Índice de contenidos
1989
589-1789
- Crónicas
- Programas
-
Ponencias
-
589 - 1789. Presentación de dos centenarios
-
Significado y frutos del III Concilio de Toledo
-
La unidad religiosa, encrucijada de la teología y la política
-
La confesionalidad del estado y la unidad católica en las leyes fundamentales de España
-
La Dignitatis humanae y la unidad católica
-
La unidad católica y la España del mañana
-
Las causas de la Revolución Francesa
-
El contrato social como principio del moderno derecho político nacido de la Revolución Francesa
-
La Revolución Francesa: mito y realidad
-
Libertad, igualdad, fraternidad, realidad o utopía
-
De Maistre, exégeta de la Revolución Francesa
-
La Revolución Francesa, fuente directa de los anticatolicismos y los seudocatolicismos de hoy
-
Cuáles son la esencia y las secuencias básicas de la Revolución Francesa
-
Qué queda de la Revolución Francesa
-
Consideraciones sobre la Contrarrevolución
-
El sentido de la Revolución Francesa
-
La persecución religiosa en la Revolución Francesa (1789-1794)
-
De Maistre y su «Étude sur la souveraineté». Una crítica a los principios de la Revolución Francesa
-
La Revolución Francesa y la perversión del lenguaje
-
El impacto de la Revolución Francesa en la concepción de los ejércitos
-
- Pláticas
Autores
1989
Qué queda de la Revolución Francesa
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
POR
JuAN VALIET DE GoYT1s0Lo
l. Una respuesta rápida, como en un test, al título del tema
que
me ha sido encomendado, me impulsa a decir: «queda todo»,
«vivimos en ella», especialmente en
la Europa continental y en
la lberoamérica que ha seguido nuestras huellas.
Sin embargo, conviene matizar.
Las ideas que triunfaron en
la Revolución francesa no las habían inventado quienes la hicie
ron. Revivían cierta parte de la
sofística griega; algunas de ellas
germinaban desde
el siglo XIV; se habían desarrollado con la
Reforma protestante y florecido en la Modernidad entre la ilus
tración y las Luces. El despotismo ilustrado había comenzado a
imponerlas.
·
'La
Revolución trató de ponerlas radicalmente en práctica y,
para ello, arrasó cuanto pudo todo aquello que podía oponérse
les, e, incluso, cuanto a sus ojos frenaba su radicalismo. Pero
no toda
la Revolución fue el Terror; comenzó con las Constitu
yentes, siguió en la Convención, con
el Directorio y el Consu
lado, a continuación, concluyendo con una dictadura militar, en
la que Napoleón,
si bien al llegar dijo que hwbía terminado la
«utopía» revolucionaria, en cambio, no sólo se proclamó empera
dor, sino también
se proclamó «la Revolución a caballo» y, como
tal, trataría de imponer
sus ideas fundamentales a toda Europa.
Ideas que son significativas
de algo mucho más hondo y esen
cial que
la adopción de un determinado régimen político nuevo.
Ahora bien, en su encarnación, y luego en su choque con
la realidad, a veces esas ideas explotaron, produciendo resulta
dos paradójicos;
y, en otros casos, por el contrario, se configu-
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Fundaci\363n Speiro
QUl? QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
raron adecuándose del modo y medida precisos para que se for
taleciera el poder de quienes la dirigían,
teniendo en sus manos
las palancas del puente
de mando. Esto último, sin duda, sería
a costa de la pureza
de sus líneas genuinas.
Por otra parte, su potencia explosiva y su consecuente ve
locidad de acción nos Ia muestra completando su primer ciclo
con brevedad histórica; y
como un ensayo, limitado al territorio
de Francia, de una transformación en Ia cual, durante un siglo
y medio después, ha
venido insistiéndose más pausada, unas ve
ces, y más aceleradamente, en otras, pero a mayor escala que
hoy vivimos a nivel mundial, no sabemos hasta cuándo.
La laicización, el liberalismo -impuesto, no por la libertad,
sino por la fuerza, sea brutal o solapada, con medidas económi
o de cualquier otra clase-, la corrupción y el amasamiento de
grandes fortunas, al abrirse al capitalismo las compuertas de
ne
gocios facilitados por el Estado o por Ia especulación; las reac
ciones socialistas y comunistas, y siempre el totalitarismo esta
tal, con
sus secuelas, comenzando por el positivismo legalista y
el panlegalismo resultante, impuestos desde
el poder político o
por presiones económico-políticas, conforme a las ideologías triun
fantes; la exacervación de
los nacionalismos expansionistas y de
los internacionalismos ultrapacifistas, en un vaivén arrltmico;
la aniquilación de la sociedad civil y el surgimiento de sociedad
de masas, de la burocracia, la tecnoestructura y la tecnocracia;
el péndulo oscilante entre democracia y dictadura, y viceversa,
pero siempre, en unas
y otras, la demagogia, con periódicas ex
plosiones revolucionarias, más o menos violentas y sangrientas,
con reflujos cada vez más breves.
Lo que sucedió apresuradamente en dos décadas y en el de
limitado espacio del territorio francés se viene repitiendo perió
dicamente, con
el mismo circuito, durante más de un siglo, me
nos precipitadamente, con variable frecuencia, aunque a escala
universal. Confieso que lo estimo así de un golpe de vista retrospecti
vo, desde la actualidad, y con regreso a ésta, a todo lo largo
y
ancho de nuestro planeta, panobímicamente; aunque sus mo-
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
mentos iniciales sean distintos según los continentes y, en cada
uno, según los lugares.
Pero esta impresi6n debe ser comprobada;
y, para ello, tra
taré de explicarla tan
sistemáticamente como me sea posible en
una
exposici6n que no exceda del escaso tiempo de duración
que corresponde a esta ponencia.
En mi artículo; Cuál es la esenda de la Revolud6n francesa,
la he resumido, concretándola: en su laicidad, en que rrat6 de
rehacer al hombre y la sociedad con la
raz6n y la voluntad hu
mana deificadas; de imponer
la libertad, la igualdad y la frater
nidad, concebidas abstracta y pasionalmente; de asignar al
Es
tado el papel de Demiurgo, con la misi6n de satisfacer tales
pasiones y de realizar
esas construcciones ideo16gicas, en una
sociedad de individuos y en su nombre; y en erigirle como
el
creador de todo el derecho o, onejor dicho, en reconocerle el po
der de convertir su voluntad en derecho, tal como el rey Midas
convertía en oro cuanto tocaba.
Ahora nos toca ver si estos principios esenciales siguen hoy
vigentes, cómo
se han desarrollado después y hacia dónde han
derivado y están derivando.
l. EL LAICISMO DE ESTADO Y LA DEMOCRACIA RELIGIOSA
ACTUALES.
2. Hemos visto que la primera característica de la Revolu
ción francesa fue la
de imponer un Estado laicista, que se erige
en
definidor y árbitro de lo bueno y lo malo, lo justo y lo in
justo, como único pontífice y oráculo de la volonté générale di
vinizada. El adalid de los «nuevos filósofos»; BERNARD HENRI
LEVY, en Le testament de Dieu, ha aludido a la Organizad6n
Suprema, como «ese dios de bronce y de máquinas que inventó
la· Revolución francesa y cuya
Sed, como dice otro, parece deci
didamente inextinguible».
Sin llegar al más alto grado, esto
se mantiene, más o menos
enmascarado, en los Estados actuales y ha penetrado en las con
•. ciencias, incluso de muchos cristianos.
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QUE QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
El Estado laicista no es un Estado neutro y tolerante de
todas las religiones; sino que impone su laicismo a todas en. las
materias que
él asume y en las que se declara autosuficiente,
por
encima de todas ellas. Así ocurre, v. gr., con el matrimonio.
Nuestro amigo y maestro
ScrACCA nos ha recordado, repeti
das veces, que el movimiento de las ideas que transcurre desde
el Renacimiento a la Revolución francesa es la carrera de la
burguesía a la conquista del mundo, y que su secuela inmediata
es la
carrera del proletariado hacia la misma conquista. «Desde
este punto de vista
--escribió en Slsifo sube al CalvaJ'io--, ca
pitalismo y marxismo se hallan en el mismo plano» ... «Primero
la burguesía nutrida de idealismo laicista
se vio impulsada a ado
rar a la Historia, a la Ciencia y la Libertad como si fueran Dios,
y
a vivir
y pensar como si Dios no existiera» . . . «para ella su
reino era, y es, de ese mundo y su libertad
la de poder satisfa
cer todas sus necesidades y caprichos,
incluidos los vicios. Situa
da, sobre ese plano "económico" su sed de ganancias, en su
desenfreno, llegaba al punto de oprimir a
las masas trabajadoras.
Luego, el proletariado
se despertó y nada nuev0 dijo acerca de
la concepción del hombre y del mundo; repite la misma palabra
"mundana" del capitalismo, también tengo
yo derecho a satis
facer mis necesidades, a no enajenar yo
mi libertad. Y también
cae en la adoración
del Progreso social, del Partido, de la futu
ra sociedad homogénea
... ».
La divinización de la Historia la convierte, según HEGEL, en
«historia
sacra», que es la «autorrevelación de lo absoluto», y
«lo absoluto o Dios existe deviniendo». Todo se autojustifica en
el Estado y en la Historia ...
La divinización de la Ciencia, elevándola a absoluto, nos ha
traído la idolatría dentista y tecnocrática que encarnan en una
sociedad y necesariamente
-como sigue explicando ScrAcCA
ha de ser «intrínsecamente totalitaria y sólo en las formas «de
mocrática, como
un lujo que puede permitirse al disponer de los
elementos de control y opresión».
La raz6n de Estado es una ra
zón
calculadora seg6n la l6gica del poder. Pero,· como ha reco
nocido
MAx HoRKHEINER, la lógica de la ciencia moderna· es
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JUAN 'VALLET DE GOYTISOLO
una lógica de dominación de la naturaleza que está conduciendo
a la destrucción del hombre.
De ahí que la divinización de la libertad no se refiera-al ser
del hombre sino a su tener; para lo cual se sujeta a una organi
zación impuesta desde el poder político. Y, siendo as!, pregunta
ScIACCA: «¿Qué líhertad resta al hombre en una organización so
cial así concebida, en la cual ella es la que hace, y hace lo que
ha sido preparado que haga, sin posibilidad de escape que no
sea la rehelión destructora?».
3. La concepción religiosa que impuso
la Revolución fran
cesa corresponde al modelo propuesto por
RousSEAu en el capi
tulo
VIII del libro IV, Du contrat social. La religión del hom
bre es sometida al «contrato social» en todo cuanto éste abarca,
es
decir, todas las relaciones sociales, incluido el matrimonio;
dejándose circunscrita la
libertad religiosa a cuanto queda fuera
de aquel contrato, reducida al campo personal
de cada concien
cia. Así, con esa concepción y puesto que el contrato social con
siste en alienarse cadá persona con todos sus derechos a
la vo
luntad general, el «dad al César lo que es del César», somete a él
al hombre en todo cuanto es de este mundo, y a Dios sólo en
cuanto
se refiera a la salvación eterna. Pero, en lo atinente a la
moral social, ésta dehe concordarse a la del César --sea éste es
tatal o el de la organización mundial-; moral cívica positiva que
la religión dehe asumir, prometiendo a quienes la cumplan, que,
por ello, merecerán el premio eterno en
el más allá. Esto es, ha
de apoyar al régimen instaurado por la voluntad general. Lo que
implica algo semejante a lo que el
Abhé GEORGES DÉ NANTES
denomina el MASDU (Monvement Animatian Spirituel Demo
cratie Universa/e).
Pero, como
RoussEAU, asimismo, afirmó que la voluntad ge
neral es siempre justa y razonable -y que, de no serlo, no es
tal voluntad general sino la de una facción que la domina-,
ocurre que, en ese caso, la revolución contra esta facción gober
nante se impone religiosamente, con lo cual, también, según esa
religión laica queda justificada la Teología
de la revolución.
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QUÉ QUEDA DE LA RBVOLUCION FRANCESA
Por eso, el laicismo de la Revolución francesa no consistió
en situar al Estado en una posición
imparcial, de neutralidad
entre los diversos credos religiosos. No otorgó a todos ni a nin
guno verdadera
hbertad civil religiosa. Su laicismo fue un laicis
mo activo, que se erigió en definidor de lo bueno y de lo malo,
de lo justo y de lo injusto, por encima de todas las religiones;
con lo
cual les circunscribió la libertad en los límites fijados por
el propio Estado laico. Este se coloca por encima de Dios; y
el credo nacional sobre todos los credos religiosos.
Esa postura no
sólo se observa en la constitución civil del
clero, sino en toda la obra
liegislativa, por la imposición de la
voluntad y la razón inmanente del legislador que,
al creerse sin
limites, fácihnente cae en la estolidez y
la locura. Los mismos
autores del Proyecto de
Code civil des franfais lo advirtieron
en su discurso
preliminar -escrito por PoRTALIS pero que, con
él, firmaron el Presidente de la Comisión, TRONCHET, y los otros
vocales,
BIGOT-PRÉAMENEU y MALEVILLE-: los siglos de ig
norancia son el teatro de los abusos, los siglos de las luces y de
filosofía no son con harta frecuencia sino
el teatro de los ex
cesos.
4. Pongamos, como un ejemplo, la regulación del matrimo
nio. La obra legislativa de la Convención que, deslumbrada por
el fulgor de las ideas abstractas de libertad e igualdad no alcan
zaba a ver la realidad, hizo todo lo humanamente preciso para
destruir la familia reduciéndola a una reunión ocasional de in
dividuos, egoístamente utilitaria.
Instituyó premios para las madres solteras, admitió el divor
cio vincular hasta por simple incompatibilidad de caracteres,
abo
lió toda potestad familiar, impuso a los padres de qué modo de
bían educar a los hijos, e igualó totalmente a éstos, ya fueran
matrimoniales o habidos fuera del matrimonio.
Llegado al Consulado, los autores del Proyecto trataron de
regular
el matrimonio teniendo en cuenta -como eHos mismos
dijeron-«la ley natural en el primero y principal acto de la na
turaleza».
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
Ello significaba, por su parte y en cuanto a la que ahora exa
minamos, dos presupuestos: urio, que no se respetaría el matri
monio de
ninguna religión, pese a que una total libertad religiosa
requeriría admitirlos todos; otro, que se
imponía a todos los
franceses, cualquiera que fuere su credo,
el matrimonio civil, que
los redactores programaban conforme «la
ley natural». Como co
rolario, daban lugar a que la regulación del matrimonio com
pitiese al Estado; y, por lo tanto, al órgano al cual, como in
tévprete de la voluntad general, corresponda el poder legislativo.
Los
mismos auto.es del Proyecto advirtieron que con la fa
cilidad de divorciarse es de temer «que la licencia en las costum
bres
reemplace los inconvenientes de los matrimonios, y que, por
la excesiva facilidad del divorcio, el propio matrimonio
qu.ede
sustituido por un libertinaje que diríamos generalizado, fruto de
la inconstancia autori2ada» ... «las costumbves serán violadas sin
cesar por las leyes». Razón por la cual, explicaron, «nuestro fin
en
las disposiciones proyectadas sobre el divorcio ha sido preve
nir los abusos y defender
el matrimonio contra el desbordamien
to de las costumbres.
Al mal se va por una pendiente rápida:
sólo
con el esfuerzo se retorna al bien».
Por
eso recogieron, en el Code civil, el divorcio vincular res
tringido a los supuestos de muerte civil de algún cónyuge o de
crimen o delito por el que uno de ellos pudiera querellarse
con
tra el otro. El razonamiento del discurso de PoRTALIS se centro
en dos puntos que la Comisión estimaba básicos:
- Uno, «la libertad de cultos es una ley fundamental»,
y el
derecho a divorciarse, admitido por «la mayor parte de las doc
trin as religiosas», se encuentra vinculado a la libertad de con
ciencia»; y como «las leyes tienen que ser para todos», el Es
tado debe regular el matrimonio. Ellos propusieron hacerlo con
forme la ley natural; pero esto no obligaba a que los legislado
res debieran seguir
esta pauta.
- Otro, «como quiera que la promesa de perpetuidad en el
matrimonio es el designio de la
naturaleza, las leyes han de opo
ner un freno saludable a las pasiones e impedir que el más im
portante de los contratos se convierta en juguete del capricho
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QU:ll QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
y la inconstancia, o en objeto de todas las vengonzosas especu
laciones». El matrimonio quedó; por tanto,
en. el originario Cade civil,
sin el resguardo de la Iglesia, civilmente separado de la religión,
agujereado debajo de su línea de flotación y en manos del poder
legislativo
del Estado.
En 1878
se imprimiría, en Barcelona, un folleto con unas bre
ves reflexiones de FRANCISCO RoMANI y PuxGDENGOLAS --cató
lico catalán, pero que no fue carlista ni conservador sino republi
cano
federal-. En ellas advirtió que, en un momento dado,
podría ocurrir como
se pretendió imponer en 1868, que se lle
vara a cabo la pretensión de «injertar en la vida civil la pode
rosa savia de la Revolución», según palabras
del Decreto de 2
de octubre
de 1969. Y comentó: «Si desgraciadamente hubiese
predominado esa escuda filosófica que
se inspira, no en la 11.ll!:
de las ciencias, sino en las tenebrosidades de los clubs, enrojeci
dos a intervalos con
el fulgor de los incendios, la propiedad y
la familia española
se hubieran arruinado y embrutecido».
En el número 89 de Verbo apareció un impresionante estu
dio
de nuestro amigo MICHEL DE PENFENTENYO,. titulado El
proceso legal contra la
familia ( del que se publkó separata data
da en 1970), en
el cual informó acerca de la campaña en contra
del matrimonio y de las leyes de la vida que venía recrudeciéndo
se desde hada unos años en Inglaterra y en Francia. Se reclama
ba la abolición de toda censura moral, la extensión
del divorcio,
admitiéndose el impuesto por el cónyuge culpable al inocente, una
legislación que reconociera la homosexualidad, el aborto, la regu
lación de la eutanasia, la supresión de la educación
religiosa y de
las escuelas privadas
...
Después, hemos visto que, como una mancha de aceite, estas
tendencias
se extendían por doquier; y, al fin, primero en Italia
y luego en España,
se han impuesto el divorcio -allí primero el
«picolo» y luego el amplio; y, aquí, excluyendo toda declara
ción de culpabilidad--
y el aborto en ciertas circunstancias -con
lo cual se han abierto tres boquetes al principio del respeto a la
vida inocente, poniéndola en
parangón con la de · terroristas y ase-
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
sinos-; en algunos países, como Holanda, se reconocen las
uniones de homosexuales y la eutanasia va abriéndose paso. El
libettinaje crece desmesuradamente, las costumbres se degradan
y las mentes se embrutecen. Resultados que la experiencia había
advettido, hace casi dos siglos, reconociéndolo por
boca de PoR
TALIS.
Estamos, no sólo más cetca de la Convención que del Consu
lado, sino mucho
más allá que ella. Si los jacobinos premiaban
a las
madtes soltetas, ahora la Seguridad Social del Estado sub
venciona a las madres que abortan «legalmente». En lugar de
la guillotina tenemos el aborto, en lugar del genocidio
de los
vandeanos --descrito tan a lo vivo por REYNALD SECHER-con
templamos hoy el de innumetables inocentes sacrificados
en el
seno materno, cuyos. restos se aprovechan a veces para converúr
los en productos de cosmética para la femenina belleza.
5. El laicismo impuesto en la Revolución francesa tiene dos
derivaciones:
una que trata de arrinconar la religión a la esfe
ra privada de las conciencias; y otra que, siguiendo la corriente
deísta, pretende
--como también ha expuesto ScIACCA, en Desde
el s11nsimonismo a la tecnocracia- la naturalización y humani
zación pura y simple
de Dios, en vista de la «gran espetanza» de
la organización mundial.
Ambas direcciones han influido e influyen, incluso, en divet
sos sectores del cristianismo.
Por la primeta
-sigue explicando en L' ora di Cristo--se
piensa que, «más que discernir acerca de los principios, es mejor
ponetse de acuerdo acetca de
.las cosas prácticas que podamos
hacet juntos: no más política de ideas, sino política
de cosas»:
«Pero las cosas son ciegas.
A fuetza de buscar tan sólo la opción
práctica,
se termina por elegir a ciegas, es decir, sin la luz de la
vetdad». ·
Católicos que mantienen el principio de la verdad, petO en
tran en el juego· político, que se resuelve por critetios cuantita
tivos de mayorías numéricas, son llevados fácilmente por la
praxis democrática a
aceptar, en la práctica, ese politicismo que
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QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
el mismo ScrAccA -en Filosofla y antifilosofia--definía como
«reducción de la validez de todo valor a su "funcionamiento"
político», alistándose «al solo juego
de las opiniones posibles o
probables, oportunas o idóneas según
las circunstancias, las si
tuaciones y los intereses». Método ---dijo-«desastroso para la
miama praxis política en cuanto la priva de verdad ... »; que acep
ta como ley lo que resuelve la mayoría aunque vaya contra la
moral cristiana.
Se olvida así -como escribió en Gli arieti con
tra la verticale-que Jesús basó su mensaje en la verdad: «no
renegó de Dios ni dijo no ser Dios
para hacer ciertas "cosas
concretas" con Poncio Pilato y obtener éxito y seguidores: quedó
solo y se dejó matar».
Esa praxis democrática -continuaba explicando-- llevó más
allá a algunos sectores católicos,
acercándoles a la segunda direc
ción laicista. Confundiendo el diálogo con el mundo moderno
con su apertura a éste; no para que el catolicismo penetre
en él,
a fin
de orientarlo, sino para asimiliarse a él adecuándose a la
opinión pública, reflejada en los
mass media que, nuevo oráculo
del dios-Razón o del dios-Historia, sustituyen al Espíritu Santo.
11. EL TOTALITARISMO ESTAT~ COMO PODER DE DENOMINAR
DERECHO A TODO LO QUE EL PROPIO ESTADO QUmRE IMPONER,
6. Hemos visto, claramente definido por EMIL BRUNNER,
que el totalitarismo estatal no es una forma de gobierno, sino la
asunción por el Estado del monopolio de la creación del derecho
y su asunción de todas las funciones sociales que antes
desarro
llaba la sociedad civil, absorbiéndolo todo en una omniestatalidad
y un
panlegalismo positivista.
Esta característica consecuente de la inmanencia, connatural
en el laicismo iluminista, tomó fuerza con el contrato social de
RoussEAU, que debía ser la pauta para co_nstruir una sociedad
democrática mediante la
aliénation totale a la volonté générale,
única fuente de la ley, siempre razonable, de modo tal que de no
serlo no sería verdadera voluntad general.
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JUAN V .A.LLET DE GOYTISOLO
Esto explica que esa luz racional, característica de la verda
dera voluntad general
-pues el hecho de carecer de ella signifi
caría que no lo es, sino la voluntad de una facción o la expre
sión de unos apetitos particulares que
la habrían corrompido-,
la pretendieron asumir tanto las Constituyentes, como la Conven
ción y, después,
NAPOLEÓN BoNAPARTE, aunque éste lo hiciera
sirviéndose de los organismos legislativos que
él dominaba to
talmente. Y así ha seguido ocurriendo después, no sólo en los re
gímenes democráticos, sino también en los considerados con
trarrevolucionarios, pero que no han pretendido hacer sino una
«revolución en contrario» en lugar de «lo contrario de la
re
volución».
En filosofía jurídica esta absorción del derecho por el Estado
ha recibido la más radical formulación por el vienés HANs KEL
SEN -cuya T eorla pt1ra del derecho y su pirámide it1rídica no
soportan
la crítica a que les ha sometido la filosofía del dere
cho-; véase, recientemente, la de .ANTONIO HERNÁNDEZ GIL, en
Puntualizaciones. y correcciones al positivismo ;urídico (1982) y
Ante la teoría pura del derecho ( 1987) y, también, fa mía, en
Voluntarismo y formalismo en el derecho. J oaqu!n Costa antipoda
de Kelsen.
Pero, en cambio, expresa el modelo de organización
jurídica estatal hoy vigente que, por doquier, impera en nuestro
mundo occidental
-sin duda con ciertos respiraderos que evi
tan una total asfixia jurídica-; y que se caracteriza, fundamen
talmente, por identificar el derecho
y el Estado; por reducir aquél
a una piránúde de mandatos coactivos, que tiene su vértice en la
Constitución, la cual, a su vez, se apoya en una norma fundante,
¡hipotética! e ¡indemostrable! y, por ello, ¡indiscutible!
El derecho no se legitima por la cualidad justa
de su conteni
do material, sino por emanar del órgano estatal que
sea compe
tente por el escalón que ocupe en la pirámide.
KELSEN hace una analogía explicativa entre «el panteísmo»,
al que considera «la vía a una ciencia auténtica de la naturaleza»
-en una apreciación que, sin duda, es metacientífica y metafísi
ca, pues identifica a Dios con el mundo,
es decir, con el orden
natural-y «la identificación del Estado con el derecho», que
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QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
--con evidente petición de principio-considera «presupuesto
de una ciencia jutídica auténtica».
Esta identidad esfuma los conceptos de justicia material y de
Estado de derecho.
El propio K:ELSEN dice que resulta imposi
ble «justificat al Estado mediante
el derecho», de igual modo
«como es imposible justificar
el derecho por el derecho mismo»,
si a esta palabra no se le da
el doble significado, que él rechaza,
de derecho positivo, por una parte, y de otra, de justicia. « Y
entonces
-sigue razonando-la tentativa de legitimar el Esta
do, como Estado de derecho, se descubre completamente inade
cuada»;
ya que «todo Estado, en este sentido, tiene que ser un
Estado de derecho, puesto que todo Estado es un orden jutídi
co». De ese modo, derecho y Estado
se identifican en ser «un
orden jutídico coactivo de la conducta humana, sobre
cuyo valor
moral
o, de justicia nada se dice con ello».
7. Con una visión rousseauniana, el único requisito de la ley
y del derecho es que corresponden a la voluntad general. Esta,
según
él, es irrepresentable; pero la Revolución francesa nos la ha
mostrado representada, sucesivamente, por
la Asamblea constitu
yente,
la Convención, el Directorio, el Consulado y por Napoleón.
Y hoy lo
es por un parlamento, un Partido o un jefe carismático,
aclamado por el pueblo, y plebiscitariamente respaldado.
Muchos juristas, desde los cuatro integrantes
de la propia
comisión
redactora del Code civil des franfais a FRANcors GiNY,
de VoN KrRCHMANN a la V ertungjursprudenz, desde DURÁN y
BAs y JOAQUÍN COSTA hasta CASTÁN TOBEÑAS, CASTRO BRAVO y
ANTONIO HERNÁNDEZ GIL, vienen luchando contra esta concep
ción cerrada. Pero
la estructura jurídica positiva en el Estado
moderno
es la expresada por la pirámide kelseniana; y, desde
ella, se
trata de someter al pueblo a la voluntad de cada uno de
los organismos jutídicos oficiales, con tal de que actúen en su
respectivo peldaño de la pirámide, es decir, en el ámbito formal
y constitucionalmente señalado a su competencia,
La identificación del derecho con
la norma emanada del Es
tado, y considerada como un mandato imperativo y coercitivo,
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
enlaza con la concepción del derecho que imperó en la Revolu
ción.
De ella tenemos una muestra en la ctítica que DEsTUT DE
TRACY, afumando su carácter de mandato, hizo de la definición
de la ley como «relación», expuesta por MONTESQUIEU. RIPERT
ha recordado que, en el siglo XVII, DoMAT denominaba leyes, n.o
sólo a los mandatos . del rey o de la Iglesia, sino también a las
reglas contenidas en las costumbres; en
el Digesto y el Código
de JusTINIANO o en la jurisprudencia de los parlamentos provin
ciales. Y recuerda que los soberanos franceses apenas
se atre
vieron a modificar las costumbres con sus ordenanzas y, que,
ni siquiera Lurs XIV, en el pináculo de su gloria, osó tocar di
rectamente el derecho civil.
En cambio, a partir del Código civil, sigue
RrPERT, ante el
poder del Estado, deben
indinarse las costumbres, la Iglesia, las
courts de ;ustice y las corporaciones. Y, sin embargo, apostilla, la
ley que los parlamentos modernos elaboran, «no es sin.o la tra
ducción del éxito momentáneo de un partido o de un hom
bre» . . . «es la expresión de la · voluntad de un partido victorio
so». Hoy
--advierte-ya no se h11bla de las leyes sino de la Ley
en el sentido antes expresado.
III. LA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y EL ESTADO CENTRALIZADO,
8. Hemos visto que la esencia final del contrato social se
hallaba en conseguir el objetivo de la redención de los hombres
naturalmente buenos, y recuperar
su libertad e igualdad origina
rias;
redimiéndole del pecado social mediante la constitución de
una nueva sociedad, sin que deba existir mediación social al
guna. sino plena inmediatividad entre cada hombre y la voluntad
general, pues ella no solamente les permitiría ser libres e
igua
les, sino les obligaría a sehlo.
La ruptura de· todo ·vínculo social, incluido el de la patria
potestad, fue el objetivo de
la Revolución francesa. Hemos com
probado hasta qué grado lo consiguió, convirtiendo una sociedad
de
sociedades o «federación .de organismos vivos» -según ex-
194
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA.
presión de PIERRE GAXOTTE- constituida «por millares de re
públicas aristocráticas y populares», en un Estado formado por
una suma amorfa de .individuos, en la que cada uno vale un voto
el día de las elecciones ó del referendo.
MARcEL DE CORTE, en La educaci6n política, ha dicho clara
mente que
«la destrucción de las sociedades naturales, empren
dida en
el siglo XVIII en beneficio de un ser politicamente inexis
tente, o sea
del individuo separado de su cuerpo carnal, separado
de sus cuerpos adicionales que son
sus comunidades de destino,
reducido a su condición de razón pura y de buena voluntad,
sin
objeto, ha vaciado la gran sociedad politica y el Estado de toda
su substancia,
para no dejar más que su caparazón decorativo y
su aparato coercitivo ...
»Ya no estamos en sociedad desde la Revolución francesa.
Hacemos como
que . vivimos en una disociedad, más y más visi
ble, que
es coronada por un Estado, pero un Estado transforma'
do, que de órgaoo superior de la sociedad política pasó a ser un
instrumento de dominación, que encapsula y aprisiona a los pseu
do-ciudadanos, en que nos hemos convertido, en el mecanismo
implacable de su poder de sujeción del cual se disputan los pues
tos de maodo las ambiciones de poder desencadenadas por el
mundo».
9. El paso de la suprema autoridad clásica a la soberanía,
caracterizada por no tener por arriba los límites del derecho di
vino
y del natural, ni por abajo el de los cuerpos sociales ínter·
medios
----,como ya mostró, para hacerla «católicamente enmen'
dada», el aragonés AÑASTRO, al traducir así rectificadas Las Re
públicas
de BoDINO, según recordaría ELÍAS DE TEJADA-fue
asumido por la concepción roussoniana, impuesta, cada vez más,
a partir de la Revolución fraocesa.
La gran preocupación de MONTESQUIEU -para evitar que
Francia cayera en el
despotismo---
poder, sería desbordada por esa soberanía sin límites y, tanto
más, por cuanto
,todo el derecho se consideraría emanado de ellá.
Notemos que el bordelés veía .dos medios de contención del
195
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
poder: uno horirontal y otro vertical. El primero a través de los
poderes intermedios, destruidos por la Revolución francesa, y
que
TocQUEVILLE, medio siglo después, propuso que se llenara
su vacío, con asociaciones intermedias. Y, d segundo, por la no
acumulación, contrapeso o composición de los poderes, que --<:on
forme muestra la doctrina más moderna: EisENMANN, PosTIGLIO
LA, TROPER-significaba la no acumulación de dos de ellos, y
menos aún de los tres, en una sola persona o un mismo sector
social o político; para consegnir con
dio un equilibrio, constitu•
cional, que a la vez fuera un «equilibrio social» --<:0mo e,,plica
TROPER-, de modo que, estando cada clase representada en el
seno del poder ejecutivo, pueda impedir toda tentativa de perju
dicar sus intereses por medio de reformas legislativas.
El profesor
JuAN DE LA CRUZ FERRER ha mostrado muy bien
cómo, en la Revolución francesa,
esa contraposición de poderes
se concretó en una separación de funciones, encomendadas a fun
cionarios distintos, pero sometidos todos a la soberanía de la
volonté générale y, por ende, del órgano o de la -persona que la
encarnen.
Srntls distinguió dos sistemas: el de MoNTESQUIEU, de «equi
librio» y «contrapesos», en el cual
-dice-participan diferen
tes equipos de obreros en
la misma obra, pudiendo eventualmen
te deshacer uno lo hecho por el otro; y el propugnado por él, de
«concurso» o de
la «unidad organizada», en el cual cada equipo
tiene una función diferente.
Esta segunda concepción enlaza con
la, antes referida, sobe:
ranía del poder legislativo, y con la separación en cuerP05 dife
rentes de los funcionarios que ejerzan funciones ejecutivas o
ju
diciales. NAPOLEÓN, con el Conseil d'Etat, acentuó la separación
de ambas funciones que, después, tendría el temperamento de la
jurisdicción contencioso-administrativa.
Hoy, la que se denomina
separaci6n de poderes, contradice
el pensamiento
de MoNTESQUIEU. El partido o la coalición que
alcanza
mayoría absoluta, no sólo domina · el poder legislativo
sino que
designa al legislativo; y, como aquí ocurre, nombra los
miembros que componen un
Consejo Supremo del Poder Judicial
1%
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
--,-que MoNTEsQUIEU no admitiría como poder político, pues sólo
pretendía la independencia de la función de juzgar-, el cual,
a su vez, designa los presidentes
de Salas y de Audiencias y de
termina los ascensos
y destinos. Resulta, de este modo, que un
solo partido político puede dominar los tres poderes. Y, en
caso
de producirse entre éstos tensiones, no son sino internas entre
las diferentes tendencias del mismo partido. Por ello, no repre
sentan contrapesos para
garantizar el debido equilibrio a la so
ciedad entera, ni evitan que un . partido resulte un rodillo para
cuanto no comulgue con él.
10. Conviene que recordemos la abolición de las corpora
ciones profesionales por la
ley de LE ÚIBPELIER. «Pero -como
ha advertido RIPERT-lo que ha condenado la democracia es la
corporación obligatoria y jerarqUÍ2ada, o la coalición dañins., a
juicio de ella, para el orden económico. Jamás ha sido hostil, en
principio, a
la asociación libre que agrupe miembros iguales en
derecho. La libertad de asociación siempre ha estado en los pro
gramas de los partidos políticos». Aunque
sea cierto que los .sin
dicatos obreros hasta 1864 no dejaron de ser amenazados por el
delito de
coalition, que entonces se suprimió; y sólo se legali
zaron el
21 de marzo de 1884.
El resultado final ha sido este
que ha escrito P AUL RoUBIER:
«Al sistema de un orden jurídico armonioso que representa la agru
pación de órdenes y corporaciones, sucedió cada vez más un sis
tema de agrupaciones inorgánicas, constituidas por clases sociales
que, en definitiva, no son sino
el resultado de una descomposi
ción de
la sociedad en elementos puramente egoístas e indiferen
tes
al bien común».
Esto ha tenido como resultado
el de colocar frente a frente
a empresarios
y sindicatos, ha convertido, tanto a éstos como al
capitalismo, en grupos de presión. De ahí que, a su vez, el Esta
do
se haya visto constreñido a tomar parte en la economía; y,
según escribe RrPERT: como legislador presente, como gestor,
como árbitro, como regulador; y,
al mismo tiempo, al necesitar
los servicios que rinde la empresa, a utilizarla, nacionalizándola
si fuere preciso, o creando empresas estatales o mixtas.
197
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
Por fin, hoy se advierte que elEstado, e incluso los partidos
sotjalistas occidentales, se han dado cuenta de que les es más be
neficioso y les da mejores resultados no apoderarse de las empre
sas, sino intervenirlas, controlando sus beneficios fiscalmente, do
minando su crédito desde un Banco estatal, que señale coeficien,
tes a los demás, vigilando sus relaciones laborales y dirigiendo
sus ~onvenios.
11. Un Estado constituido por individuos abstractos y go
bernado por su voluntad genetal, ha de set necesariamente un Es0
tado centralista, a diferencia de los constituidos por cuerpos so
ciales -que son sociedades de sociedades-basadas en el prin
cipfo de la unidad en la diversidad, realizándose aquélla por su
propia estructu.ra integradora.
En cambio, resultan disgregadoras
las autonomías no basadas en esa integración de cuerpos socia
les, de abajo hacia arriba,
sino apoyadas en el principio de las
respectivas voluntades generales, en cuanto éstas presentan anta
gonismos entre unas y otras o entre las autonómicas y
la estatal,
al carecer de estructuras orgánicas que las entramen e íntegren.
Por otra parte, como sigue explicando Di, CoRTE: «La so
ciedad del Antiguo Régimen no ha sido sustituida por ninguna
otra
sociedad provista de un Nuevo Régimen. Sólo subsiste, des
mesuradamente acentuada, endurecida, obesa, la forma del Es
tado
. que encietra en su cáscara fantasmas humanos que se agi
tan, gesticulan y parlotean, se hacen y deshacen al impulso de los
manipuladores de la
máquina pseudo-social en la que están apri
sionados.
»Una verdad tan fuerte, relampagueante, solar, parece una
paradoja.
Pero. nada hay de esto. Se muestra_. Se demuestra.
. . » Para comenzar, estalla a la vista de los menos avisados que,
a, •da que se van secando en nosotros los recursos sociales acu
n¡ulados por la tradición, a medida también de que la esponta
neidad
de nuestra.s relaciones sociales agotan la velocidad adqui
rida, desembocamos en el anquilosamiento político más impotente
cill~ se haya. visto. Para andar '''socialmenteu ,, nuestros contempo
ráneos necesitan abundantes muletas. Por doquiet los '"expertos"
198
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION. FRANCESA
dibujan aparatos de prótesis en esos laboratorios del Estado. Se
fabrican en la más gigantesca sociedad an6nima especializada en
leyes y reglamentos que
el mundo ha conocido, que se llama la
"democracia" moderna y que reemplaza a las desaparecidas so
ciedades naturales. La más formidable burocracia de todos los
tiempos. la pone en funcionamiento.
Se sustituyen las lentas y
pacientes creaciones de
la vida social. En suma, lo artificial tien
de a expulsar lo natural en todas partes.
»El aparato del Estado moderno invade progresivamente to
das las canalizaciones humanas, desde el nacimiento a la muer
te ... »-.
Y continúa unas páginas después:
«La suma de individuos dentro
de una misma colectividad,
sea cual sea el signo bajo el cual se reúnen, trátese de la naci6n
en
el sentido democrático de la palabra, como del pueblo, la
clase,
el. proletario, d hombre de color, etc., es una representa
ción
menta/, que se efectúa en el cerebro de los intelectuales sepa
rados de la realidad replegados sobre si mismos, o incapaces de
captar
cosa alguna fuera de sus propias ideas.
»Así, las ideologías políticas y sociales que reemplazan a la
experiencia desde hace dos o tres siglos, son colectivistas, porque
todas ellas son lucubraciones colectivizantes del ingenio».
Cons
tituyen «un orden artificial que no reemplaza al orden natural
de las comunidades fundadas en
el nacimiento si no es engañan
do a aquellos que seduce».
Todas «están obligadas a emplear ese engaño para
trascender
el cerebro de quienes las forjan. La representaci6n ideol6gica de
la sociedad debe convertirse en religi6n o más exactamente en
mito e
ideologk contagiosa.
»Es la única forma de que
se transforme en realidad. No hay
otro. No puede haber otro. Sin la predicaci6n, la propaganda, sin
la acci6n sobre la opini6n por la palabra, la prensa, la radio, la
televisi6n, sin los mass media of comunication, la ideología es
incapaz de persuadir al hombre que, desde este momento, va
accediendo a
la sociedad, y a la pol!tica que ella le ofrece, para
colmar sus aspiraciones. No es capaz de dominar la contradicci6n
199
Fundaci\363n Speiro
fUA.N VALLET DE GOYTISOLO
que le roe más que derramándose, de modo que llegue a ser
universal
... ».
Esa artificialidad se palpa viendo cómo el Estado tiene que
subvencionar a los
partidos, incluso a los de la oposición al que
gobierna, a los sindicatos que escasean de
afiliados -y aun quie
nes lo están son· reacios a pagar sus cuotas-; y, en cambio, los
sindicatos tienen que pagar piquetes para que se lleven a cabo
las huelgas por ellos convocadas. En el juego democrático para
mantener
el interés de la opinión pública resulta necesario que,
eri todos los medios de comunicación, resuene la propaganda
política.
12. «Estamos
-volvemos a leer a DE CORTE-en presen
cia de un episodio de la historia de la humanidad que no tiene
analogía
en el pasado. La política se convierte en una colección
de dogmas y creencias, es objeto de un culto que exige testimo
nios de amor, de fidelidad, de abnegación y adoración. Exige
innumerables sacrificios humanos, ofrendas abundantes,
frecuen
tes holocaustos. Pensemos en · 1as decenas de millones de seres
humanos inmolados a los grandes Molochs ideológicos de nues
tro tiempo, en las prodigalidades
y fabulosos gastos hechos para
el prestigio de los regímenes ideológicos, en las fantásticas des
trucciones de bienes materiales
y culturales que les preceden».
El pueblo, en lugar de entramarse, natural
y orgánicamente,
como sociedad civil, se descompone en individuos que se dividen
en clases, en partidos
y se separan por sus intereses y sus ideo
logías.
Tales divisiones de intereses e ideologías se hacen periódi
camente violentas, y muchas veces han vuelto a traer, en nombre
del pueblo, repeticiones del Terror --en la misma Francia, en
España, en Rusia-o de la raza --como en la Alemania hitle
riana; golpes bonapartistas movidos por las clases medias o por
la alta finanza;
y siempre movimientos ideológicos pendulares o,
en ciertas latitudes, circuitos cerrados de democracia, demagogia,
dictadura, dictablanda
y vuelta a empezar-como se ha dicho de
la República Argentina.
¡No
nos hagamos ilusiones! El equilibrio es inestable porque
200
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCÉSA
se basa en las arenas movedizas de una disociedad, formada por
individuos, inspirada en ideologías contrapuestas y cambiantes,
nacidas de
la mente del hombre autoerigido en Demiurgo.
IV. LA MASIFICACIÓN Y LA CONDUCCIÓN TECNOCRÁTICA
DE LA SOCIEDAD DE MASAS.
13. Es sabido que las ideas de igualdad, libertad y fra.
ternidad, de ser abstractas, pasaron en la Revolución francesa a
convertirse en pasiones que no sólo las desorbitaron sino que lás
desfiguraron. Asimismo ocurrió con los derechos humanos
solem
nemente proclamados.
Por eso, como de éstos ha
dicho MICHEL VILLEY, se invo
can y utilizan a favor de unos
y en contra de otros; nunca de
todos.
Perdida la luz de la verdad objetiva, la linrerna
de cada ideo
logía ilumina tan sólo un aspecto mientras deja los demás en
la obscuridad, y desfigura o deforma lo iluminado por
dla, como
en las proyecciones de sombras chinescas.
De tal modo ayuda a
que
se enciendan las pasiones desatadas por esa visión parcial,
desenfocada y deformante.
Como consecuencia,
por una parte, se iguala a hombres y_ mu
jeres en lo que son desiguales y, de otra,
por el afán de igualar
se crean nuevas desigualdades, como Ias producidas entre sindi
cados
y no sindicados, parados con seguridad social y sin. ella;
o, por razón de edad, entre jubilados en plenitud de facultades
y los en activo carentes de aptitudes o de buen sentido; entre los
acosados a impuestos
--a quienes se les limitan sus posibilida
des de
iniciativa-y los que tienen subvencionada su posibilidad
de vivir a cuenta del Estado y de su Seguridad Social,
etc.
Se dejan en libertad instintos que son esclavos de fa ignoran
cia, del error y de las pasiones. Se esclaviza el espíritu humano
con
la propaganda, las incitaciones, las falsas ilusiones o la deses
peranza.
Se consideran como hermanos a los ideológicamente afines
201
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLQ
e11, ese wncepto, y wmo e11emigos a quienes no lo e11tiendan así.
Tal, c;omo los jacobinos guillotinaban, sin más que simulacros de
proceso, u ordenaban
el genocidio de los vandeanos o la ma
tanza de los canut de Lyon, así, al grito de U. H. P. (Uníos Her
manos Proleratios) se «paseaba» y fusilaba o daba
el tiro en la
nuca a los
calificados de fascistas; con la consigna de la descolo
nización se sodomizó, torturó y remató a los harkis; o -bien, unas
tribus africanas han aplastado a las rivales, o se ha forzado a los
blancos a que
emigratan de la tierra en que habían nacido, de
jando allí todos los bienes y, con ellos, el fruto de su trabajo.
Contra
el «apartheid» se practica éste con los deportistas sud
africanos, dispuestos a competir con negros, aceitunados, a ama ..
rallar, si no se exilian de su tierra, alejan de su familia allí ra
dicada
...
Y es que esas ideas de libertad, de igualdad y de fraternidad
se aplican como si
se refirieran a los granos de atena del desier
to o de polvo, que son movidos por el viento de las consignas
y las modas; o de gotas de agua que son arrastradas por las co
rrie11tes y mareas de la propaganda que las acosan a través de
los medios de comunicación. Del mismo modo como
el viento,
las corrientes y las· mareas amontonan o dispersan,
atremolinan
y arrastran, elevan o hacen caer, dejan inmóviles o ponen en
vertiginoso
movimie11to el polvo o a las gotas de agua. Así ocu
rre con el hombre ya masificado, después de haber perdido sus
raíces religiosas, metafísicas y naturales y quedat desvitalizados
sus vínculos familiates y de ser liberado de las de11ominadas
«viejas ataduras», es decir, de sus vínculos con casi todos los
organismos constitutivos de
la sociedad civil en la que se inte
graban, resulta juguete
del Estado, del dinero, de la propaganda
ó de · sus intentos de evasión.
Lo que fue agudo y epidémico en Francia durante la Revo
lución francesa, ahora
es crónico y endémico, aunque febril casi
por doquier.
14.
La obsesión por la igualdad es tanto mayor cuanto ésta
más impera.
TocQUEVILLE, en uno de los capítulos De la demo-
202
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
cratie en Ameriqu'e (II, IV, V)lo advirti6 coo agu:a: «No hay
desigualdad, por grande que sea, que hiera la a vista que cuando
las condiciones son desiguales; mientras que la más pequeña dis
paridad resulta chocante en
el seno de la uniformidad; la visi6n
resulta insoportable a medida que
. .la uniformidad es más com
pleta».
Así, estamos viendo
en España con relaci6n a los títulos no
biliarios lo que no ocurre en ningún otro lugar. Tal ve>: sea por
que España
es de los pocos países en que la mujer casada con
serva su apellido
y, hoy, los hijos pueden escoger entre el de su
padre o
de su madre -lo cual no es una novedad, pues ocurría
en tiempos de Santa Teresa, cuando unos de sus hermanos se
apellidaban Ahumada, como el padre, y otros_ Cepeda, como la
madre;
y, en Cataluña, donde el hereu hijo de pubilla tomaba
el apellido de ésta que era el distintivo de
la casa-. Cuando el
duque
y el conde no han de ponerse al frente de sus mesnadas,
todo
es cuesti6n de criterio... ¡Quién sabe si dentro de unos
años se hablará de discriminaci6n
por razón
que sortear el título entre todos los hijos!
Añadamos que, viendo
la realidad, lo mismo se comprenden
los desniveles montañosos que
la desigualdad accidental reque
rida para el buen funcionamiento social, se miran las cosas no
sólo -en sí mismas, sino en relación a las consecuencias dimanan~
tes. _ Y, en cambio; pensando en abstracto, sobre el papel, cual
quier desigualdad despierta
rechazo. Pongamos algunos ejemplos.
No hay duda de
la igualdad esencial de mujerés y hombres
_ por su naturaleza, por su fin último, por su dignidad
de hijos
de Dios
y criaturas racionales; pero, su diversidad de sexo y de
cualidades anejas,
les asignan funciones distintas en la comunidad
humana y, en especial, en la primera y básica, que es la familia,
donde a la mujer le cotresponde la funci6n primordial y princi
pal,
la más augusta-. Estamos en la época de la división y espe
cialización del trabajo, tanto más cuanto más científico
y técni
co es; sin embargo, se quiere amalgamar allí donde primero fue
observada la diversificación de funciones,
es decir, en la familia.
No se quiere ver esa realidad, ni en sí misma ni en relación a
203
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLBT DE GOYTISOLO
las consecuencias que, por desgracia, pueden ya observarse por
la
siruacicSn a la que ha llegado gran parte de la juventud.
Pero vayamos a los hijos,
la ConvencicSn igualó, a efectos
sucesorios; los hijos nacidos fuera del matrimonio a los habidos
en
él. El originario Code civil no siguió este criterio. En el dis
curso de
PoRTALIS leemos: «la protección del matrimonio, el
mantenimiento de las buenas costumbres, el interés de la socie
dad requieren que los hijos naturales no sean tratados igual que
los legítimos» .
. . «son, sin duda, miembros
del Estado, pero a
quienes la ley, que derermina el matrimonio, no puede reconocer
como miembros de ninguna familia. Sólo hay que garantizarles,
en una medida equitativa, la asistencia que para ellos solicita
la
humanidad» . . . «pues el derecho a suceder no es en absoluto un
derecho narural
... ».
Hoy, en toda la Europa continental del mercado común, han
vuelto a igualarse a efectos sucesorios toda clase de hijos, sean
habidos dentro o fuera de la familia. Las consideraciones
del
Discurso preliminar del originario Code civil han cedido ante la
visión individual de cada hijo, sin atender a razones de orden·so
cial ni al bien de la familia. El status filii y el status familit1e se
confunden. Se soporta aún, que, en cuanto a los derechos·
. a la
legítima,
sean distintos los de aquellos hijos que se rijan por· el
derecho inglés, el alemán, el francés o el español, sea
el común
o bien el navarro,
el aragonés o el catalán; y que quienes sean
vecinos de la Tierra Llana de
Vizcaya no estén en igualdad con
los que residen en Bilbao o en las demás villas
vizcainas; pero
no se .admite que, en este aspecto, no sean iguales hijos matri
moniales y no matrimoniales de
un mismo Estado o región.
15. En
el mismo capítulo que últimamente hemos citado,
TocQUEVILLE advirtió que ese afán por la igualdad, al que son
llevados los pueblos democráticos, conlleva dos tendencias,
con
sus respectivos riesgos: «la una conduce directamente a los hom·
bres
.a la independencia» y «puede lanzarlos de golpe hasta la
anarqula; la otra les conduce por un camino más largo, más se
creto pero más seguro hacia la servidumbre».
204
Fundaci\363n Speiro
QUB QUElJA DE LA REVOLUCION FRANCESA
A su vez: «Todo poder central que sigue sus instintos natu
rales
ama la igualdad y la favorece: pues, la igualdad facilita
singularmente la
acción de semejante poder, lo exúende y lo ase
gura». Además, «todo gobierno central adora la uniformidad»,
que «le ahorra una
infinidad de detalles de que debería ocupar
se», en lugar de hacer «pasar indistintamente a todos los hombres
por una misma regla» .
. «Pienso --concluía, a la vista de ello--que, en los siglos de
mocráúcos que van a abrirse, la independencia individual y las
libertades locales serán siempre una regla de arte.
La centraliza
ción será el gobierno natural».
VoN KUEHNELT LEDDIN ha añadido que esta dirección conte
nía -hablaba en la segunda postguerra mundial-dos caminos
para llevar a
los hombres a la plena tutela del Estado: el violen
to, que decía seguido por Rusia, Italia y Alemania, y el suave,
seguido por Norteamérica y los demás países del Occidente
europeo.
TocQUEVILLE, en su libro úlúmamente citado (II, III y VI),
ya había vislumbrado esta segunda vía:
«Pienso»
--escribió--«que la especie de opresión que ame
naza a los pueblos democráúcos no se parecerá nada a las que
le han precedido en
el mundo». Buscaba una palabra para expre
sarla: «pues, los anúguos de despoúsmo y tiranía no le parecían
adecuados. La cosa es nueva ... ». Y mirando hacia el futuro es
cribió:
«. . . veo una muchedumbre innumerable de hombres pareci
dos e iguales, que giran sin reposo sobre ellos mismos para bus
carse pequeños y vulgares placeres con los que llenan
su alma.
Cada uno, visto por separado, es como extraño al desúno de to
dos los demás» . . . «no existe sino para sí solo y, si le queda aún
una familia, puede decirse por
lo menos que ya no le queda
patria».
«Por encima de ellos se eleva un poder inmenso y tutelar que
se encarga, él solo, de asegurar sus
goces y velar por su suerte.
Es absoluto, detallado, regular, previsor y dulce. Se parecería a
la potestad paterna si, como
ésta, tuviera por objeto preparar a
205
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
los hombres para la edad viril; pero no procura, por el rontra
rio, sino fijarlos irrevocablemente en la infancia» ... «Trabaja
de buen grado
para su bienestar; pero quiere ser el único agente
y el solo árbitro, provee a su seguridad, prevé y asegura sus ne
cesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales IH!go
cios» ... «quisiera evitarles por completo el trastorno de pensar
y el esfuerzo de vivir».
«.. .. cada día se convierte en menos úril y más raro el em
pleo del libre arbitrio»
... «La igualdad prepara a los hombres
para todas las cosas: les dispone a sufrirlas y
a menudo incluso
a mirarlas como un bien».
En fin: «depués de haber tomado así, poco a poco, a cada in
dividuo y de haberlo moldeado a su guisa,
el soberano extiende
sus .brazos sobre
la sociedad entera; le cubre la superficie de una
red de pequeñas reglas, complicadas, minuciosas, unifotmes, a tra
vés de
las cuales los talentos más originales y las almas más
vigorosas no podrán hallar la claridad para sobrepasar la muche
dumbre; no
rompe las voluntades, pero las reblandece, las pliega,
las dirige; obliga rara vez a obrar,
pero se opore sin cesar a que
se actúe; no destruye nada, pero impide que nazca; no tiraniza
nada,_ estorba, comprime, enerba, reduce, en fin, cada nación a
no ser más que un rebaño de animales tímidos e industriosos de
los que
el gobierno es el pastor».
Es un
sueño ya realizado en el denominado «panúso sueco»,
que
ROLAND HUNTFORT ha calificado de «nuevo totalitarismo»,
antesala, tal vez, del mundo feliz
de ALDous HuxLEY.
Se ha entramado ya, con diversas formulaciones, el triángu
lo: masificación-totalitarismo-tecnocracia. Acerca de los temas que
suscita he escrito bastante hace ya mucho tiempo, y no voy a
in
sistir-.
DE CORTE, en el trabajo que repetidamente vengo citando,
explica que en la «sociedad tecnocrática, que está siendo cons
truida ante nuestros ojos
y que intenta reemplazar la disociedad
nacida en la descomposición del Antiguo Régimen», la opinión
pública «se
vuelve extremadamente dócil entre las manos de 'los
especialistas competentes. La información que algunos conside-
206
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REPOLUCION FRANCESA
ran que es la salvación del régimen democrátiro, será tratada por
ellos, desde ahora
[lo decía hace más de 20 años], de forma tal
que logre corresponder al mundo ideal del ciudadano que las
núnorfas dirigentes del Estado imprimen en la mente de todo
individuo»
... «No hay ya noticia que no pueda ser impregnada
de la ideología triunfante o en vías de triunfar ... ».
16. La realidad de este triángulo entramado y la gravedad
que significa fue bien comprendido, en sus
últimos ,úios -hoy
hace más de quince-, por quien fue presidente de la Repúbli
ca francesa, GEORGES PoMPmou, en su libro póstumo IJe noewd
gordien. Advirtió que, al mismo tiempo de instaurarse «en las
costumbres y en los espíritus una especie de anarquía, el hom
bre
se encuentra dotado a causa de los descubrimientos cientffi
cos de un poder de presión sobre los elementos, ciertamente, pero
también sobre el hombre; poder absolutamente nuevo y
d.:sme
surado. El sabio, el ingeniero, el tecnócrata,
colosales. Estos medios, en lo esencial,
se roncentran en las ma
nos del Estado y de una adnúnistración que encuadra a los in
dividuos, los coloca en fichas perforadas, los designará mañana
por un
número [ya estamos ahí], deternúnando la progresión
del nivel, las
actividad.:s deseables y su reparto geográfico, to·
mando a su cargo la educación, la instrucción, la formación pro
fesional, muy pronto el deber y el derecho a la procreación y a
la duración del trabajo y del ocio, la edad del retiro,
ias condi
ciones de vejez, el tratamiento de las enfermedades». Así, «en el
núsmo momento en que el individuo se siente libre y se libera
de las obligaciones y represiones tradicional,:s, se construyó una
máquina tecnocientífica monstruosa, que puede reducir a la
es
clavitud al núsmo individuo, o destruirlo de la noche a la maña
na. Todo depende de los que tengan las palancas de mando.
»Que nadie acaricie la
ilusión de control. Una vez en el vo
lante del coche, nadie puede impedir que el conductor apriete el
acelerador y que dirija
el vehículo hacia donde quiera».
207
Fundaci\363n Speiro
l'f},,4N VALLET DE GOYTlSOLO
V. ¿ CÓMO ROMPER EL NUDO GORDIANO?
17. Para ello, el mismo P0MPID0U reclamaba «institucio
nes que aseguren en
todas las etapas de la vida, en todos los es
calones de la sociedad, en todos los marcos en que se inserte la
vida individual
-familia, profesión, provincia, patria-el má
ximo de . agilidad y libertad. Y ello con el fin de limitar los pode
res·
del Estado, de no dejarle más de 1o. que es su propia respon
sabilidad que en nuestrOs días
ya es inmensa: de dejar a los ciu
dadanos
la gestión de sus propios asuntos, de su vida personal,
la organización de su felicidad tal y como ellos la conciben, con
el
fin de escapar a esa funesta inclinación que, bajo pretexto de
solidaridad conduce directamente al rebaño».
El diagnóstico no varía mucho del propuesto hace
ya cerca
de siglo y medio por ALEXIS DE TocQUEVILLE. No se trata de
volver a !a sociedad del Antiguo Régimen; pero sí a rehacer fa
sociedad civil y restaurarla conforme al principio de subsidiarie
dad. Hay que reconstruir
la sociedad derruída por los principios
de
la Revolución francesa, reanudando los lazos naturales de los
hombres;
es decir, haciendo lo contrario de la Revolución.
¿ Es acaso esto posible dentro de la democracia moderna re
gida, en su inmanencia, por las ideologías y la partitocracia?
Para
comenzar, es preciso remontarse hasta la primera ,eausa.
Superar el laicismo incubado en la Ilustración, con su religión
del hombre hecho dios, representado por el Estado, elevado a
creador del derecho por
la Revolución francesa y, después, con
vertido en su providencia y confundido, identificado, con el de
recho que el mismo segrega.
Es indispensable que Europa
siga la llamada que JuAN PA
BLO II le hh:o el 9 de noviembre de 1982: «Yo, Obispo de
Roma y pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo
vieja Europa,
un grito lleno de amor. Vuelve a encontrarte. Sé tu
misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive
tus valo
res auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu
presente en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espi-
208
Fundaci\363n Speiro
QU:4 QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
ritual, en un clima de respeto a las demás religiones, y a las
genuinas libertades. Da al César Io que es del César y a Dios
lo que
es de Dios ... ».
Ya el 6 de noviembre de 1981, en el coloquio internacional
sobre las ralees cristianas comunes de Europa, había dicho
JUAN
PABLO II: «Nos encontramos en una Europa en la que se hace
cada
vez más fuerte la tentación del ateíSlD.o y del escepricismo;
en la que artaiga una penosa incertidumbre moral, con la disgre
gación de la familia y la degeneración de las costumbres, en el
que domina un peligroso conflicto de ideas y de movimientos.
La crisis de la civilización (HUIZINGA) y el ocaso de Occidente
(SPENGLER) sólo significan la extrema actualidad y necesidad de
Cristo
y del Evangelio. El sentido cristiano del hombre, imagen
de Dios, según la
teología griega, tan amada por Cirilo y Me
todio y profundizado por San Agustín, es la raíz de los pueblos
de Europa
... ».
Para ello es preciso volver a las raíces cristianas: «El mundo
necesita una Europa que tome nuevamente conciencia de su fun
damento cristiano y de su identidad y que, a la vez, esté dispues
to a configurar
su propio presente y futuro» ... «Europa fue el
primer continente con el que el cristianismo: se familiarizó pro
fundamente y
el que, a parrir de ello, experimentó un empuje
espiritual inconmensurable. ¿No es posible crear también hoy
nuevos impulsos
y fuerzas para una amplia renovación espiritual
-moral y política de Europa, a partir del mismo fundamento
ideal, mediante una seria toma de conciencia, de manera que
Europa puede llevar a cabo, responsable
y eficazmente, en el
marco de la actual comuuidad
de pueblos, la misión espiritual que
le
cotresponda».
Para ello --
evangelización, tal como viene expresando con esta palabra, desde
su encíclica
Evangeli nuntiamdi. A la par es necesario recons
truir al hombre entero, en todas sus dimensiones --como conti
nuamente repite-y la sociedad, desde su cédula básica, la fa
milia -según muestra la encíclica Familiaris co.nsortio--, las rela
ciones laborales -que iluminó en la encíclica Solicitudo rei so-
209
Fundaci\363n Speiro
--JUAN VALLET DE GOYTISOLO
cialis-, reavivándo la solidaridad, que debe ser personal en el
hombre,
y virvirse de dentro a fuera, no como una imposición
del Estado. Debe estar
J1bierta a la transcendencia (dr. el discur
so a los «Constructores de la sociedad», en Asunción, el 17 de
mayo de 1988); y conjugarse con el principio de subsidiariedad,
conforme
el cual, «el poder público tiene el deber de reconocer
y facilitar
las iniciativas que los individuos y los grupos sociales
intermedios sean capaces de cumplir con su propia creatividad»
(dr. alocución del 3 de junio de 1988).
¡Que Dios
y su Santísima Madre la Virgen María ayuden y
protejan la realización de estos empeños!
210
Fundaci\363n Speiro
POR
JuAN VALIET DE GoYT1s0Lo
l. Una respuesta rápida, como en un test, al título del tema
que
me ha sido encomendado, me impulsa a decir: «queda todo»,
«vivimos en ella», especialmente en
la Europa continental y en
la lberoamérica que ha seguido nuestras huellas.
Sin embargo, conviene matizar.
Las ideas que triunfaron en
la Revolución francesa no las habían inventado quienes la hicie
ron. Revivían cierta parte de la
sofística griega; algunas de ellas
germinaban desde
el siglo XIV; se habían desarrollado con la
Reforma protestante y florecido en la Modernidad entre la ilus
tración y las Luces. El despotismo ilustrado había comenzado a
imponerlas.
·
'La
Revolución trató de ponerlas radicalmente en práctica y,
para ello, arrasó cuanto pudo todo aquello que podía oponérse
les, e, incluso, cuanto a sus ojos frenaba su radicalismo. Pero
no toda
la Revolución fue el Terror; comenzó con las Constitu
yentes, siguió en la Convención, con
el Directorio y el Consu
lado, a continuación, concluyendo con una dictadura militar, en
la que Napoleón,
si bien al llegar dijo que hwbía terminado la
«utopía» revolucionaria, en cambio, no sólo se proclamó empera
dor, sino también
se proclamó «la Revolución a caballo» y, como
tal, trataría de imponer
sus ideas fundamentales a toda Europa.
Ideas que son significativas
de algo mucho más hondo y esen
cial que
la adopción de un determinado régimen político nuevo.
Ahora bien, en su encarnación, y luego en su choque con
la realidad, a veces esas ideas explotaron, produciendo resulta
dos paradójicos;
y, en otros casos, por el contrario, se configu-
182
Fundaci\363n Speiro
QUl? QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
raron adecuándose del modo y medida precisos para que se for
taleciera el poder de quienes la dirigían,
teniendo en sus manos
las palancas del puente
de mando. Esto último, sin duda, sería
a costa de la pureza
de sus líneas genuinas.
Por otra parte, su potencia explosiva y su consecuente ve
locidad de acción nos Ia muestra completando su primer ciclo
con brevedad histórica; y
como un ensayo, limitado al territorio
de Francia, de una transformación en Ia cual, durante un siglo
y medio después, ha
venido insistiéndose más pausada, unas ve
ces, y más aceleradamente, en otras, pero a mayor escala que
hoy vivimos a nivel mundial, no sabemos hasta cuándo.
La laicización, el liberalismo -impuesto, no por la libertad,
sino por la fuerza, sea brutal o solapada, con medidas económi
o de cualquier otra clase-, la corrupción y el amasamiento de
grandes fortunas, al abrirse al capitalismo las compuertas de
ne
gocios facilitados por el Estado o por Ia especulación; las reac
ciones socialistas y comunistas, y siempre el totalitarismo esta
tal, con
sus secuelas, comenzando por el positivismo legalista y
el panlegalismo resultante, impuestos desde
el poder político o
por presiones económico-políticas, conforme a las ideologías triun
fantes; la exacervación de
los nacionalismos expansionistas y de
los internacionalismos ultrapacifistas, en un vaivén arrltmico;
la aniquilación de la sociedad civil y el surgimiento de sociedad
de masas, de la burocracia, la tecnoestructura y la tecnocracia;
el péndulo oscilante entre democracia y dictadura, y viceversa,
pero siempre, en unas
y otras, la demagogia, con periódicas ex
plosiones revolucionarias, más o menos violentas y sangrientas,
con reflujos cada vez más breves.
Lo que sucedió apresuradamente en dos décadas y en el de
limitado espacio del territorio francés se viene repitiendo perió
dicamente, con
el mismo circuito, durante más de un siglo, me
nos precipitadamente, con variable frecuencia, aunque a escala
universal. Confieso que lo estimo así de un golpe de vista retrospecti
vo, desde la actualidad, y con regreso a ésta, a todo lo largo
y
ancho de nuestro planeta, panobímicamente; aunque sus mo-
183
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
mentos iniciales sean distintos según los continentes y, en cada
uno, según los lugares.
Pero esta impresi6n debe ser comprobada;
y, para ello, tra
taré de explicarla tan
sistemáticamente como me sea posible en
una
exposici6n que no exceda del escaso tiempo de duración
que corresponde a esta ponencia.
En mi artículo; Cuál es la esenda de la Revolud6n francesa,
la he resumido, concretándola: en su laicidad, en que rrat6 de
rehacer al hombre y la sociedad con la
raz6n y la voluntad hu
mana deificadas; de imponer
la libertad, la igualdad y la frater
nidad, concebidas abstracta y pasionalmente; de asignar al
Es
tado el papel de Demiurgo, con la misi6n de satisfacer tales
pasiones y de realizar
esas construcciones ideo16gicas, en una
sociedad de individuos y en su nombre; y en erigirle como
el
creador de todo el derecho o, onejor dicho, en reconocerle el po
der de convertir su voluntad en derecho, tal como el rey Midas
convertía en oro cuanto tocaba.
Ahora nos toca ver si estos principios esenciales siguen hoy
vigentes, cómo
se han desarrollado después y hacia dónde han
derivado y están derivando.
l. EL LAICISMO DE ESTADO Y LA DEMOCRACIA RELIGIOSA
ACTUALES.
2. Hemos visto que la primera característica de la Revolu
ción francesa fue la
de imponer un Estado laicista, que se erige
en
definidor y árbitro de lo bueno y lo malo, lo justo y lo in
justo, como único pontífice y oráculo de la volonté générale di
vinizada. El adalid de los «nuevos filósofos»; BERNARD HENRI
LEVY, en Le testament de Dieu, ha aludido a la Organizad6n
Suprema, como «ese dios de bronce y de máquinas que inventó
la· Revolución francesa y cuya
Sed, como dice otro, parece deci
didamente inextinguible».
Sin llegar al más alto grado, esto
se mantiene, más o menos
enmascarado, en los Estados actuales y ha penetrado en las con
•. ciencias, incluso de muchos cristianos.
184
Fundaci\363n Speiro
QUE QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
El Estado laicista no es un Estado neutro y tolerante de
todas las religiones; sino que impone su laicismo a todas en. las
materias que
él asume y en las que se declara autosuficiente,
por
encima de todas ellas. Así ocurre, v. gr., con el matrimonio.
Nuestro amigo y maestro
ScrACCA nos ha recordado, repeti
das veces, que el movimiento de las ideas que transcurre desde
el Renacimiento a la Revolución francesa es la carrera de la
burguesía a la conquista del mundo, y que su secuela inmediata
es la
carrera del proletariado hacia la misma conquista. «Desde
este punto de vista
--escribió en Slsifo sube al CalvaJ'io--, ca
pitalismo y marxismo se hallan en el mismo plano» ... «Primero
la burguesía nutrida de idealismo laicista
se vio impulsada a ado
rar a la Historia, a la Ciencia y la Libertad como si fueran Dios,
y
a vivir
y pensar como si Dios no existiera» . . . «para ella su
reino era, y es, de ese mundo y su libertad
la de poder satisfa
cer todas sus necesidades y caprichos,
incluidos los vicios. Situa
da, sobre ese plano "económico" su sed de ganancias, en su
desenfreno, llegaba al punto de oprimir a
las masas trabajadoras.
Luego, el proletariado
se despertó y nada nuev0 dijo acerca de
la concepción del hombre y del mundo; repite la misma palabra
"mundana" del capitalismo, también tengo
yo derecho a satis
facer mis necesidades, a no enajenar yo
mi libertad. Y también
cae en la adoración
del Progreso social, del Partido, de la futu
ra sociedad homogénea
... ».
La divinización de la Historia la convierte, según HEGEL, en
«historia
sacra», que es la «autorrevelación de lo absoluto», y
«lo absoluto o Dios existe deviniendo». Todo se autojustifica en
el Estado y en la Historia ...
La divinización de la Ciencia, elevándola a absoluto, nos ha
traído la idolatría dentista y tecnocrática que encarnan en una
sociedad y necesariamente
-como sigue explicando ScrAcCA
ha de ser «intrínsecamente totalitaria y sólo en las formas «de
mocrática, como
un lujo que puede permitirse al disponer de los
elementos de control y opresión».
La raz6n de Estado es una ra
zón
calculadora seg6n la l6gica del poder. Pero,· como ha reco
nocido
MAx HoRKHEINER, la lógica de la ciencia moderna· es
185
Fundaci\363n Speiro
JUAN 'VALLET DE GOYTISOLO
una lógica de dominación de la naturaleza que está conduciendo
a la destrucción del hombre.
De ahí que la divinización de la libertad no se refiera-al ser
del hombre sino a su tener; para lo cual se sujeta a una organi
zación impuesta desde el poder político. Y, siendo as!, pregunta
ScIACCA: «¿Qué líhertad resta al hombre en una organización so
cial así concebida, en la cual ella es la que hace, y hace lo que
ha sido preparado que haga, sin posibilidad de escape que no
sea la rehelión destructora?».
3. La concepción religiosa que impuso
la Revolución fran
cesa corresponde al modelo propuesto por
RousSEAu en el capi
tulo
VIII del libro IV, Du contrat social. La religión del hom
bre es sometida al «contrato social» en todo cuanto éste abarca,
es
decir, todas las relaciones sociales, incluido el matrimonio;
dejándose circunscrita la
libertad religiosa a cuanto queda fuera
de aquel contrato, reducida al campo personal
de cada concien
cia. Así, con esa concepción y puesto que el contrato social con
siste en alienarse cadá persona con todos sus derechos a
la vo
luntad general, el «dad al César lo que es del César», somete a él
al hombre en todo cuanto es de este mundo, y a Dios sólo en
cuanto
se refiera a la salvación eterna. Pero, en lo atinente a la
moral social, ésta dehe concordarse a la del César --sea éste es
tatal o el de la organización mundial-; moral cívica positiva que
la religión dehe asumir, prometiendo a quienes la cumplan, que,
por ello, merecerán el premio eterno en
el más allá. Esto es, ha
de apoyar al régimen instaurado por la voluntad general. Lo que
implica algo semejante a lo que el
Abhé GEORGES DÉ NANTES
denomina el MASDU (Monvement Animatian Spirituel Demo
cratie Universa/e).
Pero, como
RoussEAU, asimismo, afirmó que la voluntad ge
neral es siempre justa y razonable -y que, de no serlo, no es
tal voluntad general sino la de una facción que la domina-,
ocurre que, en ese caso, la revolución contra esta facción gober
nante se impone religiosamente, con lo cual, también, según esa
religión laica queda justificada la Teología
de la revolución.
186
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA RBVOLUCION FRANCESA
Por eso, el laicismo de la Revolución francesa no consistió
en situar al Estado en una posición
imparcial, de neutralidad
entre los diversos credos religiosos. No otorgó a todos ni a nin
guno verdadera
hbertad civil religiosa. Su laicismo fue un laicis
mo activo, que se erigió en definidor de lo bueno y de lo malo,
de lo justo y de lo injusto, por encima de todas las religiones;
con lo
cual les circunscribió la libertad en los límites fijados por
el propio Estado laico. Este se coloca por encima de Dios; y
el credo nacional sobre todos los credos religiosos.
Esa postura no
sólo se observa en la constitución civil del
clero, sino en toda la obra
liegislativa, por la imposición de la
voluntad y la razón inmanente del legislador que,
al creerse sin
limites, fácihnente cae en la estolidez y
la locura. Los mismos
autores del Proyecto de
Code civil des franfais lo advirtieron
en su discurso
preliminar -escrito por PoRTALIS pero que, con
él, firmaron el Presidente de la Comisión, TRONCHET, y los otros
vocales,
BIGOT-PRÉAMENEU y MALEVILLE-: los siglos de ig
norancia son el teatro de los abusos, los siglos de las luces y de
filosofía no son con harta frecuencia sino
el teatro de los ex
cesos.
4. Pongamos, como un ejemplo, la regulación del matrimo
nio. La obra legislativa de la Convención que, deslumbrada por
el fulgor de las ideas abstractas de libertad e igualdad no alcan
zaba a ver la realidad, hizo todo lo humanamente preciso para
destruir la familia reduciéndola a una reunión ocasional de in
dividuos, egoístamente utilitaria.
Instituyó premios para las madres solteras, admitió el divor
cio vincular hasta por simple incompatibilidad de caracteres,
abo
lió toda potestad familiar, impuso a los padres de qué modo de
bían educar a los hijos, e igualó totalmente a éstos, ya fueran
matrimoniales o habidos fuera del matrimonio.
Llegado al Consulado, los autores del Proyecto trataron de
regular
el matrimonio teniendo en cuenta -como eHos mismos
dijeron-«la ley natural en el primero y principal acto de la na
turaleza».
187
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
Ello significaba, por su parte y en cuanto a la que ahora exa
minamos, dos presupuestos: urio, que no se respetaría el matri
monio de
ninguna religión, pese a que una total libertad religiosa
requeriría admitirlos todos; otro, que se
imponía a todos los
franceses, cualquiera que fuere su credo,
el matrimonio civil, que
los redactores programaban conforme «la
ley natural». Como co
rolario, daban lugar a que la regulación del matrimonio com
pitiese al Estado; y, por lo tanto, al órgano al cual, como in
tévprete de la voluntad general, corresponda el poder legislativo.
Los
mismos auto.es del Proyecto advirtieron que con la fa
cilidad de divorciarse es de temer «que la licencia en las costum
bres
reemplace los inconvenientes de los matrimonios, y que, por
la excesiva facilidad del divorcio, el propio matrimonio
qu.ede
sustituido por un libertinaje que diríamos generalizado, fruto de
la inconstancia autori2ada» ... «las costumbves serán violadas sin
cesar por las leyes». Razón por la cual, explicaron, «nuestro fin
en
las disposiciones proyectadas sobre el divorcio ha sido preve
nir los abusos y defender
el matrimonio contra el desbordamien
to de las costumbres.
Al mal se va por una pendiente rápida:
sólo
con el esfuerzo se retorna al bien».
Por
eso recogieron, en el Code civil, el divorcio vincular res
tringido a los supuestos de muerte civil de algún cónyuge o de
crimen o delito por el que uno de ellos pudiera querellarse
con
tra el otro. El razonamiento del discurso de PoRTALIS se centro
en dos puntos que la Comisión estimaba básicos:
- Uno, «la libertad de cultos es una ley fundamental»,
y el
derecho a divorciarse, admitido por «la mayor parte de las doc
trin as religiosas», se encuentra vinculado a la libertad de con
ciencia»; y como «las leyes tienen que ser para todos», el Es
tado debe regular el matrimonio. Ellos propusieron hacerlo con
forme la ley natural; pero esto no obligaba a que los legislado
res debieran seguir
esta pauta.
- Otro, «como quiera que la promesa de perpetuidad en el
matrimonio es el designio de la
naturaleza, las leyes han de opo
ner un freno saludable a las pasiones e impedir que el más im
portante de los contratos se convierta en juguete del capricho
188
Fundaci\363n Speiro
QU:ll QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
y la inconstancia, o en objeto de todas las vengonzosas especu
laciones». El matrimonio quedó; por tanto,
en. el originario Cade civil,
sin el resguardo de la Iglesia, civilmente separado de la religión,
agujereado debajo de su línea de flotación y en manos del poder
legislativo
del Estado.
En 1878
se imprimiría, en Barcelona, un folleto con unas bre
ves reflexiones de FRANCISCO RoMANI y PuxGDENGOLAS --cató
lico catalán, pero que no fue carlista ni conservador sino republi
cano
federal-. En ellas advirtió que, en un momento dado,
podría ocurrir como
se pretendió imponer en 1868, que se lle
vara a cabo la pretensión de «injertar en la vida civil la pode
rosa savia de la Revolución», según palabras
del Decreto de 2
de octubre
de 1969. Y comentó: «Si desgraciadamente hubiese
predominado esa escuda filosófica que
se inspira, no en la 11.ll!:
de las ciencias, sino en las tenebrosidades de los clubs, enrojeci
dos a intervalos con
el fulgor de los incendios, la propiedad y
la familia española
se hubieran arruinado y embrutecido».
En el número 89 de Verbo apareció un impresionante estu
dio
de nuestro amigo MICHEL DE PENFENTENYO,. titulado El
proceso legal contra la
familia ( del que se publkó separata data
da en 1970), en
el cual informó acerca de la campaña en contra
del matrimonio y de las leyes de la vida que venía recrudeciéndo
se desde hada unos años en Inglaterra y en Francia. Se reclama
ba la abolición de toda censura moral, la extensión
del divorcio,
admitiéndose el impuesto por el cónyuge culpable al inocente, una
legislación que reconociera la homosexualidad, el aborto, la regu
lación de la eutanasia, la supresión de la educación
religiosa y de
las escuelas privadas
...
Después, hemos visto que, como una mancha de aceite, estas
tendencias
se extendían por doquier; y, al fin, primero en Italia
y luego en España,
se han impuesto el divorcio -allí primero el
«picolo» y luego el amplio; y, aquí, excluyendo toda declara
ción de culpabilidad--
y el aborto en ciertas circunstancias -con
lo cual se han abierto tres boquetes al principio del respeto a la
vida inocente, poniéndola en
parangón con la de · terroristas y ase-
189
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
sinos-; en algunos países, como Holanda, se reconocen las
uniones de homosexuales y la eutanasia va abriéndose paso. El
libettinaje crece desmesuradamente, las costumbres se degradan
y las mentes se embrutecen. Resultados que la experiencia había
advettido, hace casi dos siglos, reconociéndolo por
boca de PoR
TALIS.
Estamos, no sólo más cetca de la Convención que del Consu
lado, sino mucho
más allá que ella. Si los jacobinos premiaban
a las
madtes soltetas, ahora la Seguridad Social del Estado sub
venciona a las madres que abortan «legalmente». En lugar de
la guillotina tenemos el aborto, en lugar del genocidio
de los
vandeanos --descrito tan a lo vivo por REYNALD SECHER-con
templamos hoy el de innumetables inocentes sacrificados
en el
seno materno, cuyos. restos se aprovechan a veces para converúr
los en productos de cosmética para la femenina belleza.
5. El laicismo impuesto en la Revolución francesa tiene dos
derivaciones:
una que trata de arrinconar la religión a la esfe
ra privada de las conciencias; y otra que, siguiendo la corriente
deísta, pretende
--como también ha expuesto ScIACCA, en Desde
el s11nsimonismo a la tecnocracia- la naturalización y humani
zación pura y simple
de Dios, en vista de la «gran espetanza» de
la organización mundial.
Ambas direcciones han influido e influyen, incluso, en divet
sos sectores del cristianismo.
Por la primeta
-sigue explicando en L' ora di Cristo--se
piensa que, «más que discernir acerca de los principios, es mejor
ponetse de acuerdo acetca de
.las cosas prácticas que podamos
hacet juntos: no más política de ideas, sino política
de cosas»:
«Pero las cosas son ciegas.
A fuetza de buscar tan sólo la opción
práctica,
se termina por elegir a ciegas, es decir, sin la luz de la
vetdad». ·
Católicos que mantienen el principio de la verdad, petO en
tran en el juego· político, que se resuelve por critetios cuantita
tivos de mayorías numéricas, son llevados fácilmente por la
praxis democrática a
aceptar, en la práctica, ese politicismo que
,190
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
el mismo ScrAccA -en Filosofla y antifilosofia--definía como
«reducción de la validez de todo valor a su "funcionamiento"
político», alistándose «al solo juego
de las opiniones posibles o
probables, oportunas o idóneas según
las circunstancias, las si
tuaciones y los intereses». Método ---dijo-«desastroso para la
miama praxis política en cuanto la priva de verdad ... »; que acep
ta como ley lo que resuelve la mayoría aunque vaya contra la
moral cristiana.
Se olvida así -como escribió en Gli arieti con
tra la verticale-que Jesús basó su mensaje en la verdad: «no
renegó de Dios ni dijo no ser Dios
para hacer ciertas "cosas
concretas" con Poncio Pilato y obtener éxito y seguidores: quedó
solo y se dejó matar».
Esa praxis democrática -continuaba explicando-- llevó más
allá a algunos sectores católicos,
acercándoles a la segunda direc
ción laicista. Confundiendo el diálogo con el mundo moderno
con su apertura a éste; no para que el catolicismo penetre
en él,
a fin
de orientarlo, sino para asimiliarse a él adecuándose a la
opinión pública, reflejada en los
mass media que, nuevo oráculo
del dios-Razón o del dios-Historia, sustituyen al Espíritu Santo.
11. EL TOTALITARISMO ESTAT~ COMO PODER DE DENOMINAR
DERECHO A TODO LO QUE EL PROPIO ESTADO QUmRE IMPONER,
6. Hemos visto, claramente definido por EMIL BRUNNER,
que el totalitarismo estatal no es una forma de gobierno, sino la
asunción por el Estado del monopolio de la creación del derecho
y su asunción de todas las funciones sociales que antes
desarro
llaba la sociedad civil, absorbiéndolo todo en una omniestatalidad
y un
panlegalismo positivista.
Esta característica consecuente de la inmanencia, connatural
en el laicismo iluminista, tomó fuerza con el contrato social de
RoussEAU, que debía ser la pauta para co_nstruir una sociedad
democrática mediante la
aliénation totale a la volonté générale,
única fuente de la ley, siempre razonable, de modo tal que de no
serlo no sería verdadera voluntad general.
191
Fundaci\363n Speiro
JUAN V .A.LLET DE GOYTISOLO
Esto explica que esa luz racional, característica de la verda
dera voluntad general
-pues el hecho de carecer de ella signifi
caría que no lo es, sino la voluntad de una facción o la expre
sión de unos apetitos particulares que
la habrían corrompido-,
la pretendieron asumir tanto las Constituyentes, como la Conven
ción y, después,
NAPOLEÓN BoNAPARTE, aunque éste lo hiciera
sirviéndose de los organismos legislativos que
él dominaba to
talmente. Y así ha seguido ocurriendo después, no sólo en los re
gímenes democráticos, sino también en los considerados con
trarrevolucionarios, pero que no han pretendido hacer sino una
«revolución en contrario» en lugar de «lo contrario de la
re
volución».
En filosofía jurídica esta absorción del derecho por el Estado
ha recibido la más radical formulación por el vienés HANs KEL
SEN -cuya T eorla pt1ra del derecho y su pirámide it1rídica no
soportan
la crítica a que les ha sometido la filosofía del dere
cho-; véase, recientemente, la de .ANTONIO HERNÁNDEZ GIL, en
Puntualizaciones. y correcciones al positivismo ;urídico (1982) y
Ante la teoría pura del derecho ( 1987) y, también, fa mía, en
Voluntarismo y formalismo en el derecho. J oaqu!n Costa antipoda
de Kelsen.
Pero, en cambio, expresa el modelo de organización
jurídica estatal hoy vigente que, por doquier, impera en nuestro
mundo occidental
-sin duda con ciertos respiraderos que evi
tan una total asfixia jurídica-; y que se caracteriza, fundamen
talmente, por identificar el derecho
y el Estado; por reducir aquél
a una piránúde de mandatos coactivos, que tiene su vértice en la
Constitución, la cual, a su vez, se apoya en una norma fundante,
¡hipotética! e ¡indemostrable! y, por ello, ¡indiscutible!
El derecho no se legitima por la cualidad justa
de su conteni
do material, sino por emanar del órgano estatal que
sea compe
tente por el escalón que ocupe en la pirámide.
KELSEN hace una analogía explicativa entre «el panteísmo»,
al que considera «la vía a una ciencia auténtica de la naturaleza»
-en una apreciación que, sin duda, es metacientífica y metafísi
ca, pues identifica a Dios con el mundo,
es decir, con el orden
natural-y «la identificación del Estado con el derecho», que
192
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
--con evidente petición de principio-considera «presupuesto
de una ciencia jutídica auténtica».
Esta identidad esfuma los conceptos de justicia material y de
Estado de derecho.
El propio K:ELSEN dice que resulta imposi
ble «justificat al Estado mediante
el derecho», de igual modo
«como es imposible justificar
el derecho por el derecho mismo»,
si a esta palabra no se le da
el doble significado, que él rechaza,
de derecho positivo, por una parte, y de otra, de justicia. « Y
entonces
-sigue razonando-la tentativa de legitimar el Esta
do, como Estado de derecho, se descubre completamente inade
cuada»;
ya que «todo Estado, en este sentido, tiene que ser un
Estado de derecho, puesto que todo Estado es un orden jutídi
co». De ese modo, derecho y Estado
se identifican en ser «un
orden jutídico coactivo de la conducta humana, sobre
cuyo valor
moral
o, de justicia nada se dice con ello».
7. Con una visión rousseauniana, el único requisito de la ley
y del derecho es que corresponden a la voluntad general. Esta,
según
él, es irrepresentable; pero la Revolución francesa nos la ha
mostrado representada, sucesivamente, por
la Asamblea constitu
yente,
la Convención, el Directorio, el Consulado y por Napoleón.
Y hoy lo
es por un parlamento, un Partido o un jefe carismático,
aclamado por el pueblo, y plebiscitariamente respaldado.
Muchos juristas, desde los cuatro integrantes
de la propia
comisión
redactora del Code civil des franfais a FRANcors GiNY,
de VoN KrRCHMANN a la V ertungjursprudenz, desde DURÁN y
BAs y JOAQUÍN COSTA hasta CASTÁN TOBEÑAS, CASTRO BRAVO y
ANTONIO HERNÁNDEZ GIL, vienen luchando contra esta concep
ción cerrada. Pero
la estructura jurídica positiva en el Estado
moderno
es la expresada por la pirámide kelseniana; y, desde
ella, se
trata de someter al pueblo a la voluntad de cada uno de
los organismos jutídicos oficiales, con tal de que actúen en su
respectivo peldaño de la pirámide, es decir, en el ámbito formal
y constitucionalmente señalado a su competencia,
La identificación del derecho con
la norma emanada del Es
tado, y considerada como un mandato imperativo y coercitivo,
193
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
enlaza con la concepción del derecho que imperó en la Revolu
ción.
De ella tenemos una muestra en la ctítica que DEsTUT DE
TRACY, afumando su carácter de mandato, hizo de la definición
de la ley como «relación», expuesta por MONTESQUIEU. RIPERT
ha recordado que, en el siglo XVII, DoMAT denominaba leyes, n.o
sólo a los mandatos . del rey o de la Iglesia, sino también a las
reglas contenidas en las costumbres; en
el Digesto y el Código
de JusTINIANO o en la jurisprudencia de los parlamentos provin
ciales. Y recuerda que los soberanos franceses apenas
se atre
vieron a modificar las costumbres con sus ordenanzas y, que,
ni siquiera Lurs XIV, en el pináculo de su gloria, osó tocar di
rectamente el derecho civil.
En cambio, a partir del Código civil, sigue
RrPERT, ante el
poder del Estado, deben
indinarse las costumbres, la Iglesia, las
courts de ;ustice y las corporaciones. Y, sin embargo, apostilla, la
ley que los parlamentos modernos elaboran, «no es sin.o la tra
ducción del éxito momentáneo de un partido o de un hom
bre» . . . «es la expresión de la · voluntad de un partido victorio
so». Hoy
--advierte-ya no se h11bla de las leyes sino de la Ley
en el sentido antes expresado.
III. LA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y EL ESTADO CENTRALIZADO,
8. Hemos visto que la esencia final del contrato social se
hallaba en conseguir el objetivo de la redención de los hombres
naturalmente buenos, y recuperar
su libertad e igualdad origina
rias;
redimiéndole del pecado social mediante la constitución de
una nueva sociedad, sin que deba existir mediación social al
guna. sino plena inmediatividad entre cada hombre y la voluntad
general, pues ella no solamente les permitiría ser libres e
igua
les, sino les obligaría a sehlo.
La ruptura de· todo ·vínculo social, incluido el de la patria
potestad, fue el objetivo de
la Revolución francesa. Hemos com
probado hasta qué grado lo consiguió, convirtiendo una sociedad
de
sociedades o «federación .de organismos vivos» -según ex-
194
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA.
presión de PIERRE GAXOTTE- constituida «por millares de re
públicas aristocráticas y populares», en un Estado formado por
una suma amorfa de .individuos, en la que cada uno vale un voto
el día de las elecciones ó del referendo.
MARcEL DE CORTE, en La educaci6n política, ha dicho clara
mente que
«la destrucción de las sociedades naturales, empren
dida en
el siglo XVIII en beneficio de un ser politicamente inexis
tente, o sea
del individuo separado de su cuerpo carnal, separado
de sus cuerpos adicionales que son
sus comunidades de destino,
reducido a su condición de razón pura y de buena voluntad,
sin
objeto, ha vaciado la gran sociedad politica y el Estado de toda
su substancia,
para no dejar más que su caparazón decorativo y
su aparato coercitivo ...
»Ya no estamos en sociedad desde la Revolución francesa.
Hacemos como
que . vivimos en una disociedad, más y más visi
ble, que
es coronada por un Estado, pero un Estado transforma'
do, que de órgaoo superior de la sociedad política pasó a ser un
instrumento de dominación, que encapsula y aprisiona a los pseu
do-ciudadanos, en que nos hemos convertido, en el mecanismo
implacable de su poder de sujeción del cual se disputan los pues
tos de maodo las ambiciones de poder desencadenadas por el
mundo».
9. El paso de la suprema autoridad clásica a la soberanía,
caracterizada por no tener por arriba los límites del derecho di
vino
y del natural, ni por abajo el de los cuerpos sociales ínter·
medios
----,como ya mostró, para hacerla «católicamente enmen'
dada», el aragonés AÑASTRO, al traducir así rectificadas Las Re
públicas
de BoDINO, según recordaría ELÍAS DE TEJADA-fue
asumido por la concepción roussoniana, impuesta, cada vez más,
a partir de la Revolución fraocesa.
La gran preocupación de MONTESQUIEU -para evitar que
Francia cayera en el
despotismo---
más, por cuanto
,todo el derecho se consideraría emanado de ellá.
Notemos que el bordelés veía .dos medios de contención del
195
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
poder: uno horirontal y otro vertical. El primero a través de los
poderes intermedios, destruidos por la Revolución francesa, y
que
TocQUEVILLE, medio siglo después, propuso que se llenara
su vacío, con asociaciones intermedias. Y, d segundo, por la no
acumulación, contrapeso o composición de los poderes, que --<:on
forme muestra la doctrina más moderna: EisENMANN, PosTIGLIO
LA, TROPER-significaba la no acumulación de dos de ellos, y
menos aún de los tres, en una sola persona o un mismo sector
social o político; para consegnir con
dio un equilibrio, constitu•
cional, que a la vez fuera un «equilibrio social» --<:0mo e,,plica
TROPER-, de modo que, estando cada clase representada en el
seno del poder ejecutivo, pueda impedir toda tentativa de perju
dicar sus intereses por medio de reformas legislativas.
El profesor
JuAN DE LA CRUZ FERRER ha mostrado muy bien
cómo, en la Revolución francesa,
esa contraposición de poderes
se concretó en una separación de funciones, encomendadas a fun
cionarios distintos, pero sometidos todos a la soberanía de la
volonté générale y, por ende, del órgano o de la -persona que la
encarnen.
Srntls distinguió dos sistemas: el de MoNTESQUIEU, de «equi
librio» y «contrapesos», en el cual
-dice-participan diferen
tes equipos de obreros en
la misma obra, pudiendo eventualmen
te deshacer uno lo hecho por el otro; y el propugnado por él, de
«concurso» o de
la «unidad organizada», en el cual cada equipo
tiene una función diferente.
Esta segunda concepción enlaza con
la, antes referida, sobe:
ranía del poder legislativo, y con la separación en cuerP05 dife
rentes de los funcionarios que ejerzan funciones ejecutivas o
ju
diciales. NAPOLEÓN, con el Conseil d'Etat, acentuó la separación
de ambas funciones que, después, tendría el temperamento de la
jurisdicción contencioso-administrativa.
Hoy, la que se denomina
separaci6n de poderes, contradice
el pensamiento
de MoNTESQUIEU. El partido o la coalición que
alcanza
mayoría absoluta, no sólo domina · el poder legislativo
sino que
designa al legislativo; y, como aquí ocurre, nombra los
miembros que componen un
Consejo Supremo del Poder Judicial
1%
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
--,-que MoNTEsQUIEU no admitiría como poder político, pues sólo
pretendía la independencia de la función de juzgar-, el cual,
a su vez, designa los presidentes
de Salas y de Audiencias y de
termina los ascensos
y destinos. Resulta, de este modo, que un
solo partido político puede dominar los tres poderes. Y, en
caso
de producirse entre éstos tensiones, no son sino internas entre
las diferentes tendencias del mismo partido. Por ello, no repre
sentan contrapesos para
garantizar el debido equilibrio a la so
ciedad entera, ni evitan que un . partido resulte un rodillo para
cuanto no comulgue con él.
10. Conviene que recordemos la abolición de las corpora
ciones profesionales por la
ley de LE ÚIBPELIER. «Pero -como
ha advertido RIPERT-lo que ha condenado la democracia es la
corporación obligatoria y jerarqUÍ2ada, o la coalición dañins., a
juicio de ella, para el orden económico. Jamás ha sido hostil, en
principio, a
la asociación libre que agrupe miembros iguales en
derecho. La libertad de asociación siempre ha estado en los pro
gramas de los partidos políticos». Aunque
sea cierto que los .sin
dicatos obreros hasta 1864 no dejaron de ser amenazados por el
delito de
coalition, que entonces se suprimió; y sólo se legali
zaron el
21 de marzo de 1884.
El resultado final ha sido este
que ha escrito P AUL RoUBIER:
«Al sistema de un orden jurídico armonioso que representa la agru
pación de órdenes y corporaciones, sucedió cada vez más un sis
tema de agrupaciones inorgánicas, constituidas por clases sociales
que, en definitiva, no son sino
el resultado de una descomposi
ción de
la sociedad en elementos puramente egoístas e indiferen
tes
al bien común».
Esto ha tenido como resultado
el de colocar frente a frente
a empresarios
y sindicatos, ha convertido, tanto a éstos como al
capitalismo, en grupos de presión. De ahí que, a su vez, el Esta
do
se haya visto constreñido a tomar parte en la economía; y,
según escribe RrPERT: como legislador presente, como gestor,
como árbitro, como regulador; y,
al mismo tiempo, al necesitar
los servicios que rinde la empresa, a utilizarla, nacionalizándola
si fuere preciso, o creando empresas estatales o mixtas.
197
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
Por fin, hoy se advierte que elEstado, e incluso los partidos
sotjalistas occidentales, se han dado cuenta de que les es más be
neficioso y les da mejores resultados no apoderarse de las empre
sas, sino intervenirlas, controlando sus beneficios fiscalmente, do
minando su crédito desde un Banco estatal, que señale coeficien,
tes a los demás, vigilando sus relaciones laborales y dirigiendo
sus ~onvenios.
11. Un Estado constituido por individuos abstractos y go
bernado por su voluntad genetal, ha de set necesariamente un Es0
tado centralista, a diferencia de los constituidos por cuerpos so
ciales -que son sociedades de sociedades-basadas en el prin
cipfo de la unidad en la diversidad, realizándose aquélla por su
propia estructu.ra integradora.
En cambio, resultan disgregadoras
las autonomías no basadas en esa integración de cuerpos socia
les, de abajo hacia arriba,
sino apoyadas en el principio de las
respectivas voluntades generales, en cuanto éstas presentan anta
gonismos entre unas y otras o entre las autonómicas y
la estatal,
al carecer de estructuras orgánicas que las entramen e íntegren.
Por otra parte, como sigue explicando Di, CoRTE: «La so
ciedad del Antiguo Régimen no ha sido sustituida por ninguna
otra
sociedad provista de un Nuevo Régimen. Sólo subsiste, des
mesuradamente acentuada, endurecida, obesa, la forma del Es
tado
. que encietra en su cáscara fantasmas humanos que se agi
tan, gesticulan y parlotean, se hacen y deshacen al impulso de los
manipuladores de la
máquina pseudo-social en la que están apri
sionados.
»Una verdad tan fuerte, relampagueante, solar, parece una
paradoja.
Pero. nada hay de esto. Se muestra_. Se demuestra.
. . » Para comenzar, estalla a la vista de los menos avisados que,
a, •da que se van secando en nosotros los recursos sociales acu
n¡ulados por la tradición, a medida también de que la esponta
neidad
de nuestra.s relaciones sociales agotan la velocidad adqui
rida, desembocamos en el anquilosamiento político más impotente
cill~ se haya. visto. Para andar '''socialmenteu ,, nuestros contempo
ráneos necesitan abundantes muletas. Por doquiet los '"expertos"
198
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION. FRANCESA
dibujan aparatos de prótesis en esos laboratorios del Estado. Se
fabrican en la más gigantesca sociedad an6nima especializada en
leyes y reglamentos que
el mundo ha conocido, que se llama la
"democracia" moderna y que reemplaza a las desaparecidas so
ciedades naturales. La más formidable burocracia de todos los
tiempos. la pone en funcionamiento.
Se sustituyen las lentas y
pacientes creaciones de
la vida social. En suma, lo artificial tien
de a expulsar lo natural en todas partes.
»El aparato del Estado moderno invade progresivamente to
das las canalizaciones humanas, desde el nacimiento a la muer
te ... »-.
Y continúa unas páginas después:
«La suma de individuos dentro
de una misma colectividad,
sea cual sea el signo bajo el cual se reúnen, trátese de la naci6n
en
el sentido democrático de la palabra, como del pueblo, la
clase,
el. proletario, d hombre de color, etc., es una representa
ción
menta/, que se efectúa en el cerebro de los intelectuales sepa
rados de la realidad replegados sobre si mismos, o incapaces de
captar
cosa alguna fuera de sus propias ideas.
»Así, las ideologías políticas y sociales que reemplazan a la
experiencia desde hace dos o tres siglos, son colectivistas, porque
todas ellas son lucubraciones colectivizantes del ingenio».
Cons
tituyen «un orden artificial que no reemplaza al orden natural
de las comunidades fundadas en
el nacimiento si no es engañan
do a aquellos que seduce».
Todas «están obligadas a emplear ese engaño para
trascender
el cerebro de quienes las forjan. La representaci6n ideol6gica de
la sociedad debe convertirse en religi6n o más exactamente en
mito e
ideologk contagiosa.
»Es la única forma de que
se transforme en realidad. No hay
otro. No puede haber otro. Sin la predicaci6n, la propaganda, sin
la acci6n sobre la opini6n por la palabra, la prensa, la radio, la
televisi6n, sin los mass media of comunication, la ideología es
incapaz de persuadir al hombre que, desde este momento, va
accediendo a
la sociedad, y a la pol!tica que ella le ofrece, para
colmar sus aspiraciones. No es capaz de dominar la contradicci6n
199
Fundaci\363n Speiro
fUA.N VALLET DE GOYTISOLO
que le roe más que derramándose, de modo que llegue a ser
universal
... ».
Esa artificialidad se palpa viendo cómo el Estado tiene que
subvencionar a los
partidos, incluso a los de la oposición al que
gobierna, a los sindicatos que escasean de
afiliados -y aun quie
nes lo están son· reacios a pagar sus cuotas-; y, en cambio, los
sindicatos tienen que pagar piquetes para que se lleven a cabo
las huelgas por ellos convocadas. En el juego democrático para
mantener
el interés de la opinión pública resulta necesario que,
eri todos los medios de comunicación, resuene la propaganda
política.
12. «Estamos
-volvemos a leer a DE CORTE-en presen
cia de un episodio de la historia de la humanidad que no tiene
analogía
en el pasado. La política se convierte en una colección
de dogmas y creencias, es objeto de un culto que exige testimo
nios de amor, de fidelidad, de abnegación y adoración. Exige
innumerables sacrificios humanos, ofrendas abundantes,
frecuen
tes holocaustos. Pensemos en · 1as decenas de millones de seres
humanos inmolados a los grandes Molochs ideológicos de nues
tro tiempo, en las prodigalidades
y fabulosos gastos hechos para
el prestigio de los regímenes ideológicos, en las fantásticas des
trucciones de bienes materiales
y culturales que les preceden».
El pueblo, en lugar de entramarse, natural
y orgánicamente,
como sociedad civil, se descompone en individuos que se dividen
en clases, en partidos
y se separan por sus intereses y sus ideo
logías.
Tales divisiones de intereses e ideologías se hacen periódi
camente violentas, y muchas veces han vuelto a traer, en nombre
del pueblo, repeticiones del Terror --en la misma Francia, en
España, en Rusia-o de la raza --como en la Alemania hitle
riana; golpes bonapartistas movidos por las clases medias o por
la alta finanza;
y siempre movimientos ideológicos pendulares o,
en ciertas latitudes, circuitos cerrados de democracia, demagogia,
dictadura, dictablanda
y vuelta a empezar-como se ha dicho de
la República Argentina.
¡No
nos hagamos ilusiones! El equilibrio es inestable porque
200
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCÉSA
se basa en las arenas movedizas de una disociedad, formada por
individuos, inspirada en ideologías contrapuestas y cambiantes,
nacidas de
la mente del hombre autoerigido en Demiurgo.
IV. LA MASIFICACIÓN Y LA CONDUCCIÓN TECNOCRÁTICA
DE LA SOCIEDAD DE MASAS.
13. Es sabido que las ideas de igualdad, libertad y fra.
ternidad, de ser abstractas, pasaron en la Revolución francesa a
convertirse en pasiones que no sólo las desorbitaron sino que lás
desfiguraron. Asimismo ocurrió con los derechos humanos
solem
nemente proclamados.
Por eso, como de éstos ha
dicho MICHEL VILLEY, se invo
can y utilizan a favor de unos
y en contra de otros; nunca de
todos.
Perdida la luz de la verdad objetiva, la linrerna
de cada ideo
logía ilumina tan sólo un aspecto mientras deja los demás en
la obscuridad, y desfigura o deforma lo iluminado por
dla, como
en las proyecciones de sombras chinescas.
De tal modo ayuda a
que
se enciendan las pasiones desatadas por esa visión parcial,
desenfocada y deformante.
Como consecuencia,
por una parte, se iguala a hombres y_ mu
jeres en lo que son desiguales y, de otra,
por el afán de igualar
se crean nuevas desigualdades, como Ias producidas entre sindi
cados
y no sindicados, parados con seguridad social y sin. ella;
o, por razón de edad, entre jubilados en plenitud de facultades
y los en activo carentes de aptitudes o de buen sentido; entre los
acosados a impuestos
--a quienes se les limitan sus posibilida
des de
iniciativa-y los que tienen subvencionada su posibilidad
de vivir a cuenta del Estado y de su Seguridad Social,
etc.
Se dejan en libertad instintos que son esclavos de fa ignoran
cia, del error y de las pasiones. Se esclaviza el espíritu humano
con
la propaganda, las incitaciones, las falsas ilusiones o la deses
peranza.
Se consideran como hermanos a los ideológicamente afines
201
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLQ
e11, ese wncepto, y wmo e11emigos a quienes no lo e11tiendan así.
Tal, c;omo los jacobinos guillotinaban, sin más que simulacros de
proceso, u ordenaban
el genocidio de los vandeanos o la ma
tanza de los canut de Lyon, así, al grito de U. H. P. (Uníos Her
manos Proleratios) se «paseaba» y fusilaba o daba
el tiro en la
nuca a los
calificados de fascistas; con la consigna de la descolo
nización se sodomizó, torturó y remató a los harkis; o -bien, unas
tribus africanas han aplastado a las rivales, o se ha forzado a los
blancos a que
emigratan de la tierra en que habían nacido, de
jando allí todos los bienes y, con ellos, el fruto de su trabajo.
Contra
el «apartheid» se practica éste con los deportistas sud
africanos, dispuestos a competir con negros, aceitunados, a ama ..
rallar, si no se exilian de su tierra, alejan de su familia allí ra
dicada
...
Y es que esas ideas de libertad, de igualdad y de fraternidad
se aplican como si
se refirieran a los granos de atena del desier
to o de polvo, que son movidos por el viento de las consignas
y las modas; o de gotas de agua que son arrastradas por las co
rrie11tes y mareas de la propaganda que las acosan a través de
los medios de comunicación. Del mismo modo como
el viento,
las corrientes y las· mareas amontonan o dispersan,
atremolinan
y arrastran, elevan o hacen caer, dejan inmóviles o ponen en
vertiginoso
movimie11to el polvo o a las gotas de agua. Así ocu
rre con el hombre ya masificado, después de haber perdido sus
raíces religiosas, metafísicas y naturales y quedat desvitalizados
sus vínculos familiates y de ser liberado de las de11ominadas
«viejas ataduras», es decir, de sus vínculos con casi todos los
organismos constitutivos de
la sociedad civil en la que se inte
graban, resulta juguete
del Estado, del dinero, de la propaganda
ó de · sus intentos de evasión.
Lo que fue agudo y epidémico en Francia durante la Revo
lución francesa, ahora
es crónico y endémico, aunque febril casi
por doquier.
14.
La obsesión por la igualdad es tanto mayor cuanto ésta
más impera.
TocQUEVILLE, en uno de los capítulos De la demo-
202
Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
cratie en Ameriqu'e (II, IV, V)lo advirti6 coo agu
desigualdad, por grande que sea, que hiera la a vista que cuando
las condiciones son desiguales; mientras que la más pequeña dis
paridad resulta chocante en
el seno de la uniformidad; la visi6n
resulta insoportable a medida que
. .la uniformidad es más com
pleta».
Así, estamos viendo
en España con relaci6n a los títulos no
biliarios lo que no ocurre en ningún otro lugar. Tal ve>: sea por
que España
es de los pocos países en que la mujer casada con
serva su apellido
y, hoy, los hijos pueden escoger entre el de su
padre o
de su madre -lo cual no es una novedad, pues ocurría
en tiempos de Santa Teresa, cuando unos de sus hermanos se
apellidaban Ahumada, como el padre, y otros_ Cepeda, como la
madre;
y, en Cataluña, donde el hereu hijo de pubilla tomaba
el apellido de ésta que era el distintivo de
la casa-. Cuando el
duque
y el conde no han de ponerse al frente de sus mesnadas,
todo
es cuesti6n de criterio... ¡Quién sabe si dentro de unos
años se hablará de discriminaci6n
por razón
Añadamos que, viendo
la realidad, lo mismo se comprenden
los desniveles montañosos que
la desigualdad accidental reque
rida para el buen funcionamiento social, se miran las cosas no
sólo -en sí mismas, sino en relación a las consecuencias dimanan~
tes. _ Y, en cambio; pensando en abstracto, sobre el papel, cual
quier desigualdad despierta
rechazo. Pongamos algunos ejemplos.
No hay duda de
la igualdad esencial de mujerés y hombres
_ por su naturaleza, por su fin último, por su dignidad
de hijos
de Dios
y criaturas racionales; pero, su diversidad de sexo y de
cualidades anejas,
les asignan funciones distintas en la comunidad
humana y, en especial, en la primera y básica, que es la familia,
donde a la mujer le cotresponde la funci6n primordial y princi
pal,
la más augusta-. Estamos en la época de la división y espe
cialización del trabajo, tanto más cuanto más científico
y técni
co es; sin embargo, se quiere amalgamar allí donde primero fue
observada la diversificación de funciones,
es decir, en la familia.
No se quiere ver esa realidad, ni en sí misma ni en relación a
203
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLBT DE GOYTISOLO
las consecuencias que, por desgracia, pueden ya observarse por
la
siruacicSn a la que ha llegado gran parte de la juventud.
Pero vayamos a los hijos,
la ConvencicSn igualó, a efectos
sucesorios; los hijos nacidos fuera del matrimonio a los habidos
en
él. El originario Code civil no siguió este criterio. En el dis
curso de
PoRTALIS leemos: «la protección del matrimonio, el
mantenimiento de las buenas costumbres, el interés de la socie
dad requieren que los hijos naturales no sean tratados igual que
los legítimos» .
. . «son, sin duda, miembros
del Estado, pero a
quienes la ley, que derermina el matrimonio, no puede reconocer
como miembros de ninguna familia. Sólo hay que garantizarles,
en una medida equitativa, la asistencia que para ellos solicita
la
humanidad» . . . «pues el derecho a suceder no es en absoluto un
derecho narural
... ».
Hoy, en toda la Europa continental del mercado común, han
vuelto a igualarse a efectos sucesorios toda clase de hijos, sean
habidos dentro o fuera de la familia. Las consideraciones
del
Discurso preliminar del originario Code civil han cedido ante la
visión individual de cada hijo, sin atender a razones de orden·so
cial ni al bien de la familia. El status filii y el status familit1e se
confunden. Se soporta aún, que, en cuanto a los derechos·
. a la
legítima,
sean distintos los de aquellos hijos que se rijan por· el
derecho inglés, el alemán, el francés o el español, sea
el común
o bien el navarro,
el aragonés o el catalán; y que quienes sean
vecinos de la Tierra Llana de
Vizcaya no estén en igualdad con
los que residen en Bilbao o en las demás villas
vizcainas; pero
no se .admite que, en este aspecto, no sean iguales hijos matri
moniales y no matrimoniales de
un mismo Estado o región.
15. En
el mismo capítulo que últimamente hemos citado,
TocQUEVILLE advirtió que ese afán por la igualdad, al que son
llevados los pueblos democráticos, conlleva dos tendencias,
con
sus respectivos riesgos: «la una conduce directamente a los hom·
bres
.a la independencia» y «puede lanzarlos de golpe hasta la
anarqula; la otra les conduce por un camino más largo, más se
creto pero más seguro hacia la servidumbre».
204
Fundaci\363n Speiro
QUB QUElJA DE LA REVOLUCION FRANCESA
A su vez: «Todo poder central que sigue sus instintos natu
rales
ama la igualdad y la favorece: pues, la igualdad facilita
singularmente la
acción de semejante poder, lo exúende y lo ase
gura». Además, «todo gobierno central adora la uniformidad»,
que «le ahorra una
infinidad de detalles de que debería ocupar
se», en lugar de hacer «pasar indistintamente a todos los hombres
por una misma regla» .
. «Pienso --concluía, a la vista de ello--que, en los siglos de
mocráúcos que van a abrirse, la independencia individual y las
libertades locales serán siempre una regla de arte.
La centraliza
ción será el gobierno natural».
VoN KUEHNELT LEDDIN ha añadido que esta dirección conte
nía -hablaba en la segunda postguerra mundial-dos caminos
para llevar a
los hombres a la plena tutela del Estado: el violen
to, que decía seguido por Rusia, Italia y Alemania, y el suave,
seguido por Norteamérica y los demás países del Occidente
europeo.
TocQUEVILLE, en su libro úlúmamente citado (II, III y VI),
ya había vislumbrado esta segunda vía:
«Pienso»
--escribió--«que la especie de opresión que ame
naza a los pueblos democráúcos no se parecerá nada a las que
le han precedido en
el mundo». Buscaba una palabra para expre
sarla: «pues, los anúguos de despoúsmo y tiranía no le parecían
adecuados. La cosa es nueva ... ». Y mirando hacia el futuro es
cribió:
«. . . veo una muchedumbre innumerable de hombres pareci
dos e iguales, que giran sin reposo sobre ellos mismos para bus
carse pequeños y vulgares placeres con los que llenan
su alma.
Cada uno, visto por separado, es como extraño al desúno de to
dos los demás» . . . «no existe sino para sí solo y, si le queda aún
una familia, puede decirse por
lo menos que ya no le queda
patria».
«Por encima de ellos se eleva un poder inmenso y tutelar que
se encarga, él solo, de asegurar sus
goces y velar por su suerte.
Es absoluto, detallado, regular, previsor y dulce. Se parecería a
la potestad paterna si, como
ésta, tuviera por objeto preparar a
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Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
los hombres para la edad viril; pero no procura, por el rontra
rio, sino fijarlos irrevocablemente en la infancia» ... «Trabaja
de buen grado
para su bienestar; pero quiere ser el único agente
y el solo árbitro, provee a su seguridad, prevé y asegura sus ne
cesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales IH!go
cios» ... «quisiera evitarles por completo el trastorno de pensar
y el esfuerzo de vivir».
«.. .. cada día se convierte en menos úril y más raro el em
pleo del libre arbitrio»
... «La igualdad prepara a los hombres
para todas las cosas: les dispone a sufrirlas y
a menudo incluso
a mirarlas como un bien».
En fin: «depués de haber tomado así, poco a poco, a cada in
dividuo y de haberlo moldeado a su guisa,
el soberano extiende
sus .brazos sobre
la sociedad entera; le cubre la superficie de una
red de pequeñas reglas, complicadas, minuciosas, unifotmes, a tra
vés de
las cuales los talentos más originales y las almas más
vigorosas no podrán hallar la claridad para sobrepasar la muche
dumbre; no
rompe las voluntades, pero las reblandece, las pliega,
las dirige; obliga rara vez a obrar,
pero se opore sin cesar a que
se actúe; no destruye nada, pero impide que nazca; no tiraniza
nada,_ estorba, comprime, enerba, reduce, en fin, cada nación a
no ser más que un rebaño de animales tímidos e industriosos de
los que
el gobierno es el pastor».
Es un
sueño ya realizado en el denominado «panúso sueco»,
que
ROLAND HUNTFORT ha calificado de «nuevo totalitarismo»,
antesala, tal vez, del mundo feliz
de ALDous HuxLEY.
Se ha entramado ya, con diversas formulaciones, el triángu
lo: masificación-totalitarismo-tecnocracia. Acerca de los temas que
suscita he escrito bastante hace ya mucho tiempo, y no voy a
in
sistir-.
DE CORTE, en el trabajo que repetidamente vengo citando,
explica que en la «sociedad tecnocrática, que está siendo cons
truida ante nuestros ojos
y que intenta reemplazar la disociedad
nacida en la descomposición del Antiguo Régimen», la opinión
pública «se
vuelve extremadamente dócil entre las manos de 'los
especialistas competentes. La información que algunos conside-
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Fundaci\363n Speiro
QUÉ QUEDA DE LA REPOLUCION FRANCESA
ran que es la salvación del régimen democrátiro, será tratada por
ellos, desde ahora
[lo decía hace más de 20 años], de forma tal
que logre corresponder al mundo ideal del ciudadano que las
núnorfas dirigentes del Estado imprimen en la mente de todo
individuo»
... «No hay ya noticia que no pueda ser impregnada
de la ideología triunfante o en vías de triunfar ... ».
16. La realidad de este triángulo entramado y la gravedad
que significa fue bien comprendido, en sus
últimos ,úios -hoy
hace más de quince-, por quien fue presidente de la Repúbli
ca francesa, GEORGES PoMPmou, en su libro póstumo IJe noewd
gordien. Advirtió que, al mismo tiempo de instaurarse «en las
costumbres y en los espíritus una especie de anarquía, el hom
bre
se encuentra dotado a causa de los descubrimientos cientffi
cos de un poder de presión sobre los elementos, ciertamente, pero
también sobre el hombre; poder absolutamente nuevo y
d.:sme
surado. El sabio, el ingeniero, el tecnócrata,
se roncentran en las ma
nos del Estado y de una adnúnistración que encuadra a los in
dividuos, los coloca en fichas perforadas, los designará mañana
por un
número [ya estamos ahí], deternúnando la progresión
del nivel, las
actividad.:s deseables y su reparto geográfico, to·
mando a su cargo la educación, la instrucción, la formación pro
fesional, muy pronto el deber y el derecho a la procreación y a
la duración del trabajo y del ocio, la edad del retiro,
ias condi
ciones de vejez, el tratamiento de las enfermedades». Así, «en el
núsmo momento en que el individuo se siente libre y se libera
de las obligaciones y represiones tradicional,:s, se construyó una
máquina tecnocientífica monstruosa, que puede reducir a la
es
clavitud al núsmo individuo, o destruirlo de la noche a la maña
na. Todo depende de los que tengan las palancas de mando.
»Que nadie acaricie la
ilusión de control. Una vez en el vo
lante del coche, nadie puede impedir que el conductor apriete el
acelerador y que dirija
el vehículo hacia donde quiera».
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l'f},,4N VALLET DE GOYTlSOLO
V. ¿ CÓMO ROMPER EL NUDO GORDIANO?
17. Para ello, el mismo P0MPID0U reclamaba «institucio
nes que aseguren en
todas las etapas de la vida, en todos los es
calones de la sociedad, en todos los marcos en que se inserte la
vida individual
-familia, profesión, provincia, patria-el má
ximo de . agilidad y libertad. Y ello con el fin de limitar los pode
res·
del Estado, de no dejarle más de 1o. que es su propia respon
sabilidad que en nuestrOs días
ya es inmensa: de dejar a los ciu
dadanos
la gestión de sus propios asuntos, de su vida personal,
la organización de su felicidad tal y como ellos la conciben, con
el
fin de escapar a esa funesta inclinación que, bajo pretexto de
solidaridad conduce directamente al rebaño».
El diagnóstico no varía mucho del propuesto hace
ya cerca
de siglo y medio por ALEXIS DE TocQUEVILLE. No se trata de
volver a !a sociedad del Antiguo Régimen; pero sí a rehacer fa
sociedad civil y restaurarla conforme al principio de subsidiarie
dad. Hay que reconstruir
la sociedad derruída por los principios
de
la Revolución francesa, reanudando los lazos naturales de los
hombres;
es decir, haciendo lo contrario de la Revolución.
¿ Es acaso esto posible dentro de la democracia moderna re
gida, en su inmanencia, por las ideologías y la partitocracia?
Para
comenzar, es preciso remontarse hasta la primera ,eausa.
Superar el laicismo incubado en la Ilustración, con su religión
del hombre hecho dios, representado por el Estado, elevado a
creador del derecho por
la Revolución francesa y, después, con
vertido en su providencia y confundido, identificado, con el de
recho que el mismo segrega.
Es indispensable que Europa
siga la llamada que JuAN PA
BLO II le hh:o el 9 de noviembre de 1982: «Yo, Obispo de
Roma y pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo
vieja Europa,
un grito lleno de amor. Vuelve a encontrarte. Sé tu
misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive
tus valo
res auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu
presente en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espi-
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QU:4 QUEDA DE LA REVOLUCION FRANCESA
ritual, en un clima de respeto a las demás religiones, y a las
genuinas libertades. Da al César Io que es del César y a Dios
lo que
es de Dios ... ».
Ya el 6 de noviembre de 1981, en el coloquio internacional
sobre las ralees cristianas comunes de Europa, había dicho
JUAN
PABLO II: «Nos encontramos en una Europa en la que se hace
cada
vez más fuerte la tentación del ateíSlD.o y del escepricismo;
en la que artaiga una penosa incertidumbre moral, con la disgre
gación de la familia y la degeneración de las costumbres, en el
que domina un peligroso conflicto de ideas y de movimientos.
La crisis de la civilización (HUIZINGA) y el ocaso de Occidente
(SPENGLER) sólo significan la extrema actualidad y necesidad de
Cristo
y del Evangelio. El sentido cristiano del hombre, imagen
de Dios, según la
teología griega, tan amada por Cirilo y Me
todio y profundizado por San Agustín, es la raíz de los pueblos
de Europa
... ».
Para ello es preciso volver a las raíces cristianas: «El mundo
necesita una Europa que tome nuevamente conciencia de su fun
damento cristiano y de su identidad y que, a la vez, esté dispues
to a configurar
su propio presente y futuro» ... «Europa fue el
primer continente con el que el cristianismo: se familiarizó pro
fundamente y
el que, a parrir de ello, experimentó un empuje
espiritual inconmensurable. ¿No es posible crear también hoy
nuevos impulsos
y fuerzas para una amplia renovación espiritual
-moral y política de Europa, a partir del mismo fundamento
ideal, mediante una seria toma de conciencia, de manera que
Europa puede llevar a cabo, responsable
y eficazmente, en el
marco de la actual comuuidad
de pueblos, la misión espiritual que
le
cotresponda».
Para ello --
su encíclica
Evangeli nuntiamdi. A la par es necesario recons
truir al hombre entero, en todas sus dimensiones --como conti
nuamente repite-y la sociedad, desde su cédula básica, la fa
milia -según muestra la encíclica Familiaris co.nsortio--, las rela
ciones laborales -que iluminó en la encíclica Solicitudo rei so-
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--JUAN VALLET DE GOYTISOLO
cialis-, reavivándo la solidaridad, que debe ser personal en el
hombre,
y virvirse de dentro a fuera, no como una imposición
del Estado. Debe estar
J1bierta a la transcendencia (dr. el discur
so a los «Constructores de la sociedad», en Asunción, el 17 de
mayo de 1988); y conjugarse con el principio de subsidiariedad,
conforme
el cual, «el poder público tiene el deber de reconocer
y facilitar
las iniciativas que los individuos y los grupos sociales
intermedios sean capaces de cumplir con su propia creatividad»
(dr. alocución del 3 de junio de 1988).
¡Que Dios
y su Santísima Madre la Virgen María ayuden y
protejan la realización de estos empeños!
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