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Número 241-242

Serie XXV

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En el octavo aniversario del profesor Elías de Tejada

EN EL vm ANIVERSARIO DEL PROFESOR
FRANCISCO ELIAS DE TEJADA
POR
MIGUEL AYUSO
Que existe una poderosa, a la par que exigente censura inte­
lectual, ejercida inmisericordemente
por la intelligentzia izquier­
dista, es
rugo que

casos como el del profesor Elías de Tejada ha­
cen patente sin dejar sombra a
la duda o resquicio a la discusi6n.
Cuando hay quienes figuran en el elenco de
la cultura ----eomo
ha

escrito Fernández de
la Mora-« bajo su simple p,uabra de
honor
o gracias a la campaña de imagen de una sociedad de bom­
bos mutuos», el olvido en que yace
para los españoles la obra
consistente del que fue querido amigo de esta casa de
Verbo, es
sólo
~licable por

el funcionamiento implacable de tan celosa
inquisición. En su plenitud se nos fue el maestro lúcido
---il cuyo lado .se
desvanecían

las dificultades-, el políglota asombroso, el lector
excepcional,
'el viajero

infatigable. Cuando trabajaba en la que
habría de

ser su
opus magnum, el Tratado de Fílasofia del De­
recho,
proyectado para doce tomos y del que dejó dos que ape­
nas

desbrozan los prenotandos.
·
¡Quién

sabe lo que hubiera podido
esperarse de
su capaci­
dad, tan bien dotada, unida a su intensa actividad! En
cualqnier
caso,

el solo inventario de la obra que nos dej6 es suficiente para
reflejar la envergadura de su quehacer y para dar cuenta de su
puesto en
la ciencia hispana.
Por eso, la Bibliografla (*) que ha elaborado Consuelo Ca­
ball~,
bajo

la dirección del profesor Paolo G. Caucci
-- {') Universidad de Perngia, Pemgia, 1984, 112 p,lgs.
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MIGUEL AYUSO
Universidad de Perugia-, y con la colaboración preciosa de Ga­
briella Percopo, presenta una doble significación. Por un lado, re­
cordar la dimensión de los
saberes del

ilustre amigo fallecido.
Por ~l otro, servir de presupuesto, inexcusable, para futuros es­
tudios sobre Elías de Tejada y para la reedición de sus mono­
grafías menos asequibles.
La obra se organiza en veintisiete secciones y recoge tres­
cientos setenta y cuatro estudios, de diversa extensión, catalo­
gados o simplemente señalados, permitiendo así una visión de
conjunto muy apreciable del erudito extremeño.
Ajeno a lo que se ha llamado la «barbarie del especialista»,
no se limitó a cultivar una parcela limitada y concreta del saber.
Por el contrario, reunió en sí muchas de las ramas del árbol de
la ciencia. De manera que una continuación de su obra enciclopé­
dica requeriría la asociación de una pléyade de especialistas, dis­
puestos a aplicarse con rigor. Pues desde la filosofía jurídica a la teoría del Estado o a la historia de las ideas, fue desgranando sus
variadas lecturas con sus cumplidas síntesis.
Como filósofo del Derecho fue iusnaturalista de la escuela de
Santo Tomás de Aquino, según la tradición de los juristas
teólo­
gos

hispánicos. Veía en el derecho natural el resultado «de la
conjugación del poderío divino del Creador con la llbertad de las
criaturas racionales en la tensión dramática de un destino tras­
cendente».
Como cultivador de la ciencia política se adscribió al tradi­
cionalismo, propugnando la unidad católica y la monarquía tradi­
cional. Presidente del Centro de
Estudios «General

Zumalacá­
rregui», desarrolló una labor benemérita en la difusión del idea­
rio carlista.
Y como historiador de las ideas avistó las doctrinas políticas
inglesas, alemanas, griegas, e~candinavas, rumanas, rusas, árabes,
africanas o del lejano oriente. Pero sobre todo, y fiel a su con­
cepción de
las Españas
-plurales y armónicas a la vez--, ins­
crita en el federalismo tradicional, estudió con pasión el pensa­
miento político castellano, la cultura catalana, la historia de Eus­
kalerría, la tradición gallega, su
patria extremeña; la

evolución
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XVIII ANIVERSARIO DEL PROFESOR ELIA,S DE TEJADA
de las ideas portuguesas, las España, americaruis, itálicas y fran­
cesas ...
Lo que está pendiente ~ para lo que puede ser muy útil
la Bib/iogra/ia que nos viene de Italia para vergüenza nuestra­
es su valoración dentro del pensamiento español. En espera de
ulteriores desarrollos, quiero adelantar un apunte que encuen­
tra, además, su ~aíz en algunos de sus escritos.
En efecto, pol~ando con Calvo Serer (en 1954) -am. el
Calvo Serer de Arbor y la Biblioteca del Pensamiento Actual-,
y dirigiéndose a Vicente Marrero ( en 1961) con motivo de la
aparición de La guerra española
y el trust de cerebros, vino a
perfilar las relaciones entre cultura, política y cultura política o
política cultural. Por encima de ciertos juicios que pudieran re­sultar excesivos, explicables por causa del origen polémico de
los
escritos,

hay un agudo discernimiento de lo que
significa la tra­
dición española.
El

texto de 1954 es de una importancia excepcional. Se tra­
ta del primer
capítulo (

«El menéndezpelayismo político») de
La
Monarquía tradicional,, donde, tras afumar la valía permanente
de la
lección del
polígrafo montañés, pone en tela
de juicio su
estrella política. Menéndez Pelayo -viene a decir- redescubrió
la olvidada tradición cultural española, pero no tuvo tiempo de ahondar en nuestra tradición política. Y al confundir el carlis­
mo con un simple absolutismo dieciochesco, ni siquiera supo quié­
nes enarbolaban sus estandartes: «Ignorando por la
vía del

es­
tudio la tradición política nuestra y alejado de
los · portaestan­
dartes

de ella, la actitud de don Marcelino fue profundísimamen­
te eficaz en lo cultural, documentada cual ninguna y creadora de
un universo de verdades sacado titánicamente de las garras del
olvido; pero en lo político qued6 en intuición, en mera intui­
ción» (págs.

24-25).
Son las limitaciones de una obra gigantesca las que Elías de
Tejada pone de relieve en unas páginas muy sugestivas. Y escri­
tas con la intención confesada no de destriur sino de apuntalar,
de depurar los contornos de las intenciones: «Zapando sin cesar
para aventar osamentas culturales, no tuvo tiempo para desente~
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MIGUEL AYUSO
rrar normas políticas; lo único que hizo fue decirnos, eso sí, la
manera en que habremos
de proceder para desenterrarlas» (pá­
gina 21).
Creo que ese fue el camino que emprendi6 Francisco Elías
de

Tejada,
catedrático que
fue de Filosofía del Derecho, sabio
entre
los sabios y piadoso conocedor de los libros que engendr6
la cristiana sabiduría española: rehacer «la historia de la tradi­
ción política

española empleando los mismos criterios que don
Marcelino emple6 para rehacer las ideas estéticas o los orígenes de la novela entre nosotros»
(pág. 27).
Paco
Elias fue

el Menéndez Pelayo de la historia política.
Con
su mente de superman ~así le veía el profesor Sciacca­
hizo realidad lo

que un día
planteó en
hipótesis.
La mejor com­
probación se halla en la
Bibliografia que saludamos hoy desde
Verbo en el octavo aniversario del fallecimiento del maestro y
del amigo.
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