Índice de contenidos

Número 395-396

Serie XL

Volver
  • Índice

Silvano Borruso: El evolucionismo en apuros

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Silvano Borruso: EL EVOLUCIONISMO
EN APUROS e,
No es la primera vez, y desde luego que no va a ser la últi­
ma,
que viene a estas páginas un libro de la editorial Criterio.
Aún recientemente podíamos leer la nota bibliográfica que sobre
la última obra de Miguel Ayuso escribió José Joaquín Jerez.
Sin embargo sí que es novedosa, o
al menos infrecuente en
las páginas de Verbo, la temática del libro que nos ocupa: las
ciencias naturales,
y en particular la teoría de la evolución.
El autor, ingeniero agrónomo, dedicado profesionalmente a
la docencia
y divulgador filosófico, hace una crítica aguda, en
tono ameno y didáctico, de los presupuestos evolucionistas. Las
escasas doscientas páginas de su obra se leen de corrido y sin
duda siembran el deseo de profundizar en muchos de los temas
que el profesor Borroso aborda brevemente, quizá demasiado
brevemente para nuestro gusto.
La introducción a "El evolucio­
nismo
en apuros" justifica esta brevedad al narrar la génesis del
libro, puesto que éste comenzó como una simple recopilación de
notas
y argumentos llevada a cabo por el autor para satisfacer su
propia curiosidad,
y no pretendió en ningún momento ser
exhaustiva. Esta
pequeña introducción nos sirve también para
descubrir el carácter eminentemente científico de Silvano
Borroso,
que siendo joven comenzó a dudar de la teoría de la evolución
porque sólo contaba con argumentos de autoridad,
y se empeñó
a investigar por su cuenta. Más adelante, en el capítulo 19, hará
notar lo dañino
que puede resultar para el avance de la ciencia
el confiar ciegamente en este tipo de argumentos.
e) Criterio Libros, Madrid, 2001.
Verba, núm. 395-396 (2001), 571-597. 571
Fundaci\363n Speiro

INFORMACIÓN B/Bl/OGRÁFICA
También en la introducción el autor se justifica por la anti­
güedad
de las referencias que maneja, afirmando que "la argu­
mentación se basa sobre datos científicos -con valor permanente,
que no han perdido nada de su validez ni van a perderla con el
paso del tiempo".
Sin embargo, éste es quizá el punto más débil
del libro,
que adolece de manejar fuentes antiguas, salvo escasas
alusiones a Richard Dawkins y algún otro biólogo actual.
El profesor Borroso estructura la obra en los siguientes
apartados:
- Status Quaestionis
-Problemas Imaginarios
- Problemas Reales
- Problemas de la Ciencia Moderna
- Conclusión
Como ya hemos adelantado, el estado
de la cuestión queda
un poco desdibujado por la antigüedad de las citas. Sin embar­
go aporta ya jugosos puntos de vista. Por ejemplo afirma que el
aceptar la evolución
en nada modifica, al menos no para bien,
el estudio del resto
de las disciplinas biológicas. Muestra como
ejemplos algunos textos
de anatomía, fisiología y taxonomía
escritos
por autores evolucionistas, los cuales se simplifican
y mejoran ostensiblemente al eliminar toda alusión a la evolu­
ción. Por supuesto
el lector no pierde de vista que tales citas
están buscadas
ad hoc, pero no desdicen la verdad denunciada
por Borroso de que los científicos aceptan la evolución en
teorla, pero prescinden absolutamente de ella en sus trabajos
prácticos.
También
en esta introducción el autor se atreve a comparar
la teorla de la evolución con el flogisto o el calórico. Su ironía
nos hace
por lo menos sonreír, pero es diffcilmente contestable.
En
la segunda parte el autor se libera de un plumazo del pre­
juicio según el cual los detractores del evolucionismo se
basan en
motivos religiosos para su argumentación. Demuestra que no hay
contradicción
a priort entre creacionismo y evolucionismo, y
basándose
en la Humani Generts de Pio XII afirma que "los cató-
572
Fundaci\363n Speiro

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
licos pueden, si quieren, sostener la evolución, siempre que no
contradigan ciertos principios". Una vez desmontados estos "pro­
blemas imaginarios" centra
el debate en sus justos términos: los
estrictamente científicos.
La tercera parte es la más extensa y también la más intere­
sante del libro. En ella se hace una demoledora cñtica a la teoría
de
la evolución esgrimiendo, como acabamos de anunciar, argu­
mentos exclusivamente científicos: físicos, quúnicos, matemáti­
cos, biológicos, geológicos y paleontológicos. El autor se permi­
te
no sólo aducir objeciones ya clásicas (aunque, como él mismo
denuncia, persistentemente silenciadas) como las que aportan las
leyes de la química o el cálculo
de probabilidades, sino que pone
en evidencia otras "verdades" más universalmente aceptadas; tal
es el caso de las dataciones basadas en la radiometría Oas cono­
cidas pruebas del carbono 14). También se permite ironizar sobre
la obra del considerado universalmente padre de la evolución,
Charles Darwin. En efecto, citando a Etienne Gilson nos recuer­
da
que la palabra evolución no sale de la pluma de Darwin ¡hasta
la sexta edición de
El Origen de las Especies'! Pero más aún, pone
en evidencia que, "a pesar del título, bastante ambicioso, de su
libro, el problema clave del origen de las especies, es decir, de
cómo el primer ser vivo vino a existir,
no aparece para nada". En
cambio el profesor
Borroso sí que aborda la posibilidad de la
generación espontánea, aclarando que, aunque
el nombre está
proscrito,
el concepto encandila aún hoy a la totalidad de los
biólogos materialistas. Sin embargo, él declara su imposibilidad
de forma tajante, y tras hacer
una enumeración de las. objeciones
quúnicas más evidentes, concluye
el epígrafe con esta exclama­
ción: "Supongamos que aparezca la vida a partir de verdaderas
"sustancias muertas". ¿Qué
probarla esto? Probarla que, además
de sustancias y aparato, una mente
seria indispensable para orga­
nizar el todo. En otras palabras: generación seña;
pero espontá­
nea. . . ¡ni hablar!".
A partir
de aquí enlaza con el siguiente capítulo, el que dedi­
ca al azar, que es también demoledor. No nos extendemos sobre
él por ser una de las objeciones más clásicas a la posibilidad de
la evolución.
El cálculo de probabilidades más elemental ya da
573
Fundaci\363n Speiro

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
idea de las dificultades con las que se encuentra la teoría si se
basa sobre el azar.
Los capítulos del 10 al 15 son más estricta­
mente biológicos, y contienen multitud de ejemplos interesantes
que
no apoyan precisamente la posibilidad del evolucionismo,
desde la biología molecular hasta
la fisiología; además denuncia
la falta de lógica racional
en el afán de presentar como pruebas
de la evolución lo
que a lo sumo se pueden considerar indicios.
Asl, se detiene brevemente en el concepto de homologlas en
fisiologia (por ejemplo las aletas anteriores de un delffn, los bra­
zos del hombre y las alas del murciélago) para hacer
la siguien­
te consideración, irreprochable desde el
punto de vista lógico: si
la evolución ha tenido lugar, es lo esperable que encontremos
homologías entre distintas especies. Ahora bien, de a qui sólo se
podría concluir que el
no encontrar homologías negaría la evo­
lución.
El hecho de encontrarlas no la prueba en absoluto. Por
supuesto,
no pasa por alto en esta parte el otro gran obstáculo
de la teoría: el surgimiento de nuevos órganos. En efecto, su for­
mación paulatina a base de pequeñas mutaciones a lo largo del
tiempo se enfrenta
al problema de que la naturaleza no preser­
varía a los individuos mutantes,
que habrían perdido en su trans­
formación alguna de las funciones de la especie a la
que perte­
necían,
pero sin alcanzar en absoluto las de la especie nueva en
la que se transformarían con el paso del tiempo. Y en cuanto a
la aparición repentina de nuevos órganos, ni los más fervientes
evolucionistas se atreven a postular semejante milagro.
Los últimos capitulos de esta tercera parte (16, 17 y 18) están
dedicados a
la geología, la paleontología y la estratigrafía y radio­
metria, y a nuestro juicio requeririan un tratamiento más profun­
do. Ási, encontramos poco justificable englobar en la misma cate­
goría
un mamut congelado y el vaciado en piedra de un pez,
aunque ambos sean objeto de estudio de los paleontólogos.
Agradeceríamos
l)n poco más de atención a la teoría de la técni­
ca de placas y la deriva continental, y quizá
un poco menos al
paradigma neocatastrofista.
La cuarta parte vuelve a aparcar la ciencia para centrarse bre­
vemente
en la lógica, la filosofía y la ética. En un parágrafo del
capitulo
20 muestra una interesante critica a la teoría de la selec-
574
Fundaci\363n Speiro

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
ción natural: "la supervivencia del más dotado, en particular, no
es sino un conocidísimo razonamiento en circulo, ya que no hay
manera de establecer quién es el más dotado con un criterio
independiente de su supervivencia.
Es el más dotado porque
sobrevive, y sobrevive porque es el más dotado".
Ataca también
en esta sección el prejuicio según el cual
los científicos
son seres éticamente incontestables. En efecto, la
sociedad actual,
que ha prescindido del ejemplo de los santos,
necesita de algún sustitutivo,
ha elegido a los deportistas y a los
hombres de ciencia. Por eso resulta tan escandaloso que
un fut­
bolista o
un ciclista tomen drogas, por ejemplo. En el caso de los
científicos, se les considera
una especie de sacerdotes del saber,
generosa
y absolutamente entregados a sus descubrimientos. Esta
es
una suposición universalmente aceptada por la gente de la
calle. Sin embargo, el autor la desmonta
en un divertido capitulo
en el que relata algunos fraudes "cientificos" llevados a cabo por
paleontólogos de reconocido prestigio.
No queremos dejar de señalar que es
en esta parte en la que
el profesor Borruso alude a autores evolucionista más modernos,
y es cuando habla, por ejemplo, del equilibrio puntuado de
Gould y Eldredge, o de la "subida
al monte improbable" de
Dawkins, uno de los evolucionistas actuales más conocidos (si
bien en parte por su faceta de divulgador cientifico). Aunque las
teorias de estos evolucionistas modernos, desmarcados
en ciertos
aspectos
de la teoria clásica no quedan, a nuestro entender, sufi­
cientemente explicadas,
y, por lo tanto, tampoco rebatidas con la
misma fuerza.
La conclusión del libro es evidente: la teoria de la evolución
no sólo no está probada, sino que presenta demasiados proble­
mas para ser aceptada, y además a lo largo de su existencia
ha demostrado su ineficacia para contribuir al desarrollo de la
ciencia.
M.' ]OSÉ l'ERNÁNDEZ DE lA C!COIIA
575
Fundaci\363n Speiro