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Número 293-294

Serie XXX

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¿Es la tecnología una ideología? (La otra cara de la política)

¿ES LA TECNOLOGIA UNA IDEOLOGIA?
(LA OTRA CARA DE LA POLITICA) (*)
POR
THOMAS MOLNAR
(.City University of New York)
La política, en este siglo, se ha ido desarrollando tras lo que
el término «ciencia política» . comprende generalmente. Ahora
es alimentada por investigaciones tan diversas como las de la po­
lemología, religión, psicología, urbaoismo, etc. ¿ Cuál es la con­
tribución de la tecnología a nuestra disciplina?
Un reciente
symposium celebrado en Bruselas en diciembre
de 1987 sobre el «fin de
la política» puede tomarse como buena
muestra del estado de la cuestión que plantea el titulo. El orga­
nizador del
symposium, el profesor Maurice Weyembergh, formuló
(*) Theori,e des kommunikativen Handels, JÜRGEN HABERMAS (FrankM
furt, Suhrkamp, 1981).
On the Thereshold of Exact Science. Selected Writings of Annaliese Maier
on Late Medieval Natural Philosopby, Edición, traducción e introduc­
ción de STEVE D. SARGBNT (Phlladelphia, University of Pennsylvania
Press, 1980).
Man in the Age of Technology, A1tNOLD GEHLEN (New York, Columbia
University Press, 1980).
The Passions and the Interests, ALBERT O. HIRSCHMAN (Princeton, Prin­
ceton University Press, 1977).
Fronteras de la técnica, GUSTAVO CORc;AO, Traducción del portugués de
P. H. RANDLE (Buenos Aires, Oikos, 1982).
Gefahr un Hoffnung des Technischen Zeitqlters, HANS SanLMAYR (Salz­
burg: Otto Müller Verlag, 1970).
Pandaemonium. Tbe Coming of tbe Machine As Seen by Contemporary
Ohservers, 166ü-1860, HuMPHREY }BNNINGS (New York, The Free
Press, 1985).
Verbo, nóm. 293-294 (1991) 383
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THOMAS MOLNAR
de esta maneta el problema que someúa a la considetación de
los participantes: así como la política, en el sentido de las tran-
·
sacciones políticas en el interior y entre comunidades (general­
mente naciones), consiste en la delimitación del
nosotros y del
ellos, esto es la inclusión y la exclusión, la mira implícita de la
tecnología
es «excluir la exclusión». En otras palabras, la orga­
nización tecnológica del planeta
se ordena a otros objetivos ade­
más del cumplimiento de los intereses parciales, y querría esta·
blecer una sociedad mundial homogeneizada, con las necesida­
des materiales satisfechas y una amplia red de comunicaciones
para la expresión de los puntos de vista locales.
La . cuestión significativa reside en que el temor expresado
por el profesor W eyembergh
-permítaseme añadir que las con­
clusiones del simposium resultaron menos pesimistas-ha estado
presente en todas las críticas de las
propuestas utópicas, sean
tecnológicas o de otra clase. Quienes criticaron las construcciones
utópicas a lo
largo de los cuatro últimos siglos dirigieton sus
objeciones a la uniformidad y despersonalización ( 1) resultantes,
y
a su consecuencia
final, la total centralización del poder de su­
pervisión en manos de los «controladores de mundo» ( en la ex­
presión de Aldous Huxley ). Sin duda que el término de Huxley
--desde que fueta acuñado al comienzo de los treinta de este
siglo-lia sido sustituido por el de «tecnócratas», lo que indica
que los críticos han estrechado su campo de obsetvación.
Las
vagas aprensiones sobre las máquinas y la mecanización de la
vida -nociones que sdlíeron set propias de la intuición de los
poetas de la angustia ( véanse los testimonios de Pascal, Goethe,
Baudelaire, Henry Adams, etc., como concreción de estos
mie­
dos}-se han hecho más precisas conforme el siglo diecinueve
progresaba desde la
ddminación del hombre sobre las técnicas
hacia
la dominación tecnológica del hombre.
Cuando
los fenómenos científicos o sociales maduran, ya sea
medido ese proceso de maduración con el método de Popper d
Kuhn, de Betgson o Marx, la primera reacción es retroceder y
(1) CHATEUBRIAND, Mémoires d'outre-tombe, particularmente la parte
tercera y sus observaciones sobre la Ingl.atera industrializada.
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hacer inventario, intentando comprender el proceso a través de
sus fases históricas. También la tecnología, el producto maduro
de siglos,
se levanta ante nosotros no sólo como una serie de
asombrosos logros, auxiliares en lo que llamamos la permanente
búsqueda de la humanidad dirigida al
cuerpo humano, la mente,
los espacios,
los cambios sociales, etc. La tecnología se ha conver­
tido también en una fuerza abrumadora,
difícil o imposible de
controlar ( véase el emblemático poema de Goethe,
Zauberlehrling),
una tentación para la manipulación sdcial, política, psicológica
y, últimamente, biogenética. Captando el pasado del pensamiento
tecnológico, incluso sin un estudio exhaustivo de todas las fases
de su evolución, podemos alcanzar un juicio sobre si el fenómeno
tecnológico tiene su lugar simplemente entre las herramientas
del
homo faber, o si tiene el potencial de «acabar» con la política
y romper la historia en dos partes, la pre y la post tecnológica.
La cuestión puede resultar tan embrollada como para admitir vi­
siones inesperadas en el fundamento mental del cosmos, o puede
conducir al enigma del hombre en la historia.
In fine, el fenó­
meno tecnológico,
y las reacciones humanas frente a él, puede
constituir una ideología, una de las muchas en que ha podido
detenerse la sucesión
de fórmulas que ambicionan cambiar la con­
dición humana.
La edad tecnológica se ha gestado desde las postrimerías de la
Edad Media, cuando los profesores
de la Sorbona (Oresmio, Bu­
ridán), el catalán Raimundo Lulio y el alemán Nicolás de Cusa,
dirigieron
su mirada hacia las relaciones y el método de investi­
garlas, apartándose de la escolástica filosofía de
esencias. El giro
dado por Guillermo de Ockham en
el siglo catorce fue una con­
dición previa de esta nueva aproximación al conocimiento. El
giro resultante, que interrumpió la línea del escolasticismo, im­
pulsó el renacimiento científico del siglo quince. Fue una autén­
tica revolución, en especulación, pero también en actitudes
men­
tales. Después de todo, el mundo medieval había vivido dentro
de las conclusiones intelectuales de los griegos y adoptado el
desprecio del sabio antiguo hacia el mundo material
y la techné
que lo transforma. La contemplación, fa actividad más alta por
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la que los hombres se asimilan a los dioses, era incompatible con
el trabajo de la naturaleza física. Esto último era para los escla­
vos, esto es, para las almas inferiores.
El cristianismo había cambiado esta actitud. Los monjes exal­
taban el trabajo al tiempo que la oración y la meditación. El en­
tendimiento práctico dejó de ser sospechoso y, así, un impor­
tante número de anónimas mejoras técnicas tuvieron lugar,
ha­
ciendo el trabajo del hombre más fácil y más productivo. Una
nueva técnica de arreo
de caballos (por la espalda en lugar de
por el cuello)
facilitó el levantamiento de pesos; la fuerza hidráu­
lica fue usada en los molinos ;
se inventaron los sistemas de mi­
nería de profundidad. Es de notar, sin embargo, que los inven­
tores, mejoradores, trabajadores de la piedra, el metal, el vidrio,
la piel y la madera,
han quedado sin nombre, como si no hubiesen
resultado merecedores de mención (2). El reconocimiento del
trabajo y del adelanto
en la existencia cotidiana tuvo, en cambio,
escasa influencia sobre
la tecnología en cuanto que tal, hija no
de consideraciones prácticas sino de la filosofía y la ciencia. La
visión del mundo por el hombre, en cierto sentido, fue empobreci­
da ; dejó de resultar concerniente a un
cosmos de múltiples facetas
y
más bten se centr6 en la investigación del movimiento lineal (3 ),
de la dinámica de los fenómenos sucesivos. La física aristotélica
era estática y concedía mucha importancia
al cuerpo y su «dispo­
sición natural», así como a sus cambios de lugar en el medio
(aire) en que se
movían ( 4). Mientras que la nueva mecánica
argüía que el cuerpo (proyectil) está en
sí mismo dinamizado por
los ímpetus iniciales, no ocupa «lugares» sucesivos, sino que se
mueve.
(2) ÜJmpilrese con la celebridad de los modernos técnicos e invento­
res, el
gran prestigio que han adquirido y el culto que los rodea: Edison,
Marconi, Edward Teiler, los astronautas, etc.
(3) Esto fue novedoso porque los antiguos, los griegos, y los prime­
ros pensadores medievales, habían dado preferencia. al movimiento circu­
lar, que era el ideal al que respondía el movimiento de los cuerpos celestes.
( 4) ANNEUESE MAIER, On the Tbreshold of Exact Science, Philadelphia,
University of Paruisylvania Press, 1982, pág. 52.
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E,:,. un sentido, la nueva mecánica extrajo los cuerpos celes­
tiales -que habían sido el objeto principal de discusión para
Aristóteles, los estoicos
y los escolásticos- de su status de divi­
nidad residual
y los convirtió en objetos ordinarios en los mun­
dos aristotélicos supra y sublunares. La imaginación perdió
cla­
ramente el material sobre el que ejercitar sus poderes, mientras
que la ciencia moderna
alcanzó la elaboración de una mecánica
general, válida para el universo entero.
Los postulados no hubie­
ron
de cambiar hasta Newton y, más tarde, otra vez, hasta Planck
y Einstein.
El Gusano constituyó una figura central en estas transforma­
ciones de perspectivas. Medieval a medias, intentó prevenir
la
completa emancipación del conocimiento de la especulación re­
ligiosa, mientras que también trató de trabajar con un nuevo con­
cepto de Dios. Su objetivo fue interpretar lo infinito (lo divino)
como inmanente a lo finito. Moderno a medias, el Gusano sugi­
rió que la inteligencia divino-humana crece en proporción a como
produce adecuados conceptos de comprensión.
La mente finita
se aproxima a
la verdad a la manera como los lados de un polí­
gono se aproximan al círculo
en que está inscrito, es decir, coin­
ciden crecientemente con el perímetro sin llenarlo nunca. Dios,
en este razonamiento, entiende nuevas verdades
al causarles el
ser ; pero Dios no posee planes preexistentes del modo como
Santa Claus lleva regalos en su bolsa (5).
El misticismo de Nicolás de Cusa,
la compenetración de
opuestos (coincidentia oppositorum), probaron ser nociones ex­
traordinariamente fecundas, porque disolvieron las sustancias y
certezas aristotélicas y postularon la presencia del Dios infinito
en las cosas finitas. Dios está
por encima de las contradicciones
que no podemos dejar de registrar, de la misma manera que
el
círculo infinito está «por encima» de la curva y la línea recta ( 6 ).
(5) «Si los filósofos imaginan posibilidades que preexisten -al ser,
su movimiento es vado, caótico. Proyectamos una potencia, pero porque
antes vemos la realidad alegada»1 GANDILLAC, La philisophie de Nicolas
de Cues, pág. 377.
( 6) Para el Cusano nos acercamos a Dios pero nunca le alcanzamos.
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Las extremadamente sutiles y osadas teorías del Gusano pro­
porcionaban una demostración
more geometrico de que aunque
Dios existe, Él
es elusivo para nuestra docta ignorantia, y puede
encontrársele en todas y ninguna parte ( 8),
aproximado y nunca
captado, un postulado, algo que viene a ser pero que no es, un
proceso
y nd una sustancia. Este es, por supuesto, un lenguaje
moderno, que requiere
y expresa un método también moderno,
un método que establece relaciones crecientemente precisas entre
fenómenos, al precio, sin embargo, de separar la ciencia
de la
metafísica. El antropomorfismo, en el que Gusano vio el injusti­
ficable deseo de considerar todas las
cosas como ordenadas de
acuerdo con las necesidades humanas, es inmisericordemente eli­
minado con el establecimiento de nuevos límites a un nuevo cam­
po de conocimiento.
Desde entonces, aun con .varias pausas, interrupciones y re­
consideraciones, el ideal matemático-geométrico iba a conquistar
las más relevantes mentes científicas, tantd civiles como eclesiás­
ticas. Los primeros: Descartes, Hobbes, Spinoza, encontraron en
la cosmovisión
y método nuevos la clave para entender el hom­
bre y la sociedad en cuanto que constituidos por partículas mate­
riales, manipulables además de acuerdd con un
social calculus
(cálculo social). Los últimos: Mersenne, Malebranche, ambos clé­
rigos, dieron la bienvenida a las leyes mecánicas que gobiernan
En una imagen atrevida compara a Dios y nuestra captación de él con un
circulo creciente (sus. radios se aproximan al infinito) y el arco inscritó
en -su perímetro. Los arcos multiplicados indefinidamente y la. curvatura
del círculo están siempre próximos a coincidir pero nunca llegan a hacerlo.
(7) Partiendo de la visión a¡,ofática de Dromsro_ AREOPAGITA, el
Cusano trajo sus teorías hacia la visión mística del Dios innegable que se
alza sobre todos los esfuerzos por nombrarle y, además, por conocerle por
medio de una aproximación discmsiva. Esta visión es la proposición fun­
damental del método
matemático1 a través del cual el Cusano muestra
que
lo infinito es inmanente a lq finito aunque no identificable. F.ntre
los filósofos modernos, HENRI BBRGSON es ce~o _a-esta visión y apro­
ximación.
(8) El famoso dicho
«el centro del universo está en todas partes, el
perímetro en ninguna» se atribuye correctamente a RA!MUNDO LULJO.
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¿ES LA TECNOLOGIA UNA IDEDLOGIA?
el universo como una prueba de la responsabilidad de Dios como
un maestro mecánico, un Supremo Relojero. Los que objetaron
a ese creciente y repentino prestigio del
. esprit géometrique,
Pascal, Milton, Bossuet, Leibniz, fueron dejados atrás como sim­
ples littérateurs, es decir, no auténticos filósofos, como nuestros
libros de texto de filosofía siguen testificando a la
fecha.
Estos preliminares ayudan a medir el impacto social e ideo­
lógico
de la tecnología, que es el objeto de este artículo. La señal
típica de la ideología es su noción de que los seres humanos, y
más aún la sociedad en sí misma, son manipulables. Pata que
un
tal presupuesto se reconozca se hace preciso concebir al hom­
bre no tanto
como poseedor de una sustancia -'-- ralmente como dada por
Dios-, sino como un ser definido por
sus relaciones. Esta es la base
de la mayor parte del pensamiento
postescolástico, y ya
hemds visto cómo Nicolás de Cusa bregaba
en sus obras con conceptos tales como lo finito, lo
infinito, las
aproarimaciones, etc., al objeto de establecer relaciones (nexos)
entre los fenómenos sin recurrir a su
naturaleza. Como escribe
su introductor francés,
el filósofo Abe! Rey, el Gusano intentó
la elaboración de «un sistema de individualidades concretas,
re­
lacionadas por leyes entre sí, y nd un sistema abstracto de enti­
dades naturales» (10).
En la rica literatura científica del Renacimiento, hasta el siglo
diecisiete, la lucha del Gusano con los nuevos
postulados fue
seguida en una orientación análoga: la de crear un universo
con­
ceptual que hiciera justicia a la nueva visión. Bruno, Bodin, Ga­
lileo, entre dtros muchos, compusieron diálogos
-su medio pre­
ferido--en los que el ignorante aristotélico-escolástico es refu­
tado repetidamente por el representante del autor, que argumen­
ta contra las esencias y en pro de un
método nuevo de contem­
plar el conocimiento
como exploración matemático-mecánica de
las relaciones.
La formulación de leyes científicas viene con ra-
(9) Tanto que ERNsT CASSIRER dedicó al Cusano, como el primer
pensador moderno, un largo capítulo inicial eri su Individual and the
Cosmos at the Renaisance.
(10) De docta ignorantía, 10.
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pidez en este laboratorio mental, y estas leyes se refieren a los
movimientos en el
firmamento o

a la circulación de la sangre
en el cuerpo humano. Conforme vayamos alcaozando
el siglo die­
ciocho, las leyes cientificas se trasladarán de modo creciente a
los inventos mecánico-técnicos.
¿ Por qué?
La aparición de los milagros tecnológicos provocó entusiasmo,
pero también inmediatas reacciones hostiles. Para entenderlas
es
importante observar que la tecnología sirvió a un designio cuasi­
epistemológico.
.A · este respecto, el Cusano había preparado el
camino que conduciría a Kant: la visión
tradicional de la verdad
no era, no podía ser, adecuada. Las «aproximaciones» del Cusano
-que nunca alcanzan la praevisio absoluta-y las «categorías»
de Kant cerraron
la puerta a la metafísica, al conocimiento de un
substratum, al noumenon. Quedaba, como tanto el Cusano como
Kant enseñan, la penetración del intelecto
en el mundo racional,
un mundo que no es dado, no fuera de él, sino que es creado por
el mismo intelecto en
el proceso de explicación. Para ambos, este
proceso reconoce al ser como una «presuposición absoluta» (Ni­
colás
de Cusa) y como «noumeno»· (Kant). Con sus epígonos, el
ser degenerará en simples palabras
(flatus vocis). Lo que perma­
nece, por tanto, como objeto del
conocimiento era únicamente
la transformación del mundo. Marx asignó este papel al prole­
tariado; otros, a la tecnología.
Paralelo a estos desarrollos, se manifestó
un atajo hacia el
pensamiento
científico también en otra clase de geometri2ación,
la de los intereses materiales. El intento de Hobbes de compren­
der el ser humano
en términos de los átomos que lo componen
pudo haber conducido, de verdad, a una geometría de las pasio­
nes. En cierto sentido, obtuvo éxito, aunque sus conclusiones fue­
ron puestas por obra por generaciones posteriores de pensadores:
Adam Smith, John Millar, James Stewart, entre otros. Albert O.
Hirschman,
en su luminosa obra The Passions and the Interests,
llama la atención sobre las dos clases de pasiones (pág. 10) que
la reflexión posthobbesiana señaló contribuían a
un clima polí­
tico pacífico a través de la mutua neutralización de los conflictos.
Los vicios privados se convierten en beneficios públicos del modo
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como las moléculas de gas producen calor en un recipiente a tra­
vés de
sus choques caóticos.
Este fue en verdad un descubrimiento
seminal. En el pasado,
la autoridad política (y moral) se ejercía para suprimir
las pasio­
nes (pág. 32), y esta era la auténtica regla de la raison a'Etat.
Ahora, poniendo una pasión ( voluntad de poder) contra otra pa­
sión (interés económico-privado), la
raison d'Etat vino a significar
el avance de los intereses privados individuales. «Insaciabilidad
y codicia produjeron la mansión de la estabilidad»
(pág. 56 ).
La persecución del interés privado contribuyó directamente
a las invenciones
técnicas y a las mejoras. De hecho, fomentaron
«el equivalente de conducta como un precepto
teligioso» (pági­
na 129), esw es, disciplinando mecánicamente los artificios para
el beneficio mutuo del gobernante y del ciudadano. Cada conquis­
ta técnica fue vista así
como una garantía para la paz civil, y este
optimismo, trasladado al registto internacional, duró hasta 1914:
se había asumido -contrariamente a la percepción posterior a
1918--que más tecnolc,gía significaba menos agresividad. Los
gobiernos y los particulares no arriesgarían la riqueza acumulada
en aventuras no productivas (como las militares). Mientras que
las técnicas disponibles se limitaban al poder del agua y del vien­
to, esto es a
la transformación natural, sólo el poeta levantó su
voz -tratando de proteger su arte y el de sus cofrades--, como
cuando Baudelaire advirtió contta la sustitución de la pintura
por la fotografía. Pero, incluso antes, Goethe percibió la ame­
naza tecnológica al equilibrio general de la humanidad ( «la so­
ciedad se está convirtiendo en un gran hospital», escribió a Frau
von Stein en 1786) y Chateaubriand notó tristemente
que «In­
glaterra
se había dado en cuerpo y alma a la industria que des­
troza el paisaje amable» (1823). Estos escritos tempranos denun­
cian el materialismo, la avaricia, la superabundancia de mercan­
cías, la esterilidad de los esfuerzos de las manufacturas, la propia
máquina.
De modo coincidente, los autores se lamentan por el
desvanecimiento de la libertad, de las aventuras del espíritu, el
único objeto, así
como por la pérdida de la virtud de afección
a las cosas, a las personas
y a las actitudes. Es injusto clasificar
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estas reacciones frente a la modernidad como «romanticismo»,
entendido peyorativamente. Veremos cómo estas voces críticas
iban a ser amplificadas por generaciones de hombres en rebeldía
contra la masificación
y la uniformidad, incluso contra la misma
tecnología, finalmente despojada del prestigio inherente a su
carácter demiúrgico e incluso considerada como un monstruo.
Por tanto, es incorrecto defender qne la tecnología es un
complejo de instrumentos neutrales que proporcionan vías para
la consecución de los objetivos deseados colectiva
y generalmen­
te.
Si fuera así, si los tecnólogos -nolens volens-no preten­
dieran
organizar una sociedad uniforme, totalmente uniforme,
así como
la mentalidad adecuada para regirla, la tecnología no
habda tenido oponentes filosóficos. Si muchos pensadores con­
temporáneos se rebelan contra ella, la razón debe buscarse en el
papel que la
tecnología ha adoptado. en la era moderna: la sus­
tituCÍÓt de la autoridad social y de los principios morales por
disposiciones
ei;:clusivamente racionales ( 11 ). Puesto de otro
modo, la tecnología
es sospechosa del designio implícito de eli­
minar el misterio, lo espontáneo, lo no calculable en favor del
común denominador homogeneizado
y del cálculo social univer­
salmente adoptado/impuesto.
Los argumentos sobre el favorecimiento de la ilimitada e,;:­
pansión de. la tecnología son bastante serios. Merece la pena, sin
embargo, notar que estos argumentos no son usados
por los téc­
nicos «que hacen un trabajo que debe ser hecho», sino por los
tecnócratas que encuentran en él un medio de mover a las per­
sonas a través de la importante magnitud de sus proyectos
y lo­
gros. Este mover a las personas sugiere una última intención
política, no necesariamente
consciente, pero inspirada a) en las
grandes
y elevadas posibilidades de orden material, y b) en la
eliminación del azar representado por lo imprevisible, lo inmo­
tivado, lo que no espera nada
y lo recalcitrante, a lo que la tec-
(11) Un supuesto clásico es la controversia en tomo a la tecnología
biogenética de la fecundaci6n in vitto, la maternidad de alquiler y los
experimentos para implantar el embri6n en el padre. ·Véase la condena
de
.estas prácticas por el Vaticano en la Instrucci6n de febrero de 1987.
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nología situaría una serie graduada de faits accomplis. Como otras
ideologías, la tecnología atiende pretendidamente a corregir cier­
tas deficiencias de la
organizaci6n humana, ciertas lagunas en el
carácter humano. A
ello. se ordenan los argumentos. A diferencia
de los animales, los hombres necesitan útiles,
más tarde útiles
para
producir nuevos útiles, así hasta los simples esfuerzos para
el desarrollo de la sobrevivencia hacia la satisfacción ilimitada
de necesidades secundarias, terciarias, etc. Por esta vía la tecno­
logía crea su propio entorno, su discurso y su universo material
y mental. Esto puede ser todavía considerado
comd el esfuerzo
por resolver los problemas materiales y como un sistema
ad hoc
para facilitar nuestra existencia diaria. Pero a medida que las
soluciones de los problemas materiales alcanzan, en su red
ex­
pansiva, también la vida íntima del hombre, y con ella las opcio­
nes morales, políticas y estéticas, la tecnología deja de aparecer
como un instrumento auxiliar de
la construcci6n y de la vida de
los valores, sino que
se comienza a influirlos e incluso crearlos.
Se puede sostener que la tecnología, en cuanto comienza a inva­
dir áreas de nuestra vida,
cesa de ser libre de valores para cons­
tituirse en una fuente
y, además, determinante de los mismos.
La crítica de la tecnología, l6gicamente, tiene que explorar
entonces el puesto de la misma en la historia y en
la evoluci6n
de las sociedades. Algunos de entre los críticos ven en
la m derna tecnología -la era tecnol6gica-un producto quizás hi­
pertrofiado, pero tan
s6lo un capítulo en la historia de la fabri­
caci6n de utensilios por
el homo faber. Hay otros que, fascinados
u obsesionados
por la tecnología, nos ven en la última fase, la
culminaci6n de la historia, su exaltado o desolado final (12). Se
hace necesaria una prise de position a la vista de la ubicuidad del
fen6meno, su fuerza para penetrar
la vida a todos los niveles, su
tremendo impacto sobre la sociedad. Dijimos antes que la
cues­
ti6n crucial para una ideología, en un último análisis, es la malea-
( 12) Como siempre, los artistas han destacado en esta guerra contra
la tecnología. La obra de T. S. ELIOT, Wasteland, · debe ser leída como
si de una acusación se tratara.
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bilidad del hombre. Y quedan pocas dudas acerca de que la tec·
nología
no sólo nos manipula exteriormente, cOmo cuando via­
jamos
en avión o nos miran por rayos X, sino también interior­
mente,
la influencia de las imágenes transmitidas electrónicamen­
te, el material audiovisual en aulas y bibliotecas, la angustia ante
el poder nuclear, la comunicación de la información de modo ins­
tantáneo, pero también dominante, las drogas que alteran la per­
sonalidad en los hospitales psiquiátricos soviéticos y, por supues­
to,
la propaganda política y la publicidad comercial que sólo
puede realizar su alucinatoria y enervante repetición a través de
los medios tecnológicos.
La totalidad de estas manipulaciones mecánicas y electrónicas
pueden ser resumidas en
un proyecto polltico con una finalidad
que nos
conduce a todos, manipuladores y manipulados, al reino
de la metapolítica. Conviene .trazar aquí una línea divisoria.
Porque
la historia de la política está llena de déspotas brutales,
inocentes en prisión, persecuciones crueles y revoluciones espe­
ranzadoras y luego frustradas. La tecnología como entidad polí­
tica trabaja, sin
embargQ; en un registro diferente, y es ambigua
en sus intenciones y en sus efectos. Sus orígenes, como vimos,
radican en la separación del hombre y del método científico que
prometía, e iba a ejecutar,
el señorío sobre la naturaleza, pero
que omitía
añadir que tanto la naturaleza como su señor humano
resultarían transformados del proceso. Ciertamente, esto no fue
evidente durante mucho tiempo. El mensaje de Robinson Crusoe,
un libro miliar en la mentalidad tecnológica, era que el hombre
podría mantenerse como señor de la naturaleza
y de sus habili­
dades inventivas
y hetramientas, venciendo la necesidad y la hos­
tilidad del entorno natural.
Pero un Robinson de hoy no sería
meramente
el operador de un gran cuadro de distribución, sino
que no tendría reacciones e impulsos y se asemejaría a los «al­
pha» o «beta» en
el Brave New World. No tendría alma porque,
como Winston Smith en
1984, sería aplastado.
La respuesta de los críticos a la tecnología es señaladamente
similar, aunque sus conclusiones se muevan entre la curiosidad
despegada y el talante apocalíptico. Algunos, como Amold Geh-
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¿ES LA TECNOLOGIA UNA IDEOLOGIA?
len, se esfuerzan para exorcizarla desandando los pasos que nos
han conducido hasta la situación actual.
El U rmensch ( el primer
hombre o
el hombre primitivo) se ocupó de obtener comida,
luego cazó, más adelante cultivó los campos, construyó asenta·
mientos y ciudades, pasó por la edad
de los metales, conoció la
legislación y
el arte de gobernar (la política), finalmente llegó a
la revolución industrial
y a la navegación espacial. En cada fase
surgió una nueva
técnica, llevando consigo una forma de civili­
zación, un nuevo concepto de la moral. La pregunta es, ¿ es esta
la última fase, que cierra un nuevo horizonte
y nos depara, quizás,
una carga
insoportable para el futuro? «El futuro -escribe Geh­
len-no encierra la promesa de una resurrección de la concien­
cia mítica, dado que la cultura industrial que domina ahora
el
globo es totalmente racionalista» {13). Podría argumentarse
--continúa-que toda la época histórica, «la era de la cultura»,
está a punto de concluir. {Criticancld la crítica, déjesenos tan sólo
señalar que
si la cultur¡¡ es siempre producto de la tecnología,
difícilmente podemos hablar de una cultura que tenga algo que
ver con el
espíritu, el estilo, el gusto y las artes).
La angustia que se expresa aquí es manifiesta en uu buen
número de críticos. Bergson, en varias obras, pero especialmente
en su Evoluci6n creadora, trazó un cuadro más que histórico y
comprensivo de
toda la evolución. El élan vital empuja hacia
varias direcciones,
y la más favorecida es la de las sociedades hu­
manas con su crecimiento potencial en moralidad y espiritualidad.
En cada escalón, sin
embargo, la fuerza vital puede acabarse,
secarse o desviarse de
su curso. La sociedad humana también
puede mecanizarse, automatizarse
como la rama de la evolución
detenida
de las hormigas y las abejas (hymenopterae). Esta es una
noción similar a la «muerte de la
cultura» de Gehlen o

a
la ma·
sificación
de Ortega, o al pecado del autómata colectivo de Ellul.
En otras palabras, el impacto de la tecnología ha sido tal {Berg·
son, Ortega, Gehlen, Ellul,
Huxley, Orwell, etc., son en lo que
(13) ARNoLD GEHLEN, Main in the Age of Technology (New York,
Columbia University Press, 1980), pág. 122.
395
Fundaci\363n Speiro

THOMAS MOLNAR
nos concierne escritores con cuarenta años entre sí) que el miedo
a ella
es superior que el miedo político a los imperios totalitarios.
O mejor, que incluso los imperios totalitarios
han sido percibidos
como una manifestación del poder tecnológico. Este último
se
puede extender también a los relativamente libres segmentos de
la humanidad.
El futuro se formará a la medida no de las deci­
siones políticas, que todavía pertenecen a la esfera humana, sino
del desarrolld de
la tecnología.
En el corpus cartesiano hay una tesis muy interesante sobre
la posibilidad de un conocimiento ideal que atienda a la reduc­
ción de todo el pensamiento científico a una inmóvil y gran
in­
tuición {14). Traspuesta desde la epistemología a la política, ahí
tenemos el núcleo del impulsd tecnológico, basado en la «fe en
la técnica», como escribe Ortega. Viene a la existencia un mundo
que
es esencialmente manipulable y controlable y en el que, de
antemano, todos los problemas han recibido formulación cienti·
fica, de tal modo que pueden ser considerados
ab ovo como pro­
blemas científicos. Ya no se trata del paraíso ingenuamente cien­
tífico de la literatura utópica de los últimos siglos, sino que la
ciencia misma se convierte aquí en auxiliar de la tecnología que
alimenta,
pero de cuyos proyectos depende. Todos los campos
de problemas de
la humanidad -política, moral, pedagogía, etc.­
serían trasladados al superlenguaje cartesiano, un idioma plane­
tario entendido por todos. Como Condorcet y otros escritores de
su estela sugirieron, las acciones
para transformar el mundo de­
vienen así muy simples y consisten en la mera manipulación de
fórmulas matemáticas (15).
Los críticos están especialmente preocupados por la finalidad
(14) LEO W. KEELER, The Problem of Error from Plato to Kant
(Roma, Pontificia Universita Gregoriana, 1934), pág. 144.
(15) La visión del Cusano está expuesta por ello a quedar cancelada.
Cusano ambicionaba mostrar la falta de precisión última del conocimiento
humano, en el que un n6meto infinito de imágenes del mundo diferentes
y,
sin embargo, equivalentes excluyen la que sería una representación
totalmente objetiva. Menos de doscientos
años después del Gusano, Des­
cartes intent6 reducir estas imágen~ innumeras a una válida absolutamente.
396
Fundaci\363n Speiro

¿ES LA TECNOLOGIA UNA IDEOLOGIA?
de esas transformaciones. En varias obras, Vallet de Goytisolo
designa a ese resultado ideología, «un concepto operativo que
llama a la tecnología para construir
el mundo según el modelo
de
las abstracciones mentales y que concluye en una sociedad
donde rige la eficacia utilitaria» ( 16
). El filósofo Marce! de Corte
sitúa
al final del «proyecto matemático» de Descartes y Galileo
«un mundo transformado en
un inmenso taller al servicio de la
voluntad de poder» (17). Incluso
un buen número de filósofos
marxistas
han visto el peligro. G. Lukacs, Adam Schaff, Ernst
Bloch, Antonio Gramsci
se desviaron de la ortodoxia que habla
de una tecnología en sucesión salvaje durante
el tiempo de la
anarquía capitalista, una
anarquía a la que, sin embargo, aporta
el orden la propiedad colectiva de los medios de producción. Así
el socialismo sería el
único camino -y esto se añade a su justi­
ficación-de . atar la tecnología a las necesidades de los seres
humanos concretos. Ni siquiera estos marxistas se atreven a ex­
presar la visión más plausible de que la tecnología traza su pro­
pio curso, con independencia del régimen y de la política.
En re­
sumen, el paraíso científico-tecnológico que Marx imaginó en la
fase heróica del comunismo, debería ser templado por el «huma­
nismo marxista», esto es, por la apertura a otras
utopías.
Lo que los críticos generalmente temen no es una solución
política
para los grandes males de la humanidad, sino el fin de
la politica -recuérdese el simposio de Bruselas-'-, que signifi­
caría el fin
de la .impredecibilidad de las interacciones humanas.
En cuanto que la política ha sido la formación de grupos, clanes,
tribus, clases, naciones, intereses, su autodefinici6n, pero tam­
bién la distinción del otro (la distinción de Car! Schmitt entre
amigo
y enemigo), el fin de la política congelaría las verdaderas
y flexibles
reglas del juego, incluso supondría su abolición. En
una sociedad en la que, por ejemplo, las élites y las masas estu­
viesen igualmente satisfechas, ambas
se fundirían en un conti-
(16) Técnica y desarrollo politico, Centro de Estudios Sociales, México.
(17) L'intelligence en péril de mort, Ed. du Oub de la Culture Fran­
~se, 1969.
397
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THOMAS MOLNAR
nuum indistinguible. Si el escenario imaginado lo aplicamos a
otras polaridades, todas las diferencias se
allanarían, con la con­
secoeocia de que no s6lo desaparecería la oposici6n política sino
también las creencias, los gustos, las
aspiraciones y los estilos
de las ricas y diversas comunidades y asociaciones.
En las pala­
bras proféticas de Chateaubriand «hay que temer de la nueva
(democrática) época que las facultades del hombre, su
g~o,
se marchiteo, y que la imaginaci6n, la poesía, el arte, expiren eo
las celdillas de igual tamaño de
la sociedad-coltnena» (18). A una
ameoaza metapolítica corresponde una reacci6n metapolítica.
«Metafísico» no significa que no sea real, concreto y que no
salte a la vista con la fuerza y la agresividad de una ideología.
Es significativo, por ejemplo, que
el hombre modemd está presto
para luchar por sus derechos y vigilante ante cualquier cierre de
un segmento del horizonte político. Sin embargo, está tan
con­
dicionado que difíciltnente percibe la gran amenaza de la unifor­
midad, homogeoeidad y cuantificaci6n de su existeocia. Cada vez
que lucha por la posesi6n de un amplio surtido de máquinas en
su vida privada, encadena su imaginaci6n y su libertad. Cada vez
que amplía el consumo de bienes
y servicios se ata a la red de
aparatos electr6nicos que
le dan instrucciones, que lleoan su ca­
beza con informaci6n inútil, que difuminan las líneas de su per­
sonalidad y que cercenan su vida interior. De tal modo que po­
demds legítimameote preguntamos si lo que Tocqueville temía
-el Estado tutelar liberando a los ciudadanos de la carga de
vivir
y pensar-no puede producimos miedo más justificadamen­
te en nuestro actual paraíso tecnol6gico.
Antes
meocioiiamos la uniformidad y la homogeoeizaci6n,
estd es, las ideotidades en el espacio y eo la personalidad. En
cuanto que la tecnología promueve la indiferenciaci6n eo todas
las áreas
hasta el punto de aumeotar el grado de control instan­
táneo, deberla añadirse la
simultaneidad a lo que ha devenido
inevitable.
Es una sutil operaci6n --como señal6 Bergson-por­
que medimds el tiempo
por porciones de espacio, como cuando
(18) Memoíres d'outre-tombe, parte cuarta, capírulo XXV.
398
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¿ES LA TECNOLOGIA UN.A IDEOLOGI.A?
anunciamos el paso de las horas por el movimiento espacial de
las manillas del reloj. La última palabra de la tecnología es, de
acuerdo con esto, la
mecanización del

tiempo. Y no sólo en el
sentido que vemos en
las películas de Chaplin -en las que se
caricaturiza la medida del tiempo industrial y se ilustran sus as­
pectos deshumanizadores-, sino también en el de la mecaniza­
ción del tiempo histórico. La historia en la concepción tecnoló­
gica, debería moverse de acuerdo con las porciones de tiempo
planeadas,
y este desideratum se traduce en una imposición tá­
cita: para todos los hombres debe ser el mismo. Ahora bien, de­
beríamos damos cuenta de que el tiempo es público, pero tam·
bién privado, nuestra posesión más íntima y preciada. El artista,
el amante, el prisionero, el jugador, el soldado en combate, la
ma­
dre embarazada, tienen todos su tiempo especial y cada uno vive
dentro de muchas duraciones según desempeña una multiplicidad
de papeles. Comprendiendo estos «tiempos personales», también
entendemos lo contrario, es decir, que el tiempo para
la máquina
es siempre el mismo, sin calidad, sin regreso,
sin otras dimensio.
nes que las prescritas. La ambición del tecnólogo,. por contra, es
simultanear todos los tiempos humanos para llenarlos de un
con­
tenido idéntico. Más concretamente, la cdnciencia es reordenada
como un reloj: todos los hombres deben ser conscientes de la
misma cosa al mismo tiempo.
¿ Por qué resulta esto tecnológica e ideológicamente deseable ?
En resumen, porque resulta condición previa para la
transparen­
cia de la humanidad (19). Esta idea está implícita en el análisis
de Marshal McLuhan sobre la transformación inminente del
pla­
neta en una «villa electrónica». Se entiende que la humanidad,
en parte por las distancias, las separaciones geográficas e histó­
ricas, las tradiciones y cosmovisiones incompatibles, etc., há vi­
vido en unidades razonables. Pero si estas separaciones dejan de
tener importancia operativa, en otras palabras, si variamos los
(19) El atontamiento con la «ttanspa:tencia»-no es consecuencia, sinó
más bien causa, de la momentánea celebridad dd programa de Gorbachov,
en
el que destaca la palabra glasnost, cuya traducción correcta es «traer
a conocimiento público».
399
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THOMAS MOLNAR
sistemas de coordenadas de los que estas separaciones eran parte
y en los que tenían sentido, nacerá un mundo con nuevos
sig­
nificados, con un marcado y nuevo sistema de coordenadas.
Concretamente: si los hechos y valores significativos fueran
el presente y
el futuro, y no el pasado y sus recuerdos, sucesos,
estilos y preferencias, entonces el mundo de la humanidad
se
reorganizaría conforme a la unidad planetaria y su simultánea
cdnciencia colectiva. Hasta ahora no se ha podido evitar que los
proyectos utópicos concebidos como «un brave new world» pisen
su propia sombra, por decido así, porque sus autores no dispu­
sieron del
equipo tecnológico para imaginar el resultado. Supu­
sieron que las transformaciones deseadas
surgirían de las nuevas
perspectivas, de una renovación moral, una amenaza externa de
la humanidad, un aislamiento repentino
de la influencia de la
tradición (20). El acercamiento de la tecnología a la utopía es
diferente, intenta transformar el planeta en una villa electrónica,
pequeña, en el sentido de que todas
sus partes son instantánea y
electrónicamente accesibles. La aspiración implícita de la tecno­
logía. se materializa ante nuestros ojos. Efectivamente, los medios
técnicos serán más perfectos, pero ahora se podrá llevar a cabo
el
proyecto. Cuando todos los hogares, oficinas, talleres y cole­
gios tengan dos o más vías de televisión instaladas ( teniendo en
cuenta que la propia televisión sólo
se encuentra en su infancia),
la participación planetaria de la humanidad, enviando y recibien­
do información y
mutua supervisión, hará a todas las personas
«transparentes». Políticamente
-si el viejo término aún sirve-­
esto debe consolidar, a la· larga, una democracia ideal bajo los
ojos del Gran Hermano; económicamente, significa una distribu­
ción equitativa de riqueza; culruralmente crea una red de infor­
mación planetaria en
línea con una nueva definición de cultura,
(20) Algunos escritores ut6picos del siglo diecinueve insistieron en
la
eliminaci6n de servientes ancianos en las casas con niños, ya que in~
fluían en estos con cuentos populares y Iey'endas sacadas 'de la tradición
del país. Repárese también en que las utopías literarias se sitúan en lu­
gares aislados: islas, cimas de montaña, bajo el océano, supervivientes
tras
las aniquilaci6n colectiva de la humanidad.
400
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¿ES LA TECNOLOGIA UNA IDEOLOGIA?
hoy de moda: cultura es lo que todos encuentran valioso para sí
mismos y
es capaz de comunicar con todos los demás. Ni que
decir tiene que para tal concepción de cultura el valor estaría
menos ligado a lo que
es el individuo que al hecho de su comu­
nicabilidad.
La intuición de McLuhan y sus fórmulas felices han captado
y expresado, simplemente, un modo técnico-intelectual que irá
madurando en las entrañas de la ideología tecnológica. En esta
mitad de siglo y quizás en las escasas décadas en que cabe hacer
previsión, esta ideología engendrará nuevas formas de pensamien­
to, proponiendo, cada una, un nuevo discurso vinculado a la exis­
tencia de postulados tecnológicos. Del mismo modo que comien­
zan a florecer (21) la música, poesía, baile, pintura y arquitec­
tura mecánicas, la máquina pensante también penetra en los
sec­
tores de actividad y especulación. Permítaseilos ofrecer un ejem­
plo de filosofía moral. En la última década se ha propuesto una
nueva epistemología que considera la tecnología tanto un privi­
legio como una base, así como Platón acudió al mito para dar
significado a su entendimiento del hombre y del mundo. Su
crea­
dor fue Jürgen Habermas, el maltre a penser de la Escuela de
Frankfurt, actualmente uno de los psicólogos y científicos polí­
ticos más prestigiosos del mundo. Hasta cierto
punto, la herencia
marxista representada en la primera época por otros pensadores
destacados del movimiento, Horkheimer, Adorno, Marcuse,
W.
Benjamín, no se perdió en su jefe más joven. Cuando Lenin pre­
dijo el futuro triunfo del comunismo,
se basó en la concentración
capitalista de los medios de producción en manos de unos pocos,
un proceso que facilitaría el dominid socialista del mismo: indus­
tria, minería, flota marina y servicios. Habermas no contradice
esta ecuación y menciona
las multinacionales, entre otros factores
que organizan
el mercado mundial y utilizan los medios electró­
nicos para la superorganización del planeta como subproducto del
imperativo económico. Pero éste
no· es el núcleo ni el propósito del
(21) Algunos nombres: Stockhausen, Boulez, Le Corbusier, Mondrian,
muestras del Whitney Museum y del Centro Pompidou, etc.
401
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THOMAS MOLNAR
sistema de Habermas, sino que sólo muestra ciertos aspectos ine­
vitables en cuanto que contribuyen a la nueva filosofía, de
hecho
una praxis.
Habermas, más kantiano que marxista, entiende el conoci­
miento como una empresa y producto comunal, una «racionaliza­
ción social».
El conocimiento surge como resultado de la inter­
comunicación entre los miembros de la sociedad planetaria donde
la electrónica juega, por supuesto, el mayor papel,
ya que el co­
nocimiento es, al tiempo, teoría y su versión práctica, en este
caso, tecnología. En este sistema no se espera que la «verdad»
sea objetiva, ni siquiera subjetiva: es un juego del lenguaje social
que ofrece una comprensión práctica del mundo y mudable,
ade­
más, según van surgiendo en la comunicación social nuevas pers­
pectivas lingüísticas. Por tanto, la «realidad» es en sí misma so­
cial, se comprende á través de las posibilidades ofrecidas por la
tecnología. Es lo que en último término promueve y programa la
intercomunicación, posiblemente por y para una élite tecnócrata.
El tinte ideológico de este sistema es, al mismo tiempo,
evi­
dente si no nos dejamos llevar a conclusiones erróneas por la tesis
de Habermas. sobre el papel determinante de la tecnología. La
comunicación electrónica
no es un factor decisivo, simplemente
facilita lo que anteriormente denominamos el presupuesto prin­
cipal de todas las ideologías, la maleabilidad del hombre. Al
igual que otros ideólogos, Habermas presenta
su sistema como
dispuesto y preparado por circunstancias que, en este caso, son
triunfos
de fenómenos de la electrónica. El progtama ideológico
sigue la transformación de seres humanos en robots.
Por otrO
lado, no hay que subestimar la función de la comunicación elec­
trónica per se. La tecnología no es necesariamente la posesión de
la escala superior de un régimen totalitario, una
nomenklatura;
tiene su propio grupo de postulados, modus operandi y conse­
cuencias, independientemente del régimen en el que funciona.
Por eso, en ese sentido, la llamamos «metapolítica»: se adapta
a cualquier régimen o sistema, democrático o totalitario, capita­
lista o
socialista. Pero en cualquier caso su lógica requiere el
gtado
más alto de centralización, y consigue este objetivo en me-
402
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¿ES LA TECNOLOGIA UNA IDEOLOGIA?
dio de un sistema donde se supone que los frenos y equilibrios
redistribuyen el poder cada vez que el equilibrio amenaza con
romperse. Para el avance antitecnológico es inevitable movilizar a toda
la comunidad intelectual. Esto es así desde el comienzo de la
Re­
volución Industrial, incluso antes, al final del siglo diecisiete. El
libro de Humpbrey Jennings, Pandemonium (1985), recoge una
gran cantidad de material con testimonios a propósito, ¡ remon­
tándose a 1660 !
Por otra parte, sería injusto pretender que todos
estén «en contra», pero se arregla diciendo que los dos grupos
han tenido sus motivaciones meta-tecnológicas e ideológicas.
Le­
wis Mumford sirve como ejemplo de aquellos que encuentran en
la tecnología una contribución positiva porque en su estructura
global y planetaria se puede llevar a cabo una reconciliación entre
perspectivas del mundo hasta
ahora opuestas. Mumford cree que
la tecnología con métodos racionales de aproximación proporcio­
na <{observaciones acertadas y una intuición más comprensiva»
(The transformation of Man, 235), fuera de lds cuales se desarro­
llaría un nuevo sistema y un nuevo conocimiento, sustituyendo
«suposiciones y mitos» (ibid.).
El libro de Mumford apareció en 195~, quizá el último año
de optimismd de la postguerra, un año que finalizó con tanques
soviéticos aplastando la insurrección obrera de Budapest. Esto iba
a enfriar las pasiones de muchos miembros
de la intelectualidad
occidental, una pasión hasta entonces al servicio de los beneficios
tanto de la ideología
cdmo de la tecnología. Parece simbólico que
el
Post-Historie Man de Roderick Seidenberg se publicara un año
después, 1957 (Beacon Press) y que sonara como una nota anti­
tecnológica tan global,
lo que hace de ella una dbra rara y hasta
sospechOsa en América.
La tesis de Seidenberg es original desde
varios puntos de vista, en
parte porque investiga el fenómeno
naciente de la computadora y anuncia una consecuencia intere­
sante de la computerización. Esta nueva máquina,
por su rápida
capacidad
de resurnit los datos pertinentes, «crea una mayor cuen'
ta de pequeños aumentos», de modo que «el individud se encuen­
tra a sí mismo al borde de
un círculo más amplio de conocimien-
403
Fundaci\363n Speiro

THOMAS MOLNAR
to» (Seidenberg, 190). Por lo que el autor describe, la sociología
ha encontrado después el término de «marginación», ya que
es
lo que realmente le sucede al individuo cuando (a) llega a ser un
simple empleado de la máquina
y (b) cuando el inexorable maes­
tro le hace inútil en otros aspectos. Pero debemos ir más lejos
que el autor y utilizar su perspicacia para identificar la tecnología
con una gran empresa de creación automatizada de conocimiento
y cultura. Anteriormente hablamos del concepto que
tenían Mc­
Luhan y Habermas sobre la simultaneidad o, mejor dicho, sincro­
nización del tiempo humano ; la posición de Seidenberg en lo que
se refiere a la esencia de la computerización lleva a la posibilidad
mecánica de «facilitar»,
no sólo la investigación, también el es­
fuerzo del artista. A Gustave Flaubert se le conoció por escribir, a
veces, no
más de una página a la semana porque estaba atormen­
tado por le mot ;uste, el correcto equilibrio estilístico de un ca­
pítulo o el matiz completamente exacto expresado por el modo
subjuntivo o
. un tiempo imperfecto. Toda gran obra se llevó a
cabo de la misma manera.
Lo que llama la atención a Seidenberg es la automatización
del
omnia scibilia. ¿ Por qué se experimenta angustia delante de
un poema o una
partitura cuando echando un vistazo rápido al
ordenador se alinearían en la pantalla las posibles elecciones para
una
rima adecuada o una nota armoniosa? Por tanto, la elección
queda fuera
de las manos del artista y el hombre es marginado
no sólo
como quien obtiene mecánicamente, sino también como
un creador misterioso de belleza gratuita y eventual. Mumford
sostiene que en esta pesadilla el ordenador proporciona la
com­
posición de sistemas en el mejor super-sistema posible, y también
el mejor poema, obra o sonata.
Se elimina así a los artistas, pero
también a los críticos, o se les degrada a un status de pulsadores
de botones que miran la pantalla del ordenador en busca del
juicio infalible.
La misma nota anterior sonó con motivo de la visita
de Ro­
bert Southey a New Lanark, el imperio de Robert Owen, según
lo describe en su
Journal of a Tour in Scotland (Jennings, 157).
El
Journal contiene anotaciones del año 1819, aunque no fue
404
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lES LA TECNOLOGIA UNA IDEOLOGIA?
publicado hasta diez años más tarde. ¿ Cuáles son las profundas
observaciones que hace Southey cuando mira a su alrededor y
mantiene varias charlas con el maestro del lugar en donde
se
supone que mujeres y hombres trabajadores son felices y pasan
sus vidas en tal ambiente
superior? Southey escribe que Robert
Owen se inclina «por hacer estos mecanismos humanos, como
él los llama,
lo más felices posibles, y a demostrar su felicidad.
Y de repente
se sobresalta ante la terrible conclusión de que
igual que puede hacer eso con 2.210 personas que dependen to­
talmente de él, se podría gobernar a toda la humanidad con la
misma facilidad
... Oculta a los demás que su sistema, pretendien­
do la libertad perfecta,
sólo se puede mantener en el poder me­
diante el poder absoluto ... [Los métodos empleados] tienden a
destruir el carácter individual y doméstico...
El poder de la socie­
dad humana y la gracia serian aniquilados».
Esto es lo esencial de la
critica de Gustavo Co~ao de la tec,
nología, una critica especialmente fundada, en cuanto que el au­
tor se acercó a la filosofía desde las décadas vividas como inge­
niero. De este modo, la distinción implícita
c¡ue hace de lo hu­
mano
y la técnico tiene la profundidad de la experiencia y la im­
portancia de llamar la atención sobre el impacto que causa la
tecnología en nuestra vida interior.
La creciente presencia de 'las
máquinas en nuestro campo sensorial -en casa, en el trabajo,
en el colegio, en el tiempo libre, en
los asuntos oficiales-nos
muestra algo
más que abjetos adicionales a los que nos dirigimos
con expectación o frustración ;
· también es un mundo indepen­
diente que nos dice que nosotros, como humanos, somos infe­
riores a ellos, como mecanismos, por eso nuestras emociones,
errores, delitos y éxitos
no son realmente nuestros, sind conse­
cuencias de algún funcionamiento socio-técnico defectuoso (Cor­
~iio, 123). Tal eliminación de la responsabilidad personal se con­
vierte en la nota dominante de la sociedad tecnificada. Surge el
temor de que las técnicas siempre nuevas
y actuales acostumbren
al individuo a mirar más allá de sí mismo, lejos de él, por aque­
llas razones que solían considerarse
como elección personal o
como intervención mágica de espíritus y demonios. Con estos
405
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THOMAS MOLNAR
últimos se podría establecer alguna relaci6n cuasi-personal, pero
ésto no es posible con las máquinas, ya que la personalidad y
sentido de la responsabilidad se ven afectados. El típico ejemplo
es el bombardeo a gran altura de Coventry, Dresden, Hiroshima
y otras ciudades cuando el piloto técnico deja caer la bomba sin
ver
y sin que existan objetivos humanos. En otras palabras, la
tecnología
es una forma de ampliar los actos humanos y separar
el yo, especialmente la moral del mismo, de lo que hace en
rea­
lidad. El sentido moral está sensiblemente desvirtuado porque,
debido a
las técnicas, el individuo se aisla del mundo de sus im­
pulsos y actos. Se separa no s6lo de otros objetos y de su com­
pañero, sino también del universo moral en el que sus actos nor­
malmente
resonarían.
El escritor brasileño tiene una explicaci6n enérgica de cómo
sucede esta corrupción moral, aunque, para mí, no explota com­
pletamente el tema. Se refiere al episodio de Guillermo Tell, al
que se le orden6 alcanzar una manzana situada en la cabeza de
su hijo. Supongamos, señala Cor~iio, que ponemos esa manzana
en una
roca próxima. Tell, como excelente tirador, realiza un tiro
perfecto. Por el contrario, la manzana sobre la cabeza de su
hijo
le llena de angustia y necesita todo su autodominio para no fallar
el blanco. Ahora, la intervenci6n del espíritu tecnql6gico consis­
tiría en la creación de una flecha de tal precisión que elimine el
factor del error humano.
El riesgo de matar a su hijo podría su­
primirse y, por tanto, la desgracia de Tell. ¿Pero lo haría? La an­
gustia simplemente se comprimiría, por decirlo así, en el área
ahora más pequeña en el que un error es todavía juzgado posible
por el
yo intimo. (Miren a la gente delante de las puertas auto­
máticas: por un segundo siempre dudan si se abrirán). La
angus­
tia no desaparecería, simplemente porque se originó por el amor
del padre hacia
su hijo, pero se confundiría por el impacto de la
precisi6n técnica, en
el fondo no muy fiable.
El mismo impacto que tiene en
el trabajo lo tiene también
en otras áreas, con efectos trágicos o grotescos. Por ejemplo,
cuando se crea música mecánica (Stockhausen o Boulez),
o, en el
otro extremo del espectro
«cultural», cuando nacen niños de una
406
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¿ES LA TECNOLOGIA UNA IDEOLOGIA?
pareja por medio de una madre suplente. La confusión es evi­
dente: ¿De quién es el niño? ¿De quién es la música? ¿Cuál es
la identidad de los padres del niño? ¿ Es la música una creación
consciente y llena de emoción o la
mezcla de elementos, como en
un
sandwich, donde preexisten las lonchas de jamón y queso?
De este modo, el efecto de la tecnología es doble: la supresión
del individuo de las esferas de acción, volición, inteligencia e
ingenio donde su humanidad normalmente encuentra salidas y la
perplejidad causada por su sustitución con
aparatos mecánicos
que, al ser perfectos, mantienen disminuido el elemento humano
en asuntos esencialmente humanos. Aquellos que apoyan este pro­
ceso, desde Francis Bacon a
B. F. Skinner, argumentan que éste
es el camino real hacia el poder creciente de la humanidad sobre
la naturaleza ; aquellos que se oponen tienen que aceptar la va­
lidez del argumento, pero niegan la bondad de tal poder y piden
que el superhombre tecnológico no
sea humano por más tiempo,
sino que sea un robot. William Beckford escribió en 1832 a su
amigo suizo
Dr. Scholl de Ginebra: «Ya no queda campo», al
tiempo que, según ya
se dijo, Chateaubriand, embajador en Lon­
dres, escribía nostálgicamente sobre el =po inglés: «Talaron
los bosques, destruyeron los montes, descuidaron
los ríoo. Gas
y humo por todas partes, el mismo humo espeso y fétido, la
mis­
ma visión vulgar y mercantil, una monotonía desalentadora. Es­
cupieron en la cara de la Madre Naturaleza, quien pronto encon­
trará a sus hijos
convertidoo en autómatas y máquinas» (Jen­
nings, 187).
Toda vía
se revela otra perspectiva en la crítica de la tecno­
logía con
Gefahr und Hoffnung des Technischen Zeitalters de
Hans Sedlmayr y otras obras donde el historiador de arte
aus­
triaco examina el corazón de la materi"a, la relación del arte con
la tecnología. Señala que hasta finales del siglo dieciocho se in­
cluyó la technique entre los auxiliares del arte, por ejemplo en las
demostraciones escénicas con agua en los parques reales, estd es,
producciones artísticas realizadas con brío técnico.
Más tarde, en
1895, el Brockhaus Lexicon inscribió «technik» o «tecbnisches»
como la instrumentación
de una acción artística (künstlerisch)
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THOMAS MOLNAR
(Sedlmayr, 12). El cambio tuvo lugar más tarde, ya en nuestro
siglo, y
se encuentra entre las principales razones que el autor
menciona respecto a la relación alterada que todos nosotros, pero
especialmente los
técnicos, tenemos con la naturaleza (Sedlmayr,
48). Escribe que
es extraño que pisemos auténtica tierra, vemos
que incluso los animales domésticos están expuestos, desprotegi­
dos, a
fueizas naturales. Cuando tales cosas suceden, lo llamamos
de forma característica «excursión» (Ausflug), una interrupción
de los hábitos diarios normales y de la rutina.
Lo que es signifi­
cativo
es que el arte refleja este estado de cosas. Lo típico de
nuestros
días es el arte no figurativo: el de Calder, Mondrian,
H. Moore, Mies van der Rohe, J. Pollock, etc., que parece refu­
giarse en el terror antes que en cualquier cosa natural; nuestros
museos de arte moderno y parques públicos están llenos de arte­
factos de hierro, acero, piel y sus combinaciones. La naturaleza
apenas está presente incluso de forma simbólica o estilizada: las
figuras a las que el artista da preferencia son formas muertas o
tomadas directamente de
la imaginación, obsesión, pesadillas, de­
lirios o alucinaciones, pero
no del mundo real (Chirleo, Salvador,
Dalí, Kandisky).
Incluso la literatura comparte este horror naturae. Las nove­
las de Sartre o la nouveau roman, obras de E. Albee,
J. Genet
o
fonesco se sitúan en una suerte de ninguna parte, destierran la
vida totalmente y la naturaleza, o está ausente o evoca náuseas
como el roble del parque donde Sartre coloca a su (anti) héroe.
Como dice Sedlmayr, el hombre
moderno parece querer estar
rodeado de objetos que
él mismo hace, después de objetos (má­
quinas) que hagan otros objetos. Tal medio ambiente
no tiene
que recordar al hombre moderno que
la existencia del mundo
reclama otro origen, un creador; él, el ser humano, es el único
creador, más aún, fabricante del mundo que habita. La visión
de Oswald Spengler sobre Occidente marca la crítica
contempo­
ránea de la era tecnológica. De algún modo, todos los que aquí
hemos repasado elaboran
su crítica como una forma de eludir la
conclusión de Spengler. Sabemos. cuál
es en última instancia: no
es la civilización la que se convierte en técnica, la tecnificación
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¿ES LA TECNOLOGIA UNA IDEOLOGIA?
caracteriza el final de tocias las culturas; la «civilización» no es
más que una etiqueta para su degeneración. En nuestra situación
occidental el
Maschinen-T echnik fue el producto de un tipo de
hombre, el faústico, que ahora, junto a su producto, está al
final
de la cuerda. El ha llenado el mundo de máquinas como las sillas,
simples sillas que llenan el escenario en la obra
de Ionesco (T he
Chairs). Spengler nos dice que, por lo tanto, sólo queda una sa­
lida, la desaparición, la inexorable decadencia del mundo fáus­
tico, la liquidación de la máquina. Ante la pregunta:
¿ Podemos
salvar
nuestrcJ equilibrio espiritual y nuestro confort?, la respues­
ta de Speng]er
es no. Nuestra civilización ha desempeñado su
papel en el gran drama que sigue desarrollándose: la historia está
cargada de la próxima
kultur.
Como en otras ideologías importantes, la tecnología también
fascina a
sus críticos. Quizás más que otras ideolcigías que apa­
recen con un perfil definido, porque la tecnología se manifiesta
ante nosotros como algo bueno, aunque con relación a los valores
y
al régimen, una continuación natural de la inteligencia, factibi­
lidad
y resolución del homo faber. De este modo los críticos
arriesgan
su popularidad. Sin embargo, en un nivel inferior al
filosófico, el carácter demiúrgico de la tecnología no parece tan
extraordinario: en este nivel todavía queda como una ideología,
pero una que terminará con todas las demás.
El cumplimiento de
la necesidad una «village democracy» donde tocios se reúnen, de­
liberan
y votan, ha sido a menudo expresado por los pensadores
politicos.
Los tecno-demócratas creen que lo que fue posible,
aunque todavía de forma imperfecta, en la polis
y en los cantones
suizos
se puede ahora extender a tocio el planeta gracias a la co­
municación electrónica.
Aún con tocio, abundan las contra-teorías próximas a la crítica
filosófica
de Ortega, Gehlen, Ellul y otros. Friedtich Hayek y
Karl Popper rechazan el poder demiúrgico de la tecnología con
el
argumento de que la complejidad de los asuntcJs humanos exclu­
ye cualquier opinión y, por tanto, cualquier acción competente
y centralizada. Mientras
el controlador del mundo mira en todas
direcciones, acciones pequeñas pero acumuladas escapan de su
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THOMAS MOLNAR
atención y de su mano directriz. I ván Illitch también sugiete en
varias obras que la super-organización gigantesca y masiva origina
respuestas menguantes,
es decir, lo contrario a la intención inicial.
Ejemplos: la fabricación
de millones de automóviles y la cons­
trucción de autopistas entorpecen la circulación ; la educación­
para-todos produce analfabetos robotizados ; la expansión de la
sanidad
abarrOta los hospitales y expone a los pacientes a un
número elevado de etrores
médicos. lngmar Gransted ha escrito
recientemente (22) sobre la finitud
de nuestra capacidad mental
en cuanto que choca con el superpoder del megaequipamiento
industrial.
¿ Podemos entonces terminar diciendo que la intercomunica­
ción global de McLuhan y Habermas será obstruída por la misma
razón
que· se colapsaron los grandes imperios ? Las crecientes es­
tructuras intetdependientes ( o estructuras de estructuras) resultan
ser tan finas en sus puntos
de unión que la probabilidad y mal
funcionamiento es alarmante. Esto parece ser verdad en
la indus­
tria, pero también lo es en el arte
de gobernar, e incluso en las
civilizaciones. La ley que rige la finalidad de la tecnología puede
set subsumida en otra ley
más general: la ley de la degenetación
y el agotamiento.
(Traducción de M.
y A. A. T.)
(22) L'impasse industrielle, Ed. du Seuil, 1980.
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