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Número 253-254

Serie XXVI

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El principio de inmanencia, la divinización del hombre y el orden temporal

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA, LA DIVINIZACION DEL HOMBRE Y EL ORDEN TEMPORAL
POR
ALBERTO CATURELLI
En 1919, formulando .¡¡na suerte de anti-profecía, Antonio
Gramsci escribió estas impresionantes palabras: «se convertirán (los católicos
liberales) en

hombres...
que extraen
de su propia
conciencia los principios de su acción, hombres que rompen los ídolos, que
decapítan a Dios» ( 1 }, La tenebrosa anti-profecía per­
mite ver que no se trata ya de negar a Dios en el plano del co­
nocimiento ( mero ateísmo agµóstico) y ni siquiera de proclamar
la «muerte de Dios», sino de asesinarlo, cortándole la cabeza.
Pero un acto semejante
.no es

posible que sea efectuado con el
Ser absoluto y trascendente de la metafísica ( a la que se declara
muerra y enterrada); la decapitación sólo es posible si .se trata
del Dios hecho hombre; es decir, de Dios vivo que tiene de veras
cabeza
· en virtud· de

su naturaleza humana. Por
eso, solamente
Cristo

podría ser «decapitado» como quiere y anuncia Gramsci
pensando en la persona
concieta de

Jesucristo,
quien no es un
Dios abstracto. No se trata, pues,
Je una

mera negación, o de
una suerte de comprobación de su «muerte» en el espíritu del
hombre. Se trata de un propósito infinitamente más grave: Es menester decapitar a Cristo
para. que n_o exista más.
Sin embargo, la «decapitación». de Dios sólo es posible si los
excnstlanos «extraen
de su propia conciencia
los_ principios
de
su
·acción»; es

decir,
si los prÍncipiOs de la acción se originan . . .
(l} En L'Ordine Nuovo, 1 · de novie*1bre de 1919; tomo el texto c:,i­
tado por AuGUSTo DÉL.'NoCE, Italia y el-eurocomunisino, pág. 61, trad.
esp., prologo de F. SrLVA MUÑOZ, E,m.e:s:a., Madrid, 1977c
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ALBERTO CAWRELU
y resue)ven, como en la gnosis, en la inmanencia de la conciencia.
Pensar y
desear la decapitación del Dios vivo sería un acto im­
posible si la conciencia
re-conociera a lo otro de sí como objeti­
vament~ _diverso y anterior a sí misma; porque, en tal ca-so, lo
·otro, el ser del cual todo participa, remite, infaliblemente, al
último fundamento de todo
-y
de sí mismo que es el
Esse impar­
ticipado.
De alú' que resolviendo (y disolviendo) el todo en los
límites de
la conciencia, se haga posible, tanto · la anulación del
Ser trascendente, cuanto
la deseada «decapitación» del Dios vivo.
Dicho de otro modo, es menester la anulación del Dios trascen­
dente de la metafísica ( orden natural) para que sea posible la
«decapitación» del Dios vivo conocido por
la fe (orden sobre­
natural). Por eso, la suprema negación de Gramsci y de muchos
y el actual propósito de asesinar a Dios, solamente es pensable
tJ[. cabo del proceso de inmanencia desatado· por el qtiliá mal
llamado «principio de inmanencia». De todos modos ya era de­
nunciado por Cristo cuando decía a los fariseos: «ahora tratáis
de matarme a Mí, que os he dicho la verdad ... » (Jn, 8.40).
Obsérvese que, como ha ocurrido con otros términos y ex­
presiones corrientes que han sido hurtados a la filosofía clásica
y al
pensamiento cristiano
( como «conciencia de sí», «alienación»
y tantos otros) el término «inmanencia» pertenece a
la filosofía
clásica y expresa
la propiedad de una actividad por la cual per­
manece o queda en sí misma
(in-manens) y, por eso, era. aplicada
a la vida -cuyas funciones se caracerfaan por ser inmanentes;. tná­
ximamente lo_ es el más noble grado de vida que es la actividad
intelectual que, en cuanto
tal, es inmanente por cuanto su acto
-,lit simple contemplación de la. verdad- queda o permanece
en
sí mismo. En cambio, en el pensamiento moderno, en el cual,
paradójicamente, la
razón se

convierte en activa o «creadora»
de su objeto, esta misma razón postula la inclusión de lo cono­
cido en el
cognoscente, del

objeto en el sujeto, del ser en
_el
conocer;

dicho de otro modo, la
inmanencia del ser en el co­
nocer y, por eso mismo, la
inmanencia de

todo en el Todo. Luego,
el hoy llamado «principio» de inmanencia expresa
la no-referencia
de todo a un
Esse trascendente y la correlativa exaltación de)
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
mundo en cuanto mundo inmanente a si mismo. Así y única­
mente
así es posible «decretar» no

sólo la «muerte»
.de Dios,
sino
«profetizar» la «decapitación» del Dios vivo por obra dd
único

absoluto (como dice Marx) que
es el hombre mismo. Tal
es
el proceso que me propongo
analizar aquí.
I
SEREIS COMO DIOS
. LA SEDUCCION DE LA NADA
l. EL INMANENTISMO FILOSÓFICO Y EL ANIQUILAMIENTO
DEL HOMBRE.
a). El inmanentismo de la Experiencia, del Pensamiento y de
la V olunt«d contra la Realidad.
En el inmanentismo moderno, el pensamiento deja de ser
por Daturaleza contemplativo y se trueca en transiúvo-actiVo;
es decir, el acto de la razón, ahora transeúnte, dice razón de
causa eficiente
y «pone» el efecto que es el ser, como «posición»
de sí misma; de
ahí que en la línea doctrinal que va desde Occam
a
Descartes y de éste a Kant y Hegel, se produce la gran
para­
doja

del pensamiento. moderno: Precisamente· porque el
acto de
la razón se vuelve transeúnte (no-contemplativo) nada puede
trascender el límite, ya de la misma razón, ya de
la experiencia
sensible. que la razón regula y, por eso, todo es inmanente a
Todo. En otras palabras, el pensar sólo se alcanza a sí mismo
y no puede tener certeza sino de sí .. mismo ( «principio» de in­
manencia); la experiencia sensible no sé tnisciende a sí misma
y sólo puede conocerse á sí misma. Y como no existe pensamien­
to ni experiencia
sin la conciencia humana, sólo y únicamente el
hombre es
el punto de partida y de llegada del .pensar y del sen­
tir. En el inmanentismo, el antropocentrismo debe ser siempre
absoluto.
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ALBERTO CATURELU.
El nuevo punto dé_ apoyo. inicial no es, pues, el ser objetivo,
sino
el cogito (el. pensar subjeti'Vo );· a su vez, este pensar supo­
ne necesariamente un acto volitivo (volo) y, respecto del mundo
exterior,. una
inicial experiencia

sensible (sentía) de los singula­
res que constituyen la
pura multiplicidad

(nominalismo radical).
Por consiguiente, sentire..,vell'e-cogitare, expresivos de un e_mpiris­
ino, un voluntarisffio y un racionalismo iniciales que, no sólo se
contradicen (aunque polemicen entre si), sino que constituyen
la primera inversión del orden natural y la primera rebelión
con­
tra

la realidad.
Cronológicamente, quizá la primera rebelión del pensamien­
to contra la realidad consista
eñ el

empirismo subyacente en la
notitia intuitiva occamista (sentire) porque niega que el objeto
del conocimiento (el universal directo de Santo Tomás) sea algo
real y objetivo que existe ·independientemente del sujeto; en
cuyo caso, la multiplicidad de en.tes en los que se participa el
ser, exige un· proceso absttactivo para poner en acto ( en el es­
píritu) aquella multiplicidad en potencia en el ser objetivo; de
ese
modo, los
entes
múltipl.~s están
de algún modo presentes en
la no.ción · una ·d~l ser, inmanente a ellos y, a la vez, trascenden­
te. La simple negación de esta evidenci~ de sentido común (pri­
mera rebelión contra la realidad) nos deja ante el individuo
(éste ente) como lo único dado-en-la-experiencia-sensible, única realidad primera ( objeto primero
y último del radical sentire de
la noticia intuitivo,sensible ); y he dicho única realidad porque
el universal no forma parte de la esencia del ente y no se refie­
re a
nada que realmente exista fuera de la mente ( 2). Por con­
siguiente, la sustancia -que . se encuentra: allende la mera ex­
periencia sensible--- se identifica con los accidentes (fenómenos)'.
Por
un lado, solamente existe el singular-sensible ( experiencia
sensible)
y, por otro, el signo formal (la notitia abstractiva, el
universal) no tiene relación con la realidad fuera del sujeto. Por
eso es un engaño creer que el empirismo es realista ya que este
(2) Tengo preSente en este tema la lúcida expOsici6n de RÉGIS JoLIVET,
LaJ fuentes del idealismo_, cap. I, ·trad. de A. GuRUCHANI, Désclée du Brou­
wer, Buenos Aires, 1945.
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN THMPORAL
inicial «yo experimento» ( experior) tal singular sensible revela
no
al individuo en sí mismo sino mí experiencia de él. Al iden­
tificar los fenómenos (los accidentes) con el objeto exterior, no solamente se funda el empirismo y,
al cabo, el materialismo, sino
que se disuelve la unidad de la noción de ser en
la multiplicidad,
ya se
la llame singularia (Óccam), átomos (Russell) o simplemen­
te
individuals ( Strawson). Una suerte de Experiencia total vie­
ne a envolverlo Todo y, por eso, he propuesto la expresión pié­
roma
de-la

Experiencia para
calificar tan
singular resultado. Por
otro lado, si el universal no tiene relación (real) alguna con el
singular extrínseco, es menester admitir o un solipsismo, total, .o
que la realidad se reduzca a las modificaciones del sujeto pen­
sante.
Y así
pasamos, coherentemente,
al ideaHsmo o pleroma de
la Razón. Trátase de las dos vertientes de una misma rebe­ lión del sujeto contra la realidad.
La metafísica debe morir. Pero
su muerte es
el comienzo de la agonía de Dios, quien se aproe
xima así a su efectiva «muerte>>.
El cogito cartesiano, .en su mismo ponerse como «medida»
de la realidad, supone (y exige) un inevitable empirismo porque,
de parte de
la realidad,
sólo han quedado, como «sueltos», los
singulares sensibles. La notitia intuitiva occamista tiene por de­
lante el «polvo» de los fenómenos o, como hoy diría Russell y
el primer Wittgenstein, sólo «la totalidad de los hechos» empí­
ricos, atómicos
(3). Por
tanto, no hay otra fuente del conoci­
miento .que Ja· experiencia sensible; es decir, que nuestra expe­
riencia de· lo dado ahí. Por eso, el pensar inmanentista supone
un yo siento
(sentio) que nada tiene que ver con el seRtlr agus­
tiniano
o
el sentimiento fundamental corpóreo de Rosmini, sino
que es precisamente lo contrario. Se trata del simple
experimen­
tar

los hechos-individuales-sensibles atómicos
(notitia intuitiva)
con el agravante (para decirlo con el lenguaje occamista) que el
objeto inmediato es, sólo, lo que se «supone» en lugar de la
(3) Tractatus logíco-philosophicus, 1.2 y 2; utiliro la edición de EN­
RRIQUE TIERNO GALVÁN (texto español y alemán), introducci6n de BER~
TRAND RussELL, Revista de Occidente, Madrid, 1957.
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ALBERTO CATURELU
cosa (4). Nada es, pues, trascendente a la Experiencia y todo
es inmanente a Ella. En esta primera manifestación moderna del
«principio de inmanencia», no existe la sustancia, «disuelta» en
los fenómenos, lo que conlleva
la desaparición del principio de
causalidad ya que, entre los singulares (y los hechos) no existe
vínculo ontológico alguoo: a este fenómeno dado en la expe­
riencia (por ejemplo, este movimiento) no es posible asignarle
el carácter de efecto y, menos aún, deducir la existencia de su
causa. El principio de causalidad carece de valor y toda propo­ sición que intente utilizarlo en relación con una realidad (supues­
ta realidad) allende la experiencia sensible, será apenas uoa
pseudo-proposición, como sostiene Carnap aplicando
el intangi­
ble principio de la «verificación empírica» (5). Ni el alma,
ni la
libertad,
ni Dios, son «realidades» sobre las cuales el pensarnien'
to

científico pueda pronuociarse. Todo es inmanente a Todo en
el pleroma de la Experiencia y «Dios» es una suerte de «nada»
situada allende la Experiencia. Dios ha comenzado a «retirar­
se» del mundo del hombre; quizá
ni siquiera se puede decir que
ha «muerto»,· porque Aquel que se «retira» es una entelequia
no-real.
El «principio» de inmanencia ya ha sido formulado
y no es
menester esperar

a Descartes, a Kant o a Hegel: lo «real», iden­
tificado con el
fenómeno (

como en Berkeley, el positivismo ló­
gico
y la «filosofía analítica»} ni siquiera se reduce a «ser per­
cibido», sino que -al no existir uo sustrato ontológico de los
fenómenos mismo&-- es, en verdad, nada. Luego, el inmanen­
tismo empirista enmascara este nihilismo básico al que cubre
con la máscara de los artificios del lenguaje. El pleroma de la
Experiencia se devora a sí mismo y relega a Dios, cuanto más,
al ámbito de la conciencia subjetiva (mundo
de los sentimientos)
(4) RÉGIS JoLIVET, op. cit., pág. 27.
(5)-RunoLF CARNAP, «La superación de la metafísica mediante el aná­
lisis lógico del lenguaje», en A. J. AYER (compilador), El positivismo ló­
gico, págs. 66-67; 72:73, F.c.e.m., México, 1965. Allí mismo, cf. los tra­
bajos del propio AYER, de ÜTTO NEuRATH, GILBERT y_ FRIEDRICH WAIS­
MANN.
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
o, simplemente, lo declara el Vacío total. En el primer caso, se
trata de un «dios» a la medida del hombre, tan contingente como
él y como la persona ,del increíble obispo anglicano Robinson
que reniega de este «dios» que viene «de arriba» ( 6 ). En el se­
gundo caso, Dios no existe. Si
el empirismo supone que lo real se identifica con los fe­
nómenos, también debe· reducirse a las modificaciones
del su­
jeto y entonces no es posible estar cierto del mundo exterior:
El· sujeto cognoscente debe volverse a sí mismo precisamente
porque el mundo exterior no es, ahora, un hecho que se impone sino un problema
por resolver. Descartes es, pues, hljo de Occam.
El mundo (que se presenta ahora como una materia
indefinida),
allende

los fenómenos, no tiene consistencia alguna y deja de
ser impensable que el
~mndo sea

una «creación» del yo: el
pensamiento no

está, entonces, cierto sino. de
si mismo y el pen­
sar será, fatalmente, «medida» del ser, puesto que es el único
criterio de verdad.
El cogito, aparentemente (y sólo aparente­
mente) limpio de adherencias empíricas,
supone (como ya dije)
el exterior del empirismo nominalista. Pero hay mucho más: el
P. Fabro

ha observado sagazmente que el
cogito «es, ante todo,
y sobre todo, un
vojo, en cuanto que el cogito pretende ser un
acto fundante originario»; es decir, «el cogito activo no puede
ser otra cosa
más. que

voluntad. En primer lugar, es
volo dubi­
tare de

omnibus,
incluso de la matemática, y después es recono'
cerse

como acto
fundante en
el
velle que explica la esencia del
mismo dudar»
(7). Como

el mismo Fabro observa, no se trata de
un
.simple «quiero algo», pues no· se trata de un acto volitivo
intencionado, sino que es el Mismo querer que se pone en el
centro del Yo autofundado y fundante. Por eso, en
el mismo
(6) JoHN A. T. ROBINSON, Honesto para con Dios, pág. 34; trad.
de ·E. G. FoRSYTH y ,E. J1llÍÉNEZ, Ariel, Barcelona, 1967; cf. mi estadio
crítico Progresismo y ateismo. El cristianismo no religioso de John A. T.
Robinson,.en el ·vol.-AA.vy., La quimera del progresismo, págs. 2?3-228,
Cruz y Hierro, BU.enos _Aires; 1981.
· (7) La aventura de la teologla progresista, pág. 187, Eunsa, ;¡>amplo­
na, 1976.
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ALBERTO CATURELLI
origen del inmanentismo coexisten y se implican un sentire, un
cogitare y. un velle.,. sin que ninguno tenga,. sobre el otro, una
precedencia temporal estricta; creo, sin embargo, que, con prio~
ridad de naturaleza, habría que poner el velle como acto fun­
dante primero. Por tanto, voluntarismo nominalista, empirismo
nominalista e idealismo trascendental. nominalista, aunque se
opongan en sus desarrollos, reconocen u~ acuerdo esencial y una
implicaci6n mutua. En cada caso, no es posible trascender los
límites del
velle, del sentire y del cogitare, inmanentes a sí mis­
mos
y cada uno y sus desarrollos diversos representan siempre
el mismo «principio» de inmanencia, expresi6n de la rebeli6n
del espíritu contra la realidad.
h) De la rebelión contra la .realidad, al asesinato de Dios.
Dos consecuencias han surgido inmediatamente del llamado
«principio» de inmanencia: por un lado, empirismo-idealismo­
voluntarismo comenzaron declarando incognoscibles los
seres me­
tafísicos «no-verificables», sobre todo a Dios; simultáneamente,
sobre todo en la vertiente idealista, en cuanto el objeto queda
dentro

de la actividad del sujeto, se sustituye a la ciencia divina
«creando» aquello conocido, «poniendo» el mundo. Por otro lado,
la negaci6n crítica. del empirismo por parte del idealismo es pura
apariencia desde que la
razón ha dejado

de ser contemplativa
para volverse activa, transeúnte.
De ahí que ef «principio» de
inmanencia implique contradicci6n porque debe ser, al mismo tiempo, inmanente y transeúnte. Claro
que podría

decirse
y con
raz6n que
ha predominado

el carácter inmanente desde que
el
objeto (el ser) no sale fuera del. ámbito de la raz6n. Está situa­
ción, en cierto modo paradójica, pone de relieve el acto más
irracional de la razón, que es creerse absoluta ( como decía Sciac­
ca). Por
cuanto el
cogito absolutizado supone
el ve/le, constitu­
ye· un acto irracional que, como en la gnosis, hace surgir .el uni­
verso desde Sí mismo. El ,yo (la conciencia pura) ante el cual
d~be detenerse

tanto
la duda

cartesiana cuanto la
epofé husser-
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
liana, no puede no ponerSe como Sujeto ( trascendental) de todo
pensar; lnego, los fenómenos del empirismo
(nÍareria de
la
ex­
periencia)

son absorbidos en
el sujeto colnó contenido imnanen­
te .. De ahí que esta necesidad de «saltar» del pensamiento al
ser se acentúe en Kant; necesídad de salvar
el Abismo abierto
entre
el cogitare y el acto de la experiencia que equivale al
Abismo entre pensar y ser
o, como
lo ha visto Hegel,
el tránsito
del concepto al ser y del ser al concepto. Pero como no hay más ser que lo racional (concepto), lo meramente «otro», el mundo
·
de

la experiencia sensible y el universo entero es, ahora, inma­
nente a la razón. En verdad,
lo finito· es nadd; pues todo fenó­
meno es fenómeno de la Idea; por eso, el idealismo absoluto
enmascara un empirismo--absoluto y, en el fondo, un volunta­
rismo absoluto. El pensar se «pone» a Sí mismo (ser indetermi­
nado) y como su opuesto «pone»
la Nada

pura; pero ni Ser ni
Nada se han dado jamás en estado puro
(abotracciones en la ca­
beza de Hegel) y su identificación en el Devenir na está en modo
alguna justificada.
Lo real no existe (si se me ·permite hablar
contradictoriamente)
y la dialéctica se resuelve et: lo que siem­
pre ha sido: una dialéctica que jamás sale del ámbitó del con­
cepto. Hegel puede «decir» ( solamente «decir») que todo es
inmanente a todo y que Dios está en el Devenir
(Got in werden).
A pesar de que este paso no esté jusrificado, semejante «dios» es
un «dios» que se hace en el tiempo y que, por tanto, ha muerto.
Por un lado, la razón explica el todo, incluida la revelación que excluye el misterio,
y explica, resuelve y disuelve al Absoluto en
lo Absoluto

de la razón «divinizada». No existe más Dios tras­
cendente y, por eso, no hay más hombre, resuelto y disuelto en
el movimiento de la razón. Como ente finito es, también, nada
y, como tal, es anulado. Verdaderamente, el hombre «diviniza­
do»
es. nadificado al

mismo tiempo que
la conciencia lo ha hecho
«absoluto». Por eso, cuando luego de asumir la dialéctica he­
geliana en el· materialismo

dialéctico Marx proclama que
«el
hombre es el único absoluto para el hombre», no hace más que
sacar las últimas consecuencias. Allende la báquica locura de la
razón absolutizada (pura abstracción), lo único efectivo (al me-
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ALBERTO. CATURELLI
nos en la intención) es la divinización del hombre; con este acto,
como nuevo Cáín desesperado que se ofrece holocaustos a sí mismo, logra el aniquilamiento de sí mismo: Absolutización del
velle, del sentire y del cogitare, como supremo des-orden del
ser y los trascendentales, el inmanentÍsmo moderno hace del
hombre un
foúto vuelto
infinito, un contingente convertido en
necesario; es
decir, un

remedo simiesco del único absoluto, ahora
«aniquilado» en el devenir.
Aún es posible ir mucho
más lejos: La absolutización del
ve/le. conducirá a. la voluntad de dominio; la de la ratio a la
decapitación. de Dios y la de la experiencia al suicidio del hom­
bre. En cuanto a lo primero, la identidad de ser
y pensar (in­
manencia absoluta)
da la equivocada impresión de que no hay
más espacio para lo irracional; sin embargo, el m¡mismo hege-­
liano

enmascara el
ve lle autosuficiente, pues, lo que no es razón
es el

ser-otto de la razón, abstracción
y, como tal, inexistente;
pero pensado como
alteridad sin retorno dialéctico
es lo ittacio­
nal puro ( absolutización de
la negatividad) que no es otro que la
·pura voluntad ittacional, vida indescifrable para la ~ón. De
ahí que un vitalismo voluntarista en estado puro se enmascara
en el pleroma de la razón hegeliana
y, como tal, consiste en .
exaltación

del mundo, del absoluto «sentido de
la tierra» de
Nietzsche.
No queda, pues,
otro· camino

que
la fidelidad a la
tierra: «¡Yo _os exhorto, ··hermanos míos, exclama Zaratustra, a
permanecer fieles a la tierra. y a no creer en los que os hablan
de esperanzas supratettestres
! ». Por eso es menester proclámar
· la «muerte de Dios» y afirmar la voluntad irracional de dominio
como aceptación de la vida caótica e infinita; el hombre, es,
pues, no
una. meta

sino «lo que debe ser
superado» pues
el
sentido de
la tierra es el Superhombre (8). Y como el hombre
es, apenas, «una cuerda tendida
entre la bestia y el Superhom­
bre», su ser se nadifica
y se extingue. Sólo la bestia y, en el
. futuro,

el Superhombre;
nada de Dios .--que ha «muerto» por-
(8) F. NmTZSCHE, Asl habl6 Zaratustra, en «Obras», vol. VII, pá­
gina 24, trá. de E. ÜVEJERO MÁURY, Aguilar, Buenos Aires, 1958.
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
que lo hemos matado--. y nada del .hambre --que debe ser
superado. Si
el monismo hegeliano enmascara el volutarismo de la vo­
luntad de poder, en
si mismo,

también enmascara el materialis­
mo radical (pleroma de la materia). Y es
as! porque el mundo
de

la experiencia sensible ( orden de
la materia) es pensamiento
pensado;
pero, por eso mismo, el pensamiento. se convierte en
la materia (materialismo dialéctico) lo que es, en el fondo,
per­
fectamente lógico. La «mediación» es, ahora, praxis transfor­
madora del mundo: como quiere Gramsci, por la
praxis el
hom­
bre se crea a
sí mismo («artesano de si mismo») y, a diferencia
de Marx,
la revolución no se pone tanto en la infraestructura
económica

sino es la superestructura ideológica ( 9); frente al
pueblo, su «sentido común» expresa acríticamente un complejo
de ideas cristianas ( en Europa occidental, en Hispanoamérica) y,
por .eso, es menester revolucionar aquel sentido común sustitu­
yendo su contenido por la nueva ideología. De ahí la importan­
cia capital de los intelectuales que son
· los encargados

de la re­
volución ideológica que, insensiblemente, se
irá apro¡,iando de las
instituciones de
la sociedad burguesa (Iglesia, escuela, universi­
dad,
editoriales, diarios, televisión, arte, folkore, etc.) hasta que
se encuentre poseída, de hecho, por una nueva mentadidad mar­
xista. El
medí.o es

el
«príncipe» moderno --que paradójicamente
no

repara en
medios-; pero
no es ya el
Príncipe personal
de
Maquiavelo sino el Partido Comunista convertido en una suerte de
«príncipe» coleotivo.

La dialéctica. inmanentista desaloja
as!
al

Dios cristiano de
la conciencia del hombre y, en su lugar,
inhabita ahora el
«príncipe», el anti-Cristo que,
por
fin, ha cor­
tado
la divina Cabeza y ha arrancado la Gracia del alma del
hombre (10).
(9) Cuadernos de la _cárcel, Pasado_ y presente, en «Obras», de A. G.,
vol. V, págs. 13, 73, 81-82, 228, 230-231; el vol. V, trad. de G. ·ÜJEDA
PADILLA, Juan Pablos, Editor, México, 19n.
('10) Cuadernos de la cárcel, Pasado y presente, vol. V, págs. 85-6,
215-6; para comprender aspectos esenciales de la 8.Ctual situación de lá
cultura europea e iberoamericana, d. Cuadernos de la cárcel, Los intelec-
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•ALBERTO. CATURELLI
Pleroma . de la experiencia, pleroma · de la razón, pleroma
de
la materia y, en el fondo, pleroma
de la Nada. Como ya se­
ñalé, . así como mutuamente- se impliom los momentos desenca­
denantes del imnanentismo ( velle, sentire, cogitare ), del mismo
modo
se implican

hasta hacerse casi indiscernihles la ahsolutiza­
ci6n de
la experiencia, de la ratio y de la materia y explican
algunas vertientes típicas del pensamiento actual como culmina­
ción del «principio» de inmanencia. En efecto, la absolutización
de la experiencia, impulsada por el positivismo, también puede
abarcar el mundo del inconsciente y, simultáneamente,
.al hombre
como

una estructura prelógica expresada en el lenguaje, ya sea
como «sistema» de signos (uso individual del lenguaje), ya sea en cuanto al uso colectivo (momento social); en este caso, el
lnmanentismo rompe
··con la

primacía del
cogito, pues el hom­
bre es considerado como mero objeto. De
ahí que resulte cohe­
rente la transposición efectuada por Lévy-Strauss del método
lingüístico a la
etnología, dando

nacimiento al método estructu­
ral
.. En tal

caso, el inconsciente ·colectivo (Dürkhein) actúa como
fuente de la actividad simbólica aplicada a toda la cultura; el
hombre resulta exponente de una suerte de
«razón estructural»
por

la que el
co gito es transformado en un «ello piensa» o «ello
habla» que disuelve al hombre en
ló no-humano; el estructura­
lismo aniquila
al hombre de carne · y huesos luego de haberlo
colocado en el centro. El hombre
es· un
ente a-nónimo, una es­
tructura vacía como u:tia--malla slll nada o, si se quiere, una
estructura de nada inmersa en · el pleroma de la Materia. Para
el esttucturalismo, el hombre es mera «cosa», en la cual se re­
flejan los mitos que, en cierto modo, anuncian la inevitable
desaparici6n del hombre. Primero, el hombre se autopone en la
cúspide de la realidad y, acto segundo, proclama su propia muer­ te, o su propia nadidad. Naturalmente, no hay trascendencia
tuales y la organizaci6n de la c~ltura, en «Obras», vol. II, trad. de R.
ScrARREt, ib., 1975; en lo que se refirre al «príncipe» colectivo» cf.· No­
tas sobre_ Maquiavelo, trad. y prólogo de JosÉ-M. A.rucó, «Obras», vol. I,
ib., 1975.
260
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
porque Dios, como en Feuerbach, es pura proyección imagina­
tiva del hombre mismo. Nada del hombre, nada de Dios ( 11 ). De
ahí que Faucault haya llegado a la triste peto. coherente
conclusión· de la necesidad de e-liminar
la conciencia humana
como consecuencia de su ««atqueología de las ciencias huma­
nas»; en cuanto descripción de su estructura del lenguaje discur­
sivo
y de su formación histórica, pone en evidencia las rupturas,
los

conflictos; es decir, las discontinuidades, pero de tal manera
liberado del problema antropológico· que la conciencia deja de ser el sujeto de todo el cambio
y, por eso, deben mentarse los
simples hechos de que
se habla, se actúa, fuera de toda concien­
cia subjetiva hasta la liquidación del sujeto humano ( 12 ). Es de­
cir, sólo hay «cosas» (individua) cuya relación con las palabras
cambia con cada. edad; cada . período histórico detenta su propia
episteme (a priori histórico) que, para Faucault, son el Rena­
cimiento, los siglos
XVII y xvm { época «clásica») y los siglos
XIX y xx: de modo que «antes del siglo XVIII el hombre no
existía»; hoy, la ciencia (no
la metafísica que carece de toda va­
lidez) lo pone como objeto; de modo que este hombre que aca­
ba de nacer ya está muerto o moribundo porque las ciencias hu­
manas son puras estructuras sin contenido. El asesino de Dios
ya casi está en el sepulcro y, por eso, Faucault proclama no ya
la muerte de Dios, sino «el fin del hombre»
·( 13 ), Así,
apenas
si queda espacio para la blasfemia de Jacques Lacan porque
.so­
lamente la neurosis ha· «fabricado» a Dios como fruto de un de­
lirio psicótico. Debemos, pues, convencernos: ·Dios ha muerto:
Si. Pero también ha muerto el hombre. Por delante, sólo la
Nada. Es lo que he llamado, tantas veces, el pleroma de la nada.
(11) CLAUDE LÉVY-STRAuss, Mithologiques, IV; L'homme nu, París,
1971; anteriormente, sobre
d carácter ·colectivo de'. todo sistema simb6lico,
Antropología estructural, cap. 9, trad. de E. VER:ÓN, Eudeba, Buenos Aires,
1968; sobre lá desaparición del sujeto singular, cf. Et pensamiento salva;e,
cap. 7, trad. de GoNZÁLEZ ARAMBURO, F.c.e.m., México, 1964.
(12)
L'archéologie du savoir, págs. 41 y sigs., París, 1969; trad. esp.,
La arqueología del saber, Siglo XXI, México, 1970.
(13) Las palabras y las cosas. Una arqueología_ de' las ciencias huma­
nas, pág. 373, México, 1968.
261
Fundaci\363n Speiro

ALBERTO CATURELU
La otra vertiente del «princrp10» de inmanencia sigue fiel­
mente
fa línea nominalista-empirista indicada anteriormente pero
que, hoy, ha extraído sus últimas consecuencias hasta el escep-.
ticismo total. Esto se comprueba si fijamos
la atención, alterna­
tivamente, en el primero y en
el último Wittgenstein: el Witt­
genstein del
Tractatus pone el ac~to -como Russell- en la
afirmación de

que «el mundo
es la
totalidad de los hechos» ( 14 ),
es decir, de hechos atómicos, empíricos, cuyas partes son los «ob­
jetos». A estos hechos corresponden las proposiciones atómicas
( cuyas combinaciones son las «funciones de verdad»), las que
_sólo tienen sentido _si representan hechos atómicos; por eso, es
menester un lengua¡e ideal (sin el cual parece no ser posible el
pensamiento) que, al cabo, carece de sentido. La «verificación empírica» ( ciencias empíricas),
la lógica y la matemática CÓnsti­
tuyen

todo lo que puede tener sentido; por tanto, no hay filoso­
fía ni trascendencia y los· grandes temas que preocupan al hom­
bre.

son no-problemas.
De ahí que, cuando Wittgenstein con­
cluye «de lo que no se puede hablar,. mejor callarse» (15), no sólo quiere expresar que
nada podemos decir sobre proposicio­
nes filosóficas, sino que corresponde
callar ante la inevitable nada.
Lo
que es, nuevamente, nada del hombre y nada de Dios.
Por eso me parece que, a pesar de las diferencias, el último
Wittgenstein no difiere esencialmente del primero, pues, aunque
rechace la doctrina del
Tractatus, su empirismo es conducido
hasta sus consecuencias extremas. En
efecto, equiparando el len­
guaje al juego,

sostendrá que no existe uno sino
muchos «jue­
gos

de lenguaje» según sus
usos operativos (16). Aunque ahora
rechace el atomismo lógico, en la medida que las palabras
cons:
tituyen «herramientas» destinadas a un uso concreto, esto deter­
mina el tránsito al pragmatismo y el irunanentismo logra -en
nuestro
lenguaje-
la totalidad del pleroma de la Experiencia.
El pensar (como ha dicho Walter
Schulz) es, precisamente, «la
(14) Tractatus logico-philosophicus, 1.1.
(15) Tractatus, prop. 654 (7).
(1~) Investigaciones filos6ficas, núm. 32, 43, trad. A. Ross1, Unam,
México, 1%7.
262
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
negación de la filosofía» ( 17), la cual, ni explica ni deduce y
debe ( ejerciendo su única
«función terapéutica»)

liberarnos.
del
«embrujo» del lenguaje, mostrando que los grandes problemas
( el yo, el hombre, Dios, el mundo) no son tales
sino confusio­
nes,

perplejidades sin salida, que deben desaparecer ( 18).
No
hay, pues, yo; no hay «alma»; no hay «ser», s6lo dudas y per­
plejidades, pues
no se puede ir allende el lenguaje cotidiano (y
los hechos «verificables»).
Ante el
mundo
de los hechos «verifi­
cables» que ( como en todo empirismo nominalista) se evaporan,
sólo la

duda total; ante
mí mismo, ante Dios, ante el otro hom­
bre, nada. Como ante un Vado, tenemos ante -nosotros un in­
conmensurable NO: Un «pensar» sin ser, una «lógica» sin logos.
Ya en este extremo, asistimos a la culminación negativa del «prin­
cipio» de inmanencia: nada de Dios, nada del hombre, nada
de todo.
Y, así, el progresivo desarrollo del «principio» de inma­
nencia, que tiene su origen en, la auto-posición ( voluntarismo
originario) tanto de la experiencia sensible cuanto del pensar
autosuficiente, desata las vertientes del pleroma de la
Razón, de
la

Materia,
de la
Experiencia y
de. la Nada que equivalen, como
esperaba Gramsci, a
la «decapitación» de Dios y a la e-limina­
ción del hombre. En todos los casos, siempre mutuamente im-
. plicados, es inevitable la absolutización del orden temporal.
II. EL INMANENTJSMO TEOLÓGICO Y LA ELIMINACIÓN
DE LA PATRIA CELESTE,
a) El ''principio.,' de inmanencia y la. destrucción de 'la. Teo­
logía.
Como se ha visto,
el «princtp10» de inmanencia es totaliza­
dor y abarca dentro de sí a todos los grados de
la realidad, tan-
(17) WALTER ScHULZ, Wittgenstein: La negaci6n de la filosofia, 116
p,lgs., trad. de J. MoNTOYA SAENZ, G. del Toro, Madrid, 1970.
(18) Investigaciones filosóficas, n6m. 133; también Cuaderno azul,
págs. 101-102, que cito por Los cuadernos azul y ma"6n, trad. de F. GRA­
CIA GmLLÉN, prefacio de RuSH RHEES, Editorial Tecnos, Madrid, 1968.
263
Fundaci\363n Speiro

ALBERTO CATURELLI
to natural como sobrenatural. Inmediatamente se percibe la con­
tradicción existenie , entre inmanencia y Revelación cristiana por­
que si todo debe permanecer dentro de los límites de la expe­
riencia (sensible), de la voluntad (autosuficiente) y de la razón,
no es posible ya hablar de misterio
inalcanzable por
la «verifi­
cación empírica», por el
impulso ciego

de la voluntad o la pura
razón -raciocinante. En consecuencia, así como el método de la in­
manencia conduce fatalmente al ateísmo en el orden filosófico,
en el orden de la Revelación conduce a
· la
«muerte» del Dios­
vivo
Y. a la disolución ·de la Teología. Aceptado el «principio» de
inmanencia, se acepta instantáneamente la no-distinción entre na­
turaleza
y gracia o, peor aún, la ruptura entre naturaleza y gra­
cia y el centro de la reflexión teológica ha de ser, entonces, ne­
cesariamente el hombre y no ya Dios revelante. Por consiguien­
te,
la «divinización» del hombre y, ¡oh paradoja!, la des-divini­
zación de
Dios-vivo va penetrando la teología cristiana.
Y esto
es lógico porque,
si consideramos

el «principio» de inmanencia
en la línea de
la ratio (pleroma de la Razón); debemos decir que
todo es inmanente a todo desde que el pensar es idéntico al ser.
En tal caso, es de la esencia del espíritu la
mediación porque «su
actividad, como dice Hegel, consiste en superar
la inmediatez, en
negar a

ésta y, por consiguiente, en volver sobre sí mismo» (19).
Por un lado, nada. sale fuera de la conciencia y, por otro, el
pro­
greso no es otra 'Cosa que «las fases por los que atraviesa la con­
ciencia» (20). Hegel
asume. la

idea de progreso del iluminismo
y de todo el inmanentismo anterior; lo cual supone, respecto del
Dios cristiano, la necesidad del espíritu
ert su
enajenación
y, por
eso, la -«encarnación humana de la-esé:nda divina» consiste en
tener «la figura de la autoconsciencia», que es el contenido de
la religión absoluta (21 ). Como en
los textos
de la gnosis anti-
(19) Lecciones sobre la filosofia de la historia universat I, pág. 44;
trad. de J. GAOS, Revista de Occidente, Madrid, 1953.
(20) Op. cit., I, pág. 127.
{21) Fenomenología del espíritu, pág. 439, trad. W. RosEs, F.c.e.m.,
México, 1966; cf. JEAN HYPPOLITE, Genese et structure de la Phénoméno­
logie
de

/'Esprit de Hegel,
págs. 511 y sigs., Editions Montaigne, Aubier,
1946; los antecedentes pueden verse en los escritos juveniles, L'espr'it du
264
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
gua, la Encarnación del· Verbo supone que «la esencia ha deve­
nido

por sí misma en esa presencia sensible; el ser
allí inmedia­
to de la realidad ha dejado de ser un ser
allí extraño o extemo,
al ser superado, universal; esta muerte es, por tanto, su naci­
miento como espíritu» (22). No es necesario esperar al anuncio
de Zaratustra para comprobar que «Dios ha muerto», pues, como
expresa el mismo Hegel, «el hombre divino muerto o el dios
humano es,
en sí, la autoconsciencia universal» (23 ). En ella,
el

bien
y el mal son, a la vez, lo mismo y distintos, lo mismo ·Y
no

lo mismo.
La Revelación se «resuelve» en el mundo donde
se
ha disuelto la diversidad entre naturaleza y gracia, entre lo na­
tural
y lo sobrenatural; mientras la filosofía es una suerte de
subrepticia teología,
la teología se vuelve antropológica y la con­
ciencia humana
ocupa. el

centro absoluto en lugar del Verbo. Por
eso he sostenido anteriormente que, el inmanentismo hegeliano representa
la expresión más perfecta del «espíritu del mundo»
y, en el, fondo, la destrucción total de la Teología. Esta «revo­
lución», en el sentido de revolvere,-de volver atrás, retorria a
una suerte de gnosis represeutativa de lo «viejo», · del hombre
viejo por contraposición al hombre nuevo del Cristianismo.
Desde esta perspectiva se siguen varias conclusiones inevita­
bles:
1) La primera de todas es el «retiro» progresivo de Dios
respecto del mundo
y, sobre todo, de la conciencia humana. Esta
ausencia comienza - gel, no es más que el Espíritu qne «deviene otro»- por la na­
turaleza: el cosmos deja de ser la revelación de
los. atributos y
perfecciones divinas ( ateíSmo cósmico al que me referiré más
adelante).
2) En segundo lugar, la autoposición de la conciencia como
«posición» de la realidad
y de sus límites ( «principio» de inma­
nencia) necesariamente implica la expulsión de Dios de la inte-
Christianisme et son destin, trad. de J. MARTÍN, ínttoducci6n de JEAN HYP-·
POLITE, J. Vrin, París, 1948.
(22) Op. cit., pág. 450.
(23) Op. cit., pág. 452.
265
Fundaci\363n Speiro

1
ALBERTO CATUREW
rioridad del hombre; síguese así el camino inverso del de San
Agustín porque la conciencia agustiniana se limita a des-cubrir
el ser (interior y objetivo-trascendente) que remite a Dios que,
causalmente, es más íntimo a la conciencia humana_ que su pro­
pia intimidad. En. cambio, el ateísmo es la consecuencia necesa­
ria de la inmanencia y, por eso,
la progresiva ausencia de Dios
en el hombre.
3) Por tanto, también ausencia de , Dios no s6lo en
la acti­
vidad contemplativa sino en las operaciones humanas
transeún­
tes,

ya sea respecto de los actos libres en orden al fin ( morali­
dad) que debe quedar en el ámbito intra-mundano (moral de si­
tuación), ya sea respecto de
la producción de una obra (trabajo);
en este caso se ordena a la mostración del ser en la obra para ser contemplada (la cultura), o
la producción de un instrumen­
to
útil para un quehacer práctico {la técnica); en todos los casos
,se tratará

de un trabajo intramundano (ateo) y, por consiguiente,
de una cultura sin Dios y de una técnica clausurada en
el, mundo
sin trascendencia. Estamos, pues, en una civilización
en· la
cual
Dios está verdaderamente
ausente.
Con aquellos supuestos, el espíritu inmanentista exige, tam­
bién, una teología adecuada a la situación actual del mundo; es
decir,
ufia teología sin Dios. Si todavía queremos que el Cristia­
nismo sea aceptable para el hombre de hoy, es menester partir
de estos supuestos (Bonboeffer) y consentir el hecho de que
la
conciencia está vacía de Dios. Tener conciencia de esta situación
y asumirla es lo que el citado Bonhoeffer llamó
«madurez» (Mün­
digkd.t) hace varias décadas y que todavía hoy repiten servil­
mente nuestros progresistas»
(*). A partir de esta secularización
total (por completo prevista en el hegelismo) se abre paso una
(*) La «teología de la liberación» no ha dicho una sola palabra original
porque está en--estrecha dependencia respecto del progresismo europeo y,
especialmente a,_emán. Sobre esto, véase .el volumen que sobre La. Teofogia
de la liberación y el marxismo, publican los Cursos de Cultura Católica,
Buenos Aires, 1986;
allí, mi trabajo La dialéctica marxista en la «teologia.,,
de la «liberación», págs. 91-118, en el cual pretendo haberlo demostrado.
266
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
«nueva» exégesis sobre los textos de la Sagrada Escritura com­
pletamente in-dependiente, o al margen o contra el Magisterio de la Iglesia. Semejante exégesis no debe eludir, por ejemplo, lo
que Rahner
llamó «reflexión

trascendental» en sentido kantiano
y por él recogido cuando estudió con el P. Maréchal; de ahí que,
desnaturalizando completamente el sentido del tomismo, sea ne­
cesario «reducir» la Teología a una «antropología trascendental», no porque se niegue inmediatamente a Dios, sino porque no
que­
da.
otro

camino si partimos del inmanentismo en el cual las ver­
dades de
fe pierden su objetividad. Esto es lo que el P. Fabro
denominó la «inversión antropológica» de la Teología
y que Metz
llevó hasta sus últimas consecuencias. El pensamiento teológico
ha eliminado el
· método

escolástico
y la metafísica escolástica
(
como lo exige el inmanentismo actual
y la necesidad de estar
a la page) y, por eso, la exégesis bíblica no puede emprenderse
ya a la luz del Magisterio ( aunque se enmascare el menosprecio
por él), sino desde el «sujeto trascendental» considerado como
a priori «teológico», o desde el análisis existencial heideggeria­
no, o desde el vado metafísico del estructuralismo, o desde el análisis lingüístico. De ahí que ya se trate de Rahner, Metz,
Bultmann, Malcolm, van Buren, Altiser o Hamilton, admitidas
las diversas formas del «principio» de inmanencia,
debe seguir­
se el rechazo del método hermenéutico que sigue el
orde¡Í inelu­
dible:

Sagrada Escritura, Tradición, Padres, Concilios y
M~giste­
rio
infalible

de
la Iglesia; enton;;.,s, también, debe seguirse la
secularización
total de la Teología
y la secularización concreta
de la vida cristiana. El dato revelado se muestra en la historia
y sólo en la historia, la Resurrección del Señor es lo que los ap6s­
to/es
creyeron, el Reino de Dios es utopía o, simplemente, es un
meto «ideal» ético, o debe colocarse en el futuro
intrahist6rico,
ya

que todas estas posibilidades son proyectadas desde la
sub­
jetividad

trascendental. La teología «de la muerte de Dios» (Al­
tiser, Hamilton)
sólo es

más
)mpresionante por
su manera ex­
positiva más gruesa y directa; pero toda esta teología que parte
de la inmanencia, «pone» un Dios que ha, objetivamente,
muer0
267
Fundaci\363n Speiro

ALBERTO CAWRELLI
to; o que, si no ha muerto del todo, habrá que cortarle la ca­
beza
(24).
Esta horizontalización de la Revelación cristiana constituye
una si¡erte de anti-conversión, puesto que .tiende a unificarse con
su máximo enemigo que es el
mundo .. Quien dijo que su Reino
no es de este mundo se ha colocado en las anúpodas de la teo­
logía de la
inmanencia; pero

esta oposición es aún más total, si
cabe, cuando el «espíritu
del mundo» desnaturaliza y vacía su
palabra por medio del llamado «análisis del
lengu~je», que
es la
aplicación de la filosofía
analítica a

la
exégesis bíblica.
Así, por
ejemplo, es el caso de Paul
van Buren en The Secular Meaning of
(24) Disponemos, en español, de los Escritos de Teología, 5 vols.,
Ed. Taurus, Madrid; 1961-64; para nuestro
fin, Espíritu -en el mundo. Me­
tafisica del conocimiento finito, según Santo Tomás de A.quino, Herder,
Barcelona, 1962. Desde el punto de vista crítico, son anteriores a los libros
del .P. FABRo, los escritos del P. Juuo MEmv!ELLE> «Rahner,. ¿teólogo
católico o gnóstico?», en JaÚja, núm. 28, Buenos Aires, abril de 1969, y
«El misterio' de la Encarnación en _Rahner~, en Jauja, núm. 31, 1969; véase
también La If,lesia y -el mundo moderno, cap. IV, Ediciones Theoria, Bue­
nos Aires,
1969. Posteriormente, el importante libro de CoRNELIO FABRO,
La

svolia antropologica di
Karl Rah~er~ Rusconi, Milano, 1974. Adquieren
especial relevancia

las
obra~ de J. B. METz, Antropocentrismo cristiano,
Sígueme, Salamanca, 1972, y Teología del mundo; 2." ed., ibíd., 1971. Por
debajo de estas especulaciones; siempre hace
acto de presencia el tema de
la «desmitologización» .del cristianismo: el progréma del mismo fue lan­
zado por· .RunoLF B:ULTMJ¡\NN, en. 1941, en su ya -célebre ensayo Neues
Testament und MythologÚ (Munich,

1941),
reeditado. más tarde (1948).
Véase minuciosa bibliografía en ANTON VoGTHE, Revelaci6n y mito, 203
páginas, trad. de J. BLÁSQUEZ, Herder, Barcelona, 1965; también en L. MA­
LEVEZ, S. l., Le metsage chreiien et le mythe. La théologie de R. Bult­
mann,
Bruselas-Brujas-París, 1954; utilísimo el volumen de Archivio di Fi­
losofia, sobre Il problema della demitizzazione (1961), 334 págs., lstituto
di
Studi Filosofici, Roma, con escritos del propio Bulmann -y otros como
Kerenyi, Daniélou, Marlé; el artículo de Bultmann es un bueri resumen de
su posición, págs.
27-34. Sobre la llamada «teología de la! muerte de Dios»
tengo a la vista THOMAS· J. J. ALTIZER, The Cospel of christiam atheism,.
157 págs., The Westminster Press, Philadelphia, 1954; ·cf. el vol. colectivo
The meaning of the dedth ·o¡ God, Protestant, Jewish and Catholic Scho­
lars.
E~lore Atheistic Theolqgy, Edíted by B. M"Qrchfand, Random · Hou­
se,
New York, 1967.
268
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
the Gospel
(London, 1963) y otros ensayos menores que utilizo
aquí en los que,
supuesto e] «análisis» del último ·Wittgenstein
(pero también de Wisdom, Strawson, Austin y otros) quita todo
valor a la
Palabra revelada

sobre la base de la incapacidad del
lenguaje
empírico (y

no hay otro) para referitnos a Algo tras­
cendente; si la
teología quiere

ser una expresión auténtica del es­
pfritu contemporáneo, debe aceptar la
reducción de su conteni­
do a la inmediata realidad empfrica,
así como la alquimia acep­
t6 reducir

su contenido al ele la
química y
la astrología a la
as­
tron;,mía ...
Luego,

con Barth y con Bultmann, la fe
nada tiene
que ver con la religión y corresponde preguntarnos por el valor
del «lenguaje

teológico». En el ámbito de los «juegos de len­
guaje» ( o de lenguajes) de Wittgenstein, es menester pregun­ tarse por el
uso del lenguaje en s;, contexto, tal como lo emplea
una cierta comunidad llamada «Iglesia»; siempre se trata de un
lenguaje humano para el cual
la locución «el nombre de Dios»
(utilizada en sentidos diferentes) tiene como «modelo» el
leu­
guaje

.moral que se propone un «ideal» irrealizado, puesto, gene­
ralmente,
en el

futuro y presentado como norma. La misma «am­
bigüedad» de las palabras indica que lo dicho en la Biblia está
destinado a cambiar con el tiempo su carácter de verdad:
el aná­
lisis, sostiene van Bure:D., solamente «.Puede'. .. mostrar que entre
los diferentes usos del lenguaje, hay también éste, el uso que
n;,s da

un ideal moral, un uso que es apropiado para la narra­
ción
de la

historia» (25). Nada más. La fidelidad del cristiano se
pone como fidelidad a la tierra
y a la historia; de todos modos,
«no comprendemos cómo puede utilizarse la palabra "Dios"»,
entonces, ya ni siquiera podemos comprender la exclamación de
Nietzsche «Dios ha muerto». Guardemos
silencio porque «el pro­
hlema de

hoy es que la palabra 'Dios' ha muerto».
La exclamación
de Nietzsche
sigue siendo

metafísica y, por tanto, sin significa­
do. Nada podemos
decir. La palabra 'Dios' ha muerto. Silencio.
Nada más
que silencio.

O
lo que_ es lo mismo. Vacío de Dios_
(25) «Qu'est- en el vol. L'analisi del linguaggio teologico, en AA.VV., 'hchivio di Filo­
sofia, Cedam, A. Milani, Padova, .1969.
269
Fundaci\363n Speiro

ALBERTO CA,TURELLI
b) Las catacumbas de hoy, la eliminación de la Patria ce­
leste y el actual mamrio de la Iglesia.
EI «principio» · de inmanencia y la subsiguiente categoría de
la «madurez» han conducido al mundo actual, primero, a la «de­
capitación» de Dios e, inmediatamente, a la suprema inmadurez de la «divinización» del
hombre que

equivale a su propia elimi­
nación. De
ahí que el mundo contemporáneo inmanentista sea
deicida y, por eso mismo, _homicida. Se cree «progresista» y es,
en cambio, retrógrado porque regresa al gnosticismo pseudo-sal­
vífico que. ha
luchac!o hasta

hoy por la restauración del mundo
vieio cuya cabeza no es otra que «el príncipe de este mundo»,
mentiroso, deicida
y homicida desde el principio.
Los agentes ( o los «miembros») más eficaces y
«maduros»
son

los apóstatas de hoy, para quienes la «muerte de Dios»
no·
es

ya un punto de llegada sino un punto de partida del pensa­
miento «teológico» ( como viene a decir Robinson). Esta marea,
al parecer irresistible porque cuenta con todo el poder del uni­
verso, conduce a la Iglesia a las catacumbas sin percibir que su
debilidad es su fuerza y su derrota su victoria. Sean físicas o es­
pitituales,

las _catacumbas de hoy impiden que la Palabra enmu­
dezca, que se distorsione su sentido
y que designe la Nada. Hace
casi ochenta años, San Pío X, en su encíclica
Pascendi (por algo
detestada por el «progresismo»),
seiialaba proféticamente
que el
proceso del inmanentismo anti-teológico
parda desde

dentro de
la Iglesia
y señalaba sus causas: éstas no son otras que la so­
berbia,
por la cual se muestran como «únicos poseedores de la
ciencia», pretendiendo que la Autoridad «se acomode a su
liber­
tad»;

la
ignorancia (enmascarada de sabiduría) y la ave,si6n del
método
escolástico
que es aversión de la filosofía y de la metafí-_
sica.

Todos ellos,
decía San

Pío X, «en los sagrados seminarios
y en las universidades científicas andan a la caza de las profe­
sorías, las cuales convierten poco a poco en .cátedras de pestilen­
cia» (26). Quizá pensando en tan grave afirmación, un santo
sa-
(26) Pascendi Domini gregis, núm. J2.
270·
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
cerdote amigo me decía h.ace · poco que es uu pecado contra el
Espíritu mantener en sus cátedras o designar profesores en se­
minarios· y universidades eclesiásticas, contrarios a la sana_ doc­
trina; es la misma preocupación del P. Cornelio Fabro cuando,
al• comprobar

el predominio
dentro de
la Iglesia de los «profe­
sores», se queja diciendo que «de una Iglesia de
obispos parece
haberse

convertido en una Iglesia de profesores»
(27).
Desde esta perspectiva, la inmanentización del mensaje de
Cristo tiende a diluir primero y hacer desaparecer después
la
Patria celeste del cristiano de que habla San Pablo y, con Ella, el
sentido de peregrinaje .de la vida presente. Por eso, actualmen­
te
me resulta

insuficiente la expresión por
mí empleada hace
trece años acerca de «la Iglesia católica y las catacumbas de hoy».
Ahora quizá

sea necesario hablar del martirio de la Iglesia en
sus miembros desde Pedro hasta
el último cristiano. Si bien la
muerte física es esencial al martirio o testimonio de
la sangre
por Cristo, porque «mientras (al cristiano) le queda
la vida cor­
poral, no ha demostrado todavía de obra»
(28), por extensión
puede hablarse de martirio porque «padece como cristiano no sólo lo que padece por
la confesión verbal de la fe, sino todo el
que padece por hacer un bien y evitar uµ mal por Cristo, por­
que todo ello cae dentro de 1a confesión de
fa fe» (29). En este
sentido, los miembros de
la Iglesia están siempre en la posibili­
dad del martirio que, si bien emana de la fortaleza, es
· acto
su­
premo de caridad de la
cual proviene

su mérito; estoy, pues,
convencido de que, en el mundo inmanentista de hoy, muchos
cristianos que sufren el dolor indecible de ver «decapitado» a
Jesucristo en
el· alma

de los hombres, padecen una suerte de
martirio que, en algunos casos, es preparación ~ra el martirio
esencial. El desarrollo mundial del «principio» de. inmanencia
dentro y desde dentro de la Iglesia, se extiende como un cáncer
del Cuerpo Místico que quisiera transformarlo en un «cuerpo
de muertos»; a esta contaminación llamó Pablo VI la «autode-
(27) La aventura de la teología progresista, pág. 297.
(28) Santo Tomás, SI'h., IHI, 124,4.
(29)
Santo Tomás,
STb:, II-II, 124-5.
271
Fundaci\363n Speiro

ALBERTO CATURELLI
molición de la Iglesia», la cual equivale a un marttrzo progresi-,_
vo de la Iglesia en sus miembros. Como dijo el Señor en el
huerto de Getsemaní, «ésta es la hora vuestra y la potestad
de las tinieblas»
(Le, 22,5.3 ); y lo es también ahora en este
Getsemaní contemporáneo donde Cristo es traicionado
día a día.
Estoy convencido que este dolor secreto es eminentemente sen­ tido por
la Madre de Dios que desde hace tiempo llora en diver­
sas partes
del mundo. Cuando Pío XII supo que la Señora llo­
raba en Siracusa,
exclamó preguntando

como quien ya sabe la
respuesta: «¿Por qué llora
la Señora en Siracusa?». Llora por­
que Dios-Hijo es cotidianamente «decapitado» por los
apósta­
tas

de hoy: por esos que «han salido de nosotros, mas no eran
de los nuestros ... » (I
Jn, 2,19).
III. .EL JNMANENTISMO: CIENTiFICO-TECNOLÓGICO Y EL COSMOS
COMO LA ANTI-PATRIA TERRENA.
Ahora, si volvemos los ojos desde nuestro infinito interior
para contemplar el inconmei:isurable cosmos exterior, vienen a la
memoria las conocidas palabras de Pascal: «qu'est-ce que l'hom­
me dans la nature? Un néant a l'égard de l'infini, un tout a
l'égard du néant, un
milieu entre ríen et tout» (30). Quien se
haya
puesto a

contemplar por la noche a través de los «huecos»
de la
Vía láctea nuestra galaxia, hacia más allá, se habrá asoma­
do fuera
del disco

de nuestra galaxia y quizá haya podido ver
la más cercana de las galaxias vecinas,
Andrómeda, a

más de
700.000 años luz. En ese momento sentirá qué, de veras es el
hombre una nada respecto del infinito y un todo respecto
· de
la
nada, un medio entre nada y todo. Este espectáculo que, hoy, a Santo Tomás le hubiese sugerido nuevamente el argumento
«ex
gubematione rerum», contemplado desde el a priori del «prin­
cipio» de inmanencia, conducirá al hombre a concebir un contra­
dictorio cosmos sin Dios en el cual deambula el hombre «extra-
(30) Pensées, núm. 348, por Ed. Chevalier, Gallimard. París, 1960.
272
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
viada» que, según trataré de mostrar, se habrá quedado sin pa­
tria terrena y sin patria «celeste». No será ya, como dice Pas­
cal,
«un. todo

respecto de la nada», sino un ente «perdido» en
el
«infinito exterior»

sin poder escapar de «la horrible situa­
ción en que nos encontramos»,
cómo ha

dicho Hoyle
(31 ).
Por

qué
el gran astrónomo británico cree que la Tierra y el
hombre están en «¿horrible situación?» Porque
él no puede con­
templar el universo físico sino desde
l.a perspectiva
del principio
de inmanencia en su. vertiente empitis~a y escéptica, que es uno
de los momentos esenciales del proceso de la inmanencia (ple­
roma de la Experiencia). Si es así, se explica que
el físico Eckart
Heimendabl
piense que «si
la la religión cristiana privó al cos­
mos de los dioses, la nueva mecánica física del cielo le privó de
Dios»
(32). Lo

cual solamente denuncia un
a priori inmanen­
tista proyectado sobre el cosmos el que puede apreciarse, sobre todo, cuando al físico se le pregnnta por el origen y el fin del
universo: con el único propósito de ilustrar
. mi exposición de
modo sencillo, considerem.oS dos caminos propuestos por físicos
y astrónomos: · ' ·
a) Se ha sostenido que a partir de núcleos livianos se desa­
rrollaron elementos pe_sados hasta que, en algÚn momento, acon­
teció la primera o gran explosión (la conocida hipótesis del «big
bang» ); también se supone que, para
cada partícula,

existe otra
idéntica de signo contrario {antimateria). Materia y
antimateria
se

habrían formado en la explosión
originaria, de
modo
qué la
materia

actual del cosmos es apenas el resto de lo
i¡ue tenía
a
su disposición el
big bang. En este caso, dos caminos se abren
allende la física:· no es posible trascender la hipótesis planteada
y la expansión desatada signe por siempre en la inmanencia de
la materia; obsérvese que, para que haya existido la explosión,
se suponen aquellos núcleos livianos a partir de los cuales se
(31) FRED HoYLE, La naturaleza del universo, pág. 140, trad. de. A.
T. W:EYLAND, Fabril Editora, Buenos Aires, 1961. ·
(32) EcKART HEIMENDAHL (con la colaOOración de WEIZSACKER, GER­
LACH, WraLAND, BoRN, GÜNTHER y We1SSKO_PF), Fisica y filosofia, página
38, trad. de J. S. IGLESIAS MUÑoz, Guadarrama, Madrid, 1%9.
Z73
Fundaci\363n Speiro

ALBERTO CATURELLI
desarrollaron elementos pesados; en tal caso, la explosión no se
ha producido
ex-nihilo. Sin embargo, algún físico le ha llamado . ·
«acto

creador». Sin detenernos a considerar que, presuponiendo
la entidad de núcleos livianos no se puede hablar de «creación»,
es
evidente que el físico ha redescubierto
la contingencia en el
orden de la sustancia material a
la que él llama «fragilidad». Y
aquí es menester una decisión filosófica: o sostenemos la creatio
ex nihilo como único camino que revefa el sentido del universo,
o se prefiere
la vía inmanentista ( todo aquende la razón y la ex­
periencia), en cuyo caso el cosmos se queda sin sentido y el hom­
bre vagará por_
él en interminable extravío. Esto es lo que me
atrevo a llamar el ateísmo c6smico. O, quizá, aún sea coherente
la vuelta al mito arcaico del eterno retorno que nos dejaría aún
en peor situación.
b) Otro camino hipotético ( y que aquí sólo tomo como un
ejemplo) tiene el mismo supuesto: si se toma la luz como me­
dida de distancia y se considera a la Vía láctea como un gran dis­
co formado por gas interestelar y estrellas
de unos 60.000 años
luz de
diámetro, fuera de ella habría una inmensa «maraña de
galaxias» que se extienden allende 1.000 millones de años
luz y
cuyo origen, sostiene el ya citado Hoyle, es aquel gas tenue
-que denomina «material de fondo»- de
cuya condensación
provendrían

las galaxias. Sin ofrecer ninguna razón, pero obli­
gado por el mismo planteo hipotético, sostiene Hoyle que siem­
pre «aparece nuevo material para compensar el de fondo que
continuaniente está condensándose en galaxias»; por ello «nos
hallamos
forzadas a suponer que la naturaleza ·del universo re­
quiere continua creación, un perpetuo dar origen a nuevo mate­
rial de fondo» (35). Por un lado, Hoyle se ve. «forzado a su­
poner» esta curiosa «creación continua:de materia» y, por otro,
debido· a su prejuicio inmanentista, se ve forzado a decir que «el
material creado» simplemente «no viene de nin,guna parte», pero
que esta hipótesis permite pensar en un «futuro infinito» del
(33) Op. cit., pág. 125.
274
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA· Y EL ORDEN TEMPORAL
cosmos (34 ). Demostrando une: ignorancia casi absoluta de ia
doctrina cristiana, pero arremetiendo contra ella con ia violencia
del prejuicio inmanentista, Hoyle dice que
la religión es sólo un
intento desesperado por escapar de «la horrible situación en que
nos encontramos», y como es absurdo plantearse el problema de
la relación entre «la mente» y el cuerpo, porque es inconcebible
«una mente» ( o cualquier otra entidad
metafísica) sin «lazos fí­
sicos», nada garantiza un sentido ni, menos, que el hombre haya
de continuar su existencia allende
lo empiricamente observa'
ble

(35). Obsérv.ese que, si el «material creado» no proviene de
ninguna pari:e, o se afuma la_ creación ex nihüo, pues la vóz «nin­
guna»
indicaría la ausencia de ser (no-ser), lo que rechaza Hoyle
contradictoriamente; o
la voz «ningnna» apenas indica la siempre
presente preexistencia_ de -gas interestelar, en cuyo caso no se
puede hablar de «creación» en ningún sentido. Se trata de un
callejón sin salida en el cual se ha metido la cosmología contem­
poránea que no quiere admitir
ningún supuesto ni metafísico ni
teológico; por eso, ya regresa ~ tnitos prerracionales y ~caicos
(

como el propio Hoyle; pues las sucesivas conflagraciones
ad in­
finitum recuerdan a Heráclito y a narracion~s aún más antiguas),
ya

afirma un cosmos sin-senrido en el cual anda el hombre «per­
dido». Se ha querido absolutizar, «divinizar», al hombre que do­
tnina el universo, y, en verdad, se lo ha arrojado a una suerte de
océano cósmico en el cual el avance incesante del hombre lo
asemeja a un navegante sin rumbo,
«perdido».
En

la inmensidad
d~l universo

físico, el hombre se comporta,
ahora, como un pequeño demiurgo sin noción del origen y del
fin. En el plano de la clivnlgación científica -que influye fuer­
temente en literatura, historietas y ciencia-ficción- aparece un cosmos autosuficiente ( como en_ ese libro
Cosmos, de Sagan, que
tanto se difunde hasta en las escuelas), donde el Gran
Vado o
el

Gran Silencio ha reemplazado a Dios y donde el pequeño- de­
miurgo Nada riene por delante, como no sea su posible auto-
(34) Op. cit., pilgs. 126, 133.
(35) Op.
cit., págs. 141-142.
275
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ALBERTO CATURELLI
destrucción. La cosmología inmanentista actual responde a esta
seducción de la Nada en el inconmensurable cosmos donde el
hombre ha
perdido tanto
su patria terrena (mota de polvo nadi­
ficada) cuanto ~u patria «celeste», inexistent~ en cuanto situada
más allá de la verificación sensible. Tal es la «horrible situación».
IV. EL INMANENTISMO HISTÓRICOcPOLÍTICO
Y

EL ANIQUILAMIENTO DE LA PATRIA TEMPORAL.
a) El progreso. indefinido en la ciudad del mundo.
Por fin, consideremos ahora nuestra existencia histórico-tem­
poral al término de esta ilimitada sugestión de la· Nada a que
el llamado «principio» de inmanencia ha llevado al hombre
en
los órdenes filosófico, teológico y científico-cósmico, sin que nin­
gún grado del ser finito haya podido evadirse. Para .ejercer la
re­
flexión en este último tramo de nuestro camino he elegido al­
guna obra que, si bien carece de valor científico, constituye un
trágico testimonio _de lo que está pasando en el mundo; en es­
pecial me refiero al libro de Zbigniew Brzezinski, Between two
ages{traducido con el titulo La era tecnotr6nica) que es un ejem­
plo extraordinario de la inmanentización total del tiempo histó­
rico-político.
Aceptado el «principio» de
inma1:1encia eri

el conocimiento
y en la filosofía,
era inevitable·

que fuera, por un lado, aplicado
a la Revelación cristiana (inmanentismo teológico-religioso) y,
por otro, al orden temporal (inmanentismo histórico-político)
que, desde Marsilio de Padova hasta el iluminismo y desde éste a los movimientos políticos de masas de hoy, se caracteriza por
la afirmación de su auto-suficiencia. Como pasa eh el iluminis­
mo, el vaciamiento de la
Teología y

la
Metafísica supone,
por
un lado,
la reducción del conocimiento válido al de las ciencias
empíricas y matemáticas y, por otro,
la no-renuncia a la idea de
progreso heredada del cristianismo pero ahora secularizada; por tanto, como se afirma en
.el iluminismo; la tierra es la patria del
276
Fundaci\363n Speiro

-EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
hombre y la ciencia es el medio eficaz para conquistarlo, eman­
cipándonos tanto
de la tradición cuanto de la autoridad; en cuyo
caso se corrompe el concepto de democracia
y se hace absoluta
transmutándose en la exaltación de
la democracia fundada en la
absolutidad de la idea de igualdad; la sociedad, suma extrínseca
de individuos, supone que aquella idea de progreso no sólo se
inmanentiza y
«materializa» sino

que es indefinido, expresión
del
cambio que, como creía Turgot, se encamina hacia un reino
futuro de dichosa igualdad, en el cual ( anulada o relegada a la
subjetividad la antigua religión sobrenatural) reinará la raz6n en
el goce de los bienes temporales (Turgot). Esta idea-motor del
progreso indefinido, circula como
lá sangre en el mundo occiden­
tal
y, sobre todo, en el actual imperio anglo-americano y en el
mundo marxista en el cual
la idea de progreso se expresa en la
dialéctica de la contradicción.
;
obos colosos
se sustentan en
común en la idea de cambio en sentido progresivo y exclusiva­ mente terreno, como· último
estrato de la versión actual de la
ciudad del mundo. Por eso he escogido como
~pica la obtl! .;le Brzezinski

que
supone el
cambio progresivo como realidad originaria que exige, _
en nuestro tiempo, la interrogación por «un método de cambio
y
la sustancia del cambio» {36). Por. eso hay un «desafío del
cambio» que, a su vez, «engendra cambios metamórficos» (37);
el progreso
exige revolución y la «sociedad que otorga prioridad
al cambio»
y hace del conocimiento el vehículo de la «innova­
ción», engendra rebeldes (38) que ponen en evidencia que es «urgente efectuar el cambio para que
la vida pueda seguir mar­
chando» (39). Y esto es
fo que caracteriza a la sociedad norte­
americana cuya «realidad fundamental.. .
ha sido
la
asimilación
(36) La era tecnotr6nica, pág. 191, versión de GERARDO MAYER, &li­
torial Paidos, Buenos Aires, 1979, sobre el originiil. inglés BefWeen two ages,
The Víking Press, New York, 1970.
(37)
Op. cit., pág. 300.
(38)
Op. cit., pág. 339.
(39)
Op. cit., pág. 342; véase, también, palgs. 68, 159-170, 172, 339-
390, 314, 322-323, 339, 342, 391, 392,
395, 396, 398-403.
277
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ALBERTO CATURELLI
del cambio acelerado». Lo esencial no es, pues, lo que es sino
el cambio en la historia, la economía, la comunicación sensible,
la sexualidad, el poder; cambio, cambio, siempre el cambio como
progreso incesante, sin principio ni fin, dentro y desde·
dentro
de

una ciudad del mundo
a:fincada aquí
y
ahora para
siempre.
Ahora que podemos imaginar una Autoridad de esta ciudad tem­
poral, su tirulat
podría ya

decir:
«Mi reino es de este mundo»
y a un Pilato satisfecho podría decir que no tiene potestad al­
guna que no le haya sido conferida de abajo; es decir, por las
potencias del mismo mundo en cambio
perpetuo.
Así, pues, los países (o el país) que dejando atrás la etapa
industrial para asumir el desarrollo de
la tecnologia y la electró­
nica, muestra que

estas últimas son «los
principales factores
del
cambio social» ( 40 ). Esto permite pasar a
la «era del proceso po­
lítico global», una suerte de espúrea «unidad del género huma­
. no»

que, para Brzezinski, permite superar «las grandes visio­
nes de la historia» (como la de San
Agustín) que

son apenas
«sucedáneos de la ignorancia». No hay, pues, historia con un
fin
trascendente a la historia misma sino con un fin·. inmanente al
tiempo. En la línea del único conocimiento válido que es el
sometido a la verificación empírico-pragmática, «el conocimiento
se convierte en un instrumento de poder», ¡,ues la física nuclear,
las computadoras y las comunicaciones «otorgan prioridad a
· la
lógica

matemática
y al razonamiento sistemático» (41). He aquí
la

revolución que producirá modificaciones del
yo y de la expe­
riencia, inaugura muy pronto una «realidad global» en
la éual
todos estarán
«en contacto

audiovisual» creando una bastarda
«intimidad mundial» ( 42)
que es

la de la
dudad global; lo «lo­
cal»

es suburbano simplemente; es decir, es lo «nacional» que
ya no tiene sentido y, por eso, debemos resignarnos a ver des­
aparecer las patrias nacionales.
278
La revolución tecno-trónica tiene un fatal y necesario pro-
(40) Op. cit., pág. 17.
(41) Op. cit., pág. 37.
(42) Op. cit., pág. 45.
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
pagador que son los Estados Unidos, simplemente porque es «la sociedad innovadora y
creativa de
hoy» { 43) en
el sentido del
cambio-progresivo; por eso, las etapas de la historia de Occiden­
te son Atenas-Roma-Estados Unidos, pasando a las sombras de
la nada la Cristiandad medieval, el Renacimiento, el Imperio
Español
{sic); en

esta línea, fundiéndose la economía con la
po­
litica, los tres grandes centros de poder de la ciudad del mundo,
son Norteamérica, Europa occidental y Japón, bajo la dirección
del primero que, mediante la
democracy, mantendrá en sus qui­
cios el orden temporal. A su vez, esta «ciudad global» se sus­ tenta en «una conciencia humana global» evidenciada en «la
aparición de élites supranacionales, compuestas por empresarios,
estudiosos, profesores y funcionarios públicos internacionales» { 44 ),
la que manejará también una «red de información global». Esta
visión evolutiva, inmediatamente sustentada en Teilhard de Charclin, Cox, Foucault
y otros y, mecliatainente, en el ilumi­
nismo protestante y democratista, pretende haber alcanzado «el
primer
univ,,,:.alismo» y, más aún, pretende haber · conquistado
«la
igualdad ante
lo sobrenatural» ( 45). Por este camino se su­
perarán las religiones, las que «parecen implicar diferencias se­
mánticas
no de fondo» y, como acaba de decir el señor Giovanni
Giovannini, presidente de la Agencia Italiana de
Notitjas (ANSA),
«la computación aplicada a la co1nunicaci6n social permitirá
barrer con las fronteras nacionales» de
modo que «importantí­
simos

cambios politicos» sobrevendrán: «La informática
provo-
( 43) Op. cit., pág. 54.
(44) Op. cit., pág. 105.
(45) Op. cit., págs. 118, 120; el'lector no debe admirarse que esto sea
de veras pensado
y que realmente esté ocurriendo en los Estados Unidos,
donde también los 50 millones de católicos en su malyoría han sido domi­
nádos por esta ideologfa simplista y eficaz, fundada en «el progreso inde­
finido y en el único sistema político concebible: la democracia». Estas úl­
timas palabras pertenecen al escl~or artículo de THOMAS MoLNAR,
«El catolicismo americano», en Verbo, XXV, núm. 241-242, págs. 71-80,
Madrid, 1986. Este trabajo, en realidad, supone el extraordinario libro an­
terior Le modele défiguré. L'Ambi(jue de Toci¡uevüle a Carter, 224 págs.,
Presses Universitaires de France, París, 1978.
279
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ALBERTO CATIJRELU
cará una ver cat

la estructura de la sociedad, convirtiéndola en una aldea
global, como afirmó Matshall McLnhan»;
y así, televisión, com­
putadora
y telefonía nos batán ingresar en «una nueva era donde
privará la libertad de la comunicación, que es esencialmente la
libertad total» ( 46 ). Sin entrar a refutar la ingenuidad filosófica
de la (intra-mundana)
«libertad total»

con la
libertad de
la co­
municación ( empírica), lo verdaderamente grave es que, para la
mentalidad de estos hombres que poseen, hoy,
el 70 % de la
producción mundial, la historia es definitivamente inmanente a sí
misma, haciendo

visible,
aquí y ahora, la «inversión antropo­
lógica» que pretende poner al hombre como absoluto
Demiurgo
de

este mundo. Este intra-mundano
amor sui, afincado para siem­
pre en el
temporalismo exterior,

constituye la
ciudad del mundo,
culminación

del progreso indefinido.
b) Del mito del cambio al totalitarismo planetario.
El «mensaje radical implícito en el concepto ·cristiano de la
historia», dice Brzezinski adulterando la oración del Señor, es la
«btisqueda de

la salvación
'en la
tierra como en
el cielo'». Se­
mejante mensaje ha· sido acallado por la «institucionalización»
del cristianismo que termina por aceptar la estratificación social
y hasta puede «beneficiarse con ella como en Hispanoamérica».
De modo que, en total acuerdo con las formas .marxistas de la «teología» sin Dios, saluda con alegría «la quiebra de
la lealtad
religiosa». Sea
fo que fuere, esto ha pasado también con el mar­
xismo y, así como existe un «cristianismo institucionalizado» ( es­
pecialmente la Iglesia católica), existe un marxismo instituciona­
lizado que no es ya fiel a sí
mismo. Einpero,

«el
marxísmo (
dice
este representante máximo del liberal-capitalismo
y actual presi­
. dente

de la 'trilateral commission') representa una nueva etapa
(46) Declaraciones al llegar a Buenos Aires a la Agencia NA, que tomo
de J.,a Voz del Interior, 2 de enero de 1986, l.' sec., p,!g. 5, C6rdoba.
(47) La era tecnotrónica, pág. 122.
280
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
vital creativa dentro de la maduración de la cosmovisión del hom­
bre. El marxismo es simultáneamente una
viotoria del hombre
exterior
y activo sobre el hombre interior pasivo y una victoria
de

la
razón sobre la fe» ( 48 ). Por fin, con el marxismo se ha lo­
grado la «igualdad social»; es un «mecanismo del 'progreso' hu­
mano», como quería Teilhard de Chardin, que rompe la institu­
cionalización eclesiástica que ha olvidado que «la verdad es
re­
dativa
y esquiva», y que no debe haber «dogmas absolutos»; por
eso, «a medida que la Iglesia se debilite ...
marcará el
comienzo
de una relación mucho más directa, más personal y menos ritual
con Dios» ( 49). El mundialismo inmanentista se identifica aquí
con la
ciudad secular efe! pseudo-teólogo Harvey Cox, la exalta­
ción del cambio del ateísmo estructuralista de Foucault
y el evo­
lucionismo de Teilhard, de modo que, por un lado, hemos de de­
jar de soñar con una Patria «celeste» y, por otro, hemos de acep­
tar la liquidación de la patria temporal: lo primero, porque el
progreso indefinido
y el cambio reemplaza al Regnum Dei; lo
segundo, porque
el mundialismo del mundo-Uno, desarraiga a los
hombres
y disuelve las patrias ·terrenas.
En

esta perspectiva adquiere pleno sentido el dominio
eco­
nómico-político del planeta por las corporaciones trasnacionales
que suponen «un sistema industrial mundial con 'empresas apá­
tridas' de
todo
el mundo» y, simultáneamente, por las llamadas
transideol6gicas, o «sociedades mixtas de empresas occidentales
y empresas estatales de países comunistas» (50). Este «más allá»
de las diferencias entre liberalismo capitalista y comunismo, pone
de relieve (porque esto tenía que ocurrir alguna vez de modo
más visible para
el común de los hombres) el común denominador
doctrinal que los une. Explica la feliz posibilidad (para el anti­
guo asesor de defensa de Carter) de un «comunismo tecnotróni-.
-(48) Op. cit., págs. 124-6, el subrayado es mío; cfr., tatnbién, páginas
185-6, 199,220,292.
(49) Op. cit., pág. 150.
(50) FRANCISCO M. PASTRANA, Trilateralismo, págs .. 102, 20.3, Ediciones
Cuatro Espadas, Buenos Aires, 1981; cfr.; también, págs. 58, 113, 161,
162, 302, 317, 358-9.
281
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ALBERTO CATURELLI
co» que haya desechado la «institucionalización» del marxismo
(Stalin) y vuelto a sus verdaderas fuentes; todo lo cual se pre­ senta, por fin, como
la redención intra-mundana operada por el
inexorable tránsito a la «democracia» (51). Semejante «redención» operada por este mesianismo intra­
histórico, tiene
como guía,

motor
y modelo a los Estados Unidos,
pues «la sociedad norteamericana actual se ha fijado pautas más
elevadas que las de cualquier
otra sociedad»

(52). Naturalmente,
este exponente de la sociedad del bíenestar
y del consumo ha ol­
vidado los

altísimos valores de
la tradición occidental ( a la que
los Estados Unidos son insanablemente extrínsecos)
y también
aquellos que aún florecen en algunos pueblos físicamente peque­
ños. Las «pautas
más elevadas»

no trascienden un pedestre y
negativo pragmatismo; esta primacía le corresponde al
Leviatán
«democrático»

porque es el mejor «innovador social», que pone
la ciencia «al servicio del hombre pero sin fijar dogmáticamente
el destino de este último» (53 ). Así, «hoy todo el mundo es Es­
tados Unidos»,

porque
él vive antes que nadie los problemas eco­
nómicos, sociales, psicológicos. y, sobre-todo, porque es la sacie~
dad más «abierta al cambio acelerado». Leviatán es, pues, «pro­
videncia» intra-mundana del

mundo:
para espanto
del lector ver­
daderamente culto, se puede leer en los diarios declaraciones de
· los

señores. Gilbert
y Aclams, subsecretario de Asuntos Latino­
mericanos el primero y secretario de Asuntos Interamericanos el
segundo,
por las cuales nos enteramos que los Estados Unidos,
luego de haber llevado la libertad a Haití
y Filipinas ( Chile y
Sudáfrica son los próximos objetivos) están prontos -según ha
dicho el presidente Reagan- para «levantar la bandera de los
valores de Occidente», que no son otros que «democracia, dere­
chos humanos
y economías libres» (sic!) (54). Más aún: el pre­
sidente Reagan transfiere a
Leviatán (con
ocasión de su interven-
(51) La era tecnotr6nica, págs_ 260, 273-293.
(52)
Op_ cit., pág. 390.
(53)
Op. cit., p,lg. 388,
(54) La Nación, 16 de marzo de 1986, l." sec., pág. 10, cols. 5-6,
Buenos Aires.
282
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
ción en Libia) la «misión espiritual» de luchar «contra el peca­
do y la maldad en
el mundo» (55).
Cuando
el máximo dirigente de aquella sociecL¡d es capaz de
atribuir a la misma una misión soteriológica y mesiánica no sólo
secitlarista, sino

verdaderamente
pedestre, no debe sorprender­
nos que
Brzeziriski (nuestro

recentísimo huésped) (56 ), sostenga
que los Estados Unidos son la sociedad que «se
ha fijado pautas
más elevadas

que
las de

cualquier otra sociedad». Veamos cuáles
son estos valores: como se ha podido ver en mi brevísima expo­
sición, estos valores, además de los ya señalados, comprenden
«crecimiento económico», el «bienestar», un· «programa educati-_
vo común y pautas académicas comunes» (57), «salud» y, natu­
ralmente, «producto bruto nacional»,
todo· sustentado
en una
suerte de racionalismo materialista al que
el Arq. Pastrana llama
«aséptico materialismo tecnotrónico» (58) expresivo de este mun­
dialismo ateo.
Esto· supone

una suerte de dialéctica
producci6n­
consumo que guarda analogía y parentesco con las técnicas de
persuasión social, por medio de las cuales es posible lavar el ce­
rebro de millones de personas en pocos días, sobre todo con ese
(55} Declaraciones en Sama Bárbara (Cálifomia), que aparecieron en
todos los diarios ·y que tomo de La 'Voz del Interior, 30 de marzo de 198.6,
t.• sec., págs. 1-2, C6rdoha.
(56) Véase La Nación, 12 de marzo de 1986, 1.• sec., pág. 4, .Buenos
Aires. Brzezinski vino para participar en un llamado Foro Argentino-Nor­
teamericano en Bariloche, previa visita al Canciller argentino, e inaugura­
do por el Ministro del Interior. La reuni6n allí realizáda! fue, sin embargo,
organizada por la Georgetown University de la que Brzezinsk.i es conse­
jero. El «austero profes,or», como le llama el cronista d~ La Nación es, ac­
tualmente, presidente de la Trilaterdl Commission ( cuyo primer· presidente
fuera David Rockefeller en 1973, año de su fundación). También La Na­
ción publicó una cr6nka de uo enviado especial (16 de marzo de 1986,
1.• sec., pág_ 24, Buenos Aires). La reunión de Bariloche tuvo «carácter
privado»,

no público reducida a un
grupo previamente seleccionado. Brze­
zinski sostiene terminantemente la caducidad de las soberanías nacionales.
Es simbólico · que haya contado con la aquiescencia necesaria para la reali­
zación del Foro.
(57) La era tecnotrónica, pág. 447_
(58) Trilateralismo, pág. 230_
283
Fundaci\363n Speiro

ALBERTO CATURELLI
instrumento formidable que es la TV políticamente utilizada,
como
ha pasado en una Argentina desprevenida e
inerme. Mesia­
sianismo secularista,

valores
empírico-pragmáticos, mundialismo
sin

patrias, exige el auxilio del «genio» de las computadoras, de
modo que ya es posible, como muestra Pastrana, esta suerte de
relaci6n:
electr6níca + computación + informática, que viene a
inaugurar una

especie de pseudo «omnipotencia» que es,
quizá, lo
anunciado

por Brzezinski,
«profe\a» de

este «cambio» progresi­
vo cuando, al predecir (hace quince años) la necesidad de la «red
informativa mundial» y una «nueva estructura monetaria» (59),
anunciaba también nada
menos que

un «hombre nuevo». Como
· un

Turgot de nuestro tiempo, muestra que los «modificadores del
yo y de la experiencia» habrán de
cambiar al hombre y allí «tro­
pezaremos con nuevos interrogantes, tales. como ¿Quién soy
yo?» (60). Utilizando
el «reaccionario» y «superado» lenguaje de
la. escolástica,

estaríamos
así frente
a un cambio sustancial y, por
tanto, de especie; de modo que no habrá ya más hombre. Para
.
ese
no-hombre del futuro trabaja entonces este «humanismo ra­
cional» que, como se ve, ti.o es ni humanista ni racional. Este
absurdo humanismo racional (61), que «se encarna en una .nue­
va conciencia internacional», requiere que el inglés~ sea la «lengua
científica mundial», una «nueva Ellropa» que será exactamente
la anti-Europa definitivamente conquistada y disuelta por los
bárbaros de hoy en la más
grande invasión
de que ha sido vícti­
ma en su cuerpo y en Su a,ltna. Naturalmente, así nace ~el senti~
miento de que todos los continentes y todos los pueblos tenlan
derecho (sic!) a esperar el liderazgo y la inspiración de Estados
Unidos y de que Estados Unidos
lés debía
a cada continente y a
cada pueblo una participación casi igual» ( 62). Confieso al lector
que es la primera vez que leo que un pueblo o unos pueblos ten­
gan «derecho» a ser dominados por otro sin que se lo hayan
pedido.
(59) La era tecnotrónica, pág. 448.
(60) Op. cit., pág. 42.
(61) Op. cit., págs. 404405.
(62) Op. cit., pág. 456, el suhrayaqo es mfo.
284
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE. INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
Y, así, esta «cosmovisión racional humanista» que viene a
reemplazar «las perspectivas institucionalizadas de tipo religioso,
ideológico y vehemente nacional que hayan dominado la
historia
moderna»
( 63 ),

reconoce «metas comunes» con los Estados co­
munistas, sobre todo aquellos que practican un .marxismo no-ins­
titucionalizado ( «abiertos al cambio»), como el que Brzezinski
cree ver en Lukacs, Bloch, Schaff, Gramsci o Kolakowski (64).
El «principio» de inmanencia triunfa en toda
la línea en el orden
histórico-político y se encamina hacia aquel «despotismo univer­
sal» que anunciaba Donoso Cortés; salvo que
ahora sabemos,
gracias

a Brzezinski, que Estados Unidos es el líder-salvador de
esta «era tecnotrónica» y que1 respecto de lo que haya de venir,
«determina que la decisión ponderada sea imperativa ... » (65).
Es innecesario todo comentario a la palabra subrayada. La bar­
barie ( que se cree ddensora de la cultura que destruye) uni­
da a la
insolencia, sólo posible en la barbarie más aséptica y ci­
vilizada, confina a Dios en la conciencia privada o lo niega, anun­ cia un no-hombre del futuro
y suprime tanto la Patria celeste del
cristiano como
la patria temporal. Pone en acto una visión del
mundo contradictoria con aquella de Francisco de Vitoria
y de
acuerdo con la tradición calvinista,
hace del poder terreno el sig­
no de
la predestinación. Salvo que, en este caso, también la pre­
destinación es terrena en un mundialismo totalitario donde rei­
nará
la libertad obligatoria. La actual versión de los principios
de siempre de la ciudad· del mundo conduce, así, a un totalita­
rismo planetario afincado en el mundo. Naturalmente que, en ese
mundo,
la anti-profecía de Gramsci de. que los ex-cristianos cor­
tarán la cabeza a Jesucristo, ya se
habrá realizado.
Al menos en
sus corazones.
(63) Op. cit., pág. 458.
(64) Op. cit., págs. 140, 154-155.
(65) Op. cit., pág. 458, el subrayado es mío.
285
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ALBERTO CATURELLI
11
¿QUIEN COMO DIOS?
LA VOCACION DEL SER
J. LAS TRES TENTACIONES Y EL MUNDO ACTUAL.
a) La vocación del Ser y las etapas de la tentación inma­
nentista.
Como se ha· visto, el ínmanentismo, en sus cuatro vertientes
principales, filos6fica, teológica, científico-eósmica e histórico-po­
lítica, conduce, infaliblemente, a cierto pleroma de la Nada que
es nada de Dios y nada del hombre (seducción de
la Nada). En
todos los ·casos
~e ha

negado la creación
ex-nihilo o se la ha co­
locado en
la oscuridad del agnosticismo; en tal caso, el ente (fi­
nito) no es. algo «nuevo», con propia entidad, sino una suerte
de caída, de despotenciación del Ser y, por eso, es menos-Ser y,
en el fondo, nada, como ha sostenido el «gran Mito» del gnos'
ticismo, tanto antiguo como moderno. En cambio, como he sos­
tenido en un ensayo especialmente dedicado a este tema ( 66 ), la
noción de creación desmitificó
y transfiguró el pensamiento an­
tiguo, permitiendo
concebir al

'ente
finito como
verdaderamente
nuevo y ontológicamente diverso. De modo que el progreso de
la filosofía, como saber natural, era expresión de la armonía de
naturaleza y gracia, ya
que esta
última cura
y salva a la natura­
leza como naturaleza. De ahí que un regreso a los mitos pre-ló­
gicos, tanto a fines de la Edad Media como en el pensamiento
moderno,
significó (

con
la introducción del «principio» de inma,
nencia)

la corrupción tanto de
la Filosofía cuanto de la Teología,
interesando no sólo
el orden de la naturaleza sino también el de
lo sobrenatural.
(66) La filosofia cristiana en el pensamiento occidental, parte I, Edi­
ciones Cruzam.ante, Buenos .Aites, 1984.
286
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
De ahí que no me haya parecido excesivo acudir también a la
Revelación para iluminar desde una perspectiva cristiana el pro­
ceso del «principio» de
inmanencia. A · la
vocación del
Ser, la
inmanencia
há opuesto

progresivamente la sugestión de la Nada,
tal como hizo el gran Negador en las tres tentaciones del desier­
to y en las cuales
podremos comprobar

cómo el siglo, inmanen­
te a sí mismo, es la «perfección» de
la ciudad del mundo que
conduce a la humanidad a la nada de Dios y a la nada del hom­
bre. Pará penetrar en la consideración
.de las

tres tentaciones
hemos de

tener presente que Cristo es siempre el Modelo, tam­
bién en la tentación, en cuanto prueba y en el modo de recha­
zarla. Intento
señalar que las tres tentaciones muestran las eta­
pas progresivas de
Ia inmanencia del mundo a sí mismo, lo que
equivale a decir que expresan -en el propósito del Téntador­
la autodestructiva y falaz «divinización» del hombre.
Los textos
son,

como es conocido, el brevísimo de Marcos ( 1,12-13 ), el de
Lucas (4,1-13) y el de Mateo (4,1-11). Dejando de lado el pro­
blema de la diversidad del orden de las tentaciones entre Mateo y Lucas, adopto el orden de San Mateo y, en buena medida, me dejo guiar
·por la

luminosa exposición de Santo Tomás
y algunos
Padres, sin renunciar a mi propia inteligencia del texto:
«.. . Jesús fue conducido al desierto por el Espíritu, para que
fuese
tentado por el diablo» (v. 1); es decir, para ser
puesto a
prueba. Inmediatamente antes recibió el bautismo de Juan y,
ahora, se somete a los preámbulos de toda tentación, el primero
de los cuales es, según Santo Tomás, el tiempo
y el lugar ( 67).
Porque, en efecto, en el tiempo sucesivo-histórico dará a conocer
su justicia, reprimirá la soberbia, confundirá al demonio, mos­ trará cómo han de recuperarse las fuerzas y dará a conocer su
dignidad; es, pues, en el tiempo histórico donde también el hom­
bre será tentado, o
puesto a

prueba. En cuanto al lugar, «fue
conducido al desierto»; es decir,
inmediatamente se

trata de la
región salvaje al oeste
de Jericó,

tipo del desierto como tierra
(67) Super Ev. S. Matthaei, núms. 308 y 309, cura P.- Raphaelis Cai,
O P., Editio V, Matietti, Taurini-Romae, 1951.
287
Fundaci\363n Speiro

ALBERTO CATURELLI
(espiritual) seca y abandonada, tenebrosa (fa. 19,13; Is. 27,01)
tierra de espanto por
la cual el pueblo de_ Israel ha de peregrinar.
Es, pues, el
desierto del mundo donde reina el pecado; de modo
que, contrariamente a Adán que fue tentado en el jardín del
_
Paraíso, el
Hijo

del hombre ( que viene a rescatarlo de manos
del Tentador) es tentado en el «desierto». Santo Tomás,
siguien­
do

a San Gregorio, sostiene que hay tres grados de tentación:
por sugestión extrínseca, que
no implica

pecado e,
intrínseca­
mente,

por delectación ( en
la cual comienza el pecado) y por con­
sentimiento,
en

eÍ cual se alcanza plenamente el pecado (68).
Na­
turalmente,

el Señor so lamen te podía
sufrir la sugestión extrín­
seca;
en

los hombres, en cambio
y a lo largo del tiempo históri­
co

( en el desierto del mundo), es posible la
calda por interna
delectación y consentimiento, confiriéndole a
la historia su ca­
rácter

trágico; pero, después de Cristo, será también una
rebe­
lión

contra el
rescate que el mismo Cristo ha conseguido, arran­
cándolo

del dominio del «príncipe de este mundo». En el
futu­
ro

se tratará de un regreso progresivo a la
esclavitud por
modo
de apostasía, engtillando su espíritu en el desierto desolado de
la inmanencia del mundo. Tal es la sugestión de
la Nada, acep­
tada

por interna delectación y
consentimiento que

viene a anular
la voz de la naturaleza (vocación del Ser).
El tiempo histórico es, pues, tiempo
de tentación;

es decir,
de
prueba; y así como en el primer pecado la Serpiente lo pro­
vocó

por. etapas,
así también
cuando tentó al Señor. En el
pri­
mer

caso, como
sostiene Corté,
es una pregunta: «¿Os ha dicho
Dios ...
?» engendrando la duda; luego de haBer convertido en
problema discutible lo que era un principio, Eva responde
Pª"
sando

del amor al temor recordando la palabra del Señor de que
si comen del fruto
prohibido morirán.

Satán lo niega y el
Ne­
gador

pasa al tercer momento insultando a Dios: «Dios
sabe que
el
día en

que comiereis de
él, se os abrirán los ojos y seréis como
Dios ...
» (Gén. 3,5) (69). En efecto, se les abrieron los ojos, pero
(68) Super Ev. S. Mat., nwn. 311.
(69)
NICOLÁS CORTÉ, Satán, el adversario, págs. 30-31, trad. de F. CON·
DOMINES, Casal i Vall1 Andorra, 1958.
288
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
en sentido inverso; como dice San Agustín, «se les abrieron ... los
ojos de la maldad»
y «vieron con ojos perversos» (70). Y esto
era así porque «se sintieron en su interior completamente des­
nudos al apartarse de ellos la gracia» (71 ). Primero fue la duda
sugerida por el Negador; después la negaci6n y, por último, la
rebeli6n. El «desierto» del mundo comenzó a extenderse, la hís­
toria se

volvió trágica
y, como ha dicho Hegel, el bien y el mal
son lo mismo y no son lo mismo; es decir, el hombre ha deve­
nido «conocedor» del bien y del mal en la inmanencia del mun­
do, en el
cual ambos se confunden como querían los gnósticos.
Pero, en realidad, en
el--
el Negador
quiere es
el. imperio del mal como seducción de la Nada, convirtiendo la
misión salvífica de Cristo en mesianismo
secular inmanente.
El

Sefíor había ayunado cuarenta días y
tenía hambre. De ahí
la palabra del Tentador: «Si Tú eres el Hijo de Dios, manda
que estas piedras se vuelvan panes» (v. 3). Como dice Santo
Tomás, «quien quiere tomar un castillo comienza por la
parte
más

débil» que es
la sensibilidad y suscita los vicios de la cat­
ne (72). Creo que debe entenderse la «carne» en sentido hebreo
y, por tanto, se trata de la tentación de los sentidos, sí, pero
implicando la «carne», es decir, todo el hombre. Tal es la pri­
mera trampa del «mundo» que enmascara ya la idolatría
y la so­
betbia; por

ahora, es sólo
la tentación de la gula que conlleva
los goces sensibles desordenados
y el bien-estar · sensible y sólo
sensible en el mundo. Así adquieren mayor fuerza las palabras
del
Sefíor: «No

sólo de pan
vivirá el
hombre, sino de toda pa­
labra que sale de la boca de
Dios» (v.

4). El Redentor no
p;;,¡ía
caer, pero el hombre sí, quien, .en el tiempo hístórico, siempre
será tentado por esta trampa de la sensibilidad y
podrá caer en
la celada, frustrando en sí mismo
la obra del «rescate». El ple­
roma de la Experiencia ( desde
el nominalismo al empirismo) con­
duce al pleroma de la Materia y, en
el fondo, a la Nada de Dios
(70) De Genesi contra Manichaeos, II, 15,23.
(71) De Genesi ad litteram, XI, 31,41.
(72) Super Ev. S. Mat., núm. 317.
289
Fundaci\363n Speiro

ALBERTO CATURELLI
y del hombre. Quien cede a esta primera tentación se dejará
atrapar por
la dialéctica del bien-estar sensible que supone, hoy,
la tensión «sine fine» producción-consumo, de cuyo suelo nacen
las plantas venenosas del erotismo, la pornografía y todos los vi­
cios desarrollados en el
caldo de
cultivo· de la
frivolidad de vida.
El hombre y la comunidad humana también ( y principalmente)
vivirá «de toda palabra que sale de
la boca de Dios»: en el orden
natural se trata de la Palabra creadora cifrada en todo cuanto existe (vocación del Ser); en el orden sobrenatural,
.de la

Pala­
bra salvífica que enseña y dirige en la patria no-permanente hacia
el Reino
permanente.
El

Señor no transa. Con la misma
Escritura ha
vencido a
Satanás. Pero
el Tentador tam¡¡oco ceja. Por un lado, el Señor
muestra cómo rechazar la
tet¡tación. Por
el otro, el Negador, bajo
la permisión divina, insiste:
«Si Tú eres el Hijo de Dios, échate
abajo ( del pináculo
dél templo),
porque está escrito: 'El dará
órdenes a sus .ángeles acerca
de Ti, y te llevarán en palmas para
que no lastimes tu pie contra
algnna piedra» (v. 6 ). Si antes la
tentación ha comenzado por
. la

sensibilidad ( que en el hombre
renegado de su filiación
adoptiva conduce

a la absolutización de
la Experiencia, de la Materia y de la Nada), ahora la tentación
.
apunta

al
. orden

del espíritu_
Si eres el Cristo, lo razonable es
que te muestres y lo demuestres; lo cual equivale a incitar a
la
razón a hacer algo al margen de la voluntad de Dios, a declarar­
se, de hecho, in-dependiente de El. Santo Tomás hace notar que
esta tentación llevaba implícita la de la soberbia y la avaricia;
más aún, la de la idolatría del hombre por sí mismo, colocándose
en lugar de la Palabra; es decir, en lugar de Dios. Por eso, po­
nerse la razón fuera de la ·voluntad de Dios equivale a «tentar
a Dios»; respecto de Cristo, le incita a volverse contra Dios Pa­
dre convirtiendo su misión (
si era el Mesías) exactamente en lo
contrario, frustrando la obra del «rescate» del hombre. De ahí
el rechazo del Señor: «No tentarás
al Señor tu Dios» (v. 7).
Respecto del hombre, es la tentación de absolutizar su razón
fi­
nita (forma suprema de idolatría) que l'S, en el fondo, el suici­
dio de la razón y del hombre (pleroma
de la Razón) y, por eso
290
Fundaci\363n Speiro

EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
mismo, es «muerte» de Dios en el corazón del hombre. Como
dirá Zaratustra, verdaderamente «Dios ha muerto», porque «no­sotros. lo hemos matado».
b) La tercera tentación y el orden temporal.
· En la progresi6n de las tentaciones faltaba la tentaci6n supre­
ma: «mostrándole todos los reinos del mundo
y su gloria ( el
Tentador) le
dii": 'Yo

te daré
todo. esto

si postrándote meado­
ras'» (v. 9). El padre de la mentira sabe que, a
partir del pecado,
ha

adquirido una suerte de pseudo-derecho o un cuasi-derecho
sobre el hombre por permisión divina ( 7 3);
y propone la ple­
nitud de la tentaci6n que no es otra que la plena
autarufiden,ia
del

orden temporal que ofrece a Cristo. Sobre semejante mun­
do reinaba como «dios de este mundo» (2 Cor. 4,4)
y de su po­
bre «gloria». Por las palabras «todo esto te daré
si postrándote
me

adoras», promete
y pide y, como enseña Santo Tomás, «en
la promesa es mentiroso, en la petición soberbio», porque todas
las cosas temporales no estaban bajo su potestad
y porque «nin­
gún perverso reina
sin la

permisi6n
divina» (74).

Pero esta in­
mensa falacia tiene su eficacia por
la misma rebeli6n que espera
y se traduce en la inmanencia absoluta del absoluto poder ter.e­
no, el cual
usurpa para

sí mismo el carácter soterio16gico de la
potestad de Cristo sobre todos los reinos temporales. En verdad, Satán se muestra ahora como remedo de Dios: «seré como el
Altísimo»
(Is. 14,13) y a él adorarán los hombres, expresa o
implícitamente, en la medida que se entreguen
y luchen por la
autosuficiencia total del orden temporal. Es lo mismo que decir
que si el hombre cae en
la tercera tentaci6n, por ella alcanza su
plenitud

la ciudad del mundo que es reino. de la mentira
y de ,la
soberbia

(mal amor sui), siempre dividida consigo
misma, De.
(73) Sobre este apasionante tema, cf. JEAN-REv1ERE, Le dogme de .la
Rédemption chez Saint Aug'Ústin, pág. 73; pero se estudiará con fruto todo
el cap. II; J. Gabalda, Parls, 1933.
(74)
Super Bv. S. Mat., núm. 338.
291
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ALBERTO CATURELLI
ahí que, cuando se acerca su Pasión el Señor diga que es. la «hora
de
Jas tinieblas»,

pues
el Negador le hará morir en la Cruz (su
máximo

«triunfo»), siendo así que en la Cruz .sufrió su
máxima
y definitiva derrota; pero matando al Salvador mostró su carác­
ter homicida, porque homicida fue desde el principio
(Jn. 8,44 ).
Así, homicida
y deicida, mueve al hombre y a la sociedad de los
hombres al homicidio, a
la Nada del hombre y a la Nada de Dios.
La sociedad así «fundada» (hedonista, pragmática, gozadora, hi­
pócrita, blasfema, autosuficiente) se alegra por el mismo mal y
goza del mal, como enseña Santo Tomás citand do:
· «se
alegran haciendo el mal,
y se deleitan en las cosas per­
versas»
(Prov. 2,14) (75). El mundo-Uno, el Poder planetario sin
trascendencia, el dominio del cuerpo y del alma del hombre en
el bien-estar (aparente) es el máximo reinado del «dios de este
mundo» que prepara el gran reinado del «hombre de pecado».
Los jefes de un mundo caído en
la tercera y suprema tentación
incitarán a los hombres a «decapitar» al Dios-vivo, a concluir con la Iglesia
«institucional~ y a conservarse para siempre «fie­
les a
la tierra».
· Cristo

ha oído -y oirá- muchas injurias
y parece no ha­
berse cuidado de ellas. Pero, nuevamente enseña Santo Tomás, a
ésta no
la · toleró ni la tolerará porque es injuria contra Dios y
dijo: «Vete,
Satanás; porque
está escrito: 'Adorarás al Señor tu
Dios, y a El
sólo servirás'»

(v. 10). Quien es el Modelo, ense­
ña: nada de compromisos equívocos; nada de «tolerancia» ini­
cua, sino la decisión total del sí, sí, no,
no. Este
mundo autosu­
ficiente ( dios para sí mismo)
y que nos agobia día a día dividido
entre
Jos dos

poderes en tensión, encubre la hermosa
verdad de
que,

Quien ha sido ya vencido, combate en retirada,
«hasta el
tiempo

señalado»
(Le. 4,13 ); mientras tanto, en el mismo desa­
rrollo del tiempo histórico ( que
el «principio» de inmanencia ha
convertido en intramundano·
y ab-soluto ), los miembros del Cuer­
po de Cristo deben padecer fo que todavía falta a su Pasión.
La
«divinjzac;ión» del

hombre
.y del mundo, como todo hu-
(75) Op. cit., núm. 336.
292
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
manismo sin Dios (sea el «hummismo. racional» del pragmatis­
mo, el
hummismo marxista,
el del «hombre
nueva>> de
la teo­
logía de
1a liberación,

o el «hombre cósmico» sin patria de mu­
chos
«científicos») ha significado siempre

la eliminación del hom­
bre; bajo
la potestad del Negador, es deicida, homicida y suici­
da, enmsscarado en el
inconmensur(Jble fariseismo de la actual
ciudad del mundo. La seducción de
1; Nada a la que el hombre
de hoy ha cedido, renunciando a su vocación al Ser, es siempre la
muerte de Dios, del prójimo y de sí mismo; comunitariamente,
es
la muerte de la Patria temporal y de la Patria permanente y
es
la muerte de la Patria temporal y de la Patria permanente y
martirio de la única Iglesia verdadera. Los argentinos, que sólo ahora estamos aprendiendo a sufrir,
sabemos que «este mundo corrupto y aterrador» parece sumer­
girnos en sus miasmas. La patria temporal está cercada, mate­ rial y espiritualmente, porque
· el gran Opresor intenta, por ese
medio, impedirnos el acceso a la Patria permanente. Por algo será. Por eso mismo creo ver
ya la

luz·del amanecer. La Madre
del Señor, que es nuestra
M:adr<,, dos cosas nos enseña: por un
lado, que no pidamos «no sufrir en el camino hacia Cristo Jesús,
ya que

no se puede llevar
la Cruz sin padecer»; pero, además,
nos llena de esperanza al
anunciarnos: «yo
protejo a tu país.
Protejo a la Argentina»
(5 de

agosto
de 1985),
Sería

verdaderamente hermoso que nuestra Patria dolorida y
·
toda

Ibeoramérica fuese el
lugar elegido para hacer oír de nue­
vo

a la humanidad el
·gran ·nombre:. ¿Quién como Dios?
293
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