que nació
para sierva del hombre se convierte en su despótica ama. Y la
filosofía, en vez de dirigir sabiamente los
esfuerzos de

la ciencia
experimental, la toma como modelo exclusivo de saber y justi­
fica su parcialidad. Así el empitismo lógico echa en el
cubo de los
«pseudoproblemas» todas las cuestiones que no pueden
re­solverse

científicamente.
·
El

ingrediente último del cientificismo es la doctrina del
progreso, que le da su fuerza
y poderosísimo atractivo. La idea
de un progreso lineal y necesario halla su justificación sólo en
la ciencia, donde se da un criterio preciso de superioridad
. que
es

interno a la
propia ciencia.
Este criterio es la capacidad que
unas teorías tienen de englobar

( explicar
y corregir) teorías pre-
1099
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBUOGRAFICA
cedentes. Verbigracia, la dinámica de Newton constituye un pro­
greso respecto de las teorías de Kepler y Galileo.
Como es patente, toda esta concepción de Sermonti sobre
el desarrollo
de la ciencia en los últimos siglos no carece de ma­
tices críticos. Pero los reparos de nuestro autor se hacen mu­
cho más explícitos a lo largo de la obra que nos ocupa. Sólo
citaré los dos puntos de esta crítica que a mi entender son más
interesantes.
Según el primero de ellos, la pretendida ciencia pura -la
ciencia que sólo se ocupa de los objetos sometidos a las
exigen­
cias estrictas del laboratorio-- al derramarse sob~ el mundo y
al pretender substituirlo lleva a cabo una transferencia ilegítima.
Lo que en el laboratorio se muestra beneficioso, una vez emplea­
do indiscriminadamente fuera de él puede provocar efectos de­ sastrosos en ámbitos insospechados o en momentos lejanos. Pero,
con no ser pequeño, no es este el mayor daño que produce la
transferencia, pues tales consecuencias pueden luego corregirse
por gracia de otros medios técnicos.
Lo peor es la transferencia
del espíritu científico con su
afán de dominio: «La difusión con­
ceptual de la ciencia secunda un proceso de transferencia
del
pensamiento del hombre ( ... ) de las categorías morales a las ca­
tegorías científicas, es decir, de categorías que implican cuestio­
nes
de conciencia a categorías de pura comprobación. Del bien
al bienestar,
del mal a la enferrnedad, de la verdad a la proba­
bilidad. Un proceso de falta de responsabilidad». El segundo aspecto
de mayor interés en la crítica de Ser­
monti es
el que se refiere a la idea de progreso. La ciencia ex­
primental, confinada en las cuatro paredes de su laboratorio,
define desde su propia forrna de ampliación
el progreso en ab­
soluto. Esto da lugar a la chocante situación que con
gran agude­
za

destaca Sermonti: la finalidad de la técnica -de la ciencia
aplicada- es lo que la técnica permite hacer, no lo que le pe­
dimos que haga. Así se entiende que es un progreso mandar
cohetes a la luna, cosa que si se hace es porque sabemos cómo
hacerla, no porque sea una necesidad del hombre. El progreso,
por esta regla de tres, es lo que la ciencia alcanza: no hay para
la ciencia finalidad alguna ajena a los criterios de la ciencia mis­
ma, pues la realidad toda es aquello de lo que la ciencia expe­ rimental trata. El progreso es, por consigniente, irreversible, pero
como indica muy profundamente nuestro autor,
«el progreso

pier­
de sentido cuando cesa la posibilidad de ·regreso».
Indiscutiblemente, las observaciones que contiene esta obra
son de enorme interés, sobre todo por la proximidad que su
1100
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
autor, un científico experimental, tiene respecto de la materia que trata.
Pero Sermonti no es un filósofo, cuando menos
I en el sentido
académico que hoy tiene esta palabra. La especialización es uno
de los males que los progresos científicos
han acarreado. Y nues­
tro autor no escapa a
él, a pesar de los notables esfuerzos que
hace por elevarse sobre los intereses propios de
la biología o de
las ciencias experimentales. Cegado por
la idea de ciencia experimental no llega a con°
cebir
más ciencia que el saber práctico y sólo se lamenta de que
quiera convertirse en saber puramente teórico. «Una ciencia ab­ solutamente
pura» (es

decir, sin verificaciones en la prácrica),
«no puede concebirse» ( cap. 3, pág. 63 ). No se
da cuenta nues­
tro autor que hay ciencias puramente teóricas que versan sobre
lo que no puede ser de otra manera y que nunca pueden cons­
tatarse por medio de
experimentos. Sólo
aquello donde
la inter­
vención del hombre es posible, aquello que puede ser
de otra
manera, como diría Aristóteles, es objeto de las ciencias
prácticas.
Por

esta razón deja Sermonti en la completa obscuridad qué
viene a ser destruido por la ciencia práctica
cuando se

convierte
en ideología científicista. Es verdad que en ocasiones habla nues­
tro autor de la religión o de la metafísica, pero lo hace
como
de

pasada y sin explicaciones.
La pérdida que lamenta nuestro
autor con insistencia es el mundo de las pequeñas cosas, el amor
a lo que nos rodea, el mundo de la poesía y de la belleza natu­
ral. Lamenta también la desaparición de una brumosa moral hu­ manitaria que dirija las acciones del científico en beneficio de
lo humano. Si sólo cabe oponer · al cientificismo tales razones;
pocas esperanzas de derrotar su espíritu
nos queda.u.
Esto

no impide que las
críticas de
Sermonti sean muy cer­
teras y que puedan adoptarse desde una perspectiva más sustan­
ciosa que
las que se translucen en la . obra que comentamos.
Jos:É MIGUEL GAMBRA.
Pwo de la Mirándol.a: DE LA DIGNIDAD HUMANA (*).
Desde hace 25 siglos en que la filosofía griega descubrió,
con
Sócrates, la realidad del

hombre; desde hace veinte en que
(*) Introducción, traducción y notas _de L. Martfnez Gómez1 ,Editora
Nacional, Biblioteca de la Literatura y el Pensamiento Universales, Ma­drid., 1984, 188 p,!gs.
1101
Fundaci\363n Speiro