Índice de contenidos
Número 241-242
Serie XXV
- Textos Pontificios
- Aniversarios
-
Estudios
-
La metafísica del ser y la noción de Creación en el pensamiento de Sciacca
-
El catolicismo americano
-
Las nuevas formas de reproducción humana ante el Derecho Natural
-
«La teología de la revolución» de Karl Marx (II)
-
Contenido ideológico del liberalismo
-
El «correcto canonista». (A propósito de los «Escritos reunidos» de Hans Barion)
-
- Actas
-
Información bibliográfica
-
Jean Dumont: La revolution française ou les prodiges du sacrilège
-
Guillaume Maury: L'Eglise et la subversion. Le C.C.F.D.
-
Santo Tomás de Aquino: Comentario al «Libro del alma»
-
Carlos Alvear Acevedo: Medio milenio de evangelización
-
Giovanni Gozzer: Estado, Educación y Sociedad: el mundo de la «escuela libre»
-
Fernando Mota Martínez: El fracaso del Estado mexicano
-
Autores
1986
Sciacca, metafísica e historia
SCIACCA, METAFISICA E IDSTORIA
POR
PmR PAOLO 0rrONELLO
Queridísimo Señor Presidente, Antoridades, Señoras y Señores:
Mi más cordial agradecimiento ante todo al amigo Juan
Juan V allet de Goytisolo
y a todos los que han consentido tan
calurosamente realizar un proyecto propuesto por la Sociedad de
los Amigos de
Mi
Sciacca, en
la ocasión del décimo
aniversario de su muerte, precisamente en una de las ReuniOnes
que vieron tantos veces a Sciacca activo y participante. Este dé
cimo año, por lo tanto, culmina idealmente en esta sede, y se
concluirá, si Dios quiera, en diciembre en Roma con una jornada
«sciacchiana» en
la sede general de los padres Rosminianos, a
los
cuaÍes Sciac,:;, dio
todo su ser; jornada en
la cual, entre otras
cosas, se presentarán algunas realizaciones efectuadas este año en
el ámbito de la Sociedad de los Amigos de Sciacca, desde el vo
lumen sobre Sciacca de María Adelaide Raschini,
al Primer Pre
mio
Internacional
'sciacca, que
en esta ocasión será otorgado oficial
mente,
. al primer año
del
nuev'? periódi~o Studi
sciacchiani.
La grandeza de Sciacca, hombre y filósofo consiste en haber
combatido hasta
·e1 cumplimiento el · bonum certamen del hom
bre integral, que es después el calvario de la
libertad como
bis-·
toria
( 1
). Su grandeza es
la del hombre libre, que sólo lo es in-
(1)-Escribe Sciacca en sus Lecciones de .f!lpsofia de la historia (Ge
nova, 1979): «la filosofía de la historia separadá_ de_ la metafísica .no ~s.
te• (pág. 42); •la historia es historia de la libertad humana» (pág. 48);
«la condici6n dé la salvaci6n del hómhre es la historia, pero la' salvacl6i:i
del hombre no está en la historia» (pág. 50); «la historia la escribe Dios
peto con la libertad del hombre• (pág. 52).
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Fundaci\363n Speiro
PIER PAOLO OTTONELW
tegralmente cuando ha consumado el martirio de la inteligencia;
no ya en
el sentido que tal expresión más inmediatamente puede
sugerir, es· decir, como un renegar de sí mismo o como una re
nuncia a sí que la inteligencia debería consumar, no sé sobre
cuáles altares, sino más bien al contrario, en
el sentido del tes
timonio mucho más arduo -y, cristianamente, absoluto-- que
la inteligencia por su misma naturaleza está llamada a dar de
su propia integralidad -como también la voluntad-
y, que,
por lo tanto, debe consumar como
lucha sin
tregua, espiritual
mente cruentísima, contra todos sus enemigos, los peores de
los cuales se anidan siempre en su mismo seno, es decir, lucha
contra todas las tentaciones que la hacen reductiva antes que
inclusiva, negativa y negadora antes que creadora, afirmadora,
esto es acto de reconocimiento y de gratitud hacia
el ser crean
te y los seres creados. Sciacca, hombre libre, se
ha generado a sí mismo, y en la
tribuna de
la cultura mundial (la cual es pobre de todas las
mezquindades, cuanto rica
. de
potencialidades preciosas a me
nudo mortificadas, exactamente, pues, como cualquier conjunto
humano)
geperándose a
través del doble martirio de sí y del
mundo, martirio ,por excelencia cristiano del hacerse
hombre
del
desie,to: los desiertos de las dificultades históricas, siempre
«puestos al
día», y los desiertos del mal, cada vez que le ha
gamos o le toleremos en cualquier espacio, dentro
y fuera de
nosotros: dos rostros de un mismo desierto, del cual el
hombre
grande
se aísla, pero no como desierto particular en el univer
sal desierto, sino como oasis de la «celda interior», que no pue
de subsistir sino al límite de toda soledad y dificultad histó
rica, destierro en
la ciudad terrena en el cual engendrarse, de
contrabando, como nueva tierra y nuevo cielo. Y Sciacca, in
cluso después de la muerte, ha seguido sufriendo el martirio del
mundo en la forma más espiritualmente cruenta que pueda su
frir quien, como
él, ha consumido. su entera existencia a través
del magisterio de la
palabra -la
suya una palabra esencial y
rica, fina y penetrante, siempre robusta y constructiva-: el
martirio, es decir, del silencio más displicente o distraído que,
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SCIACCA, METAFISICA E HISTORIA
cierto intencionalmente, ha cerrado su pensamiento: un silencio
roto apenas por un puñado de amigos -alumnos y discípulos
de ayer, hoy y mañana- esparcidos y a la vez unidos en todo
el mundo. Pero sería
estupidez hasta
ultrajosa extrañarse de
tal silencio, o bien perderse en plañideras: tenemos, en cambio,
que alimentarnos también de esta gran amargura y hacerla
fructificar grandemente y, mientras tanto, para comprender más profudamente que, precisamente, ésta es la suerte que la his
toria siempre, inmediatamente, reserva a los que son sus artífi
ces, cuanto más grandes tanto más cruelmente «ajusticiados»
por
ella: es la suerte de los profundos pensadores, o más bien
de los «cavadores» -por usar una expresión de Nietzsche-,
la misma atravesada por el mismo Tomás de Aquino y, por lo
menos, durante un siglo, por el .pensador que Sciacca asumió
como guía suma; Rosmini: polémicas y guerras durante la vida,
silencio
y desconocimiento después de muertos. Pero estos son
los hombres no del tiempo cotidiano
----el efímero de los «divos»
de la cultura, casi siempre tanto más estériles como más ven
didos-, sino del tiempo de los siglos; no, pues, de aquella
historia de la que a Sciacca, con su gran elegancia
espiritual no
le
ha importado un bledo --<0n los milenios me enciendo la
pipa-escribe
Sciacca. También, a través de este noble y si se
quiere sículo despego, trasluce la verdad por la cual la así dicha
cultura oficial se ha sentido ultrajada -la inteligencia es siem
pre el más grave ultraje para
la estupidez..-, es decir, que
Sciacca ha sido
y es el más incómodo «impulsivo» del siglo «testa
calda» (cabeza caliente) y al mismo tiempo el más constructivo
-aquéllos premiados por la «democracia
cultural», de
Sartre
a Maritain, de Russell a Marcuse, y sus incensa~ores, han en
contrado en tal premio su desenmascaramiento--: ha sido y es una
inreligencia integralmente libre: no comprada por ningún poder
porque no estuvo nunca en venta; nunca desanimado, a pesar
de todo; ni nunca en retirada en los frentes más abrasadores
de las guerras de ideás de los
últimos cuarenta
años;
en cam
bio, constructor tan tenaz como volcánico, tan valeroso como
doliente: para él ningún dolor más invencible -sólo templado
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PIER PAOLO OTTONELLO
por ironía y humorismo-- que el de encontrarse frente a la
estupidez hecha muro o, peor, compromiso blando
y escurridi
zo,
¡,ruca construir
la gran podredumbre de Occidente degenera
do como occidentalismo.
El martirio de la inteligencia es el mismo martirio de la
libertad.
En su última obra fundamental, titulada El obscureci
miento
de la inteligencia
(2), la trayectoria del martirio que el
pensamiento integral, el hombre integral, debe atravesar y con
sumar en el mundo moderno, está del todo diseñada. Sciacca
la hace culminar en lo que
él llama
«democracia cultural», mu
chas veces
· presunta
cristiana: «urge abolir· el privilegio del pen
samiento y de la cultura
--escribe Sciacca-
para la realización
de la "democracia cultural". Si tal democracia es insidiada por
algún exaltado,
se le compre o se le aísle, se le desanime con el
silencio o el desprecio, se le abligue a callar»: palabras, como
to
das las suyas, estiladas con la sangre del espíritu. Sciacca ha tra
zado teorético e históricamente el diseño de la trayectoria recorrida
por el Occidente hasta la degradada
y degrandante «democracia
cultural»: una trayectoria de autodestrucci6n que pasa por las
etapas obligadas de la absolutizaci6n de la raz6n; la cual produce
los monstruos del nihilismo, a los cuales son, equivalentemente,
los cientificismos, tecnicismos y las más variadas formas de irracio
nalismo, los entusiasmos programantes y los delirios de disolu
ción, los futurismos
y los pasotismo,, los revolucionarismos y
los reaccionarismos.
Por esto la empresa ag6nica -lucha hasta la muerte- de
Sicacca consistió en construir la nave cruzada con
la cual
evitar
los Scillas y los Caribidis de
las reducciones del hombre y de
sus problemas, hasta la más necia autodecapitaci6n del proble
ma de Dios
y de la metafísica que tanta estúpida impiedad con
temporánea ostenta orgullosamente como una madura. libertad. Todavía en
El oscurecimiento de la intelegencia Sciacca llama
con imagen felicísima, al equilibrio teorético y existencial ( que
coincide con
el pensar como construir, después de las plenitu-
(2) Madrid, Gredos, 1973.
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SCIACCA: MEI'AFISICA E HISTORIA
tu des y las disoluciones de Hegel, Ros mini, Nietszche) lo llama
«_existir en el confín»: no como confinado, sino enraizándose
metafísicamente en su propio «desequilibrio» ontológico, actuán
dose en su propio
limite constitutivo,
pero según el
absduto
que, creándolo, sólo él puede . darle sentida como positividad,
fundado el finito mismo como positividad,
que es la gran em
presa metafísica de Sciacca. Pero esta existencia en el confin o
cerca del confin, que es, escribe Sciacca, el «pesado y al mismo tiempo alegre camino hacia
la li/,ertad» es el camino que el
Occidente, desde el iluminista Bacon, ha evitado, a pesar de tenerlo delante grandiosamente señalado especialmente por
la vóz
de los Padres y Doctores de
la Iglesia; y es el camino que evita
sea
la vía tentadora hacia abajo de la mundanizaci6n -por lo
cual yo me reduzco a mi naturaleza y no soy mi esencia- sea
la vía tentadora hacia arriba del panteísmo -por la cual yo
soy apariencia o fragmento del absoluto en el
cua1 debo
desapa
recer, no ya ser-: dos formas de naturalismo, relativo el prime
ro, absolutizado
el segundo, que sólo la metafísica creacionista
puede superar. Ahora, es precisamente
el naturalismo la enfer
medad mortal que ha atacado
el Oocidente,. degenerándolo hasta
su consecuencia! autodestrucción: más precisamente, el naturalis
mo ha embestido al mundo moderno -que en este sentido se
puede considerar iniciado con Lutero- creciendo
p,¡rasitaria
mente
con
él y por él.
En último análisis, la gran empresa de Sciacca de redescubri
miento y restitución de
la integridad del hombre y ·de sus pro
blemas
es enteramente combativa no ya
contra el mundo moder,
no
y contemporáneo -como superficialmente ha aparecido a
alguien-, sino
a través de él, para que pueda tener un futuro
que no se reduzca a la autodisolución, sino que, al contrario,
incremente el único verdadero progreso, es decir, el crecimiento
de todo el hombre como don de Dios y don a Dios. Por esto,
después de haber profundizado ampliamente el
pensamiento an
tiguo,
especialmente Platón y Agustin, Sciacca dirige su atención
al· mundo
moderno y contemporáneo
--de Galileo
a Pascal, del
idealismo al espiritualismo, de Kierkegaard a Rosmini, de Gen-
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PIER PAOLO OTTONELLO
tile a Pirandello, de Blondel a Unamuno--: no limitándose ni
a describirlo ni a
trazar diagnosis
de su verdaderas o hipotéticas
enfermedades
y ocasos, ni mucho menos limitándose a conde
narlo; sino cumpliendo en cambio la operación más ardua,
mar
tirio
del pensamiento precisamente, que es la penetración del
mundo moderno con un
amor histórico integral: para que el
mundo moderno se desvele a sí mismo, en lugar de ignorarse estú
pidamente para poder, más fácilmente, enorgullecerse de las pro
pias conquistas como si no escondieran a menudo más graves
derrotas, y de sus propios desconciertos como si necesariamente
produjeran
'nuevas formas
de orientación.
Sólo después de más de treinta años de estudio y medita
ción, Sciacca ha delienado cumplidamente la dialéctica propia y
constitutiva del mundo moderno, por lo tanto, de sus posibili
dades, sea positivas, sea negativas, determinándola -sobre el
fun.
dam~to del rosminiano significado metafísico de la intellgencia
como intuición fundante de la idea del ser- como dialéctica
del obscurecimiento de la inteligencia o, sea, como
dialéctica de
la
parte
que mortifica y al fin excluye lo entero. El pecado mor
.tal
del mundo moderno es, por lo tanto, la parcialidad, es decir,
el
reduccionismo: su ilusión trágica consiste en querer salvar al
hombre atribuyéndole una libertad absoluta que metafísicamente
no le compete, pero en realidad reduciéndolo absolutamente a
na.turalez/i, a una parte por lo tanto, perdiendo lo entero del
hombre, unidad de naturaleza
y espíritu. Pero sobre una parte,
cualquiera que ella sea
-llámese tanto naturaleza como espíritu,
tanto pensamiento como corporeidad, tanto individualidad como
·
sociabilidad,
tanto creatividad como necesidad-,
sobre una parte
no se puede construir:
el mundo y el hombre, encojeados, ter
minarán con precipitar sobre sí mismos, derrumbándose sobre
el pie de barro de la parte a la cual lo entero se reduzca.
· La
dialéctica
de
· la
reducción precisamente del mundo moderno le
hace, por lo tanto, caminar tendencialmente sobre los pies de
barro de una
inteligencia oscurecida y de una libertad reducida,
resultado de un salto o rechazo de la inteligencia y de la liber
tad integrales, en favor de una inteligencia como absolutización
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SCIACCA: METAFISICA E HISTORIA
científica y tecnológica, y de una libertad como absolutización
del individuo o de la sociedad. Al gigante pesado que es el
Occidente moderno desde
hace siglos le duelen
los pies de barro,
que ahora ya parece imposible lo sostengan largamente: así, el
Occidente ya se contenta, nos damos cuenta o fingimos darnos
cuenta de ello, con la
posición horizontal, reduciendo el vir erec
tus
a hamo pronus, reblandecido y satisfecho de su propio re
blandecimiento, que ahorra tantas energías preciosas, que debe
gastar maniobrando los instrumentos del cuarto de los botones,
el monolocal del perfecto calculador de todos sus antojos y de
sus satisfacciones, que él llama templo de la libertad. Así la
libertad occidentalista consuma el estúpido suicidio y la necia
impiedad de liberarse, si, pero de si misma,
dé su
propia pleni
tud y entereza, reduciéndose a
liberación -basta teologizada
de todos los obstáculos -pues se ha cegado ante los obstácu
los verdaderos en los cuales tropieza-: no haciéndose entera
sino reduciéndose a libertad
de hacer hasta liberarse de toda for-
. ma
de hacers
todo lo escoge con tal que no sea su propia integri
dad de elección del ser y del bien como el
orden metafísico de
los seres} o sea como eso por lo cual todos los seres, aunque sean
mínimos, tienen total su dignidad y amabilidad. El Occidente
se ha perdido en habiendo perdido la
inteligencia del ser: nega
do u omitido
radiarlmente el
mismo significado del problema
del ser, de la metafísica, se ha reducido a estúpida autodestruc-.
ción, a nihilismo. Identificado el hombre con el mundo, reducido
el ser a la naturaleza, el mundo moderno y contemporáneo han
decaído en la
miopía de la pasión de lo concreto, que en reali
dad a su vez se ha reducido a lo inmediato y,
por Jo tanto, a lo
absolutamente abstracto, una
vez que
toda la realidad y la ver
dad del mundo hayan sido reducidas a su perceptibilidad,
experi
mentabilidad, inmensurabilidad. Alimentada por tal pasión de lo
concreto, ,la ciencia, a su vez reducida, se convierte en d mito
nuevo que puede imperar dictatorialmente sólo después de ha
ber hecho
tabula rasa de todos los mitos viejos, usados y, por lo
tanto, a eliminar posiblemente sin residuos, como la basura:
desde el de la metafísica a los de Dios, obstáculos a la carrérá
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PIER PAOLO OTTONELLO
de la historia, que tiene necesidad de superat, superat y superar
se, sobre las huellas de la progenie neomítica de los superhom
bres hijos· de Fausto, desde el de Nietszche a los de la ciencia ficción. Así, el baconiano
regnum hominis, por movimientos pro
gresivos
de
evoluci\Sn y
revolución, revolución y evolución
-des
de
la ilustración a la Bastilla, desde
la revolución industrial a
la de octubre, y desde la revdlución tecnológica a las revolucio
nes incultas de las conspirantes formas de
la degradación plane
taria- llena al hombre de grandiosísimos nada (
sdentia inflat)
que
terminan con desintegrar, sea al hombre, sea su misma
ciencia, separada de la sabiduría, que puede ofrecerle las con
diciones
de su principio y fundamento.
Y cuanto más atraigado
está
ta1 proceso
de degradación espiritual y de todo el hombre
-inteligencia y voluntad- tanto más perversamente su nihilis
mo lleva
máscaras triunfalisticas, haciéndose pasar por un «op
timismo
débil», vitaminizado por estadísticas· y proyecciones, para
poder continuat quemando a ritmo acelerado
la dialéctica pro
ducción-<:onsumo,
la misma de los mass-meclia, que corren a más
no poder hacia su propio fin, sabiendo siempre menos
qué pro
rucir o consumir, y qué comunicar, ni a quién; sin horizonte ·¿e
eternidad se da prisa en destruir el pasado y en proyectarse fu
turísticamente; sin verdad, se alza como mundo de la imagen,
de
la comunicación y de la cibernética, que cree poder gobernarlo
todo con pocos botones porque ni siquiera tiene más indicio
de lo que signifique gobernarse a sí mismo, ser señor de sí;
sin
finalidades integrales, es decir, sin fines que no estén dispuestos
al instante que huye fáusticamente bloqueado por los análisis
y medidas de todo género, se
disuelve en
el consumismo, o
sea
en el reino de las finalidades reducidas a los mínimos términos.
Desde
la libertad de pensamiento a la libertad del pensa
miento,
el Ocidente ha adquirido así todas las libertades; ex
cepto la libertad del tiempo y de la muerte: se ha liberado casi
del mismo hacer
-y hoy
es acometido por una nueva plaga
bí
blica
peligrosísima: es invadido progresivamente por
el tiempo
libre y va a ser condenado: cuanto más se
produce y más se
queda encarcelado, en poder de un
vacío incolmable
incluso de
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SCIACCA: METAFISICA E HISTORIA
vacíos más radicales, es decir, por la variedad del crimen -el
primer crimen es el gasto de tiempo-crimen que momentánea
mente cubre aquel vacío en la espera de una nueva forma de
crimen (así
se constituye según una
dia'.léctica del
crimen).
La
libertad
del neopaganismo occidentalístico
-,
res
pecto
al paganismo antiguo- se ha reducldo a libertad no por
las pasiones, sino de las pasiones: de la pasión del poder a Ia de
la droga y de 1a pornografía, las pasiones de la impotencia que
monopolizan el mercado mundial sumergido, más
potente que
el
emergente, como si la cloaca hubiese vencido, estallando, en
las calles. De aquí la progenie de los otros castigos del genocidio:
por dictadura, por aborto, por demencia (verdadera o atribuida),
por eutanasia, por tecnología, con ia intención de construit" una
nueva
raza genéticamente
5Uperi0r con el pátríinonio Super.pro
gramado, destinada a enterrar aquella actual envejecida y podri da, que en tal modo realizará su propio «noble» suicidio. Tal
camino
el occidentalismo lo recorte, especialmente después de la ·
guetta, privilegiando el compromiso de hecho -ya escondido, ya
ostentado--- entre un socialismo tecnológico · y una tecnocracia
socialista, eucuentro consumado sobre la cabeza de todos los
summit por la paz ----1)ero a menudo dentro de sus alcobas se
cretas-. De hecho, la nueva santa alianza de modernismo-pro
gresismo-pacifismo} que en tales summit celeh.~an ·sus -secretas
orgías, engendra los últimos gemelos del oocidentalismo, es decir,
un socialismo vacío ·de la religión del porvenir y convertido en
burguesmente pragmático -un señor de media edad, con sus
tesoros y sus aventuras bien aseguradas- y el así llamado
«nue
vo
cristianismo», hijo de aquel predicado por Saint-Simon a los
ecumenismos occidentalísticos, es decir,
la religión laica de
la hermandad universal por la
paz alimentadora del bienestar,
una especie de ONU del
espiritu, que
después resulta ser un
supermercado de las mezquindades más universalizadas. Este Oc
cidente decaído señala el cierre de la
época histórica del cristia
nismo, «superado»
~Hegel es
padre de mil hijos, en
la mayor
parte bastardos-
por un humanismo
decapitado:
sin verdades
absolutas:
decapitado de Dios y, por
lo taíito, decapitado de la
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PIER PAOLO OTTONELLO
persona, reducida a animal más o menos social, para un rebaño
más o menos errante.
Ahora, un cuadro de este género podtá aparecer a muchos
excesivamente hosco
y pesimista, y que descuida tantas y tantllS
conquistas
modernas que no hacen ,tan orgullosos
y, a menudo,
también ferozmente petulantes. Ciertamente aparecerá así a
to
dos los conniventes con un sistema del compromiso, lo más lejos
posible del
espíritu de la síntesis con el cual se puede identifi
car la grandeza del auténtico Occidente. Pero nada está más le
jos de la perspectiva de Sciacca como el pesimismo
--..J contta
rio, un optimismo metafísico le caracteriza y sostiene-, o de
todas maneras, una desvalorización de las positividades del mun
do moderno
y contemporáneo: es, en cambio, por amor al mun
do moderno
y por la vigilantisima atención intelectual y espi
ritual que se tiene sólo hacia quien se ama, que Sciacca pone el
dedo sobre aquellas llagas que, llegadas a ser purulentas,
po
dtian sólo impedir la fructificación personal e histórica de aque
llas positividades, agotándolas. Sciacca
afirma, con máxima fuer
za,
la verdad de la historia,
según la cual
si el error está
al prin
cipio
de la historia -y es por esto que «el error y, el mal tienen
a menudo una fecundidad
hi,;tórica superior
a la verdad
y al
bien», como escribe rosminianamente en El obscurecimiento de
la inteligencia-, pero el error no es la historia ni es el princi
pio
de ella, ni hace historia: negar esta verdad de la historia es
negar, sea el error, sea la historia misma.
En cambio, la verdad
de la historia está suspendida en la
cruz de la libertad coma el
martirio de construirse interiormente al aceptarse como don y
como gracja, que es el único modo de consttuirse el hombre en
su integralidad: que es el único auténtico
hacer historia.
Si ésta es la verdad de la historia, los remedios a la deca
dencia del Occidente, de mil partes profetizada, diseccionada
y
al mismo tiempo lisonjeada no podrán pertenecer ni al orden de
los gimoteos más o menos cocodrislescos,
ni de las cataplasmas
alrededor de un agonizante:
ningún compromiso de partes o en
tre partes podrá engendrar nunca la entereza del remedio
para
el
Occidente decaído:
tales compromisos pueden engendar, en
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SCIACCA: METAFISICA E HISTORIA
cambio, sólo nuevos destrozos, en partes siempre más pequeñas
y mezquinas -partidos, sectas, etcétera- de las partes
mismas
dialogantes;
en ottos tétminos, ninguna ciencia,
ninguna ideolo
gía,
y
ninguna técnica y ninguna politica
tienen intrínsecamente
la capacidad de volver a poner de pie y con vigor al paquidér
mico envejecido Ocidente: por lo tanto, niguna revolución,
nin
guna
reacción,
ninguna restaumción puede hacerlei ni
podrá
hacerlo nunca. Uno sólo es el camino integral: reconocer que es
la hora de Cristo, como dice el título de una obra de Sciacca
de hace treinta años. Paliativo peligrosísimo, medicina es peor· que la enfermedad,
toda forma de diálogo -Sciacca lo llama «diálogo muerto»
entte el occidentalismo presunto católico o cristiano -no im porta que se califique más bien como reaccionario o como conser
vador o como progresista- y el occidentalismo laicista -no
importa que vista una etiqueta capitalista u otra estatalista, dos
formas de democracia y de politica fracasadas-: a este tipo de
diálogo, al cual quizás la mayor parte del Occidente degenerado
confía el más grueso paquete
accionario de
sus restos de
espe
ranzas,
Sciacca tiene sólo una respuesta, el evangélico «que los
muertos entierren a sus muertos»:
ni acepta transformar el fu
neral en la farsa trágica del presunto nuevo cristianismo, que
exige que sus iglesias y cenáculos se hinchen en más sutiles comer
cios con todo lo
que en
verdad no es otra cosa que consumismo
y hedonismo, de calidad o de submercado. Caminos todos, estos,
que conducen al hombre de los humanismos decapitados, y
así
absolutamente libre de todo absoluto, a aquel hombre absoluto
que
es la masa
-negaci6n nueva de la historia--sea agregada
en
manadas estatales sea coagulándose en
«rebaños espontáneos»
que
han poblado ya el planeta, aquellos que por partes y con
las voces más diversas· -rojas · o blancas~ o vercles desentona
das- celebran el régimen mundial de la estupidez, cuya libertad
suma pronto envidiará la del perro encadenado. Por otro lado,
varias veces Sciacca ha propuesto de nuevo, sin ser escuchado,
la perenne lección platónica, de la cual tan poco el mundo· con
temporáneo
parece querer acordarse, de la degeneración de la
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PIER PAOW OITONELLO
democracia en anarquía y de la anarquía es tiranía, cada vez que
se absolutiza, con
impía estupidez, la libertad
como negación de
todo límite, de donde brota necesariamente toda foma de desor
den y de corrupción, de lo cual
la sartriana «libertad para nada»
es el bien recitado compromisorio inútil gimoteo. En otros
tér
minos,
cada forma de compromiso es, como mínimo, estupidez
y cobardía -por esto cuesta nada menos que
el martirio no
caer en ello-: por lo tanto,
el camino real -en el cual deben
confluir todos los otros si no quieren reducirse a senderos o callejuelas interrumpidas (Holzwege}--, es el de
la plenitud del
espíritu de inteligencia, en la inteligencia del ser infinito que
crea los seres finitos: sólo éste es el
camino metafisico de la posi
tividad del
finito
-de otro modo es puro correr a la nada
y del
orden de todos los seres, en el cual está el único principio
de mi
absoluto deber
de respetarlos todos en su orden y, por
lo tanto, de incrementar su devenir enteramente a sí mismos,
para que sean verdaderos, de cuya verdad alimento el crecimien° de mi misma verdad e integridad, por lo tanto de la integtidad
de la inteligencia y de la
libert
me competen y que debo
realizar; y esto sólo es
hacer historia. ·
La fundaci6n metaf!sica del espíritu de la inteligencia, del
finito,
Sciacca, después de haberla asumido de Rosmini, tan la
boriosa
y fructuosamente por todo el arco de su actividad, al
término de
este arco, de modo original, inesperado
y, sin em
bargo, coberent!simo, la
;.,elve .a encontrar
en Tomás de Aqui
no, que
él en su último libro ( traducido al castellano por edicio
nes. Speiro) considera -no ciertamente sólo por amor a la paradoja
ni por polémica- el primer filósofo moderno, sanamente tal y de
un
Occidente vigorosamente
constructivo, por lo menos en cuan
to
él es. --;-escribe Sciacca- «el teórico más profundo, más lú
cido y genialmente equilibrado» de la conciencia laica, por
lo
t
tín, en efecto, h1m atravesado su propio tiempo -no sumisos
pues a él o por
él arrastrados-, consumando el martirio de la
intelig.,;,cia, la cual es t
tra
la estupidez cuanto más humildemente escuchadora de todas
62
Fundaci\363n Speiro
SCIACCA: METAFISICA E HISTORIA
las verdades; lo han atravesado por lo tanto sin saltarlo: ni por
nostalgia del pasado, como restauradores,
ni por desprecio del
pasado por pasi6n del futuro, que es lo propio de todos los destruc tores: s6lo al precio de no saltar el pasado ellos han engendrado
un presente alimentador perenne del futuro -incluso
si la
ma
yor parte de los términos es espuria y si
Rosmini ha
generado
hast~ ahora poquísimos hijos,
entre los
cua1es está
empero
ciertamente
Sciacca~: han
hecho pues lo que todos
nosotros
siempre de nuevo al menos tenemos ·que intentar empezar, es
decir, la única verdadera revolución, frente a la cual todas las
presuntas en verdad no son otra cosa .que reacciones más o meR
nos enmascaradas: la de la conversio a la integralidad del hom
bre, actuando integralmente lo universal concreto de sí y de
la
historia. Tomás y Rosmini, pues, los verdaderos grandes modernos,
trazan el camino real
· del
auténtico progreso, del crecer de la
historia, superando la pseudoantítesis de metafísica e historia que está a la base del mundo moderno: empirismo. e iluminis
mo, idealismo e historicismo, materialismo y positivismo, neo
analitismo y neonominalismo han reducido a abstracción el ser,
hasta
anularlo;
asesinado lo
universal como abstracto, queda el
huérfano «particular
concreto» (3 ), el único objeto no ya de la
cicutada o desterrada especulaci6n, sino de
la· finalmente
libe
rada ciencia: así
la verdad y la historia son el desarfolla~se de
la
autoliheraci6n de
la ciencia culminante como técnica de la
supervivencia biol6gica
y del bienestar hastil la eutanasia. El
ocaso histórico del pensamiento como pensamiento del ser, como
metafísica, ha hecho aparecer y proliferar las ciencias particula res como metodologías ( de la actividad espiritual en
el idea
lismo, de las ciencias en el positivismo, de la historia en el
historicismo) y después como
t~cas a
relacionar siempre de
nuevo para los proyectos del siempre nuevo mundo; en realidad siempre más apretado en las
mordazas de
una
necesidad histórico
tecnológica
que señala, con la caída en
el no sentido de cada ver-
(3) Cfr. la citada Decciones de filoso/la de la historia, págs. 32-33.
63
Fundaci\363n Speiro
PIER PAOLO OTTONEUO
dad y del problema mismo de la verdad, una reducción a la nada
de verdad
y, por lo tanio, una reducción a la nada de la histo
ria misma del hombre que, autocelebrándose protagonista abso
luto de la historia, se descubre estéril en el hacer historia; ni la
historia grande, ni, en fin, la historia más
inmediata y vitalmente
individual: primero exaltado por todas las revoluciones que ace
leran la historia
y, después, sofocado por el terror de la inmi
nente sombra de su
fin, proyección inexorable del final de su
significado y del significado del hombre mismo. Es esta la auto
destrucción necesaria de la historia sin ser, sin verdad, por lo
tanto metafísica: es aquella historia de los «grandes hechos»
y
de los infantiles gigantes de todas las ciencias ( 4 ), que enmasca
ran su vado -ciencias que se han
liberado de
la propia inte
gralidad
y, por lo tanto, ellas mismas ciencias reducidas, pseudo
ciencias-; es la historia que «se come a sí misma como si es
tuviese disgustada o asustada de crecer, crecer, crecer»: aquella
historia que «escribe siempre en la arena o en el agua», sobre
la
cual insiste especialmente el último Sciacca. Del nihilismo
implícito
de
las metafísicas no creacionistas; que ponen las pseu
doantítesis maniqueístas
y las reacciones gnósticas -o ser o
ente, o Dios u hombre, o metafísica o historia, o filosofía o ciencia, o pasado o futuro, etc.-
se engendran, pues, las for
mas contemporáneas de todos los compromisos, contraseñados
por
una metafisica negada o, reducida, por un Dios negado o des
naturalizado, por
un hombre demediado, por una libertad ins
trumental, por una
historia estéril.
Al moderno furor
mesurandi, descuidado de la leonardesca
«fantasía exacta», corresponde una serie de antítesis a la armo
nía, productos
del rechazo
y de la reducción de las místicas nup
cias del tiempo con la eternidad, de la
libertad con
la gracia,
que es la única historia auténtica, integral
y el único auténtico
progreso, el único sarmiento fructífero de la vid que es el Verbo,
principio, centro
y fin de la histo.ria.
(4) Cfr. M. F. Sciacca, La libertad y el tiempo, Barcelona, Mitades,
1967.
64
Fundaci\363n Speiro
SCIACCA: METAPISICA E HISTORIA
Ciertamente, de Rosmini a Sciacca no conocemos a ningún
filósofo que, otto tanto, profunda, o
rica o
coerentemente, haya
atravesado los obscurecimientos, los de hoy y los de cada día, in
dicando más
allá de ellos el camino real y positivo para el pen
samiento occidental, para cada hombre de «buena voluntad»
his
tórica:, de su eremitorio operosísimo y abierto a toda verdad
donde quiera se le pueda hallar, han encontrado e indicado
el
aliento de la historia, su fuerza entretejida de paciencias y su
rayo
infinito de
providencia y de caridad, Por esto, los hombre
cillos de las historias estériles intentan ofrecer, a Sciacca como
a Rosmini, sólo frutos de desierto; pero también, de éstos,
los
hombres
grandes hacen frutos fecundos de eternidad: los solos
por los cuales somos juzgados .
•
65
Fundaci\363n Speiro
POR
PmR PAOLO 0rrONELLO
Queridísimo Señor Presidente, Antoridades, Señoras y Señores:
Mi más cordial agradecimiento ante todo al amigo Juan
Juan V allet de Goytisolo
y a todos los que han consentido tan
calurosamente realizar un proyecto propuesto por la Sociedad de
los Amigos de
Mi
Sciacca, en
la ocasión del décimo
aniversario de su muerte, precisamente en una de las ReuniOnes
que vieron tantos veces a Sciacca activo y participante. Este dé
cimo año, por lo tanto, culmina idealmente en esta sede, y se
concluirá, si Dios quiera, en diciembre en Roma con una jornada
«sciacchiana» en
la sede general de los padres Rosminianos, a
los
cuaÍes Sciac,:;, dio
todo su ser; jornada en
la cual, entre otras
cosas, se presentarán algunas realizaciones efectuadas este año en
el ámbito de la Sociedad de los Amigos de Sciacca, desde el vo
lumen sobre Sciacca de María Adelaide Raschini,
al Primer Pre
mio
Internacional
'sciacca, que
en esta ocasión será otorgado oficial
mente,
. al primer año
del
nuev'? periódi~o Studi
sciacchiani.
La grandeza de Sciacca, hombre y filósofo consiste en haber
combatido hasta
·e1 cumplimiento el · bonum certamen del hom
bre integral, que es después el calvario de la
libertad como
bis-·
toria
( 1
). Su grandeza es
la del hombre libre, que sólo lo es in-
(1)-Escribe Sciacca en sus Lecciones de .f!lpsofia de la historia (Ge
nova, 1979): «la filosofía de la historia separadá_ de_ la metafísica .no ~s.
te• (pág. 42); •la historia es historia de la libertad humana» (pág. 48);
«la condici6n dé la salvaci6n del hómhre es la historia, pero la' salvacl6i:i
del hombre no está en la historia» (pág. 50); «la historia la escribe Dios
peto con la libertad del hombre• (pág. 52).
51
Fundaci\363n Speiro
PIER PAOLO OTTONELW
tegralmente cuando ha consumado el martirio de la inteligencia;
no ya en
el sentido que tal expresión más inmediatamente puede
sugerir, es· decir, como un renegar de sí mismo o como una re
nuncia a sí que la inteligencia debería consumar, no sé sobre
cuáles altares, sino más bien al contrario, en
el sentido del tes
timonio mucho más arduo -y, cristianamente, absoluto-- que
la inteligencia por su misma naturaleza está llamada a dar de
su propia integralidad -como también la voluntad-
y, que,
por lo tanto, debe consumar como
lucha sin
tregua, espiritual
mente cruentísima, contra todos sus enemigos, los peores de
los cuales se anidan siempre en su mismo seno, es decir, lucha
contra todas las tentaciones que la hacen reductiva antes que
inclusiva, negativa y negadora antes que creadora, afirmadora,
esto es acto de reconocimiento y de gratitud hacia
el ser crean
te y los seres creados. Sciacca, hombre libre, se
ha generado a sí mismo, y en la
tribuna de
la cultura mundial (la cual es pobre de todas las
mezquindades, cuanto rica
. de
potencialidades preciosas a me
nudo mortificadas, exactamente, pues, como cualquier conjunto
humano)
geperándose a
través del doble martirio de sí y del
mundo, martirio ,por excelencia cristiano del hacerse
hombre
del
desie,to: los desiertos de las dificultades históricas, siempre
«puestos al
día», y los desiertos del mal, cada vez que le ha
gamos o le toleremos en cualquier espacio, dentro
y fuera de
nosotros: dos rostros de un mismo desierto, del cual el
hombre
grande
se aísla, pero no como desierto particular en el univer
sal desierto, sino como oasis de la «celda interior», que no pue
de subsistir sino al límite de toda soledad y dificultad histó
rica, destierro en
la ciudad terrena en el cual engendrarse, de
contrabando, como nueva tierra y nuevo cielo. Y Sciacca, in
cluso después de la muerte, ha seguido sufriendo el martirio del
mundo en la forma más espiritualmente cruenta que pueda su
frir quien, como
él, ha consumido. su entera existencia a través
del magisterio de la
palabra -la
suya una palabra esencial y
rica, fina y penetrante, siempre robusta y constructiva-: el
martirio, es decir, del silencio más displicente o distraído que,
52
Fundaci\363n Speiro
SCIACCA, METAFISICA E HISTORIA
cierto intencionalmente, ha cerrado su pensamiento: un silencio
roto apenas por un puñado de amigos -alumnos y discípulos
de ayer, hoy y mañana- esparcidos y a la vez unidos en todo
el mundo. Pero sería
estupidez hasta
ultrajosa extrañarse de
tal silencio, o bien perderse en plañideras: tenemos, en cambio,
que alimentarnos también de esta gran amargura y hacerla
fructificar grandemente y, mientras tanto, para comprender más profudamente que, precisamente, ésta es la suerte que la his
toria siempre, inmediatamente, reserva a los que son sus artífi
ces, cuanto más grandes tanto más cruelmente «ajusticiados»
por
ella: es la suerte de los profundos pensadores, o más bien
de los «cavadores» -por usar una expresión de Nietzsche-,
la misma atravesada por el mismo Tomás de Aquino y, por lo
menos, durante un siglo, por el .pensador que Sciacca asumió
como guía suma; Rosmini: polémicas y guerras durante la vida,
silencio
y desconocimiento después de muertos. Pero estos son
los hombres no del tiempo cotidiano
----el efímero de los «divos»
de la cultura, casi siempre tanto más estériles como más ven
didos-, sino del tiempo de los siglos; no, pues, de aquella
historia de la que a Sciacca, con su gran elegancia
espiritual no
le
ha importado un bledo --<0n los milenios me enciendo la
pipa-escribe
Sciacca. También, a través de este noble y si se
quiere sículo despego, trasluce la verdad por la cual la así dicha
cultura oficial se ha sentido ultrajada -la inteligencia es siem
pre el más grave ultraje para
la estupidez..-, es decir, que
Sciacca ha sido
y es el más incómodo «impulsivo» del siglo «testa
calda» (cabeza caliente) y al mismo tiempo el más constructivo
-aquéllos premiados por la «democracia
cultural», de
Sartre
a Maritain, de Russell a Marcuse, y sus incensa~ores, han en
contrado en tal premio su desenmascaramiento--: ha sido y es una
inreligencia integralmente libre: no comprada por ningún poder
porque no estuvo nunca en venta; nunca desanimado, a pesar
de todo; ni nunca en retirada en los frentes más abrasadores
de las guerras de ideás de los
últimos cuarenta
años;
en cam
bio, constructor tan tenaz como volcánico, tan valeroso como
doliente: para él ningún dolor más invencible -sólo templado
53
Fundaci\363n Speiro
PIER PAOLO OTTONELLO
por ironía y humorismo-- que el de encontrarse frente a la
estupidez hecha muro o, peor, compromiso blando
y escurridi
zo,
¡,ruca construir
la gran podredumbre de Occidente degenera
do como occidentalismo.
El martirio de la inteligencia es el mismo martirio de la
libertad.
En su última obra fundamental, titulada El obscureci
miento
de la inteligencia
(2), la trayectoria del martirio que el
pensamiento integral, el hombre integral, debe atravesar y con
sumar en el mundo moderno, está del todo diseñada. Sciacca
la hace culminar en lo que
él llama
«democracia cultural», mu
chas veces
· presunta
cristiana: «urge abolir· el privilegio del pen
samiento y de la cultura
--escribe Sciacca-
para la realización
de la "democracia cultural". Si tal democracia es insidiada por
algún exaltado,
se le compre o se le aísle, se le desanime con el
silencio o el desprecio, se le abligue a callar»: palabras, como
to
das las suyas, estiladas con la sangre del espíritu. Sciacca ha tra
zado teorético e históricamente el diseño de la trayectoria recorrida
por el Occidente hasta la degradada
y degrandante «democracia
cultural»: una trayectoria de autodestrucci6n que pasa por las
etapas obligadas de la absolutizaci6n de la raz6n; la cual produce
los monstruos del nihilismo, a los cuales son, equivalentemente,
los cientificismos, tecnicismos y las más variadas formas de irracio
nalismo, los entusiasmos programantes y los delirios de disolu
ción, los futurismos
y los pasotismo,, los revolucionarismos y
los reaccionarismos.
Por esto la empresa ag6nica -lucha hasta la muerte- de
Sicacca consistió en construir la nave cruzada con
la cual
evitar
los Scillas y los Caribidis de
las reducciones del hombre y de
sus problemas, hasta la más necia autodecapitaci6n del proble
ma de Dios
y de la metafísica que tanta estúpida impiedad con
temporánea ostenta orgullosamente como una madura. libertad. Todavía en
El oscurecimiento de la intelegencia Sciacca llama
con imagen felicísima, al equilibrio teorético y existencial ( que
coincide con
el pensar como construir, después de las plenitu-
(2) Madrid, Gredos, 1973.
54
Fundaci\363n Speiro
SCIACCA: MEI'AFISICA E HISTORIA
tu des y las disoluciones de Hegel, Ros mini, Nietszche) lo llama
«_existir en el confín»: no como confinado, sino enraizándose
metafísicamente en su propio «desequilibrio» ontológico, actuán
dose en su propio
limite constitutivo,
pero según el
absduto
que, creándolo, sólo él puede . darle sentida como positividad,
fundado el finito mismo como positividad,
que es la gran em
presa metafísica de Sciacca. Pero esta existencia en el confin o
cerca del confin, que es, escribe Sciacca, el «pesado y al mismo tiempo alegre camino hacia
la li/,ertad» es el camino que el
Occidente, desde el iluminista Bacon, ha evitado, a pesar de tenerlo delante grandiosamente señalado especialmente por
la vóz
de los Padres y Doctores de
la Iglesia; y es el camino que evita
sea
la vía tentadora hacia abajo de la mundanizaci6n -por lo
cual yo me reduzco a mi naturaleza y no soy mi esencia- sea
la vía tentadora hacia arriba del panteísmo -por la cual yo
soy apariencia o fragmento del absoluto en el
cua1 debo
desapa
recer, no ya ser-: dos formas de naturalismo, relativo el prime
ro, absolutizado
el segundo, que sólo la metafísica creacionista
puede superar. Ahora, es precisamente
el naturalismo la enfer
medad mortal que ha atacado
el Oocidente,. degenerándolo hasta
su consecuencia! autodestrucción: más precisamente, el naturalis
mo ha embestido al mundo moderno -que en este sentido se
puede considerar iniciado con Lutero- creciendo
p,¡rasitaria
mente
con
él y por él.
En último análisis, la gran empresa de Sciacca de redescubri
miento y restitución de
la integridad del hombre y ·de sus pro
blemas
es enteramente combativa no ya
contra el mundo moder,
no
y contemporáneo -como superficialmente ha aparecido a
alguien-, sino
a través de él, para que pueda tener un futuro
que no se reduzca a la autodisolución, sino que, al contrario,
incremente el único verdadero progreso, es decir, el crecimiento
de todo el hombre como don de Dios y don a Dios. Por esto,
después de haber profundizado ampliamente el
pensamiento an
tiguo,
especialmente Platón y Agustin, Sciacca dirige su atención
al· mundo
moderno y contemporáneo
--de Galileo
a Pascal, del
idealismo al espiritualismo, de Kierkegaard a Rosmini, de Gen-
55
Fundaci\363n Speiro
PIER PAOLO OTTONELLO
tile a Pirandello, de Blondel a Unamuno--: no limitándose ni
a describirlo ni a
trazar diagnosis
de su verdaderas o hipotéticas
enfermedades
y ocasos, ni mucho menos limitándose a conde
narlo; sino cumpliendo en cambio la operación más ardua,
mar
tirio
del pensamiento precisamente, que es la penetración del
mundo moderno con un
amor histórico integral: para que el
mundo moderno se desvele a sí mismo, en lugar de ignorarse estú
pidamente para poder, más fácilmente, enorgullecerse de las pro
pias conquistas como si no escondieran a menudo más graves
derrotas, y de sus propios desconciertos como si necesariamente
produjeran
'nuevas formas
de orientación.
Sólo después de más de treinta años de estudio y medita
ción, Sciacca ha delienado cumplidamente la dialéctica propia y
constitutiva del mundo moderno, por lo tanto, de sus posibili
dades, sea positivas, sea negativas, determinándola -sobre el
fun.
dam~to del rosminiano significado metafísico de la intellgencia
como intuición fundante de la idea del ser- como dialéctica
del obscurecimiento de la inteligencia o, sea, como
dialéctica de
la
parte
que mortifica y al fin excluye lo entero. El pecado mor
.tal
del mundo moderno es, por lo tanto, la parcialidad, es decir,
el
reduccionismo: su ilusión trágica consiste en querer salvar al
hombre atribuyéndole una libertad absoluta que metafísicamente
no le compete, pero en realidad reduciéndolo absolutamente a
na.turalez/i, a una parte por lo tanto, perdiendo lo entero del
hombre, unidad de naturaleza
y espíritu. Pero sobre una parte,
cualquiera que ella sea
-llámese tanto naturaleza como espíritu,
tanto pensamiento como corporeidad, tanto individualidad como
·
sociabilidad,
tanto creatividad como necesidad-,
sobre una parte
no se puede construir:
el mundo y el hombre, encojeados, ter
minarán con precipitar sobre sí mismos, derrumbándose sobre
el pie de barro de la parte a la cual lo entero se reduzca.
· La
dialéctica
de
· la
reducción precisamente del mundo moderno le
hace, por lo tanto, caminar tendencialmente sobre los pies de
barro de una
inteligencia oscurecida y de una libertad reducida,
resultado de un salto o rechazo de la inteligencia y de la liber
tad integrales, en favor de una inteligencia como absolutización
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Fundaci\363n Speiro
SCIACCA: METAFISICA E HISTORIA
científica y tecnológica, y de una libertad como absolutización
del individuo o de la sociedad. Al gigante pesado que es el
Occidente moderno desde
hace siglos le duelen
los pies de barro,
que ahora ya parece imposible lo sostengan largamente: así, el
Occidente ya se contenta, nos damos cuenta o fingimos darnos
cuenta de ello, con la
posición horizontal, reduciendo el vir erec
tus
a hamo pronus, reblandecido y satisfecho de su propio re
blandecimiento, que ahorra tantas energías preciosas, que debe
gastar maniobrando los instrumentos del cuarto de los botones,
el monolocal del perfecto calculador de todos sus antojos y de
sus satisfacciones, que él llama templo de la libertad. Así la
libertad occidentalista consuma el estúpido suicidio y la necia
impiedad de liberarse, si, pero de si misma,
dé su
propia pleni
tud y entereza, reduciéndose a
liberación -basta teologizada
de todos los obstáculos -pues se ha cegado ante los obstácu
los verdaderos en los cuales tropieza-: no haciéndose entera
sino reduciéndose a libertad
de hacer hasta liberarse de toda for-
. ma
de hacers
todo lo escoge con tal que no sea su propia integri
dad de elección del ser y del bien como el
orden metafísico de
los seres} o sea como eso por lo cual todos los seres, aunque sean
mínimos, tienen total su dignidad y amabilidad. El Occidente
se ha perdido en habiendo perdido la
inteligencia del ser: nega
do u omitido
radiarlmente el
mismo significado del problema
del ser, de la metafísica, se ha reducido a estúpida autodestruc-.
ción, a nihilismo. Identificado el hombre con el mundo, reducido
el ser a la naturaleza, el mundo moderno y contemporáneo han
decaído en la
miopía de la pasión de lo concreto, que en reali
dad a su vez se ha reducido a lo inmediato y,
por Jo tanto, a lo
absolutamente abstracto, una
vez que
toda la realidad y la ver
dad del mundo hayan sido reducidas a su perceptibilidad,
experi
mentabilidad, inmensurabilidad. Alimentada por tal pasión de lo
concreto, ,la ciencia, a su vez reducida, se convierte en d mito
nuevo que puede imperar dictatorialmente sólo después de ha
ber hecho
tabula rasa de todos los mitos viejos, usados y, por lo
tanto, a eliminar posiblemente sin residuos, como la basura:
desde el de la metafísica a los de Dios, obstáculos a la carrérá
57
Fundaci\363n Speiro
PIER PAOLO OTTONELLO
de la historia, que tiene necesidad de superat, superat y superar
se, sobre las huellas de la progenie neomítica de los superhom
bres hijos· de Fausto, desde el de Nietszche a los de la ciencia ficción. Así, el baconiano
regnum hominis, por movimientos pro
gresivos
de
evoluci\Sn y
revolución, revolución y evolución
-des
de
la ilustración a la Bastilla, desde
la revolución industrial a
la de octubre, y desde la revdlución tecnológica a las revolucio
nes incultas de las conspirantes formas de
la degradación plane
taria- llena al hombre de grandiosísimos nada (
sdentia inflat)
que
terminan con desintegrar, sea al hombre, sea su misma
ciencia, separada de la sabiduría, que puede ofrecerle las con
diciones
de su principio y fundamento.
Y cuanto más atraigado
está
ta1 proceso
de degradación espiritual y de todo el hombre
-inteligencia y voluntad- tanto más perversamente su nihilis
mo lleva
máscaras triunfalisticas, haciéndose pasar por un «op
timismo
débil», vitaminizado por estadísticas· y proyecciones, para
poder continuat quemando a ritmo acelerado
la dialéctica pro
ducción-<:onsumo,
la misma de los mass-meclia, que corren a más
no poder hacia su propio fin, sabiendo siempre menos
qué pro
rucir o consumir, y qué comunicar, ni a quién; sin horizonte ·¿e
eternidad se da prisa en destruir el pasado y en proyectarse fu
turísticamente; sin verdad, se alza como mundo de la imagen,
de
la comunicación y de la cibernética, que cree poder gobernarlo
todo con pocos botones porque ni siquiera tiene más indicio
de lo que signifique gobernarse a sí mismo, ser señor de sí;
sin
finalidades integrales, es decir, sin fines que no estén dispuestos
al instante que huye fáusticamente bloqueado por los análisis
y medidas de todo género, se
disuelve en
el consumismo, o
sea
en el reino de las finalidades reducidas a los mínimos términos.
Desde
la libertad de pensamiento a la libertad del pensa
miento,
el Ocidente ha adquirido así todas las libertades; ex
cepto la libertad del tiempo y de la muerte: se ha liberado casi
del mismo hacer
-y hoy
es acometido por una nueva plaga
bí
blica
peligrosísima: es invadido progresivamente por
el tiempo
libre y va a ser condenado: cuanto más se
produce y más se
queda encarcelado, en poder de un
vacío incolmable
incluso de
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SCIACCA: METAFISICA E HISTORIA
vacíos más radicales, es decir, por la variedad del crimen -el
primer crimen es el gasto de tiempo-crimen que momentánea
mente cubre aquel vacío en la espera de una nueva forma de
crimen (así
se constituye según una
dia'.léctica del
crimen).
La
libertad
del neopaganismo occidentalístico
-,
pecto
al paganismo antiguo- se ha reducldo a libertad no por
las pasiones, sino de las pasiones: de la pasión del poder a Ia de
la droga y de 1a pornografía, las pasiones de la impotencia que
monopolizan el mercado mundial sumergido, más
potente que
el
emergente, como si la cloaca hubiese vencido, estallando, en
las calles. De aquí la progenie de los otros castigos del genocidio:
por dictadura, por aborto, por demencia (verdadera o atribuida),
por eutanasia, por tecnología, con ia intención de construit" una
nueva
raza genéticamente
5Uperi0r con el pátríinonio Super.pro
gramado, destinada a enterrar aquella actual envejecida y podri da, que en tal modo realizará su propio «noble» suicidio. Tal
camino
el occidentalismo lo recorte, especialmente después de la ·
guetta, privilegiando el compromiso de hecho -ya escondido, ya
ostentado--- entre un socialismo tecnológico · y una tecnocracia
socialista, eucuentro consumado sobre la cabeza de todos los
summit por la paz ----1)ero a menudo dentro de sus alcobas se
cretas-. De hecho, la nueva santa alianza de modernismo-pro
gresismo-pacifismo} que en tales summit celeh.~an ·sus -secretas
orgías, engendra los últimos gemelos del oocidentalismo, es decir,
un socialismo vacío ·de la religión del porvenir y convertido en
burguesmente pragmático -un señor de media edad, con sus
tesoros y sus aventuras bien aseguradas- y el así llamado
«nue
vo
cristianismo», hijo de aquel predicado por Saint-Simon a los
ecumenismos occidentalísticos, es decir,
la religión laica de
la hermandad universal por la
paz alimentadora del bienestar,
una especie de ONU del
espiritu, que
después resulta ser un
supermercado de las mezquindades más universalizadas. Este Oc
cidente decaído señala el cierre de la
época histórica del cristia
nismo, «superado»
~Hegel es
padre de mil hijos, en
la mayor
parte bastardos-
por un humanismo
decapitado:
sin verdades
absolutas:
decapitado de Dios y, por
lo taíito, decapitado de la
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PIER PAOLO OTTONELLO
persona, reducida a animal más o menos social, para un rebaño
más o menos errante.
Ahora, un cuadro de este género podtá aparecer a muchos
excesivamente hosco
y pesimista, y que descuida tantas y tantllS
conquistas
modernas que no hacen ,tan orgullosos
y, a menudo,
también ferozmente petulantes. Ciertamente aparecerá así a
to
dos los conniventes con un sistema del compromiso, lo más lejos
posible del
espíritu de la síntesis con el cual se puede identifi
car la grandeza del auténtico Occidente. Pero nada está más le
jos de la perspectiva de Sciacca como el pesimismo
--..J contta
rio, un optimismo metafísico le caracteriza y sostiene-, o de
todas maneras, una desvalorización de las positividades del mun
do moderno
y contemporáneo: es, en cambio, por amor al mun
do moderno
y por la vigilantisima atención intelectual y espi
ritual que se tiene sólo hacia quien se ama, que Sciacca pone el
dedo sobre aquellas llagas que, llegadas a ser purulentas,
po
dtian sólo impedir la fructificación personal e histórica de aque
llas positividades, agotándolas. Sciacca
afirma, con máxima fuer
za,
la verdad de la historia,
según la cual
si el error está
al prin
cipio
de la historia -y es por esto que «el error y, el mal tienen
a menudo una fecundidad
hi,;tórica superior
a la verdad
y al
bien», como escribe rosminianamente en El obscurecimiento de
la inteligencia-, pero el error no es la historia ni es el princi
pio
de ella, ni hace historia: negar esta verdad de la historia es
negar, sea el error, sea la historia misma.
En cambio, la verdad
de la historia está suspendida en la
cruz de la libertad coma el
martirio de construirse interiormente al aceptarse como don y
como gracja, que es el único modo de consttuirse el hombre en
su integralidad: que es el único auténtico
hacer historia.
Si ésta es la verdad de la historia, los remedios a la deca
dencia del Occidente, de mil partes profetizada, diseccionada
y
al mismo tiempo lisonjeada no podrán pertenecer ni al orden de
los gimoteos más o menos cocodrislescos,
ni de las cataplasmas
alrededor de un agonizante:
ningún compromiso de partes o en
tre partes podrá engendrar nunca la entereza del remedio
para
el
Occidente decaído:
tales compromisos pueden engendar, en
60
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SCIACCA: METAFISICA E HISTORIA
cambio, sólo nuevos destrozos, en partes siempre más pequeñas
y mezquinas -partidos, sectas, etcétera- de las partes
mismas
dialogantes;
en ottos tétminos, ninguna ciencia,
ninguna ideolo
gía,
y
ninguna técnica y ninguna politica
tienen intrínsecamente
la capacidad de volver a poner de pie y con vigor al paquidér
mico envejecido Ocidente: por lo tanto, niguna revolución,
nin
guna
reacción,
ninguna restaumción puede hacerlei ni
podrá
hacerlo nunca. Uno sólo es el camino integral: reconocer que es
la hora de Cristo, como dice el título de una obra de Sciacca
de hace treinta años. Paliativo peligrosísimo, medicina es peor· que la enfermedad,
toda forma de diálogo -Sciacca lo llama «diálogo muerto»
entte el occidentalismo presunto católico o cristiano -no im porta que se califique más bien como reaccionario o como conser
vador o como progresista- y el occidentalismo laicista -no
importa que vista una etiqueta capitalista u otra estatalista, dos
formas de democracia y de politica fracasadas-: a este tipo de
diálogo, al cual quizás la mayor parte del Occidente degenerado
confía el más grueso paquete
accionario de
sus restos de
espe
ranzas,
Sciacca tiene sólo una respuesta, el evangélico «que los
muertos entierren a sus muertos»:
ni acepta transformar el fu
neral en la farsa trágica del presunto nuevo cristianismo, que
exige que sus iglesias y cenáculos se hinchen en más sutiles comer
cios con todo lo
que en
verdad no es otra cosa que consumismo
y hedonismo, de calidad o de submercado. Caminos todos, estos,
que conducen al hombre de los humanismos decapitados, y
así
absolutamente libre de todo absoluto, a aquel hombre absoluto
que
es la masa
-negaci6n nueva de la historia--sea agregada
en
manadas estatales sea coagulándose en
«rebaños espontáneos»
que
han poblado ya el planeta, aquellos que por partes y con
las voces más diversas· -rojas · o blancas~ o vercles desentona
das- celebran el régimen mundial de la estupidez, cuya libertad
suma pronto envidiará la del perro encadenado. Por otro lado,
varias veces Sciacca ha propuesto de nuevo, sin ser escuchado,
la perenne lección platónica, de la cual tan poco el mundo· con
temporáneo
parece querer acordarse, de la degeneración de la
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PIER PAOW OITONELLO
democracia en anarquía y de la anarquía es tiranía, cada vez que
se absolutiza, con
impía estupidez, la libertad
como negación de
todo límite, de donde brota necesariamente toda foma de desor
den y de corrupción, de lo cual
la sartriana «libertad para nada»
es el bien recitado compromisorio inútil gimoteo. En otros
tér
minos,
cada forma de compromiso es, como mínimo, estupidez
y cobardía -por esto cuesta nada menos que
el martirio no
caer en ello-: por lo tanto,
el camino real -en el cual deben
confluir todos los otros si no quieren reducirse a senderos o callejuelas interrumpidas (Holzwege}--, es el de
la plenitud del
espíritu de inteligencia, en la inteligencia del ser infinito que
crea los seres finitos: sólo éste es el
camino metafisico de la posi
tividad del
finito
-de otro modo es puro correr a la nada
y del
orden de todos los seres, en el cual está el único principio
de mi
absoluto deber
de respetarlos todos en su orden y, por
lo tanto, de incrementar su devenir enteramente a sí mismos,
para que sean verdaderos, de cuya verdad alimento el crecimien° de mi misma verdad e integridad, por lo tanto de la integtidad
de la inteligencia y de la
libert
me competen y que debo
realizar; y esto sólo es
hacer historia. ·
La fundaci6n metaf!sica del espíritu de la inteligencia, del
finito,
Sciacca, después de haberla asumido de Rosmini, tan la
boriosa
y fructuosamente por todo el arco de su actividad, al
término de
este arco, de modo original, inesperado
y, sin em
bargo, coberent!simo, la
;.,elve .a encontrar
en Tomás de Aqui
no, que
él en su último libro ( traducido al castellano por edicio
nes. Speiro) considera -no ciertamente sólo por amor a la paradoja
ni por polémica- el primer filósofo moderno, sanamente tal y de
un
Occidente vigorosamente
constructivo, por lo menos en cuan
to
él es. --;-escribe Sciacca- «el teórico más profundo, más lú
cido y genialmente equilibrado» de la conciencia laica, por
lo
t
pues a él o por
él arrastrados-, consumando el martirio de la
intelig.,;,cia, la cual es t
la estupidez cuanto más humildemente escuchadora de todas
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las verdades; lo han atravesado por lo tanto sin saltarlo: ni por
nostalgia del pasado, como restauradores,
ni por desprecio del
pasado por pasi6n del futuro, que es lo propio de todos los destruc tores: s6lo al precio de no saltar el pasado ellos han engendrado
un presente alimentador perenne del futuro -incluso
si la
ma
yor parte de los términos es espuria y si
Rosmini ha
generado
hast~ ahora poquísimos hijos,
entre los
cua1es está
empero
ciertamente
Sciacca~: han
hecho pues lo que todos
nosotros
siempre de nuevo al menos tenemos ·que intentar empezar, es
decir, la única verdadera revolución, frente a la cual todas las
presuntas en verdad no son otra cosa .que reacciones más o meR
nos enmascaradas: la de la conversio a la integralidad del hom
bre, actuando integralmente lo universal concreto de sí y de
la
historia. Tomás y Rosmini, pues, los verdaderos grandes modernos,
trazan el camino real
· del
auténtico progreso, del crecer de la
historia, superando la pseudoantítesis de metafísica e historia que está a la base del mundo moderno: empirismo. e iluminis
mo, idealismo e historicismo, materialismo y positivismo, neo
analitismo y neonominalismo han reducido a abstracción el ser,
hasta
anularlo;
asesinado lo
universal como abstracto, queda el
huérfano «particular
concreto» (3 ), el único objeto no ya de la
cicutada o desterrada especulaci6n, sino de
la· finalmente
libe
rada ciencia: así
la verdad y la historia son el desarfolla~se de
la
autoliheraci6n de
la ciencia culminante como técnica de la
supervivencia biol6gica
y del bienestar hastil la eutanasia. El
ocaso histórico del pensamiento como pensamiento del ser, como
metafísica, ha hecho aparecer y proliferar las ciencias particula res como metodologías ( de la actividad espiritual en
el idea
lismo, de las ciencias en el positivismo, de la historia en el
historicismo) y después como
t~cas a
relacionar siempre de
nuevo para los proyectos del siempre nuevo mundo; en realidad siempre más apretado en las
mordazas de
una
necesidad histórico
tecnológica
que señala, con la caída en
el no sentido de cada ver-
(3) Cfr. la citada Decciones de filoso/la de la historia, págs. 32-33.
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PIER PAOLO OTTONEUO
dad y del problema mismo de la verdad, una reducción a la nada
de verdad
y, por lo tanio, una reducción a la nada de la histo
ria misma del hombre que, autocelebrándose protagonista abso
luto de la historia, se descubre estéril en el hacer historia; ni la
historia grande, ni, en fin, la historia más
inmediata y vitalmente
individual: primero exaltado por todas las revoluciones que ace
leran la historia
y, después, sofocado por el terror de la inmi
nente sombra de su
fin, proyección inexorable del final de su
significado y del significado del hombre mismo. Es esta la auto
destrucción necesaria de la historia sin ser, sin verdad, por lo
tanto metafísica: es aquella historia de los «grandes hechos»
y
de los infantiles gigantes de todas las ciencias ( 4 ), que enmasca
ran su vado -ciencias que se han
liberado de
la propia inte
gralidad
y, por lo tanto, ellas mismas ciencias reducidas, pseudo
ciencias-; es la historia que «se come a sí misma como si es
tuviese disgustada o asustada de crecer, crecer, crecer»: aquella
historia que «escribe siempre en la arena o en el agua», sobre
la
cual insiste especialmente el último Sciacca. Del nihilismo
implícito
de
las metafísicas no creacionistas; que ponen las pseu
doantítesis maniqueístas
y las reacciones gnósticas -o ser o
ente, o Dios u hombre, o metafísica o historia, o filosofía o ciencia, o pasado o futuro, etc.-
se engendran, pues, las for
mas contemporáneas de todos los compromisos, contraseñados
por
una metafisica negada o, reducida, por un Dios negado o des
naturalizado, por
un hombre demediado, por una libertad ins
trumental, por una
historia estéril.
Al moderno furor
mesurandi, descuidado de la leonardesca
«fantasía exacta», corresponde una serie de antítesis a la armo
nía, productos
del rechazo
y de la reducción de las místicas nup
cias del tiempo con la eternidad, de la
libertad con
la gracia,
que es la única historia auténtica, integral
y el único auténtico
progreso, el único sarmiento fructífero de la vid que es el Verbo,
principio, centro
y fin de la histo.ria.
(4) Cfr. M. F. Sciacca, La libertad y el tiempo, Barcelona, Mitades,
1967.
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SCIACCA: METAPISICA E HISTORIA
Ciertamente, de Rosmini a Sciacca no conocemos a ningún
filósofo que, otto tanto, profunda, o
rica o
coerentemente, haya
atravesado los obscurecimientos, los de hoy y los de cada día, in
dicando más
allá de ellos el camino real y positivo para el pen
samiento occidental, para cada hombre de «buena voluntad»
his
tórica:, de su eremitorio operosísimo y abierto a toda verdad
donde quiera se le pueda hallar, han encontrado e indicado
el
aliento de la historia, su fuerza entretejida de paciencias y su
rayo
infinito de
providencia y de caridad, Por esto, los hombre
cillos de las historias estériles intentan ofrecer, a Sciacca como
a Rosmini, sólo frutos de desierto; pero también, de éstos,
los
hombres
grandes hacen frutos fecundos de eternidad: los solos
por los cuales somos juzgados .
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