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Número 373-374

Serie XXXVIII

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Alfred M. Zayas: Los anglo-americanos y la expulsión de los alemanes, 1944-1947

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paterna; la trayectoria académica, deteniéndose en la enseñanza
primaria, secundaria y universitaria; y
finalmente, la cualificación
profesional.
Si las primeras trescientas páginas introducen los frutos
de
la encuesta recorriendo los anteriores parámetros, con medidas
llamadas a la historiografía y la memoriallstica recientes, y juicios
que no siempre se han de compartir, las más de quinientas restan­
tes disponen los datos
en cuadros imprescindibles para quien desee
empeñarse
en investigaciones particulares.
Se ha dicho que las monarquías plantan árboles mientras que
las repúblicas los talan. Eran otros tiempos. También los scbolars
de corto alcance se azacanan con productos de adobo, muchas
veces precocinados, mientras que los intelectuales de raza están
tocados
por la magnanimidad que les lleva a acometer grandes
empresas, precedidas siempre, sin excepción,
por la labor pa­
ciente, callada, monacal.
MIGUEL AYUSO
Alfred M. Zayas: LOS ANGLO-AMERICANOS
Y
LA EXPULSIÓN DE LOS ALEMANES,
1944-1947 (')
¿Cuántos españoles saben que al finalizar la Segunda Guerra
Mundial se produjo la deportación de quince millones
de alema­
nes? Una de las consecuencias más trágicas
de la contienda e·s,
fuera de Alemania, prácticamente desconocida, obviada por la
historiografía actual,
que en el mejor de los casos despacha en
cuatro líneas.
La deportación masiva de alemanes miembros de las mino­
rías germanas del centro y este de Europa: Países Bálticos,
Memel, Danzig y Sudetes, y los habitantes de Prusia Oriental,
Brandemburgo, Silesia y Pomerania, las regiones orientales del
Reich
que le fueron amputadas. en beneficio de Polonia, se reali­
zó forzosamente, sin ningún tipo de indemnización o compensa­
ción, y
en unas condiciones tan espantosas que provocaron la
muerte de más de dos millones
pe personas, a causa del hambre,
(•) Historia XXI, Barcelona, 1999, 274 págs.
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las enfermedades, las penalidades sufridas o los asesinatos lleva­
dos a cabo
por los soviéticos, checos o polacos. Hacinados en
vagones de ganado, o andando cientos de kilómetros, millones
de desgraciados desposeídos
de todos sus bienes, hostigados,
ateridos, maltratados, miles de mujeres violadas, se volcaron
en
lo que quedaba de una destrozada Alemania, abandonando la tie­
rra
en la que habían nacido y en la que sus antepasados vivieron
y prosperaron durante generaciones.
Entre los días
17 de julio y 2 de agosto de 1945 se reunen en
Postdam Roosvelt, Stalin y Churchill para tratar sobre la suerte de
la derrotada Alemania y proceder al reparto de sus despojos.
El
articulo XIII del Protocolo suscrito a raíz de la Conferencia autori­
za las deportaciones, pero bajo el control de las potencias firman­
tes para
que se realizaran de forma "gradual y humana", de modo
que dichas potencias
son corresponsables de los brutales abusos
que
se produjeron. Los alemanes no fueron trasladados hacia el
oeste, sino violentamente expulsados, sañudamente tratados
y, por
miles, cobardemente asesinados. Las matanzas comenzaron antes
de finalizar la contienda, cuando el Ejército Rojo irrumpió en Prusia
Oriental
en octubre de 1944, siendo especialmente espantosas las
llevadas a cabo
en Nemmersdorf, Goldap y Gumbinnen, publeci­
tos agrícolas
en los que los soviéticos no respetaron las vidas ni de
mujeres, tú de niños, tú de ancianos.
Cabe preguntarse el porqué del silencio que rodea a estos
trágicos sucesos y sólo podemos esbozar una respuesta pensan­
do que los vencedores han preferido correr un tupido velo sobre
tan dantescos episodios
que suponen un siniestro chafarrinón
sobre los ideales
por los que decían combatir y de otro lado, por­
que los alemanes asumieron su tragedia como u.n castigo bíblico
que había que aceptar sin quejas ni posteriores reivindicaciones,
por lo que, coherentemente, tampoco han mostrado un vehe­
mente
empeño en darla a conocer.
Alfred
M. Zayas, jurista e historiador norteamericano, forma­
do en Harvard y doctorado en Gotinga, ha destacado como
experto
en Derecho Penal Internacional, ·en concreto por sus
aportaciones
en el estudio de los llamados "Crímenes de Guerra"
y "Crímenes contra la Humanidad", investigando aQllellos que no
se juzgaron ni condenaron por el Tribunal de Nuremberg, ni por
ningún otro. En su obra Nemesis at Postdam. Tbe Anglo-Americatis
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and the Expulsion so the Germans, publicada por vez primera en
Españá como Los anglo-americanos y la exjJU/st6n de los alemanes.
1944-194 7, Zayas analiza cómo se gestó la expulsión, cómo se
llevó a cabo y cuáles fueron sus trágicas consecuencias, viniendo
a llenar una importante laguna de la contemporánea literatura his­
tórica publicada en español. Muestra el libro con absoluta nitidez
las responsabilidades de los soviéticos y de sus auxiliares checos y
polacos
por una conducta que no puede ser calificada más que
como execrable, y deja entrever la de los aliados occidentales, sin
duda menor, pero
no por ello pequeña. No debe olvidarse que los
Estados Unidos y Gran Bretaña fueron parte
en los acuerdos de
Yalta y Postdam y dieron su conformidad a la expulsión masiva de
alemanes de las tierras que secularmente veruan ocupando y se
comprometieron a. que los traslados de población se realizaran en
condiciones humanitarias. Otra cosa es que norteamericanos y bri­
tánicos
no fueron quienes ejecutaron las expulsiones y que sovié­
ticos y satélites interpretaron abusivamente los términos de los
acuerdos, pero también lo es
que aquéllos nada hicieron para áli­
viar los sufrimientos de tantos desgraciados, contemplando con
indiferencia su triste suerte. Tampoco es de extrañar esa actitud
cuando miles de soldados alemanes prisioneros de los angloame­
ricanos morian
en los campos de internamiento por enfermedad y
desnutrición, cuando
poco antes se había bombardeado hasta su
aniquilamiento a
la indefensa ciudad de Dresde o cuando el
Secretario del Tesoro norteamericano Henry Mongenthau había
elaborado
un siniestro plan para convertir a Alemania en un
pequeño país exclusivamente agricola. Todo abuso permaneció
impune
en un ambiente en el que el pueblo alemán fue colectiva­
mente culpabilizado de las catástrofes de la guerra.
Es bien cierto que las heridas históricas deben cicatrizar y que
el futuro de Europa debe asentarse sobre el perdón de viejos
agravios. Pero también
sobre la verdad, ya que, como argumen­
ta
el editor del libro en el pr61ogo que le sirve de introducción,
"La Historia debe contarse tal y como fuei sin situar a unos eter­
namente en el papel de malvados, y adómar a otros siempre con
los atributos angelicales. Porque
no es el olvido, sino la verdad,
la
que debe ser la base de toda convivencia".
JOAQUÍN Rmz DIEZ DEL CORRAL
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