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Número 375-376

Serie XXXVIII

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Festividad de San Fernando 1999

CRÓNICAS
FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 1999
El padre Agustin Arredondo, de la Compañía de Jesús, fidelí­
simo asistente a nuestras reuniones, semanales, anuales y excep­
cionales, y siempre consejero seguro, ofreció el Santo Sacrificio
de la Misa por nuestras intenciones en la festividad de San
Fernando,
Rey. A las ocho de la tarde, en la Iglesia de Santa
Bárbara, a espaldas del Palacio de Justicia, donde se ubica el
Tribunal Supremo,
en la madrileña plaza de las Salesas, nos con­
gregábamos
un nutrido grupo de amigos madrileños y algunos
especialmente venidos de fuera. Podíamos ver así al bilbaino Luis
Fernando de Zayas y a nuestro héroe particular
que es el capitán
Carlos Etayo, llegado para acompañarnos desde Pamplona.
Después,
una cena de hermandad nos permitia prolongar la con­
vivencia,
en un reservado del Centro Riojano de Madrid, que pre­
side nuestro amigo Eugenio Mazón, al
que por lo mismo hemos
de agradecerle un año más su disponibilidad.
A los postres,
el rumor de conversaciones cruzadas se hacía
silencio para escuchar los discursos.
El primero de José Joaquín
Jerez, recuperado
en plenitud -pues nunca lo perdimos-tras
su brillante y reciente ingreso
en el Cuerpo de Letrados del
Consejo de Estado.
Su juventud no fue óbice para que compro­
báramos lo maduro de sus saberes. Una
buena parte de los asis­
tentes, los universitarios del grupo de los jueves1 teníamos asi una
referencia próxi1na. Francisco José Fernández de la Cigoña, por
su parte, ocupaba el puesto de honor cerrando el acto. No en
vano exultaba su reciente ganada condición de abuelo. Bien
pasada
la media noche los discursos concluían y todavía algunos
remoloneaban
por entre los corros poniendo estrambote al acto.
Que el Señor bendiga nuestros trabajos para su mayor gloria.
ANTONIO SÁNCHEZ
Verbo, núm. 375-376 (1999), 541-555. 541
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