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Número 259-260

Serie XXVI

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Plática del Rvdo. P. Manuel Martínez Cano en la Santa Misa del sábado 10 de octubre de 1987 [XXVI Reunión de amigos de la Ciudad Católica]

PLATICA DEL RVDO. P. MANUEL MARTINEZ CANO EN LA SANTA MISA DEL SABADO 10
DE OCTUBRE
Queridos hermanos

en los purisimos
corazones de
Jesús y
Maria. ¡Qué
hie!Z se

está con los amigos! Qué
contentos y
feli­
ces estamos
aqui, en

la cumbre del
Tibidabo,. ¡unto al Corazón
de

Jesús, escuchando la hermosa doctrina que
tan profundamen­
te

están exponiendo nuestros
hermanos en esta XXVI
Reunión
de amigos de la Ciudad Católica.
Poco o

nada puedo yo aportar al acervo
doctrinal, magistral­
mente

desarrollado en esta Tribuna de
Speiro. Pero, no obstan­
te,
uoy a de¡ar caer

en este fecundo
ct1mpo de fos amigos de la
·Ciudad
Cat6lica,

un granito, una semilla,
cultivada por los

me­
jores hijos de la Iglesia, los santos;
SI,
libertad; pero

auténtica libertad.
Porque eso a lo que hoy
llaman libertad,
no es

más que
el retorno luciferino del pecado
de soberbia, no es más que
la. esclavitud.
de
las pasiones
desor­
denadas: es el imperio de Satanás sobre las
almas, la esclavitud,
de

los
hi¡os de

las tinieblas.
.
Libertad, si;
pero

auténtica, que no es otra
que la
libertad
de los
hiios de

Dios. Porque sólo
donde. está
Dios, hay libertad,
porque sólo

«dónde está el
Espíritu del
Señor está
la libertad»
(2 Cor. 3,17), como dice San Pablo. Y, como dice Nuestro Se­
ñor, sólo

«la verdad os hará libres». Y
la Verdad
es Dios.
Sin
Dios
no

hay libertad. Sin
Dios sólo se

da la
esclavitud de
Sa­
tanás.
Precisamente celebramos hoy el estallido de libertad más ma­
ravilloso que ha conocido
la Historia
de la
humanidad. Celebra­
mos
la

fiesta de Nuestra Señora del Pilar, el d!a de la Hispani­
dad «el hecho más grande
y maravilloso entre los hechos huma­
nos», en

palabras de León XIII.
que Su
Santidad Juan Pablo II
ratific6 hace
sólo tres años en

Zaragoza, «He venido ... a postrar­
me ante la Virgen del
'Pilar, Patrona

de la Hispanidad, para dar
gracias a Dios
por esa

gesta
y por la contribución de hombres
y

muieres de España en una sin par obra de evangelización». Pueblos enteros que
yacian en las tinieblas

del error y en la
esclavítud de

falsas religiones, fueron rescatados para el Dios Al
0
t!simo, por los hi¡os de España. Si, nuestros antepasados con­
quistaron
para los
indios la auténtica
libertad de
los
hi¡os de
Dios.
Si, sin

Dios
no. hay libertad. Recientemente lo ha recordado
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Fundaci\363n Speiro

PLATICA DEL RVDO. P. M. MARTINEZ CANO
la Congregaci6n para la doctrina de la fe: «cuando el hombre
quiere librarse de la ley moral
y hacerse
independiente de Dios,
lejos de conquistar la
libertad, la

destruye». Y Su Santidad Juan
Pablo II
apostilla: «porque

solamente la libertad que se somete
a
la verdad

conduce
al ser
humano a su v.erdadero fin, Dios».
SI, hermanos,

la libertad
s6/o adquiere
sentido en el
cristia­
nismo,

en la Iglesia de
Cristo, porque
s6lo Jesucristo nos libra
de la esclavitud de las pasiones desordenadas
y del

pecado
y sólo
El

nos ha reconciliado con Dios Nuestro
Padre, por
medio de
su Pasi6n
y Muerte. Sin Cristo no hay libertad, porque s6lo Cris­
to
es la verdad que nos hace libres. «Y o soy el camino, la ver­
dad y la vida».
SI,

s61o la verdad nos da la libertad. Y esa verdad subsis­
tente que

existe en el Padre, se
comunira al Verbo y por medio
de Cristo llega hasta nosotros, liberándonos de la esclavitud del error
y de

la mentira: «Y o para esto he venido
al mundo, para
dar
testimonio

de la verdad».
(San Juan, 18,37). Si «permanecéis
en mi palabra

... conoceréis la
vérdad y la verdad ,,, hará libres».
Seremos
libres, pues, si vivimos en la verdad como vivieron
los santos, como vivi6 Sor Isabel de la
Santísima Trinidad:

«Yo
tengo necesidad
de Ti,

verdad eterna, para
Ubrarm.e de
la escla­
vitud de tantas debilidades, de tantas
miserias y

pasiones como
oscurecen
y ciegan

los ojos de mi
alma, impidiéndome
seguir to­
talmente el bien
y la verdad que Tú mismo enseñas. ¡Oh· Jesús!
Haz que yo busque
y ame siempre tu verdad, aún cuando esa
verdad me fustigue
1 sea para mi como espada de dos filos que
ponga
al_ desnudo mi

miseria, mis defectos
y errores;. que tu
verdad penetre y empape todo mi ser y todas mis acciones; que
sepa despreciar con
valentía toda luz que
no procede
de Ti ¡Oh
único Maestro mio!
Hazme comprender

la vanidad de toda cien­
cia y todo pensamiento que no sea un reflejo de
tu verdad.
Sumerge

mi
alma en

el océano de tu
luz, derrama

abundante­
mente
en mi

entendimiento
y en mi coraz6n tu verdad .. Uneme
contigo, verdad eterna. ¡Oh
Jesús, Verbo encarnado, palabra
encarnada

de mi Dios! Enseña. e instruye a mi
alma, pues yo
quiero

aprender las cosas de Ti, quiero
pasar mi vida escuchán-
dote». .
Atención, hermanos, .t_engamos esto muy presente: La ver­
dad que nos hace libres, es vida vivida en el Verbo encarnado.
No lo olvidemos nunca, porque para que nosotros vivamos en
libertad, hemos

de
vivir esa
misma vida. divina,
injertándonos en
la vida

del Verbo encarnado, incorporándonos
al Cuerpo Mis­
tico

de Cristo, por medio de la gracia
santificante. Para
eso, para
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PLATICA DEL RVDO. P. M. MARTINEZ CANO
que nosotros participáramos de la vida divina, y nada más que
para eso, la
verdad se hizo vida encarnada. «Yo

he venido para
que tengan vida y la tengan abundante».
Vivamos siempre
en gracia, ;amás vivamos

en
pecado. Mil
veces morir antes

que pecar . .Vivifiquemos nuestra
vida, en la
vida de Cristo «porque el que tiene al Hiio tiene la . vida, pero
el que no tiene
al Hiio
tampoco
tiene la
vida»
(1 Jn. 5,12), sino
que

vive la muerte del
alma, la esclavitud de

los
hiios de
las
tinieblas, en esta vida,
· y

después la esclavitud eterna del in-
.
fierno. Por

el bautismo,
nacimos· a

esa divina vida. Sigamos edifi­
cando nuestra
vida· en

Cristo con fervor y
entusiasmo, con
la
confesión frecuente, la comunión
diaria, el Santo Rosario,

la
ora-.
ción

y el sacrificio, la práctica de las virtudes,
lá fructificación
de

los dones del Espiritu Santo. Y no nos cansemos
.de pedir al
Señor,

con la liturgia oficial de Nuestra
Santa Madre

Iglesia:
«¡Oh
Dio,r! ... concédenos

que seamos
coparticipes de

la.divini­
dad de

aquel que se ha dignado hacer
participe de

nuestra hu­
manidad». ¡Qué maravilla! Hermanos, podemos
vivir la

misma vida di­
vina, -¡somos hi¡os de -Dios!, y como tttl,es, /X)demos vivir en
este valle de lágrimas auténticamente libres.
El

alma que vive la vida divina sólo debe ocuparse en po­
tenciarla y robustecerla. «Buscad primero el reino
de Dios y su
iusticia»
dice

el Señor,
y tamb_ién pide nuestra colaboración en
esta divina tarea. Porque sin el concurso
de nuestra voluntad,
podemos estancarnos y permanecer años y más años en el e51.ta­
do inicial de vida divina recibida en el bautismo. ¡Cuántos adul­
tos

ancianos en la vida natural
y todavia niños en la vida sobre-.
natural!

¡Qué pena!
·
Manos

a la tarea.
A"anquemos de
nuestras almas
todas las
malas

hierbas que ahogan la gracia de
Dios. Luchemos
denoda­
damente con el hombre vie¡o que nos ata a esta tierra y vivamos en toda su plenitud la vida divina «para que la vida de Jesús se
manifieste en
nueNro tiempo» (2 Cor. 4, 10-11).
Porque de esto se trata, hermanos, de dar testimonio público
de nuestra vida
cri~tiana en este mundo
pagano y anticristiano.
El Papa lo está pidiendo insistentemente.
Hace poco

Su Santi­
dad
Juan Pablo

II
decia a
los cartujos:
«Nuestra época
está muy
necesitada de

vuestro ejemplo
'V de vuestro servicio; los hom­
bres necesitan ponerse

a la búsqueda de lo absoluto
y verlo en
cierta manera comprobado
por un testimonio vivido. Vuestro
papel
estriba precisamente en dárselo a conocer».
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PLATICA DEL RVDO. P. M .. MARTINEZ CANO
Misión que no es exclusiva de los cartu;os, ni mucho me­
nos; es
obligación perentoria de

todos y
cadi:, uno
de los cristia­
nos, especialmente de
los católicos españoles. Juan Pablo

II nos
d¡¡o textualmente:

«El Papa confía en los seglares
españoles y
espera

grandes cosas de todos
ellqs para gloria de Dios y para
salvación de los hombres». «Están llamados a crear de nuevo, desde la inmensa riqueza
cultural de los pueblos de España, una auténtica cultura
de la
verdad

y del bien, de la belleza y del progreso».
«En la

España
def Siglo

de Oro florecieron magnificas tes­
timonios de santidad por la Reforma Católica
y el Concilio de
Trento. (Asi ·deben)

«florecer ahora, en la época de renovación
eclesial del Vaticano II, nuevos
tesJtimonios de

santidad, espe­
cialmente entre
los seglares

de
España».
«Es

necesario que los
católicos españoles sepáis recobrar

el
vigor pleno

del
esplritu, la valentla de

una fe
vivida, la lucidez
evangélica iluminada por

el amor profundo al hombre
hermano».
«Tengo confianza y espero mucho

de la
Iglesia en
España».
Hermanas, no defraudemos al Papa, seamos fieles a su lla­
mamiento, seamos santos. Tr(!nsmitamos·la-vida de Cristo a nues-
tros contemporáneos. Vida vivida en Cristo en nuestro testimonio
cotidiano. PorqUe los sermones y conferencias, aunque sean ne­
cesarias, hoy caen en oidos sordos. Lo que necesita el mundo
contemporáneo es hombres y muieres que puedan decir con ver­
dad con
San Pablo «para mi la

vida de
Cristo» {Fil. J,21) y no
mis estudios, mi cátedra o mis negocios. Nuestros contempo­
ráneos necesitan testimonios vivos de hombres y mujeres-"que
manifiesten con sus abras lo que vivió y manifestó el Apóstol
de las gentes:. «ya no vivo
yo, es
Cristo que
vive en mi»
Gal. 2,20). .
Basta ya, hermanos, de perder el tiempo, comentando lo que
ha dicho éste
o lo
que
el otro de¡ó de decir. El tiempo es gracia,
vida divina.

En esta Santa Misa, pidamos al
Señor que
nos trans­
forme, que nos
divinice; Pidámosle con

el mismo fervor como
lo pedía la Beata Sor Isabel de la Santlsima Trinidads «¡Oh
fuego comunicador,
Espiritu. de
amor! desciende sobre
mi alma
como una

nueva encarnación del Verbo. ¡Qué sea yo la huma­
nidad en que El renueve su misterio!», para que seamos la
luz
de

Cristo en este mundo endemoniado. Y a he
dicho que

las
hiios de
las tinieblas llaman libertad
a la

que no
es" más que

el retorno del
pecado luciferino de

so­
berbia; de ah! ese culto frenético al ego y al
mismisimo · diablo.
Rindamos

nosotros culto al
Dios Altlsimo las veinticuatro horas
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PLATICA DEL RVDO. P. M. MARTINEZ CANO
del dia. Anonadémonos, venzámonos a nosotros mismos, des­
truyamos nuestro yo, y seremos auténticamente libres.
Y o creo, hermanos, que el fruto más hermoso que podemos
sacar

de esta Reunión de amigos de la
Ciudad Católica, seria que
todos y cada uno de nosotros hiciéramos la promesa al Sagrado
Corazón de
Jesús de
cumplir siempre
y en todo la voluntad de
Dios, que saliéramos del

Tibidabo .con el firme propósito de ser
esclavos de la voluntad divina, porque sólo
«entonceó el alma
será

verdaderamente
grande, verdaderamente
libre, porque asi
tie­
ne

su voluntad encerrada
en la

de Dios» (Beata Sor .Isabel de la
Santisima
Trinidad)c
Vivamos

encerrados, esclavos de la voluntad de Dios, que
eso es la
santidad. El...mismo Señor

se lo reveló a Santa
Catalina
de

Siena: «sabe, pues, que todo lo que
hacen mis siervos

está
en esto, en que hagan
mi voluntad, . y

por eso todo
esfuerzo lo
deben

poner en cumplirla perfectamente.
Porque cuanto más
cumplen

mi voluntad tanto más perfectos
son, porque ·se acer- ·
can más a Mi., que soy suma perfección». ·
Y

el mismo Señor nos señala
el camino a seguir: «Si quieres
hacer mi voluntad, en la cual consiste tu bien, es necesario que
mortifiques
y niegues toda voluntad propia en todas las cosas,
porque cuando más ·mueras a ti, taflto más vivirás en Mí y cuanto
más quites lo que es. tuyo, más pondré lo que es mio».
Eso es vivir san._tamente., ·entregar nuestro entendimieto y vo~
lutad al mismo Dios que nos creó libres. La santidad es dar la
vida día a día,
hora a

hora, al Señor de Cielos
y Tierra. Y sí
llegara el caso, dársela heroicamente como se la dieron las tres
azucenas del

Carmelo de
Guadala¡ara y

los
innumerbales márti­
res

de nuestra última cruzada. ¡Oh
Dips! «el

cielo con una sola
llamarada se ha colonizado»
(Paúl Claudel}. ·
Sí, el cielo se ha colonizado de mártires españoles. Pero no
olvidemos nunca, hermanos, _que nuestros mártires dieron sus
vidas, para que nosotros viviéramos la vida divina. No lo olvi­
demos porque,. los mismos que lo_s martirizaron) quieren escla­
vizarnos ahora a nosotros en la muerte del pecado, promovida
por todos los medios que hoy tienen a su disposición.
Hagamos honor a nuestros mártires. Vivamos .e:n toda su ple­
nitud la vida divina. Vivamos en la verdad que nos hace libres.
En esa verdad que es vida, en esa vida que · es amor. Vivámos
de amor, porque sólo en la fuerza unitiva del a,¡,or, se puede
dar la unión de la voluntad humana con
la voluntad divina. Y
s6lo entonces} cuando estemds identificados con la voluntad divi­
na, gozaremos de &, auténtica libertad de los hiios de Dios.
1223
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PLATICA DEL RVDO. P. M. MARTINEZ CANO
Con lñigo de Loyola, hombre vano y desgarrado, que por el
vencimiento propio
y la contemplación del amor, llegó a ser el
santo de
«la mayor

gloria de Dios», hagamos ahora nosotros la
oblación de nuestra
libertad al Señor: «Tomad Señor y recibid
toda mi libertad, mi memoria, mi
entendimiento y

toda mi
vo­
luntad,

todo mi
haber y

poseer. Vos me los
disteis, a

Vos Señor
·
lo

torno, todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y grricia, que eSto me-basta».
Y aquí pod!a dar por terminada esta plática o sermón: Pero
no
me quedaría tranquilo
si -nos os

transmitiera ahora el
testi­
monio

de Sonia Díaz Pargo, ;oven de dieciséis años de nuestra
asociación de la 1 nmaculada y San Luis Gonzaga, que el año
pa­
sado

hacia en esta
misma capilla
sus primeros .e¡ercicios
igna­
cianos _y que el Señor se la llevó consigo al Cielo hace sólo tres
meses,
de¡ando entre
nosotros el aroma de su
santidad. Y
a se la
ha definido como «la
¡oven que

quiso hacer siempre
y en todo
la voluntad del Señor». Efectivamente, ese
fue su más

ardiente
deseo
y quienes la conocieron bien, asilo han afirmado. He aquí
algunos pensamientos sacados de su
diario espiritual:
«¡Señor,

deseo
tu santa
voluntad!
Toda la vida de Jesús tuvo una
constante que

realizó a la
perfección hasta llegar la muerte: hacer la voluntad de Dios. Pienso que la meta de todo
cristiano es amar, pero

amar a
Dios y de tal manera que nos olvidemos siempre de nosotros
mismos para hacer la santa voluntad de
Dios.
Hacer

la voluntad de
Dios es
el más grande
y hermoso pre,
cepto-

divino.
Es la negación ,;onstante del ya, la donación libre
de
nuestra libertad,
la confianza plena
en El,
el
abandono perfecto
a

su
Providencia; es
demostrar nuestra
im[J<>tencia y
dependen­
cia total y plena a quien
hizo el

cielo
y la tierra.
Exige

disponibilidad y prontitud
confipda, pues
a menudo la
voluntad de Dios
al principio

aparece difusa, pero el tiempo deja
verla con claridad de mediodía.
Cuando se ama a
una persona,

se está pendiente de ella.
Cuando
se ama

a Dios,
fe está

siempre dispuesto
a cumplir
su
voluntad de una manera generosa y alegre.
¡Lo que Dios quiera! ¡Que no se haga mi voluntad_ sino la tuya!
¡Si Dios quiere!
¡Lo
que Tú
quieras, Señor!
¡Señor, quédate tú mi voluntad y
ha-da servir a

tu
antaio! ».
El testimonio de Sonia hos reafirma hoy en la verdad de
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LA VERDAD DE LA LIBERTAD
siempre: La santidad no es una utopia, sino una hermosa reali­
dad. Vivamos

como Sonia esclavos de
la. voluntad
divina.
Y con
la Virgen

María, seamos esclavos del Señor. Digamos
con
Ella: «He

aquí la esclava del Señor, hágase en
mi según
Tu
palabra». Vivamos la esclavitud
mariana, vida

cristiana reserva­
da por Dios Nuestro Señor para los últimos
tie,npos. SI,

siempre
fieles
hiios de

la Virgen Santísima. Vivamos en su
regrn,o como
niñitos

confiados
y alegres. En fin, con Juan Pablo II, e/ Papa
de la Virgen,
digam<>sle a

Nuestra Madre del Cielo:
TOTUS TUUS MARIA
Sí. Vivamos la esclavitud mariana.
Así viviremos

la
autén­
tica

_libertad de los
hijos de

Dios.
LA VERDAD DE LA LIBERTAD
Palabras en el Acto Litúrgico final de
li:, XXVI Reuni6n de
amigos de la Ciudad
Cat6lica, en

el Tibidabo, el
13 de· octubre
de
1987.
Gracias, Señor, por habernos dotado de libre albedrío, y ha­
bernos
señalado cauces

de realización
perfectiva de

la libertad,
que son las tablas del Sínaf y las Bienaventuranzas evangélicas. Gracias también, Señor, por hacernos_ responsables
. del

ejer­
cicio personal
y social de nuestra libertad. Ni nos sentimos con­
denados

a ser libres
ni nos preguntamos escéptícamente «la liber­
tad para qué». Aprendimos de Ti y de tu Santísima Madre a
decir sí al
Padre, que

nos llama a ser perefectos por libertad y
gracia, como

Tú eres perfecto por naturaleza.
Sabemos, Señor,
y estos días lo hemos repensado bien, que
nuestra.

libertad o autonomía no es absoluta. Originariamente
no nos hemos hecho
nosotros libres, sino

que somos hechura
tuya, y, formalmente, el ejercicio de nuestra libertad limita ne­
cesariamente, en su principio, la apetencia d~ .bien en común, y
en su término, la saturación definitiva de la posesión de Dios
en el Cielo, donde los Bienaventurados no podrán apetecer
ni
elegir otra cosa. Santa Teresa exj,resaba esto asi: «¡Oh cuándo
será aquel dichoso día; que te has
de ver ahogado en aquel mar
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