Índice de contenidos
Número 253-254
Serie XXVI
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Los orígenes de la unidad religiosa de España
-
El principio de inmanencia, la divinización del hombre y el orden temporal
-
Para una metahistoria jurídica
-
Una gran polémica: la Iglesia ante la humanidad amerindia
-
La sociología de José Domingo Gafo Muñiz O.P. (1881-1936)
-
Revolución liberal y secularización. El Ayuntamiento de Pamplona como ejemplo
-
La crisis de la asistencia sanitaria estatal
-
- Actas
- Ilustraciones con recortes de periódicos
-
Información bibliográfica
-
Eudaldo Forment Giralt: El problema de Dios en la metafísica
-
Juan Bms. Vallet de Goytisolo: Montesquieu (Leyes, gobiernos y poderes)
-
Salvador Abascal: La Constitución de 1917, destructora de la nación
-
Gonzalo Fernández de la Mora: Los errores del cambio
-
Vicente Elvira Ortiz: Memorias de una vida dedicada a Cristo
-
Carmen Sichar Claver: Crónica familiar de tres mártires de Cristo
-
- Crónicas

Autores
1987
Gonzalo Fernández de la Mora: Los errores del cambio
INFORMACION BIBUOGRAFICA
· jurídica del México actual. La guerra cristera fue una consecuen
cia inevitable de aquel atropello y de aquel expolio.
Cada libro
de Abascal deja al lector esperando al siguiente.
No nos cabe duda que será del mismo interés que los anteriores
y una pieza más que irá completando el panorama histórico de
México que, debiendo
ser católico e hispano es, contra las con
vicciones más sentidas de su pueblo, acabado ejemplo de la Re
volución.
FRANCISCO JosÉ FERNÁNDEZ DE LA CrGOÑA.
Gonzalo Femández de la Mora: LOS ERRORES
DEL
CAMBIO
(*)
Cuando aparece un nuevo titule no resulta frecuente en una
nación como España,
donde no
existe demasiada afición a la lec
tura -salvo obras intrascendentes o basadas en temas
del· mo
mento-
el que a los pocos días
de su
publicación se agote. Má
xime cuando se trata de una obra de reflexión sobre un aconte
cimiento hacia el que existe
la mayor deformación. El tema del
cambio es objeto, por tantas «plumas del pesebre», del máximo servilismo a determinados tópicos y prejuicios, y de forma abru
madora tratado como si nos encontrásemos ·ante una- obra tan
maravillosa -que, diríase, ya _no ~s humana.
Hablar de la personalidad de Gonzalo Femández de la Mora,
sin duda uno de los más destacados intelectuales del pensamiento
español contemporáneo, resultaría superfluo para nuestros lecto
res. En la obra que ahora ve la luz, Los
errores del
cambio, se
contempla el diagnóstico, posiblemente más razonado, sobre el
desastre ocasionado a la nación por uno de los más colosales
errores de toda la historia de España.
La característica básica del autor en e1 tratamiento de la obra
es ese análisis lúcido a lo qué nos referimos. Existen numerosas
opiniones sobre este hecho trascendental del cambio, pero sería
difícil encontrar una con menos apasionamiento, y en la que se
observa por tanto lo mejor del verdadero intelectual.
A lo largo de once capítulos y un epílogo, el bisturí de Fer
nández
.de la
Mora disecciona implacablemente los errores del
cambio. Primero, una teoría general del cambio sirve de intro
ducción, poniendo de relieve cómo «en las masas hay una fuer-
(*) Editorial Plaza y Janés, Barcelona, 1986, 249 págs,
474
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
te dosis de infantilismo y, por eso, cabe persuadidas de que
cambien por cambiar, sin explicarles hacia dónde se las lleva.
Quizá$ imaginen,-como los niños, que lo nuevo o, simplemen
te lo otro, tiene que ser mejor. Las multitudes son muy pro
pensas a la neo:filia a causa de su constitutiva inmadurez psi
cológica. La responsabilidad de la minoría dirigente consiste en
planificar
los cambios socialey a
fin de que el punto de llegada
sea más favorable para la comunidad que el de salida; es
lo que
no se hizo con el pueblo español; al contrario,. se le confundió y engañó respecto al punto de destino,
y no se pensó en su bienes
tar~ sino en los minoritarios intereses _de los motores, ejecuto-·
res y séquito del cambio» (pág. 20 ).
Al tratar del cambio político español expone la calculada am
bigüedad de la misma, el fraude sistemático en
el que se enga
ñó «a las
Fuerzas Armadas,
a la Iglesia, a buena parte de
la
clase política, al sector conservador y nacionalista. de las Cortes
constituyentes y al electorado. La aparente ambigüedad fue la
bandera para encubrir la falacia sistemática. Sin
este fraude,
¿habría
sido posible el cambio ruprurista?
¿Ló habrían
aceptado
las Fuerzas Armadas,
la Iglesia, la clase política en el poder y
la mayoría del pueblo? No lo creo en absoluto: a cara descubier
ta la maniobra era inviable. En la operación del cambio estuvie
ron casi totalmente ausentes
la sinceridad y . la veracidad; fue
una premeditada
manipulación» (pág.
25).
Varios de los motores del cambio, como Torcuato Fernán
dez Miranda, y un hombre de la debilidad intelectual de Adolfo Suárez son expuestos en su total desnudez. También el ge
neral Gutiérrez Mellado, como una de las figuras características.
Resulta curioso el travestismo político del ex falangista Suárez,
que pasa a ser después paradigma de político democrático, y es
que el travestismo dentro de la UCD llegó a situaciones carna
valescas.
La Constitución es analizada en otro capítulo que reviste una
gran importancia, ya que si antes hablábamos de las excelsitu
des del cambio nos encontramos con el paradigma de la perfec
ción democrática, la Constitución de 1978. Todas las loas y cua
lidades son atribuidas a esta nueva «Carta Magna». Fernández
de la Mora hace un análisis tan lúcido de la Constitución,
y de
sus diversos capítulos, que for~osamente tenemos que referirnos
a uno, como es el de la monarquía. «A la monarquía simbólica
parlamentaria la llamaron los doctrinarios tradicionalmente "re-~
pública coronada", a su titular "rey poste", "augusto cero" o
-''remate decorativo" y a su dinastía "clase polít~ca pasiva".
475
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
»Las constituyentes españoles de 1978 se pronunciaron por
la monarquía simbólica casi pura. Según el l,reve título segundo,
el Rey no puede no gobernar, ni legislar, ni juzgar por sí. Sus
actos políticos carecen de validez si no van refrendados por
, el
presidente del Gobierno, el de las Cortes o nn ministro que son
los que constitucionalmente
tienen el
genuino poder y la co
rrespondiente fuerza coactiva para, qne-sus decisiones sean eje
cutadas, las comparecencias del Rey, generalmente para estam
par su :6.rma en _1.in iexto legal, no son discrecionales, sino impe
rativas; son formalidades. -estrictamente mecánicas en las que no
se precisa la voluntad y que podrían ser efectuadas por un menor
sin que ello disminuyera el valor del trámite.
Y si,
por un es
crúpulo de conciencia gubernativamente tolerado, el .Monarca se
negase al .automatismo de suscribir una ley, entiende el autor
que en tal caso bastaría con promulgar el precepto que, sin la
regia rúbrica protocolaria, entraría igualmente en vigor.
»El único poder que formalmente otorgaba la Constitución al
Rey era
"el. mando
supremo de las Fuerzas Armadas" (art
.. 62,
h),
y Juan Carlos I lo utilizó una vez para reducir el golpe militar
del 23 de febrero de 1981
y devolver
el ejercicio de la sobera
nía a
los partidos. Pero la legislación posterior ha atribuido ese
mando supremo de los ejércitos al presidente del gobierno o a su
sustituto ·jerárquico. Hoy, el Rey no está legitimado para dar
orden alguna a las Fuerzas
Armadas sin
el oportuno
refrendo
gubernamental;
su
j¡datµra suprema
es, pues,
honorífica. ¿Sig
nifica esto
que, legalmente, la Monarquía ha cumplido en Espa
ña
su misión sustan.tiva. y esencial y ya sólo le queda la forma
lista y existencial? Esta es
.la concreta
aporía pendiente.
»El separatismo de algunos grupos peninsulares es rotunda
mente republicano,
y si ahora aceptan a la Corona es porque
todavía no han podido llegar a la última etapa. No me itnagino
a los
fodependientistas donostiarras
eligiendo como rey herita
rio a los independentistas de los tinerfeños» (págs.
95, 96 y 98).
¿Qué poderes efectivos otorga la Constitución al Monarca
para oponerse a los secesionismos separatistas? Por desgracia,
ninguno.
Las ambigüedades de la Constitución como el pactismo se
mántico, las nacionalidades, el derecho a la vida, la libertad re
ligiosa,
el divorcio, el modelo autonómico, etc., ponen de relie
ve los vacíos constitucionales
. de
esta pretendida obra angélica
. más
que humana, que
quiere ser
la Constitución de 1978, cuya
redacción es totalmente imprecisa y confusa y como el autor
476
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
bien dice, escrita en un castellano siempre mediocre y con fre
cuencia pésimo.
La politización de las instituciones: la magistratura, la Admi
nistráción, las Fuerzas Armadas, los Sindicatos, etc., conducen a la crisis del estado de derecho.
También en otros capítulos se trata de la desvertebración uni
versitaria,
de la inseguridad ciudadana, del terrorismo. «El error
de
los gobernantes españoles del
-cambio fue
triple. En
primer
lugar, -comenzaron por tratar a los terroristas como espontáneos
cómplices en la empresa de derrocar e_l Estado nacido el 18 de
julio, a pesar de qne su acción sólo fue eficaz en una ocasión, el magnicidio del almirante Carrero Blanco, que dejó al
sistema
sin
la pieza humana
capital,. (pág.
167).
La anemia esipirtual; .en la que el proceso de
descristianiza
ción
de España, debido al cambio político fue una causa funda
mental. Pero
el cambio fue propiciado por la Confederación Epis
copal Española, quien
-dio un fuerte acelerón al proce~o descris
tianizador, «y es que el.descreimiento tiene entre nosotros conse
cuencias que rebasan ampliamente el área de la religiosidad-o
relegación
con lo absoluto. Porque la fe ha sido el vínculo más
poderoso de
la unidad política y porque, salvo núcleos minúscu
los, los españoles carecen de una ética profana. De
ahí que el
proceso de descristianización sea un factor complementario de disolución de
la nacionalidad y de anemia moral» (pág. 181).
«En nuestra España están siendo desmantelados los antiguos
ideales que la- engrandecieron,
y los que se han propuesto para
sustituirlos o no
han llenado el inmenso vacío o lo están dilatan
do.
Estamos entrando en la decrepitud• del
"ir tirando" y del
"sálvese el que pueda". Estas son las tácticas consignadas que
parecen sonar .entre los individuos, las familias, las empresas, las
clases y las regiones. No hay ilusión compartida que excite el ímpetu creador
y por eso se extienden el pesimismo y la deses
peranza. En suma,
la España del cambio se ha quedado sin un
proyecto de vida en común, es decir, sin destino. O lo recobra
mos o nos desintegramos. Esta es la drástica responsabilidad de
la minoría dirigente, que siempre es la que fomenta o debilita
el sentimiento nacional, y la ~rosio:h.a o configura los ideales co
lectivos» (pág. 185).
El patriotismo está siendo disuelto a pasos agigantados, la
mentira política campa por sus respectos, la pornografía, la de
gradación del lenguaje
y mal estilo se han convertido en carac
terística básica de
la sociedad española.
477
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Pero en Gonzalo Fernández de la Mora se da una caracterís-·
tica
dificilísima en otros intelectuales y es
la de un profundo
sentido ir6nico, un espíritu a veces ciertamente humorístico que
asoma en alguna de sus obras y en sus discursos y conferen
ésta, pone un contrapunto que forzosamente desata la sonrisa del
lector; en este caso es una gl'aciosa alusi_6n y comentario a cier
tas vestimentas de moda, como en su apunte sobre la bufanda
como
· símbolo
izquierdista, pretendidainente progresista a modo
ritual. Como decíamos, hay unas páginas
en las
que asoma, cuan
do menos, la Sonrisa.
El coste del cambio, la quiebra del Estado, el derrumbe libe
ral son
tratados casi unívocamente como producto de la «crisis».
«Del mismo modo .que antaño se impresionaba a los niños con
la _amenaza: "que viene el coco", ahora se tranquiliza a los niños
grandes con la coartada "es que ha venido 1a crisis". No hay duda
de que ese
persopaje es
un recurso magnífico, porque lo explica
todo, no puede replicar y nadie lo defiende. Es un culpable ubi
cuo, general, mudo y despersonalizado. Es un tipo de agente que
habla escapado
a
los más
finos
metafísicos: la
causa fantasma
górica o
ectoplásmica.
»Aunque
indeseable, justo
es reconooer
que la cris.is es la
figura más importante de la última década de vida española; de
nadie se ha hablaJo más. Y si verdaderamente es una invención
exculpatoria, hay que admitir que es eficadsima, porque fun
ciona como un curalotodo para resbalones políticos, como llave
maestra para lavar cerebros Y. como universal comodín. Con la
crisis nadie es responsable de las desventuras nacionales: es una
amnistía general permanente y un seguro vitalicio de continuidad
en el poder. La crisis es el único reo, el malo de la historia»
(pá
gina 229).
Si la crisis energética fuera el único factor determinante no
habríamos perdido
posiciones relativas
y segoiríamos, por lo me
nos, ·a la misma ·distancia que antes de Alemania, Francia o Suiza,
que no son productores de petroleo. Y si el alza .del precio de los
crudos fuera la causa decisiva, ¿por
qué no se
ha iniciado nues
tra recuperación cuando ha bajado el precio del barril a la mitad?
«Responsabilizar a la
anónima y
difusa crisis del deterioro
económico y social de España es una operación publicitaria, des
mentida por los hechos. La pura y simple realidad es que el Esta
del cambio es muchísimo menos eficaz que su predecesor;
y lo
mismo hay que afirmar acerca
.de sus
promotores
y administra
dores. La clase política que protagonizó las
décadas del
desarto
llo fue la más honesta y
capaz de
la historia contemporánea de
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INFORMAGION BIBLIOGRAFIGA
España, mientras que la del cambio ha demostrado su ineptitud y, en el mejor
de los casos, su ingenuo y elemental dogmatismo
ideológico» (pág. 231).
.
Gonzalo Fernández de
la Mora dice al final de su obra: «el
cambio, ¿se pudo hacer peor? Seguramente
sí, puesto
que nos
hemos quedado lejos del mal absoluto. Pero ese criterio metafí sico no justifica nunca los errores históricos. Lo importante es
que se pudo hacer no sólo mejor, sino
sencillamente bien.
Los
condicionamientos eran superfavorables. Y eso es lo que
_e¡q,li
ca
que, a pesar del número y del volumen de los .errores come
tidos,
la sociedad española haya retornado al cantonalismo; pero
aún no
al subdesarrollo y al aislamiento internacional. La inmen
sa herencia recibida
. es Ja que ha servido de poderoso amorti
guador
a
la inepcia y al resentimiento de la mayoría de los pro
tagonistas del cambio».
ANGEL MAESTRO.
Vicente Elvira Ortiz: MEMORIAS DEl UNA VIDA
DEDICADA A CRISTO
(*)
Don Vicente Elvira es un sacedote nacido en 1899 en la pro
vincia
de Santander, debido al destino de su padre, que era guar
dia civil. Pero sus raíces son burgalesas y por tal debe tenérsele.
Ahora, con muchos años sobre sus espaldas que parecen no pe
sarle en absoluto, ha escrito un
libro sencillo
y directo que es
-la crónica de su vida. De su farga, fecunda y laboriosa vida.
De su talante sacerdotal dice ya mucho el título buscado para
sus memorias. Que es en verdad un acierto: una vida dedicada
a Cristo. ¿Puede haber algo
más sacerdotal?
Pero don Vicente
Elvira se dedicó a Cristo no en la contemplación sino en
la ac
ción. Hombre activísimo, pese a una
mala salud de hierro, nos
deja en estas páginas
'un bosquejo
de peripecias, anécdotas
y tra
bajos que, estamos seguros, podría ampliarse hasta
el infinito.
Niño en una familia cristiana y humilde, seminarista, párro
co en diversos pueblos burgaleses, capellán de monjas, profesor de colegio, preso y refugiado en el Madrid rojo, asesor religioso
de FET
y de las JONS, . párroco en Santo Domingo donde un
día se encontró con que
el presidente Trujillo, sin consµltarle, le
había nombrado
alcalde de _su pueblo, cargo que no aceptó,
pá-
(*) Burgos, 1986, 223 págs.
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· jurídica del México actual. La guerra cristera fue una consecuen
cia inevitable de aquel atropello y de aquel expolio.
Cada libro
de Abascal deja al lector esperando al siguiente.
No nos cabe duda que será del mismo interés que los anteriores
y una pieza más que irá completando el panorama histórico de
México que, debiendo
ser católico e hispano es, contra las con
vicciones más sentidas de su pueblo, acabado ejemplo de la Re
volución.
FRANCISCO JosÉ FERNÁNDEZ DE LA CrGOÑA.
Gonzalo Femández de la Mora: LOS ERRORES
DEL
CAMBIO
(*)
Cuando aparece un nuevo titule no resulta frecuente en una
nación como España,
donde no
existe demasiada afición a la lec
tura -salvo obras intrascendentes o basadas en temas
del· mo
mento-
el que a los pocos días
de su
publicación se agote. Má
xime cuando se trata de una obra de reflexión sobre un aconte
cimiento hacia el que existe
la mayor deformación. El tema del
cambio es objeto, por tantas «plumas del pesebre», del máximo servilismo a determinados tópicos y prejuicios, y de forma abru
madora tratado como si nos encontrásemos ·ante una- obra tan
maravillosa -que, diríase, ya _no ~s humana.
Hablar de la personalidad de Gonzalo Femández de la Mora,
sin duda uno de los más destacados intelectuales del pensamiento
español contemporáneo, resultaría superfluo para nuestros lecto
res. En la obra que ahora ve la luz, Los
errores del
cambio, se
contempla el diagnóstico, posiblemente más razonado, sobre el
desastre ocasionado a la nación por uno de los más colosales
errores de toda la historia de España.
La característica básica del autor en e1 tratamiento de la obra
es ese análisis lúcido a lo qué nos referimos. Existen numerosas
opiniones sobre este hecho trascendental del cambio, pero sería
difícil encontrar una con menos apasionamiento, y en la que se
observa por tanto lo mejor del verdadero intelectual.
A lo largo de once capítulos y un epílogo, el bisturí de Fer
nández
.de la
Mora disecciona implacablemente los errores del
cambio. Primero, una teoría general del cambio sirve de intro
ducción, poniendo de relieve cómo «en las masas hay una fuer-
(*) Editorial Plaza y Janés, Barcelona, 1986, 249 págs,
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te dosis de infantilismo y, por eso, cabe persuadidas de que
cambien por cambiar, sin explicarles hacia dónde se las lleva.
Quizá$ imaginen,-como los niños, que lo nuevo o, simplemen
te lo otro, tiene que ser mejor. Las multitudes son muy pro
pensas a la neo:filia a causa de su constitutiva inmadurez psi
cológica. La responsabilidad de la minoría dirigente consiste en
planificar
los cambios socialey a
fin de que el punto de llegada
sea más favorable para la comunidad que el de salida; es
lo que
no se hizo con el pueblo español; al contrario,. se le confundió y engañó respecto al punto de destino,
y no se pensó en su bienes
tar~ sino en los minoritarios intereses _de los motores, ejecuto-·
res y séquito del cambio» (pág. 20 ).
Al tratar del cambio político español expone la calculada am
bigüedad de la misma, el fraude sistemático en
el que se enga
ñó «a las
Fuerzas Armadas,
a la Iglesia, a buena parte de
la
clase política, al sector conservador y nacionalista. de las Cortes
constituyentes y al electorado. La aparente ambigüedad fue la
bandera para encubrir la falacia sistemática. Sin
este fraude,
¿habría
sido posible el cambio ruprurista?
¿Ló habrían
aceptado
las Fuerzas Armadas,
la Iglesia, la clase política en el poder y
la mayoría del pueblo? No lo creo en absoluto: a cara descubier
ta la maniobra era inviable. En la operación del cambio estuvie
ron casi totalmente ausentes
la sinceridad y . la veracidad; fue
una premeditada
manipulación» (pág.
25).
Varios de los motores del cambio, como Torcuato Fernán
dez Miranda, y un hombre de la debilidad intelectual de Adolfo Suárez son expuestos en su total desnudez. También el ge
neral Gutiérrez Mellado, como una de las figuras características.
Resulta curioso el travestismo político del ex falangista Suárez,
que pasa a ser después paradigma de político democrático, y es
que el travestismo dentro de la UCD llegó a situaciones carna
valescas.
La Constitución es analizada en otro capítulo que reviste una
gran importancia, ya que si antes hablábamos de las excelsitu
des del cambio nos encontramos con el paradigma de la perfec
ción democrática, la Constitución de 1978. Todas las loas y cua
lidades son atribuidas a esta nueva «Carta Magna». Fernández
de la Mora hace un análisis tan lúcido de la Constitución,
y de
sus diversos capítulos, que for~osamente tenemos que referirnos
a uno, como es el de la monarquía. «A la monarquía simbólica
parlamentaria la llamaron los doctrinarios tradicionalmente "re-~
pública coronada", a su titular "rey poste", "augusto cero" o
-''remate decorativo" y a su dinastía "clase polít~ca pasiva".
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»Las constituyentes españoles de 1978 se pronunciaron por
la monarquía simbólica casi pura. Según el l,reve título segundo,
el Rey no puede no gobernar, ni legislar, ni juzgar por sí. Sus
actos políticos carecen de validez si no van refrendados por
, el
presidente del Gobierno, el de las Cortes o nn ministro que son
los que constitucionalmente
tienen el
genuino poder y la co
rrespondiente fuerza coactiva para, qne-sus decisiones sean eje
cutadas, las comparecencias del Rey, generalmente para estam
par su :6.rma en _1.in iexto legal, no son discrecionales, sino impe
rativas; son formalidades. -estrictamente mecánicas en las que no
se precisa la voluntad y que podrían ser efectuadas por un menor
sin que ello disminuyera el valor del trámite.
Y si,
por un es
crúpulo de conciencia gubernativamente tolerado, el .Monarca se
negase al .automatismo de suscribir una ley, entiende el autor
que en tal caso bastaría con promulgar el precepto que, sin la
regia rúbrica protocolaria, entraría igualmente en vigor.
»El único poder que formalmente otorgaba la Constitución al
Rey era
"el. mando
supremo de las Fuerzas Armadas" (art
.. 62,
h),
y Juan Carlos I lo utilizó una vez para reducir el golpe militar
del 23 de febrero de 1981
y devolver
el ejercicio de la sobera
nía a
los partidos. Pero la legislación posterior ha atribuido ese
mando supremo de los ejércitos al presidente del gobierno o a su
sustituto ·jerárquico. Hoy, el Rey no está legitimado para dar
orden alguna a las Fuerzas
Armadas sin
el oportuno
refrendo
gubernamental;
su
j¡datµra suprema
es, pues,
honorífica. ¿Sig
nifica esto
que, legalmente, la Monarquía ha cumplido en Espa
ña
su misión sustan.tiva. y esencial y ya sólo le queda la forma
lista y existencial? Esta es
.la concreta
aporía pendiente.
»El separatismo de algunos grupos peninsulares es rotunda
mente republicano,
y si ahora aceptan a la Corona es porque
todavía no han podido llegar a la última etapa. No me itnagino
a los
fodependientistas donostiarras
eligiendo como rey herita
rio a los independentistas de los tinerfeños» (págs.
95, 96 y 98).
¿Qué poderes efectivos otorga la Constitución al Monarca
para oponerse a los secesionismos separatistas? Por desgracia,
ninguno.
Las ambigüedades de la Constitución como el pactismo se
mántico, las nacionalidades, el derecho a la vida, la libertad re
ligiosa,
el divorcio, el modelo autonómico, etc., ponen de relie
ve los vacíos constitucionales
. de
esta pretendida obra angélica
. más
que humana, que
quiere ser
la Constitución de 1978, cuya
redacción es totalmente imprecisa y confusa y como el autor
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bien dice, escrita en un castellano siempre mediocre y con fre
cuencia pésimo.
La politización de las instituciones: la magistratura, la Admi
nistráción, las Fuerzas Armadas, los Sindicatos, etc., conducen a la crisis del estado de derecho.
También en otros capítulos se trata de la desvertebración uni
versitaria,
de la inseguridad ciudadana, del terrorismo. «El error
de
los gobernantes españoles del
-cambio fue
triple. En
primer
lugar, -comenzaron por tratar a los terroristas como espontáneos
cómplices en la empresa de derrocar e_l Estado nacido el 18 de
julio, a pesar de qne su acción sólo fue eficaz en una ocasión, el magnicidio del almirante Carrero Blanco, que dejó al
sistema
sin
la pieza humana
capital,. (pág.
167).
La anemia esipirtual; .en la que el proceso de
descristianiza
ción
de España, debido al cambio político fue una causa funda
mental. Pero
el cambio fue propiciado por la Confederación Epis
copal Española, quien
-dio un fuerte acelerón al proce~o descris
tianizador, «y es que el.descreimiento tiene entre nosotros conse
cuencias que rebasan ampliamente el área de la religiosidad-o
relegación
con lo absoluto. Porque la fe ha sido el vínculo más
poderoso de
la unidad política y porque, salvo núcleos minúscu
los, los españoles carecen de una ética profana. De
ahí que el
proceso de descristianización sea un factor complementario de disolución de
la nacionalidad y de anemia moral» (pág. 181).
«En nuestra España están siendo desmantelados los antiguos
ideales que la- engrandecieron,
y los que se han propuesto para
sustituirlos o no
han llenado el inmenso vacío o lo están dilatan
do.
Estamos entrando en la decrepitud• del
"ir tirando" y del
"sálvese el que pueda". Estas son las tácticas consignadas que
parecen sonar .entre los individuos, las familias, las empresas, las
clases y las regiones. No hay ilusión compartida que excite el ímpetu creador
y por eso se extienden el pesimismo y la deses
peranza. En suma,
la España del cambio se ha quedado sin un
proyecto de vida en común, es decir, sin destino. O lo recobra
mos o nos desintegramos. Esta es la drástica responsabilidad de
la minoría dirigente, que siempre es la que fomenta o debilita
el sentimiento nacional, y la ~rosio:h.a o configura los ideales co
lectivos» (pág. 185).
El patriotismo está siendo disuelto a pasos agigantados, la
mentira política campa por sus respectos, la pornografía, la de
gradación del lenguaje
y mal estilo se han convertido en carac
terística básica de
la sociedad española.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Pero en Gonzalo Fernández de la Mora se da una caracterís-·
tica
dificilísima en otros intelectuales y es
la de un profundo
sentido ir6nico, un espíritu a veces ciertamente humorístico que
asoma en alguna de sus obras y en sus discursos y conferen
ésta, pone un contrapunto que forzosamente desata la sonrisa del
lector; en este caso es una gl'aciosa alusi_6n y comentario a cier
tas vestimentas de moda, como en su apunte sobre la bufanda
como
· símbolo
izquierdista, pretendidainente progresista a modo
ritual. Como decíamos, hay unas páginas
en las
que asoma, cuan
do menos, la Sonrisa.
El coste del cambio, la quiebra del Estado, el derrumbe libe
ral son
tratados casi unívocamente como producto de la «crisis».
«Del mismo modo .que antaño se impresionaba a los niños con
la _amenaza: "que viene el coco", ahora se tranquiliza a los niños
grandes con la coartada "es que ha venido 1a crisis". No hay duda
de que ese
persopaje es
un recurso magnífico, porque lo explica
todo, no puede replicar y nadie lo defiende. Es un culpable ubi
cuo, general, mudo y despersonalizado. Es un tipo de agente que
habla escapado
a
los más
finos
metafísicos: la
causa fantasma
górica o
ectoplásmica.
»Aunque
indeseable, justo
es reconooer
que la cris.is es la
figura más importante de la última década de vida española; de
nadie se ha hablaJo más. Y si verdaderamente es una invención
exculpatoria, hay que admitir que es eficadsima, porque fun
ciona como un curalotodo para resbalones políticos, como llave
maestra para lavar cerebros Y. como universal comodín. Con la
crisis nadie es responsable de las desventuras nacionales: es una
amnistía general permanente y un seguro vitalicio de continuidad
en el poder. La crisis es el único reo, el malo de la historia»
(pá
gina 229).
Si la crisis energética fuera el único factor determinante no
habríamos perdido
posiciones relativas
y segoiríamos, por lo me
nos, ·a la misma ·distancia que antes de Alemania, Francia o Suiza,
que no son productores de petroleo. Y si el alza .del precio de los
crudos fuera la causa decisiva, ¿por
qué no se
ha iniciado nues
tra recuperación cuando ha bajado el precio del barril a la mitad?
«Responsabilizar a la
anónima y
difusa crisis del deterioro
económico y social de España es una operación publicitaria, des
mentida por los hechos. La pura y simple realidad es que el Esta
del cambio es muchísimo menos eficaz que su predecesor;
y lo
mismo hay que afirmar acerca
.de sus
promotores
y administra
dores. La clase política que protagonizó las
décadas del
desarto
llo fue la más honesta y
capaz de
la historia contemporánea de
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INFORMAGION BIBLIOGRAFIGA
España, mientras que la del cambio ha demostrado su ineptitud y, en el mejor
de los casos, su ingenuo y elemental dogmatismo
ideológico» (pág. 231).
.
Gonzalo Fernández de
la Mora dice al final de su obra: «el
cambio, ¿se pudo hacer peor? Seguramente
sí, puesto
que nos
hemos quedado lejos del mal absoluto. Pero ese criterio metafí sico no justifica nunca los errores históricos. Lo importante es
que se pudo hacer no sólo mejor, sino
sencillamente bien.
Los
condicionamientos eran superfavorables. Y eso es lo que
_e¡q,li
ca
que, a pesar del número y del volumen de los .errores come
tidos,
la sociedad española haya retornado al cantonalismo; pero
aún no
al subdesarrollo y al aislamiento internacional. La inmen
sa herencia recibida
. es Ja que ha servido de poderoso amorti
guador
a
la inepcia y al resentimiento de la mayoría de los pro
tagonistas del cambio».
ANGEL MAESTRO.
Vicente Elvira Ortiz: MEMORIAS DEl UNA VIDA
DEDICADA A CRISTO
(*)
Don Vicente Elvira es un sacedote nacido en 1899 en la pro
vincia
de Santander, debido al destino de su padre, que era guar
dia civil. Pero sus raíces son burgalesas y por tal debe tenérsele.
Ahora, con muchos años sobre sus espaldas que parecen no pe
sarle en absoluto, ha escrito un
libro sencillo
y directo que es
-la crónica de su vida. De su farga, fecunda y laboriosa vida.
De su talante sacerdotal dice ya mucho el título buscado para
sus memorias. Que es en verdad un acierto: una vida dedicada
a Cristo. ¿Puede haber algo
más sacerdotal?
Pero don Vicente
Elvira se dedicó a Cristo no en la contemplación sino en
la ac
ción. Hombre activísimo, pese a una
mala salud de hierro, nos
deja en estas páginas
'un bosquejo
de peripecias, anécdotas
y tra
bajos que, estamos seguros, podría ampliarse hasta
el infinito.
Niño en una familia cristiana y humilde, seminarista, párro
co en diversos pueblos burgaleses, capellán de monjas, profesor de colegio, preso y refugiado en el Madrid rojo, asesor religioso
de FET
y de las JONS, . párroco en Santo Domingo donde un
día se encontró con que
el presidente Trujillo, sin consµltarle, le
había nombrado
alcalde de _su pueblo, cargo que no aceptó,
pá-
(*) Burgos, 1986, 223 págs.
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