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Número 375-376

Serie XXXVIII

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Democracia y bien común (Algunas incitaciones de Augusto del Noce)

DEMOCRACIA Y BIEN COMÚN
(ALGUNAS INCITACIONES DE AUGUSTO DEL NoCE)
POR
MIGUEL AYUSO <~
J. PRESENTACIÓN: UN VERDADERO FILÓSOFO DE LA POLÍTICA
l. Augusto del Noce ha podido ser calificado, haciéndole
traslado del juicio
que él dedicó a uno de sus maestros, de •pen­
sador solitario• (1), lo que viene a querer decir pensador dificil
de comprender y,
por lo mismo, frecuentemente incomprendido.
Incomprensión,
se ha subrayado, tanto por la excesiva dificultad
de captar
el sentido de su filosofía estrechamente ligada con la
historia y
con su propia historia personal, cuanto por una apa­
rente explicación fácil al precio
de la vulgarización y de echar al
olvido su itinerario especulativo existencial (2).
(•) En el otoño de 1995 se celebró en la Universit:i degli Studi di Roma ~La
Sa.pienza" un ConU:?gno sobre la obra tllosófica y política de Augusto del_ Noce,
fallecido en diciembre de 1989. Nuestro amigo, el profesor Miguel Ayuso, único po­
nente español, desarrolló esta contribución, hasta el momento inédita (N. de la R.).
(1) Cfr. AUGUSTO DEL NoCE, ·La solitudine di Adolfo Faggi•, Filosofta (TuCm),
núm. 3/1954, págs. 441 y sigs., y ahora en su volumen, curado por FRANCESCO
MERCADANIB y BERNARDINO CAs.AoEI, Filosofi dell~ esistenza e della liberta, Milán, 1992,
págs. 377 y sigs. Han aplicado esta denominación al propio DEL NOCE, por ejemplo,
DANILO CAs'rEuANo, •Introduzione. Augusto del Noce, un filosofo attraverso lasto­
ria•, en el volumen coordinado por el mismo CAs'rau.ANo, Augusto del Noce: i/ pen­
siero filosofu;o1 Nápoles, 1992~ pág. 13; GIUSEPPE GoISIS, ·Il suicidio della Rivoluzione:
Augusto del Noce critico del gramscismo•, en el volumen de CAs'rE:u.ANo recién cita­
do, págs. 255 y sigs.; y MAssrMo BoRGHESI, •Il problema político dei cattolici in
Augusto del Noce•, en el volumen coordinado GIUSEPPE CECJ y l.oRELLA CIIDRONI,
Filosofía e democmcia in Augusto del Noce,. Roma, 1993, págs. 141 y sigs.
(2) Cfr. DANIW CAsrm.Lwo, loe. cit., pág. 13.
Verbo, núm. 375-376 (1999), 465-485. 465
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MIGUEL AYUSO
De ahí que, ante tan reputados especialistas en la obra del
gran filósofo turinés como los congregados
en el Convegno roma­
no para el que inicialmente pergeñé estas páginas, haya renun­
ciado a tratar de brindar una interpretación acabada de su pen­
samiento sobre la democracia en relación con el bien común, y
preferido, en cambio, ceñir mi aportación a destacar algunos de
sus desarrollos, ya generales o ceñidos a la temática filosófico­
política, que me
han influido y que han determinado su utiliza­
ción, entreverados
con otros de diferente procedencia, al objeto
de responder a la gran cuestión que da rúbrica a este escrito. Lo
dejo dicho expresamente para que no quede la menor duda de
mi exclusiva responsabilidad y del rechazo a hacer pasar de con­
trabando
por tesis delnocianas lo que no son más que reflexio­
nes personales de quien esto escribe. Debiendo resaltarse que
esto puede ocurrir porque, en España, a diferencia de otros paí­
ses
-y pienso, por ejemplo, en Francia, donde sólo ahora ha
aparecido la primera traducción de
un libro de Del Noce (3}-,
la obra del pensador italiano ha tenido acceso a ciertos círculos
culturales desde hace más
de veinte años con la edición castella­
na de varias de sus obras (4).
2. Una de las primeras percepciones
que experimenta quien
se acerca sin prejuicio a los libros de Augusto del Noce
es la de
hallarse ante
un verdadero filosofo y, en lo que aquí nos intere­
sa,
un filósofo de la política. Cierto es que nuestro autor no ha
solido abordar frontalmente las grandes cuestiones
de la filosofía
-como el ser, el devenir o el conocer-y que no ha filosofado
para la Academia, sino para responder a los problemas
de todo
(3) Se trata de L"in-éligion occidentale, que reúne ·Considérations sur rirre­
ligion occidentale• (1963) y «Le concept d" athéisme et la histoire de la philosop­
hie
comme probleme• (1964), extraídos de Jl problema delrateismo, y, aunque
anunciado,
no ha aparecido todavia cuando redacto estas líneas.
(4) Cfr. Uoo SPUtrro y AUGUSTO DEL Norn, ¿Ocaso o eclipse de los valores tra­
dicionales?, Madrid, 1972; JosÉ ANroNio RIESTRA y Auousro DEL Norn, Karl Marx:
escritos juveniles, Madrid, 1975; AUGUSTO DEL NocE, Italia y el eurocomunismo:
una estrategia para Occidente, Madrid, 1977; ID., Agonía de la sociedad opulen­
ta,
Pamplona, 1979.
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DEMOCRACIA Y BIEN COMÚN
tiempo y, en especial, del suyo. Igualmente, se hace evidente que
el grueso de su quehacer se ha volcado sobre la historia y su
interpretación. Sin embargo, serla erróneo concluir de ahí, como
se ha pretendido con poco fundamento por algunos, que este­
mos más ante un ideólogo o un historiador que un filósofo (5).
Pues se divisa
en su obra una actitud inconformista, purisima­
mente filosófica, de "Pensar la política• -según la frase de
Collingwood-y de saltar por encima de la •prohibición de pre­
guntar,. -ahora en la expresión de Eric Voegelin-instalada
muchas veces
en el corazón teorético de la corriente central de
la modernidad. De manera que esa su búsqueda de la verdad en
la historia lo constituye -de nuevo aplicándole una fórmula que
él mismo escribió de Etienne Gilson-en un auténtico ·filosofo
a través
de la historia· (6), y su ·historiografia teorética• (7) lo pre­
senta fundamentalmente como •un filósofo político y no monás­
tico• (8).
(5) Cfr., para la refutación, DANILo CASTELLANO, loe. cit., pág. 15; Rocco
BUTTJGUONE, Augusto del Noce. Biografta de un pensiero, Casale Monferrato, 1991,
págs. 89 y sigs.; GARLO ARA.TA, •La "filosofia prima" quale meditazione ontologisti­
ca nell pensiero di Augusto del Nace•, en el volumen curado por ARMANDO
SAVIGNANO, Filosofta e política nel .pensiero di Augusto del Noce, Milán, 1994,
págs. 13 y sigs.; VI'ITORIO MAnruru1 ·Filosofia e storia della filosofia un Augusto del
Nace•,
en el volumen colectivo Augusto del Noce. n problema della modernitii.,
Roma, 1995, págs. 29 y sigs.
(6) Cfr. AUGUSTO DEL NocE, •La riscoperta del tomismo in Etlenne Gilson e il
suo significato presente•, en el volumen colectivo Studi di ftlosofia in onore di
Gustaw Bontadini, Milán, 1975, pág. 455; lo., Riforma cattolica e filosofta moder­
na.
Carlesio, Bolonia, 1%5, pág. 181.
(7) Cfr. VrrroRIO MATHIEU, Lafilosofia del novecento, Florencia, 1978, págs.
253
y sigs.
(8) Cfr. VrrroR.Io PossENTI, ·Modernita e metafisica in Augusto del Nace•, en
el volumen Augusto del Noce. ll pensiero fúosofico, cit., pág. 45.
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Il. EL PROBLEMA DE LA MODERNIDAD
3. Es precisamente ·el problema de la modernidad•, uno de
los centrales de su especulación, el
que le conduce a buscar la
verdad
en la historia (9). Encuentra Del N oce que las dos versio­
nes de lo moderno, la idealista y la católica, opuestas
en cuanto
al signo de
la valoración, coinciden en cambio en lo que toca al
análisis histórico.
La primera ve en la modernidad el momento auroral del
triunfo de
la subjetividad y la libertad. Así, en una página muy
hermosa
de JI cattoltco comunista, nuestro autor ha explicitado,
glosando
una explicación de Croce, el núcleo de la concepción
idealista, consistente
en que ·con el Renacimiento y con la
Reforma había tenido inicio
un proceso irreversible hacia la caída
de lo trascendente y de lo sobrenatural, que el reconocimiento
de la racionalidad de este proceso era el signo del espíritu
moderno,
que -al contrario-todo esfuerzo por negarlo hacía
ininteligible la historia de la
edad moderna y que quien se obsti­
nase contribuiría a la "destrucción de la razón", ya en la forma de
cerrada "filosoffa de escuela", ya en la de explicito irracionalis­
mo,, (10). La segunda también ve en lo moderno la afirmación de
la subjetividad, pero tan sólo en sus aspectos negativos, ya que
tal subjetividad equivaldria al subjetivismo.
En efecto, en ambas, lo moderno se caracteriza teorética y no
históricamente, por más que se manifeste en la llamada historia
moderna y contemporánea. Del Nace,
por su parte, discrepa de
tales aproximaciones, ya
que la primera le parece ·dogmática•,
pues el historicismo se caracteriza por un dogmatismo que deri­
va derechamente de su
opción inicial no justificada (11); mien­
tras encuentra la segunda, por retórica, «académica», esto es con-
(9) Cfr. DANno CAsTELLANo, «Augusto del Noce e !'idea di modemita·, en el
volumen Augusto del Noce. JI pensiero filosoftco, cit., págs. 325 y sigs.
(10)
AUGUSTO DEL NocE, Jl cattolico comunista, Milán, 1981, pág. 77.
(11)
Cfr. lo., JI problema dell-ateismo, Bolonia, 1965, pág. LXIX.
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ducente a la evasión de los problemas concretos en que, por el
contrario, debe ponerse renovadamente la filosofía (12).
4. Frente a tales concepciones axiológicas,
que Augusto del
Nace sugiere abandonar, introduce una interpretación •proble­
mática• de la historia de la filosofía moderna, en la que simple­
mente ve el periodo en el que se manifiesta y consuma el fenó­
meno del ateísmo (13). Este seria el puerto a que arriba una de
las líneas filosóficas presentes en el pensa1niento moderno, la
franco-alemana
que va de Descartes a Nietzsche, sin excluir, claro
está, otros origenes
y otras formas históricas de ateísmo (14). Sin
embargo, a esta
linea se opone otra, franco-italiana, que a su vez
lleva de Descartes a Rosmini, y que, recuperando la apertura a lo
trascendente, restablece el
orden de los valores respecto del ser
de los entes (15). Ambigüedad de Descartes, en quien coexisten
la experiencia
de la libertad, que es su motivo religioso, y el prin­
cipio
de la inmanencia, que representa su dimensión laica (16),
de manera que en su pensa1niento radican los orígenes de dos
•continuidades•:
•Que en la filosofía de los tiempos modernos
pueda hallarse, además de la continuidad inmanentística, la con­
tinuidad del pensamiento religioso, aparece claro
después de
verse cómo el 1nomento primero y original de_l pensa1niento car­
tesiano
es religioso, en el sentido de la definición de la filosofía
religiosa como antinaturalismo; apareciendo igualmente claro
que este proceso no puede tener otra forma que aquella. de la
(12) Cfr. In., op. ult. cit., págs. 188 y 193; In., Riforma cattolica e filosofm
moderna. Cartesio, cit., págs. 501 y sigs.
(13) Uno de los primeros intérpretes de-la obra delnociana, MARco M.
OLIVETI1, Riforma cattolica e filosofia tt'loderna nel pensiero di Augusto del Nace,
Roma,
1968, pág. 16, ya escribió que el fin fundamental de la obra de nuestro
autor no era otro que ·la disolución del concepto de lo modernoª.
(14) Cfr. A u GUSTO DEL NocE, Riforma cattolico e filosofia moderna. Cartesio,
cit.;
VrITORIO POSSENTI, loe. cit., págs. 68 y sigs.
(15) Cfr. AUGUSTO DEL NocE, op. ult. cit., pág. 93; ID., GIOVANNI GENTILE,
Bolonia, 1990, págs. 96 y sigs.
(16) Cfr. LEONARDO VERGA, •L~"ambiguita" come chiave di lettura fondamen­
tale della
filosofia cartesiana secando Augusto del Nace~, en el volumen Filosofia
e
politica nel pensiero di Augusto del Nace, cit., págs. 99 y sigs.
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remoción de los aspectos del pensamiento cartesiano que dan
lugar al inmanentismo• (17).
Por ello, el ateísmo se convierte, más que en el triunfo
necesario, en el verdadero problema de la historia de la filo­
soffa moderna. Por ello también, la contraposición moderno­
antimoderno, inevitable y radical
en tal perspectiva, resulta
estéril y viene a esterilizar todo el planteamiento antimodemo,
caracterizado por una relación
de oposición-subordinación res­
pecto a lo moderno y constreñido a -asumir formas meramente
defensivas.
5. Respecto a lo primero, el profesor Danilo Castellano ha
subrayado cómo la problematización de la historia de la filosofia
moderna permite a Del Noce probar lo infundado de la tesis
según la cual aquélla no serla sino un proceso irrreversible del
pensamiento y de la civilización que de la trascendencia condu­
ciría a la inmanencia. Pues, demostrando la incapacidad de
entender y de explicar la historia con esquemas inmanentistas, se
demuestra también
que la certeza sobre la que se funda la filo­
sofia inmentista carece de prueba (18). El racionalismo, así, lejos
de obedecer a una construcción incontrovertible de la razón, se
manifiesta como irracionalismo, esto es, co1no elección injustifi­
cada, contradictoria y de efectos desastrosos (19). Basta pensar
que la asociación de la idea de modernidad con la de revolución
han llevado históricamente no a la prometida liberación univer­
sal, sino a la opresión máxima (20). Por eso, el filósofo turinés
explicó
que •el primer paso teorético de la filosofia presente debe
consistir en la puesta en discusión de la visión común de la filo­
sofia según la cual, por lo menos después de Descartes, esta his-
(17) AUGUSTO DEL NOCE, Riforma cattolica e filo.sofia moderna. Cartesio, cit.,
pág. 694.
(18) Cfr. DANILO CAs'I'ELLANo, loe. ult. cit., págs. 329-330.
(19) Cfr. ID., La mzionalitd della politica, Nápoles, 1993, págs. 9 y sigs.
(20) Cfr. UGO SPIRITO y AUGUSTO DEL NoCE, Tramonto o eclissi dei valori tra-
dizionali?,
Milán, 1971, pág. 211; AUGUSTO DEL NocE, Il suidicio della Rivoluzione,
Milán, 1978.
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toria no podria pensarse sino en términos de un proceso hacia la
inmanencia radical• (21).
A esto dedicó sus esfuerzos
en la elucidación del problema
del ateísmo, comprobando
que la historia de la filosofía moder­
na demuestra cómo el principio de inmanencia concluye en dos
formas de filosofía que se excluyen mutuamente sin posibilidad
de acuerdo: •el idealismo inmanentista, en cuanto filosofía de lo
divino inmanente, y el materialismo dialéctico, naturalmente
en
su interpretación más crítica, como expresión radical del ateís­
mo• (22). La imposibilidad de superar esta disyunción viene final­
mente a eliminar la concepción de la filosofía moderna como
proceso unitario, al tiempo
que muestra su esencial problemati­
cidad:
por eso ·Del Noce es al ateísmo contemporáneo lo que
Kierkegaard fue al hegelismo• (23).
6.
En cuanto a la oposición entre lo moderno y lo antimo­
demo, se impone co1nenzar por recordar la discrepancia entre la
posición de Del Noce y la de otros destacados filósofos católicos.
Así, la tesis de fondo de autores como el primer Maritain, De
Corte o, particularmente, Cornelio Fabro, consiste
en que la filo­
sofía moderna es la filosofía de la inmanencia y el ateísmo su últi­
mo logro (24).
Por ceñimos a este último,
en glosa del primero, puede afir­
marse
que -en la prospectiva de la filosofía del ser-•antimo­
demo11 significa adhesión a la tradición y, en consecuencia, recha­
zo de los errores del tiempo presente, mientras que ·ultramoder­
no• no es más que disponibilidad para todas las verdades implí­
citas
en el tiempo por venir (25). Y es que, a juicio del padre
(21) AUGUSTO DEL NocE, •L'idea di modemit:l•, en el volumen colectivo
Modernitii. Storia e valore di un ·idea, Brescia, 1981, pág. 31.
(22)
In., loe. ult. cit., pág. 37.
(23)
DANILO CAsTELLA.NO, •Augusto del Noce e l'id~a di modernita•, cit.,
pág. 331.
(24) Cfr. ID., La liberta soggetiva. Cornelio Fabro oltre moderno e antimo­
derno, Nápoles, 1984, págs. 57 y sigs.
(25) Cfr. CoRNEl.IO FABRO, ·Jacques Maritain antimoderno e ultramoderno•,
L·osseroatore Romano (Roma), 30 de junio - 1 de julio de 1973, pág. 3.
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Fabro, partidarios y adversarios se hallan de acuerdo sobre la
interpretación del camino seguido
por la filosofía moderna a par­
tir del principio de inmanencia y que consiste en un cambio de
dirección del objeto
al sujeto, del mundo al yo, de lo externo a
lo interno. Acuerdo
que ni siquiera parece difícil sobre el desa­
rrollo del significado del pensamiento moderno, de Descartes a
nuestros días, esto es,
en las múltiples formas de racionalismo,
en el empirismo inglés, el criticismo kantiano, el idealismo, el
marxismo,
el existencialismo, el pragmatismo o el neopositi­
vismo (26).
En este sentido, pese
sus frecuentes llamadas a la tradición y
a los valores tradicionales, Del Noce se halla lejos de adscribirse
al filón cultural más firme del catolicismo tradicional. En efecto,
a
su juicio, el tradicionalismo seria coherente en su riguroso anti­
modemismo filosófico
y político, aunque al precio de situarse
fuera de la historia
por su empeño imposible de restaurar la civi­
lización cristiana; mientras
que el tomismo conte1nporáneo, limi­
tando
su propia presencia al plano especulativo y abandonando
al adversario el terreno de la política, si bien manifiesta con ello
su falta de coherencia,
se adapta por lo menos de hecho al
mundo moderno.
La acusación velada, en ambos casos, es de
infecundidad histórica y de incapacidad de incidir en el presen­
te, comprendiéndolo realmente.
De ahí
que se haya podido escribir que el postulado que sub­
yace
en el intento delnociano de fundar en Descartes la idea de
(26) Cfr. lo., Jntroduzione alrateismo moderno, Roma, 1%9, pág. 1003. No
obstante,
como ha señalado CAS'rEµANO, ·Augusto del Nace, un filosofo attraver­
so la storia•, cit., p~g. 16-al hilo de la exposición de la opción de nuestro autor
por la dialéctica pascaliana, en perjuicio de la clásica y de la hegeliano-marxis­
ta-, éste, en su libro sobre Giovanni Gentile, cit., pág. 187, identifica la filosofía
moderna
con la separación entre filosofía y teología. Lo que lleva a preguntarse
al profesor friulano: •La ªfilosofía moderna" se caracterizaría, entonces, por la
separación que, en realidad, es una oposición a la teología y, en consecuencia, a
la Revelación. En otras palabras, aquella estaría
pensada contra el cristianismo~
¿Puede sostenerse, por tanto, que haya de caracterizarse más-teorética que histó­
ricamente?
Si la respuesta es afirmativa, como creemos, ¿no equivaldría, quizás, a
decir
que la "filosofía moderna" se caracteriza por su ateísmo o por su radical
inmanencia?
¿No "acerca" esta prospectiva Augusto del Nace a Cornelio Fabro?•.
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la tradición es el de la irreversibilidad de la modernidad, o sea
la imposibilidad de restaurar la civilización cristiana medieval,
lo
que le conduce, por correspondencia intima, a atribuir el
mismo carácter de irreversibilidad a la filosofía de Descartes,
precisamente
por el nexo indisoluble que liga al filósofo fran­
cés
con la génesis de la civilización moderna (27). De ahí
también que, pese a ciertas adscripciones superficiales o
impropias, Del
Nace no pueda ser considerado un pensador
antimodemo, porque no se quiere situar y no se sitúa fuera o
contra la modernidad, sino
dentro de la propia filosofía moder­
na para intentar salvarla de su salida inmanentista (28). Lo que
ocurre es que, en la visión filosófica inmanente a la moderni­
dad de Augusto del Noce, el paralelismo por él establecido
entre filosofía e historia, o entre historia del pensamiento e his­
toria
de los hechos, tiende a desnaturalizarse, con el riesgo de
que la última sea no _sólo convertida en lógica, sino absorbida
por la primera (29).
(27) Cfr. ROBERTO DE MA1TE1, •Augusto del Nace y el suicidio de la Revo­
lución,, Verbo, núm. 337-338 (1995).
(28) Cfr. GUIDO VIGNEW, •Augusto del Noce, critico della modernit.i•, n
Seco/o, de 29 de enero de 1995. Rocco BtrmGIJONI, •Del Nace, maestro di filoso­
fia·,
en el volumen Augusto del Nace. O problema della modernitd, cit., pág. 13,
con una valoración opuesta pero coincidente con la recién citada, afirma que
-creo que la ambición secreta del Del Noce haya sido siempre la de ofrecer el
camino para aquella conciliación entre catolicismo y modernidad en que fracasó
el modernismo•. Reconociendo, casi a continuación,
que •este modo de explicar
el
problema de la filosofía delnociana puede aparecer extraño a quien está habi­
tuado a juzgar a Del Nace como un "filósofo reaccionario''.; mientras que -en rea­
lidad Del
Nace es el opositor más coherente y falto de indulgencia hacia el
modernismo,
no porque no vea el problema que el modernismo propone, sino
porque está convencido de que las V'las de solución discurren por otra dirección
de la modernista.-(pág. 14).
(29)
Cfr. GEORGES ComER, O. P., ·Per un'interpretazione filosofica della sto­
ria
contemporanea.-, Studium, núm. 90 (1994), págs. 532-545.
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III. DEMOCRACIA Y BIEN COMÚN
7. Si nos hemos entretenido en las anteriores premisas
histórico-teoréticas, se debe a que su filosofia y aun su posi­
ción políticas se hallan en estricta dependencia de aquéllas. De
alú que fuera necesario referirlas con cierto detenitniento antes
de afrontar la cuestión de la democracia y del bien común.
Para comenzar,
es cierto que Augusto del N oce ha sufrido
críticas tanto
por su desapego como por su adhesión a la
democracia.
Respecto de la primera posición, que en ocasiones llega a
acusarle propiamente
de aversión a la democracia, es dado
hallarla
en autores como Bobbio, Berti, Matteucci, Colletti o
Rosario Romeo
GO). Tomemos a Bobbio como referencia:
.Siempre me ha sorpendido qué poco se habla de democracia en
las obras de Del Noce (. .. ). Como si la democracia careciera de
valores. Pero la democracia moderna presupone el liberalismo
y,
por tanto, el valor fundante de la libertad individual. Del Noce,
que se consideraba liberal1 no podía ignorarlo. Mas, ¿no consiste
el liberalismo, respecto a los medios, en determinados procedi­
mientos para la limitación del poder,
y respecto a los fines, en la
protección
de los derechos del hombre? ¿No son valores estos
procedimientos y este reconocimiento? Y estos valores, ¿no son
la creación más alta de la Ilustración?• (31). Preguntas que
encuentran respuesta en otras páginas más críticas, en las que
viene a concluir que la -intransigencia católica• (32) de Del Noce
«se resuelve finalmente en un aut-aut sin posible mediación: "o
(30) Cfr. FRANCESCO MERCADANTE, ·Democrazia e critica della democrazia ne!
pensiero di Augusto del
Noce•, en el volumen Augusto del Noce. Jl problema della
modernita, cit., págs. 253 y sigs.
(31)
NORBERTO BOBBIO, •I miei conti con Del Noce•, L1Stampa, de 31 de
diciembre de 1991.
(32)
Cfr. In., ·Del Nace, ftlosofo del11antimoderno•, L1Stampa, de 2 de enero
de 1990. Tesis que hay que tomar con bastantes cautelas a la vista de lo antes
señalado.
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DEMOCRACIA Y BIEN COMÚN
la Iglesia, o el nihilismo",, _que no deja espacio en su reflexión
para la democracia (33).
Sin embargo, a nuestro autor
no le han faltado abogados en
este pleito. As!, se ha escrito que tales temores resultan infunda­
dos
«porque Del Nace, frente al nihilismo, no alcanza a fundar la
"necesidad" de la asunción
de aquella linea alternativa a la cul­
tura dominante, tantas veces descrita por él, sino sólo a destacar
la bondad de la opción metafísica,. ·De hecho, sólo alcanza a
legitimar el derecho a la existencia de la opción metafísica. Y
no
es poco haber logrado hacerlo en el corazón de lo moderno.
Quizá, para Del Noce, no sea todo, en cuanto que, por la mane­
ra como legitima la opción metafísica, es constreñido a legitimar
también la opción inmanentista, (34).
Desde
un ángulo opuesto se ha reprochado a nuestro autor
severamente,
no obstante su repudio de la sociedad tecnocrática
y pornográfica, con acusaciones especialmente graves hacia la
izquierda
en este sentido, su no abjuración del valor de la demo­
cracia: •Permanece
(en nuestro autor) el equivoco de la "demo­
cracia", que no es un simple siste1na de gobierno sino -y es
extraño que un metafísico sutil como Del Noce no se haya dado
cuenta-la metafísica misma de la época de la secularización. La
democracia es la convicción filosófica de que los valores no son
en sí, sino que se ponen de vez en cuando por los menos y por
los más. Lo que quiere decir -si Del Nace lo permite-que la
pornografía y la
ideología del bienestar no son una "enlermedad
de la cultura", sino el sentido mismo de la democracia coheren­
temente realizada, (35).
8. Aunque quizá,
en continuidad con la aguda valoración
que hemos tenido ocasión de seguir en la primera parte de este
(33) Cfr. lo., ·Del Noce: fascismo, comunismo, liberalismo•, en el volumen
Augusto del Noce. R problema della modernitd, cit., pág. 184.
(34)
PASCUALE SERRA, ·Metafisica e democracia in Augusto del Nace•, en el
volumen curado por GIUSEPPE CECI y LORELLA CEDRONI, Filosofia e democmzia in
Augusto
del Noce, cit., págs. 104-105.
(35) GENNARO MALGIERI (ed.), Una cultura per rEuropa, Roma, 1986, pág. 82.
El autor del texto citado es Adriano Romualdi.
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papel, de nuevo sea Danilo Castellano quien se ha pronunciado
más pertinente y discretamente. En efecto,
es sabido que Del
Noce consideraba un grave error político, consecuencia de otro
filosófico previo, combatir el marxismo con los métodos de la
sociedad opulenta, cuya irreligión posee la misma matriz
que el
marxismo, esto es, la opción atea. En este sentido,
pudo afirmar
nuestro autor
que el surgir ·de la civilización opulenta, irreducti­
ble a cualquiera otra del pasado, es necesariamente irreligiosa
porque combate el marxismo
no en su aspecto de ateísmo, sino
en el de religión, y porque quizá tiene la capacidad práctica de
reunir y de mantener, al 1nenos por cierto tiempo, la llamada
"coexistencia pacífica", a condición de hacer coincidir la aboli­
ción de la miseria con la extensión máxima de la alienación, lleva
en sí el signo de la falta de superación del marxismo• (36). Por
tanto, escribe Castellano, el consumismo servía y sirve para com­
batir
el comunismo, pero no el materialismo y el ateísmo, sir­
viendo al capitalismo permisivo de la actual sociedad •radical·
que lleva a la deshumanización total del hombre.
De ahí la atención prestada
por el filósofo turinés a la •Con­
testación•, de la que combatía sus presupuestos y sus objetivos
nihilistas. Sin embargo, no puede dejar de observarse, junto a lo
anterior, y asi lo hace el profesor friulano, que la dialéctica pas­
caliana
en que se basa Del Noce, si por una parte lleva consigo
la opción religiosa,
por otra sólo le permite declarar válida la
elección a posteriori, después de haberla pasado por la criba de
la experiencia histórica, resultando imposible declarar válidos a
priori planteamientos y valores (37).
Si de tales premisas des­
cendemos a la cuestión de la democracia, encontra1nos que no
sólo denunció la paradoja -según la explicación de Bobbio-de
que
una de las sociedades más corrompidas e inmorales de
Occidente haya crecido a la sombra de
un partido, como la
democracia cristiana, que pretendía representar los valores cris­
tianos (38), sino que esperó transformar -ahora es Castellano
(36) AUGUSTO DEL NOCE, ll problema dell'ateismo, cit., pág. CCVIII.
(37) Cfr. DANIW CASTELLANO, "Augusto del Nace, un filosofo attraverso lasto­
ria", cit., pág. 24.
(38) Cfr. NORBERTO Boss10, "Del Nace, filosofo dell'antimoderno", cit.
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DEMOCRACIA Y BIEN COMÚN
otra vez quien habla-la democracia cristiana histórica en una
democracia cristiana ideal (39). Pero es que, más aún, no pensa­
ba que la democracia cristiana tuviera que coincidir con esque­
mas como
el kelseniano o el maritainiano. A su juicio, ~la verda­
dera definición de la democracia cristiana no debe (. .. ) buscarse
en la idea, de origen claramente modernista, de que la democra­
cia sería la expresión
en el plano político del fermento evangéli­
co, sino solamente
en aquella según la cual es el principio reli­
gioso el que permite a la democracia no convertirse en un poder
opresivo laroado o abierto,. El concepto de democracia cristiana,
concluye, •significa algo distinto de la democracia pura, esto es,
de la democracia elevada a
valoP. (40).
Es dificil evaluar si una posición como la descrita tiene enca­
je
en el catolicismo liberal o va más allá de éste. En primer lugar,
es cierto que se opone a la democracia moderna sobre una base
religiosa y
no filosófica: ·En su opinión no resulta aceptable ni la
tesis
que define como "tradicionalista" -según la cual, como los
valores cristianos
son absolutos, deben ser hechos respetar por la
autoridad
política-, ni la "progresista" -para la que la era tec­
nológica exigiría una presentación totalmente nueva de la ver­
dad-, ni aquella según la cual la democracia sería un régimen
politico desideologizado, ni fmalmente aquella
que supone una
renuncia total al quehacer político en favor del exclusivamente
social, al
no ser posible, en la situación presente, otro empeño
por quienes hayan hecho la elección religiosa«. Por lo que cabe
preguntarse:
,La democracia fundada religiosamente ,Tepresenta
sólo una opción distinta respecto a todas las demás (y en esta
hipótesis
-parece-estaríamos todavía en el interior del pensa-
(39) Cfr. DANJLO CA.STEll.ANO, loe. ult. cit., pág. 25.
(40)
Auousro DEL NoCE, n problema politico dei cattolic~ Roma, 1967,
pág. 35.
Cfr. la glosa, no absolutamente convincente, de Massimo Borghesí, .JI
problema politico dei cattolici in Augusto del Noce•, en el volumen Filosofia e
democrazia in Augusto del Nace, cit., págs. 141 y sigs. Cfr. también, la aproxima­
ción mucho más correcta contenida
en el libro colectivo Questione cattolica e
questione democristiana, Padua, 1987. Contiene originales de Paolo Zolli, Dario
Composta, Danilo Castellano, Ennio Inocenti, Francesco Leoni, Pietro Giuseppe
Grasso, Francesco Novello, Giovanni Durando
y Fabio Marino.
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MIGUEL AYUSO
miento "liberal"), o también es expresión de una posición filosó­
fica, aunque sea implícita? Pues en este segundo caso estaremos
ante la tesis "tradicionalista" que Del Noce parece rechazar,,.
Castellano cree encontrar en su último pensamiento, esto es,
en la obra póstuma sobre Gentile ya citada, una afirmación que,
aunque en absoluto inequívoca, permitiría aproximar a Del Nace
al tradicionalismo: ·En rigor -dice alli Del Noce-, la libertad no
es sino un medio, aunque incluso en esto su precio sea incom­
parable, porque es la condición a través de la cual accedemos a
todo aquello a lo que damos valor•. Añadiendo acto seguido
que
·la concepción de la trascendencia de la verdad se halla en
mucho mejor situación que el inrnanentismo al objeto de fundar
la libertad, (41), de donde se deduce que el inmanentismo sufri­
ría
un fracaso incluso en el terreno de la libertad. Lo que dejó en
cuestión, sin embargo, Del Noce, es si esto resulta de la lectura
especulativa a posteriori de la historia, o
bien y sobre todo del
análisis dialéctico
-en sentido clásico--de los presupuestos en
que se funda el inmanentismo así como de sus conclusiones
necesarias ( 42).
9. Se ha subrayado, probablemente no sin fundamento,
que para abordar esta cuestión de la democracia que nos viene
ocupando en estas últimas páginas de modo central ha de
tenerse presente la visión metapolítica de nuestro autor, elabo­
rada siempre
partiendo del presente y nunca contra lo real, que
le permite divisar con gran anticipación el punto de llegada de
algunos procesos históricos y macrosociales a través del cotejo
con la historia (43). Así, por medio del descubrimiento de la
esencial
historicidad del cristianismo, entendido como forma
de
realismo centrado sobre la prevalencia del momento exis­
tencial respecto del
racional, Del Noce es llevado a reflexio-
(41) AUGUSTO DEL NocE, Giovanni Gentile, cit., pág. 413.
(42) DANILO CASTELIANO, oAugu.sto del Nace, un filosofo attraverso la storia•,
cit., págs.
25 y sigs.
(43) Cfr. AuousTO DEL NoCE, L ~intetpretazione transpo/itica della storia con­
temporanea,
Nápoles, 1982.
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DEMOCRACIA Y BIEN COMÚN
nar en tomo de la incompatiblidad de estas dos esencias filo­
sóficas ( 44).
En confrontación
con el racionalismo -moderno, Del Noce se
mide -ha afirmado, por ejemplo, Lorella Cedroni-con las anti­
nomias irresueltas
de libertad y necesidad, esencia y existencia,
verdad
y evidencia, polos opuestos de una concepción que ha
cortocircuitado todo un sistema de pensamiento, produciendo
como efecto inmediato no sólo las experiencias totalitarias con­
sumadas (nazi
y comunista), sino también las inacabadas (fascis­
ta) e incluso la moderna democracia tecnocrática. Por ello, fren­
te a la actitud reaccionaria,
que Del Noce, paradójicamente, como
hemos visto, refuta como respuesta pasiva y adaptada a los
esquemas del adversario,
y que se ejemplifican en las antítesis
fascismo-antifascismo o democracia-totalitarismo, nuestro autor
se muestra atento a la dimensión global
de los fenómenos: «Se
trata de un nuevo tipo de aproximación que le permite realizar
un diagnóstico interpretativo frente al marxismo y al nihilismo
que le ha sobrevivido. La cultura occidental, pues, no se halla en
situación de proponer un polo positivo frente al fascismo, ni
siquiera frente al marxismo,
de modo que la resistencia a ambos
fenómenos se resuelve
en una oposición meratnente verbal, en
una protesta débil y limitada que ha permitido al nihilismo impo­
nerse
y contaminar las formas de pensamiento y de acción polí­
ticas· ( 45).
( 44) Cfr. LoRELLA CEDRO NI, •lntroduzione• al volumen Filosofia e democrazia
in Augusto del Nace, cit., pág. 11. Cfr., también, en este sentido, Rocco BurTIGUONE,
·Augusto del Nace e il problema della metafisica•, Vita e Pensiero (1990), págs.
606 y sigs.; ANDREA PARis, •La genesi della modernita e il problema del realismo
ne!
pensiero di Augusto del Nace•, en el volumen colectivo recién citado en esta
nota, págs. 27 y sigs. En relación con la posición de Del Nace ante el realismo
clásico
y el que podríamos denominar •realismo dopo ridealismo,,, así como res­
pecto de sus reservas no sólo de éste, sino también de aquél, aparte de algún
rastro que ya hemos dejado en lo anterior, puede verse el siempre interesante aní­
culo de Castellano, varias veces citado, ·Augusto del Nace, un filosofo attraverso
la storia•, pág. 19.
(45)
LoRELLA CEoRONI, loe. cit., pág. 13.
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MIGUEL AYUSO
No resulta difícil enhebrar algunos textos de Augusto del
Noce orientados
en tal dirección ( 46). Pues juzga que el equívo­
co de la democracia radica propiamente
en el hecho de que no
indica una forma de gobierno} sino «una especie de adquisición
espiritual definitiva, algo que no hay que volver a plantear, un
devenir irreversible e irrevocable, (47). La sociedad actual -afir­
ma igualmente indicando dónde radica esa sustancialidad-,si es
esencialmente democrática (. .. ), lo es de una democraticidad que
se funda sobre el valor de lo sustantivo, en lugar de hacerlo sobre
lo adjetivo que la acompaña, mientras que en la democracia libe­
ral era el liberalismo
el que daba su valor a las instituciones
democráticas, ( 48).
Eso explica que la democracia actual difiera del totalitarismo
en los mismos términos en que ,la pérdida de lo sacro difiere del
ateísmo, y solamente
en eso: J?Orque, fundada también ella en la
fuerza, como cantidad de votos, no reconoce autoridad de otros
valores más que a la fuerza, (49). Si se quisiera resumir en una
fórmula el sentido de la presente democracia occidental, debería
hablarse de
•una mentira obligada y sustancial, esto es, de una
falsificación obligada de todos los términos, a comenzar por la
definición infinitamente repetida de la inviolabilidad de la perso­
na humana, (50). Y es que el ideal democrático querria significar
•un régimen en el que cada individuo se pueda sentir fin del
ordenamiento social, pero tal régimen sólo
podría construirse
sobre el presupuesto de una misma conciencia moral común a
todos los hombres, de manera que la mayoria expresaría un jui­
cio moral seguro,.
La realidad presente, ,en razón del abandono
(46) Comentarios más o menos precisos sobre la posición de nuestro autor
en este terreno, pueden hallarse en FRANcESco MERCADANTE, ·Democrazia e critica
della democrazia nel pensiero
di Augusto del Nace•, cit.; PASCUAi.E SERRA,
·Metafisica e democrazia in Augusto del Nace•, cit.; LORELLA CEDRONI, BDemocrazia
e filosofía politica in Augusto del Nace•, en el volumen Filosofta e democrazia in
Augusto del Nace, cit., págs. 109 y sigs.
(47) AUGUSTO DEL NocE, O problema delrateismo, cit., pág. 70.
( 48) lo., ap. ult. cit., pág. 108.
(49) lo., ap. ult. cit., pág. 353.
(SO) In., ·Perché quest'ltalia non ci piace•, en el volumen colectivo Quaie
democrazia puO risolvere la crisi delle istituzioni italiane, Roma, 1983, pág. 8.
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DEMOCRACIA Y BIEN COMÚN
de una y misma conciencia moral, manifiesta una pluralidad con­
tradictoria de posiciones
morales,,. Entonces, adviene efectiva­
mente una situación «en que el criterio de la mayoría se produce
en el terreno de los hetera-dirigidos, de quienes son dirigidos por
la industria cultural, verdadera escuela de ignorancia ( ... ), al ense­
ñar las valoraciones desligadas de las premisas que las fundan•.
Entonces, •obedeciendo al impulso de autoconservación, esto es,
del miedo•, ,el individuo, en vez de sentirse fin, no puede sobre­
vivir sino haciéndose medio1 con la adecuación a los gustos de
esta mayoría o más aún de los grupos que han prevalecido· (51).
El problema, una vez más, no está en la oposición entre tota­
litarismo y democracia, sino
en el hecho de que la última se pre­
senta con caracteres de un totalitarismo de nueva naturaleza, de
una ideología que promueve una suerte de ,superparttdo tecno­
crátíco que traspasa a los partidos, que tiene en su poder los
resortes de la información,
que cuida la propia apología por
medio de la casta de los intelectuales, que se reparte equitativa­
mente
según las distintas posiciones políticas y culturales, de los
católicos a los comunistas, (52).
10.
La valoración de textos como los que acabamos de citar,
y
que están dotados de una cierta organicidad sin que deje de
apreciarse un agudizamiento de la visión con el paso del tiempo,
especialmente
en sus últimos escritos, dista -con todo-de ser
univoca. Las páginas anteriores lo han mostrado con suficiente
nitidez. Por mi parte, unos simples comentarios que constituyen
una relectura -lo confieso-muy parcial y muy poco preten­
ciosa.
Es digna de encomio, en primer término, la labor desmitifi­
cadora y debeladora de .tantos lugares comunes entronizados
infundadamente
en muchas ocasiones como verdades inconcu­
sas. En
tal sentido, se agradecen páginas como las que toman por
inadecuada la disyunción totalitarismo-democracia o las que per­
ciben la existencia de
un totalitarismo democrático -en la ter-
(51) ID., ·La verit:i e la paura·, Storia e Politica, núm. 2/1984, pág. 245.
(52) lo., ·Pensieri di un uomo libero•,
n Sabato, de 4 de abril de 1991.
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MIGUEL AYUSO
minología de Leo Talmon (53)-o de una deriva totalitaria del
liberalismo -en la de Michel Schooyans (54)-, con una carac­
terización
muy perspicaz de su especificidad. La escuela tradicio­
nalista
no sólo decimonónica, sino también del siglo presente, ha
tratado ampliamente el tema, de manera en muchas ocasiones
convergente
con aportes singulares de cierto conservatismo libe­
ral y
de cierta escuela wigb (55).
En ellas,
en las páginas de nuestro autor, pese a lo manifes­
tado
por críticos en exceso celosos, no se confunde la democra­
cia
con una simple forma de gobierno, sino que se tie~e en cuen­
ta acribiosamente
su valor sustancial, su carácter-por decirlo en
la terminología de los constitucionalistas-de fonna de Estado.
Más aún, viene siempre referido a la situación presente de la
democracia,
esto es, a lo que podemos llamar democracia moder­
na por contraposición a la clásica, con términos que presentan
más
una cara axiológica que cronológica (56). En cierto sentido,
incluso,
no deja de tener presente, frente a tantos discursos en
pro de una ,nueva democracia, o de una ,sana democracia,, que
la° única existente y real hoy es la moderna: absoluta, totalitaria y,
en suma, religiosa. Respecto de esta últhna caracterización, no
porque reconozca que lá sociedad opulenta conserva el ateísmo
del marxismo, despojándolo
de su dimensión religiosa, deja de
ser cierto que en su versión «fuerte" la democracia cotnporta ele­
mentos religiosos. Sólo
en su versión ,débil, se produce una
transmutación, paralela a la que opera en todas las piezas de la
ideología liberal-radical hegemónica,
en la que, ante la seculari­
zación
de las religiones civiles, se .disuelven también los elemen­
tos religiosos (57).
(53) Cfr. Loo TALMON, Tbeorigins oftotalitarian democracy, Londres, 1952.
(54) Cfr. MrCHEL ScHooYANS, La dérive to'talitaire du libéralisme, París, 1991.
(55) Cfr.
MIGUEL AYUSO, ,El totalitarismo democrático·, en el volumen colec-
tivo ¿Crisis en la democracia?, Madrid, 1984, págs. 121 y sigs.
(56) Cfr.
]EAN MADIRAN, Les deux démocraties, París, 1977; EsTANISLAO
CANTERO, ··Evolución del concepto de-democracia•, en el volumen colectivo ¿Crisis
en la democracia?, cit., págs. 5 y sigs.
(57) Cfr. MIGUEL AYUSO, •Romanticismo y democracracia desde la crisis polí­
ticl contemporánea•, Verbo, núm. 329-330 (1994), págs. 1041 y sigs.; In., ~Bien
privado, bien público y bien común. Una lectura desde el derecho constitucio-
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DEMOCRACIA Y BIEN COMÚN
No merecen menos plácemes las páginas en que describe, a
veces
un tanto fenomenológicamente, la praxis de la democracia
moderna, inseparable del escismamiento
y de la masificación. En
esa linea, me parece de gran importancia la comprensión de que
la democracia sólo puede operar sin distorsión en un ambiente
de moral común, mientras que lleva a la pura imposición y a la
fuerza
en casos de pluralismo, máxime cuando éste adopta, como
estamos
empezando a conocer, fonnas radicales (58). La masifi­
cación
no es sino la pars construens que sigue a la pars destruens
pluralista, por más que no haga sino ahondar la división real,
encubierta
por una unificación que mata la vida (59). Paradó­
jicamente
expuesto diríamos que el pluralismo mata la pluralidad,
esto es, la vida. Aquí, quizá
por el especial acento que aporta el.
tribunal de la praxis, mostrando el profundo acierto. de su tesis
según la cual el ámbito ético-político-jurídico aparece especial­
mente dotado para cribar el significado de las proposiciones teo­
réticas, Del Noce se manifiesta, sobre todo
en los últimos textos,
en posiciones como las que es dado hallar en antimodemos
como Marcel de Corte o Juan Vallet de Goytisolo.
Queda,
en cambio, el problema del liberalismo. Aquí, me
parece, la visión de nuestro autor no acierta tanto a desprender­
se
de las versiones oficiales, quizá por la gravitación de algunas
de sus premisas teóricas. También es cierto que opera en muchas
nalo, en el volumen curado por DANILO CAsTEU.ANo, Europa e bene comune oltre
moderno e postmoderno, Nápoles, 1998. He tratado de encerrar orgánicamente
todo un conjunto de reflexiones sobre esa temática, en mi ¿Después del Leviathan?
Sobre el Estado y su signo, 2.ª ed., Madrid, 1998.
(58) Cfr. JUAN VALLET DE GoYTISOLO, ·Ideología o participación·, en el volu­
men colectivo ¿Crisis en la democr¡;icia?, cit., págs. 63 y sigs.; MIGUEL AYUSO,
·Pluralismo y pluralidad ante la filosof'ia jurídica y política•, en el volumen
Homenaje a juan Bercbmans Vallet de Goytisolo, t. V, Madrid, 1990, págs. 7 y sigs.:
ID., ·En torno al pluralismo polltico y cultural•, en el volurrien cOiectivo Diag­
nóstico de la culturo española, Madrid, 1992, págs. 213 y sigs.
(59) Cfr. JUAN VALLET DE GOYTISOLO, Sociedad de masas y derecho, Madrid,
1969; MAR.ca DE CORTE, Lihomme rontre lui-mbne, París, 1962; ID., L·intelligence
en péril de morl, París, 1969. Sobre el pensamiento del desaparecido profesor
belga, cfr. DANILO CASTELLANO, L·aristotelismo cristiano diMarcel de Corte, Floren­
cia,
1975; MIGUEL AYUSO, DANILO CAS'I'EI.LANO y JUAN VALLEI' DE GOYTISOLO, •In memo­
riam Marce! de Corte•, Verbo, núm. 327-328 (1994), págs. 761-794.
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MIGUEL AYUSO
mentes una oposición liberalismo-democracia según la cual el
elemento valioso corresponde
al primer término, mientras el
segundo
es portador, si no de disvalor sí de riesgos (60). Del
Noce,
por un lado, lo acabamos de decir, divisa con acierto que
una visión puramente •procedimental• de la democracia resulta
en absoluto insuficiente, pero que, por otro lado, su •sustanciali­
zación• tiende a hacerse al margen del aporte liberal. Por mi
parte, sin ceder ante tentaciones nominalistas, me parece de toda
evidencia que el núcleo teórico perverso que actúa en la política
moderna bien
puede encerrarse con la palabra liberalismo, tanto
o más
que con la de democracia. Cuando el profesor húngaro
Thomas Molnar
ha utilizado como fórmula para encerrar sus
reflexiones pol!ticas de los últimos años la de
,la hegemonfa libe­
ral•
ha percibido con gran nitidez dónde se halla el corazón del
problema político presente (61). Augusto del Noce,
en cambio,
quizá por cierto prejuicio anti-reaccionario o anti-antimodernista,
no ha salido de ciertos tópicos errados en este punto. Conste que
no le falta razón en su juicio respecto de que los pensamien­
tos
·anti, se presentan debilitados y subordinados ante los que
dicen combatir, sin lograr salir de su suelo conceptual y limitados
a la simple reacción dialéctica
-en sentido modermo--respec­
to de algunos de sus postulados.
Lo que ocurre es que entre el
pensamiento antimoderno o contrarrevolucionario incluye tam­
bién,
con poco discernimiento, al verdadero pensamiento tradi­
cional,. que es precisamente contra el que se levanta el moderno,
de manera
que la prioridad se encuentra del lado de aquél, que
es sustancialmente positivo y carece de dependencia respecto
de éste (62). Y es que resulta especialmente notable esta debili­
dad de Del Noce, a la vista de que contradice algunas de sus
premisas metodológicas
-tales como la atención al tribunal
(60) Cfr. MIGUEL AYUSO, •Liberalismo y democracia•, en el volumen Razona­
lismo. Homenaje a Fernández de la Mora, Madrid, 1995.
(61) Cfr. In., 0la hegemonía liberala, Verbo, núm. 307-308 (1992), págs. 841
y sigs. Alli están referidas las distintas obras en tal dirección de Molnar.
(62) Cfr., para una rigurosa.justificación, con referencias delnocianas, DANILO
CASTEi.U.No, •La ideolog1a contrarrevolucionaria•, en el volumen colectivo coordi­
nado por
JOAQUIM VERÍSSIMO SERRÁO y ALFONSO BULLÓN DE MENDOZA (eds.), La con­
trarrewlución legitimista _(1688-1876), Madrid, 1995, págs. 35 y sigs.
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DEMOCRACIA Y BIEN COMÚN
de la praxis--y limita otras de sus desarrollos y conclusiones. De
alú que hayamos escrito lo anterior ...
Una palabra también respecto del
bien común, que, por no
ser Del Noce un filósofo adherido a la escuela tomista, aparece en
su obra ausente de tratamiento diferenciado. No obstante, creo
que de sus reflexiones antes consignadas sobre la unidad y el plu­
ralismo, es lícito extraer alguna consecuencia en esta orientación.
Que toca al papel de la verdad en la fundación del Estado. Una
sociedad
-en efecto-no puede constituirse prescindiendo de la
verdad, como
un ordenamiento no puede existir sin orden pro­
fundo (63). Como ha escrito
un agudo analista, una de las razo­
nes de la estabilidad de la sociedad del pasado residía
en haber­
se desarrollado al margen de la filosofía democrática moderna,
esto es,
en no haber sufrido la fascinación del relativismo que, por
contra, aparece en el fondo de la «diferenciación• que constituye
el humus del Estado moderno. Porque el Estado
no puede fun­
darse sobre el relativismo y la legislación siempre
supone una
opción, no importa ahora si rectamente motivada o no; lo que
ocurre con el Estado moderno es que, al optar, lo hace en térmi­
nos ideológicos, desconociendo
la verdad (64). El resultado es el
fin
de la comunidad política, con la incapacidad de lograr el bien
común. Este diagnóstico,
que puede hallarse en De Corte (65) o
en Rafael Gambra (66) con mayor precisión que en nuestro autor,
es el que recibe confirmación por el tribunal de la praxis de nues­
tros días postrnarxistas y postmodernos. Y el resultado
no es exac­
tamente el previsto
por Augusto del Noce, sino el de la disolución
de la modernidad, con la manifestación de la esterilidad del car­
tesianismo
en todas sus formas. Y con el despuntarse en el hori­
zonte como
una salvación de la filosofia del ser en toda su fecun­
didad del
•verum•, del ·bonum• y del •pulchrum· (67).
(63) Cfr. DANIW CASTELLANO, La razionalitii della politica, Nápoles, 1993,
págs. 57 y sigs.
(64) Cfr. ID., «Democrazia moderna e bene comune•, Diritto e Societii, núm.
2/1985, págs. 265 y sigs.
(65) Cfr. MARCEL DE CORTE, De la justice, Jarzé, 1973.
(66) Cfr. RAFAEL GAMBitA, ·La filosofía religiosa del E_stado y el derecho·,
Revista de Filosojta, núm. 30 (1949), págs. 433 y sigs.; lo., ·Comunidad y coexis­
tencia•,
Verbo, núm. 101 (1972), págs. 51 y sigs.
(67)
Cfr. ROBERTO DE MATIEI, loe. cit., pág. 881 y sigs.
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