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Número 253-254

Serie XXVI

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Gonzalo Fernández de la Mora: Los errores del cambio

INFORMACION BIBUOGRAFICA
· jurídica del México actual. La guerra cristera fue una consecuen­
cia inevitable de aquel atropello y de aquel expolio.
Cada libro
de Abascal deja al lector esperando al siguiente.
No nos cabe duda que será del mismo interés que los anteriores
y una pieza más que irá completando el panorama histórico de
México que, debiendo

ser católico e hispano es, contra las con­
vicciones más sentidas de su pueblo, acabado ejemplo de la Re­
volución.
FRANCISCO JosÉ FERNÁNDEZ DE LA CrGOÑA.
Gonzalo Femández de la Mora: LOS ERRORES
DEL
CAMBIO
(*)
Cuando aparece un nuevo titule no resulta frecuente en una
nación como España,
donde no
existe demasiada afición a la lec­
tura -salvo obras intrascendentes o basadas en temas
del· mo­
mento-

el que a los pocos días
de su
publicación se agote. Má­
xime cuando se trata de una obra de reflexión sobre un aconte­
cimiento hacia el que existe
la mayor deformación. El tema del
cambio es objeto, por tantas «plumas del pesebre», del máximo servilismo a determinados tópicos y prejuicios, y de forma abru­
madora tratado como si nos encontrásemos ·ante una- obra tan
maravillosa -que, diríase, ya _no ~s humana.
Hablar de la personalidad de Gonzalo Femández de la Mora,
sin duda uno de los más destacados intelectuales del pensamiento
español contemporáneo, resultaría superfluo para nuestros lecto­
res. En la obra que ahora ve la luz, Los
errores del

cambio, se
contempla el diagnóstico, posiblemente más razonado, sobre el
desastre ocasionado a la nación por uno de los más colosales
errores de toda la historia de España.
La característica básica del autor en e1 tratamiento de la obra
es ese análisis lúcido a lo qué nos referimos. Existen numerosas
opiniones sobre este hecho trascendental del cambio, pero sería
difícil encontrar una con menos apasionamiento, y en la que se
observa por tanto lo mejor del verdadero intelectual.
A lo largo de once capítulos y un epílogo, el bisturí de Fer­
nández
.de la

Mora disecciona implacablemente los errores del
cambio. Primero, una teoría general del cambio sirve de intro­
ducción, poniendo de relieve cómo «en las masas hay una fuer-
(*) Editorial Plaza y Janés, Barcelona, 1986, 249 págs,
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te dosis de infantilismo y, por eso, cabe persuadidas de que
cambien por cambiar, sin explicarles hacia dónde se las lleva.
Quizá$ imaginen,-como los niños, que lo nuevo o, simplemen­
te lo otro, tiene que ser mejor. Las multitudes son muy pro­
pensas a la neo:filia a causa de su constitutiva inmadurez psi­
cológica. La responsabilidad de la minoría dirigente consiste en
planificar
los cambios socialey a
fin de que el punto de llegada
sea más favorable para la comunidad que el de salida; es
lo que
no se hizo con el pueblo español; al contrario,. se le confundió y engañó respecto al punto de destino,
y no se pensó en su bienes­
tar~ sino en los minoritarios intereses _de los motores, ejecuto-·
res y séquito del cambio» (pág. 20 ).
Al tratar del cambio político español expone la calculada am­
bigüedad de la misma, el fraude sistemático en
el que se enga­
ñó «a las
Fuerzas Armadas,

a la Iglesia, a buena parte de
la
clase política, al sector conservador y nacionalista. de las Cortes
constituyentes y al electorado. La aparente ambigüedad fue la
bandera para encubrir la falacia sistemática. Sin
este fraude,
¿habría

sido posible el cambio ruprurista?
¿Ló habrían
aceptado
las Fuerzas Armadas,
la Iglesia, la clase política en el poder y
la mayoría del pueblo? No lo creo en absoluto: a cara descubier­
ta la maniobra era inviable. En la operación del cambio estuvie­
ron casi totalmente ausentes
la sinceridad y . la veracidad; fue
una premeditada
manipulación» (pág.
25).
Varios de los motores del cambio, como Torcuato Fernán­
dez Miranda, y un hombre de la debilidad intelectual de Adol­fo Suárez son expuestos en su total desnudez. También el ge­
neral Gutiérrez Mellado, como una de las figuras características.
Resulta curioso el travestismo político del ex falangista Suárez,
que pasa a ser después paradigma de político democrático, y es
que el travestismo dentro de la UCD llegó a situaciones carna­
valescas.
La Constitución es analizada en otro capítulo que reviste una
gran importancia, ya que si antes hablábamos de las excelsitu­
des del cambio nos encontramos con el paradigma de la perfec­
ción democrática, la Constitución de 1978. Todas las loas y cua­
lidades son atribuidas a esta nueva «Carta Magna». Fernández
de la Mora hace un análisis tan lúcido de la Constitución,
y de
sus diversos capítulos, que for~osamente tenemos que referirnos
a uno, como es el de la monarquía. «A la monarquía simbólica
parlamentaria la llamaron los doctrinarios tradicionalmente "re-~­
pública coronada", a su titular "rey poste", "augusto cero" o
-''remate decorativo" y a su dinastía "clase polít~ca pasiva".
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»Las constituyentes españoles de 1978 se pronunciaron por
la monarquía simbólica casi pura. Según el l,reve título segundo,
el Rey no puede no gobernar, ni legislar, ni juzgar por sí. Sus
actos políticos carecen de validez si no van refrendados por
, el
presidente del Gobierno, el de las Cortes o nn ministro que son
los que constitucionalmente
tienen el
genuino poder y la co­
rrespondiente fuerza coactiva para, qne-sus decisiones sean eje­
cutadas, las comparecencias del Rey, generalmente para estam­
par su :6.rma en _1.in iexto legal, no son discrecionales, sino impe­
rativas; son formalidades. -estrictamente mecánicas en las que no
se precisa la voluntad y que podrían ser efectuadas por un menor
sin que ello disminuyera el valor del trámite.
Y si,
por un es­
crúpulo de conciencia gubernativamente tolerado, el .Monarca se
negase al .automatismo de suscribir una ley, entiende el autor
que en tal caso bastaría con promulgar el precepto que, sin la
regia rúbrica protocolaria, entraría igualmente en vigor.
»El único poder que formalmente otorgaba la Constitución al
Rey era
"el. mando

supremo de las Fuerzas Armadas" (art
.. 62,
h),
y Juan Carlos I lo utilizó una vez para reducir el golpe militar
del 23 de febrero de 1981
y devolver

el ejercicio de la sobera­
nía a

los partidos. Pero la legislación posterior ha atribuido ese
mando supremo de los ejércitos al presidente del gobierno o a su
sustituto ·jerárquico. Hoy, el Rey no está legitimado para dar
orden alguna a las Fuerzas
Armadas sin

el oportuno
refrendo
gubernamental;

su
j¡datµra suprema
es, pues,
honorífica. ¿Sig­
nifica esto

que, legalmente, la Monarquía ha cumplido en Espa­
ña
su misión sustan.tiva. y esencial y ya sólo le queda la forma­
lista y existencial? Esta es
.la concreta
aporía pendiente.
»El separatismo de algunos grupos peninsulares es rotunda­
mente republicano,
y si ahora aceptan a la Corona es porque
todavía no han podido llegar a la última etapa. No me itnagino
a los
fodependientistas donostiarras

eligiendo como rey herita­
rio a los independentistas de los tinerfeños» (págs.
95, 96 y 98).
¿Qué poderes efectivos otorga la Constitución al Monarca
para oponerse a los secesionismos separatistas? Por desgracia,
ninguno.
Las ambigüedades de la Constitución como el pactismo se­
mántico, las nacionalidades, el derecho a la vida, la libertad re­
ligiosa,
el divorcio, el modelo autonómico, etc., ponen de relie­
ve los vacíos constitucionales
. de
esta pretendida obra angélica
. más

que humana, que
quiere ser
la Constitución de 1978, cuya
redacción es totalmente imprecisa y confusa y como el autor
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bien dice, escrita en un castellano siempre mediocre y con fre­
cuencia pésimo.
La politización de las instituciones: la magistratura, la Admi­
nistráción, las Fuerzas Armadas, los Sindicatos, etc., conducen a la crisis del estado de derecho.
También en otros capítulos se trata de la desvertebración uni­
versitaria,
de la inseguridad ciudadana, del terrorismo. «El error
de

los gobernantes españoles del
-cambio fue
triple. En
primer
lugar, -comenzaron por tratar a los terroristas como espontáneos
cómplices en la empresa de derrocar e_l Estado nacido el 18 de
julio, a pesar de qne su acción sólo fue eficaz en una ocasión, el magnicidio del almirante Carrero Blanco, que dejó al
sistema
sin

la pieza humana
capital,. (pág.
167).
La anemia esipirtual; .en la que el proceso de
descristianiza­
ción

de España, debido al cambio político fue una causa funda­
mental. Pero

el cambio fue propiciado por la Confederación Epis­
copal Española, quien
-dio un fuerte acelerón al proce~o descris­
tianizador, «y es que el.descreimiento tiene entre nosotros conse­
cuencias que rebasan ampliamente el área de la religiosidad-o
relegación
con lo absoluto. Porque la fe ha sido el vínculo más
poderoso de
la unidad política y porque, salvo núcleos minúscu­
los, los españoles carecen de una ética profana. De
ahí que el
proceso de descristianización sea un factor complementario de disolución de
la nacionalidad y de anemia moral» (pág. 181).
«En nuestra España están siendo desmantelados los antiguos
ideales que la- engrandecieron,
y los que se han propuesto para
sustituirlos o no
han llenado el inmenso vacío o lo están dilatan­
do.
Estamos entrando en la decrepitud• del
"ir tirando" y del
"sálvese el que pueda". Estas son las tácticas consignadas que
parecen sonar .entre los individuos, las familias, las empresas, las
clases y las regiones. No hay ilusión compartida que excite el ímpetu creador
y por eso se extienden el pesimismo y la deses­
peranza. En suma,
la España del cambio se ha quedado sin un
proyecto de vida en común, es decir, sin destino. O lo recobra­
mos o nos desintegramos. Esta es la drástica responsabilidad de
la minoría dirigente, que siempre es la que fomenta o debilita
el sentimiento nacional, y la ~rosio:h.a o configura los ideales co­
lectivos» (pág. 185).
El patriotismo está siendo disuelto a pasos agigantados, la
mentira política campa por sus respectos, la pornografía, la de­
gradación del lenguaje
y mal estilo se han convertido en carac­
terística básica de
la sociedad española.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Pero en Gonzalo Fernández de la Mora se da una caracterís-·
tica

dificilísima en otros intelectuales y es
la de un profundo
sentido ir6nico, un espíritu a veces ciertamente humorístico que
asoma en alguna de sus obras y en sus discursos y conferen­
ésta, pone un contrapunto que forzosamente desata la sonrisa del
lector; en este caso es una gl'aciosa alusi_6n y comentario a cier­
tas vestimentas de moda, como en su apunte sobre la bufanda
como
· símbolo
izquierdista, pretendidainente progresista a modo
ritual. Como decíamos, hay unas páginas
en las

que asoma, cuan­
do menos, la Sonrisa.
El coste del cambio, la quiebra del Estado, el derrumbe libe­
ral son
tratados casi unívocamente como producto de la «crisis».
«Del mismo modo .que antaño se impresionaba a los niños con
la _amenaza: "que viene el coco", ahora se tranquiliza a los niños
grandes con la coartada "es que ha venido 1a crisis". No hay duda
de que ese
persopaje es

un recurso magnífico, porque lo explica
todo, no puede replicar y nadie lo defiende. Es un culpable ubi­
cuo, general, mudo y despersonalizado. Es un tipo de agente que
habla escapado

a
los más

finos
metafísicos: la
causa fantasma­
górica o

ectoplásmica.
»Aunque
indeseable, justo

es reconooer
que la cris.is es la
figura más importante de la última década de vida española; de
nadie se ha hablaJo más. Y si verdaderamente es una invención
exculpatoria, hay que admitir que es eficadsima, porque fun­
ciona como un curalotodo para resbalones políticos, como llave
maestra para lavar cerebros Y. como universal comodín. Con la
crisis nadie es responsable de las desventuras nacionales: es una
amnistía general permanente y un seguro vitalicio de continuidad
en el poder. La crisis es el único reo, el malo de la historia»
(pá­
gina 229).
Si la crisis energética fuera el único factor determinante no
habríamos perdido
posiciones relativas
y segoiríamos, por lo me­
nos, ·a la misma ·distancia que antes de Alemania, Francia o Suiza,
que no son productores de petroleo. Y si el alza .del precio de los
crudos fuera la causa decisiva, ¿por
qué no se

ha iniciado nues­
tra recuperación cuando ha bajado el precio del barril a la mitad?
«Responsabilizar a la
anónima y

difusa crisis del deterioro
económico y social de España es una operación publicitaria, des­
mentida por los hechos. La pura y simple realidad es que el Esta­
del cambio es muchísimo menos eficaz que su predecesor;
y lo
mismo hay que afirmar acerca
.de sus

promotores
y administra­
dores. La clase política que protagonizó las
décadas del
desarto­
llo fue la más honesta y
capaz de

la historia contemporánea de
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INFORMAGION BIBLIOGRAFIGA
España, mientras que la del cambio ha demostrado su ineptitud y, en el mejor
de los casos, su ingenuo y elemental dogmatismo
ideológico» (pág. 231).
.
Gonzalo Fernández de

la Mora dice al final de su obra: «el
cambio, ¿se pudo hacer peor? Seguramente
sí, puesto

que nos
hemos quedado lejos del mal absoluto. Pero ese criterio metafí­ sico no justifica nunca los errores históricos. Lo importante es
que se pudo hacer no sólo mejor, sino
sencillamente bien.

Los
condicionamientos eran superfavorables. Y eso es lo que
_e¡q,li­
ca

que, a pesar del número y del volumen de los .errores come­
tidos,
la sociedad española haya retornado al cantonalismo; pero
aún no

al subdesarrollo y al aislamiento internacional. La inmen­
sa herencia recibida
. es Ja que ha servido de poderoso amorti­
guador

a
la inepcia y al resentimiento de la mayoría de los pro­
tagonistas del cambio».
ANGEL MAESTRO.
Vicente Elvira Ortiz: MEMORIAS DEl UNA VIDA
DEDICADA A CRISTO
(*)
Don Vicente Elvira es un sacedote nacido en 1899 en la pro­
vincia

de Santander, debido al destino de su padre, que era guar­
dia civil. Pero sus raíces son burgalesas y por tal debe tenérsele.
Ahora, con muchos años sobre sus espaldas que parecen no pe­
sarle en absoluto, ha escrito un
libro sencillo

y directo que es
-la crónica de su vida. De su farga, fecunda y laboriosa vida.
De su talante sacerdotal dice ya mucho el título buscado para
sus memorias. Que es en verdad un acierto: una vida dedicada
a Cristo. ¿Puede haber algo
más sacerdotal?

Pero don Vicente
Elvira se dedicó a Cristo no en la contemplación sino en
la ac­
ción. Hombre activísimo, pese a una
mala salud de hierro, nos
deja en estas páginas
'un bosquejo

de peripecias, anécdotas
y tra­
bajos que, estamos seguros, podría ampliarse hasta
el infinito.
Niño en una familia cristiana y humilde, seminarista, párro­
co en diversos pueblos burgaleses, capellán de monjas, profesor de colegio, preso y refugiado en el Madrid rojo, asesor religioso
de FET
y de las JONS, . párroco en Santo Domingo donde un
día se encontró con que
el presidente Trujillo, sin consµltarle, le
había nombrado

alcalde de _su pueblo, cargo que no aceptó,
pá-
(*) Burgos, 1986, 223 págs.
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