Índice de contenidos
Número 253-254
Serie XXVI
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Los orígenes de la unidad religiosa de España
-
El principio de inmanencia, la divinización del hombre y el orden temporal
-
Para una metahistoria jurídica
-
Una gran polémica: la Iglesia ante la humanidad amerindia
-
La sociología de José Domingo Gafo Muñiz O.P. (1881-1936)
-
Revolución liberal y secularización. El Ayuntamiento de Pamplona como ejemplo
-
La crisis de la asistencia sanitaria estatal
-
- Actas
- Ilustraciones con recortes de periódicos
-
Información bibliográfica
-
Eudaldo Forment Giralt: El problema de Dios en la metafísica
-
Juan Bms. Vallet de Goytisolo: Montesquieu (Leyes, gobiernos y poderes)
-
Salvador Abascal: La Constitución de 1917, destructora de la nación
-
Gonzalo Fernández de la Mora: Los errores del cambio
-
Vicente Elvira Ortiz: Memorias de una vida dedicada a Cristo
-
Carmen Sichar Claver: Crónica familiar de tres mártires de Cristo
-
- Crónicas
Autores
1987
El principio de inmanencia, la divinización del hombre y el orden temporal
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA, LA DIVINIZACION DEL HOMBRE Y EL ORDEN TEMPORAL
POR
ALBERTO CATURELLI
En 1919, formulando .¡¡na suerte de anti-profecía, Antonio
Gramsci escribió estas impresionantes palabras: «se convertirán (los católicos
liberales) en
hombres...
que extraen
de su propia
conciencia los principios de su acción, hombres que rompen los ídolos, que
decapítan a Dios» ( 1 }, La tenebrosa anti-profecía per
mite ver que no se trata ya de negar a Dios en el plano del co
nocimiento ( mero ateísmo agµóstico) y ni siquiera de proclamar
la «muerte de Dios», sino de asesinarlo, cortándole la cabeza.
Pero un acto semejante
.no es
posible que sea efectuado con el
Ser absoluto y trascendente de la metafísica ( a la que se declara
muerra y enterrada); la decapitación sólo es posible si .se trata
del Dios hecho hombre; es decir, de Dios vivo que tiene de veras
cabeza
· en virtud· de
su naturaleza humana. Por
eso, solamente
Cristo
podría ser «decapitado» como quiere y anuncia Gramsci
pensando en la persona
concieta de
Jesucristo,
quien no es un
Dios abstracto. No se trata, pues,
Je una
mera negación, o de
una suerte de comprobación de su «muerte» en el espíritu del
hombre. Se trata de un propósito infinitamente más grave: Es menester decapitar a Cristo
para. que n_o exista más.
Sin embargo, la «decapitación». de Dios sólo es posible si los
excnstlanos «extraen
de su propia conciencia
los_ principios
de
su
·acción»; es
decir,
si los prÍncipiOs de la acción se originan . . .
(l} En L'Ordine Nuovo, 1 · de novie*1bre de 1919; tomo el texto c:,i
tado por AuGUSTo DÉL.'NoCE, Italia y el-eurocomunisino, pág. 61, trad.
esp., prologo de F. SrLVA MUÑOZ, E,m.e:s:a., Madrid, 1977c
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ALBERTO CAWRELU
y resue)ven, como en la gnosis, en la inmanencia de la conciencia.
Pensar y
desear la decapitación del Dios vivo sería un acto im
posible si la conciencia
re-conociera a lo otro de sí como objeti
vament~ _diverso y anterior a sí misma; porque, en tal ca-so, lo
·otro, el ser del cual todo participa, remite, infaliblemente, al
último fundamento de todo
-y
de sí mismo que es el
Esse impar
ticipado.
De alú' que resolviendo (y disolviendo) el todo en los
límites de
la conciencia, se haga posible, tanto · la anulación del
Ser trascendente, cuanto
la deseada «decapitación» del Dios vivo.
Dicho de otro modo, es menester la anulación del Dios trascen
dente de la metafísica ( orden natural) para que sea posible la
«decapitación» del Dios vivo conocido por
la fe (orden sobre
natural). Por eso, la suprema negación de Gramsci y de muchos
y el actual propósito de asesinar a Dios, solamente es pensable
tJ[. cabo del proceso de inmanencia desatado· por el qtiliá mal
llamado «principio de inmanencia». De todos modos ya era de
nunciado por Cristo cuando decía a los fariseos: «ahora tratáis
de matarme a Mí, que os he dicho la verdad ... » (Jn, 8.40).
Obsérvese que, como ha ocurrido con otros términos y ex
presiones corrientes que han sido hurtados a la filosofía clásica
y al
pensamiento cristiano
( como «conciencia de sí», «alienación»
y tantos otros) el término «inmanencia» pertenece a
la filosofía
clásica y expresa
la propiedad de una actividad por la cual per
manece o queda en sí misma
(in-manens) y, por eso, era. aplicada
a la vida -cuyas funciones se caracerfaan por ser inmanentes;. tná
ximamente lo_ es el más noble grado de vida que es la actividad
intelectual que, en cuanto
tal, es inmanente por cuanto su acto
-,lit simple contemplación de la. verdad- queda o permanece
en
sí mismo. En cambio, en el pensamiento moderno, en el cual,
paradójicamente, la
razón se
convierte en activa o «creadora»
de su objeto, esta misma razón postula la inclusión de lo cono
cido en el
cognoscente, del
objeto en el sujeto, del ser en
_el
conocer;
dicho de otro modo, la
inmanencia del ser en el co
nocer y, por eso mismo, la
inmanencia de
todo en el Todo. Luego,
el hoy llamado «principio» de inmanencia expresa
la no-referencia
de todo a un
Esse trascendente y la correlativa exaltación de)
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
mundo en cuanto mundo inmanente a si mismo. Así y única
mente
así es posible «decretar» no
sólo la «muerte»
.de Dios,
sino
«profetizar» la «decapitación» del Dios vivo por obra dd
único
absoluto (como dice Marx) que
es el hombre mismo. Tal
es
el proceso que me propongo
analizar aquí.
I
SEREIS COMO DIOS
. LA SEDUCCION DE LA NADA
l. EL INMANENTISMO FILOSÓFICO Y EL ANIQUILAMIENTO
DEL HOMBRE.
a). El inmanentismo de la Experiencia, del Pensamiento y de
la V olunt«d contra la Realidad.
En el inmanentismo moderno, el pensamiento deja de ser
por Daturaleza contemplativo y se trueca en transiúvo-actiVo;
es decir, el acto de la razón, ahora transeúnte, dice razón de
causa eficiente
y «pone» el efecto que es el ser, como «posición»
de sí misma; de
ahí que en la línea doctrinal que va desde Occam
a
Descartes y de éste a Kant y Hegel, se produce la gran
para
doja
del pensamiento. moderno: Precisamente· porque el
acto de
la razón se vuelve transeúnte (no-contemplativo) nada puede
trascender el límite, ya de la misma razón, ya de
la experiencia
sensible. que la razón regula y, por eso, todo es inmanente a
Todo. En otras palabras, el pensar sólo se alcanza a sí mismo
y no puede tener certeza sino de sí .. mismo ( «principio» de in
manencia); la experiencia sensible no sé tnisciende a sí misma
y sólo puede conocerse á sí misma. Y como no existe pensamien
to ni experiencia
sin la conciencia humana, sólo y únicamente el
hombre es
el punto de partida y de llegada del .pensar y del sen
tir. En el inmanentismo, el antropocentrismo debe ser siempre
absoluto.
251
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ALBERTO CATURELU.
El nuevo punto dé_ apoyo. inicial no es, pues, el ser objetivo,
sino
el cogito (el. pensar subjeti'Vo );· a su vez, este pensar supo
ne necesariamente un acto volitivo (volo) y, respecto del mundo
exterior,. una
inicial experiencia
sensible (sentía) de los singula
res que constituyen la
pura multiplicidad
(nominalismo radical).
Por consiguiente, sentire..,vell'e-cogitare, expresivos de un e_mpiris
ino, un voluntarisffio y un racionalismo iniciales que, no sólo se
contradicen (aunque polemicen entre si), sino que constituyen
la primera inversión del orden natural y la primera rebelión
con
tra
la realidad.
Cronológicamente, quizá la primera rebelión del pensamien
to contra la realidad consista
eñ el
empirismo subyacente en la
notitia intuitiva occamista (sentire) porque niega que el objeto
del conocimiento (el universal directo de Santo Tomás) sea algo
real y objetivo que existe ·independientemente del sujeto; en
cuyo caso, la multiplicidad de en.tes en los que se participa el
ser, exige un· proceso absttactivo para poner en acto ( en el es
píritu) aquella multiplicidad en potencia en el ser objetivo; de
ese
modo, los
entes
múltipl.~s están
de algún modo presentes en
la no.ción · una ·d~l ser, inmanente a ellos y, a la vez, trascenden
te. La simple negación de esta evidenci~ de sentido común (pri
mera rebelión contra la realidad) nos deja ante el individuo
(éste ente) como lo único dado-en-la-experiencia-sensible, única realidad primera ( objeto primero
y último del radical sentire de
la noticia intuitivo,sensible ); y he dicho única realidad porque
el universal no forma parte de la esencia del ente y no se refie
re a
nada que realmente exista fuera de la mente ( 2). Por con
siguiente, la sustancia -que . se encuentra: allende la mera ex
periencia sensible--- se identifica con los accidentes (fenómenos)'.
Por
un lado, solamente existe el singular-sensible ( experiencia
sensible)
y, por otro, el signo formal (la notitia abstractiva, el
universal) no tiene relación con la realidad fuera del sujeto. Por
eso es un engaño creer que el empirismo es realista ya que este
(2) Tengo preSente en este tema la lúcida expOsici6n de RÉGIS JoLIVET,
LaJ fuentes del idealismo_, cap. I, ·trad. de A. GuRUCHANI, Désclée du Brou
wer, Buenos Aires, 1945.
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN THMPORAL
inicial «yo experimento» ( experior) tal singular sensible revela
no
al individuo en sí mismo sino mí experiencia de él. Al iden
tificar los fenómenos (los accidentes) con el objeto exterior, no solamente se funda el empirismo y,
al cabo, el materialismo, sino
que se disuelve la unidad de la noción de ser en
la multiplicidad,
ya se
la llame singularia (Óccam), átomos (Russell) o simplemen
te
individuals ( Strawson). Una suerte de Experiencia total vie
ne a envolverlo Todo y, por eso, he propuesto la expresión pié
roma
de-la
Experiencia para
calificar tan
singular resultado. Por
otro lado, si el universal no tiene relación (real) alguna con el
singular extrínseco, es menester admitir o un solipsismo, total, .o
que la realidad se reduzca a las modificaciones del sujeto pen
sante.
Y así
pasamos, coherentemente,
al ideaHsmo o pleroma de
la Razón. Trátase de las dos vertientes de una misma rebe lión del sujeto contra la realidad.
La metafísica debe morir. Pero
su muerte es
el comienzo de la agonía de Dios, quien se aproe
xima así a su efectiva «muerte>>.
El cogito cartesiano, .en su mismo ponerse como «medida»
de la realidad, supone (y exige) un inevitable empirismo porque,
de parte de
la realidad,
sólo han quedado, como «sueltos», los
singulares sensibles. La notitia intuitiva occamista tiene por de
lante el «polvo» de los fenómenos o, como hoy diría Russell y
el primer Wittgenstein, sólo «la totalidad de los hechos» empí
ricos, atómicos
(3). Por
tanto, no hay otra fuente del conoci
miento .que Ja· experiencia sensible; es decir, que nuestra expe
riencia de· lo dado ahí. Por eso, el pensar inmanentista supone
un yo siento
(sentio) que nada tiene que ver con el seRtlr agus
tiniano
o
el sentimiento fundamental corpóreo de Rosmini, sino
que es precisamente lo contrario. Se trata del simple
experimen
tar
los hechos-individuales-sensibles atómicos
(notitia intuitiva)
con el agravante (para decirlo con el lenguaje occamista) que el
objeto inmediato es, sólo, lo que se «supone» en lugar de la
(3) Tractatus logíco-philosophicus, 1.2 y 2; utiliro la edición de EN
RRIQUE TIERNO GALVÁN (texto español y alemán), introducci6n de BER~
TRAND RussELL, Revista de Occidente, Madrid, 1957.
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ALBERTO CATURELU
cosa (4). Nada es, pues, trascendente a la Experiencia y todo
es inmanente a Ella. En esta primera manifestación moderna del
«principio de inmanencia», no existe la sustancia, «disuelta» en
los fenómenos, lo que conlleva
la desaparición del principio de
causalidad ya que, entre los singulares (y los hechos) no existe
vínculo ontológico alguoo: a este fenómeno dado en la expe
riencia (por ejemplo, este movimiento) no es posible asignarle
el carácter de efecto y, menos aún, deducir la existencia de su
causa. El principio de causalidad carece de valor y toda propo sición que intente utilizarlo en relación con una realidad (supues
ta realidad) allende la experiencia sensible, será apenas uoa
pseudo-proposición, como sostiene Carnap aplicando
el intangi
ble principio de la «verificación empírica» (5). Ni el alma,
ni la
libertad,
ni Dios, son «realidades» sobre las cuales el pensarnien'
to
científico pueda pronuociarse. Todo es inmanente a Todo en
el pleroma de la Experiencia y «Dios» es una suerte de «nada»
situada allende la Experiencia. Dios ha comenzado a «retirar
se» del mundo del hombre; quizá
ni siquiera se puede decir que
ha «muerto»,· porque Aquel que se «retira» es una entelequia
no-real.
El «principio» de inmanencia ya ha sido formulado
y no es
menester esperar
a Descartes, a Kant o a Hegel: lo «real», iden
tificado con el
fenómeno (
como en Berkeley, el positivismo ló
gico
y la «filosofía analítica»} ni siquiera se reduce a «ser per
cibido», sino que -al no existir uo sustrato ontológico de los
fenómenos mismo&-- es, en verdad, nada. Luego, el inmanen
tismo empirista enmascara este nihilismo básico al que cubre
con la máscara de los artificios del lenguaje. El pleroma de la
Experiencia se devora a sí mismo y relega a Dios, cuanto más,
al ámbito de la conciencia subjetiva (mundo
de los sentimientos)
(4) RÉGIS JoLIVET, op. cit., pág. 27.
(5)-RunoLF CARNAP, «La superación de la metafísica mediante el aná
lisis lógico del lenguaje», en A. J. AYER (compilador), El positivismo ló
gico, págs. 66-67; 72:73, F.c.e.m., México, 1965. Allí mismo, cf. los tra
bajos del propio AYER, de ÜTTO NEuRATH, GILBERT y_ FRIEDRICH WAIS
MANN.
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
o, simplemente, lo declara el Vacío total. En el primer caso, se
trata de un «dios» a la medida del hombre, tan contingente como
él y como la persona ,del increíble obispo anglicano Robinson
que reniega de este «dios» que viene «de arriba» ( 6 ). En el se
gundo caso, Dios no existe. Si
el empirismo supone que lo real se identifica con los fe
nómenos, también debe· reducirse a las modificaciones
del su
jeto y entonces no es posible estar cierto del mundo exterior:
El· sujeto cognoscente debe volverse a sí mismo precisamente
porque el mundo exterior no es, ahora, un hecho que se impone sino un problema
por resolver. Descartes es, pues, hljo de Occam.
El mundo (que se presenta ahora como una materia
indefinida),
allende
los fenómenos, no tiene consistencia alguna y deja de
ser impensable que el
~mndo sea
una «creación» del yo: el
pensamiento no
está, entonces, cierto sino. de
si mismo y el pen
sar será, fatalmente, «medida» del ser, puesto que es el único
criterio de verdad.
El cogito, aparentemente (y sólo aparente
mente) limpio de adherencias empíricas,
supone (como ya dije)
el exterior del empirismo nominalista. Pero hay mucho más: el
P. Fabro
ha observado sagazmente que el
cogito «es, ante todo,
y sobre todo, un
vojo, en cuanto que el cogito pretende ser un
acto fundante originario»; es decir, «el cogito activo no puede
ser otra cosa
más. que
voluntad. En primer lugar, es
volo dubi
tare de
omnibus,
incluso de la matemática, y después es recono'
cerse
como acto
fundante en
el
velle que explica la esencia del
mismo dudar»
(7). Como
el mismo Fabro observa, no se trata de
un
.simple «quiero algo», pues no· se trata de un acto volitivo
intencionado, sino que es el Mismo querer que se pone en el
centro del Yo autofundado y fundante. Por eso, en
el mismo
(6) JoHN A. T. ROBINSON, Honesto para con Dios, pág. 34; trad.
de ·E. G. FoRSYTH y ,E. J1llÍÉNEZ, Ariel, Barcelona, 1967; cf. mi estadio
crítico Progresismo y ateismo. El cristianismo no religioso de John A. T.
Robinson,.en el ·vol.-AA.vy., La quimera del progresismo, págs. 2?3-228,
Cruz y Hierro, BU.enos _Aires; 1981.
· (7) La aventura de la teologla progresista, pág. 187, Eunsa, ;¡>amplo
na, 1976.
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ALBERTO CATURELLI
origen del inmanentismo coexisten y se implican un sentire, un
cogitare y. un velle.,. sin que ninguno tenga,. sobre el otro, una
precedencia temporal estricta; creo, sin embargo, que, con prio~
ridad de naturaleza, habría que poner el velle como acto fun
dante primero. Por tanto, voluntarismo nominalista, empirismo
nominalista e idealismo trascendental. nominalista, aunque se
opongan en sus desarrollos, reconocen u~ acuerdo esencial y una
implicaci6n mutua. En cada caso, no es posible trascender los
límites del
velle, del sentire y del cogitare, inmanentes a sí mis
mos
y cada uno y sus desarrollos diversos representan siempre
el mismo «principio» de inmanencia, expresi6n de la rebeli6n
del espíritu contra la realidad.
h) De la rebelión contra la .realidad, al asesinato de Dios.
Dos consecuencias han surgido inmediatamente del llamado
«principio» de inmanencia: por un lado, empirismo-idealismo
voluntarismo comenzaron declarando incognoscibles los
seres me
tafísicos «no-verificables», sobre todo a Dios; simultáneamente,
sobre todo en la vertiente idealista, en cuanto el objeto queda
dentro
de la actividad del sujeto, se sustituye a la ciencia divina
«creando» aquello conocido, «poniendo» el mundo. Por otro lado,
la negaci6n crítica. del empirismo por parte del idealismo es pura
apariencia desde que la
razón ha dejado
de ser contemplativa
para volverse activa, transeúnte.
De ahí que ef «principio» de
inmanencia implique contradicci6n porque debe ser, al mismo tiempo, inmanente y transeúnte. Claro
que podría
decirse
y con
raz6n que
ha predominado
el carácter inmanente desde que
el
objeto (el ser) no sale fuera del. ámbito de la raz6n. Está situa
ción, en cierto modo paradójica, pone de relieve el acto más
irracional de la razón, que es creerse absoluta ( como decía Sciac
ca). Por
cuanto el
cogito absolutizado supone
el ve/le, constitu
ye· un acto irracional que, como en la gnosis, hace surgir .el uni
verso desde Sí mismo. El ,yo (la conciencia pura) ante el cual
d~be detenerse
tanto
la duda
cartesiana cuanto la
epofé husser-
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
liana, no puede no ponerSe como Sujeto ( trascendental) de todo
pensar; lnego, los fenómenos del empirismo
(nÍareria de
la
ex
periencia)
son absorbidos en
el sujeto colnó contenido imnanen
te .. De ahí que esta necesidad de «saltar» del pensamiento al
ser se acentúe en Kant; necesídad de salvar
el Abismo abierto
entre
el cogitare y el acto de la experiencia que equivale al
Abismo entre pensar y ser
o, como
lo ha visto Hegel,
el tránsito
del concepto al ser y del ser al concepto. Pero como no hay más ser que lo racional (concepto), lo meramente «otro», el mundo
·
de
la experiencia sensible y el universo entero es, ahora, inma
nente a la razón. En verdad,
lo finito· es nadd; pues todo fenó
meno es fenómeno de la Idea; por eso, el idealismo absoluto
enmascara un empirismo--absoluto y, en el fondo, un volunta
rismo absoluto. El pensar se «pone» a Sí mismo (ser indetermi
nado) y como su opuesto «pone»
la Nada
pura; pero ni Ser ni
Nada se han dado jamás en estado puro
(abotracciones en la ca
beza de Hegel) y su identificación en el Devenir na está en modo
alguna justificada.
Lo real no existe (si se me ·permite hablar
contradictoriamente)
y la dialéctica se resuelve et: lo que siem
pre ha sido: una dialéctica que jamás sale del ámbitó del con
cepto. Hegel puede «decir» ( solamente «decir») que todo es
inmanente a todo y que Dios está en el Devenir
(Got in werden).
A pesar de que este paso no esté jusrificado, semejante «dios» es
un «dios» que se hace en el tiempo y que, por tanto, ha muerto.
Por un lado, la razón explica el todo, incluida la revelación que excluye el misterio,
y explica, resuelve y disuelve al Absoluto en
lo Absoluto
de la razón «divinizada». No existe más Dios tras
cendente y, por eso, no hay más hombre, resuelto y disuelto en
el movimiento de la razón. Como ente finito es, también, nada
y, como tal, es anulado. Verdaderamente, el hombre «diviniza
do»
es. nadificado al
mismo tiempo que
la conciencia lo ha hecho
«absoluto». Por eso, cuando luego de asumir la dialéctica he
geliana en el· materialismo
dialéctico Marx proclama que
«el
hombre es el único absoluto para el hombre», no hace más que
sacar las últimas consecuencias. Allende la báquica locura de la
razón absolutizada (pura abstracción), lo único efectivo (al me-
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ALBERTO. CATURELLI
nos en la intención) es la divinización del hombre; con este acto,
como nuevo Cáín desesperado que se ofrece holocaustos a sí mismo, logra el aniquilamiento de sí mismo: Absolutización del
velle, del sentire y del cogitare, como supremo des-orden del
ser y los trascendentales, el inmanentÍsmo moderno hace del
hombre un
foúto vuelto
infinito, un contingente convertido en
necesario; es
decir, un
remedo simiesco del único absoluto, ahora
«aniquilado» en el devenir.
Aún es posible ir mucho
más lejos: La absolutización del
ve/le. conducirá a. la voluntad de dominio; la de la ratio a la
decapitación. de Dios y la de la experiencia al suicidio del hom
bre. En cuanto a lo primero, la identidad de ser
y pensar (in
manencia absoluta)
da la equivocada impresión de que no hay
más espacio para lo irracional; sin embargo, el m¡mismo hege-
liano
enmascara el
ve lle autosuficiente, pues, lo que no es razón
es el
ser-otto de la razón, abstracción
y, como tal, inexistente;
pero pensado como
alteridad sin retorno dialéctico
es lo ittacio
nal puro ( absolutización de
la negatividad) que no es otro que la
·pura voluntad ittacional, vida indescifrable para la ~ón. De
ahí que un vitalismo voluntarista en estado puro se enmascara
en el pleroma de la razón hegeliana
y, como tal, consiste en .
exaltación
del mundo, del absoluto «sentido de
la tierra» de
Nietzsche.
No queda, pues,
otro· camino
que
la fidelidad a la
tierra: «¡Yo _os exhorto, ··hermanos míos, exclama Zaratustra, a
permanecer fieles a la tierra. y a no creer en los que os hablan
de esperanzas supratettestres
! ». Por eso es menester proclámar
· la «muerte de Dios» y afirmar la voluntad irracional de dominio
como aceptación de la vida caótica e infinita; el hombre, es,
pues, no
una. meta
sino «lo que debe ser
superado» pues
el
sentido de
la tierra es el Superhombre (8). Y como el hombre
es, apenas, «una cuerda tendida
entre la bestia y el Superhom
bre», su ser se nadifica
y se extingue. Sólo la bestia y, en el
. futuro,
el Superhombre;
nada de Dios .--que ha «muerto» por-
(8) F. NmTZSCHE, Asl habl6 Zaratustra, en «Obras», vol. VII, pá
gina 24, trá. de E. ÜVEJERO MÁURY, Aguilar, Buenos Aires, 1958.
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
que lo hemos matado--. y nada del .hambre --que debe ser
superado. Si
el monismo hegeliano enmascara el volutarismo de la vo
luntad de poder, en
si mismo,
también enmascara el materialis
mo radical (pleroma de la materia). Y es
as! porque el mundo
de
la experiencia sensible ( orden de
la materia) es pensamiento
pensado;
pero, por eso mismo, el pensamiento. se convierte en
la materia (materialismo dialéctico) lo que es, en el fondo,
per
fectamente lógico. La «mediación» es, ahora, praxis transfor
madora del mundo: como quiere Gramsci, por la
praxis el
hom
bre se crea a
sí mismo («artesano de si mismo») y, a diferencia
de Marx,
la revolución no se pone tanto en la infraestructura
económica
sino es la superestructura ideológica ( 9); frente al
pueblo, su «sentido común» expresa acríticamente un complejo
de ideas cristianas ( en Europa occidental, en Hispanoamérica) y,
por .eso, es menester revolucionar aquel sentido común sustitu
yendo su contenido por la nueva ideología. De ahí la importan
cia capital de los intelectuales que son
· los encargados
de la re
volución ideológica que, insensiblemente, se
irá apro¡,iando de las
instituciones de
la sociedad burguesa (Iglesia, escuela, universi
dad,
editoriales, diarios, televisión, arte, folkore, etc.) hasta que
se encuentre poseída, de hecho, por una nueva mentadidad mar
xista. El
medí.o es
el
«príncipe» moderno --que paradójicamente
no
repara en
medios-; pero
no es ya el
Príncipe personal
de
Maquiavelo sino el Partido Comunista convertido en una suerte de
«príncipe» coleotivo.
La dialéctica. inmanentista desaloja
as!
al
Dios cristiano de
la conciencia del hombre y, en su lugar,
inhabita ahora el
«príncipe», el anti-Cristo que,
por
fin, ha cor
tado
la divina Cabeza y ha arrancado la Gracia del alma del
hombre (10).
(9) Cuadernos de la _cárcel, Pasado_ y presente, en «Obras», de A. G.,
vol. V, págs. 13, 73, 81-82, 228, 230-231; el vol. V, trad. de G. ·ÜJEDA
PADILLA, Juan Pablos, Editor, México, 19n.
('10) Cuadernos de la cárcel, Pasado y presente, vol. V, págs. 85-6,
215-6; para comprender aspectos esenciales de la 8.Ctual situación de lá
cultura europea e iberoamericana, d. Cuadernos de la cárcel, Los intelec-
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Fundaci\363n Speiro
•ALBERTO. CATURELLI
Pleroma . de la experiencia, pleroma · de la razón, pleroma
de
la materia y, en el fondo, pleroma
de la Nada. Como ya se
ñalé, . así como mutuamente- se impliom los momentos desenca
denantes del imnanentismo ( velle, sentire, cogitare ), del mismo
modo
se implican
hasta hacerse casi indiscernihles la ahsolutiza
ci6n de
la experiencia, de la ratio y de la materia y explican
algunas vertientes típicas del pensamiento actual como culmina
ción del «principio» de inmanencia. En efecto, la absolutización
de la experiencia, impulsada por el positivismo, también puede
abarcar el mundo del inconsciente y, simultáneamente,
.al hombre
como
una estructura prelógica expresada en el lenguaje, ya sea
como «sistema» de signos (uso individual del lenguaje), ya sea en cuanto al uso colectivo (momento social); en este caso, el
lnmanentismo rompe
··con la
primacía del
cogito, pues el hom
bre es considerado como mero objeto. De
ahí que resulte cohe
rente la transposición efectuada por Lévy-Strauss del método
lingüístico a la
etnología, dando
nacimiento al método estructu
ral
.. En tal
caso, el inconsciente ·colectivo (Dürkhein) actúa como
fuente de la actividad simbólica aplicada a toda la cultura; el
hombre resulta exponente de una suerte de
«razón estructural»
por
la que el
co gito es transformado en un «ello piensa» o «ello
habla» que disuelve al hombre en
ló no-humano; el estructura
lismo aniquila
al hombre de carne · y huesos luego de haberlo
colocado en el centro. El hombre
es· un
ente a-nónimo, una es
tructura vacía como u:tia--malla slll nada o, si se quiere, una
estructura de nada inmersa en · el pleroma de la Materia. Para
el esttucturalismo, el hombre es mera «cosa», en la cual se re
flejan los mitos que, en cierto modo, anuncian la inevitable
desaparici6n del hombre. Primero, el hombre se autopone en la
cúspide de la realidad y, acto segundo, proclama su propia muer te, o su propia nadidad. Naturalmente, no hay trascendencia
tuales y la organizaci6n de la c~ltura, en «Obras», vol. II, trad. de R.
ScrARREt, ib., 1975; en lo que se refirre al «príncipe» colectivo» cf.· No
tas sobre_ Maquiavelo, trad. y prólogo de JosÉ-M. A.rucó, «Obras», vol. I,
ib., 1975.
260
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
porque Dios, como en Feuerbach, es pura proyección imagina
tiva del hombre mismo. Nada del hombre, nada de Dios ( 11 ). De
ahí que Faucault haya llegado a la triste peto. coherente
conclusión· de la necesidad de e-liminar
la conciencia humana
como consecuencia de su ««atqueología de las ciencias huma
nas»; en cuanto descripción de su estructura del lenguaje discur
sivo
y de su formación histórica, pone en evidencia las rupturas,
los
conflictos; es decir, las discontinuidades, pero de tal manera
liberado del problema antropológico· que la conciencia deja de ser el sujeto de todo el cambio
y, por eso, deben mentarse los
simples hechos de que
se habla, se actúa, fuera de toda concien
cia subjetiva hasta la liquidación del sujeto humano ( 12 ). Es de
cir, sólo hay «cosas» (individua) cuya relación con las palabras
cambia con cada. edad; cada . período histórico detenta su propia
episteme (a priori histórico) que, para Faucault, son el Rena
cimiento, los siglos
XVII y xvm { época «clásica») y los siglos
XIX y xx: de modo que «antes del siglo XVIII el hombre no
existía»; hoy, la ciencia (no
la metafísica que carece de toda va
lidez) lo pone como objeto; de modo que este hombre que aca
ba de nacer ya está muerto o moribundo porque las ciencias hu
manas son puras estructuras sin contenido. El asesino de Dios
ya casi está en el sepulcro y, por eso, Faucault proclama no ya
la muerte de Dios, sino «el fin del hombre»
·( 13 ), Así,
apenas
si queda espacio para la blasfemia de Jacques Lacan porque
.so
lamente la neurosis ha· «fabricado» a Dios como fruto de un de
lirio psicótico. Debemos, pues, convencernos: ·Dios ha muerto:
Si. Pero también ha muerto el hombre. Por delante, sólo la
Nada. Es lo que he llamado, tantas veces, el pleroma de la nada.
(11) CLAUDE LÉVY-STRAuss, Mithologiques, IV; L'homme nu, París,
1971; anteriormente, sobre
d carácter ·colectivo de'. todo sistema simb6lico,
Antropología estructural, cap. 9, trad. de E. VER:ÓN, Eudeba, Buenos Aires,
1968; sobre lá desaparición del sujeto singular, cf. Et pensamiento salva;e,
cap. 7, trad. de GoNZÁLEZ ARAMBURO, F.c.e.m., México, 1964.
(12)
L'archéologie du savoir, págs. 41 y sigs., París, 1969; trad. esp.,
La arqueología del saber, Siglo XXI, México, 1970.
(13) Las palabras y las cosas. Una arqueología_ de' las ciencias huma
nas, pág. 373, México, 1968.
261
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELU
La otra vertiente del «princrp10» de inmanencia sigue fiel
mente
fa línea nominalista-empirista indicada anteriormente pero
que, hoy, ha extraído sus últimas consecuencias hasta el escep-.
ticismo total. Esto se comprueba si fijamos
la atención, alterna
tivamente, en el primero y en
el último Wittgenstein: el Witt
genstein del
Tractatus pone el ac~to -como Russell- en la
afirmación de
que «el mundo
es la
totalidad de los hechos» ( 14 ),
es decir, de hechos atómicos, empíricos, cuyas partes son los «ob
jetos». A estos hechos corresponden las proposiciones atómicas
( cuyas combinaciones son las «funciones de verdad»), las que
_sólo tienen sentido _si representan hechos atómicos; por eso, es
menester un lengua¡e ideal (sin el cual parece no ser posible el
pensamiento) que, al cabo, carece de sentido. La «verificación empírica» ( ciencias empíricas),
la lógica y la matemática CÓnsti
tuyen
todo lo que puede tener sentido; por tanto, no hay filoso
fía ni trascendencia y los· grandes temas que preocupan al hom
bre.
son no-problemas.
De ahí que, cuando Wittgenstein con
cluye «de lo que no se puede hablar,. mejor callarse» (15), no sólo quiere expresar que
nada podemos decir sobre proposicio
nes filosóficas, sino que corresponde
callar ante la inevitable nada.
Lo
que es, nuevamente, nada del hombre y nada de Dios.
Por eso me parece que, a pesar de las diferencias, el último
Wittgenstein no difiere esencialmente del primero, pues, aunque
rechace la doctrina del
Tractatus, su empirismo es conducido
hasta sus consecuencias extremas. En
efecto, equiparando el len
guaje al juego,
sostendrá que no existe uno sino
muchos «jue
gos
de lenguaje» según sus
usos operativos (16). Aunque ahora
rechace el atomismo lógico, en la medida que las palabras
cons:
tituyen «herramientas» destinadas a un uso concreto, esto deter
mina el tránsito al pragmatismo y el irunanentismo logra -en
nuestro
lenguaje-
la totalidad del pleroma de la Experiencia.
El pensar (como ha dicho Walter
Schulz) es, precisamente, «la
(14) Tractatus logico-philosophicus, 1.1.
(15) Tractatus, prop. 654 (7).
(1~) Investigaciones filos6ficas, núm. 32, 43, trad. A. Ross1, Unam,
México, 1%7.
262
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
negación de la filosofía» ( 17), la cual, ni explica ni deduce y
debe ( ejerciendo su única
«función terapéutica»)
liberarnos.
del
«embrujo» del lenguaje, mostrando que los grandes problemas
( el yo, el hombre, Dios, el mundo) no son tales
sino confusio
nes,
perplejidades sin salida, que deben desaparecer ( 18).
No
hay, pues, yo; no hay «alma»; no hay «ser», s6lo dudas y per
plejidades, pues
no se puede ir allende el lenguaje cotidiano (y
los hechos «verificables»).
Ante el
mundo
de los hechos «verifi
cables» que ( como en todo empirismo nominalista) se evaporan,
sólo la
duda total; ante
mí mismo, ante Dios, ante el otro hom
bre, nada. Como ante un Vado, tenemos ante -nosotros un in
conmensurable NO: Un «pensar» sin ser, una «lógica» sin logos.
Ya en este extremo, asistimos a la culminación negativa del «prin
cipio» de inmanencia: nada de Dios, nada del hombre, nada
de todo.
Y, así, el progresivo desarrollo del «principio» de inma
nencia, que tiene su origen en, la auto-posición ( voluntarismo
originario) tanto de la experiencia sensible cuanto del pensar
autosuficiente, desata las vertientes del pleroma de la
Razón, de
la
Materia,
de la
Experiencia y
de. la Nada que equivalen, como
esperaba Gramsci, a
la «decapitación» de Dios y a la e-limina
ción del hombre. En todos los casos, siempre mutuamente im-
. plicados, es inevitable la absolutización del orden temporal.
II. EL INMANENTJSMO TEOLÓGICO Y LA ELIMINACIÓN
DE LA PATRIA CELESTE,
a) El ''principio.,' de inmanencia y la. destrucción de 'la. Teo
logía.
Como se ha visto,
el «princtp10» de inmanencia es totaliza
dor y abarca dentro de sí a todos los grados de
la realidad, tan-
(17) WALTER ScHULZ, Wittgenstein: La negaci6n de la filosofia, 116
p,lgs., trad. de J. MoNTOYA SAENZ, G. del Toro, Madrid, 1970.
(18) Investigaciones filosóficas, n6m. 133; también Cuaderno azul,
págs. 101-102, que cito por Los cuadernos azul y ma"6n, trad. de F. GRA
CIA GmLLÉN, prefacio de RuSH RHEES, Editorial Tecnos, Madrid, 1968.
263
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
to natural como sobrenatural. Inmediatamente se percibe la con
tradicción existenie , entre inmanencia y Revelación cristiana por
que si todo debe permanecer dentro de los límites de la expe
riencia (sensible), de la voluntad (autosuficiente) y de la razón,
no es posible ya hablar de misterio
inalcanzable por
la «verifi
cación empírica», por el
impulso ciego
de la voluntad o la pura
razón -raciocinante. En consecuencia, así como el método de la in
manencia conduce fatalmente al ateísmo en el orden filosófico,
en el orden de la Revelación conduce a
· la
«muerte» del Dios
vivo
Y. a la disolución ·de la Teología. Aceptado el «principio» de
inmanencia, se acepta instantáneamente la no-distinción entre na
turaleza
y gracia o, peor aún, la ruptura entre naturaleza y gra
cia y el centro de la reflexión teológica ha de ser, entonces, ne
cesariamente el hombre y no ya Dios revelante. Por consiguien
te,
la «divinización» del hombre y, ¡oh paradoja!, la des-divini
zación de
Dios-vivo va penetrando la teología cristiana.
Y esto
es lógico porque,
si consideramos
el «principio» de inmanencia
en la línea de
la ratio (pleroma de la Razón); debemos decir que
todo es inmanente a todo desde que el pensar es idéntico al ser.
En tal caso, es de la esencia del espíritu la
mediación porque «su
actividad, como dice Hegel, consiste en superar
la inmediatez, en
negar a
ésta y, por consiguiente, en volver sobre sí mismo» (19).
Por un lado, nada. sale fuera de la conciencia y, por otro, el
pro
greso no es otra 'Cosa que «las fases por los que atraviesa la con
ciencia» (20). Hegel
asume. la
idea de progreso del iluminismo
y de todo el inmanentismo anterior; lo cual supone, respecto del
Dios cristiano, la necesidad del espíritu
ert su
enajenación
y, por
eso, la -«encarnación humana de la-esé:nda divina» consiste en
tener «la figura de la autoconsciencia», que es el contenido de
la religión absoluta (21 ). Como en
los textos
de la gnosis anti-
(19) Lecciones sobre la filosofia de la historia universat I, pág. 44;
trad. de J. GAOS, Revista de Occidente, Madrid, 1953.
(20) Op. cit., I, pág. 127.
{21) Fenomenología del espíritu, pág. 439, trad. W. RosEs, F.c.e.m.,
México, 1966; cf. JEAN HYPPOLITE, Genese et structure de la Phénoméno
logie
de
/'Esprit de Hegel,
págs. 511 y sigs., Editions Montaigne, Aubier,
1946; los antecedentes pueden verse en los escritos juveniles, L'espr'it du
264
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
gua, la Encarnación del· Verbo supone que «la esencia ha deve
nido
por sí misma en esa presencia sensible; el ser
allí inmedia
to de la realidad ha dejado de ser un ser
allí extraño o extemo,
al ser superado, universal; esta muerte es, por tanto, su naci
miento como espíritu» (22). No es necesario esperar al anuncio
de Zaratustra para comprobar que «Dios ha muerto», pues, como
expresa el mismo Hegel, «el hombre divino muerto o el dios
humano es,
en sí, la autoconsciencia universal» (23 ). En ella,
el
bien
y el mal son, a la vez, lo mismo y distintos, lo mismo ·Y
no
lo mismo.
La Revelación se «resuelve» en el mundo donde
se
ha disuelto la diversidad entre naturaleza y gracia, entre lo na
tural
y lo sobrenatural; mientras la filosofía es una suerte de
subrepticia teología,
la teología se vuelve antropológica y la con
ciencia humana
ocupa. el
centro absoluto en lugar del Verbo. Por
eso he sostenido anteriormente que, el inmanentismo hegeliano representa
la expresión más perfecta del «espíritu del mundo»
y, en el, fondo, la destrucción total de la Teología. Esta «revo
lución», en el sentido de revolvere,-de volver atrás, retorria a
una suerte de gnosis represeutativa de lo «viejo», · del hombre
viejo por contraposición al hombre nuevo del Cristianismo.
Desde esta perspectiva se siguen varias conclusiones inevita
bles:
1) La primera de todas es el «retiro» progresivo de Dios
respecto del mundo
y, sobre todo, de la conciencia humana. Esta
ausencia comienza -
gel, no es más que el Espíritu qne «deviene otro»- por la na
turaleza: el cosmos deja de ser la revelación de
los. atributos y
perfecciones divinas ( ateíSmo cósmico al que me referiré más
adelante).
2) En segundo lugar, la autoposición de la conciencia como
«posición» de la realidad
y de sus límites ( «principio» de inma
nencia) necesariamente implica la expulsión de Dios de la inte-
Christianisme et son destin, trad. de J. MARTÍN, ínttoducci6n de JEAN HYP-·
POLITE, J. Vrin, París, 1948.
(22) Op. cit., pág. 450.
(23) Op. cit., pág. 452.
265
Fundaci\363n Speiro
1
ALBERTO CATUREW
rioridad del hombre; síguese así el camino inverso del de San
Agustín porque la conciencia agustiniana se limita a des-cubrir
el ser (interior y objetivo-trascendente) que remite a Dios que,
causalmente, es más íntimo a la conciencia humana_ que su pro
pia intimidad. En. cambio, el ateísmo es la consecuencia necesa
ria de la inmanencia y, por eso,
la progresiva ausencia de Dios
en el hombre.
3) Por tanto, también ausencia de , Dios no s6lo en
la acti
vidad contemplativa sino en las operaciones humanas
transeún
tes,
ya sea respecto de los actos libres en orden al fin ( morali
dad) que debe quedar en el ámbito intra-mundano (moral de si
tuación), ya sea respecto de
la producción de una obra (trabajo);
en este caso se ordena a la mostración del ser en la obra para ser contemplada (la cultura), o
la producción de un instrumen
to
útil para un quehacer práctico {la técnica); en todos los casos
,se tratará
de un trabajo intramundano (ateo) y, por consiguiente,
de una cultura sin Dios y de una técnica clausurada en
el, mundo
sin trascendencia. Estamos, pues, en una civilización
en· la
cual
Dios está verdaderamente
ausente.
Con aquellos supuestos, el espíritu inmanentista exige, tam
bién, una teología adecuada a la situación actual del mundo; es
decir,
ufia teología sin Dios. Si todavía queremos que el Cristia
nismo sea aceptable para el hombre de hoy, es menester partir
de estos supuestos (Bonboeffer) y consentir el hecho de que
la
conciencia está vacía de Dios. Tener conciencia de esta situación
y asumirla es lo que el citado Bonhoeffer llamó
«madurez» (Mün
digkd.t) hace varias décadas y que todavía hoy repiten servil
mente nuestros progresistas»
(*). A partir de esta secularización
total (por completo prevista en el hegelismo) se abre paso una
(*) La «teología de la liberación» no ha dicho una sola palabra original
porque está en--estrecha dependencia respecto del progresismo europeo y,
especialmente a,_emán. Sobre esto, véase .el volumen que sobre La. Teofogia
de la liberación y el marxismo, publican los Cursos de Cultura Católica,
Buenos Aires, 1986;
allí, mi trabajo La dialéctica marxista en la «teologia.,,
de la «liberación», págs. 91-118, en el cual pretendo haberlo demostrado.
266
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
«nueva» exégesis sobre los textos de la Sagrada Escritura com
pletamente in-dependiente, o al margen o contra el Magisterio de la Iglesia. Semejante exégesis no debe eludir, por ejemplo, lo
que Rahner
llamó «reflexión
trascendental» en sentido kantiano
y por él recogido cuando estudió con el P. Maréchal; de ahí que,
desnaturalizando completamente el sentido del tomismo, sea ne
cesario «reducir» la Teología a una «antropología trascendental», no porque se niegue inmediatamente a Dios, sino porque no
que
da.
otro
camino si partimos del inmanentismo en el cual las ver
dades de
fe pierden su objetividad. Esto es lo que el P. Fabro
denominó la «inversión antropológica» de la Teología
y que Metz
llevó hasta sus últimas consecuencias. El pensamiento teológico
ha eliminado el
· método
escolástico
y la metafísica escolástica
(
como lo exige el inmanentismo actual
y la necesidad de estar
a la page) y, por eso, la exégesis bíblica no puede emprenderse
ya a la luz del Magisterio ( aunque se enmascare el menosprecio
por él), sino desde el «sujeto trascendental» considerado como
a priori «teológico», o desde el análisis existencial heideggeria
no, o desde el vado metafísico del estructuralismo, o desde el análisis lingüístico. De ahí que ya se trate de Rahner, Metz,
Bultmann, Malcolm, van Buren, Altiser o Hamilton, admitidas
las diversas formas del «principio» de inmanencia,
debe seguir
se el rechazo del método hermenéutico que sigue el
orde¡Í inelu
dible:
Sagrada Escritura, Tradición, Padres, Concilios y
M~giste
rio
infalible
de
la Iglesia; enton;;.,s, también, debe seguirse la
secularización
total de la Teología
y la secularización concreta
de la vida cristiana. El dato revelado se muestra en la historia
y sólo en la historia, la Resurrección del Señor es lo que los ap6s
to/es
creyeron, el Reino de Dios es utopía o, simplemente, es un
meto «ideal» ético, o debe colocarse en el futuro
intrahist6rico,
ya
que todas estas posibilidades son proyectadas desde la
sub
jetividad
trascendental. La teología «de la muerte de Dios» (Al
tiser, Hamilton)
sólo es
más
)mpresionante por
su manera ex
positiva más gruesa y directa; pero toda esta teología que parte
de la inmanencia, «pone» un Dios que ha, objetivamente,
muer0
267
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CAWRELLI
to; o que, si no ha muerto del todo, habrá que cortarle la ca
beza
(24).
Esta horizontalización de la Revelación cristiana constituye
una si¡erte de anti-conversión, puesto que .tiende a unificarse con
su máximo enemigo que es el
mundo .. Quien dijo que su Reino
no es de este mundo se ha colocado en las anúpodas de la teo
logía de la
inmanencia; pero
esta oposición es aún más total, si
cabe, cuando el «espíritu
del mundo» desnaturaliza y vacía su
palabra por medio del llamado «análisis del
lengu~je», que
es la
aplicación de la filosofía
analítica a
la
exégesis bíblica.
Así, por
ejemplo, es el caso de Paul
van Buren en The Secular Meaning of
(24) Disponemos, en español, de los Escritos de Teología, 5 vols.,
Ed. Taurus, Madrid; 1961-64; para nuestro
fin, Espíritu -en el mundo. Me
tafisica del conocimiento finito, según Santo Tomás de A.quino, Herder,
Barcelona, 1962. Desde el punto de vista crítico, son anteriores a los libros
del .P. FABRo, los escritos del P. Juuo MEmv!ELLE> «Rahner,. ¿teólogo
católico o gnóstico?», en JaÚja, núm. 28, Buenos Aires, abril de 1969, y
«El misterio' de la Encarnación en _Rahner~, en Jauja, núm. 31, 1969; véase
también La If,lesia y -el mundo moderno, cap. IV, Ediciones Theoria, Bue
nos Aires,
1969. Posteriormente, el importante libro de CoRNELIO FABRO,
La
svolia antropologica di
Karl Rah~er~ Rusconi, Milano, 1974. Adquieren
especial relevancia
las
obra~ de J. B. METz, Antropocentrismo cristiano,
Sígueme, Salamanca, 1972, y Teología del mundo; 2." ed., ibíd., 1971. Por
debajo de estas especulaciones; siempre hace
acto de presencia el tema de
la «desmitologización» .del cristianismo: el progréma del mismo fue lan
zado por· .RunoLF B:ULTMJ¡\NN, en. 1941, en su ya -célebre ensayo Neues
Testament und MythologÚ (Munich,
1941),
reeditado. más tarde (1948).
Véase minuciosa bibliografía en ANTON VoGTHE, Revelaci6n y mito, 203
páginas, trad. de J. BLÁSQUEZ, Herder, Barcelona, 1965; también en L. MA
LEVEZ, S. l., Le metsage chreiien et le mythe. La théologie de R. Bult
mann,
Bruselas-Brujas-París, 1954; utilísimo el volumen de Archivio di Fi
losofia, sobre Il problema della demitizzazione (1961), 334 págs., lstituto
di
Studi Filosofici, Roma, con escritos del propio Bulmann -y otros como
Kerenyi, Daniélou, Marlé; el artículo de Bultmann es un bueri resumen de
su posición, págs.
27-34. Sobre la llamada «teología de la! muerte de Dios»
tengo a la vista THOMAS· J. J. ALTIZER, The Cospel of christiam atheism,.
157 págs., The Westminster Press, Philadelphia, 1954; ·cf. el vol. colectivo
The meaning of the dedth ·o¡ God, Protestant, Jewish and Catholic Scho
lars.
E~lore Atheistic Theolqgy, Edíted by B. M"Qrchfand, Random · Hou
se,
New York, 1967.
268
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
the Gospel
(London, 1963) y otros ensayos menores que utilizo
aquí en los que,
supuesto e] «análisis» del último ·Wittgenstein
(pero también de Wisdom, Strawson, Austin y otros) quita todo
valor a la
Palabra revelada
sobre la base de la incapacidad del
lenguaje
empírico (y
no hay otro) para referitnos a Algo tras
cendente; si la
teología quiere
ser una expresión auténtica del es
pfritu contemporáneo, debe aceptar la
reducción de su conteni
do a la inmediata realidad empfrica,
así como la alquimia acep
t6 reducir
su contenido al ele la
química y
la astrología a la
as
tron;,mía ...
Luego,
con Barth y con Bultmann, la fe
nada tiene
que ver con la religión y corresponde preguntarnos por el valor
del «lenguaje
teológico». En el ámbito de los «juegos de len
guaje» ( o de lenguajes) de Wittgenstein, es menester pregun tarse por el
uso del lenguaje en s;, contexto, tal como lo emplea
una cierta comunidad llamada «Iglesia»; siempre se trata de un
lenguaje humano para el cual
la locución «el nombre de Dios»
(utilizada en sentidos diferentes) tiene como «modelo» el
leu
guaje
.moral que se propone un «ideal» irrealizado, puesto, gene
ralmente,
en el
futuro y presentado como norma. La misma «am
bigüedad» de las palabras indica que lo dicho en la Biblia está
destinado a cambiar con el tiempo su carácter de verdad:
el aná
lisis, sostiene van Bure:D., solamente «.Puede'. .. mostrar que entre
los diferentes usos del lenguaje, hay también éste, el uso que
n;,s da
un ideal moral, un uso que es apropiado para la narra
ción
de la
historia» (25). Nada más. La fidelidad del cristiano se
pone como fidelidad a la tierra
y a la historia; de todos modos,
«no comprendemos cómo puede utilizarse la palabra "Dios"»,
entonces, ya ni siquiera podemos comprender la exclamación de
Nietzsche «Dios ha muerto». Guardemos
silencio porque «el pro
hlema de
hoy es que la palabra 'Dios' ha muerto».
La exclamación
de Nietzsche
sigue siendo
metafísica y, por tanto, sin significa
do. Nada podemos
decir. La palabra 'Dios' ha muerto. Silencio.
Nada más
que silencio.
O
lo que_ es lo mismo. Vacío de Dios_
(25) «Qu'est-
en el vol. L'analisi del linguaggio teologico, en AA.VV., 'hchivio di Filo
sofia, Cedam, A. Milani, Padova, .1969.
269
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CA,TURELLI
b) Las catacumbas de hoy, la eliminación de la Patria ce
leste y el actual mamrio de la Iglesia.
EI «principio» · de inmanencia y la subsiguiente categoría de
la «madurez» han conducido al mundo actual, primero, a la «de
capitación» de Dios e, inmediatamente, a la suprema inmadurez de la «divinización» del
hombre que
equivale a su propia elimi
nación. De
ahí que el mundo contemporáneo inmanentista sea
deicida y, por eso mismo, _homicida. Se cree «progresista» y es,
en cambio, retrógrado porque regresa al gnosticismo pseudo-sal
vífico que. ha
luchac!o hasta
hoy por la restauración del mundo
vieio cuya cabeza no es otra que «el príncipe de este mundo»,
mentiroso, deicida
y homicida desde el principio.
Los agentes ( o los «miembros») más eficaces y
«maduros»
son
los apóstatas de hoy, para quienes la «muerte de Dios»
no·
es
ya un punto de llegada sino un punto de partida del pensa
miento «teológico» ( como viene a decir Robinson). Esta marea,
al parecer irresistible porque cuenta con todo el poder del uni
verso, conduce a la Iglesia a las catacumbas sin percibir que su
debilidad es su fuerza y su derrota su victoria. Sean físicas o es
pitituales,
las _catacumbas de hoy impiden que la Palabra enmu
dezca, que se distorsione su sentido
y que designe la Nada. Hace
casi ochenta años, San Pío X, en su encíclica
Pascendi (por algo
detestada por el «progresismo»),
seiialaba proféticamente
que el
proceso del inmanentismo anti-teológico
parda desde
dentro de
la Iglesia
y señalaba sus causas: éstas no son otras que la so
berbia,
por la cual se muestran como «únicos poseedores de la
ciencia», pretendiendo que la Autoridad «se acomode a su
liber
tad»;
la
ignorancia (enmascarada de sabiduría) y la ave,si6n del
método
escolástico
que es aversión de la filosofía y de la metafí-_
sica.
Todos ellos,
decía San
Pío X, «en los sagrados seminarios
y en las universidades científicas andan a la caza de las profe
sorías, las cuales convierten poco a poco en .cátedras de pestilen
cia» (26). Quizá pensando en tan grave afirmación, un santo
sa-
(26) Pascendi Domini gregis, núm. J2.
270·
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
cerdote amigo me decía h.ace · poco que es uu pecado contra el
Espíritu mantener en sus cátedras o designar profesores en se
minarios· y universidades eclesiásticas, contrarios a la sana_ doc
trina; es la misma preocupación del P. Cornelio Fabro cuando,
al• comprobar
el predominio
dentro de
la Iglesia de los «profe
sores», se queja diciendo que «de una Iglesia de
obispos parece
haberse
convertido en una Iglesia de profesores»
(27).
Desde esta perspectiva, la inmanentización del mensaje de
Cristo tiende a diluir primero y hacer desaparecer después
la
Patria celeste del cristiano de que habla San Pablo y, con Ella, el
sentido de peregrinaje .de la vida presente. Por eso, actualmen
te
me resulta
insuficiente la expresión por
mí empleada hace
trece años acerca de «la Iglesia católica y las catacumbas de hoy».
Ahora quizá
sea necesario hablar del martirio de la Iglesia en
sus miembros desde Pedro hasta
el último cristiano. Si bien la
muerte física es esencial al martirio o testimonio de
la sangre
por Cristo, porque «mientras (al cristiano) le queda
la vida cor
poral, no ha demostrado todavía de obra»
(28), por extensión
puede hablarse de martirio porque «padece como cristiano no sólo lo que padece por
la confesión verbal de la fe, sino todo el
que padece por hacer un bien y evitar uµ mal por Cristo, por
que todo ello cae dentro de 1a confesión de
fa fe» (29). En este
sentido, los miembros de
la Iglesia están siempre en la posibili
dad del martirio que, si bien emana de la fortaleza, es
· acto
su
premo de caridad de la
cual proviene
su mérito; estoy, pues,
convencido de que, en el mundo inmanentista de hoy, muchos
cristianos que sufren el dolor indecible de ver «decapitado» a
Jesucristo en
el· alma
de los hombres, padecen una suerte de
martirio que, en algunos casos, es preparación ~ra el martirio
esencial. El desarrollo mundial del «principio» de. inmanencia
dentro y desde dentro de la Iglesia, se extiende como un cáncer
del Cuerpo Místico que quisiera transformarlo en un «cuerpo
de muertos»; a esta contaminación llamó Pablo VI la «autode-
(27) La aventura de la teología progresista, pág. 297.
(28) Santo Tomás, SI'h., IHI, 124,4.
(29)
Santo Tomás,
STb:, II-II, 124-5.
271
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
molición de la Iglesia», la cual equivale a un marttrzo progresi-,_
vo de la Iglesia en sus miembros. Como dijo el Señor en el
huerto de Getsemaní, «ésta es la hora vuestra y la potestad
de las tinieblas»
(Le, 22,5.3 ); y lo es también ahora en este
Getsemaní contemporáneo donde Cristo es traicionado
día a día.
Estoy convencido que este dolor secreto es eminentemente sen tido por
la Madre de Dios que desde hace tiempo llora en diver
sas partes
del mundo. Cuando Pío XII supo que la Señora llo
raba en Siracusa,
exclamó preguntando
como quien ya sabe la
respuesta: «¿Por qué llora
la Señora en Siracusa?». Llora por
que Dios-Hijo es cotidianamente «decapitado» por los
apósta
tas
de hoy: por esos que «han salido de nosotros, mas no eran
de los nuestros ... » (I
Jn, 2,19).
III. .EL JNMANENTISMO: CIENTiFICO-TECNOLÓGICO Y EL COSMOS
COMO LA ANTI-PATRIA TERRENA.
Ahora, si volvemos los ojos desde nuestro infinito interior
para contemplar el inconmei:isurable cosmos exterior, vienen a la
memoria las conocidas palabras de Pascal: «qu'est-ce que l'hom
me dans la nature? Un néant a l'égard de l'infini, un tout a
l'égard du néant, un
milieu entre ríen et tout» (30). Quien se
haya
puesto a
contemplar por la noche a través de los «huecos»
de la
Vía láctea nuestra galaxia, hacia más allá, se habrá asoma
do fuera
del disco
de nuestra galaxia y quizá haya podido ver
la más cercana de las galaxias vecinas,
Andrómeda, a
más de
700.000 años luz. En ese momento sentirá qué, de veras es el
hombre una nada respecto del infinito y un todo respecto
· de
la
nada, un medio entre nada y todo. Este espectáculo que, hoy, a Santo Tomás le hubiese sugerido nuevamente el argumento
«ex
gubematione rerum», contemplado desde el a priori del «prin
cipio» de inmanencia, conducirá al hombre a concebir un contra
dictorio cosmos sin Dios en el cual deambula el hombre «extra-
(30) Pensées, núm. 348, por Ed. Chevalier, Gallimard. París, 1960.
272
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
viada» que, según trataré de mostrar, se habrá quedado sin pa
tria terrena y sin patria «celeste». No será ya, como dice Pas
cal,
«un. todo
respecto de la nada», sino un ente «perdido» en
el
«infinito exterior»
sin poder escapar de «la horrible situa
ción en que nos encontramos»,
cómo ha
dicho Hoyle
(31 ).
Por
qué
el gran astrónomo británico cree que la Tierra y el
hombre están en «¿horrible situación?» Porque
él no puede con
templar el universo físico sino desde
l.a perspectiva
del principio
de inmanencia en su. vertiente empitis~a y escéptica, que es uno
de los momentos esenciales del proceso de la inmanencia (ple
roma de la Experiencia). Si es así, se explica que
el físico Eckart
Heimendabl
piense que «si
la la religión cristiana privó al cos
mos de los dioses, la nueva mecánica física del cielo le privó de
Dios»
(32). Lo
cual solamente denuncia un
a priori inmanen
tista proyectado sobre el cosmos el que puede apreciarse, sobre todo, cuando al físico se le pregnnta por el origen y el fin del
universo: con el único propósito de ilustrar
. mi exposición de
modo sencillo, considerem.oS dos caminos propuestos por físicos
y astrónomos: · ' ·
a) Se ha sostenido que a partir de núcleos livianos se desa
rrollaron elementos pe_sados hasta que, en algÚn momento, acon
teció la primera o gran explosión (la conocida hipótesis del «big
bang» ); también se supone que, para
cada partícula,
existe otra
idéntica de signo contrario {antimateria). Materia y
antimateria
se
habrían formado en la explosión
originaria, de
modo
qué la
materia
actual del cosmos es apenas el resto de lo
i¡ue tenía
a
su disposición el
big bang. En este caso, dos caminos se abren
allende la física:· no es posible trascender la hipótesis planteada
y la expansión desatada signe por siempre en la inmanencia de
la materia; obsérvese que, para que haya existido la explosión,
se suponen aquellos núcleos livianos a partir de los cuales se
(31) FRED HoYLE, La naturaleza del universo, pág. 140, trad. de. A.
T. W:EYLAND, Fabril Editora, Buenos Aires, 1961. ·
(32) EcKART HEIMENDAHL (con la colaOOración de WEIZSACKER, GER
LACH, WraLAND, BoRN, GÜNTHER y We1SSKO_PF), Fisica y filosofia, página
38, trad. de J. S. IGLESIAS MUÑoz, Guadarrama, Madrid, 1%9.
Z73
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
desarrollaron elementos pesados; en tal caso, la explosión no se
ha producido
ex-nihilo. Sin embargo, algún físico le ha llamado . ·
«acto
creador». Sin detenernos a considerar que, presuponiendo
la entidad de núcleos livianos no se puede hablar de «creación»,
es
evidente que el físico ha redescubierto
la contingencia en el
orden de la sustancia material a
la que él llama «fragilidad». Y
aquí es menester una decisión filosófica: o sostenemos la creatio
ex nihilo como único camino que revefa el sentido del universo,
o se prefiere
la vía inmanentista ( todo aquende la razón y la ex
periencia), en cuyo caso el cosmos se queda sin sentido y el hom
bre vagará por_
él en interminable extravío. Esto es lo que me
atrevo a llamar el ateísmo c6smico. O, quizá, aún sea coherente
la vuelta al mito arcaico del eterno retorno que nos dejaría aún
en peor situación.
b) Otro camino hipotético ( y que aquí sólo tomo como un
ejemplo) tiene el mismo supuesto: si se toma la luz como me
dida de distancia y se considera a la Vía láctea como un gran dis
co formado por gas interestelar y estrellas
de unos 60.000 años
luz de
diámetro, fuera de ella habría una inmensa «maraña de
galaxias» que se extienden allende 1.000 millones de años
luz y
cuyo origen, sostiene el ya citado Hoyle, es aquel gas tenue
-que denomina «material de fondo»- de
cuya condensación
provendrían
las galaxias. Sin ofrecer ninguna razón, pero obli
gado por el mismo planteo hipotético, sostiene Hoyle que siem
pre «aparece nuevo material para compensar el de fondo que
continuaniente está condensándose en galaxias»; por ello «nos
hallamos
forzadas a suponer que la naturaleza ·del universo re
quiere continua creación, un perpetuo dar origen a nuevo mate
rial de fondo» (35). Por un lado, Hoyle se ve. «forzado a su
poner» esta curiosa «creación continua:de materia» y, por otro,
debido· a su prejuicio inmanentista, se ve forzado a decir que «el
material creado» simplemente «no viene de nin,guna parte», pero
que esta hipótesis permite pensar en un «futuro infinito» del
(33) Op. cit., pág. 125.
274
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA· Y EL ORDEN TEMPORAL
cosmos (34 ). Demostrando une: ignorancia casi absoluta de ia
doctrina cristiana, pero arremetiendo contra ella con ia violencia
del prejuicio inmanentista, Hoyle dice que
la religión es sólo un
intento desesperado por escapar de «la horrible situación en que
nos encontramos», y como es absurdo plantearse el problema de
la relación entre «la mente» y el cuerpo, porque es inconcebible
«una mente» ( o cualquier otra entidad
metafísica) sin «lazos fí
sicos», nada garantiza un sentido ni, menos, que el hombre haya
de continuar su existencia allende
lo empiricamente observa'
ble
(35). Obsérv.ese que, si el «material creado» no proviene de
ninguna pari:e, o se afuma la_ creación ex nihüo, pues la vóz «nin
guna»
indicaría la ausencia de ser (no-ser), lo que rechaza Hoyle
contradictoriamente; o
la voz «ningnna» apenas indica la siempre
presente preexistencia_ de -gas interestelar, en cuyo caso no se
puede hablar de «creación» en ningún sentido. Se trata de un
callejón sin salida en el cual se ha metido la cosmología contem
poránea que no quiere admitir
ningún supuesto ni metafísico ni
teológico; por eso, ya regresa ~ tnitos prerracionales y ~caicos
(
como el propio Hoyle; pues las sucesivas conflagraciones
ad in
finitum recuerdan a Heráclito y a narracion~s aún más antiguas),
ya
afirma un cosmos sin-senrido en el cual anda el hombre «per
dido». Se ha querido absolutizar, «divinizar», al hombre que do
tnina el universo, y, en verdad, se lo ha arrojado a una suerte de
océano cósmico en el cual el avance incesante del hombre lo
asemeja a un navegante sin rumbo,
«perdido».
En
la inmensidad
d~l universo
físico, el hombre se comporta,
ahora, como un pequeño demiurgo sin noción del origen y del
fin. En el plano de la clivnlgación científica -que influye fuer
temente en literatura, historietas y ciencia-ficción- aparece un cosmos autosuficiente ( como en_ ese libro
Cosmos, de Sagan, que
tanto se difunde hasta en las escuelas), donde el Gran
Vado o
el
Gran Silencio ha reemplazado a Dios y donde el pequeño- de
miurgo Nada riene por delante, como no sea su posible auto-
(34) Op. cit., pilgs. 126, 133.
(35) Op.
cit., págs. 141-142.
275
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
destrucción. La cosmología inmanentista actual responde a esta
seducción de la Nada en el inconmensurable cosmos donde el
hombre ha
perdido tanto
su patria terrena (mota de polvo nadi
ficada) cuanto ~u patria «celeste», inexistent~ en cuanto situada
más allá de la verificación sensible. Tal es la «horrible situación».
IV. EL INMANENTISMO HISTÓRICOcPOLÍTICO
Y
EL ANIQUILAMIENTO DE LA PATRIA TEMPORAL.
a) El progreso. indefinido en la ciudad del mundo.
Por fin, consideremos ahora nuestra existencia histórico-tem
poral al término de esta ilimitada sugestión de la· Nada a que
el llamado «principio» de inmanencia ha llevado al hombre
en
los órdenes filosófico, teológico y científico-cósmico, sin que nin
gún grado del ser finito haya podido evadirse. Para .ejercer la
re
flexión en este último tramo de nuestro camino he elegido al
guna obra que, si bien carece de valor científico, constituye un
trágico testimonio _de lo que está pasando en el mundo; en es
pecial me refiero al libro de Zbigniew Brzezinski, Between two
ages{traducido con el titulo La era tecnotr6nica) que es un ejem
plo extraordinario de la inmanentización total del tiempo histó
rico-político.
Aceptado el «principio» de
inma1:1encia eri
el conocimiento
y en la filosofía,
era inevitable·
que fuera, por un lado, aplicado
a la Revelación cristiana (inmanentismo teológico-religioso) y,
por otro, al orden temporal (inmanentismo histórico-político)
que, desde Marsilio de Padova hasta el iluminismo y desde éste a los movimientos políticos de masas de hoy, se caracteriza por
la afirmación de su auto-suficiencia. Como pasa eh el iluminis
mo, el vaciamiento de la
Teología y
la
Metafísica supone,
por
un lado,
la reducción del conocimiento válido al de las ciencias
empíricas y matemáticas y, por otro,
la no-renuncia a la idea de
progreso heredada del cristianismo pero ahora secularizada; por tanto, como se afirma en
.el iluminismo; la tierra es la patria del
276
Fundaci\363n Speiro
-EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
hombre y la ciencia es el medio eficaz para conquistarlo, eman
cipándonos tanto
de la tradición cuanto de la autoridad; en cuyo
caso se corrompe el concepto de democracia
y se hace absoluta
transmutándose en la exaltación de
la democracia fundada en la
absolutidad de la idea de igualdad; la sociedad, suma extrínseca
de individuos, supone que aquella idea de progreso no sólo se
inmanentiza y
«materializa» sino
que es indefinido, expresión
del
cambio que, como creía Turgot, se encamina hacia un reino
futuro de dichosa igualdad, en el cual ( anulada o relegada a la
subjetividad la antigua religión sobrenatural) reinará la raz6n en
el goce de los bienes temporales (Turgot). Esta idea-motor del
progreso indefinido, circula como
lá sangre en el mundo occiden
tal
y, sobre todo, en el actual imperio anglo-americano y en el
mundo marxista en el cual
la idea de progreso se expresa en la
dialéctica de la contradicción.
;
obos colosos
se sustentan en
común en la idea de cambio en sentido progresivo y exclusiva mente terreno, como· último
estrato de la versión actual de la
ciudad del mundo. Por eso he escogido como
~pica la obtl! .;le Brzezinski
que
supone el
cambio progresivo como realidad originaria que exige, _
en nuestro tiempo, la interrogación por «un método de cambio
y
la sustancia del cambio» {36). Por. eso hay un «desafío del
cambio» que, a su vez, «engendra cambios metamórficos» (37);
el progreso
exige revolución y la «sociedad que otorga prioridad
al cambio»
y hace del conocimiento el vehículo de la «innova
ción», engendra rebeldes (38) que ponen en evidencia que es «urgente efectuar el cambio para que
la vida pueda seguir mar
chando» (39). Y esto es
fo que caracteriza a la sociedad norte
americana cuya «realidad fundamental.. .
ha sido
la
asimilación
(36) La era tecnotr6nica, pág. 191, versión de GERARDO MAYER, &li
torial Paidos, Buenos Aires, 1979, sobre el originiil. inglés BefWeen two ages,
The Víking Press, New York, 1970.
(37)
Op. cit., pág. 300.
(38)
Op. cit., pág. 339.
(39)
Op. cit., pág. 342; véase, también, palgs. 68, 159-170, 172, 339-
390, 314, 322-323, 339, 342, 391, 392,
395, 396, 398-403.
277
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
del cambio acelerado». Lo esencial no es, pues, lo que es sino
el cambio en la historia, la economía, la comunicación sensible,
la sexualidad, el poder; cambio, cambio, siempre el cambio como
progreso incesante, sin principio ni fin, dentro y desde·
dentro
de
una ciudad del mundo
a:fincada aquí
y
ahora para
siempre.
Ahora que podemos imaginar una Autoridad de esta ciudad tem
poral, su tirulat
podría ya
decir:
«Mi reino es de este mundo»
y a un Pilato satisfecho podría decir que no tiene potestad al
guna que no le haya sido conferida de abajo; es decir, por las
potencias del mismo mundo en cambio
perpetuo.
Así, pues, los países (o el país) que dejando atrás la etapa
industrial para asumir el desarrollo de
la tecnologia y la electró
nica, muestra que
estas últimas son «los
principales factores
del
cambio social» ( 40 ). Esto permite pasar a
la «era del proceso po
lítico global», una suerte de espúrea «unidad del género huma
. no»
que, para Brzezinski, permite superar «las grandes visio
nes de la historia» (como la de San
Agustín) que
son apenas
«sucedáneos de la ignorancia». No hay, pues, historia con un
fin
trascendente a la historia misma sino con un fin·. inmanente al
tiempo. En la línea del único conocimiento válido que es el
sometido a la verificación empírico-pragmática, «el conocimiento
se convierte en un instrumento de poder», ¡,ues la física nuclear,
las computadoras y las comunicaciones «otorgan prioridad a
· la
lógica
matemática
y al razonamiento sistemático» (41). He aquí
la
revolución que producirá modificaciones del
yo y de la expe
riencia, inaugura muy pronto una «realidad global» en
la éual
todos estarán
«en contacto
audiovisual» creando una bastarda
«intimidad mundial» ( 42)
que es
la de la
dudad global; lo «lo
cal»
es suburbano simplemente; es decir, es lo «nacional» que
ya no tiene sentido y, por eso, debemos resignarnos a ver des
aparecer las patrias nacionales.
278
La revolución tecno-trónica tiene un fatal y necesario pro-
(40) Op. cit., pág. 17.
(41) Op. cit., pág. 37.
(42) Op. cit., pág. 45.
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
pagador que son los Estados Unidos, simplemente porque es «la sociedad innovadora y
creativa de
hoy» { 43) en
el sentido del
cambio-progresivo; por eso, las etapas de la historia de Occiden
te son Atenas-Roma-Estados Unidos, pasando a las sombras de
la nada la Cristiandad medieval, el Renacimiento, el Imperio
Español
{sic); en
esta línea, fundiéndose la economía con la
po
litica, los tres grandes centros de poder de la ciudad del mundo,
son Norteamérica, Europa occidental y Japón, bajo la dirección
del primero que, mediante la
democracy, mantendrá en sus qui
cios el orden temporal. A su vez, esta «ciudad global» se sus tenta en «una conciencia humana global» evidenciada en «la
aparición de élites supranacionales, compuestas por empresarios,
estudiosos, profesores y funcionarios públicos internacionales» { 44 ),
la que manejará también una «red de información global». Esta
visión evolutiva, inmediatamente sustentada en Teilhard de Charclin, Cox, Foucault
y otros y, mecliatainente, en el ilumi
nismo protestante y democratista, pretende haber alcanzado «el
primer
univ,,,:.alismo» y, más aún, pretende haber · conquistado
«la
igualdad ante
lo sobrenatural» ( 45). Por este camino se su
perarán las religiones, las que «parecen implicar diferencias se
mánticas
no de fondo» y, como acaba de decir el señor Giovanni
Giovannini, presidente de la Agencia Italiana de
Notitjas (ANSA),
«la computación aplicada a la co1nunicaci6n social permitirá
barrer con las fronteras nacionales» de
modo que «importantí
simos
cambios politicos» sobrevendrán: «La informática
provo-
( 43) Op. cit., pág. 54.
(44) Op. cit., pág. 105.
(45) Op. cit., págs. 118, 120; el'lector no debe admirarse que esto sea
de veras pensado
y que realmente esté ocurriendo en los Estados Unidos,
donde también los 50 millones de católicos en su malyoría han sido domi
nádos por esta ideologfa simplista y eficaz, fundada en «el progreso inde
finido y en el único sistema político concebible: la democracia». Estas úl
timas palabras pertenecen al escl~or artículo de THOMAS MoLNAR,
«El catolicismo americano», en Verbo, XXV, núm. 241-242, págs. 71-80,
Madrid, 1986. Este trabajo, en realidad, supone el extraordinario libro an
terior Le modele défiguré. L'Ambi(jue de Toci¡uevüle a Carter, 224 págs.,
Presses Universitaires de France, París, 1978.
279
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATIJRELU
cará una ver
cat
la estructura de la sociedad, convirtiéndola en una aldea
global, como afirmó Matshall McLnhan»;
y así, televisión, com
putadora
y telefonía nos batán ingresar en «una nueva era donde
privará la libertad de la comunicación, que es esencialmente la
libertad total» ( 46 ). Sin entrar a refutar la ingenuidad filosófica
de la (intra-mundana)
«libertad total»
con la
libertad de
la co
municación ( empírica), lo verdaderamente grave es que, para la
mentalidad de estos hombres que poseen, hoy,
el 70 % de la
producción mundial, la historia es definitivamente inmanente a sí
misma, haciendo
visible,
aquí y ahora, la «inversión antropo
lógica» que pretende poner al hombre como absoluto
Demiurgo
de
este mundo. Este intra-mundano
amor sui, afincado para siem
pre en el
temporalismo exterior,
constituye la
ciudad del mundo,
culminación
del progreso indefinido.
b) Del mito del cambio al totalitarismo planetario.
El «mensaje radical implícito en el concepto ·cristiano de la
historia», dice Brzezinski adulterando la oración del Señor, es la
«btisqueda de
la salvación
'en la
tierra como en
el cielo'». Se
mejante mensaje ha· sido acallado por la «institucionalización»
del cristianismo que termina por aceptar la estratificación social
y hasta puede «beneficiarse con ella como en Hispanoamérica».
De modo que, en total acuerdo con las formas .marxistas de la «teología» sin Dios, saluda con alegría «la quiebra de
la lealtad
religiosa». Sea
fo que fuere, esto ha pasado también con el mar
xismo y, así como existe un «cristianismo institucionalizado» ( es
pecialmente la Iglesia católica), existe un marxismo instituciona
lizado que no es ya fiel a sí
mismo. Einpero,
«el
marxísmo (
dice
este representante máximo del liberal-capitalismo
y actual presi
. dente
de la 'trilateral commission') representa una nueva etapa
(46) Declaraciones al llegar a Buenos Aires a la Agencia NA, que tomo
de J.,a Voz del Interior, 2 de enero de 1986, l.' sec., p,!g. 5, C6rdoba.
(47) La era tecnotrónica, pág. 122.
280
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
vital creativa dentro de la maduración de la cosmovisión del hom
bre. El marxismo es simultáneamente una
viotoria del hombre
exterior
y activo sobre el hombre interior pasivo y una victoria
de
la
razón sobre la fe» ( 48 ). Por fin, con el marxismo se ha lo
grado la «igualdad social»; es un «mecanismo del 'progreso' hu
mano», como quería Teilhard de Chardin, que rompe la institu
cionalización eclesiástica que ha olvidado que «la verdad es
re
dativa
y esquiva», y que no debe haber «dogmas absolutos»; por
eso, «a medida que la Iglesia se debilite ...
marcará el
comienzo
de una relación mucho más directa, más personal y menos ritual
con Dios» ( 49). El mundialismo inmanentista se identifica aquí
con la
ciudad secular efe! pseudo-teólogo Harvey Cox, la exalta
ción del cambio del ateísmo estructuralista de Foucault
y el evo
lucionismo de Teilhard, de modo que, por un lado, hemos de de
jar de soñar con una Patria «celeste» y, por otro, hemos de acep
tar la liquidación de la patria temporal: lo primero, porque el
progreso indefinido
y el cambio reemplaza al Regnum Dei; lo
segundo, porque
el mundialismo del mundo-Uno, desarraiga a los
hombres
y disuelve las patrias ·terrenas.
En
esta perspectiva adquiere pleno sentido el dominio
eco
nómico-político del planeta por las corporaciones trasnacionales
que suponen «un sistema industrial mundial con 'empresas apá
tridas' de
todo
el mundo» y, simultáneamente, por las llamadas
transideol6gicas, o «sociedades mixtas de empresas occidentales
y empresas estatales de países comunistas» (50). Este «más allá»
de las diferencias entre liberalismo capitalista y comunismo, pone
de relieve (porque esto tenía que ocurrir alguna vez de modo
más visible para
el común de los hombres) el común denominador
doctrinal que los une. Explica la feliz posibilidad (para el anti
guo asesor de defensa de Carter) de un «comunismo tecnotróni-.
-(48) Op. cit., págs. 124-6, el subrayado es mío; cfr., tatnbién, páginas
185-6, 199,220,292.
(49) Op. cit., pág. 150.
(50) FRANCISCO M. PASTRANA, Trilateralismo, págs .. 102, 20.3, Ediciones
Cuatro Espadas, Buenos Aires, 1981; cfr.; también, págs. 58, 113, 161,
162, 302, 317, 358-9.
281
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
co» que haya desechado la «institucionalización» del marxismo
(Stalin) y vuelto a sus verdaderas fuentes; todo lo cual se pre senta, por fin, como
la redención intra-mundana operada por el
inexorable tránsito a la «democracia» (51). Semejante «redención» operada por este mesianismo intra
histórico, tiene
como guía,
motor
y modelo a los Estados Unidos,
pues «la sociedad norteamericana actual se ha fijado pautas más
elevadas que las de cualquier
otra sociedad»
(52). Naturalmente,
este exponente de la sociedad del bíenestar
y del consumo ha ol
vidado los
altísimos valores de
la tradición occidental ( a la que
los Estados Unidos son insanablemente extrínsecos)
y también
aquellos que aún florecen en algunos pueblos físicamente peque
ños. Las «pautas
más elevadas»
no trascienden un pedestre y
negativo pragmatismo; esta primacía le corresponde al
Leviatán
«democrático»
porque es el mejor «innovador social», que pone
la ciencia «al servicio del hombre pero sin fijar dogmáticamente
el destino de este último» (53 ). Así, «hoy todo el mundo es Es
tados Unidos»,
porque
él vive antes que nadie los problemas eco
nómicos, sociales, psicológicos. y, sobre-todo, porque es la sacie~
dad más «abierta al cambio acelerado». Leviatán es, pues, «pro
videncia» intra-mundana del
mundo:
para espanto
del lector ver
daderamente culto, se puede leer en los diarios declaraciones de
· los
señores. Gilbert
y Aclams, subsecretario de Asuntos Latino
mericanos el primero y secretario de Asuntos Interamericanos el
segundo,
por las cuales nos enteramos que los Estados Unidos,
luego de haber llevado la libertad a Haití
y Filipinas ( Chile y
Sudáfrica son los próximos objetivos) están prontos -según ha
dicho el presidente Reagan- para «levantar la bandera de los
valores de Occidente», que no son otros que «democracia, dere
chos humanos
y economías libres» (sic!) (54). Más aún: el pre
sidente Reagan transfiere a
Leviatán (con
ocasión de su interven-
(51) La era tecnotr6nica, págs_ 260, 273-293.
(52)
Op_ cit., pág. 390.
(53)
Op. cit., p,lg. 388,
(54) La Nación, 16 de marzo de 1986, l." sec., pág. 10, cols. 5-6,
Buenos Aires.
282
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
ción en Libia) la «misión espiritual» de luchar «contra el peca
do y la maldad en
el mundo» (55).
Cuando
el máximo dirigente de aquella sociecL¡d es capaz de
atribuir a la misma una misión soteriológica y mesiánica no sólo
secitlarista, sino
verdaderamente
pedestre, no debe sorprender
nos que
Brzeziriski (nuestro
recentísimo huésped) (56 ), sostenga
que los Estados Unidos son la sociedad que «se
ha fijado pautas
más elevadas
que
las de
cualquier otra sociedad». Veamos cuáles
son estos valores: como se ha podido ver en mi brevísima expo
sición, estos valores, además de los ya señalados, comprenden
«crecimiento económico», el «bienestar», un· «programa educati-_
vo común y pautas académicas comunes» (57), «salud» y, natu
ralmente, «producto bruto nacional»,
todo· sustentado
en una
suerte de racionalismo materialista al que
el Arq. Pastrana llama
«aséptico materialismo tecnotrónico» (58) expresivo de este mun
dialismo ateo.
Esto· supone
una suerte de dialéctica
producci6n
consumo que guarda analogía y parentesco con las técnicas de
persuasión social, por medio de las cuales es posible lavar el ce
rebro de millones de personas en pocos días, sobre todo con ese
(55} Declaraciones en Sama Bárbara (Cálifomia), que aparecieron en
todos los diarios ·y que tomo de La 'Voz del Interior, 30 de marzo de 198.6,
t.• sec., págs. 1-2, C6rdoha.
(56) Véase La Nación, 12 de marzo de 1986, 1.• sec., pág. 4, .Buenos
Aires. Brzezinski vino para participar en un llamado Foro Argentino-Nor
teamericano en Bariloche, previa visita al Canciller argentino, e inaugura
do por el Ministro del Interior. La reuni6n allí realizáda! fue, sin embargo,
organizada por la Georgetown University de la que Brzezinsk.i es conse
jero. El «austero profes,or», como le llama el cronista d~ La Nación es, ac
tualmente, presidente de la Trilaterdl Commission ( cuyo primer· presidente
fuera David Rockefeller en 1973, año de su fundación). También La Na
ción publicó una cr6nka de uo enviado especial (16 de marzo de 1986,
1.• sec., pág_ 24, Buenos Aires). La reunión de Bariloche tuvo «carácter
privado»,
no público reducida a un
grupo previamente seleccionado. Brze
zinski sostiene terminantemente la caducidad de las soberanías nacionales.
Es simbólico · que haya contado con la aquiescencia necesaria para la reali
zación del Foro.
(57) La era tecnotrónica, pág. 447_
(58) Trilateralismo, pág. 230_
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ALBERTO CATURELLI
instrumento formidable que es la TV políticamente utilizada,
como
ha pasado en una Argentina desprevenida e
inerme. Mesia
sianismo secularista,
valores
empírico-pragmáticos, mundialismo
sin
patrias, exige el auxilio del «genio» de las computadoras, de
modo que ya es posible, como muestra Pastrana, esta suerte de
relaci6n:
electr6níca + computación + informática, que viene a
inaugurar una
especie de pseudo «omnipotencia» que es,
quizá, lo
anunciado
por Brzezinski,
«profe\a» de
este «cambio» progresi
vo cuando, al predecir (hace quince años) la necesidad de la «red
informativa mundial» y una «nueva estructura monetaria» (59),
anunciaba también nada
menos que
un «hombre nuevo». Como
· un
Turgot de nuestro tiempo, muestra que los «modificadores del
yo y de la experiencia» habrán de
cambiar al hombre y allí «tro
pezaremos con nuevos interrogantes, tales. como ¿Quién soy
yo?» (60). Utilizando
el «reaccionario» y «superado» lenguaje de
la. escolástica,
estaríamos
así frente
a un cambio sustancial y, por
tanto, de especie; de modo que no habrá ya más hombre. Para
.
ese
no-hombre del futuro trabaja entonces este «humanismo ra
cional» que, como se ve, ti.o es ni humanista ni racional. Este
absurdo humanismo racional (61), que «se encarna en una .nue
va conciencia internacional», requiere que el inglés~ sea la «lengua
científica mundial», una «nueva Ellropa» que será exactamente
la anti-Europa definitivamente conquistada y disuelta por los
bárbaros de hoy en la más
grande invasión
de que ha sido vícti
ma en su cuerpo y en Su a,ltna. Naturalmente, así nace ~el senti~
miento de que todos los continentes y todos los pueblos tenlan
derecho (sic!) a esperar el liderazgo y la inspiración de Estados
Unidos y de que Estados Unidos
lés debía
a cada continente y a
cada pueblo una participación casi igual» ( 62). Confieso al lector
que es la primera vez que leo que un pueblo o unos pueblos ten
gan «derecho» a ser dominados por otro sin que se lo hayan
pedido.
(59) La era tecnotrónica, pág. 448.
(60) Op. cit., pág. 42.
(61) Op. cit., págs. 404405.
(62) Op. cit., pág. 456, el suhrayaqo es mfo.
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EL PRINCIPIO DE. INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
Y, así, esta «cosmovisión racional humanista» que viene a
reemplazar «las perspectivas institucionalizadas de tipo religioso,
ideológico y vehemente nacional que hayan dominado la
historia
moderna»
( 63 ),
reconoce «metas comunes» con los Estados co
munistas, sobre todo aquellos que practican un .marxismo no-ins
titucionalizado ( «abiertos al cambio»), como el que Brzezinski
cree ver en Lukacs, Bloch, Schaff, Gramsci o Kolakowski (64).
El «principio» de inmanencia triunfa en toda
la línea en el orden
histórico-político y se encamina hacia aquel «despotismo univer
sal» que anunciaba Donoso Cortés; salvo que
ahora sabemos,
gracias
a Brzezinski, que Estados Unidos es el líder-salvador de
esta «era tecnotrónica» y que1 respecto de lo que haya de venir,
«determina que la decisión ponderada sea imperativa ... » (65).
Es innecesario todo comentario a la palabra subrayada. La bar
barie ( que se cree ddensora de la cultura que destruye) uni
da a la
insolencia, sólo posible en la barbarie más aséptica y ci
vilizada, confina a Dios en la conciencia privada o lo niega, anun cia un no-hombre del futuro
y suprime tanto la Patria celeste del
cristiano como
la patria temporal. Pone en acto una visión del
mundo contradictoria con aquella de Francisco de Vitoria
y de
acuerdo con la tradición calvinista,
hace del poder terreno el sig
no de
la predestinación. Salvo que, en este caso, también la pre
destinación es terrena en un mundialismo totalitario donde rei
nará
la libertad obligatoria. La actual versión de los principios
de siempre de la ciudad· del mundo conduce, así, a un totalita
rismo planetario afincado en el mundo. Naturalmente que, en ese
mundo,
la anti-profecía de Gramsci de. que los ex-cristianos cor
tarán la cabeza a Jesucristo, ya se
habrá realizado.
Al menos en
sus corazones.
(63) Op. cit., pág. 458.
(64) Op. cit., págs. 140, 154-155.
(65) Op. cit., pág. 458, el subrayado es mío.
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11
¿QUIEN COMO DIOS?
LA VOCACION DEL SER
J. LAS TRES TENTACIONES Y EL MUNDO ACTUAL.
a) La vocación del Ser y las etapas de la tentación inma
nentista.
Como se ha· visto, el ínmanentismo, en sus cuatro vertientes
principales, filos6fica, teológica, científico-eósmica e histórico-po
lítica, conduce, infaliblemente, a cierto pleroma de la Nada que
es nada de Dios y nada del hombre (seducción de
la Nada). En
todos los ·casos
~e ha
negado la creación
ex-nihilo o se la ha co
locado en
la oscuridad del agnosticismo; en tal caso, el ente (fi
nito) no es. algo «nuevo», con propia entidad, sino una suerte
de caída, de despotenciación del Ser y, por eso, es menos-Ser y,
en el fondo, nada, como ha sostenido el «gran Mito» del gnos'
ticismo, tanto antiguo como moderno. En cambio, como he sos
tenido en un ensayo especialmente dedicado a este tema ( 66 ), la
noción de creación desmitificó
y transfiguró el pensamiento an
tiguo, permitiendo
concebir al
'ente
finito como
verdaderamente
nuevo y ontológicamente diverso. De modo que el progreso de
la filosofía, como saber natural, era expresión de la armonía de
naturaleza y gracia, ya
que esta
última cura
y salva a la natura
leza como naturaleza. De ahí que un regreso a los mitos pre-ló
gicos, tanto a fines de la Edad Media como en el pensamiento
moderno,
significó (
con
la introducción del «principio» de inma,
nencia)
la corrupción tanto de
la Filosofía cuanto de la Teología,
interesando no sólo
el orden de la naturaleza sino también el de
lo sobrenatural.
(66) La filosofia cristiana en el pensamiento occidental, parte I, Edi
ciones Cruzam.ante, Buenos .Aites, 1984.
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
De ahí que no me haya parecido excesivo acudir también a la
Revelación para iluminar desde una perspectiva cristiana el pro
ceso del «principio» de
inmanencia. A · la
vocación del
Ser, la
inmanencia
há opuesto
progresivamente la sugestión de la Nada,
tal como hizo el gran Negador en las tres tentaciones del desier
to y en las cuales
podremos comprobar
cómo el siglo, inmanen
te a sí mismo, es la «perfección» de
la ciudad del mundo que
conduce a la humanidad a la nada de Dios y a la nada del hom
bre. Pará penetrar en la consideración
.de las
tres tentaciones
hemos de
tener presente que Cristo es siempre el Modelo, tam
bién en la tentación, en cuanto prueba y en el modo de recha
zarla. Intento
señalar que las tres tentaciones muestran las eta
pas progresivas de
Ia inmanencia del mundo a sí mismo, lo que
equivale a decir que expresan -en el propósito del Téntador
la autodestructiva y falaz «divinización» del hombre.
Los textos
son,
como es conocido, el brevísimo de Marcos ( 1,12-13 ), el de
Lucas (4,1-13) y el de Mateo (4,1-11). Dejando de lado el pro
blema de la diversidad del orden de las tentaciones entre Mateo y Lucas, adopto el orden de San Mateo y, en buena medida, me dejo guiar
·por la
luminosa exposición de Santo Tomás
y algunos
Padres, sin renunciar a mi propia inteligencia del texto:
«.. . Jesús fue conducido al desierto por el Espíritu, para que
fuese
tentado por el diablo» (v. 1); es decir, para ser
puesto a
prueba. Inmediatamente antes recibió el bautismo de Juan y,
ahora, se somete a los preámbulos de toda tentación, el primero
de los cuales es, según Santo Tomás, el tiempo
y el lugar ( 67).
Porque, en efecto, en el tiempo sucesivo-histórico dará a conocer
su justicia, reprimirá la soberbia, confundirá al demonio, mos trará cómo han de recuperarse las fuerzas y dará a conocer su
dignidad; es, pues, en el tiempo histórico donde también el hom
bre será tentado, o
puesto a
prueba. En cuanto al lugar, «fue
conducido al desierto»; es decir,
inmediatamente se
trata de la
región salvaje al oeste
de Jericó,
tipo del desierto como tierra
(67) Super Ev. S. Matthaei, núms. 308 y 309, cura P.- Raphaelis Cai,
O P., Editio V, Matietti, Taurini-Romae, 1951.
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(espiritual) seca y abandonada, tenebrosa (fa. 19,13; Is. 27,01)
tierra de espanto por
la cual el pueblo de_ Israel ha de peregrinar.
Es, pues, el
desierto del mundo donde reina el pecado; de modo
que, contrariamente a Adán que fue tentado en el jardín del
_
Paraíso, el
Hijo
del hombre ( que viene a rescatarlo de manos
del Tentador) es tentado en el «desierto». Santo Tomás,
siguien
do
a San Gregorio, sostiene que hay tres grados de tentación:
por sugestión extrínseca, que
no implica
pecado e,
intrínseca
mente,
por delectación ( en
la cual comienza el pecado) y por con
sentimiento,
en
eÍ cual se alcanza plenamente el pecado (68).
Na
turalmente,
el Señor so lamen te podía
sufrir la sugestión extrín
seca;
en
los hombres, en cambio
y a lo largo del tiempo históri
co
( en el desierto del mundo), es posible la
calda por interna
delectación y consentimiento, confiriéndole a
la historia su ca
rácter
trágico; pero, después de Cristo, será también una
rebe
lión
contra el
rescate que el mismo Cristo ha conseguido, arran
cándolo
del dominio del «príncipe de este mundo». En el
futu
ro
se tratará de un regreso progresivo a la
esclavitud por
modo
de apostasía, engtillando su espíritu en el desierto desolado de
la inmanencia del mundo. Tal es la sugestión de
la Nada, acep
tada
por interna delectación y
consentimiento que
viene a anular
la voz de la naturaleza (vocación del Ser).
El tiempo histórico es, pues, tiempo
de tentación;
es decir,
de
prueba; y así como en el primer pecado la Serpiente lo pro
vocó
por. etapas,
así también
cuando tentó al Señor. En el
pri
mer
caso, como
sostiene Corté,
es una pregunta: «¿Os ha dicho
Dios ...
?» engendrando la duda; luego de haBer convertido en
problema discutible lo que era un principio, Eva responde
Pª"
sando
del amor al temor recordando la palabra del Señor de que
si comen del fruto
prohibido morirán.
Satán lo niega y el
Ne
gador
pasa al tercer momento insultando a Dios: «Dios
sabe que
el
día en
que comiereis de
él, se os abrirán los ojos y seréis como
Dios ...
» (Gén. 3,5) (69). En efecto, se les abrieron los ojos, pero
(68) Super Ev. S. Mat., nwn. 311.
(69)
NICOLÁS CORTÉ, Satán, el adversario, págs. 30-31, trad. de F. CON·
DOMINES, Casal i Vall1 Andorra, 1958.
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
en sentido inverso; como dice San Agustín, «se les abrieron ... los
ojos de la maldad»
y «vieron con ojos perversos» (70). Y esto
era así porque «se sintieron en su interior completamente des
nudos al apartarse de ellos la gracia» (71 ). Primero fue la duda
sugerida por el Negador; después la negaci6n y, por último, la
rebeli6n. El «desierto» del mundo comenzó a extenderse, la hís
toria se
volvió trágica
y, como ha dicho Hegel, el bien y el mal
son lo mismo y no son lo mismo; es decir, el hombre ha deve
nido «conocedor» del bien y del mal en la inmanencia del mun
do, en el
cual ambos se confunden como querían los gnósticos.
Pero, en realidad, en
el--
el Negador
quiere es
el. imperio del mal como seducción de la Nada, convirtiendo la
misión salvífica de Cristo en mesianismo
secular inmanente.
El
Sefíor había ayunado cuarenta días y
tenía hambre. De ahí
la palabra del Tentador: «Si Tú eres el Hijo de Dios, manda
que estas piedras se vuelvan panes» (v. 3). Como dice Santo
Tomás, «quien quiere tomar un castillo comienza por la
parte
más
débil» que es
la sensibilidad y suscita los vicios de la cat
ne (72). Creo que debe entenderse la «carne» en sentido hebreo
y, por tanto, se trata de la tentación de los sentidos, sí, pero
implicando la «carne», es decir, todo el hombre. Tal es la pri
mera trampa del «mundo» que enmascara ya la idolatría
y la so
betbia; por
ahora, es sólo
la tentación de la gula que conlleva
los goces sensibles desordenados
y el bien-estar · sensible y sólo
sensible en el mundo. Así adquieren mayor fuerza las palabras
del
Sefíor: «No
sólo de pan
vivirá el
hombre, sino de toda pa
labra que sale de la boca de
Dios» (v.
4). El Redentor no
p;;,¡ía
caer, pero el hombre sí, quien, .en el tiempo hístórico, siempre
será tentado por esta trampa de la sensibilidad y
podrá caer en
la celada, frustrando en sí mismo
la obra del «rescate». El ple
roma de la Experiencia ( desde
el nominalismo al empirismo) con
duce al pleroma de la Materia y, en
el fondo, a la Nada de Dios
(70) De Genesi contra Manichaeos, II, 15,23.
(71) De Genesi ad litteram, XI, 31,41.
(72) Super Ev. S. Mat., núm. 317.
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ALBERTO CATURELLI
y del hombre. Quien cede a esta primera tentación se dejará
atrapar por
la dialéctica del bien-estar sensible que supone, hoy,
la tensión «sine fine» producción-consumo, de cuyo suelo nacen
las plantas venenosas del erotismo, la pornografía y todos los vi
cios desarrollados en el
caldo de
cultivo· de la
frivolidad de vida.
El hombre y la comunidad humana también ( y principalmente)
vivirá «de toda palabra que sale de
la boca de Dios»: en el orden
natural se trata de la Palabra creadora cifrada en todo cuanto existe (vocación del Ser); en el orden sobrenatural,
.de la
Pala
bra salvífica que enseña y dirige en la patria no-permanente hacia
el Reino
permanente.
El
Señor no transa. Con la misma
Escritura ha
vencido a
Satanás. Pero
el Tentador tam¡¡oco ceja. Por un lado, el Señor
muestra cómo rechazar la
tet¡tación. Por
el otro, el Negador, bajo
la permisión divina, insiste:
«Si Tú eres el Hijo de Dios, échate
abajo ( del pináculo
dél templo),
porque está escrito: 'El dará
órdenes a sus .ángeles acerca
de Ti, y te llevarán en palmas para
que no lastimes tu pie contra
algnna piedra» (v. 6 ). Si antes la
tentación ha comenzado por
. la
sensibilidad ( que en el hombre
renegado de su filiación
adoptiva conduce
a la absolutización de
la Experiencia, de la Materia y de la Nada), ahora la tentación
.
apunta
al
. orden
del espíritu_
Si eres el Cristo, lo razonable es
que te muestres y lo demuestres; lo cual equivale a incitar a
la
razón a hacer algo al margen de la voluntad de Dios, a declarar
se, de hecho, in-dependiente de El. Santo Tomás hace notar que
esta tentación llevaba implícita la de la soberbia y la avaricia;
más aún, la de la idolatría del hombre por sí mismo, colocándose
en lugar de la Palabra; es decir, en lugar de Dios. Por eso, po
nerse la razón fuera de la ·voluntad de Dios equivale a «tentar
a Dios»; respecto de Cristo, le incita a volverse contra Dios Pa
dre convirtiendo su misión (
si era el Mesías) exactamente en lo
contrario, frustrando la obra del «rescate» del hombre. De ahí
el rechazo del Señor: «No tentarás
al Señor tu Dios» (v. 7).
Respecto del hombre, es la tentación de absolutizar su razón
fi
nita (forma suprema de idolatría) que l'S, en el fondo, el suici
dio de la razón y del hombre (pleroma
de la Razón) y, por eso
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Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
mismo, es «muerte» de Dios en el corazón del hombre. Como
dirá Zaratustra, verdaderamente «Dios ha muerto», porque «nosotros. lo hemos matado».
b) La tercera tentación y el orden temporal.
· En la progresi6n de las tentaciones faltaba la tentaci6n supre
ma: «mostrándole todos los reinos del mundo
y su gloria ( el
Tentador) le
dii": 'Yo
te daré
todo. esto
si postrándote meado
ras'» (v. 9). El padre de la mentira sabe que, a
partir del pecado,
ha
adquirido una suerte de pseudo-derecho o un cuasi-derecho
sobre el hombre por permisión divina ( 7 3);
y propone la ple
nitud de la tentaci6n que no es otra que la plena
autarufiden,ia
del
orden temporal que ofrece a Cristo. Sobre semejante mun
do reinaba como «dios de este mundo» (2 Cor. 4,4)
y de su po
bre «gloria». Por las palabras «todo esto te daré
si postrándote
me
adoras», promete
y pide y, como enseña Santo Tomás, «en
la promesa es mentiroso, en la petición soberbio», porque todas
las cosas temporales no estaban bajo su potestad
y porque «nin
gún perverso reina
sin la
permisi6n
divina» (74).
Pero esta in
mensa falacia tiene su eficacia por
la misma rebeli6n que espera
y se traduce en la inmanencia absoluta del absoluto poder ter.e
no, el cual
usurpa para
sí mismo el carácter soterio16gico de la
potestad de Cristo sobre todos los reinos temporales. En verdad, Satán se muestra ahora como remedo de Dios: «seré como el
Altísimo»
(Is. 14,13) y a él adorarán los hombres, expresa o
implícitamente, en la medida que se entreguen
y luchen por la
autosuficiencia total del orden temporal. Es lo mismo que decir
que si el hombre cae en
la tercera tentaci6n, por ella alcanza su
plenitud
la ciudad del mundo que es reino. de la mentira
y de ,la
soberbia
(mal amor sui), siempre dividida consigo
misma, De.
(73) Sobre este apasionante tema, cf. JEAN-REv1ERE, Le dogme de .la
Rédemption chez Saint Aug'Ústin, pág. 73; pero se estudiará con fruto todo
el cap. II; J. Gabalda, Parls, 1933.
(74)
Super Bv. S. Mat., núm. 338.
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Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
ahí que, cuando se acerca su Pasión el Señor diga que es. la «hora
de
Jas tinieblas»,
pues
el Negador le hará morir en la Cruz (su
máximo
«triunfo»), siendo así que en la Cruz .sufrió su
máxima
y definitiva derrota; pero matando al Salvador mostró su carác
ter homicida, porque homicida fue desde el principio
(Jn. 8,44 ).
Así, homicida
y deicida, mueve al hombre y a la sociedad de los
hombres al homicidio, a
la Nada del hombre y a la Nada de Dios.
La sociedad así «fundada» (hedonista, pragmática, gozadora, hi
pócrita, blasfema, autosuficiente) se alegra por el mismo mal y
goza del mal, como enseña Santo Tomás citand
do:
· «se
alegran haciendo el mal,
y se deleitan en las cosas per
versas»
(Prov. 2,14) (75). El mundo-Uno, el Poder planetario sin
trascendencia, el dominio del cuerpo y del alma del hombre en
el bien-estar (aparente) es el máximo reinado del «dios de este
mundo» que prepara el gran reinado del «hombre de pecado».
Los jefes de un mundo caído en
la tercera y suprema tentación
incitarán a los hombres a «decapitar» al Dios-vivo, a concluir con la Iglesia
«institucional~ y a conservarse para siempre «fie
les a
la tierra».
· Cristo
ha oído -y oirá- muchas injurias
y parece no ha
berse cuidado de ellas. Pero, nuevamente enseña Santo Tomás, a
ésta no
la · toleró ni la tolerará porque es injuria contra Dios y
dijo: «Vete,
Satanás; porque
está escrito: 'Adorarás al Señor tu
Dios, y a El
sólo servirás'»
(v. 10). Quien es el Modelo, ense
ña: nada de compromisos equívocos; nada de «tolerancia» ini
cua, sino la decisión total del sí, sí, no,
no. Este
mundo autosu
ficiente ( dios para sí mismo)
y que nos agobia día a día dividido
entre
Jos dos
poderes en tensión, encubre la hermosa
verdad de
que,
Quien ha sido ya vencido, combate en retirada,
«hasta el
tiempo
señalado»
(Le. 4,13 ); mientras tanto, en el mismo desa
rrollo del tiempo histórico ( que
el «principio» de inmanencia ha
convertido en intramundano·
y ab-soluto ), los miembros del Cuer
po de Cristo deben padecer fo que todavía falta a su Pasión.
La
«divinjzac;ión» del
hombre
.y del mundo, como todo hu-
(75) Op. cit., núm. 336.
292
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
manismo sin Dios (sea el «hummismo. racional» del pragmatis
mo, el
hummismo marxista,
el del «hombre
nueva>> de
la teo
logía de
1a liberación,
o el «hombre cósmico» sin patria de mu
chos
«científicos») ha significado siempre
la eliminación del hom
bre; bajo
la potestad del Negador, es deicida, homicida y suici
da, enmsscarado en el
inconmensur(Jble fariseismo de la actual
ciudad del mundo. La seducción de
1; Nada a la que el hombre
de hoy ha cedido, renunciando a su vocación al Ser, es siempre la
muerte de Dios, del prójimo y de sí mismo; comunitariamente,
es
la muerte de la Patria temporal y de la Patria permanente y
es
la muerte de la Patria temporal y de la Patria permanente y
martirio de la única Iglesia verdadera. Los argentinos, que sólo ahora estamos aprendiendo a sufrir,
sabemos que «este mundo corrupto y aterrador» parece sumer
girnos en sus miasmas. La patria temporal está cercada, mate rial y espiritualmente, porque
· el gran Opresor intenta, por ese
medio, impedirnos el acceso a la Patria permanente. Por algo será. Por eso mismo creo ver
ya la
luz·del amanecer. La Madre
del Señor, que es nuestra
M:adr<,, dos cosas nos enseña: por un
lado, que no pidamos «no sufrir en el camino hacia Cristo Jesús,
ya que
no se puede llevar
la Cruz sin padecer»; pero, además,
nos llena de esperanza al
anunciarnos: «yo
protejo a tu país.
Protejo a la Argentina»
(5 de
agosto
de 1985),
Sería
verdaderamente hermoso que nuestra Patria dolorida y
·
toda
Ibeoramérica fuese el
lugar elegido para hacer oír de nue
vo
a la humanidad el
·gran ·nombre:. ¿Quién como Dios?
293
Fundaci\363n Speiro
POR
ALBERTO CATURELLI
En 1919, formulando .¡¡na suerte de anti-profecía, Antonio
Gramsci escribió estas impresionantes palabras: «se convertirán (los católicos
liberales) en
hombres...
que extraen
de su propia
conciencia los principios de su acción, hombres que rompen los ídolos, que
decapítan a Dios» ( 1 }, La tenebrosa anti-profecía per
mite ver que no se trata ya de negar a Dios en el plano del co
nocimiento ( mero ateísmo agµóstico) y ni siquiera de proclamar
la «muerte de Dios», sino de asesinarlo, cortándole la cabeza.
Pero un acto semejante
.no es
posible que sea efectuado con el
Ser absoluto y trascendente de la metafísica ( a la que se declara
muerra y enterrada); la decapitación sólo es posible si .se trata
del Dios hecho hombre; es decir, de Dios vivo que tiene de veras
cabeza
· en virtud· de
su naturaleza humana. Por
eso, solamente
Cristo
podría ser «decapitado» como quiere y anuncia Gramsci
pensando en la persona
concieta de
Jesucristo,
quien no es un
Dios abstracto. No se trata, pues,
Je una
mera negación, o de
una suerte de comprobación de su «muerte» en el espíritu del
hombre. Se trata de un propósito infinitamente más grave: Es menester decapitar a Cristo
para. que n_o exista más.
Sin embargo, la «decapitación». de Dios sólo es posible si los
excnstlanos «extraen
de su propia conciencia
los_ principios
de
su
·acción»; es
decir,
si los prÍncipiOs de la acción se originan . . .
(l} En L'Ordine Nuovo, 1 · de novie*1bre de 1919; tomo el texto c:,i
tado por AuGUSTo DÉL.'NoCE, Italia y el-eurocomunisino, pág. 61, trad.
esp., prologo de F. SrLVA MUÑOZ, E,m.e:s:a., Madrid, 1977c
249
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CAWRELU
y resue)ven, como en la gnosis, en la inmanencia de la conciencia.
Pensar y
desear la decapitación del Dios vivo sería un acto im
posible si la conciencia
re-conociera a lo otro de sí como objeti
vament~ _diverso y anterior a sí misma; porque, en tal ca-so, lo
·otro, el ser del cual todo participa, remite, infaliblemente, al
último fundamento de todo
-y
de sí mismo que es el
Esse impar
ticipado.
De alú' que resolviendo (y disolviendo) el todo en los
límites de
la conciencia, se haga posible, tanto · la anulación del
Ser trascendente, cuanto
la deseada «decapitación» del Dios vivo.
Dicho de otro modo, es menester la anulación del Dios trascen
dente de la metafísica ( orden natural) para que sea posible la
«decapitación» del Dios vivo conocido por
la fe (orden sobre
natural). Por eso, la suprema negación de Gramsci y de muchos
y el actual propósito de asesinar a Dios, solamente es pensable
tJ[. cabo del proceso de inmanencia desatado· por el qtiliá mal
llamado «principio de inmanencia». De todos modos ya era de
nunciado por Cristo cuando decía a los fariseos: «ahora tratáis
de matarme a Mí, que os he dicho la verdad ... » (Jn, 8.40).
Obsérvese que, como ha ocurrido con otros términos y ex
presiones corrientes que han sido hurtados a la filosofía clásica
y al
pensamiento cristiano
( como «conciencia de sí», «alienación»
y tantos otros) el término «inmanencia» pertenece a
la filosofía
clásica y expresa
la propiedad de una actividad por la cual per
manece o queda en sí misma
(in-manens) y, por eso, era. aplicada
a la vida -cuyas funciones se caracerfaan por ser inmanentes;. tná
ximamente lo_ es el más noble grado de vida que es la actividad
intelectual que, en cuanto
tal, es inmanente por cuanto su acto
-,lit simple contemplación de la. verdad- queda o permanece
en
sí mismo. En cambio, en el pensamiento moderno, en el cual,
paradójicamente, la
razón se
convierte en activa o «creadora»
de su objeto, esta misma razón postula la inclusión de lo cono
cido en el
cognoscente, del
objeto en el sujeto, del ser en
_el
conocer;
dicho de otro modo, la
inmanencia del ser en el co
nocer y, por eso mismo, la
inmanencia de
todo en el Todo. Luego,
el hoy llamado «principio» de inmanencia expresa
la no-referencia
de todo a un
Esse trascendente y la correlativa exaltación de)
250
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
mundo en cuanto mundo inmanente a si mismo. Así y única
mente
así es posible «decretar» no
sólo la «muerte»
.de Dios,
sino
«profetizar» la «decapitación» del Dios vivo por obra dd
único
absoluto (como dice Marx) que
es el hombre mismo. Tal
es
el proceso que me propongo
analizar aquí.
I
SEREIS COMO DIOS
. LA SEDUCCION DE LA NADA
l. EL INMANENTISMO FILOSÓFICO Y EL ANIQUILAMIENTO
DEL HOMBRE.
a). El inmanentismo de la Experiencia, del Pensamiento y de
la V olunt«d contra la Realidad.
En el inmanentismo moderno, el pensamiento deja de ser
por Daturaleza contemplativo y se trueca en transiúvo-actiVo;
es decir, el acto de la razón, ahora transeúnte, dice razón de
causa eficiente
y «pone» el efecto que es el ser, como «posición»
de sí misma; de
ahí que en la línea doctrinal que va desde Occam
a
Descartes y de éste a Kant y Hegel, se produce la gran
para
doja
del pensamiento. moderno: Precisamente· porque el
acto de
la razón se vuelve transeúnte (no-contemplativo) nada puede
trascender el límite, ya de la misma razón, ya de
la experiencia
sensible. que la razón regula y, por eso, todo es inmanente a
Todo. En otras palabras, el pensar sólo se alcanza a sí mismo
y no puede tener certeza sino de sí .. mismo ( «principio» de in
manencia); la experiencia sensible no sé tnisciende a sí misma
y sólo puede conocerse á sí misma. Y como no existe pensamien
to ni experiencia
sin la conciencia humana, sólo y únicamente el
hombre es
el punto de partida y de llegada del .pensar y del sen
tir. En el inmanentismo, el antropocentrismo debe ser siempre
absoluto.
251
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELU.
El nuevo punto dé_ apoyo. inicial no es, pues, el ser objetivo,
sino
el cogito (el. pensar subjeti'Vo );· a su vez, este pensar supo
ne necesariamente un acto volitivo (volo) y, respecto del mundo
exterior,. una
inicial experiencia
sensible (sentía) de los singula
res que constituyen la
pura multiplicidad
(nominalismo radical).
Por consiguiente, sentire..,vell'e-cogitare, expresivos de un e_mpiris
ino, un voluntarisffio y un racionalismo iniciales que, no sólo se
contradicen (aunque polemicen entre si), sino que constituyen
la primera inversión del orden natural y la primera rebelión
con
tra
la realidad.
Cronológicamente, quizá la primera rebelión del pensamien
to contra la realidad consista
eñ el
empirismo subyacente en la
notitia intuitiva occamista (sentire) porque niega que el objeto
del conocimiento (el universal directo de Santo Tomás) sea algo
real y objetivo que existe ·independientemente del sujeto; en
cuyo caso, la multiplicidad de en.tes en los que se participa el
ser, exige un· proceso absttactivo para poner en acto ( en el es
píritu) aquella multiplicidad en potencia en el ser objetivo; de
ese
modo, los
entes
múltipl.~s están
de algún modo presentes en
la no.ción · una ·d~l ser, inmanente a ellos y, a la vez, trascenden
te. La simple negación de esta evidenci~ de sentido común (pri
mera rebelión contra la realidad) nos deja ante el individuo
(éste ente) como lo único dado-en-la-experiencia-sensible, única realidad primera ( objeto primero
y último del radical sentire de
la noticia intuitivo,sensible ); y he dicho única realidad porque
el universal no forma parte de la esencia del ente y no se refie
re a
nada que realmente exista fuera de la mente ( 2). Por con
siguiente, la sustancia -que . se encuentra: allende la mera ex
periencia sensible--- se identifica con los accidentes (fenómenos)'.
Por
un lado, solamente existe el singular-sensible ( experiencia
sensible)
y, por otro, el signo formal (la notitia abstractiva, el
universal) no tiene relación con la realidad fuera del sujeto. Por
eso es un engaño creer que el empirismo es realista ya que este
(2) Tengo preSente en este tema la lúcida expOsici6n de RÉGIS JoLIVET,
LaJ fuentes del idealismo_, cap. I, ·trad. de A. GuRUCHANI, Désclée du Brou
wer, Buenos Aires, 1945.
252
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN THMPORAL
inicial «yo experimento» ( experior) tal singular sensible revela
no
al individuo en sí mismo sino mí experiencia de él. Al iden
tificar los fenómenos (los accidentes) con el objeto exterior, no solamente se funda el empirismo y,
al cabo, el materialismo, sino
que se disuelve la unidad de la noción de ser en
la multiplicidad,
ya se
la llame singularia (Óccam), átomos (Russell) o simplemen
te
individuals ( Strawson). Una suerte de Experiencia total vie
ne a envolverlo Todo y, por eso, he propuesto la expresión pié
roma
de-la
Experiencia para
calificar tan
singular resultado. Por
otro lado, si el universal no tiene relación (real) alguna con el
singular extrínseco, es menester admitir o un solipsismo, total, .o
que la realidad se reduzca a las modificaciones del sujeto pen
sante.
Y así
pasamos, coherentemente,
al ideaHsmo o pleroma de
la Razón. Trátase de las dos vertientes de una misma rebe lión del sujeto contra la realidad.
La metafísica debe morir. Pero
su muerte es
el comienzo de la agonía de Dios, quien se aproe
xima así a su efectiva «muerte>>.
El cogito cartesiano, .en su mismo ponerse como «medida»
de la realidad, supone (y exige) un inevitable empirismo porque,
de parte de
la realidad,
sólo han quedado, como «sueltos», los
singulares sensibles. La notitia intuitiva occamista tiene por de
lante el «polvo» de los fenómenos o, como hoy diría Russell y
el primer Wittgenstein, sólo «la totalidad de los hechos» empí
ricos, atómicos
(3). Por
tanto, no hay otra fuente del conoci
miento .que Ja· experiencia sensible; es decir, que nuestra expe
riencia de· lo dado ahí. Por eso, el pensar inmanentista supone
un yo siento
(sentio) que nada tiene que ver con el seRtlr agus
tiniano
o
el sentimiento fundamental corpóreo de Rosmini, sino
que es precisamente lo contrario. Se trata del simple
experimen
tar
los hechos-individuales-sensibles atómicos
(notitia intuitiva)
con el agravante (para decirlo con el lenguaje occamista) que el
objeto inmediato es, sólo, lo que se «supone» en lugar de la
(3) Tractatus logíco-philosophicus, 1.2 y 2; utiliro la edición de EN
RRIQUE TIERNO GALVÁN (texto español y alemán), introducci6n de BER~
TRAND RussELL, Revista de Occidente, Madrid, 1957.
253
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELU
cosa (4). Nada es, pues, trascendente a la Experiencia y todo
es inmanente a Ella. En esta primera manifestación moderna del
«principio de inmanencia», no existe la sustancia, «disuelta» en
los fenómenos, lo que conlleva
la desaparición del principio de
causalidad ya que, entre los singulares (y los hechos) no existe
vínculo ontológico alguoo: a este fenómeno dado en la expe
riencia (por ejemplo, este movimiento) no es posible asignarle
el carácter de efecto y, menos aún, deducir la existencia de su
causa. El principio de causalidad carece de valor y toda propo sición que intente utilizarlo en relación con una realidad (supues
ta realidad) allende la experiencia sensible, será apenas uoa
pseudo-proposición, como sostiene Carnap aplicando
el intangi
ble principio de la «verificación empírica» (5). Ni el alma,
ni la
libertad,
ni Dios, son «realidades» sobre las cuales el pensarnien'
to
científico pueda pronuociarse. Todo es inmanente a Todo en
el pleroma de la Experiencia y «Dios» es una suerte de «nada»
situada allende la Experiencia. Dios ha comenzado a «retirar
se» del mundo del hombre; quizá
ni siquiera se puede decir que
ha «muerto»,· porque Aquel que se «retira» es una entelequia
no-real.
El «principio» de inmanencia ya ha sido formulado
y no es
menester esperar
a Descartes, a Kant o a Hegel: lo «real», iden
tificado con el
fenómeno (
como en Berkeley, el positivismo ló
gico
y la «filosofía analítica»} ni siquiera se reduce a «ser per
cibido», sino que -al no existir uo sustrato ontológico de los
fenómenos mismo&-- es, en verdad, nada. Luego, el inmanen
tismo empirista enmascara este nihilismo básico al que cubre
con la máscara de los artificios del lenguaje. El pleroma de la
Experiencia se devora a sí mismo y relega a Dios, cuanto más,
al ámbito de la conciencia subjetiva (mundo
de los sentimientos)
(4) RÉGIS JoLIVET, op. cit., pág. 27.
(5)-RunoLF CARNAP, «La superación de la metafísica mediante el aná
lisis lógico del lenguaje», en A. J. AYER (compilador), El positivismo ló
gico, págs. 66-67; 72:73, F.c.e.m., México, 1965. Allí mismo, cf. los tra
bajos del propio AYER, de ÜTTO NEuRATH, GILBERT y_ FRIEDRICH WAIS
MANN.
254
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
o, simplemente, lo declara el Vacío total. En el primer caso, se
trata de un «dios» a la medida del hombre, tan contingente como
él y como la persona ,del increíble obispo anglicano Robinson
que reniega de este «dios» que viene «de arriba» ( 6 ). En el se
gundo caso, Dios no existe. Si
el empirismo supone que lo real se identifica con los fe
nómenos, también debe· reducirse a las modificaciones
del su
jeto y entonces no es posible estar cierto del mundo exterior:
El· sujeto cognoscente debe volverse a sí mismo precisamente
porque el mundo exterior no es, ahora, un hecho que se impone sino un problema
por resolver. Descartes es, pues, hljo de Occam.
El mundo (que se presenta ahora como una materia
indefinida),
allende
los fenómenos, no tiene consistencia alguna y deja de
ser impensable que el
~mndo sea
una «creación» del yo: el
pensamiento no
está, entonces, cierto sino. de
si mismo y el pen
sar será, fatalmente, «medida» del ser, puesto que es el único
criterio de verdad.
El cogito, aparentemente (y sólo aparente
mente) limpio de adherencias empíricas,
supone (como ya dije)
el exterior del empirismo nominalista. Pero hay mucho más: el
P. Fabro
ha observado sagazmente que el
cogito «es, ante todo,
y sobre todo, un
vojo, en cuanto que el cogito pretende ser un
acto fundante originario»; es decir, «el cogito activo no puede
ser otra cosa
más. que
voluntad. En primer lugar, es
volo dubi
tare de
omnibus,
incluso de la matemática, y después es recono'
cerse
como acto
fundante en
el
velle que explica la esencia del
mismo dudar»
(7). Como
el mismo Fabro observa, no se trata de
un
.simple «quiero algo», pues no· se trata de un acto volitivo
intencionado, sino que es el Mismo querer que se pone en el
centro del Yo autofundado y fundante. Por eso, en
el mismo
(6) JoHN A. T. ROBINSON, Honesto para con Dios, pág. 34; trad.
de ·E. G. FoRSYTH y ,E. J1llÍÉNEZ, Ariel, Barcelona, 1967; cf. mi estadio
crítico Progresismo y ateismo. El cristianismo no religioso de John A. T.
Robinson,.en el ·vol.-AA.vy., La quimera del progresismo, págs. 2?3-228,
Cruz y Hierro, BU.enos _Aires; 1981.
· (7) La aventura de la teologla progresista, pág. 187, Eunsa, ;¡>amplo
na, 1976.
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
origen del inmanentismo coexisten y se implican un sentire, un
cogitare y. un velle.,. sin que ninguno tenga,. sobre el otro, una
precedencia temporal estricta; creo, sin embargo, que, con prio~
ridad de naturaleza, habría que poner el velle como acto fun
dante primero. Por tanto, voluntarismo nominalista, empirismo
nominalista e idealismo trascendental. nominalista, aunque se
opongan en sus desarrollos, reconocen u~ acuerdo esencial y una
implicaci6n mutua. En cada caso, no es posible trascender los
límites del
velle, del sentire y del cogitare, inmanentes a sí mis
mos
y cada uno y sus desarrollos diversos representan siempre
el mismo «principio» de inmanencia, expresi6n de la rebeli6n
del espíritu contra la realidad.
h) De la rebelión contra la .realidad, al asesinato de Dios.
Dos consecuencias han surgido inmediatamente del llamado
«principio» de inmanencia: por un lado, empirismo-idealismo
voluntarismo comenzaron declarando incognoscibles los
seres me
tafísicos «no-verificables», sobre todo a Dios; simultáneamente,
sobre todo en la vertiente idealista, en cuanto el objeto queda
dentro
de la actividad del sujeto, se sustituye a la ciencia divina
«creando» aquello conocido, «poniendo» el mundo. Por otro lado,
la negaci6n crítica. del empirismo por parte del idealismo es pura
apariencia desde que la
razón ha dejado
de ser contemplativa
para volverse activa, transeúnte.
De ahí que ef «principio» de
inmanencia implique contradicci6n porque debe ser, al mismo tiempo, inmanente y transeúnte. Claro
que podría
decirse
y con
raz6n que
ha predominado
el carácter inmanente desde que
el
objeto (el ser) no sale fuera del. ámbito de la raz6n. Está situa
ción, en cierto modo paradójica, pone de relieve el acto más
irracional de la razón, que es creerse absoluta ( como decía Sciac
ca). Por
cuanto el
cogito absolutizado supone
el ve/le, constitu
ye· un acto irracional que, como en la gnosis, hace surgir .el uni
verso desde Sí mismo. El ,yo (la conciencia pura) ante el cual
d~be detenerse
tanto
la duda
cartesiana cuanto la
epofé husser-
256
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
liana, no puede no ponerSe como Sujeto ( trascendental) de todo
pensar; lnego, los fenómenos del empirismo
(nÍareria de
la
ex
periencia)
son absorbidos en
el sujeto colnó contenido imnanen
te .. De ahí que esta necesidad de «saltar» del pensamiento al
ser se acentúe en Kant; necesídad de salvar
el Abismo abierto
entre
el cogitare y el acto de la experiencia que equivale al
Abismo entre pensar y ser
o, como
lo ha visto Hegel,
el tránsito
del concepto al ser y del ser al concepto. Pero como no hay más ser que lo racional (concepto), lo meramente «otro», el mundo
·
de
la experiencia sensible y el universo entero es, ahora, inma
nente a la razón. En verdad,
lo finito· es nadd; pues todo fenó
meno es fenómeno de la Idea; por eso, el idealismo absoluto
enmascara un empirismo--absoluto y, en el fondo, un volunta
rismo absoluto. El pensar se «pone» a Sí mismo (ser indetermi
nado) y como su opuesto «pone»
la Nada
pura; pero ni Ser ni
Nada se han dado jamás en estado puro
(abotracciones en la ca
beza de Hegel) y su identificación en el Devenir na está en modo
alguna justificada.
Lo real no existe (si se me ·permite hablar
contradictoriamente)
y la dialéctica se resuelve et: lo que siem
pre ha sido: una dialéctica que jamás sale del ámbitó del con
cepto. Hegel puede «decir» ( solamente «decir») que todo es
inmanente a todo y que Dios está en el Devenir
(Got in werden).
A pesar de que este paso no esté jusrificado, semejante «dios» es
un «dios» que se hace en el tiempo y que, por tanto, ha muerto.
Por un lado, la razón explica el todo, incluida la revelación que excluye el misterio,
y explica, resuelve y disuelve al Absoluto en
lo Absoluto
de la razón «divinizada». No existe más Dios tras
cendente y, por eso, no hay más hombre, resuelto y disuelto en
el movimiento de la razón. Como ente finito es, también, nada
y, como tal, es anulado. Verdaderamente, el hombre «diviniza
do»
es. nadificado al
mismo tiempo que
la conciencia lo ha hecho
«absoluto». Por eso, cuando luego de asumir la dialéctica he
geliana en el· materialismo
dialéctico Marx proclama que
«el
hombre es el único absoluto para el hombre», no hace más que
sacar las últimas consecuencias. Allende la báquica locura de la
razón absolutizada (pura abstracción), lo único efectivo (al me-
257
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO. CATURELLI
nos en la intención) es la divinización del hombre; con este acto,
como nuevo Cáín desesperado que se ofrece holocaustos a sí mismo, logra el aniquilamiento de sí mismo: Absolutización del
velle, del sentire y del cogitare, como supremo des-orden del
ser y los trascendentales, el inmanentÍsmo moderno hace del
hombre un
foúto vuelto
infinito, un contingente convertido en
necesario; es
decir, un
remedo simiesco del único absoluto, ahora
«aniquilado» en el devenir.
Aún es posible ir mucho
más lejos: La absolutización del
ve/le. conducirá a. la voluntad de dominio; la de la ratio a la
decapitación. de Dios y la de la experiencia al suicidio del hom
bre. En cuanto a lo primero, la identidad de ser
y pensar (in
manencia absoluta)
da la equivocada impresión de que no hay
más espacio para lo irracional; sin embargo, el m¡mismo hege-
liano
enmascara el
ve lle autosuficiente, pues, lo que no es razón
es el
ser-otto de la razón, abstracción
y, como tal, inexistente;
pero pensado como
alteridad sin retorno dialéctico
es lo ittacio
nal puro ( absolutización de
la negatividad) que no es otro que la
·pura voluntad ittacional, vida indescifrable para la ~ón. De
ahí que un vitalismo voluntarista en estado puro se enmascara
en el pleroma de la razón hegeliana
y, como tal, consiste en .
exaltación
del mundo, del absoluto «sentido de
la tierra» de
Nietzsche.
No queda, pues,
otro· camino
que
la fidelidad a la
tierra: «¡Yo _os exhorto, ··hermanos míos, exclama Zaratustra, a
permanecer fieles a la tierra. y a no creer en los que os hablan
de esperanzas supratettestres
! ». Por eso es menester proclámar
· la «muerte de Dios» y afirmar la voluntad irracional de dominio
como aceptación de la vida caótica e infinita; el hombre, es,
pues, no
una. meta
sino «lo que debe ser
superado» pues
el
sentido de
la tierra es el Superhombre (8). Y como el hombre
es, apenas, «una cuerda tendida
entre la bestia y el Superhom
bre», su ser se nadifica
y se extingue. Sólo la bestia y, en el
. futuro,
el Superhombre;
nada de Dios .--que ha «muerto» por-
(8) F. NmTZSCHE, Asl habl6 Zaratustra, en «Obras», vol. VII, pá
gina 24, trá. de E. ÜVEJERO MÁURY, Aguilar, Buenos Aires, 1958.
258
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
que lo hemos matado--. y nada del .hambre --que debe ser
superado. Si
el monismo hegeliano enmascara el volutarismo de la vo
luntad de poder, en
si mismo,
también enmascara el materialis
mo radical (pleroma de la materia). Y es
as! porque el mundo
de
la experiencia sensible ( orden de
la materia) es pensamiento
pensado;
pero, por eso mismo, el pensamiento. se convierte en
la materia (materialismo dialéctico) lo que es, en el fondo,
per
fectamente lógico. La «mediación» es, ahora, praxis transfor
madora del mundo: como quiere Gramsci, por la
praxis el
hom
bre se crea a
sí mismo («artesano de si mismo») y, a diferencia
de Marx,
la revolución no se pone tanto en la infraestructura
económica
sino es la superestructura ideológica ( 9); frente al
pueblo, su «sentido común» expresa acríticamente un complejo
de ideas cristianas ( en Europa occidental, en Hispanoamérica) y,
por .eso, es menester revolucionar aquel sentido común sustitu
yendo su contenido por la nueva ideología. De ahí la importan
cia capital de los intelectuales que son
· los encargados
de la re
volución ideológica que, insensiblemente, se
irá apro¡,iando de las
instituciones de
la sociedad burguesa (Iglesia, escuela, universi
dad,
editoriales, diarios, televisión, arte, folkore, etc.) hasta que
se encuentre poseída, de hecho, por una nueva mentadidad mar
xista. El
medí.o es
el
«príncipe» moderno --que paradójicamente
no
repara en
medios-; pero
no es ya el
Príncipe personal
de
Maquiavelo sino el Partido Comunista convertido en una suerte de
«príncipe» coleotivo.
La dialéctica. inmanentista desaloja
as!
al
Dios cristiano de
la conciencia del hombre y, en su lugar,
inhabita ahora el
«príncipe», el anti-Cristo que,
por
fin, ha cor
tado
la divina Cabeza y ha arrancado la Gracia del alma del
hombre (10).
(9) Cuadernos de la _cárcel, Pasado_ y presente, en «Obras», de A. G.,
vol. V, págs. 13, 73, 81-82, 228, 230-231; el vol. V, trad. de G. ·ÜJEDA
PADILLA, Juan Pablos, Editor, México, 19n.
('10) Cuadernos de la cárcel, Pasado y presente, vol. V, págs. 85-6,
215-6; para comprender aspectos esenciales de la 8.Ctual situación de lá
cultura europea e iberoamericana, d. Cuadernos de la cárcel, Los intelec-
259
Fundaci\363n Speiro
•ALBERTO. CATURELLI
Pleroma . de la experiencia, pleroma · de la razón, pleroma
de
la materia y, en el fondo, pleroma
de la Nada. Como ya se
ñalé, . así como mutuamente- se impliom los momentos desenca
denantes del imnanentismo ( velle, sentire, cogitare ), del mismo
modo
se implican
hasta hacerse casi indiscernihles la ahsolutiza
ci6n de
la experiencia, de la ratio y de la materia y explican
algunas vertientes típicas del pensamiento actual como culmina
ción del «principio» de inmanencia. En efecto, la absolutización
de la experiencia, impulsada por el positivismo, también puede
abarcar el mundo del inconsciente y, simultáneamente,
.al hombre
como
una estructura prelógica expresada en el lenguaje, ya sea
como «sistema» de signos (uso individual del lenguaje), ya sea en cuanto al uso colectivo (momento social); en este caso, el
lnmanentismo rompe
··con la
primacía del
cogito, pues el hom
bre es considerado como mero objeto. De
ahí que resulte cohe
rente la transposición efectuada por Lévy-Strauss del método
lingüístico a la
etnología, dando
nacimiento al método estructu
ral
.. En tal
caso, el inconsciente ·colectivo (Dürkhein) actúa como
fuente de la actividad simbólica aplicada a toda la cultura; el
hombre resulta exponente de una suerte de
«razón estructural»
por
la que el
co gito es transformado en un «ello piensa» o «ello
habla» que disuelve al hombre en
ló no-humano; el estructura
lismo aniquila
al hombre de carne · y huesos luego de haberlo
colocado en el centro. El hombre
es· un
ente a-nónimo, una es
tructura vacía como u:tia--malla slll nada o, si se quiere, una
estructura de nada inmersa en · el pleroma de la Materia. Para
el esttucturalismo, el hombre es mera «cosa», en la cual se re
flejan los mitos que, en cierto modo, anuncian la inevitable
desaparici6n del hombre. Primero, el hombre se autopone en la
cúspide de la realidad y, acto segundo, proclama su propia muer te, o su propia nadidad. Naturalmente, no hay trascendencia
tuales y la organizaci6n de la c~ltura, en «Obras», vol. II, trad. de R.
ScrARREt, ib., 1975; en lo que se refirre al «príncipe» colectivo» cf.· No
tas sobre_ Maquiavelo, trad. y prólogo de JosÉ-M. A.rucó, «Obras», vol. I,
ib., 1975.
260
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
porque Dios, como en Feuerbach, es pura proyección imagina
tiva del hombre mismo. Nada del hombre, nada de Dios ( 11 ). De
ahí que Faucault haya llegado a la triste peto. coherente
conclusión· de la necesidad de e-liminar
la conciencia humana
como consecuencia de su ««atqueología de las ciencias huma
nas»; en cuanto descripción de su estructura del lenguaje discur
sivo
y de su formación histórica, pone en evidencia las rupturas,
los
conflictos; es decir, las discontinuidades, pero de tal manera
liberado del problema antropológico· que la conciencia deja de ser el sujeto de todo el cambio
y, por eso, deben mentarse los
simples hechos de que
se habla, se actúa, fuera de toda concien
cia subjetiva hasta la liquidación del sujeto humano ( 12 ). Es de
cir, sólo hay «cosas» (individua) cuya relación con las palabras
cambia con cada. edad; cada . período histórico detenta su propia
episteme (a priori histórico) que, para Faucault, son el Rena
cimiento, los siglos
XVII y xvm { época «clásica») y los siglos
XIX y xx: de modo que «antes del siglo XVIII el hombre no
existía»; hoy, la ciencia (no
la metafísica que carece de toda va
lidez) lo pone como objeto; de modo que este hombre que aca
ba de nacer ya está muerto o moribundo porque las ciencias hu
manas son puras estructuras sin contenido. El asesino de Dios
ya casi está en el sepulcro y, por eso, Faucault proclama no ya
la muerte de Dios, sino «el fin del hombre»
·( 13 ), Así,
apenas
si queda espacio para la blasfemia de Jacques Lacan porque
.so
lamente la neurosis ha· «fabricado» a Dios como fruto de un de
lirio psicótico. Debemos, pues, convencernos: ·Dios ha muerto:
Si. Pero también ha muerto el hombre. Por delante, sólo la
Nada. Es lo que he llamado, tantas veces, el pleroma de la nada.
(11) CLAUDE LÉVY-STRAuss, Mithologiques, IV; L'homme nu, París,
1971; anteriormente, sobre
d carácter ·colectivo de'. todo sistema simb6lico,
Antropología estructural, cap. 9, trad. de E. VER:ÓN, Eudeba, Buenos Aires,
1968; sobre lá desaparición del sujeto singular, cf. Et pensamiento salva;e,
cap. 7, trad. de GoNZÁLEZ ARAMBURO, F.c.e.m., México, 1964.
(12)
L'archéologie du savoir, págs. 41 y sigs., París, 1969; trad. esp.,
La arqueología del saber, Siglo XXI, México, 1970.
(13) Las palabras y las cosas. Una arqueología_ de' las ciencias huma
nas, pág. 373, México, 1968.
261
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELU
La otra vertiente del «princrp10» de inmanencia sigue fiel
mente
fa línea nominalista-empirista indicada anteriormente pero
que, hoy, ha extraído sus últimas consecuencias hasta el escep-.
ticismo total. Esto se comprueba si fijamos
la atención, alterna
tivamente, en el primero y en
el último Wittgenstein: el Witt
genstein del
Tractatus pone el ac~to -como Russell- en la
afirmación de
que «el mundo
es la
totalidad de los hechos» ( 14 ),
es decir, de hechos atómicos, empíricos, cuyas partes son los «ob
jetos». A estos hechos corresponden las proposiciones atómicas
( cuyas combinaciones son las «funciones de verdad»), las que
_sólo tienen sentido _si representan hechos atómicos; por eso, es
menester un lengua¡e ideal (sin el cual parece no ser posible el
pensamiento) que, al cabo, carece de sentido. La «verificación empírica» ( ciencias empíricas),
la lógica y la matemática CÓnsti
tuyen
todo lo que puede tener sentido; por tanto, no hay filoso
fía ni trascendencia y los· grandes temas que preocupan al hom
bre.
son no-problemas.
De ahí que, cuando Wittgenstein con
cluye «de lo que no se puede hablar,. mejor callarse» (15), no sólo quiere expresar que
nada podemos decir sobre proposicio
nes filosóficas, sino que corresponde
callar ante la inevitable nada.
Lo
que es, nuevamente, nada del hombre y nada de Dios.
Por eso me parece que, a pesar de las diferencias, el último
Wittgenstein no difiere esencialmente del primero, pues, aunque
rechace la doctrina del
Tractatus, su empirismo es conducido
hasta sus consecuencias extremas. En
efecto, equiparando el len
guaje al juego,
sostendrá que no existe uno sino
muchos «jue
gos
de lenguaje» según sus
usos operativos (16). Aunque ahora
rechace el atomismo lógico, en la medida que las palabras
cons:
tituyen «herramientas» destinadas a un uso concreto, esto deter
mina el tránsito al pragmatismo y el irunanentismo logra -en
nuestro
lenguaje-
la totalidad del pleroma de la Experiencia.
El pensar (como ha dicho Walter
Schulz) es, precisamente, «la
(14) Tractatus logico-philosophicus, 1.1.
(15) Tractatus, prop. 654 (7).
(1~) Investigaciones filos6ficas, núm. 32, 43, trad. A. Ross1, Unam,
México, 1%7.
262
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
negación de la filosofía» ( 17), la cual, ni explica ni deduce y
debe ( ejerciendo su única
«función terapéutica»)
liberarnos.
del
«embrujo» del lenguaje, mostrando que los grandes problemas
( el yo, el hombre, Dios, el mundo) no son tales
sino confusio
nes,
perplejidades sin salida, que deben desaparecer ( 18).
No
hay, pues, yo; no hay «alma»; no hay «ser», s6lo dudas y per
plejidades, pues
no se puede ir allende el lenguaje cotidiano (y
los hechos «verificables»).
Ante el
mundo
de los hechos «verifi
cables» que ( como en todo empirismo nominalista) se evaporan,
sólo la
duda total; ante
mí mismo, ante Dios, ante el otro hom
bre, nada. Como ante un Vado, tenemos ante -nosotros un in
conmensurable NO: Un «pensar» sin ser, una «lógica» sin logos.
Ya en este extremo, asistimos a la culminación negativa del «prin
cipio» de inmanencia: nada de Dios, nada del hombre, nada
de todo.
Y, así, el progresivo desarrollo del «principio» de inma
nencia, que tiene su origen en, la auto-posición ( voluntarismo
originario) tanto de la experiencia sensible cuanto del pensar
autosuficiente, desata las vertientes del pleroma de la
Razón, de
la
Materia,
de la
Experiencia y
de. la Nada que equivalen, como
esperaba Gramsci, a
la «decapitación» de Dios y a la e-limina
ción del hombre. En todos los casos, siempre mutuamente im-
. plicados, es inevitable la absolutización del orden temporal.
II. EL INMANENTJSMO TEOLÓGICO Y LA ELIMINACIÓN
DE LA PATRIA CELESTE,
a) El ''principio.,' de inmanencia y la. destrucción de 'la. Teo
logía.
Como se ha visto,
el «princtp10» de inmanencia es totaliza
dor y abarca dentro de sí a todos los grados de
la realidad, tan-
(17) WALTER ScHULZ, Wittgenstein: La negaci6n de la filosofia, 116
p,lgs., trad. de J. MoNTOYA SAENZ, G. del Toro, Madrid, 1970.
(18) Investigaciones filosóficas, n6m. 133; también Cuaderno azul,
págs. 101-102, que cito por Los cuadernos azul y ma"6n, trad. de F. GRA
CIA GmLLÉN, prefacio de RuSH RHEES, Editorial Tecnos, Madrid, 1968.
263
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
to natural como sobrenatural. Inmediatamente se percibe la con
tradicción existenie , entre inmanencia y Revelación cristiana por
que si todo debe permanecer dentro de los límites de la expe
riencia (sensible), de la voluntad (autosuficiente) y de la razón,
no es posible ya hablar de misterio
inalcanzable por
la «verifi
cación empírica», por el
impulso ciego
de la voluntad o la pura
razón -raciocinante. En consecuencia, así como el método de la in
manencia conduce fatalmente al ateísmo en el orden filosófico,
en el orden de la Revelación conduce a
· la
«muerte» del Dios
vivo
Y. a la disolución ·de la Teología. Aceptado el «principio» de
inmanencia, se acepta instantáneamente la no-distinción entre na
turaleza
y gracia o, peor aún, la ruptura entre naturaleza y gra
cia y el centro de la reflexión teológica ha de ser, entonces, ne
cesariamente el hombre y no ya Dios revelante. Por consiguien
te,
la «divinización» del hombre y, ¡oh paradoja!, la des-divini
zación de
Dios-vivo va penetrando la teología cristiana.
Y esto
es lógico porque,
si consideramos
el «principio» de inmanencia
en la línea de
la ratio (pleroma de la Razón); debemos decir que
todo es inmanente a todo desde que el pensar es idéntico al ser.
En tal caso, es de la esencia del espíritu la
mediación porque «su
actividad, como dice Hegel, consiste en superar
la inmediatez, en
negar a
ésta y, por consiguiente, en volver sobre sí mismo» (19).
Por un lado, nada. sale fuera de la conciencia y, por otro, el
pro
greso no es otra 'Cosa que «las fases por los que atraviesa la con
ciencia» (20). Hegel
asume. la
idea de progreso del iluminismo
y de todo el inmanentismo anterior; lo cual supone, respecto del
Dios cristiano, la necesidad del espíritu
ert su
enajenación
y, por
eso, la -«encarnación humana de la-esé:nda divina» consiste en
tener «la figura de la autoconsciencia», que es el contenido de
la religión absoluta (21 ). Como en
los textos
de la gnosis anti-
(19) Lecciones sobre la filosofia de la historia universat I, pág. 44;
trad. de J. GAOS, Revista de Occidente, Madrid, 1953.
(20) Op. cit., I, pág. 127.
{21) Fenomenología del espíritu, pág. 439, trad. W. RosEs, F.c.e.m.,
México, 1966; cf. JEAN HYPPOLITE, Genese et structure de la Phénoméno
logie
de
/'Esprit de Hegel,
págs. 511 y sigs., Editions Montaigne, Aubier,
1946; los antecedentes pueden verse en los escritos juveniles, L'espr'it du
264
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
gua, la Encarnación del· Verbo supone que «la esencia ha deve
nido
por sí misma en esa presencia sensible; el ser
allí inmedia
to de la realidad ha dejado de ser un ser
allí extraño o extemo,
al ser superado, universal; esta muerte es, por tanto, su naci
miento como espíritu» (22). No es necesario esperar al anuncio
de Zaratustra para comprobar que «Dios ha muerto», pues, como
expresa el mismo Hegel, «el hombre divino muerto o el dios
humano es,
en sí, la autoconsciencia universal» (23 ). En ella,
el
bien
y el mal son, a la vez, lo mismo y distintos, lo mismo ·Y
no
lo mismo.
La Revelación se «resuelve» en el mundo donde
se
ha disuelto la diversidad entre naturaleza y gracia, entre lo na
tural
y lo sobrenatural; mientras la filosofía es una suerte de
subrepticia teología,
la teología se vuelve antropológica y la con
ciencia humana
ocupa. el
centro absoluto en lugar del Verbo. Por
eso he sostenido anteriormente que, el inmanentismo hegeliano representa
la expresión más perfecta del «espíritu del mundo»
y, en el, fondo, la destrucción total de la Teología. Esta «revo
lución», en el sentido de revolvere,-de volver atrás, retorria a
una suerte de gnosis represeutativa de lo «viejo», · del hombre
viejo por contraposición al hombre nuevo del Cristianismo.
Desde esta perspectiva se siguen varias conclusiones inevita
bles:
1) La primera de todas es el «retiro» progresivo de Dios
respecto del mundo
y, sobre todo, de la conciencia humana. Esta
ausencia comienza -
turaleza: el cosmos deja de ser la revelación de
los. atributos y
perfecciones divinas ( ateíSmo cósmico al que me referiré más
adelante).
2) En segundo lugar, la autoposición de la conciencia como
«posición» de la realidad
y de sus límites ( «principio» de inma
nencia) necesariamente implica la expulsión de Dios de la inte-
Christianisme et son destin, trad. de J. MARTÍN, ínttoducci6n de JEAN HYP-·
POLITE, J. Vrin, París, 1948.
(22) Op. cit., pág. 450.
(23) Op. cit., pág. 452.
265
Fundaci\363n Speiro
1
ALBERTO CATUREW
rioridad del hombre; síguese así el camino inverso del de San
Agustín porque la conciencia agustiniana se limita a des-cubrir
el ser (interior y objetivo-trascendente) que remite a Dios que,
causalmente, es más íntimo a la conciencia humana_ que su pro
pia intimidad. En. cambio, el ateísmo es la consecuencia necesa
ria de la inmanencia y, por eso,
la progresiva ausencia de Dios
en el hombre.
3) Por tanto, también ausencia de , Dios no s6lo en
la acti
vidad contemplativa sino en las operaciones humanas
transeún
tes,
ya sea respecto de los actos libres en orden al fin ( morali
dad) que debe quedar en el ámbito intra-mundano (moral de si
tuación), ya sea respecto de
la producción de una obra (trabajo);
en este caso se ordena a la mostración del ser en la obra para ser contemplada (la cultura), o
la producción de un instrumen
to
útil para un quehacer práctico {la técnica); en todos los casos
,se tratará
de un trabajo intramundano (ateo) y, por consiguiente,
de una cultura sin Dios y de una técnica clausurada en
el, mundo
sin trascendencia. Estamos, pues, en una civilización
en· la
cual
Dios está verdaderamente
ausente.
Con aquellos supuestos, el espíritu inmanentista exige, tam
bién, una teología adecuada a la situación actual del mundo; es
decir,
ufia teología sin Dios. Si todavía queremos que el Cristia
nismo sea aceptable para el hombre de hoy, es menester partir
de estos supuestos (Bonboeffer) y consentir el hecho de que
la
conciencia está vacía de Dios. Tener conciencia de esta situación
y asumirla es lo que el citado Bonhoeffer llamó
«madurez» (Mün
digkd.t) hace varias décadas y que todavía hoy repiten servil
mente nuestros progresistas»
(*). A partir de esta secularización
total (por completo prevista en el hegelismo) se abre paso una
(*) La «teología de la liberación» no ha dicho una sola palabra original
porque está en--estrecha dependencia respecto del progresismo europeo y,
especialmente a,_emán. Sobre esto, véase .el volumen que sobre La. Teofogia
de la liberación y el marxismo, publican los Cursos de Cultura Católica,
Buenos Aires, 1986;
allí, mi trabajo La dialéctica marxista en la «teologia.,,
de la «liberación», págs. 91-118, en el cual pretendo haberlo demostrado.
266
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
«nueva» exégesis sobre los textos de la Sagrada Escritura com
pletamente in-dependiente, o al margen o contra el Magisterio de la Iglesia. Semejante exégesis no debe eludir, por ejemplo, lo
que Rahner
llamó «reflexión
trascendental» en sentido kantiano
y por él recogido cuando estudió con el P. Maréchal; de ahí que,
desnaturalizando completamente el sentido del tomismo, sea ne
cesario «reducir» la Teología a una «antropología trascendental», no porque se niegue inmediatamente a Dios, sino porque no
que
da.
otro
camino si partimos del inmanentismo en el cual las ver
dades de
fe pierden su objetividad. Esto es lo que el P. Fabro
denominó la «inversión antropológica» de la Teología
y que Metz
llevó hasta sus últimas consecuencias. El pensamiento teológico
ha eliminado el
· método
escolástico
y la metafísica escolástica
(
como lo exige el inmanentismo actual
y la necesidad de estar
a la page) y, por eso, la exégesis bíblica no puede emprenderse
ya a la luz del Magisterio ( aunque se enmascare el menosprecio
por él), sino desde el «sujeto trascendental» considerado como
a priori «teológico», o desde el análisis existencial heideggeria
no, o desde el vado metafísico del estructuralismo, o desde el análisis lingüístico. De ahí que ya se trate de Rahner, Metz,
Bultmann, Malcolm, van Buren, Altiser o Hamilton, admitidas
las diversas formas del «principio» de inmanencia,
debe seguir
se el rechazo del método hermenéutico que sigue el
orde¡Í inelu
dible:
Sagrada Escritura, Tradición, Padres, Concilios y
M~giste
rio
infalible
de
la Iglesia; enton;;.,s, también, debe seguirse la
secularización
total de la Teología
y la secularización concreta
de la vida cristiana. El dato revelado se muestra en la historia
y sólo en la historia, la Resurrección del Señor es lo que los ap6s
to/es
creyeron, el Reino de Dios es utopía o, simplemente, es un
meto «ideal» ético, o debe colocarse en el futuro
intrahist6rico,
ya
que todas estas posibilidades son proyectadas desde la
sub
jetividad
trascendental. La teología «de la muerte de Dios» (Al
tiser, Hamilton)
sólo es
más
)mpresionante por
su manera ex
positiva más gruesa y directa; pero toda esta teología que parte
de la inmanencia, «pone» un Dios que ha, objetivamente,
muer0
267
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CAWRELLI
to; o que, si no ha muerto del todo, habrá que cortarle la ca
beza
(24).
Esta horizontalización de la Revelación cristiana constituye
una si¡erte de anti-conversión, puesto que .tiende a unificarse con
su máximo enemigo que es el
mundo .. Quien dijo que su Reino
no es de este mundo se ha colocado en las anúpodas de la teo
logía de la
inmanencia; pero
esta oposición es aún más total, si
cabe, cuando el «espíritu
del mundo» desnaturaliza y vacía su
palabra por medio del llamado «análisis del
lengu~je», que
es la
aplicación de la filosofía
analítica a
la
exégesis bíblica.
Así, por
ejemplo, es el caso de Paul
van Buren en The Secular Meaning of
(24) Disponemos, en español, de los Escritos de Teología, 5 vols.,
Ed. Taurus, Madrid; 1961-64; para nuestro
fin, Espíritu -en el mundo. Me
tafisica del conocimiento finito, según Santo Tomás de A.quino, Herder,
Barcelona, 1962. Desde el punto de vista crítico, son anteriores a los libros
del .P. FABRo, los escritos del P. Juuo MEmv!ELLE> «Rahner,. ¿teólogo
católico o gnóstico?», en JaÚja, núm. 28, Buenos Aires, abril de 1969, y
«El misterio' de la Encarnación en _Rahner~, en Jauja, núm. 31, 1969; véase
también La If,lesia y -el mundo moderno, cap. IV, Ediciones Theoria, Bue
nos Aires,
1969. Posteriormente, el importante libro de CoRNELIO FABRO,
La
svolia antropologica di
Karl Rah~er~ Rusconi, Milano, 1974. Adquieren
especial relevancia
las
obra~ de J. B. METz, Antropocentrismo cristiano,
Sígueme, Salamanca, 1972, y Teología del mundo; 2." ed., ibíd., 1971. Por
debajo de estas especulaciones; siempre hace
acto de presencia el tema de
la «desmitologización» .del cristianismo: el progréma del mismo fue lan
zado por· .RunoLF B:ULTMJ¡\NN, en. 1941, en su ya -célebre ensayo Neues
Testament und MythologÚ (Munich,
1941),
reeditado. más tarde (1948).
Véase minuciosa bibliografía en ANTON VoGTHE, Revelaci6n y mito, 203
páginas, trad. de J. BLÁSQUEZ, Herder, Barcelona, 1965; también en L. MA
LEVEZ, S. l., Le metsage chreiien et le mythe. La théologie de R. Bult
mann,
Bruselas-Brujas-París, 1954; utilísimo el volumen de Archivio di Fi
losofia, sobre Il problema della demitizzazione (1961), 334 págs., lstituto
di
Studi Filosofici, Roma, con escritos del propio Bulmann -y otros como
Kerenyi, Daniélou, Marlé; el artículo de Bultmann es un bueri resumen de
su posición, págs.
27-34. Sobre la llamada «teología de la! muerte de Dios»
tengo a la vista THOMAS· J. J. ALTIZER, The Cospel of christiam atheism,.
157 págs., The Westminster Press, Philadelphia, 1954; ·cf. el vol. colectivo
The meaning of the dedth ·o¡ God, Protestant, Jewish and Catholic Scho
lars.
E~lore Atheistic Theolqgy, Edíted by B. M"Qrchfand, Random · Hou
se,
New York, 1967.
268
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
the Gospel
(London, 1963) y otros ensayos menores que utilizo
aquí en los que,
supuesto e] «análisis» del último ·Wittgenstein
(pero también de Wisdom, Strawson, Austin y otros) quita todo
valor a la
Palabra revelada
sobre la base de la incapacidad del
lenguaje
empírico (y
no hay otro) para referitnos a Algo tras
cendente; si la
teología quiere
ser una expresión auténtica del es
pfritu contemporáneo, debe aceptar la
reducción de su conteni
do a la inmediata realidad empfrica,
así como la alquimia acep
t6 reducir
su contenido al ele la
química y
la astrología a la
as
tron;,mía ...
Luego,
con Barth y con Bultmann, la fe
nada tiene
que ver con la religión y corresponde preguntarnos por el valor
del «lenguaje
teológico». En el ámbito de los «juegos de len
guaje» ( o de lenguajes) de Wittgenstein, es menester pregun tarse por el
uso del lenguaje en s;, contexto, tal como lo emplea
una cierta comunidad llamada «Iglesia»; siempre se trata de un
lenguaje humano para el cual
la locución «el nombre de Dios»
(utilizada en sentidos diferentes) tiene como «modelo» el
leu
guaje
.moral que se propone un «ideal» irrealizado, puesto, gene
ralmente,
en el
futuro y presentado como norma. La misma «am
bigüedad» de las palabras indica que lo dicho en la Biblia está
destinado a cambiar con el tiempo su carácter de verdad:
el aná
lisis, sostiene van Bure:D., solamente «.Puede'. .. mostrar que entre
los diferentes usos del lenguaje, hay también éste, el uso que
n;,s da
un ideal moral, un uso que es apropiado para la narra
ción
de la
historia» (25). Nada más. La fidelidad del cristiano se
pone como fidelidad a la tierra
y a la historia; de todos modos,
«no comprendemos cómo puede utilizarse la palabra "Dios"»,
entonces, ya ni siquiera podemos comprender la exclamación de
Nietzsche «Dios ha muerto». Guardemos
silencio porque «el pro
hlema de
hoy es que la palabra 'Dios' ha muerto».
La exclamación
de Nietzsche
sigue siendo
metafísica y, por tanto, sin significa
do. Nada podemos
decir. La palabra 'Dios' ha muerto. Silencio.
Nada más
que silencio.
O
lo que_ es lo mismo. Vacío de Dios_
(25) «Qu'est-
sofia, Cedam, A. Milani, Padova, .1969.
269
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CA,TURELLI
b) Las catacumbas de hoy, la eliminación de la Patria ce
leste y el actual mamrio de la Iglesia.
EI «principio» · de inmanencia y la subsiguiente categoría de
la «madurez» han conducido al mundo actual, primero, a la «de
capitación» de Dios e, inmediatamente, a la suprema inmadurez de la «divinización» del
hombre que
equivale a su propia elimi
nación. De
ahí que el mundo contemporáneo inmanentista sea
deicida y, por eso mismo, _homicida. Se cree «progresista» y es,
en cambio, retrógrado porque regresa al gnosticismo pseudo-sal
vífico que. ha
luchac!o hasta
hoy por la restauración del mundo
vieio cuya cabeza no es otra que «el príncipe de este mundo»,
mentiroso, deicida
y homicida desde el principio.
Los agentes ( o los «miembros») más eficaces y
«maduros»
son
los apóstatas de hoy, para quienes la «muerte de Dios»
no·
es
ya un punto de llegada sino un punto de partida del pensa
miento «teológico» ( como viene a decir Robinson). Esta marea,
al parecer irresistible porque cuenta con todo el poder del uni
verso, conduce a la Iglesia a las catacumbas sin percibir que su
debilidad es su fuerza y su derrota su victoria. Sean físicas o es
pitituales,
las _catacumbas de hoy impiden que la Palabra enmu
dezca, que se distorsione su sentido
y que designe la Nada. Hace
casi ochenta años, San Pío X, en su encíclica
Pascendi (por algo
detestada por el «progresismo»),
seiialaba proféticamente
que el
proceso del inmanentismo anti-teológico
parda desde
dentro de
la Iglesia
y señalaba sus causas: éstas no son otras que la so
berbia,
por la cual se muestran como «únicos poseedores de la
ciencia», pretendiendo que la Autoridad «se acomode a su
liber
tad»;
la
ignorancia (enmascarada de sabiduría) y la ave,si6n del
método
escolástico
que es aversión de la filosofía y de la metafí-_
sica.
Todos ellos,
decía San
Pío X, «en los sagrados seminarios
y en las universidades científicas andan a la caza de las profe
sorías, las cuales convierten poco a poco en .cátedras de pestilen
cia» (26). Quizá pensando en tan grave afirmación, un santo
sa-
(26) Pascendi Domini gregis, núm. J2.
270·
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
cerdote amigo me decía h.ace · poco que es uu pecado contra el
Espíritu mantener en sus cátedras o designar profesores en se
minarios· y universidades eclesiásticas, contrarios a la sana_ doc
trina; es la misma preocupación del P. Cornelio Fabro cuando,
al• comprobar
el predominio
dentro de
la Iglesia de los «profe
sores», se queja diciendo que «de una Iglesia de
obispos parece
haberse
convertido en una Iglesia de profesores»
(27).
Desde esta perspectiva, la inmanentización del mensaje de
Cristo tiende a diluir primero y hacer desaparecer después
la
Patria celeste del cristiano de que habla San Pablo y, con Ella, el
sentido de peregrinaje .de la vida presente. Por eso, actualmen
te
me resulta
insuficiente la expresión por
mí empleada hace
trece años acerca de «la Iglesia católica y las catacumbas de hoy».
Ahora quizá
sea necesario hablar del martirio de la Iglesia en
sus miembros desde Pedro hasta
el último cristiano. Si bien la
muerte física es esencial al martirio o testimonio de
la sangre
por Cristo, porque «mientras (al cristiano) le queda
la vida cor
poral, no ha demostrado todavía de obra»
(28), por extensión
puede hablarse de martirio porque «padece como cristiano no sólo lo que padece por
la confesión verbal de la fe, sino todo el
que padece por hacer un bien y evitar uµ mal por Cristo, por
que todo ello cae dentro de 1a confesión de
fa fe» (29). En este
sentido, los miembros de
la Iglesia están siempre en la posibili
dad del martirio que, si bien emana de la fortaleza, es
· acto
su
premo de caridad de la
cual proviene
su mérito; estoy, pues,
convencido de que, en el mundo inmanentista de hoy, muchos
cristianos que sufren el dolor indecible de ver «decapitado» a
Jesucristo en
el· alma
de los hombres, padecen una suerte de
martirio que, en algunos casos, es preparación ~ra el martirio
esencial. El desarrollo mundial del «principio» de. inmanencia
dentro y desde dentro de la Iglesia, se extiende como un cáncer
del Cuerpo Místico que quisiera transformarlo en un «cuerpo
de muertos»; a esta contaminación llamó Pablo VI la «autode-
(27) La aventura de la teología progresista, pág. 297.
(28) Santo Tomás, SI'h., IHI, 124,4.
(29)
Santo Tomás,
STb:, II-II, 124-5.
271
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
molición de la Iglesia», la cual equivale a un marttrzo progresi-,_
vo de la Iglesia en sus miembros. Como dijo el Señor en el
huerto de Getsemaní, «ésta es la hora vuestra y la potestad
de las tinieblas»
(Le, 22,5.3 ); y lo es también ahora en este
Getsemaní contemporáneo donde Cristo es traicionado
día a día.
Estoy convencido que este dolor secreto es eminentemente sen tido por
la Madre de Dios que desde hace tiempo llora en diver
sas partes
del mundo. Cuando Pío XII supo que la Señora llo
raba en Siracusa,
exclamó preguntando
como quien ya sabe la
respuesta: «¿Por qué llora
la Señora en Siracusa?». Llora por
que Dios-Hijo es cotidianamente «decapitado» por los
apósta
tas
de hoy: por esos que «han salido de nosotros, mas no eran
de los nuestros ... » (I
Jn, 2,19).
III. .EL JNMANENTISMO: CIENTiFICO-TECNOLÓGICO Y EL COSMOS
COMO LA ANTI-PATRIA TERRENA.
Ahora, si volvemos los ojos desde nuestro infinito interior
para contemplar el inconmei:isurable cosmos exterior, vienen a la
memoria las conocidas palabras de Pascal: «qu'est-ce que l'hom
me dans la nature? Un néant a l'égard de l'infini, un tout a
l'égard du néant, un
milieu entre ríen et tout» (30). Quien se
haya
puesto a
contemplar por la noche a través de los «huecos»
de la
Vía láctea nuestra galaxia, hacia más allá, se habrá asoma
do fuera
del disco
de nuestra galaxia y quizá haya podido ver
la más cercana de las galaxias vecinas,
Andrómeda, a
más de
700.000 años luz. En ese momento sentirá qué, de veras es el
hombre una nada respecto del infinito y un todo respecto
· de
la
nada, un medio entre nada y todo. Este espectáculo que, hoy, a Santo Tomás le hubiese sugerido nuevamente el argumento
«ex
gubematione rerum», contemplado desde el a priori del «prin
cipio» de inmanencia, conducirá al hombre a concebir un contra
dictorio cosmos sin Dios en el cual deambula el hombre «extra-
(30) Pensées, núm. 348, por Ed. Chevalier, Gallimard. París, 1960.
272
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
viada» que, según trataré de mostrar, se habrá quedado sin pa
tria terrena y sin patria «celeste». No será ya, como dice Pas
cal,
«un. todo
respecto de la nada», sino un ente «perdido» en
el
«infinito exterior»
sin poder escapar de «la horrible situa
ción en que nos encontramos»,
cómo ha
dicho Hoyle
(31 ).
Por
qué
el gran astrónomo británico cree que la Tierra y el
hombre están en «¿horrible situación?» Porque
él no puede con
templar el universo físico sino desde
l.a perspectiva
del principio
de inmanencia en su. vertiente empitis~a y escéptica, que es uno
de los momentos esenciales del proceso de la inmanencia (ple
roma de la Experiencia). Si es así, se explica que
el físico Eckart
Heimendabl
piense que «si
la la religión cristiana privó al cos
mos de los dioses, la nueva mecánica física del cielo le privó de
Dios»
(32). Lo
cual solamente denuncia un
a priori inmanen
tista proyectado sobre el cosmos el que puede apreciarse, sobre todo, cuando al físico se le pregnnta por el origen y el fin del
universo: con el único propósito de ilustrar
. mi exposición de
modo sencillo, considerem.oS dos caminos propuestos por físicos
y astrónomos: · ' ·
a) Se ha sostenido que a partir de núcleos livianos se desa
rrollaron elementos pe_sados hasta que, en algÚn momento, acon
teció la primera o gran explosión (la conocida hipótesis del «big
bang» ); también se supone que, para
cada partícula,
existe otra
idéntica de signo contrario {antimateria). Materia y
antimateria
se
habrían formado en la explosión
originaria, de
modo
qué la
materia
actual del cosmos es apenas el resto de lo
i¡ue tenía
a
su disposición el
big bang. En este caso, dos caminos se abren
allende la física:· no es posible trascender la hipótesis planteada
y la expansión desatada signe por siempre en la inmanencia de
la materia; obsérvese que, para que haya existido la explosión,
se suponen aquellos núcleos livianos a partir de los cuales se
(31) FRED HoYLE, La naturaleza del universo, pág. 140, trad. de. A.
T. W:EYLAND, Fabril Editora, Buenos Aires, 1961. ·
(32) EcKART HEIMENDAHL (con la colaOOración de WEIZSACKER, GER
LACH, WraLAND, BoRN, GÜNTHER y We1SSKO_PF), Fisica y filosofia, página
38, trad. de J. S. IGLESIAS MUÑoz, Guadarrama, Madrid, 1%9.
Z73
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
desarrollaron elementos pesados; en tal caso, la explosión no se
ha producido
ex-nihilo. Sin embargo, algún físico le ha llamado . ·
«acto
creador». Sin detenernos a considerar que, presuponiendo
la entidad de núcleos livianos no se puede hablar de «creación»,
es
evidente que el físico ha redescubierto
la contingencia en el
orden de la sustancia material a
la que él llama «fragilidad». Y
aquí es menester una decisión filosófica: o sostenemos la creatio
ex nihilo como único camino que revefa el sentido del universo,
o se prefiere
la vía inmanentista ( todo aquende la razón y la ex
periencia), en cuyo caso el cosmos se queda sin sentido y el hom
bre vagará por_
él en interminable extravío. Esto es lo que me
atrevo a llamar el ateísmo c6smico. O, quizá, aún sea coherente
la vuelta al mito arcaico del eterno retorno que nos dejaría aún
en peor situación.
b) Otro camino hipotético ( y que aquí sólo tomo como un
ejemplo) tiene el mismo supuesto: si se toma la luz como me
dida de distancia y se considera a la Vía láctea como un gran dis
co formado por gas interestelar y estrellas
de unos 60.000 años
luz de
diámetro, fuera de ella habría una inmensa «maraña de
galaxias» que se extienden allende 1.000 millones de años
luz y
cuyo origen, sostiene el ya citado Hoyle, es aquel gas tenue
-que denomina «material de fondo»- de
cuya condensación
provendrían
las galaxias. Sin ofrecer ninguna razón, pero obli
gado por el mismo planteo hipotético, sostiene Hoyle que siem
pre «aparece nuevo material para compensar el de fondo que
continuaniente está condensándose en galaxias»; por ello «nos
hallamos
forzadas a suponer que la naturaleza ·del universo re
quiere continua creación, un perpetuo dar origen a nuevo mate
rial de fondo» (35). Por un lado, Hoyle se ve. «forzado a su
poner» esta curiosa «creación continua:de materia» y, por otro,
debido· a su prejuicio inmanentista, se ve forzado a decir que «el
material creado» simplemente «no viene de nin,guna parte», pero
que esta hipótesis permite pensar en un «futuro infinito» del
(33) Op. cit., pág. 125.
274
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA· Y EL ORDEN TEMPORAL
cosmos (34 ). Demostrando une: ignorancia casi absoluta de ia
doctrina cristiana, pero arremetiendo contra ella con ia violencia
del prejuicio inmanentista, Hoyle dice que
la religión es sólo un
intento desesperado por escapar de «la horrible situación en que
nos encontramos», y como es absurdo plantearse el problema de
la relación entre «la mente» y el cuerpo, porque es inconcebible
«una mente» ( o cualquier otra entidad
metafísica) sin «lazos fí
sicos», nada garantiza un sentido ni, menos, que el hombre haya
de continuar su existencia allende
lo empiricamente observa'
ble
(35). Obsérv.ese que, si el «material creado» no proviene de
ninguna pari:e, o se afuma la_ creación ex nihüo, pues la vóz «nin
guna»
indicaría la ausencia de ser (no-ser), lo que rechaza Hoyle
contradictoriamente; o
la voz «ningnna» apenas indica la siempre
presente preexistencia_ de -gas interestelar, en cuyo caso no se
puede hablar de «creación» en ningún sentido. Se trata de un
callejón sin salida en el cual se ha metido la cosmología contem
poránea que no quiere admitir
ningún supuesto ni metafísico ni
teológico; por eso, ya regresa ~ tnitos prerracionales y ~caicos
(
como el propio Hoyle; pues las sucesivas conflagraciones
ad in
finitum recuerdan a Heráclito y a narracion~s aún más antiguas),
ya
afirma un cosmos sin-senrido en el cual anda el hombre «per
dido». Se ha querido absolutizar, «divinizar», al hombre que do
tnina el universo, y, en verdad, se lo ha arrojado a una suerte de
océano cósmico en el cual el avance incesante del hombre lo
asemeja a un navegante sin rumbo,
«perdido».
En
la inmensidad
d~l universo
físico, el hombre se comporta,
ahora, como un pequeño demiurgo sin noción del origen y del
fin. En el plano de la clivnlgación científica -que influye fuer
temente en literatura, historietas y ciencia-ficción- aparece un cosmos autosuficiente ( como en_ ese libro
Cosmos, de Sagan, que
tanto se difunde hasta en las escuelas), donde el Gran
Vado o
el
Gran Silencio ha reemplazado a Dios y donde el pequeño- de
miurgo Nada riene por delante, como no sea su posible auto-
(34) Op. cit., pilgs. 126, 133.
(35) Op.
cit., págs. 141-142.
275
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ALBERTO CATURELLI
destrucción. La cosmología inmanentista actual responde a esta
seducción de la Nada en el inconmensurable cosmos donde el
hombre ha
perdido tanto
su patria terrena (mota de polvo nadi
ficada) cuanto ~u patria «celeste», inexistent~ en cuanto situada
más allá de la verificación sensible. Tal es la «horrible situación».
IV. EL INMANENTISMO HISTÓRICOcPOLÍTICO
Y
EL ANIQUILAMIENTO DE LA PATRIA TEMPORAL.
a) El progreso. indefinido en la ciudad del mundo.
Por fin, consideremos ahora nuestra existencia histórico-tem
poral al término de esta ilimitada sugestión de la· Nada a que
el llamado «principio» de inmanencia ha llevado al hombre
en
los órdenes filosófico, teológico y científico-cósmico, sin que nin
gún grado del ser finito haya podido evadirse. Para .ejercer la
re
flexión en este último tramo de nuestro camino he elegido al
guna obra que, si bien carece de valor científico, constituye un
trágico testimonio _de lo que está pasando en el mundo; en es
pecial me refiero al libro de Zbigniew Brzezinski, Between two
ages{traducido con el titulo La era tecnotr6nica) que es un ejem
plo extraordinario de la inmanentización total del tiempo histó
rico-político.
Aceptado el «principio» de
inma1:1encia eri
el conocimiento
y en la filosofía,
era inevitable·
que fuera, por un lado, aplicado
a la Revelación cristiana (inmanentismo teológico-religioso) y,
por otro, al orden temporal (inmanentismo histórico-político)
que, desde Marsilio de Padova hasta el iluminismo y desde éste a los movimientos políticos de masas de hoy, se caracteriza por
la afirmación de su auto-suficiencia. Como pasa eh el iluminis
mo, el vaciamiento de la
Teología y
la
Metafísica supone,
por
un lado,
la reducción del conocimiento válido al de las ciencias
empíricas y matemáticas y, por otro,
la no-renuncia a la idea de
progreso heredada del cristianismo pero ahora secularizada; por tanto, como se afirma en
.el iluminismo; la tierra es la patria del
276
Fundaci\363n Speiro
-EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
hombre y la ciencia es el medio eficaz para conquistarlo, eman
cipándonos tanto
de la tradición cuanto de la autoridad; en cuyo
caso se corrompe el concepto de democracia
y se hace absoluta
transmutándose en la exaltación de
la democracia fundada en la
absolutidad de la idea de igualdad; la sociedad, suma extrínseca
de individuos, supone que aquella idea de progreso no sólo se
inmanentiza y
«materializa» sino
que es indefinido, expresión
del
cambio que, como creía Turgot, se encamina hacia un reino
futuro de dichosa igualdad, en el cual ( anulada o relegada a la
subjetividad la antigua religión sobrenatural) reinará la raz6n en
el goce de los bienes temporales (Turgot). Esta idea-motor del
progreso indefinido, circula como
lá sangre en el mundo occiden
tal
y, sobre todo, en el actual imperio anglo-americano y en el
mundo marxista en el cual
la idea de progreso se expresa en la
dialéctica de la contradicción.
;
obos colosos
se sustentan en
común en la idea de cambio en sentido progresivo y exclusiva mente terreno, como· último
estrato de la versión actual de la
ciudad del mundo. Por eso he escogido como
~pica la obtl! .;le Brzezinski
que
supone el
cambio progresivo como realidad originaria que exige, _
en nuestro tiempo, la interrogación por «un método de cambio
y
la sustancia del cambio» {36). Por. eso hay un «desafío del
cambio» que, a su vez, «engendra cambios metamórficos» (37);
el progreso
exige revolución y la «sociedad que otorga prioridad
al cambio»
y hace del conocimiento el vehículo de la «innova
ción», engendra rebeldes (38) que ponen en evidencia que es «urgente efectuar el cambio para que
la vida pueda seguir mar
chando» (39). Y esto es
fo que caracteriza a la sociedad norte
americana cuya «realidad fundamental.. .
ha sido
la
asimilación
(36) La era tecnotr6nica, pág. 191, versión de GERARDO MAYER, &li
torial Paidos, Buenos Aires, 1979, sobre el originiil. inglés BefWeen two ages,
The Víking Press, New York, 1970.
(37)
Op. cit., pág. 300.
(38)
Op. cit., pág. 339.
(39)
Op. cit., pág. 342; véase, también, palgs. 68, 159-170, 172, 339-
390, 314, 322-323, 339, 342, 391, 392,
395, 396, 398-403.
277
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ALBERTO CATURELLI
del cambio acelerado». Lo esencial no es, pues, lo que es sino
el cambio en la historia, la economía, la comunicación sensible,
la sexualidad, el poder; cambio, cambio, siempre el cambio como
progreso incesante, sin principio ni fin, dentro y desde·
dentro
de
una ciudad del mundo
a:fincada aquí
y
ahora para
siempre.
Ahora que podemos imaginar una Autoridad de esta ciudad tem
poral, su tirulat
podría ya
decir:
«Mi reino es de este mundo»
y a un Pilato satisfecho podría decir que no tiene potestad al
guna que no le haya sido conferida de abajo; es decir, por las
potencias del mismo mundo en cambio
perpetuo.
Así, pues, los países (o el país) que dejando atrás la etapa
industrial para asumir el desarrollo de
la tecnologia y la electró
nica, muestra que
estas últimas son «los
principales factores
del
cambio social» ( 40 ). Esto permite pasar a
la «era del proceso po
lítico global», una suerte de espúrea «unidad del género huma
. no»
que, para Brzezinski, permite superar «las grandes visio
nes de la historia» (como la de San
Agustín) que
son apenas
«sucedáneos de la ignorancia». No hay, pues, historia con un
fin
trascendente a la historia misma sino con un fin·. inmanente al
tiempo. En la línea del único conocimiento válido que es el
sometido a la verificación empírico-pragmática, «el conocimiento
se convierte en un instrumento de poder», ¡,ues la física nuclear,
las computadoras y las comunicaciones «otorgan prioridad a
· la
lógica
matemática
y al razonamiento sistemático» (41). He aquí
la
revolución que producirá modificaciones del
yo y de la expe
riencia, inaugura muy pronto una «realidad global» en
la éual
todos estarán
«en contacto
audiovisual» creando una bastarda
«intimidad mundial» ( 42)
que es
la de la
dudad global; lo «lo
cal»
es suburbano simplemente; es decir, es lo «nacional» que
ya no tiene sentido y, por eso, debemos resignarnos a ver des
aparecer las patrias nacionales.
278
La revolución tecno-trónica tiene un fatal y necesario pro-
(40) Op. cit., pág. 17.
(41) Op. cit., pág. 37.
(42) Op. cit., pág. 45.
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
pagador que son los Estados Unidos, simplemente porque es «la sociedad innovadora y
creativa de
hoy» { 43) en
el sentido del
cambio-progresivo; por eso, las etapas de la historia de Occiden
te son Atenas-Roma-Estados Unidos, pasando a las sombras de
la nada la Cristiandad medieval, el Renacimiento, el Imperio
Español
{sic); en
esta línea, fundiéndose la economía con la
po
litica, los tres grandes centros de poder de la ciudad del mundo,
son Norteamérica, Europa occidental y Japón, bajo la dirección
del primero que, mediante la
democracy, mantendrá en sus qui
cios el orden temporal. A su vez, esta «ciudad global» se sus tenta en «una conciencia humana global» evidenciada en «la
aparición de élites supranacionales, compuestas por empresarios,
estudiosos, profesores y funcionarios públicos internacionales» { 44 ),
la que manejará también una «red de información global». Esta
visión evolutiva, inmediatamente sustentada en Teilhard de Charclin, Cox, Foucault
y otros y, mecliatainente, en el ilumi
nismo protestante y democratista, pretende haber alcanzado «el
primer
univ,,,:.alismo» y, más aún, pretende haber · conquistado
«la
igualdad ante
lo sobrenatural» ( 45). Por este camino se su
perarán las religiones, las que «parecen implicar diferencias se
mánticas
no de fondo» y, como acaba de decir el señor Giovanni
Giovannini, presidente de la Agencia Italiana de
Notitjas (ANSA),
«la computación aplicada a la co1nunicaci6n social permitirá
barrer con las fronteras nacionales» de
modo que «importantí
simos
cambios politicos» sobrevendrán: «La informática
provo-
( 43) Op. cit., pág. 54.
(44) Op. cit., pág. 105.
(45) Op. cit., págs. 118, 120; el'lector no debe admirarse que esto sea
de veras pensado
y que realmente esté ocurriendo en los Estados Unidos,
donde también los 50 millones de católicos en su malyoría han sido domi
nádos por esta ideologfa simplista y eficaz, fundada en «el progreso inde
finido y en el único sistema político concebible: la democracia». Estas úl
timas palabras pertenecen al escl~or artículo de THOMAS MoLNAR,
«El catolicismo americano», en Verbo, XXV, núm. 241-242, págs. 71-80,
Madrid, 1986. Este trabajo, en realidad, supone el extraordinario libro an
terior Le modele défiguré. L'Ambi(jue de Toci¡uevüle a Carter, 224 págs.,
Presses Universitaires de France, París, 1978.
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Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATIJRELU
cará una ver
la estructura de la sociedad, convirtiéndola en una aldea
global, como afirmó Matshall McLnhan»;
y así, televisión, com
putadora
y telefonía nos batán ingresar en «una nueva era donde
privará la libertad de la comunicación, que es esencialmente la
libertad total» ( 46 ). Sin entrar a refutar la ingenuidad filosófica
de la (intra-mundana)
«libertad total»
con la
libertad de
la co
municación ( empírica), lo verdaderamente grave es que, para la
mentalidad de estos hombres que poseen, hoy,
el 70 % de la
producción mundial, la historia es definitivamente inmanente a sí
misma, haciendo
visible,
aquí y ahora, la «inversión antropo
lógica» que pretende poner al hombre como absoluto
Demiurgo
de
este mundo. Este intra-mundano
amor sui, afincado para siem
pre en el
temporalismo exterior,
constituye la
ciudad del mundo,
culminación
del progreso indefinido.
b) Del mito del cambio al totalitarismo planetario.
El «mensaje radical implícito en el concepto ·cristiano de la
historia», dice Brzezinski adulterando la oración del Señor, es la
«btisqueda de
la salvación
'en la
tierra como en
el cielo'». Se
mejante mensaje ha· sido acallado por la «institucionalización»
del cristianismo que termina por aceptar la estratificación social
y hasta puede «beneficiarse con ella como en Hispanoamérica».
De modo que, en total acuerdo con las formas .marxistas de la «teología» sin Dios, saluda con alegría «la quiebra de
la lealtad
religiosa». Sea
fo que fuere, esto ha pasado también con el mar
xismo y, así como existe un «cristianismo institucionalizado» ( es
pecialmente la Iglesia católica), existe un marxismo instituciona
lizado que no es ya fiel a sí
mismo. Einpero,
«el
marxísmo (
dice
este representante máximo del liberal-capitalismo
y actual presi
. dente
de la 'trilateral commission') representa una nueva etapa
(46) Declaraciones al llegar a Buenos Aires a la Agencia NA, que tomo
de J.,a Voz del Interior, 2 de enero de 1986, l.' sec., p,!g. 5, C6rdoba.
(47) La era tecnotrónica, pág. 122.
280
Fundaci\363n Speiro
EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
vital creativa dentro de la maduración de la cosmovisión del hom
bre. El marxismo es simultáneamente una
viotoria del hombre
exterior
y activo sobre el hombre interior pasivo y una victoria
de
la
razón sobre la fe» ( 48 ). Por fin, con el marxismo se ha lo
grado la «igualdad social»; es un «mecanismo del 'progreso' hu
mano», como quería Teilhard de Chardin, que rompe la institu
cionalización eclesiástica que ha olvidado que «la verdad es
re
dativa
y esquiva», y que no debe haber «dogmas absolutos»; por
eso, «a medida que la Iglesia se debilite ...
marcará el
comienzo
de una relación mucho más directa, más personal y menos ritual
con Dios» ( 49). El mundialismo inmanentista se identifica aquí
con la
ciudad secular efe! pseudo-teólogo Harvey Cox, la exalta
ción del cambio del ateísmo estructuralista de Foucault
y el evo
lucionismo de Teilhard, de modo que, por un lado, hemos de de
jar de soñar con una Patria «celeste» y, por otro, hemos de acep
tar la liquidación de la patria temporal: lo primero, porque el
progreso indefinido
y el cambio reemplaza al Regnum Dei; lo
segundo, porque
el mundialismo del mundo-Uno, desarraiga a los
hombres
y disuelve las patrias ·terrenas.
En
esta perspectiva adquiere pleno sentido el dominio
eco
nómico-político del planeta por las corporaciones trasnacionales
que suponen «un sistema industrial mundial con 'empresas apá
tridas' de
todo
el mundo» y, simultáneamente, por las llamadas
transideol6gicas, o «sociedades mixtas de empresas occidentales
y empresas estatales de países comunistas» (50). Este «más allá»
de las diferencias entre liberalismo capitalista y comunismo, pone
de relieve (porque esto tenía que ocurrir alguna vez de modo
más visible para
el común de los hombres) el común denominador
doctrinal que los une. Explica la feliz posibilidad (para el anti
guo asesor de defensa de Carter) de un «comunismo tecnotróni-.
-(48) Op. cit., págs. 124-6, el subrayado es mío; cfr., tatnbién, páginas
185-6, 199,220,292.
(49) Op. cit., pág. 150.
(50) FRANCISCO M. PASTRANA, Trilateralismo, págs .. 102, 20.3, Ediciones
Cuatro Espadas, Buenos Aires, 1981; cfr.; también, págs. 58, 113, 161,
162, 302, 317, 358-9.
281
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ALBERTO CATURELLI
co» que haya desechado la «institucionalización» del marxismo
(Stalin) y vuelto a sus verdaderas fuentes; todo lo cual se pre senta, por fin, como
la redención intra-mundana operada por el
inexorable tránsito a la «democracia» (51). Semejante «redención» operada por este mesianismo intra
histórico, tiene
como guía,
motor
y modelo a los Estados Unidos,
pues «la sociedad norteamericana actual se ha fijado pautas más
elevadas que las de cualquier
otra sociedad»
(52). Naturalmente,
este exponente de la sociedad del bíenestar
y del consumo ha ol
vidado los
altísimos valores de
la tradición occidental ( a la que
los Estados Unidos son insanablemente extrínsecos)
y también
aquellos que aún florecen en algunos pueblos físicamente peque
ños. Las «pautas
más elevadas»
no trascienden un pedestre y
negativo pragmatismo; esta primacía le corresponde al
Leviatán
«democrático»
porque es el mejor «innovador social», que pone
la ciencia «al servicio del hombre pero sin fijar dogmáticamente
el destino de este último» (53 ). Así, «hoy todo el mundo es Es
tados Unidos»,
porque
él vive antes que nadie los problemas eco
nómicos, sociales, psicológicos. y, sobre-todo, porque es la sacie~
dad más «abierta al cambio acelerado». Leviatán es, pues, «pro
videncia» intra-mundana del
mundo:
para espanto
del lector ver
daderamente culto, se puede leer en los diarios declaraciones de
· los
señores. Gilbert
y Aclams, subsecretario de Asuntos Latino
mericanos el primero y secretario de Asuntos Interamericanos el
segundo,
por las cuales nos enteramos que los Estados Unidos,
luego de haber llevado la libertad a Haití
y Filipinas ( Chile y
Sudáfrica son los próximos objetivos) están prontos -según ha
dicho el presidente Reagan- para «levantar la bandera de los
valores de Occidente», que no son otros que «democracia, dere
chos humanos
y economías libres» (sic!) (54). Más aún: el pre
sidente Reagan transfiere a
Leviatán (con
ocasión de su interven-
(51) La era tecnotr6nica, págs_ 260, 273-293.
(52)
Op_ cit., pág. 390.
(53)
Op. cit., p,lg. 388,
(54) La Nación, 16 de marzo de 1986, l." sec., pág. 10, cols. 5-6,
Buenos Aires.
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
ción en Libia) la «misión espiritual» de luchar «contra el peca
do y la maldad en
el mundo» (55).
Cuando
el máximo dirigente de aquella sociecL¡d es capaz de
atribuir a la misma una misión soteriológica y mesiánica no sólo
secitlarista, sino
verdaderamente
pedestre, no debe sorprender
nos que
Brzeziriski (nuestro
recentísimo huésped) (56 ), sostenga
que los Estados Unidos son la sociedad que «se
ha fijado pautas
más elevadas
que
las de
cualquier otra sociedad». Veamos cuáles
son estos valores: como se ha podido ver en mi brevísima expo
sición, estos valores, además de los ya señalados, comprenden
«crecimiento económico», el «bienestar», un· «programa educati-_
vo común y pautas académicas comunes» (57), «salud» y, natu
ralmente, «producto bruto nacional»,
todo· sustentado
en una
suerte de racionalismo materialista al que
el Arq. Pastrana llama
«aséptico materialismo tecnotrónico» (58) expresivo de este mun
dialismo ateo.
Esto· supone
una suerte de dialéctica
producci6n
consumo que guarda analogía y parentesco con las técnicas de
persuasión social, por medio de las cuales es posible lavar el ce
rebro de millones de personas en pocos días, sobre todo con ese
(55} Declaraciones en Sama Bárbara (Cálifomia), que aparecieron en
todos los diarios ·y que tomo de La 'Voz del Interior, 30 de marzo de 198.6,
t.• sec., págs. 1-2, C6rdoha.
(56) Véase La Nación, 12 de marzo de 1986, 1.• sec., pág. 4, .Buenos
Aires. Brzezinski vino para participar en un llamado Foro Argentino-Nor
teamericano en Bariloche, previa visita al Canciller argentino, e inaugura
do por el Ministro del Interior. La reuni6n allí realizáda! fue, sin embargo,
organizada por la Georgetown University de la que Brzezinsk.i es conse
jero. El «austero profes,or», como le llama el cronista d~ La Nación es, ac
tualmente, presidente de la Trilaterdl Commission ( cuyo primer· presidente
fuera David Rockefeller en 1973, año de su fundación). También La Na
ción publicó una cr6nka de uo enviado especial (16 de marzo de 1986,
1.• sec., pág_ 24, Buenos Aires). La reunión de Bariloche tuvo «carácter
privado»,
no público reducida a un
grupo previamente seleccionado. Brze
zinski sostiene terminantemente la caducidad de las soberanías nacionales.
Es simbólico · que haya contado con la aquiescencia necesaria para la reali
zación del Foro.
(57) La era tecnotrónica, pág. 447_
(58) Trilateralismo, pág. 230_
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instrumento formidable que es la TV políticamente utilizada,
como
ha pasado en una Argentina desprevenida e
inerme. Mesia
sianismo secularista,
valores
empírico-pragmáticos, mundialismo
sin
patrias, exige el auxilio del «genio» de las computadoras, de
modo que ya es posible, como muestra Pastrana, esta suerte de
relaci6n:
electr6níca + computación + informática, que viene a
inaugurar una
especie de pseudo «omnipotencia» que es,
quizá, lo
anunciado
por Brzezinski,
«profe\a» de
este «cambio» progresi
vo cuando, al predecir (hace quince años) la necesidad de la «red
informativa mundial» y una «nueva estructura monetaria» (59),
anunciaba también nada
menos que
un «hombre nuevo». Como
· un
Turgot de nuestro tiempo, muestra que los «modificadores del
yo y de la experiencia» habrán de
cambiar al hombre y allí «tro
pezaremos con nuevos interrogantes, tales. como ¿Quién soy
yo?» (60). Utilizando
el «reaccionario» y «superado» lenguaje de
la. escolástica,
estaríamos
así frente
a un cambio sustancial y, por
tanto, de especie; de modo que no habrá ya más hombre. Para
.
ese
no-hombre del futuro trabaja entonces este «humanismo ra
cional» que, como se ve, ti.o es ni humanista ni racional. Este
absurdo humanismo racional (61), que «se encarna en una .nue
va conciencia internacional», requiere que el inglés~ sea la «lengua
científica mundial», una «nueva Ellropa» que será exactamente
la anti-Europa definitivamente conquistada y disuelta por los
bárbaros de hoy en la más
grande invasión
de que ha sido vícti
ma en su cuerpo y en Su a,ltna. Naturalmente, así nace ~el senti~
miento de que todos los continentes y todos los pueblos tenlan
derecho (sic!) a esperar el liderazgo y la inspiración de Estados
Unidos y de que Estados Unidos
lés debía
a cada continente y a
cada pueblo una participación casi igual» ( 62). Confieso al lector
que es la primera vez que leo que un pueblo o unos pueblos ten
gan «derecho» a ser dominados por otro sin que se lo hayan
pedido.
(59) La era tecnotrónica, pág. 448.
(60) Op. cit., pág. 42.
(61) Op. cit., págs. 404405.
(62) Op. cit., pág. 456, el suhrayaqo es mfo.
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EL PRINCIPIO DE. INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
Y, así, esta «cosmovisión racional humanista» que viene a
reemplazar «las perspectivas institucionalizadas de tipo religioso,
ideológico y vehemente nacional que hayan dominado la
historia
moderna»
( 63 ),
reconoce «metas comunes» con los Estados co
munistas, sobre todo aquellos que practican un .marxismo no-ins
titucionalizado ( «abiertos al cambio»), como el que Brzezinski
cree ver en Lukacs, Bloch, Schaff, Gramsci o Kolakowski (64).
El «principio» de inmanencia triunfa en toda
la línea en el orden
histórico-político y se encamina hacia aquel «despotismo univer
sal» que anunciaba Donoso Cortés; salvo que
ahora sabemos,
gracias
a Brzezinski, que Estados Unidos es el líder-salvador de
esta «era tecnotrónica» y que1 respecto de lo que haya de venir,
«determina que la decisión ponderada sea imperativa ... » (65).
Es innecesario todo comentario a la palabra subrayada. La bar
barie ( que se cree ddensora de la cultura que destruye) uni
da a la
insolencia, sólo posible en la barbarie más aséptica y ci
vilizada, confina a Dios en la conciencia privada o lo niega, anun cia un no-hombre del futuro
y suprime tanto la Patria celeste del
cristiano como
la patria temporal. Pone en acto una visión del
mundo contradictoria con aquella de Francisco de Vitoria
y de
acuerdo con la tradición calvinista,
hace del poder terreno el sig
no de
la predestinación. Salvo que, en este caso, también la pre
destinación es terrena en un mundialismo totalitario donde rei
nará
la libertad obligatoria. La actual versión de los principios
de siempre de la ciudad· del mundo conduce, así, a un totalita
rismo planetario afincado en el mundo. Naturalmente que, en ese
mundo,
la anti-profecía de Gramsci de. que los ex-cristianos cor
tarán la cabeza a Jesucristo, ya se
habrá realizado.
Al menos en
sus corazones.
(63) Op. cit., pág. 458.
(64) Op. cit., págs. 140, 154-155.
(65) Op. cit., pág. 458, el subrayado es mío.
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11
¿QUIEN COMO DIOS?
LA VOCACION DEL SER
J. LAS TRES TENTACIONES Y EL MUNDO ACTUAL.
a) La vocación del Ser y las etapas de la tentación inma
nentista.
Como se ha· visto, el ínmanentismo, en sus cuatro vertientes
principales, filos6fica, teológica, científico-eósmica e histórico-po
lítica, conduce, infaliblemente, a cierto pleroma de la Nada que
es nada de Dios y nada del hombre (seducción de
la Nada). En
todos los ·casos
~e ha
negado la creación
ex-nihilo o se la ha co
locado en
la oscuridad del agnosticismo; en tal caso, el ente (fi
nito) no es. algo «nuevo», con propia entidad, sino una suerte
de caída, de despotenciación del Ser y, por eso, es menos-Ser y,
en el fondo, nada, como ha sostenido el «gran Mito» del gnos'
ticismo, tanto antiguo como moderno. En cambio, como he sos
tenido en un ensayo especialmente dedicado a este tema ( 66 ), la
noción de creación desmitificó
y transfiguró el pensamiento an
tiguo, permitiendo
concebir al
'ente
finito como
verdaderamente
nuevo y ontológicamente diverso. De modo que el progreso de
la filosofía, como saber natural, era expresión de la armonía de
naturaleza y gracia, ya
que esta
última cura
y salva a la natura
leza como naturaleza. De ahí que un regreso a los mitos pre-ló
gicos, tanto a fines de la Edad Media como en el pensamiento
moderno,
significó (
con
la introducción del «principio» de inma,
nencia)
la corrupción tanto de
la Filosofía cuanto de la Teología,
interesando no sólo
el orden de la naturaleza sino también el de
lo sobrenatural.
(66) La filosofia cristiana en el pensamiento occidental, parte I, Edi
ciones Cruzam.ante, Buenos .Aites, 1984.
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
De ahí que no me haya parecido excesivo acudir también a la
Revelación para iluminar desde una perspectiva cristiana el pro
ceso del «principio» de
inmanencia. A · la
vocación del
Ser, la
inmanencia
há opuesto
progresivamente la sugestión de la Nada,
tal como hizo el gran Negador en las tres tentaciones del desier
to y en las cuales
podremos comprobar
cómo el siglo, inmanen
te a sí mismo, es la «perfección» de
la ciudad del mundo que
conduce a la humanidad a la nada de Dios y a la nada del hom
bre. Pará penetrar en la consideración
.de las
tres tentaciones
hemos de
tener presente que Cristo es siempre el Modelo, tam
bién en la tentación, en cuanto prueba y en el modo de recha
zarla. Intento
señalar que las tres tentaciones muestran las eta
pas progresivas de
Ia inmanencia del mundo a sí mismo, lo que
equivale a decir que expresan -en el propósito del Téntador
la autodestructiva y falaz «divinización» del hombre.
Los textos
son,
como es conocido, el brevísimo de Marcos ( 1,12-13 ), el de
Lucas (4,1-13) y el de Mateo (4,1-11). Dejando de lado el pro
blema de la diversidad del orden de las tentaciones entre Mateo y Lucas, adopto el orden de San Mateo y, en buena medida, me dejo guiar
·por la
luminosa exposición de Santo Tomás
y algunos
Padres, sin renunciar a mi propia inteligencia del texto:
«.. . Jesús fue conducido al desierto por el Espíritu, para que
fuese
tentado por el diablo» (v. 1); es decir, para ser
puesto a
prueba. Inmediatamente antes recibió el bautismo de Juan y,
ahora, se somete a los preámbulos de toda tentación, el primero
de los cuales es, según Santo Tomás, el tiempo
y el lugar ( 67).
Porque, en efecto, en el tiempo sucesivo-histórico dará a conocer
su justicia, reprimirá la soberbia, confundirá al demonio, mos trará cómo han de recuperarse las fuerzas y dará a conocer su
dignidad; es, pues, en el tiempo histórico donde también el hom
bre será tentado, o
puesto a
prueba. En cuanto al lugar, «fue
conducido al desierto»; es decir,
inmediatamente se
trata de la
región salvaje al oeste
de Jericó,
tipo del desierto como tierra
(67) Super Ev. S. Matthaei, núms. 308 y 309, cura P.- Raphaelis Cai,
O P., Editio V, Matietti, Taurini-Romae, 1951.
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(espiritual) seca y abandonada, tenebrosa (fa. 19,13; Is. 27,01)
tierra de espanto por
la cual el pueblo de_ Israel ha de peregrinar.
Es, pues, el
desierto del mundo donde reina el pecado; de modo
que, contrariamente a Adán que fue tentado en el jardín del
_
Paraíso, el
Hijo
del hombre ( que viene a rescatarlo de manos
del Tentador) es tentado en el «desierto». Santo Tomás,
siguien
do
a San Gregorio, sostiene que hay tres grados de tentación:
por sugestión extrínseca, que
no implica
pecado e,
intrínseca
mente,
por delectación ( en
la cual comienza el pecado) y por con
sentimiento,
en
eÍ cual se alcanza plenamente el pecado (68).
Na
turalmente,
el Señor so lamen te podía
sufrir la sugestión extrín
seca;
en
los hombres, en cambio
y a lo largo del tiempo históri
co
( en el desierto del mundo), es posible la
calda por interna
delectación y consentimiento, confiriéndole a
la historia su ca
rácter
trágico; pero, después de Cristo, será también una
rebe
lión
contra el
rescate que el mismo Cristo ha conseguido, arran
cándolo
del dominio del «príncipe de este mundo». En el
futu
ro
se tratará de un regreso progresivo a la
esclavitud por
modo
de apostasía, engtillando su espíritu en el desierto desolado de
la inmanencia del mundo. Tal es la sugestión de
la Nada, acep
tada
por interna delectación y
consentimiento que
viene a anular
la voz de la naturaleza (vocación del Ser).
El tiempo histórico es, pues, tiempo
de tentación;
es decir,
de
prueba; y así como en el primer pecado la Serpiente lo pro
vocó
por. etapas,
así también
cuando tentó al Señor. En el
pri
mer
caso, como
sostiene Corté,
es una pregunta: «¿Os ha dicho
Dios ...
?» engendrando la duda; luego de haBer convertido en
problema discutible lo que era un principio, Eva responde
Pª"
sando
del amor al temor recordando la palabra del Señor de que
si comen del fruto
prohibido morirán.
Satán lo niega y el
Ne
gador
pasa al tercer momento insultando a Dios: «Dios
sabe que
el
día en
que comiereis de
él, se os abrirán los ojos y seréis como
Dios ...
» (Gén. 3,5) (69). En efecto, se les abrieron los ojos, pero
(68) Super Ev. S. Mat., nwn. 311.
(69)
NICOLÁS CORTÉ, Satán, el adversario, págs. 30-31, trad. de F. CON·
DOMINES, Casal i Vall1 Andorra, 1958.
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
en sentido inverso; como dice San Agustín, «se les abrieron ... los
ojos de la maldad»
y «vieron con ojos perversos» (70). Y esto
era así porque «se sintieron en su interior completamente des
nudos al apartarse de ellos la gracia» (71 ). Primero fue la duda
sugerida por el Negador; después la negaci6n y, por último, la
rebeli6n. El «desierto» del mundo comenzó a extenderse, la hís
toria se
volvió trágica
y, como ha dicho Hegel, el bien y el mal
son lo mismo y no son lo mismo; es decir, el hombre ha deve
nido «conocedor» del bien y del mal en la inmanencia del mun
do, en el
cual ambos se confunden como querían los gnósticos.
Pero, en realidad, en
el--
el Negador
quiere es
el. imperio del mal como seducción de la Nada, convirtiendo la
misión salvífica de Cristo en mesianismo
secular inmanente.
El
Sefíor había ayunado cuarenta días y
tenía hambre. De ahí
la palabra del Tentador: «Si Tú eres el Hijo de Dios, manda
que estas piedras se vuelvan panes» (v. 3). Como dice Santo
Tomás, «quien quiere tomar un castillo comienza por la
parte
más
débil» que es
la sensibilidad y suscita los vicios de la cat
ne (72). Creo que debe entenderse la «carne» en sentido hebreo
y, por tanto, se trata de la tentación de los sentidos, sí, pero
implicando la «carne», es decir, todo el hombre. Tal es la pri
mera trampa del «mundo» que enmascara ya la idolatría
y la so
betbia; por
ahora, es sólo
la tentación de la gula que conlleva
los goces sensibles desordenados
y el bien-estar · sensible y sólo
sensible en el mundo. Así adquieren mayor fuerza las palabras
del
Sefíor: «No
sólo de pan
vivirá el
hombre, sino de toda pa
labra que sale de la boca de
Dios» (v.
4). El Redentor no
p;;,¡ía
caer, pero el hombre sí, quien, .en el tiempo hístórico, siempre
será tentado por esta trampa de la sensibilidad y
podrá caer en
la celada, frustrando en sí mismo
la obra del «rescate». El ple
roma de la Experiencia ( desde
el nominalismo al empirismo) con
duce al pleroma de la Materia y, en
el fondo, a la Nada de Dios
(70) De Genesi contra Manichaeos, II, 15,23.
(71) De Genesi ad litteram, XI, 31,41.
(72) Super Ev. S. Mat., núm. 317.
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ALBERTO CATURELLI
y del hombre. Quien cede a esta primera tentación se dejará
atrapar por
la dialéctica del bien-estar sensible que supone, hoy,
la tensión «sine fine» producción-consumo, de cuyo suelo nacen
las plantas venenosas del erotismo, la pornografía y todos los vi
cios desarrollados en el
caldo de
cultivo· de la
frivolidad de vida.
El hombre y la comunidad humana también ( y principalmente)
vivirá «de toda palabra que sale de
la boca de Dios»: en el orden
natural se trata de la Palabra creadora cifrada en todo cuanto existe (vocación del Ser); en el orden sobrenatural,
.de la
Pala
bra salvífica que enseña y dirige en la patria no-permanente hacia
el Reino
permanente.
El
Señor no transa. Con la misma
Escritura ha
vencido a
Satanás. Pero
el Tentador tam¡¡oco ceja. Por un lado, el Señor
muestra cómo rechazar la
tet¡tación. Por
el otro, el Negador, bajo
la permisión divina, insiste:
«Si Tú eres el Hijo de Dios, échate
abajo ( del pináculo
dél templo),
porque está escrito: 'El dará
órdenes a sus .ángeles acerca
de Ti, y te llevarán en palmas para
que no lastimes tu pie contra
algnna piedra» (v. 6 ). Si antes la
tentación ha comenzado por
. la
sensibilidad ( que en el hombre
renegado de su filiación
adoptiva conduce
a la absolutización de
la Experiencia, de la Materia y de la Nada), ahora la tentación
.
apunta
al
. orden
del espíritu_
Si eres el Cristo, lo razonable es
que te muestres y lo demuestres; lo cual equivale a incitar a
la
razón a hacer algo al margen de la voluntad de Dios, a declarar
se, de hecho, in-dependiente de El. Santo Tomás hace notar que
esta tentación llevaba implícita la de la soberbia y la avaricia;
más aún, la de la idolatría del hombre por sí mismo, colocándose
en lugar de la Palabra; es decir, en lugar de Dios. Por eso, po
nerse la razón fuera de la ·voluntad de Dios equivale a «tentar
a Dios»; respecto de Cristo, le incita a volverse contra Dios Pa
dre convirtiendo su misión (
si era el Mesías) exactamente en lo
contrario, frustrando la obra del «rescate» del hombre. De ahí
el rechazo del Señor: «No tentarás
al Señor tu Dios» (v. 7).
Respecto del hombre, es la tentación de absolutizar su razón
fi
nita (forma suprema de idolatría) que l'S, en el fondo, el suici
dio de la razón y del hombre (pleroma
de la Razón) y, por eso
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
mismo, es «muerte» de Dios en el corazón del hombre. Como
dirá Zaratustra, verdaderamente «Dios ha muerto», porque «nosotros. lo hemos matado».
b) La tercera tentación y el orden temporal.
· En la progresi6n de las tentaciones faltaba la tentaci6n supre
ma: «mostrándole todos los reinos del mundo
y su gloria ( el
Tentador) le
dii": 'Yo
te daré
todo. esto
si postrándote meado
ras'» (v. 9). El padre de la mentira sabe que, a
partir del pecado,
ha
adquirido una suerte de pseudo-derecho o un cuasi-derecho
sobre el hombre por permisión divina ( 7 3);
y propone la ple
nitud de la tentaci6n que no es otra que la plena
autarufiden,ia
del
orden temporal que ofrece a Cristo. Sobre semejante mun
do reinaba como «dios de este mundo» (2 Cor. 4,4)
y de su po
bre «gloria». Por las palabras «todo esto te daré
si postrándote
me
adoras», promete
y pide y, como enseña Santo Tomás, «en
la promesa es mentiroso, en la petición soberbio», porque todas
las cosas temporales no estaban bajo su potestad
y porque «nin
gún perverso reina
sin la
permisi6n
divina» (74).
Pero esta in
mensa falacia tiene su eficacia por
la misma rebeli6n que espera
y se traduce en la inmanencia absoluta del absoluto poder ter.e
no, el cual
usurpa para
sí mismo el carácter soterio16gico de la
potestad de Cristo sobre todos los reinos temporales. En verdad, Satán se muestra ahora como remedo de Dios: «seré como el
Altísimo»
(Is. 14,13) y a él adorarán los hombres, expresa o
implícitamente, en la medida que se entreguen
y luchen por la
autosuficiencia total del orden temporal. Es lo mismo que decir
que si el hombre cae en
la tercera tentaci6n, por ella alcanza su
plenitud
la ciudad del mundo que es reino. de la mentira
y de ,la
soberbia
(mal amor sui), siempre dividida consigo
misma, De.
(73) Sobre este apasionante tema, cf. JEAN-REv1ERE, Le dogme de .la
Rédemption chez Saint Aug'Ústin, pág. 73; pero se estudiará con fruto todo
el cap. II; J. Gabalda, Parls, 1933.
(74)
Super Bv. S. Mat., núm. 338.
291
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ALBERTO CATURELLI
ahí que, cuando se acerca su Pasión el Señor diga que es. la «hora
de
Jas tinieblas»,
pues
el Negador le hará morir en la Cruz (su
máximo
«triunfo»), siendo así que en la Cruz .sufrió su
máxima
y definitiva derrota; pero matando al Salvador mostró su carác
ter homicida, porque homicida fue desde el principio
(Jn. 8,44 ).
Así, homicida
y deicida, mueve al hombre y a la sociedad de los
hombres al homicidio, a
la Nada del hombre y a la Nada de Dios.
La sociedad así «fundada» (hedonista, pragmática, gozadora, hi
pócrita, blasfema, autosuficiente) se alegra por el mismo mal y
goza del mal, como enseña Santo Tomás citand
· «se
alegran haciendo el mal,
y se deleitan en las cosas per
versas»
(Prov. 2,14) (75). El mundo-Uno, el Poder planetario sin
trascendencia, el dominio del cuerpo y del alma del hombre en
el bien-estar (aparente) es el máximo reinado del «dios de este
mundo» que prepara el gran reinado del «hombre de pecado».
Los jefes de un mundo caído en
la tercera y suprema tentación
incitarán a los hombres a «decapitar» al Dios-vivo, a concluir con la Iglesia
«institucional~ y a conservarse para siempre «fie
les a
la tierra».
· Cristo
ha oído -y oirá- muchas injurias
y parece no ha
berse cuidado de ellas. Pero, nuevamente enseña Santo Tomás, a
ésta no
la · toleró ni la tolerará porque es injuria contra Dios y
dijo: «Vete,
Satanás; porque
está escrito: 'Adorarás al Señor tu
Dios, y a El
sólo servirás'»
(v. 10). Quien es el Modelo, ense
ña: nada de compromisos equívocos; nada de «tolerancia» ini
cua, sino la decisión total del sí, sí, no,
no. Este
mundo autosu
ficiente ( dios para sí mismo)
y que nos agobia día a día dividido
entre
Jos dos
poderes en tensión, encubre la hermosa
verdad de
que,
Quien ha sido ya vencido, combate en retirada,
«hasta el
tiempo
señalado»
(Le. 4,13 ); mientras tanto, en el mismo desa
rrollo del tiempo histórico ( que
el «principio» de inmanencia ha
convertido en intramundano·
y ab-soluto ), los miembros del Cuer
po de Cristo deben padecer fo que todavía falta a su Pasión.
La
«divinjzac;ión» del
hombre
.y del mundo, como todo hu-
(75) Op. cit., núm. 336.
292
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EL PRINCIPIO DE INMANENCIA Y EL ORDEN TEMPORAL
manismo sin Dios (sea el «hummismo. racional» del pragmatis
mo, el
hummismo marxista,
el del «hombre
nueva>> de
la teo
logía de
1a liberación,
o el «hombre cósmico» sin patria de mu
chos
«científicos») ha significado siempre
la eliminación del hom
bre; bajo
la potestad del Negador, es deicida, homicida y suici
da, enmsscarado en el
inconmensur(Jble fariseismo de la actual
ciudad del mundo. La seducción de
1; Nada a la que el hombre
de hoy ha cedido, renunciando a su vocación al Ser, es siempre la
muerte de Dios, del prójimo y de sí mismo; comunitariamente,
es
la muerte de la Patria temporal y de la Patria permanente y
es
la muerte de la Patria temporal y de la Patria permanente y
martirio de la única Iglesia verdadera. Los argentinos, que sólo ahora estamos aprendiendo a sufrir,
sabemos que «este mundo corrupto y aterrador» parece sumer
girnos en sus miasmas. La patria temporal está cercada, mate rial y espiritualmente, porque
· el gran Opresor intenta, por ese
medio, impedirnos el acceso a la Patria permanente. Por algo será. Por eso mismo creo ver
ya la
luz·del amanecer. La Madre
del Señor, que es nuestra
M:adr<,, dos cosas nos enseña: por un
lado, que no pidamos «no sufrir en el camino hacia Cristo Jesús,
ya que
no se puede llevar
la Cruz sin padecer»; pero, además,
nos llena de esperanza al
anunciarnos: «yo
protejo a tu país.
Protejo a la Argentina»
(5 de
agosto
de 1985),
Sería
verdaderamente hermoso que nuestra Patria dolorida y
·
toda
Ibeoramérica fuese el
lugar elegido para hacer oír de nue
vo
a la humanidad el
·gran ·nombre:. ¿Quién como Dios?
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