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Número 293-294

Serie XXX

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La formación de los candidatos al sacerdocio en la doctrina social de la Iglesia. Un comentario crítico desacertado

LA FORMA.CION DE WS CA..-r«JIDATOS AL SACERDOCIO
EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA.
UN COMENTARIO CRITICO DESACERTADO
POR
BALTASAR PliREZ ARGOS, S. J.
En la revista Iglesia viva, número 145 correspondiente al mes
de enero de 1990, aparece un comentario crítico al documento
romano «Orientaciones
para el estudio y enseñanza de la doctrina
social de
la Iglesia en la formación de los sacerdotes», objeto
de nuestro estudio anterior, escrito por el Señor Velasco, que
ocupa las páginas 101 a 110 de
la revista.
«Tras una detenida lectura del mismo
-nos dice de entrada
el
autor-me queda la impresión, que intentaré razonat a lo largo
de estas páginas, de que el uso de lo que aquí se llama "rico
patrimonio" está condicionado por una actitud excesivamente
preocupada por
la ortodoxia de la doctrina, y por el estatuto
eclesial
del privilegiado destinatatio de la misma, el candidato
al sacerdocio. En mi opinión, un innecesario tono apologético eo
la preseotación de lo que la doctrina social de la Iglesia ha sido
y puede ser; y una desmedida pretensión epistemológica eo el
objetivo del propio documeoto,
no facilitan la tatea de levantar
la hipoteca teórica
y práctica que sobre dicho "rico patrimonio"
pesa,
deotro y fuera de la Iglesia. No podemos olvidat que la
llamada doctrina social de la Iglesia no
ha gozado de gran aprecio
ni eo la práctica de la Iglesia,
y todo ello, a pesat de la insis­
teocia del último magisterio pontificio» (pág. 102).
Y a continuación:
«A pesar de todo, no quisiéramos dar una
sensación de rechazo a un documento que
por su amplitud y
contenido o&ece numerosas aportaciones de gran interés y me­
rece ser estudiado detenidamente y ser asumido eo todo aquello
que posibilite
la misión de la Iglesia eo nuestro mundo. Escnbo
estas páginas desde la
preocupación por la suerte de la DSI, que
para
mí coincide, en alguna medida, con la suerte de la misma
Iglesia. Y las escribo conscieote de que son
&uto de una lectura
necesitada de ulteriores
y segurameote profundas matizaciones.
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Su carácter crítico no quiere devaluar el alcance y significado del
documento, sino disponer a una lectura atenta del mismo» (ib. ).
* * *
No hemos querido tocar rii. un punto ni interrumpir · la lectu­
ra de esta
página con la que se introduce.el autor. Contiene expre­
siones muy significativas, suficientes para descubrir la mentalidad
de donde proceden.
El autor ve en el documento romano «una ac­
titud excesivamente preocupada por la ortodoxia de la doctrina»,
«un innecesario tono apologético», «una desmedida pretensión
epistemológica en el objetivo del propio
documento». ¿ Qué pen­
sar de una visión que contempla en el
documento «excesos» y
«desmedidas pretensiones
epistemológicas»? Pues, que no respon­
de a la realidad
del documento; que si el documento se ocupa
de la fundamentación epistemológica es en tanto en cuanto le
corresponde hacerlo.
(Orientaciones, 3.) Nada de excesos; esa vi­
sión del autor responde más bien a una actitud personal, preocupa­
do, como él mismo confiesa, por la suerte que puede correr la doc­
trina social, que para él concide, de alguna manera, con la suerte
de la misma Iglesia.
¡ Grave preocupación, sin duda!' Si desde esa
preocupación escribe estas páginas, nada de extraño que vea ex­
cesos donde no los hay. El documento romano, sl dar orientacio­
nes
para el estudio y enseñanza de la doctrina social de la Iglesia
está obligado, no
¡,odia por menos, a referirse -y se refiere en va­
rios lugares-a los fundamentos epistemológicos en que «de acuer­
do con las exigencias éticas y sociales de la palabra de Dios, la
constante enseñanza de los Padres de la Iglesia y de los grandes
teólogos de la Edad Media, sobre todo de Santo Tomás de Aqui­
no», se ha de ápoyar toda la doctrina social de la Iglesia. Y «en
esta perspectiva
es en la que han de leerse y comprenderse los
documentos
del Magisterio socisl» · (Orientac., 19). Evidente.
Ahora bien, tanto las exigencias éticas y sociales de la palabra
de Dios, como las enseñanzas de los Padres y teólogos de la
Iglesia,
se fundamentan en última instancia, y no pueden menos
de fundamentarse, en una lectura de la realidad, llámesela «ca­
nónica» o como quiera llamársela, que la contemple abierta a
la trascendencia de un Dios creador. Pero es evidente que esta lec­
tura, abierta a la trascendencia, no puede ser lá que ofrece el
«análisis marxista» de
la realidad, sino la que ofrece el análisis
aristotélico tomista y únicamente este análisis, con exclusión de
cuslquier otro. La visión de la realidad como Devenir, que se
desarrolla dialécticainente por la posición de contrarios, es una
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visión de una realidad cerrada en sí misma. Con ella no se puede
contar. Mientras que la visión de la realidad como
Ser, que por
su composición de acto y potencia cambia y se desarrolla por la
concurrencia de las cuatro causas aristotélicas, está necesariamen­
te abierta a la trascendencia y postula la existencia de un primer
motor inmóvil. Ahora bien, si renunciamos, como
es evidente,
al monismo panteísta de un Parménides o de un Spinoza o de
cualquiera de
las concepciones orientalis.tas hoy de moda, no que­
da
. otra salida que la opción marxista o la opción aristotélico­
tomista. Pero un teólogo católico, consciente de lo que se trae
entre manos, no dudará ni
un instante en su opción y además
no comprenderá que «a estas alturas», precisamente hoy «a estas
alturas», la doctrina del Magisterio tenga que preocuparse y no
cuestionar un pluralismo filosófico y teológico, que precisamente
hoy ( recuérdense los últimos y recentísimos congresos de
filoso­
fía)
se le nota cansado y desorientado en su tarea de fundamen­
tar la convivencia humana.
Es evidente que nuestro autor no está plenamente decidido por
la opción aristotélico-tomista, que propiciamos como la única op,'
ción en que legítimamente se ha de fundamentar la DSI y· toda la
doctrina del magisterio de la Iglesia en general. Para él «el plura­
lismo filosófico y teológico no se pueden cuestionar». Esto es lo
que le hace sorprendente y extraño el documento romano y funda­
menta
sus críticas. Desde esta perspectiva, es verdad, no se le pue­
de comprender en su justo sentido.
El autor lo dice expresa­
mente en otra
página, sumamente significativa de su pensamiento
y el de otros muchos, que hoy están por este pluralismo. Dice
así: «Sorprende ver que
se supone que hay una lectura ''canóni­
ca", que
se adecua perfectamente a la lógica inmanente de la
ddctrina del Magisterio y que así discrimina las que no son ca­
nónicas. Si así fuera, estaría resuelto el problema epistemológico.
Lo que sorprende cuando unas líneas antes se ha dicho que "en
este documento no se puede tratar exprofeso ni resolver sin
más
las cuestiones epistemológicas relativas a la doctrina social" ...
La preocupación estaría en constatar que junto a la doctrina del
Magisterio
se pretende colocar una teología y una filosofía pre­
tendidamente cristianas o perfectamente adecuadas al evangelio.
El pluralismo
filosófico y teológico no creo que puedan ser cues­
tionados a estas alturas» (pág. 103 ).
El comentario crítico que hace el Señor V elasco del documen­
to romano es un claro ejemplo confirmatorio de lo que en nues­
tro trabajo expusimos acerca de la diversa valoración de la DSI,
según el análisis de la realidad, del que
se parta, el análisis mar-
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xista o el análisis tomista. Son perspectivas completamente di­
ferentes que dan necesariamente panorámicas y valotaciones com­
pletamente diferentes. No s6lo en lo que respecta a la DSI,
s.ino en general en el tratamiento de cualquier objeto del magis­
terio eclesiástico. Por eso, para nuestro autot «la suerte de la DSI
coincide,
en alguna manera, con. la suerte de la misma Iglesia». ¡ Y
tanto ! Precisamente en esta metaffska de fondo radica
la razón de
muchas de las tensiones que se viven hoy en la Iglesia. No lo des
cimos nosotros. Nos lo dijo ya -y con qué claridad y profundi­
dad-San Pío X en la Pascendi. Nuestro autor también lo intuye.
Terminemos. No
es el documento romano el que debe cam­
biar y mejorarse. Es la perspectiva con que se le estudie. El
documento
romano es un documento que por su finalidad y
aportaciones ofrece un
gran interés, y merece ser tenido en cuenta,
y muy en cuenta, en la formación
de los futuros sacerdotes, en
algo tan importante para el mensaje cristiano, cual es la autén,
rica y plena doctrina social de la Iglesia; luminosísima doctrina
que
reclama el mundo de hoy, y no sucedáneos contrahechos del
tipo
de la «teología de la liberación», que a tantos ingenuos de
buena voluntad ha arrastrado consigo.
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