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Número 243-244

Serie XXV

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Cena homenaje a Juan Vallet de Goytisolo

CENA HOMENAJE A JUAN V ALLET DE GOYTISOLO El jueves seis
de· marzo
nos reunimos a cenar en el restau­
rante «J
ai Alai» un grupo de amigos de las células de los mar­
tes y de los jueves. Aunque. como después diría Fernández de
la Cigoña, « ... muchos no se habrán enterado ... », aun así, los
reunidos nos acercábamos al centenar. El motivo era
el de rendir un cariñoso homenaje a don Juan
V allet de Goytisolo por su brillante elección como académico de
la Real de Ciencias Morales y Políticas que días antes se había
producido, para ocupar la vacante que se había producido con
la muerte de Eugenio Vegas Latapie.
El ambiente,
como siempre

que se trata de reuniones de los
amigos de Speiro} era de· lo menos protocolario; parecía, más
bien, una típica cena familiar que un homenaje a quien «se en­
cuentra, entre otras cosas, a la cabeza de los civilistas de nues­
tra patria», como luego resaltar/a Francisco José Fernández de
la Cigoña.
·
A los· postres· de una animada cena, en 1a que cada uno pasó
un rato agradable, los más jóvenes escuchando a nuestros maes­
tros, charlando o polemizando sobre temas de actualidad, Fer­
nández de la Cigoña, en nombre de los asistentes, pronunció unas
palabras. Constituyó un momento especialmente emotivo la lectura de
una tarjeta
de la familia del inolvidable Eugenio Vegas La tapie,
poes en la mente de todos estaba el que esa noche faltaba allí,
aunque nos contempla desde el cielo, con doble
alégría, tanto
por

ver a don Juan Vallet en la Real Academia
·de Ciencias
Mo­
rales y Políticas como porque fuera
él quien

recibiera la que ha­
bía sido su medalla, que como luego resaltaría don Juan Vallet,
recordando el discurso
de ingreso de Vegas Latapie, no era una
medall.a cualquiera, pues era
la que había pertenecido al ilustre
poligrafo don Marcelino Menéndez Pelayo -tan admirado por
todos nosotros--y a Plá y Deniel.
Fernández de
fa Cigoña, al ofrecer el homenaje, entre otras
cosas, dijo: ·
«Querido Juan: Un grupo de amigos ha querido rendirte un
homenaje por tu elección en la Academia de Ciencias Morales y
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Políticas. No ha habido convocatoria pública, ni organización es­
pecial; muchos no se habrán enterado de esta cena de hoy y me temo que a ti te parecerá tan bien como a ellos mal; porque
en'.
tre

tus enormes «defectos», el trabajar cuando nadie trabaja
-¿ quién

puede sufrir las miles y miles
de páginas que esclare­
cen nuestro derecho privado y te convierten en el primero de
nuestros civilistas?-;
la profesión bien desempeñada, que te se­
ñala como a uno de los notarios más prestigiosos de España, re­
conocimiento que se
e,,:tiende al

extranjero, que te ha designado
presidente del Notariado Latino, en días en los que lo que se
. lleva

es
.la
improvisación

y
la frivolidad; tu espíritu abierto a todas
las inquietudes, cuando lo que priva es la especialización, único
medio de saber algo estudiando poco, que ha hecho que te pare­
ciera estrecho
el inmenso campo del derecho privado y te ocuparas
también del derecho público y
de· la filosofía del

derecho, hasta
lograr que en
el extranjero se te. considere como uno. de los pri­
. meros

iusnaturalistas
de hoy; tu generosidad, tu espíritu de ser­
vicio a las más altas causas
-de los
que
25 años al servicio de
Verbo son buena prueba-; por todas estas cosas he de decirte,
Sin acritud pero con indignación contenida, que es demasiado,
que casi no se puede aguantar.
Pues bien, entre todos estos gravísimos «defectos» destaca
tu modestia. Todo el mundo asombrado con Juan Vallet y Juan
V allet que va por el mundo con cara de decir: ¿pero yo que he
hecho? Y, ¿por qué me felicitáis ... ? Hoy estamos aquí, compar­
tiendo el pan y la sal de la amistad lo que queremos expresarte
nuestro cariño y nuestra admiraci6n».
Recordó a continuación el interés mostrado por Eugenio Ve­
gas para que Juan Vallet ingresara en
la. Academia
de Ciencias
Morales y Políticas: «El quería tenerte
allí para que tu nombre
y tu prestigio le ayudara a servir al Ideal al que él consagró su vida. El servicio de Dios, el bien de la religión
y de la patria,
pero como Dios quiso siempre probarle con el fracaso de sus ac­
tuaciones, sin duda para darle mayor premio en el cielo, no pudo
ver hecho realidad su deseo, y la docta Corporación prefirió en
dos ocasiones a otro académico ...
». «Querido Juan, me cabe el
honor de ser ---evidentemente no por méritos propios, sino por cariñosa designación de los
amigos-quien

te dé el apretado
abrazo que hoy Eugenio te hubiera
dado, El

desde
el cielo se
alegrará por esto, y con él y con el de todos los aquí presentes,
cómo no, el mío propio. Enhorabuena, aunque tengas un frente
más en
el que trabajar por Dios y por España».
A continuación habló don Juan Vallet, quien tras glosar unas
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palabras de Ramiro de Maeztu, escritas en mayo de 1936, en las
que
señalaba la necesidad

previa de la evangelización para lograr
conquistar el poder público,
lo que requería previamente la nece­
sidad de formar a los catequistas y la existencia de buenos cate­
quistas, se refirió a la labor «en la que nos metió Eugenio Vegas
cuando descubrió la
Cité Catholique en París, asombrando a
Jean Ouset»; señaló que «Eugenio tenÍij la convicción de que,
políticamente, estaba toda prácticamente perdido y que habla que
comenzar por preparar la tierra y sembrar». Señaló que esa era
nuestra lahor, la de ir sombrando y conquistando a la
gente.
Finalmente,

tras dar las gracias a todos, dijo: «os diré que
lo que verdaderamente me conmueve es
el hecho de llevar la me­
dalla que llevó Eugenio Vegas, que no es una medalla cualquie­
ra, porque fue la que llevaron Menéndez Pelayo, y Plá y Deniel».
ANTONIO URZÁIZ.
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