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Número 227-228

Serie XXIII

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Maimónides: Guía de perplejos

INFORMACION BIBUOGRAFICA
Maimónúles: GUIA DE PERPLEJOS (*).
Entre los' numerosos y egregios personajes judíos que fueron
ornamento y factores valiosos en
las Cortes musulmanas de la
Edad Media, tanto en España como en otras naciones, ninguno segutamente
alcanz6 la

excelsa categoría, en el orden intelectual
-no ya

en el político propiamente dicho-,
de Mosé ben Mai­
món, «Maimónides», «el sefardí», como él se firmaba, nacido
en Córdoba en
1135 y muerto en El Cairo en 1204. Su imagen
aparece aureolada por brillantes títulos, que le confieren inne­
gable rango en la Historia del Judaísmo y
de los saberes huma­
nos. Su fama, a lo largo
de ocho siglos, no ha tenido eclipse y
su nombre siempre está de actualidad. Con estas elogiosas palabras
-pocas más expresivas podrían
pronunciarse en tan limitado espacio-- empieza el largo Proe­
mio del traductor de esta obra que presentamos, «la más famosa
de las obras del
eminente polígrafo

que
marca el cénit del pen­
samiento filosófico medieval
y recoge y enriquece las más pu­
ras esencias
y logros de la meritísima escuela exegética hebraico­
española
en varias de sus más espléndidas ramas» (pág. 41). Ya
en su Manual de Historia de la Literatura Hebrea y en El Le­
gado del Judaismo Español, el profesor Gonzalo Maesa, gran
conocedor
y asiduo estudioso e investigador de la filosofía y la
literatura hebreas y concreetamente maimonidiana, dedica los más
e=miásticos elogios
a
la personalidad y obra de Maimó­
nides. Como rasgo primordial, dentro de la universalidad de esta gran figura,
«cabe destacar

su sefardismo: él es,
. ante
todo,
una gloria hispana, por múltiples razones». Nace en Córdoba
y allí recibió su primera educación en matemáticas, astronomía,
medicina y filosofía, mostrando ya su preclara inteligencia en
todas las ramas filosóficas, literarias
y científicas que a la sazón
integraban la cultura arábigo-musulmana y judaica. Y cuando la
persecución de los almohades le obligó a
huir, tras

varias vici­
situdes, se estableció en Egipto, abriendo escuela de filosofía
en Fustat (El Cairo ), donde escribió la mayor parte de sus libros·.
Pero, como prueba
de su

españolismo, siempre tuvo a gala lla­
marse «el sefardl» y continuó toda su
vida en contacto con es­
tudiosos judíos hispánicos, Entre las obras notables de Maimónides destaca la Gula de
perple¡os, de desorientados o de extraviados (1190), compuesta,
(*) Edición prepar?da por David _Gonzalo _Maeso, Editora Nacional,
Clásicos para una Biblioteca Contemporánea, Madrid, 1984, 575 págs.
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quizá, para sostener la fe de las judías perseguidos por el fa­
natismo de los almohades y para los que hallaban dificultades
en conllevar el judaísmo con la filosofía. En
esta obra
se ex­
pone un sistema filosófico-teológico completo, en estilo conciso, claro y vigoroso. Fue
escrita en

árabe y traducida al hebreo con
,el título Moréh Nehuhim, aprobado por el mismo Maimónides .
Esta obra, «obra maestra, monumento imperecedero de la épo­
ca, que sólo admite parangón con la
Suma Teológica y la Divina
Comedia,
cada una en su orden» ( Gonzalo Maeso, Proemio, pá­
gina 13) ejerció gran influencia en la escolástica medieval. Viene
a ser
-dice el· historiador

de la filosofía, P. Guillermo
Frail~
una

especie de
Suma Teológica del judaísmo.
Maimónidos es, ante todo, un judío creyente, conforme a
la
· tradición del rabbanismo. Considera la Biblia como expresión de
la verdad
divina. Pero
esto
no. le
impide dar amplia acogida a
la filosofía. Su fondo filosófico es un esquema neoplatonizante,
al estilo de Avicena, pero hace
entrar elementos
aristotélicos al
modo de Averroes, tratando de
armonizarlos con

la Biblia por
medio del método alegórico. Maimónides, no obstante ser llama­ do por
Menéndez Pelayo

«el Aristóteles judío de los tiempos
medios», tiene más de avicenista y neoplatónico que de aristoté­
lico y averroísta. Utiliza
la filosofía para explicar el sentido bí­
blico, y
recurre ampliamente
al método alegórico. Su objeto es
guiar a los que se extravían en el significado de algunos pasajes
excesivamente antropomórficos. La Biblia
-dice Maimónides--­
tiene

dos sentidos: uno literal
y aparente, y otro más profundo,
oculto
y espiritual. Las contradicciones y dificultades se resuel­
ven cuando se logra penetrar
,el segundo.
La Guia de
perp/e¡os, «una

de las obras del espíritu humano
y una de las más famosas
de la Historia de exégesis escritutaria»,
es ciertamente una obra maestra
y enciclopédica en la que se re­
fleja no sólo la
Escriturística y la Filosofía, sino la Religión,
Teología, Derecho judaico, Ciencias, Medicina, etc., que hacen
de ella una obra genial que rompe
lo, moldes

,rutinarios, consti­
tuyendo un género aparte por su originalidad, como por su
varia­
do

contenido. El fondo ideológico de esta
Suma teológico-filosó­
fico-escrituraria del judaísmo, con innumerables derivaciones ha­
cia otros sectores culturales y
religiosas, es

inexhausto y marca
el punto culminante en el desarrollo de la Filosofía judaica. Sus
fuentes, numerosas y variadas, son concretadas por Gonzalo
Mae- ·
so

a estas siete:
l.') Sagrada Escritura; 2.') Literatura rabínica;
3.') Filosofía

aristotélica;
4.') Filosofía
musulmana;
5.') Litera­
tura

hispano-judía; 6.') Ciencias (a nivel de su época), y
7.')
La escuela

de la vida.
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La obra que presentamos está integrada por tres partes, pre-­
cedidas
cada una
de sendas introducciones. Consta, la primera
parte,

de
la introducción-carta, dedicatoria en la que se expone la
finalidad de la obra, diferentes categorías mentales sobre los
misterios divinos, razón de las alegorías en
las que éstoo se ban ·
presentado, recomendaciones y observación sobre causas y ori­
gen de contradicciones en determinadas obras. Siguen 76 capí­
tulos. La segunda. parte contiene introducción y 48 capítulos. Y
comprende la tercera parte la introducción y
54 capítulos.

Nos
fijamos, principalmente, en algunos de los capítulos de la pri­
mera parte y de
la última.
En Teología, Maimónides afuma vigorosamente la absoluta
trascendencia de Dios,
situado en alturas inaccesibles a la inteli­
gencia humana. Es preciso entonces demostrar su existencia, ya que
«la ciencia de Dios no se consigue por experilencia directa
ni
por visión intuitiva, sino por demostración del universo». Para
ello utiliza Maimónides las conocidas pruebas
de Aristóteles: la
necesidad de un
primer motor;

por
la causalidad; la distinción
entre lo potencial y lo actual; y por la elevación de lo contingen­
te a lo necesario. Excluye toda clase de antropomorfismo de su
concepto de la esencia divina. Dios es uno, simplicísimo, inteli­
gencia siempre en acto. En Dios se identifican
la esencia y la
existencia, mientras que en las criaturas se distinguen. «La exis­
tencia
es un acidente que sobreviene y es accesoria a la quiddidad
de lo que existe; su exigencia es algo añadido a su quidaidad.
Pero Dios es la existencia necesaria (no tiene causa), su existen­
cia es su verdadera esencia, su esencia es su existencia, y no es
una esencia a la que haya acaecido existir como algo accesorio.
Dios exist!e, pero no por la existencia; vive, pero no por la vida;
puede, pero no por el poder; sabe, pero no por el saber, antes
bien el Todo ,se reduce a una sola idea en la que no hay multi­
plicidad» (primera parte, c
.. 50

y sigs.). En el necesario (Dios),
ser y existir es
la mi,sri:ta cosa; en el contingente, el existir sobre­
vive extrínsecamente a su esencia posible.
Define Maimónides la creación del mundo por Dios, pero li­
mita su providencia al hombre. La acción de Dios
sobre el

mun­
do se transmite por
una serie

escalonada de
fas inteligencias,

de
las que provienen todos los bienes y todas las influencias. En
la tierra, los cuatro elementos: agua, aire,
tierra y

fuego, cons­
tituyen
la materia de todos los· cuerpos.
El hombre es, para Maimónides, un microcosmos, compuesto
de materia (cuerpo) y de fon:i:la (alma). Todos los males proviC,:
nen de la primera, y todos los bienes de
la segunda. El bjeto
más alto

que puede
proponerse la

vida del hombre
~ el conoci-
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miento humano. El. hombre debe prepararse para recibir la ac­
ción del Entendimiento, agente en el
entendimiento posible, eli­
minando los obstáculos de las pasiones, afectos, imaginación y
buscando la soledad para practicar la meditación. Por este es­
fuerzo de elevación intelectual recibirá
la iluminación del En­
tendimiento agente. A
la unión oon él se llega en grado imper­
fecto por
la filosofía; en otro grado superior, por el éxtasis, y
de modo definitivo después de la muerte, en que la unión con
el Entendimiento agente constituirá la
felicidad perfecta y la
inmortalidad del hombre. En esto consiste la verdadera perfección humana en la que
termina la escala ascendente de las cuatro perfecciones que, según
Maimónides, se
dan en el hombre. La primera, que «es la de
menos valor, es la perfección en hecho de la posesión» ( com­ prende los bienes de que el hombre es dueño); es una perfec­ción que en nada se liga con la persona, ni supone
perfección
alguna
en

su esencia. La segunda clase se relaciona más que la
anterior con la esencia de la persona: «es
la perfección y com­
plexión del cuerpo»; y tampoco este tipo de perfección puede adoptarse como objetivo final, pues es una perfección que el
hombre no posee como tal, sino como
animal y la tiene en co­
mún con éstos, sin ofrecer ventaja
alguna para

el
alma. La ter­
cera clase representa, más que la segunda, una perfección de la
esencia del hombre, «se refiere a las cualidades morales»; pero
no es
más que

una preparación para otra perfección, ni de suyo
supone una finalidad sino únicamente se refiere a las relaciones
de los hombres entre. sí. La cuarta clase «constituye la verda­ dera perfección humana: consiste en la adqnisición de
las virtu­
des

intelectuales, es decir, en concebir especies inteligibles que
pueden proporcionar ideas sanas sobre las cuestiones metafísicas.
En eso estriba el fin último del hombre, que confiere al ser hu­
mano una auténtica perfección; le pertenece a
él solo; por ella
alcanza la inmortalidad,
y por ella el hombre es realmente hom­
bre» ( Guia de perplejos, III parte, cap.
54 ).
Con

esto
-terminamos nosotros-tenemoo en
Maimónides
el mismo doble proceso neoplatónico, de procesión y retomo de
las cosas a sus principios, y un misticismo de carácter intelectual,
que, unos años después, veremos cristinianizado en
el Itinerarium
mentis
in

Deum
de San Buenaventura, y dos ,siglos más tardé en
la Oratio

de hominis dignitate de Pico de
la Mirándola, en cu­
yas obras ambos autores
subrayan ese

proceso ascedente especu­
lativo-pdctico del

hombre hacia fines superibres.
EMILIO SERRANO VILLAFAW!.
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