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Número 293-294

Serie XXX

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La Revolución francesa y la Revolución bolchevique

LA REVOLUCION FRANCESA Y LA REVOLUCION
BOLCHEVIQUE
POR
MIGUEL PORADOWSKI
La Revolución francesa ocurre casi exactamente al cumplirse
el centenario de la Revolución inglesa y, de manera parecida, la
Revolución bolchevique (1), es decir, la Revolución rusa (2) ocu­
rre casi al cumplirse el centenario de la Revolución francesa,
pues su primera etapa empieza en los años 1904-1905, y su
se­
gunda en el año 1917 (3 ).
Vale la pena recordar también, como una curiosidad, la pro­
fecía de
J oseph de Maistre, del año 1817, cuando él escribe al
General de los jesuitas: «.. . es preciso prepararse a una gran
revolución, pues la que acaba de terminar fue solamente una in­
troducción
... » ( « ... il faut se préparer a une grande révolution,
dont celle qui vient de finir
... n'était que la préface ... ») (4).
Esta profecía
se ha cumplido exactamente.
La influencia de la Revolución inglesa sobre la Revolución
francesa
es muy superficial, a pesar de que entre ellas se da
(1) La palabra «bolchevique» viene de la palabra rusa «bolschoi», es
decir: mayoritario, más grande, más importante, radical, extremista, ateo,
materialista, cínico, sin escrúpulos
de ninguna clase.
(2) «Rusa» sólo en sentido geográfico, pues ocurre en Rusia; sin em­
bago, es muy poco «rusa», pues es planificada y llevada a cabo por demen­
tes no rusos, sino de otl'.as nacionalidades conquistadas y, oprimidas por
Rusia.
(3) Ya hemos visto anteriormente que muchos historiadores prolongan
el período de la Revolución francesa hasta la Restauraci6n, es decir, hasta
la caída de Napoleón eo 1815.
(4) Citado por JEAN CALBRETTE, La crise acluelle áu catho/icisme
franfaÍs1 s. f., pág. 9.
Verbo, núm. 293-294 (1991) 411
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mucho paralelismo, mientras que la influencia de la Revolución
francesa sobre la Revolución bolchevique
es extraordinaria, pues
--como lo vamos a ver-los dirigentes de la Revolución bol­
chevique siguen conscientemente el «modelo» de la Revolución
francesa y lo
«copian», incluso en los más pequeños detalles.
A pesar de que la Revolución francesa es, para los revolucio­
narios «rusos» (5), un modelo sagrado y obligatorio, hay que
tener presente que lo miran con
los anteojos marxistas y, que
por eso, la revolución que «hacen», es decir, la Revolución bol­
chevique, como una copia de la Revolución francesa,
es para ellos
la primera realización histórica de la revolución
marxista-comu­
nista, siendo, por ello, la continuación de la Revolución francesa.
De alú que la influencia de la Revolución francesa sobre la Re­
volución bolchevique sea muy profunda, complicada y determi­
nante.
Al respecto hay que recordar que ésta empieza ya con una
influencia previa, directa e indirecta, de las ideologías de los
enciclopedistas franceses de
la segunda mitad del siglo XVIII. Los
escritos de Voltaire, Rousseau, Diderot, Helvetius, etc., son muy
leídos por la
intelligentsia ( 6) rusa, especialmente por los estu-
(5) Pocos de estos revolucionarios «rusos» son, en realidad, rusos,
sino en
su gran mayoría judíos o personas que provienen de otras etnias
o nacionalidades, sojuzgadas
por Rusia. Según la prensa oficial soviética
del
año 1918, sobre los 556 más importantes funcionarios estatales soviétiM
ros, s6Io 17 son rusos, mientras que 458 son judíos y los demás, los 98
restantes, son
de otras nacionalidades. Véase: DENis FAHEY, The Mystical
Body of Christ in the Modern World, Cork, 1947, pág. XXXIV.
En la lista del primer equipo de la Comisión Extraordinaria (Cherez­
vinnaia Komisia), es decir, de la Policía Política (del terror estatal soviético)
sobre 36 miembros sólo dos son rusos, el resto lo componen un alemán,
un .polaco, un armenio, ocho letones y 23 judíos.
En la lista del primer equipo del Comité Central Ejecutivo, compuesto
por 61 miembros, s6Io cinco son rusos, los otro son seis letones, .un alemán,
dos armenios, dos georgianos, dos ucranianos y 42 judíos. Véase: ROBBRT
WILTON,
Les derniers ;ours des Romano/, citado por DENIS FAHEY, op. cit.,
págs. XXXIII y XXXIV. El autor cita muchísimas otras listas.
(6) Se trata de gente culta, con estudios universitarios, pero desvincu­
lada de
las correspondientes actividades profesionales y por eso acomple-
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diantes universitarios. Los grandes escritores rusos de la época,
como Dostoiewski,
Turgueniev, Gogol, etc., describen esta ne­
fasta influencia de las ideologías extranjeras sobre la juventud
rusa, especialmente la influencia del materialismo, como
la causa
principal de la descristianización de la cultura rusa. Precisamente
la mayoría de
los revolucionarios «rusos», partidatios de la utopía
comunista-marxista, provienen de este
grupo social llamado in­
telligentsia.
De esta manera quedan ellos preparados para aceptar
casi toda la herencia de la Revolución francesa: el liberalismo,
el individualismo, el racionalismo, el materialismo, el igualitaris­
mo, la democracia totalitaria rousseauniana, el
afán de la des­
trucción de todo, especialmente del cristianismo y de la monar­
quía, las cuatro corrientes del comunismo revolucionario: la de
Rabaut, la de Barnave,
la de los Rabiosos y la de los Iguales de
Babeuf y
de Buonarroti. Se entusiasman con los protagonistas de
la Revolución francesa, ante todo con los más radicales y
más
extremistas, como Danton, Marat y Robespierre.
Sin embargo, no hay que olvidar, repetimos, que miran
y
valorizan la Revolución francesa siempre desde el punto de vista
marxista, tomando el
Manifiesto Comunista (1848), como un pro­
grama obligatorio, no solamente por razones morales, consideran­
do a
sus autores, Marx y Engels, como autoridades supremas,
sino también por razones «científicas»: para ellos, el socialismo
marxista del
Manifiesto Comunista es «científico» (7) y, por
ende, indiscutible. Para estos revolucionarios bolcheviques,
es
decir, extremistas y radicales, el mismo Manifiesto Comunista es
algo tan sagrado, indiscutible y respetable como la Biblia para
los judíos y cristianos.
El Manifiesto Comunista acoge la doctrina revolucionaria ba­
buvista con la interpretación de Buonarroti y de los blanquistas,
respecto a las cuatro etapas de la Revolución francesa que son:
jada, sintiéndose descontenta y frustrada, lo cual la hace apta para entusias­
marse con las utopías.
{7) MARX y ENGELS, los autores del Manifiesto Comunista, clasifican
todas las doctrinas y corrientes socialistas como «utopistas» y, frente a este
«utopismo», presentan su propio socialismo como «científico», es. decir,
basado sobre el análisis del «capitalismo» y de la revolución industrial.
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burguesa, democrática, socialista y proletaria. Por lo cual, los re­
volucionarios bolcheviques, siendo al extremo «fundamentalistas»,
nunca
se atrevieron a discutir esta doctrina, para ellos sagrada,
y sólo se limitaban a formular la pregunta: ¿ estaría Rusia ya
madura para la revolución ?
Algunos de ellos se atrevían a destacar las ideas de los blan­
quistas, que admiten
la posibilidad de que la revolución también
se realizara en algunos países todavía «no maduros» -es decir,
los que todavía no han pasado por
la revolución industrial y,
que por ende, no son «capitalistas»,
ni tampoco tienen proleta­
riadd, al menos en una cantidad suficiente como para constituir
una dinámica social revolucionaria indispensable-, a condición
de que
exista una adecuada cantidad de «revolucionarios profe­
sionales», con los cuales se puede, hasta algún punto, suplir la
falta del descontento de la población, pues estos revolucionarios
profesionales, bien preparados, están capacitados
para llevar a
cabo una propaganda del descontento adecuada
y, por ende, exitosa.
Además, sorpresivamente, vinieron en su ayuda los japoneses,
con ocasión de la guerra con la Rusia zarista, en los años 1904-
1905, y lo que, para todos los revolucionarios en Rusia parecía
imposible, ahora, con ocasión de
la guerra ruso-japonesa, para
algunos de ellos, los trotskistas (8),
se presenta como una ocasión
excelente (9), al menos para hacer un ensayo de la revolución,
con el fin de aprovechar esta
experiencia en otra ocasión.
(8) En realidad, la figura principal de esta acción revolucionaria en
Rusia, en los años 1904-1905, fue Parvus (el pseudónimo de Israel Laraze.
vitch, Helphand, Gelfand), un judío tusa-alemán de extraordinaria capad~
dad para hacer negocios, especialmente tratándose del comercio de armas,
en favor de todo tipo de revoluciones, rebeliones, guerrillas, huelgas es­
tratégicas, etc., es decir, como lo dicen los españoles, «un águila para los
negocios» (Geschiiftemacher). Parvus, al mismo tiempo, fue también un
gran revolucionario, que desarrolló, especialmente en la doctrina revolucio­
naria marxista, el concepto de la «revolución permanente», en lo cual fue
seguido después por Trotsky, quien, bajo la dirección de Parvus, organiza
los famosos «soviets» (consejos) de los obreros en Rusia, en los años 1904-
1905, todo muy bien financiado por el gobierno japonés.
(9) «Excelente» por dos razones: la primera, porque, en la doctrina
babuvista-marxista-blanquista, la guerra es considerada como uno de los
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LA REVOLUCION FRANCESA. Y LA. REVOLUCION BOLCHEVIQUE
La guerra ruso-japonesa duró relativamente poco tiempo, de­
masiado corto para que los revolucionarios alcanzaran a desatar
en Rusia una revolución de mayores proporciones, pero suficiente
para experimentar algunos métodos de propaganda subversiva
y, especialmente, los «soviets», y, ante todo, para darse cuenta
con quiénes eventualmente podían contar en el futuro.
Una de las conclusiones de esta experiencia revolucionaria
del año 1905 fue el imperativo de dar una mayor importancia
a la preparación de los «revolucionarios profesionales»,
es decir,
la necesidad de fundar mejores «escuelas» para este fin. Algunas
de estas escuelas funcionaban en
· Rusia de manera clandestina
mucho antes de la guerra ruso-japonesa.
Sin embargo, después
del «ensayo»
de la revolución de 1905, muchos protagonistas de
estos acontecimientos, para evitar arrestos o juicios en los tribu­
nales, emigtaron a los países europeos, especialmente a Italia, de
donde surgió la decisión de fundar también escuelas revolucio­
narias fuera
de Rusia. Así nacieron las famosas escuelas en Capri,
en Bologna
y en Longjumeau. La escuela en Capri fue la más
seria; fundada por el partido, funcionaba en la
casa de Maxim
Gorki (10). La de Bologna (Italia) estaba a cargo de Bogdanov
y la de Longjumeau, cerca de París, fue dirigida por algún tiempo
por Lenin. Todas estas escuelas fueron financiadas con el dinero
proveniente de atracos a los bancos (
11 ).
factores positivos para «hacer»-la revolución, y la segunda porque, de
todas maneras, fue un gran negocio financiero, muy útil para los «revolu­
cionarios profesionales».
(10) MlxIM GoRJa (1868-1936) es el pseudónimo de Alexis Maximovich
Peshkov, escritor ruso, que entre 1906-1913 vive en Italia, en la isla Capri.
En víperas de la primera guerra mundial vuelve a Rusia (1913), pero la
abandona para siempre en 1921, disgustado con la Revolución bolchevique,
a cuya preparación contribuyó
muchísimo, siendo amigo. de Lenin y ofre­
ciendo su casa para la escuela revolucionaria. Es autor de muchas novelas,
de las cuales tal vez la más importaote es La madre (1907). La eacuela de
Capri tenía un importante equipo de profesores, entre ellos a Lunacharski,
el futuro comisario (ministro) de educación en los primeros gobiernos bol­
cheviques. Ocasionalmente venía también Lenin, más bien para disfrutar
de este fantástico _lugar turístico.
(11) Para mayores detalles sobre las escuelas revolucionarias y los
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Estas escuelas para «revolucionarios profesionales» aumentan
enormemente después de la toma del puder en Rusia por los
bolcheviques. Sin embargo, cambian mucho con la llegada al
po­
der de Stalin ( 1924 ), quien coloca como comisario (ministro) de
guerra a un auténtico militar,
Mikhail Frunze (quien reemplaza
a Trotsky); desde este momento, las escuelas superiores para «re­
volucionarios profesionales» dependen del Ministerio de Guerra
y adquieren un carácter más militar, pues
se militariza el mismo
concepto de revolución marxista-comunista-mundial ( die W eltre­
volution),
la cual se concibe como una «guerra revolucionaria».
Aparecen en la Unión Soviética varias «academias» y «universi­
dades», en las cuales
se prepara exclusivamente a «revoluciona­
rios profesionales», según los países y continentes, para Asia,
Africa, América Central, América del Sur, etc. Se da una especial
importancia a la preparación político-militar-revolucionaria de
los
chinos en la Universidad Sun Yat-sen (12), por la cual pasaron
miles de comunistas chinos encabezados por Mao-Tse-tung.
Anteriormente
ya hemos visto que, durante la Revolución
francesa,
· Babeuf incluye el elemento militar en su concepto de
la revolución comunista y que, para
él, la revolución comunista
toma el carácter de «guerra civil». También
Karl Marx sigue
desarrollando este concepto de la revolución comunista como una
«guerra». Sin embargo, es solamente con Lenin cuando este
con­
cepto adquiere formas más claras. En efecto, Lenin, en un ar­
tículo escrito en 1916, titulado El programa militar de la revolu­
ción proletaria,
trata varios aspectos relacionados con la guerra
y la revolución comunista,. a la cual, en esta ocasión, llama
«pro­
letaria». Se ocupa, por ejemplo, de las actividades y actitudes de
los socialistas en relación con las guerras revolucionarias, las que,
para
él, son las «guerras liberadoras»; además afirma que las
guerras civiles son también «guerras» y, en esta ocasión, invoca
la autoridad de Engels. Estas ideas pasaron al documento
Las
tesis y estatutos de la Internacional Comunista (1920).
atracos a los bancos en Rusia y fuera de RU:sia por los «revolucionarios
profesionales», véase
las biografías de Lenin, especialmente de Possony
y ,de Louis Fisher.
(12) Véase: STEFAN T. PossoNY, A Century o/ Con/lict, Chicago, 1953.
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LA REVOLUCION BOLCHEVIQUE
Y no se trata solamente de la teoría, sino ante todo de la
práctica, pues estas polémicas teóricas aparecen en
el momento
en que el Ejército rojo se prapara para invadir a toda Europa
(y no solamente a la Europa Central: Polonia, Hungría, Ruma­
nía, Checoeslovaquia, etc.). En efecto, la doctrina revolucionaria
de
Lenin insiste en la extensión inmediata de la Revolución bol­
chevique a toda Europa y, de hecho, el gobierno comunista de
Rusia inmediatamente combina la acción revolucionaria (las huel­
gas, la subversión y la insurrección) con las guerrillas y con la
acción militar del Ejército rojo en casi
todos los paises europeos,
especialmente en Hungria, en Rumanía, en Checoes!ovaquia, en
Alemania, en Italia
y en Francia ( 13 ). Sólo la derrota de este
Ejército rejo (14) soviético por el Ejército polaco, en las
cerca­
nías de Varsovia, sobre las riberas del ria Vístula, el 15 de agos­
to (15) de 1920, salvó a toda Europa del peligro de la extensión
de la Revolución bolchevique.
En este tiempo, Lev Trotsky escribía: «El Ejército rejo es
consciente de que no es ruso, sino internacional, pues es un Ejér­
cito de la Revolución mundial» (Die Weltrevolution) (16).
El tema de «el papel de las FF.AA. en la revolución mar­
xista-comunista»
fue frecuentemente debatido entre los bolche­
viques, especialmente en una sesión extraordinaria el 1
de abril
de 1922, con la participación de los más altos mandos soviéticos:
(13) Véase: P. M1LYUKOV, La politique extérieure des Soviets.
(14) ·Trotsky, que es en este tiempo comisario (ministro) de guerra,
en su libro C6mo se ha armado la revolución (Moscú, 1920,. cinco volúme­
nes ), frecuentemente insiste que el Ejército rojo no es ruso, sino inter­
nacional: «El
Ejército rojo rechazaba hasta la más leve ttaza de patriotismo
nacional.
No era el ejército de Rusia; era el ejército de 18. Revolución»,
escribe el traductor al castellano del mencionado libro. Véase: Obras de
Le6n Trotsky, tomo 21, «Escritos militares», vol. I, México, 1975.
(15) Es el día de la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen
María; de ahí que esta victoria sobre los bdlcheviQUes fuera atribuida por
el pueblo polaco a la intervención de la Madre de Dios, y llamada «el
milagro del Vfstula», dada la falta de proporci6n entre el enorme ejército
bolchevique
y las pequeñas tropas polacas.
(16)
L. -TRoTsKY, Die russische sozialistische rote Atmee, Zurich, 1920,
pág. 52, citado por S. T. PossoNY, A Century of Conflict, op. cit., pág. 100.
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Trotsky, Tuchachevsky, Budyenny y Voroshilov ( 17). Unos años
después, en 1927, D.
B. Ryazanov, parafraseando a Clausevitz,
lanzó la expresión: «la guerra de
lds Estados proletarios debería
ser la continuación de la revolución de otros medios» (18).
El papel de las guerrillas, en la revolución marxista-comunis­
ta, también es estudiado junto con el papel de las
FF .AA. A
pesar de que
ya es considerado en los trabajos de los primeros
años del gobierno comunista de
la Unión Soviética, especialmen­
te en la obra de
S. l. Gussev, Die Lehren des Bürgerkrieges
(1921), viene a ser excepcionalmente tratado cuando se despierta
en Moscú el interés por fomentar la revolución marxista-comu­
nista en
China. Así, el quinto congreso de la Internacional Co­
munista (1924) proclama una ofensiva revolucionaria contra el
Este. Algunos años después, Mao-Tse-tung dedica al tema de las
guerrillas varios estudios
(19), los que después de la segunda
guerra mundial son aprovechados por los comunistas
de América
Latina. Resumiendo,
se puede decir que la Revolución francesa in­
fluye sobre los revolucionarios en Rusia con mayor facilidad
porque sus ideas y su herencia caen, comd semillas, en una tierra
ya abonada por las ideologías de los enciclopedistas del siglo XVIII.
Otro camino para esta influencia se abre cuando el ejército
ruso, persiguiendo a las tropas de Napoleón, llega hasta Francia,
quedándose
por algún tiempo como tropas de ocupación, un
tiempo suficiente para que
se contagien con las ideologías de la
Revolución francesa y con el espíritu revolucionario de los fran­
ceses. Es sabido que en esta ocasión muchos oficiales del ejér­
cito ruso se hicieron «francmasones»,. es decir, anticristianos y
revolucionarios. Volviendo a Rusia, llevan consigo el entusiasmo
revolucionario y los sueños de imitar en Rusia a la Revolución
( 17) Osnobnaya -voyennaya Sadticha momenta, diskussiya na temu o
yedinoi 110yennoi doktrinye, Moscú, 1922, citado por S. T. PossoNY, A
Century of Conflict, op. cit., pág. 103.
(18) D. B. RYAZANOV, Voynnoye delo i marksizm, 1927, citado por
S. T. PossoNY, A Centruy of Conflict, op. cit., pág. 104.
(19) Los más importante son.: On a Prolonged War, 1938; The Stra­
tegic Problém of China's Revolutionary W ars, 1941, y muchos otros.
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fraooesa, lo que desemboca en la conspiración de los «deka­
bristas».
Las ideas marxistas se extienden a Rusia durante toda la se­
gunda mitad del siglo xrx, fomentando el espíritu revolucionario.
Así, un revolucionarismo de la Europa Occidental, es decir, con
una mezcla
de la herencia de la Revolución francesa y el revo­
lucionarismo marxista, siendd siempre la Revolución francesa un
modelo, un paradigma para los revolucionarios en Rusia.
Con ocasión del centenario de
la Revolución francesa, apare­
cen en Francia y en otros países muchas obras que se refieren
a este acontecimiento histórico,
cdn lo cual se actualizan los de­
bates y las discusiones sobre la Revolución francesa, sus causas
y sus efectos. Los revolucionarios en Rusia se sienten de nuevo
estimulados por el ejemplo de los protagonistas de
la Revolución
francesa y
se hacen conscientemente herederos y continuadores
del proceso revolucionario como
tal, del cual la Revolución fran­
cesa es, para elfos, solamente una de sus etapas. Quieren conti­
nuar la Revolución universal y mundial, realizándola plena
y
simultáneamente esta vez en todos los países.
La guerra ruso-japonesa les facilita la actividad revoluciona­
ria en Rusia, pues Japón, para debilitar el Imperio ruso, financia
generosamente a los «revolucionarios profesionales»,;
Id que les
facilita sus actividades subversivas, especialmente en las FF.AA.
rusas. Mayor apoyo,
poco después, lo reciben con ocasión de la
primera guerra mundial, pues el gobierno alemán los trata como
a sus aliados en
la lucha armada contra Rusia. Vienen enormes
fondos y todo tipo de facilidades para que los «revolucionarios
profesionales», ocupados ante todo en la tarea de la desmorali­
zación de
las tropas rusas y de la propaganda del descontento
y de la rebelión en toda
la población del Imperio ruso, tengan
éxito. Sin embargo, el mayor financiamiento de
la destructora
revolución en Rusia, durante
la primera guerra mundial, viene
de parte de
la gran banca internacional de Wall Street y, más
exactamente, de «120
Broadway» (20).
(20) ANToNY C. SUTToN, W all Street and the Bolshevik Revolution,
1981.
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La Revolución bolchevique no es, pues, una revolución «rusa»,
sino una revolución mundial (die Weltrevolution), inspirada en
la Revolución francesa y realizada en Rusia por «revolucionarios
profesionales» sin patria (según ellos mismos), financiada por el
capital internacional, fomentada y facilitada por el gobierno
ale­
mán, más exactamente por el Estado Mayor del Ejército alemán,
durante
la primera guerra mundial, como una parte de la totali­
dad de las operaciones militares para vencer a Rusia, lo que
consta en
los mismos archivos de Alemania (21 ).
Que la Revolución bolchevique se realizara primeramen­
te (22) en Rusia fue pura casualidad,
es decir, un conjunto de
circunstancias que la
facilitaron. Pero los principales líderes de
ella, . Lenin y T rotsky, hasta el último momento permanecen
fuera
de Rusia (el año 1917) y no tienen ningún apuro por vol­
ver a ella, pues ambos están dedicados a fomentar y a organizar
la revolución más bien fuera de Rusia: Lenin en Suiza y Trotsky
en México.
¿ Por qué? Probablemente por dos razones, a saber:
la primera,
porque ambos, siendo marxistas dogmáticos, seguían
considerando a Rusia como un país todavía no maduro para la
revolu.ción marxista, es decir, todavía nd preparada adecuada­
mente por la revolución industrial; Rusia, según ellos, no
ha
llegado aún a ser un país «capitalista». Lenin -pocas semanas
antes de que los bolcheviques llegaran al poder ( que les fue
ofrecido gratuitamente
por Kerensky, gobernante en este mo­
mento de Rusia)-- escondido en Finlandia, escribía en su libro
en preparación, Estado
y Revolución (1917), que, según Engels
(la máxima autoridad para Lenin después de Marx), «el comunis­
mo nace del capitalismo», y, entonces, si no hay todavía en
Rusia «capitalismo», tampoco puede darse en ella el «comunis­
mo» (23). Parecida fue la opinión de .Trotsky, quien, en este
(21) Z. A. B. ZEMAN, Germany and the Revolution in Russia;-1915-
1918, Documents from the Archives of the German Foreign Ministry, Lon­
don, Oxford University Press, 1958.
(22)
Después de Rusia, vino su parcial realizaci6n en México y, luego,
toc6 el turno a China, con ocasi6n de la segunda guerra mundial.
(23) Vésse: V. I. U. LENIN, Estado y Revoluci6n, ed. castellana edita­
da en Moscú, 1946. «El comunismo brota de la entrafia del capitalismo~.
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LA REYOLUCION FRANCESA Y LA REYOLUCION BOLCHEVIQUE
tiempd, más se preocupaba por hacer la revolución en México
que en Rusia. Y la segunda
razón para ambos se imponía por el
mismo concepto de la revolución marxista-comunista como una
revolución esencialmente mundial y universal, y, por ende, reali­
zable en todos los países
ya «maduros», es decir, «capitalistas»;
mientras más «capitalistas» eran, más «maduros» para
la revo­
lución; de ahí que preveían más bien su realización, primero en
los países más industrializados, como Inglaterra, Alemania, Fran­
cia y Estados Unidos, por ser los más industrializados y, por
ende, capitalistas, en vísperas de
la primera guerra mundial.
Se impone la otra pregunta: ¿ por qué el gran capital inter­
nacional los urgía para hacer la revolución en Rusia
? Porque
Rusia
tenia enormes riquezas naturales de metales, de petróleo,
etcétera, y el gobierno zarista
no quería entregarlas a la explo­
tación extranjera. De ahí que la gran banca internacional,
es de­
cir, Wall Street y «120 Broadway» tenían interés de deshacerse
del zarismo en Rusia, para poder
colocar en el gobierno tuso a
su gente, lo que podrían hacer fácilmente en un régimen de una
democracia
corrupta como la de Kerensky o de un régimen mar­
xista-comunista, subordinado a la voluntad de Wall Street.
Además, las otras potencias mundiales descubrieron que la
revolución marxista--cdmunista era un excelente «mecanismo»
para destruir a un país, por muy grande que fuera. Preocupadas
por
el extraordinario desarrollo económico de la Rusia zarista y
por el rápido progreso general de Rusia de los Romanov, lo que
podría llevarla pronto a ser
la primera potencia mundial, se de­
cidieron a destruirla o, al menos, paralizarla por largo tiempo,
inyectándole el virus mortífero de la revolución marxista-comu­
nista. No hay que olvidar que
el mismo Lenin llamaba a sus
disdpulos de las escuelas para los «revolucionarios profesionales»
las «bacterias». Pues, como las bacterias transforman cada reali­
dad bioquímica en nuevas realidades
(cdmo, por ejemplo, el vino
lo transforman en vinagre), los «revolucianarios profesionales»
«La democracia no es, en modo alguno, un Umite insuperable, sino sola­
mente una de las etapas en el camino del feudalismo al capitalismo y del
capitalismo al comunismo», pág. 116.
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fácilmente descomponen y destruyen a cada sociedad sana, pues
la corrompen con sus ideas
y actividades subversivas.
Veamos ahora hasta qué punto
la Revolución bolchevique es
la «copia» de la Revolución francesa.
l. De manera parecida a como la Revolución francesa no
es «francesa», sino una revolución «en Francia» (lo cual fue ya
anteriormente analizado y comprobado), la Revolución bolchevi­
que no es «rusa», sino una revolución mundial y universal, reali­
zada parcialmente en Rusia.
Ambas revoluciones, por haber sido realizadas en países de
larga historia, tenían que adaptarse a ambientes geográficos y
culturales muy distintos; de ahí que también por esto en muchos
aspectos sean diferentes.
2. En ambos casos, para los habitantes de estos países la
revolución
fue una sorpresa, pues no se justificaba por las situa­
ciones reales que se vivían. Tanto Francia como Rusia, en vís­
peras de sus revoluciones, llegan a una grandeza cultural y po­
lítica excepcional, gozando de un extraordinario bienestar. Basta
recordar que Francia, en
vísperas de su revolución, es considera­
da como la
primera potencia mundial, tanto política y cultural,
como militar y económica.
La moneda francesa de oro de veinte
francos (el
louis d'or) es, de hecho, una moneda internacional
( como lo
es actualmente el dólar americano). Después de la Re­
volución francesa, el primer lugar que tenía Francia en el mundo
viene a
ser ocupado por Inglaterra y, poco después, por Rusia.
Casi lo
mismo ocurre en Rusia, la cual también en vísperas
de su revolución es no solamente el país más grande del mundo
por su territorio y, hasta
algún punto, pot su población, sino
ante todo por su poder político y militar; además, por su
inci­
piente, pero extraordinario, desarrollo económico. Rusia no tenía
ningún motivo para entrar en la guerra (la primera guerra mun­
dial) y lo hizo sólo para cumplir con sus compromisos políticos
(las alianzas).
3. En ambos casos
la revolución viene con ocasión de las
reformas llevadas a cabo por los gobiernos correspondientes
para
mejorar todavía más las condiciones de vida, especialmente de
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LA REVOLUCION BOLCHEVIQUE
los sectores de la población de menores recursos. También en
ambos casos la revolución impide la plena realización de estas
reformas, perjudicando a
los sectores más modestos y enrique­
ciendo a los especuladores.
4.
En ambos casos la revolución, como negación de las re·
formas, viene como rebelión contra ellas y es realizada, al menos
al comienzo, por las clases altas, en defensa de
sus intereses y
privilegios.
En Francia, la revolución empieza primeramente con
la rebelión de
la clase más alta, de la aristocracia, y, después,
con la de la alta y opulenta burguesía, en desmendro de
la clase
media (la nobleza de provincias, los hidalgos y la pequeña
bur·
guesía) y del pueblo (los campesinos, los artesanos y los traba·
jadores de la industria). Muy parecida es la situación en Rusia,
donde también la revolución empieza con la rebelión y
conspi·
ración de la más alta aristocracia y, después, por la de la enri·
quecida burguesía ( el período de Kerensky ), y sólo en la segunda
etapa, con los bolcheviques, viene el apoyo de los campesinos
engañados y de los obreros.
5. En ambos casos los primeros protagonistas son los libe·
rales, personas ambiciosas e ingenuas, quedando rápidamente su·
petados por los revolucionarios. Así, estos liberales sólo han te·
nido el papel de «tontos útiles» ( como los ha llamado Lenin), y
fueron las primeras víctimas del terrorismo bolchevique.
6.
En ambos casos la revolución se hace en nombre de la
«democracia» y de los «derechos humanos», para rápidamente
acabar con todas
las libertades, aplicando el terror, pisoteando
todos los «derechos humanos» e imponiendo un régimen
totali·
tario y opresor.
7.
En ambos casos la así llamada «lucha de clases» viene
sólo después, al final del proceso revolucionario, salvo que
se la
tome en el sentido muy amplio de un conflicto entre los estratos
opulentos que
se disputen el poder, es decir, entre la alta aris·
tacracia y la alta burguesía, ambas vinculadas con los grandes
negOcios y con la banca internacional.
8. En
ambas revoluciones es evidente la intromisión extran·
jera. En Francia, principalmente la intervención de la Gran Bre·
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MIGUEL PORADOWSKI
taña, desde luego muy discreta; en Rusia, al principio, la revolu­
ción está fomentada por Alemania, y después también
por los
otros países, especialmente por los Estados Unidos de Norteamé­
rica,
política y financieramente (la gran banca internacional de
Wall Street y de «120 Broadway»).
9.
En ambos países, la revolución es precedida por el fer­
mento ideológico y por la lucha contra el cristianismo; por la
difusión de las ideologías materialistas, racionalistas y utopistas.
10. En ambos casos el regicidio
es premeditado y simbóli­
co: terminar para siempre con un poder basado en la autoridad
divina, y reemplazarlo
por un poder puramente humano, laico,
«democrático», el cual, en realidad, resultó ser, en ambos casos,
tiránico, opresor, inhumano y totalitario.
11. En ambos casos,
la revolución fue posible solamente
porque previamente fueron desmoralizadas las FF.AA. por una
propaganda subversiva, hecha en nombre de la «democratización»,
tanto a nivel de la oficialidad (por las asociaciones secretas,
vinculadas
con la masonería) como a nivel de los soldados. En
ambos casos, las FF.AA. quedaron completamente destruidas y
después,
ya durante la revolución, reconstruidas, pero ya como
un «ejército_ revolucionario», es decir, como un ejército que ya
no está al servicio de la patria y del país, o del rey, sino como
un ejército que sirve exclusivamente a la revolución. En Francia,
el ejército reconstruido sólo servía a la Revolución francesa y
la
extendía a toda Europa. El Ejército rojo servía sólo a la Revo­
lución bolchevique, para también extenderla a todo el mundo.
Sóld durante la segunda guerra mundial, Stalin vuelve al patrio­
tismo,
con lo cual consigue que el Ejército rojo defienda a la
Rusia soviética de
la ocupación por las tropas alemanas hitleria­
nas,
y, desde este tiempo, el patriotismo está presente en las
FF .AA de la Unión Soviética. Algo parecido ha ocurrido en Fran­
cia, en la cual la vuelta al patriotismo de las FF .AA. se realiza
completamente sólo con ocasión de
la guerra con Prusia (1871).
12. En ambas revoluciones se da
el espantoso «costo hu­
mano»,
es decir, el dolor humano de los que sufren hambre, la
destrucción de sus bienes, enfermedades y, ante todo, la muerte
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LA REVOLUCION BOLCHEVIQUE
de sus seres queridos: la destrucción de la vida familiar, la pér­
dida del trabajo;
la cruel miseria de los niños huérfanos y vagos;
el tetror político y criminal;
la cesantía, la falta de viviendas;
los millones de muertos y los millones de inválidos ;
los campos
de deportación en lugares inhóspitos, etc.
13.
En ambos casos la destrucción llega a tal punto que
la misma revolución recurre al «bonapartismo»: en Francia, la
normalidad y el orden
es impuesto por el general Bonaparte ( el
futuro Emperador}; en Rusia se impone Stalin, quien, a pesar
de que sigue con
la revolución, pone término a la destrucción,
especialmente
la material; sin embargo, bajo Stalin sigue adelan­
te
la destrucción moral, la destrucción del hombre, de su digni­
dad;
la destrucción cultural, espiritual, el espantoso terror, ex­
tendido a todos, incluso a los revolucionarios.
14. Ambas revoluciones terminan (¡si
es que terminan!) con
la dictadura, con Bonaparte en Francia y con Stalin en Rusia,
y después con una «democracia totalitaria», opresora, cruel y
despótica (no hay peor despotismo que el
de los «representantes
del pueblo»).
15. Ambas revoluciones permanecen hasta hoy día en las
etapas «democrática» y «socialista».
La etapa «democrática» en
el plano político, en Francia con un pluralismo partidista y en
Rusia, hasta hace
poco, con el «partido único comunista»; de ahí
que, oficialmente, se llama «democracia popular», pretendiendo
que el partido comunista representa a
todo el pueblo, mientras
que, en realidad, sólo representa a los revolucionarios comunistas.
La etapa «socialista», en el plano económico, pretende que
el Estado sea el único empresario. Sin embargo, en Francia, se­
gún las cambiantes situaciones políticas y electorales, hay perio­
dos más o menos socialistas, mientras que en Rusia el socialismo,
desde 1917, dura casi sin cambid hasta hoy día (1990), a pesar
de que surge el deseo de dejar esta utopía y de volver a la úni­
ca ( 24) economía posible y eficiente que existe: la economía de
mercado.
(24) «Unica», pero en la cual pueden darse distintas variantes; una
de ellas es la así llainada «economía social de mercado», la que, en algu­
nos países, se adapta a las exigencias de la Doctrina Social de la Iglesia.
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MIGUEL PORADOWSKI
16. Ambas revoluciones son «mundiales» y «universales»;
sin
embargo, hay grandes diferencias en la interpretaci6n de estos
adjetivos.
La Revolución francesa es «mudial», pues pretende exten­
derse a todo el mundd,
es decir, a todos los países sin excepción
ninguna. Pero esta «mundialidad» no
es una condición de su
éxito; puede extenderse sólo a
algunos países y continentes, a
pesar de lo cual mantiene la posibilidad de ser realizada comple­
tamente en estos
países, mientras que la «mundialidad» de la
Revolución bolchevique se presenta como una condición absolu­
tamente necesaria para que esta revolución pueda tener éxito en
!a misma Rusia. En otras palabras: hasta que no se extienda a
todos los
países y

a todo
el mundo, no puede tener éxito en
Rusia (según la interpretación leninista y trotskista). Es decir,
que la Revolución bolchevique es, por su naturaleza, imperialista,
conquistadora y, según
Ho-0:ú-minh, el fallecido líder marxista­
comunista de Vietnam, «o crece o muere», o se extiende a todo
el mundo o fracasa. De ah! que esta «mundialidad» de la Revo­
lución bolchevique exija de todos los comunistas la más rápida
conquista de todos los países. Incluso la doctrina de Stalin sobre
«el socialismo en
un solo país» no peuede ser interpretada fuera
de esta «mundialidad». Cuando Stalin sostiene que la Revolución
bolchevique puede ser realizada en un solo país
{la Rusia sovié­
tica), solamente quiere subrayar que (a pesar de que la Revolu­
ción bolchevique es «mundial»,
es decir, der Weltoctober) dado
el hecho que Rusia
es un país inmenso y dispone de todas las
materias primas para su industria, la Revolución bolchevique
puede tener un
relativo éxito al limitarse s6lo a Rusia, pero no
puede tener un éxito
completo, antes de extenderse a todos los
países del mundo entero. Esta «mundialidad», en la interpreta­
ción staliniana de la Revolución bolchevique, es un buen
y có­
modo pretexto para justificar su fracaso en Rusia.
La «universalidad» de ambas revoluciones consiste en la po­
sibilidad de invadir todos los ambientes culturales, sin excepción
alguna ; de ahí que tanto la Revolución francesa como la Revo­
lución bolchevique pueden invadir fácilmente todo, incluso las
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LA. REVOLUCION FRANCESA. Y LA. REVOLUCION BOLCHEVIQUE
religiones, y ambas lo hacen con éxito. La Revolución francesa
desgraciadamente penetra con su ideología en todas las culturas
e incluso en muchas religiones. Siendo «apadrinada» por la
Ma­
sonería, de la cual siempre recibe ayuda y apoyo, junto con ella
penetra incluso en la Iglesia católica. Con ocasión del Concilio
Vaticano
II, algunos «padres conciliares», unos en serio y otros
tal vez, en broma, hacían la comparación entre la convocatoria
de los «estados generales» por el rey Luis XVI en 1789, y del
Concilio por el
papa Juan XXIII, pues, en ambos casos, hubo
una evidente rebelión contra todo
lo previamente preparado por
las autoridades correspondientes. No hay duda
de que en el
Concilio Vaticano
II, entre algunos grupos de los asistentes,
predominaban
las ideologías de la Revolución francesa (25).
Para las ideas no hay fronteras, pues penetran en todos
los
ambientes. Las ideas de la Revolución bolchevique también pue­
den penetrar fácilmente en las religiones,
y lo hacen desde hace
ya mucho tiempo. La Teología de la Liberación y su complemen­
to, la Teología
de la Revolución, son los ejemplos más ilustrati­
vos, pues ambas están abiertas a las ideas, tanto de la Revolución
francesa como de su «hija» la Revolución bolchevique.
17. Ambas revoluciones provocan un cambio esencial en
la
situación política del mundo.
La Revolución francesa cambió políticamente a Europa, pro­
vocando la unificación de
Italia y de Alemania, países que antes
de la Revolución francesa estaban compuestos de
muchísinios
pequeños Estados ; aumentando al mismo tiempo el poder de
Gran Bretaña, la que llega a ser, en el siglo XIX, una gran po­
tencia colonial.
La Revolución bolchevique, al destruir el Imperio ruso,
faci­
litó una rápida aparición del irnperalísmo de los Estados Unidos.
El rublo rusd de oro, como moneda mundial de hecho,
pero no
de derecho, viene a ser reemplazada por el
dólar (de papel) y
(25) Véase: RALPH M. WILTGEN, SVD, Le Rhin se iette dans le Tibre,
Le Concile inconnu, Editions du Cedre, 1976. La edición original en inglés
es del año 1967. También: REINHARD RAFFALT, Wohin steuert der Vatikan?,
München, 1973.
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MIGUEL PORADOWSKI
la conocida expresión en el siglo XIX c'est un roublard ha perdi­
do su vigencia.
18. Ambos países son víctimas de una revolución-calamidad
que les viene desde fuera.
En el caso de Francia, esta calamidad
viene, primero de Inglaterra, en forma de las ideologías que
des­
componen a la cultura cristiana de Francia, y después de Alema·
nia en forma del Iluminismo.
En el caso de Rusia, la calamidad viene desde Francia, como
la ideología de la Revolución francesa: el racionalismo, el libe­
ralismo,
el individualismo, el materialismo, la democracia totali­
taria rousseauniana, etc., y~ . ~te todo, las cuatro corrientes del
comunismo revolucionario.
19. Ambas revoluciones no se limitan ni a lo pol!tico, ni a
lo económico, ni a lo social, ni a lo cultural, sino que tienen una
pretensión metafísica: la de construir una sociedad radicalmente
temporal, laica, secular, terrenal, autOSuficiente, inmanentista,
materialista, atea, sin Dios
y éontra Dios, en abierta y franca
oposición a toda la tradición cristiana de casi dos mil años en el
caso de Francia y de casi mil años en el caso de Rusia; construir
una Civitas mundi, conscientemente opuesta a la tradicional
Ci­
vitas Dei, por estar afincada exclusivamente aquí, en la tierra y
en lo temporal.
Ambas son radicalmente totalitarias, pues
ambas niegan el
destino eterno
de la vida humana. Ambas niegan el concepto de
hombre como homo viator, el hombre peregrino, siempre en el
camino a
la Casa del Señor ; peregrino a la felicidad eterna de
Dios, su Creador,
su Redentor y su último fin.
Ambas, reduciendo
al hombre sólo a la categoría de un «te­
rrícola», pretenden construir una sociedad totalitaria, que absor­
be totalmente al hombre,
no permitiéndole tener su propia vida
personal, espiritual, religiosa, que sobrepasa lo temporal.
De
ahí que ambas revoluciones pretendan imponer al hom­
bre la creencia en la teoría evolucionista, según la cual todo
evoluciona
y cambia de manera permanente, y el hombre, siendo
sólo un producto de esa evolución, no difiere en nada de los
otros seres vivos
-plantas, insectos y animales--que «pueblan»
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LA RBVOLUCION BOLCHEVIQUE
el planeta Tierra, y como todos los seres vivos, proviene del
planeta Tierra
para, muriendo, volver a él, pues no existe nada
fuera de
la materia. Así, ambas revoluciones degradan al hom­
bre, lo reducen a
la condición de un animal, sin destino eterno.
Parece, pues, que no existe una diferencia esencial entre la
«madre» (la Revolución francesa) y
su «hija» (la Revolución
bolchevique), siendo ambas satánicas.
Sin embargo,
la Revolución bolchevique no es solamente la
continuación o la «copia» de la Revolución francesa, pues es
también la obra de sus principales protagonistas: de Lenin,
Trotsky y Stalin. Si un Robespierre determinó solamente con su
personalidad un corto período de la Revolución francesa, sim­
bolli:ado con la guillotina, Lenin, Trotsky y Stalin dejaron su
impronta sobre toda la Revolución bolchevique, identificándola
no solamente
con el terror y sus instituciones permanentes, sino
ante
· todo con su cinismo materialista y ateo, en el cual hay un
siniestro desprecio del ser humano.
Lenin, cuando joven, a la edad de dieciséis años, pisoteó la
Cruz y escupió sobre ella, y eso fue simbólico: durante toda su
vida demostraba el desprecio del hombre, imagen de Dios. Lenin
odiaba a Dios con un
odio que sólo podtía ser satánico, y lo
proyectaba sobre el hombre y la sociedad. Atribuirle algunos
sentimientos humanos
es un malentendido. Lenin no solamente
introduce los campos
de concentración ( exterminación) y de tra­
bajos forzados en Rusia, siguiendo el ejemplo de
la Revolución
francesa, sino que transforma a tOdo esté inmenso país en 11:n
solo gran campo de concentración, del cual no hay salida para
nadie. Lenin murió relativamente joven, a la edad
de 54 años,
después de un
afio de una parálisis que no le permitía ni siquiera
hablar; no tuvo, pues, el tiempo para reflexionar sobre el tema
de
la relacióo entre la Revolución francesa y su Revolución bol­
chevique, pero
es sabido que deseaba que la suya fuera una co­
pia exacta de la francesa.
Trotsky
-quien dedicó toda su vida exclusivamente a la
«revolución permanente»,
la cual, segón él, empieza con la Re­
~olución francesa y continúa en la Revolución bolche11ique---
429
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MIGUEL PORADOWSKI
dejó por escrito muchísimas reflexiones sobre este tema. En su
larguísima
Historia de la Revolución rusa, a cada rato hace de­
talladas comparaciones entre estas -dos revoluciones.
Veamos algunos ejemplos que completan lo mencionado an­
teriormente.
«Robespierre recordaba a
la Asamblea Legislativa que la
oposición de la nobleza, al debilitar a la monarquía, había puesto
eh pie a la burguesía, y detrás de ella a las masas populares. Al
propio tiempd, Robespierre advertía que en el resto de Europa
la revolución no podría desarrollarse con la misma rapidez que
en Francia, porque las clases priviligiadas de los otros países,
aprendiendo el ejemplo de la aristocracia francesa, se cuidarían
de no tomar
en sus manos la iniciativa de la revolución. Pero,
al hacer este notable análisis, Robespierre se equivocaba, supo­
niendo que con su oposición irreflexiva los nobles franceses
ha­
bían dado una lección perdurable a la aristocracia de los demás
países» (26).
«La semejanza entre
la última pareja de los Rdmanov y la
pareja real de los tiempos de la gran Revolución francesa salta
a la vista.
Esta semejanza ha sido señalada ya en la literatura, pero
de un modo superficial y sin sacar de ella ninguna consecuencia.
No obstante, esta analogía no
es casual, como a primera vista
pudiera parecer, y brinda un material precioso
para deducir con­
clusiones.
Separadds unos de otros por una· distancia de siglo y cuarto,
hay momentos en que Nicolás
II y Luis XVI se presentan como
dos actores que han cumplido el mismo papel. En ambos es
la
felonía pasiva, acechante pero vengativa, el rasgd más destacado
de carácter,
.con 1á diferencia de que en el rey francés se oculta
tras una dudosa bondad, mientras que en el zar ruso
es una for­
ma de trato. Uno y otro producen
la impresión de hombres a
quienes les pesa el oficio que les cupo en suerte y que, sin
em­
bargo, no están dispuestos a ceder ni un ápice de los derechos
que les rodean y que no saben
cómo emplear. Sus diarios, seme-
(26) LEoN TRoTSXY, Historia de la Revoluci6n rusa, Santiago,_ Oille,
&l. Quimantu, 1972, tomo I, pág. 102.
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LA REVOLUCION FRANCESA. Y LA. REVOLUCION BOLCHEVIQUE
jantes hasta en el estilo o en la ausencia de estilo, revelan la
misma agobiadora vacuidad espiritual.
La austriaca y
la alemana de Hesse guardan, a su vez, una
evidente simetría. Las dos reinas descuellan sobre sus maridos
no sólo en estatura
física, sino en talla moral. María Antonieta
es menos beata que Alejandra Feodorovna y más ardientemente
dada a los placeres. Perd ambas desprecian por
igual a sus pue­
blos, ambas desechan indignadas toda idea de concesiones
y am­
bas desconfían del valor de sus maridos y los miran de arriba
abajo: María Antonieta, con una sombra de desprecio; Alejan­
dra, con lástima.
Cuando Alejandra Feodorovna, dos meses antes de caer la
monarquía, predica: «Las cosas toman un buen giro, los sueños
de nuestro amigo tienen un gran significado», no hace
más que
repetir lo que María Antonieta decía un mes antes de derrumbar­
se en Francia el poder real: «Me siento muy animosa, y algo me
dice que pronto seremos felices y estaremos
salvados». Están
ahogándose y ambas ven sueños de color rosa.
Ciertos elementos en esta analogía tienen, por supuesto, un
carácter puramente casual
y no ofrecen más que un interés his­
tórico anecdótico. Sin duda más importancia tienen aquellos ras­
gos destacados o directamente impuestos por la fuerza de las
circunstancias y que proyectan una cruda luz sobre los relaciones
que guardan entre
sí la personalidad y los factores objetivos de
la Historia.
No sabía querer: he aquí el rasgo principal de su carácter,
dice un historiador reaccionario francés hablando de Luis XVI.
Estas palabras parecen
el retrato de Nicolás II. Ninguno de los
dos sabía querer; en cambio, sabían no querer. Y, en realidad,
¿ qué iban a querer, suponiendo que pudiesen, los últimos repre­
sentantes de una causa histórica definitivamente perdida?
Por lo general, escuchaba, sonreía, pero rara vez se decidía
a nada. Lo primero que
se le ocurría decir instintivamente era
«no».
¿ A quién se refieren estas palabras? Todavía a Luis Ca­
petd. En todo era la conducta de Nicolás II un plagio del rey
francés.
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MIGUEL POR.A..DOWSKl
Luis XVI y Nicolás II eran los últimos vástagos de unas
dinastías que habían vivido en forma
turbulenta. La impertur­
babilidad relaúva de ambos, su serenidad
y su semblante risueño
en los momentos difíciles, eran otras tantas expresiones, adquiri­
das por hábito de educación, de la pobreza de energías interiores,
de
la baja tensión de sus descargas nerviosas, de la indigencia
de
sus recursos espirituales.
¿ Y sus esposas? Alejandra, en más alto grado todavía que
María Antonieta, viose exaltada
por su matúmonio con el autócra­
ta de
un poderoso país a las más elevadas cumbres con que pue­
de soñar una princesa, sobre todo la princesa de un rincón pro-­
vinciand como Hesse. Ambas estaban poseídas hasta el último
límite por la conciencia de su elevada misión: María Antonieta
de un modo más frívolo, Alejandra con el
espíritu de la hipo­
cresía protestante traducido al lenguaje de
la Iglesia eslava.
Nicolás Romanov y Luis Capeto
se encontraron con sus pa­
peles históricos trazados
dé antemano por el curso del drama
histórico.
Lo más que ellos podían poner de su cosecha eran los
maúces de
la interpretación. La mala estrella de Nicolás II, lo
mismo que la de Luis XVI, no hay que buscarla en su horóscopo
personal, sino en el
horóscopo histórico de la monarquía buro-­
cráúco-feudal» (27).
«Milyukov
podía apelar fundadamente al ejemplo de Mirabeau,
jefe de la burguesía revolucionaria francesa, que tanto se había
esforzado también, en
su úempo, por conciliar la revolución con
el rey. Mirabeau obraba, impulsadd
como él, por el miedo de
los propietarios por sus propiedades ; era más prudente cubrirlas
con el pabellón
de la monarquía, del mismo modo que la mo­
narquía se cubría en el pabellón de la Iglesia, que no dejarlas
al descubierto. Pero en Francia, en 1789, la tradición del poder
real estaba aún reconocida por el pueblo, sin hablar de que toda
Europa era monárquica. Al apoyar al rey, la burguesía francesa
no
se divorciaba aún del pueblo; por lo menos, esgrimía contra
(27) Ibid., págs. 120, 121, 122, 123, 124.
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• LA. REVOLUCION FRANCESA Y LA REVOLUClON BOLCHEVIQUE
él sus propios prejuicios. La situaci6n en la Rusia de 1917 era
completamente distinta» (28).
«En la gran Revoluci6n francesa la Asamblea Constituyente,
cuya espina dorsal eran
los elementos del tercer estado, concen­
tra en sus manos el poder, aunque sin despojar al rey de todas
sus prerrogativas.
El período de la Asamblea Constituyente es
un período característico de dualidad
de poderes, que terntina
con la fuga
del rey a V arennes y no se liquida formalmente
hasta la instauraci6n de la República.
La primera Constituci6n
&ancesa (1791), basada en la ficci6n de la independencia com­
pleta entre los poderes legislativo y ejecutivo, ocultaba en reali­
dad o
se esforzaba en ocultar al · pueblo la dualidad de poderes
reinantes: de un lado, la burguesía, atrincherada definitivamente
en la Asamblea Nacional, después de
la toma de la Bastilla por
el pueblo ;
de otro, la vieja monarquía, que se apoyaba aún en
la aristocracia, el clero, la burocracia y la milicia, sin hablar ya
de la esperanza en la intervenci6n extranjera.
Pero antes de que las cosas culminen en este dilema: o la
guerta o
la guillotina, entre en escena la Comuna de París, que
se apoya en las capas inferiores del
tercer estado y que disputa,
cada vez con mayor audacia, el poder a los representantes oficia­
les de la nación burguesa. Surge así una nueva dualidad de
po­
deres, cuyas primeras manifestaciones observamos ya en 1790,
cuando todavía la grande y
la mediana burguesía se hallan insta­
ladas a sus anchas en la administración del Estado y en los
mu­
nicipios» (29).
«En un principio, las secciones de París mantenían una
ac­
titud de oposición frente a la Comuna, que se hallaba aún en
manos de la honorable burguesía. Pero con el gesto audaz del
10 de agosto de 1792, las secciones
se apoderan de ella. En lo
sucesivo, la Comuna revolucionaria
se levanta primero frente a
la Asamblea legislativa y luego frente a
la Convención.
Cada una de dichas etapas
se caracteriza por un régimen . de
dualidad de
pOderes muy marcado, cuyas dos alas aspiraban a
(28) Ibid.,págs. 216-217.
(29) Ibid., págs. 250-253.
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MlGUEL PORADOWSKl
instaurar un poder único y fuerte: el ala derecha defidiéndose,
el
ala izquierda tomando la ofensiva. La necesidad de la dicta­
dura, tan característica
lo mismo de la revoluci6n que de la con­
trarrevoluci6n, se desprende de las contradicciones insoportables
de la dualidad de poderes. El tránsito de una forma a otra se
efectúa por medio de la guerra civil. Además, las grandes etapas
de
la revoluci6n, es decir, el paso del poder a nuevas clases o
sectores,
no coinciden de un modo absoluto con los ciclos de las
instituciones representativas, las cuales siguen, como la sombra
al cuerpo, a la dinámica de la revoluci6n. Cierto es que, en fin
de cuentas, la dictadura revolucionaria de los sans-culottes se
funde con la dictadura de la Convenci6n; pero, ¿ qué Conven­
ci6n? Una Convenci6n de la cual han sido eliminados por el
terror los girondinos, que todavía ayer dominaban; una Conven­
ci6n cercenada; adaptada al régimen de
la nueva fuerza social.
Así,
por los peldaños de la dualidad de poderes, la Revolución
francesa asciende en el transcurso de cuatro años hasta su cul­
minaci6n. Desde el 9 de termidor, la revoluci6n empieza a des­
cender otra vez los grados de la dualidad de poderes. Y otra vez
la guerra civil precede a cada descenso, del mismo modo que
antes había acompañado cada nueva ascensi6n.
La nueva socie­
dad busca de este modd un nuevo equilibrio de fuerzas.
La burguesía rusa, que luchaba con la burocracia rasputiniana
a
la par que colaboraba con ella, reforz6 extaordinariamente
durante
la guerra sus posiciones políticas. Explotando la derrota
del zarismo, fue reuniendo en sus manos, a través de las
asocia­
ciones de zemstvos, las Dumas municipales y los Comités indus­
triales
de guerra, un gran poder ; disponía por su cuenta de in­
mensos recursos del Estado y representaba de suyo, en esencia,
un gobierno aut6nomo y paralelo al
oficial» ( 30 ).
«Georgia envió· diputados mencheviques a las cuatro Dumas,
y en las cuatro fracciones parlamentarias sus diputados
desem­
peñaron el papel de líderes. Georgia se convirtió en la Gironda
de la Revolución rusa. Si a los girondinos del siglo XVIII se les
(30) Ibid., p,!gs. 252-253.
434
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LA REVOLUCION BOLCHEVIQUE
acusaba de federalismo, lcis girondinos de Georgia, habiendo co­
menzado por la defensa de una Rusia una e indivisible, acabaron
en el separatismo» (31).
«La prensa patriótica de
1917 ... no hacía más que señalar
el
. contraste entre los soldados rusos, desertores y prófugos, y
los heroicos batallones de la gran Revolución francesa. Esas con­
frontaciones eran el producto no sólo de una incomprensión de
la dialéctica del progreso revolucionario, sino incluso de una
to·
tal ignorancia de la. Historia.
Los notables
y grandes capitanes de la Revolución y del
Imperio francés actuaron, casi constantemente, quebrantando la
disciplina,
como desorganizadores ; Milyukov diría: como bolche­
viques.
El fututo mariscal Davout, cuando era el lugarteniente
de Axout, durante largos meses, en 1789-1790, disolvió la dis­
ciplina «normal» en la guarnición de Aisdenne y expulsó a los
comandantes.
Por toda Francia hubo, hasta mediados de 1790,
un
p,toceso de total descomposición del viejo ejército. Los solda­
dos del regimiento de Vincennes obligaron a sus oficiales a
ha­
cer mesa común con ellos. Una veintena de regimientos some­
tieron a sus comandos a violencias de diversos géneros. En Nancy,
tres regimientos pusieron en prisión a
sus oficiales. A partit de
1790, los tribunales de la Revolución franoesa no cesaron de
repetir, a
propósito de lcis excesos en el ejército: «Es el poder
ejecutivo el culpable por
no haber destituido a los oficiales
hostiles a
la revolución». Mirabeau y Robespierre se habían pro­
nunciado también por
la disolución del viejo cuerpo de oficiales.
El
primero señalaba que había que restablecer lo más pronto
posible una fuerte disciplina. El segundo quería desarmar a la
contrarrevolución. Pero los dos comprendieron que
el viejo ejér­
cito no podía seguir.
Es verdad que la Revolución rusa, diferente en esto
de la
francesa, se produce en tiempos de guerra. Mas no es una razón
para hacer una excepción a la ley histórica señalada por Engels.
Al contrario, las condiciones de una guerra prolongada y desgra-
(31) [bid., pág. 212.
435
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI
ciada no podían más que acelerar y agravar el proceso de la des,
composición
revolucionaria del ejército» (32).
«El
17 de julio de 1791, La Fayette ametralló en el Campo
de Marte a una manifestación pacífica de republicanos que
in­
tentaban dirigirse con una petición a la Asamblea Nacional que
amparaba la perfidia del podet real, del mismo modo que, ciento
veintiséis años después, las conciliadores rusos amparaban
la
perfidia de los libetales. La burguesía realista confiaba liquidar,
mediante una oportuna represión
sangrienta, el partido de la
revolución para siempre. Los republicanos que no se sentían aún
suficientemente fuettes para
la victoria, eludieron la lucha, lo
cual era muy razonable y se apresuraron incluso a afirmar que
nada tenían que ver con los que habían participado en la peti-
·
ción, lo cual eta, desde luego, indigno y equivocadd. El régimen
de terrorismo burgués obligó a los jacobinos a mantenerse quietos
durante algunos meses. Robespietre buscó refugio
. en casa del
carpintero Duplay, Desmoulins se ocultó, Dantdn pasó algunas
semanas en Inglaterra. Pero, a pesar de todo, la provacación
realista fracasó: las matanzas del Campo de Marte no impidieron
al movimiento republicano llegar
al poder. Así, pues, la Revo­
lución francesa tuvo sus «jornadas de julio», tanto en el sentido
político de la palabra como desde
el punto de vista del calenda­
rio» (33
).
«Durante cinco años, los campesinos franceses se sublevaron
en todos los momentds
críticos de la revolución, oponiéndose a
un compromiso entre los propietarios feudales y los propietarios
burgueses.
Los sans-culottes de París, al derramar su sangre por
la República, liberaron a
lds campesinos de las trabas feudales.
La República francesa de 1792 ponía de manifiesto un nuevo
régimen social, a diferencia de la República alemana de 1918
y la española de 1931, que representan
el viejo régimen menos
la dinastía. En
la base de esta distinción no es difícil encontrar
el probelma agrario. El campesino francés no pensaba directa-
(32) Ibid., págs. 450451.
(33) L. TRoTSKY, Historia de la Revoludón rusa, o¡,. dt., t. II, pá­
ginas 89-90.
436
Fundaci\363n Speiro

LA REVOLUCION FRANi:ESA Y LA REVOLUC10N BOLCHEVIQUE
mente en la República: quería echar al caballero. Los republica­
nos de París olvidaban
de ordinario la aldea. Pero sólo el empu­
jón de los campesinos contra los propietarios garantizó el
naci­
miento de la república, al barrer los escombros del feudalismo.
Una república con una nobleza,
· no es una república. El viejo
Maquiavelo
Id había comprendido perfectamente, cuatrocientos
años antes de la presidencia de Ebert, cuando confinado en las
afueras de Florencia, entre la
caza de mirlos y el juego de tric­
trac con un carnicero, generalizaba de este modo
la experiencia
de las revoluciones democráticas: «Quien quiera fundar una re­
pública en un país donde existan muchos nobles, sólo podrá ha­
cerlo después de haberlos exterminado a todos». Los mujiks
rusos eran,
al fin y al cabo, de la misma opinión y la manifesta­
ban abiertamente,
sin ningún maquiavelismo» (34).
El hecho
de que se citen aquí estos extractos de los escritos
de Trotsky no quiere decir que se compartan sus opiniones; sólo
se quiere recordar que el máximo dirigente de
la Revolución
bolchevique hace frecuentemente comparaciones y analogías
en­
tre su revolución y la Revolución francesa.
: · • Así, según Trotsky -la autoridad máxima para nosotros en
este asunto--,
la Revolución bolchevique es la continuación de
la Revolución francesa.
Los «revolucionarios profesionales» de
Rusia, al principio del siglo
XIX, toman conscientemente de la
«herencia» de la Revolución francesa ante todo la utopía de una
«democracia socialista» ( actualmente llamada «democracia
popu­
lar»). El comunismo, sin embargo, no lo aplican en su «casa».
Las cuatro corrientes del comunismo de la Revolución francesa
le ·sirven como un artículo
de exportación a otros países. De
esta manera «devuelven
la pelota» a los que inyectaron este vitus
destructor a Rusia en 1917, pues las Democracias Occidentales,
y, especialmente, los Estados Unidos, se sirvieron de este virus
comunista, en 1917, · para debilitar a Rusia, y ahora la Unión
Soviética
se sirve de las cuatro corrientes comunistas de la Re­
volución francesa para debilitar a todos los países del mundo.
· Sobre el esfuerzo de realizar la utopía socialista en la Unión
Soviética existe un excelente e insuperable estudio, lleno
de datos
(34) [bid., pág. 394.
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MIGUEL PORADOWSKI
serios e informaciones exactas, elaborado por los profesores ru­
sos (que trabajan en universidades europeas), Michel Heller y
Aleksander Nékrich, publicado con el t!tu!d La utop!a en el po­
der, historia de la Unión Soviética desde 1917 hasta nuestros
d!as (35). Es imposible resumirlo, pues es denso y parco, sólo
se puede recomendar como una lectura indispensable para cada
persona que
se interese seriamente por conocer la tragedia de un
pueblo sumido en el inhumano
y cruel experimento de la «reali­
zación» de una utopía marxista-socialista.
Este estudio no podrá nunca perder su valor informativo, a
pesar de que, después de ser publicado, en el
afio 1982, en Rusia
haya habido muchísimos cambios, pues
se trata de una obra his­
tórica, y sin el conocimiento del pasado nd se puede comprender
el presente
y tampoco prever el futuro.
Sin embargo, si
se trata del presente, en el cual se reflejan
los resultados y las consecuencias de la «realización» de la utopía
marxista-leninista durante más de setenta afios,
nos permitimos
citar algunas
informaciones recientes respecto al actual sufrimien­
to de la gente forzada a vivir
es.ta cruel «realización» de la uto­
pía.
Se trata de las informaciones proporcionadas por la actual
prensa soviética.
Pero antes, recordemos que la pdblación de la Unión Soviéti­
ca no es homogénea,. pues, fuera de lo's rusos, viven en este
inmenso tetritorid ( de 22 millones de kms. cuadrados) también
etnias, de distintas culturas, razas y costumbres. Sin embargo,
los rusos y otros pueblos eslavos (bielorrusos, ucranianos, pola­
cos, etc.), y de la Europa Oriental y Central (lituanos, estonia­
nos, finlandeses, letones, rumanos, etc.) son cristianos; además,
hay también más de 50 millones de mahomentanos, centenares
de miles de judíos y,
si se trata de la parte asiática, hay también
millones de budistas
y de otras religiones.
Pues bien, uno de
los principios morales de muchas de estas
religiones, especialmente de las cristianas,
es la caridad. Todos
(35) El texto original esta escrito en ruso y lleva el tirulo: Utopiya
u vlasti-Ocerki sovetskoy istorii ot 1917 do nasih dney. La traducción
francesa lleva el título: L'utopie au pouvoir, Histoire de lV. R. S .. S. de
1917 tl nos ;ours, Calmann-Lévy, Parls, 1982, pág. 658.
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LA REVOLUCION BOLCHEVIQUE
estos pueblos, especialmente los mismos rusos (ortodoxos), hasta
la Revolución bolchevique, practicaban fervorosamente la virtud
de la caridad,
sea individualmente, sea en forma organizada, me­
diante distintas instituciones y asociaciones.
Focio, el patriarca de Constantinopla (siglo IX), constata que
«el bárbaro y cruel pueblo ruso, desde
el momento de su con­
versión al cristianismo, cambia sus costumbres y practica gene­
rosamente la
caridad» (36). Con el tiempo, en la medida en que
se cristianiza la población de Rusia, aumentan las prácticas de
caridad, especialmente en el caso de los monjes y de
los prínci­
pes, que cuidan a los enfermos y se preocupan por los agonizan­
tes (37).
El historiador ruso, del siglo XIX, Wasiliy Kluchevsky insiste
en que no se trata
sólo de dar ayuda material,. sino ante todo
de una actitud espiritual de
compartir con el prójimo sus sufric
mientes y ver en el necesitado al mismo Cristo; de ahí que .a
estos bienhechores se les llama Christoluhiec o Bogumilec ( 38 ).
Durante el gobierno de Catalina II aparecen varias institu­
ciones estatales de ayuda a los pobres, enfermos e inválidos, y
en
el año 1775 ya existe un amplio sistema estatal de ayuda a
los necesitados, especialmente para los ancianos.
En vísperas de
la Revolución bolchevique, existen en Rusia tanto instituciones
de ayuda estatales como de la Iglesia ortodoxa y de otras reli­
giones cristianas. Así, la caridad
es una de las virtudes cristianas
típicas del pueblo ruso antes de la Revolución bolchevique (39).
Desgraciadamente, la Revolución bolchevique destruye no
solamente la
economía, aumentando la pobreza y fomentando la
miseria del pueblo, sino también las buenas costumbres y
la
práctica de las virtudes, exterminando la caridad y sus institu­
ciones, principalmente por introducir una educación materialista
(36) Piervaya b~esieda Fotiya, Na naszestvieye rosov, MtJterialy po
istorii SSSR, Moskva, 1985, págs. 267-271.
(37) Okruznoye poslame patriarcha Fotiya, ibid., pág. 270.
(38) Istoria Russkoy Cerkvi, t. I, Moskva, 1901, pág. 522. También:
Monasti Medicine in Kievan Rus and early Muscovy, Medieval. Russian Cul.
ture, Californian Slavic Studies XII, London, 198, pág. 58. También: Dobrye
ludí Drievníey Rusí, «Siemia i Shkola»o, 1988, núm. 8.
(39) P. Wusow, Yekatierinskaya bogadielnia, 1989, mlm. 3.
439
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MIGUEL PORADOWSKI
y atea, que transforma las cotumbres y, ante todo, que combate
todo lo espiritual, incluso eliminando la palabra
«caridad» de
los diccionarios y enciclopedias (40).
Los escritores rusos, fieles a la
fe cristiana, subrayan que las
autoridades soviéticas se preocupan más por las estadísticas del
ganado que de la población. Por ejemplo, Yuriy Chernichenko
escribe que, durante la colectivización del agro, en los años 1929-
1933, fueron destruidos 17 millones de caballos, 25 millones de
vacunos, 1 O millones de ganado porcino y
71 millones de ove­
jas. Sin embargo, no
se sabe cuántas personas murieron en este
tiempo de hambre o
fueron ejecutadas, y sólo los escritores ru­
sos que viven fuera de Rusia calculan las pérdidas humanas en­
tre 45-46 millones de personas muertas, sea de hambre, sea por
inhumanas condiciones de vida,
sea ejecutadas como «sospecho­
sas». Desapareció también la caridad,

pues cualquier ayuda fue
siempre drásticamente castigada ( 41) con la deportación a los
campos de exterminio o a los campos de trabajo forzado, en
lugares inhóspitos.
Ultimamente (1988-1990), la prensa en la
Unión Soviética se
atreve a publicar más informaciones al respecto, pues la censura
es menos severa.
Así, por ejemplo, se informa que la tierra y el agua en la
Unión Soviética están catastróficamente contaminadas. Casi todos
los ríos están contaminados por la industria química. Enormes
lagos artificiales cubren actualmente espacios mayores que todo
el territorio de Francia, y más de 2.600 aldeas y 165 ciudades
han sido destruidos por esto, pero el agua de estos lagos está
completamente envenenada por los residuos químicos de
la in­
dustria. Uno de.los más grandes lagos,
el de Ladoga, de 900 ki­
lómetros cuadrados, está muerto, pues nd tiene ninguna vida
biológica, envenenado con los deshechos de las fábricas de alu­
minio. Lo mismo pasa con Baykal, el más grande lago
del mun-
(4li) El.DAR PARCHClNOWSKIJ, «Dielo dielikatnoye•, Izvisetia, 18-II-1989,
i,,fu,, 50.
(41) «O milosierdii•, Liteiraturnaya Gazieta, 1987, núm. 12.
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LA REVOLUCION BOLCHEVIQUE
do (42). El nivd de agua en Seveni (Armenia) bajó 20 metros (43.)
En los últimos diez años, en la Unión Soviética se secaron 40 la­
gos y 150.000 ríos quedaron envenenados ( 44 ). El famoso río
Volga está completamente contaminado ( 45).
La contaminación de aire también es catastrófica, pues en
104 ciudades
d índice de

contaminación sobrepasa
diez veces lo
admitido (46) y, sin embargo, viven en ellos 40 millones
de per­
sonas (47). A esta contaminación se
atrilmye el hecho de que
el 90 % de los niños nacen enfermos ( 48 ).
El estado general de salud en la Unión Soviética es desastro­
so. Según los datos oficiales, hay en los hospitales permanente­
mente más de 50 millones de enfermos ( 49), sobre
d total de
la población de
m./m. 280 millones. Cada día no se presentan al
trabajo
m./m. 4 millones de obreros por estar enfermos. Sobre
100 personas, cada año están enfermos
67 varones y 76 mujeres.
En
d año 1987 hubo en la Unión Soviética 4.600.000 enfermos
crónicos alcohólicos (50), entre ellos 2.500 jóvenes menores de
16 años (51). En e laño 1988 hubo 131.000 drogadictos (52).
En el año 1987 hubo 54.105 suicidios (53 ), entre ellos 2.194 ni­
ños (54). La mortandad infantil es actualmente en.la Unión So­
viética de 19,3. El 36 % de los «médicos» no tienen nigún co­
nocimiento de medicina (55).
(42) JuRIJ MAKARCEV, «Jeszczo nie po,dno», Molodaya Gw1JTdia, 1988,
núm. 1.
(43) R..AcHI ÜWANESJAN, «Ziemlia, ekologija, pieriestroika», Liteiratur­
naya Gazieta, 1989, núm. 4.
(44) JuruJ lliKA.RCEV, op. cit., nota. 42.
(45) }ELENA KNoRRE, «"Ekos"-znaczit "dom"», Nauka-i Zizn, 1989,
núm. 5.
(46) R. WmSNIN, Komunist, 1988, núm. 2.
(47) G.
SmoRENKO, Trud, 22-III-1989, núm. 67.
(48)
Prawda, 8-I-1988.
(49)
Liteiraturnaya Gaz.ieta1 1988, núm. 5.
(50) Iwiestia, 13-III-1988.
(51)
Komsomolska¡a Prawda, 18-VI-1988.
(52)
Izviestia, 29-U.1989.
(53) OgonJok, 1989, núm. 3.
(54)
Iwiesta, 2-VI-1989.
(55) Liteiraturnaya Gazieta, 1988, núm. 5.
44!
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El salario mínimo en el año 1988 fue de 217 rublos (56) men­
suales, sin embargo, más de 3 millones de trabajadores reciben
menos de 80 rublos (57). Los jubilados llegan a 58.100.00 (58)
y reciben s6lo entre 26 y 60 rublos mensuales (59),
es decir,
viven en
la más espantosa miseria (60). Los ancianos solitarios
sobrepasan los 10
millones ( 61) y hay 7 millones de inválidos,
además 25 millones de ancianos que siguen viviendo con sus
fa.
miliares (62).
En la Uni6n Soviética hay (1987) 83 millones de niños;
15 millones de ellos están hospitalizados ; 2 millones de ellos
están sordos y 350.000 ciegos. Hasta
el año 1950, la instituci6n
Kinderfeindlincbkeit asesin6 50 millones de niños no nacidos;
el 40
% de las mujeres abortan ( 63 ). En los últimos cinco años
(1984-1989) 1.795 mujeres asesinaron sus niños recién
naci­
dos (64). Un mill6n cien mil niños son huérfanos (65). Cada año
hay 40 % de divorcios de los matrimonios contratados. En el
año 1988 hubo 950.000 divorcios. En el año 1987 hubo un mi­
ll6n de niños vagos, de los cuales s6lo 76.200 estaban acogidos
en las casas para este
fin ( 66 ). Anualmente hay casi un millón
de niños arrestados por distintos delitos (67).
Los vagabundos en la Unión Soviética son muy numerosos,
tanto varones como mujeres; al respecto no existen estadísticas
oficiales (68), sin embargo,
la prensa soviética está informando
(56) Siemia, 1989, núm. 9.
(57) Kamsomalskaia Prawda, 19-II-19S9.
(58)
Iwiesti•, 20.VIIII-1988.
(59)
Kamsamalskaia Prawda, 21-IX-1988.
(60)
Izviestia, 9-VII-1989.
(61)
Trud, 17-IX-1988.
(62)
Kamsamalskaia Prawda, 12-VI-1989.
(63)
Prawda, 22-II-1989.
(64)
Iwiestia, 2-VI-1989.
(65) Prawda, 19-VIIII-1989.
(66)
Wiestnik Statistiki, 1989, núm. l.
(67) Prawda, 15-VIII-1989.
(68)
Gudak, l-VII-1989.
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LA REVOLUCION BOLCHEVIQUE
sobre ellos con frecuencia (69) y sólo un grupo de ellos, llamados
«los sin techo», sobrepasan los 40 millones (70).
En
síntesis, según el discurso de Rolan Bykov, pronunciado
con
ocasión del Primer Congreso de los Diputados de la Uni6~
Soviética, «... en el lugar del instinto de vida, que antes fue lá
base de nuestra civilización, se impone actualmente el instinto
de muerte, como anuncio de la era apocalíptica» (
71 ).
Así se presenta el soñado paraíso marxista-comunista en la
Unión Soviética, después de más de setenta años de «realización»
de la utópica «sociedad socialista»,
comd una antesala del futuro
comunismo.
La utopía es lo irrealizable, pero los marxistas-comunistas de
Rusia necesitaron
más de setenta años para darse cuenta de eso
y s6lo actualmente --después de los t.erribles desastres, sufri­
mientos del pueblo
y espantosas matanzas en los campos de ex­
terminio de al menos setenta millones de personas adultas (sin
contar a los
niños}-empiezan a discutir sobre el tema: ¿cómo
salir
de este
impasse?
No basta cambiar de régimen y saltar del «socialismo» a la
economía
de mercado. Y, ¿por qué no basta? Porque no se trata
sólo del régimen social-econ6mico, sino del hombre como tal.
Toda la población de Rusia, durante
más de setenta años fue
tratada por su gobierno opresor como esclavos, como niños chi·
cos, pues nadie ha tenido la posibilidad de asumir la responsabi­
lidad por su propia vida, disponer de sí mismo, trabajar por su
cuenta
y con su propia iniciativa. El socialismo, por ser socialis­
md, siempre produce infantilismo: en una sociedad socialista la
gente crece, envejece, pero no madura nunca, pues se q°:eda in­
fantil, porque no asume la responsabilidad, sin lo cual no hay
madurez.
Si no se tiene la iniciativa y la libertad de realizarla,
las facultades creativas
se atrofian, viene el infantilismo, es decir,
(69) Ogoniok, 1-VII-1987, núm. 8.
(70)
Sovietskaia Kultura, 25-VI-1989.
(71)
Izviestia, 11-VI-1989.
(72) Politicheskii Sobiesiednik, 1989, núm. 7.
(73)
Siemia, 1989 núm. 9.
(74) !bid.
(75) !bid.
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una mentalidad de niño: «que los demá; se preocupan de mí»;
viene, en consecuencia, el cretinismo, como una atrofia completa
de las facultades creativas. Es lo que actualmente sufre toda la
población de
la Unión Soviética, como resultado del régimen
socalista total. El comunismo marxista nunca puede tener éxito,
pues
es esencialmente utópico, es decir, irrealizable. Quien pone
la carreta delante de los bueyes, no puede espetat que los bue­
yes la titen.
En vez de la prometida prosperidad y felicidad, después de
setenta años de trabajo y de sacrificios, han llegado a la extrema
miseria y desesperación.
El resultado no podía ser otro, pues la
utopía es irrealizable. La única solución es dejar la utopía y vol­
ver a la realidad. Pero, para volver a la realidad, no basta dejar
solamente
la utopía de la Revolución bolchevique, sino también
dejar la utopía de
la Revolución francesa, es decir, su maldita
herencia. El noble pueblo ruso, desde
mil años cristiano, merece algo
más que la sola vuelta a la vida normal, próspera y con bienestar
material, que le puede asegurar la así llamada «economía de
mercado». Merece, después de tantos
sufrimientos, volver a una
vida digna del ser humano,
es decir, a la vida espiritual y reli­
giosa; volver a
la plena libertad del culto cristiano, a la convi­
vencia con Dios y con
su Santísima Madre la Virgen María, pues,
sólo contando con
la bendición de Dios y con la protección de
la Santísima Virgen Madre de Dios, el pueblo ruso podrá ser de
nuevo feliz.
«Sin
mí nd podéis hacer nada» -dice Cristo (J. 15.5)-.
Nada de lo positivo, nada de lo valedero, nada de lo que tenga
valor a los ojos de Dios.
¡ Ojalá que Rusia despierte y salga de su tumba, como Lá­
zaro, en la cual ya se está pudriendo durante más de setenta años!
Pero que
salga a una vida nueva, verdaderamente cristiana, que
abandone para siempre todas
las utopías y, especialmente, la
blasfema pretensión de construir una Ciudad sin Dios y contra
Dios, y que se comprometa con la única
tarea que permite y ga­
rantiza la plena felicidad terrenal y celestial: con la Ciudad de Dios.
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