Índice de contenidos

Número 375-376

Serie XXXVIII

Volver
  • Índice

La tentación tradicionalista

LA TENTACIÓN TRADICIONALISTA
POR
ANTONIO SEGURA FERNS
En el capítulo V de la encíclica Pides et Ratio, dedicado a las
intervenciones del Magisterio en cuestiones .filosóficas, después de
señalar
que(§ 49), la raíz de la autonomía que goza la.filoso.fia
radica en el hecho de que la razón está
por naturaleza orienta­
da a la verdad
y cuenta en sí misma con los medios necesarios
para alcanzarla. Pero, la historia ha mostrado, sin embargo, los
errores en los que no pocas veces ha incurrido el pensamiento
.filosófico, sobre todo moderno.
No es tarea ni competencia del
Magisterio intervenir para colmar las lagunas
de un razona­
miento .filosófico incompleto. Por el contrario, es
un deber suyo
reaccionar de
manera clara y firme, cuando tests filosóficas dis­
cutibles amenazan la comprensión correcta del dato revelado y
cuando se difunden teorías falsas y parciales que siembran gra­
ves errores,
confundiendo la simplicidad y la pureza de la fe del
pueblo de Dios
(ibídem). En este tema hay que recordar lo que
dice la Divina Sabiduría en Ecclo, 16, 15 respecto las consecuen­
cias
inevitables de haber seguido un camino errado: Cada uno
recibirá según sus obras, porque, como recuerda la encíclica
Veritatis Splendor, § 38, Dios quiso dejar al hombre en manos de
su propio destino
(Ecclo, 15,14).
La Pides et Ratio señala cómo,§ 52, si la palabra del Magisterio
se ha hecho oir más frecuentemente a partir de la mitad del siglo
pasado ha sido porque en aquel período muchos católicos sintie­
ron el deber de contraponer
una .filoso.fia propia a las diversas
corrientes del pensamiento moderno. Por este motivo, el Magis­
teriO de la Iglesia se vio obligado a vigilar que estas .filoso.fias no se
Verbo, núm. 375-376 (1999), 451-463. 451
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA PERNS
desviasen, a su vez, hacia fonnas erróneas y negativas. Fueron
así censurados
al mismo tiempo, por una parte, el fideismo y el
tradicionalismo radical
por su desconfianza en las capacidades
naturales de la razón;
y por otra el racionalismo y el ontologis­
mo, porque atribuían a la razón natural
lo que sólo es cognosci­
ble a
la luz de la fe (1).
El tema del tradicionalismo no es de los más tratados en el
discurso filosófico actual.
Ni la Historia de la .filosofía moderna
de Vemaux (2), ni la Historia de la Filosofia de Chatelet (3), en el
tomo segundo sobre la Filosofia del mundo moderno, siquiera lo
citan. Entre los
que se ocupan del tema lo hacen en diferente
grado:
el tomo 9. º de la Historia de la .filosofia de F. Copleston ( 4)
dedica el capítulo
l." -págs. 21-36-al tema. Nicolás Abbagna­
no (5) dedica el capítulo X-págs. 195-233-al tema bajo el títu­
lo El retomo romántico a la tradición. Más centrado en el pro­
blema está la Historia de la .filosofia de T. Urdanoz (6) que dedi­
ca el capítulo
13 -págs. 570--001-que distingue entre el tradi­
cionalismo auténtico
del tradicionalismo mitigado, extraño cali­
ficativo
pues los autores que cita son los que la encíclica llama
tradicionalismo radical, aquellos que niegan la posible concor­
dia entre la
fe ttadicional y la razón y que es a lo que se refiere
la
Fides et Ratio.
Es interesante señalar que todos coinciden en inscribir el tra­
dicionalismo
en el marco romántico que entonces dominaba y
que era fruto legítimo del discurso filosófico emotivista que desde
tan opuestas posiciones como la de J. ]. Rousseau y la de Bias
Pascal primaban a los sentimientos,
i las raisons du coeur sobre
el discurso racional e, incluso, sobre el religioso de la Fe. De
hecho, entre los autores que clasifican como tradicionalistas hay
(1) Cita expresamente las condenas de L. E. Boutain por fideista; a Agustín
Bonnety por tradicionalista radical,
así como las condenas de Pío IX y de la
Congregilci6n del Santo Oficio al racionalismo y ontologismo.
452
(2) R. VERNAUX, Historia de la filosofla moderna, Herder, 1973.
(3) Editor FRANt;:OIS CHATELEI', Historia de la Filosofia, Espasa Calpe, 1976.
(4) FREDERICK COPI.$I'ON, Historia de lafilosofia, Ariel, 1980.
(5) NICOLÁS ABBAGNANO, Historia de la filosofia, Montaner y Simón, 1973.
(6)
ToóFIW URDANOZ, Historia de la filosojia, BAC, 1975, t. 4.2 .
Fundaci\363n Speiro

LA TENTACIÓN "TRADICIONAllSTA"
algunos que además de exponer una filosofía destacaron como
literatos. Ejemplos relevantes
son Chateaubriand y De Maistre.
Pero, incluso entre los padres del discurso político moderno,
Vallet (7), hablando de Montesquieu, muestra
que L 'esprit des /oís,
•en su conjunto ese capítulo VI, y en el contexto de su corres­
pondiente libro
XI, cuyo capítulo XIII habla tan elogiosamente
del
gobierno gótico, y compara el gobierno inglés, "que tiene
directamente como objeto
la libertad política" (cap. V), siendo el
gobierno gótico,
"la mejor especie de gobierno" (cap. VIII), que
fue "el fundamento de las antiguas monarquías moderadas y
libres del continente
europeo,.. Este componente histórico del
romanticismo literario en el tradicionalismo en su tensión con la
modernidad, también se da en España donde, por el contrario,
no se da el tradicionalismo radical-basta recordar la admiración
de Bécquer
en Cartas desde la Veme/a, por la belleza medieval
del monasterio
que le embargaba, pero que, finalmente, le hace
recordar que es un hombre de su tiempo y, por ende, opuesto a
cuanto la tradición subyugante estéticamente, significaba para él
existencialmente como hombre moderno y liberal.
La tentación
tradicionalista
del componente estético está también claramente
descrita
por el P. Coloma en Pequeñeces cuando el protagonista,
Jacobo, recuerda
que allá en tierras de Granada tenía él un cas­
tillo antiguo... con terrenos de labor y montes espesísimos donde,
desengañado de la Revolución, había soñado muchas veces el
combatirla, realtzando el ideal del Grande de España antiguo,
apoyado en el arado y en la espada, siendo a la
vez señor y pro­
tector de la comarca, padre de sus colonos
y, al mismo tiempo, su
caudillo.
Esta magistral descripción del P. Coloma, que conocía bien a
la aristocracia
de su tiempo, es, justamente la tentación tradicio­
nalista:
un negarse a aceptar el tiempo histórico en la realidad
existencial. Coloma, aunque inscrito en el realismo, al describir
la situación de su protagonista está describiendo, como podñan
(J) Véase JUAN B. VALLET DE GoYTISOLO, Montesquieu: Leyes, Gobiernos y
Poderes, Civitas, 1986. Premio de la Academia Montesquieu. Ver capítulo XI §, la
cita es de la página 382.
453
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA FERNS
hacerlo De Maistre o Chateaubriand, la weltanscbauung román­
tica
que transfiere el juicio ético al estético (8), que en el fondo
es pasarse del discurso trascendente de la filosofía del ser al dis­
curso
inmanente de la filosofía del conocer y del sentir humanos.
Lo cual, si lo llevamos a terreno filosófico, es incompatible con
la doctrina católica. Eso fue lo condenado
por la Iglesia obligada
a vigilar que estas filosoflas
no se desviasen, a su vez, hacia for­
mas erróneas y negativas .filosoflas como vemos en la Pides et
Ratio. En términos ontológicos, la tentación tradicionalista, subs­
tituye, consciente o inconscientemente, el
tiempo real por el tiem­
po de la Intuición, pues, en términos de Hartmann (9) •el tiempo
aparece
en la conciencia con un doble papel: como tiempo real,
en el que transcurren los procesos de la conciencia y como tiem­
po de la intuición en el que hacen su aparición los contenidos
de la conciencia• (pág. 208). Estos contenidos de la conciencia,
incluso
un mismo contenido determinado, responden no sólo a
la realidad
extra mentem o realidad efectiva, objetiva, objeto pri­
mero del
tiempo real, sino a los praecognita del proceso mental.
Pueden ser varios: uno es el precognitum religioso de la fe, y otro
el
de la razón, sea estrictamente cient!fica, sea del discurso cul­
tural o filosófico;
uno es el utilitario y otro el lúdico. Y, natural­
mente, el
estético. Estos praecognlta pueden incluso actuar con­
juntamente
y, por supuesto, antitéticamente. Así la estética puede
conjuntamente con la religión, con la cultura y con el placer. Pero
lo
que no pueden es ser substitutivos: la religión puede ser estéti­
ca;
pero no es la estética. Y lo mismo la utilidad o la cultura. Y
esto
es lo que ahora nos interesa porque, además del tradicio­
nalismo radical teológico
o .filosófico, incompatible con la fe cató­
lica como recuerda la
Fides et Ratio, la tentación tradicionalista
puede venir por la vfa estética del romanticismo.
La tentación tradicionalista es la añoranza, y esta se inscribe
necesariamente
en el tiempo de la intuición, pues es no algo real
(8) Vid. A. SEGURA, Ética y estética en la weltanscbauung romática, VERBO,
núffi. 329-330, págs. 1025 y sigs.
(9) N1cow HARTMANN, OntoWgía, Fondo de Cultura Económica, 1965, t. IV,
Teoría especial de las categorías.
454
Fundaci\363n Speiro

LA TENTACIÓN ~TRADICIONALISTA~
ante la vista, sino sólo un contenido de la conciencia El tiempo
real,
que es innegable en el devenir histórico, no transcurre en
vano y presenta reclamaciones ineludibles y no directamente
reducibles al
tiempo de la intuición, ni a ese substítulo visible que
es la realidad virtual televisiva o cinematográfica. En la función
judicativa,
no hay otro remedio que acudir, no a la verdad estéti­
ca,
sino a la verdad racional conocedora de la legalidad de lo real
material y de la realidad moral
que queda en otro plano: el de la
verdad de la
fe religiosa. Ello es porque la verdad religiosa es fun­
damentalmente moral
-aunque tenga connotaciones materia­
les--y, mientras que la realidad de lo material cae bajo la ley de
fuerza de la material (10), la ley de libertad del espiritu, no tiene
otra opción
que aceptar los hechos, aunque sea para corregirlos,
aunque éstos1 en su aspecto material, deben corregirse según su
propia legalidad que es la ley de fuerza. Este devenir histórico, se
juzgue como bueno o malo, es siempre verdadero, por real, t-:1nto
para el bien como para el mal que en él aparecen conjuntamen­
te. Y la historia continúa
siempre su marcha en el tiempo real. Se
la puede olvidar o ignorar, pero abf está, con sus consecuencias
ineludibles, tanto para el
tradicionalista como para el que no lo
es.
En éstos se da un fenómeno parejo a la tentación tradiciona­
lista
que a la tentación progresista, no vivir el tiempo real, sino
pasar al tiempo de la intuición, ya no añorando el pasado, sino
anticipando
un futuro imaginario y lo que es inaceptable, juz­
gando desde él los hechos del presente: es, pues, un anti-roman­
ticismo que finalmente, es un modo de ser romántico.
La tentación tradicionalista, aun siendo sustancialmente la
misma,
hoy tiene que operar, por causa del devenir histórico ocu-
(10) Para el Aquinate el hombre es el horizonte y confin entre dos naturak­
zas: la espiritual y la co,poral y, como tal es medio entre ambas, participando de
los bienes espirituales y los corporales Qn 111 Sent. pr.). Por ello está sujeto a la ley
de fuerza de lo material en la que en las cosas naturales las acciones no fallan
Qn II Sent. ds 25, q 1, ar 1, co). Pero por su espíritu se rige por la ley de la liber­
tad, en la que lo que solo ocurre en los que tienen inteligencia, que es como el
poder constituido en ella capaz de elegir esta acción o la otra (Ley de libertad) ... ,
no como en aquellos seres cuyas operaciones no son determinadas por ellos, sino
por otras causas que los anteeeden (Ley de necesidad) (ibidem).
455
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA FERNS
rrido, en otro campo que cuando nació en pleno romanticismo:
la sociedad actual
no es la que entonces había, lo que significa
que las preocupaciones, los intereses y aun la dirección de las
creencias, presentan otro panorama y tienen otra dirección. Asi,
la sociedad secularizada actual es otra cosa que la sociedad de
creyentes y anticreyentes
-que no deja de ser otra forma de
creencia--de antaño; ni tampoco se da la inmoralidad, sino la
amoralidad, personal y social. Como consecuencia de la instau­
ración de la
diosa Razón del iluminismo filosófico, la clásica divi­
sión del orden del Bien
en honesto, útil y deleitable, fue mutila­
da
por la práctica eliminación de que sea en bien-en-sí o bien
honesto
entendido como universal que fue sustituido -Spinoza,
Stuart Mili-por los individuales bienes útiles o deleitables, al
tiempo que la Verdad universal fue eliminada ante la opinión par­
ticular (11). Esto obliga a
que la tentación tradicionalista se pre­
sente
de otro modo que el, paradójicamente, tradicional: hoy, la
antigua preocupación
por los problemas religiosos, éticos y polí­
ticos, es desplazada
por la moderna obsesión por lo social, enten­
dido
en el sentido más materialista: la dignidad humana no es
algo inherente
al hecho de ser persona, un quién, y no una cosa,
un qué. En la dialéctica actual la dignidad de la persona huma­
na se define en función de las condiciones materiales que tiene
que vivir.
Y esto nos lleva, lo queramos o no, a algo tan diferente como
es el discurso económico o, si se quiere, socioeconómico. Aquí la
tentación tradicionalista, la añoranza, se refiere a un modelo de
sociedad humana que históricamente se dio y que se toma como
un modelo de validez universal. Modelo inscrito tanto en el auge
del ecologismo cuando
en el discurso progresista. Es significati­
vo al respecto como lo presenta uno de sus epígonos, Herbert
Marcuse (12):
Ciertamente el mundo de sus predecesores era un
mundo anterior; pretecnológico, un mundo con la buena con­
ciencia de la desigualdad
y del esfuerzo, en el que el trabajo no
era todavía
una desgracia del destino; pero un mundo en que el
(11) Vid. Pides et Ratio, § 98.
(12)
HERBERT MARcusE, El hombre unidimensiona~ Seix y Barral, 1%9, pág. 89.
456
Fundaci\363n Speiro

LA TENTACIÓN KTRADJCIONAUSTA"
hombre y la naturaleza todavía no estaban organizados como
cosas e instrumentos. Con su código de formas y costumbres, con
el estilo del vocabulario y de su literatura y su filosofia, esta cul­
tura
expresaba el ritmo y el contenido de un universo de valles y
bosques, pueblos y posadas, nobles y villanos, salones y cortes eran
parte
de la realidad experimentada. En el verso y en la prosa de
esta cultura pretecnotógica está el ritmo de aquellos que peregri­
nan o pasean en carruajes, que tienen . el tiempo y el placer de
pensar, de contemplar, de sentir y narrar ... Es una cultura retra­
sada y superada, y sólo los sueños y las regresiones infamtles pue­
den
recuperar/a. Pero esta cultura es también, en alguno de sus
elementos decisivos una cultura postecnológica. Sus imágenes y
posiciones. . . parecen sobrevivir a su absorción demro de las
comodidades y estímulos administrados; siguen seduciendo a la
conciencia con su renacimiento en la consumación del progreso
técnico: Se ve cómo, con otra expresión, el 1nensaje que trans­
mite Marcuse es, por insólito que parezca, el mismo que el del
párrafo antes citado de
Pequeñeces del padre Coloma.
En el largo párrafo transcrito hemos remarcado algunas
ideas que dicen directamente nuestro tema. Son tres y nos va a
servir de programa analítico: la apelación a lo pretecnológico;
la constatación
de la desigualdad existencial del estadío no tec­
nológico y, finalmente, la atracción que tiene este modelo, lo
que implica algo permanente, no accidental y caducado. Estas
tres ideas
encuadran perfectamente al ideario tradicionalista y,
por ende, a la tentación añorante del mismo en sus caracterís­
ticas actuales, aunque muy otras que las
de antaño. Hoy, como
antes se indica, esta tentación es de carácter romántico en su
sentido estético e histórico: se añoran las formas existenciales
de antes; pero se ignora -o que se quiere ignorar-lo ocu­
rrido que, entre otras cosas no sólo afecta al mundo de las
creencias, como pasa en la innegable secularización del discur­
so humano, sino también a los actuales modos de vivir, resulta­
do inmediato del cambio tecnológico. Y aquí, lo único que no
se puede hacer es mezclar en una sola receta ambas realidades,
es decir, aplicar dictados de la ley de libertad del espíritu a jui­
cios propios de la
ley de necesidad de lo material. Esto, sólo es
457
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA FERNS
posible con el tiempo de la intuición, pero no en el tiempo real,
que es el existencial en que vivimos.
Empecemos con la consideración de lo ocurrido histórica­
mente
y vemos que en el plano de lo material, el desarrollo tec­
nológico precisamente es el que ha cambiado las condiciones
existenciales del hombre actual respecto a las
que tenla en el
pasado. Cipolla (13) lo describe
asl: Entre 1780 y 1850, en menos
de tres generaciones,
una profunda revolución, sin precedentes
en la historia de la humanidad, cambió el rostro de Inglaterra ...
la revolución
Industrial puede definirse justificadamente, sobre
todo en el
mundo civilizado originado sobre las raíces de la
Cristiandad, heredera de Grecia y Roma ... La revolución indus­
trial
puede definirse justificadamente como el proceso a través
del cual
una sociedad adquirió el control de vastas fuentes de
energía
inanimada (pág. 249). Esto, inevitablemente, tenla que
determinar, al menos en lo material, un cambio en la vida de los
hombres afectados por ella. Citando a Waddington, dice: Si a un
antiguo romano le trasladaran dieciocho siglos en el tiempo (14),
se babrfa encontrado en una sociedad que hubiera aprendido a
comprender sin excesivas dificultades. Horacio
no se hubiera sen­
tido juera de lugar como buesped de Horacio Walpole y Cátulo se
hubiera sentido en
su casa entre las carrozas, las mujerzuelas y
las antorchas que iluminaban el Londres nocturno del siglo
xvm
(pág. 256).
Asl entramos en la otra idea base de Marcuse: el tema de la
igualdad humana, una de las más potentes ideas motoras del dis­
curso moderno. Recordaremos,
con Ellul (15), hablando de la
revolución igualitaria del
mundo actual que era preciso que el cre­
cimiento económico viniese a
poner en discusión el destino de la
miseria, era necesario que a
los ojos de todos apareciese posible
una abundancia. Entonces la pobreza, la desigualdad de repar­
to se hacen causa de revolución. No antes.
Además la desigual-
(13) C. M. CIPOUA, Historia económica de la Europa preindustrial, Revista
de Occidente (págs. entre paréntesis).
(14) Lo cual es posible en el tiempo de la intuición tmaginattva, no en el
tiempo real.
(15) ]ACQUES Eu.ut, Autopista de la revolución, Unión Editorial, 1973, pág. 27.
458
Fundaci\363n Speiro

LA TENTACIÓN ~TRADICIONALISTA"
dad económica implica forzosamente un orden, una jerarquía
diferenciadores
de aquellos a los que llega todo y aquellos a los
que sólo llega algo. Como ideologia esto fue potenciado por el
trilema de la revolución francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
La cita sólo expone algo real, pero totalmente obviado por la ten­
tación tradicionalista:
nosotros no podemos eliminar ni de nues­
tras ideas ni de nuestra realidad existencial lo ocurrido en la
Historia,
para bien y para mal. Y aquí es donde sí que cabe, es
más, se necesita un juicio moral. Juicio que no puede hacerse con
las raisson du coeur pascalianas, sino que debe, tiene que ser
racional y según un preciso orden-del-bien. Hacer lo contrario es
condenar los innegables valores de la tradición a la inoperancia
y, también, traicionarla porque tradición viene de tradere, entre­
gar, dar, lo cual implica un recibir. Pero es una traición el rom­
per la cadena. Recibir la tradición para, a continuación, castrar­
la, hacerla
incapaz de generar un futuro negándola, en primer
lugar, un puesto en el presente} un presente quel ciertamente,
esté enfrentado con ella. Hasta aquí sólo hemos visto dos de las
tres ideas
que señalamos en Marcuse, las exigencias del tiempo
tecnológico y el tema de la igualdad social.
Pero ahora tenemos
que pasar a otro ámbito, el ámbito moral,
propio de la ley de libertad del espíritu humano, que es donde se
formulan los juicios prescriptivos de qué, cuándo y cuánto bien o
mal comporta una opción de la libertad y a la que se tienen que
someter las leyes de necesidad de las opciones exteriores que
actúan en el mundo material, y no única1nente cuánto cuesta en
términos económicos tal decisión. En otras palabras: la ley del
espíritu
es reguladora superior de la acción humana; pero esta
acción ha de ejecutarse según las reglas y posibilidades que rijan
aquella realidad material
que tienen que manejar. Lo contrario,
pretender que la realidad material se somete inmediatamente a
las solicitaciones
de la ley de libertad del espíritu, es milagro o es
magia: milagro por concesión de la superior permisión de la
Divinidad en razón de más importantes bienes morales; magia,
cuando lo que se pretende directamente son utilidades materia­
les. Y
con esto entramos en cómo la tentación tradicionalista, en
sus formulaciones actuales, afecta a la verdad revelada que tiene
459
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA PERNS
que ser custodiada por la Iglesia (16). Esto, que seguramente sor­
prenderá a muchos que
de buena fe están influidos por esta ten­
tación,
afecta a la doctrina católica por una doble vfa: por un
lado, el de la Fe, hemos de recordar que vió Dios ser muy bueno
cuanto
había hecho (Génesis 1, 31), es decir, la naturaleza tanto
en su legalidad fisíca, de necesidad, cuanto la legalidad moral, de
libertad. Y esto lo vió Dios en su eterno nunc stans, es decir, por
encima del tiempo. Por esta razón ambas legalidades no están
intrínsecamente opuestas. Es el pecado la causa inmediata de su
contradicción ad casum. Y este es, ante todo, moral, es decir,
contra la ley de libertad del espíritu. Pero, además, la Escritura
sigue diciendo
que tomó Dios al hombre y lo puso en el jardín del
Edén
para que lo cultivase y guardase(Génesis2, 15). Que lo cul­
tivase
segun las leyes de necesidad de la naturaleza fisica creada.
Lo cual, notamos de paso, es mandato anterior a la caída origi­
nal,
que sólo añadió el cansancio del esfuerzo y los dolores de la
reproducción:
por sí será maldita la tierra; con trabajo cameras
de ella todos
los días de tu vida. . . Con el sudor de tu rostro corne­
ras el pan ( Génesis 3, 17 y 18). En otras palabras: Dios se revela
por la Palabra y por la Creación, ambas están incluidas en el
depósito
de la Fe que tiene que guardar la Iglesia como respon­
sable,
en beneficio del hombre, de ambos campos.
Es importante el tema anterior porque corruptio optimi,
pessima,
la corrupción de lo mejor es la peor. Por ello una in­
terpretación del valioso depósito
que hemos recibido por rradi­
ción, que sea errónea, por al parecer muy buenas intenciones
que la hayan inducido, es destructiva de los innegables valores
teológicos, filosóficos, politices y sociales heredados. Y pretender
hoy oponerse o despreciar los valores materiales del desarrollo
tecnológico es además de una pretensión imposible, el situar
aquellos valores tradicionales recibidos
en una via muerta de
imposible realización,
entrar en la vía utópica. Dos ejemplos
bastan para indicar cómo, desde dos posiciones opuestas, termi­
na imponiéndose lo que Hegel llamó la tozudez de lo real. F.
(16) Vid., en Pides et Ratio, el capítulo V, especialmente § 50.
460
Fundaci\363n Speiro

LA TENTACIÓN ~TRADICIONALISTA"
Canals (17) estudia el caso Lamennais que desde una extrema
posición
tradicionaliSta radical terminó condenado por la Iglesia
-Gregorio XVI, Mirari vos-y fue iniciador de ese monstruo
metafísico
que es el cato/tcismo liberal cuya génesis pone Canals,
precisamente,
en el romanticismo. El otro caso es aportado justa­
mente
por H. Marcuse (18) hablando de esta extraña tradición
romántica (19) que es el igualitarismo de la ideologia socialista
que, al final, tiene
que reconocer que las instituciones de una
sociedad socialiSta, Incluso en su forma más democrática, no
podrían resolver Jamás la totalidad de los conflictos entre el uni­
versal y el particular, entre los seres humanos y la naturaleza,
entre individuo e individuo.
El socialiSmo ni libera a Eros de
Tbanatos ni tampoco puede hacerlo. Aquí estriba el límite que
conduce a la revolución más allá de cualquier nivel de libertad:
es la lucha por lo Imposible. Esto es innegable, se sea creyente o
no, en las opciones socioeconómicas, sujetas a la ley de necesi­
dad. Obviamente puede la ley de libertad del espíritu manejar
una situación dada de una u otra forma, pero no eludir las con­
secuencias de lo hecho: cualquier disposición de recursos
en un
sentido -por moralmente necesario que ello sea-tiene que ser
disminuyendo su uso en otros casos o en otras personas pues,
como dijo el Aquinate, en un mundo sujeto por las férreas cade­
nas del límite
(Parménides), los bienes materiales se diferencian
de
los espirituales por no poder pertenecer íntegra y simultánea­
mente más que a uno 011 S. Th. q 23, ar. 1, ra 3). La disposición
de recursos en un sistema económico, no sólo afecta a los secto­
res que tienen que pagar, sino también a la dinámica total del
sistema, de
modo que lo que para algún sector es un beneficio
inmediato,
en el correr del tiempo y los ajustes automáticos que
se generan, pueden ser muy onerosos para el mismo pretendido
beneficiario. Esto es lo que vé ]. Rueff, que hablando del inten-
(17) FRANCISCO CANALS, Cristianismo y Revolución: los orígenes románticos
del cristianismo de izquierdas, Speiro, 1986.
(18) HERBERT MAR.CUSE, La. dimensión estética, Edición Materiales, 1978, la cita
es de la página 140.
(19) Ver IGOR CHAFAREVIC, El fenómeno socialista, Emesa, 1978.
461
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA FERNS
to de resolver las tensiones igualitarias de la sociedad por medio
de artificios nos dice que en materia monetaria se cumplen rigu­
rosamente las palabras del Eclesiastés:
•tendréis las consecuen­
cias• (20). Pero, Santo Tomás, por el contrario, nos dice respecto
a este mismo tema, pero
ya en el ámbito de la ley de libertad del
espíritu, que sólo
hay igualdad donde no interoiene la iniquidad
(Com. in I Tes. prólogo).
Nos queda solamente abordar el último punto señalado: esta
cultura
es también, en alguno de sus elementos decisivos una cul­
tura postecnológica.
Este es, pues, el problema clave: ver qué es
lo no pactable y permanente del cuerpo doctrinal de la tradición;
y que es lo accidental y sujeto a las determinaciones del tiempo
histórico. En el paradigma cristiano lo
no pactahle ha sido refle­
jado, primero
en el derecho público cristiano que rigió la Cris­
tiandad
en el periodo histórico más largo y con mayor integra­
ción social
que ha conocido que ha conocido la humanidad,
como vimos
con Tocqueville. Aunque inevitablemente tuviera las
limitaciones históricas conocidas e inevitables
en los ámbitos cul­
turales, científicos y aun existenciales, pues aún los bienes mora­
les necesitan un apoyo material y están sujetos a las limitaciones
del mismo.
Así, v. gr., la difusión cultural fue radicalmente alte­
rada primero
con la fabricación del papel; luego con la aparición
de la imprenta.
Et sic de coeterls. De todos modos, la moral comu­
nitaria vigente también influye decisivamente
en la eficiencia de
las opciones económicas. Fukuyama (21) ha desmontado el mito
de que hoy únicamente es posible un solo sistema económico: la
economía de mercado libre
en un sistema democrático liberal. En
Trust estudia la influencia de la moral comunitaria-en el senti­
do de comunidad de F. Tonnies-en las diversas empresas
modernas de todo el mundo, especialmente del emergente poder
económico oriental.
Pero los campos de la actuación libre del hombre
en el uso
de los medios disponibles en cada momento, la exigencia de lo
(20) JACQUE RUEFF, la época de la injlacción, Guadarrama, 1967. La cita está
equivocada, pues no es del Eclesiastés, sino de Eclesiástico 15, 14. Esta cita es
recordada en la encíclica Veritatis Splendor§ 38-41.
(21) FRANCIS FUKUYAMA, La confianza, Ediciones, B.S.A., 1998.
462
Fundaci\363n Speiro

LA TENTACIÓN "TRADICIONAUSTA"
prescriptivo no pactable no es la misma en todos los ámbitos de
existencia.
Es no pactable la doctrina religiosa y moral; dentro de
los límites
que marca, pero en la relación social, política o eco­
nómica hay más apertura a posibles soluciones pactadas.
Aunque,
de todos modos, en los problemas políticos del origen
y
uso del poder, es decir, el tema de la jerarquización polftíca, la
doctrina católica marca dos temas
no pactables, y la responsabi­
lidad del
poder político es principalmente moral, no por ser
financiado
por los impuestos, como hoy se dice corrientemente
en el diálogo social.
El origen del Poder -no tendrías ningún poder sobre mi si
no te bubiera sido dado de lo Alto (Le. 19, 11)-y la disposición
subsidiaria de los ámbitos legítimos del mismo.
Lo mismo en los
ternas
de moral en la ortodoxia pública, no sólo personal. Y aún
en temas de los límites científicos respecto a la vida humana, los
ternas hoy candentes de la bioética. En los temas de la
adminis­
tración
social, el margen de pacto es aún más amplio; y aún más
en lo socioeconómico. Y esto es así porque la virtud que rige el
Poder político es, sin paliativos, la Justicia, mientras
que en la
administración de las cosas, la justicia tiene que venir adecuada
a
lo real por la prudencia. Y ésta, a su vez, norrnada por un recto
orden-de-los-bienes, es decir, que las circunstancias particulares
han de verse según la prudencia del espíritu, desde el bien
bonesto al que han de someterse los bienes útiles o deleitables.
Pero, por las exigencias de la ley de necesidad de lo material no
solo es imprudente, sino destructivo poner como paradigma
social cristiano lo que no puede ser y, por ende, no es ni bueno
ni malo: simplemente, no es.
Es el gran reto de los que defendemos la Tradición, pues,
recordando a Marcuse, es real
que sus Imágenes y posiciones ...
parecen sobrevivir a su absorción dentro de las comodidades
y
estímulos administrados; siguen seduciendo a la ronciencia con
su renacimiento en la consumación del progreso técnico.
El hom­
bre
es hamo oeconomtcus, y hamo ludtcus, pero no solo eso, sino
capax Dei.
463
Fundaci\363n Speiro