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Número 243-244

Serie XXV

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A propósito de una obra sobre la religión de Shiva

A PROPOSITO DE UNA OBRA SOBRE LA RELIGION DE SHIVA
POR
THOMAS MoLNAR
Dos acontecimientos, que Se dirían de _menor cuantía, expli­
can la actualidad de este artículo. La aparición reciente del libro
de Alain Daniélou (hermano del difunto
cardenal_ y
antiguo
en­
fant terrible
de la familia), La fantasía de los dioses ¡y la aven­
tura humana -un ensayo sobre el hinduismo en general y el
shivaísmo en particular;
y las_ directrices del antiguo primer mi­
nistro, Pierre Mauro y, proponiendo una -legislación contra las
sectas, que ganan, sobre todo en
la juventud, adeptos en riúme­
ro creciente.
Hemos hablado ya en estas páginas de_ los daños venidos -de
las
religiones orientales sobre
esta Europa
culturalmente exangüe,
y comprabado que en los períodos de
vacío espiritual

de Occiden­
te esta invasión -sobre todo la hinduista- nos parece un
fe­
nómeno natural, bien que desolador. Nuestr;,. compatriotas, fo­
cluido el legislador, prefieren cerrar los ojos, profiriendo el
abracadabra de los «derechos del hombre» que en la realidad
permiten a cualquiera infligir graves daños a la sociedad en nom­ bre de la libertad de expresión. Sin embargo, hay que mirar la
cosa de frente. La expansión de las religiones orientales responde a una ne­
cesidad que la Iglesia moderna es incapaz de satisfacer,
y que,
por lo demás, pretende, por boca de determinados prelados y teólogos, ni siquiera comprender. También
para estas

gentes la
democracia, el pluralismo y los
derechos _humanos

constituyen
la
fe adecuada. Es de notar cómo el reciente discurso del presi­
dente Reagan en Bergen-Belsen, en el que se dan cita todos los
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lugares comunes de la época, ha sido urta expres1on de «la fe
del siglo veinte» (segunda mitad), al igual que tantas
honúlías
de

predicadores que irritan y aburren a los fieles.
, . En el vacío así créado no es extraño que las sectas orienta­
les -el hinduismo y sus innumerable, variantes, el Tao, el Zen,
la religión
tibetana, etc.-
propongan una alternativa espiritual
aparentemente
más profunda.

Hablemos con franqueza. Así como
en nuestras sociedades grises que giran en torno a los bienes de
consumo, el uniforme -incluso pacifista, hippy, seudo-fascista­atrae a la juventud a título de aventura, asimismo las profundi­
dades auténticas,
y también las camelísticas de los hinduismos
ejercen una atracción irresistible sobre los espíritus sedientos de
algo diferente del seudo-debate entre socialistas y liberales. El
éxito del
hinduísmo traduce

la desconfianza hacia lo racional, hacia
el Dios personal del monoteísmo y hacia una moral fijada
y per­
manente. El
hinduismo propone,

a imagen de sus templos y demás
monumentos, la· visión veniginosa de universos múltiples, de pe­
ríodos de tiempo (ciclos) inconcebibles y encajados unos en otros;
en fin, una visión desorientadoi:a," alucinante, para el espíritu cris­
tiano-occidental. Dado que todo es infinito e indefinido, y que se
invita al

espíritu humano a licuarse, a disolverse en una
especie
de

danza cósmica,
ni siquiera hace falta la dtoga: ant~s de ella,
se está ya
drogado por
el solo hecho de que la
religión oriental
priva

de las defensas, de los
'hitos de
la vida interior.
Así, leemos en
la obra de A. Daniélon esta descripción del
, yoghi: «se hace igual a los dioses, pero, antes que eso, las dis­ ciplinas a que se somete le aíslan de los otros mortales. Llega
a hacerse extraño a la
.sociedad humana,

marginal, inquietante.
Su
vida es

a la vez ascética
y lúbrica (sic) porque las fuentes de
su poder residen en el cuerpo sexual. Es así respetado y temido»
(pág. 128). Ese párrafo, mejor que otros más sensacionales, mues­ tra la disociación oriental de lo ontológico ( en rigor, la negación
del
ser, por

ello mismo lo no-ontológico)
y de lo moral. Preci­
samente porque
no hay nada, resulta indiferente que el yoghi,
en su atletismo· «espiritual» gratuito, cohabite o no_ con las cor­
tesanas sagradas. Por lo demás; esta cohabitación no correspon-
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LA RELIGION DE SHIV A
de cpn nuestras costumbres que lo sitúan bajo los mandamien­
tos de Dios.
Las relaciones
sexuales del atleta místico hinduista
son de otra naturaleza:
el hombre, aspirante al aniquilamiento
personal, retiene su semen en el acto «de amor», mostrando así
su absoluto autodominio, su egoÍSl)lO total, su indiferencia. Lo
que retiene -escribe M. Eliade--, no es tanto
el semen en
cuanto tal como la «luz» que contiene, _que se refllerza en él
con sus proezas de fornicación sutilmente perversas. Gandhj,_ q!-1-e·
era yoghi, cohabitaba en su • edad avanzada con una muchacha
muy. joven para probar que
,podía abstenerse
de tocarla.
A. Daniélou ataca, como es natural, al cristianismo
-y so­
bre

todo a la Iglesia- por haber traicionado a la gran espiritua­
lidad oriental, que se manifestaba a comienzos de nuestra· era en
las sectas gnósticas. Surgió Constantino, y
-la Iglesia

abandonó
la inspiración de Cristo para entregarse al juego del poder
y de
los intereses temporales. Esta acusación, repetida hasta la sacie­
dad por cuantos tratan de desligarse
de· 1os príncipes

y prelados
que nos gobiernan, no tiene en cuenta ni el sentido ni las pala­
bras del Evangelio. La Iglesia no es ni maniquea, como tanto se repite, ni ansiosa de poder y de
glori_a, como

dicen otros; su
acción se inspira directamente en las palabras de Cristo
-con
sus caídas, es cierto, sus abusos y traiciones, ya que quienes. están
al servicio de .la Iglesia son hombres, y al modo de Pedro,
débiles un momento, pero escogidos por
el Señor-.. Se está
llegando a tratar
qe escribir

una historia paralela
de, la
Iglesia
en la que ésta no sería más que una secta entre las demás, secta
abusiva que ha hecho que la historia
re!igiQsa se

separe de su
término natural,

la Gran Tradición oriental. Se predice, en con­
secuencia, que el cristianismo acabará por reabsorberse,_ sea en
el judaísmo (al que no se osa atacar por más que sea monoteísta), ·
sea en el esoterismo hinduista. 1
Pero volvamos a éste, o más bien a_ su influencia. Encontra­
mos en la obra de Daniélou este· otro pasaje en el que evoca la
enseñanza corruptora del «falso sabio» Arihat. cuando hace acep­
tar al

«rey de los
Asu(es», ,al comienzo

de la humanidad, el pro­
grama siguiente: el universo es eterno, no existe creadqr. Lo que
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existe no tiene finalidad: las cosas evolucionan, después se des­
. truyen.

Cada ser humano es de por
sí un
dios, y lo que llama­
mos «dioses» no son sino hombres glorificados. Por lo
demás,
si

los hombres pueden vivir hasta 120 años, los dioses viven
hásta 4.320.000

años
y desaparecen con el Gran Ciclo. A la
postre, todo se destruye. Entre tanto, los hombres son iguales, más
állá del bien y del mal. La virtud única es la no-violencia
(pág. 25).
Es de notar que Arihat, según la leyenda,· fue encargado por
Shiva de
corromper a
la humanidad, y su mensaje es
así entera­
mente negativo. Reconocemos en él, sin embargo, aspectos que
nuestro mundo de hoy ejecuta literalmente, como cumpliendo
sus
órdenes. Sin
que se den cuenta, las hinduistas aficionados
-quiero decir los sectarios
y los nuevos paganos- se compor­
tan según los mandatos de
los dioses
destructores. Pero estos
dioses forman parte de un ciclo que los determina tanto como
a los humanos que les siguen. He aquí un determinismo hermé­
ticamente
.cerrado que

nos produce vértigo por las infinitas con­
tradicciones que engendra. Por ejemplo, se sigue que
el mal no
tiene ningún sentido,
ni la búsqueda de la felicidad, ni el yo.
Cito al antor: «Todo ser dice
yo, pero el yo es una ficción ...
El yo no es sino un mundo temporal que se forma de los di­
vetsos materiales de sus órganos
internos y que se disocia al mo­
rir» (pág.

103). Por supuesto,
ninguna explicación se nos da
~al igual

que
mutatis mutandis en Luctecio----de por qué esos
diversos materiales se dan cita en un «nudo»,
ni de por qué se
disgregan en un momento dado. Ni de por qué esos materiales
diversos
se agregan

siempre de una manera idéotica,
ni de por
qué un
yo entiende a otro yo.
Pese a estas insuficiencias, que-un principiante en filosofía
debería
comprender
y apreciar en su justo valor, la manía por
el hinduísmo no cesa de crecer, .precisamente porque
la voluntad
de
creer' es

más fuerte· que
el pensamiento racional. Repitamos
que sólo el cristianismo acoge a la vez la
raz6n y la fe, msis­
tiendo

en que una y
· otra

siguen caminos paralelos hasta el mo­
mento en que la beatitud y la santidad las concilien. No ignoro
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LA RELIGION DE SHIV A
que esta cumbre entre fe y razón no satisface a todos los espí­
t ritus exigentes, pero, ¿cómo se explica que estos mismos acep­
ten a continuación descender a lo profundo de la credulidad con
tal de que ésta se revista de un tinte exótico?
Es, sin embargo, lo que sucede. Yo mismo hice
-aquí,

hace
unos años, un informe del Congreso de Córdoba donde los más
grandes sabios: astrofísicos, neuro-cirujanos, especialistas en p~t,­
tículas nucleares, etc., se miraron juntos en el espejo del niis­
ticismo oriental, sobre todo hinduista o budista. A. Daniélou se
llena con esto la boca ya que estos avales _de científicos reconoci­
'dos suponen

en nuestra miserable
época un
pasaporte para
el
adoctrinamiento de la juventud. Y, en efecto,_ autoliberados de
· las
nociones claras
-que
ayudarían a la observación,
los científi­
cos encuentran respuestas más adecuadas en lo gaseoso oriental que en los conceptos de un aristotelismo al que se trata de desacre­
ditar. El
a¡¡tor parece estar de

acuerdo en decir, según la doc­
trina hinduista, que «el mundo es un sueño divino;->, frase que
se presta · a una elegía, pero no a conocer los fenómenos. La
desustanciación de éstos conviene perfectamente al
estado-actual
de

las ciencias llamadas irónicamente exactas._
-
Lo que pJ;ecede, interesante en sí mismo, me conduce a pro­
poner otra cuestión. Estamos·, sin .duda .alguna, en un
ailbiente
público y político cuyos presupuestos demócrata-liberales repre­
sentan
uno de los polos mayores de la-ecuación, en tanto que el
otro polo permanece gaseoso, disputado.
_por el
marxismo, el
utopismo, el unimondismo y sus
variantes. Lo

que me sorprende
es que el esoterismo,
hinduista o

similar, no
haya_,si,lo aún a~imi­
lado
en el magma político. Me parece .claro que en el planc¡ de
la
ciencia,
del arte

y de la religiosidad "-siempre en las
,más
altás
esferas

de la sofística-
el ¡,so~erismo hin¡:lú y algunos •otros:
chamanismo centro-americano, magia,:rástrQlogí~, etc., han ya. pe­
netrado en la consciencia y. la_ subconsciencia de Occidente. Poco
a
poco, las universidades, los
eíl:~os de
élite, incluso las, Igle­
sias valoran lo esotérico como sabet
Verdadero tras

las_. caretas
que ha inventado nuestro mundo
.greco-cristiano. Y

simultánea­
mente se desarrolla una visión•
terapéuti,a de

las cosas, porque
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en lngar del Occident.e intelectualmente curioso desde los estu­
diosos jónicos de la
physis, se prefiere hoy el terapeuta (herme­
neuta, analista de la psique, chaman) que nos libera de los sedi­
mentos de racionalidad y reivindica nuestros fondos profundos
en los que los fenómenos pierden su significación y relevancia
La pregunta me parece, pues, válida: ¿qué pol/tica tendre­
mos cuando el esoterismo haya invadido nuestro pensamiento
y nuestras reacciones? El problema es concreto, y
formán parte
de él los automatismos que se ha comenzado ya a inculcamos.
El uso del ordenador en los puestos de trabajo, en
el laborato­
rio, los
.centros. estratégicos,

la escuela,
la casa (la publicidad en
América insiste hoy en que cada habitación sea provista de or­
denadores, supuesto que la televisión se encuentra ya
en satura­
ción)

llevará a la
paradoja de

que
el individuo, incapaz de rela­
cionarse con sús prójimos, se·· verá, sih: embargo, conectado a
una red de «comunicación» dentro de la cual empleará un len­
guaje simplificado,

una lista de signos. La eliminación de la
4-iteligenda, su vado, _ -será llenado por el cerebro colectiVo so­
ñado por el biólogo Juilen Huxley y el P. Teilhard -y antes
por
Averroes~., el cual, sin siquiera ser manipulado, situará
a los partícipes en un estado de sonriolencia asociado a reaccio­
nes automáticas.

Lo gaseoso
· hinduista
se
adecuará mejor
a esta
mentalidad post-moderna que la
ensefianza católica sobre la per­
sona creada por Dios y relacionada con El
por sus

facultades
lúcidas,·
únicas aptas para honrarle. '
Basta

con observar la televisión americana para explicar la
decadencia increíble de ese pueblo
desde una

generación a esta
parte, decadencia exportada a todas partes con la velocidad de
la electrónica. La
política se •ve ya

afectada
al servirse de un
verdadero hipnotismo-
descerebrador para

crear un clima colec­
tivista, a la
,,,; que

la ilusión de
qu; cada

uno decide por
si
mismo.
Los

cerebros americanos están; en efecto, ligados unos a
otros,
y se siente. circular por ellos corrientes, no de ideas, sino
de automatismos manipulables según la programación. Ante_ esta
agresión' se

dan dos reacciones posibles que convergen: el es­
cepticismo total
y la credulidad. El escéptico suele situarse fuera
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LA REUGION DE SHIV A
de juego; el crédulo --no como actitud momentánea sino como
tipo
humano--vive
con la máquina creadora de falsos
canee¡,'
tos

y de imágenes falsas. La concentración poderosa de estas
imágenes y nociones crea un
-ambiente irreal,

pero, dado que
posee el monopolio más allá del estrecho
métro-boulot-dodo, ins­
tala la fluidez en t~do lo demás, especialmente en la esfera lla­
mada de «tiempo libre».
La política futura deberá, en consecuencia, contar con
yoes
encerrados en su propio pequeño universo no-parlante y sin co­
municación inteligente, y disponer al mismo tiempo, con una red
irreal, de

una sociedad en que todos son marginados ( recor­
dar el sabio Arihat ), pero itresistiblemente relacionados con cen­
trales manipuladas, automatizadas.
Repito que el esbozo está ya realizado en
la política y en la
cultura. El aislamiento de cada uno no
• produce
pensamientos
originales nacidos de
las. fuentes

profundas del alma; al contra­
rio, se trata del aislamiento de un alma vaciada, incorporada a
un super-cerebro manipulado anónimamente. No sólo los indivi­
duos se ven así aislados: su tiempo y su espacio lo están igual­
mente. El análisis de este tiempo y de
este espacio

fragmenta­
dos nos llevaría lejos de nuestro tema. Baste decir que la arqui­ tectura de moda (véase la pirámide de Louvre, el
Centro Pom­
pidou,

la maqueta de la nueva ópera de la Bastilla) fragmenta
y rompe el espacio público, destruyendo así la unidad del campo
visual tanto como la del bien común. La parcelación del tiempo
es más fascinadora aún: el automatismo que nos domina a
tra­
vés. de los robots que nos gobiernan impone la organización de
una (seudo)-novedad a tal o cual intervalo. Este mecanismo
exi­
ge, como novedad -los fondos eliminados obligan- como un
conjunto indisociable, con su estilo, sus slogans, sus
presupues'
tos,

sus proyecciones.
El individuo.
que sufre esta operación vive
el instante y envejece más rápidamente que aquel cuyo ritmo de
vida, de percepción, de formulación de ideas, es natural. Se ha~
viejo
sin haber vivido. Tal es
1a imagen de mis estudiantes,
desecados a los veinte años como un sabio d~ Orient~.
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