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Número 155-156

Serie XVI

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El liberalismo ideológico contra las libertades (II)

ILUSTRACIONES CON RECORTES DE PERIODICOS
EL UBERALISMO lDEOLOGJCO CON'I1RA LAS LIBERTADES
II. ¿CóMO EL UBERALISMO IDEOLÓGICO PUEDE LLEVAR A RESULTADOS
CONTRARIOS A LA LIBRE EMPRESA?
Sin duda cuanto hemos expuesto en el apartado I de estas Ilustraciones
(cfr.
VERBO 153-154, págs. 587 y sigs.), es conlradü:to,u, con el lil,ern­
lismo -ecronómd:.co, pero éste no es sino una posición parcial del libera&mo
ideológico, que admite posiciones contrapuestas; y en/re las posturas
políticas del liberalismo sóla la de Locke se aviene bien con esos i1adser
fai!re, bise!" ¡paser de los fisiócratas. El liberali.smo que de8emboca en la
democracia, sorrrete esa postura al voto de la mayoría que a medida que
se masifica más tiende y en mayoc grado a pedir el intervendortismo estatal
y,
consiguientemente, más votos otorga al sociali-smo. Ya el liberalismo
revolucionario que proclama que no hay libertad para todos si no hay
igualdad condu.ce, de la mano de R.ousseau, a la ailienatioa totaffie "de cada
uno con rodos sus 'bienes a la conu.uiicJacl'. Por otra. -parle. el egoísmo
del liberaliMno económico ¡,rovoca, por reacción, el egoísmo de las masas
de asaleriados, que se traduce en los · .comicios, o en revoluciones, que
llevan al poder a quienes dice111, errcarnar la dictadura del proletariado.
La libre empresa sólo está garentizada realmente en un orden de li­
bertades concretas integrado en un arden que conjugue distirttas esferas:
religiosa, ética, jurídica, política, el ámbito de hls cuales lo discrimina
el mayot bien, y que efWre sí .se conjugan-, sin excluirse, denft-o del ordien
natural de las cosas, dinámko sin duda, en el que se incluye evidente.­
mente la acción del hombre, que con su razón. su libertad y su respon­
sabilidad se halla situado dentro de este orden, unive,sal, equilibrado y
plurlfam,e, con el que debe contar -concclérrdclo y. ~ámk,lo-si
no quiere i~ el desorden en su esfera partku/ar y social.
En cambio, el liberalismo idec16glco nos lleva a p,etender sustituir
este orden. que él niega, -el que cada cual estime me¡o,, /rnponJé,wse
para no caer en la anarquía. .en definiti.va, la opción que la magOt'ía
quiera o la que el despotismo ilust,rado o la tecnocracia de turno hayan
inventado
como pan"BCea. Así, el libre racionalismo ideológico termina
por asfixiar de hecho al liberalismo económico.
Algunos recortes que tenemos a la vista pueden austtElt'nos en este puni'O.
827
Fundaci\363n Speiro

A) EL LIBERALISMO IDEOLÓGICO LLEVA A UNA NEGAOÓN Y A UNA PÉR­
DIDA DE VALORES, qtlE CONDUCE AL DESORDEN ECONÓMICO Y PORDUCE UNAS
APETENCIAS QUE, PARA SER LLENADAS, PROMUEVEN LA INTERVENOÓN ESTATAL
CON
MERMA
PAULATINA, PERO IMPLABABLE, DE LA INICIATIVA PRIVADA.
Los síntomas actuales tos vemos expuestos magistralmente por Javier
M. die Bedoya en su adículo LA C.OLMENA ENLOOUBCIDA, pttbUcado en IN-­
FORMACIONES del 3 de enero de 1977,
828
«... Para unos, las cosas suben a precios que no pueden
pagar; para
otros, los salarios suben
a cifras que no pueden
sostener en
sus negocios

sin amenaza de quiebra inmediata;
para no pocos-, las posibilidades de trabajo se esfuman. Todos
decidimos gastarnos la última
peseta como sea; nadie queremos
ahorrar e invertir, porque nada es seguro hoy,
ni valdrá ma·
ñana
lo que ayer. El consumo es frenético, suicida ... »
«Estamos
ante una crisis de
confianza, ante
una ausencia de
valores del espritu, ante u.ita subversión en

el orden de las so­
luciones que cada uno se aplica o
que el Estado impone.
» Ya no cuenta si se produce o no lo bastante; no se valora
la calidad del
quehacer profesional;
se
descarta la
fuerza del
sacrificio, de la moderación,
del ahorro

y
del método
en todos
los planes
existenciales; se

devalúa la moneda, las responsabi­
lidades personales y la
_creatividad; se

niega la selectividad y
el estímulo de la competitividad para mantenimiento del pro­ greso, tratan-do de
sustituirlas por wi ignalitarismo ordenancista;
se olvida ·que todo nace

en el individuo
-imagen de Dios-,
para caer en

la adoración del becerro
dé oro,

en el culto del
Estado omnipotente, el más falso de los ídolos. »Resultado
de todo ello ---de esta crisis fundamentalmente
psicológica- son los
presupuestos abrumadores
del Estado; esos
déficit
pavoi-osos de

las
empresas nacionalizadas
(públicas o
paraestatales);
esa Seguridad Social

montada sobre ideas
abs­
tractas y no sobre datos reales, que ·destruye la economía del
país y que terminará
comiéndose a
sí misma; esos convenios
colectivos
O de sector que

no tienen en cuenta la situación
ver­
dádera
de

cada empresa y que suben los salarios por encima
del índice de precios;·
eSOs sindicatos

que no se
solidarizan
con

las responsabilidades
de la producción y van quebrantando
una a
una la, existencia de las empresas, matándolas irremedia·
hlemente; esa política de desprestigio de
la moneda, cuando
el verdadero

objetivo
debiera de

ser revaluada constantemente;
Fundaci\363n Speiro

ese clima de con.sumo, de importaciones "a gogó", dejando a un
lado toda idea de
solvencia; en fin, esa inflación galopante,
que
no

remedia nada y lo agrava
todo.
»Francamente, no es serio lo que están haciendo los Gohier·
nos españolee desde hace tres
años: aumentar
la
masa de dinero
para
combatir el paro, cuando

está demostrado que a mayor
inflación,
más desconcierto económico y mayor paralización de
todo ; devaluar la moneda, cuando priman las importaciones en
la balanza, y,
al encarecerse, frenan las exportaciones de los
productos que contienen elementos importados, sin contar con
que
la devaluación es otro factor más de inflación y desconfian­
za;

incidir en una política laboral de intervención
protecciO­
nista,

cuyo exceso
se traduce
en
una, falta
real de protección
al
trabajador, frente

a la
crisis, agravada
por la
asfixia legal
de
las empresas.
»Las

soluciones a
esta locura
de la colmena no pueden
ser
más
sencillas

de contextura, ni
más difíciles, en cuanto al valor
que suponen para
la autocritiea y para la acción. Se trata de
restablecer la
confianza en

el valor del
trabajo, de la moneda,
del

ahorro, de la significación de una vida
en proporción
inversa
al parasitismo y a la improductividad. Hace falta un Gobierno
fuerte,>>
« ...

que se empeñe
en asegurar las

bases de la convivencia,
sin suplantar
la Iiberta-d creadora de la iniciativa privada. En el
aspecto técnico, sin llegar a una fórmula cuasi matemática, como
la recomendada por
Fried~ el

premio Nobel de Economía
de 1976,
:y que consiste en disminuir el gasto público del año
en la misma proporción que el índice de
inflación y
mantener
un aumento fijo anual del 5 por 100 de la circulación monetaria,
resulta
evi-Oente que

se hace urgente cortar el chorro expansivo
de la inflación que nos
ahoga y

nos desmoraliza; mantener la
seriedad de
nuestra conducta

social, conservando
el valor del
ahorro y la
moneda, y

acabar con las falsas creencias de qne
el
Estado

lo puede todo y
las empresas son

pozos sin fondo de
riquezas sin fin, o fábricas de prosperidad de cuento
de hadas,
al

margen de
sus resultados.»
Diego Jalón, en su MERIDIANO EcoNóMICO de ABC del 6 de enero
de 1977, oomenta:
«Gusten o no gusten los enérgicos trazos del cuadro que
describe Bedoya, son
verdaderos. Lo son desde mucho tiempo
829
Fundaci\363n Speiro

atrás, Lo son desde que se inició una política económica nacional
"'sui generis", con tantos, ingredientes

de desconfianza
hacia la
iniciativa
privada,, ha'cia

la libertad económica
y hacia la compe­
tencia ... »
«Desde entonces,
desde aquellos

afios en los que pudo ha­
cerse una política
económica razonable,

eficiente, fundamenta­
da, y no
se hizo, pese a las circunstancias favorables, están sem­
bradas las

semillas de la lamentable cosecha de hoy.
»¿Se admite un ejemplo,? Cuando trato de comprender mu­
chas de

las
asombrosas demandas
-igualitarias,
lineales, etc.­
que

encienden hoy al rojo vivo los conflictos
laborales, releo
las

primeras
reglamenta.e.iones que
nos hicieron, sin distinción,
"productores" ... , y lo entiendo
todo.»
El (Jl'Opi,o liberal.ismo ideológico ,.....,d,entista, radonalizador cuantifi ..
cador y operativo, pero no cientifi.co. razonable ni -prácf:ico,-, de los tec-­
nócr:etas gesta
la explosión de este desorden. A este propósito podemos
leer en EL HERALDO DE MEXICO del 29 de julio de 1976, el artículo
Los TECNÓCRATAS, HIJ()S DEL REIATIVISMO, de José J. Casrellanos, del que
recortamos:
830
«Hace pocos días hablé aquí sobre el peligro de la tecno­
cracia, tema
éste que también era de actualidad y que aún llama
la atención de
todos, no sólo por
lo esotérico del término, sino
por ser una tentación demasiado cercana a nosotros, ya que
parece una plaga que
fácilmente puede

extenderse por el mundo,
sin
parar mientes

en ideologías o
sistemas.
»Abordo
el

tema de
nuevo, con
ocasión de una
conferencia
que

dictara uno de los
intelectoales españoles más

destacados
de
nuestro tiempo,

no tanto por su popularidad como
perso~
cuanto

por la profundidad
de su pensamiento; don Juan Vallet
de Goytisolo, quien
habló precisamente
sobre la tecnocracia du­
rante una
conferencia en

el Instituto Cultural Hispano Mexicano.
»-Imposible resumir

o reproducir
aquí los profundos concep­
tos

de la
ponencia; pero

quiero
hacer al116ión a varias de

las
ideas principales

o que
más me

impresionaron.
»iA.utor de un libro sobre la tecnocracia, V allet de Goytisolo
señala, en primer lugar, la facilidad de adaptarla a cualquier
latitud y ponerla
ai servicio de ideologías contrarias, como el
socialismo y
el capitaliMDo, Pero, destaca este pensador, hay
dos

requisitos que hacen posible el dominio de los tecnócratas:
el progreso científico y los sistemas totalitarios.
Fundaci\363n Speiro

,-En cuanto al progreso científico, resulta evidente que la
cibernética
es el más poderoso auxiliar de trabajo de quienes
todo lo racionalizan
y cuantifican para determinar, conforme
a estas variables, cuáles son los caminos que necesariamente se
tienen que seguir.
»Es importante seííalar que V allet de Goytisolo advierte una
distinción muy clara en tomo al
problema de
la racionalización.
En este caso no se trata del ueo de la inteligencia para discutir o
pasar de una verdad a otra,
sino que se identifica lo racional
con lo funcional, con lo
pragmático, con aquello

que aporta
resultados ahora conforme a
una situación dada, sin analizar si
eso significa estar en posesión de la verdad; en realidad se trata
de
recetas que

no toman en cuenta ni la libertad humana ni
la
naturaleza de las cosas.>
y termina,
«Por último, la necesidad de un_ gobierno que absorba todo
y
que controle todo se hace ·evidente
c~do sabemos bien

que
los tecnócratas
suelen estar

demasiado
especializados y a fuerza
de hacer encajar una pieza
en el rompecabezas social terminan
por
hacer imposible armarlo en su totalidad, por lo que siempre
será
necesario un gran aparato burocrático que se encargue de
afrontar
estos continuos problemas.
»En fin, Vallet: de Goytisoio señaló especialmente la deshu­
manización a
que conduce esta, visión de la vida, ya que cuan­
tificando
todo quedan sin valor
alguno los
elementos no cuan­
tificables, los valores cualitativos y, en especial, el de la justicia
general.
Esto aparece más claramente Hustrado cuando se piensa
en la distribución de la riqueza, para la cual los técnicos tienen
recet.as mecánicas que igualan a todos los hombres, sin importar
si con ello afectan o no
a valores sustanciales de la persona
humana, y en donde, además, todo es cuestión de fórmulas y
no de actos justos.
»No puedo dejar de m~ionar que la única SO'lución frente
a esta amenaz, señalada

por
el propio don Juan V aJ.let, es el
retomo
a
las formas de conocimiento de la verdad; la obser­
vación
del orden natural del Universo, y, por último, el forta­
lecimiento de los
cuerpos naturales de la sociedad, enfocados
a
la realización del bien común que, por necesidad, no se limita
a las
estrncturas físicas, sino a la realización integral de los
hombres.>
831
Fundaci\363n Speiro

Enéce los empeñas que una óptica cuantitativa y opecativa ha preten~
dido logrElt' se halla el. muy plausible del. pleno empleo. Pero su conse-­
cución se ha sacado de quicio al. acudir a remedios que causan males
¡x;ores a la larga,. como SQtJi la inflación, las subvenciones a industries
inviables o mal llevadas, y las nacionalizaciones. La perspicacia de nues­
tro amigo Gustalve-Thibon ha e.xplcado ese fenómeno en su. artículo
PLENO EMPLEO, ¡A QUÉ PRECIO?, publicado en ACTUALIDAD ECONO­
MICA
del 6 de jttlio de 1976.
832
«El peligro de paro es la contrapartida de los beneficios de
la economía

de competencia.
La cuestión se reduce a saber si
es
preferible abolir la competencia para garantizar el pleno
empleo. Unicamente el
Estado tiene este poder nacionali~imdo
las empresas,
es decir, convirtiendo

a todos los ciudadanos en
funcionarios.
Lo que equivale a la supresión de toda libertad
económica ...
»
«No desprecio la gravedad del problema. Me limito a denun­
ciar un

remedio que
es peor

que la enfermedad y pienso que
la solución se debe buscar en el sentido inverso, es decir, en una
mayor

liberalización del
dinamismo actual
de la economía, que
multiplicando las
posibilidades de

producción y de intercambio
disminuiría, por tanto, el
riesgo de

paro. Porque el paro va
unido, en gran
parte, a

la falta de_ flexibilidad
y de creatividad
de una economía frenada en su expansión
normal por
las inter­
venciones
arbitrarias de

los Estados: política aduanera de cortas
miras, manipulaciones
monetarias, protección

de ciertas empre­
sas
deficitarias, presión fiscal asfixiante, etc.
»Uiclho esto,

no hay
selección sin
eliminación y permanecerá
siempre una amenaza de paro para los
que se muestran

incapa­
ces-de

soportar la competencia o· de reconvertirse en caso de
fracaso. ¿Es realmente un motivo justificado, para favorecer
a estos últimos,
abocarse a
una política de pleno
empleo a
toda
costa, que impondría a los mejores el
corsé de

hierro del
es­
tatismo?

Dicho de otra manera:
¿ debilitar el conjunto del cuer­
po social en beneficio de sus células
más pobres
y
más amorfas?
»¿Dónde queda

entonces la fraternidad
cristiana y los de­
beres

que
ésta impone

respecto
a los
débiles y los desheredados?,
me
. preguntó nn joven sacerdote imbuido de suefios socializan tes.
Respondí que las empresas económicas no son instituciones de
beneficencia.
La competencia industrial o comercial se puede
comparar a
las competiciones
deportivas:
¿se ha visto

alguna
vez a

un campeón cualquiera llevar la caridad cristiana hasta
Fundaci\363n Speiro

el punto de eclipsarse ante un rival menos dotado? Lo que se
pide aquí al
más fuerte no es que renuncie a su fuerza, sino
que la despliegue
al máximo respetando las reglas del juego.
De la
misma manera,

en
el ·plano económico, el único deber de
los hábiles y
de los poderosos es hacer coincidir al máximo su
interés
particular con

la prosecución del bien común. El derecho
del más fuerte no va
más lejos, pero nada debe impedirle que
llegue hasta allí. »Falta decir
--iy aquí sí que la noción de caridad cristiana
recobra
vigor-que

ninguna sociedad digna de este
nombre
puede desinteresarse de

los abandonados a costa de la compe­
tencia económica ni incluso de sus elementos marginales,
impro~
píos

de una actividad
normal. Pero
asistencia no significa
igual­
dad. Se entiende muy bien que, paralelamente a la beneficencia
privada, una parte de la renta
nacional se
destine a
aquellos que
las

circunstancias económicas
o su
incapacidad
personal impiden
bastarse

a sí mismos. Pero,
insi&to, esta
ayuda a los
más débiles
no implica
en ningún

grado una destrucción de las jerarquías
naturales, que, paralizando a
los más

fuertes, se·
volvería fatal­
mente

en detrimento de
todos, incluidos

los desheredados de
la naturaleza o de la fortuna, que estarían entonces menos asis­
tidos, ya que el igualitarismo habría cegado las fuentes de la
prosperidad general. La primera
condició°" para salvar eficaz­
mente

a los ahogados,
es no

entorpecer a los
buenos nadadores· ... :»
Estos remedios, 13'!0res que la enfermedad, suelen ser acariciados por
mentalidades socialistas que tratan de imponerlos luego si akanzan el -po­
der. La herencia que ha dejado Echevertia en México es una muestra de
ello. La crónica desde Nueva York de Jasé María Carrascal, publicada
en ABC del 2 de didembre de 1976. lo explica,
«La herencia que Echeverría deja a su sucesor, de todas for­
mas, es para asustar a cualquiera:
»El peso,

en la mitad de
su valor
de
hace tres meses; los
capitales
en fuga,
rma inflación

del 30
por 100

anual, la mitad
de la población laboral en paro o semiparo,
d. déficit de la
balanza de

pagos en 3.000 millones de dólares y
wia deuda ex­
terior

de 23.000 millones ...
»
Lo cierto es que
«... Echeverría realizó, en sus seis años de mandato, un vigo­
roso esfuerzo
para elevar
el nivel de vida de
los más deeampa,.
833
Fundaci\363n Speiro

rados de su país, y para hacer éste más independiente de los
Estados Unidos ...
»
«... los prejuicios ideológicos no le hicieron respetar las
leyes económicas, y é_stas se vengan.»
B) LIBERALISMO ECONÓMICO PARA EL FUERTE Y RESTRICCIONES PARA EL
DÉBIL.
U. S. A. ha dado .una muestra de ese volunial'ismo que impone la le¡j
del embudo, con referencia a nuestras exportaciones de calzado a su te-­
n-itork>,
Lo ha comentad,, José Javaooyeo en la colwnna Meric!ie,,o Mundlal
de ABC del 8 de enero de 1977 con el titulo LA ÉTICA POR LOS PIES,
calificand-0 esta aditud de
«... gravemente contradictoria con la política y la filosofía
mismas
de la libertad de comercio, para las ideu y para las
cosas, que ,0005titoyen la más importante contribución de esa
sociedad

nacional
a los atribulados tiempos que vivimos.:i,
Y recalca;
«Esa contradicción (la de alzar barreras proteccionistas para
los mínimos sectores industriales
en que no es competitiva la
economía norteamericana) nada
se aviene

a la ética de la
Iiher-­
tad y -sí &e correspo-nd~ cien.to. por ciento, con la moral darwi,
nista:

en la
que contrad'eeirse sería algo así como cierto modo
subsidiario de expresión del poder ... »
«... Aunque sea nada ético y todo lo antidemocrático que
se qui~»
C) LA OBSESIÓN DE 1A IGUALDAD.
Bs otro fruto de la ideología liberal al sustituir la indagación del
orden de las cosas por -idealismos puramente mentales.
Estamos ante uno de los mayores maks de nuestro tiempo. No en vano
la
envidia es un pecado. capital y la igualdad es incompatible con la vida.
Iguales son
las cWu'las cancerosas e iguales las cenizEIB de los que fueron
seres vivos pero que
ya han muerto y sufrido la con,,zpción de su carne.
Pensamos esto al rele« en EL PENSAMIENTO NAVARRO del
834
Fundaci\363n Speiro

29 de alxü de 1976 el Bttic:uJo de Mamml de Sadta Cruz, Los CONCIERTOS
ECONÓMICOS y LA OBSESIÓN DE LA IGUAIDAD, que se ocupa. de otro artícu~
lo publicado en ABC, por el R. P. Gomaoo M..-tm,z Diez S. l.. criti­
cando el Conderta Económico de la Diputación fo,al de Alava,
«El tono general de ese último artículo, de redacción sobria
y cautelo"9 y las cifras aducidas-,, han sUBCitado en algunos lee­
lores la idea de que están ante, una desigaaldad entre espafioles
producida por el tal concierto económico; y que esa desigualdad,
como

es
habitual en nuestro contexto sociopo-lítico, debe pre­
juzgarse como mala.>
Mmuel de &mta Cruz nos advierte de que:
« ... quiero señalar: Primero, que hay muchas desigualdades
de las que el R. P. Gonzalo Martínez Diez, S. J., no habla.
Segundo, que no toda desigualdad es censurable por sí misma.
»Primero: Suponiendo y dando de barato que el concierto
económico de la Diputación Foral de Alava sea realmente una
desigualdad entre español~ lo primero que salta a la vista es
que no está
so~ sino
rodeada de miles de
desigualdades más,
asentadas en todo el territorio nacional, a las cua:les ni se men­
ciona.
»Ejemplos:

Unas ciudades tienen puertos francos, y otras, no;
dentro de éstos la franquicia afecta a unos productos sí y a
otros no.
En unas provincias se han establecido polos de des­
arrollo y
en otras
no.
¿ Y el famoso Plan Badajoz, acaso no
se hizo

con el dinero de otras provincias:?
La propiedad de cons­
truir

unas obras
públicas en

unas provincias, postergando otros
proyectos
en otr~ ¿no es

una figura real comparable a
la hi­
pótesis

formulada contra Alava? ¿Por qué los
mejores Festiva­
les

de España, que se montan
con dinero del Estado,
es
decir,
de todas las provincias, se celebran en

la
Alhamhra de
Gra­
nada y no en la Ro chapea? El INI,
que también se nutre del
dinero de todas las provincias,
prefiere unas

a otras a la hora
de emplazar sus grandes instalaciones. A los buenos estudian­
tes se
les dan becas, y

a
los malos, no;

¿por qué
esa desigual­
dad?
»El sabio jesuita pone especial énfasis en que las cuotas de
la contribución alavesa están congeladas unas
veces y mal ac­
tualizadas
otras, mientras

la vida sube incesantemente para el
resto de los
españoles. Pero se viene

silenciando demasiado
que el
Estado sostiene un fenómeno análogo con la congela,.
835
Fundaci\363n Speiro

ción de los alquileres de los pisos, mientras suben los sueldos
de los inquilinos
y el coste de la vida para los propietarios.
»No sigo. En la mente de cada lector habrán brotado sobre
la

marcha
más y mejores ejemplos.
»Segundo:
Hay en el fondo de todo esto una cuestión más
profunda y de mayor alcance: ¿Es mala toda desigualdad? ¿Es
cristiano
el talante ignalitarista? ¿Por qué han de ser iguales
todas

las provincias
y todos los españoles? El artículo que co­
mento da la impresión de que
ee confunde justicia con igual­
dad, y si así fuera, o lo que es aaí en la monte de más de un
lector, sería una equivocación, Tratar igual a
cosas desiguales,
es

una desigualdad
»Dios no ti-ató igual al Pueblo de Israel y a sus vecinos, ni
hoy
día trata

igual a todos los pueblos. Ni a las
personas>.
Y conduye:
«... la sal del cristianismo está en el amor entre desiguales
y entre enemigos; en que el pobre ame al rico; el enfermo al
sano; el torpe al listo. La Creación es un derroche de variedad:
el uniformismo
es la primera consigna de los tota:litarios. La
obsesión por

la
igualdad, tan de moda, es la divisa del socia­
lismo, esa
mezcla anticristiana
de envidia («No codiciar los
bienes
ajenos») y de pereza o incapacidad».
Nos viene aquí como anillo al dedo uno de los B:i11lets publicados por
~ Thiibon en ITINERAIRBS, 209, del 29 de octubre de 1977, que
titula EL EQUILIBRIO Y LA ARMONÍA, del que recortamos los párrafos que
siguen:
836
«El equilibrio, según el diccionario es "estado de un cuerpo
cuando encontradas
la's fuerzas que obran en él se compensan
destruyéndose mutuamente".
»En cuanto a la armoní~ es definida como "el arreglo entre
las
partes de

un
todo de

manera que
,concurran a
un mismo fin".
»La aguja de la balanza es la indicadora ideal del equili­
brio. Este, por definición, reposa SO'bre la
igualdad. Desde el
momento
en que el peso aumenta en uno de los platos, el equi­
librio se rompe. La balanza sólo
registra diferencias
ligadas al
peso.
,-La armonía, por el contrario, 6Xige desigualdad. Cada cuerda
de la. lira emite un sonido diferente, y es la justa proporción
entre esos
son·Mos lo
que da como resultado la belleza de la
Fundaci\363n Speiro

música. Ya no se trata de fuerzas opuestas que se anulan recí­
procamente, sino de un
acuerdo interno, de una
convergencia
expontánea entre
elementoe que

escapan
al peso.
»Los valores humanos más altos (lo bello~ lo Olleno, el
amor,
etc.) dependen

de la armonía más que del
equilibrio. Un
monumento
bello no

es solamente un edificio sólidamente
con&­
truido

por albañiles preocupados por
el equilibrio, es sobre todo
una obra de arte, concebida y realizada por arquitectos dotados
deal sentido de- la armonía. Lo mismo o·eurre con un cuadro
bello:
los colores y las formas no tienen necesidad de neutrali­
zarse los unos a los
otros:; sino

que por
el contrario, cada uno
de ellos adquiere todo su valor y todo su sentido, de su rela­
ción con el conjunto,
»En el equilibrio las

cantidades no hacen
contrapeso; en
la
armonía las ·calidades se complementan».
y añade,
«La gran tara de nuestra vida política, social y económica,
ea que todo depende del equilibrio mwilio más que de la ar­
monía: la rivalidad
sin misericordia que hace estragos entre
las
clases,

las
razas y las

naciones
esta alú para dar testimonio.
En un
clima así, la desigualdad --que en 1ti misma es un factor
de
armonía~ engendra fatalmente

el
desequilibrio. Puesto
que
el desequilibrio no es más
que una discordia latente

y conti­
nua que vuelve al conflicto abierto en cuanto una de
ias fuerzas
en juego la lleva 50bre la otra».
D) EL LIBERALISMO IDEOLÓGICO, QUE NIEGA EL ORDEN NATIJRAL, CON~
DUCE A
UN SOCIALlSMO DESTRUCTOR DE LAS

LIBERTADES ECONÓMICAS.
Volvamos al estatismo y a la asfixia que impone a las imciativas
económicas,
y advirtam.08, como expone Juan VaUiet de Goytioolb, en
FIRMAS EN .ABC del 4 de junio de 1976, con el titulo LA EOONOMÍA "u~
BRE" y EL LIBERALISMO" ECONÓMICO, cuáles han sido al respecto las e~
señanzas tradicionales del magisterío pontificio:
«Pio XI, en esa encíclica IQuADRA.GESIMO ANNO], rechaza in­
cluso el "socialismo educador", y afil"ma: que "socialismo religio­
so,
socialismo cristiano,
implican términos contradictorios; nadie
puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista".
»En cambio,

la propiedad privada, incluida la de los
me-
837
Fundaci\363n Speiro

dios de producción, es reafirmada; la autoridad del Estado es
sometida a
las necesidades del

bien común
y a la Le.y, "tanto
natural como divina",
por lo ,cual no le es lícito desempeña-r su
cometido
de un modo arbitrario, sino que debe hacerlo de ma­
nera tal que "el derecho natural de poseer en privado y de
transmitir los
bienes por

herencia permanezca intacto
e invio­
lable", estimando

que
sería "ilícito"

que
"el Estado gravara la
propiedad privada. con exeeao de tributos e impuestos' y, aun
dejando sentada la afirmación de
que ,os propietarios no deben
hacer
uso de lo propio si no es honestamente", añade que esto
"no
atañe ya

a dicha
justicia, sino a

otras virtudes, el cumpli­
miento de las cuales no hay derecho
a exigirlo por la Ley".
»En resumen,

según
esta doctrina,

en
su contexto general, la
economía .no puede tener como único principio rector la libertad
de mercado o la libre
concurrencia, "aun
cuando dentro
de
ciertos límites es justa e indudablemente beneficiosa"; ni tam­
poco la dictadura económica. Lo que conviene es "que las in&­
tituciones públicas y toda la vida social estén imbuidas de
esa justicia y sobre todo es necesario que sean eficientes, esto
es,
que constituya
un orden social y jurídico con qne quede
informada",>
Pero, no faltan quienes objetan, .•• Gusllatve 1ñibon las replica y se ocupa
de ellos er, LA ACTUALIDAD BCONOMICA del 27 de abril de 1936,
en
su arlVCU:lo REVOLUCIÓN INDUSTRIAL y REVOLUCIÓN SOCIAL:
838
« Un día en que yo denunciaba los daños causados por el
estatismo, y los
incret"blns abusos a

que dan
lugar las leyes
llamadas sociales., uno

de mis interlocutores me hizo
la siguiente
objeción: Usted condena la política
más y más socielizante de
los Estados modernos, pero tenga· por lo menos la honradez de
reconocer que
la gente, en conjunto, vive mucho mejor que en
los tiempos de
las comunidades
naturales: no tenemos
prácti­
camente

mendigos, los enfermos,
los viejos,
las familias nume­
rosas están

protegidas por el Estado, los hogares
más humildes
disponen

con frecuencia
de televisión
y de coche, etc
» Yo respondí que este aumento de -bienestar se debía esen­
cialmente a la evolución de las técnicas de producción y no
tenía nada qne ver con los
progresos del

socialismo
estatal.
Haiy
menos

leyes sociales
en los
Estados Unidos que en los
pai­
es del Este y la abundancia es, sin embargo, mayor para todoe.
El dinamismo de

la economía
favorece a
la justicia social en
el
sentido
en

que- los propietarios
de medios
de producción siem-
Fundaci\363n Speiro

pre en aumento necesitan numerosos consumidores para dar
salida a sus productos, lo que no pueden conseguir si no
es
aumentando

la capacidad
adquisitiva general. Igualmente, la evo­
lución de la sociedad
industrial ha desmentido la sombría pro­fecía de Marx sobre el empobrecimiento _progresivo del prole­
tariado».
Advierte también:
«En cuanto al Estado socializante, lejos de ser el autor de
esta mejora de
vida es más bien el que se aprovecha, el pará­
sito. La dilatación del queso Je permite cortarse una parte más
grande

sin comprometer irremediablemente
el equilibrio eco­
nómico. Se vive,
es cierto, mejor que antiguamente,, pero. no
por
el Estado, sino a pesac de él, y se viviría muclho mejor
todavía
si, con
su.s intervonciones excesivas y desordenadas (mo­
nopolio de

la redistribución,
P-roteccionismo, concesiones
a los
grupos de presió~ étc.}, no quebrantara continuamente el des­
arrollo de la producción y, e-1 juego normal de la concurrencia.
»Es, pues, ·un engaño intelectual poner en el activo de una
política contra.natura los beneficios de una expansión económica
debida a la iniciativa y al trabajo de los particulares. El parásito
tiene

. derecho a beneficiarse
de la prosperidad 'de su anfinión,
pero

no
de atribuirse su origeD.. D-e todas maneras hay que
conceder que en períodos de deffaci6n (especialmente antes de
la
primera guerra mundial)
·e]_ Estado intervino en ocasiones
provechosamente (con leyes sobre los horarios
y la seguridad
en el trabajo, libertades .sindicalés, etc.) para restablecer el eqúilibrio roto en provecho del capital y en detrimentO de la
clase obrera. Pero esos tiempos están bien superados,· porque
hemos caído en el
exceso contrario, y tanto el capital como el
trabajo sufren igualmente.
»El único nexo· que existe ·entre la· revolución industrial y el
empuje de la
·revolución social es que

el
desarrollo· de

la pri­
mera ofrece

a las
aberraciones de

la
segunda· posibilidades

de
repeticióll y de duración, ·que hubieran sido ineoncebfüles en la
economía agrícola
y pastoril de otros tiempos.
» Ya he hablado de la ahundilncia _ Igual que ún hombre de
buena
salud (o
sea; que

posea
, grandes reservas vitales) pnede
forzar

su
cúetpo durante mucho· tiempó -

sin caer
enfermo. las nacionetJ ricas -pueden permitirse comportamientos absurdos sin ser brutalmente-llamadas al orden por la miseria. Cuanto ma­
yor es-la

prosperidad, más
'tarda el ·desorden en ser sancionado».
839
Fundaci\363n Speiro

Es evidente que:
«... los individuos, los grupos y los Estados necesitan un
aumento de
moralidad para res-istir a las tentaciones contra las
cuales nuestros
antepasados estaban prevenidos solamente por
el instinto de conservación.
Lucha de clases, huelgas organiza­
das

o
salvajes, hipertrofia

devoradora del Estado: el dinamismo
actual de
la economía permite soportar mucho tiempó todo esto
sin
castástrofes mayores. Has.ta tal pnnto que muchos sociólo-gos
contemporáneos se preguntan, ante esta crisis, si las conquistas
de
la era industrial no
habrán sido un desastre para una Hu­
manidad demasiado inmadura
para asumirlas:>
En /iTI,
«Todo marcha, sin embargo, bien o mal, me decía un amigo
italiano a
propósito de

las
huelgas en cascada en que se debatía
su país. Yo respondí que esta elasticidad tenía sus límites y
que ninguna máquina puede resistir indefinidamente el uso
simultáneo
del acelerador y el freno. Y es por esto por lo que·
el socialismo, dondequiera que
triunfe, impone
por la
fuerza
br:ut81 una disciplina que nacía antes del contacto inmediato
con
las necesidades

elementales. Porque el desorden no puede
durar siempre
y el orden artificial acecha inevitablemente a los
que rechazan el orden
natural>.
V allet de Goytisolo iconclaía su último articulo citado buscando el
punto de equilibrio de la economia "libre" sin caer en el "liberalismo"
económico,
840
«La reforma de las ideas y la restauración de las costumbres,
adecuándolas

al - orden de las
cosa~ cODBUStancial al bien común,
constituyen
una receta que repele el socialismo, tanto como la
tecnocracia o cualquier otra dictadura económica hecha per·
amnente, y que contrariamente requiere y señala unos justos
límites
en una economía libre.
»Mientras tanto,

el liberalismo ideológico sostiene la licitud
de que
el hombre acometa la utopía de fabricar su verdad, en
lugar de husearlq. en

el orden natural y divino, y
el liberalismo
político pretende realizar el mito de confi!JUl'8r el mundo social
y

políticamente conforme
sus-propias ideas, olvidando ese orden
dinámico

ínsito en la
creación; en éamhio~ el

liberalismo
eco-
Fundaci\363n Speiro

nómico reduce la aceptación, en el ámbito social, del orden de
la naturaleza
tan sólo a las leyes .puramente económicas.
»Es
cierto

que
hay leyes ecollómicas que no pueden violarse
sin provocar
nefastas consecueneias.

Pero
el orden de la Nato.
raleza

también comprende
otras leyes, morales y jurídicas, no
emanadas de la voluntad, sino ínsitas en el orden de la .creación,
de cuyo olvido

también pueden dimanar consecuencias fatales.
»El orden jurídico-político incluye

el económico,
ninguno de
los

dos puede
ser soslayado, y en ambos inciden las violaciones
del
orden moral, Así,
¿ cómo podrá respetarse la ley del mer,,
cado allí donde

todo se
rija por
el egoísmo?
En un régimen
político
democrático, el egoísmo de la masa,, siempre de oorto
alcance,

finalmente
llevará siempre al intervencionismo del E&,
tado pro·videncia. Y si el régimen político es dictatorial, el
poder público, por su
propi6 egoísmo,

para
mantener y
afianzar
su
poder, intervendrá

para reforzar su poder político
Con el
mayor

poder económico
posible, aunque, claro está,
los
_resulta­
dos
serán funestos.
»siempre en el desorden moral, el egoísmo engrendra egoís­
mo. Por
eso el slogan la "economía ante todo", que replica al
maurrasi.ano "politique d'abord", debe someterse, lo

mismo que
éste, al básico
"met8.phisique d"abord", pues

ésta nos señala el
orden de
Io·s fines y

de
los medios, en

su
adecuación al bien
común, después de
responder a

las
l)l'eguntas de qué es el hom­
bre
y qué la socieda'd.
»Así se nos muestran

las
co~ecuendas nefastas a las que
puede conducimos el intervencionismo económico, pero sin
per­
mitirnos tampoco olvidar los resultados inevitables de un hedo­
nismo
moral y de un egoísmo desenfrenado en el orden econó­
mico.
»¿
Cómo compaginar estos órdenes

y salir del dilema
que su
colisión puede plantear?
»El principio de suhsidiaridad y la prudencia política pueden
facilitarnos la

clave en
cada caso.
»Aquél sitúa

en primer lugar la iniciativa y
responsabilida-d
privadas,

y
coloca las intervenciones del Estado en el terreno
de lo excepcional, tanto en cuanto el ámbito y duración, como
en el estilo y pr-0cedimiento de las
intervenciones.
»El
respeto

a las libertades exige la de las personas y de los
euérpos sociales

básicos: familia,
empresa~ profesión, colectivi­
dades

locales. Y también esa subsidiaridad
requiere (Jlle· laB
medidas correctoras no se extiendan

más allá de lo preciso, que
los desórdenes transitorios no
se cotrijan con ortopedias per-
841
Fundaci\363n Speiro

manentes y definitivas. y que el Estado no deje de ser árbitro
imparcial para convertirse en jugador con ventaja, cayendo en
la tentación de hacerse juez y
parte, de cuya confusión sufre
tanto
el orden e;conómico como el moral y el jurídico,
»Por esó, muchas rea1izaciones del

Estado qne nos son
pre­
sentadas como grandes logros y éxitos, al hacerse permanentes y
totalitarias significan un desorden social, masificante, que agota
las energías del ·
cuerpo social,
al que
oprime ortopédicamente
creyendo protegerle>.
E) LA CONQlDSTA DE. LAS VERDADERAS UBE.RTADE.S REALES.
Precisamente Gµsta¡ve Thibon,. titula CoMPETENCIA y SELECCIÓN, su co­
LABORAOÓN, en su articulo publicado el número 8, de ;unio de 1976, en
ACTUALIDAD ECONOMICA.
que concluye así:
«Dunoyer eacribía hace más de un siglo estas pa:labras, que
no han perdido nada de su actualidad: "El efecto de un régi­
men

real de libertad
y de competencia es el de incluirnos a
todos en una situación

en la que cada uno puede
sacar de sus
fuerzas
Y recursos todo lo que legitimamente éstas pueden dar
de
M'"'.
»Una economía sin competencfa no puede ser más que una
economía de tipo militar, donde cada soldado recibe, de
una
Administración casi irresponsable, alimentos, ropa, vivienda y
uniformes, lo que -no hace falta insistir mucho en ello-­
prolonga

la rutina
y favorece el desorden.
»Por el contrario, la
competencia, por
la emulación qne
crea,
alienta

el
deseo de

trabajar
y el espíritu de inciativa, recompen­
sa a los
mejores y elimina a los incapaces y a los parásitos. Por
ello, el didho inglés «the right man in the right place» ( «el hom­
bre cabal

tiene
·el lugar que le corresponde») puede

llevarse
a la práctica.
Digamos a modo de resumen que la competencia
asegura esta convergencia de aptitudes, de intereses y de deberes,
que son condiciones
esenciales para la prosperidad y la armonía
sociales. O, más simple todavía, pone el esfuerzo de cada cual
al servicio de
todos:».
Con GustaMe Th:ibon otro am.igo nuestro, Hemi de Lovitn.fosse, acaba
de publiclll' un lib,o tttullltUJ Sor.uc!ÓN SOOAL · (del que se anuncia la
próxima aparición de stt edición en castellano). VERBO, en su número
87-88, agosto, septiembre, octubre 1970, págs, 667 a 674, publicó su dis-
842
Fundaci\363n Speiro

cwso que, presidiendo la conferencia de nuestro admirado profes« Mar-­
ool de Corte, pronunció en el Congreso de Lausanne ele 1970, y que re­
cogimos con la conferencia de éste y oh-88 en el volwnen PATRIAS,
NACIONES, &TAoos (Madrid, Speiro, 1970),', En La VANGUARDIA del
4 de noviembre de 1976, con ocasión de una co.nferencia que él pronunció
en Barcelona, JU18D M Hemández Pweritcdias publicó una entrevista con
este empresario be.lga. que tituló con una frase de este mismo "BAJO EL
PRETEXTO DE AYUDAR A LOS DÉBILES, EL fuTAOO SUBVENCIONA AL PARÁSI-­
TO SOCIAL". A lo largo de la entrevista ~ insiste en la idea,
que ya expuso en Lauftmne, de la necesidad de un Código Económico
y que explica así:
«... aparte de esta preocupación por los intereses materiales,
hace falta
tener la
pasión por intereses superiores, por el lla­
mado bien común, y en
este plano no encuentro por qué debe
haber
intereses divergentes, Si el bien común es el bien de mi
prójimo,
lógicamente le querré y compartiré con él unos inte­
reses comunes.

Pero lo
que es evidente es que los hombres, como
todas
las
cosas, son

diferentes. Entonces, lo que nos separa a
los unos
de los otros es una concepción errónea de nuestros
intereses. Porque nuestra verdadera

felicidad consiste
en ser
cual somos. Cuando
un homhre nace con la vocación de con­
table, será
feliz de ser contable..
»Entonces, ¿ qué papel le corresponde al Estado? Este es el
gran problema Desde la Revolución Francesa se ha hablado de
los
derechos del homhre, pero muy poco

de los deberes del
Estado. Nuestros Estados
están ba-sados en la divergencia de
intereses de la que hablábamos y ponen toda serie de obstácu­
los para la libre circulación de los bienes e incluso de las per~
sonas.

El Estado simplemente debe preservar cuatro libertades
en la hora actual: la libertad cívica, que ustedes acaban de
conquietar; la libertad económica, que no existe en ningún Es­
tado en la actualidad y que debe conseguirse mediante el esta­
blecimiento

de un
cQdigo económico;
la libertad familiar, con
importantes consecuencias en la educación, uno de los mayores
escándalos de nuestra
soci~dad, y,

finalmente, la libertad de
ge­
nerosidad, que consiste en que todo ciudadano pueda contribuir
al bienestar
de su prójimo sin la arbitraria intervención de una
serie de funcionarios
magníficamente pagados
y
que no
tienen
que rendir cuentas a

nadie. El día en que el Estado garantice
estas cuatro

libertades habrá
cumplido su misión).
Sobre estas cuatro LIBERTADES: .CÍVICA, ECONÓMICA, FAMlLIAR y de GE--
843
Fundaci\363n Speiro

NEROSIDAD, insiste de nuevo Hemi de Loviknfosse en el Diálogo con la
cullum que mantuvo con )c,sé jwo Plenlado, titulado Los ruATRO ROSTROS
DB LA LIBERTAD y publicado en ABC dominical del 2 de enero de 1977
(del C[tE en otro niúmero. de VERBO recodaremos lo que dice acerca de
la ldberrtad famiiilitar). Aqt.i:i sólo lo haremos con la respuesta. que dedica
a la libertad de la generosidad:
844
. . . existe una tercera libertad qne aún tenemos que conquis­
tar:

la
"libertad de
la bondad".
Es ev~dente que no puede to··
!erarse que el Estado desempeñ.e un papel de «providencia> y,
por tanto, distribuya todo como quiera él y donde él quiera,
siguiendo
muchas veces

presiones políticas. No hay que olvidar
que la política actual
dC los

Estados es la peor política que
se puede imaginar, puesto
qU.e su

política muchas veces con­
siste en dividir a los
hOmbres empleando

motivos de discordia,
mientras que la buena política, sea en la familia, en una
em­
presa o en un Estado, supone unir voluntades hacia un esfuerzo común, hacia el bien
común. Nuestros
actuales Estados, en el
mundo entero, han perdido la noción del bien común, y lo que
yo encuentro realmente deplorable en determinados países es que se alcance la alta magistratura de
la nación, no por las
cualidades
qne un

hombre pueda tener para servir mejor
al
bien común, sino porque un hombre pueda agradar a las mul­
titudes; yo
este siste~a lo aceptaría encantado para elegir a
"Miss Mundo"

en un
concurso de
belleza
o-de simpatía, y tam­
bién me pregunto
si las

sencillas gentes que
van a
comprar
carne
lo

hacen interesadas por la calidad
de la carne que adquieren
o simplemente atraídos por la
simpatía del
carnicero o de la
carnicera·, Esto, en política, es realmente insensato. Por tanto,
es
necesario y

urgentísimo que nosotros sepamos ganar la «li­
bertad de la generosidad» y sepamos protegernos contra los
abusos del Estado. El

Estado
debería intervenir
diciendo, eso
sí,
que c8da uno

debería entregar una parte de sus ganancias a
una
obra escogida por

el mismo ciudadano. Teniendo bien
en cuen­
ta
que se

dinero· que se entregaría no podría
dirigirlo la em~
presa
que

lo reciba
ni a pagar a sus propios directores, ni
~poco a

aplicar
tal dinero para ~-ersiones.
»De
este

modo escogeremos aquella empresa o trabajo que
nos parezca mejor
y ayudaremos a los demás, nos á.yndaremos
entre
todOS. Y es en la me'dida de esta ayuda donde se esta­
blece la verdadera
dein.oeracla. La democracia no reside en la
elección de gentes que van pidiendo insistentemente un
voto,
sino

en quienes
mejor sirven al interés general>.
Fundaci\363n Speiro

De un francés hemos pasado a un l>elg~ y de éste pasamos a un
italiana.
ABC del 3 de septiembre de 1976 se hizo eco de un editorial del
BOLETIN
FINANCIBR.O del
Colegio de Agent .. de Camhio y Bolsa
de Baroelooa acerca de un dictamen del gobe,n,,do¡-del &meo de Italia,
Paolo &ffi. R.ecooamos de ese ABC:
« ... El "Boletín Financiero" estima que nadie últimamente
ha
esbozado con más
fuerza. claridad
y precisión estos funda­
mentos de una política económica adecuada, al presente y
vale­
dera

para todos los regímenes políticos, que
el actual gobernador
del

Banco de Italia.
»En análisis efectuado poco
antes de

las -elecciones italianas,
el Sig. Paolo Baffi, dictamina que Italia, al
ignal que la Argen­
tina, se encuentra
al borde de un proceso en espiral de tipo
inflación-devaluación, generado por
hondas distorsiones
produ­
cidas en la economía por un incremento incontrolado, durante
las últimas
décadas, de

las
rentas privadas
y del
gasto público,
proceso

cuya urgente reversión
exige un
cambio fundamental
en la actitud del poder público, de los empresarios y de los
sindicatos. En sus grandes líneas la nueva actitud italiana ha de con­
sistir en:
Primero: abandono decidido de

una fácil política de
dé­
ficit

público incontrolado,
ese'Iavo de
compromisos de todo or­
den, adecuando, por
el contrario, el gasto estatal a las leyes
económicas: esto
es, a

la capacidad económica del país.
Segundo: reducción, a

tal fin, de la
burocraeia y
racio­
nalización del aparato administrativo.
Tercero: control

de la expansión de la masa
monetari~
a

través del gasto público y de la política fiscal, en forma que
no
genere ni avive la inflación.
Cuarto: adecuación
de las
rentas, sueldos y

salarios, a
la pro­
ductividad.
Quinto: poner

fin a una política de precios políticos
Y
de subsidios de todo orden~ al estilo peronista, engendradores
de molicie y corrupción.
Y aterrizamos, ofJra vez, en la economía española, respecto de la cual
dice Diego Jailóa:, en· su columna de ABC del 2 de diciembre de 1976,
según se lee en su tifulo, REMEDIO: UBERAR:
«Aunque fuera posible una perfecta coordinación ministe­
rial -por la
que poco
se puede apostar, pues cada
Ministerio
845
Fundaci\363n Speiro

846
económico recibe particulares presiones de un sector (industria,
agricultura, comercio) y propende naturalmente a resolver pro­
blemas de
su área de competencia-, no radica en la coordina­
ción -ministerial
el remedio de los males económicos del país,
¡ Imagínese una cordinación para extender más el sector públi­
co,
para impulsar nacionalizaciQnes o para ampliar exenciones y
suvenciones!
>El remedio más eficaz para lograr la reactivación econó­
mica será siempre, les guste o no a los tecnócratas, liberar de
verdad la acción de
las fuerzas económicas naturales de la so­
ciedad. El remedio no se compone con una fórmula de gran
coordinación
y poca libertad eeonómic°' sino. al revés, con mu­
cha libertad,

aunque sea mínima
la dosis de coordinación.
»-Milton Friedman -repudiado por ciertos sectores--- ha he­
cho un diagnóstico exacto en "Actualidad Económica" de nuestra
situación.
«Los síntomas

son siempre los
mismos, los
síntomas- de una
sociedad sobregohemada; síntomas

de una
sociedad en
la cual
el Gobierno trata de hacer lo que no puede hacer, en la cual
los burócratas tratan de sustituir
el mercado por su propio en­
tendimiento y sus propios
planes>.
Fundaci\363n Speiro