Índice de contenidos
Número 243-244
Serie XXV
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Los católicos y la vocación política
-
La crisis del derecho penal
-
Agonía y esperanza de la Iglesia en México
-
El orden en la ciudad y el urbanismo
-
A propósito de una obra sobre la religión de Shiva
-
El pensamiento occidental cristiano
-
Joseph de Maistre y sus «Consideraciones sobre Francia»
-
La tenaz leyenda de un Tito «nacionalista»
-
Democracia orgánica, viabilidad del modelo político y utopía en Eugenio Vegas Latapié. I. Puntualizaciones sobre Eugenio Vegas
-
Democracia orgánica, viabilidad del modelo político y utopía en Eugenio Vegas Latapié. II. Respuesta a Gonzalo Fernández de la Mora
-
- Actas
- Información bibliográfica
- Crónicas
Autores
1986
La primera liberación de América
LA PRIMERA IJBERACION DE AMERICA
POR
)EAN DuMONT
Queridos amigos españoles de la Ciudad Católica:
Constituye hoy para mí un honor, una alegría y una preciosa
oportunidad mi presencia aquí en esta tribuna a la que he sido
llamado por los eminentes animadores de vuestra
Ciudad Ca
tólica. Y no menos la acogida que me dispensa el público. nu
meroso
y selecto que veo ante
mí, así como el importante tema
de
la historia de España cuya exposición me ha sido confiada.
Un honor, ante todo, porque no me habéis juzgado
demasiado
indigno,
a
mí, francés, de trazar un juicio sobre España y los
españoles-en
cuanto a su fidelidad o infidelidad a la gran
mi
sión histórica que les fue confiada: la de predicar a Cristo en
los Nuevos ·Mundos.
Una
alegria también
porque, como hispanista de
vocación
que
ha hecho de España
mi segunda patria, encuentro ocasión
de
expresar y de justificar la admiración que, como europeo
y
católico, siento hacia el testimonio dado por vuestros pueblos
hispánicos a lo largo de nuestros veinte siglos comunes de
cris
tianismo.
Una preciosa oportunidad, en fin, ya que, andaluz de adop
ción,
no
puedo ignorar que Sevilla, La Rábida, Palos de
Moguer
y
Granada asistirán muy pronto, en 1992, al medio milenario
del descubrimiento de
América por
las carabelas españolas. Y
que es tiempo ya en este año 1985 -y muy esencial- pata
preparar el que la celebración de ese gran acontecimiento sea también la celebración de la vetdad. Es decir, la de. una
de las
más
maravillosas irrupciones cristianas que la Providencia
hay,¡.
deparado al mundo.
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
Los franceses patriotas -y cr1st1anos gustan de celebrar las
Cruzadas de Oriente bajo una fórmula tan célebre como anti
gua: «la gesta de Dios por los francos». Me siento orgulloso,
en
mi franco-hispanidad, de que me corresponda hoy, y merced
a vuestra indulgencia, el
celebrar en la evangelización del Nuevo
Mundo lo que fue
«la gesta
de Dios por los españoles». Y la
«Primera Liberación
de América», para reivindicarla dentro del
tema general de «La Verdadera Liberación» que constituye
el
de las ptesentes jornadas.
La historia, instrumento de subversión.
Pero, me diréis, estamos . al. corriente de que la historia es
un\instnlffiento subve_rsivo.
Y sobre este punto, más que sobre
cualquier otro, la historia
ha subverrido el espíritu de nuestros
antepasados y nuestros contemporáneos. Desde
el siglo xvr esta
subversión reinante no cesa de proclamar:
la conquista y la evan
gelización del Nuevo Mundo fuetou
11bominaciones, vergüenza
imborrable
para los poderes civiles, militares y religiosos espa
ñoles. Fue no menos que «la destrucción de las Indias» según
el
título de la obra de Las Casas, utilizado desde los años 1550
a 1600, como «arma cínica de una guerra psicológica» contra la
preponderancia española y católica.
Y
los «filósofos»
anricristianos del siglo
XVIII no han dejado
de repetirlo bajo las
plu=s de
Marmontel o de Raynal: esta
conquista
y evangelización no fueron sino «el fanatismo asentado
en montones de muertos y contemplando inmensas ruinas». En
definitiva, «la más enorme herida que jamás haya
hecho al
géoe
ro humano
la espada de su perseguidores». Y como nuestros
actuales docentes.
oficiales no reciben más que el triste alimento
de esos «filósofos» del siglo
XVIII, tales imputaciones se per
petúan indefinidamente. Matanza, genocidio, intolerancia, oscu
rantismo, _opresi6n, esclavitud, desculturización, racismo. . . todos
los lugares comunes inagotables de la condenación al uso por las
potencias dueñas. hoy de
la opinión se aplican desde entonces
320
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERICA
sobre las cabezas de los Reyes Católicos y de sus sucesores, de
los papas
y del clero español de la época.
En época de la Revolución francesa se vio a clérigos abando
nando su ministerio
y abdicando de. sus. funciones, apostatar, en
fin, para romper definitivamente con esta supuesta ignominia de
la Iglesia. Uno de ellos .decía haber «sabido por la historia (se
gún los "filósofos") que la manía .de extender .los principios
cristianos inundó los dos hemisferios de torrentes de sangre».
Análogamente vemos en
nuestros dfas a
los intelectuales católi
cos predominantes alinearse inconscientemente, sea de buena fe, sea por vía de subversión, con las denuncias
.de esos
«filósofos»
del siglo
XVIII y llenar las publicaciones «que sientan cátedra»
como se dice, de tales contra-verdades. Tal es el caso de Francia
de tres recientes publicaciones
de. historia
firmadas por perso
nalidades notables
,de la Iglesia y la Universidad: El Evangelio
y la fuerza: BartolomJ de Las Casas, de Mariana Mahn-Lot,
profesora de universidad, aparecida en las Ediciones dominicas
Cert. (1964
y 1977), la Historia vivida del pueblo crist/ano,
publicada bajo la direcciórt. de Juan Delumeau, profesor del. Co,
legio
de Francia, en las ,Ediciones Privat
(1979), la Historia de
la Iglesia por ella
misma, publicada en las Ediciones Fayard por
el P.
Loew, O. P. y Miguel l\:'.leslin, profesor de la Sorbona
(1978).
Estas tres·. publicaciones, que no pueden· por menos que con
tar
con la
adhesión de principio' del lector incompetente, especial
mente si es católico, afirman
y repiten .que los indios de ·Améri
ca fueron, a
través del.
sistema de la «encomienda» española,
«despojados de sus tierras
y de su libertad» y «reducidos a la
esclavitud».
Lo que
es
radicalm<;nte falso,
como yo mismo he
demostrado
detalladamente en. el
capítulo
III de la primera parte
de mi
Iglesia ante la Historia (L'Eglise•au risque de l'Histoire).
Y en. la cual. ha convenido también urto de esos autores, la pro
fesora
Mahn-Lot, en
carta que me ha dirigido tras
la lectura de
mi rectificación ·a aquellas afirmaciones.
J21
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
Una liberación c~peeina.
Aunque sólo sea por conocer la verdad · y para no caer en
Ji trampa tendida por tantas autoridades universitarias y éclesiás
ticas que se hacen eco de los
«filósofos», se
hace preciso ir a
buscar los hechos y sus fuentes
allá donde sucedieron, por ejem
plo en Méjico.
Procurarse allá los trabajos fundamentales sobre
la materia, inasequibles en Europa, y hab.er manejado los archi
vos directos, los
procesos. Es
lo que tuve yo la dicha de poder
hacer. Así pude
· adquirir
en Méjico una breve obra de Silvio
Zavala
-De encomiendas y propiedad territorial-aparecida
allá hace cuarenta y cinco años, en plena guerra ( 1940 ), y pasada
inadvertidiicpor los
historiadores, incluso por mi amigo el «prínci
pe de los hispanistas» Marcelo Bataillon, administrador general del Colegio de
Francia. Este
pequeño libro, apoyado en los ar
chivos, establecía claramente: 1. Que los títulos de
encomiendas no conllevaban ningún
derecho de los españoles a la propiedad de los terrenos indios,
y que las autoridades españolas reprimían rigurosamente las des
posesiones ilegales de los
indios.
2.
Que la defensa de la propiedad de los .indios coincidia
con
el interés del titular de la encomienda, y que éste reconocía
. de
buen grado
y protegía el derecho de propiedad indígena.
3. Que
en
la encomienda de América la protección de la
propiedad de los indios era·
más amplia
que los derechos reco
noodos a
los campesinos de
· Europa
en la misma época.
Con todo
lo cual vienen por tierra las imputaciones de des
pojo y de esclavitud. En este aspecto, la conquista determinó un
progreso excepcional: los campesinos del Méjico
azteca se
vieron
exactamente lihj,rados. Porque hasta entonces habían sido seve ramente explotados por
el tributo «real» prehispánico sobre las
tierras, cualquiera fuera su situación personal, que ahora
sería
tenida
en cuenta. Explotados también por los trabajos impues
tos sin límite alguno para el servicio doméstico
y el cultivo de
las tierras, tierras sobre las cuales, aun para habitarlas, no tenían
322
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERICA
a menudo más que un derecho de ocupación precario. Explota
dos, en fin, por
la requisa del Estado para las guerras incesantes
o para los sacrificios
humanos masivos. _
Se
hunde también la encarnizada polémica sostenida en
el
siglo XVI contra la encomienda por Fray Bartolomé de Las Casas,
el famoso «protector
de los indios», . tan grata a los teóricos an
ticolonialistas y a los ideólogos de los «derechos del hombre»
.
por la enormidad de sus denuncias. Ya en su época, otros «pro
tectores de los indios», más eficaces en concreto que él, como
el franciscano Motolinia, el obispo Vasco de Quiroga y los pro
pios hermanos dominicos de Las Casas en Guatemala,
_se habían
mostrado
favorables a
la encomienda. Motolina, incluso, había
escrito a Carlos V que, como sostiene Zavala, la situación de
los indios en Méjico podía compararse favorablemente a la de
los campesinos
de· Castilla.
Sin
embargo, todavía hoy siguen apareciendo
biografías_ lau
datorias
-
de Las Casas que
se hacen
eco
de nuevo de sus denuncias, incluso a veces de las más exa
geradas. Por ejemplo, el libro
~felizmente menos
exagerado que
otros- de un excelente hermano de orden de Las Casas, el
P. André-Vincent, aparecido en 1980, sobre el cual he
tenido·
que
hacer fuertes reservas en un anejo a mi capítulo ya citado.
Pero
he aquí
que el azar ha querido que yo diese-recientemente
una conferencia en Aix-en-Provence donde reside ese excelente
religioso, y que el presidente de
la Asociación familiar católica de
la ciudad, común amigo nuestro, quisiera preparamos un encuen tro. Una entrevista muy relejada en la que el padre biógrafo de
Las Casas
lío tardó
en lanzarme: «¡Ah!, sin duda, si usted
juzga
a
Las
Casas a
partir de la historia concreta, sus denuncias pier
den valor» ...
Según lo cual habría que arrepentirse de esta de
bilidad: no
juzgar más
que a partir de la historia concreta. Es
pero que quienes me entienden querrán seguir
perdonándomela.
323
Fundaci\363n Speiro
I
JEAN DUMONT
La regresión · será republicana -y anticris~ana.
De esta historia concreta, Silvio Zavala nos · brinda, al tér
mino de su citado
librito, una convincente. demostración gráfica.
Demostración que permite de un
golpe de
vista comparar la si
tuación
social de la aldea india bajo el imperio de la encomienda
del siglo XVI y la situación social de la hacienda en el siglo XIX.
La demostración hace referencia a dos drculos yuxtapuestos que
representan la implantación agraria en las dos épocas sucesivas,
El primer círculo
-el de
tiempos de la
encomienda-muestra
a
la propiedad india cubriendo la casi totalidad del círculo, apenas
interrumpida por el pequefio territorio privado
de un español
o del titular de la
encomienda, obtenido por un título difetente
de ésta, por ejemplo, mediante
coi;npra en
regla a los indios. En
el centro del círculo dominado asi por la propiedad india, se
encuentra la aglomeración de la aldea donde residen las autori
dades indias: cacique, notables, concejo. En resumen, los indios,
a quienes .no explotan ya sus antiguos amos, se encuentran to
davía en su casa, y mejor aún, .con stis tierras y sus. instituciones
locales. Los titulares de las encomiendas viven en la ciudad y
se
ptolúbe rigutosamente · a
los españoles el instalarse
en una
aldea
india.
·
Si
se contempla ahora
el círculo representativo de la época
de
la hacienda en elsiglo xrx se descubre que todo ha cambiado.
El centro
del circulo
se ha convertido en la ,sede de· la hacienda
dominada por la casa del amo y la casa de su intendente. La
aglomeración india
ha sido expulsada del círculo en el que no
. ejercerá
ya ninguna función institucional propia. La propiedad
del duefio de la
hacienda cubre todo el circulo, del que ha des
aparecido
totalmente la propiedad india.
La implantación india
no está ya representada en
el círculo más que por algunos jiro
nes de
tierras concedidas temporalmente a los obreros agrícolas
indios para retenerlos al servicio del amo.
En·
fin, los indios no
están ya en su territorio: despojados de sus tierras y de sus ins-
324
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERICA
tituciones, no queda de ellos más que un rebaño humano en
tregado a la explotación del capitalismo agrario. ¿Qué
ha sucedido? Esto: que la independencia de los países
de la
América española ha liberado a los capitalistas criollos, o
recientemente inmigrados,
de la antigua autoridad de la Corona
de España. Y el laicismo
triunfante (con
la ayuda protestante
norteamericana) ha desmantelado a
la Iglesia, inspiradora, de la
antigua
dilecci,ón de
la ley en favor de los indios. Ahora sí que
se trata de un despojo y
de una
esclavitud (o
servidumbre) re
publicanas
y anticristianas que van a sustituir a lo que fue, en el
orden social, la magnífica liberación real y cristiana de América.
Un gran
libro argentino de 1985.
Yo
escribla esto
en 1981, dando así difusión internacional a
los trabajos de Zavala de 1940.
Mi voz se elevaba en soledad,
a través del universal murmullo de
la historia oficial de eclesiás
ticos
y universitarios calumniando a más y mejor en todas par
tes a los reres, a los clérigos y a - los cristian~s de la antigua
España. Mi audacia, sin embargo, no ha , sido inútil. Un poco
por todas partes se desacreditan hoy aquellas calumnias. Así en
el caso de Mariana Mahn-Lot; así en el del P. André-Vincent.
Eminentes hispanistas como Roberto
, Ricard, antiguo
director
del Instituto de Estudios
Hisp,inicos de la Sorbona, me otorgan
públicamente
la razón.
Y este año de 1985 acaba
de· aparecer
en Buenos Aires el
gran libro de un autor hispano-americano
que se
mostró igual
mente conforme con mi tesis, a partir de; su _propia experiencia
de América. El título de este libro es: El fin del Nuevo Mundo,
y
es su
autor un
gtan argentino
que
fué amigo de· Ortega
y Gasset
y embajador de
su país principalmente en
e!Vaticano:
Máximo
Etchecopar.
En él se denuncia
vigorosamente la deformación an
tiespañola y eclesiástica que los políticos y los escritores hispa
noamericanos han
inferido a la realidad histórica desde comienzos
325
Fundaci\363n Speiro
JEANDUMONT
del siglo xrx. En él se señalan con precisión las falsedades acumu
ladas en este sentido a partir· de la independencia y repetidas
después por
inercia o por espíritu de partido. Los principios abs
tractos de la
democracia y
del laicismo
han· encubierto
en reali
dad una .mutación social de consecuencias humanas gravfsimas
..
Como escri"bía en
su
época en
Méjico José María Luis Mora, «la
revolución ( de la independencia) que estalló en septiembre de
1810 resultó perniciosa y destructora del pais». Esta revolución
es hija de las ideas «filosóficas» del siglo
XVIII que se ven re
machadas, en su asombrosa inconsciencia, por un cierto catolicis
mo post-conciliar hoy· dominante. Lo más cómico es que ese
catolicismo cree darnos así lecciones de progreso y de «compro
miso» .cristiano.
Los supuestos horrores del Perú.
Si de Méjico y Argentina pasamos al Perú, como he hecho
en mi
última obra La Revolución francesa o · los prodigios del
sacrz1egio (1984), se confirma una situación muy semejante. In
cluso más burlesca aún en su burda oposición entre la verdad
histórica y las calumnias lanzadas contra la monarquía y la Igle
sia españolas a partir del siglo
XVI. Calumnias que, en mayor
grado aún que en otros casos, se hallan esparcidas en nuestra
cultura universitaria de hoy. La monarquía y la Iglesia españolas son culpables, según esas versiones, del atroz
genocidío de
los
indios del Perú por el trabajo forzado durante tres siglos en las
mi~as de
plata
. y
de mercurio. Es lo que afirma Pedro Chaunu
en
Conquista y explotación· de los Nuevos Mundos (París, 1969);
José
Pérez en La España del siglo XVI (París, 1973); Juan Desco
la en La vida cotidiana en el Perú en tiempo de los españoles
(París, 1962); Jorge Baudot en La vida cotidiana en la América
de Felipe
II (París, 1981), por no citar más que nombres bien
conocidos entre los hispanistas franceses de hoy.
'. Así
se ha impuesto a la opinión mundial el cuadro patético,
espantoso, preanuncio de los campos de exterminio hitlerianos o
326
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERICA
de las «purgas» soviéticas, ele millones de morituri indios lanza
dos
por la fuerza a las «bocas del infierno» para «morir en dos
o
tres semanas
en las galerías subterráneas». «Ciertas visiones de
las minas peruanas -llega a decir uno de esos autores- con
sus negros fantasmas que suben y bajan incesantemente recuer
dan el
Juicio final de Miguel Angel o parecen formar una cade
na siniestra de convulsos racimos humanos».
Una distinta liberación social.
La dificultad, como he mostrado en mi capítulo «Asombrosas
complicidades inventan los horrores
del Perú»,
es que
estas imá
genes
de horror son pura y simple excitación dialéctica; despro
vistas de fundamento real. Y llegadas a
nosotros, tam-!,ién en
este
caso, a través de los «filósofos» del siglo
XVIII, especial
mente Raynal.
Los testimonios
que yo he encontrado hacen ver todo lo con
trario de
este cuadro siniestro,
tal el del padre jesuita José de
Acosta, de 1576
y el estudio exhaustivo de los archivos de las
minas que yo he sacado a la luz, tal el del especialista Guillermo
L\,hmann Villena
consagrado en 1949 a las minas de Huanca
velica. · Se trata en
realidad. de un verdadero código de legislación
obrera protectora, con salario legal elevado, duración limitada
del trabajo, magistratura específica, responsabilización sistemá
tica a los contratistas en casos de accidentes de trabajo, hospitalización y medicación laboral gratuitas, que el virrey Francisco
de Toledo y
s1,1s · consejeros religiosos procuraron
poner en prác
tica, desde 1574, al servicio de los mineros indios. «Los espa
ñoles en esto, escribe Juan Descola (1) -no demasiado cohe
rente--, estaban
por delante respecto a su tiempo, porque en
las colonias inglesas e incluso en Europa nada o casi nada se
había hecho para reglamentar el
trabajo de
los mineros y pro-
(1) JEAN DESGOLA, op:, cit., pág. 242.
}27
Fundaci\363n Speiro
tegerlos contra los accidentes y la enfermedad~ (2 ). Se encuentra
aquí
-eomo en la encomienda--un progreso excepcional, su
perioi-al
de Europa. Y
la misma «Liberación de América». Porque
también en
esto ninguna protección similar existía bajo la auto
ridad
indígena precedente,
esta vez incaica,
en la prestación la
boral misma, de la que había suministrado el modelo: la mita.
La sujeción era allá tan rigurosa -precisa Guillermo Lohmann
Villena- que «bastaba
la orden ·de un superior para colgar a
un vasallo o
para que.
colocara sumisamente la cabeza sobre una
piedra para que otro indio
Je. hiciera saltar el cráneo con cual
quier instrumento contundente»
13 }.
Contra lo que persiste en difundir la leyenda negra, los
supuestos
morituri. indios eran. en todo privilegiados. Es lo que
testifica uno. de los grandes ·amigos de los «filósofos» que fue,
en el siglo
XVIII, superintendente de las minas de Huencavelica,
el célebre científico español Antonio de Ulloa, cuyo informe doy
también a
la luz pública ( 4). Los indios de la prestación de
du
ración limitada ( una semana a seis meses), llamados mitayos1
no trabajaban nunca como mineros en el fondo ( se deshace as!
el
cuadro del Juicio final con· sus racimos convulsos), sino sólo
.en el
mantenimiento de
la mina, generalmente en la superficie.
Y
recibían un
salario doble del de los obreros libres .contrata
dos. suplementariamente. Ulloa, un buen representante de las
Luces, puso
fin a ese privilegio que consideraba escandaloso,
pagando a los obreros
libre~ el
mismo salario que a los
preten'
didos morituri ... Los cuales .eran, por lo demás, en muy pequeño
nilllléro: nunca· más de· ~80 en las minas de·,Huencavelica, llll
mero reglamentario fijo .. En tanto que la leyenda negra habla
en esta época de 17.000 hombres en este lugar (casi cien veces
más),
y constantemente renovados para reemplazar a los muer-
(2) Id., op. cit., pág. 55.
(3) El corregidor. de Indios, Madrid, 1957, pág. 10.
(4) Mam1scrito núm. 2.543 (colecci6n Ayala) de fa Biblioteca del Pa,
lacio Real de
Madrid Re.censión en IiRev/sta de Indias, núm. 5 (1941)
por VICENTE RODRÍGUEZ CA.sADO.
(5) Op. cit., tomo II, pág. 279.
,328
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMBRICA
tos por intoxicaci6n de mercurio. :Muertos que son también pura
invenci6n en esa época, porque
c.....escribe Uiloa-«en
todo el
tiempo de mis funciones
(seis años)
no he conocido un solo caso».
La liberación fundamental: la religiosa.
Pero la más profunda «primera Liberación de América» no
es
esta doble
libefaci6n social
de los campesinos
y los mineros
que
acabamos de mostrar. Es la liberaci6n espiritual, religiosa,
de los pueblos indios, de las almas de los indios. Y esta libera-
. ci6n
fundamental es aun más desconocida, más silenciada, por
nuestros medios culturales que la liberación social que viene a ser su consecuencia. Las obras que hemos citado guardan sobre
ella un impenetrable silencio.
·
Incluso
historiadores tan
serios como
Marcelo Bataillon o
Vicente. Beltrán de Heredia hacen mención de un seudo-bautis mo de indios en masa, con el hisopo. En tanto que, como ha
mostrado Roberto Ricard en su
Conquista espiritual de Méjico
(París: 1933 ), y n¡ás recientemente Claudio Ceccherelli en el
núm. 35 (1955) de Missionalia Hispanica, el bautismo no se ad
ministró nunCa __ sin previa ins.ti:ucci~ri, y, .salvo excepción _rarísi
ma, los indios fueron bautizados unó a uno».
En cuanto a los subversivos deliberados como Sergio
Gru
zinski y Carlos Antoine en la Historia vivida. del pueblo cris
tiano,
discípulos comunes de Juan Delumeau y de _Pide! Cástro,
pretenden no ver en Méjico_, por -ejemplo,· más "que «cristiahiza
zación autoritaria» como medio de explotación bajo la férula de
la Inquisición (6). Es decir, una «agresión cultural» (7), que ha
sido preciso esperar hasta hoy para ver sustituida por un «·cris
tianismo crítico» que asocia_ «evangelización» Con «conciencia
ción» marxista. Afirmaciones todas tan .falsas como teledirigidas.
Debe, en efecto,
precisarse· que la Inquisición, establecido
(6) Id., págs. 290-291.
(7) Id.,
págs. 311 y sigs.
329
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
s6lo en Méjico y Perú en 1571, otorgó confianza de conjunto a
los indios, que se vieron formalmente excluidos de su compe
tencia por cédula de
Felipe II en
1575. Jamás hubo, por
lo
tanto, intervención estrecha de la Inquisición sobre la religión
de los indios. Nada hubo en América semejante a lo acaecido
con los ritos chinos que Roma pretendía proscribir. Al contrario,
la Iglesia de América, con profundo discernimiento, tendió a
respetar la identidad cultural de los indios, -su testamento pro
pio, que hasta nuestros días influye de un modo natural en sus
ritos y prácticas.
Y en lo referente a la
«crisdanización autoritaria»,
es todo lo
contrario lo que muestran los testimonios directos, qú.e se guar~
dan mucho de mencionar, y que me ha sido necesario investigar.
Ante
todo, si hubo conquista, ésta fue con la participación ge
neralizada de
los propios indios, felices de derribar aquí
la opre
sión azteca
y allí la incaica. En Méjico se alían con Cortés los
pueblos
más avanzados e importantes que eran los cempoaltecas,
después los tlaxcaltecas,
;,,ás tarde
buena parte de los
téxcuca
nos
y
los otomis, ambos vecinos del México de los aztecas. El
conquistador entra así definitivamente en Méjico a
la cabeza de
algunas decenas de españoles, pero sobre todo de 150.000 indios.
Enseguida se le unen otros pueblos indios
avanzados e
impor
tantes, como los Tarascos de Michoacán, los Zapotecas de
Úaxa
ca, etc.
Las conversiones individuales al cristianismo son en· estos
pueblos inmediatamente aceptadas. Así, en Tlaxcala, donde Cor
tés
y sus capitanes hacen de padrinos de los jefes indios, sus
aliados, al recibir éstos
el bautismo. Así con los Tarascos, cuyo
último rey indio_ de Michoacán va a hacerse tan buen cristiano
que
profesará como
jesuita
y morirá mártir de la caridad en el
transcutso de una epidemia. De hecho los indios, desde que la
p~sencia española les abre uná alternativa, la acej:,tan, como ten~
diendo a un cambio que será, ante todo, religioso.
330
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERJCA
Si los españoles no hubieran llegado ...
Es Jacobo Soustelle mismo, historiador tan aztequista, quien
lo señala en la revista
Evasiones meiicanas, 1980: los aztecas
estaban moral
y físicamente al extremo de sus lúJÚtes en sus
sacrificios humanos masivo (25.000 jóvenes
sacrificados para
la
. sola inauguración del gran templo de Méjico). «Cabe preguntarse -escribe
Soustelle-a
qué les habría esto llevado si los espa
ñoles no hubieran llegado ( ... ). La hecatombre· era tal ( ... ) que
hubieran tenido que cesar el holocausto para no desaparecer».
Y es sabido que a la llegada de Cortés la
civilización-religión
maya, en el .oriente Mejicano, estab1:1 casi enteramente muerta
pot ella misma.
Todo el mundo indio sabía que un cambio religioso se im
ponía. Y la incorporación generalizada al conquistador, mensa jero declarado de una nueva religión,
ponía de
manifiesto que la
adhesión solidaria a las religiones precolombinas, moribundas de
interna senilidad, había dejado de ser para· los indios la referen
cia. suprema.
Es en este sentido como ha de tomarse
la afirma
ción del
gran historiador indigenista mejicano Alfredo Chavero
cuando, a principios de siglo, escribía: «En rigor, no fue un
grupo de soldados
europeos quienes
hicieron la conquista,
sino
los
indios mismos» (8).
Algo semejante ocurriría en el Perú, donde Pizarto vio unírse
la contra el usurpador
· Atahualpa
a los aristócratas incas legiti
mistas
y a la impaciente clase de sus esclavos, los ,yans. Y allá
también pueblos enteros recientemen;e subyugados por el im
perio de
Cuzco, se s1.llllaron al
conquistador: los chachapoyas,
los cañaris, que permitieron a los españoles apoderarse de Quito,
los huancas que aniquilaron los esfuerzos del nuevo Inca, Man co II, para arrojar al mar a los invasores. En efecto, los
huancas
cierran
a Manco el camino del norte y constituyeron, como. des-
(8) Citado por JORGE GURRÍA LACROIX, Traba¡os sobre historio me
xicana, Méjico, 1964, pág. 38.
331
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
taca el especialista Enrique Favre, «la insuperable muralla a
cuyo
abrigo los españoles podían matarse entre sí .con
ttanqui.
lidad». Desde
entonces, tanto en
Méjko _ como
en Perú, la libera
ci6n política deseada y
obteni<)a va
a estallar apasionadamente
e11 liberaci6n
· espiritual y religiosa, en cascada multitudinaria y
alegre de
. conversi6n
cristiana. En una extraordinaria efusi6n
súbita de la gracia, a escala de un continente. Nuestros intelectuales
y.· universitarios liberales de La His
toria de la Iglesia por sí misma ironizan (9) sobre la pronritud
generalizada
. con
que los indios se convierten, tal como la afir
ma_ el papa Paulo III en su bula Sublimis Deus, de 1537. Es,
sin embargo, el papa quien está bien informado, especialmente
por
el obispo dominico de Tlaxcala, Julián Garcés y su enviado
Bernardino de Minaya,
..igualmente dominico, que
fue también
misionero
de NicaragUa y Perú. Y los demás testigos señalan
igualmente esta rapidez. Casi veinte años antes de Paulo III,
cuando_ el imperio azteca existe .todavía, Cortés escribe a Car
los. V: «En todas mis cartas, señor,
os_ he
dado
a conocer
la
tendencia de
los indios
a convertirse».
EL bautismo reclamado a · gritos.
Por todo Méjico, afirma· Claudio Ceccherelli, «la afluencia
tumultuosa de indios reclamando el bautismo» es una reali
dad (10). Hubo
muy pronto
que renunciar a las restticciones que
se impusieron en 1539 para la administr.ación del bautismo, tra
tando de volver a las reglas esttict.as de los catecumenados de
Pascua y Pentecostés vigentes en Europa. Porque «los indios no
cesan de
iniporrunar (a
los religiosos)
con su_s súplicas,
lágrimas
e insistencia para no verse privados de un bien tan grande,
alegando que, para recibir el bautismo,
han caminado largas jor-
(9) Op. cit., pág. 339.
(10) Artículo cit., Missionalia hispánica, núm. 35 (1955), págs. 247,
263 264. -~
332
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERICA
nadas, realizando grandes sacrificios y afrontando grandes peli
·gros».
Cediendo
así los religiosos,
fue la gran avalancha: «los ·
indios se presentan en masas compactas reclamando a gritos el
bautismo». A esta epopeya de la
gracia no
le faltaron sus aspec
tos pintorescos: «los sacerdotes, a menudo, no podían ya levan
tar el cántaro eón el que bautizaban: hasta tal punto tenían
fa
tigado el brazo» ( 11 ), como señala el franciscano Torquemada.
Y no se trata de un entusiasmo enseguida olvidado. Veinte
años más tarde, en 1558, el franciscano
Pedro de
Gand (uno
de los muchos religiosos de origen francés o flamenco lanzados
a la epopeya española) escribía a Felipe II.
Le narra lo que
sucedía en las escuelas de los monasterios
mejicanos (que acogían
por
todas partes a cientos de jóvenes
indios¡, por
la tarde, re
0
zadas las completas:- «A las ocho los muchaéhos indios se ejer
citaban en
la predicación para ver quién era más capaz de
ir a
predicar en las aldeas ( ... ) Y durante
tom la sema11a los más
hábiles
y más inspirados en las cosas de Dios estudiaban lo que
debían predicar . y enseñar en las
. aldeas
los domingos o fiestas
de. precepto; los sábados sus compañeros los enviaban por pa-
rejas a predicar»
(12). '
A
finales del siglo
XVI el franciscano Jerónimo de Mendieta
completa la descripción haciéndonos asistir a las predicaciones
de estos jóvenes apóstoles: indios en las aldeas_ y los caseríos.
«No sólo exponían lo que
Jos .. religiosos
les habían enseñado,
sino que añadían mucho más, refu tanda con agudos razonamien
tos que habían ellos elaborado.
los errores, ritos e idolatrías de
sus mayores, declarándoles su
.fe eri
un solo Dios y mostrándo
les cómo
habían vivido
engañados por grandes
errores y cegue
ras que les hicieron tomar los dioses por demonios enemigos del
género humano» (13).
(11) Monarqula indiana, Méjico, 1943, tomo III, pág. 163:
(12) Códice franciscano, Méjico, ·1982, pág. 213.
(13) Historia eclesiástica indiana, Méjico, 1966, pág. 225. ·
333
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
Alegria desbordante de la conversión.
Todo el continente americsno se ve arrastrado por el rego
cijo desbordante de esta conversión
espontánea, de
esta Nueva
Alianza buscada de todo corazón. Porque en el Perú encontra mos lo
mismo que
en Méjico.· Las cartas de los primeros misio
neros jesuitas,
llegados al
ex-imperio de· los Incas, lo demuestran
asimismo
de modo impresionante. «A los sermones --escribía
el visitador de las Indias Dr.
Plaza-acuden
los indios con tal
fervor y concurso que· produce admiración. En la mañana de las fiestas, si hay
dos_o tres
o cuatro sermones en las diferentes
parroquias, cuando han Oído uno, acuden a otro y a otro, o a
cualquier otra predicación ( ... ). Después vienen a nuestra igle
sia
para aprender en
ella la doctrina cristiana. Esta les es ense
ñada muy por
extenso, por el método de preguntas y respuestas.
Todos, hombres y mujeres, la aprenden con gran facilidad y ra
pidez debido a la pasión que en ello ponen» (14). Si el diseño
que
· vemos así trazado
no es el de una liberación en
la alegría,
no
se sabrá jamás
lo que es una liberación... Una liberación
tanto más significativa cuanto que tal testimonio se refiere el
18 de octubre de 1576 a Cuzco, la capital hasta poco del culto
inca.
Y en el mismo Perú emerge, como en Méjico, la pasión mi
,sionera de los jóvenes apóstoles indios. Es también en. el año
1576. cuando
nos lo muestra, por su parte, el provincial de los
jesuitas José de Acosta: «Los muchachos indios, que son viva
ces y
hábiles, conocen el catecismo breve y el extenso en su
propia lengua. Y van a ensefíarlo a pie (de aldea en aldea) a los
viejos. Han aprendido' también nuevos
cánticos, tanto
en
espa
fíol
como en su propia lengua, de los que gustan mucho, al estar
por naturaleza dotados para el canto. Y los cantan noche y
dfa
en
las casas y en las
c.lles. Oyéndolos,
hombres y mujeres hacen
otro tanto» (15). ¡Qué espectáculo esta liberación, realizada es-
(14) Missionalia hispánica, núm. 10 (1947), pág. 49.
(15) Id. ~-28.
334
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA UBERACION DE AMERICA
pontáneamente, obra popular! Tras el movimiento de las mu
chedumbres hacia
fa palabra de Dios, el resonar, noche y día,
en las casas
y en las calles, las alabanzas del Señor ...
Lo
que vio Toynhee.
Se comprende así la alegría, la exuberancia del arte, ·re
ligioso
indio-cristiano
de esa misma época, que cubre aún hoy
mÍllares de
monumentos toda
la América hispana. Este arte
indocristiano cuyas esculturas y pinturas
están pobladas
por in
numerables ángeles juveniles de miradá. alegre, semejantes
en
todo
a los
jóvenes mensajeros . del Dios cristiano que hemos visto
recorrer, de
carne y
hueso,
los senderos
del
país indio.
Arte que
es un inmenso testimonio, casi totalmente desconocido hoy, ya
que
la primera obra de conjunto que le fue consagrada data de
1978, en Méjico, en lo referente
sólo a
este pueblo.
Un enorme testimonio, porque desde el siglo xvr, s6lo en
Méjico, este arte produjo más de ciento veinte grandes monu
mentos catalogados, con decenas de millares de metros cuadra
dos de pinturas. Un enorme testimonio
también dado
que
el
autor del libro de 1978, Constantino Reyes Valerio, pudo escri
bir que «este movimiento artístico es
la _demostración imborra
ble
del nuevo aspecto y del
corazón nuevo
que adqniere el
indio» (16).
Dicho de otro modo, de su liberación espiritual,
que también allá se
realizó «mediante
una comunicación inten
sa» (17) «a través de la
educación y
del fervor». Un inmenso
testimonio, en fin, porque los lugares de este arte indiocristiano
son «los mismos en que se celebraba el gran culto prehis¡,áni
co» (18), y porque fue «el artista indio el autor de la mayor
parte
·de estas
obras» ( 19).
Es lo que como precursor
había visto;
en un golpe
de luz,
(16) Arte ·indocristinao, pág. 11.
(17) Id., pág. 127.
(18) Id., pág. 125.
(19) Id., pág. 167.
335
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
el gran historiador anglosajón y protestante Arnoldo Toynbee.
Su conocimiento de la historia de las religiones, extendido a cin
co continentes y a -milenios, .le _hizo :i;econocer enseguida de su
llegada a Méjico que la civilización indiocatólica que nace in
mediatamente de la «conquista»
es el
modelo universal de la
fosión feliz _de dos
civilizaciones. En su libro de síntesis
La Re
ligi6n vi,ta por un historiador, nos ha participado su asombro
cuando, visitó
las iglesias indias
de las
aldeas que rodean a Pue
bla -tercera ciudad de
MéjicO--:-, fundación ex-nihilo de los con
quistadores.
Porque,
decía, fue
testigo de los «cuidados celosos»
que todavía prodigaban los indios a los «obras de arte magní
ficas», «alegres»,
de sus antepasados, liberados por el cristianismo
del «salvajismo siniestro de la influencia azteca» que «les
habla
sumergido
hasta entonces (20).
Confirmación por Túpac Amaru y los «cristeros».
La posterior historia proporcionará, por lo demás, muchos
otros testimonio de la profundidad de esta «primera Liberación de América». Aquellos que entre mis oyentes tengan la posibili
dad de recurrir
· a
mis obras encontrarán mención en ellas de
algunos de los más evidentes testimonios complementarios. Así en Perú, en
los años
1780,
la revuelta· de Túpac Amaru, descen
diente
auténti~o de
los
emper~dores incas.
Esta sublevación india
contra .la administración española
local, que los marxistas de
hoy pretenden reivindicar tomando el nombre de
tupamaros, se
hizo en realidad en nombre de «nuestra sacrosanta religión ca tólica». Los sacerdotes se encontraron en ella en tal número que
se la llamó la «revolución de los curas», y
e]. dominico Rodríguez
fue en
e!4, capellán
del gran jefe. La revuelta fue finalmente
vencida por el hecho de la excomunión de Túpac Amaru lan
zada por el obispo
de_ Cuzco,
cuyos habitantes,
indios en
su
in
rnens~ mayoría,
rehusaron
desde ese momento unirse al movi
miento.
Otro
testimonio de la ptofundidad de aquella «primera
· Libe-
(20) Op: cit., París, _1963, págs. 61 y 162-163.
336
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERICA
ración de América», más cercano aún a nosotros, es_ esta revuel
ta de los campesinos indios de Méjico que, entre 1926 y 1929,
por propia decisión, obligaron al gobierno mejicano a poner un
límite a la. descristianización sistemática. que había. emprendido.
Merced
a esos campesinos indios, que se dieron el expresivo
nombre de
cristeros, es como podemos ver de nuevo hoy los
hábitos blancos de los dominicos en los lugares más ilustres de
la primera
conversión y del primer arte indiocristiano, en
San
Cristóbal
de Clúapas o en Santo Domingo de Oaxaca.
El maravilloso ejemplo de Tlaxcala.
Pero es sobre todo en la gran sede de la primerísima · con
versión de Méjico,
Tlaxcala, donde
quiero concluir.
Ejemplo tanto más
signi•icarivo por
cuanto su pueblo era el
más libre del Méjico español, dado
que, en
agradecimiento por
_ su fiel alianza, el rey de España le
había reconocido
plena auto
nomía de gobierno, universal hidalguía a
sus miembros
y
ex
cepción de todo tributo que no fuera simbólico. Precisamente a
Tlaxcala, liberada
ya de las empresas aztecas; se refiere
el texto,
encontrado por m_í allá mismo, y que, citado por primera vez,
:propongo a nuestra comµn reflexión. Un texto del mejor especia
:lista actual de la primera evangelización de Méjico, el padre fran
ciscano Fidel Jesús Chauvet, cuyo .nombre dice bien su origen
francés.
Lo que nos pinta vale todo el oro del mundo, y mucho más
que todas las pretensiones de lústorias
«avanzadas», sean
libe
rales o marxistas. Porque. esta pintura no es otra cosa que el
retrato exacto
de ese don de Dios que fue
la «primera Libera
ción de América».
Dice así: «Se acusa al indio
americano en
general, y, en
par
ticular,
a los indios evangelizados por los franciscanos, de no
poseer más que una religión puramente exterior. Y, en el fondo,
'de permanacer tan paganos como antes de _ recibir el bautismo.
«Demuestra la falsedad de tales acusaciones la abnegación
con que,
particularmente los
tlaxcaltecas, recientemente con-
337
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
vertidos, practican la religión cnsttana. Recorde1J1os, por eje1ll
plo, có1J10 antes
de celebrar
la fiesta de Navidad con la represen
tación
al aire libre y con gran po1llpa del auto sacra1J1ental
"Nuestros primeros padres" (en otra ocasión el auto tenía por. tema
la conquista de Jerusalén), reunieron· i1llportantes . li1J1osnas. Y
las
e1J1plearon !ntegra1J1ente en
el hospital para los
!ndigenas 1J1ás
pobres,
fundado desde el comienzo de la cristianización de Tlax
cala». Motolinia
( testigo directo) escribe sobre este asunto: «No
contento con lo que donaron a los pobres del hospital, fueron
por los caminos en una legua a la redonda para distribuir seten
ta y cinco
camisas de
hombre, cincuenta de mujer, muchas man
tas y
otros abrigos, diez corderos y un cerdo, numerosas cargas_
de malz y raciones de carne y maíz». . «Otro hecho
.. significativo
de la sinceridad de los nuevos
conversos
tlaxcaltecas era
la práctica
generalizada de la restitu
ción de bienes
mal adquiridos.
Las restituciones que hicieron
durante la cuaresma, señala un documento de 1539,
se· elevaron
a
más de doce
mil, referentes a bienes adquiridos tanto en época
pagana como la posterior a su
bautismo. Entre ellas
algunas eran
de cosas pobres otde valor medio, pero otras, numerosas, cons ..
itituían bienes de gran valor: joyas de oro o piedras preciosas y
propiedades. Todo esto
sucedía en
Tlaxcala quince años después
de que los franciscanos se establecieran allá por vez primera».
«Por ninguna otra nación».
Y todo esto sucedía también · en el tnomento mismo en c¡ue
el gobernador indio V aleriano redactaba en
nahuatl y alfabeto
latino «el primer texto literario azteca que jamás se
habla es
crito:
precisamente
el relato de Ja. aparición de la Virgen Nuestra
Señora al pobre indio Juan Diego, a quien -hecho inaudito
dejó su propia imagen». «Dios hizo así lo que no hizo por nin
guna otra nación», afirmará
el papa Benedicto XIV.
AñOs estcis ·que, por tantas· coincidencias, sigtiaron sobre el
Nuevo Mundo uno de los más altos momentos de la historia de
la Salvación: la verdadera Liberación de ese Mundo.
338
Fundaci\363n Speiro
POR
)EAN DuMONT
Queridos amigos españoles de la Ciudad Católica:
Constituye hoy para mí un honor, una alegría y una preciosa
oportunidad mi presencia aquí en esta tribuna a la que he sido
llamado por los eminentes animadores de vuestra
Ciudad Ca
tólica. Y no menos la acogida que me dispensa el público. nu
meroso
y selecto que veo ante
mí, así como el importante tema
de
la historia de España cuya exposición me ha sido confiada.
Un honor, ante todo, porque no me habéis juzgado
demasiado
indigno,
a
mí, francés, de trazar un juicio sobre España y los
españoles-en
cuanto a su fidelidad o infidelidad a la gran
mi
sión histórica que les fue confiada: la de predicar a Cristo en
los Nuevos ·Mundos.
Una
alegria también
porque, como hispanista de
vocación
que
ha hecho de España
mi segunda patria, encuentro ocasión
de
expresar y de justificar la admiración que, como europeo
y
católico, siento hacia el testimonio dado por vuestros pueblos
hispánicos a lo largo de nuestros veinte siglos comunes de
cris
tianismo.
Una preciosa oportunidad, en fin, ya que, andaluz de adop
ción,
no
puedo ignorar que Sevilla, La Rábida, Palos de
Moguer
y
Granada asistirán muy pronto, en 1992, al medio milenario
del descubrimiento de
América por
las carabelas españolas. Y
que es tiempo ya en este año 1985 -y muy esencial- pata
preparar el que la celebración de ese gran acontecimiento sea también la celebración de la vetdad. Es decir, la de. una
de las
más
maravillosas irrupciones cristianas que la Providencia
hay,¡.
deparado al mundo.
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
Los franceses patriotas -y cr1st1anos gustan de celebrar las
Cruzadas de Oriente bajo una fórmula tan célebre como anti
gua: «la gesta de Dios por los francos». Me siento orgulloso,
en
mi franco-hispanidad, de que me corresponda hoy, y merced
a vuestra indulgencia, el
celebrar en la evangelización del Nuevo
Mundo lo que fue
«la gesta
de Dios por los españoles». Y la
«Primera Liberación
de América», para reivindicarla dentro del
tema general de «La Verdadera Liberación» que constituye
el
de las ptesentes jornadas.
La historia, instrumento de subversión.
Pero, me diréis, estamos . al. corriente de que la historia es
un\instnlffiento subve_rsivo.
Y sobre este punto, más que sobre
cualquier otro, la historia
ha subverrido el espíritu de nuestros
antepasados y nuestros contemporáneos. Desde
el siglo xvr esta
subversión reinante no cesa de proclamar:
la conquista y la evan
gelización del Nuevo Mundo fuetou
11bominaciones, vergüenza
imborrable
para los poderes civiles, militares y religiosos espa
ñoles. Fue no menos que «la destrucción de las Indias» según
el
título de la obra de Las Casas, utilizado desde los años 1550
a 1600, como «arma cínica de una guerra psicológica» contra la
preponderancia española y católica.
Y
los «filósofos»
anricristianos del siglo
XVIII no han dejado
de repetirlo bajo las
plu=s de
Marmontel o de Raynal: esta
conquista
y evangelización no fueron sino «el fanatismo asentado
en montones de muertos y contemplando inmensas ruinas». En
definitiva, «la más enorme herida que jamás haya
hecho al
géoe
ro humano
la espada de su perseguidores». Y como nuestros
actuales docentes.
oficiales no reciben más que el triste alimento
de esos «filósofos» del siglo
XVIII, tales imputaciones se per
petúan indefinidamente. Matanza, genocidio, intolerancia, oscu
rantismo, _opresi6n, esclavitud, desculturización, racismo. . . todos
los lugares comunes inagotables de la condenación al uso por las
potencias dueñas. hoy de
la opinión se aplican desde entonces
320
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERICA
sobre las cabezas de los Reyes Católicos y de sus sucesores, de
los papas
y del clero español de la época.
En época de la Revolución francesa se vio a clérigos abando
nando su ministerio
y abdicando de. sus. funciones, apostatar, en
fin, para romper definitivamente con esta supuesta ignominia de
la Iglesia. Uno de ellos .decía haber «sabido por la historia (se
gún los "filósofos") que la manía .de extender .los principios
cristianos inundó los dos hemisferios de torrentes de sangre».
Análogamente vemos en
nuestros dfas a
los intelectuales católi
cos predominantes alinearse inconscientemente, sea de buena fe, sea por vía de subversión, con las denuncias
.de esos
«filósofos»
del siglo
XVIII y llenar las publicaciones «que sientan cátedra»
como se dice, de tales contra-verdades. Tal es el caso de Francia
de tres recientes publicaciones
de. historia
firmadas por perso
nalidades notables
,de la Iglesia y la Universidad: El Evangelio
y la fuerza: BartolomJ de Las Casas, de Mariana Mahn-Lot,
profesora de universidad, aparecida en las Ediciones dominicas
Cert. (1964
y 1977), la Historia vivida del pueblo crist/ano,
publicada bajo la direcciórt. de Juan Delumeau, profesor del. Co,
legio
de Francia, en las ,Ediciones Privat
(1979), la Historia de
la Iglesia por ella
misma, publicada en las Ediciones Fayard por
el P.
Loew, O. P. y Miguel l\:'.leslin, profesor de la Sorbona
(1978).
Estas tres·. publicaciones, que no pueden· por menos que con
tar
con la
adhesión de principio' del lector incompetente, especial
mente si es católico, afirman
y repiten .que los indios de ·Améri
ca fueron, a
través del.
sistema de la «encomienda» española,
«despojados de sus tierras
y de su libertad» y «reducidos a la
esclavitud».
Lo que
es
radicalm<;nte falso,
como yo mismo he
demostrado
detalladamente en. el
capítulo
III de la primera parte
de mi
Iglesia ante la Historia (L'Eglise•au risque de l'Histoire).
Y en. la cual. ha convenido también urto de esos autores, la pro
fesora
Mahn-Lot, en
carta que me ha dirigido tras
la lectura de
mi rectificación ·a aquellas afirmaciones.
J21
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
Una liberación c~peeina.
Aunque sólo sea por conocer la verdad · y para no caer en
Ji trampa tendida por tantas autoridades universitarias y éclesiás
ticas que se hacen eco de los
«filósofos», se
hace preciso ir a
buscar los hechos y sus fuentes
allá donde sucedieron, por ejem
plo en Méjico.
Procurarse allá los trabajos fundamentales sobre
la materia, inasequibles en Europa, y hab.er manejado los archi
vos directos, los
procesos. Es
lo que tuve yo la dicha de poder
hacer. Así pude
· adquirir
en Méjico una breve obra de Silvio
Zavala
-De encomiendas y propiedad territorial-aparecida
allá hace cuarenta y cinco años, en plena guerra ( 1940 ), y pasada
inadvertidiicpor los
historiadores, incluso por mi amigo el «prínci
pe de los hispanistas» Marcelo Bataillon, administrador general del Colegio de
Francia. Este
pequeño libro, apoyado en los ar
chivos, establecía claramente: 1. Que los títulos de
encomiendas no conllevaban ningún
derecho de los españoles a la propiedad de los terrenos indios,
y que las autoridades españolas reprimían rigurosamente las des
posesiones ilegales de los
indios.
2.
Que la defensa de la propiedad de los .indios coincidia
con
el interés del titular de la encomienda, y que éste reconocía
. de
buen grado
y protegía el derecho de propiedad indígena.
3. Que
en
la encomienda de América la protección de la
propiedad de los indios era·
más amplia
que los derechos reco
noodos a
los campesinos de
· Europa
en la misma época.
Con todo
lo cual vienen por tierra las imputaciones de des
pojo y de esclavitud. En este aspecto, la conquista determinó un
progreso excepcional: los campesinos del Méjico
azteca se
vieron
exactamente lihj,rados. Porque hasta entonces habían sido seve ramente explotados por
el tributo «real» prehispánico sobre las
tierras, cualquiera fuera su situación personal, que ahora
sería
tenida
en cuenta. Explotados también por los trabajos impues
tos sin límite alguno para el servicio doméstico
y el cultivo de
las tierras, tierras sobre las cuales, aun para habitarlas, no tenían
322
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERICA
a menudo más que un derecho de ocupación precario. Explota
dos, en fin, por
la requisa del Estado para las guerras incesantes
o para los sacrificios
humanos masivos. _
Se
hunde también la encarnizada polémica sostenida en
el
siglo XVI contra la encomienda por Fray Bartolomé de Las Casas,
el famoso «protector
de los indios», . tan grata a los teóricos an
ticolonialistas y a los ideólogos de los «derechos del hombre»
.
por la enormidad de sus denuncias. Ya en su época, otros «pro
tectores de los indios», más eficaces en concreto que él, como
el franciscano Motolinia, el obispo Vasco de Quiroga y los pro
pios hermanos dominicos de Las Casas en Guatemala,
_se habían
mostrado
favorables a
la encomienda. Motolina, incluso, había
escrito a Carlos V que, como sostiene Zavala, la situación de
los indios en Méjico podía compararse favorablemente a la de
los campesinos
de· Castilla.
Sin
embargo, todavía hoy siguen apareciendo
biografías_ lau
datorias
-
de Las Casas que
se hacen
eco
de nuevo de sus denuncias, incluso a veces de las más exa
geradas. Por ejemplo, el libro
~felizmente menos
exagerado que
otros- de un excelente hermano de orden de Las Casas, el
P. André-Vincent, aparecido en 1980, sobre el cual he
tenido·
que
hacer fuertes reservas en un anejo a mi capítulo ya citado.
Pero
he aquí
que el azar ha querido que yo diese-recientemente
una conferencia en Aix-en-Provence donde reside ese excelente
religioso, y que el presidente de
la Asociación familiar católica de
la ciudad, común amigo nuestro, quisiera preparamos un encuen tro. Una entrevista muy relejada en la que el padre biógrafo de
Las Casas
lío tardó
en lanzarme: «¡Ah!, sin duda, si usted
juzga
a
Las
Casas a
partir de la historia concreta, sus denuncias pier
den valor» ...
Según lo cual habría que arrepentirse de esta de
bilidad: no
juzgar más
que a partir de la historia concreta. Es
pero que quienes me entienden querrán seguir
perdonándomela.
323
Fundaci\363n Speiro
I
JEAN DUMONT
La regresión · será republicana -y anticris~ana.
De esta historia concreta, Silvio Zavala nos · brinda, al tér
mino de su citado
librito, una convincente. demostración gráfica.
Demostración que permite de un
golpe de
vista comparar la si
tuación
social de la aldea india bajo el imperio de la encomienda
del siglo XVI y la situación social de la hacienda en el siglo XIX.
La demostración hace referencia a dos drculos yuxtapuestos que
representan la implantación agraria en las dos épocas sucesivas,
El primer círculo
-el de
tiempos de la
encomienda-muestra
a
la propiedad india cubriendo la casi totalidad del círculo, apenas
interrumpida por el pequefio territorio privado
de un español
o del titular de la
encomienda, obtenido por un título difetente
de ésta, por ejemplo, mediante
coi;npra en
regla a los indios. En
el centro del círculo dominado asi por la propiedad india, se
encuentra la aglomeración de la aldea donde residen las autori
dades indias: cacique, notables, concejo. En resumen, los indios,
a quienes .no explotan ya sus antiguos amos, se encuentran to
davía en su casa, y mejor aún, .con stis tierras y sus. instituciones
locales. Los titulares de las encomiendas viven en la ciudad y
se
ptolúbe rigutosamente · a
los españoles el instalarse
en una
aldea
india.
·
Si
se contempla ahora
el círculo representativo de la época
de
la hacienda en elsiglo xrx se descubre que todo ha cambiado.
El centro
del circulo
se ha convertido en la ,sede de· la hacienda
dominada por la casa del amo y la casa de su intendente. La
aglomeración india
ha sido expulsada del círculo en el que no
. ejercerá
ya ninguna función institucional propia. La propiedad
del duefio de la
hacienda cubre todo el circulo, del que ha des
aparecido
totalmente la propiedad india.
La implantación india
no está ya representada en
el círculo más que por algunos jiro
nes de
tierras concedidas temporalmente a los obreros agrícolas
indios para retenerlos al servicio del amo.
En·
fin, los indios no
están ya en su territorio: despojados de sus tierras y de sus ins-
324
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERICA
tituciones, no queda de ellos más que un rebaño humano en
tregado a la explotación del capitalismo agrario. ¿Qué
ha sucedido? Esto: que la independencia de los países
de la
América española ha liberado a los capitalistas criollos, o
recientemente inmigrados,
de la antigua autoridad de la Corona
de España. Y el laicismo
triunfante (con
la ayuda protestante
norteamericana) ha desmantelado a
la Iglesia, inspiradora, de la
antigua
dilecci,ón de
la ley en favor de los indios. Ahora sí que
se trata de un despojo y
de una
esclavitud (o
servidumbre) re
publicanas
y anticristianas que van a sustituir a lo que fue, en el
orden social, la magnífica liberación real y cristiana de América.
Un gran
libro argentino de 1985.
Yo
escribla esto
en 1981, dando así difusión internacional a
los trabajos de Zavala de 1940.
Mi voz se elevaba en soledad,
a través del universal murmullo de
la historia oficial de eclesiás
ticos
y universitarios calumniando a más y mejor en todas par
tes a los reres, a los clérigos y a - los cristian~s de la antigua
España. Mi audacia, sin embargo, no ha , sido inútil. Un poco
por todas partes se desacreditan hoy aquellas calumnias. Así en
el caso de Mariana Mahn-Lot; así en el del P. André-Vincent.
Eminentes hispanistas como Roberto
, Ricard, antiguo
director
del Instituto de Estudios
Hisp,inicos de la Sorbona, me otorgan
públicamente
la razón.
Y este año de 1985 acaba
de· aparecer
en Buenos Aires el
gran libro de un autor hispano-americano
que se
mostró igual
mente conforme con mi tesis, a partir de; su _propia experiencia
de América. El título de este libro es: El fin del Nuevo Mundo,
y
es su
autor un
gtan argentino
que
fué amigo de· Ortega
y Gasset
y embajador de
su país principalmente en
e!Vaticano:
Máximo
Etchecopar.
En él se denuncia
vigorosamente la deformación an
tiespañola y eclesiástica que los políticos y los escritores hispa
noamericanos han
inferido a la realidad histórica desde comienzos
325
Fundaci\363n Speiro
JEANDUMONT
del siglo xrx. En él se señalan con precisión las falsedades acumu
ladas en este sentido a partir· de la independencia y repetidas
después por
inercia o por espíritu de partido. Los principios abs
tractos de la
democracia y
del laicismo
han· encubierto
en reali
dad una .mutación social de consecuencias humanas gravfsimas
..
Como escri"bía en
su
época en
Méjico José María Luis Mora, «la
revolución ( de la independencia) que estalló en septiembre de
1810 resultó perniciosa y destructora del pais». Esta revolución
es hija de las ideas «filosóficas» del siglo
XVIII que se ven re
machadas, en su asombrosa inconsciencia, por un cierto catolicis
mo post-conciliar hoy· dominante. Lo más cómico es que ese
catolicismo cree darnos así lecciones de progreso y de «compro
miso» .cristiano.
Los supuestos horrores del Perú.
Si de Méjico y Argentina pasamos al Perú, como he hecho
en mi
última obra La Revolución francesa o · los prodigios del
sacrz1egio (1984), se confirma una situación muy semejante. In
cluso más burlesca aún en su burda oposición entre la verdad
histórica y las calumnias lanzadas contra la monarquía y la Igle
sia españolas a partir del siglo
XVI. Calumnias que, en mayor
grado aún que en otros casos, se hallan esparcidas en nuestra
cultura universitaria de hoy. La monarquía y la Iglesia españolas son culpables, según esas versiones, del atroz
genocidío de
los
indios del Perú por el trabajo forzado durante tres siglos en las
mi~as de
plata
. y
de mercurio. Es lo que afirma Pedro Chaunu
en
Conquista y explotación· de los Nuevos Mundos (París, 1969);
José
Pérez en La España del siglo XVI (París, 1973); Juan Desco
la en La vida cotidiana en el Perú en tiempo de los españoles
(París, 1962); Jorge Baudot en La vida cotidiana en la América
de Felipe
II (París, 1981), por no citar más que nombres bien
conocidos entre los hispanistas franceses de hoy.
'. Así
se ha impuesto a la opinión mundial el cuadro patético,
espantoso, preanuncio de los campos de exterminio hitlerianos o
326
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERICA
de las «purgas» soviéticas, ele millones de morituri indios lanza
dos
por la fuerza a las «bocas del infierno» para «morir en dos
o
tres semanas
en las galerías subterráneas». «Ciertas visiones de
las minas peruanas -llega a decir uno de esos autores- con
sus negros fantasmas que suben y bajan incesantemente recuer
dan el
Juicio final de Miguel Angel o parecen formar una cade
na siniestra de convulsos racimos humanos».
Una distinta liberación social.
La dificultad, como he mostrado en mi capítulo «Asombrosas
complicidades inventan los horrores
del Perú»,
es que
estas imá
genes
de horror son pura y simple excitación dialéctica; despro
vistas de fundamento real. Y llegadas a
nosotros, tam-!,ién en
este
caso, a través de los «filósofos» del siglo
XVIII, especial
mente Raynal.
Los testimonios
que yo he encontrado hacen ver todo lo con
trario de
este cuadro siniestro,
tal el del padre jesuita José de
Acosta, de 1576
y el estudio exhaustivo de los archivos de las
minas que yo he sacado a la luz, tal el del especialista Guillermo
L\,hmann Villena
consagrado en 1949 a las minas de Huanca
velica. · Se trata en
realidad. de un verdadero código de legislación
obrera protectora, con salario legal elevado, duración limitada
del trabajo, magistratura específica, responsabilización sistemá
tica a los contratistas en casos de accidentes de trabajo, hospitalización y medicación laboral gratuitas, que el virrey Francisco
de Toledo y
s1,1s · consejeros religiosos procuraron
poner en prác
tica, desde 1574, al servicio de los mineros indios. «Los espa
ñoles en esto, escribe Juan Descola (1) -no demasiado cohe
rente--, estaban
por delante respecto a su tiempo, porque en
las colonias inglesas e incluso en Europa nada o casi nada se
había hecho para reglamentar el
trabajo de
los mineros y pro-
(1) JEAN DESGOLA, op:, cit., pág. 242.
}27
Fundaci\363n Speiro
tegerlos contra los accidentes y la enfermedad~ (2 ). Se encuentra
aquí
-eomo en la encomienda--un progreso excepcional, su
perioi-al
de Europa. Y
la misma «Liberación de América». Porque
también en
esto ninguna protección similar existía bajo la auto
ridad
indígena precedente,
esta vez incaica,
en la prestación la
boral misma, de la que había suministrado el modelo: la mita.
La sujeción era allá tan rigurosa -precisa Guillermo Lohmann
Villena- que «bastaba
la orden ·de un superior para colgar a
un vasallo o
para que.
colocara sumisamente la cabeza sobre una
piedra para que otro indio
Je. hiciera saltar el cráneo con cual
quier instrumento contundente»
13 }.
Contra lo que persiste en difundir la leyenda negra, los
supuestos
morituri. indios eran. en todo privilegiados. Es lo que
testifica uno. de los grandes ·amigos de los «filósofos» que fue,
en el siglo
XVIII, superintendente de las minas de Huencavelica,
el célebre científico español Antonio de Ulloa, cuyo informe doy
también a
la luz pública ( 4). Los indios de la prestación de
du
ración limitada ( una semana a seis meses), llamados mitayos1
no trabajaban nunca como mineros en el fondo ( se deshace as!
el
cuadro del Juicio final con· sus racimos convulsos), sino sólo
.en el
mantenimiento de
la mina, generalmente en la superficie.
Y
recibían un
salario doble del de los obreros libres .contrata
dos. suplementariamente. Ulloa, un buen representante de las
Luces, puso
fin a ese privilegio que consideraba escandaloso,
pagando a los obreros
libre~ el
mismo salario que a los
preten'
didos morituri ... Los cuales .eran, por lo demás, en muy pequeño
nilllléro: nunca· más de· ~80 en las minas de·,Huencavelica, llll
mero reglamentario fijo .. En tanto que la leyenda negra habla
en esta época de 17.000 hombres en este lugar (casi cien veces
más),
y constantemente renovados para reemplazar a los muer-
(2) Id., op. cit., pág. 55.
(3) El corregidor. de Indios, Madrid, 1957, pág. 10.
(4) Mam1scrito núm. 2.543 (colecci6n Ayala) de fa Biblioteca del Pa,
lacio Real de
Madrid Re.censión en IiRev/sta de Indias, núm. 5 (1941)
por VICENTE RODRÍGUEZ CA.sADO.
(5) Op. cit., tomo II, pág. 279.
,328
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMBRICA
tos por intoxicaci6n de mercurio. :Muertos que son también pura
invenci6n en esa época, porque
c.....escribe Uiloa-«en
todo el
tiempo de mis funciones
(seis años)
no he conocido un solo caso».
La liberación fundamental: la religiosa.
Pero la más profunda «primera Liberación de América» no
es
esta doble
libefaci6n social
de los campesinos
y los mineros
que
acabamos de mostrar. Es la liberaci6n espiritual, religiosa,
de los pueblos indios, de las almas de los indios. Y esta libera-
. ci6n
fundamental es aun más desconocida, más silenciada, por
nuestros medios culturales que la liberación social que viene a ser su consecuencia. Las obras que hemos citado guardan sobre
ella un impenetrable silencio.
·
Incluso
historiadores tan
serios como
Marcelo Bataillon o
Vicente. Beltrán de Heredia hacen mención de un seudo-bautis mo de indios en masa, con el hisopo. En tanto que, como ha
mostrado Roberto Ricard en su
Conquista espiritual de Méjico
(París: 1933 ), y n¡ás recientemente Claudio Ceccherelli en el
núm. 35 (1955) de Missionalia Hispanica, el bautismo no se ad
ministró nunCa __ sin previa ins.ti:ucci~ri, y, .salvo excepción _rarísi
ma, los indios fueron bautizados unó a uno».
En cuanto a los subversivos deliberados como Sergio
Gru
zinski y Carlos Antoine en la Historia vivida. del pueblo cris
tiano,
discípulos comunes de Juan Delumeau y de _Pide! Cástro,
pretenden no ver en Méjico_, por -ejemplo,· más "que «cristiahiza
zación autoritaria» como medio de explotación bajo la férula de
la Inquisición (6). Es decir, una «agresión cultural» (7), que ha
sido preciso esperar hasta hoy para ver sustituida por un «·cris
tianismo crítico» que asocia_ «evangelización» Con «conciencia
ción» marxista. Afirmaciones todas tan .falsas como teledirigidas.
Debe, en efecto,
precisarse· que la Inquisición, establecido
(6) Id., págs. 290-291.
(7) Id.,
págs. 311 y sigs.
329
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
s6lo en Méjico y Perú en 1571, otorgó confianza de conjunto a
los indios, que se vieron formalmente excluidos de su compe
tencia por cédula de
Felipe II en
1575. Jamás hubo, por
lo
tanto, intervención estrecha de la Inquisición sobre la religión
de los indios. Nada hubo en América semejante a lo acaecido
con los ritos chinos que Roma pretendía proscribir. Al contrario,
la Iglesia de América, con profundo discernimiento, tendió a
respetar la identidad cultural de los indios, -su testamento pro
pio, que hasta nuestros días influye de un modo natural en sus
ritos y prácticas.
Y en lo referente a la
«crisdanización autoritaria»,
es todo lo
contrario lo que muestran los testimonios directos, qú.e se guar~
dan mucho de mencionar, y que me ha sido necesario investigar.
Ante
todo, si hubo conquista, ésta fue con la participación ge
neralizada de
los propios indios, felices de derribar aquí
la opre
sión azteca
y allí la incaica. En Méjico se alían con Cortés los
pueblos
más avanzados e importantes que eran los cempoaltecas,
después los tlaxcaltecas,
;,,ás tarde
buena parte de los
téxcuca
nos
y
los otomis, ambos vecinos del México de los aztecas. El
conquistador entra así definitivamente en Méjico a
la cabeza de
algunas decenas de españoles, pero sobre todo de 150.000 indios.
Enseguida se le unen otros pueblos indios
avanzados e
impor
tantes, como los Tarascos de Michoacán, los Zapotecas de
Úaxa
ca, etc.
Las conversiones individuales al cristianismo son en· estos
pueblos inmediatamente aceptadas. Así, en Tlaxcala, donde Cor
tés
y sus capitanes hacen de padrinos de los jefes indios, sus
aliados, al recibir éstos
el bautismo. Así con los Tarascos, cuyo
último rey indio_ de Michoacán va a hacerse tan buen cristiano
que
profesará como
jesuita
y morirá mártir de la caridad en el
transcutso de una epidemia. De hecho los indios, desde que la
p~sencia española les abre uná alternativa, la acej:,tan, como ten~
diendo a un cambio que será, ante todo, religioso.
330
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERJCA
Si los españoles no hubieran llegado ...
Es Jacobo Soustelle mismo, historiador tan aztequista, quien
lo señala en la revista
Evasiones meiicanas, 1980: los aztecas
estaban moral
y físicamente al extremo de sus lúJÚtes en sus
sacrificios humanos masivo (25.000 jóvenes
sacrificados para
la
. sola inauguración del gran templo de Méjico). «Cabe preguntarse -escribe
Soustelle-a
qué les habría esto llevado si los espa
ñoles no hubieran llegado ( ... ). La hecatombre· era tal ( ... ) que
hubieran tenido que cesar el holocausto para no desaparecer».
Y es sabido que a la llegada de Cortés la
civilización-religión
maya, en el .oriente Mejicano, estab1:1 casi enteramente muerta
pot ella misma.
Todo el mundo indio sabía que un cambio religioso se im
ponía. Y la incorporación generalizada al conquistador, mensa jero declarado de una nueva religión,
ponía de
manifiesto que la
adhesión solidaria a las religiones precolombinas, moribundas de
interna senilidad, había dejado de ser para· los indios la referen
cia. suprema.
Es en este sentido como ha de tomarse
la afirma
ción del
gran historiador indigenista mejicano Alfredo Chavero
cuando, a principios de siglo, escribía: «En rigor, no fue un
grupo de soldados
europeos quienes
hicieron la conquista,
sino
los
indios mismos» (8).
Algo semejante ocurriría en el Perú, donde Pizarto vio unírse
la contra el usurpador
· Atahualpa
a los aristócratas incas legiti
mistas
y a la impaciente clase de sus esclavos, los ,yans. Y allá
también pueblos enteros recientemen;e subyugados por el im
perio de
Cuzco, se s1.llllaron al
conquistador: los chachapoyas,
los cañaris, que permitieron a los españoles apoderarse de Quito,
los huancas que aniquilaron los esfuerzos del nuevo Inca, Man co II, para arrojar al mar a los invasores. En efecto, los
huancas
cierran
a Manco el camino del norte y constituyeron, como. des-
(8) Citado por JORGE GURRÍA LACROIX, Traba¡os sobre historio me
xicana, Méjico, 1964, pág. 38.
331
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
taca el especialista Enrique Favre, «la insuperable muralla a
cuyo
abrigo los españoles podían matarse entre sí .con
ttanqui.
lidad». Desde
entonces, tanto en
Méjko _ como
en Perú, la libera
ci6n política deseada y
obteni<)a va
a estallar apasionadamente
e11 liberaci6n
· espiritual y religiosa, en cascada multitudinaria y
alegre de
. conversi6n
cristiana. En una extraordinaria efusi6n
súbita de la gracia, a escala de un continente. Nuestros intelectuales
y.· universitarios liberales de La His
toria de la Iglesia por sí misma ironizan (9) sobre la pronritud
generalizada
. con
que los indios se convierten, tal como la afir
ma_ el papa Paulo III en su bula Sublimis Deus, de 1537. Es,
sin embargo, el papa quien está bien informado, especialmente
por
el obispo dominico de Tlaxcala, Julián Garcés y su enviado
Bernardino de Minaya,
..igualmente dominico, que
fue también
misionero
de NicaragUa y Perú. Y los demás testigos señalan
igualmente esta rapidez. Casi veinte años antes de Paulo III,
cuando_ el imperio azteca existe .todavía, Cortés escribe a Car
los. V: «En todas mis cartas, señor,
os_ he
dado
a conocer
la
tendencia de
los indios
a convertirse».
EL bautismo reclamado a · gritos.
Por todo Méjico, afirma· Claudio Ceccherelli, «la afluencia
tumultuosa de indios reclamando el bautismo» es una reali
dad (10). Hubo
muy pronto
que renunciar a las restticciones que
se impusieron en 1539 para la administr.ación del bautismo, tra
tando de volver a las reglas esttict.as de los catecumenados de
Pascua y Pentecostés vigentes en Europa. Porque «los indios no
cesan de
iniporrunar (a
los religiosos)
con su_s súplicas,
lágrimas
e insistencia para no verse privados de un bien tan grande,
alegando que, para recibir el bautismo,
han caminado largas jor-
(9) Op. cit., pág. 339.
(10) Artículo cit., Missionalia hispánica, núm. 35 (1955), págs. 247,
263 264. -~
332
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERICA
nadas, realizando grandes sacrificios y afrontando grandes peli
·gros».
Cediendo
así los religiosos,
fue la gran avalancha: «los ·
indios se presentan en masas compactas reclamando a gritos el
bautismo». A esta epopeya de la
gracia no
le faltaron sus aspec
tos pintorescos: «los sacerdotes, a menudo, no podían ya levan
tar el cántaro eón el que bautizaban: hasta tal punto tenían
fa
tigado el brazo» ( 11 ), como señala el franciscano Torquemada.
Y no se trata de un entusiasmo enseguida olvidado. Veinte
años más tarde, en 1558, el franciscano
Pedro de
Gand (uno
de los muchos religiosos de origen francés o flamenco lanzados
a la epopeya española) escribía a Felipe II.
Le narra lo que
sucedía en las escuelas de los monasterios
mejicanos (que acogían
por
todas partes a cientos de jóvenes
indios¡, por
la tarde, re
0
zadas las completas:- «A las ocho los muchaéhos indios se ejer
citaban en
la predicación para ver quién era más capaz de
ir a
predicar en las aldeas ( ... ) Y durante
tom la sema11a los más
hábiles
y más inspirados en las cosas de Dios estudiaban lo que
debían predicar . y enseñar en las
. aldeas
los domingos o fiestas
de. precepto; los sábados sus compañeros los enviaban por pa-
rejas a predicar»
(12). '
A
finales del siglo
XVI el franciscano Jerónimo de Mendieta
completa la descripción haciéndonos asistir a las predicaciones
de estos jóvenes apóstoles: indios en las aldeas_ y los caseríos.
«No sólo exponían lo que
Jos .. religiosos
les habían enseñado,
sino que añadían mucho más, refu tanda con agudos razonamien
tos que habían ellos elaborado.
los errores, ritos e idolatrías de
sus mayores, declarándoles su
.fe eri
un solo Dios y mostrándo
les cómo
habían vivido
engañados por grandes
errores y cegue
ras que les hicieron tomar los dioses por demonios enemigos del
género humano» (13).
(11) Monarqula indiana, Méjico, 1943, tomo III, pág. 163:
(12) Códice franciscano, Méjico, ·1982, pág. 213.
(13) Historia eclesiástica indiana, Méjico, 1966, pág. 225. ·
333
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
Alegria desbordante de la conversión.
Todo el continente americsno se ve arrastrado por el rego
cijo desbordante de esta conversión
espontánea, de
esta Nueva
Alianza buscada de todo corazón. Porque en el Perú encontra mos lo
mismo que
en Méjico.· Las cartas de los primeros misio
neros jesuitas,
llegados al
ex-imperio de· los Incas, lo demuestran
asimismo
de modo impresionante. «A los sermones --escribía
el visitador de las Indias Dr.
Plaza-acuden
los indios con tal
fervor y concurso que· produce admiración. En la mañana de las fiestas, si hay
dos_o tres
o cuatro sermones en las diferentes
parroquias, cuando han Oído uno, acuden a otro y a otro, o a
cualquier otra predicación ( ... ). Después vienen a nuestra igle
sia
para aprender en
ella la doctrina cristiana. Esta les es ense
ñada muy por
extenso, por el método de preguntas y respuestas.
Todos, hombres y mujeres, la aprenden con gran facilidad y ra
pidez debido a la pasión que en ello ponen» (14). Si el diseño
que
· vemos así trazado
no es el de una liberación en
la alegría,
no
se sabrá jamás
lo que es una liberación... Una liberación
tanto más significativa cuanto que tal testimonio se refiere el
18 de octubre de 1576 a Cuzco, la capital hasta poco del culto
inca.
Y en el mismo Perú emerge, como en Méjico, la pasión mi
,sionera de los jóvenes apóstoles indios. Es también en. el año
1576. cuando
nos lo muestra, por su parte, el provincial de los
jesuitas José de Acosta: «Los muchachos indios, que son viva
ces y
hábiles, conocen el catecismo breve y el extenso en su
propia lengua. Y van a ensefíarlo a pie (de aldea en aldea) a los
viejos. Han aprendido' también nuevos
cánticos, tanto
en
espa
fíol
como en su propia lengua, de los que gustan mucho, al estar
por naturaleza dotados para el canto. Y los cantan noche y
dfa
en
las casas y en las
c.lles. Oyéndolos,
hombres y mujeres hacen
otro tanto» (15). ¡Qué espectáculo esta liberación, realizada es-
(14) Missionalia hispánica, núm. 10 (1947), pág. 49.
(15) Id. ~-28.
334
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA UBERACION DE AMERICA
pontáneamente, obra popular! Tras el movimiento de las mu
chedumbres hacia
fa palabra de Dios, el resonar, noche y día,
en las casas
y en las calles, las alabanzas del Señor ...
Lo
que vio Toynhee.
Se comprende así la alegría, la exuberancia del arte, ·re
ligioso
indio-cristiano
de esa misma época, que cubre aún hoy
mÍllares de
monumentos toda
la América hispana. Este arte
indocristiano cuyas esculturas y pinturas
están pobladas
por in
numerables ángeles juveniles de miradá. alegre, semejantes
en
todo
a los
jóvenes mensajeros . del Dios cristiano que hemos visto
recorrer, de
carne y
hueso,
los senderos
del
país indio.
Arte que
es un inmenso testimonio, casi totalmente desconocido hoy, ya
que
la primera obra de conjunto que le fue consagrada data de
1978, en Méjico, en lo referente
sólo a
este pueblo.
Un enorme testimonio, porque desde el siglo xvr, s6lo en
Méjico, este arte produjo más de ciento veinte grandes monu
mentos catalogados, con decenas de millares de metros cuadra
dos de pinturas. Un enorme testimonio
también dado
que
el
autor del libro de 1978, Constantino Reyes Valerio, pudo escri
bir que «este movimiento artístico es
la _demostración imborra
ble
del nuevo aspecto y del
corazón nuevo
que adqniere el
indio» (16).
Dicho de otro modo, de su liberación espiritual,
que también allá se
realizó «mediante
una comunicación inten
sa» (17) «a través de la
educación y
del fervor». Un inmenso
testimonio, en fin, porque los lugares de este arte indiocristiano
son «los mismos en que se celebraba el gran culto prehis¡,áni
co» (18), y porque fue «el artista indio el autor de la mayor
parte
·de estas
obras» ( 19).
Es lo que como precursor
había visto;
en un golpe
de luz,
(16) Arte ·indocristinao, pág. 11.
(17) Id., pág. 127.
(18) Id., pág. 125.
(19) Id., pág. 167.
335
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
el gran historiador anglosajón y protestante Arnoldo Toynbee.
Su conocimiento de la historia de las religiones, extendido a cin
co continentes y a -milenios, .le _hizo :i;econocer enseguida de su
llegada a Méjico que la civilización indiocatólica que nace in
mediatamente de la «conquista»
es el
modelo universal de la
fosión feliz _de dos
civilizaciones. En su libro de síntesis
La Re
ligi6n vi,ta por un historiador, nos ha participado su asombro
cuando, visitó
las iglesias indias
de las
aldeas que rodean a Pue
bla -tercera ciudad de
MéjicO--:-, fundación ex-nihilo de los con
quistadores.
Porque,
decía, fue
testigo de los «cuidados celosos»
que todavía prodigaban los indios a los «obras de arte magní
ficas», «alegres»,
de sus antepasados, liberados por el cristianismo
del «salvajismo siniestro de la influencia azteca» que «les
habla
sumergido
hasta entonces (20).
Confirmación por Túpac Amaru y los «cristeros».
La posterior historia proporcionará, por lo demás, muchos
otros testimonio de la profundidad de esta «primera Liberación de América». Aquellos que entre mis oyentes tengan la posibili
dad de recurrir
· a
mis obras encontrarán mención en ellas de
algunos de los más evidentes testimonios complementarios. Así en Perú, en
los años
1780,
la revuelta· de Túpac Amaru, descen
diente
auténti~o de
los
emper~dores incas.
Esta sublevación india
contra .la administración española
local, que los marxistas de
hoy pretenden reivindicar tomando el nombre de
tupamaros, se
hizo en realidad en nombre de «nuestra sacrosanta religión ca tólica». Los sacerdotes se encontraron en ella en tal número que
se la llamó la «revolución de los curas», y
e]. dominico Rodríguez
fue en
e!4, capellán
del gran jefe. La revuelta fue finalmente
vencida por el hecho de la excomunión de Túpac Amaru lan
zada por el obispo
de_ Cuzco,
cuyos habitantes,
indios en
su
in
rnens~ mayoría,
rehusaron
desde ese momento unirse al movi
miento.
Otro
testimonio de la ptofundidad de aquella «primera
· Libe-
(20) Op: cit., París, _1963, págs. 61 y 162-163.
336
Fundaci\363n Speiro
LA PRIMERA LIBERACION DE AMERICA
ración de América», más cercano aún a nosotros, es_ esta revuel
ta de los campesinos indios de Méjico que, entre 1926 y 1929,
por propia decisión, obligaron al gobierno mejicano a poner un
límite a la. descristianización sistemática. que había. emprendido.
Merced
a esos campesinos indios, que se dieron el expresivo
nombre de
cristeros, es como podemos ver de nuevo hoy los
hábitos blancos de los dominicos en los lugares más ilustres de
la primera
conversión y del primer arte indiocristiano, en
San
Cristóbal
de Clúapas o en Santo Domingo de Oaxaca.
El maravilloso ejemplo de Tlaxcala.
Pero es sobre todo en la gran sede de la primerísima · con
versión de Méjico,
Tlaxcala, donde
quiero concluir.
Ejemplo tanto más
signi•icarivo por
cuanto su pueblo era el
más libre del Méjico español, dado
que, en
agradecimiento por
_ su fiel alianza, el rey de España le
había reconocido
plena auto
nomía de gobierno, universal hidalguía a
sus miembros
y
ex
cepción de todo tributo que no fuera simbólico. Precisamente a
Tlaxcala, liberada
ya de las empresas aztecas; se refiere
el texto,
encontrado por m_í allá mismo, y que, citado por primera vez,
:propongo a nuestra comµn reflexión. Un texto del mejor especia
:lista actual de la primera evangelización de Méjico, el padre fran
ciscano Fidel Jesús Chauvet, cuyo .nombre dice bien su origen
francés.
Lo que nos pinta vale todo el oro del mundo, y mucho más
que todas las pretensiones de lústorias
«avanzadas», sean
libe
rales o marxistas. Porque. esta pintura no es otra cosa que el
retrato exacto
de ese don de Dios que fue
la «primera Libera
ción de América».
Dice así: «Se acusa al indio
americano en
general, y, en
par
ticular,
a los indios evangelizados por los franciscanos, de no
poseer más que una religión puramente exterior. Y, en el fondo,
'de permanacer tan paganos como antes de _ recibir el bautismo.
«Demuestra la falsedad de tales acusaciones la abnegación
con que,
particularmente los
tlaxcaltecas, recientemente con-
337
Fundaci\363n Speiro
JEAN DUMONT
vertidos, practican la religión cnsttana. Recorde1J1os, por eje1ll
plo, có1J10 antes
de celebrar
la fiesta de Navidad con la represen
tación
al aire libre y con gran po1llpa del auto sacra1J1ental
"Nuestros primeros padres" (en otra ocasión el auto tenía por. tema
la conquista de Jerusalén), reunieron· i1llportantes . li1J1osnas. Y
las
e1J1plearon !ntegra1J1ente en
el hospital para los
!ndigenas 1J1ás
pobres,
fundado desde el comienzo de la cristianización de Tlax
cala». Motolinia
( testigo directo) escribe sobre este asunto: «No
contento con lo que donaron a los pobres del hospital, fueron
por los caminos en una legua a la redonda para distribuir seten
ta y cinco
camisas de
hombre, cincuenta de mujer, muchas man
tas y
otros abrigos, diez corderos y un cerdo, numerosas cargas_
de malz y raciones de carne y maíz». . «Otro hecho
.. significativo
de la sinceridad de los nuevos
conversos
tlaxcaltecas era
la práctica
generalizada de la restitu
ción de bienes
mal adquiridos.
Las restituciones que hicieron
durante la cuaresma, señala un documento de 1539,
se· elevaron
a
más de doce
mil, referentes a bienes adquiridos tanto en época
pagana como la posterior a su
bautismo. Entre ellas
algunas eran
de cosas pobres otde valor medio, pero otras, numerosas, cons ..
itituían bienes de gran valor: joyas de oro o piedras preciosas y
propiedades. Todo esto
sucedía en
Tlaxcala quince años después
de que los franciscanos se establecieran allá por vez primera».
«Por ninguna otra nación».
Y todo esto sucedía también · en el tnomento mismo en c¡ue
el gobernador indio V aleriano redactaba en
nahuatl y alfabeto
latino «el primer texto literario azteca que jamás se
habla es
crito:
precisamente
el relato de Ja. aparición de la Virgen Nuestra
Señora al pobre indio Juan Diego, a quien -hecho inaudito
dejó su propia imagen». «Dios hizo así lo que no hizo por nin
guna otra nación», afirmará
el papa Benedicto XIV.
AñOs estcis ·que, por tantas· coincidencias, sigtiaron sobre el
Nuevo Mundo uno de los más altos momentos de la historia de
la Salvación: la verdadera Liberación de ese Mundo.
338
Fundaci\363n Speiro