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Número 373-374

Serie XXXVIII

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El territorio a la luz de la globalización

EL TERRITORIO A LA LUZ DE LA
GLOBALIZACIÓN
POR
PATRICIO H. RANDLE ~)
Solamente un racionalismo abstracto puede haber concebido
al territorio como algo incapaz
de sostener atributos y, por tanto,
quedarse
en su significación puramente literal.
Quienes
no valoran la identidad de los pueblos pueden deva­
luar las virtudes del territorio, virtudes
no intrínsecas pero soste­
nidas
por su esencia, porque parecen incapaces de descubrir el
lazo estrecho entre lo corporal
y lo espiritual que es connatural
con el hombre.
Juan B. Alberdi, a propósito de su fe (otra palabra no cabe)
en la tecnología, no por casualidad sostenía conceptos tales como
"la patria
no es el suelo" sin agregar el imprescindible: "sola­
mente".
Está claro que para mentalidades mecanicistas y simplifica­
doras, el suelo} el territorio, es un compuesto de sustancias inor­
gánicas
y orgánicas, y poca cosa más. Todos los atributos de la
naturaleza espiritual
que le son afines no cuentan. De allí que
puedan guiarse pura y exclusivamente por criterios tecnológi­
cos,
por aquello que cambia y se transforma como caracteristi­
ca fundamental
y no por las esencias que permanecen y acom­
pañan la existencia humana, que son parte de su naturaleza o
modo de ser.
(*) Este artículo de nuestro querido colaborador el arquitecto Patricio
Randle, catedrático
de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del Consejo
de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), extracta algunos aspectos
tratados en el libro titulado A dónde lleva la globalización, que editado por ºLa
Ciudad Argentina", será publicado inminentemente en Buenos Aires.
Verbo, núm. 373-374 (1999), 295-310. 295
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PATRICIO H. RANDLE
Una geopolítica groseramente materialista ha querido identi­
ficar la patria
al suelo sin reparar que, aunque entre ambos hay
un vínculo profundo, la primera es un valor espiritual. Cuando
los latinos hablaban
de terra patrum estaban atribuyendo al suelo
las virtudes de la paternidad, del linaje y hasta de los
númenes
(o dioses fabulosos de los paganos) o de los genlus loci (genios
del lugar).
Es que a la tierra la enriquecen el hombre, las comunidades,
las naciones.
Es de esa interacción que surge la patria no como
una abstracción romántica, sino como una realidad de contornos
clásicos, realistas. El territorio -ffsico-solo no conmueve, no
impulsa a defendérselo; son las esencias espirituales que se alo­
jan
en él las que lo potencian. Los paganos, con su religión ele­
mental y antropomórfica lo tenían bien claro.
Las religiones
monote!stas fueron más explicitas aún; los hebreos
con su "tierra
prometida" y los musulmanes
con la "hégira" y su consecuente
expansión territorial, aunque llevándolo demasiado lejos.
El cristianismo primigenio también fue sensible, aunque la
formulación de
una "patria espiritual" -el cielo-pudo introdu­
cir cierta confusión como el calvinismo
que pone todo su énfasis
en la vida pública de Jesús -sin hogar, ni lugar-según la tesis
de Jacques Ellul (1).
Quienes implícitamente se mofan del concepto de patria
ignoran u olvidan
que en las guerras convencionales de antes los
hombres morían
por ella voluntariamente o, como decia Chester­
ton (2) -a principios de los años '20-morían "por aquellas
cosas por las que siempre vivieron: las casas donde moraban, los
templos que veneraban y los jefes y representantes que conocfan ",
mientras que ahora -continúa-se les impele a morir ''¡Jor los
últimos recursos acerca de remotas colonias (formales o informa­
les)
aparecidos en periódieos Insignificantes" (prefiguración de
los
media de hoy dia).
Cómo
no se irían a preocupar los gobernantes de los Estados
Unidos
por el número de bajas -unas pocas decenas--en una
(1) }ACQUES Euut, Sansjeu, ni lieu, París, 1975.
(2) G. K. CHHSTERTON, St. Francis of Assisi, London, 1923.
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EL TERRITORIO A LA LUZ DE LA GLOBAUZACJÓN
guerra como la del Golfo si en la de Vietnam hablan muerto sol­
dados
en un lugar extraño, desconocido, donde no sabían lo que
defendían ni siquiera adónde quedaba. Ciertamente costaba
mucho convencerlos
que luchaban "por la patria", era imposible
compararlos
con los legionarios romanos que extendían la ciu­
dadanía de Roma a los últimos confines, a pesar de
no tener
medios de comunicación artificiales, ni cultura pop a su servicio,
ni expandir el consumo de sus productos.
Aunque
no literalmente, la patria puede extender el sentido
de terra patrum cuando conlleva las virtudes de una cultura muy
arraigada, cuando se hace verdaderamente raigambre.
No
es ninguna novedad que el mundo moderno acentúa la
desproporción entre lo artificial y lo natural
en todos los órdenes
de la vida humana: el ámbito vital, la alimentación, los traslados,
el vestido, las comunicaciones, todo
depende cada vez más de la
inventiva, de la industria,
de los materiales sintéticos.
En esta tesitura,
el significado del territorio también ha sufri­
do una transformación. Otrora venía íntimamente vinculado a la
tierra como interminable fuente nutricia o como soporte físico
de
la ciudad en tanto colonia natural de la familia al decir de
Aristóteles. En la medida
que el hombre ha construido una superestruc­
tura artificial hasta culminar
con rascacielos, autopistas elevadas,
tráfico aéreo, el suelo va
perdiendo parte de su antigua utilidad.
Pero eso no implica que haya perdido su significact6n, ni menos
aún que haya perdido su importancia. Si los cultivos hidropóni­
cos
pueden prescindir del suelo natural esto no quiere decir que
puedan prescindir de minerales que, en definitiva, provienen del
suelo o de las entrañas
de la Tierra.
Por mucho que se piense que ahora el territorio ha perdido
relevancia, lo cierto es que de una manera u otra reaparece
cumpliendo un rol de capital importancia para la vida del hom­
bre. Todos los argumentos en contra de esto son de carácter
meramente excepcional o circunstancial.
El territorio como
espacio sustancial -no ya sólo virtual-no ha desaparecido ni
desaparecerá mientras quede un solo hombre sobre la faz de la
Tierra.
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PATRICIO H. RANDLE
Nadie discute que en la actualidad la otra neta distinción
entre territorio rural y territorio urbano
es aleatoria, no sólo en
sus bordes sino en si mismos.
Que el campo se urbaniza a pasos agigantados no es nove­
dad.
Ya en los años '50 los sociólogos norteamericanos acuñaron
la expresión "rurbanización" para denominarlo. Ahora, lo nuevo
es la emergencia de las megalópolis o ciudades
en red -según
el criterio de Jean Gottmann-o sea grandes regiones metropo­
litanas
con un tejido urbano relativamente abierto y cuyo proto­
tipo
es la megalópolis de la costa este norteamericana que se
extiende desde Boston hasta Washington D.C. (3).
Pero que este fenómeno, esta tendencia, suponga una altera­
ción de identidad del concepto territorio parece una grosera
exageración. Porque
por mucho que se haya modificado su
estructura en el mundo contemporáneo, el espacio territorial
sigue existiendo como tal. No
ha perdido su importancia por
mucho que hayan cambiado sus atributos o su rol funcional.
La malla tradicional aldeana que estructura el espacio rural,
que hincaba sus
raíces en el territorio, está condenada a desapa­
recer hasta
en los más recónditos lugares del mundo (4). Los
modos de producción capitalista van arrasando con este sistema
descentralizado, simple, a base de
un repertorio limitado de bie­
nes intercambiables. De pronto irrumpe una oferta tan vasta
como variada.
Lo que, en teoría, podría haber servido tanto en
un sentido como en otros, es decir, como estructura de exporta­
ción, como de importación, es abruptamente alterado.
En la Argentina tenemos
un ejemplo. El de la red ferroviaria
que al llegar a las más remotas regiones del N.O. sirvió más para
introducir importaciones
que para dar salida a las exportaciones.
Pensado para la pampa cerealera y ganadera donde
su función en
un solo sentido era obvia, en el lejano interior fue más el trastorno
que el beneficio económico que produjo porque fomentó
más la
importación que
la exportación. Este es un ejemplo reducido de lo
que implica todo lo global, exhaustivo, centralista por naturaleza.
(3) Cfr. ]EAN GoTIMANN, Mega/ópo/is, M.I.T., 1961.
(4) CLAUDE RAFFF.snN, Pour une géographie du pouvoir, Pañs, 1980, pág. 163.
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EL TER.RITORIO A LA LUZ DE LA GLOBALIZACIÓN
Resulta sorprendente y hasta sospechoso cómo se entrelazan
factores aparentemente inconexos cuando los enmarca la ideolo­
gía.
Si, por un lado, el mundialismo propone poner mayor énfa­
sis
en las autonomias regionales -políticamente débiles y hasta
folklóricas-para minar a los Estados nacionales, por el otro se
exacerba
una tendencia natural como es el arraigo al territorio
hasta llevarlo a extremos dialécticos.
Claude Raffestin
en Pour un Géograpbte du pouvoir denuncia
el drama de la desterrttorlalizacfón, la crisis de la terrltorlaltdad
concomitantes con el desarraigo que sufre el hombre en el
mundo postindustrial. As! pues descubre que "la perten.encia a
una Sociedad pasa por
la pertenencfa territorial sensu lato" (5).
De este razonamiento lógico e inobjetable Raffestin deduce
consecuencias
un tanto atrabiliarias como la de que "la.protesta
regional rara vez es únfca y converge con otras tales como el femi­
nismo, la autogestióny la ecologfa"(sic) (6). Y para destacar aún
más esta opinión se apoya en Renaud Dulong quien en su libro
Les régions, l'Etat et la Société loca/e (7) sostiene que esas cuatro
protestas están ligadas,
lo que significa simplemente que no se
podría ser autogestionarlo, sin ser partidario de una liberación
completa de la mujer y de las autonomías regionales (8).
También es curioso que los abogados de las autonomias
regionales, enemigos acérrimos de las capitales nacionales, se
entreguen, sumisos, a la propuesta mundialista. Entre nosotros
tenemos el sonado caso
de cierto movimiento patagónico que en
un momento dado hasta jugó con la idea de la secesión, uno de
cuyos difusores era un confeso y declarado admirador de
Zbignew Brzezinski (9).
Al respecto conviene poner los puntos sobre las les. Una cosa
es defenderse de los abusos
del centralismo y otra embarcarse en
un regionalismo de sustrato ideológico. Tampoco es racional
(5) op. cit., pág. 166.
(6) Jbfriem.
(7) Par1s, 1978, pág. 163.
(8) Cfr. CI.AUDE RAFl'EsTIN, op. cit., pág. 166.
(9) Ex ministro de Educación del Dr. Alfonsín, Dr. Julio Rajneri, propietario
del diario
Rio Negro.
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PATRICIO H. RANDLE
combatir exclusivamente el centralismo a escala nacional y acep­
tar sin queja el internacional o practicar el centralismo en menor
escala donde las capitales provinciales son más absorbentes rela­
tivamente
que las capitales federales.
Sobre la circulación fluida, global
en materia de transporte o
de comunicaciones, la cual se exalta ahora como un bien intrín­
seco, hay que pensar que, como dice Ives Stourdze, tmprtme su
orden y es signo de poderío (10). Es evidente que, de siempre,
para gobernar
con eficiencia es menester dominar el "espacio­
tiempo". Con mejor transporte y comunicaciones el dominio
es
más efectivo. Razón por la cual recién ahora se plantea con otra
óptica y factibilidad la hipótesis de
un gobierno mundial.
Se ha dicho que nuestra era comenzó con las naves de Colón
que descubren un nuevo espacio y con los caracteres móviles de
Gutemberg que aceleran el tiempo de la circulación de las ideas.
Sin
duda alguna estamos llegando a la culminación de esta etapa
con los últimos avances
en materia de transporte y comunica­
ciones.
El ritmo de la innovación tecnológica de la segunda mitad de
este siglo es probable que vaya a aminorarse.
Ya hay signos de que
hemos superado el frenesí del cambio
por el cual, por ejemplo, las
fábricas de automóviles
debían producir un modelo diferente cada
año y descartar la fabricación del de el año anterior.
Lo mismo ocurre en aviación cuando uno piensa que los
"Jumbo" ya llevan 25 años sin mayores modificaciones o que los
"jet" ya cumplieron cuarenta años o que el "Concorde"
no fue
capaz de servir de prototipo
de una producción en masa.
fil espacio puesto en cuestión
Tantas expresiones poniendo en duda la importancia o el
valor del espacio y del territorio inducen a pensar
que el hombre
actual está sometido a
una tendencia dominante: la de privilegiar
lo abstracto y lo virtual
sobre lo real, la comunicación electróni-
(10) Cfr. CLAUDE RAl'FEsTIN, op. cit., págs. 182-183.
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EL TERRITORIO A U LUZ DE LA GLOBAUZACIÓN
ca sobre la personal, el código sobre el lenguaje, la convención
sobre la razonabilidad y el sentido común.
Por mucho
que se pueda argumentar sobre "el cambio inne­
gable", la "transformación inexorable" de "el mundo que viene",
en el cual el territorio, las fronteras y el hombre de carne y hueso
"pasaron de moda", lo cierto es que "el espacio está allí".
Y lo
que en todo caso pasa es que se está perdiendo la sen­
sibilidad para percibir
su presencia.
Joshua Meyrowitz, en la portada de su libro No sense of
Place (11), puso la famosa opinión de Marshall Me Luhan que
reza así: Nada puede llevarse más lejos del espíritu de la nueva
tecnología que aquello
de: 'un lugar para cada cosa y cada cosa
en su lugar'.
¿Por qué hay quienes se dejan seducir por cualquier cosa que
contradiga al sentido común? Si bien este dicho -como todos­
se puede permitir excepciones, lo cierto es que es acertado como
regla general.
La prueba es que Jo contrario: "varios lugares para
cada cosa y varias cosas en un mismo lugar", generaña el princi­
pio del caos.
Que la tecnología permite salirse de la regla es verdad, pero
que la tecnología tenga un espíritu es, por Jo menos, aleatorio.
Esta actitud de pretender
que todo ha cambiado gracias a la
tecnología, y
en particular la naturaleza del espacio, es uno de
los argumentos que motivan este nuestro libro.
Es verdad que la tecnología pueda cambiar las cosas de lugar
de modos insólitos -¿qué son los archivos de información alma­
cenados
en una computadora si no?-, pero ese "orden" no tiene
validez universal,
no es Jo natural, es totalmente artificial y como
tal útil a
un solo propósito.
Lo de un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar es
verdad,
pero también es dramático. Primero de todo porque la
cita infiere
que no sólo el avance de la tecnología es irreversible
sino
que su espíritu es irrefragable (que no se puede contrarres­
tar). Pero además
porque más allá de su derrotismo implica que
(11) JosHUA MEYR.owrrz, No sense of Place, New York/Oxford, 1985.
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PATRICIO H. RANDLE
avanzamos en los medios pero tenemos los fines cada vez menos
definidos.
Si no hay un m!nimo orden entre cada cosa y su lugar vamos
al caos.
Lo cual no implica que haya movilidad pero que, al
menos, haya
un orden de base.
Meyrowitz comienza su libro evocando
el asesinato de Lee
Harvey Oswald (el sospechoso de haber asesinado al Presidente
Kennedy) delante de las cámaras de televisión y señala
que quie­
nes vieron
el programa probablemente aseguren ser testigos de
su muerte.
El 24 de noviembre de 1963, Jack Ruby baleó y mató a Lee
Harvey Oswald, el supuesto asesino del Presidente John F.
Kennedy. El ttro fue transmitido en vivo a millones de nortea­
mericanos. Quienes
vieron el hecho por televisión probablemen­
te afirmarían que había
"atestiguado" el asesinato, o sea, que lo
vieron de "Primera mano", pues esta claro que la televisión y los
media electrónicos en general han cambiado sensiblemente el
significado de la presencia física
en la experiencia de los hechos
sociales. En
una época la presencia física era un prerrequislto para la
experiencia de la primera mano ... Pero ya no es así .
. . . La evolución de los "media" ba hecho disminuir el signifi­
cado de la presencia
física en la experiencia de la gente y de los
hechos .
. . .
uno puede comunicarse "directamente" con los demas sin
necesidad de encontrarse en el mismo lugar (12).
Ciertamente, el grueso de la argumentación es válido hasta
que -y este no es el caso único-quien asi razona se excede
en su simplificación. "Directamente" quiere decir sin nada que se
interponga, esto es, "cara a cara" y este no es el caso de los
"media" precisamente. Lo cual no impide afirmar que la impor­
tancia de la puesta
en escena espacial haya multiplicado sus
efectos.
Que la gente imagine ser testigo presencial no le disminuye
el valor de testimonio del verdadero testigo.
(12) op. cit., pág. VII.
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EL TERRITORIO A LA LUZ DE L4 GLOBAllZACIÓN
Aun dentro del bogar los "media" han reformado el signifi­
cado de los habitantes individuales. En un momento dado los
padres podían disciplinar a un niño enviándolo a su dormitorio:
una manera de ex-comunicarlo de la interacción social. Tal caso
asume hoy
un sentido totalmente diferente si el dormitorio infan­
til está conectado al mundo exterior mediante la televisión, la
radia, el teléfono o la computadora.
La conclusión que saca el autor es que donde está uno tiene
cada vez menos que ver con
lo que uno sabe y experimenta.
Los "media" electrónicos han alterado el significado del espa­
cia y del tiempo para la Interacción social.
Curiosamente así razona el hombre vulgar -consciente , o
inconscientemente-y no hace ninguna falta poner más énfasis
en lo que se convierte en un Jugar común. Pareciera que se quie­
re disminuir la importancia de la noción natural
de espacio y tiem­
po en vez de denotar en qué sentido se Je agregan otros enfoques.
Es, por Jo pronto, apresurado afirmar que se ha cambiado el
significado de espacio
y tiempo como si se hubiere modificado su
esencia. Pero esto no es demasiado sorprendente porque el hom­
bre moderno tiende a olvidar lo
que permanece inmutable de las
cosas para encandilarse exclusivamente con
Jo que cambia.
Otro aspecto de la cuestión es confrontar las caracteñsticas
de la innovación tecnológica
en materia de comunicaciones y sus
efectos
en las relaciones sociales; lo cual no sólo es perfecta­
mente razonable, sino hasta necesario, si no queremos dejarnos
arrastrar ciegamente por los fines (o la ausencia de fines) del pen­
samiento técnico.
Por cierto que un preso con televisión en su celda está menos
preso
y que las computadoras han penetrado todos los ambien­
tes sociales desde el dormitorio infantil hasta las salas
de Direc­
torio de las corporaciones. Y
que ello permite imaginar un giro
completo
en la percepción social.
Los sociólogos hace tiempo notaron que la gente se comporta
de otra manera
en diferentes "sltuacianes" sociales dependiendo
de dónde
se encuentre y con quien (13). Razón de más para atri-
(13) op. cit., pág. VIII.
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PATRICIO H. RANDLE
buir importancia a la "situación" espacial -relativa o absoluta­
y no justificativo para afirmar que "ahora" el espacio no tiene
importancia.
Lo que si ocurre es que ahora el hombre puede
cambiar de lugar más fácilmente y que los media crean entornos
sociales. Pero
de ello ¿puede inferir, como hace el autor, que se
ha debilitado la otrora fuerte relación entre el lugar jisico y el
lugar social.
O que mientras perdemos el viejo sentido de lugar
ganamos nuevas nociones de comportamiento social e
identi­
dad? (14).
De
nuevo se pretende reemplazar "el viejo sentido de lugar"
como algo perimido
en vez de sumarle otros atributos que son
producto del "adelanto" tecnológico. Lo que ocurre con el espa­
cio ocurre
con el tiempo. ¿Acaso gana el hombre aboliendo el
pasado, la sabiduña tradicional, la noción de
orden natural para
sustituirla
con la filosofía superficial emergente de los adelantos
técnicos?
El equivoco proviene seguramente -como en otros casos-­
de hablar del espacio, del lugar cualificado en vez de tal como
es naturalmente. En este caso se habla de espacio social y de alli
la confusión.
Evidentemente si hablamos
de distancias sociales, los media
las han alterado de raíz. (No olvidar que la Sociología es una
ciencia relacional). Pero así como las distancias sociales no son
las distancias físicas y reales (comunes) habria (metafóricamente
hablando) espacios sociales.
¿No se estará abusando de la metá­
fora cuando
se habla de la distancia entre el señor feudal y el
siervo, entre el Presidente Director General y el ascensorista?
Pero lo mismo
que en la frase de McLuhan, Meyrowitz en su
juicio sobre el asesinato de Oswald, plantea la misma tesitura
-por otra parte muy divulgada-según la cual una diferencia de
grado puede llegar a convertirse en un diferencia de esencia.
Expliquémonos.
Que /a evolución de los media ha hecho
· decrecer el significado de la presencia jfslca (15) puede admitirse
hasta cierto punto. También
es cierto que uno puede comunicar-
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(14) Dp. cót., pág. IX.
(15) Dp. cit., pág. XII.
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EL TERRfl'ORIO A LA LUZ DE U GLOBAllZACIÓN
se "directamenie" con otros sin reunirse en el mismo lugar y como
resultado
de ello las estructuras físicas que otrora dividían a
nuestra sociedad en muchos y distintos escenarios espaciales para
interactuar se han visto notablemente reducidos en su signtftca­
do social (16).
Pero, de nuevo insistimos, estas diferencias de grado no
hacen a la esencia. Los contactos cara a cara ~necesariamente
en un lugar dado-son inefables y jamás podrán ser igualados
por medios artificiales por muy electrónicos que sean. Aclarado
el
punto podemos aceptar e incluso indagar con interés los mati­
ces
que presenta la transformación en curso.
Sin
duda el mundo moderno en este, como en otros respec­
tos, tiende a confundir hechos y valores; lo cual
no impide que
las cosas conserven su sentido intrínseco.
Devaluación y revaloración del territorio
Quienes insisten en devaluar el espacio territorial suelen
hablar
de distancias psicológicas, o sociales, o económicas o polí­
ticas, lo
que no es tan metafórico como vulgarmente se cree y a
lo
que nos referiremos especialmente luego. w razón es que la
distancia
no constituye por sí misma una entidad ~ui generis'
independiente. Ella es esencialmente una relación y como toda
relacf6n recibe únicamente su valor objetivo de sus té.rminos o
puntos de apoyo
(17). ·
Lo cual no debe conducir, empero, a decretar la "muerte del
lugar"
por la matematización cartesiana de las ciencias natura­
les (18),
que es lo que incluido en el pensamiento político lo
vuelve abstracto.
Menos filosóficos
son los razonamientos de quienes, sobre la
cresta de la ola de la globalización, hacen gala de "realismo", esa
(16) op. cit., pág. VIII.
(17) D. Nvs, La notion d'espace, Louvain, 1929, págs. 189-190. Citado por
Mwo SACCHI, El espacio enigmático, Buenos Aires, 1998, pág. 112.
(18)
MARIO SACCHI-, op. cit., pág. 106.
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PATRICIO H. RANDLE
mentalidad utilitaria y pragmática que se pregunta sólo ''¿para
qué sirve?''. '~cómo funciona?~ que, como agrega un autor, quizá
sea buena para relacionarnos con las cosas, aunque me temo que
tampoco estoy demasiado seguro de
ello. Lo que por analogia le
lleva a sospechar que
a ese pragmatismo se debe, por ejemplo, el
deterioro ecológico, pues
cuando ya no somos capaces de distin­
guir en un bosque 24 tonos diferentes de verde sino tan sólo cal­
cular
los beneficios que produciría talar/o resulta casi inevitable
la destrucción de la naturaleza
(19).
Y es que resulta muy fácil que quienes están dominados por
la mentalidad científico-técnica que niega la contemplación (el
saber científico) y la autoridad del pensamiento clásico
se lancen
alegre e inconscientemente a hacer afirmaciones
que deberian
ser rechazadas de plano por todo el mundo si no fuera que
encierran, en el fondo, un sustrato utilitario ante el cual se rinde
hasta la inteligencia.
Richard Rosencrance
--director del Center Jor International
Relations
de la Universidad de California-sostiene seriamente la
tesis de
que "el territorio pasó de moda" en un artículo suyo
publicado
por el órgano del Council on Foreígn Relatlons (20)
sobre
el cual volveremos. Mientras tanto, pernútasenos destacar
que no se trata de una opinión circunstancial de un periodista
sino de
un profesor universitario de Ciencia Política que refleja
toda
una tesitura mental que se resume en forma de un slogan
con fácil aceptación del público inadvertido. Y encima, publica­
do por uno de los órganos de mayor poder global.
Más allá de
que la moda no legitima nada, más bien señala
el carácter pasajero, eflmero, de una convención o, en el mejor
de los .casos, de un uso o costumbre, el territorio posee una enti­
dad que exige un tratamiento más serio.
fero Rosencrance no parece percibirlo. En cambio, pretende
que hay razones de orden económico que han alterado la esen-
(19) LUIS GoNZÁLEZ CARVAJAL SANTABÁRBARA, La Iglesia ante el reto de las nue­
vas culturas, lsidorianum, Sevilla, vol. 6, núm. 12, 1997, pág. 456.
(20) RICHARD RosENCRANCE, The Rise ofthe Virtual State, Foreign Affairs, vol.
75, núm. 4, july-august, 1996.
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EL TERRITORIO A LA LUZ DE LA GLOBALIZACIÓN
cia de las cosas, como que desde mediados de siglo el precio de
las
"commodities" han caído casi un 40% en relación a los pro­
ductos manufacturados,
según la Revista del Banco Mundial (21)
lo
que implica que las ganancias del comercio de manufacturas
supera ampliamente a
las de las exportaciones agrícolas (22).
Otro argumento tendente a subestimar el valor del territo­
rio
es que en medio de esta declinación, los años '70 y '80 han
generado un nuevo prototipo político: el Estado comerciante, de
lo cual no cabe duda por más que se insista en revestirlo de
ideales democráticos que antes de buscar su expansión territo­
rial
pone al intercambio comercial como su finalidad funda­
mental (23).
Habña que preguntar qué naciones ya no buscan su expan­
sión territorial.
¿No será las que ya lo lograron? Porque en África,
y en América del Sur, por ejemplo, no se pueden descartar que
no sobrevivan reivindicaciones de tipo territorial.
Ya veremos que luego Rosencrance insiste en que los países
desarrollados prefieren
inundar los mercados del mundo antes
que adquirir territorios, porque el Estado que
ba realizado el pro­
pio redimensionamiento -
"downsizing" en el original-de sus
capacidades
en el territorio, lo cual seria la consecuencia lógica
de esta emancipación del suelo
(24).
Habría que ver cuán "emancipados" del suelo están las
potencias centrales y por qué hay tanto interés en difundir esta
"filosofía" anti-territorial
en el resto del mundo.
Por lo demás, como
una demostración de aquella tesis el arti­
culista evoca el caso de la guerra del Golfo:
cuando Saddam
Hussein pensó que al
lkgar al Kuwait iba a poder echar mano
de los ingentes fondos de ese país, para encontrarse con que todo
el dinero babia sido transferido electrónicamente.
O sea, que la
conquista territorial había perdido sentido
(25).
(21) Tbe WorldBankEconomicReview, 1988, vol. 2, nóm. 1, págs. 1-47.
(22)
RICHARD ROSENCRANCE, op. cit., pág. 49.
(23) Ibidem.
(24) op. cit., pág. 46.
(25) PATRICIO H. RANDLE, "¿El territorio pasó de moda?", Revista de la Escuela
de Guerra Naval, Armada Argentina, núm. 45, junio 1997, pág. 133.
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PATRICIO H. RANDLE
Pero como concluimos argumentando al comentar anterior­
mente este artículo, la conclusión
es engañosa, pues ¿qué hizo
Kuwait sino financiar la onerosa lucha por recuperar el territo­
rio perdido; territorio que,
por lo visto, no habla "pasado de
moda"? (26).
Sin
duda se trata de hechos incontrovertibles, pero, como
siempre sucede, los hechos sol~ no convencen si no van acom­
pañados de razones y de significaciones.
Otro argumento esgrimido para afirmar
que "el territorio pasó
de moda" es que en dichos países superindustrializados se ha
producido una emancipación del suelo. Para fundar lo cual se
acude al muy socorrido ejemplo del Japón:
una nación con poco
territorio y pocos recursos naturales.
Está claro
que son los países desarrollados y centrales los que
prefieren Inundar los mercados del mundo antes que adquirir
temtoriosporque
han realizado su propio redimensionamiento y,
en general, no sufren ninguna presión demográfica sino todo lo
contrario.
Pero volviendo
al razonamiento de que el temtorio tiene un
valor más vulnerable que el capital, el trabajo o el "know bow" (27),
nada de esto implica que una cosa no necesite de la otra. Los
servicios han aumentado su importancia, especialmente en los
países que se han enriquecido previamente con las manufacturas,
pero la industria no funciona sin materia prima y finalmente esa
materia consiste
en recursos naturales que se hallan en algún
territorio, propio o ajeno.
Vale decir que aunque hoy haya perdido valor, el territorio lo
va a recuperar
en la medida que los recursos naturales se vayan
haciendo más escasos. Paul Ehrlich, como tantos otros, prevé
un
agotamiento de determinadas materias primas y, en consecuen­
cia, su revalorización. Y
no hace falta ser profeta para entenderlo.
Hablando de otro conflicto reciente llama la atención
que sea
un distinguido periodista británico, SimonJenkins, que fuera "edi­
tor" de
1be Economist de Londres, en un articulo publicado en
(26) Loe. cit.
(27) ÚJC. cit.
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EL TERRITORIO A LA LUZ DE LA. GLOBALIZACIÓN
The Times (9-I-1998), escribiendo sobre las Malvinas dice: "olví­
dense de los reclamos históricos: esto es meramente sentido común
geogrdfico ... "(28). Lo que quiere significar es que la proximidad
de las islas de la Argentina continental es algo definitivo y segui­
rá gravitando sobre la cuestión cualquiera
que sea el enfoque que
se adopte diplomáticamente.
Ciertamente que se trata de sentido común, pero también es
cierto que se lo ha perdido fácilmente con el argumento de que
las fronteras no durarán mucho más, o que las distancias se han
acortado hasta perder casi su importancia. En suma, que lo espa­
cial-territorial
no es argumento de nada.
Ahora este periodista de fuste rescata la
idea básica, olvida­
da o eclipsada
por enfoques a la moda, sofisticados pero que
han perdido toda sensatez. De donde se puede colegir que, aun
en conflictos tan agudos como el de las Malvinas, la tendencia
hacia la desespacialización no contribuye a hallar ninguna solu­
ción.
Al contrario por carecer de sentido común se puede agravar
la confusión. De
donde la aproximación clásica al problema no
sólo es más veraz y realista, sino que es más operativa que las
propuestas inficionadas de "novedades" metodológicas, sofistica­
das, como las
que suponen el descarte del factor territorial como
elemento fundamental.
Levantando
un poco más la mira vale la pena referirse al pen­
samiento de Car! Sclunitt (1888-1985) y su.teoria de los grandes
espacios
(grosso raum) en cuanto no sólo implica una correcta
valoración del factor territorial sino
una visión casi profética de
lo
que él llama universalismo y que se confunde con la versión
actual del globalismo.
Schmitt sigue
en líneas generales la geopolítica de Friedrich
Ratzel y de Rudolf Kjellén. Según Cagni, a
quien seguiremos en
su ensayo sobre la teoria schmittiana de los grandes espacios (29)
es el espacio el que condiciona la vida de un pueblo; cuanto
(28) The 11mes, 9-1-1998.
(29) HoRACIO CAGNI, "La actual revalorización de la teor1a schmittiana de los
grandes espacios",
Revista de Estudios Estratégicos, núm. 16, julio 1997.
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PATRICIO H. RANDLB
mayor es el espacio mayores son las postbiltda s de desarrollo y
predominio
(30).
Hoy "está de moda", podrfamos decir adop ndo la expresión
introducida por Rosencrance, mencionar los e os de paises que
como Italia o Japón, con poca extensión y sin e cursos naturales
han trepado hasta colocarse dentro de las si te naciones más
ricas del mundo. Pero de ello nos ocuparemos
ás adelante. Por
ahora fijémonos si ser
un país rico es igual q e ser una nación
poderosa.
La riqueza suele concebirse en a o, el poder en
potencia. Ejemplo: Brasil no es rico pero es po eroso.
Algo
así como la antítesis de Italia y Japón
Sin ser el factor principal y sin caer en un d terminismo cerril
el territorio
es algo que, cuando menos, no se puede descartar.
Ocurre lo mismo que con las hipótesis de conflicto: desconocer­
las
no implica que desaparezcan. Tampoco el espacio; por
mucho que este se halle condicionado por la tecnología y los
modos del desarrollo socio-económico actual y
a pesar de
que se
lo discuta, el espacio está
alli. Así la tierra como el mar; el espa­
cio más vasto y unido.
En 1939,
en vísperas de la Segunda Guerra mundial Scbmitt
publica
un breve ensayo: "Grandes espacios contra universa­
lismo. Lucha de pueblos y doctrina Monroe"
(31). Volveremos
sobre
esto al tratar el tema del territorio en el contexto de la
geopolítica.
Que la tierra ha tenido, tiene y seguirá teniendo un significa­
do que va más allá de lo material es indiscutible. Por eso es que
dificilmente vaya a devaluarse. Podrá "pasar de moda" en el sen­
tido somero del término,
pero no va a desaparecer. No hace falta
ahondar la
teoría. Hay ejemplos concretos que nos eximen de
argumentar. Pero eso seria materia para otra ocasión.
310
(30) Ibódem, pág. 123.
(31) ./LJc. cit.
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