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1989

589-1789

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Cuáles son la esencia y las secuencias básicas de la Revolución Francesa

CUALES SON LA ESENCIA Y LAS SECUENCIAS
BASICAS DE LA REVOLUCION FRANCESA
POR
JUAN VAI,LET DE GOYTISOLO
I. EL LAICISMO Y SU IMPOSICIÓN.
l. Nuestro amigo, el canónigo de Segovia, don LucAs GAR­
CÍA BORREGUERO, nos ha iluminado con la claridad de su ar­
ticulo La ilustraci6n, que comienza con esta rotunda afima­
ción:
«el ,siglo XVIII es el siglo de las luces, del deísmo inglés, de
la ilustración francesa, del iluminismo alemán, es un muy impor­
tante episodio
de este combate secular contra Cristo y contra
todo
lo cristiano».
Este juicio suyo lo autorizó con una cita de
PAut HAZARn,
en El pensamiento europeo en el siglo XVIII: «El siglo XVIII
no se contentó con una reforma, lo que quiso es abatir la Cruz;
lo que qniso borrar
es la idea de una comunicación de Dios con.
el hombre, de una revelación; lo que quiso destruir es una con­
cepción religiosa de la vida».
¿Por qué? No voy
ni siquiera a intentar introducirme en la
teología de la historia para averiguar si la Revolución francesa
tuvo o no un carácter satánico o fue un castigo de Dios al hom~
bre que había pretendido libetarse del orden divino -como es·
timaba
DE MAISTRE-o si era obra del infierno permitida por
Dios
-como pensó DoNoso CORTÉS---.
Voy a quedarme en_ un nivel menos elevado, más aseqnible.
El hombre, que consideraba autónoma su razón
y libre su
voluntad para constrnir el mundo conforme
Je dictaba aquélla,
no
quería, no podía ni sabía soportar una religión que anuncia-
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
ba la existencia de un Dios personal, creadot de todas las cosas
y del orden que
Ias gobierne, por encima de la razón y de la vo­
luntad humanas;
de una religión que reconoce el pecado original
del hombre, tentado
por la serpiente con el «seréis como dio­
ses», y redimido
por la sangre derramada por el mismo Dios,
hecho hombre en la persona
de su Hijo, encarnado por efusión
el Espíritu Santo en la Virgen María; de una religión que re­
quiere el sacrificio y la caridad
-como forma más elevada del
amor-para el buen orden de las sociedades e instituciones hu­
manas. Todo esto no puede ser soportado
por la soberbia del
«seréis como dioses» redivivos.
2. No es paradógico, sino en apariencia, que se encubra la
soberbia en una falsa humildad.
De ahí los frutos de la visión,
pesimista, de
la naturaleza del hombre, a la que LUTERO consi­
deró tarada por la caída incancelable
en el pecado original. Por
la cual, «la concupiscencia es invencible y nuestras obras absolu­
tamente inútiles para
la salvación eterna. Esta, después de haber­
nos abierto Cristo con su sangre
Ias puertas del cielo, depende
solamente de nuestra fe. Mientras que, al ser nuestra razón in­
capaz de conocer las primeras verdades, la ciencia especulativa y
toda metafísica, queda nuestra conciencia privada
de apoyos ob­
jetivos que permitan valorarlas. Pero,
en cambio, resulta incoer­
cible; lo cual da lugar a
que nuestra libertad se hipertrofie. Por
otra parte, nuestra razón queda circunscrita a funciones de
tipo práctico en
la vida de los quehaceres humanos, y nuestras
obras pueden ser buenas, inmensamente buenas, para nuestra
vida presente.
Así pensaría LocKE cuando escribió en el prólogo de su
Essay: «abandonemos las hipótesis metafísicas» ... «Nuestra mi­
sión en este mundo no es conocer todas las cosas, sino 1as que
conciernen a la conducta de nuestra vida. Por tanto, si podernos
encontrar las reglas
por las que una criatura racional, tal como el
hombre considerado en el estado en que se encuentra en este
mundo, puede y debe conducir sus conocimientos y las acciones
que de ellos dependen», «no debemos inquietamos porque haya
otras diversas Cosas que escapan a núestro éonocimiento».
i5ó
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ESENCIA DE LA REVOLUCION FRANCESA.
Precisamente nuestro amigo y maestro, el profesor MrCHELE
FEDERICO Sc1AccA,. nos· recordó, en L'ora di Cristo, que la pre­
tensión de eliminar el problema de la veroad, para evitar la di­
visión, y lograr d acuerdo de las opiniones más convenientes a
nivel práctico o practicista, «es tesis antigua iluminista.
· Es la
tesis de
LEsSING, en N botan, que concluyó en el abrazo universal
de los protagonistas que
han renunciado a la verdad».
Pero en la Francia de las luces no era así. La razón y la li­
bertad parecía que no tenían más cadenas que las forjadas por la
Ig!e'sia y la historia.
«El enciclopedismo francés
--dice CASSIRER-'--emprende la
lucha abierta contra
la religión, contra sus pretensiones de vali­
dez y
de verdad. Le achaca no solamente que constituyó el obs­
táculo constante del progreso intelectual, sino, además, que se
ha mostrado incapaz
de fundar una auténtica moral y un orden
político y social justo». Era no sólo una postura antitética a la
de LUTERO respecto del pecado original, sino también un recha­
zo de la explicación de éste, expuesta por BLAS PASCAL, a quien
VoLTAIRE le calificó de «sublime misántropo», y contra quien
declaró que quería «defender la causa
de Ia humanidad».
PASCAL ~ el siglo xvn-veía al hombre flotando entre el
infinito
y la nada, por encima de todos los seres y más rebajado
que ninguno de ellos; en él veía lo
más sublime y lo más ab­
yecto, grandeza y miseria, fuerza e impotencia, dotado de una con­
ciencia que continuamente le prese_nta una meta que nunca pue­
de alcanzar. De esa dualidad irreductible no veía otra explicación
que el misterio de la caída, estimándolo
la única clave para des­
cifrar nuestra naturaleza hasta en lo más auténtico y profundo
de ella.
Esto no lo
podía admitir la filosofía de las Luces, pues --ex·
plica CASSIRER-, en cuanto filosofía de la razó11 «pretende apo­
yarse en
sí misma y renunciar a todos los auxilios· de la Revela­
ción». Había de buscar otra explicación.
Primero,
la justificación del mal moral se buscó en que, sin
esas flaquezas,
nuestra vida estariit.condenada-.. al estancamiento;
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JUA!{. V.A.U.ET_ DE GOYTISO!.O
pues, nuestros impulsos más fuertes nacen de nuestras pasiones,
aunque moralmente constituyan defectos nuestros.
Después,
RoussEAíJ·. busc6 la explicación por otro lado·. A su
juicio, los primeros movimientos de la naturaleza hum1111a son
siempre inocentes y buenos; pero, pese a ello, observaba como
un hecho evidente la degeneración humana, que describe con co­
lores tan negros que aún
la acentúan. Pero rechazó que su causa
fuera una caída original;
él creía y afirmó que se trataba de un
pecado
social, no imputable al hombre individualmente sino a la
sociedad que lo había corrompido, a las instituciones creadas en
la historia
y a la usurpación de la propiedad y del poder por quie-
nes los ~sumieron ~~ suyOS. ·
La redención, por ello, debía ser social. Había, para esto, de
sustituirse
la forma coactiva de la sociedad por una nueva en la
que cada uno, en lugar de estar sometido a arbitrio ajeno, no
obedezca sino tau sólo a la voluntad general que reconozca como
propia. Así es,
como concluye CASSIRER, «el hombre tiene que
convertirse en su propio salvador y, en sentido ético, su propio
creador». La salvación es política: está en la soberanía de la vo­
lonté générale.
3. El nominalismo había clausurado la capacidad intelectual
del hombre,
y su posibilidad de conocer el orden del universo
del que incluso se negaba su existencia; y, LUTERO, no sólo
había declarado incapaz al hombre de alcanzar la ciencia especu­
lativa
y la metafísica, sino tanto más de conocer las verdades re­
ligiosas, convirtiendo así la fe en un sentimiento irracional. Pero,
inevitablemente, el ,hombre, declarado incapaz de conocer la on­
tología
y el orden del mundo y el de su propio ser, trataría de
rehabilitarse.
-Según FRANCIS BACON, porque después de una recolec­
ción de hechos singulares y partiendo de ellos,
el hombre puede
elevarse gradualmente, no a la abstracción, sino a la construc­
ción de teorías cientlficas.
-Para DESCARTES, pues si bien no consideraba posible al
espíritu .humano «el distinguir las formas o especies de cuerpos
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ESENCIA DE LA REVOLUCION FRANCESA
que hay en la tierra de otra infinidad que podría haber», sí creía
en
la posibilidad de que, dentro de nosotros mismos, encolitre­
mos unas ideas innatas que podemos captar por intuición, y que
-----como escribió MARITAIN, en Tres refo,:madores-son «átomos
de evidencia que Dios ha colocado en nosotros y cuya certeza,
en contra de lo que pensaba
SANTO ToMÁS, no depende de su
correspondencia con
el objeto externo, sino de la garantía y fian­
za de la misma infalibilidad de Dios, que es quien ha puesto en
nosotros estas silvestres semillas de verdad».
La inducción de
BACON permitía al hombre construir hipóte­
sis sin buscar el orden de la naturaleza creado por Dios; y la in­
tuición de DESCARTES --aunque nos diera a conocer las ideas que
Dios ha puesto
en nosotros pero que no residen sino en noso­
tros--inviraba a decir de nuestro conocimiento intuitivo lo que
HuGo
Gaocrn dijo de la ley "natural, que «no dejarla de tener
lugar, en manera alguna, aunque
se admitiese -lo que no se
puede admitir sin el máximo crimen-que no hay Dios, que no
se cuida de los asuntos humanos».
Esto permitía al hombre que, combinando ambos métodos,
idease teorías
y tratara luego de realizarlas empíricamente, cons­
truyendo una sociedad totalmente nueva
y racionalmente conce­
bida, como intentó HoBBES con su contrato social.
Así ha podido decir LEO STRAUS, que se dio la paradoja de
que el hombre se considerase tan incapaz de conocer el mundo
como capaz de construirlo de acuerdo con su
razón.
De ahí, ha escrito ScIACCA, en La chiesa e la civilti.1 moder­
na, que la explosión iluminista determinará «una verdadera y
propia revolución: no ya el Regnum Dei sino el Regnum hominis
en este mundo; la realización en éste del reino cristiano ... , sin
Cristo ni Dios. El polo de fa vida se desplaza del cielo a la tie­
rra:
la celeste Civitas Dei agustiniana y medieval es identificada,
y coii ello negada, con la terrena civitas hominis del laicismo ra­
cionaUsta
y materialista».
Esto trajo consigo que
el hombre se erigiera en medida de
todas las cosas, incompatible con la providencia
de un Dios crea­
dor
y conservador de lo creado, y que no sintiera la necesidad de
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JUAN. 17 ALLET DE GOYTISOLO
la gracia de la Redención; sino que tratara de redimirse, él solo,
de la servidumbre de la historia.
4. «El siglo
XVII había sido un siglo de sistemas; pero sus
conceptos elaborados por la
met RER-, a pesar de toda su originalidad y autonomía, firmemente
anclados en el pensamiento teológico. Para
DESCARTES y MALE­
BRANCHE, para SPINOZA y LEIBNIZ, no existe ninguna solución
al problema de la verdad si no es por mediación del problema de
Dios» [cualquiera que fuese la idea que de El se hicieran) ... «En
el pensamiento del siglo
XVIII se desplaza el centro de gravedad
en la consideración del problema. Cada uno de los campos ¡,ar­
ticulares, la ciencia natural, la historia, el derecho, el Estado, el
arte, se emancipan cada vez más de la tutela de la metafísica y
de la teología tradicionales; no esperan su fundamento y legiti­
mación del concepto
de Dios, sino que, por el contrario, son ellos
mismos, los que, partiendo
de su forma específica, conforman
este concepto
y lo codeterminan decididamente».
Así
se produce «una inversión total del sentido religioso y de
la finalidad atribuida a la religión» . . . «El hombre no debe ser
poseído y dominado por lo religioso, como por una fuerza ex­
traña, sino que debe apoderarse de ese sentimiento y transformar­
lo en íntima libertad. No es una potencia sobrenatural, no es la
gracia divina la que produce en el hombre la certeza religiosa,
sino él mismo quien sube hasta
ella y en ella trata de mantener­
se».
De ahí, el empeño de la Ilustración en 11sentar una religión
que se hallase dentro
de los límites de la pura razón.
Pero la crítica
de HuME, afirmativa, de que cuanto más pe­
netramos en la
naturuleza de los hombres tanto más se disipa la
apariencia
de su racionalidad, hizo pensar que ni siquiera el con­
cepto de «razón suficiente» podría servir
de apoyo seguro para
hallar
un fundamento objetivo a nuestro conocimiento filosófico
de las verdades religiosas. El mismo empirista inglés
expuso que
el estudio de la «historia natural de la religión» excluye de toda
realidad el concepto
· deísta de religión natural.
En Francia, el racionalismo del siglo xvm trató de superar
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ESENCIA-DE LA. REVOLUCIO:N FRANCESA
esta crítica, no sólo apoyándose en la razón, sino también en la
historia, y efectuando una síntesis del espíritu -racional y el his­
tórico, aunque los pusiera en una const1ante tensión, en la cual
el progreso
se reflejaría en el devenir histórico, a través del cual
el hombre iría a1canzando la verdoo progresivamente. De ahí que
--como también nota CASSIRER-el centro de gravedad de la
historia
se desplazarla desde la historia política a la historia del
espíritu.
Esta fue la posición que adoptó
VoLTAIRE, que «no sólo
trató de investigar
y contemplar, sino de ptetender apasionada­
mente anticipar el contenido de lo que él ptetendía que la his­
toria misma traía». «No tan sólo-creyó estar-en el camino sino
que se veía cerca de J:a meta y sentía la anticipada y soberbia
fruición del fin logrado después
de tantas penalidades y despis­
tes». Como sigue explicando CASSIRER: «El "otgullo por la ra­
zón" del filósofo quita la palabra al histomdot». Este· otgullo
le llevaba incluso a pensar que estaba en el momento histórico
de alcanzar
la verdad racional después de destruir todos -los mi­
tos, supersticiones y tabúes religiosos y sociales anteriores. ¡Tam­
bién esto se repite periódicamente en la inteligentzia contempo-
,
ránea!
RoussEAu, en el capítulo VIII del libro IV, Du contrat so­
cial, contempló la religión de acuerdo con su tesis de derivar toda
soberanía
legítima de ese contrato social.
JEsús -opina el ginebrino-«vino a establecer en la tierra
un reino espiritual,
el cual, separando el sistema teológico del sis­
tema político, produjo que el Estado dejara de ser uno, y causó
las divisiones intestinas que nunca han cesado de agitar a los pue­
blos cristianos». Pór esto --en lugar de ver en ello una garantía
contra el despotismo-, opinó «que la ley cristiana es, en el fon­
do, más dañina que útil para la fuerte constitución del Estado».
Para explicarlo, consideró que las religiones, en relación con
la sociedad, pueden dividirse en tres clases:
- Una, que denomina la
religi6n del hómb,,e, «sin templos,
sin altares, sin ritos, limitada
al culto puramente interior del
Dios supremo
y a los deberes eternos de la moral, es la pura y
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JUAN V A.LLET DE GOYTISOLO
simple religión del Evangelio [¡RousSEAU dixit!}, el verdadero
teísmo, y que
se puede denominar el derecho divino natural».
A esta clase de religión le opone que «no teniendo relación
particular alguna con
el cuerpo político, deja a las leyes sin más
fuerza que la suya propia, sin
'1ñadirle otra alguna; y, por ello,
uno de los grandes
vluculos de la sociedad particular queda sin
efecto. Es más, lejos de apegar
al Estado los corazones de los
ciudadanos, los despega de él como de todas las cosas de la
tie­
rra. No conozco nada más contrario a, espíritu social».
- Otra, a la que llama
religión del ciudadano, que está «cir­
cunscrita a un solo país, que
le da sus dioses, sus propios patro­
nos tutelares. Tiene sus dogmas, sus ritos, su culto exterior pres­
crito por las leyes».
- La tercera clase, que califica de
más extravagante -plus
bizarre-, «dando a los hombres dos legislaciones, dos jefes, dos
patrias,
los somete a deberes contradictorios y les impide que
puedan ser, a la vez, devotos y ciudadanos.
Tal es el caso de la
religión de los lamas, la de los
japoneses y el cristianismo roma­
no. Puede llamársele a ésta la religión del cura. Resulta una
es­
pecie de derecho mixto e insaciable que no tiene nombre».
A su juicio: «El derecho que el pacto social otorga al sobe­
rano sobre los súbditos no sobrepasa, como he dicho,
los límites
de la utilidad pública»
... «Sin embargo, interesa mucho al Es­
tado que cada ciudadano tenga una religión que le haga
amar sus
deberes;
pero los dogmas de esta religión no interesan al Estado
ni a sus miembros, sino en cuanto estos dogmas afecten a la
moral y los deberes de quien la profesa tenga que cumplir para
los demás. Cada cual puede tener por los demás todas
las opi­
niones que le plazca sin que corresponda
al soberano conocerlas;
pues, como no tiene competencia en el otro mundo, cual sea la
suerte de sus súbditos en la vida futura no es cuestión suya, con
tal de que sean buenos
ciudadanos en ésta.
»Hay, pues, una profesión de fe puramente civil, de la cual
corresponde al soberano
fiiar sus artículos no precisamente como
dogmas religiosos, sino como sentimientos de sociabilidad sin los
cuales
es imposible ser buen ciudadano ni súbdito fiel. Sin po-
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ESENCIA DE LA REVOLUCION FRANCESA
der obligar a nadie a creerlas, puede proscribir del Estado a quien
quiera no los
crea» ... «no como impío, sino como insociable» .•.
«Si alguno, después de haber reconocido públicamente esos mis­
mos dogmas [de la fe civil}, se conduce como si no los creyera,
debe ser condenado a muerte; ha. cometido el mayor
de los crí­
menes,
ha mentido ante las leyes.
»Los dogmas de
la religión civil deben ser simples, poco nu­
merosos, enunciadas con precisión, sin explicaciones ni comple­
mentos ... ».
«Actualmente, que no hay ya ni puede habet religión nacio­
nal exclusiva, deben tolerarse las
demás, mientras que sus dog­
mas nada tengan de contrario a los deberes del ciudadano. Mas
quien osa decir fuera de la Iglesia no existe salvación, debe ser
expulsado del Estado, a menos que el Estado sea la Iglesia, y el
príncipe sea el pontífice ... ».
En el siglo XVIII, la filosofía, «señora entonces del mundo de
las
ideas --escribió en 1838 DONOSO CORTÉS, en la Revista de
Madrid-, aspiró a descender de tan augustas regiones para do­
minar los acontecimientos históricos y dirigir las sociedades hu­
manas»
... :Pareciéndole los reyes «usurpadores y tiranos» y los
sacerdotes «asquerosas arpías»: «quiso reformar todas las institu­
ciones humanas» y, para ello, se hizo dios; por eso, .casí como
Dios hizo al hombre a su semejanza e imagen, la filosofía quiso
hacer. la sociedad a su imagen y semejanza.
:Por eso, a imitación
de Jesucristo, que dio su Evangelio al mundo, quiso dar su evan­
gelio a las
sociedades, mostrándoseles en medio de las tempes­
tades de la revolución, como Moisés, coronada la frente de rayos
desde la cresta tempestuosa del Sinaí, las nuevas tablas de la ley,
en donde estaban escritos los derechos imprescriptibles del hom­
bre. Así, la Revolución francesa debía ser, lógicamente, el san·
griento comentario y término providencial de
la razón humana,
como también
el último de sus extravíos».
Recuerdo que, siendo niño, me explicaron un cuento en el
que esto me hace pensar: Dios, en su creación, moldeó con barro
un pajarito, sopló y salió volando la golondrina; Lucifer quiso
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lUÁ.N· VALLET DE GOYTISOLO
imitarle y, re\l'oloteando, salió el murciélago. El hombre que quie­
re ser dios le imita ¡con iguales resultados! ...
II. EL OSCURECIMIENTO DE LA INTELIGENCIA Y LA LOCURA
DE LA RAZÓN.
5. ¿ Por qué daría estos frutos la razón del hombre, hecho a
imagen
y semejanza de Dios?
La inteligencia del hombre había perdido la noción de sus
límites al desplazar el centro, «del cielo a la tierra, de Dios al
mundo» -como enseñaba ScuccA, en L' ora di Cristo--y, al
hacedo, creía que en su pensamiento creaba la verdad, que ésta
le es inmanente; que con su libertad
hacia la ley; y que él mis­
mo es el absoluto.
Eso produce una pérdida de los propios límites, por olvido
de que , somos seres finitos, no autosuficientes y con los -límites
propios nuestros. En L'oscurammto de/l inteligenza, lo explicó
el propio Sc1ACCA. La pétdida del límite oscurece la inteligencia
y, con. ella, . la voluntad y los sentimientos; · y la razón, resulta
estúpida: El hombre caído en esa estolidez queda
reducid~ a la
vida animal y al cálculo racional; es movido por reflejos condi­
cionados
y no por actos libres; olvida que el mal no 'es c=titui­
do por nuestro, límite ontológico ni por los inherentes a todo ser
finito, sino por la corrupción ·que nos produce la pérdida de la
conciencia de esos límites propios, que nos hace ver deformada
núeStra · misma imagen.
Nuestra razón _:,,,.plica en La regione impazzita-' queda
«despotenciada, reducida a mera funcionalidad operativa; al ma­
nejo de un conjunto de "técnicas" perfectibles para aplicarlas a
los datos sociol6gicos, éticos,
religiosos, etc., para fa organización
de
un plan totalmente previsible en 1a dinámica práctica». De ese
modo: «resulta necesariamente enemiga de la naturaleza, o sea,
de las cosas y del hombre, y se hace promotora de la barbarie
"incivilidad", destructora de lo. que es verdaderamente civil; pues,
la razón no es foz si no es iluminada por la verdad, única que
revela valores ... »:
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ESENCIA DE LA REVOL(JCIQN FR4NCBSA
Precisamente . --como había explicado . el propio maestro, . en
Gli arieti contra la verticale-, el i)uminismo se caracterizó por:
«a) la sustitución del coni;epto de verdad por el de utilidad .-el
Iluminismo busca lo útil no fo verdad-; b) por la reducción de
la religión a . la zona de lo supersticioso, que debe ser dimina­
da por ser dañosa al progreso; e) la identificación de la moral
con lo útil y lo placentero y de los principios con las costumbres
mudables. Así van desapareciendo los verdaderos valores
religio­
sos y morales».
Este oscurecimiento de
la inteligencia y ese enloquecimiento
de la razón, en un momento de desbordamiento pasional
contra
todo orden, explica la paradoja que se dio entre el lema de la
Revolución
francesa: libertad, igualdad y fraternidad, y, su cons­
tante violación, muy especialmente, aunque no sólo, durante
el
Terror.
Y esa actuación violenta de
la inteligencia oscurecida y de la
razón enloquecida contra todo orden, ¿ no era, tal vez, al menos
en parte, consecuencia del desorden moral anterior y del desorden
intelectual ptoducidos., especialmente,
en las clases ditigentes que
vivían en un materialismo utilitarista y egoísta, mientras las ideas
que penetraban
en sus cerebros se hallaban totalmente divorcia­
das, tanto de su modo de vivir cuanto del orden que
ellos mis­
mos malentendían y habían pervertido con su egoísmo, sus pa­
siones -'Y sus vicios.
6. DE MAISTRE, en el capítulo I de sus Consideraciones so­
bre Francia, escribió en 1796 estas reflexiones: «Lo más admira­
ble del orden universal de las cosas es la acción de los seres lía
bres bajo la mano divina» . . . «actúan al mismo tiempo volunta­
ria y necesariamente; hacen realmente lo que quieren, mas sin
poder alterar los planes generales. Cada uno de estos seres ocu­
pa el .centro de una esfera de actividad cuyo diámetro varía al
arbitrio del ge6metra eterno ... ». Para El, «todo es instrumento,
incluso el obstáculo;
. y las irregularidades producidas pot la ac­
ción de los agentes libres vienen a integrarse en el orden general».
Es algo que, en el siglo
XIII, SANTO TOMÁS DE AQUINO ha-
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JUAJ,/ 'VALLET DE GOYTiSOLO
bía explicado en la q. 103, De gubernatione rerum, del libro I
de su Summa theologiae; y que, a comienzos del xvrrr, Vico, en
su Cienza nuova, había tratado de descifrar, buscando las leyes
de la historia ideal y eterna trazada por la Providencia divina, de
la cual resultan los surgimientos, ascensiones, apogeos, decaden­
cias y ocasos de naciones y civilizaciones.
A juicio de DE MAISTRE: «en épocas de revoluci6n, la cade­
na que ata ,al hombre se acorta bruscamente, su acci6n mengua
y sus recursos le abandonan. Entonces, arrastrado por una fuer­
za
ignota, se irrita con ella ... ». Tal vez, ocurre tal como cuando
se provoca un alud. «Por supuesto» -sigue este autor-, «la
primera condici6n de una revoluci<Ín decretada es que cuanto po­
dría prevenirla no existe» . . . «Pero nunca es más visible el or­
den, nunca la Providencia es más palpable que cuando la acción
superior sustituye al hombre
y obra por sí sola ... ».
Así lo observaba entonces en la Revolución fmncesá, de la
cual
decía que «conduce a los hombres más de lo que es condu­
cida por ellos» .

. . «Nunca pensaron
RoBESPJJ;;RRE, CoLLOT o
BARRERE en establecer el gobierno revolucionario y el régimen ddl
Terror; fueron conducidos insensiblemente por las circunstan­
cias·; .. ».
«El torrente revolucionario -sigue tres pármfos después-­
ha tomado sucesivamente distintas direcciones y los hombres más
destacados de la Revolución no adquirieron la especie de poder
y de fama que podía caberles, sino siguiendo la corriente del mo­
mento: en cuanto quisieron oponérsele o simplemente apartarse
de ella aislándose,
trabajando exclusivamente por sus propios in­
tereses, desaparecieron de la escena».
7.
Se ha dicho que son ideas cristianas las que constituye­
ron
lá divisa de esa Revolución: libertad, igualdad y fraternidad.
Pero
es preciso matizar esta afirmaci6n, como hizo CHERSTER­
NON, agregando el inciso «que se han vuelto locas»; y aún debe­
mos añadir que fueron movidas por las
pa~iones, desatadas por
la soberbia, la envidia y la ira.
Esto explica por qué los hombres que las proclamaron libe-
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ESENCIA DE LA k.EV-OLUCION-·'F"RAN'cESa­
raro11, igualaron y confraternizaron a unos y encadenaron, escJa:
vizaron, proscribieron y aniquilaron· a otros; y también por qué
los
derechos del hombre, del ciudadano se aplicaron en contra
de las víctimas de la Revolución.
«La libertad revolucionariá -escribió DONOSO CORTÉS, en
su artículo
Pío IV-es esencialmente anticatólica, ·porque es
esencia:lmente pagana. Esto sirve para explicar por qué lá · Revo­
lución de Francia fue una especie de resurrección del paganismo
muerto siglos atrás en
manos· de la Iglesia. Entonces sucedió que
el Estado recobró aquella omnipotencia terrible que tuvo en las
sociedades antiguas; que la Francia se partió en
castas domina­
das
y castas dominadoras, que extranjero significó lo propio que
enemigo; que un dios nacional'llamado la razón, quitó el cetro
y el trono al Dios de todas las naciones, al Dios del género hu­
mano. Entonces volvió
a aparecer la antigua distinción entre los
hombres libres
y esclavos. Hecha. esta clasificación ominosa, di­
jeron los franceses para sí: "Los libres han nacido para man­
dar; los esclavos para obedecer; mandemos a los demás hom­
bres, porque todos
los hombres son esclavos y nosotros somos
libres
y esclavos · los demás, sólo la Francia es libre, todas las
naciones son esclavas: llevemos
el hierro y el fuego a todas 'las
naciones"; y, para' dar paso a todos sus ejercicios se abrieron por
todas partes todas sus fronteras. La Francia paseó entonces por
la Europa su
bárbara libertad que rto era otra cosa que un tre­
mendo y aterrador egoísmo» . . . «Si la Francia hubiera salido
victoriosa
de aquel inmenso cataclismo, las tinieblas de la bar­
barie hubieran vuelto a tenderse por Europa
y el sol de fa civi­
lización hubiera desaparecido del mundo».
Ahí tenemos las imágenes no sólo de la libertad, sino de la
igualdad
y de la fraternidad proclamadas por la Revolución. La
pasión por la foaternidad se traduciría en· odio. Sea a los guillo­
tinados después de condenados
· sin garantía alguna: primero
sacerdotes
y aristócratas, después simples sospechosos, luego .gi·
rondinos, más .tarde 'los jacobinos de los que no· se fiaru Robes­
pierre
y, al fin, él mismo; sea a los vandeanos, víctimas de ese
genocidio de La Vendée - 161
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
calofriante cuenta en su documentado libro de este título, en
cuyo
Avant-propos, el profesor PIERRE CHAUNU, lo califica de
«primer genocidio ideol6gico».--; y en la «liquidación» preten­
dida por
CouTHON de 60.000 obreros y campesinos de Lyon.
De ahí
el lema: «Liberté, Egalité, Fraternité ou la mort. Uni­
té, individualité de la Republique», impreso en Orléans, chez
Letournay,
que se conserva en la colección Ramsel.
RoBESPIERRE afirmó claramente: «La protección social no es
debida más que a los ciudadanos en la República, no hay otros
ciudadanos que los republicanos».
La Convención no sólo persiguió a los católicos que se man­
tenían fieles a
la Iglesia, sino también a los ateos. Los jacobinos
sabían que
-como diría DosTOIEWSKl'---«Si Dios no existiera,
todo estaría permitido»; y no querían esto. Su religión era
la
del hCllllbre, que ellos representaban, la de 1a Razón, que ellos
encarnaban, en
el cual el pueblo debía creer.
Un deísmo
-que buscaba la religión natural, indagando en la
naturaleza del hombre--o bien en un panteísmo --en cuyo con­
texto SPINOZA había indentificado creador y creación-resulta­
ban adecuados a la ideología de la Revolución; pero debía de
ser patentizada
al pueblo bajo una tal forma que la entrara
por los sentidos.
El 10 de noviembre de 179 3, la Razón, repre­
sentada por una artista de la Opera, hizo su entrada en Notre­
Dame, rodeada de jovencitas vestidas con
túnicas blancas ceñidas
con fajas tricolores y precedidas de los músicos en una comitiva
que
en~ban las autoridades del departamento y del munici­
pio. Entre música y cantos subió a un tablado,
rodeado de los
bustos
de VoL TAIRE, RousSEAU y FRANKLIN.
8. Es más, la Revolución pretendía el logro de la unidad
religiosa, aunque la refería a
·la religión «universal de la Natura­
leza». Así lo afirmó
RoBESPIERRE: «Llamar a los hombres al
culto del ser Supremo es dar un golpe mortal al fanatismo. Todas
las
ficciones desaparecen delante de la verdad; y todas las sectas
deben confundirse ellas mismas en la Religión universail de la
Naturaleza».
162
Fundaci\363n Speiro

ESENCIA DE LA REVOLUCION FRANCESA
Además, era una unidad religiosa sin tolerancia para quienes
no sometieran
su. religión -secta para ellos-a la supremacía
sobre todas del Estado, órgano único, que se estimaba, de esa
religión de
la Naturaleza y que expresaba su R gatorias
y coactivas. Véase sino la Constitución civil del clero
votada· en 1790 por la Asamblea, y sus consecuencias para quie­
nes no la acataron, desde el clero a Llrrs XVI.
Aquella Razón, representada en Notre-Dame, estaba encarna­
da, según el filósofo ginebrino, en la volonté générole que era
siempre justa
y razonable, a menos de no ser verd<1deramente
voluntad general, sino la de una facción que impusiera la suya.
El secreto para distinguir la verdadera de la falsa, sin duda lo·
tendría el ginebrino, pero se lo llevó a la tumba. Sin embargo,
han sido, siguen
y seguirán siendo, muchos quienes pretenden
ser
sus oráculos; lo que resulta de inmensa importancia si el
contrato social consiste en la «alienación total de cada individuo
con todos sus derechos a la comunidad». Alienación general a la
volonté généra/e, que -según SAINT JusT-no era sino la vo­
luntad de los puros que tenían la misión de iluminar a la nación
de sus verdaderos
deseos y de su auténtico bienestar.
Ese trabajo
de pensamiento --oráculo, depurativo de la vo·
lonté
générale-lo habían efectuado las sociétés de peinsée que
-según datos de PIERRE GAXOTTE-en enero de 1973 alcan­
zaban un número de 1.900; a las cuales la circular del Comité
de Salut public
de 4 de febrero de 1794, calificó como: «centi­
nelas vigilantes que tenían en cierto modo el puesto de vanguar­
dia en la opinión ... ». Eran los evangelistas de la nueva religión
democrática que
se alumbraba con el Terror, y que, según co­
menta GAXOTTE, «evolucionaría del liberalismo anarquista a 1a
dictadura comunista».
Ahí tenemos el origen de lo que, contemporáneamente, en
el mundo occidental se denomina -democracia, que no lo sería
según los cánones
de MoNTESQUIEU y de RoussEAU, que se ca­
racteriza, de una parte, tnás que como un modo de elegir a los
dirigentes1 por constituir una religión laica; y, de otra, por se:t
totalitaria.
163
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JUAN·. ,VALLS.T. DE GOYTISOLO
Aquélla decide lo bueno. y lo justo por mediación .de la par­
titocracia que le da un innegable carácter oligárquico.
Ese aspecto religioso amalgama aquella
divinización de la. ra­
zón humana con la voluntad general haciendo de la ley «expre­
sión de la voluntad del pueblo». Frente esa concepción, en Pa­
cem ,in terris (n. 78), JUAN XXIII declaró que «no puede ser acep­
tada como verdadera la posición doctrinal de aquellos
que erigen
la voluntad de cada hombre,
en particular, o de ciettas socieda­
des, como fuente primaria y única de donde brotan derechos, y
deberes, y de donde provenga
tanto la obligatoriedad de las Cons­
tituciones como la autoridad de los poderes públicos».
Sin embargo, a
partir de la última postguerra mundial ----eomo
escribió LUIS SALLERON, en La religion démocratique (Itine­
raires, 7 4) -se ha creado una especie de legitimidad internado:
nal e impuesto en la opinión pública mundial la adhesión a ella;
como si
se tratara de un verdadero dogma, materia de una fe bá,
sica, en la que ha sido titulada de religión democrática, que arran,
ca del postulado de que toda autoridad viene
de abajo no de lo
alto; y de su cotolario .de que nace del hombre elector, identi­
ficada con la determinación del número mayoritario.
IJJ. LA DENOMINADA DEMOCRACIA MODERNA.
9. La democracia moderna nacida de la Revolución francesa
no sólo tiene como carácter esencial ser
la única fuente de la ley
que determina
lo justo y lo injusto. Se caracteriza, también, por­
que la representatividad pasa a través de los partidos políticos y,
además,
por su carácter totalitario.
La primera de estas dos características rectifica totalmente
el
criterio de su padre RoussEAu.
Recordemos antes que, según
MoNTESQUIEU, el principio de
las democracias,
que constituye su resorte, es la virtud cívica o
política, que ·no cabe cuando un tenitorio es extenso rii si se-for­
man grandes fortunas, y, «por consiguiente, hay poca modéra­
ci6n en los espíritus», pues, entonces, «el bien común. se sacri~
164
Fundaci\363n Speiro

ESENCIA DE LA REVOLUCION FRANCESA
fica a mil consideraciones» (E. L., 8, 16, 1 y 2). Sesenta y tres
años más tarde, DEsTUT DE TRACY discrepó, afirmando que esta
dificultad
del tamaño se · había salvado. con la democracia repre­
sensativa que era aplicable «por largo tiempo y en gtan espacio
de territorio».
Pero, esta fotma representativa había sido de antemano
ro­
tundamente rechazada por RouSSEAU (Du contrat social, 3, 15):
«La soberanía
no puede ser representada, por lo mismo de que
no puede ser alienada; consiste esencialmente en
la voluntad ge­
neral, y la voluntád general no se representa para nada; es la
misma, no es otra; no existe término medio. Los diputados del
pueblo no son ni pueden ser sus representantes, no son sino sus
comisarios;. nada pueden concluir definitivamente.
Toda ley que
el pueblo en persona no ha ratificado es nula, no es ley».
En esta linea,
JOAQUÍN CosTA, en su discurso de ingreso en
la Real · Academia de Ciencias Morales y Políticas, a principios
de nuestro siglo, afirmaría: «No es
soberanía lo que el pueblo
transfiere por
el hecho de votar» ... «nombra concejales, diputa'
dos, senadores para que se constituyan en órganos suyos de ex,
presión» .

. .
«pero conservando integra y en ejercicio su personác
lidad, y, por tanto, su potestad soberana es inalienable y cori eU:á
el poder ·de iniciativa para. legislar directamente por sí; es decir,
para elaborar en . persona derecho positivo», según él, en fotma
de costumbre.
Por eso, ante el · hecho de un «rechazo de las lec
yes por todo el pueblo, de su desuso y de la llamada costumbre
contra ley», afirmó: «no digamos que el pueblo ha sido infiel a
la

ley, sino que
el legislador ha sido infiel al derecho», es él quien
«desobedece. al pueblo soberano».
RouSSEAU, proseguía: «El pueblo inglés piensa ser libre y se
equivoca mucho; no lo es sino durante la elección de los miem­
bros del parlamento: tan pronto son elegidos, es esclavo, no es
nada». Y bajo parecida perspectiva, explicó COSTA, en su citado
discurso, que en el día de las elecciones «se le pone al pueblo
el
manto de púrpura en la espalda, corona de oro en la cabeza» ...
«Pero cayó la papeleta, como si dejáramos el cetro, en la urna y
se acab6 la soberanía», los elegidos, «desciñen al pueblo la co-
165
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
tona», «llevándolo al Calvario del Congreso lo crucifican a dis­
cursos y a leyes imperativas».
En cuanto a los partidos, RoussEAu, en el lugar antes cita­
do,
seguía afirmando que para la formación de la voluntad gene­
ral no eran adnúsibles «pandillas, asociaciones parciales», aunque
«una de estas asociaciones [hoy las llamamos partidos políticos]
sea tan
grande que predomine respecto de las demás» [hoy la
calificamos como partido con mayoría absoluta].
Durante la Revolución francesa
se fon:naron enseguida fac­
ciones, en especial, la de los girondinos y la de los jacobinos.
10. Hoy todos los Estados que
se autocalifican de democta­
cias, formales o materiales, invocan la soberanía popular, las pri­
meras por basarse en la elección de representantes entre los pro­
puestos por los diversos partidos políticos, generalmente en listas
cerradas;
y, las segundas, ya sea por la elección o adamación de
un jefe carismático, que plebiscitariamente es elegido o que de
ese
, modo consulta peri6dicamente al pueblo, o bien, porque el
partido único que lo dirige se autoptodama genuino representante
de Ja verdadera voluntad popular, tal como SAINT JusT decía que
los jacobinos representaban la voluntad general.
En cualesquiera de estos casos, siempre gobiernan oligarquías,
aunque sea
por razón de la que RoBERT MICHELS ha denomina,
do /ey de hierro de la oligarquia, en la que consiste el régimen
partitocrático, en el
cual estamos, como ha explicado muy bien
GONZALO FERNÁNDEZ DE LA MORA.
Según ha expuesto este autor, «la soberanía popular se ejer­
ce optando entre oligarquías». Estas, por sufragio universal,
se
disputan la ocupación del poder. Cada partido determina en listas
cerradas sus candidatos y la prelación entre ellos.
Se vota a todos
o a ninguno, es decir, al partido; y su portavoz habla
por todos
en el Parlamento. Puede decirse que los diputados no son
man­
datarios de sus electores, ni de la nación, sino de su partido,
tanto que
si alguno posteriorinente lo abandona -si es «tráns­
fuga»-se considera que comete un engaño.
Por otra parte, los sistemas electorales, hoy preponderantes,
166
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ESENCIA DE LA REVOLUCION FRANCESA
tienden a reducir el número de partidos, de tal modo que la ad­
hesión plena a cualquiera de ellos es cada vez más difícil. Tanto
que predominan
el voto útil, el del miedo o el de castigo. Y
esos votos, sin embargo, determinan dogmáticamente que la vo­
luntad popular se adhiere a todo el programa del partido triun­
fante. ¿Dónde queda no
ya la democracia participativa sino si­
quiera la representativa? ¡A una ficción se superpone otra en un
castillo de ficciones y con ellas
se impone al pueblo su alienación
total! Hoy,
la posibilidad de los partidos de gobernar o participar
en el gobierno o,
al menos, efectuar en el Parlamento oposición
eficaz, queda circunscrita por el dinero
de que dispongan. Por
eso, las multinacionales económicas o
las internacionales políti­
cas --comunista, socialista, democristiana, liberal, conservadora­
con sus poderosas fundaciones de apoyo, tienen cada vez mayor
peso para determinar los únicos partidos que pueden tener posi­
bilidades inmediatas o a medio plazo en cada país. El
marketing,
la propaganda por los medios más sofisticados, el cuidado de la
imagen, el apoyo de la prensa, radio y televisión requieren sumas
ingentes de dinero.
Las técnicas psicológicas
experimentadas en Ia propaganda
comercial, dirigida a convertir a cada hombre
en consumidor del
producto que
se trate de vender, se aplican con parecido éxito a
la propaganda política. Por ello, no existe hoy entre un régimen
democrático
y otro dictatorial otra diferencia sino la que media
entre una competencia
de oligarquías frente al monopolio de un
partido único o de un jefe carismático.
Ambos proclaman la om­
nipotencia de la opinión .pública, a la que se halaga, excita y pre­
para pata que pida lo mismo que
se le quiere imponer. Por ello,
JACQUES ELLUL tituló L'ilusion politique al libro en que se ocu­
pó de esto.
11. «El totalitarismo -escribía en 194 3 el profesor de la
Universidad
. de Zurich, EMIL BRUNNER, y vuelvo a recordarlo
una vez más-no es como la dictadura una forma de Estado)
sino la absorción de todas las instituciones y todos los derechos
167
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JUAN VA.L,LB_T: DE GOYTISOLO
por el fatado: «no surgió por primera vez en 1917 (comunis­
mo) o en
1.922 (fascismo), o en 1933 (nazismo), sino que se fue
formando lentamente al calor del concepto de soberanía» ...
«corresponde, ,:¡¡:actamente a la ruina de los ordenamientos de las
sociedades preestatales, a la falta de estructura de la sociedad hu­
mana. En
.. lugaf de la estructura natural, voluntariamente desarro­
!Jada,
surge, entonces la estructura artificial del Estado impuesta
mediante
la. coerción» ... «que va desde arriba hacia abajo» ...
«inversión en la construcción de los ordenamientos», que «en. lu­
gar de edificar desde abajo quiere determinarlo todo desde arri­
ba» .

. .
«.es la plena libertad del Estado de llamar derecho a aque­
llo que le venga en gana»
... «es la "omniestatalidad", la estati­
zación integral de
la vida, que es posible sólo cuando se ha arre­
batado todo poder a las formas de vida preestatales y al indivi­
duo». .

. . «propiamente su raíz histórica la tiene la República de
la Revolución francesa, en
el contrat social de RoussEAU, en el
principio de la "aliénation totale"» ... «no hay ningún Estado
moderno
que no haya sido infectado, en mayor o en menor me­
dida, por esa enfermedad».
Se ha dicho que la Revolución francesa pretendió sustituir re­
yes por leyes. Pero esto es algo que merece ser matizado, MoN­
TESQUIEU había distinguido la monarquía del .despotismo según. el
gobierno monárquico, es «aquel en que uno solo gobierna pero
por leyes fijas establecidas»; y despótico, aquel en el cual go­
bierna «uno solo, sin ley ni regla» (E. L., 2, 1, 1, ap. 2). Pero,
con
la Revolución francesa, la soberanía pasó a los ntismos · que,
como representantes del pueblo, serían autores
de las leyes; y
éstas dejarían de ser fijas en cuanto variarían según cual fuera su
voluntad.
GEORGES RrPERT, en Le regime démocratique et le
droit civil moderne, ha exclamado: «jamás poder alguno [el de
hacer la ley por
el Parlamento, desde la introducción del sufragio
universal}
se ejerció más soberanamente. ¡En verdad, Luis XIV,
en toda su gloria no estuvo jamás investido de tal poder! Por
primera vez
la autoridad pública impone la ley siguiéndolo sólo
su
volun.tad».
El pueblo hacía su ley por las costumbres; y los reyes de Fran-
168
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ESENCIA DE· LA .RE-VOLUCION FkANC.88:A
da -sigue RIPERT-«no se atrevieron apenas a modificar las
costumbres por ordenanzas. Esta intervención habría sido consi­
derada, en muchos casos, como un desconocimiento de
las liber­
tades prometidas a las provincias.
El rey apenas disponía sino en
matería de policía y
de justicia. En todo caso, ninguna de las gran­
des ordenanzas de Luis XIV toca directamente
el derecho civil».
Por otra parte -explica el propio RIPERT- el rey debía
contar con los poderes rivales: con la Iglesia -en materia ma­
trimonial-, con los Parlamentos --que debían dictar los «arrets
de réglement», si consideraban que no era posible registrar alguna
ordenanza-, con las corporaciones --que determinaban las con­
diciones de la fabricación y venta de los productos, clasifítaban
maestros, artesanos y aprendices, y reglamentaban las activida­
des de cada una de estas clases--. ·
MoNTESQUIEU había puesto de relieve estos aspeétos. Así, en
cuanto a la
importancia de las costumbres y la contención del ¡,oc
der que producían, leetnos en De /'Esprit des lois:
-Las leyes atienden «a una institución particular»; las cós­
tumbres «más al espíritu general»: «siendo así que es tanto O
más dañino trastrocar el espíritu general, que cambiar una :ins­
titución» (20, 12, 2).
- Las costumbres y los hábitos son «instituciones de las
na­
ciones en general», qne «no deben cambiarse por leyes», sino
«por otras costumbres y otros hábitos» (19, 14, 1).
- Entonces, en la mayor parte de los países de Europa
la
mejor defensa contra el despotismo consistía, a su juicio, en que
«aún estaban gobernados por costumbres» (8, 8, 2).
Y existían, además del poder superior del soberano, otros que
el bordelés denominaba poderes intermedios, advirtiendo, que sin
éstos «nada puede ser estable y, por consiguiente,
ninguriá ley
fundamental» (2, 4, 1 ). Entre ellos, enumeraba la nobleza, el
clero, las villas, los parlamentos provinciales. Estos registraban o
rechazaban las leyes, cuidando así de su estabilidad, y, además,
administraban justicia.
169
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JUAN, VA.LLET DE GOYTISOLO
IV, EL TOTALITARISMO DEMOCRÁTICO -SEA OLIGÁRQUICO O
DICTATORIAL-SURGIDO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA •
. 12. Acabamos de ver que el totrulitarismo consiste en la
asunción por el Estado de todas
las funciones y poderes sociales
que antes
se hallaban repartidos entre múltiples cuerpos interme­
dios; y en la consiguiente estatalización del derecho.
Veamos cómo lo realizó la Revolución franoesa, a través
de
todas sus fases que culminaría NAPOLEÓN.
«Como la Revolución francesa -escribió TocQUEVILLE, en
L'ancien regime et la Revolution-no ha tenido únicamente por
objeto cambiar un gobierno antiguo sino abolir la forma antigua
de propiedad,
ha tenido que combatir, a la vez, todos los pode­
res establecidos, destruir
todas las influencias reconocidas, bo­
rrat _las tradiciones,.renovar los usos y las costumbres y arrancar,
en cierto modo, del espíritu humano, todas las ideas sobre las
cuales se había fundado hasta entonces el respeto y la obediencia.
De ahí su carácter singularmente anárquico.
» Pero apártense estas ruinas· y se percibirá un poder central
inmenso que ha traído
y absorbido en su unidad todas las par­
tículas de autoridad que antes estaban dispersos en una infini­
dad de poderes secundarios:
ó~denes, clases, profesiones, familias
e individuos, y como difundidos en todo el cuerpo social. No se
había visto en el mundo poder semejante desde la caída del im­
perio romano, la Revolución ha creado este poder nuevo, o mejor
dicho, ha nacido por
él mismo de las ruinas amontonadas por
la Revolución».
Para imponer
sus ideas, hasta la utopía, destruyó por medio
del Tertor; y NAPOLEÓN, después de declarar terminada la uto­
pía, construyó ese poder .inmenso en todas sus piezas, basándose
en las mismas ideas, que movieron aquélla, en cuanto las estimó
adecuadas y en la medida que las consideró realizables. Así, im­
puso una concepción laicista, estatalizó el derecho -incluido el
derecho privado-, la Universidad, que hoy llamamos napoleóPi­
ca, y forjó la moderna administración del Estado.
170
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ESENCIA DE LA REVOLUCION FRANCESA
La Restauración no supo comprender lo ya advertido por DE
MArsTRE: la contrarrevoluci6n no es el movimiento, -cualquiera
que sea, «que acaba con la revolnción», sino el que restablezca
el orden de la naturaleza, favoreciendo el conjunto de causas se­
gundas que «vienen a ser ministros de la Divinidad».
Por eso, en 1822, ROYER-COLLARD pudo decir en la Cámara
de los Diputados: «La Revolución no ha dejado
más que indi­
viduos y de esa sociedad
pulverizada ha salido la centralización;
y de ahí, donde no hay más que individuos, todos los negocios
que no son suyos, son negocios públicos, negocios del Estado.
Es
así como hemos venido a ser un pueblo de administrados».
Lo más característico de la Revolución es situar frente a
frente, de una parte, a
cada' uno de los individuos, alienados a
la
volonté générale, y, de otra, al único poder dimanante de ·ella,
el del Estado surgido del mismo contrato social, que les impone
un orden laico, mediante leyes emanadas
de su voluntad.
13.
El Decreto de la Asamblea Constituyente del 21 de
agosto de 1790 dispuso que
se formara un Código genera'! de le­
yes simples y claras. La Constitución de 1791 ordenó «qu'il sera
fait un code de lois civiles comnzunes a tout le reyaume», y, aná­
logamente, el artículo 85 de la Constitución de 1793. En el Mo­
niteur del 22 fructidor del año II, puede leerse esta declaración
de
la Convención: «No corresponde sino a los fundadores de la
R<;pú\,lica la realización del sueño de los filósofos de hacer leyes
simples democráticas e inteligibles a todos los ciudadanos»; y
se
decretó que se formara una comisión de fil6sofos encargada de
esta misión.
CAMBANCÉRES ya había presentado el primero de los
tres proyectos de la comisión por él presidida y que el mismo
redactó casi totalmente, pero
la Convención lo rechazó por ha­
llar en
él demasiados trazos del derecho antiguo. Ella se había
anticipado en laicizar el matrimonio e introduch-el divorcio vincu­
lar, que admitió por simple incompatibilidad de caracteres, en
conceder premios para las madres solteras, en igualar toda clase
de hijos, abolir la potestad matital y la patria potestad, ordenó a
los padres cómo debfan educar a los hijos;
les prohibió disponer
171
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J[1A,1{.-VA.LLET· DE· GOYTISOLO
por testamento, con lo cual imponía la sucesión intestada, 'aparte
de habet abolido todas las limitaciones, feudales o no, impuestas
a
la. libre disposici6n de los bienes, así como los derechos de re­
traci;o estatútarios y hasta la enfiteusis.
NAPOLEÓN BONAPARTE sabía muy bien que si el ejército ne­
cesitaba soldados, el Estado no podía asentarse en la cortupción
de las costumbres, sino en familias que dieran a la patria· hijos
sanos
física y moralmente. Si dio por terminada la utopía · revo­
lucionaria, era para
realizar lo que estimaba básico y posible de
la Revoluci6n; para
lo cual debía comenzarse por asentar el Es­
tado y formular sus leyes. Si la guerra se hacía con militares pro­
fesionales, los Códigos debían redactarlos juristas
expertos.·

Por
eso, encomendó
el Proyecto del C6digo civil a los que consider6
mejores; y luchó denodadamente para que fuese aprobado.
Como
el derecho no se puede inventar, hubo de hacerse una
transacción entre los principios revolucionarios y
el derecho vi­
vido. En realidad, aquéllos se injertaron en éste.
-
Se consumó la laicización del matrimonio y, aunque su
regulación
se basó · en su naturaleza indisoluble, se admitió el di­
vorció vincular pero sólo en los casos de muerte civil de urio de
los cónyuges o de delito por el cual un cónyuge pudiera quere­
llarse contra el otro.
-Se .diferenciaron los hijos nacidos de matrimonio· legal
cierto y los demás, a
los cuales, si bien se les reconoció sus de­
rechos como ciudadanos (status filii), no así los correspondientes
como sucesorios al estado familiar (status familiae); asimismo se
restableció· la potestad marital, la patria potestad y la facultad
de testar, pero se impuso
la legítima correspondiente a «le por­
tage forcé de les pays a famille instable»; es decir, una legítima
larga que
favorecía la pulverización de la propiedad. Además, se
mantuvo
la abolición de los fideicomisos. NAPOLEÓN explicó a
su
hermano JoSÉ, entonces rey de Nápoles, que había establecido
el Code civil para consolidar su poder: «gracias a él todo lo que
no
es fideicomiso cae y no quedan más grandes casas que aquellas
que vos consrituyais en feudo».
-
En lo demás, el Code se redactó efectuando una compo-
172
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ESENCIA. ne LA. . REVOLllCION 'FRANCESA
sición depurada del derecho de las pays de droit contumier y los
pays de droit écrit, es decir, de costumbres y derecho romano,
así como de las ordenanzas. La comisión redactora creía que, al
efectuarlo, no hacía sino vaciar
en él el derecho antiguo, en lo
que no recogían del revolucionario, en fórmulas
legislativas cier­
tas en un trabajo de simplificación y sistematización.
Si bien, res­
pondiendo a CAMBACÉRES, cónsul entonces, BIGoTC:PRÉAMENEU
expuso que aún cuando, a fin de simplificar, se derogaba todo el
derecho antíguo, esto no impediría utilizar las máximas de eqUÍ'
dad contenidas en el derecho romano; y, en cuanto a la interpre­
tación e integración del Código civil, el discurso preliminar del
proyecto razonaba que, a falta de texto
preciso aplicable, una
costumbre antigua,. constante y· firmemente. asentad.a, una no in­
terrumpida sucesión de sentencias semejantes o una máxima ad­
mitida hacen las veces de ley. Y cuando se trata de un hecho ab­
solutamente nuevo hay que remontarse a los principios del de­
recho natural. .. ».
Pero, la Asamblea legislatíva no aprobó, y, por ello, el Code
no recogió, el título que, en el libro preliminar del Proyecto, de­
dicaban a la interpretación,
y, en artículo 4 .º, no se señaló otra
fuente del derecho que la ley.
NAPOLEÓN, ante unos comentarios
del
Code por uno de los miembros de la comisión redactora, MA­
LEVILLE exclamó decepcionado: «mon Code est perdu».
Lo
cierto es que cualesquiera que hayan sido y sean los cri­
terios interpretativos e integradores, con el Code se sometieron
las costumbres a las leyes; y BwoT-PRÉAMENEU presentaría la
versión revisada de 1807, como «un arca santa que guardaría el
derecho para el futuro».
De hecho, aunque, al parecer, sus auto­
res no
se habían dado cuenta, se había entregado la llave del
«arca santa»
al legislador, estatizándose y positivizándose todo el
derecho que, en adelante, las Asambleas legislativas podrían
cam­
biar según fuera su voluntad.
173
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JUAN V .A.LLET DE GOYTISOLO
V. LA APERTURA DE LAS COMPUERTAS AL CAPITALISMO
Y AL SOCIALISMO,
14. La Revoluci6n francesa, junto a la soberanla absoluta del
Estado
-pues la del pueblo en el sufragio, ya TocQUEVILLE, en
el.avant propos de su libro L'ancien regiome et la Revolution, la
enumer6 ante
las vaines images-, preparo la soberanla del di­
nero;
es decir, en palabras de MARIE MADALAINE MARTÍN, «el
triunfo directo
al Estado-dios, reinante en un pueblo de robots,
o del dinero-rey, actuando
por algunos amos ocultos» ... y, mu­
chas veces, el de los dos de consuno.
El gran jurista
GEORGES RtPERT ha escrito sin vacilar, en
Aspects
iuridiques du

capitalisme moderne, que «el advenimiento
del régimen capitalista en Francia puede fecharse desde la
Revo­
luci6n de 1798, y que ésta, destruyendo el orden antiguo, que
habría podido oponerse
al desarrollo del capitalismo, permitió la
creación de un régimen nuevo que debería aseguarle
el triunfo.
Poco importa que
Jo hubiera o no querido ... ».
Efectivamente, los hombres de la Revoluci6n declararon di0
sueltos todos los órdenes y asociaciones, y prohibieron que se
crearan nuevos, todo en nombre de la libertad y de acuerdo con
las enseñanzas de. los físi6cratas y los fil6so.fos liberales.
«Al afirmar la libertad de comercio y de industria en la
Ley
de 2 y 17 de marzo de 1791, el legislador no pensaba únicamen­
te en declarar un principio: quería destruir algo. Las agrupacio­
nes obligatorias habían sido suprimidas.
Las agrupaciones libres
serían. prohibidas tres meses después. Un orden sociail de muy
largo pasado era aniquilado por
el poder todopoderoso de la
ley ... » . . . «Nada se había creado para sustituir este orden;
peto la omisión era voluntaria,
se hacía en beneficio de la liber­
tad».
La Revoluci6n no creó, pero sí hizo posible el régimen ca­
pitalista, «permitió su advenimiento dejándole el campo libre».
No «por lo que le dio, sino por lo que destruyó», dejándole
«un
ámbito iuridico
favorable» y «el marco de la vida económica
que creó».
174
Fundaci\363n Speiro

ESENCIA DE LA REVOLUCION F~ANCESA
A la destrucción del entramado social y oorporativo, se aña­
día la desvinculación y la pulverización de la propiedad, al im­
poner la generalización de la réserve y del partage forcé. Todo
favorecía la creación de otro tipo de inmensas nuevas fortunas;
entre ellas destacarían
las obtenidas con los suministros a la po­
derosa administración del Estado. Esta
s.e iría fortaleciendo y
extendiendo a medida de que Francia se convertía -en palabras
de RoYER COLLAR, a las que antes me he referido-- «en un pue­
blo de administrador».
En
el último trimestre del pasado curso, JuAN VELARDE
FUERTES, en su comunicación al Pleno de Numerarios de la Real
Academia de Ciencias Morales
y Políticas, mostró reflejadas en
el espejo de
los Episodios NllCionales de PÉREZ GALDÓS las
transformaciones económicas ocurridas en tomo a -quienes pulu­
laban en la capital de España y las nuevas fortunas obtenidas con
los contratos con el ejército, la corrupción administrativa y polí­
tica,
la especulación con los bienes desamortizados, la usura, la
llegada de capital extranjero. Estas fueron aquí las principales
fuentes del inicio del
capitalismq burgués, con el lujo y el despil­
farro que trajeron a
la Corte, a la vez que la dilapidación y la
malversación de muchas fortunas que habían sido liberadas por
la abolición de vinculaciones y mayorazgos.
Habían llegado a nuestra Corte los efectos de
esa mentalidad
incubada en Francia a partir de
la Revolución francesa; y de la
cual BARRÁS es una de las principales muestras.
15. Una
vez dejan de estar unidos por vínculos de clase, de
corporación o de familia, «los hombres --explica TocQUEVILLE,
en el mismo prólogo--, sienten . de forma irresistible· la inclina­
ción a no preocuparse sino de sus intereses particulares, a
no pen­
sar más que sí mismos y a retraerse en un individualismo es~
trecho que ahoga todas las virtudes públicas» . . . «En esa clase
de sociedades nada
es estable, cada uno se siente aguijoneado sin
cesar
por el temor de descender y el afán por ascender; y, como
el dinero
se ha convertido en el signo principal para clasificar y
disti11guir a los hombres entre sí, y adem,ú; ha adquirido una mo,
175
Fundaci\363n Speiro

IU~N .VALLET·DE GOYTISOLO
bilidad singular, sin cesar de pasar de mano en mano, transfor­
mando
la condición de los individuos, elevando o rebajando las
familias, casi nadie deja de sentirse obligado a hacer un esfuer­
zo continuo y desesperado para conservarlo o adquirirlo. El de­
seo de enriquecerse a todo precio, el gusto por los negocios, el
amor a las ganancias, la búsqueda del biénestat y los goces mate•
riales son, por ello, las pasiciones más comunes. Estas pasiones
se extienden fácilmente a todas las clases, penetrando incluso en
aquellas a las que hasta entonces habían sido
más :extrañas, hasta
llegar muy pronto a enervat y degradar a la nación entera, sin
que nada lograse detenerla».
Tenemos así, de una
patte, impulsado del espíritu del capi­
talismo,
y, de otra, presto a desarrollarse, el germen de la so­
ciedad de consumo.
Las dictaduras,
ya sean de un directorio o de otra clase de oli­
gatquía, o bien regidas por un hombre solo -llámese NAPOLEÓN
BoNAPARTE, Lurs FELIPE o NAPOLEÓN III, o como quiera que
se' hayan llamado, o se llamen-, si están instauradas en 'socie­
dades de esta clase, no frenan jamás estos efectos. No es un pro­
blema
de régimen, sino de constitución social. Esas sociedades
democráticas
-nacidas de la disolución o de la falta de los víncu•
los sociales, traída por los principios de la Revolución francesa
y a
la cual ésta le preparó un terreno, ya vaciado de sus anti­
guos
entramados, así como su mateo jurídico adecuado y el es­
píritu impulsor-, se desatrollan también en las dictaduras, y
tanto mejor campo de cultivo tienen cuanto mayor sea
el tota­
litarismo estatal si este
se conjuga con un sistema capitalista an­
tagónico al de propiedad y las empresas personales. Tiene un alma
muy distinta a la de éstas, aunque puedan parecerse, segón dijo
EnuARDO DRUMONT, en La France iuive, como tal vtt se parecían
Caín y Abe!.
Rebajados los vínculos de solidaridad -explica TocQUEVI­
LLE-el despotismo acaba por romperlos; las referidas pasiónes,
si eran fuertes antes de llegar el despotismo, con 61 reinan como
sobetanas; y las tendencias consecuentes se hocen irresistibles;
porque los
,gobiernos absolutistas impiden a los ciudadanos que
176
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ESENCIA ,DE LA REVOLUCION FRANCESA
sientan e impulsen el. mutuo auxilio, «les priva de toda ocasión
de entenderse.
y realizar una acción concertada; los encierra, por
decirlo así,
en la vida privada» . . . «les aísla, enfría, a unos res­
pecto
de los otros; aes hiela».
La
.diferencia fundamental entre los regúnenes totalitarios de
signo nacional
y los de signo genéricamente socialista, radica
-como ha sabido poner en claro liENRI CosToN, en La alta fi­
nanza y las revoluciones-en que los primeros se alían con el ca­
pitalismo nacional, mientras los segundos se entienden con el
gran capitalismo internacional.
No
es de extrañar que de esas conclusiones resulte lo que lúci­
damente MARCEL DE CORTE ha denominado la economía al revés.
16. Una sociedad de individuos no sólo es materia adecua­
da para el capitalismo, síno tanto o más
para el socialismo que,
no en vano, es un capitalismo de Estado o, al menos, dirigido
por el Estado.
No olvidemos que,
en relación al contrato social, HoBBES
consideró la propiedad privada como uno de los resultados del
mismo, rnientras que
LocKE la situó, en virtud del mismo, como
un
límite irrebasable por el poder público. Si, conforme este
autor, la propiedad está
por encima de la sociedad civil cread¡i
por el pacto, en su virtud el Estado debe salvaguardar aquella
propiedad que produzca
el incremento de riqueza, base del bienes­
tar que fue objeto del contrato social, y
de ese modo, el libera­
lismo económico, preconizado en el siguiente siglo XVIII por AnAM
SMrm, y el capitalismo resultan inevitables.
En efecto, según la concepción de LocKE, como ha e,rplica­
do LEo STRAus: «La propiedad que debe ser salvaguardada por
la sociedad civil no
es la propiedad estática -Ja pequeña explo­
tación rural, heredada del padre y que deja a los hijos-sino
la propiedad dinámica». En palabras de MAmsoN: «La protec­
ción de las diferentes y desiguales facultades de adquirir la pro­
piedad es el primer objetivo del gobierno».
De ahí, la desvincu­
lación y desamortización realizadas por
)a llevruución francesa,
consagraqa en el Cide dvil des francais -'alfuque NAPOLEÓN las
177
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JUAN VALLBT DE GOYTISOLO
entendiera como un modo de pulverizar todo otro poder que no
fuera
el de quién detentara el poder del Estado-y seguida, des­
pués, en todos los
países en los cuales penetró su influjo.
Ahora bien, esa
interPretación del pacto y esta función de
salvaguardia
de la propiedad dinámica, según LocKE, asignada al
Estado no dejan de presentar
aporías, como comenté hace años
en un estudio acerca de los
pactistas del-siglo XVII (cfr. Verbo,
núm. 119-120). En efecto:
-¿ Por qué el pacto se refiere a la conservación de las pro­
piedades y no a su disfrute igualitario por todos?
-Si la finalidad del Estado es la consa:uci6n del mayor
bienestar de
la comunidad, ¿por qué su función es fa de ofrecer
el libre juego de esa actividad de los individuos y no a la de asu­
mirla directamente?
-Si los hombres son iguales políticamente, ¿por qué no
han de serlo
también económicamente? ¿No es acaso mdispen­
sable esa seguoda igualdad para que realmente se produzca la
primera?
Para el credo del
liberalismo económico, la respuesta afir­
mativa
dependía de su juicio estimativo de que la propiedad pri­
vada
dinámica producía el progreso y el bienestar general. No
es así, sin embargo, para
los seguidores de la fe socialista. Ya
en su doctrina del contrato social, RousSEAU puso los cimientos
a esta segunda actitud económico-política.
Si de las dos fases de la concepción tradicional del contrato
social -pactum societatis y pacttlm subiectionis-HoBBES absor­
bió aquél en éste, por el contrario, según RoussEAU, no existe
smo
el pactum societatis. El ginebrino, comenta CASSIRER: «Pro­
clama la soberanía incondicional de la voluntad estatal, pero esta
soberatúa tiene como supuesto que el Estado se halle construido,
anterior y previamente, como tal Estado, es decir, que en él no
se reconozca ni sea efectiva ninguna otra fuente del derecho que
la voluntad general». Incluso, aún cuando RoussEAU no renuncie
al principio de los derechos inalienables, «nunca los hace valer
frente al Estado, sino que más bien los encarna y los anuda
fit­
memente en él». De ahí su fuerza revolucionaria; tanto mayor
178
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ESENCIA. DE LA REVOLUCION FRANCESA
por cuanto, para él, el sello del contrato social significó la alie­
nación de
los asociados con todos sus derechos, sin reserva al­
guna, a la voluntad general de modo tal que quedamos todos so­
metidos incondicionalmente a ella.
Esto es coherente con su criterio
--expresado en su Discurso
sobre el origen de
la desigualdad-de que la sociedad forjada
en la historia la fundó el primero que, tras haber cercado un te­
rreno se le acurdó decir: «esto es mío», y con su comentario de
que: «cuántos crímenes, guerras, asesinatos, miserias, horrores no
habría ahorrado al género humano si alguien hubiera gritado a
sus semejantes: ·nguardaos de escuchar a este impostor"».
18. Sabemos que en la Convención fue arrolladora la in·
fluencia
de RoussEAu. La propiedad, uno de los derechos huma­
nos fundamentales
prcclamados en 1789, en la Declaración de
1793, aparece delimitado como «el derecho
de cada ciudadano de
disfrutar
y disponer de las porciones de bienes que le son garan­
tizados
por la ley» ... «No puede perjudicar ni a la seguridad ni
a la libertad, ni a la existencia, ni a la propiedad de nuestros se­
mejantes. Toda posesión o tráfico
que viola este principio es ilí­
cito e inmoral».
Más allá llegó BABEUF, en la Conspiración á~ los iguales -por
la cual fue condenado a muerte y ejecutado--, quien afirmó que:
«todo lo que poseen quienes tienen más
de su cuota individwtl
en los bienes de la sociedad, es robo y usurpación».
Lo cierto es que, conforme resulta de la declaración de 1793,
la configuración y el ámbito de la propiedad dependen totalmente
del poder legislativo que tanto puede imponer el «capitalismo
salvaje» como el «hormiguero socialista».
Ya las Constituyentes habían expoliado
los bienes de la Igle­
sia, aún cuando lo razonaran
SrnYils y MIRABEAU diciendo que
el clero no era su propietario sino su administrador
y que se ha­
llaban efectos a fines sociales. La Convención, después, decidiría
la confiscación de los bienes de todo aquél a quien estimase
des­
afecto, por lo cual se le negaría la consideración de ciudadano.
Pero esto no impedía que surgieran nuevas fortunas rápida-
179
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JUAN VALLET [?E GOYTISOLO
mente obtenidas. A este respecto, creo que resulta interesante
contemplar
la crítica de l'ROUDHON, de la cual en el pasado curso
de la Real Academia de Jurisprudencia se
ocupó la profesora
CONSUELO MARTÍNEZ SrcLUNA, en su ponencia en el ciclo sobre
la Revoluci6n francesa. Las barreras feudales imponían la pro­
tecci6n de los trabajadores, la Revoluci6n del 98 produjo la de­
saparici6n de esa protecci6n. De ese modo, según la conclusi6n
a
la que lleg6 l'ROUDHON, se imponía de hecho la consagración
del principio -rechazado expresamente por la Escuela del de­
recho natural y de gentes y por el Enciclopedismo--de la desi­
gualdad social como
efecto fáctico inevitable de la desigualdad
económica.
VJ, LA MASIFICACIÓN,
18. En la Revolución francesa jugaron su papel las masas
ocasionales, las joules, de cuya psicología se ocuparía, a fines del
siglo pasado,
GusTAVE LE BoN. Pero la masificación se hace en­
démica con la desintegraci6n de las estructuras sociales y meta­
físicas. La segunda fue facilitada por la Revoluci6n del 89, por­
que
trató de imponer la apatridia religiosa que, según EMIL
BRUNNER, «arranca al hombre de la estructura metafísica de su
existencia: el hombre deja
de estar arraigado en un orden eter­
no»,
y la primera la inició e impulsó con la destrucción de los
cuerpos intermedios, dejando a los súbditos sin otro vínculo
co­
mún que su aliénation totale a la volonté génerale.
MARcEL DE CORTE comentó hace años el objetivo de cons­
truir una sociedad con individuos dispersos y separados unos de
otros, libres de todo
y respecto a todo. Para constitoirla: «¡se
pretende que basta una suma de individuos!».
«Más -sigue-, como nadie suma manzanas a peras, hay
que reducir previamente los individuos a un solo tipo de unidad.
Esta operación
se efectúa mentalmente. Nunca se dirá bastante 1
+ 1 es una operación que no puede tener lugar sino en el seno
de un mismo idealismo», ideológicamente; pero
las ideologías:
«No tienen contenido alguno social, que
sea real, positivo y con-
180
Fundaci\363n Speiro

ESENCIA. DE LA. REVOLUCION FRANCESA
creto. Son abstracciones huecas, vadas de subtancia, rellenas de
nebulosidad social».
Por eso, han creado un orden artificial, que
obliga a «emplear
el engaño para trascender el cerebro de quie­
nes las forjan
y convertirlas en rdigi6n o, más exactamente, en
mito o
ideologia contagiosa». «El Estado que se constituye en las
arenas
movedizas de la disociedad no tiene más expediente que
erigirse en "Iglesia" para mantenerse, proveyéndola
de corres­
pondiente "profesión de fe", apropiada a la unidad
de medida
adoptada para aglomerar a los ciudadanos con una cierta homo­
geneidad. Por eso, su laicismo
es un laicismo religioso, como he­
mos visto que lo fue en la Revolución francesa; y, desde ésta, el
Estado trata de dominar la enseñanza ideológica y manipular la
opinión pública para imponer la razón de Estado y el derecho
positivo dictado por
él.
JOAQUÍN CosTA había contemplado y descrito esa «masa inor­
gánica, que recibe el impulso y dirección de los poderes oficiales,
estimados no
como representantes e intérpretes de su pensamien­
to, sino como entidades superiores que son
de por sí». Eso fue­
ron, durante la Revolución francesa, tanto las Constituyentes
como
fa Convención, el Directorio, el Consulado y NAPOLEÓN.
En contraste, como notaría ToRRAs Y BAGES: «Los países que
tuvieron verdadera civilización estaban formados no del conjun­
to de innumerables individuos sin
ligamen» .

. . «los hombres no
eran granos de arena movediza, ya que, unidos entre sí, forma~
han el organismo social», que tenía «un organismo interno», que
preservaba «aquellas sociedades de la contínua mudanza y falta
de fijeza de los pueblos modernos
... ».
La Revolución del 89 destruyó ese organismo interno y con­
sideró los individuos como granos de arena movedizos, que se
cuentan el día de las elecciones. Y el Estado, desde entonces,
trata de introducirlos en los moldes que sus ideólogos y tecnó­
cratas delinean, calculan
y fabrican.
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