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Número 395-396

Serie XL

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La poesía de Gustave Thibon

LA POESÍA DE GUSTAVE TIBHON
POR
Jost M.' CAsrAN VAzQUEZ
La muerte reciente del filósofo francés Gustave Thibon, tan
conocido en algunos ámbitos culturales de España, ha venido a
reavivar el afecto hacia su figura y
la atención hacia su pensa­
miento. Dos buenas muestras de ello
han sido las notas que en
su memoria han publicado Rafael Gambra Y. Miguel Ayuso en el
número anterior de
Verbo. No es dificil augurar que la obra de
Thibon permanecerá viva a lo largo del nuevo siglo. Pero esa
obra, extensa y profunda, tiene distintas facetas. Una de ellas,
acaso la menos conocida
en España, es la poesia, porque Thibon
fue también
un poeta de notable calidad. La presente nota aspi­
ra solamente a dar noticia
de esa vertiente del gran pensador
católico. Una parte esencial de la poesia de Thibon se contiene
en su
libro
Poemes, que con prefacio de Marce! de Corte fue publicado
en Paris y Bruselas el año 1940, dentro de la colección Cahiers
des poétes catholfques.
No era ya desconocido como poeta el
autor -habla obtenido en Francia el Premio a los Poetas Cató­
licos--, pero este libro supuso sin duda
una llamada de atención
al mundo literario, además
de un nuevo testimonio en la linea
mantenida por Thibon durante toda su vida.
Es decir, durante
todo el siglo
xx. Un siglo que él, nacido en 1903 y fallecido en
2001, ha vivido ir.tegramente. Tras la aparición de aquel libro edi­
tarla otro, en 1946, con el título de Q[!j-ande du soir; que ofrece
una antología de su poesia.
En el libro Poemes se integran diecisiete extensos poemas,
algunos
de hasta diez partes, construidos en verso libre y dirigí-
Verbo, nüm. 395-396 (2001), 485-489. 485
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JOSE M.' CASTÁN VÁZQUEZ
dos en su totalidad hacia Dios. La poesía de Thibon es religiosa
e intimista, apoyada
en la Teologia y en el Evangelio, fruto de
una fe viva y reveladora
de una experiencia mística, que no deja
de recordar la de San Juan
de la Cruz, ya que si sus versos libres
no alcanzan la belleza de las estrofas del español, no dejan de
brillar
por su espiritualidad y su sinceridad. Como en su prefacio
pone
de relieve Marce! de Corte, nos hallamos "en presencia de
un canto puro que realiza la condición esencial de la poesfa". Los
versos de Thibon tienen acaso el peligro, advertido por el prolo­
guista, de no ser entendidos, pero esto, según el propio De Corte,
"es
un riesgo eterno de la poesia auténticamente inspirada",
Transcribamos algunos fragmentos de los poemas de Thibon que
pueden construir una breve muestra del conjunto (1).
Ya en el primero de los poemas, Cantus anlmae divisae, se
advierte que el canto de Thibon es
una mirada al Cielo, levanta­
da por
el poeta con esfuerzo y esperanza:
"No puedo mirar al Cielo más que levantando la cabeza.
Mi nuca camal se cansa de este esfuerzo.
Dios del Cielo, hacia quien brincan mis deseos intermitentes,
¡cómo podña reposar en tu altura cenital?".
El poeta se dirige a Dios con fe absoluta -contra si mismo-­
desde el poema Majar carde nostro, en una llamada ardiente y
entrañable:
"Creo en ti, Señor, contra mi mismo,
oye mi clamor total y último".
Llamada que repite casi angustiosamente en el poema Chants
pour J'Absente:
"¡Vuelve! Lejos de tí, ya nada me resta.
No estoy ni siquiera solo! mi vida no es más que la
sangrante mitad de nuestra soledad.
(1) El texto que se transcribe es en versión castellana del autor de este
artículo.
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LA POES!A DE GUSTAVE THIBON
¡Vuelve! Todas las formas del mundo me rodean como sombras
suplicantes que te esperan para revivir.
Las hojas que la brisa agita no murmuran más ·que para
llamarte
¡Vuelve! El sol tiene frío sin tus ojos".
A Dios le ofrece el poeta desde el citado Cantus animae divi­
sae
una entrega total, pero, consciente de su debilidad humana,
le ruega
que no le deje escoger:
"Tú lo quieres tocio de nú ...
¡Pues bien! Tómalo todo, pues no sé darte nada.
Ahora te reconozco. Lo que puedes tomar, quieres que yo te
lo dé.
Me has escogido en la eternidad.
Quieres que yo te escoja hoy (. .. ).
Me parece que consentiré siempre. Toma mi sangre.
No tengo fuerzas para derramarla, pero la dejaré fluir sin
blasfemia.
¡No me dejas escoger!
Te quiero y te rechazo. Mi libertad se estremece, y se irrita,
y se amarga en mí como una úlcera.
¡Barre, si es preciso, este privilegio de mi pecho,
ahoga todas mis posibilidades de rechazo!
Trátame como a la piedra inerte o a la bestia oscura
¡con tal que sea tuyo!
¡No me dejes escoger!
Bien sabes que me inclinar',a del lado del vacío,
que optaría por el veneno de dispersión y de noche,
por la alegrfa inmediata, caduca, polvorienta y amurallada.
¡No me dejes escoger!".
En su buscada unión con Dios, el poeta le expresa su amor
desde el poema
Duldori felicita.te con paradojas de gran belleza
poética:
"Tú: mi recompensa y mi castigo, mi alegría desgarrada
y mi suprema amargura, mi oasis y mi desierto
el bálsamo de todas mis heridas y mi herida inmortal".
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JOSÉ M. • CASTÁN V ÁZQ/JEZ
En su reflexión sobre el misterio del amor de Dios a los
hombres, Thibon repara
en el hecho de que Jesucristo ha
vertido lágrimas humanas y derramado sangre humana, lo
que
en el poema On te prouve, on te démontre le lleva a excla­
mar:
"¡Diris ha llorado sobre tí lágrimas humanas,
Dios ha derramado por tí sangre humana ... !".
De alú la reponsabilidad del hombre, apuntada en el poema
Deus omnJum:
"Si yo me de_svío, si te abandono,
habrá fluido en vano hasta nú tu eternidad".
El poeta no ignora el fango que conlleva la condición huma­
na,
pero el verlo no destruye en él la esperanza. Sus versos refle­
jan el entusiasmo
por esa virtud teologal, un entusiasmo que
Thibon lo expresó también,
en prosa, en un libro español pos­
terior,
El silencio de Dios, de Rafael Gambra, en cuyo prólogo
afirma:
"El cristiano, a imitación del apóstol San Pablo, está obli­
gado a esperar contra toda esperanza
(contra spem tn spe), por­
que Cristo
ha vencido al mundo y esta victoria abarca la totali­
dad del tiempo y del espacio" (2). También
en esa. lfnea estaban,
antes de Thibon, escritores como Péguy,
que consideraba la
esperanza como "la fe que Dios más ama" (3) y como Pieper,
que
en la primera edición, aparecida en 1935, de su libro Sobre
la esperanza habla advertido, sobre bases tomistas, que "la única
respuesta que corresponde a la situación real de la existencia
humana
es la esperanza" (4). En. el libro de Thibon, uno de los
poemas,
Deus Omnium, refleja ciertamente la esperanza en
estos versos:
(2) G. THraoN, Prólogo a R. G.AMBR.A, El silendo de Dios, Ed. Prensa
Española, Madrid, 1968, pág. 15.
(3) t.1'd. A. J. BAmSTEssA, Introducción a la ed. de La Anunciación a Maria
de Claudel, versión castellana, Emecé Editores, Buenos Aires, pág. 26.
(4)
J. PIEPRR, Sobre la esperanza, Palmos, 3." ed., 1961, pág. 39.
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LA POES!A DE GUSTAVE THIBON
"¡El polvo también te pertenece, Señor,
el polvo también cantará su gloria!
¡Un golpe de escoba de tu justicia que trastorne el orden
muerto
de tus polvorientos átomos,
después
un rayo de tu piedad sobre el cristal humano,
y el polvo transfigurado danz.ará en tu sol!".
No exageró Marcel de Corte cuando cerró el prefacio del
libro
Poemes de 1bibon con estas palabras: "Gustave 1bibon es
un gran poeta: se creerla escuchar en él la voz profunda de los
grandes trágicos griegos, divinizada
por el soplo cristiano" (5).
Es grato saber que quien como 1bibon se dedicó apasionada­
mente, a través de su larga
y fecunda vida, a estudios hetero­
géneos
-la füosoffa y las matemáticas, la biología y la psicolo­
gía
(6}-fue también poeta y sus poemas fueron un testimonio
íntimo
y valiente de su total entrega a Dios.
(5) M. DE CORTE, Préface al libro Poemes de Thibon, cit., pág. 9.
(6) Resume todas esas vertientes G. Thuc, Hlstoire de la JJtt~rature catholJ­
que contemporaine, Casterman, 1961, apéndice de autores s.p.
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