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Número 171-172

Serie XVIII

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El tradicionalismo filosófico y Donoso Cortés

ED TRADICIONALISMO FILOSOFICO
Y
DONOSO CORTES
POR
funuo SERRANO VlLLAFAÑÉ
Una afirmación inicial nos parece aquí fundamental, porque ella
nos dará

la
explicación y la clave del contenido de este trabajo. Y
esta
afirmación
descubre ya, a su vez -"Y ello no nos importa-,
lo que
es idea dominante en este estudio.
La afirmación podría formularse en estos términos simplistas,
pero, a nuestro juicio, tan eirpresivos: Ni el ronde Jooé de Ma.istre
ni el vizconde de De Booald puede ser que no hubiesen escrito sin
la Revolución francesa. Porque
la Revolución francesa, fruto y culminación de una fi­
losofía
y de un iusnatumlismo raciomlisllaS y eiopresión del Ilu­
minismo y de iJa Ilustración, que habían vuelto a recoger cl antro­
pomorfismo renacentista de la autosuficiencia, omnisciencia y omni­
potencia del hombre -del hombre abstracto y del hombre razón y
voluntad-, no se había limitado a defender los derechos y fueros
de

la razón
humana (

que,
por otra parte, nadie le había negado
nunca),

no se
había conformado

con
la reafirroación de una razón
descubridora y reveladora del ser, de la verdad y del bien, en un
papel
eminentemente activo,

sino que, fiel
a las premisas

filosófi ·
cas del
iusnatura:lisroo racionalista

protestante
y a los principios del
doctrinarismo político de

Motesquieu, Locke, Hobbes
y Rousseau,
exalta de
tal forma los poderes del hombre, que convierte a su
Razón, Voluntad
y Libertad ( con mayúsculas y abstractas) en ere,,.
doras del bien y del roa!, de lo justo y de lo injusto, de la Mor,¡}
y del Derecho. Tiene lugar el endiosamiento del hombre y de la
Razón, y la «diosa Razón» para nada va a necesitar ya de la fe, ni
siquiera de
otros criterios objetivos que en nada pueden afectar a su
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Fundaci\363n Speiro

EMILIO SERRANO VlLLAFAf.tE
omnipotencia sin límites y a su conciencia y omnisciencia, subjetiva­
mente «iluminadas» e «ilustradas».
Contra ese endiosamiento de la Razón, contra esa sinrazón de
la razón, es contra la que van a arre.meter ,cl. tradicionalismo fil05ó­
fico, como lo hará después -<>unque más tímidamente-el espiri­
tualismo y el
eclecticismo.
Y antes de entrar en la exposición doctrinal del tradicionalismo
fllosófioo
y de que v,eamos la imfarenci.a y io que de él toma --y
esto en sus justos límites- nuestro Donoso Cortés, queremos, en
parte,

justificar
y demostrar con los hechos la afirmación inicial de
que partimos.
En efecto, ni José de M a los que hemos de referirnos-, antes de 1793 habían publicado
nada,
y uno y otro empiezan a hacerlo próximos a la cuarentena. Es
la Revolución
:&ancesa la que hace die ellos dos escritores fecundos.
Los sucesos de 1789 y de 1793 revuelven y acrecientan su fe monár­
quica y su creencia religiosa; · el resto de su vida es empleado en
combatir sin

descanso,
y el mejor medio de defender esos principios
es, para ellos, el
de a.tacar enemigos.

Por eso se declaran contra la
filosofía del siglo xvm, en la que ellos ven, entre ideas puras
. y
teorías utópicas, las ruinas reales que surgen de todos los lados; la
sangre

que
empapa la
guillotina de las libertades concretas, mientras
cínicamente .se «proclamab•» con toda solemnidad la Razón y Li­
bertad abstractas.
Pero todo esto
-se preguntan-, ¿es irremediable? Tanto De
Maistre como

De
Booald 'tienen los mismos principios, pero ruien­
tras De
Bonald hace

de ellos aplicación a la política, De
Maistre los
•plica sobre

todo a la religi6n. Uno
y otro pertenecen a la nobleza
francesa
y a la Magistratura, y la experiencia durootJe veinte alíos en
la
diplomacia o en la
Corte de Justicia

son más que suficientes para
conocer
los errores

que quieren
combatir. Y sin ser el uoo respecto
del otro ni discípulo
ni maestro, puede decirse que nada ha escrito
uno que no
haya sido

pensado por el otro.
Sin
embargo, aunque, de hecho, De Maistre y De Bonald tienen
el
mismo enemigo oomún, ambos dirigen contra el siglo XVIII y
contra la Revolución ataques paralelos, independientes el uno del
80
Fundaci\363n Speiro

EL TRADICIONAUSMO FILOSOFICO Y DONOSO CORTES
otro y siguiendo dos tácticas diferentes. Ambos señalan el mismo
movimiento de
reacción contra las ideas y los hechos de la Revolu­
ción que había
destruido todos

los valores históricos.
Después de
la
Revolución
y del período napoleónico, era dem,siado vivo el · pro­
blema
de
la reorganización social y . política y del nuevo orden de
ideas que lo apoyara. Sigue
el período de la Restauración, atento a
restablecer
el principio de autoridad religiooa y política.
Cóntra
la autoridad absoluta de la razón y de la libertad indivi­
duales, se reivindica la necesidad de la tradición religiosa, perso­
nificada en la Iglesia católica,
y la subordinación· del orden social
a un principio trascendente.
Es sacudida y atacada la desmedida con­
fianza en

la razón ( no la razón
misma)' tan
exaltada por
los racio­
nalistas ilustradrn; y revolucionarioo. El único camino de salvación
de la
humanidad desquiciada es la confianza en el mensaje e.xre de

la revelación divina,
transmitido por la tradición· histórica y acep­
tado por la fe.
En esto consiste, en 'términos gene.tales,_ el t~i,íonalismo. Este
indica una actitud especial de reacción ante acontecimiento,; histó­
ricos o mcwimientos culturales r~olucionarios en nombre de un
complejo de valores, transmitido,; por la historia, con una propen­
sión a fijar tales valores como preeminentes, que estén sobre y sean
remedio a lrn; desafuero,; y usurpaciones de la Razón, endiosada por
los revolucionarios.
En sentido específico, este movimiento reasumió . las doctrinas
tradicionales del cristianismo c.atólico y floreció en un clima de legi­
timismo político que se remitía al
pasado francés y europeo prerre­
volucionario,
y, sobre todo, elaboró el concepto de tradiri6n como
opuesto

al concepto
iluminista de

la
razón individual.
Pero como todo movimiento reacciona con demasía frente a un
error -en este caso frente a los abusos de la razón y libertad-,
algunos tradicionalistas cayeron en el exceso opuesto. Desconocieron
los
fuero,; de la. razón, negaron la evidencia objetiva corno criterio
de
verdad y se entregaron con exceso a los signos externos de una
revelación primitiva tergiversada, de una tradición incontrolada
Y
del

consentimiento universal.
Son tradicionalistas, alguno,; de ellos,
• 81
Fundaci\363n Speiro

BMlUO SERRANO VILLAPAEIE
por olvido de la verdadera tradición cristiana y su tradición filo­
sófica.
Y a veremos lo que . puede alcanzar de estas críticas al Donoso
Cortés de la
segunda época.
Con algunos precursores del tradicionalismo, como los escrito­
res románticos Madame de
Stael y René de
Chateaubriand, el
tra·
dicionalismo fue ronsmrido por José de Maistre y Luis de Bonald,
prescindiendo de Roberto <)e Lamennais, agitado y ardiente tradicio­
nalista de la primera época, que después derivó el
concepto de
tradi­
ción al de romanticismo panteísta alemán como revelación de lo di­
vino
en el hombre.
José de Maistre, em~jador en &boya y en San Petersburgo, se
forma en medio de los grupos iluministas, cuyos primitivos ardores
jamás abandonaron, pero subrayando de ellos la simpatía de taies
grupos

por el catolicismo.
Sin embargo, la experiencia de la Revo­
lución
francesa contribuyó a apartarlo de las ideas de la Ilustración
y de los ideai,s masónicos a los que el Iluminismo le había incli­
nado en un principio. Publica, en 1797, su célebre obra Con.ridé­
ration, ,,,,.
lá France, que es una profunda reflexión sobre los acon­
tlllcimientos y crímene-. de la Revolución fraooesa, y esboza su ideario
antirrevolucionario

y su concepción
de la Providencia divina, que
dirige la
historia.
Su larga y fecunda actividad como diplomático en Rusia coin­
cide con la madurez de
su pensamiento filosófico-político. Allí es­
cribió el E,,sai "" le príncipe génératem- de, con,titution, politiq11e,
(publicado en París en 1814) y allí preparó su obra capital St>iréJ
de Sai-nt-Peter,bourg (ron el subtítulo «El gobierno temporal de la
Providencia»), que obtuvo publicación póstuma también en París en
1821. En esta obra, las tres figuras, del senador, del conde y del
caballero, que
dialogan sobre tetnas tan caros a la especulación de
De Maistre, son personificaciones de los
tres aspectos de su menta­
lidad
y carkter.
En Turín, donde era miembro de la Academia y en donde
vivió sus
últimos años, pudo llevar a término las obras iniciadas en
Rusia.
Además de

la de
Ve/lk/,.,, publicó
su
otra obra mayor, Du
Pape
(dos volWDe!l<'S, Lyon, 1819), las Lettre, ,J un gentilhomm4
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Fundaci\363n Speiro

EL TRADICIONALI.SMO FILOSOFICO Y DONOSO CORTES
ruse sur l'Inr¡11i.rition esp,.gnole {París, 1821 ), en las que defiende
la Inquisición, atribuyendo sus abusos a:l bra20 soculat; De fEgUse
gaUic_, (Pa.rís, 1821), y la obra póstuma de filosofía especulativa,
Examen
de I,; filosofia de Bacon (Puís, 1836), que con otros nu­
merosos opúsoulos y cartas constituyen su producción literaria.
Con todo,
De Maistre no ha desarrollado un sistema. Sus ideas
sobre
filosofía especulativa están expuestas de un modo asistemá­
tico

en el difuso
diálogo filosófico

que constituyen
las V eldáas de
San Petersbu,go, en.,¡ que lldaisa, también, lo ex.puesto en el otro
ensayo sobre la doctrina de Bacon.
Bl peosamimro de José de Maistre puede resumirse en una pa­
labra: rest,,,,,.ación. Pero ésta no es solamente la restauración del po­
der real;
el rey vienie en tercer lugar, y su. restauración puede set
sólida

en supuesto de
las· otras doo : la del Papa y la de Dios. Dios,
que gobierna el mundo; despu?, como ministros suyos y para expo­
ner a la vista de todos su gobierno, que no es visible sino a ciertos
espíritus, los reyes con el P"P" sobre ellos. Tal es la jerarquía que
sueña De
:Mil.istre; ttJ es, a grandes rasgos, su sistema, que es un
sistema teocrático

y teológico.
La idea dominante en De
Maistre es

el
«pro"idencialismo», la
visión

de un mundo
temporal, gobernado inmediatamente por

la
PrO\'idencia divina. Es el gobierno temporal de la Providencia, el
percibir en toda
actividad humana la

huella
de la acción divina, que
ha de explicarlo todo.
La Providencia asume, bajo ciertos aspectos,
el puesto que en los románticos y en el historicismo tiene la histo­
ria, laicizada, pero también, en cierto modo, divinizada..
El punto de partida que le conduce a su esbozo del tradiciona­
lismo
es 11a degradación profunda producida por· el pecado origina,l
en

toda
la vida del hombre, en la esfera del conocimiento humano
y en el orden moral y social. Al optimismo del siglo XVIII, y como un
sangrante
desmentí,: de

sus
doct:riMs tan humanas, la experiencia de
los
horrores de
la Revolución le han conducido a esta visión pesi­
mista.
Los principios de la filosofía moderna han preparado todos
los males de
la Revolución y pretenden llegar a la destrucción de la
religión.
La lucha está entablada entre los dos adversarios : el cris­
tianismo (mejor, el catolicismo)
y el «filosofismo», porque «la filo-
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Fundaci\363n Speiro

EMILIO SERRANO VILLAFAFIE
sofía - dor>>,
que
va minando
«el cimiento que unía a los hombres;>, que
es el principio de autoridad en el orden religioso y social. La Revo­
lución francesa tiene un-~idente carácter antirreligioso.
De Maistre
reprocha al
Iluminismo el ser precisamente hostil a
toda jerarquía
y a toda autoridad, de suprimir toda organización,
sobre todo de la Iglesia católica, que
es el
único poder capaz de go­
bierno espiritnal y también, a veces, temporal. Y es restableciendo
la
soberanía de Dios como puede legitimarse en derecho el poder de
los reyes y, más allá de ellos, el poder del Pa¡,a.
De

Maistre
adopta una actitnd polémica frente a las filosofias
por él
más conocidas. Su posición es la del apologista católico que
trata de
combatir los errores contenidos en ellas. No sólo combate
las ideas antirreligiosas de los enciclopedistas, sino
también, y más
directamente,
el

empirismo de
Bacon y el sensismo de Locke, por
creer
a ambos sistemas destructores d~I espiritnalismo cristiano.
En
la
Velada 5.! nos dice cómo Bacon, lleno de coraje contra
toda idea
espiritual, con todas sus fuerzas, llamó la atención general
hacia
las ciencias natnrales ... ; rechazaba o despreciaba la metafísica
la psicologla, la teología
natural, la

teología
positiva, ..
;
deprimía
sin

descanso las cansas finales que llamaba
rémorar ... ; y se atrevió
a sostener

sin rodeos que la
indagación de estas cansas dañaba a la
verdadera
ciencia. Error
tan grosero como funesto

-termina De
Ma:istre-, ¿podrla

creerse?
¡Ah!
-=clama;.-, ¡qué caras le han costado al hombre las cien­
cias naturales!; le
hari costado la negación sobrenatnral y, con ello,
la
de
toda la

vida religiosa,
que no es más que la comunicación del
hombre con la esfera superior de
la humanidad.
Por otra parte, opone De Maistre a. Bacon· y los científicos que
sns explicaciones sobre ,las causas, las 1,eyes y fuerzas físicas no
aclaran los misterios de

su
naturaleza y ningnno de ellos ha hecho
conocer

en
qué consiste, en

definitiva, cualquiera de
las fuerzas
físicas, como, por
ejemplo, la

atracción, la electricidad, etc.,
y sus
explicaciones
sobre la acción de las causas naturotles son sofismas,
y as! vemos que cambian cada día de hipótesis
Frente a ellos,
De Maistre niega que exista causalidad en la ma-
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Fundaci\363n Speiro

EL TRADICIONALISMO FILOSOFICO Y DONOSO CORTES
teria. «Causa material -dice en la V eldd" 5 ·ª-es una causa que
no es causa, porque materia y causa se
~en». Las llama.das
acciones de los seres físicos son movimientos en los cua.1es s6lo se
encuentra
p,isividad, porque todo movimiento supone un motor an­
terior,
y ninguno puede existir sin un motor primitivo, que es in­
material e inteligente. La pura y simple accié>n de la causa primera,
sin el
concurso de las segundas, es una teoría que se asemeja al oca­
sionalismo de Malebranch, si bien De Maistre parece que quiere
lim.imrse a resaltar la acción de ,la causa primera, más efiatz que
la de las causas segundas, que pone como base de su providendalis-,
mo sobrenatw:alista.
A la refutación de Locke, cuyo Ens"Yº sobre el entendimien/o
hum,mo lo encuentra tan «indigesto y plúmbeo», dedica De Maistre
toda la Veada 7.• Fteoire a el y ad. empirismo de Beron se acoge­
-como hará también De Bonald- al innatismo cartesiano, aun­
que con formas peculiares de comprensión
y adaptación, porque su
pretensión es defender
los principios naturales o innatos y eviden­
cias primeras que, por su .misma universalidad, se impongan a_ los
daros particulares de los sentidos. Las ideas universales -afirma
en la Vetada 6.'-no pueden originarse de la e,operiencia de lo
singular
y contingente por su forma. De este género son, ante
todo, la idea innata de Dios
y las ideas y principios morales. Por­
que De
Ma.istre defiende con energía el valor universal. y apriorís­
tico de la ley natural y sus principios frente al empirismo de Locke
y de Hume.
Es, precisamente, en este contexto donde De Ma.istre introduce
su primer esboro del tradicionalismo. La teoría de las ideas innatas
le

sirve de base
para sostener

que
las ideas y nociones espirituales
no
las adquirimos de y por los sentidos, sino a través del vehículo
del espíritu, que
es la ¡,tJiabra que fecunda nuestro pensamiento.
Debió de
haber, pues, una primera palabra o lengu,,je revelador de
las supremas
verdade,,, procedentes de

Dios.
«m hombre habla
hablado - pone De
Maistre, en una primitiva lengua mmún de la humanidad,
depositaria del mensaje
divino.

lll
lenguaje posrerior humano habría
trasmitido

a los
· pueblos esta suma· de verdades· morales y religio-
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Fundaci\363n Speiro

llMIUO SEJU(ANO VlLLAFAf sas ciertas, que los hombres aceptaron por tradición social a través
de
la palabra. Pero sólo «los vicios, supersticiones y errores de la
razón han corrompido y falseado» -afirma en la Velada 1 O­
este tesoro primitivo de verdad, tanto de la revelación primera
como de la segunda, que vino por Jesucristo». Ante el
espectáculo de corrupción y degeneroción producidas
por la razón perturbadora ( no olvidemos ........ ubrayamos nosotros-­
esta

adjetivación de la razón) de las creencias e instituciones
más
sana'S, De Maistre combate ron dureza los gnwdes errores de la
Reforma, la Revolución francesa y el racionalismo de los enciclo­
pedistas e ilustrados. No qued .. más recurso que ocudir al principio
de la
""1!01'idad, que ha sido demolido por estas convulsiones.
«Pero nosotros -afirma
en la V ef(Jda L!!-tenemos otra regla
que los libera de todo error, a saber, la de la autoridad». Y junto
a
este criterio de certeza, De Maistre invoca otro equivalente, que es
el de
la «ronciencia uuiv,ersal», que condena los excesos de los
«iluminados», que
han añadido tanto de falso y peligroso, «sobre
todo a causa de la aversión a toda autoridad y jerarquía sacerdotal»
(Velada 11.!).
La P,ovülencia, madre de la historia, es predominante en todas
las reflexiones de De Maistre sobre el orden soc,w y la vida de
los pueblos.
Su providencialismo teológico (que luego veremos re­
petido en Donoso) es más acentuado que el de la teología cris­
tiana de la Providencia divina que dirige la historia, sabiamente
construido por San Agustín.
Para De Maisrre, la Providencia obra directamente en todos los
acontecimientos y en todas las causas segundas; a los hombres les
asigna un
papel meramente

«pasivo
y mecánico», de instrumentos
inconscientes
en las manos de Dios. Aun los hechos y los persona­
jes
más activos y sanguinarios de la Revolución - deraciones ,olne Pr"1'cia--no hacían sino servir de este modo a
los
desiguios de

la Providencia,
«que si emplea los instrumentos
más viles, es que ella castiga pam regenerar». La Providencia ludha
contra

las fuerzas demoníacas
volcadas sobre el mundo y persigue
al pensamiento y a Ja ciencia humanas, que no quieren aquierarse
en

un orden
social y polítiro, fijado por decreto ererno.
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Fundaci\363n Speiro

EL TRADICIONALISMO FILOSOFICO Y DONOSO CORTES
Tal es el principio de la «reciprocidad-reversibilidad», que es
el gran misrerio del universo
y que enuncia el mismo principio de
la
expiación redrotora por la sangre y el sacrificio, pero aplica­
do rambién a

esre mundo.
Los pueblos ----;lice en la Veltttki 10.'
deben expiar sus . crímenes e iojusticias mediante el sacrificio de
muchos

inocentes
para ser regenerados de su degradación.
La doctrina polltica- diamettalmenre opuestos a las del contrato social y de la soberanía
popular.

Sólo
el priocipio de autoridad aparece, para él, capaz de
guiar a los hombres por el camino del bien, porque los hombres,
por
su naturaleza cor:rompida, son incapaces de gobernarse a sí
mismos.
La soberanía, por lo tanto, no puede ser rosa humana, sino
derivada de Dios, de quien los soberanos . no son sino delegados.
Por eso, en su Ensayo sobre el principio generador de lt,s oomti­
tudones poUticas,
sienta De Maistre los siguienres principios: «Nin­
guna constitución resulta de una deliberación de asambleas ; los de­
rechos delJ pueblo no son jamás escritos, o lo son como simples decla­
raciones de derechos anteriores no eocriros». -«Los derechos de los
pueblos
parten casi

siempre
de la concesión de los soberanos, y en­
tonces pueden
constar históricamente; mas los derechos de

los
robe­
tanos y de la adstocracia no tienen ni fechas ni autores conocidos».
«Los
legisladores, aun con su poder maravilloso, no han hecho sino
reunir elementos preexistenres, y siempre han obmdo en nombre
de la divinidad»
Con esta l'eOría del origen histórico-natural dell derecho divino
de los
reyes justifica De Maistre la monoo¡uía absoluta y la legiti­
midad sucesoria de los
monarcas, de las que fue ardiente defensor.
Por
último, la constitución de
la Iglesia católica, con la auto­
ridad suprema del Pontífice, representa, para De Maistre, la solla
suprema superestructura política capaz de regir la humanidad. Por­
que

sólo
la Iglesia, deposi1131ria de la revebición y de los divinos po­
deres, puede ilumioar y mantener el orden moral y social, t!tastor­
nado
por el pecado original,

corrigiendo errores y
las mil injusticias
que cometen los
gobernantes y que a veces permiten los mona.ras
legítimos.
Por ello, el orden temporal de
los pueblos debe estar sometido
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EMILIO SERRANO VILLAPARB
al poder espiritual de la Iglesia y a la autoridad supe,soberana del
Pontífice,
ya que el PllJ"' es «el representllnte del crisrianismo por
sí solo... Sin el Papa no hay cristianismo,-y, -por consecuencia, ine-­
vitable el orden social recibe una herida en cl eotaz6o». Esta es la
teSis que De Mlla en su obra Del Pdpa.
Pero la sobemnfa absoluta del Papa entraña su infalibilulad, y
De Maistre la reivindica, eo efecto, por rarooes puramente fiJooó.
ficas,

o
más hieo políticas. Y. presenta es,,. iofulibilidad personal
(décadas aores de la declaración de este dogma por la Iglesia), al
modo de la soberanía de los monarcas absolutos, que en virtud de
su legit:úwdad divina vieoeo a gooar de un pri.vilegio equivalente en
su
esfera. Pero bien entendido que

ese
criterio seguro de los sobe-­
ranos está subotdioado al supremo criterio espiritual del Papa como
los tribunales ioferiore. están subornioados a un Tribuoa,1 Supremo,
que juzga sin apelación. Por lo
~ se trata de una valiente apología de la institu­
ción divina del Ponrilice y de sus poderes snpremoa, eo la larga
digresi6n históriro-apologética y rebatiendo las objeciones de los
filósofos endclopedistas.
A
esta misma finalidad responde su ensayo De 1" Iglesia an­
glic,ma, eu el que impugna roo denuedo todos los errores y rebel­
días room,. la autoridad del Papa que se venían sucediendo en
Francia
desde
la Reforma.
Nos hemos derenido demasiado, ,:id vez, eo este autor, porque
es, a nuestro juicio, el que mayor influencia ejeroe eo nuestro
Donoso Cortés, qué le cita veiticinco veces a través de sus obras.
Luis de Bonald es el sistematizador del tradicionalismo, y aun­
que coincide, en su común ludla contra la nueva sociedad, con
los autores Lammeoois y De Maistre y los rres combaten eo nom­
bre de los mismos principios, Lommenais fos aplica a la filosofía;
De Maistre, a la religión, y 13ool'ld, solamiente a la polítio, si bien
se
sine pam ello de un rigor filosófico, no siempre exento de
errores.·
Peto
De Booald es consecuente Y' la sinceridad caracteri>a todas
sus obras. Así [o señala él mismo ruando efimia que su último li­
bro, Démomtration philosophique du pm,d¡,e con.rtit#lif de la so-
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EL TRADICIONALISMO FILOSOFICO Y DONOSO CORTES
ciété (publicado en 1830), reproduce, en forma rompendiada, los
principios del primero, T héorie d,, pouvoir polítique et religie,,x
dans la société cwüe, que habla escriro en 1796. Durante este in·
tervwo de treinta-omtenta aiíOIS no d,eja de profesar las mismas. doc­
trinas, un m.zon¡¡miento firme y riguroso, todo él al servicio de la idea
cristiana. El mismo se llama filósofo y no teólogo; ~ servirse úni­
camente de su razón, que, por otta patne, se encueotra siempre de
a<:)letdo ron los dogmas del cristia.qismo, sin tener necesidad de ple­
garse o falsearse por ello. El título de sus obras lo demuestra ron
insistencia: Théorie du pouvoi,, politique et reUgieux d,m.r. la sodété
dvile (1796); en 1802 publk;,. Législauon p,imiti,Je consklereé ,kms
les dernie,s temps «par les seul,es lt,mieres de la fi#SOfl> (ronviene
subrayar las últimas pa,lo:bras),Recherches «phiwsophiques» sur les
p,emiers objects
de nos connaissances morales (1818), Demonslt"a­
tion «ph#osophique» du príncipe c,mstitutif
de la. société (1830);
en

el
título de ,-us obrns.
Podemos decir que
su filosofía es eminentemente social; el pen­
samiento de De Bomtld depende de su filosofía social. Y ésta ha
sido ronstruida ron la finalidad de hacer del hombre ---oegún nos
dice en Legislaci6n pmilw11-.un ser mora1, social y religioso,
«una persona que pi= y habla, y de quien se debe estudiar el
pensamiento en la palabra, y la voluntad en las acciones».
Pero

también
la doctrina de De Bomtld -a,mo la de De :Mais­
tre-ha de entenderse en función de la opooiciém ail 'liberalismo y las
ideas de la Revolución. Y para atacar el espíritu revolucionario,
empieza por rehader, primeramente, una noción coherente de los
errores rontrarios antes de combatirlos; muestra la J6gic, interna de
la herejía antes de rondenarla, inrentando hacer ver la relación
entre el principio de la soberanla popaJar y las tlesis radiawes y
favoritas de la filosofía del siglo XVIII: el ateísmo, la eternidad
de la ma~ia, el empirismo, la teorla dél lenguaje romo ronven­
ción arbitta<:ia, la · negación de la ~ general. Todo esto ---dire­
constlituye un · haz doctrinal perfectamente unido, del que no se
puede
~ una afirmoción sin derribar todas· las otras.
Y esta especie de bloque revolucionario, cuya idea ha influido
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Fundaci\363n Speiro

EMIUO SERR4NO VILLAFAf tanto en el siglo XIX, no es una invención de De Bonakl, sino que
él lo ha sistematizado po,m, sistemáticamente t:ambién, ir destru­
yéndolo . .A:sí, el dogma de la soberanía popula.r -nos dice-implica
el ateísmo, porque "' at1elsmo . roloca el poder supremo sobre los
hombres mismos; y en el mismo se basa la afirmación de la eter­
nidad de
la materia y otros errores filosófico-políticos. Porque de­
cir que el hombre es "1 inventOir dcl lenguaje y que éste no es más
que
signo del pensamiento, y ·su valor,-arbitmriamente inventado,
depende de una convención, equivale a decir que ·«el hombre ha
hecho su pensamiento, su ley, la sociedad ... , todo, y todo puede ani­
quilado».
He

aquí
-dice en Legislación primitw-la herejía tota:lmente
recoosnruida: romo base,
la a,ncu:piscencia; como cúspide, el orgu­
llo que declara a
la naturaleza y al hombre independientes de Dios;
herejía
nacida del ptotestantismo y cuya medida y frutos se ven en
la Revolución francesa.
En
genetal. la füosofí,t de

De
Bonald consiste -,según sinte­
tiza

Emil
Brehier-en re,li%ar como ttasoendente cada una de las
potencias inmanentes que
admitía el

siglo anterior: «la filosofía
moderna
-escribe De Bonald-confunde en el hombre el espí­
ritu ron los

órganos; en
la sociedad, el soberano con los súbditos;
en el universo, a Dios mismo con la naturaleza . ( de la que es creador),
destruyendo todo

orden
genetal y ]'Qtticular, a,l quitar al hombre
todo
verdadero poder sobre sí mismo, a los jefes de los Estados to­
do
verdadero poder sobre su pueblo, y al mismo Dios todo poder
sobre el universo».
Pero ante este panorama, De . Bona:ld opone: a la inteligencia,
limitada a los signos
convencionales del lenguaje, una
inteligencia
superior al 1.enguaje; a .la soberanía, anribuida al pueblo, un sobe­
rano ,por encima

del pueblo; a
la realidad última, admitida en la
materia, un Dios creador de la naturaleza.
Este es el orden de la sociedad humana y religiosa instituido
por
el cristianismo; Su doctrina -qne es la profesada y defendida
por De
Bonald-coioca el orlgien de las verdades supetiore.i del
orden
int1electua.I tan por encima del pensamiento, y al soberano tan
90
Fundaci\363n Speiro

EL TRADICIONALISMO FILOSOFICO Y DONOSO CORTES
por encima del pueblo, cuanto el cristianismo coloca a Dios por
encima del universo.
Fiero . como Dios ha crreado la naturaleza por intermedio de su
Verbo, la """'1Celldeocia de las ideas exige un inu:tll'ediario que
las presente a,J espíritu; y, aná!logamente, la trascendencia de la
soberanía divina supone,

entre Dios y el pueblo,
un intérprete que
es el podier político, el cua,J recibe de Dioo su autoridsd, iguai que
el
lenguaje ha recibido de un autor su poder fl,e expresión. Una teo­
ría de intennediarioo, de la cual el cristianismo es la forma más con­
secuente, ªP""ece
en cuanto se sustituye o pone la traSCendencia
por la inmanencia, sirviendo de unidad el

principio fundamental
y
fundamentante a dos tesis básicas de la doetrina de De Bonald, que
pasamos a exponer lo más compediamente posible: la teoría del
lenguaje
y

la
te0rfa ckl poder político.
La teoría del lenguaje consti~e la base del tradicionalismo die
De Bonald y la parte más importante de su especulación. Es impo­
sible explicar
el lenguaje humano mediante el

mero trabajo del
hombre,
.porque si las imágenes sensibles podían bastar para las
ideas de los objetos inferiores que sirven a las ~dadies · corpo­
rales, en cambio, las ideas elevadas de la virtud, la justicia, base de
toda
sociedad y de toda moral, y otras, son imposibles sin una pala­
bra que las exprese. Pero ,el hombre no puede haber inventado la
paiahra, po,:que no se inventa si no se piensa, y no se piensa sin la
palabra, que es ~la ""presión natural d,,1 peosami"'1ro». El hombre
deberla haber poseído

la palabra
aores de inventarla, lo cua,J es ab­
surdo.
«Es necesario -dice-que el hombre piense su palabra an­
..,. die hablu su pensamiento».
Contra Condillac afimia De Bonald que la po!abta no es signo
del peosomienm, sino ,la expresión de la idea, pon¡ue el. signo es
algo
arbitrario que puede ser

idéntico
para estados mentales opues­
tos entre sí y, por tanto, no suscitará en el receptor la idea sino me­
diante una convención. Mimtnis que la peil,,bra, al ser e,i;presión de
la idea, surgiere el IDlSJDO pensamiento en todoo fos que· la reciben,
sin que pueda reflejar sino un sofo ¡,ensamieni:O.
Si el hombre, pues, no ba inventado la palabra, no puede ha­
berla recibido

sino
de Dios: Esta es la tesis del origen divino del
91
Fundaci\363n Speiro

EMIUO SERRANO VILLAFAFlE
lenguaje primitivo, que Dios ha dado ail hombre en el momento
de
fa. creación. El espíritu -dice De Bona:ld'-va de las palabras
a

las
ideas, de las !"'labras que le 1m transmitido la sociedad a las
ideas propias e innatas que tiene. El lenguaje, dado por Dios y guar·
dado y traosmitido por la sociedad, se ioterpooe como condición
de acceso a
la vida intelectual entre el hombre y las ideas.
Del don divino del lenguaje deduce De BonaJd la ex.isrencia
de

Dios,
y con el!o 1L necesidad de una revelación pmnitwa por la
que,
mediante la palabra, Dios

ha
dado al hombre máximas de
creencias,
reglas de conducta, leyes del pensamiento y de la acción;
todo
un conjunto de verdades merafísicas, religiosas y morales reve­
ladas a la humruiidad en los primeros albores de la historia. El len­
guaje es, pues, el
instrumento por

el que Dios
revela las ideas eter­
nas y su propia existencia al espíritu humano.
Como ronsecuencia, ·
se deduce la tramm,,ión de la revelación
primera a través del lenguaje y de la enseñama social. El lenguaje
nos hace
conocer las -.erdades que hay en nosotros, grabadas por
Dios.
Toda nuestra intdigencia depende, así, de una minsición social
que
se
expreso. por el lenguaje. La instrucción --Mmite con Male­
btanch-no hace más que iluminar las ideas que el espíritu poseía
y que permanecen desconocidas «hasta que recibe, en la sociedad de
seres semejantes a el, mi e,opresión, conservada en las familias con
tradición o palabras hereditarias y en las naciones por escrituras im­
¡,ereoecleras». Pero la tradición se remonta a una primitiva revelación
de Dios.
De aquí el «ite-rio de la tradición como regla objetiva de la
verdad, · comunicada a:i hombre y transmitida por la vía social. El
fundamento de cerreza está fuera de la inlleiigencia individual, en
la tradición
social; es un criterio del todo e,o,rínseco. Esta tradi­
ción,

que da
nombre ali tradicionali,mo, es afirmada como ra7.Ón
general o autoridad con ca,ácter social, y ,es opuesta al concepto ra­
cionalista de la razón indwi!Jual como supremo crirerio de verdad.
Decíamos más airriba que la reoría · del lenguaje constituye la
base del tradicionalismo de De Bonald. Y, en efecto, igual que el
lenguaje es
· el intermediario entre las •ideas y el espíritu, el poder
92
Fundaci\363n Speiro

EL TRADICIONAUSMO FILOSOFJCO Y DONOSO CORJ:'ES
legítimo es el intermediario entre el sobetano, que es Dios, y el
pueblo. En
su Ensayo ana.itico sobre k,.r leyes naltwaks del o,-den social
afirma que el Hombre-Dios de la Religión es como el modelo del
poder político, m­
ciedad que no Dinde culto al Hombre-Dio.. existe opresión Jeg,d, ..,_
clavitud ... ; en tocio país que no tiene poder 1egítimo, especialmente
en

la
democracia protestante, actúa la dictlldura, el absolutismo de
una autoridad impositiva de acciones y que, como dice Jurien, no
necesita teneb'. razón pa:ta que sus actos políticos sean válidos».
La filosofía social y política de De Bonald es una fuerte opo­
sición a la
doctrina rontraetual.ista y democrática.
Contra
Rousseau y los contractualistas, empieza aflnnando De
Bonald la sociallibidad natural del hombre.· Y contra el pesimismo y
el oprimi,smo ana:opológicos, dice que su naturaleza (ni esencial­
menne mala, ni esencialmente buena) es relativamente perfecta pre­
cisamente por el estaMocimiento de la sociedad doméstica y pdlítica.
El hombre natural es, pues, el hombre social y en tanto en ruanto
se encuentra en =iedad exisre como verdadero hombre.
Para De Bonald, la filosofía no será romo la había definido
Bossuet, «el conocimiento de

Dios, del
hombre y dé J,, sociedad.»; y
de estos ttes términos, el mejor para conocer los dos es la sociedad.
Por eso, para De Bonald -y no se cansa de decirlo-, la filosofía
no será solamente moral, sino que será sociol, que es el medio más
seguro de devenir moral y también religioso: « Yo no he conside­
rado
nunca -dice-la religión, la moral, la filosofía, la política,
el hombre y Dio,; mismo sino con relación a la sociedad»_
Pero la sociedad, a su vez --se pregunta..,.-, ¿no s·erá una con­
vención humana? No, la sociedad, fo mismo que la palabra, procede
de Dios .. Y la filosofía, oiendo la investigación de las causas, no debe
pararse en

el camino, sino
remontarse hasta Dios, porque el hombre
no es sino una causa
segunda, es

decir,
un. efecto, y es un error de
la filosofía moderna, cuando quiere descnbrir -las causas, parairse
siemp•e en los efectos, siendo así que efecto y camsa son de la mis­
ma naturaleza, efectos los. dos. Pero la veroadera filosofía exige tres
términoo:
un efecto, un medio o instrumento por el que es produ-
93
Fundaci\363n Speiro

EMIUO SERRANO VILLAPAivE
cido este efecro, y, por último, el que emplea el instrumento o me­
dio,
es deci4-, la verdad= causa.
A este .respecto, De BonaJrl reduce toda la historia del pensa­
miento a rres sistema.; genera:les: el sisooma de la °""'ª o doctrioa
de

Dios
(enseñada por el hebralsmo); el sisrema de los efeceos; o
docttioa del hombre, cxdusivamoote humana (en nismo); el sistema del med,io o metÜtld hombre
(enseñada por el crist:ia.nismo). De esta visión bistórico-doc­
trirutl
emergen las tres categorías de causa, med,io y efecto que
gufan a De Bonald en la interl""OOón del universo y de todos los
seres. En cosmología, la causa es Dios, el movimiento es el medio,
y los
cuerpos son el efecto. En el plano gnoseológico se e,q,resa por
la inte!ig,encia, los órgaoos y el objeto.
La misma fónnula trinitaria es "Plicada a la teoría del lenguaje
y a la
estructuración de

las
sociedades. Así la palabra o el verbo es
el
medio, el mediador del que Dios, la causa suprema, se sirve para
producir en nosotros el maravilloso efecto que es el peosamiento 'o
inteligencia vetdadam de

las
cosas. Del

mismo
modo, la sociedad
huma.na, la humanidad, que personifica admirablemente Jesucristo,
es también el medio, el medi:ador, del que Dios se sirve para eleva,
al

hombre a
toda la perfección de su naturaleza. En la sociedad fa­
miliar, causa, medio y efecto corresponden al padre, la madre e
hijo;
y en 'la sociedad poliírica, los téi:minos correspondientes son el
r~, los mir/Jstros y los súbditos.
De Bonald se felicita de encontrar así, en todo, esta trinidad de
la causa,
del medio y

del
efecto, Jo ouaJ le da la explicación rompleta,
buscada en vano por todos loo filósofos, porque éstos se atienen a
un
dualismo ilusorio,

el del
efecto y

su
causa, la cual. no ,s en rwi­
dad

sino un efecto también.
Con ello quiere resaltar De Bonald el carácter religioso y tras­
cendente y divino (sin desconocer por ello el alto valor mismo pa­
ra la
ruón) de la autoridad romo función delegada de Dios, porque
nuestro

autor
rechaza, enérgicamente, todo origen humano del po­
der, sustituyendo al pueblo de Rousseau por Dios; al gobierno re­
pul,licano de

la multitud
opone la ullidad de
poder; a
la soberanía
del pueblo,
la soberanía de Dios, porque la trascendencia de esta
94
Fundaci\363n Speiro

EL TR.ADICIONALISMO FILOSOFICO Y DONOSO CORTES
soberanía divina supone, entre Dios y el pueblo, un intérprete o
mediador, que es el poder político (que es n=sario, preexme a la
sociedad y la
ronstituye), el cual recibe de Dios su autoridad, igual
que el lenguaje ha recibido del autor divino su poder de expresión.
Esta concepción teocrática quiere reempl= al democratismo
libera!l; The<>s (Dios) tiene, en efecto, los caracteres que en vano se
intenta enrontrar en el demos ~pueblo): una voluntad ronstante,
racional y fija.
Para De Bonald, por io tanto, la Monarquía era el gobierno na­
tural y perfecto, aunque no coosidernba como ilegítimos los otros
modos de gobierno. Y su podet era absoluto, por ser esencialmente
único y divino Pero no debla set arbitrario, ya que el monarca
debla gol,ema,: según las

leyes. El
último ~=so contra la arbitra­
riedad es la subordinación a la autoridad su~ema de la Iglesia y a
su
cabeza visil.Jle, el Papa, y «creerlo infalible aun cuando las escue­
las
disputen de

su
infabilidad>.
Como apreciación ttltica, diremos muy brevemente que,

en
ge­
neral, la filosof la de De Bonald ronsiste en realizar como trascen­
dente cada una de las potencias inmanentes que admitía el siglo
anterior. La teoría de los inter.lllOO.iarios tiene, en el cristianisn:X>,
su forma más ilustre, aparece en cuanro se sustim.ye la trascendencia
por la inmanencia, skviendo de unidad y principio a .dos tesis bási­
cas de su doctrina: la teoría del lwguaje y la del poder político.
Si el
entero sistema de De BonaJd tiene un matiz historicista,
este llistoricismo es solamente parcid, ya que no se valmiza sino el
aspect.o tradicional y consetvadot del ~oceso histórico, olvidando
el aspecto innovador Pero su mayor error está, sin embargo, en la
interpretación, también parcial, meramente pasiva, de la función
expresiva del pensamiento. Si la «pabbra» es «la ex:~esión natural
del pensamiento humano», ¿por qué no reconocer en éste el princi­
pio generador inmediato

de
la misma? Si se sustrae toda actividad
espontánea a la
rn>ón, incapaz de captar la más elemental verdad, se
hace también inexplicable la misma tradición, fa cual no es una
meta transmisión pasiva de un saber adquirido ex11rlnsecamente, si­
no
adhesión íntima a,! mismo, a veces por fe rnzonable, otras por
certeza apodíctica.
95
Fundaci\363n Speiro

EMIUO SERRANO VILLAFA1vE
Nos gustaría, al hablar de Donoso · Cortés, disponer de tiempo y
espacio pira situarle en su época: en la circunstaneia filosófica y
sobre todo
filD<ófico-política eutopea y española, sin las cuales difí­
cilmente puede
· entendérsele, máxime cuando fueron esas circuns­
tancias •las que motivaron en él un cambio rndical en sus ideas po­
lítiOJ.S.
Pero limitándonos aquí a hacer ver la relación e influencia con
el tmdicionalismo fll066fico, la ci que hemos señalado más ilttiba al hablar del nacimiento del t,rad,;.
cional,ismo en De Maistre. Y la circunstancia filosófico-política euro­
pea, que no es otra que '1a a¡,&ación del racionalismo filosófico
a la política, se gloriaba mucho de esa doctrina filosóficio-social­
pdiírico-económka
que se llitm:aba liberalismo.
El liberalismo pretlelldía ser la liquidoción de un pasado tene·
broso que había tenido a las mentes encadenadas durante siglos y
el triunfo definitivo de la rtJZ6n, fuente inagotable, faro de ilustra­
ción que disipaba todas· 1as ciniel:,Jas. La nizón, omnisciente y omni­
potente,
nunca se equivoo,ba, y ella, creadora y definidora del bien
y del mal, había desarricul.ado el embrujo y la mentira religiosa.
Por otra ¡,arte, la natw:aJeza humana no apottcía ya dañada
por un pecado origina.l; despertaba ahon,. a la vida inocente y bue­
na como el resto de la naturaleza. La razón debía ser Sil único guía;
los instintos moderados por ella, su motor; h. libertad, su méxirna
prerrogativa · por la cual los hombres podían destrnir la sociedad
artificial
en

que
vivían y cr-una sociedad natural aceptada por
todos
mediante un «ccntrato> libre; una sociedad en que todos en­
tregaban sus derechos a todos, quedando todos libres; en que el
pueblo era siempre el único sujeto de autoridad, el único soberano;
las determinllcioru,s supremas habrían de set decididas por la volun­
tad genera:!; se debían eliminar todas las fonnas de aristocracia,
como toda clase

de réliglones
positivas o

«revelrulM», ya que
todas
eran supersticiones.
Había llegado la hora de crear él ámbito europeo pira una
96
Fundaci\363n Speiro

EL TRADICIONALISMO FILOSOFICO Y DONOSO COR:tES
auténtica realización de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Libertad de p..-nsamiento, de reunión, de prensa, de palabra; segu­
ridad de que no habría ninguna intervención gubernativa, y para
ello división del poder. Igualdad de
todos los hombres

ante
la ley,
ya que todas las prerrogativas son ficticias y porque todos somos
natmralmente buenos
para ayudarnos en la conquista de la paz per­
petua.
Todo este lamentable y calamitoso cuadro, pleno de errores
garrafales, iba a considerarse como la carta magna de la Declaración
de derechos de la Revolución frana,sa. Y es de señalat que el factor
histórico que

más
ha influido en la maduración y en la conforma­
ción
definitiva del
pensamiento de Donoso Cortés es la meditación
detenida
sobre las revoluciones europeas y sus motivaciones anti­
rreligiosas.
Lo dice él mismo en Carta a Momalemberg de 26 de
mayo
de 1849: ~!Mi conversión a los buenos principios se debe, en
primer
lugar, a la mise'rioordia divina y, después, al estudio profuo­
do de las revoluciones».
Si a este panoz,,ma dosolador, inspirado en el racionalismo filo­
sófico ( consagrado por el Iluminismo y optimismo antropológico)
y por el libernlismo político (fruto de los mismos desmedidos po­
deres coocedidos a la razón), añadiroos el entonces naciente idea­
lismo,

subjetivo, objetivo
y absoluto, y· el socialismo no manista
(si bien Donoso consideró a los socialistas más consecuentes que los
Jibem:les, aun partiendo de los mismos principios), y añadimos, tam­
bién, la ci=nstallGla española, que tanto inf!úiría en nuestro autot,
no es de =ñat el cambio nd:ical en el pensamiento de Donoso
Cortés y el hecho de que éste considerase el onlo cbristúmus como
la única estructura sólida e inconmovible de la sociedad, y se dejase
influir por la filooofia más opuesta entonces a la revolución y sus
negaciones, que tanto habían destruido. y estaban destruyendo, y a
los d=fueros y usurpadones de una ,:aron ebrá de sí misma y en­
diosada por los revolucionarios.
&a filosofía era entonces, pata Donoso Cortés, el tradicionalis­
mo

(lástima que Donoso
ignorase el

naciente movimiento de res­
tauración escolástica). Su acendrado catolicismo Je condujo a la.
eacuela católica en boga, que era el tradicionalismo, con la que le
97
Fundaci\363n Speiro

EMIUO SERRANO VILLAFANE
unían, además, los mismos ideales románticos y de rerorno a la tta·
dición y legitimidad en materia política.
Porque para !os pensadores ttadicionalistas la revolución tenía
un carácoor negativo, y era preciso VOl!ver a a.poyarse en la revela­
ción divina, origen . primero de nuestras ideas -transmitidas luego
po< tradición-y. por tanto, fundamento último de las leyes, de la
sociedad
y del Estado. Era prroso rest!llurnr la soberanía del rey, que
gobierna por la gracia de Dios, y con ella el orden monárquico
•bsoluto,
que es el que ID razón hwmna oponen la rev lJlo, una soberanía por encima dcl pueblo; a la máqu,ina del mun­
do,
una
Providencia divina
; al hombre naturalmente bueno,
un
hombre·
más inclinado, débil

en su
inteligencia y voluntad e in­
capa.,: de descubrir la

verdad si no se le
enseñan.
Es claro que estas doctrinas, expuestas con diversas formula­
ciones por De Maistte, De Bonald y Taromeoais, encontrasen amplio
eco

en los
sectores antittevolucionarios, sobre todo entre los caró­
licos

(hasta qne en 185
5 la Santa Sede condenó algunas de esas pro­
posiciones ttadicioru,fütas), y Donoso Cortés se dejó influir del tta·
diciona:lismo de los autores citados, aunque no tan servil y profun­
damente como a vooes se ha creído, pero sí lo suficirote paca que
rengamos que :relacioruu,le con De Maistre y De Bonald.
Sin que coroparta.ro00 nosotros la despectiva apreciación de. un
Donoso
«románticamente filósofo», o las afirmaciones de la «en­
deblez de
su cierro es que Donoso Cortés no es un filósofo especulativo. No es
que le fuese
ajena la filosofía pura, como mmbién se ha escrito; es
más, todo su pensamiento religioso, socid y pol!tlco está sólidamen­
te asentado sobre bases m.etaflsiCllS.
Pero si esto es verdad, también es indudable que su pensamien­
to, en
genera&, no

lo
podemos cmificar de metafísica, sino más bien
die bnroanisroo_
Tal vez esto pueda discUllpar a quienes, ron a[guna razón, le con­
sideran fuertemente iruluido por doctrinas filosófico-gnoseológicas
extrañas, y esto puede explicar también de que así fuese en efecto.
Pero nos arudará. asimismo, a una valoración y justa inl:et1pre19Ción
98
Fundaci\363n Speiro

EL TRADICIONAllSMO FILOSOFICO Y DONOSO CORTES
de esa influencia, sin exagerociones. Nos referimos al tradiciona­
lismo francés, sin que estmios de acuerdo con Menénde>:. Pelayo,
que no ve en Donoso si.no un continuador 1«a la española.» de la
ideología de J.os ttadicionalisms fni.ncE.es, ni menos admitamO& la
ligera apreciación de Tierno Galván, que en términos despectivos
dice

que
Donoso Cortés es cés
y, en genera:!, del catolicismo superficial de ios literatos de su
tiempo» (Tradición y modemismo, Madrid, 1962, pó.g. 165).
Que la
obra de madurez de Donoso esté influida por los tra­
dicionalistas franceses no es preciso probru,lo, porque basta 1-
los Estudios sabre k, Historia o el Em"J') ,obre el catolicismo, el
Uberti/.ismo y el sociali,mo (en el que cita 25 veces a De Maistre;
41, a De BonaJd, y 13, el I..ammenais de la primera época) pa,:a
advertirlo con evidencia.
Nacb más natural por Otila patte. Tras el hundimiento general
del
«orden» cristiano medieval acaecido en el siglo xvm, los ttadi­
cionalistas f:raoceses citados representan la reacción y el esfuerzo por
salva,:
y restaura< las esttucturas cristianas de la sociedad. Nada de
extraño, pues, que estos autores fuesen la J.ctwa otdinaria de mu­
chos católicos (de españoles también, como dice M.enéndez Pelayo).
Cuando Donoso se decidió a aceptar el pensamiento católico
con todas sus consecuencias y aplioaciones prácticas, acudió tam­
bién a esos pensadores pa,:a buscar en ellos armas con que combatir
al racionalismo (que

no
a la tll2Ón), al liberalismo (no a la libertad)
y al socialismo (no ~ la justicia social). Y aceptó, aoiso precipitada­
menre
y sin pamrse a examinarlas detenidamente, algunas de las
teorlas tradicionalistas de estos autores franceses, apremiado por
la urgencia de evitat los errores y males producidos por aquellos
sistemas, y acuciado .por su actividad política y diplomática, no se
detuvo a
reflexionar profundamente

sobre ese
trndicionalismo, y Jo
acept6 como

lo encontró.
Así, Doooso reafüma con frecuencia los supuestos teóricos del
ttadicionalismo
filosófico, acentuando fa. desconfianza en la razón
humana pa,:a a1canza:r las verdades· por sus propias fuer..., como
consecuencia del pecado que produjo la corrupción pa,:cial de la
99
Fundaci\363n Speiro

EMILIO SERRANO VILLAFARE
naturaleza del hombre y la debiliución de su inteligencia y voluu­
ud, El hombre prevariOJdor y caldo ya no está halbo para la ver­
dJld; su entenditni.eoro es fallible, y se indina casi irresistiblemente
al error.
De mí que la incertidumbre y las contradicciones más
absu.tdas sean patrimonio de los hombres, ya se les considere juu­
tos o aislados Esta impotencia de J,a 1'lzón hace necesaria la revela­
ción
para conocer la verdad, as1 como para practicar el bien_
Este acentuado pesimismo oottopológico llevó

a
Donoso O>rres
a

afirmaciones
exagelrndas e inadmisibles, rayanas algunas de ellas
con

postulados
proresc,.ntes, de los que siooeramente esuba c,.n
lejos nuestro autor.
Pero es que esta rooría tradicionalista em exactamente lo que
necesitaba Donoso. Ningún medio mejor pam combatir al odiado
liberalismo, que
divinizaba la razón y le daba un rulto idolátrico,
que

irse
al otro extremo y a.rremeter cont:ra los fueros y desafue­
ros de
fa razón, con afirmaciones cuyo

significado
examinaremos
después.
Donoso
se siente enfrentado con el liberalismo, con el socialis­
mo y con füoudhon :t los anarquistas, todos los cuales enarbolaban
como dogma capital de sus doctrinas la bondad natural del hombre,
dogma Clllpiml del que dimanan infinitos y graves errores. Quiere
pu'lverizu, antes que nada, ese dogma, y en su empeño se deja arras­
trar de J,. vehemeacia de la polémica y de su ímperu tempera­
mental, e,cpresado en siempre elocuentes manifestaciones.
Del mismo modo, ruando Donoso afirma que con J,. revelación
divina
le

ha sido dado
también al hombre el lenguaje y en el len­
guaje residen
las primeras y fundamentales ideas del hombre, pues
el lenguaje es el
¡,ensamien10 mismo,
limitado
y circunscrito por
la palabra (según dice en Botquejo hist6rico ), también esta teoría
se
le vino a las
manos como mam contundente para combarir el
optimismo liberal, manifestado a diestra y siniestra, sin pa,rarse
nunca a reflexionar sobre su valor real.
En
efecto, desde este postulado tradicionalista, Donoso hace la
crítica de fos filósofo.; que combate, y siguiendo a De M.aistte y De
Bonald, sosciene que

en ellas, en cuanto se alejan de la «solución
100
Fundaci\363n Speiro

EL TRADICIONAUSMO FIWSOFICO Y DONOSO CORTES
católica» y la mzón se abandona a sí mi,sma, «t<>do es falso, contra­
dictorio

y
abswdo».
En
Lecciones de Derecho Polúico (lea:. 9.") miza un ligero es­
quema de las id<:ologfas reinantes d""1e la Revolución, y que atri­
buye

a
Locke, Condillac y Rousseau. Sus errores -dloe Donoso-­
se condensan en el triple dogma: filosófico, dcl materialismo; el
dogma religioso,

del
deísmo; el dogma político, de la soberanía del
pueblo.
Precisamen:e contra esos tres dogmas lucbaiá denodada­
mente nuestro autor, sin reparar mucho en la -exactirud de los me­
dios, porque
todo lo coµ.tmtio es su doctrina.
También

en
el Ensayo resume los errores de la razón humana,
independiente

de la verdad
divioa en «la negación racionalista»,
que ha dado como primer fruto el liberalismo, que aún se mantie­
ne en
el deísmo, y, como último fruto, el socialismo comunista, cu­
yo resultado es el ateísmo. En el ateísmo de Ptoudhon ha previsro
Donoso el desenlace fatal de la ideología socialista mn su ittteduc­
tible oposici6n a los principios católicos y su destrucción de las
estructuras sociales.
Siendo así, Donoso opone la «solución católica» a la «civiliza­
ción filosófica» o

de la
mera razón huma.na, ron sus errores y ex­
travíos. Acepta la vetdad revelada, _.ñada al mundo por Crísro,
y

cuya
depositlaria es la Iglesia. En el orden teórko afirma que la
ciencia teológica comprende todas las otras cieucias, las cuales son
tales en la medida en que son penetradas por !lo. doctrina teológica.
Y en el otden moral y social, !as naciones y los grupos sociales han
de someterse a la autoridad. infalible de la Iglesia y a sus principios
cristianos,

que
son los únicos que pueden ronstruir un otden social
estable y · una civilización · auténtica. Como loo autores tradiciona­
listas
fronceses, Donoso imtiene también
el
principio monátquiro
frente

a la
soberanía popular del liberalismo, y también la estreeha
cooperad6n, sin fusión, del Estado con. la Iglesia.
La visión donosiana de la historia es también eminentemente
reológica, ,en con.secuencia con sus principios. La teología da la
última clave de la hísroria. Aun cuando nuestro autor ronoce y
admira a Vico y afirma que «la vida social, como la .vida humana,
se compone de la acción y reacción, de flujo y reflujo de ootas
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Fundaci\363n Speiro

EMILIO SERRANO VILLAFARE
fuenas in\>'IISOtQS y de ciertas fuerzas resistentJes», discrepa, sin em­
bargo, de

Vico en
puntos fundamentales, y sigue el f_w01Jiden&ia/,is­
mo de &in Agustin y Bossuet. la Providencia divina es la que rige
y gobierna el desa.nollo de las historia. Los acontecimientos del
mundo se despliegan en una looha gigantesca entre el bien y el
mal, en

que
"'pe.rece un nriunfo exl!eroO y natural del mal sobre el
bien; pero en ese mismo imperio mundano del mal se da un triunfo
inceroo y sobrenatura' de Dios sobre el mtl. Porque, para Donoso,
la última :razón de un sistema social y político y de una filosofía de
la historia es siempre ll: ideología religiosa, y no es pensable un siste­
ma político-social que no esté comprometido con una idea religiosa.
Por
eso, cuando Proudhon se extrañaba de que al abordar cuallquier
problema

social o político
«le saliera
siempre al encnentro
una solu­
ción teológica», nada hay aquí de extrañeza -mntesta Donoso
Cortés--, «sino la propia del escritor francés ante un hecho ran na­
tural y tan inevitable».
Como
apreciaciones críticas, con las que terminamos este ya
largo trabajo sobre El t.-adicwnalismc füos6fico y Donoso Cortés,
en el que únicamente nos hemos fijo.do en los principios de aquél
y su influencia en nuestro autor, y a fin de quedar en sus justos
limites algunas de las afirmaciones de Donoso más discutidas y po­
lémicas, queremos subra)""" ,el alcam:e y valor real de esta induda­
ble influencia y comentar brevemenlie esas afirmaciones.
En primer lugar, ¿hasta qué punto estaba convencido Donoso de
la teoría del origen ,....diado de las ideas y de que nnesnra :razón era
incapaz
de alcanzar la verdad?
Ante todo puede decirse que Donoso no dia lDllyot importancia
a
la teorío del origen revelado del lenguaje y a su vincnlación con la
teoría del conocimiento, que
para los

tradicionalistas franceses, sobre
to­
do para De Bonald, era, como hemos visto, el punto de partida
necesario
de todo su sis que
De Bonald, siguiendo la filosofía del siglo XVIII, considera co­
mo «la question fondamentale de tous les systwtes phüruophiques»,
para Donoso, en el conjunto d.e su _pensamiento, no tiene sino un
valor muy secundario, accidental y ocasional
Pero lo que más
i.nt'eresa subtayar aquí es cómo, a pesar de
102
Fundaci\363n Speiro

EL TRADICIONALISMO FILOSOFICO Y DONOSO CORTES
todos los denuestos que Ja.nzó .contra la nizón humana, en realidad
la estimó siempre
mucho, y no es tanlD a :la mz6n humana y sus
natutales faroltades rontta ro. que combate Donoso, sino al raciona­
lismo y al liberalismo que han exaltado tanto su poder omnímodo
y llegan a endiosru,la y considerada romo únko oriterio de verdad y
del bien. Contra «esa» sos, es rontra la que arremete Donoso <::ori:és, y en ese sentido han
de
en1!enderse sus expresiones.
Así, en la carta que en 17 de septiembre de 1849 escribe al
ronde Raayuski, muestra su aprecio extirao inteligentleS: «No hay que desesperar - hombre de talento (1<:firiéndose a Raczyuski), nunca se engaña sino
a medias».
Así, en Escritos de j,wentud (1835 ), al hablat de La ley electo­
ral comúleradt. su base 'Y en su relación con el espíritu de m,estras
instituciones
(«principios»), dice que «no llegaré jamás a reconocer
como pares míos
a los que, empezando pot negar los fueros de l,,
raz6n (subrayamos nosotros) pe.ta descubrir la verdad, envilecen su
inteligencia
y se rondenan al absurdo».
Ciertt> que a través de los tres libros y numerosos ca,pítulos de su
Enstr¡Q sobre el &alolicismo, el liberalismo 'Y el soc;,,/ismo encontra­
mos algunas pocas afirmaciones de un exagerado pesimismo antro­
pológico
(que
él mismo ronsidera patólogico), como, la de

que
cla razón humana es la mayor de rodas fas miserias del hombre>
(Carlas de Paris, carta de 31 de julio de 1842) (1); que «entre la
verdad y la nizón humana hay una repugnancia inmortal y una re­
pulsión invencible»; que «la tazón sigue al error adonde quiera
que va .•.
» (2);

o
esta otra frase, referida a '1a voluntad: «listando
enferma
la

voluntad,
no puede

querer
el bien ni obrar!e sino ayu­
dada.» (3).
Pero al lado de estas afirmaciones (y algunas otras podrían ci-
(1) Donoso Cortes, J: Obras completas, I-Ii, -I,_ pá.g, 877, citamos por
la edición de la B. A. C., Carlos V al verde, S. J., Madrid, 1970.
(2) Ensayo, lib. 1, c. 5; 11, págs. 530-531.
(3)
[bid., lib. 2, c. 3; 11, 566.
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Fundaci\363n Speiro

EMJUO SERRANO VILLAFA.i:IE
tarse no tan radiacles) también podemos ver fa proclameción de
los triwifos de la lógica y de las· enseiía112las y fueros de la razón.
Así, decía dcl socialismo que triunfaría· antes que el libera,lismo,
porque era mucho más lógico (4). Y del cawl.ici,mo afinnaha que
4'htllllllDJ'.mente hablando, debe sus triunfos ·a

la lógica; si Dios no
le
llevara de la mano, su lógica le basttlria (subrayamos nosotros)
para auninar trimfanre hasta los {lltinlos remates de la tierra» (5).
De hecho, Donoso busca las verdades con su razón, estén reve­
ladas o no. Encontramos a veces frases como ésta: i«La razón naru­
ral nos dice y la experiencia diaria nos enseiia» (6). Sabe que el
hombre entiende de verdades y «no puede huir de aquello que abru­
ma a su
razón sio caer en aquello que niega, porque la contradi­
ce»
(7).

Y
al hablar de la transmisión de la culpa en la humanidad,
dice:
.:Por :lo dicho se ve que la razón natural va a parar, aunque
por
distintos caminos, al

mismo
témnino que el dogma» (8); be
aquí
otra; frase

que debilita las
Cóllvicciones de

Donoso
Cortés sobre
la

incapacidad de la razón humana. Asimismo,
Donoso combate a. sus adversarios reduciéndolos al
absurdo, es decir, haciéndoles ver que sus teorías contradicen a la
razón
y a la verdad. Así puede verse cuando en el capítulo tercero
del libro II del Em"'Yo refuta el maniqueísmo proodhoniano (9).
Ante la dificultad de que los teólogos y

los
santos doctores «tra­
tarOO y entendieron largamente» con la sola razón de fas cosas de
Dios,
responde Donoso

diciendo que
:lo que él condma es sólo da
competencia de la razón, no alumbrada por la fe, para entender
en las cosas que son materia de la revelación y de la fe por ser so­
h1-enaturaler» (10). Y por si todo esto fuese poco, a veoes aquilata
más y revela sus propias y verdaderas convicciones como cuando
( 4) [bid., lib. 3, c. 4. Contradicciones socialistas: II, págs. 647 y sigs.
(5) Ibid., lib. 3, c. 3; 11, 646, final.
( 6) Ibid., lib. 3, c. 9; 11, 689.
(7) Ibid., lib. 1, c. 3; 11, pág. 565.
(8) Ibid., lib. 3, c. l; 11, pág. 625.
(9) Ibid., págs. 560 y sigs.
(10) Ibid,, lib. 1, c. 2; 11, pág. 553. Subrayamos nosotros con el Padre
Valverde a quien seguimos en estas citas comprobadas.
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Fundaci\363n Speiro

EL TRADICIONAUSMO FILOSOFICO Y DONOSO CORTES
dice, por ejemplo, que «la ruón,. aun ,m e!klr aJum!J1'ada por la fe
(vuelvo • subrayar), es poderosa pua demostrar que o no existe
Dios, o, si existe, es uoo» (11).
Todo esto -'/ termi.oamos-- contradice abier=ente una sin­
cera convicción tradicionalista, y reconoce. «los fueros a la razón
para descubrir la verdad».
En cualquier caso, una cosa es cierta: que el conjunto de ideas
sociales y políticas de
Donoso Corres no se apoyan sobre su teotía
del conocimiento, y
que quedarían inm<:tas si se sustituyera su apa·
rente concepción pesimista de

la
razón por

la concepción
aristotélico­
tomista--escolástica.
Además,
Donoso

quiere contener
y encauzar la irrupción de las
masas y la ruina d<: la cultura cristiana, y siendo él un verdadero
aristócrata del espíritu, la a:-aíz de su profundo pesimismo, que le
ha impedido ver y comprender lo., valores positivos que 'de hecho
encerraba en

sí la
«civifü:ación racionalista», como él decía, y

por
el
que no ha ronc.."1ido nada ni ha visto cosa buena en el libera­
lismo
y en el sociallimo, hay que buscarla en la presencia de las
masas, en el quehacer social y pdlírlco y en el presentimiento de
que este hecho
acarrearla inevitablemente la ruina de la cultura
europea.
A este propósito, Donoso tiene el mérito de haber esbozado,
quizá el primero, la crítica de los primeros teórki>s del socia.lismo:
Saint-Slmon, Fourier, Owwen, y, sobre todo, Proudhon, su contem·
poráneo,
negadores de Dios y de toda autoridad y fuerza moral, pa­
ra
termina< en el imperio del materialismo. En el ateísmo de Proud­
hon ha previsto, pu.."S, Donoso el desenlace fatal de la ideología SO·
cialista con su irreductible oposición a ,los principios católicos y
su
destrucción de las estructuras sociales.
Así llegó a entrever la grao importancia del socialismo nacien­
te, aun cuaodo ignoraba loo plaoes doctrinarios que Marx y Engels
por entonces fraguaban Predijo ra.mbién Donoso el fin del imperio
inglés y la
hegemonia mundial

trasladada a Rusia, a la que
asignaba
(11) Ensayo, lib. 2, c. 3; II, pág. 564.
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Fundaci\363n Speiro

EMJLIO SERRA}?O VILLAFANE
la misión, si bien bajo el imperio de los zares, de la encarnación ro­
losal de las fuemis concenttlldas del socialismo.
Dentro de su visión, en exceso sobrenatu.ralista, de la historia,
Donoso Cortés expresó estas y otras observaciones y anticipaciones
históricas de
indiscutible hondw:a y petretmci6n. Sus id indudable

eficacia
para impulsar una coooepci6n espiritualista de la
v.ida y de la histmia. Y su labor de apologista católiro fue, sin duda
alguna, muy wJiosa y de proyección europea.
Donoso Cortés, español ciento por ciento (:¡ queremos subrayar
también
esre aspecro del que siempre se enorgulleció) se adelantó
en mucbm; cosas que hoy, al cabo de casi siglo y medio, son de la
mayor polémica y preocupación europeas. Y dio lecciones de polí­
tica

que siguen
vigentes y son expresamente aprovechadas por la
Europa que pretende en nuestros días regateamos una «participa­
ción»
que por tantos tí1lulos históriro- pleno i,we. Donoso Cortés se sum6 así, brillantemente, a quienes
rres siglos antes
habían lanzado al! mundo, y más aún a Europa, ideas
internacionalistas
de

la
mayor garantía, porque estaban fundamen­
tadas en el iusnaruralismo oristiano, del que los m,,gni hisp"11i fue.
ron brillantes
adelantadoo. Y

su
ius natura/e y im gentiam ofrecían
soluciones que hoy
ne quieren enrontmrse, porque otros aires de
novedad» han inva y las relaciones eotre los pueblos (y así les va a unas y otros).
Por

último, Donoso
Cortés, que
después de una etapa
juvenil
en

la que fue empirista
y sensista, como le enseñaron. en la Univer~
sidad, se hizo liberal teorizante y docrrinacio, descubrió al fin que
sólo uoos principios metaflsiros y realistas pueden dar uo sentido
seguro y
esperanzado a la vida. Su visión, pronfunda como pocas,
de la historia y de la política europea, su disecci6o crítica de la
filosofía liberal y sociallista, sus anticipaciones históricas en asuntos
eo
que

tan
fácil es equivocarse (y él no se equivocó) y, sobre todo,
su mirada alta y seren,: de la rea:lidad del hombre, de la sociedad y
del Estado, a la luz de la kci,tóh'ca, siguen interesando hoy en Eu­
ropa y América. Los proksores Chaix-Ruy y Joseph Zaba1o, en Fran­
cia; Giovanni Allegra,
eo Italia; Vicent MacNamarn, en Canadá; Ruth
Sombhom, en Alemania;
Abelenda, en Argentina, y

el
docto pen-
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EL TRADICIONAUSMO FlWSOFICO Y DONOSO CORTES
sador humanism sueco Tage Lindbom ( que =ienremente ha ve­
nido a España con la sola finalidad de conocer y estudiar a fondo
el pensamiento~ Donoso), y otros muchos que podrían citarse, se
interesan por nuestro autor, le ttadooen, le reeditan y le comentan,
precisamente por

el sentido
metafísico de la vida y la alta religio­
sidad del más europeo de los españoles del siglo XIX.
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