Índice de contenidos
Número 163-164
Serie XVII
- Textos Pontificios
- In memoriam
-
Estudios
-
Fundamentos de una política municipal
-
Sociología del protestantismo (II)
-
Paralelo entre Las Casas y Teilhard
-
Los «nuevos filósofos» en la política
-
Sobre la muerte de Dios (Breve meditación en torno a la desilusión socio-política del hombre contemporáneo)
-
De Gramsci a Trotsky. Variaciones sobre África
-
Apogeo y declinar de la ideología política
-
La libertad de enseñanza
-
- Actas
- Información bibliográfica

Autores
1978
Fundamentos de una política municipal
FUNDAMENTOS DE UNA POLITICA MUNICIPAL
POR
FRANCISCO JosÉ FERNÁNDEZ DB L.A. OooÑA
Nuestros amigos franceses del S. l. C. L. E. R. publican, con este
mismo título, un interesante artículo en 4 Lettre d' Entente Fran
faise, intentando hallar «una política natural capaz de dar paz inte
rior
a las ciudades».
Comienzan
por
constatar cómo
las ideologías,
ayer
todopoderosas
y
omnipresentes,
empie-zan a
fatigar a muchos
de los que depositaban
en ellas
todas sus esperanzas. Las citas negativas comienzan
a multi
plicarse en
Francia. Barjavel
no
dudaba en afirmar: «Los partidos
pertenecen al] pasado. Están superados. La vida política francesa es
estúpida...
Las ideologías
no hacen nada bueno, nada verdaderamente
eficaz». Y Médecin, alcalde de
Niza:
«Las ideologías
pudren
las
raíces más fundamentales
de
la sociedad. Dirigiendo
al enfermo
cóntra su médico, a la. mujer contra el marido, al hijo contra sus
padres, introducen los géomenes de muerte de la utopía en todos los
estratos de
íla civilización».
Es
necesario, pues,
dejarse de idealismos y
volver a
la realidad.
Las palabras llenas de buen sentido de Pompidou, rechazando una
nueva sociedrJd, se imponen por su claridad : «Son fantasmas de
adolescentes
o de románticos.
Nunca hay páginas en
blanco.
Hay
que contentarse con proseguir un tapiz comenzado por otros y cuya
trama. viene
impuesta. Una nueva sociedad es imposible. Porque la
sociedad
es lo
que
el]~ es, y es necesario vivir en ella. No hay nada
peor que querer hacer soñar a
los franceses, porque no es eso lo
que esperan de nosotros. Si lo hacemos, o no nos creerán, tomán
donos por demagogos e ilusionistas, lo que es contcario a la imagen
que tienen de nosotros, o nos creerán y pronto -se darán cuenta de'
297
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFlA
que han sido engañados. Y no nos lo perdonarán. Tengamos el sen
tido de lo real».
Como dice el artículo, todas las civilizaciones, desde Cicerón a
Bossuet,
se edificaron sobre estos principios. «Existe una. ley verda
dera ---escribía Cicerón-, es la recta razón conforme con la natura
leza que encontramds en todos los seres. Siempre de acuerdo consigo
misma y que nos empuja imperiosamente a cumplir con nuestro
deber, prohibiéndonos
di fraude y apartándonos de él ... Esta 1ley no
es una
en Arenas y otra en Roma. Ni una hoy y otra mañana. Esta
única ley, eterna e inmutable, regirá a todas las naciones y a todos
loo tiempoo. Porque habrá siempre para enseñarla y prescribirla a
todos un
Dios
único a
quien pertenece igualmente la concepción, la
deliberación
y l:a puesta en vigor de esa ley».
Y Bossuet, en el apogeo del orden sociall cristiano, repet!a lo
mismo:
«Existen leyes fundamentales que
no
se pueden
cambiar.
Violándolas, se quebrantan
todos los fundamentos
de
la tierra.
Es
entonces cuando las naciones se vienen
abajo, el
espíritu del vértigo
las
posee y su ca.!da es inevitable, porque los pueblos han violado
fas leyes, cambiado el derecho público y roto loo pactos más so
lemnes».
Olvidada
la
mtturaleza, el
grado de alienación
ad que habíamos
llegado tocaba ya los
más
siniestros presagios de
un Orwel o un
Huxley. Los hombres
querian vivir
sin pensar, sin
aswnir su propill
e
intransferible responsabilidad, en una
padabra, sin
querer ser
hom
bres.
La
tecnocrncia, capitalista o
marxista, se
iba adueñando del!
mundo
sin la
menor resistencia. Sldo restaba que los máximos res
ponsables de
la una
y de la otra se dieren la mano, si no se la
habían dado ya. Las más
necias utop!as eran universalmente acep
tadas. Todos íbamos a ser felices, inteligentes y, sobre todo, iguales.
No
habría más ricos ni pobres. Ni
enfennedacres, guerras, maldad
..
,
En
un verdadero
ataque de
infantilismo, el mundo
había pres
cindido de
la
reallidad. Y soñaba. O
le hacían soñar.
Lo qne puede
que no
fuera del
todo malo si conservara la
conciencia de
que se
tra
taba de un sueño. Lo verdaderamente grave es que tomaba ese
sueño por la realidad
y se negaba a despertar. Y obraba como si su
idea
del mundo -idea, por
otra parte, no elaborada por cada hom-
298
Fundaci\363n Speiro
FUNDAMENTOS DE UNA POLJTICA MUNICIPAL
bre, sino recibida. de modo standard por toda la humanidad, prefa
bricada desde los centros donde se crea la opirrión ¡,ública-fuera
realmente el mundo, como si
su idea del hombre fueran realmente
los
,honi>res.
Esa sociedad conformista, uniforme, de aspiraciones comunes,
mezquinas e impuestas por la propaganda era la materia prima ideal,
por su capacidad de adaptación, de los partidos políticos. Las con
signas que las grandes
internacioruules, comunista,
socialista,
liberal ...
,
lanzaban a sus gentes eran crédullamente aceptadas con una adhe
sión que para sí quisieran 1os antiguos párrocos de sus tan deni
gradas beatas. Y el buen militante del-parti_do .estaba dispuesto a
esperar
otros sesenta años por
el
pamíso comunista que nuuca llega
ba, aunque sus condiciones actuales fueran todavía peores que bajo
el
padrecito zar, que de padre tampoco tenía demasiado.
Algo, sin
embargo,, comienza a cambiar. No son grandes hechos.
Ni siquiera demasiado llamativos. Para un
observdor superficial to
davía suelen pasar desapercibidos. Pero se nota ya a:lgo en el am
biente que parece
no ma¡:ohar con el wento de la histor/4. Sería di
fícil,
tail vez
imposible, precisar
el qué. Nos limitaremos, por tanto,
a señallar algunas
pistas que, pudiendo llevar a cualquier lado, en
principio
se apartan de los unifom,cs y trillados =inos por los que
exclusivamente
parecía andar
una humanidad
masificada.
Las ideologías parecen haber aikanzado techo en su apropiación
del
hombre y encuentran que, cuando el terreno parecía ya abonado,
los frutos
cosechados
son menores que en años anteriores. La pene
tración marxista en la juventud universitaria española ha entrado in
dudablemente en
declive. Lo que hace muy pocos años era un feudo
exclusivo conoce ahora graves dificultades. El anarquismo, que es
un modo de rechazar dogmatismos e imposiciones, conoce nn incre
mento
muy considerable en las nuevas generaciones qu:e llegan a
la Universidad. Pooturas reallistas y tradicionales son· ahora asumidas
con una gallardía impensable hlll:e algunos años. E incluso, posi
ciones neofascistas, desde hace muchos años o,lvidadas, vuelven a
aparecer con
cierta
fuerza. Y,
aunque indudablemente representen
otra ideología, no cabe duda de que
· se
apartan
del dictado
del
trust
de cerebros que marcaban el paso de la humanidad. Podrá pensarse
299
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
lo que se· quiera de todo ello, pero lo cierto es que nos hallamos
ante
una cierta
reocción de la que el hombre masificado parecía
incapaz.
Pero
es que dejando los años
jóvenes, que
por su versatilidad
se
resisten a clasificamos, también nos encontramos a nivel mundial con
un desenganche de los partidos políticos sin duda preocupaote a
nivel de cuadros
directivos de
los mismos. El hombre masa,
educado
para
la
obediencia
y para la propaganda, se resiste a encuadrarse
en
los
partidos, deja
de
pagar sus cuotas y no acude a las vota
ciones. Y considera cada
vez más que el festival de las urnas y las
papeletas tiene
poco que = con él. El problema de casi todas las
votaciones es
captar al
indolente, al
despreocupado, al que piensa
que ése no
es su problema, porque,
haga él
lo que haga, otros van
a decidir por él. Otro curioso fenómeno de
rechazo de
la masificación
es la
apa
rición de la
nootalgia. El hombre masa se cree en el mejor de los
mundos que
ha disfrutado
la
humanidad. Sola.mente e. mañana podrá
superarlo, porque para eso creen en el progreso indefinido de fa his
toria. Pues bien,
el hombre de hoy vuelve a mirar al pasado y no lo
considera como un horror superado,
sino qne
puede
hasta encontrar
en él a:lgo mejor de lo que hoy tiene. Véase, por ejemplo, el caso de
los
muchos seguidores. de monseifor Lefebvre.
Y
cuando
ese pasado se rompe sin
atender a
la naturaleza
de las
cosas, las
consecuencias pronto
se hacen sentir en el hoy mismo.
¿No son los ecologismos, en plena proliferación, una
mezcla de
nos
talgia
y de vuelta a la realidad? Pr~indamos de sus exageraciones
y de sus manipulaciones evidentes y encontraremos también ahí claros
síntomas desviacionistas de
una 11.ínea que parecía irremisiblemente
lanzada
liacia la masificación integral.
En
el mundo del trabajo
observamos también
que frente a las
viejas centrales ideológicas
está surgiendo con gran fuerza un movi
miento
sindiaw. independiente,
apolítico
y exclusivamente profesional.
Las
viejas acusaciones de amarillisrno no parecen hacer demasiada
mella
en los trabajadores de
hoy y en ocasiones indiuso son asnmidas
conscientemente e incluso con satisfación.
Lo que h.;,e · algunas dé
cadas era verdaderamente
impensable.
300
Fundaci\363n Speiro
FUNDAMENTOS DE UNA POLITICA MUNICIPAL
A nivel de vida mnnicipa:l se advierte asimismo un deseo de par
ticipación realmente nuevo. Las asociaciones .de vecinos, de barrio,
de
amas de casa, etc., son ejemplos vivos de ello. No importa que
mochas, o
casi todas, hayan
sido mediatizadas por
determinadas
ickologías. Eso
sólo indica su
inteligencia para captar hechos reales
e
intentar luego
capitalizarlos
en su pl'O"echo.
Podríamos seguir multiplicarulo, ejemploo. No vale la pena. Nues
tros amigos del S. l. C. L. E. R. piensan, y ron mu.cha razón, que el
municipio es el lugar privilegiado
para consolidar ese anhelo de
vuelta a fo real que la sociedad cO!!IllÍenza a sentir. Quizá aún de
modo
incoherente o con las vacilaciones del niño que da sus primeros
pasos. Y
ello
por varias razones. Estas son algunas de las que
ellos
proponen:
A la locha de clases el municipio opone la unión orgánica de
los
pueblos.
Resiste
a la proletarizaci6n, pues la vida
local crea
raíces y he
rencias
múltiples.
A las quimeras de la ideología opone la realidad de lo cotidiano.
A la irresponsabilidad y al anonimato opone los v,,rdaderos. ho
nores
y ,los méritos que derivan de servicios realmente prestados a
la comunidad
local.
El mnnicipio es
fa primera patria, la primera sociedad política y,
por su carácter inmediato, es el que mejor puede volver a coilocar al
hombre en
esa
dimensión ciudadana
que es esencial a su
ser.
Parece,
por todo ello, terreno especiailmente abonado para plan
tear
esa batalla de reconquista social que el mundo está necesitando.
De ahí que el S. I. C. L.
E. R. atribuya una enorme importancia a la
creación de esa élite de hombres dispuestos a actuar decididamente en la vida mnnicipal.
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Fundaci\363n Speiro
POR
FRANCISCO JosÉ FERNÁNDEZ DB L.A. OooÑA
Nuestros amigos franceses del S. l. C. L. E. R. publican, con este
mismo título, un interesante artículo en 4 Lettre d' Entente Fran
faise, intentando hallar «una política natural capaz de dar paz inte
rior
a las ciudades».
Comienzan
por
constatar cómo
las ideologías,
ayer
todopoderosas
y
omnipresentes,
empie-zan a
fatigar a muchos
de los que depositaban
en ellas
todas sus esperanzas. Las citas negativas comienzan
a multi
plicarse en
Francia. Barjavel
no
dudaba en afirmar: «Los partidos
pertenecen al] pasado. Están superados. La vida política francesa es
estúpida...
Las ideologías
no hacen nada bueno, nada verdaderamente
eficaz». Y Médecin, alcalde de
Niza:
«Las ideologías
pudren
las
raíces más fundamentales
de
la sociedad. Dirigiendo
al enfermo
cóntra su médico, a la. mujer contra el marido, al hijo contra sus
padres, introducen los géomenes de muerte de la utopía en todos los
estratos de
íla civilización».
Es
necesario, pues,
dejarse de idealismos y
volver a
la realidad.
Las palabras llenas de buen sentido de Pompidou, rechazando una
nueva sociedrJd, se imponen por su claridad : «Son fantasmas de
adolescentes
o de románticos.
Nunca hay páginas en
blanco.
Hay
que contentarse con proseguir un tapiz comenzado por otros y cuya
trama. viene
impuesta. Una nueva sociedad es imposible. Porque la
sociedad
es lo
que
el]~ es, y es necesario vivir en ella. No hay nada
peor que querer hacer soñar a
los franceses, porque no es eso lo
que esperan de nosotros. Si lo hacemos, o no nos creerán, tomán
donos por demagogos e ilusionistas, lo que es contcario a la imagen
que tienen de nosotros, o nos creerán y pronto -se darán cuenta de'
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que han sido engañados. Y no nos lo perdonarán. Tengamos el sen
tido de lo real».
Como dice el artículo, todas las civilizaciones, desde Cicerón a
Bossuet,
se edificaron sobre estos principios. «Existe una. ley verda
dera ---escribía Cicerón-, es la recta razón conforme con la natura
leza que encontramds en todos los seres. Siempre de acuerdo consigo
misma y que nos empuja imperiosamente a cumplir con nuestro
deber, prohibiéndonos
di fraude y apartándonos de él ... Esta 1ley no
es una
en Arenas y otra en Roma. Ni una hoy y otra mañana. Esta
única ley, eterna e inmutable, regirá a todas las naciones y a todos
loo tiempoo. Porque habrá siempre para enseñarla y prescribirla a
todos un
Dios
único a
quien pertenece igualmente la concepción, la
deliberación
y l:a puesta en vigor de esa ley».
Y Bossuet, en el apogeo del orden sociall cristiano, repet!a lo
mismo:
«Existen leyes fundamentales que
no
se pueden
cambiar.
Violándolas, se quebrantan
todos los fundamentos
de
la tierra.
Es
entonces cuando las naciones se vienen
abajo, el
espíritu del vértigo
las
posee y su ca.!da es inevitable, porque los pueblos han violado
fas leyes, cambiado el derecho público y roto loo pactos más so
lemnes».
Olvidada
la
mtturaleza, el
grado de alienación
ad que habíamos
llegado tocaba ya los
más
siniestros presagios de
un Orwel o un
Huxley. Los hombres
querian vivir
sin pensar, sin
aswnir su propill
e
intransferible responsabilidad, en una
padabra, sin
querer ser
hom
bres.
La
tecnocrncia, capitalista o
marxista, se
iba adueñando del!
mundo
sin la
menor resistencia. Sldo restaba que los máximos res
ponsables de
la una
y de la otra se dieren la mano, si no se la
habían dado ya. Las más
necias utop!as eran universalmente acep
tadas. Todos íbamos a ser felices, inteligentes y, sobre todo, iguales.
No
habría más ricos ni pobres. Ni
enfennedacres, guerras, maldad
..
,
En
un verdadero
ataque de
infantilismo, el mundo
había pres
cindido de
la
reallidad. Y soñaba. O
le hacían soñar.
Lo qne puede
que no
fuera del
todo malo si conservara la
conciencia de
que se
tra
taba de un sueño. Lo verdaderamente grave es que tomaba ese
sueño por la realidad
y se negaba a despertar. Y obraba como si su
idea
del mundo -idea, por
otra parte, no elaborada por cada hom-
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FUNDAMENTOS DE UNA POLJTICA MUNICIPAL
bre, sino recibida. de modo standard por toda la humanidad, prefa
bricada desde los centros donde se crea la opirrión ¡,ública-fuera
realmente el mundo, como si
su idea del hombre fueran realmente
los
,honi>res.
Esa sociedad conformista, uniforme, de aspiraciones comunes,
mezquinas e impuestas por la propaganda era la materia prima ideal,
por su capacidad de adaptación, de los partidos políticos. Las con
signas que las grandes
internacioruules, comunista,
socialista,
liberal ...
,
lanzaban a sus gentes eran crédullamente aceptadas con una adhe
sión que para sí quisieran 1os antiguos párrocos de sus tan deni
gradas beatas. Y el buen militante del-parti_do .estaba dispuesto a
esperar
otros sesenta años por
el
pamíso comunista que nuuca llega
ba, aunque sus condiciones actuales fueran todavía peores que bajo
el
padrecito zar, que de padre tampoco tenía demasiado.
Algo, sin
embargo,, comienza a cambiar. No son grandes hechos.
Ni siquiera demasiado llamativos. Para un
observdor superficial to
davía suelen pasar desapercibidos. Pero se nota ya a:lgo en el am
biente que parece
no ma¡:ohar con el wento de la histor/4. Sería di
fícil,
tail vez
imposible, precisar
el qué. Nos limitaremos, por tanto,
a señallar algunas
pistas que, pudiendo llevar a cualquier lado, en
principio
se apartan de los unifom,cs y trillados =inos por los que
exclusivamente
parecía andar
una humanidad
masificada.
Las ideologías parecen haber aikanzado techo en su apropiación
del
hombre y encuentran que, cuando el terreno parecía ya abonado,
los frutos
cosechados
son menores que en años anteriores. La pene
tración marxista en la juventud universitaria española ha entrado in
dudablemente en
declive. Lo que hace muy pocos años era un feudo
exclusivo conoce ahora graves dificultades. El anarquismo, que es
un modo de rechazar dogmatismos e imposiciones, conoce nn incre
mento
muy considerable en las nuevas generaciones qu:e llegan a
la Universidad. Pooturas reallistas y tradicionales son· ahora asumidas
con una gallardía impensable hlll:e algunos años. E incluso, posi
ciones neofascistas, desde hace muchos años o,lvidadas, vuelven a
aparecer con
cierta
fuerza. Y,
aunque indudablemente representen
otra ideología, no cabe duda de que
· se
apartan
del dictado
del
trust
de cerebros que marcaban el paso de la humanidad. Podrá pensarse
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
lo que se· quiera de todo ello, pero lo cierto es que nos hallamos
ante
una cierta
reocción de la que el hombre masificado parecía
incapaz.
Pero
es que dejando los años
jóvenes, que
por su versatilidad
se
resisten a clasificamos, también nos encontramos a nivel mundial con
un desenganche de los partidos políticos sin duda preocupaote a
nivel de cuadros
directivos de
los mismos. El hombre masa,
educado
para
la
obediencia
y para la propaganda, se resiste a encuadrarse
en
los
partidos, deja
de
pagar sus cuotas y no acude a las vota
ciones. Y considera cada
vez más que el festival de las urnas y las
papeletas tiene
poco que = con él. El problema de casi todas las
votaciones es
captar al
indolente, al
despreocupado, al que piensa
que ése no
es su problema, porque,
haga él
lo que haga, otros van
a decidir por él. Otro curioso fenómeno de
rechazo de
la masificación
es la
apa
rición de la
nootalgia. El hombre masa se cree en el mejor de los
mundos que
ha disfrutado
la
humanidad. Sola.mente e. mañana podrá
superarlo, porque para eso creen en el progreso indefinido de fa his
toria. Pues bien,
el hombre de hoy vuelve a mirar al pasado y no lo
considera como un horror superado,
sino qne
puede
hasta encontrar
en él a:lgo mejor de lo que hoy tiene. Véase, por ejemplo, el caso de
los
muchos seguidores. de monseifor Lefebvre.
Y
cuando
ese pasado se rompe sin
atender a
la naturaleza
de las
cosas, las
consecuencias pronto
se hacen sentir en el hoy mismo.
¿No son los ecologismos, en plena proliferación, una
mezcla de
nos
talgia
y de vuelta a la realidad? Pr~indamos de sus exageraciones
y de sus manipulaciones evidentes y encontraremos también ahí claros
síntomas desviacionistas de
una 11.ínea que parecía irremisiblemente
lanzada
liacia la masificación integral.
En
el mundo del trabajo
observamos también
que frente a las
viejas centrales ideológicas
está surgiendo con gran fuerza un movi
miento
sindiaw. independiente,
apolítico
y exclusivamente profesional.
Las
viejas acusaciones de amarillisrno no parecen hacer demasiada
mella
en los trabajadores de
hoy y en ocasiones indiuso son asnmidas
conscientemente e incluso con satisfación.
Lo que h.;,e · algunas dé
cadas era verdaderamente
impensable.
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FUNDAMENTOS DE UNA POLITICA MUNICIPAL
A nivel de vida mnnicipa:l se advierte asimismo un deseo de par
ticipación realmente nuevo. Las asociaciones .de vecinos, de barrio,
de
amas de casa, etc., son ejemplos vivos de ello. No importa que
mochas, o
casi todas, hayan
sido mediatizadas por
determinadas
ickologías. Eso
sólo indica su
inteligencia para captar hechos reales
e
intentar luego
capitalizarlos
en su pl'O"echo.
Podríamos seguir multiplicarulo, ejemploo. No vale la pena. Nues
tros amigos del S. l. C. L. E. R. piensan, y ron mu.cha razón, que el
municipio es el lugar privilegiado
para consolidar ese anhelo de
vuelta a fo real que la sociedad cO!!IllÍenza a sentir. Quizá aún de
modo
incoherente o con las vacilaciones del niño que da sus primeros
pasos. Y
ello
por varias razones. Estas son algunas de las que
ellos
proponen:
A la locha de clases el municipio opone la unión orgánica de
los
pueblos.
Resiste
a la proletarizaci6n, pues la vida
local crea
raíces y he
rencias
múltiples.
A las quimeras de la ideología opone la realidad de lo cotidiano.
A la irresponsabilidad y al anonimato opone los v,,rdaderos. ho
nores
y ,los méritos que derivan de servicios realmente prestados a
la comunidad
local.
El mnnicipio es
fa primera patria, la primera sociedad política y,
por su carácter inmediato, es el que mejor puede volver a coilocar al
hombre en
esa
dimensión ciudadana
que es esencial a su
ser.
Parece,
por todo ello, terreno especiailmente abonado para plan
tear
esa batalla de reconquista social que el mundo está necesitando.
De ahí que el S. I. C. L.
E. R. atribuya una enorme importancia a la
creación de esa élite de hombres dispuestos a actuar decididamente en la vida mnnicipal.
301
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