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Número 253-254

Serie XXVI

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Vicente Elvira Ortiz: Memorias de una vida dedicada a Cristo

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
España, mientras que la del cambio ha demostrado su ineptitud
y, en

el mejor de los
casos, su
ingenuo y elemental dogmatismo
ideológico» (pág. 231 ).
Goru:alo Fernández de

la Mora dice al final de su obra:
«el
cambio, ¿ se pudo hacer peor? Seguramente sí, puesto que nos
hemos quedado lejos del mal absoluto. Pero ese criterio metafí­
sico no justifica nunca los errores históricos. Lo importante es que se pudo hacer no sólo mejor, sino sencillamente bien. Los
condicionamientos· eran superfavorables. Y eso es lo que
expli­
ca que, a pesar del número y del volumen de los errores come­ tidos, la sociedad española haya retornado al cantonalismo; pero
aun no

al subdesarrollo y al aislamiento internacional.
La inmen­
sa herencia recibida es
Ja que ha servido de poderoso amorti­
guador
a la

inepcia y al resentimiento de la mayoría
de los pro­
tagonistas del cambio».
ANGEL MAllsTRO.
Vicente Elvira Ortiz: MEMORIAS DEl UNA VIDA
DEDICADA A CRISTO
(*)
Don Vicente Elvira es un sacedote nacido en 1899 en la pro­
vincia

de Santander, debido al destino de su padre, que era guar­
dia civil. Pero sus raíces son burgalesas y por tal debe tenérsele.
Ahora, con muchos años sobre sus espaldas que parecen no .pe­
sarle en absoluto, ha escrito un libro sencillo y directo que es
la crónica de su vida. De su larga, fecunda y laboriosa vida.
De su talante
sacerdotal dice ya

mucho el título buscado para
sus memorias. Que
es·en verdad

un acierto: una vida dedicada
a Cristo. ¿Puede haber algo más sacerdotal? Pero
don Vicente
Elvira

se
dedicó a

Cristo no en la contemplación sino en la ac­
ción. Hombre activísimo, pese a una mala salud de hierro, nos
deja en estas páginas· un bosquejo de peripecias, anécdotas y tra­
bajos que, estamos seguros, podría ampliarse hasta
el infinito.
Niño en una familia cristiana y humilde, seminarista, párro­
co en diversos pueblos butgaleses, capellán de monjas, profesor
de colegio, preso y refugiado en
el Madrid rojo, asesor religioso
de FET y de las JONS,
. párroco

en Santo Domingo donde un
día se encontró con que
el presidente Trujillo, sin consultarle, le
había nombrado alcalde de
_su pueblo,
cargo que no aceptó, pá-
(*) Burgos, 1986, 223 págs.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
rroco después en Puerto Rico y fundador allí dé sus queridas
monjas hospitalarias...
·
Y

siempre, desde el principio
al final, trasluciendo u11.a sen­
cilla
y limpia conducta sacerdotal que en ocasiones, y desde la
modestia con que don Vicente relata su vida, alcanza momentos
de notable grandeza.
. . .
Como

cuando nos cuenta su peregrinar en
los primeros
días
del Alzamiento buscando un lugar para decir su
misa diaria.

El
domingo aún puede celebrarla con
sils monjas

hospitalarias. Ha­
bían llegado ya
las noticias

de la sublevación pero la guarnición
aún no se había pronunciado. El ambiente estaba enrarecido y
los párrocos de su sector (Tetuán-Chamartín) decidieron no abrir
las iglesias. El lunes vuelve a dirigirse al hospital de sus mon­
jas y
ya no puede llegar a él. Consigue hablar por teléfono con
ellas para

decirles que consuman el Santísimo Sacramento. Des­
pués se dirigió a las Adoratrices de Princesa y allí celebró misa.
Las calles estaban
y,¡. llenas de gente que preparaban el asalto al
Cuartel de
la Montaña.
El martes
·dijo misa
en un hotelito que
las Adoratrices
tenían en

la calle Ventura Rodríguez. Allí vol­
vió el miércoles pero se encontró con que la madre superiora le
comunicó que el
día' anterior,

después de haberla celebrado él,
llegó un jesuita con el mismo propósito y poco después de haber
concluido la
oelébración fue d!'tenido por los niilicianos

a causa
de la delación de un portero de la vivienda de enfrente. Don
Vicente dijo que no la celebraría, con gran pena de las monjas,
y les dio la comunión. En busca de otro logar para celebrar se
dirigió a una clínica de O'Donnell que
tenía capilla
y donde pres­
taban asistencia sus monjas hospitalarias. Al llegar ya
,;staban las
monjas .sin hábito

religioso y por una de las puertas (la clínica
daba a dos calles) entraban los milicianos. Pudo salir por la otra
calle
y piensa en dirigirse a Tetuán por ver si podía celebrar en
las

Adoratrices. Las conocía bien, pues era el confesor de las
chicas de la casa. Llama antes por teléfono
y una de esas chicas
le. dice

que no se le ocnrra ir pues ya habían preguntado por él
los milicianos y que las monjas se habían ido de la casa ...
No .se tratl:!ba, evidentemente, ·de-grandes servicios eclesia­
les, con numerosísimo público ... No, era sencillamente el deseo
de un sacerdote de decir su misa de todos los días. De sentir a
Cristo entre sus manos aun a riesgo de la cárcel y de su vida. ¡Ay, si fneran así hoy
los sacerdotes! ·
Don

Vicente cumplirá este año ochenta
y ocho años. Nadie
lo diría. Desde la residencia sacerdotal de San Bernardo acode
todos los días a celebrar misa para otras monjas cnya casa dista
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un kilómetro de la de don Vicente. Y como el médico le reco­
mendó ejercicio va paseando su sotana por
!_as calles
de la zona
como un testimonio de Dios en este Madrid .secularizado. Y eso es el libro, un testimonio de
Dfos, uua

vida dedicada a Cristo.
FRANCISCO J osÉ FERNÁNDEZ DE LA CrGOÑA.
Carmen Sichar Claver: CRONICA FAMILIAR DE TRES
MARTIRES DE CRISTO (*)
Carmen Sichar ha escrito un hermoso librito que es el re­
cuerdo de los tristes días vividos en su juventud cuando tres de
sus hermanos, Jorge, Julián y Miguel Sichar fueron inmolados
en aquella ola de barbarie que sacudió a media España y muy
especialmente a la diócesis de Barhastro en el verano de 1936.
Más-que el relato del martirio de sus tres hermanos se trata
de una crónica de aquellos tiempos de persecución tal como los
ivió una familia cristiana y española que se vio sacudida, como
tantas otras, por .aquel salvajismo de~atado.
Uno de sus tres hermanos, Julián, era sacerdote. Jorge y Mi­
guel, abogados. El relato del entorno familiar es muy significati­
vo para conocer la posterior maduración de esos tres jóvenes. Así
como el que hace de los años republicanos que fueron el prelu­
dio de lo que después pasó. Ya
había muerto

el padre (1928)
cuando se proclamó la República. Julián era sacerdote desde 1930. Los dos seglares eran de la Adoración Nocturna y el ma­
yor, Jorge, jefe regional de la Comunión Tradicionalista. A
fi­
nales de mayo de 1936, cuando las turbas asaltan. el Seminario,
Jorge y Miguel eran los dos únicos seglares que estaban dentro
como apoyo, más moral que real, a los sacerdotes y seminaristas.
El 19 de julio, cuando llegan las primeras noticias del Alzamien­
to, la madre y las hermanas propusieron ir a Cascante, en Na­
varra, donde pensaban estarían más seguros. Jorge les dice: «Yo
no puedo ir, mi puesto está aquí, tengo que estar en comuni­
cación con los militares y la Guardia Civil de Barbastro. He dado
mi palabra». Por sacerdote uno .y por católicos y españoles los
otros dos fueron fusilados el 6 de agosto de 1936. Días antes,
cuando fueron a buscarles a su cá.sa, tanto ellos como su madre
· y sus hermanas no abrigaron la menor duda de cual era su des­
tino. La despedida fue: «¡Hasta el Cielo!
».
(*) Arca de la Alianza Cultural, S. A., Madrid, 1986, 109 págs.
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