Índice de contenidos
Número 171-172
Serie XVIII
- Textos Pontificios
- Monográficos
- Actas
-
Estudios
-
Nova et vetera. El pontificado de Juan Pablo II
-
El tradicionalismo filosófico y Donoso Cortés
-
El Estado y la política
-
Mundo, hombre y Derecho (Notas sobre el presupuesto antropológico de la filosofía jurídica)
-
El otro pacto del conde de Egmont
-
1903, un año decisivo en la historia del comunismo
-
Algunas innovaciones de la pedagogía moderna
-
Leyes civiles y comportamiento moral
-
Presentación del libro del Padre Santiago M. Ramírez, O.P.: La esencia de la caridad
-
- Información bibliográfica
- Ilustraciones con recortes de periódicos

Autores
1979
El Estado y la política
EL ESTADO Y-LA POLITICA. (*)
PO&
ENRIQUE ZULBTA PUCBIR.O
I
"Todo es perfecto cuando sale de las manos de Dios, pero todo
degenera en las manos del
hombre. Obliga
a una
tierm a
que dé lo
que debe
produciJ; otra, a que un árbol dé _un fruto distinto; mezcla
y
confunde los climas, los elementos y
las estaciones; mutila su pe
rro, su caballo y su esclavo; lo turba y desfigura todo; arna la defor
midad, lo
monstruoso; no
quiere nada tal como
ha salido de la na
turaleza, ni al mismo hombre, a quien doma a su capricho, como a
los árboles de su huerto" ...
La frase no pertenece a ninguno de los
profetas del oibUismn contemporáneo, ni a ningu~a de las formas
actuales de la literatura utópica. Abre las páginas de uno de los
textos más
significativos para la interpretación de la filosofía polí
de nuestro tiempo: el
Emilio de Rousseau. Escrita hace más de cien
años, anticipa lo esencial de la
revuelta contra
el Poder que hoy
pa
rece imponerse en el pensamiento filosófico y la política.
En efecto, nunca desde la consolidación del espíritu antimetafí
sico
propio de la Modernidad, llegó a cuestionarse la esencia
misma
del
poder· político con la radicalidad propia del pensamiento
acrual.
Uno
de los principales represenrantes de la
noN1Jelle 1111g11B filosófica
comienm
uno
de sus escritos
más conocidos haciéndose eco de esta
cuestión: "Conocernos
~ice B. H. I.évy-la antigua pregunta de los
filósofos:
«¿por qué hay Ser en vez de nada?» Tal es, acaso, el nue
vo problema; habría que
tomar la decisión de convertirlo, si bien
(*) Conferencia proOtinciada. en el Cfrculo de · la Unión Mercantil e
Iodústrial de Madrid el 17 de mayo de 1978.
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Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULEJ' A PUCP.IR.O
no en nuestro vértigo, por lo menos en nuestra preocupación: «¿Por
qué existe el Poder?, ¿Por qué el Poder en vez de otta cosa?»"
Lo que se cuestiona no son, pues, tales o cuales estructuras his
tóricas
de poder polltico, rales o cuales instituciones, costumbres o
códigos de comportamtento. Se discute la esencia misma del poder,
su
más íntima razón de ser. El pensamiento polltico se trascenden
taliza. Las ideologías
parecen agotar su
capacidad de referencia in
terpretativa a
lo real, aunque posiblemente permaneua intacta su
capacidad de convocatoria de las
fuerzas itracionales del espíritu
humano.
Nuevamente
retormn al primer plano ese
puñado de pre
guntas esenciales acerca de la
sociedad que
llevaron a los hombres
de todas las épocas a la
filosofía.
Visto este fenómeno desde la casi absoluta carencia de concien
cia histórica propia de
nuestras clases . políticas, la importancia de
esta actitud será seguramente minimizada.
Se verá .en ella un brote
de rebeldía inmadura, de resentimienm anárquico, de romanticismo
ahistórico, o -¿por qué no?-la nueva táctica de alguna secreta
conspitación universal. Mucho más cerca de la verdad, otras posi
ciones
advertirán seguramente
la presencia siempre renovada de
la
Utopía, forma menral típica de las épocas de crisis. Pero a esta últi
ma opini6n habría que oponer, tal ve-z, el hecho histórico de que l.os
utopismos
no siempre desembocaton en el
anarquismo. Muy por el
contrario, los mismos se volcaron por lo general hacia las grandes formulaciones sistemáticas;.
hacia el
diseño
de sociedades ideales,
férreamente organizadas, estructuradas
y jerarquizadas. Y cualquiera
de los sostenedores del nuevo nihilismo
repudiada oon
horror tal in
tento de asimilación.
No estam.os, ciertamente, ante. una simple moda intelectual, por
más que muchos de sus sostenedores no sean otra rosa que crea
ciones efímeras de la industria editorial o de
la frivolidad de los
ambientes universitar_ios europeos. Estamos ante un fenómeno mu
cho más profundo e importante en sus proyecciones futuras: la ra
z6n
de
la
Modernidad se . sincera
consigo misma; se revela en sus
virtualidades más hondas, romo si las ilusiones de la ideología
tee
nocrática fueran insuficientes para una hlllDllllidad que ha alcan
zado, a
través del
miedo
y el sufrimiento, su· mayorlia de edad defi,
110
Fundaci\363n Speiro
EL ESTADO Y LA POUTICA
nitiva. "La vida es una causa perdida y la felicidad una idea caduca",
sentencia
desde su pesimismo. metódico B. H. Lévy; "Una . civiliza
ción
que
empezó por
las catedrales
tenía que tertninat en el herme
tismo
de la
esqUÍ20frenia ",
dice a su vez Cioran,
un. precursor no
siempre reconocido.
La
situación es, en el fondo, paradójica: ¿Cómo entender que
esta
negación radical de
la idea miama de poder coexista precisa
mente con los momentos de máxima afirmación y expansión de esa
concreción histórica del poder político que es el Estado moderno?
Lejos de resquebrajarse o de
catninat hacia su desaparición, el Estado
se consolida,
endurece sus posiciones sociales
y amplía cada vez
más su participación en
la economía general de la existencia hu
mana. Su
hipertrofia ruantitativa
y cualitativa llega a alcanzar ni
veles
monstruosos.
Los tres "poderes" propugnados por la ideología
dernoliberal estallán
en una infinidad de "poderes" que
hubieran
sido
impensables hace
tan sólo unas décadas, y que operan como ins
trumentns de una dotninación creciente sobre la sociedad: poder
gubernativo, planificador, policial, educativo, económico,.
represivo,
militar,
sindical, fatniliar, local, de la información, tecnocrático ...
Una vasta estructura de dominio, que reconoce
en el
Estado su
pun
to de referencia unitario, se extiende a lo largo de todo el cuerpo
social
y penetra en !ns rincones más ínrimos y secretos de la per
sonalidad.
Preso en una verdadera cárcel de
palabras e ideologías, el pen
samiento
político actual
es
incapaz de dar cuenta cabal del fe
nómeno apuntado. Por profunda y traumática que haya sido la ex
periencia
contemporánea acerca del Estado, no parece haber sido
capaz de
ocasionílir un
adelanto significativo de
nuestras herramientas
teóricas.
En lo esencial, el "empirismo" de las ideas actuales no ·pa
rece haber lrecho otra
cosa que
repetir con
fidelidad casi religiosa
los dogmas fundacionales de
la Modernidad, cuando no los imperati
vos cambiantes de
la
Razón de
F.stado.
Eri su orfandad de perspec
tivas, cerrado
a la única forma genuina
y verdadem.menre práctica
de
conocitniento que
es el conncitniento de los
principios, el pen
samiento político moderno no podía tener otta culminación · lógica
qu:e
· el
nihilismo. No se
trata ya
de
que sea brutal y condenable el
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Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULl!I' A PUCFlRO
poder de las dictaduras opresoras. Es el poder en sí mismo lo que
constituye un
mal a extitpaL de mb:. Su presencia entre los hombres
constituye un
resabio de animalidad, una
fomia de
autoridad, que,
como el pensamiento mítiro,
la religión o la filosofía, deben dejar
paso a las exigencias de una nueva humanidad, liberada definitiva
mente de toda
mediatización. Frente al ser, la nada; frente a la evi
dencia, el silencio; frente a
la responsabilidad, la huida; frente a to
do poder, la anarquía. Algo de esto intuyó ya Nietzsehe cuando des
cribió. la tensión
t0ttutada, creciente y violenta ron que la cultura
europea
se precipitaba hacia el
nmilismo, precisamente en
función
de sus principios originarios: el mcionalismo, el
espíritu de cálculo
y el culto al dominio científico de la realidad.
ll
La historia del Poder en la F.dad Moderna reconoce al Estado
como promgonista .esencial. Quien repase, aunque sea mecánicamen
te, el título de esta conferencia estará, posiblemente, tentado de
decir:
"El Estado o la política". Política es para los modernos sinó
nimo de poder, al menos desde Maquiavelo, o desde una lectura
apresurada
de Maquiavelo. Y poder es sinónimo
de Estado. No se
concibe el concepto de
poU#ca sino en el campo referencial del con
cepto de
Brtado. Es .la situación relativa respecto al concepto de
Estado lo que califica de
"p,,Uti.ca" a determinada actitud, e,opecta
tiva o comportamiento. En un mundo en el que el Estado invade
todos· 1os resquicios de la vida
personal y sociai no es extraño que
la política impregne también todo. Todo es política: la religión,
la
cultura, la economía, la filosofía, el arte, la literatura, la vida. Vi
vimos lo que
Ortega denominó ron acierto
"una
época· de
politi
cismo integral",
signo inequívoco de las fases de decadencia y de
clive
en la historia de las dvilizaciones.
La Modernidad ha roto
ese equilibrio delicado
y sutil,
ese mínimo vital
y móvil de po!ltica
que caracteriza esencialmente
a
toda sociedad sana: ese nivel por
debajo
del
cual la misma se disuelve en .. el caos y por encima del
cual cae en la
opresión totalitaria;
nivel que
es, por tanto, 1Jiúl,
112
Fundaci\363n Speiro
EL ESTADO Y LA POUTICA
aunque sea m6vil en su determinación histórica definitiva, . para ca
da
sociedad y cada tiempo.
La historia de las palabras nos dice mudho acerca de la historia
de
las realidades humanas. Creo importante recoger una aguda ob
servación
de
Julien
Freund, en eLsentido de que al
mismo
tiempo
que las ideologías
introducen
el reino de los adjetivos (WmM,i-sm(),
Ubera/.i,sm(), social,i,mo, etc.), desplazan lo plural en beneficio de lo
singular. Hasta
la Modernidad, el concepto de Revolnción no existe;
se
habla
de
,evoluci
en
el campo de la
política como
en el del
Dereclio, la
historiografía,
la
filosofía o
la literatura. Este dato es altamente significativo
pata
explicar la noción misma de poder. Las ideologías de la Modernidad
operan un proceso de. reducción, desde
las potestades múltiples y
diferenciadas, propias de la concepción premoderna de la política,
hasta la idea de
Pode, como concepto totalizador. La principal con
secuencia de este red.uccionismo es la de que queda cerrada toda
abertura a
una compresión
metafísica del
poder. Convertido
.en un
concepto ideológico, no interesa ya conocer su naturaleza, su géne
sis, su proceso de concreción histórica o su función en· la sociedad.
El
poder queda
totalitariamente
ontologizado y, como tal, será onto·
lógicamente
bueno u ontológicamente malo, en una
oposición dia0
léctica que se traslada, oaturalmente, al tetreno de las posiciones
políticas. En su politicismo integral,
la mentalidad moderna · tiende, por
la propia dinámina de sus ideas · de fondo, hacia el totalitarismo,
emeodido éste
en
el sentido denunciado
ya, desde perspectivas di
versas,
por Spengler, Ortega, Scheler, Maurras, Pareto,
Pieper o
Sciacca. Los regímenes de centralización total y de terror policí-a.co
instaurados por el poder revolucionario en más de la mitad del
mundo no hacen
otra cosa que prefigurar en imágenes y términos
brutales
un proceso de evolución posible de las formas políticas
occidentales. Una vez que
el ignslitarismo abstracto de las ideolo
gías
instaura la idea de
totalidad como principio de organización
social,
ello no podía
ser de
otra manera.
La totalidad -er¡,lica Claude Polio- es el aspecto de un cuerpo
social en el que los elementos que
lo componen son uniformes y
113
•
Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULET A PUCEIRO
homogéneos. El 101alitarismo es, consiguientemente, la fonna que
cobra
la idea de totalidad desde que la misma deviene un objetivo
social. O,
más precisamente,
la forma que cobra una sociedad que
se fija
como ideal
el
formar una
totalidad. En tal caso, todas las
energías sociales se movilizan
. según
una volunrad general de
IXJ11-
fomiidad que funde todos los elementos sociales en una única masa,
amotfa e
indiferenciada,
carente de
relieves
y de distinciones. Un
conformismo generalizado, expresado ideológicamente
bajo las for
mas
más diversas, de.sde la construcción teórica del
"contrato social""
hasta la "igualdad de oportunidades" del
Esrado Providencia,
se
convierte en motor del proceso de niasifica.ción.
Lo grave es que, en el fondo, la filantropía democratizadora de
las ideologías modernas debe más al afán de lucro y a la necesidad
de cálculo
racional de
los comportamientos ajenos que a un genui
no propósito de redención humana. Es un
altruismo fundado
en el
egoísmo, una caridad fundada en el odio de clases, un amor hecho
de envidia, una concordia erigida sobre la
hostilidad y
la guerra
social, un derecho fundado en los privilegios,
y en la volunrad de
poder. Desde esta hipocresía fundamental, es posible explicar el des
tino trágico de las ideas modernas
y la crisis de un lenguaje polí
tico
incapaz ya
de dar cuenta de
las realidades concretas. Decir Li
bertad, Igualdad, Fraternidad -,-con mayúscula-es decir, en reali
dad,
despotismo, odio
social, envidia
y opresión.
Es que la moral totalitaria no puede menos que ser solidaria con
una ontología totalitaria subyacente. Desde este punto de vista, el
Derecho no es expresión de un orden natural, inmutable, de valores
permanentes, sino
un
mandato históricamente circunstanciado, - de
la voluntad de los poderosos. Los deberes sociales no son otra cosa
que consecuencias individualizadas de una vasta planificación cen
tralizada de las actividades sociales. El bien no es propiedad trasceo
dental del ser,
perseguido arduamente por la virtud, sino una tran
sacción pragmática y provisoria entre egoísmos e intereses concu
rrentes, eotre los que prima de forma igualmeote accidental la
razón de la fuerza. El
-p,6jimo no es ya el ser concreto que convive a
nuestro lado:
es una idea
vaga y utópica, tan lejana e ioalcanzable
como carente de contenido, suficiente -subraya
Polín-como
para
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Fundaci\363n Speiro
EL ESTADO· Y LA POUTICA
servir de coartada a la crueldad. Como para justifica, la extermina
ción
de los hombres en defensa de
la Humanidad.
En este contexto, la política deja de ser aquella forrpa, la más
eminente, de la
conducta virtuosa, sobre la que
reflexionó la tradi
ción poHtica occidental, desde Platón hasta el siglo XIX. La política
pasa a
ser lucha por el acceso y conservación del poder político.
Lucha en todos los niveles y ámbitos de la vida social, ya que lo
propio
del fenómeno social es el conflicto y no la armonía. Para la
ética del individualismo posesivo, basada en el odio y la envidia, no
puede
haber otro
objetivo político que un dominio
cada vez
más
amplio
y total de la realidad circundante. El instrumento máximo
de
esta
dominación y
manipulación social
será el Estado. Un Estado
concebido desde
el Renacimiento como una obra de arte (Burkhatdt),
como expresión de un
facere, de una técnica amoral de configura
ción técnica del hombre
y la sociedad.
Fiel a
este triple
fundamento ontológico,
ético
y político, el Es
tado moderno cobra, a su
vez, una dinámica totalitatia. La misma
se expresa en una tensión que afecta a cualquiera de las formas ins
titucionales
que cobre aquél en
la actualidad: desde. las dictaduras
comunistas
hasta las
al
pru:ecer ingobernables
democracias occiden
tales. Tensión que resulta más
evidente en
estas últimas, precisa
mente
por la debilidad de sus mecanismos de coacción social.
Pata cualquiera que
observe la realidad política
de nuestros días
con un
mrnirno de
objetividad, no cabe duda de que las
democracias
pluralistas
han logrado cuotas
importantes de
reconocimiento.
y de
fensa efectiva de las
libertades públicas.
Su superioridad frente a
las democracias llamadas
"populares" es también evidente
en
lo que
se iefi.ere a justicia social efectiva, satisfacción de necesidades, de
sarrollo económico
y social y
patticlpaci6n real
de la sociedad en el
Estado.
Como
contrapartida
--y posiblemente
como un precio ineludible
de Jo
anterior-, las democracias
plnralistas aparecen como Estados
fundamentales débiles, incapaces de afrontar los antagonismos so
ciales
y políticos que se agitan en su seno y de rontrólar los efec
tos
de
la crisis generalizada de sus creencias cívicas. La vida perso
nal se ve
mediatizada por la
propaganda y el
espíritu consumista;
115
Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULETA PUCEIRO
la actividad política cae en el electoralismo y el partidismo, formas
de
despilfarro de
energía social difícilmente soportables por estruc
turas económicas
cada
vez más desestabilizadas y
anacrónicas.
En
ese marco,-las fuer:Za:S socia:les- .:reales tienden a crecer y afirmarse en
la defensa de sus intereses particulares. El poder sindical, el poder
de
la información, los poderes económicos, el poder cultural, los po
deres regionales, son índices elocuentes de que la realidad política
no es ajena al principio físico de que la naturaleza tiene !horror al
vacío. Los nuevos protagonistas de la lucha social cubren z.onas en
realidad abandonadas por poder político. La estructura del Esta
do, formalmente omnicomprensiva y omnipotente, tiende a perder
contenidos reales, y asiste a la instauración de un nuevo feudalismo
en el que la debilidad constitucional del monarca anuncia una Edad
de Hierro de
perfiles imprevisibles.
Escéptico
y avergonzado de su
autoridad, el poder político intenta legitimarse como
gerente de las
necesidades .materiales de los ciudadanos, renunciando a todo signo
ideológico y a toda escala de valores rrascendente a la Razón de Es
tado_. La reivindicación de ámbitos cada vez mayores de acción para
la iniciativa pública es así vfa para la involución y el estancamien
to
social Visto en
el plano de las relaciones internacionales, el modelo
democrático
ph:mlista termina por revelar su indigencia. Arrastrado
por los intereses estratégicos -de una superpotencia, renuncia a toda
autonomía, negocia y tr~sa todas sus posiciones, liquida todas sus
situaciones de predominio y termina dectetando la caducidad de
sus valores fundamentales en nombre de la pretendida
"eficacia" de
la planificación tecnocrática. La propia evolución de las ideas po
líticas · queda cristaliZllda en un ideologismo inmune a las experien
cias históricas, y ello es particu'larmente evidente en los países de la
Europa mediterránea, donde -como notaba recientemente J ean Fou
rastié-
la ideología socialista-marxista de los años
. veinte
ha se
guido siendo
.una ideología
izquierdista
hasta nuestros
días, mientras
que en el
~esto del
mundo
diclha ideología
o bien
ha pasado a de
sempeñar un
papel totalmente secundario
o bien se
ha convertido
en
'Ulla ideología oficial, propia del partido único en el poder, esto
116
Fundaci\363n Speiro
BL ESTADO Y LA POLITICA
esJ reaccionaria. Los casos de· Francia, Italia o España ilustran perfec
tamente esta tesis.
En el o!ro platillo de la balanza, una minoría mas decidida y
eficaz, menos escéptica y mediatizada por los prejuicios de la bur
guesía,
vuelca el equilibrio hacia el modelo totalitario. En
estrictá
coherencia
con
las líneas maestras de evohición del Estado moderno,
reconoce en
la Totalidad el objetivo
supremo de la evolución social.
Lejos de
avanzar hacia
el cumplimiento de
la promesa mesiánica de
la abolición de todo poder, lo refuerza mediante una diCtádura im
placable en la que lo
decisivo es la presencia del factor personal. Acon
tece, como lo norua ya
en su tiempo
Max Weber, la "paradoja de
las consecuencias", connatural a la sociedad moderna: la práctica
de la democracia totalitaria se elabora a partir de una contradicc_ión
sistemática con los principios anunciados por la ideología. Se ins
táura
así
un dogmatismo del
poder .que
-como bien indica Freund
no es
otra cosa
que
la contrapartida o la cruµpensación inevitáble de
la ind-minación de los fines proclamados pot la utopía. El poder
es
la medida de
sí mismo. La totalidad es la expresión de un prin
cipio absoluto; un momento en el devenir de la materia. La volun
tad revolucionaria opera como un demiurgo ~ágico, sintetizando el
reino de la Ji berrad con el reino de la necesidad; el pasado, el pre
sente y el futuro en una única dirección, marcada por el a1,censo
progresivo de la humanidad hacia su liberación definitiva y total.
Nada
importáll los
costes: todos los
partos son dolorosos, "los hom
bres tienen que aprender a morir
para que
se
sdve la
Humanidad"
(Castro, julio de 1978).
La Historia es la instállcia suprema de jus
tificación. El terror del universo concentracionario anuncia el sacri
ficio redentor de una humanidad nuevamente salvada por la sangre
del Justo.
La estructura de Esrado cobra así una personalidad salvífica,
participada
por aquella minoría
elegida. que
constituyen quienes son
capaces de
anunciar e interpretar los signos
del tiempo nuevo. La
revolución tiene sus escrituras, sus sacerdotes, sus fieles, sus répro
bos, sus elegidos. Es portadora de un anuncio seculatizado de salva
ción
y promete la recuperación de un Reino, perdido por el pecado
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Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULEIA PUCEII{O
de las estructuras y ,recuperable a través del sufrimiento y el sacri
ficio sin
límites.
En esta perspectiva, la política vuelve a ser una auténtica pra
xis soteriológica, inscrita en ei plan de salvación secularizada de la
ideología. Todo es política:
desde el
Todo
y pata el Todo. Fuera
del Todo no
hay salvación, refugio ni supervivencia.
En este
clima de terror, el poder desenvuelve basta el fin las
virtualidades de
la Modernidad. 1789 y 1917 matean, precisamente,
dos momentos cruciales de
la historia moderna, caracterizados esen
cialmente
por el acceso de los filósofos al poder. Pensamiento, polí
tica, poder y Estado se confunden y compenetran íntimamente, en
un Todo indiferenciado y homogéneo, donde la desapatición de los
limites no
parece otra
cosa que el reflejo de la muerte del hombre
concreto, esa
víctima propiciatoria de la humanidad liberada.
·
Cerrada
en sí misma,
la =sión totalitaria de la democracia es
inmune a
fa realidad y a las lecciones de la historia; sus sostene
d.ores -reconocen una única norma ·de eficacia: la obtenci6n y conser
vación del poder político. Un lenguaje ambiguo y polivalente, el de
la "vulgata" marxista, exime del diálogo y de la duda.
La debilidad
de
la fe del adversario, la mala conciencia de los "especialistas",
nostálgicos de fa >fe perdida, son sus mejores ;nstrumentos de lucha.
"La dictadura es un poder que se apoya directamente sobre la vio
lencia y que no
est& ligado por ninguna
ley. La dictadnra revolucio
naria del
proletariado es un
poder conquistado y mantenido por la
violencia,
que el proletariado ejerce
sobre la bnrguesía, poder que
no es!& ligado por ninguna ley" (Lenin).
m
Llegados a este punto, intentemos una síntesis de fo dicho sobre
el
proceso de
totali"'1ci6n de
la vida política
moderna. ¿Estamos
-com.O propone el evo1ucionismo materialista-ante un devenir
necesario
y forzoso de la materia, uno de cuyos m~tos particu
lares es el que protagOnizan el Estado y las formas modernas del po
der, o, por el contrario, estamos ante las consecuencias lógicas de
118
Fundaci\363n Speiro
EL ESTADO Y LA POUTICA
ciertas ideas de fondo, propias de la mentalidad moderna y que hoy
muestran sus virtualidades más extremas?
Nuestra respuesta se inclina más bien hacia la segunda alterna
tiva.
El Estado
y la política de la Modernidad son solidarios con la
imagen moderna del hombre
y de la vida.. Dumnte siglos --observa
Fourastié-, la corriente dominante en el pensamiento occidental
construyó una imagen del hombre referida, si no a Dios o al "Ser
Supremo", por Jo menos a "los productos más elevados de la mate
ria" (Lenin). Desde Platón
hasta Santo Tomás,
o aún
Descartes,
Kant
o
Bergson, el
hombre fue definido como un
alma, creada, si no
por Dios y a imagen de Dios, por Jo menos por la energía vital,
y de la naturaleza de la energía vital. La noción de humanidad se
identificaba así
por ou dignidad eminente. Fundaba una igualdad
esencial entre
los hombres
que sólo
el pecado podía corromper. Las
idelogías
dominantes, en cambio,
han sustituido el alma por la razón,
la vida por la materia. Han cumplido así una función "desmitificado
rn"
que ha terminado por destruir la imagen occidental del hombre y
de la sociedad. Estos quedan definidas no por su dignidad eminente
ni por sus características esenciales, sino por eus defectos y anoma
lías patológicas. Cerrada a la trascendencia, la
dialéctica de la mo
dernid1ld termina por
arrastrar consigo a todos
y cada uno de los
factores de la realidad política..
,El Estado
moderno es,
pues, la
solución que
el pensamiento de
la modernidad da al problema de la concreción del poder político,
en
función de
sus premisas ideológicas de fondo.
Es, por tanto, una
realidad histórica, inscrita en unas determinadas coordenadas espa
ciales, temporales
y espiriruales. Su génesis y desarrollo se explican
en función de
las mismas, y todo pienle sentido si, repitiendo un
error oomún en 1a ciencia política actual, se lo considera sub specie
aetemitatil.
Lo que en verdad ocurre es que el lenguaje político de la
modernidad se estructura en torno a esa realidad histórica que es
el
Estado. Pensar la igualdad, la
libertad, el onlenamiento jurídico,
la labor legislativa o judicial al margen de las estructuras del poder
tal como se
a,r,:icu!an a
partir del Renacimiento, carece de sentido.
Nuestro lenguaje político, nuestras
ideas modern•s sobre
la política,
son tan contingentes como la realidad sociológico-polftica en función
119
Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULETA PUCEIRO
de la cual se estructural>. Esto es la parte de verdad que porta con,
sigo
el
historicismo, aun cuando su
actitud vaya por lo general más
allá, .intentando la disolución. de todo en el devenir histórico, ne
gandQ así .la evidencia de que existen cosas permanentes, en fun.
ción de las cuales son pensables hasta las ideas mismas de tiempo y
de historia. El Estado moderno es, por consiguiente, una respuesta
contingente
a un
prciblema contingente:
el de la organización del
poder
]'!>lítico, e'! de la institucionilizaáón de la autoridad.
De acuerdo con esta, podrá discuilise en abstracto la bondad o
maldad· natural
del universo político en que vivimos, pero sobre lo
q\le no
podemos engañarnos es sobre el sentido profundo de sus
conceptos, imperativos y exigencias. Históricamente situada, la-¡,o.
lítica de la modernidad es solidaria con el Estado de la modernidad;
ambas realidades
están unidas
por
lazos inescindibles. O,mprender
este hecho, aceptarlo en
todas
sus virtualidades, pennite evitar
por
igual los extremos de ese relativismo escéptico que tanto tiene que
ver con el nihilismo contemporáneo, y de ese ideologismo ciego que
absolutiza
y diviniza simples palabras, carentes en verdad de sen
'tido fuera
de
un contexto histórico determinado.
En un sentido riguroso, el Estado moderno se diferencia de
otras
formas de
organización
institucional del
Poder político
-como
podrfa11
ser
los despotismos orientales,
la polis griega, la República
o el Imperio
romano, el
Imperio o el feudalismo
medieval-una
vez que,
en función de ciertos procesos históricos, es posible apre
ciar la concurrencia de ciertas características generales, presentes
prácticamente desde el Renacimiento basta
nuestros días. Hay Es
tado una ve,, que
el Poder
qU,eda espacialmente determinado bajo
1a forma de un territorio; cuando la autoridad reivindica para sí una
esfera
intangiblle e
ilimitada de soberanía; cuando, una
vez resque
brajada
la unidad
espiritual de
la cristiandad
medieval, se estrucru
ra
un verdadero
pluriverso politico
en el que luchan
entre si
Estados
autónomos e independientes
que pronto reconocerán en el concepto de
nacionalidad su nexo unitivo fundamental. Hay Estado una
vez que,
superados
los particularismos
jurídicos, se estrucrura un
ordenamien
to jurídico unitario, soberano y sin lagunas de ning6n tipo; una
vez que
el Poder, uno en esencia
y plural en sus funciones, acapara
120
Fundaci\363n Speiro
EL ESTADO Y LA POUTICA
el monopolio de la coacción, la salvaguardia de las leyes, la preser
vación de los
derechos; la defensa colectiva, la definición de la línea
de
demarcación entre lo público
y lo · privado, la administración· de
1a justicia y de los negocios piibliros, En tomo a este proceso de
centralización
--que pa.ra la mentalidad moderna es· al mismo tiem
po de
"racionalización" y de "modernización" se estruetura el fe
nómeno
intransferiblemente moderno de
la burocracia: la existen
cia de un cuerpo de fuOCionarios permanentes, profesionales, que
subsisten en sus funciones al margen de los avatares de la lucba
por el poder.
Maquiavelo
aparece como el primer teórico de
las nuevas formas
que
emergen.
En la historia de las ideas políticas, la afirmación es
correcta a
condición de limitarla en su extensión: Maquiavelo re
presenta
la primera síntesis expositiva del nuevo concepto de la
política,
basada en la razón de la fuerza y la indiferencia de lo po
lítico ante el problema ético. · En jalones sucesivos, Hobbes es el
teórico de la idea de totalidad y el prmeta de su reinado social a
través del aparato
esratal; Rousseau
es el fundador de la religión
moderna de la igualdad, supuesto
esenlCial de
esa dimensión polí
tica de la idea de totalidad
que hemos
denominado
totaliratismo;
Locke
elabora
la idea de un Derecho abstracto, construido a imagen
y semejanza del espíritu de cálculo, el afán de lucro y la actitud
racionalizadora propia de la mentalidad moderna; Hegel
implicará
la culminación de
la
misma, saludando
en
el Estado a la manifes
tación terrena
del espf
piensa
quien piensa
desde el Todo y hacia el Todo". los momenros
de
máxima expansión de las ideas
poiíticas de
la modernidad coin
ciden con los de máxima afirmación del Estado,
y la alianza entre
la Enciclopedia y la guillotina simboliza una época que estamos le
jos
de
haber dejado atrás.
IV
Una conclusión ética y polfticamente valiosa no puede eludir
la tentación de
la prospectiva. ¿Qué decir de la política en una era
de
politicismo integral, en
la que el Estado revela la índole totali-
121
Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULET A PUCEIR.O
caria de sus supuestos más íntimos y el Pcxler no reconoce límites
que lo
,rasciendan? ¿Qué
decir ante la protesta
desesperada del
nihilismo
y ante la recusación a todo pcxler y forma de domina
ción? ¿Por qué, en
definitiva, el Pcxler -o sea, el Estado--y no
más bien la nada?
Simados en este nivel, el de la .metaifísica, y ante cuestiones
como las e,
debe
quedar, naturalmente, a arrgo de la historia: pot vigorosa que
pueda
aparecer la
realidad del
Estado, por
definitivos que puedan
parecer sus logros en todos los terrenos del dominio socia:l, asisti~
mos
a una crisis de sus fundamentos más
íntimos. La crisis nace
precisamente del agotamiento de los supuestos intelectuales de la
Modernidad, de la decadencia de la idea del progreso indefinido,
de las insuficiencias del cientificismo, de
la illk:apacidad de
!as
ideo
logías pata dar cuenta de la nueva y a la vez permanente imagen
del hombre
y
del mundo.
Con
la fabulosa inetlcia propia de los fe.
nómenos políticos, el Estado moderno se sobrevive a sí mismo.
Como una cáscara
inmensa, vacía
de contenido, el Estado cede
el
Poder a los poderes ; renuncia a la autoridad y a la misión salvífica
que le
atribuyeran los profetas mcxlernos del I.eviathan.
En
una atmósfera esclerosada por las ideologías, el
pensamiento
político
no
parece aún
consciente de la tt'Wlcendencia del fenómeno
que
apuncarnos. Nuestro
universo político está
cargado de
imágenes;
imágenes anacrónicas heredadas de
la Ilustración y de la voluntad de
pcxler del
espíritu científico; imágenes
iocapaces de
aprehender la di
versidad
y riqueza de la realidad, por adormecedor que pueda ser
su efecto sobre Una civilización satisfecha.
Y aquí surge el desafío que debe afrontar la política en nuestro
tiempo: la posibilidad de
retomar su
mejor tradición,
la que
la ca
recterizó en sus momentos de creación auténtica; la posibilidad de
obtener de
fa reflexión filosófica una guía sabia pata la práctica;
de
orientarse hacia
la búsqueda de esa dimensión trascendental del
Ser que es el Bien. Posiblemente, hoy le cabe a la política la única
revolución posible: la que Sciacca denominaba la "revolución inte
rior", la met,tn-oia, el cambió radical de las propias convicciones,
sentimientos
y decisiones; la consecución de un "ver" que permita
122
Fundaci\363n Speiro
BL ESTADO Y U POUTICA
el "reconocer", el recuperar un sentido de la realidad y del miste
rio de las cosas que la era
de las
ideologías terminó por
ocultar. En
términos
más tajantes, una verdadera liberación de la estupidez:
"atravesar el sistema de la estupidez
y el nihilismo que tal sistema
comporta, como
consecuencia del
método del
egoísmo y del odio"
----=:ribía &iacca al
final de su vida.
Si la política ha de conservar algún sentido para los hombres de
hoy, ha de ser precisamente el de
los renacimientos auténticos,
el de
la reinterpretación de
una tradición
secular,
a la
luz de problemas
y
cuestiones nuevas. Superando el conformismo estéril de las ideolo·
glas,
esta política
habrá de
reivindicar al espíritu
la fantasía, la li
bertad y
la verdad;
habrá de
recuperar aquello que Maurras
llamaba
"una intuición alegre
del porvenir", sólo posible desde un encuentro
responsable
y personal del hombre con la evidencia del Ser.
Todo intento de defender la tradición pluralista de Occidente en
nombre de la "eficacia"
para la procura existencial está condenado
de antemano
al fracaso, en un mundo que se
rebela frente a
la noción
materialista de
la misma, al mismo tiempo que cuestiona de modo
definitivo la
imagen del hombre forjada por las ideologías y aquel
mundo de significaciones a cuya
imagen se ha
pretendido construir
la
sociedad. La defensa de la sociedad pluralista no pasa ni por el
neoprogresismo teenocrátko ni por la animalización del hombre que
propone
la cultura de masas
y los mecanismos de estupidización pro
pagandísrica. Tampoco -
que
no es otra cosa que un reflujo vacío
y estéril de lo primero.
Unilcamente planteada
como encuentro con
la realidad adquiere
la polltica posibilid•des de humanización y supervivencia. Encuentro
seguramente imposible en la dialéctica del odio y del resentimiento;
encuentro sólo factible desde la actitud silenciosa
y serena de la
Piedad.
123
Fundaci\363n Speiro
PO&
ENRIQUE ZULBTA PUCBIR.O
I
"Todo es perfecto cuando sale de las manos de Dios, pero todo
degenera en las manos del
hombre. Obliga
a una
tierm a
que dé lo
que debe
produciJ; otra, a que un árbol dé _un fruto distinto; mezcla
y
confunde los climas, los elementos y
las estaciones; mutila su pe
rro, su caballo y su esclavo; lo turba y desfigura todo; arna la defor
midad, lo
monstruoso; no
quiere nada tal como
ha salido de la na
turaleza, ni al mismo hombre, a quien doma a su capricho, como a
los árboles de su huerto" ...
La frase no pertenece a ninguno de los
profetas del oibUismn contemporáneo, ni a ningu~a de las formas
actuales de la literatura utópica. Abre las páginas de uno de los
textos más
significativos para la interpretación de la filosofía polí
de nuestro tiempo: el
Emilio de Rousseau. Escrita hace más de cien
años, anticipa lo esencial de la
revuelta contra
el Poder que hoy
pa
rece imponerse en el pensamiento filosófico y la política.
En efecto, nunca desde la consolidación del espíritu antimetafí
sico
propio de la Modernidad, llegó a cuestionarse la esencia
misma
del
poder· político con la radicalidad propia del pensamiento
acrual.
Uno
de los principales represenrantes de la
noN1Jelle 1111g11B filosófica
comienm
uno
de sus escritos
más conocidos haciéndose eco de esta
cuestión: "Conocernos
~ice B. H. I.évy-la antigua pregunta de los
filósofos:
«¿por qué hay Ser en vez de nada?» Tal es, acaso, el nue
vo problema; habría que
tomar la decisión de convertirlo, si bien
(*) Conferencia proOtinciada. en el Cfrculo de · la Unión Mercantil e
Iodústrial de Madrid el 17 de mayo de 1978.
109
Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULEJ' A PUCP.IR.O
no en nuestro vértigo, por lo menos en nuestra preocupación: «¿Por
qué existe el Poder?, ¿Por qué el Poder en vez de otta cosa?»"
Lo que se cuestiona no son, pues, tales o cuales estructuras his
tóricas
de poder polltico, rales o cuales instituciones, costumbres o
códigos de comportamtento. Se discute la esencia misma del poder,
su
más íntima razón de ser. El pensamiento polltico se trascenden
taliza. Las ideologías
parecen agotar su
capacidad de referencia in
terpretativa a
lo real, aunque posiblemente permaneua intacta su
capacidad de convocatoria de las
fuerzas itracionales del espíritu
humano.
Nuevamente
retormn al primer plano ese
puñado de pre
guntas esenciales acerca de la
sociedad que
llevaron a los hombres
de todas las épocas a la
filosofía.
Visto este fenómeno desde la casi absoluta carencia de concien
cia histórica propia de
nuestras clases . políticas, la importancia de
esta actitud será seguramente minimizada.
Se verá .en ella un brote
de rebeldía inmadura, de resentimienm anárquico, de romanticismo
ahistórico, o -¿por qué no?-la nueva táctica de alguna secreta
conspitación universal. Mucho más cerca de la verdad, otras posi
ciones
advertirán seguramente
la presencia siempre renovada de
la
Utopía, forma menral típica de las épocas de crisis. Pero a esta últi
ma opini6n habría que oponer, tal ve-z, el hecho histórico de que l.os
utopismos
no siempre desembocaton en el
anarquismo. Muy por el
contrario, los mismos se volcaron por lo general hacia las grandes formulaciones sistemáticas;.
hacia el
diseño
de sociedades ideales,
férreamente organizadas, estructuradas
y jerarquizadas. Y cualquiera
de los sostenedores del nuevo nihilismo
repudiada oon
horror tal in
tento de asimilación.
No estam.os, ciertamente, ante. una simple moda intelectual, por
más que muchos de sus sostenedores no sean otra rosa que crea
ciones efímeras de la industria editorial o de
la frivolidad de los
ambientes universitar_ios europeos. Estamos ante un fenómeno mu
cho más profundo e importante en sus proyecciones futuras: la ra
z6n
de
la
Modernidad se . sincera
consigo misma; se revela en sus
virtualidades más hondas, romo si las ilusiones de la ideología
tee
nocrática fueran insuficientes para una hlllDllllidad que ha alcan
zado, a
través del
miedo
y el sufrimiento, su· mayorlia de edad defi,
110
Fundaci\363n Speiro
EL ESTADO Y LA POUTICA
nitiva. "La vida es una causa perdida y la felicidad una idea caduca",
sentencia
desde su pesimismo. metódico B. H. Lévy; "Una . civiliza
ción
que
empezó por
las catedrales
tenía que tertninat en el herme
tismo
de la
esqUÍ20frenia ",
dice a su vez Cioran,
un. precursor no
siempre reconocido.
La
situación es, en el fondo, paradójica: ¿Cómo entender que
esta
negación radical de
la idea miama de poder coexista precisa
mente con los momentos de máxima afirmación y expansión de esa
concreción histórica del poder político que es el Estado moderno?
Lejos de resquebrajarse o de
catninat hacia su desaparición, el Estado
se consolida,
endurece sus posiciones sociales
y amplía cada vez
más su participación en
la economía general de la existencia hu
mana. Su
hipertrofia ruantitativa
y cualitativa llega a alcanzar ni
veles
monstruosos.
Los tres "poderes" propugnados por la ideología
dernoliberal estallán
en una infinidad de "poderes" que
hubieran
sido
impensables hace
tan sólo unas décadas, y que operan como ins
trumentns de una dotninación creciente sobre la sociedad: poder
gubernativo, planificador, policial, educativo, económico,.
represivo,
militar,
sindical, fatniliar, local, de la información, tecnocrático ...
Una vasta estructura de dominio, que reconoce
en el
Estado su
pun
to de referencia unitario, se extiende a lo largo de todo el cuerpo
social
y penetra en !ns rincones más ínrimos y secretos de la per
sonalidad.
Preso en una verdadera cárcel de
palabras e ideologías, el pen
samiento
político actual
es
incapaz de dar cuenta cabal del fe
nómeno apuntado. Por profunda y traumática que haya sido la ex
periencia
contemporánea acerca del Estado, no parece haber sido
capaz de
ocasionílir un
adelanto significativo de
nuestras herramientas
teóricas.
En lo esencial, el "empirismo" de las ideas actuales no ·pa
rece haber lrecho otra
cosa que
repetir con
fidelidad casi religiosa
los dogmas fundacionales de
la Modernidad, cuando no los imperati
vos cambiantes de
la
Razón de
F.stado.
Eri su orfandad de perspec
tivas, cerrado
a la única forma genuina
y verdadem.menre práctica
de
conocitniento que
es el conncitniento de los
principios, el pen
samiento político moderno no podía tener otta culminación · lógica
qu:e
· el
nihilismo. No se
trata ya
de
que sea brutal y condenable el
111
Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULl!I' A PUCFlRO
poder de las dictaduras opresoras. Es el poder en sí mismo lo que
constituye un
mal a extitpaL de mb:. Su presencia entre los hombres
constituye un
resabio de animalidad, una
fomia de
autoridad, que,
como el pensamiento mítiro,
la religión o la filosofía, deben dejar
paso a las exigencias de una nueva humanidad, liberada definitiva
mente de toda
mediatización. Frente al ser, la nada; frente a la evi
dencia, el silencio; frente a
la responsabilidad, la huida; frente a to
do poder, la anarquía. Algo de esto intuyó ya Nietzsehe cuando des
cribió. la tensión
t0ttutada, creciente y violenta ron que la cultura
europea
se precipitaba hacia el
nmilismo, precisamente en
función
de sus principios originarios: el mcionalismo, el
espíritu de cálculo
y el culto al dominio científico de la realidad.
ll
La historia del Poder en la F.dad Moderna reconoce al Estado
como promgonista .esencial. Quien repase, aunque sea mecánicamen
te, el título de esta conferencia estará, posiblemente, tentado de
decir:
"El Estado o la política". Política es para los modernos sinó
nimo de poder, al menos desde Maquiavelo, o desde una lectura
apresurada
de Maquiavelo. Y poder es sinónimo
de Estado. No se
concibe el concepto de
poU#ca sino en el campo referencial del con
cepto de
Brtado. Es .la situación relativa respecto al concepto de
Estado lo que califica de
"p,,Uti.ca" a determinada actitud, e,opecta
tiva o comportamiento. En un mundo en el que el Estado invade
todos· 1os resquicios de la vida
personal y sociai no es extraño que
la política impregne también todo. Todo es política: la religión,
la
cultura, la economía, la filosofía, el arte, la literatura, la vida. Vi
vimos lo que
Ortega denominó ron acierto
"una
época· de
politi
cismo integral",
signo inequívoco de las fases de decadencia y de
clive
en la historia de las dvilizaciones.
La Modernidad ha roto
ese equilibrio delicado
y sutil,
ese mínimo vital
y móvil de po!ltica
que caracteriza esencialmente
a
toda sociedad sana: ese nivel por
debajo
del
cual la misma se disuelve en .. el caos y por encima del
cual cae en la
opresión totalitaria;
nivel que
es, por tanto, 1Jiúl,
112
Fundaci\363n Speiro
EL ESTADO Y LA POUTICA
aunque sea m6vil en su determinación histórica definitiva, . para ca
da
sociedad y cada tiempo.
La historia de las palabras nos dice mudho acerca de la historia
de
las realidades humanas. Creo importante recoger una aguda ob
servación
de
Julien
Freund, en eLsentido de que al
mismo
tiempo
que las ideologías
introducen
el reino de los adjetivos (WmM,i-sm(),
Ubera/.i,sm(), social,i,mo, etc.), desplazan lo plural en beneficio de lo
singular. Hasta
la Modernidad, el concepto de Revolnción no existe;
se
habla
de
,evoluci
el campo de la
política como
en el del
Dereclio, la
historiografía,
la
filosofía o
la literatura. Este dato es altamente significativo
pata
explicar la noción misma de poder. Las ideologías de la Modernidad
operan un proceso de. reducción, desde
las potestades múltiples y
diferenciadas, propias de la concepción premoderna de la política,
hasta la idea de
Pode, como concepto totalizador. La principal con
secuencia de este red.uccionismo es la de que queda cerrada toda
abertura a
una compresión
metafísica del
poder. Convertido
.en un
concepto ideológico, no interesa ya conocer su naturaleza, su géne
sis, su proceso de concreción histórica o su función en· la sociedad.
El
poder queda
totalitariamente
ontologizado y, como tal, será onto·
lógicamente
bueno u ontológicamente malo, en una
oposición dia0
léctica que se traslada, oaturalmente, al tetreno de las posiciones
políticas. En su politicismo integral,
la mentalidad moderna · tiende, por
la propia dinámina de sus ideas · de fondo, hacia el totalitarismo,
emeodido éste
en
el sentido denunciado
ya, desde perspectivas di
versas,
por Spengler, Ortega, Scheler, Maurras, Pareto,
Pieper o
Sciacca. Los regímenes de centralización total y de terror policí-a.co
instaurados por el poder revolucionario en más de la mitad del
mundo no hacen
otra cosa que prefigurar en imágenes y términos
brutales
un proceso de evolución posible de las formas políticas
occidentales. Una vez que
el ignslitarismo abstracto de las ideolo
gías
instaura la idea de
totalidad como principio de organización
social,
ello no podía
ser de
otra manera.
La totalidad -er¡,lica Claude Polio- es el aspecto de un cuerpo
social en el que los elementos que
lo componen son uniformes y
113
•
Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULET A PUCEIRO
homogéneos. El 101alitarismo es, consiguientemente, la fonna que
cobra
la idea de totalidad desde que la misma deviene un objetivo
social. O,
más precisamente,
la forma que cobra una sociedad que
se fija
como ideal
el
formar una
totalidad. En tal caso, todas las
energías sociales se movilizan
. según
una volunrad general de
IXJ11-
fomiidad que funde todos los elementos sociales en una única masa,
amotfa e
indiferenciada,
carente de
relieves
y de distinciones. Un
conformismo generalizado, expresado ideológicamente
bajo las for
mas
más diversas, de.sde la construcción teórica del
"contrato social""
hasta la "igualdad de oportunidades" del
Esrado Providencia,
se
convierte en motor del proceso de niasifica.ción.
Lo grave es que, en el fondo, la filantropía democratizadora de
las ideologías modernas debe más al afán de lucro y a la necesidad
de cálculo
racional de
los comportamientos ajenos que a un genui
no propósito de redención humana. Es un
altruismo fundado
en el
egoísmo, una caridad fundada en el odio de clases, un amor hecho
de envidia, una concordia erigida sobre la
hostilidad y
la guerra
social, un derecho fundado en los privilegios,
y en la volunrad de
poder. Desde esta hipocresía fundamental, es posible explicar el des
tino trágico de las ideas modernas
y la crisis de un lenguaje polí
tico
incapaz ya
de dar cuenta de
las realidades concretas. Decir Li
bertad, Igualdad, Fraternidad -,-con mayúscula-es decir, en reali
dad,
despotismo, odio
social, envidia
y opresión.
Es que la moral totalitaria no puede menos que ser solidaria con
una ontología totalitaria subyacente. Desde este punto de vista, el
Derecho no es expresión de un orden natural, inmutable, de valores
permanentes, sino
un
mandato históricamente circunstanciado, - de
la voluntad de los poderosos. Los deberes sociales no son otra cosa
que consecuencias individualizadas de una vasta planificación cen
tralizada de las actividades sociales. El bien no es propiedad trasceo
dental del ser,
perseguido arduamente por la virtud, sino una tran
sacción pragmática y provisoria entre egoísmos e intereses concu
rrentes, eotre los que prima de forma igualmeote accidental la
razón de la fuerza. El
-p,6jimo no es ya el ser concreto que convive a
nuestro lado:
es una idea
vaga y utópica, tan lejana e ioalcanzable
como carente de contenido, suficiente -subraya
Polín-como
para
114
Fundaci\363n Speiro
EL ESTADO· Y LA POUTICA
servir de coartada a la crueldad. Como para justifica, la extermina
ción
de los hombres en defensa de
la Humanidad.
En este contexto, la política deja de ser aquella forrpa, la más
eminente, de la
conducta virtuosa, sobre la que
reflexionó la tradi
ción poHtica occidental, desde Platón hasta el siglo XIX. La política
pasa a
ser lucha por el acceso y conservación del poder político.
Lucha en todos los niveles y ámbitos de la vida social, ya que lo
propio
del fenómeno social es el conflicto y no la armonía. Para la
ética del individualismo posesivo, basada en el odio y la envidia, no
puede
haber otro
objetivo político que un dominio
cada vez
más
amplio
y total de la realidad circundante. El instrumento máximo
de
esta
dominación y
manipulación social
será el Estado. Un Estado
concebido desde
el Renacimiento como una obra de arte (Burkhatdt),
como expresión de un
facere, de una técnica amoral de configura
ción técnica del hombre
y la sociedad.
Fiel a
este triple
fundamento ontológico,
ético
y político, el Es
tado moderno cobra, a su
vez, una dinámica totalitatia. La misma
se expresa en una tensión que afecta a cualquiera de las formas ins
titucionales
que cobre aquél en
la actualidad: desde. las dictaduras
comunistas
hasta las
al
pru:ecer ingobernables
democracias occiden
tales. Tensión que resulta más
evidente en
estas últimas, precisa
mente
por la debilidad de sus mecanismos de coacción social.
Pata cualquiera que
observe la realidad política
de nuestros días
con un
mrnirno de
objetividad, no cabe duda de que las
democracias
pluralistas
han logrado cuotas
importantes de
reconocimiento.
y de
fensa efectiva de las
libertades públicas.
Su superioridad frente a
las democracias llamadas
"populares" es también evidente
en
lo que
se iefi.ere a justicia social efectiva, satisfacción de necesidades, de
sarrollo económico
y social y
patticlpaci6n real
de la sociedad en el
Estado.
Como
contrapartida
--y posiblemente
como un precio ineludible
de Jo
anterior-, las democracias
plnralistas aparecen como Estados
fundamentales débiles, incapaces de afrontar los antagonismos so
ciales
y políticos que se agitan en su seno y de rontrólar los efec
tos
de
la crisis generalizada de sus creencias cívicas. La vida perso
nal se ve
mediatizada por la
propaganda y el
espíritu consumista;
115
Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULETA PUCEIRO
la actividad política cae en el electoralismo y el partidismo, formas
de
despilfarro de
energía social difícilmente soportables por estruc
turas económicas
cada
vez más desestabilizadas y
anacrónicas.
En
ese marco,-las fuer:Za:S socia:les- .:reales tienden a crecer y afirmarse en
la defensa de sus intereses particulares. El poder sindical, el poder
de
la información, los poderes económicos, el poder cultural, los po
deres regionales, son índices elocuentes de que la realidad política
no es ajena al principio físico de que la naturaleza tiene !horror al
vacío. Los nuevos protagonistas de la lucha social cubren z.onas en
realidad abandonadas por poder político. La estructura del Esta
do, formalmente omnicomprensiva y omnipotente, tiende a perder
contenidos reales, y asiste a la instauración de un nuevo feudalismo
en el que la debilidad constitucional del monarca anuncia una Edad
de Hierro de
perfiles imprevisibles.
Escéptico
y avergonzado de su
autoridad, el poder político intenta legitimarse como
gerente de las
necesidades .materiales de los ciudadanos, renunciando a todo signo
ideológico y a toda escala de valores rrascendente a la Razón de Es
tado_. La reivindicación de ámbitos cada vez mayores de acción para
la iniciativa pública es así vfa para la involución y el estancamien
to
social Visto en
el plano de las relaciones internacionales, el modelo
democrático
ph:mlista termina por revelar su indigencia. Arrastrado
por los intereses estratégicos -de una superpotencia, renuncia a toda
autonomía, negocia y tr~sa todas sus posiciones, liquida todas sus
situaciones de predominio y termina dectetando la caducidad de
sus valores fundamentales en nombre de la pretendida
"eficacia" de
la planificación tecnocrática. La propia evolución de las ideas po
líticas · queda cristaliZllda en un ideologismo inmune a las experien
cias históricas, y ello es particu'larmente evidente en los países de la
Europa mediterránea, donde -como notaba recientemente J ean Fou
rastié-
la ideología socialista-marxista de los años
. veinte
ha se
guido siendo
.una ideología
izquierdista
hasta nuestros
días, mientras
que en el
~esto del
mundo
diclha ideología
o bien
ha pasado a de
sempeñar un
papel totalmente secundario
o bien se
ha convertido
en
'Ulla ideología oficial, propia del partido único en el poder, esto
116
Fundaci\363n Speiro
BL ESTADO Y LA POLITICA
esJ reaccionaria. Los casos de· Francia, Italia o España ilustran perfec
tamente esta tesis.
En el o!ro platillo de la balanza, una minoría mas decidida y
eficaz, menos escéptica y mediatizada por los prejuicios de la bur
guesía,
vuelca el equilibrio hacia el modelo totalitario. En
estrictá
coherencia
con
las líneas maestras de evohición del Estado moderno,
reconoce en
la Totalidad el objetivo
supremo de la evolución social.
Lejos de
avanzar hacia
el cumplimiento de
la promesa mesiánica de
la abolición de todo poder, lo refuerza mediante una diCtádura im
placable en la que lo
decisivo es la presencia del factor personal. Acon
tece, como lo norua ya
en su tiempo
Max Weber, la "paradoja de
las consecuencias", connatural a la sociedad moderna: la práctica
de la democracia totalitaria se elabora a partir de una contradicc_ión
sistemática con los principios anunciados por la ideología. Se ins
táura
así
un dogmatismo del
poder .que
-como bien indica Freund
no es
otra cosa
que
la contrapartida o la cruµpensación inevitáble de
la ind-minación de los fines proclamados pot la utopía. El poder
es
la medida de
sí mismo. La totalidad es la expresión de un prin
cipio absoluto; un momento en el devenir de la materia. La volun
tad revolucionaria opera como un demiurgo ~ágico, sintetizando el
reino de la Ji berrad con el reino de la necesidad; el pasado, el pre
sente y el futuro en una única dirección, marcada por el a1,censo
progresivo de la humanidad hacia su liberación definitiva y total.
Nada
importáll los
costes: todos los
partos son dolorosos, "los hom
bres tienen que aprender a morir
para que
se
sdve la
Humanidad"
(Castro, julio de 1978).
La Historia es la instállcia suprema de jus
tificación. El terror del universo concentracionario anuncia el sacri
ficio redentor de una humanidad nuevamente salvada por la sangre
del Justo.
La estructura de Esrado cobra así una personalidad salvífica,
participada
por aquella minoría
elegida. que
constituyen quienes son
capaces de
anunciar e interpretar los signos
del tiempo nuevo. La
revolución tiene sus escrituras, sus sacerdotes, sus fieles, sus répro
bos, sus elegidos. Es portadora de un anuncio seculatizado de salva
ción
y promete la recuperación de un Reino, perdido por el pecado
117
Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULEIA PUCEII{O
de las estructuras y ,recuperable a través del sufrimiento y el sacri
ficio sin
límites.
En esta perspectiva, la política vuelve a ser una auténtica pra
xis soteriológica, inscrita en ei plan de salvación secularizada de la
ideología. Todo es política:
desde el
Todo
y pata el Todo. Fuera
del Todo no
hay salvación, refugio ni supervivencia.
En este
clima de terror, el poder desenvuelve basta el fin las
virtualidades de
la Modernidad. 1789 y 1917 matean, precisamente,
dos momentos cruciales de
la historia moderna, caracterizados esen
cialmente
por el acceso de los filósofos al poder. Pensamiento, polí
tica, poder y Estado se confunden y compenetran íntimamente, en
un Todo indiferenciado y homogéneo, donde la desapatición de los
limites no
parece otra
cosa que el reflejo de la muerte del hombre
concreto, esa
víctima propiciatoria de la humanidad liberada.
·
Cerrada
en sí misma,
la =sión totalitaria de la democracia es
inmune a
fa realidad y a las lecciones de la historia; sus sostene
d.ores -reconocen una única norma ·de eficacia: la obtenci6n y conser
vación del poder político. Un lenguaje ambiguo y polivalente, el de
la "vulgata" marxista, exime del diálogo y de la duda.
La debilidad
de
la fe del adversario, la mala conciencia de los "especialistas",
nostálgicos de fa >fe perdida, son sus mejores ;nstrumentos de lucha.
"La dictadura es un poder que se apoya directamente sobre la vio
lencia y que no
est& ligado por ninguna
ley. La dictadnra revolucio
naria del
proletariado es un
poder conquistado y mantenido por la
violencia,
que el proletariado ejerce
sobre la bnrguesía, poder que
no es!& ligado por ninguna ley" (Lenin).
m
Llegados a este punto, intentemos una síntesis de fo dicho sobre
el
proceso de
totali"'1ci6n de
la vida política
moderna. ¿Estamos
-com.O propone el evo1ucionismo materialista-ante un devenir
necesario
y forzoso de la materia, uno de cuyos m~tos particu
lares es el que protagOnizan el Estado y las formas modernas del po
der, o, por el contrario, estamos ante las consecuencias lógicas de
118
Fundaci\363n Speiro
EL ESTADO Y LA POUTICA
ciertas ideas de fondo, propias de la mentalidad moderna y que hoy
muestran sus virtualidades más extremas?
Nuestra respuesta se inclina más bien hacia la segunda alterna
tiva.
El Estado
y la política de la Modernidad son solidarios con la
imagen moderna del hombre
y de la vida.. Dumnte siglos --observa
Fourastié-, la corriente dominante en el pensamiento occidental
construyó una imagen del hombre referida, si no a Dios o al "Ser
Supremo", por Jo menos a "los productos más elevados de la mate
ria" (Lenin). Desde Platón
hasta Santo Tomás,
o aún
Descartes,
Kant
o
Bergson, el
hombre fue definido como un
alma, creada, si no
por Dios y a imagen de Dios, por Jo menos por la energía vital,
y de la naturaleza de la energía vital. La noción de humanidad se
identificaba así
por ou dignidad eminente. Fundaba una igualdad
esencial entre
los hombres
que sólo
el pecado podía corromper. Las
idelogías
dominantes, en cambio,
han sustituido el alma por la razón,
la vida por la materia. Han cumplido así una función "desmitificado
rn"
que ha terminado por destruir la imagen occidental del hombre y
de la sociedad. Estos quedan definidas no por su dignidad eminente
ni por sus características esenciales, sino por eus defectos y anoma
lías patológicas. Cerrada a la trascendencia, la
dialéctica de la mo
dernid1ld termina por
arrastrar consigo a todos
y cada uno de los
factores de la realidad política..
,El Estado
moderno es,
pues, la
solución que
el pensamiento de
la modernidad da al problema de la concreción del poder político,
en
función de
sus premisas ideológicas de fondo.
Es, por tanto, una
realidad histórica, inscrita en unas determinadas coordenadas espa
ciales, temporales
y espiriruales. Su génesis y desarrollo se explican
en función de
las mismas, y todo pienle sentido si, repitiendo un
error oomún en 1a ciencia política actual, se lo considera sub specie
aetemitatil.
Lo que en verdad ocurre es que el lenguaje político de la
modernidad se estructura en torno a esa realidad histórica que es
el
Estado. Pensar la igualdad, la
libertad, el onlenamiento jurídico,
la labor legislativa o judicial al margen de las estructuras del poder
tal como se
a,r,:icu!an a
partir del Renacimiento, carece de sentido.
Nuestro lenguaje político, nuestras
ideas modern•s sobre
la política,
son tan contingentes como la realidad sociológico-polftica en función
119
Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULETA PUCEIRO
de la cual se estructural>. Esto es la parte de verdad que porta con,
sigo
el
historicismo, aun cuando su
actitud vaya por lo general más
allá, .intentando la disolución. de todo en el devenir histórico, ne
gandQ así .la evidencia de que existen cosas permanentes, en fun.
ción de las cuales son pensables hasta las ideas mismas de tiempo y
de historia. El Estado moderno es, por consiguiente, una respuesta
contingente
a un
prciblema contingente:
el de la organización del
poder
]'!>lítico, e'! de la institucionilizaáón de la autoridad.
De acuerdo con esta, podrá discuilise en abstracto la bondad o
maldad· natural
del universo político en que vivimos, pero sobre lo
q\le no
podemos engañarnos es sobre el sentido profundo de sus
conceptos, imperativos y exigencias. Históricamente situada, la-¡,o.
lítica de la modernidad es solidaria con el Estado de la modernidad;
ambas realidades
están unidas
por
lazos inescindibles. O,mprender
este hecho, aceptarlo en
todas
sus virtualidades, pennite evitar
por
igual los extremos de ese relativismo escéptico que tanto tiene que
ver con el nihilismo contemporáneo, y de ese ideologismo ciego que
absolutiza
y diviniza simples palabras, carentes en verdad de sen
'tido fuera
de
un contexto histórico determinado.
En un sentido riguroso, el Estado moderno se diferencia de
otras
formas de
organización
institucional del
Poder político
-como
podrfa11
ser
los despotismos orientales,
la polis griega, la República
o el Imperio
romano, el
Imperio o el feudalismo
medieval-una
vez que,
en función de ciertos procesos históricos, es posible apre
ciar la concurrencia de ciertas características generales, presentes
prácticamente desde el Renacimiento basta
nuestros días. Hay Es
tado una ve,, que
el Poder
qU,eda espacialmente determinado bajo
1a forma de un territorio; cuando la autoridad reivindica para sí una
esfera
intangiblle e
ilimitada de soberanía; cuando, una
vez resque
brajada
la unidad
espiritual de
la cristiandad
medieval, se estrucru
ra
un verdadero
pluriverso politico
en el que luchan
entre si
Estados
autónomos e independientes
que pronto reconocerán en el concepto de
nacionalidad su nexo unitivo fundamental. Hay Estado una
vez que,
superados
los particularismos
jurídicos, se estrucrura un
ordenamien
to jurídico unitario, soberano y sin lagunas de ning6n tipo; una
vez que
el Poder, uno en esencia
y plural en sus funciones, acapara
120
Fundaci\363n Speiro
EL ESTADO Y LA POUTICA
el monopolio de la coacción, la salvaguardia de las leyes, la preser
vación de los
derechos; la defensa colectiva, la definición de la línea
de
demarcación entre lo público
y lo · privado, la administración· de
1a justicia y de los negocios piibliros, En tomo a este proceso de
centralización
--que pa.ra la mentalidad moderna es· al mismo tiem
po de
"racionalización" y de "modernización" se estruetura el fe
nómeno
intransferiblemente moderno de
la burocracia: la existen
cia de un cuerpo de fuOCionarios permanentes, profesionales, que
subsisten en sus funciones al margen de los avatares de la lucba
por el poder.
Maquiavelo
aparece como el primer teórico de
las nuevas formas
que
emergen.
En la historia de las ideas políticas, la afirmación es
correcta a
condición de limitarla en su extensión: Maquiavelo re
presenta
la primera síntesis expositiva del nuevo concepto de la
política,
basada en la razón de la fuerza y la indiferencia de lo po
lítico ante el problema ético. · En jalones sucesivos, Hobbes es el
teórico de la idea de totalidad y el prmeta de su reinado social a
través del aparato
esratal; Rousseau
es el fundador de la religión
moderna de la igualdad, supuesto
esenlCial de
esa dimensión polí
tica de la idea de totalidad
que hemos
denominado
totaliratismo;
Locke
elabora
la idea de un Derecho abstracto, construido a imagen
y semejanza del espíritu de cálculo, el afán de lucro y la actitud
racionalizadora propia de la mentalidad moderna; Hegel
implicará
la culminación de
la
misma, saludando
en
el Estado a la manifes
tación terrena
del espf
quien piensa
desde el Todo y hacia el Todo". los momenros
de
máxima expansión de las ideas
poiíticas de
la modernidad coin
ciden con los de máxima afirmación del Estado,
y la alianza entre
la Enciclopedia y la guillotina simboliza una época que estamos le
jos
de
haber dejado atrás.
IV
Una conclusión ética y polfticamente valiosa no puede eludir
la tentación de
la prospectiva. ¿Qué decir de la política en una era
de
politicismo integral, en
la que el Estado revela la índole totali-
121
Fundaci\363n Speiro
ENRIQUE ZULET A PUCEIR.O
caria de sus supuestos más íntimos y el Pcxler no reconoce límites
que lo
,rasciendan? ¿Qué
decir ante la protesta
desesperada del
nihilismo
y ante la recusación a todo pcxler y forma de domina
ción? ¿Por qué, en
definitiva, el Pcxler -o sea, el Estado--y no
más bien la nada?
Simados en este nivel, el de la .metaifísica, y ante cuestiones
como las e,
quedar, naturalmente, a arrgo de la historia: pot vigorosa que
pueda
aparecer la
realidad del
Estado, por
definitivos que puedan
parecer sus logros en todos los terrenos del dominio socia:l, asisti~
mos
a una crisis de sus fundamentos más
íntimos. La crisis nace
precisamente del agotamiento de los supuestos intelectuales de la
Modernidad, de la decadencia de la idea del progreso indefinido,
de las insuficiencias del cientificismo, de
la illk:apacidad de
!as
ideo
logías pata dar cuenta de la nueva y a la vez permanente imagen
del hombre
y
del mundo.
Con
la fabulosa inetlcia propia de los fe.
nómenos políticos, el Estado moderno se sobrevive a sí mismo.
Como una cáscara
inmensa, vacía
de contenido, el Estado cede
el
Poder a los poderes ; renuncia a la autoridad y a la misión salvífica
que le
atribuyeran los profetas mcxlernos del I.eviathan.
En
una atmósfera esclerosada por las ideologías, el
pensamiento
político
no
parece aún
consciente de la tt'Wlcendencia del fenómeno
que
apuncarnos. Nuestro
universo político está
cargado de
imágenes;
imágenes anacrónicas heredadas de
la Ilustración y de la voluntad de
pcxler del
espíritu científico; imágenes
iocapaces de
aprehender la di
versidad
y riqueza de la realidad, por adormecedor que pueda ser
su efecto sobre Una civilización satisfecha.
Y aquí surge el desafío que debe afrontar la política en nuestro
tiempo: la posibilidad de
retomar su
mejor tradición,
la que
la ca
recterizó en sus momentos de creación auténtica; la posibilidad de
obtener de
fa reflexión filosófica una guía sabia pata la práctica;
de
orientarse hacia
la búsqueda de esa dimensión trascendental del
Ser que es el Bien. Posiblemente, hoy le cabe a la política la única
revolución posible: la que Sciacca denominaba la "revolución inte
rior", la met,tn-oia, el cambió radical de las propias convicciones,
sentimientos
y decisiones; la consecución de un "ver" que permita
122
Fundaci\363n Speiro
BL ESTADO Y U POUTICA
el "reconocer", el recuperar un sentido de la realidad y del miste
rio de las cosas que la era
de las
ideologías terminó por
ocultar. En
términos
más tajantes, una verdadera liberación de la estupidez:
"atravesar el sistema de la estupidez
y el nihilismo que tal sistema
comporta, como
consecuencia del
método del
egoísmo y del odio"
----=:ribía &iacca al
final de su vida.
Si la política ha de conservar algún sentido para los hombres de
hoy, ha de ser precisamente el de
los renacimientos auténticos,
el de
la reinterpretación de
una tradición
secular,
a la
luz de problemas
y
cuestiones nuevas. Superando el conformismo estéril de las ideolo·
glas,
esta política
habrá de
reivindicar al espíritu
la fantasía, la li
bertad y
la verdad;
habrá de
recuperar aquello que Maurras
llamaba
"una intuición alegre
del porvenir", sólo posible desde un encuentro
responsable
y personal del hombre con la evidencia del Ser.
Todo intento de defender la tradición pluralista de Occidente en
nombre de la "eficacia"
para la procura existencial está condenado
de antemano
al fracaso, en un mundo que se
rebela frente a
la noción
materialista de
la misma, al mismo tiempo que cuestiona de modo
definitivo la
imagen del hombre forjada por las ideologías y aquel
mundo de significaciones a cuya
imagen se ha
pretendido construir
la
sociedad. La defensa de la sociedad pluralista no pasa ni por el
neoprogresismo teenocrátko ni por la animalización del hombre que
propone
la cultura de masas
y los mecanismos de estupidización pro
pagandísrica. Tampoco -
no es otra cosa que un reflujo vacío
y estéril de lo primero.
Unilcamente planteada
como encuentro con
la realidad adquiere
la polltica posibilid•des de humanización y supervivencia. Encuentro
seguramente imposible en la dialéctica del odio y del resentimiento;
encuentro sólo factible desde la actitud silenciosa
y serena de la
Piedad.
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Fundaci\363n Speiro