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Número 227-228

Serie XXIII

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Pico de la Mirándola: De la dignidad humana

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
autor, un científico experimental, tiene respecto de la materia que trata. Pero Sermonti no es un filósofo, cuando menos
, en

el sentido
académico que hoy tiene esta palabra. La
especialización es

uno
de los males que los progresos científicos han acarreado. Y nues­
tro autor no escapa a
él, a pesar de los notables esfuerzos que
hace por elevarse sobre los intereses propios
de la biología o de
las ciencias experimentales. Cegado por la idea de ciencia experimental no llega a con°
cebir
más ciencia que el saber práctico

y sólo se lamenta
de que
quiera convertirse en saber puramente teórico, «Una ciencia ab­
solutamente pura» (es decir, sin verificaciones en la práctica),
«no puede concebirse» ( cap. 3,
pág. 63 ). No

se da cuenta
nues­
tro

autor que hay ciencias puramente teóricas que versan sobre
lo que no puede ser de otra manera y que nunca pueden
cons­
tatarse

por medio de experimentos. Sólo aquello donde la
ínter'
vención

del hombre es posible, aquello que puede ser
de otra
manera, como diría Aristóteles, es objeto de las ciencias prácticas. Por esta razón deja Sermonti en la completa obscuridad qué
viene a ser destruido por la ciencia práctica cuando se convierte
en ideología cientificista. Es verdad que en ocasiones habla nues­
tro autor de la
religión o

de la metafísica, pero lo hace como
de pasada y sin explicaciones.
La pérdida que lamenta nuestro
autor con

insistencia es el mundo de
las pequeñas
cosas,
el amor
a

lo que nos rodea, el mundo de la poesía y de la belleza natu­
ral. Lamenta también la desaparición de una brumosa moral hu­ manitaria que dirija las acciones del científico en
beneficio de
lo

humano. Si sólo cabe oponer al cientificismo tales razones;
pocas esperanzas de derrotar su espíritu nos quedan. Esto no impide que las críticas de Sermonti sean muy cer­
teras y que puedan adoptarse desde una perspectiva más sustan­
ciosa que las que se translucen eo la obra que comentamos;
JOSÉ MIGUEL GAMBRA.
Pwo de la Mirándola: DE LA DIGNIDAD HUMANA (*).
Desde hace 25 siglos en que la filosofía griega descubrió,
con Sócrates, la realidad del hombre; desde hace veinte en que
(*) Introducción, traducci6n y notas _de L. Martínez Gómez, _Editora
Nacional, _Biblioteca de
la Literatura y el Pensamiehto Universales, Ma· drid,
1984, 188 págs. .
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el · Cristianismo . añadiera el concepto de libertad; que el Rena­
cimiento
proclamara su

autonomía, y luego el individualismo y
racionalismo sentaran e] principio de la autarquía, el tema del
hombre
ha sido el tema por antonomasia de la Filosofía. Y se
ha dicho también, con razón, que estudiar , la personalidad hu­
mana equivale a estudiar toda
la Historia Universal. La Histo­
ria --dice Dilthey- es
la ontología del hombre.
Ciertamente, ninguna

doctrina, desde el antropologismo de
Protágoras hasta el personalismo y existencialismo humanista
de nuestros días, ha ejercido
tan profunda y directa influencia en
todos los
campos del

saber y el ámbito jurídico, político y so­
cial como la concepción que se haya tenido del hombre. Dice muy bien un ilustre pensador de nuestros días que basta que
un error se produzca en
el punto de partida en la concepción
del hombre y
. de la vida, en la escala de valores, para que al
punto de llegada se derrumbe toda una civilización. Una
erró­
nea

concepción del hombre en
la vida política y social conduce
inevitablemente a errores mortales y revoluciones sangrientas. Por eso, cuando en nuestros días tantas y tantas cosas, hábil­
mente manipuladas, están haciendo
retroceder peligrosa

y ver­
tiginosamente al hombre a
la zoología, recobra actualidad el
libro
Oratio ,de hom'inis dignitate, a punto de cumplirse los cinco
siglos de su publicación original, y que ahora felizmente Editora
Nacional hace aparecer en edición espafíola. Su autor, ,Pico de la
Mirándola, Príncipe de la Concordia, es uno de los· hombres más
brillantes del Renacimiento. De una formación humanística tan
vasta que abarca todos los
.saberes de

su riempo: filosofía y teo­
logía, ciencias,

lenguas y derecho canónico, no obstante su muer­
te prematura, antes de cumplir los 32 años, redactó sus famosas
Conclusiones, que eran 900 proposiciones o tesis sobre las más
variadas fuentes conocida., del saber humano, de omni re scibile,
sobre las que invita a los sabios de su tiempo a tratar en una
Disputa pública en defensa o impugnación, en exposición de
opiniones serias y elaboradas, de un conjunto armónico de ver­
dades confluyentes en apoyo o confirmación de la verdad cris­ tiana.
Diríamos que,

haciendo honor a su titulo nobiliario, Pico
de la Mirándola
se proponía

una «concordia» armónica de
la
religión y la filosofía, del platonismo y el aristotelismo, el esco­
,tismo y
el tomismo, el judaísmo y J¡¡ ,ábala, todo ello dentro
del dogma cristiano. que avalaba con su profesión de fe de
la
que nunca quiso apartarse y a la que sirvió fervientemente en
sus últimds añÓs bajo
la influencia de Savonarola.
Como discurso preliminar a la
Disputa, y desgajado de las
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Conclusiones, aparece la Otatio (discurso) de homims dignitate,
publicado dos años después de su muerte por un sobrino y bió­
grafo suyo.
El hombre es, para Pico de la Mirándola,
la última creatura
salida
de la mano de Dios. No pertenece por completo a nin­
guna de las tres regiones del ser del esquema platónico: supra­
.celeste, celeste y terrestre, sino que se encuentra en medio de
la terrestre
y la celeste; es una obra maestra de Dios de quien el
mismo Artífice Supremo dice: «Ni celeste ni terrestre te hicimos, ni mortal ni inmortal, para que tú mismo, más a tu gusto
y
honra, te forjes la forma que prefieras para ti; podrás degene­
rar a
lo inferior con los brutos; podrás realzarte a las cosas di­
vinas, por
tu misma decisión».
En esto consiste la dignidad humana: en estar dotado el
hombre de la
libertad por

la
cual puede elegir su destino y ser
( «suipsius plastor et fictor» ). Su fin es el retorno a la región
,supraceleste donde reside el Uno-Dios. Para ello es preciso des­ prenderse de las cosas terrenas y elevarse a través de las esferas celestes, utilizando como medios el ascetismo,
la visión interior
y la filosofía (la Dialéctica, que purifica; la Metafísica, que ilu­
mina,
y la Teología, que alcanza la plena luz meridiana).
Lo verdaderamente maravilloso, único y exclusivo del hombre,
«capaz de suscitar
la admiración y envidia de todos los demás
seres, es la posibilidad que se le
ha dado para hacerse a sí mis­
mo». No una libertad para hacer esto o lo otro, sino, más ra­
dicalmente, para ser o para hacerse.
Pero esta libertad, así entendida por Pico de la Mirándola,
· no

es una libertad sin límites, sin referencia alguna a algo fue­
ra de sí misma; no es una elección cualquiera, al margen o
irre­
levante para una valoración ética. Este es -señalamos nosotro&­
el grande y grave error de tantos entusiastas e improvisados
defensores de la libertad ante todo
y a toda costa, el creer que
· la

libertad, en sus múltiples manifestaciones, es absoluta e
ili­
mitada, ignorándo, quienes esto afirman, que ni la libertad ni
ninguno de los derechos humanos es ni puede ser absoluto, siendo
el hombre un ser contingente y limitado. La libertad no
es fin en
. sí

misma, sino un medio que se le da al hombre -«el
mayor
don», dice

Dante- para que pueda elegir. No hay liber­
tad de

«expresión» a toda costa
y contra todo, ya que son mu•
chas

las limitaciones a que está y tiene que estar sujeta
y son
muchos los límites que los derechos de los demás
y de la socie­
dad la imponen.
La libertad dada al hombre no puede dejar a su arbitrio, sin

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implicaciones morales o religiosas, el elegir lo . que se quiere.
El bien ético,
y la perfección moral no quedan anulados por esta
radical libertad del hombre,
y contra ese peligro del abuso de
la libertad ya advierte Pico de la Mir¡índola cuando dice: «No
vayamos a convertir en perniciosa
la saludable opción que nos
otorgó el Supremo Artesano-Dios». La capacidad del hombre
para
elegir por

sí mismo lo
. que

quiere ser en un mundo ili­
;nitado de

posibilidades, está tan
lejos de
la «absoluta libertad»
proclamada por Sartre, el
existencialismo ateo y la Moral de la
Situación de nuestros días, como de la concepción del hombre
«natutalmente bueno»
de Rousseau, que no necesita de ley al­
guna. Por el contrario, la diferenciación moral no deja resquicio
alguno para una realización indigna del hombre, sino
que· la
'.misma posibilidad obra de esúmulo para ser eso bueno y elevado
que se puede ser. Quien pudiendo ser lo
inferior (

aunque con
ello «degenere» y se degrade), resalta el ser y elige lo superior,
demuestra ya lo admirable. y maravilloso de la libertad
y reafirma
su

dignidad, obrando como
tal hombre.
La libertad y dignidad son, pues, los dos grandes conceptos
de la antropología de Pico de la Mirándola: el hombre no tiene más posibilidad de realizar su ser propio que recorrer hacia
arri­
ba la escala de perfección a la que está llamado y destinado por
Dios. Es
el Itinerarium mentís in Deum de San Buenaventura
( con el
cual algún autor hace ver el parecido de esta escala as­
cendente hacia Dios de Pico de
la Mirándola), o la eterna inquie­
tud agustiniana del «Fecisti nos Domine ad Te et inquietum est
cor nostrum donec requiescat
in Te».
En

esto consiste la verdadera dignidad humana: en la afir­
mación de
la libertad ( sin absolutizarla ni convertirla en fin y
fundamento único de la dignidad); y en la afirmación de ·origen divino
y fin trascendente del hombre, que es lo que verdadera­
mente constituye el fundamento último de la dignidad. La pri­
mera 4e estas dos afirmaciones es la invocada, como única y ex­
clusiva, por la dignidad laica y vacía, tan aireada en las «Decla­
raciones» de Derechos
y las Constituciones políticas modernas.
La segunda
afirmación, tras la primera, es la propugnada por la
ética y la teología tradicionales y cristianas, profesadas por Pico
de la Mirándola, y bien subrayada
y delimitada en nuestros días
por la encíclica
Pacem in terris.
EMILIO SERRANO VILLAFAÑE.
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