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Número 155-156

Serie XVI

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Sobre la pobreza evangélica

SOBRE LA POBREZA EV ANGELICA
POI.
EUSTAQUIO GUERRERO, S. 1.
Continuamente se proclama hoy que la Iglesia Católica ha de ser
Iglesia de los pobres.
El sentido de esta proclamación dependerá del significado de
poh1'e, y de la relación que ha de existir, o se pretende que exista,
entre
el pobre y

la Iglesia Católica. Relación que no nos
sería con
toda claridad conocida sin que primero también tuviéramos idea
clara de lo que se entiende
por Iglesia Catalica; como, según yo creo,
la tienen mis lectores; y por eso me dispensaré de proponerla aquí.
Hemos, pues,

de
presentar el concepto de pobre, cual aparece en
el Antiguo
Testam!ento y

en
el Nuevo, ilustrándose r,cíprocarnente;
y concluiremos explicaodo cuá:I ha de ser la relación de la Iglesia
con los pobres, conforme a
la volnntad o ideal de Jesucristo. Y todas
esas ideas se
irán exponiendo,

aunque
entrelazándose, según lo pida
la lógica demostración, sin alargar demasiado el artículo.
Claro que no
intentam0s agotair fa materia en ninguno de sus
diversos ternas, sino ilustrarla lo suficiente para nn cristiano culto
que pueda
obtener así la convioción de que no asienta sus pies en
tierra
movediza., sino en roca firme, cuando tai!lto estima la pobreza
alabada por Cristo y tanto ama a los pobres.
l. Concepto de la pobreza.
l. Por la Escritura, por la Tradición cristiana y por el Magiste­
rio eclesiástico, como
por tres canales que parten del Corazón de Cristo
mismo, nos viene 1a divina revelación en su auténtico contenido, que
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EUSTAQUIO GUERRERO, S. /.
ha de ser el de nuestra fe, el objeto que creemos y aceptamos como
norma
de
nuestra vida, si somos rerlmente cristianos.
No

hay gran
diferencia entre

llamarles
canales o

llamarles
fuenres,
como se disputaba

en el Concilio Vaticano II, o, a
propósito de
lo
que en él se decía sobre
este pnnto, se disputaba fuera. Porque si
el agua no brota del canal, aunque por él venga, lo
mismo, poco
más o menos, ocurre tratándose de 1a fuente donde aparece maoar0do,
naciendo, puesro que su origen primero y remot0 tampoco está en la
fuenre, sino en 'la montaña donde se acumuló la nieve, cayó la lluvia
y se filtró hasta 'las entrañas de la tierra, para manifestarse en ese
lugar que denominamos fuente.
Por
estos tres canales corre la

divina revelación, y en ellos noso­
tros la vernos y recogernos el agna que sale de la fuente. Y el origen
es el mismo Dios: el Padre, su divino Hijo
y el Esplritn Santo. Por
eso, cuando querernos alcanzar una idea
exacta y plena sobre si nna
afitrnación es cosa de fo o no lo es, recurrimos a la Escritnra, a la
Tradición y al Magisterio eclesiástico auténtico. Si en cualquiera de
estos tres

canales se nos manifiesta
como de
fe, como algo
revelado
por

Dios, ya hemos de
estar seguros de que así es; no necesitamos
para ello inquirir más; aunque para un conocimiento más exhaustivo
podamos y ann debamos apelar también a los otros dos.
2. Nos interesa
mucho averiguar en

qué consiste
la pobreza
que nos exige o nos
recomienda Jesucristo.

En primer lugar, para
darle a Él plena satisfacción,
conociéndola y abrazándola como

norma
de nuestra vida,
según hemos

de hacer con todas
las exigencias y
recomendaciones del Señor; pero, además, para poder captar Jo que
haya de

verdad
y de error en tantas disensiones actnales acerca de los
pobres
y del debido comportamiento cristiano para con ellos.
Porque se afirma a todas horas que la
Iglesia Católica
ha de ser
Iglesia de los Pobres, pero que aún no Jo es; que no
da testimonio
de serlo, sino más bien de lo contrario; que los Obispos, los sacer­
dotes, los religiosos, no
guardan la pobreza, están vinculados a po­
deres políticos y financieros que condicionan su apostolado e impiden
su eficacia. evangélica; que deben abandonarse por ciertos institutos
religiosos las obras de apostolado ,entre la gente rica o bien acomo­
dada, y dedicarse con todo su personal, con todos sus medios y to-
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SOBRE LA POBREZA EV ANGEUCA
das sus energías al cultivo espiritual de los pobres y aun a su pro­
moción humana
,en lo cultura:!, ,en lo político, en lo social, en lo
constitutivo de todas
las especies de bi,enestat y de satisfacción te­
rrena;

que los
cristianos en

geoeral,
las familias cristianas, han de
suprimir tales
y cuales gastos, han de abandonar tales o cuales bie­
nes,

muebles e inmuebles,
para enttegarlos a los pobres, etc.
Es dato que si no conocemos bien el pensamiento de J esucrisro
cuando hablaba de la pobreza y
de los pobres, no podremos resolver
los problemas implicados eo
esas controversias ran apasionadas y
confusas.

Y es
necesario resolverlos,
porque son causa de gran con­
fusión y división o discordia, de indecisión a la hora de
adoptar
r,esoluciones
sobre

la organización de
ios trabajos y ministerios apos­
rolicos, cuando

unos digan: hay que
cuidar ante

todo de los pobres; y
ottos digan: ,hay que atender a
las clases intelectuales y ditigeotes
que, J:X>ir una parte, están muy necesitadas en el espíritu; y, por otra,
si están bien formadas
cristianamente, serán causa eficaz de

buena
formación cristiana de los débiles, de los pobres, de las masas, y pro­
moverán su desarrollo en todos los aspectos.
II .. El

pobre en el
Antiguo Teatamento.
l.
El concepto o idea del pobre suele contener siempre, de uno
u otro modo, la carencia de bienes irequeridos para una vida humana
de ordinaria suficiencia y corriente decoro.
Cuando se
carece de lo necesario o de lo conveniente para satis­
facer sus exigencias vitales, no precisamente sus caprichos, uno es po·
breen mayor o menor grado. Pero esa careocia de bienes constituye
a la
persona en
una situación de inferioridad social y de indefensión
ante
la injusticia

y opresión de los poderosos, y de hecho
es opri­
mida,

afligida, despreciada. Y por eso, en el concepro de pobre bí­
blico suele
enttat también la

idea de débil, ttarado injusramente y
oprimido, sin
posibr!idad de

remediarse por sí mismo, y, quizá, sin
esperanza de

que
los demás
lo remedien.
En esra situa~ión y en el
consiguiente estado de ánimo, el pobre y laudable pobre
del Anti­
guo

Tesramento siente su impotencia propia, desconfía de los de-
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EUSTAQUIO GUERRERO, S. /.
más hombres, y experimenta la necesidad de recurrir a Dios, para
que él se apiade de su miseria y lo libre de ella. Estado psirológioo
que implica, en tal pobre, humildad
ron que
reconoce su insuficien­
cia;
.mansedumbre con

que
sopoo,ta su dc,lor sin reacciones de vio­
lencia inútil
rontra los

poderosos opresores; piedad religiosa con que
ora, suplica el divino

auxilio
y espera confiado en la bondad del
Señor y se afana pcir agraciarle en su comportamiento guardando sus
santos
preceptos, e incluso reconociéndose merecedor de sus sufri­
mientos en castigo de sus propios peca.dos.
Todos esros as~ y otros semejantes, entran en la idea del po­
bre bíblico del Antiguo Testamento. Por eso fueron considerados los
pobres como amigos de
Yaveh, religiosos
o piadosos, objero de su
amor benévolo,

primicias del pueblo
humilde y modesto de la Iglesia
de los pobres que había de reunir
el Mesías, tan frecuentemente
aounciado
por los profetas como el vindicador de las injusticias y
sufrimientos de los pobres, como su ronsolador y salvador, según
puede verse en los
salmos y en las profecías.
El mismo Jesucristo,
pata responder
a los enviados
del Bautista,
cuaodo

envió algunos de sus discípulos
y le pregnntaron si era el
Mesías,

respondió: "Id
y decid a Juao 1o que habéis oído y visto:
los ciegos ven, los
rojos andan, los leprosos quedao limpios, los
sordos
Qyen, los muertos resucitan,

los pobres son evangelizados" (1).
Es decir, reciben la buena nueva de su salvación. Dando esta señal
como prueba decisiva de que sí
era el Mesías,

que los profetas ha­
bían anunciado
y caracterizado con esos hechos maravillosos.
Claro que este
concepto/ tan laudatorio del pobre de Y aveh con­
venía únicamente
al dotado de esa mansedumbre, paciencia, hu­
mildad, piedad
y fidelidad a Dios, no al pobre en cuaoto carecía de
bienes,
pero sin riqueza de todas esas virtudes.
Por natural reacción frente al pobre de Yaveh, el
riro fue ron­
sideraclo frécuentemente como opresor, soberbio,

avaro, impío,
y,
por eso, digno del castigo de Dios en el lenguaje de los profetas;
y de :Jos ricos que fueron así, dijo la Virgen en el M~gnificat,
aunque no todos lo fuerao: "Hizo alarde del poder de su brazo;
(1) Mat. 11, 4-6.
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SOBRE LA POBREZA EV ANGEUCA
deshi1.o las miras del rorazón de ios soberbios; derribó del solio
a los
poderosos y ensalzó a los humildes; colmó de bienes a loo
hambrienros, y a los ~icos los despidió sin nada" (2).
Podríamos decir que en el pobre del Antiguo Testamento resailta
también

más la
riqueza de
sus
virtudes que la carencia de los bienes
retrenos. Y, en ese sentido, que para Dios es más pobre el falto de
lo
espiritual que el falto de lo material
2. Jesucrisro aparece en el mundo y se comporta en su vida y
muerte como el ideai del pobre bíblico, incluso cuanto a la carencia
de

bienes, y, sobre rodo, cuanto a
la posesión de las virtudes propias
del pobre de

Y aveh.
Carecía de bienes materiales en la gruta y en el
pesebre de Belén. En Nazaret mismo

no tiene
más recursos

que el
trabajo hnmilde de
San José, y el que él, adolescente y jovencito, pue­
de añadir; en su vida pública, dedicado a la predicación del reino de
Dios, vive de limosnas, y por eso dice: "las raposas tienen guaridas; y
las aves del cielo, nidos; mas el hijo del Hombre no tiene dónde re­
clinar su cabeza" (3). En la cruz, donde es enclavado desnudo, re­
pite la oración de los pobres de Yaveh (4). En contraste con tanta
pobreza narura:l material, resalta la riqueza inefable de sus vitrudes
cuanro

a
la mansedumbre y la hnmildad y tantas otras. Él mismo
dijo de
sí que

es
manso y humilde de rorazón, y, sobre todo, !o probó
abundan11emente con

el
testimtjnio de su vida

pública en palabras,
las
más dulces y expresivas de la historia, y con obras de caridad sin
medida.
De su piedad religiosa
y fidelidad al querer del Padre,
toda su vida, su pasión y muerte, son expresión elocuente y sublime
al par que
sencilla. El amor al Padre y el cumplimiento de su volun­
tad por amor, son su misma vida. Yo, dice, hago siempre lo que
agrada a mi Padre; mi madre
y mis hermanos son los que cumplen
la voluntad de mi Padre; mi alimento es
el hacer la voluntad del que
me envió; realizar la obra que me
ha encomendado (5).
"No se haga mi voluntad,
sino la ruya", dice huerto.
(2) Le. 1, 51-53.
(3) Le. 9, 58.
( 4) Salmo 21.
(5) En diversos pasajes evangélicos bien conocidos.
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EUSTAQUIO GUERJ?JJR.O, S. t.
Cuando aquella buena mujer le dijo: "Bienaventumdo el vientre
que te
llevó y

los
pechos que te ruruunantaron", Él resporulió: "Me­
jor
aún, «bienaventurados los que
aceptan la palabra de Dios y la
ponen por obraȼ'(6).
Este
Mesías es el anunciado en el Antiguo Testamento romo Sal­
vador
de los pobres,
como vindicador
de
las injusticias de que son
víctimas, aunque venga para salvarlos a todos; pues como dice
San Pablo a Timoteo: "Quiere Dios que todos Ios hombres se salven
y

vengan
a1 conocimiento de la verdad" (7).
Apar,ooe, pues, clalramente,. romo antes decíamos,

que en
el
pobre del Antiguo Testamento, no tanto resalta la carencia de bienes
terrenos como el atractivo de las virtudes mencionadas y coherentes
con la situación psicológica y social propia de cierta insuficien­
cia
de bienes
materiales; y que Jesucristo mismo fue modelo de
ese pobre de Y aveh.
3. Pero hemos de insistir algo más en las enseñanzas de palabra
y

obra
dadas por el Señor en el Nuevo Testamento y proclamadas
en el Magisterio de la Iglesia, pata formamos un concepto exacto
de la pobreza que nos propone· Jesucristo como ideal, en coherencia
sustancial con la enseñanza del Antiguo Testamento.
La abundancia de bienes materiales es considerada en el Anti­
guo Testamento
un bien en sí, 01ya posesión por persooajes bíbli­
cos,
como
Abraham, Isaac y Jarob con sus hijos y

otros, es
a!ahoda
como un don de Dios, una bendición de Dios, como causa de otros
muchos bienes, aun espirituales, como algo cuya adquisición supo­
ne normalmente meritorias cualidades humanas: diligencia, sagacidad,
realismo, auaacia, templanza... según puede

comprobatse en diver­
sos
textOS del Vocabulario Bíblico de J..e6n Dufour, págs. 78 y 79,
col. 1 y 2.
Pero se estima bien secundario, esto es, no el máximo; pues
mayor es la paz, la salua, la sabiduría, la caridad, la piedad religio­
sa, la misericordia. Además, se le -señ!dan muchos peligros, pues in­
cita, pata adquirirla, conservarla y aumentarla, a cometer muchas
(6) lb.
(7) I
a Tim., 2, 4.
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SOBRB LA POBREZA BV ANGBUCA
m¡usttctas; incita a emplearla en vicios diversos, en placeres indeco­
rosos,
en
conseguir poder
y honores que lleven el alma a la soberbia
y a una conciencia de autosuficiencia que fomenta el olvido de Dios
y, por lo mismo, la impiedad.
Por eso, a

la
riqueza prefiere .la simple
suficiencia,
según aquello
de los Proverbios, 30
ss. "No me des pobreza ni riqueza; déjame
saborear mi porci6n necesaria de pan, no sea que viéndome colmado
de tesoros me desvíe
y diga: ¿Quién es Yaveh? o en la indigencia
robe
y profane el nombre de mi Dios." En todo caso, por mucho
que en
el Antiguo

Testamento se alabe
la limosna y toda generosi­
dad de los ricos con los pobres, no
rontiene esas

frases del Nuevo
Testamento contra las riquezas y los ricos, ni esas exhortaciones
tan expresivas ---,y a veces exigencias--como podem.os ver en
muchos de sus textos.
Si atentamente consideramos los principales textos evangélicos en
que Jesucristo habla de la pobreza y de los pobres, veremos confir­
madas todas nuestras afirmaciones precedentes.
IIL Breve aolaración de algulloo.
Los comentados doctos y perfectamente ortodoxos de todos es­
tos textos pueden verse en el romo primero correspondiente a los
cuatro •evangelistas publicado en la
BAC por profesores de la Com­
pañía de Jesús en
sus universidades de Gcanada y de Comillas:
Páramo,
Alonso y Leal
En

la imposibilidad de reproducirlos por entero
aqu~ me

limi­
taré a

algunas
consideraciones sobre
dos principales textos en orden
a calibrar Jo que la pobreza
y la riqueaa significan en la valoración
que Cristo les
da.
l.
En la parábola del rico Epu16n aparece claramente, y es
común pensar de los escrituristas, que
ai pobre Lázaro se Je garantiza
el

seno de Abraham;
y al rico se le excluye de él, no por eficacia
intrínseca de la pobreza. o de la riqueza respectivamente, en sí mis­
mas consideradas y solas, sino por la conducta que uno y otro adop­
taron en su
actuaieióo durante ia vida en este mundo. Pues el uno
fue piadoso, humilde, paciente,
cumplid0t de
su deber;
y el otro, no;
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EUSTAQUIO GUERRERO, S. I.
sobre todo en el uso de sus riquezas, sin la debida atención a las
necesidades de su prójimo y hermruio.
Ni

se
alaba la pobreza, ni se C011dena la riqueza. Si hay simpatía
divina, o

aun
alabanza del pobre Lázaro, no es por carecer de bienes,
sino por ser virtuoso,
COll las virtudes propias de su pobreza, como ha
de

serlo el pobre merecedor
del seno de Abraluim; y si se manifiesta
duteza
contra . el

rico, no
es por ba,ber!o sido, sino por la crueldad
que
ha mostrado contra Lázaro no dándole ni las migajas que caírui
de su mesa.
Y la frase del versículo 25: "Hijo, recuerda que dutruite tu vida
recibiste muchos bienes, mientras Lázaro recibió muchos males; ahora,
pues, éste es consolado, y tú, en cambio, eres atormentado", no sig­
nifica que el pobre, s6lo por carecer de bienes en este mundo, se sal­
va; y el rico, por poseerlos, se condena. Sería un absutdo. Pues la
vida fututa

es premio o
castigo de
la
presente, según
los méritos o
deméritos de
1a persona (8).
2.
Aquello de
San Mateo y de los otros dos sinópticos: "Si quieres
ser perfecto, anda,

vende Jo que tienes
y dalo a los pobres, y entonees
ven
y sígneme'", con cuanto signe sobre la dificultad de los ricos para
entrar en el reino de lo cielos, semejante y aun mayor que la de un
camello para pasar por el ojo de una agnja, tampoco significa que la
riqueza impida 1a santidad verdadera; y menos de un modo abso­
luto
(9)
Porque· aquí llama el Señor a aquel joven no simplemente a la
perfección
cristiana de 1a generalidad:, sino a esa otra perfección que
eiiige la pobreza actual de

los escogidos
para una perfección apostó­
Hca, que

no es de
todos, sino de los que todo lo dejan pata entregat­
se en

cuerpo
y alma y quedar, sin solicitud terrena algnna, disponibles
para ocuparse sólo

en el divino servicio del apostolado.
Por lo cuai,
siendo tan rico, hahía de renunciar a todo; y e&0 le costaba mucho,
como es fácil suponer. ¡Convertirse en un pobre total y acrual de
bienes terrenos! No

tuvo
vatlor para tanto, aunque era un joven bueno.
6~8
En presencia de este hecho, el Sefíor recalcó el peligro de las
(8) Le, 16, 19-31.
(9) Mat. 19, 16-26.
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SOBRE LA POBREZA BV ANGEUCA
riquezas materiales en cuanto su amor suscita resistencias para seguir
la llamada de Cristo; ya a la vocación general cristiana, ya a la espe·
cial

de
sacerdooes y religiosos, sobre todo. Pero en realidad no hay
aquí
ni condena

de
la riqueza
en sí,
ni alabanza de la pobreza material.
Nada que establezca la absoluta incompatibilidad entre la riqueza y
la santidad. Como lo acredita el hecho de que haya habido en la
Iglesia tantos ,ricos sanros, y canonizad.os, que, poc lo mismo, entraron
en el reino de los cielos, aquí y en la bienaventuranza eterna.
El mismo hecho de que muchos jóvenes bien acomodados y hasta
bien ricos, renuncien a todo ,IX>t ser sacerdotes o religiosos misioneros,
prueba que, con la gracia de Dios, hay v~lor en el hombre, no sólo
pa varlas y vivir desprendido de ellas, y usarlas sólo para
el divino servicio.
A lo sumo
podremos asegurar

que a
los llamados estados de per·
fección acceden, de ordinario, con menor dificultad los no ricos que los
ricos; sin que éstos carezcan de gracia divina para acceder, OiaOdo tie­
nen para ello verdadera vocación; y sin que los que no tienen esa autén­
tica vocación, no puedan tener otra especial de poseer riquezas para
producir bienes con que ayudar a sus hermanos y contribuir a un
honesto
bienestar social que es rompatible con la santidad eximia
evangélica, y aun a veces es conveniente, cuando no necesario.
IV. Amor de la Iglesia a los pobres.
La Iglesia
ha amado y ama singula,mente a los pobres; y no po­
dría menos de hacerlo así, al ver que su Señor, su Fundador, su Salva­
dor, se hizo pobre por enriquecemos; vivió y murió tan pobre que
desnudo fue clavado en la Cruz.
San Pablo, en la epístola a Ios Filipenses, c. 2, tiene aquella mara­
villosa perícope:

"Sea vuestro sentir el de Cristo
Jesús; el cual, en la
posesión de la forma de Dios, no tuvo por u,renunciable vivir al
igual de Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de
esclavo, haciéndose semejante a los hombres
y apareciendo externa­
mente
como un hombre. Se humilló a Sí ·mismo obedeciendo hasta
la
muerte y muerte de cruz". Donde expresa hasta qué extremo se hu-
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EUSTAQUIO GUERJIER.O, S. l.
milló Jesucristo y se empobreció, privándose de la gloria externa que
correspond1a a su divinidad y de los bienes terrenos de que era por
esencia dueño como Creador y Redentor.
"Y a
conocéis -escribe también

San
Pablo a
los Corintios-
la
gracia de Nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico se hizo pobre por
vosotros, a fin de que vosotros os enriquecieseis con su pobreza" (10),
pues por esa pobreza, esto es, por su humillación, su catencia de bie­
nes, nos
mereció los

inefables tesoros
sobrenatu tiana aquí y en la eternidad.
Por otra parte, vino Jesucristo como Mesías de Israel, y el
Mesías estaba anunciado,
segón dijimos antes, como
Salvador de los
injustamente oprimidos, de
los nea,sitados, por su insuficiencia pro­
pia, de
protección contra las violencias de los potentados de este
mundo y de
las mismas fuerzas adversas naturales. Y él mismo se
atribuyó
esa catacter.fstica de liberador de

los míseros y necesitados,
como prueba de su divina misión. Puso
además, como sefurl de

su
Evangelio y de los
suyos, la

caridad o
amor muruo, fraternal, y

se
identificó
ron los

enfermos,
necesitados, pobres,
hambrientos,
se­
dientos, encarcelados, que habían de ser objeto de esa caridad. Así
en
el último o supremo juicio (11).
Por estas preferencias de Cristo con los pobres y
por haberse
hecho Él mismo pobre, es narural que la Iglesia recuerde a Cristo en los pobres y los ame
por amor de Él, y con amor eficaz y práctico,
que

tiende a
liberarlos de

los
males implicados
en su
¡,o breza: males
materiales
y espitiruales,
para practicar

con ellos la caridad.
La Igle­
sia no ha surgido
para cambiar las estructuras, sino pata practicar
o ejercitar 1a caridad. Por eso, si constara con evidencia en algtín caso
que una estrucrura es rontratia a la caridad, la Iglesia podría y debería
ayudat a su cambio con d modo y medios apropiados y más eficaces
posibles.
En este sentido puede hablarse de la Iglesia de los pobres; y
siéndolo, conmueve los corazones y da confianza a los se.res humanos.
Pero eso no significa que sea sólo de los pobres y pata los pobres
(10) II a los Cor., 8, 9'.
(11)

San Juan,
·n. 34-35, y cap. 15 ss. Mat. 25. 31-46.
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SOBRE LA POBREZA EV ANGEUCA
únicamente, y menos sólo para los pobres en bienes materiaies y
terrenos. Una madre tiene
especial ternura y

solicitud con sus peque­
ñines, verdaderos pobres, porque la necesitan
más; pero

es madre
de todos
sus hijos y los ama, en el fondo, por igual. Así es la Igle­
sia.
Más aún; de los pecadores ha de ser Iglesia especialmente, porque
Cristo,
su Fundador y su
Cabeza, es el Buen Pastor, solícito por la
oveja perdida; es
el Cordero de Dioo que quita el pecado del mundo,
y sólo Él puede quitar con su sacrificio
generoso; el Salvador que no
vino
a llamar a los justos,

sino a los
pecadores; el médico divino que
no vino a curar a los sanos, sino a los enfermos, según Éi mismo ex­
presamente proclamó.
Pues bien, los ricos y potentados malos, y, por Jo mismo, carentes
de bienes espirituales por sus pecados, por sus injusticias
con los
demás,
por sus tiranías y opresiones de los débiles, son en realidad
los más enfermos, los
más pobres, los más necesitados del favor
divino, sin
el cual no pueden resucitar de la muerte a la vida.
La
Iglesia, pues, por la obligación que siente de aplicar la reden­
ción de Cristo a todos los
pecadores -los más pobres-ha de amar­
los especialmente y aplicarse a su remedio y a su salvación. Y hasta
diría

que los que la
llaman Iglesia

de los
pobres han de conceder que
ha de
serlo de todos los pobres, y, principalmente, de los más pobres,
que son los carentes, por sus
pecados, de la gracia de Dios .
.Así, pues, no adoptemas posiciones natura:listas, exclusivas, que son
falsas, por abusar de la materiaiidad de las palabras, y consideremos
por más pobres a los faltos de bienes sobrenaturales que a los
carentes de los naturales; y entendamos la
particnlat cuestión del
orden

de personas que ea la
evaogelización ha
de
guardar la
Iglesia,
como Jesucristo
mismo Jo

guardó y, como apoyándose en
el Evagelio
mismo
y en la razón iluminada ¡,orla fe, Jo guardaron y Jo acoosejaron
los apóstoles auténticos;

ya los adoctrinados
irunediaramente por
Je­
sucristo,
ya los

que después se
consagraron a ptomOVet la fe y la
vida cristiana ea los siglos futuros,
según la diversidad de

las circuns­
raocias, como Santo Domingo de Guzmán, San Francisco de Asís,
San Ignacio de Loyola
y sus hijos, con taDtlOS otros, hombres y mujeres,
anteriores, contemporáneos y posteriores. De lo cual trata.remos en
el próximo artículo.
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