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Número 467-468

Serie XLVI

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Pablo Martín de Santa Olalla Saludes: Un obispo en tiempos de cambio

La experiencia de un joven sacerdote en su parroquia de
Pampliega (Burgos) donde se encontró con una mujer llena de
Dios crucificada en el lecho por una larguísima enfermedad y los
testimonios de ella, una vez destinado el sacerdote a otros luga-
res, a quien la dirigía espiritualmente, la animaba, la entendía, la
orientaba, la consolaba, son una perfecta muestra práctica de una
carne ungida por el Espíritu. No es en modo alguno un pegote.
Es un ejemplo. De lo que puede el Espíritu en una carne desmo-
ronada pero absolutamente abierta á Él. Toma pie el autor de una serie de textos de San Ireneo que
glosa y reza. Para hoy. Los que se animen a leerlo seguro que me
agradecerán la recomendación. Se siente uno bien después de
haberlo leído. Tras haberlo r ez a d o.
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Pablo Martín de Santa Olalla Saludes: JAVIEROSÉS. UN
OBISPO EN TIEMPOS DE CAMBIO (*).
Creo que es de elemental honestidad por mi parte comenzar
confesando que no tengo ninguna simpatía por este obispo a
quien considero uno de los m ayo res responsables de una línea
seguida por la Iglesia española que ha conducido a una situación
de la que está costando muchísimo trabajo comenzar a re m o n t a r.
No voy, sin embargo, a escribir una contrabiografía a la que nos
p res enta M a rtín de Santa Olalla. Simplemente voy a comentar la
s u y a . Estamos ante un libro hagiográfico. Admira a Osés y lo mani-
fiesta. Está en su d ere c h o. Aunque no comparta muchas de esas
admiraciones. Y re c o n o zco que el obispo que ha elegido es uno
de los más interesantes y r e p re s e n t a t i vos de esa época.
Osés nació en Tafalla el 23 de agosto de 1926 y falleció en
Pamplona el 22 de octubre de 2001. El libro pasa por alto los
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(*) Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2007, 354 págs.
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años sacerdotales del biografiado y se limita a analizar su etapa
episcopal que desarrolló únicamente en Huesca. Pr i m e ro como
auxiliar (1969-1977) y después como residencial (1977-2001).
“ F ue desde el primer momento un hombre vetado por el Ré-
g i m e n ” (p. 27). Sin embargo, casi todos los años de su pontifica-
do fueron posteriores a F r a n c o.
Llegaba Osés al episcopado en la confusa situación que vivió
la Iglesia en España en los últimos tiempos del Régimen de
Franco y en el que desempeñaría tan destacado papel en nuncio
Da d a g l i o . En Huesca era si cabe más complicada por la ava n z a-
da edad de su obispo, Don Lino Rodrigo, incapacitado ya para
el gobierno pero a quien no se sustituía por las dificultades de
n o m brar a un sucesor grato a Roma. Son años muy insuficiente-
m e n t e tratados en el libro. Aunque Osés, desde las palabras pro-
nunciadas en su consagración, quiso dejar bien claro con qué
talante venía: “P e ro no me sentiría satisfecho si no llegase a dia-
logar y hasta a una ve rdadera amistad con los que, por las razo-
nes que sean, estáis alejados y aun resentidos contra la I g l e s i a .
Acaso estáis más cerca de Jesucristo y de la Iglesia que Él quier e ,
y sólo estáis disconformes con ciertas actitudes y compor t a-
mientos de algunas personas de la Iglesia que tampoco Je s u c r i s t o
a p r u e b a ” (p. 34).
Creo que reflejan muy bien a este obispo idealista, soñador y
utópico a quien Cristo debía comunicarle lo que quería y apro-
baba para hacer con sus amiguetes una Iglesia distinta, que natu-
ralmente era la buena. No la que había. Y ahora una observación de mínima entidad. Los famosos
gritos de “Tarancón al par e d ó n” no tenían la menor intención de
“ e m p a re d a r l o ” (p. 45), como a Don M e n d o.
No deja de ser curioso el “ a b i e rto enf re n t a m i e n t o ” (p. 53) de
Osés con su arzobispo metropolitano Cantero con motivo del
“caso F a b a r a”, protegiendo el de Huesca de modo abierto, quien
terminaría sus días activos como cardenal arzobispo de T o l e d o ,
Francisco Ál va rez, lo haría de modo más solapado, a los sace rd o-
tes que se habían enfrentado a su arzobispo en una int ro m i s i ó n
en otra diócesis difícilmente justificable. P e ro el de Huesca sabía
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que la estrella del de Zaragoza declinaba y que lo que entonces se
cotizaba era oponerse a los viejos obispos del pasado. El autor se hace eco de una polémica medida de Osés muy en
línea con su pensamiento social utópico. En una diócesis defici-
taria decide suprimir los aranceles parroquiales (p. 99). Qu e
como todo el mundo sabe son reducidísimos. Tendría que r e c u-
rrir después a la venta de bienes de la Iglesia porque esas geniali-
dades sólo conducen a incrementar la r u i n a .
Osés, que había sido nombrado obispo de Huesca en una de
las últimas promociones de Pablo VI empezó a percatarse de que
habían cambiado los aires vaticanos y que desaparecían las posi-
bilidades de dejar la diócesis altoaragonesa. No era ya de los obis-
pos que gustaban en Roma.
Ma rtín de Santa Olalla señala algunos de esos puntos que sin
duda influy e ron en la postergación de Osés. Que “venía a pre-
guntarse por qué seguía impidiéndose el acceso de la mujer al
s a c e r d o c i o ” (p. 227). Mantenía tesis liberacionistas (p. 229). Se
mostró dubitativo ante algunos casos de aborto (p. 242). Y par t i-
dario del uso del pre s e rva t i vo en determinados casos (p. 245).
Había llevado al jesuita Castillo a pronunciar una conferencia (p.
271). Se mostraba favorable a los partidos de izquierda (p. 280).
Contrario al ingreso en la OTAN (p. 282). Sus amistades con
Ubieta (p. 304), con Iniesta (p. 305), con Setién (p. 311), con
Pagola (p. 312). La participación en uno de los congresos de la
Juan XXIII (p. 306)... Su reloj se había parado y ya no sintonizaba con las horas de
Juan Pablo II. Y al día siguiente de presentar la renuncia se la
aceptó. Cierto que la enfermedad le impedía ya el gobierno de la
diócesis pero hemos visto otros casos análogos en los que no hubo
tal celeridad. So b re otras virtudes que resalta el libro nada tenemos que
decir en contra. Era de una más que notable austeridad personal
y supo hacerse próximo a la diócesis. Aunque podríamos citar
ejemplos de que era selectivo en sus proximidades. El texto es interesante y ofrece sin duda numerosas noticias
s o b r e el pontificado de Osés. Aunque está escrito sin el menor
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atisbo crítico. Y puede servir para conocer lo que fueron no pocos
obispos de esa hornada dadagliana que en mi opinión fue pésima
para la Iglesia de España. F
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Manuel Suárez y Máximo Pérez: “¡CLAMA! ¡NO
CALLES!” (*).
N o tenía ni idea de la existencia de este jesuita. N o recuerdo
haber oído hablar nunca de él. Y eso que cuando él fue superior\
de
la Casa P rofesa de la calle Serrano de Madrid yo fr ecuentaba igle-
sia y casa. Allí vivían jesuitas con quienes tuve muchísima rel\
ación:
los PP . Caballero, Rafael Ceñal, Gómez Hellín, Sánchez de León...
Y acostumbraba confesarme con el P . Jiménez.
P ues notabilísimo jesuita, seguramente el último gran misione -
ro popular , ministerio en el que tanto sobresalier on los hijos de
Lo yola. U na vida, y larga, que se agotó en la predicación. N ada más
que en eso . Pero también tanto en eso. I nnumerables misiones po-
pular es, ejercicios espirituales, novenas, sermones...
Es inevitable no recor dar al gran padre Tarín, el apóstol de
Andalucía, Extr emadura y la Mancha. Y curiosamente el P . Rodrí-
guez llevaba sobr e su pecho el mismo cr ucifijo de aquel otro gran
apóstol que le habían confiado en generoso depósito .
La historia de este jesuita es menos espectacular que la de su
predecesor . O por lo menos sus biógrafos no la han hecho tan pas-
mosa. P ero refleja muy bien a un santo jesuita, de austeridad más
que notable, piedad ex celsa y obediencia suma. U n jesuita ejem-
plar . Dev orado por el celo por la salvación de las almas y dev otísi-
mo del S agrado Corazón.
Ya he dicho que sus biógrafos son contenidos en el relato y casi
se podría contener el libro en una página. Fue un gran misionero que
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(*) P. E d u a r do Rodríguez, SJ M i s i o n e ro Po p u l a r ,B AC, Madrid, 2006, 227 págs.
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