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Número 467-468

Serie XLVI

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El año paulino

EL AÑO PA U L I N O
¿ Quién era San Pablo?
« Estamo s aquí reunidos para inte rro g a rnos sobre el gran Apóstol de
”los gentiles. No sólo nos preguntamos: ¿Quién e r aSan Pablo? Sobre
”todo nos preguntamos: ¿Quién e ssan Pablo? ¿Qué me dice a mí? En
”esta hora al inicio del “Año paulino” que estamos inaugur a n d o, quie-
” ro elegir del rico testimonio del N u e vo Testamento tres textos en los que
”se manifiesta su fisonomía interior, lo específico de su carácter. »En la carta de los Gálatas nos dio una profesión de fe muy perso-
”nal, en la que abr e su corazón ante los lector es de todos los tiempos y r eve-
” la cuál es la motivación más íntima de su vida. “ Vivo en la fe del Hijo
”de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga2, 20). Todo
”lo que hace san P ablo parte de este centro . Su fe es la experiencia de ser
”amado por J esucristo de un modo totalmente personal; es la conciencia
”de que C risto no afrontó la muerte por algo anónimo , sino por amor a
”él –a san P ablo–, y que, como Resucitado , lo sigue amando, es decir, que
”C risto se entr egó por él. Su fe consiste en ser conquistado por el amor de
”J esucristo, un amor que lo conmuev e en lo más íntimo y lo transforma.
”S u fe no es una teoría, una opinión sobr e Dios y sobre el mundo. Su fe
”es el impacto del amor de Dios en su cor azón. Y así esta misma fe es amor
”a J esucristo.
»M uchos pr esentan a san P ablo como un hombr e combativo que sabe
”usar la espada de la palabr a. De hecho, en su camino de apóstol no fal-
”taron las disputas. No buscó una armonía superficial. En la primer a de
”su Car tas, la que dirigió a los Tesalonicenses,él mismo dice: “Tuvimos
”la valentía de pr edicaros el Evangelio de Dios entre fr ecuentes luchas...
”Como sabéis, nunca nos pr esentamos con palabras adulador as”(1 T s2,
” 2. 5.).
»Par a él la verdad era demasiado grande como para estar dispuesto a
” sacrificar la en aras de un éxito externo . Para él, la v erdad que había
549Verbo,núm. 467-468 (2008), 549-558.
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”experimentado en el encuentr o con el Resucitado bien merecía la lucha,
” la persecución y el sufrimiento . Pero lo que lo motivaba en lo más pr o-
” fundo er a el hecho de ser amado por J esucristo y el deseo de transmitir a
” los demás este amor . San P ablo er a un hombr e capaz de amar , y todo su
” obr ar y sufrir sólo se explican a partir de este centro . Los conceptos fun-
” damentales de su anuncio únicamente se compr enden sobre esta base.
»T omemos solamente una de sus palabr as-clave: la libertad. La expe-
” riencia de ser amado hasta el fondo por C risto le había abierto los ojos
” sobr e la ver dad y sobre el camino de la existencia humana; aquella expe-
” riencia lo abar caba todo. San Pablo era libre como hombr e amado por
” Dios que, en virtud de Dios, era capaz de amar juntamente con él. E ste
” amor es ahor a la “ley” de su vida, y pr ecisamente así es la libertad de su
” vida. H abla y actúa movido por la r esponsabilidad del amor. Libertad
” y r esponsabilidad están aquí insepar ablemente unidas. Por estar en la
” r esponsabilidad del amor , es libre; por ser alguien que ama, vive total-
” mente en la r esponsabilidad de este amor y no consider a la libertad como
” un pr etexto par a el arbitrio y el egoísmo .
»Con ese mismo espíritu san Agustín formuló la fr ase que luego se
” hizo famosa: “Dilige et quod vis fac” ( Tract. In 1 Jo 7, 7-8),“Ama y
” haz lo que quier as”. Quien ama a C risto como lo amaba san P ablo, ver-
” dader amente puede hacer lo que quier a, porque su amor está unido a la
” v oluntad de C risto y, de este modo, a la voluntad de Dios; por que su
” v oluntad está anclada en la verdad y por que su voluntad ya no es sim-
” plemente su v oluntad, arbitrio del y o autónomo, sino que está integr a-
” da en la libertad de Dios y de ella r ecibe el camino por recorrer.
»E n la búsqueda de la fisonomía interior de san P ablo quisiera recor-
” dar , en segundo lugar, las palabr as que Cristo resucitado le dirigió en el
” camino de D amasco. Primer o el Señor le dice: “S aulo, Saulo, ¿por qué
” me persigues?”. A nte la pregunta: “¿Quién er es, Señor?”, r ecibe como res-
” puesta: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (Hch9, 4 s). Persiguiendo a
” la I glesia, P ablo perseguía a J esús mismo. “Tú me persigues ”. Jesús se
” identifica con la Iglesia en un solo sujeto .
»E n el fondo, en esta ex clamación del Resucitado, que transformó la
” vida de Saulo , se halla contenida toda la doctrina sobr e la Iglesia como
” C uerpo de C risto. Cristo no se r etiró al cielo , dejando en la tierr a una
” multitud de seguidor es que llevan adelante “ su causa”. La iglesia no es
” una asociación que quier e promov er cierta causa. En ella no se trata de
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”una causa. E n ella se trata de la persona de J esucristo, que también como
” Resucitado sigue siendo “ carne”. Tiene “ carne y huesos ”(Lc 24, 39),
” como afirma en el evangelio de san Lucas el Resucitado ante los discí-
” pulos que creían que era un espíritu. T iene un cuerpo.
»E stá presente personalmente en su I glesia; “Cabeza y C uerpo” for-
” man un único sujeto , dirá san Agustín. “¿N o sabéis que vuestros cuerpos
” son miembr os de Cristo?”, escribe san P ablo a los Corintios (1 Co6,
” 15). Y añade: del mismo modo que, según el libro del Génesis,el hom-
” br e y la mujer llegan a ser una sola carne, así también Cristo con los
” suy os se convierte en un solo espíritu, es decir , en un único sujeto en el
” mundo nuevo de la r esurrección (cf. 1 Co6, 16 ss).
»E n todo esto se r efleja el misterio eucarístico , en el que Cristo entre-
” ga continuamente su C uerpo y hace de nosotros su cuerpo: “El pan que
” par timos ¿no es comunión con el cuerpo de C ristro? Porque el pan es
” uno , nosotros, aun siendo muchos, somos un solo cuerpo, pues todos par-
” ticipamos de ese único pan ”(1 Co 10, 16-17).
»E n esta hor a, no sólo san P ablo, sino también el Señor mismo se
” dirige a nosotros con estas palabras: ¿Cómo habéis podido desgarr ar mi
” Cuerpo? A nte el rostro de Cristo, estas palabr as se transforman al mismo
” tiempo en una petición urgente: condúcenos nuevamente a la unidad
” desde todas las divisiones. H az que hoy sea de nuevo realidad: Hay un
” solo pan, por eso nosotros, aun siendo muchos, somos un solo cuerpo .
»Par a san P ablo, las palabr as sobre la Iglesia como Cuerpo de C risto
” no son una compar ación cualquiera. Van más allá de una compar ación.
” “¿P or qué mepersigues?”. Cristo nos atr ae continuamente dentro de su
” Cuerpo , edifica su C uerpo a partir del centro eucarístico, que par a san
” P ablo es el centro de la existencia cristiana, en virtud del cual todos y
” cada uno podemos experimentar de un modo totalmente personal: él me
” ha amado y se ha entr egado por mí.
»Concluyo con una de las últimas palabras de san P ablo, una exhor-
” tación a T imoteo desde la cárcel, poco antes de su muerte: “Soporta con-
” migo los sufrimientos por el Evangelio”, dice el Apóstol a su discípulo (2
” Tm 1, 8). Estas palabr as, escritas por el A póstol como un testamento al
” final de su camino, r emiten al inicio de su misión. Mientr as Pablo , des-
” pués de su encuentr o con el Resucitado , estaba ciego en su casa de
” D amasco, A nanías recibió la or den de ir a visitar al temido perseguidor
” e inponerle las manos par a devolverle la vista. A nte la objeción de que
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” Saulo er a un perseguidor peligroso de los cristianos, A nanías recibió
” como r espuesta: E ste hombre debe llaevar mi nombr e ante los pueblos y
” los r eyes. “Y o le mostr aré todo lo que tendrá que padecer por mi nom-
” bre” (Hch 9, 16).
»E l encargo del anuncio y la llamada al sufrimiento por C risto están
” insepar ablemente unidos. La llamada a ser maestr o de los gentiles es al
” mismo tiempo e intrínsecamente una llamada al sufrimiento en la
” comunión con C risto, que nos ha redimido mediante su Pasión. En un
” mundo en el que la mentira es poderosa, la verdad se paga con el sufri-
” miento . Quien quier a evitar el sufrimiento, mantener lo lejos de sí, man-
” tiene lejos la vida misma y su gr andeza; no puede ser servidor de la
” v erdad, y así ser vidor de la fe.
»N o hay amor sin sufrimiento , sin el sufrimiento de la renuncia a sí
” mismos, de la tr ansformación y purificación del y o por la verdadera
” libertad. Donde no hay nada por lo que valga la pena sufrir, incluso la
” vida misma pier de su valor. La E ucaristía, el centro de nuestr o ser cris-
” tianos, se funda en el sacrificio de J esús por nosotros, nació del sufri-
” miento del amor , que en la cruz alcanzó su culmen. N osotros vivimos
” de este amor nos da la v alentía y la fuerza para sufrir con Cristo y por
” él en este mundo , sabiendo que precisamente así nuestr a vida se hace
” gr ande, madur a y verdadera.
»A la luz de todas las cartas de san P ablo, vemos cómo se cumplió en
” su camino de maestro de los gentiles la pr ofecía hecha a Ananías en la
” hor a de la llamada: “Y o le mostraré todo lo que tendrá que padecer por
” mi nombr e”. Su sufrimiento lo hace cr eíble como maestro de verdad, que
” no busca su pr opia gloria, su propia satisfacción personal, sino que se
” compr omete por Aquel que nos amó y se entregó a sí mismo por todos
” nosotr os».
BE N E D I C T OX V I :Homilía durante el rezo de las prime-
ras Vísperas de la solemnidad de San P e d ro y San Pablo, 28
de juni o. —L’ Os s e r va t o r e Ro m a n o, edición semanal en lengua
española, año XL, núm. 27 (2.062)—4 de julio de 2008.
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San Pablo y su obra
« Un factor primario y fundamental que es preciso tener presente es
” la relación entre el ambiente en el que san Pablo nace y se de sarro l l a
” y el contexto global en el que sucesivamente se integra. Procede de una
” c u l t u r a muy precisa y circunscrita, ciertamente minoritaria: la del
” pueblo de Is rael y de su tradición. Como nos enseñan los expertos, en
” el mundo antiguo, y de modo especial dentro del Imperio ro m a n o, los
” judíos debían ser alrededor del 10% de la población total . Aquí, en
” Roma, su número a mediados del siglo I era todavía menor, alcan-
” zando al máximo el 3% de los habitantes de la ciudad. Sus cr e e n c i a s
” y su estilo de vida, como sucede también hoy, los distinguían clar a -
” mente del ambiente circunstante . Esto podía llevar a dos resultados: o
” a la burla, que podía desembocar en la intolerancia, o a la admir a -
” ción, que se manifestaba en varias formas de simpatía, como en el caso
” de los “ t e m e rosos de Dios” o de los “ p ro s é l i t o s”, paganos que se asocia-
” ban a la Sinagoga y compartían la fe en el Dios de Is ra e l .
»Como ejemplos concr etos de esta doble actitud podemos citar , por
” una parte, el duro juicio de un or ador como Cicerón, que despreciaba
” su r eligión e incluso la ciudad de J erusalén (cf. Pro Flacco, 66-69); y ,
” por otr a, la actitud de la mujer de N erón, Popea, a la que F lavio Josefo
” recor daba como “ simpatizante” de los judíos (cf. Antigüedades judías
” 20, 195.252; Vida16); incluso J ulio César les había r econocido ofi-
” cialmente der echos particular es, como atestigua el mencionado historia-
” dor judío Flavio J osefo (cf. ib.,14, 200-216). Lo que es seguro es que el
” númer o de los judíos, como sigue sucediendo en nuestro tiempo, er a
” mucho mayor fuer a de la tierra de Israel, es decir , en la diáspor a, que en
” el territorio que los demás llamaban P alestina.
»N o sorprende, por tanto, que san P ablo mismo haya sido objeto de
” esta doble y opuesta valor ación de la que he hablado . Es indiscutible que
” el carácter tan particular de la cultur a y de la religión judía encontr a-
” ba tr anquilamente lugar dentro de una institución tan inv asora como
” el I mperio romano . Más difícil y sufrida será la posición del grupo de
” judíos o gentiles que se adherirán con fe a la persona de J esús de Nazaret,
” en la medida en que se difer enciarán tanto del judaísmo como del paga-
” nismo dominante.
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»En todo caso, dos factor es favorecier on la labor de san P ablo. El pri-
” mer o fue la cultur a griega, o mejor, helenista, que después de A lejandro
” M agno se había conver tido en patrimonio común, al menos en la r egión
” del M editerráneo oriental y en Oriente P róximo, aunque integr ando en
” sí muchos elementos de las cultur as de pueblos tradicionalmente consi-
” der ados bárbar os. Un escritor de la época afir maba que Alejandro
” “or denó que todos consider aran como patria toda la ecumene... y que ya
” no se hicier an diferencias entr e griegos y bárbaros ” (Plutarco,De
” Alexandri M agni fortuna aut virtute, §§ 6.8). El segundo facto r fue
” la estr u c t u ra político-admin istra t i va del Imperio ro m a n o, que gar a n -
” tizaba paz y estabi lidad desde Bretaña hasta el sur de E g i p t o, unifi-
” cando un territorio de dimensiones nunca vistas con anterioridad. En
” este espacio era posible moverse con suficiente libertad y seguridad, dis-
” f rutando entre otras cosas de un excelente sistema de carre t e ras, y
” e n c o n t r ando en cada punto de llegada características culturales bási-
” cas que, sin ir en detrimento de los va l o res locales, r e p resentaban un
” tejido común de unificación super part e s ,hasta el punto de que el
” filósofo judío Filón de Alejandría, contemporáneo de san P a b l o, alaba
” al emperador Augusto porque “ha unido en armonía a todos los pue-
” blos salvajes... convirtiéndose en guardián de la paz” (Legatio ad
” C a i u m , §§ 146-147).
»Ciertamente, la visión univ ersalista típica de la personalidad de san
” Pablo , al menos del P ablo cristiano después de lo que sucedió en el cami-
” no de D amasco, debe su impulso fundamental a la fe en J esucristo, pues-
” to que la figur a del Resucitado va más allá de todo particularismo . De
” hecho , para el Apóstol “ ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni
” hombr e ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en C risto Jesús”(Ga3,
” 28). S in embargo, la situación histórico-cultur al de su tiempo y de su
” ambiente también influyó en sus opciones y en su compromiso . alguien
” definió a san Pablo como “hombre de tr es culturas”, teniendo en cuenta
” su origen judío, su lengua griega y su pr errogativa de “civis r omanus”,
” como lo testimonia también su nombre, de origen latino .
»Conviene r ecordar de modo particular la filosofía estoica, que er a
” dominante en el tiempo de san P ablo y que influyó, aunque de modo
” marginal, también en el cristianismo . A este respecto, podemos mencio-
” nar algunos nombr es de filósofos estoicos, como los iniciador es Zenón y
” Cleantes, y luego los de los más cercanos cr onológicamente a san Pablo,
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”como Séneca, M usonio y Epicteto: en ellos se encuentran valores elev a-
” dísimos de humanidad y de sabiduría, que serán acogidos natur almen-
” te en el cristianismo .
»Como escribe acertadamente un exper to en la materia, “la Estoa...
” anunció un nuev o ideal, que ciertamente imponía al hombre deber es
” con r especto a sus semejantes, pero al mismo tiempo lo liber aba de todos
” los lazos físicos y nacionales y hacía de él un ser pur amente espiritual”
” (M. P ohlenz, La Stoa, I, Flor encia 1978, p. 565). B asta pensar, por
” ejemplo , en la doctrina del universo , entendido como un gran cuerpo
” armonioso y , por tanto, en la doctrina de la igualdad entre todos los
” hombr es, sin distinciones sociales; en la igualdad, al menos a nivel de
” principio, entr e el hombre y la mujer; y en el ideal de la sobriedad, de
” la justa medida y del dominio de sí par a evitar todo exceso. Cuando san
” P ablo escribe a los Filipenses: “ Todo cuanto hay de v erdadero, de noble,
” de justo, de pur o, de amable, de honor able, todo cuanto sea vir tud y cosa
” digna de elogio , todo eso tenedlo en cuenta ”(Flp 4, 8), no hace más que
” r etomar una concepción muy humanista propia de esa sabiduría filosó-
” fica.
»En tiempos de san P ablo existía también una crisis de la r eligión
” tr adicional, al menos en sus aspectos mitológicos e incluso cívicos.
” D espués de que Lucr ecio, un siglo antes, sentenciar a polémicamente “la
” r eligión ha llevado a muchos delitos ”(D e rer um natura, 1, 101), un
” filósofo como Séneca, super ando todo ritualismo exterior , enseñaba que
” “Dios está cer ca de ti, está contigo, está dentro de ti ”(Cartas a L ucilio,
” 41, 1). Del mismo modo, cuando san Pablo se dirige a un auditorio de
” filósofos epicúr eos y estoicos en el Ar eópago de Atenas, dice textualmente
” que “Dios... no habita en santuarios fabricados por manos humanas...,
” pues en él vivimos, nos mov emos y existimos”(Hch 17, 24.28).
” C iertamente, así se hace eco de la fe judía en un Dios que no puede ser
” repr esentado de una manera antr opomórfica, pero también se pone en
” una longitud de onda religiosa que sus o yentes conocían bien.
»Además, debemos tener en cuenta que muchos cultos paganos pr es-
” cidían de los templos oficiales de la ciudad y se r ealizaban en lugares pri-
” vados que fav orecían la iniciación de los adeptos. P or eso, no suscitaba
” sorpr esa el hecho de que también las reuniones cristianas (las
εκκλη-

σιαι), como testimonian sobre todo las cartas de san Pablo, tuvier an
” lugar en casas privadas. Entonces por lo demás, no existía todavía nin-
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”gún edificio público . Por tanto , los contemporáneos debían consider ar
” las r euniones de los cristianos como una simple v ariante de esta prácti-
” ca r eligiosa más íntima. De todos modos, las diferencias entr e los cultos
” paganos y el culto cristiano no son insignificantes y afectan tanto a la
” conciencia de la identidad de los que asistían como a la participación
” en común de hombr es y mujeres, a la celebración de la “cena del S eñor”
” y a la lectur a de las Escrituras.
»E n conclusión, a la luz de este rápido repaso del ambiente cultur al
” del siglo I de la er a cristiana, queda claro que no se puede compr ender
” adecuadamente a san P ablo sin situarlo en el trasfondo, tanto judío
” como pagano , de su tiempo . De este modo, su figur a adquiere gran
” alcance histórico e ideal, manifestando elementos compar tidos y origi-
” nales con r especto al ambiente. Pero todo esto vale también par a el cris-
” tianismo en gener al, del que el apóstol san P ablo es un paradigma
” destacado , de quien todos tenemos siempre mucho que apr ender. Este es
” el objetivo del Año paulino: apr ender de san Pablo; aprender la fe;
” apr ender a C risto; aprender , por último, el camino de una vida r ecta».
BE N E D I C TOX V I :Homilía durante el rezo de las prime-
ras Vísperas de la solemnidad de San P e d ro y San Pablo, 28
de juni o. —L’ Os s e r va t o r e Ro m a n o, edición semanal en lengua
española, año XL, núm. 27 (2.062)—4 de julio de 2008.
La venida a Roma de San Pedro
« P e ro, ¿por qué vino a Roma san P e d ro? So b re esto el N u e vo
” Testamento no dice nada de modo di re c t o. Sin embargo, nos da algu-
” na pista. El Evangelio según san Ma rc o s ,que podemos consider a r
” como un reflejo de la predicación de san P e d ro, está íntimamente
” orientado al momento en que el centurión ro m a n o, ante la muerte de
” Jesucristo en la cruz, dice: “ V e rd a d e ramente este hombre era Hijo de
” D i o s ” (Mc 15, 39). Junto a la cruz re vela el misterio de J e s u c r i s t o.
” Bajo la cruz nace la Iglesia de los gentiles: el centurión del pelotón
” romano de ejecución reconoce en Cristo al Hijo de Dios.
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»Los Hechos de los Apóstolesdescriben como etapa decisiva para el
” ingr eso del E vangelio en el mundo de los paganos el episodio de
” Cornelio, el centurión de la cohorte I tálica. Por orden de Dios, manda
” a alguien a llamar a san P edro, y este, también siguiendo una orden
” divina, va a la casa del centurión y pr edica. Mientras está hablando , el
” E spíritu Santo desciende sobr e la comunidad doméstica reunida, y san
” Pedr o dice: “¿A caso puede alguien negar el agua del bautismo a estos que
” han recibido el E spíritu Santo como nosotros?” (Hch10, 47).
»Así, en el concilio de los Apóstoles, san Pedro intercede por la I glesia
” de los paganos, que no necesitan la Ley , porque Dios “purificó sus cora-
” zones con la fe ”(Hch 15, 9). Ciertamente, en la carta de los Gálatas
” san Pablo dice que Dios dio a P edro la fuerza para el ministerio apos-
” tólico entr e los circuncisos, mientr as que a él, Pablo, para el ministerio
” entr e los paganos (cf. Ga2, 8). P ero esta asignación sólo podía estar en
” vigor mientr as Pedro per manecía con los D oce en Jerusalén, con la espe-
” r anza de que todo I srael se adhirier a a Cristo. Ante un desarrollo ulte-
” rior , los D oce reconocier on la hora en la que también ellos debían
” dirigirse al mundo entero , para anunciarle el E vangelio.
»San P edro, que según la orden de Dios había sido el primer o en
” abrir la puerta a los paganos, deja ahor a la presidencia de la Iglesia cris-
” tiano-judía a Santiago el M enor, para dedicarse a su ver dadera misión:
” el ministerio par a la unidad de la única I glesia de Dios formada por
” judíos y paganos. Como hemos visto, entr e las características de la
” Iglesia, el deseo de san P ablo de venir a Roma subr aya sobre todo la
” palabra catholica. El camino de san Pedro hacia Roma, como r epresen-
” tante de los pueblos del mundo, se rige sobr e todo por la palabrauna: su
” tar ea consiste en cr ear la unidad de la catholica, de la Iglesia for mada
” por judíos y paganos, de la Iglesia de todos los pueblos.
»Esta es la misión permanente de san P edro: hacer que la Iglesia no
” se identifique jamás con una sola nación, con una sola cultur a o con un
” solo Estado . Que sea siempre la Iglesia de todos. Que reúna a la huma-
” nidad por encima de todas las fr onteras y, en medio de las divisiones de
” este mundo, haga pr esente la paz de Dios, la fuer za reconciliadora de su
” amor . Gracias a la técnica que es igual por doquier , gracias a la r ed
” mundial de infor maciones, como también gr acias a la unión de intere-
” ses comunes, existen hoy en el mundo nuev os modos de unidad, que sin
” embargo gener an también nuevos contr astes, y dan nuevo impulso a los
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”antiguos. E n medio de esta unidad externa, basada en las cosas mate-
” riales, tenemos gr an necesidad de unidad interior , que proviene de la
” paz de Dios, unidad de todos los que, mediante J esucristo, se han con-
” ver tido en hermanos y hermanas. Esta es la misión permanente de san
” P edro y también la tarea particular encomendada a la I glesia de
” Roma».
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