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Número 395-396

Serie XL

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Discurso de Fernando Claro [San Fernando 2001]

CRÓNICAS
más hermosa y tierna devoción que nos ha concedido el Cielo,
encontraremos, como los encontró San Fernando, las gracias y
los ánimos que
nos falten para el combate y la victoria.
Glorioso Rey San Fernando, rogad por nosotros.
TERESA AsUNCIÓN JIMÉNEZ
DISCURSO DE FERNANDO CLARO
Queridos amigos de SPEIRO, como miembro de este grupo es
para mi un doble placer celebrar con vosotros la fiesta de nues­
tro Santo Patrón y
al mismo tiempo mi onomástica, que me
traen la evocación de tantas horas de oración y meditación en
aquel marco incomparable de la Capilla Real en la Catedral de
Sevilla.
Allí, a los pies de la veneradísima imagen de la Virgen de los
Reyes
se encuentra la urna de plata en donde descansa el cuerpo
del Rey San Fernando esperando
el día de la resurrección.
La Virgen de los Reyes, Patrona de Sevilla y de su Archidió­
cesis, que sostiene en sus brazos un Niño Jesús coronado, está
cubierta por
un dosel en cuyo frente se lee "PER ME RECES REG­
NANT", recordándonos cuál es el origen del poder y de la sobera­
nía y a que normas debe atenerse todo poder en su ejercicio.
Las palabras que
he escrito y que voy a leer a continuadón
son fruto de aquellas meditaciones y de la lectura de numerosos
libros sobre la vida y las
hazañas de San Fernando, libros, ico­
nografía y pintura induidos, a cuya búsqueda
me dedico desde
hace muchos años aprovechando
mis visitas a cualquier lugar de
España.
• • •
Lo característico, Jo más profundo de la vida de San
Fernando,
es la fidelidad inquebrantable del Santo a la grada
divina.
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CRÓNICAS
En la vida de San Fernando, y en su muerte, el carácter pro­
fano de la realeza y el carácter divino de
la santidad no están
superpuestos, sino profundamente unidos.
Para ser santo pensó San Fernando que debla ser perfecto rey,
y para ser perfecto rey pensó que debía ser santo; porque
en él, la
perfección del rey y la plenitud de la santidad constitufan una
unidad profunda. Y ese es el secreto de la santidad.
Santo
es aquel hombre que logra fundir en la unidad indivi­
sible de
su propia existencia, su labor y ministerio profano con su
labor y ministerio divino.
El que,
por el contrario, vive una vida que separa y distingue
entre
Jo profano y Jo divino, el que superpone la Religión a la
vida, ese tropieza enseguida con los límites de su santidad y con
los límites de su
humanidad.
Solamente quien, como los santos, como San Femando, sabe
juntar en una unidad indivisible la santidad y la humanidad,
hadendo todo Jo posible por poner su humanidad al servicio de
Dios, induso olvidándose de si mismo, y entregando generosamen­
te toda su existencia a Dios, ese es el verdadero y auténtico santo.
Y en la vida de San
Femando no podemos encontrar un solo
momento de divergencia entre
su gracia divina y su actuación
humana. Nunca en él fueron divergentes los caminos de Dios y
los caminos del hombre.
Y
no pensemos que esto era solo fácil en aquellos obscuros
años del siglo
XDI pero que hoy en día las cosas han cambiado y
ya no tienen el mismo sentido estas consideraciones, porque me
estoy refiriendo a valores permanentes y a ideas eternas.
Dios Nuestro Señor
ha creado al hombre a su imagen y seme­
janza. Quiero decir que
ha puesto en el hombre un destello de la
esencia divina. Fsa gota de divinidad que ha puesto Dios en el alma
humana es la libertad,· la libeitad que hace al hombre esencial­
mente distinto de toda otra criatura sobre
la tierra; porque el hom­
bre es
el único ser de la creación que tiene la facultad de hacerse a
sf mismo su propia vida. Fsa es la libeitad que Dios Je ha dado.
El hombre es de todos los seres vivientes el único que puede de
antemano pensar Jo que quiere ser y después hacer. ordenada y
libremente, los
esfueIZos necesarios para llegar a ser eso que qui-
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CRÓNICAS
siera ser. Los animales no pueden hacer otro tanto. El animal
tiene una vida, cuya trayectoria está de antemano prescrita por
la naturaleza de la especie a la que pertenece.
Pero el hombre es
un ser libre. Esto quiere decir que el hom­
bre piensa de antemano su propia vida como una tarea, como un
proyecto a realizar, como algo a que está obligado por la ley de
Dios.
Y aquí viene bien recordar la idea que San Pablo nos da de
la santidad. Santo será el hombre que logre durante su vida rea­
lizar con plenitud de unión a Dios el ideal que en sus primeros
años
se forjó para sí mismo. La ambición de ser rey santo, caba­
llero santo, profesional santo, sacerdote santo; y
Juego, durante
toda su vida, vaya realizando el ideal de santidad propuesto.
Ese
es el santo. Los demás vamos tropezando por las sendas de la vida,
cayendo y levantándonos, y si
no fuera por la infinita misericor­
dia de Dios, ¿qué salvación podría
alcanzar el hombre?
San Fernando, Rey de Castilla y de León, supo hacer de su
vida la realización perfecta de la santidad como
nos enseñaba
San Pablo.
Voy a considerar, a continuación, distintas facetas de su vida
humana para probar Jo que estoy diciendo.
Como hijo, Dios quiso ponerlo en el trance
más dificil que
puede ponerse a
un hijo; porque Je dio un padre que fue para su
hijo cruel e injusto.
El Rey de León, Alfonso IX. padre de San
Fernando,
fue, en efecto, para con su hijo un padre cruel e injus­
to. Pero ¿cómo respondió nuestro santo a esa crueldad y a esa
injusticia del padre? Respondió con lágrimas
en los ojos, con
humildad filial completa y nunca llngida. Cuando su padre,
atropellando todos los derechos
humanas y divinas, irrumpe en
Castilla al frente de un ejército llevando por doquier la muerte y
el incendia para vengarse de nada, parque su hijo Fernando,
ya
rey de Castilla, no había inferido el más mínima agravio a su
padre el rey de
León.
San Fernando no quiso levantar ni un solo soldado contra su
padre y Je escribió aquella famosa carta en la que preguntaba a
su padre la razón de su odio y cómo podía pesarle que su hijo
fuera el
más joven rey de Castilla, en Jugar de alegrarle.
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CRÓNICAS
Pero Alfonso IX no se siente conmovido al recibir la carta y,
contra el parecer y
conseyo de prelados y hombres buenos que Je
rodean, exige para retirarse a León y deyar en paz a Castilla el
pago
de una cuantiosa suma.
San Fernando hubiera podido oponerse a la pretensión de
su
padre. Tenía fuerza suficiente, tenía recursos, ejércitos que Je
seguían, pero, sin embargo, su contestación fue rápida. Sin vaci­
lar, envió el dinero que pedía su padre, y no quiso, de ningún
modo, enviar un solo soldado contra él.
Dos generaciones posteriores veremos al nieto de San
Fernando, Don Sancho el Bravo, proceder de
un modo totalmen­
te opuesto
al de su abuelo.
Respecto a
su madre, el panorama lllial cambia por comple­
to. Aunque no voy a referinne aquí al drama de las vicisitudes de
su matrimonio por decisión de Roma.
Dofla Berenguela fue
una madre tierna, amante, celosa del
porvenir de su hijo,
y; al mismo tiempo, la más prudente y llena
de talento y
de perspicacia política.
San Fernando
no hace nunca nada sin consultar con su
madre, en cuanto puede. No toma esposa, ninguna de las dos
veces que la tomó,
sin pedirle a su madre consejo; no toma nin­
guna resolución política sin pedir antes consejo a su madre.
Donde quiera que la encuentra,
Je rinde los honores, y Je mues­
tra
su cariflo, y la lleva en su corazón desde su niflez hasta su
muerte. Dofla Berenguela, prima
de una santa y hermana de otra
santa, era
una mujer de alma grande. De ella aprendió San
Fernando la perfecta ecuación entre la gracia y la vida.
De ella
aprendió que
vivir, vivir cristianamente, es hacer fructillcar en sí
la gracia de Dios.
Y ¿como hermano?, como hermano la conducta de San
Fernando
es intachable.
La safla de su padre contra el fue tan incomprensible que no
tiene explicación fácll. Quizás la Providencia que quisiera probar
con
esa cruz el espíritu de San Fernando tenga una respuesta.
Al morir el rey Alfonso hizo testamento desheredando a su
hijo y haciendo donación del
reino de León a sus dos hijas, Dofla
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CRÓNICAS
Sancha y Doña Dulce, habidas de su primer matrimonio con
Doña
Teresa de Portugal.
Ante estos hechos, ¿qué va a hacer San
Fernando?. ¿va a pe­
lear con las
armas en la mano contra sus hennanas?. ¿va a derra­
mar sangre y atizar el fuego en los reinos de Castilla y de León?
San Fernando declara entonces que
jamás enarbolará su
lanza ni desenvainará su espada contra príncipe o princesa cris­
tiana.
La Providencia viene a facilitar sus propósitos porque Doña
Sancha y Doña Dulce, acompañadas por su madre, entran en
León pretendiendo ser proclamadas reinas del reino leonés y
no
encuentran los apoyos de los nobles que esperaban encontrar.
Reunidas las dos madres y primas entre ellas, Doña Teresa de
Portugal y Doña Berenguela, con
pocas palabras se entendieron
entre ellas llegando a
un acuerdo perfecto. Firmaron la paz de las
Dueñas, y las hermanas de San Fernando
renunciaron a sus
derechos a la corona
de León, y asl ésta y la de Castilla se unie­
ron en
una sola cabeza de una vez para siempre.
La actitud de San Fernando, dictada por la santidad y no por
la política resultó de hecho
la más política de todas.
La caridad de San Fernando negándose a combatir contra
sus hermanas resultó
mucho más hábil política que cualquier
otra resolución basada en otros intereses.
La conducta de San Fernando como esposo fue también
modelo
(!}emplar. Su hijo, Alfonso X. ponderó la honestidad de su
padre.
Y como padre, se preocupó tan profundamente de la educa­
ción y crianza de sus hijos que todos
ellos, por algún concepto,
salieron notables. Dedicó a dos de ellos a la
carrera eclesiástica,
su hija Berenguela profesó en Las Huelgas de Burgos. Su hijo
mayor, el primogénito Alfonso
X. fue denominado con razón El
Sabio. Sus otros hijos llevaron vida noble y elevada.
Al
verse Señor de Castilla y de León, es decir, de las dos terce­
ras partes de la península ibérica,
no se engríe; podría haber pre­
tendido, como su antecesor y como
Jo hará su hijo el Rey Sabio, el
titulo de Emperador; pero Fernando tiene el ánimo
más elevado,
piensa
más en gobernar bien que en vanos títulos.
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CRÓNICAS
Preguntado por qué redoblaba sin tregua sus ataques a la
morisma, respondió con estas palabras que son una apelación
solemne al testimonio de Dios: "Señor. vos que escudriñáis el cora­
zón y las entrañas sabéis que busco en todo vuestra gloria y no la
mía, y que deseo
más la extensión del imperio de vuestra santa fe
y de la religión cristiana, que no el engrandecimiento de mis
posesiones terrenales".
Quería que la guerra fuese santa; iba siempre al frente de sus
escuadrones la imagen de
Mana Santísima; los prelados de la
Iglesia y los religiosos que acompañaban sin falta a sus tropas
eran sus capellanes, que celebraban la Santa Misa y exhortaban
a los combatientes.
Delante
tenían el ejemplo del Rey, que establecía capillas en
sus campamentos y pasaba largas horas de noche en sus rezos; y
hasta en las batallas, cuando galopaba
al frente de sus guerreros
llevaba la imagen de la Virgen en el
arzón del caballo.
Si hubo en sus guerras, dicen los historiadores, degüellos,
matanzas de pueblos enteros, incendios, saqueos y horrores, era
Jo propio de la época; así eran las leyes de la guerra, y no se podía
entonces concebir de otro modo; pero nunca se ensañó con los
vencidos.
Solo por necesidad acudió a la violencia, nunca que­
brantó los pactos guerreros y a pesar de su celo religioso
jamás
impuso por la fuerza a moros ni judíos la práctica de nuestra fe,
más bien, los dejó vivir tranquilos en sus Estados.
El valor proverbial del gran Rey no fue el valor rudo y grose­
ro del guerreo medieval lleno de barbarie y de ignorancia que
no
reconoce más móviles que la fuerza de las armas y el vil interés
singular; con San Fernando comienza el renacimiento sabio
en
las ciencias y en las letras que hizo a las gentes en medio de las
glorias bélicas volver la consideradón a
más altas y nobles
empresas. En noviembre de 1226 puso San Fernando la primera piedra
de la
más española de las catedrales, la de Toledo. También le
cabe la gloria de haber puesto la primera piedra de la de Burgos.
Dicen las crónicas que sus enemigos los moros,
Je temían y le
amaban. Quizás sea el único de los reyes conquistadores y gue­
rreros de quien haya podido decirse esta paradoja. Le amaban
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CRÓNICAS
porque las virtudes propias del caballero producen en quienes las
profesan
una atracción singular. una superioridad espiritual
sobre los que conviven con
él.
La Orden de Caballería es una invención de la Iglesia. En
una época en que las pasiones de los hombres galopaban desen­
frenadas por la vida y en que el feudalismo
hada que los hom­
bres fueran
al mismo tiempo propietarios de la tierra y mantene­
dores del Derecho, la arbitrariedad y la violencia
se daban con
más frecuencia de Jo tolerable.
La lucha entre familias, toda ciase de violencias cundían en
esa época de los siglos
XII y XIII de manera desoladora.
La Iglesia entonces, con inspiración divina, inventó esa institu­
ción maravillosa que
se llamó Orden de Caballeria. Ocurrlósele a la
Iglesia someter a aquellos rodas caballeros, que no temían a nada,
a unas reglas fijas en su conducta humana, reducir sus actos a
unas reglas de honor. de valentía, de lealtad, de magnanimidad, de
conmiseración con el vencido, de cumplimiento fiel de la palabra.
Estos preceptos no escritos los envolvió la Iglesia en todo un
ceremonial litúrgico que dio a esa Orden el aspecto y casi el
sentido de
un octavo sacramento. La entrada en la Orden de
Caballeria era como la recepción de
un sacramento de la Iglesia.
En esta Orden comprometfanse los caballeros a
mantener en
todas partes las virtudes que son típicas del alma caballeresca. En
primer término, la lealtad,
en segundo término, la magnanimi­
dad y, en tercer Jugar. el valor.
Estas tres grandes virtudes fueron las que San Fernando pro­
fesó en un grado supremo.
La larga prueba para ser armado caballero era todo un
aprendizaje que empezaba a los doce años. A esa edad, el joven
noble entraba
al servicio de un Señor en calidad de paje; a los
dieciséis años el paje ascendía a la
categoria de escudero, acom­
pañaba a su Señor
más de cerca, llevaba su corcel de las bridas,
cuidaba de sus armas;
y; a los veintiún años el joven noble había
recibido la plenitud de la educación caballeresca y podía ser
armado caballero.
A sus veintiún años y pocos meses, el día
27 de noviembre de
1219, fue armado caballero San Fernando, Rey de Castilla.
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CRÓNICAS
La ceremonia tuvo Jugar en el magnífico convento románi­
co de las Huelgas de Burgos. La vela de las armas era la cere­
monia preparatoria para el acto de armar caballero al joven
noble.
La noche entera fa pasó de rodillas, porque la ley de fa
Caballerfa exigía que el caballero aquella noche hiciera esfuer­
zo supremo de aguante, y pasase la noche entera rezando de
rodillas. A
la. mañana siguiente, después de la ceremonia de la Santa
Misa viene el ritual de ceñir la espada, esa espada que
aún se
conserva y se venera en la Catedral de Sevilla. Como San Fer­
nando es el Rey la espada no se la ciñe ningún señor feudal, sino
que él mismo la toma directamente del altar
mayor y él mismo se
la ciñe a la cintura.
Después, volviéndose hacia los asistentes
al acto el Rey desen­
vaina sus espada y levantándola
en alto presta el juramento
caballeresco de
no empañar jamás la honra de aquella espada,
de tenerla siempre y de usarla siempre para
mayor gloria de Dios
y de la honra de
su casa y de no mancharla jamás con una falta
a las virtudes propias de la Caballería.
Terminaba la ceremonia y empezaba la actuación del caba­
llero.
Así empezó una vida singular de treinta años en los que dfa
por día San Fernando fue realizando
una por una las virtudes
inscritas en el Código de Honor de la Orden de la Caballería: la
lealtad, la magnanimidad, y el valor heróico.
Como rey
desarrolló su política del modo más maravilloso.
Fue
un Rey justo. La justicia fue su preocupación esencial en Jo
que atañfa a fa vida interior de sus reinos. Entre campaña y
campaña, en Andalucia, dedicaba siempre los meses del invierno
a recorrer los reinos que Dios había encomendado a su guarda.
Iba de pueblo en pueblo haciendo personalmente justicia, oyendo
a todo el que querfa acercarse a
él.
Y también su idea de fa unidad en /ajustlcia de sus reinos se
manifiesta de una manera inequívoca en el empeño modernfsi­
mo del Rey de establecer en España, por Jo menos en Castilla y en
León, una legislación única. En pleno siglo xm hizo San Fernando
algo admirable y maravilloso. Primeramente
prodama el caste­
llano como lengua oflcial de
todos sus Estados. Desde ese mamen-
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CRÓNICAS
to tiene el castellano sobre todos los demás dialectos de la penín­
sula
esa preeminencia de lengua universal.
Y a
esa lengua quiso que se tradujese inmediatamente la legis­
lación romana, El Fuero Juzgo, que luego iba siendo aplicado una
tras otra a las principales ciudades que el Santo conquistaba.
Bajo su reinado comenzó
esa recopilación de leyes que sella­
man las Siete Partidas y que tuvo su remate y terminación en el
reinado de Alfonso
X, su hijo y sucesor.
Y, finalmente, diremos que sus relaciones con la Iglesia no
pudieron ser otras que las que un hijo tiene con su madre: fueron
relaciones de adhesión y de cariño
filial en todo momento.
Siempre tuvo San Fernando ante sus ojos la idea de la prosperi­
dad de la Iglesia, material y espiritual.
Fomentó las enseñanzas teológicas en los claustros de los con­
ventos y, sobre todo, en las Universidades del Reino.
Trasladó
estudios de la Universidad de Palencia a la de Salamanca con
objeto de fomentar su competencia y elevar
su categoría.
En cuanto a la política la Providencia misma guió sus pasos.
Una sola idea presidió su desarrollo. Nunca es clara la política de
un país cuando se infiltran en las cabezas de sus dirigentes ideas
Improvisadas o advenedizas que introducen confusión y pertur­
ban las decisiones políticas y diplomáticas.
Qué diferencia con aquel prlncipe que siglos después
va a
pintar el impío Maquiavelo, aquél que
dijo que "el príncipe debe
aparecer como
un dechado de todas las virtudes, pero Juego, para
mantener el Estado debe infringir, sin escrúpulos, las reglas de la
lealtad, la amistad, la
humanidad y la religión".
San Fernando
no cayó Jamás en esos defectos. Desde el pri­
mer momento tuvo una idea, una única idea; y esa idea la llevó
a cabo durante los treinta
y cinco años de su reinado, día por
día, con
un tesón y una voluntad que no flaquearon ni un solo
instante. La idea fundamental la idea única de San Fernando,
fue la expulsión de los musulmanes de España.
Con la protección de Dios extendió el territorio de Castilla
hasta incorporar casi toda Andalucía; llegó a ver la costa de
África
y a sentir en su corazón el deseo de que Dios Je concediese
algunos
más de vida para trasladar sus ejercitas a la otra orilla.
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CRÓNICAS
San Fernando dibujó el proyecto, aunque no Jo pudo realizar
por completo, de la esencia de la hispanidad, la definición esen­
cial de la patria española, que
no es otra cosa que la consustan­
cialidad de nuestra Patria con la religión cristiana; porque se
puede ser francés y
no ser católico, se puede ser inglés y no ser
católico, se puede ser alemán y
no ser católico, pero no se puede
ser español sin ser católico, porque
la hispanidad y el catolicismo
están tan íntimamente
unidas que la Patria española se define
como patria cristiana, y en
el territorio de la Península catolicis­
mo e hispanidad significan una y la misma cosa.
Esa gloria les cupo a los Reyes Católicos sigio y medio más tarde:
durante
ese tiempo fue formándose en el fondo del alma española
esa unidad magnifica entre nuestra Patria y nuestra religión, que
hace que todavía hoy, en
esta noche, un grupo de españoles, cele­
brando a San Fernando, todavía creamos que el destino de nues­
tra patria española es ser baluarte de la religlón cristiana.
La unidad política por medio de matrimonios la realizarán
siglo y medio
más tarde Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.
La unidad política por medio de reconquista sobre el musulmán
la realizarán más tarde los Reyes Católicos. La unidad judicial
por medio de una legislación uniforme en todos los estados cris­
tianos se realizará
más tarde bajo el Cardenal Cisneros.
Siglo y medio
se anticipó, pues, en sus pensamientos políticos
el
rey San Fernando.
La que ha sido nuestra misión en el mundo yo creo que San
Fernando
la vio daramente. Adivinó el sentido profundo de la his­
panidad. \,Jo la consustancialidad entre España y la religión cris­
tiana.
\,Jo que la unidad de España no podría hacerse más que con
empresas que fuesen empresas religiosas. Primero, dentro de la
Península, y después fuera de
ella, en otros mundos, en otros con­
tinentes para hacer sonar
por el mundo entero la voz de Dios.
Esa que ha sido nuestra misión en el mundo San Fernando
la
vio con daridad. Tuvo la visión de la España eterna. La santi­
dad de San Fernando ha consistido en que Dios Je dijo al oído el
secreto de España.
Por
eso en todos los aspectos de la vida de San Fernando
encontramos
ese secreto clavado en el seno de su actividad de Rey
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CRÓNICAS
y de caballero. El Rey San Fernando fue el rey más español y el
caballero más español que ha habido; porque estuvo en los secre­
tos de
Dios. Su santidad hizo que Dios Je diese a conocer Jo que
España tenía que ser a
Jo largo de los siglos.
Pidamos a San Fernando que vele junto a Dios Nuestro Señor
porque la esencia de la hispanidad
no se extinga Jamás sobre la
tierra; porque
no permita Dios que esa esencia indeflnible se
extinga en el
mundo, y para que proteja a España y a los pueblos
que nacieron de
su seno.
BIBLIOGRAFIA
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Vida de S. Fernando el JI!, Rey de Casulla y León, AwNso NOOEz DE
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