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Número 249-250

Serie XXV

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El llamado derecho de autodeterminación de los pueblos

POR
CAI.os JBÁÑEZ Qu]NTANA .
El interés que siempre han suscitado en nosotros los proble­
mas
de· Euskalerría,
la tierra que nos. vio nacer, nos ha llevado
a .leer la obra de José A. Obieta Chalbaud, El derecho humano
de la autodeterminación de los.pueblos (1). El autor, después de
licenciarse en Derecho, pasó a
la Universidad de Harvard, en
cuya facultad de Derecho obtuvo.
el grado de Master y después
el de Doctor. En la actualidad es Catedrático de Derecho Inter­
nacional en la Universidad de la Iglesia de Deusto (Bilbao).
Divide la obra en dos partes. En la primera, titulada
La pro­
blemática general del derecho de autodeterminación, estudia el
origen, los sujetos, el
contenido y

la naturaleza del derecho de
autodeterminación. En la segunda, Problemas de aplicación del
derecho de autodeterminación, desarrolla la casuística para
la
aplicación de dicho derecho.
El profesor Obieta prescinde del vocablo
«nación» y recurre
al de «etnia». En ésta ve un elemento objetivo que es la cul­
tura. Toma de Charles Becquet
Iá siguiente definición de etnia:
«La etnia comprende las comunidades humanas, pueblos y nacio­
nes, diferentes por la ciudadanía
y la religión: pero unidos por
la misma cultura y por la misma psicología, las cuales son resul­
tado de
la práctica de la misma lengua» (pág. 38).
Por su parte, Obieta afirma: «Cultura es una
creación espi­
ritual

de una determinada colectividad humana, gracias a
la cual
ésta se mantiene compacta formando una unidad» (pág. 38). Para seguir un poco después: «Entre las creaciones del grupo que cons-
tituyen su cultura, hay que mencionar necesariamente» (38):
~
l.º la lengua,
2.0 las instituciones sociales, tanto jurídicas como políticas,
3.º las tradiciones y r~cuerdos históricos, ·
( 1) El Derecho humano de la autodeterminaci6n de los pueblos, Edi­
ci6n Tecnos, Madrid, 1985, 251 págs.
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CARLOS IBANEZ QUINTANA
4.0 las creencias religiosas,
5.º el conjunto de costumbres· populares o folklore,
6.0 la mentalidad o sicología colectiva.
De todas ellas es a la lengua a la que más importancia da:
«, .. se encuentra en el centro mismo de la cultura y constituye
el
alma y

la esencia de toda etnia» (pág. 39).
«Por comunidad lingüística
hay que

entender, en pri­
mer lugar, el conjunto de personas que actualmente
hablan
la

lengua propia del grupo en su vida diaria y habitual,
bien la tengan como lengua materna o bien como lengua aprendida posteriormente.. También
forman parte de . ella
personas
que la tuvieron como lengua materna, aunque tal
. ve,; la hayan olvidado .... » (pág. 39). ··
Poco

más adelante llega
a afirmar:
«Incluso hay
que. considerar
como tales a todas aque­
llas personas que, no habiéndola hablado nunca ellas mis­
mas, reconocen que sus padres o antepasados inmediatos
la hablaron» (pág. 39).
Sigue el
señor Obieta:
« Y esto es así porque el influjo de la lengua propia en
los miembros del grupo
es tan

profundo que perdura du­
rante bastantes generaciones aun en los
.que ya

no la co­
nocen ni la hablan,
ya que

toda cultura del pueblo brota de
su lengua como de
su raíz

propia» (págs. 39-40).
«La lengua

es ... , en cierto modo, la cultura misma»
(pág. 40).
Más adelante, al estudiar la situaci6n en que se pueden en­
contrar los miembros de una etnia, cuya lengua está en regre­
si6n, distingue cuatro grupos:
l.º el de quienes tienen la lengua propia de la etnia,
2.
0 el de quienes tienen la lengua propia de la etnia como
materna pero- usan la lengua invasora,
3.0 el de quienes tienen como lengua materna la invasora
y han aprendido
la propia ,le la etnia,
4
.º el de quienes ni han conocido ni se han molestado en
aprender la lengua de
la. etnia.
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EL DERECHO DE AtJTODETERMINACION
A pesar de la importancia que da a la lengua como deter­
minante de
la etnia, hace más adelante la siguiente afirmación:
«La presencia en la colectividad de personas .que no co­
nozcan dicha lengua, no implica necesariamente que
tales
personas

no pertenezcan a la etnia» (pág. 43 ).
Al concepto de etoia denomina el profesor Obieta el elemen­
to objetivo del
grupo étnico. Considera que ese elemento no es
suficiente para que se dé grupo étnico; ·es necesario que a él se
«añada un elemento subjetivo verdaderamente humano, es de­
cir, espiritual y sicológico, que no puede ser otro que la con­
cienci.a que tienen sus miembros de su
especificidad, es
decir, de
su propia individualidad ... » (pág. 43). Pero después de
afirmar
que ese elemento

subjetivo es necesario que
se afiada
al obje­
tivo, continúa: «en los casos en que surja alguna duda sobré el
carácter étnico de alguna persona, será este elemento subjetivo el que fije
definitivamente la pertenencia o no a dicho grupo»
(pág. 43).
Lo hasta ahora expuesto es suficiente para que formemos al­
gunos juicios, El profesor Obieta prescinde del térmioo «na­
ción» y utiliza el de «etnia». El postulado.
de. «cada

nación un
estado» como resultado del priocipio tevolucionario de que «la
nación es dueña absoluta de sus
'destinos» lo

reformula Obieta
con el
tíi:ulo de

la obra que nos ocupa: «El derecho humano de
la autodeterminación de los pueblos». La autodeterminación que
propugna es un elemento indispensable
para que

el pueblo res­
pectivo conserve su propia identidad. Pero no implica -según el
autor-la

constitución de un estado independiente.
Sio embargo, a
pesar de

ese
cambio en la terminología y en·
la actitud, el profesor Obieta sigue pensando en términos de na­
cionalismo y su obra tiene los ,mismos fallos que todas las que
se basan en el priocipio nacionalista. Ha cambiado el término
«nación» por «etnia». Pero lo que el señor Obieta denomina
hoy
«etnia> es

lo que hace cien años se denominaba «nación».
Ha cambiado la actitud maximalista de los que reclamaban un
estado independiente para cada nación, para adoptar la postura
más moderna de que la autodeterminación no exige tal iodepen­
dencia. Pero no vemos cómo puede lograr que le sigan en su
postura quienes aceptan los principios nacionalistas. Pues, en de­
finitiva, son

principios nacionalistas los que sustenta el autor,
como iremos viendo.
• • *
1365
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CARLOS IB.MEZ QUINTANA
_ En nuestra intervención en las «I Jornadas Forales Vizcai:
nas»,
en febrero de 1976,
_decíamos:
«El

principal_ inconveniente que tiene el nacionalismo como
teoría, es

la dificultad de definir qué cosa sea una nación. Tal
concepto es muy impreciso». El
ptofesor Obieta

no
.logra ~ar una definición satisfactoria
de

qué sea una etnia. Nos referimos a las
frases y
párrafos que,
extractados de su trabajo, hemos mencionado más arriba.
¿ Cómo puede la cultura ser a la vez el elemento que man­
tiene unida a una colectividad y una creación de
esa colectivi­
dad?

¿Cómo puede ser efecto de la colectividad y causa de la
colectividad? Estamos de acuerdo con el profesor Obieta en que el idioma
es un elemento muy importante en la cultura de un pueblo, pero
no el
alma y esencia de la _misma. El hablar metafóricamente da
lugar a muchos errores. El mismo
autor menciona

como «creaciones de_ grupo que
constituyen su cultura» otros cinco elementos además del idio­
ma. Entre e:stas creaciones incluye «las creeiicias religiosas>>. No
comprendemos cómo ha podido caer en semejante «lapsus» cuan­
do ninguna de las grandes religiones es creación de pueblo al­
guno sino que una ha sido -y la otra pretende haber sido­
revelada por
Dios.
Esos elementos no son creaciones (2), _pues en muchas oca­
siones un pueblo las recibe o las copia de otro, aunque luego
los haga evolucionar dándoles una impronta peculiar. Son com­
partidos por

varios pueblos, especialmente si son vecinos.
De
manera que las culturas --como las razas- están entremezcla­
das y no pueden constituir, como
principio universal,
elemento -
de

diferenciación entre pueblos.
_
Ni

siquiera el idioma es un elemento
o
uni­
fique pueblos. Tenemos el ejemplo de los suizos, entre si o con
relación a
sus vecinos
homófonos. Cuando se quiso implantar
en Europa Central y en los Balcanes el criterio nacionalista, se
produjeron grandes disturbios y mayores
injusticias que

las que
se quisieron remediar_. Hoy se· mantienen en paz gracias al «aquí
no se mueve nadie» que se les impuso -desde Y alta. Y es que los
pueblos influyen unos en otros y se mezclan.
Esto hace que cuando el profesor Obieta intenta formular
unas normas que sirvan para discriminar quiénes pertenecen a
una etnia o no, incurra ep contradicciones como cuando ( vide
(2) Personalmente opinamos que debiéramos restringir el uso del vo­
cablo
«creaci6n» y
reservarlo en -lo posible a las obras del Creildor.
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EL DERECHO DE.AUTODETERMINACION
supra) asevera que todos los que hablan con preferencia un
idioma
pertenecen a
la etnia de ese idioma, incluso si lo han
aprendido de adultos, para
afirmar a

renglón seguido que si­
guen perteneciendo a
la etnia quienes han perdido ese idioma y ¡hasta quienes nunca lo hablaron!
El profesor Obieta es consciente de que deja vacío lo que
él denomina elemento objetivo de la etnia,. cuando dice que, en
caso de que éste no dé criterios
claros que
determinen o no
la pertenencia a ella del individuo, se recurra como decisorio, con
carácter
definitivo, al
elemento subjetivo. Creemos, y los hechos
lo demuestran, que el elemento subjetivo es el mejor
para no
entenderse.
* * *
Afirmábamos en las ya citadas I Jornadas Forales Vizcaínas, que

el nacionalismo es panteísta. -Ribetes de panteísmo
se apre­
cian

en· la obra que comentamos cuando
atribuye a la etnia una
condición cuasi-divina,. que

anula o condiciona frecuentemente
la libertad de la persona.
Así,

cuando en
las páginas 68

y 69 dice:
«Si toda
persona ...

es libre para ... dirigir sus prefe­
rencias afectivas·· hacia otros pueblos y culturas distintos
del suyo originario... esa
. persona

ha renunciado conscien­
temente a seguir perteneciendo a su antiguo pueblo».
«. . .
la conciencia

de pertenecer a un pueblo
significa que la persona que la tiene se siente TOTALMENTE identifi­
cada con ese pueblo, con su modo de ser y con sus idea­
les colectivos». El paralelismo de esas frases con el dicho del Salvador ( que es Dios), «o conmigo o contra
mí» y el
adverbio TOTALMENTE, dan un tufillo panteísta al con­
junto.
Lo
mismo cuando afirmá,. en

la página 60:
«Por eso tales
inmigtantes no tienen

para sí ni
para
sus hijos

_derechos especiales a recibir
la educación en la
lengua de su antiguo pueblo o . nación».
Pero ¿no son los padres quienes deben decidir sobre la edu­
cación
de sus

hijos? El señor Obieta, al escribir este
. párrafo,
estaba

pensando en un
estado en

que no hay
niás educación
.que
la impartida
por organismos

oficiales.
En la
página 71

habla como de algo admisible el «imponer
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CARLOS IBMIEZ QUINTANA
a los emigrantes la obligación de aprender la lengua propia de
ese pueblo». Hay muchas cosas que se hacen normalmente sin
que exista para ello ninguna disposición legal. La vida tiene sus
exigencias qtte no necesitan ser recogidas en leyes. Así, cuanR
do un inmigrante llega a un país extraño, ·aprende -mejor o
peor- el idioma que. en ese país es de uso .normal. No hay ne,
cesidad

de que se
·lo impongan
los nativos. Eso ocurre en todas
partes excepto en el País Vasco. Pero es que en las zonas más pobladas de nuestra Tierra no
es de

uso común el vascuence.
¡C6mo vamos a obligar a un inmigrante a que aprenda un idio­
ma que nosotros mismos desconocemos y que no le ha de servir
ni para leer la prensa nacionalista que se expresa, salvo en al­
gún artículo de muestra, íntegramente en castellano!
El señor Obieta da una importancia iota! y absoluta al he­
cho de pertenecer a una etnia.
La misma que los tot.litarios de
toda
clase dan a pertenecer al Estado, llevados del carácter cua­
si-divino que al Estado atribuyen. Sin embargo, el hombre no
es sólo miembro de un Estado o de una
etI)Ía. Tiene

una familia,
tiene una profesión, es vecino de un municipio, etc. TOTAL­ MENTE, sólo es hijo de Dios.
* * *
La obra del señor Obieta decae notoriamente y pierde cate­
goría científica
cuando el autor se deja llevar por sus simpatías
por el nacionalismo vasco y bajo
el influjo de su propaganda par­
tidista, escribe (pág.
U2):
«Las

demás lenguas, cuando no se las prohibía del
todo, como ha ocurrido en Francia y en España hasta hace
muy pocos años ... ». Nosotros le·agradeceríamos que nos
mencionase las disposiciones legales españolas que prohi­
bían DEL

TODO el empleo del vascuence.
En una inexactitud más patente incurre en
la misma página
cuando dice:
1368
«Era corriente en el siglo XIX y primeros años del :XX
en las escuelas públicas de España y Francia... el método
del objeto». «Consistía en la entrega de un símbolo ...
-anillo, :carrete, tapón- como signo de infamia al alum­
no a quien se le escapase una palabra en su lengua nativa,
el cual se veía obligado a conservarlo ostensiblemente has­
ta que se lo pndiese traspasar
. al
compañero que hubiese
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EL DERECHO DE AUTODETERMINACION
· incurrido en la misma falta. Al final del día, el último de­
tentar del objeto era castigado severamente». Y no era
as!.
El

alumno que tenía el objeto había de llevarlo oculto para
poderlo traspasar a otro, pues si los compafieros conocían al po­
seedor del peligroso adminículo, ponían especial cuidado en no
hablar en su presencia la lengua prohibida. La eficacia del sis­
tema
,estribaba en

la autovigilancia que el alumno debía mante­
ner al
igliorar quién podía ser

su circunstancial poseedor. Este
sistema se empleó en Bilbao, en la década de los cuarenta del
presente siglo, en las escuelas francesas, para
evitar que

los
alumnos españoles hablasen castellano durante el
reéreo. Y tam­
bién

en el siglo
XVII en las escuelas de Durango. Con la aproba­
ción de los padres de los alumnos, en ambos casos, quienes pen­
saban en la utilidad que
para .sus

hijos tenía el aprender francés
o
castellano.
Finalmente,
al

hablar del referéndum étnico, mediante
el cual
un pueblo decidiría su futuro,
afirma el

señor Obieta:
«El referéndum étnico, aparte de proporcionar la me­
dida cuantitativa de la voluntad popular, cumple
también
una

función de desalienación. Muestra de una manera
tan­
. gible a las personas de las áreas que han votado en contra su situación de desconexión con los
. demás
miembros del
grupo, su falta de sintonización con la mayoría del pueblo
y así contribuye a abrirles los ojos sobre su propia iden­
tidad, en lo que consiste precisamente la desalienación». «Si por
el contrario se pretendiese separar del pueblo
aquellas áreas que no han votado con la mayoría, esto
equivaldría a dividir al pueblo que, por definición, es una
unidad. Todavía más, esa división implicaría la
subordina­
ción

pura y simple del todo
-la comunidad de· cultura
en
la que consiste
el pueblo- a una de sus partes, es decir,
al bien particular de unas cuantas personas».
«Esta subordinación sería tanto más inadecuada e in­
justa cuanto esas personas, por estar étnicamente aliena­
das, no se hallan plenamente capacitadas para tomar la de­
cisión más congruente ni siquiera con sus intereses más
íntimos y fundamentales, ¡cuánto menos con los intereses
del pueblo a que dicen pertenecer!» (págs. 235 y 236).
·
«Pero

ocurre que hay muchos pueblos ... cuya concien­
cia de su propia identidad no es muy clara
ni está sufi­
cientemente extendida entre sus miembros. En estas con-
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CARLOS IBAREZ QUINTANA
diciones el primer referéndum que celebre ese pueblo re­
flejará necesariamente esa conciencia deficiente... Un
·re­
feréndum

así no s61o no expresa toda la identidad de ese
pueblo pero ni siquiera es representativo de
lo· que

ese
mismo pueblo desearía expresar si se conociera a sí mismo
plen&meilte» (pág.

273 ).
«De aquí se puede ver por qué el referéndum étnico
debe ser siempre
realizádo bajo la condición de repetibi­
lidad ...
».
Y si después de repetir el referéndum varias veces resulta
que llegan a
· ganar
por una vez los partidarios de
la. indepen.
dencia,
¿admitiría el

señor Obieta un nuevo referéndum para
volverse atrás de
la decisión adoptada? Preguntamos nosotros.
. Le

pedimos excusas por anticipado si nuestro juicio es equi­
vocado. Pero después de leer lo escrito, no podemos menos de
pensar que el profesor Obieta está marcando los jalones del ca­
mino a recorrer para el
logr0 de

la independencia de Euzkadi.
Desde el punto de vista de
la 16gica, son tan inconsistentes tales
párrafos que huelga toda refutación.
* * *
La obra que comentamos aborda un problema muy de ac­
tualidad. Hoy, en el múndo, no se dan las condiciones
para que
los·

pueblos vivan
libremente, Afirma
el autor que eso
ocurre
en

el noventa por ciento de los estados. Sin
embargo, los

principios que propone
el autor no nos so­
lucionan a los vizcaínos (navarros, alaveses o
guipuzcoanos) el
problema

pendiente de la recuperación de las libertades concre­
tas que afrancesados, liberales, totalitarios y marxistas (la anti­
España) nos han ido arrebatando a lo largo de los siglos
XVIII,
XIX y XX.
En primer lugar, Vizcaya no es una etnia, es un Señorío pro­
ducto de la historia. El dialecto vizca!no del vascuence se habla
hoy en tier_ras alavesas
y gnipuzcoanas .. Se habló en el pasado
en· tierras
más extensas

de Alava e incluso
en. el
valle
· de
Losa
(Burgos). ¿Seria
vizcaíno el

vascuence que en el siglo
XIII se
hablaba en la Rioja Alta y en los pueblos burgaleses que linda­
ban con ella? Sin embargo no hay constancia histórica de que se haya hablado en
-la

mayor parte de las Encartaciones que,
dada
· ¡a semejanza

de instituciones políticas y de legislaciones
folares, se incorporaron voluntariamente a Vizcaya.
El idioma no ha sido el determinante de la constitución de
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EL DERECHO DE AUTODETERMINACION
las entidades políticas de nuestras tierras. En la comarca alavesa
de Ayala han convivido castellanos y vascoparlantes durante si­
glos. En su parte occidental nunca se habló vascuence. En la
oriental había en l 940 ancianos que lo
hablaban.
No
sabemos si
el idioma es el determinante de pertenecer a
los pueblos checo, polaco, húngaro, croata, kurdo o ibo. Sabe­
mos lo que
ha ocurrido y ocurre en nuestra Vizcaya y de ello
hablamos.
Con esos principios que propone
el· señor Obieta y cuasi-di,
vinizan

lo que él denomina etnia y Hitler llamó
«pueblo», se
está llevando

en nuestra tierra una política lingüística que origi­
na mayores injusticias que las que .ocasionó
la política centralis­
ta pasada. Se impone a los vascoparlantes un idioma artificial que
utiliza vocablos tan bellos como «erreserbatua» (2). Se obliga
a aprenderlo a
los. niños

castellano-parlantes. Y ya
sabetnos cómo
reaccionamos los

españoles cuando se nos impone algo por
la
fuerza.
Y es que los problemas de libertad concreta que el hombre
tiene hoy, no se
limitan a
la facultad de hablar determinado idio­
ma o a conservar las peculiaridades
de la

comunidad en que vive.
¿Qué solución da el nacionalismo
-'-c-0 el «etnismo» del
P. Obieta- a la libertad de enseñanza? ¿Al
derecho de
dispo­
ner racionalmente de los propios bienes? ¿A
la necesaria auto­
nomía de
· los ,municipios? Ahí

es donde hoy se está jugando
-perdiendo---la

batalla de las libertades concretas.
Mientras
tina diputación -,foral · de

nombre-- en acuerdo
concertado con un gobierno marxista, nos arrebata en forma de
impuestos, caudales que necesitamos para educar a nuestros hi­
jos, aplicando unas leyes tribntarias que castigan a las familias numerosas, poco nos consµela que lo haga mediante unos
im­
presos redactados en un vascuence de laboratorio. Poca ilusión
nos hace llegar a participar en un referéndum étnico si su resul­tado no nos ha de garantizar la necesaria libertad de escoger
la
educación de nuestros hijos. Y es que las libertades que
el nacionalismo español nos arre­
bató, n'o nos las devolverá el nacionalismo que, con otra etiqueta,
nos ofrece el profesor Obieta.
* * *
(3) Ese horrible vocablo lo hemos visto escrito en un rótulo juntó al
edificio de la Diputaci6n de Vizcaya, para indicar que el aparcamiento. se
reserva, como

se figuran los lectores
que_ desconocen
el vascuence, a los
vehículos oficiales: 14-Vl-86; fijamos la
fecha porque

esperamos que a
alguien se le caiga la cara de vergüenza -y lo eliminen sin demora.
1371
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CARLOS IBMEZ QUINTANA
Toda obra que intenta abordar un problema real es digno de
elogio. Es lo que ocurre al trabajo del profesor Obieta aunque
haya sido un intento,
a nuestro

juicio, fallido.
·
¿ Por qué fallido? ·
El
profesor Obieta a lo largo de su obra prescinde de
los
principios

de derecho cristiano.
Lo demuestra su amplia biblio­
grafía de la que
están ausentes,

entre otros: Santo Tomás, Vito­
ria, Suárez, Soto, Larramendi ( que como vasco
dijo mucho sobre
el

problema concreto de nuestra tierra), Elías de Tejada, etc. Es
cierto que todas las obras que cita han sido publicadas con pos­
terioridad a 1945, excepto dos que corresponden a 1935 y 1934,
respectivamente.
Se ve claro que el profesor Obieta bebe en las fuentes de la
cultura occidental postcristiana. Cuando en una nota de la
pá­
gina 38, dice: «La religión tiende hoy día ... a considerarse como asunto puramente personal en la conciencia de cada uno» da
ra•
zón
a

la corriente laicista de moda. La religión es asunto personal
de
cada uno,

pero no es
puramente personal. El mismo, aunque
la rebaja hasta considerarla una creación de los grupos humanos,
dice que

es uno de los elementos constituyentes de la p,ltura.
Los vizcaínos, al menos, fuimos libres bajo el régimen polí­
tico cristiano de la Monarquía Tradicional de las Españas. Y
con el advenimiento· del absolutismo que
divinizaba al

monarca
y del liberalismo laicista, ambos extranjerizantes, perdimos las li­
bertades. Y ello no
ha. sido mera casualidad.

Los
problemas que
nos
ocupan son
de convivencia y de respeto mutuo. Respeto del
fuerte
al débil; que el débil siempre respeta al fuerte. Sólo una
referencia a un Legislador
Transcendente puede
darnos la solu­
ción
sati.factoria.
Mientras

la ley sea la «expresión de la voluntad popular»,
será
la voluntad de los más sobre la de los menos. Y por mu­
chas vueltas que lo demos, por muchas declaraciones que for­ mule la ONU,
seguirá la

situación actual que el profesor Obieta
califica de trágica en un noventa por ciento de los estados. El camino que el profesor- Obieta nos muestra no llega a
nin­
guna parte. «Autodeterminación de los Pueblos». Cada pueblo
es una lengua y en el mundo hay tres
mil de ellas. Exaltación
por parte de cada grupo de su propia lengua. Y precisamente
hizo
surgir

Dios la diversidad
de. lenguas,

cuando quiso impedir
que
llevasen

a cabo una obra que los hombres habían iniciado sin El.
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