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Número 395-396

Serie XL

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Homilía del P. Agustín Arredondo, S. J. [San Fernando 2001]

CRÓNICAS
FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 2001
Con motivo de la festividad de nuestro santo patrono, un
nutrido grupo de amigos se reunió en torno de altar y mesa para
ofrecer el Sacrificio de nuestra salvación y confraternizar.
El padre
Agustín Arredondo, de la Compañía
de Jesús, volvió a celebrar la
Misa, con una homilía bien sugestiva y profunda, como siempre.
Mientras que,
en el Centro Riojano, que nos acogió con su
Presidente a la cabeza, el querido Eugenio Mazón, hablaron a los
postres Teresa Jiménez, doctoranda
en Derecho Civil y asidua de
nuestros jueves, y el profesor y abogado Fernando Claro, amigo
de
toda ya una vida. Reproducimos, a continuación, como siem­
pre, el sermón y los discursos.
M.A
HOMILÍA DEL P. AGUSTÍN ARREDONDO, S. J.
Si ha habido en la historia humana reconquista necesaria,
total, universal y definitiva, sin duda tratamos de la que comne­
moramos todos los años, y
éste llevamos ya viviéndola más de
cuarenta días;
de la cual, la que llamamos en España reconquis­
ta por antonomasia,
no es más que un débil remedo. Las lecturas
biblicas que acabamos de
oír, de tal manera nos hablan de aque­
lla reconquista grande, que
mucho dicen de la gesta de nuestro
Fernando trece siglos después,
asi como de la nuestra, casi ocho
siglos después
de la de Fernando.
Jesús el Conquistador, a quien
no llamaremos jesús J, por­
que
nunca será posible que tenga segundo, sabía el eco que
hasta nuestro tiempo
habían de tener aquellas palabras suyas
Verbo, núm. 39>-3% (2001), 551-569. 551
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CRÓNICAS
dirigidas al Padre. En el mismo borde de la Pasión nos coloca
San Juan su capítulo XVII, en que Cristo empieza -no podía ser
de otro
modo-a orar a su Padre, rindiéndole cuentas de su
misión terrena, y recabando su gracia para el éxito de su cul­
minación.
Y empieza a pedir a su Padre por Sí mismo; poco después en
el huerto son igualmente
por Sí las únicas palabras que conser­
vamos. Y a continuación, es por los suyos, que suyos eran ya,
ya
conquistados, por quienes pide, para aquella gran reconquista
para la que habla sido enviado.
¿Es que acaso era posible la
reconquista del
mundo "hasta el fin de la tierra" (Act. 1, 8) sin
contar de antemano con aquellos conquistadores? Tomemos
nota
de esto y pasemos a la despedida paulina de Éfeso.
Despedida también de Pablo, aquel emotivo día en que, reu­
nidos los máximos responsables de la Iglesia de
Éfeso, les dice en
la playa de Mileto a la hora de embarcarse:
"Mirad por vosotros
mismos, y por toda la
grey" (Act. 20, 28). Por vosotros mismos, Jo
primero, para después consolidar la reconquista de vuestra grey.
Cualquiera
de las dos cosas sin la otra, ni Jo hizo Cristo, ni lleva­
rá a feliz término en sus sucesores la obra reconquistadora de la
humanidad.
Es Jo que dlria cuatro siglos después San Juan Cri­
sóstomo: encerrarse en si mismo descuidando a los demás no es
la misión encargada por
Cristo; pero cuidar de la grey olvidán­
dose de velar por
sí mismo, tampoco.
• • •
Y ¿que vemos a este propósito en la España del siglo XIIl que
nos complacemos en recordar?
Recordamos con todo derecho los triunfos que aquellos años
supusieron para nuestra próspera independenda y nuestra victo­
ria sobre el Islam; llamamos Conquistador por antonomasia a
Jaime, el consuegro de nuestro Fernando, cuyas victorias en
Le­
vante corrían par,jas algún tiempo con las de Murcia y Andalu­
da. Santo se llamó a Fernando pronto, antes de dedaración
alguna oficial de la Iglesia; pero de tal
manera deslumbran en la
historia sus batallas y conquistas, que pueden éstas quitar brillo a
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CRÓNICAS
la reconquista anímica, muchos menos visible siempre, tan cla­
morosa o
más que la bélica, e indispensable promotora de ella:
¿quién
Jo duda? Contamos por fortuna aún entre nosotros con
amigos que
han vivido hace decenios el irresistible arrojo de recu­
rrir a las armas para defender la fe; también Honorio !JI recono­
dó como cruzada, igual que las del medio Oriente la epopeya
bélica
de Fernando, con consecuencias políticas y liberalidad
económica semejantes a las
de Jerusalén.
Pero hay más. El campeón con que contaba Espaila era un
hombre de Dios de cuerpo entero. Toda su actuación aparece
como la
de un hombre que tiene presente al Todopoderoso, en
cuyo servicio vive y con cuya protección cuenta. Frecuentemente
introduce el nombre
de Jesucristo en sus disposiciones y sus
comentarios. Muchísimos son los documentos en que, variando
las fórmulas protocolarias
de su abuelo Alfonso Vil! y sucesores,
intercala
"sea para remedio de mi alma y de la de mis padres y
para
mi salvación eterna", o "para remisión de mis pecados y por
las almas
de mis padres"; o "concedo a Dios y al monasterio de
Sahagún
", u • otorgo a Dios y a la Orden militar de Calatrava "
tales y tales gracias. O "prometo cuando Dios quisiere darme
Sevilla" hacer tales donaciones.
O "os cedo Porcuna y Víboras
cuando el Señor
me las diese, y propiedades en Aijona, cuando el
Omnipotente Señor
se digne entregármela". • In nomine Do mini
nostri Jesu Christt. Amen", es el encabezamiento de sus diplomas.
Dice que
"Entre las otras dotes que deben adornar la Majestad
Real, la principal es amar los lugares santos y las personas reli­
giosas, venerándolas y enriqueciéndolas con grandes mercedes
y ampliarlas en predios y posesiones, de
ahí es que yo D. Fer­
nando ... ". Y eso si, imita a sus antecesores amenazando a los
transgresores
de las leyes o fueros que da, con la ira del Dios
Omnipotente ... y con la suerte desgradada
de Judas el traidor.
Este divinismo a Jo Pablo, de que Dios sea todo en todas las
cosas, bien pudo aprenderlo de aquella mujer ejemplar que fue
Berengue!a
de Castilla, su madre. Siempre he deseado leer en los
peritos cómo habría sido el hogar del paladín
de las Navas de
Tolosa, en el que nacieron Enrique I y Berenguela, hijos suyos; y
el de su allegada Blanca
de Castilla, madre de otro santo, primo
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CRÓNICAS
de Fernando, rey de Franela con el nombre de Luis IX Ese poner­
se casi de moda la santidad, que a un autor contemporáneo le ha
hecho llamar a este siglo XIII espaiiol elsfglo de los santos.
En
efecto, contrasta con los siglos anteriores, como con el
decadente posterior siglo
~ la alloracfón de gigantes de esta
reconquista divina del
XIII, mucho más importante aún, y no sólo
efecto, sino también causa, de la lograda con las armas, sí, pero
también con la
fe.
Siendo niño aún Fernando, brilla todavía por unos años en
España la santidad
de San Martín de León y San Julián de
Cuenca. Luego es San Martín de Finojosa quien nos ilumina
desde Santa Maria de Huerta; o
el cisterdense San Bernardo
Calvó, obispo de Vich más tarde, colaborador del gran Raimun­
do de Peñafort en la implantación de los planes de reforma del
IV Concilio ecuménico Lateranense; o el monje zamorano San
Gil de
Casayo; o el fundador Juan de Mata, de origen francés,
nacido en
una localidad de Provenza dependiente de fa corona
de Aragón, asociado a San Félix
de Vafois en fa fundación de los
trinitarios; o el barcelonés Pedro
No/asco, también de origen pro­
venzal, alentado en la fundación
de los mercedarios por el
mismo Raimundo
de Peñafort, y acompañante de Jaime I en la
toma de Valencia; y
el también mercedario obispo de jaén que
marida degoffado por los moros de Granada, Pedro Pascual;
también fue mercedario Pedro Armengol, otrora bandido, que
sufre
el martirio en una de las redenciones de cautivos que rea­
lizó,
se libra de fa muerte prodfg/osamente, y es venerado en sus
últimos años como taumaturgo. Mayor popularidad adquiere el
Ramón Salón que conocemos como San Ramón Nonato. Y recor­
dando a Santa
Maria de Cervellón, fundadora de fas merceda­
rias y
al dominico San Telmo, apóstol de fas mismas huestes de
Fernando, que dijo alguna vez
de éste su acompañante "conffo
más en sus oraciones que en fas armas", cerremos este incom­
pleto párrafo con Domingo
de Guzmán, hijo de fa Beata Juana
de Aza, hermano del Beato Mamés, fundador de fa Orden de
Predicadores, que con los hijos de Francisco de Asfs iban
sem~
brando más y más casas al servicio de Dios en los nuevos terri­
torios conquistados
al enemigo.
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CRÓNICAS
Así fue la obra de Fernando, y la de España, y la de la Iglesia.
Defensa de la
fe; y defensa con el arma de esa misma fe.
Y así es hoy nuestra reconquista. La fe es verdad; y la fuerza
que Iiene la verdad,
es algo que se impone, que convence. Trata­
mos de vencer convenciendo, más que de convencer venciendo.
Así fue también Fernando, que recurría a las armas a no poder
más,
aunque pueda parecer Jo contrario. La transigencia con los
Judíos, la diplomacia y condiciones de sus estipulaciones con el
enemigo, que siempre cuidó de cumplir con fidelidad, son prue­
ba de
ello.
Sírvanos estas palabras para renovar nuestra conciencia de
auténticos reconquistadores. Que la eutanasia de
la fe española
que insensiblemente sigue en tantos aspectos
su proceso, puede ser
considerada como
más preocupante que la pesadilla musulmana
de Castilla y León en el siglo XIII.
En Valparaíso, Jugar, ni siquiera pueblo que aparezca hoy en
guías nuestras manejables, en plena Tierra llamada del Vino, al
sur de la capital zamorana, es donde el gran Fernando vio su pri­
mera
luz casi por sorpresa. Un pequeño monumento Jo recuerda
allí,
junto a una fuente a la que se Je atribuye alta cualidad sani­
taria.
Ese monumento compartimos ahora espiritualmente en esta
celebración; y el agua que también espiritualmente requerimos de
Fernando, saludable como
ninguna y de insuperable calidad, es
la
anunciada por Jesús a aquella pecadora junto al pozo de Sicar
(lo. 4, 14), que se haga en nosotros fuente que bulle a la vida
eterna. Con nuestro recuero y oración por los entrañables amigos y
bienhechores que se
nos han ido yendo, y que asociamos a nues­
tro recuerdo del Rey Fernando, agradecemos a Dios esa mística
de
la CIUDAD CATOLICA con que soñamos, e imploramos sus bendi­
ciones en este nuestro empeño
por la intercesión de nuestro patro­
no San Fernando.
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