Índice de contenidos

Número 259-260

Serie XXVI

Volver
  • Índice

La tecnocracia

O. · Introducción
POR
Jos~.ANTONIO SANTOS
En primer lugar, quiero manifestarles mi satisfacción por la
oportunidad de estar entre ustedes para colaborar modestamente
en el Primer
Foro. Empresarial Iberoamericano.
Mi agradecimiento a los organizadores, y a mi maestro y
amigo don Juan Vallet de Goytisolo, . que es la persona a cuyo
cargó iba

a estar el panel sobre
tecnocracia.
Y o sé que don Juan V allet es conocido y aprecia¡lo por todos
ustedes
y les traigo su saludo cordial. Espero no decepcionarles
en
el breve recorrido que haremos sobre nuestro tema.
Su~e decirse

que el profesor novel habla sobre lo que no
sabe, el profesor maduro sobre lo que sabe,
y la persona con
sentido

común sobre lo que hace falta.
Pues bien, intent,µ,emos seguir

el criterio del sentido común,
para no abusar. de su tiempo
y de su amabilidad, y pasamos di­
rectamente a exponer el tema para dejar paso, al debate, donde
espero que
surgfrán intervenciones del mayor interés.
l. La ideología tecnocrática
Entendemos por tecnocracia la concepción que pretende en-·
contrar la solución

de los problemas humanos de acuerdo con
la técnica
y sólo por la técnica.
(*) C.Onferencia pronunciada en el I Foro Empresarial Iberoamerica­
no, en México, D. F., el 12 de mai®. de• 1987.
1075
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO SANTOS Si
. uno
acude
aJ diccionario, el significado que encuentra
pMa la palabra «tecnocracia» en su etimología es el de ser una
palabra compuesta

de
«techne», arte
o técnica, y «cratos», fuer­
za o gobierno. En
su sentido econóiriico,-se

nos dice que es· la teoría esta­
blecida por el ingeniero norteamericano Howard Scott en 1920, que sostiene que los principales creadores de progreso y bienes­
tar, los que dan
dirección y

sentido al vivir social, son los
ex­
pertos en ciencias de la naturaleza, los técnicos en una palabra.
Las dificultades económicas se producirían como consecuencia del
insuficiente aprovechamiento del progreso técnico, por lo que
se reclama el predominio de los técnicos.
1.1. Hasta aquí, no parece haber ningún inconveniente en
la teoría propuesta.
La técnica, como .esfuerzo para adaptar el medio. a las ne­
cesidades
humanas, ha alcanzado
un. prestigio

notable en nuestro
tiempo por Iós resultados que ha obtenido; aunque, justo es se­
ñalar que también ha alcanzado un temible respeto por los pro-
blemas que puede causar.
·
Pensemos

en los avances de
la productividad que se derivan
del rodeo de
la producción, de la multiplicación del ~odo indi­
recto al que llamamos especialización. Pensemos en
la dilución de tensiones sociales, derivada de
la elevación general del ni~el de vida, que hace más fácil la con­
vivencia y más llevadera la desigualdad económica, al permitir
a personas y pueblos la subsistencia necesaria para actuar con­
forme a su proyecto· vital. - Por todo ello, cuando el hombre da forma a una nueva
téc­
nica con su inteligencia, está «sometiendo la tierra»; está cola­
borando y multiplicando al trabajo de otros hombres; está fa­
voreciendo la realización de otros hombres mediante un trabajo
digno. Así pues,
la técnica, en cuanto acto técnico, és una «gloria del
hombre

que cristaliza en la mayor gloria de Dios», según ex­
presa Gómez de
Aranda.
1076
Fundaci\363n Speiro

LA TECNOCRACIA
En cambio, la técnica, en cuanto acto moral, es neutral, y re­
cibe su valor nioral de
la voluntad humana cuando determina
su uso.
Por tanto, técnica sí: la mejor pósible y en constante mejo­
ra; pero con responsabilidad, es decir, al servicio de
la libertad
y dignidad de la persona.
1.2. Hemos visto que
la tecnocracia, por su parte, precisa­
mente
procede a determinar el uso de la téc;nica para resolver
los conflictos humanos que se derivan
de la

disparidad de cri­
terios o de voluntades divergentes. Aunque se pretenda
la neutralidad y la suprema racionalidad,
su uso implica
la adopción de unos criterios morales.
Cuando
el hombre se enfrenta con los problemas morales,
tan
exigentes de
compromiso ( en
el sentido de liberarse y asumir
el riesgo de
la propia libertad que Ie da Rougemont, y no en el
sentido eufémico de socialista con el que hoy día se utiliza este
término), próblemas que
~sultan tan

incómodos de resolver,
el
hombre tiende a ceder su responsabilidad por vacío moral o can­
sancio ideológico. Es comprensible
el vacío moral del hombre mocrerno; si
!11:endemos a

dos aspectos cruciales, como son la
palabro y
la obra,
lo veremos mejor.
·
La «paldbra» establece el vínculo entre hombre y sociedad;
los distintos idiomas expresan sentidos y medidas
· comunes
den­
tro de sus respectivos ámbitos, y encarnan el servicio a la ver­
dad, tanto en la persona (lugar de dignidad) como en la comu­
nidad (lugar de relación).
Sin embargo, dentro de los idiomas se da una descomposi­
ción
del lenguaje.
-Descomposición a veces bien intencionada, como cuando se
reduce
· 1a realidad para facilitar su asimilación.
A veces con dudosa intención, como cuando Talleyrand dice
que
«la palabra nos ha sido dada para ocultar nuestro pensamien­
to»; o cuando Joyce
«escribe por
escribir» y no por comuni­
carse.
1077
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO SANTOS
Otras veces con declarada mala intención, como cuando Net­
chaieff aconseja «contra fos cuerpos, la violencia, contra las al­
mas, la mentira».
En todo caso, el hombre moderno vive en el continuo temor
de ser extraviado con palabras de
significados opuestos
según
quien
y cuando las pronuncie:
Falto de tiempo, de cauces
y de preparación, está .incapaci­
tado para participar comprendiendo fa verdadera alternativa mo­
ral

que en cada momento se dilucida.
Por ello, se inhibe
y vive según la máxima que dice: «si no
sabes
·a dónde

vas, cualquier camino te llevará
allí»; cuando,
más
problablemente, lo que quiere pensar es que «todos los cami­
nos llevan a Roma>.>, ·
Veamos 11hora la «óbra», la mitificación de lo técnico.
Según

el conocido análisis de Ortega
y Gasset ( 1 ), la técnica
de

la máquina
ha permitido supetar el estadio artesanal de do­
minio
del

utensilio según
el arte aprendido del maestro, de for­
ma que la máquina se independiza
del hombre para fabricar_ los
objetos por sí misma. Ello hace aparecer a la técnica como llena de posibilidades,
con plena independencia del
límite humano.
Si

el hombre cae en
el mito_ del progreso técnico y transfiere
su
fe a la técnica, y vive de fe en la técnica, vacía su vida de
contenido, pues «ser técnico
y sólo técnico es poder serlo todo
pero no ser nada determinado».
La
técnica «es

en el fondo mera formalidad hueca, incapaz
de determinar el contenido de
la vida».
Ahora se puede seguir mejor la
secuencia del triunfo tecno­
crático:

el vacío de destino (ruido de palabras)
produce un
vacío
de camino (para qué moverse).
En esa tesitura,
la solución tecnocrática aparece como lo me­
nos malo ( al fin y al cabo promete eficacia en el mundo próxi­
mo y real) y es aceptada como verdad utilitaria, incapaces como
somos de aceptar
y servir plenamente a la verdad transcendente.-

(1) J. ORTEGA Y GASsET: Meditación de la técnica. Espasa Calpe.
1078
Fundaci\363n Speiro

LA TECNOCRACIA
Surge entonces el experto, el tecnócrata que asume las deci­
siones, prometiendo una solución eficaz, es decir, una adecuación
de medios escasos a fines múltiples.
A veces se trata de una
promesa implícita,
por
extensión
del

prestigio técnico
a los
servicios de quien domina la técnica.
o'tras veces,

cuando el tecnócrata ya detenta el poder, la pro­
mesa es explícita, y, además, proporciona una explicación dog-
·
mática
de

la realidad.
La aceptación, promoción y difusión de la verdad tecnocrá­
tica se va produciendo tácitamente,
al calor del prestigio técnico.
Dice Acquaviva

que el apogeo de los
técnicos sobreviene

con
la era de la automatización y que los técnicos son la clase típica
de esta fase del desarrollo económico,
al igual

que la clase pro­
letaria fue la clase típica de la revolución industrial.
En efecto, el conjunto de
especialistas en

las distintas pro­
fesiones, sean técnicas o burocráticas, son capaces
de fijar y al­
canzar los objetivos secundarios con un grado de perfección
mayor

y con un esfuerzo menor, ya que su coordinación permite
la continuidad del trabajo por encima de
los límites

personales.
Sin embargo, este hallazgo conforma un tipo de sociedad que
se
ha llamado «de masas», en el que las convicciones sobre los
objetivos
prim;,,¡os, es -decir, sobre-el sentido de la vida, se
transfiere de lo personal a lo colectivo.
La conciencia personal se deja al margoo por anticuada, dice
Riesman,

y surge el consenso como fuente
de sentido vital para
los individuos.
Lo que importa es estar «en la
onda»; por

ello, el único
sentido
de la vida prooede de los signos, que se captan en los
mass-media y en las conductas de fos demás, y sirven de orien­
tación o referencia para
la conducta
del individuo. Este ve así
resueltos, de una tacada,
el_ ,-,ado de destino y el vado de ca­
. mino en el redil del consenso.
Todo queda en
:manos de

la mayoría, o al menos eso
pa­
rece, porque a través del estado políticos y sus sindicatos, surge una versión dominante que ex-
1079
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO SANTOS
pliea el pasado, impone la realidad y diseña el futuro, con cri­
terios «científicos».
Es lo que se suele llamar el «sistema», algo que rebasa al
propio artefacto insrrumental del que se valen los tecnócratas
para intentar fabricar un mundo equitativo
y próspero, y que
invade al espíritu humano en una dirección despersonalizadora.
Para cualquier .ciudadano resulta
difícil. desmarcarse de este
sistema y, mucho menos, argumentar en su contra de forma
eficaz. Uno
se pregunta por qué

la
verdad tecnocrática, que

tan hu­
milde resulta en su origen (sólo se sabe lo que se puede com­
probar empíricamente), que tan respetuosa parece
con la libertad
y la democracia ( se muestra neutral respecto de los valores no
cuantificables), pierde
la humildad y el respeto con aquellos
a los que considera como una especie de raza inferior en vía de
extinción (fanáticos)

por
el solo hecho de creer en un orden
eterno e
inmutable de

verdades
y valores que iluminan la razón.
En estos casos, se precisa una gran capacidad para tolerar
el grado de soledad, aislamiento y aun de tergiversación de los
argumentos, sin posibilidad real de diálogo.
1.3. En este
puttto, como

en tantos otros, conviene recurtir
a Vallet, uno de los autores que más
y mejor ha diseccionado la
tecnocracia (2).
Y V

allet nos
ex,plica que

la tecnocracia
es .
una
ideologia,
porque. «es una concepción operativa .del mundo que quiere fa­
bricarlo conforme a
·una construcción ideal, una
abstracción pu­
ramente mental que asume el gobierno de
la sociedad desde una
(2) J. VALLET DE GoYTISOLO: Sociedad de masas y -Derecho. Taurus.
Idéología1 praxis y mito de la tecnocracia. Montecorvo. _En torno a la tec­
nocracia. Speiro. Datos .y flotas sobre el cambio de estructuras. Speiro.
Tres. ensayos: cuerpos intermedios1 representaci6n pdítica, principio de
subsidiariedad. Speiro. Fundamento y _soluciones de la organizaci6n por
cuérpos intermedios. Speiro. Constituci6!1 orgánica de fa naci6n. Speiro.
Técnica y desarr.ollo polltico, Centro de Estudios Sociales (México). T ec­
nocracia, totalitarismo ·y masificación. Verbo. La. ;usticia social. Centro de
Estudios Sociales (México).
1080
Fundaci\363n Speiro

LA TECNOCRACIA
posición inmanente, nominalista, cientifista, cuantificadora y eco­
nomicisra, cuya finalidad funcional es la búsquedl! de la utilidad
y
la eficacia».
Se trata, pues, de «una perspectiva parcial que ha sido eleva­
da a toral, olvidando o soslayando la perspectiva universal en su plenitud». Es, por
tanto, una concepción ideológica

del mundo que se
propone su
mecanización, hecha

por unos cerebros capaces
de
impulsarla de modo eficaz, que propugnan y tratan de operar
la racionalización cuantitativa de todos las actividades de forma
centralizada, dando primacía a las
de contenido económico y, en
general, a .las utilitarias. Las características esenciales de
esta ideología son:
-
Concepción cientifista: considera que la ciencia tiene la
función práctica de construir el mundo, por lo que hace
de ella
un
absoluto.
-
Concepción totalitaria: las actividades de la sociedad son
asumidas por
la entidad que administra (Estado nacional, orga­
nización sinárquica multinacional,

o gobierno mundial).
-Concepción operativa: se ordena centráhnente y desde
arriba, hacia el mayor bienestar, posible, cuantificando para ra­
cionalizar toda la materia, sea la natalidad, la redistribución de
la renta y riqueza, el desarrollo y consumo, la cultura o las
informaciones de masas.
El propósito de esta ideología es conciliador, ya que intenta
la «convergencia de los sistemas» para superar las
diferencias
entre

las ideologías liberal, socialdemócrata y comunista, insu­
ficientes todas, y se propone alumbrar algo nuevo y distinto
que permita a la sociedad resolver todos sus problemas. La convergencia se obtiene al «identificar
.la verdad

con la
racionalidad cuantitativa», lo que exige relegar al mundo de lo
irracional y mítico todo lo que no sea cuantificable por ser de naturaleza cualitativa.
·
1081
Fundaci\363n Speiro

JOSE ANTONIO SANTOS
Varios autores, coino Bel!,-Llpset, Aron, o Fernández de la
Mora, h.;,_ escrito sobre este fenómeno del Uam•do «crepúsculo
de

las ideologías», que,
-en realidad,
representa un retomo
a la
pureza del

cientifismo originario. Es una Nueva Ilustración, en
Ja que se parte de la primada de la economía, ya que ésta es la
base común

del liberalismo
y del socialismo.
Sobre su racionalización, se debe lograr
la superación de los
antagonismos entre capitalismo y socialismo, entre burgueses y
asalariados. El
significado de la econonúa deja de _ ser la forma en que
Dios guía a los hombres hacia
la gloria eterna ( economía de sal­
vación), para convertirse en la ciencia de
la administración efi­
caz de recursos escasos (economía politica). Como_ dice Fueyo (3), «la antigua economía transcedetital
de
la salvación se resuelve, por inversión, en salvación por la
eoonomía». En consecuencia, «el movimiento económiCO sin fin
define la totalidad relativa del ser».
Se trata del enésimo enroque del mundo modernista frente
a las_ grandes dificultades que él mismo
ha originado y que ame­
nazan

con desbordarlo.
Este retorno neoiluminista significa, según Del Noce, «el
triunfo del

espíritu burgués de
la eficacia sobre la religión y
sobre la revolución, esta en su vertiente del
materialis,mo dialéc­
tico».
Vuelven así a estar de actualidad el Conde de Saint-Simon,
con su idea de «sustituir
el gobierno de los hombres por la ad­
ministración de
las cosas»,

y sus colegas,
el Marqués de Con­
dorcet,
que se

propone «hacer. matemática social»,
y Augusto
Comte, que quiere llegar
al «tratamiento científico de la cosa
pública» y

a
la «organización científica de la ,sociedad».
Vuelve

así el progresismo, que ctee que
la humanidad h~
Uegado

a
· la edad adulta, y que Ja utopía será posible por la
negación de los conceptos tradicionales de pecado ( el. hombre es
lnocent,;), de trascendencia
(el paraíso está en la tietra), de ca-
(3) J. I'uEYo: La vuelta 0de los Budas. Sala.
1082
Fundaci\363n Speiro

LA TECNOCRACIA
ridad. ( del amor al prójimo se pasa a la solidaridad con los
lejanos), y aun de filosofía (lo categórico es el .bienest.u-).
Vuelve

el modernismo, condenado
por San Pío X en la Pas­
cendi por su conclusión de que la ciencia debe ser atea y de que
la Iglesia es enemiga de la
sabidurfu, y del que dice: «en verdad
no hay camino más corto y expedito hacia el modernismo que la
ignorancia y la soberbia».
2. La teCD:ocracia_ en acción
Una vez expuesta la ideología tecnocrática ( racionalismo no­
minalista que pretende la utopía,. mediante· exténsi6n abusjya. de
las ciencias al dominio humano
y supresión del realismo tra­
dicional basado en la experiencia
y en la religión) pasemos a
considerar
los valores, las relaciones
y el sistema tecnocrático
tal y como se nos ·preserita· en su actuación.
2.1. En la tecoocracia, el hombre es medida de todas las
cosas, lo que implica su reducción por prescindir de lo no men­
surable y

la asimilación de su espíritu al de la materia.
El hombre mismo es cantidad que se mide
y pesa, una oosa
más entre las co~as.
El conocimiento, nos dice Vallet, «deja de basarse en la in­
teligencia
de las cosas, no abstrae a partir de la esencia de las
cosas, sino que abstractiza con artificios la realidad y cae en un
materialismo abstracto».
La acción tecnocrática parte de la c:onvicción de la necesidad
del cambio, y de lo irreversible
de la revolución tecnológica,
De esta manera, el hombre y la sociedad pierden su condi­
ción de «organismo» que vive para
realizar un
orden social y
comunitario, y se convierten en «mecanismo» sujeto a las - im­
posiciones que se dictan para alcanzar los objetivos de contenido económico que se
ha decidido son los de mayor utilidad.
La utilidad queda así en el centro de los
valores tecnocráti­
cos,

entendida como autopista del crecimiento: la máquina del
1083
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO SANTOS
cambio y del progreso hacia el paraíso terreno discurre por lo
útil.
Cuando se examinan sus valores, observamos la mutación
sistemática de

su sentido común tradicional:
Y a no hay verdadero o falso, sino progresista o reaccionario.
Si predica tolerancia, encontramos totalitarismo.
Si profesa humanismo, promueve la
deshumanización por

la
sofocación de la vida social espontánea y la desposesión
de ias
sociedades

naturales y de las personas.
Si reclama· realismo,
encubre la

aspiración utópica.
2.2. Las
relaciones entre Estado y Sociedad y de los hom­
bres entre sí; se ven afectadas por el peculiar funcionamiento de
la máquina estatal. ·
La

búsqueda de la eficacia,
suprema raz6n
del Estado, legi­
tima para imponer desde lo alto y desde fuera la decisión «ex­
perta».
La

prospección y fabricación de
unanimidad, meta democrá­
tica

formal, justifica el control racional
de la vida social.
El hombre es encajado en la estructura del trabajo, y
el tra­
bajo es encajado en la civilización que aspira a consumar
fa
Historia en la tierra.
Y todo ello sería posible por la todopoderosa máquina esta­
tal que actúa en y a través de nuestras mentes masificadas. El
Estado
deja de

estar al servicio de las personas, de su dignidad
y libertad, para considerarlas a su servicio. Al servicio de un to­ talitarismo operativo que se considera científico.
Para Fueyo,

«la cuestión de si cabe una vivencia personal
del trabajo,· un estado de gracia laboral, o, si por el contrario,
en esa
vía no hay gloria más que para las estructuras, decidirá
_ la suerte metafísica de la. misma civilización».
La pretensión de hbmogeneizar olvida que la diferenciación
es signo de vida, como
la uniformización lo es de muerte.
Olvida que la vida social es interacción organizada de seres,
cuya naturaleza es igual, pero cuya circunstancia los hace dis­
tintos y
éomplementados.
1084
Fundaci\363n Speiro

LA TECNOCRACIA
La homogeneización necesita convertir una sociedad viva y
complementaria en masa internamente inerte, que pueda
ser mo­
vi\!a desde

el laboratorio en el que los científicos de
los hom­
bres y de las cosas intentan llegar a la sociedad
:fcliz.
Queda así concebida la sociedad como mecanismo, como algo
que
se fabrica con una suma de individuos
abstractos e iguales,
a los .que se aísla de sus sociedades naturales, de sus tradiciones y de sus costumbres, porque se estima que los valores extra­
mecánicos son

interferencias
del pasado ignorante.
El imperativo tecnocrátiéo arrolla en su invasión cancerígena
los ámbitos de la Política y de la
Ciencia, subordinadas

ambas
a la eficacia, y determina de paso los . confines
precisos de la
cultura.
Es lo que debería entenderse como totalitarismo, pero se
considera progresismo.
U,;, progresismo

en el que
la función del político no es ya
«religiosa y poética»
.como definía J. A. Primo de Rivera, sino
que
· se

redo.ce a la de funcionario de la· eficacia social.
Un
progresismo en

el que la función del científico no es ya
la de descubrir las leyes de la
naturaleza, sino que se reduce a
la
de funcionario de la eficacia
mecánica.
Una

cultura que se trunca
y organiza para adormecer las ·
conciencias
y

prepararlas a recibir sin
rechazo lo
decidldo por
la planificación me.canicista.
-
2.3.

El
sistema tecnocrático se presenta en tres modelos,
segón García Pelayo: tecnodemocrático, tecnoautoritario y tecno­
socialista.
Sin

embargo, los tres modelos coinciden en varios
caracteres:
la

primacía otorgada al desarrollo económico; el uso de la pla­
nificación (explícita o tácita)
para. alcanzar

este objetivo; la
im"
PQsición
de

sus decisiones
al. resto de instituciones sociales; y
la gestión por un conjunto de especialistas
y funcionarios (la
nueva clase de Djilas, la tecnoburocracia de Galbraith, la no­
menklatura
de Voslensky).
1085
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO SANTOS
De aquí derivan varios aspectos que conviene mencionar,
siguiendo a Vallet una vez más.
Lo· bueno no es ordenado ni lo malo prohibido por . ser así
estimados

objetivamente,
sino que son imperativamente bueno
o
malo en

cuanto
ordenados o
prohibidos.
Al
tratarse de unas

disposiciones con hase cuantitativa, se
opta por
la masificación

en su doble trayecto: de arriba-abajo,
al aplicar moldes suoesivos al individuo y su mundo, tanteando
para encontrar el mundo
folli prefabricado; de. abajo-arriba, al
descentralliar, mediante sucursales del poder central cuya única
motivación es
la de infiltrar la vida social y recabar la informa­
ción neoesaria para volver
· a
reformar lo real.
Finalmente, la gestión de los especialistas
{para entendemos,
son

todos. aquellos que, oficialmente, entienden)
se propone
ilu­
minar a los que no
ent-ienden (y

que somos todos
los demás),
pero con la rara
unanimidad de emplear una terminología apara'
tosa,

que limita las posibilidades de
entendímíénto de
lo que se
nos dice que se quiere explicar.
En este
punto, es particularmente interesante la aportación
de Marce! de Corte,
cuando dice
que la tecnocracia
se sirve
de
dos ripos de
especialistas: «los

que condicionan las cosas; y
los.
que condicionan las mentes».
A los primeros corresponde el despiece del cuerpo social, su
análisis y su reconstrucción,
según la
utilidad más
eficaz.·
A

los segundos incumbe hipnotizar a los miembros del
~er,
po

social,
mediante la enseñanza estatalizada { igualar por abajo),
la programación de los medíos de comunicación masivos ( el po­
der de contar, que determina lo que es aceptable socialmente),
· y la dirección del ocio ( alguien que preside la función para que
se
haga patente
la autoridad).
Unos
. y

otros trabajan en el mismo sentido evolucionista,
materialista y relativista, del que no cabe esperar más que
un
hombre amoral (hedonista bohemio, pragmático burgués, o hí­
brido de ambos) y una sociedad de conflictos ( regida por la· ley,
del más bávbaro ).
1086
Fundaci\363n Speiro

LA TECNOCRACIA
3. El fracaso .de la tecnocracia
Como no podía dejar de ocurrir en un sistema «ignorante y
. sobefbio»,

los resultados no acompañan a las expectativas.
La
perspectiva parcial tiene demasiadas limitaciones para poder ser
elevada
a total, para poder soslayar
Ja perspectiva universal en
su plenitud. Por eso,
la tecnocracia, como casi siempre que el hombre pro­
pone una «soluci6n» antropocéntrica, obtiene lo contrario de lo que
dio; pretender

y se resume en
ineficacia.
Es

ineficacia en
sí misma.
La
gran máquina

genera artificios que s6lo
complican más
las rosas; en respuesta~ -genera nuevos "artificios que las -com­
plican todavía más, y así se va. acelerando la crisis.
Una vez

en marcha, la gran máquina sólo fabrica desequili­
brios, pero se obstina
en· la

dirección
equivocada.
Su

fracaso está cantado ya en
el Libro de los Salmos, cuando
dice:
«si
el Señor no edifica la casa, en vano se fatigan los que
la construyen».
Es
un fracaso sin paliativos, total. Es un fracaso cuyas li­
mitaciones se muestran en una vertiente científica, otra econ6mi­
ca y ~tra social, de las que nos ocupamos a continuación.
3.1. Así, en cuanto al fundamento cient/fico, V.allet ha su­
brayado cómo
. el mito de la trayectoria única y predeterminada
del cambio ·hacia el progreso no se compadece con los descubri­
mientos de la
mecánica cuántica
y la
teoría de la relatividad
(explicados,

entre otros, por Luis de Broglie
y Arthur Koestler),
en
el sentido de que . «hay un haz de trayectorias posibles» , que
deriva de
la interacción de las· partes con el todo, según los
principios de coordinación y de complementariedad. De aquí que la realidad se halle compuesta por
una «jerar­
quía de

niveles», en la que cada orden
.se va constituyendo a
partir

del orden imediatamente inferior.
Como vemos, hay un nuevo conte<>to científico no
dogmático,
Y,

si de las ciencias de la
naturaleu pasamos a 'las ciencias
1087
Fundaci\363n Speiro

JOSE ANTONIO SANTOS
sociales, encontramos a Po¡,per, Kuhn y Katouzian entre otros,
con su escepticismo sobre
la vigencia · del paradigma que había
permitido

hablar de ciencia en lo relativo al hombre_
y a
su his­
toria.
Encontramos así la distinción entre ciencias «maduras» y
ciencias «inmaduras», siendo éstas · las

que obtienen sus logros
más importantes en condiciones de
reducción de la-ciencia so­
cial a ciencia cuasi-natural, y cuyos fracasos provienen de
la im­
posibilidad
real de poner en práctica la metodología positivista
que
se predica.
Cuando surgen anomalías de forma sistemática, se nos dice,
el paradigma va cayendo en desuso, sus
enigmas crecen, y, final-
mente, emerge un nuevo paradigma. ·
Sin

embargo, en la ciencia económica ( ciencia
tecnocrática
por

excelencia), vemos coexistir paradigmas contradictorios.
Junto al pragmatismo utilitarista
(la verdad es utilidad, por­
que lo válido es lo útil) en el que <,! valor es resultado de la
apreciación subjetiva de consumidor y de su coste de sustitu­
ción, vemos al materialismo socialista (la verdad es el interés
material subyacente) en el que
el valor está determinado por la
cantidad de trabajo incorporado a través del proceso de produc­
ción.
Es una situación anómala, que dice poco del nivel científico
alcanzado
y
que motiva que
alguoos autores
hablen
de «estilos
de investigación
social» para

desdramatizar una limitación evi­
dente. Los tecnócratas honrados deberían tomar
nota de

esta
si­
~u~ón, y· relativizar sus conclusiones cuando menos.
3.2. · En la vertiente econ&mica, Simone Weil ha acertado
de
lleno

al decir. que «una sociedad masificada y
desarraigada
resulta

inerme ante los poderes crecientes del Estado y
. del
di­
nero».
Precisamente, sobre este aspecto, la aportación de Martín­
Sanz ( 4) con su «economía
t,spacial» tiene
una
gran importancia.
(4) D. ~ARTÍN-SANZ: EnSayo ·de economia política. espacitll. Hauser y . -Menet.
1088
Fundaci\363n Speiro

LA TECNOCRACIA
Se trata de un modelo de distribución de la renta nacional
en el que se jerarquizan los derechos sobre
la. misma, de forma
que
el sector que realmente crea empleo y riqueza ( trabajado­
res e inversores) ha de tener consideración prioritaria sobre los
sectores
cuyá aportación

es instrumental (financiación y fisco).
La distribución óptima ( aquella que permite un mayor
des­
arrollo económico) fluctúa según los estadios de productividad
(nivel de capital por trabajador necesario en ese periodo) debido a
la distinta propensión al ahorro de los partícipes en la renta;
pero, en cualquier caso, pasa por una drástica reducción de la
participación estructural de los sectores instrumentales en be­
neficio del sector real.
Existe, pues, de igual manera que el
Derecho natural

al De­
recho positivo, una economía natural qne es la que reclama el
sentido común y constituye el secreto de ,1a-economía positiva.
Cuando, por el contrario, los sectores instrumentales (fisco
y finanza) pactan e itnponen lo que Marce! de Corte llama la
«econonúa al revés», es decir, la economía que no tiene en cuen­
ta la neoesidad de los consumidores, sino que busca conducir su
poder adquisitivo al consumo de las grandes series y el control
y redistribución de los excedentes, se produce el fracaso econó­
mico
en forma
de economía «informal», «paralela», «clandesti­
na», «irregular», «sumergida», o como se prefiera denominar.
Sobre este problema han escrito recientemente Guttman, Peí­
.ge, Frey, Sanz, y otros, pero quizá el más afortunado en su ex­
posición haya sido Hernando de Soto (5).
Dice Soto que «la respuesta es cambiar las
instituciones le­
gales

para abaratar los costos de producit y alcanzar
la prosperi­
dad, dando acceso a todos para que integren
la actividad econó­
mica
y social, y compitan en igualdad de condiciones».
Propone como receta la de simplíficar y descentralizar la
función públíca, así como la desregulación administrativa:
«es
la actitud de pelear contra el hambre, y no la de colocarse y
hacer carrera la que hay que promover».
(5) H. DE SoTo: El otro sendero. Ed. El Baranco.
1089
Fundaci\363n Speiro

JOSE ANTONIO SANTOS
Los técnicos, con sus progresos en la productividad obteni­
da de la
naturaieza, alivian

el da!io
tecnocráticc, y su actividad
constituye

una gran esperanza
para resolver el problema material.
Este
problema es
el de la miseria en los países del llamado
Tercer Mundo; el estado de malestar económico (que, como era
previsible, resulta del estado de bienestar)
y la creciente disocia­
ción entre estado y
ci>1dadanos.
Esta

disociación se
había generalizado

en forma de «r.esis­
tencia pasiva» primero,.
pero, en Jos últimos a!ios, ha tomado la
forma de «ignorancia activa»; hasta el punto que, paises tenidos
por serios y desarrollados ( Suecia,
y los de la CEE) muestran
porcentajes superiores al 1 O
% del

PIB en las estimaciones de
economia «sumergida» de 1978,
y crecen a niveles superiores
al 15
% en

las estimaciones más recientes.
Como la tecnocracia no cesa en sus desvelos, y algunos cien­
tíficos sociales sue!ian con un gobierno mundial, no resulta
ex­
tralio
observar la aparición de trabajos que propugnan reducir
las áreas. estatales, en el contexto de una internacionalización
globalizadora. Así, se proponen privatizaciones que se corres­
ponden con el enfoque tecnocrático blando, que quiere delegar
parte de la tarea en tecnocracia, paralelas. Aunque la dirección es cortecta (más Sociedad, menos Esta­
do),· recordemos al

cardenal Hoffner cuando dice que no hay
que favorecer un Estado universal
unificado, porque «semejante
imperio

sería un
cc,loso abominable
que anegaría la riquisima
variedad de culturas de
la Humanidad».
3.3. Pero no quedan aqui los fracasos de
la tecnocracia;
con ser ·importantes los de ·tipo ·científico y económico, lo son
mucho más los de tiposocial. Desde el punto de vista de
la naturaleza, basta con mencio­
nar
el expolio al que está siendo sometida como si los recursos
fuesen renovables, la contaminación
y degradación del medio
ambiente, o
la acumulación de residuos letales, para compren­
der que no estamos en
el buen camino. Que la acción reparado­
ra de la naturaleza por las noches es ya insuficiente para mirigar
los efectos de la aoción diurna de
los tecnócratas.
1090
Fundaci\363n Speiro

LA TECNOCRACIA
Desde el punto de vista de la convivencia, basta con mencio­
nar la masificación en
las ciudades
(pequeñas
islas que desenjzan
sus

alrededores)
y la despoblación del campo, para comprender
que no puede darse una relación
socutl digna.
Que los hombres,
agrupados en rebaños, pueden dejar de ser
;personas para.

acer­
carse a la
condición de

cosas .
. A

ello debe añadirse la manipulación genética, el aborto y
demás figuras que colaboran a la cosificación de
fa persona.
Desde el punto de vista de las personas, su reducción a mera
materia activa que trabaja para
poder consumir

y pagar sus
im­
puestos, implica la deshumanización por pérdida del sentido de la responsabilidad, y aun de la libertad de peosar.
Lleva en esta dirección
el «peosar en dinero», propio de la
civilización financiera, que rompe la responsabilidad para con
el trabajo bien hecho y para con la continuidad de las genera­
ciones.
Lleva en esta dirección el «Estado protector», que todo lo
reglamenta y que a todo provee; habiendo seguridad social y
subsidios para contingencias, no hace fa!lta patrimonio individual
ni familiar ( y la riqueza se concentra en grandes grupos de ca­
pital estatal o financiero).
El fracaso social es
el de la libertad y la dignidad de la
persona.
«El que non ha dineros non es de si señor» decía el Arci­
preste de Hita,
y la máxima vale para personas y para naciones.
No propugnamos
1a avaricia,

sino lo necesario a cada uno para
su decoro
y sustento, que son condiciones necesarias para su li­
bertad y dignidad,
Sin embargo, para
la persona dominada en lo eeonómiCI) por
los nuevos dueños de vidas y haciendas; sustentada su existencia
por la estructura sin alma del Estado y la ciudad; sin otra nor­
ma moral
· que
la inscrita
por Dios en su corazón, cada día ataca­
da y deformada con mayor eficacia; para esa persona,
la dignidad
y
fa libertad son, con frecuencia, un sueño imposible... Mien­
tras el abuso y el delito se van convirtiendo en algo cotidiano
que se permite al fuerte.
1091
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO SANTOS
Por ello, nuestro acuerdo con .Perdomo Rangel ( 6 ), cuando
dice qne «el combate por
la dirección .correcta de la sociedad
está obligado
y es inaplazable».
En efecto, es·. necesario remontar los prejuicios, los intereses
creados y las falsas alternativas, recobrando la perspectiva uni­
versal. Hay que ofrecer una
verdadera alternativa, que permita ir
restaurando el principio del bien común ( vivir en la virtud, y
lograr la paz, la concordia y la tranquila convivencia en el
orden). Que sepa ejercitar la acción complementaria de los principios
de solidaridad
y de subsidiariedad ( entramado vivo que se enla­
za desde abajo y se extiende y complementa hacia arriba). Que trabaje por la libre realización de las personas ( iguales
por náturaleza, pero .diferentes e_n es_.a existencia concreta, que
es
1a que nos arraiga en un medio geográfico, social, económico,
históric}' y cultural).
Que estimule su relación a través de
los cuerpos sociales
naturnles
y de las. asociaciones voluntarias ( diversificación y aco­
modo de competencias que se adapta a
las necesidades y lleva al
sano pluralismo réal, tan diferente del pl[uralismo ideológico
alienante).
Esta

es la correcta dirección, ,la que libera
a· las personas y
estimula sus tesoros de creatividad; la que permite dominar la
técnica y señorear la tierra.
La alternativa que
chace mantener y crecer la enorme varie­
dad de culturas y de patrimonios, cuando se ejerce en el con­
texto de una colaboración
internacional renovada

y comprome-
tida con la justicia, la libertad
y la caridad. · ·
Por

todo ello, termino de forma semejante a aquellos rebel­
des del mayo francés, aunque creo que con distinto sentido: «Hay que ser realistas, pidamos lo imposible».
(6) J. J. PERDoMo- RANGEL: La ·cuesti6n social y la ciencia de- la ad­
ministraci6n. Univ. Aut6noma de México.
1092
Fundaci\363n Speiro